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El papel de la Comunicación
en nuestra sociedad
Richard Maxwell
Queens College, City University of New York
Sumario
0. Introducción. 1. La cuestión de la soberanía. 2. Límites de los medios. 3. Conclusión.
4. Bibliografía.
RESUMEN
Este trabajo trata del papel de la comunicación en la sociedad, explorando temas fundamenta-
les de soberanía extra-estatal y de ciudadanía, especialmente cómo podríamos reformular nues-
tro pensamiento acerca de la comunicación dentro de un marco que se aplique a la dimensión
global de la ciudadanía. Dicha dimensión se ha visto recientemente abierta como resultado de
determinados acontecimientos, relacionados con el activismo en el Tercer Sector, la Convención
de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural, y la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la In-
formación. El trabajo avisa de los peligros que entraña el determinismo tecnológico y se decan-
ta por una mayor participación en los procesos sociales que generan el desarrollo, el diseño y el
despliegue de los medios de la comunicación.
ABSTRACT
This work deals with the role of communication in society, and explores the basic underlying
themes of extra-state sovereignty and citizenship, particularly how we might rethink our ap-
proach to communication within a framework in which a global dimension of citizenship ap-
plies. Said dimension has recently been opened as a result of certain events relating to activism
in the third sector, the UNESCO Convention on Cultural Diversity, and the World Summit
on the Information Society. The work warns of the dangers posed by technological determinism
and advocates greater participation in social processes which generate development, design and
deployment of communication media.
Monografía
0 INTRODUCCIÓN
Monografía
ciones cívicas, religiosas y laborales. Los vencedores ganaron un sistema co-
mercial de comunicación basado en criterios de mercado y en los objetivos de
la política doméstica y exterior de Estados Unidos, concebidos para contener
el poder del empleo organizado a nivel doméstico y de la influencia del co-
munismo en el exterior. La estructura reguladora que acompañó esta circuns-
tancia otorgó una soberanía posicional —el poder real para decidir sobre los
usos de la comunicación— a los tribunales y al Congreso, que siguen siendo
los dominios del presunto poder donde los ciudadanos en busca de la reforma
del sistema de comunicación deben presentar sus argumentos.
Monografía
nos. Este proceso se vio truncado por la retirada del apoyo británico y esta-
dounidense del organismo internacional en los años 80 (el Reino Unido volvió
en el año 1997, y Estados Unidos en 2003). Durante este tiempo, los burócratas
del Acuerdo General sobre las Tarifas y el Comercio (General Agreement on Ta-
riffs and Trade – GATT ), el precursor de la Organización Mundial del Comer-
cio (OMC), redoblaron sus esfuerzos para conseguir una autoridad extra-esta-
tal capaz de definir un sistema global de comunicación e información que se-
guiría los criterios de los mercados de libre comercio, con escasas protecciones
para las industrias culturales nacionales. Sin embargo, durante los últimos
doce años, los desacuerdos internos entre los Estados Unidos y otras impor-
tantes economías de mercado han restringido la capacidad del GATT (más tar-
de, OMC) para tratar los bienes culturales como meros bienes comerciales.
Mientras tanto, la OMC se auto-atribuyó un objetivo «legítimo», sin apelar
a los tradicionales métodos liberales de conseguir la aprobación interna y en-
tre las democracias territoriales. Específicamente, en el Acuerdo sobre los As-
pectos de los Derechos de la Propiedad Intelectual Relacionados con el Co-
mercio (Agreement of Trade Related Aspects of Intellectual Property Rights - TRIPS),
la OMC supone que sus Miembros, con M mayúscula, representan y pueden
disciplinar a sus respectivas «ciudadanías nacionales», y no viceversa. La
asunción del liderazgo mundial por parte de la OMC plantea el concepto de
una ciudadanía apartada de los debates locales, nacionales y regionales, y
de sus conflictos subyacentes una ficción minada por el movimiento de justi-
cia global en su cuestionamiento pan-estatal de la soberanía extra-estatal de la
OMC. El ataque constante de la OMC a la soberanía estatal —excepto, de ma-
nera notoria, en la seguridad y aplicación legal de acuerdos comerciales— bur-
la y ridiculiza tanto al Estado-Nación como a los nuevos bloques regionales,
que en el sur global buscan arreglos casi-autárquicos para impulsar el des-
arrollo y coherencia interna de sus economías regionales (por ejemplo, Merco-
sur, o los experimentos de política económica de Hugo Chávez en Venezuela,
incluyendo el lanzamiento de un sistema alternativo de satélites de retransmi-
sión televisiva, TeleSur).
