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En resumen, el valor