1 LA CUESTIÓN DE LA SOBERANÍA
(2) Citado en COSTA-GRAVAS, MICHAEL EISNER, JACK LANG y BENJAMIN BARBER, «From Magic Kingdom to Media Empire», New Pers-
pectives Quarterly, vol. 12, n.º 4, 1995, p. 10.
(3) ARMAND MATTELART, «Manifold Ways That Societies Express Themselves-Cultural Diversity Belongs to Us All». Traducción de Harry
Forster. Le Monde Diplomatique, nov. 2005, http://mondediplo.com/2005/11/15unesco.
Monografía
inter-estatales para combatir las reclamaciones de la OMC de ampliar la sobe-
ranía extra-estatal en el área de la comunicación. Tanto la WSIS como la Con-
vención de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural comparten un compro-
miso con el principio, enraizado en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, que la comunicación es un derecho humano básico: «Los derechos
de la comunicación están intrínsicamente vinculados con la condición humana
y se basan en un nuevo y más poderoso entendimiento de las implicaciones de
los derechos humanos y el papel de las comunicaciones. Sin derechos de la co-
municación, los seres humanos no pueden vivir en libertad, justicia, paz y dig-
nidad»(4). La última fase de la WSIS tuvo lugar en noviembre de 2005 en Tú-
nez, donde se aprobó una agenda para aplicar principios y planes que super-
enla desigualdad de información, buscando asimismo maneras de socializar
las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) para el desarro-
llo. Muchos participantes, incluidos los representantes estatales y de la socie-
dad civil, argumentaron que los Estados Unidos debían ceder su control de In-
ternet como primer paso hacia la corrección de estas desigualdades. No se
aprobó esta medida, pero sí se instauró un Foro de Gobierno de Internet para
proporcionar un espacio en el cual se podían reunir los interesados con «par-
ticipaciones múltiples» para dialogar y debatir sobre los usos de las TIC.
Aunque lejos de constituir una verdadera amenaza para la hegemonía es-
tadounidense en la comunicación global, la WSIS sí marcó una importante am-
pliación en la participación de los actores del Tercer Sector dentro de los pro-
cesos extra-estatales que definen el papel de la comunicación en la sociedad.
El activismo en auge de los agentes del Tercer Sector —aquellas partes de la
sociedad civil que no son ni gobierno ni empresas, sino que incluyen amplias
asociaciones, organizaciones no-gubernamentales y sin ánimo de lucro, pro-
yectos religiosos trasnacionales, grupos de abogacía, grupos de ciudadanos y
movimientos sociales— ha incrementado la dimensión global de la ciudada-
nía. Esto, junto con el impulso pluralizador de las convenciones de la WSIS y
de la UNESCO, añade complejidad al asunto del tipo de sociedad que escoge-
mos y de quién decide sobre el papel de la comunicación. Grupos del Tercer
Sector están cada vez más atentos a los aspectos culturales e informacionales
de las intervenciones de movimientos de justicia global que se han extendido
desde Seattle hasta Hong Kong, pasando por Génova. Mientras se sigue acu-
mulando el desacuerdo mundial contra la guerra estadounidense en Irak, los
grupos que propugnan alternativas se han asociado a través de cientos de ini-
ciativas en Internet y en los pequeños medios, desde carteles y graffiti hasta las
radios locales, los teléfonos móviles, y demás.
(4) «Statement on Communication Rights» World Forum on Communication Rights, 11 de diciembre de 2003. http://www.communi-
cationrights.org/statement_en.html.
(5) De «The Ballad of Ned Ludd, una ópera tecno-folk, Becknell y Lucas (1994), http://www.bigeastern.com/ludd/index.htm.
(6) MOSCO, The Digital Sublime. Cambridge, MA: MIT University Press, 2004, 22-24.
(7) MOSCO, The Digital Sublime, 24.
Monografía
discurso tecno-fabulista, que alcanzó proporciones absurdas con la burbuja de
la tecnología de la información en los años 90. Ahí se emplazaban los verda-
deros creyentes en la Conciencia Total de la Información y la Seguridad Na-
cional, emborrachándose con los mitos de una máquina diferenciadora, todo-
poderosa y centralizada. Y los admiradores de la Agencia de la Seguridad Na-
cional entran en trance con sólo pensar que sus máquinas pueden almacenar,
leer y vigilar cinco billones de páginas de textos. Como dice Mosco, el gobier-
no «desempeña un papel importantísimo en la manufactura de la magia del ci-
berespacio, ya que mucha de su legitimidad se basa en la identificación con
esta ola futura»(8).
El tecno-fabulismo resuena en todo el espectro político. La Administración
Bush y sus compañeros de viaje están inmersos en la maquinaria ubicua de la vi-
gilancia, quizás para atrapar a los malos, pero también para saciar su deseo in-
fantil de omnipotencia y servir la misión divina del Dios Cristiano omnisciente.
Sin embargo, estos ensueños son igualados por unas reflexiones distintas, aun-
que igualmente cautivadoras, sobre los nirvanas comunitarios en el ciberpueblo
global, las políticas transidentitarias, las ciudadanías híbridas, y las multitudes
inteligentes, vinculados por ordenadores de bolsillo y teléfonos móviles. Los in-
vestigadores de mercado no están menos embrujados por los poderes definido-
res de las identidades del espacio sideral y las TIC en general. Cada innovación
sirve para mejorar la recopilación de datos, la segmentación y la objetivación de
mercados, basados en Internet, al tiempo que sirve de invocación del poderoso
mito. Las TIC alimentan la fe que inspira a los mercaderes a intentar ganar más
control sobre la infraestructura de consumo, mientras el Estado sueña con el do-
minio biopolítico y un pueblo aquiescente. Al mismo tiempo, estos mitos de pro-
greso y de poder se ven oscurecidos por sus demonios: las burbujas financieras y
la negociación diaria, las células terroristas, Unabomber, las mutaciones genéti-
cas, el aislamiento social, la apatía política, la pornografía infantil, el fin de la pri-
vacidad, etc. El fin de la privacidad ha sido un mito especialmente poderoso so-
bre el ocaso de la libertad en presencia del sublime digital. Los mitos del sublime
digital y las metáforas a las que se vinculan, no sólo condicionan el pensamiento
y el debate sobre las tecnologías de la comunicación, sino que también alimentan
las diversas aspiraciones sobre cómo utilizarlas o desactivarlas. Los mitos «pue-
den acabar con la política; pueden servir para despolitizar el discurso», según
Mosco, «pero también pueden abrir la puerta a la restauración de la política, a la
profundización de la comprensión política. Los mitos se pueden repolitizar, si se
les trata como pre-políticos, es decir, como punto de partida para una «redacción
crítica [y la] cimentación política que los mitos parecen omitir»(9).
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gías de los medios. Esto tiene su representación más clara en la nueva división
internacional de trabajo, cuya cruda realidad no puede ser domesticada a tra-
vés de visiones de preciosas utopías, conjuradas por el sublime tecnológico. Para
replantear el papel de la comunicación en la democracia, una democracia pro-
fundamente plural, no debemos olvidarnos de los metales pesados que se ven-
den a compañías recicladoras, que no utilizan vertederos ni trabajadores del
primer mundo por la legislación medioambiental e industrial aquí existente
para proteger la tierra, el agua y a los propios trabajadores. Debemos resistir-
nos a las utopías de los McLuhanistas que ignoran los pueblos donde las niñas
chinas preadolescentes separan, sin protección ninguna, los metales preciosos
de los televisores y ordenadores desechados por el primer mundo. Y no debe-
mos ceder ante las fanfarronadas de la OMC y sus visiones de un capitalismo
en red que requiere que las regiones participantes se sometan a los «derechos
de uso y planificación», bien construyendo una infraestructura independiente
o bien enchufándose a los sistemas ya disponibles. Los ingenieros de este fu-
turo cableado debieron venir de pueblos que se construyeron sobre la arena.
La noción de que los ecosistemas deben alterarse en nombre de la sociedad de
la información está impulsada por la ignorancia y la arrogancia. El crecimien-
to económico requiere el declive medioambiental, pero hacer caso omiso el de-
sastre derivado de esta máxima al empujar las tecnologías hacia el cielo y la
tierra equivale a la estupidez en su estado más puro.
3 CONCLUSIÓN
(11) Vér VÍCTOR F. SAMPEDRO y ALEJANDRO BAER, «El Recuerdo como Olvido y el Pasado Extranjero. Padres e Hijos ante la Memoria
Histórica Mediatizada», Revista de Estudios de Juventud. Edición Especial Jóvenes, Constitución y cultura democrática. Madrid: Injuve,
pp. 93-108. VÍCTOR SAMPEDRO y RAQUEL SAIZ, «Consumo de medios de comunicación y memoria histórica», Audiencias y Medios de
Comunicación. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2003, pp. 167-179.
(12) HERBERT I. SCHILLER, Communication and Cultural Domination. New York: International Arts and Sciences Press, 1976. Paper-
back ed., M. E. Sharpe, 1977, 1984, p. 89.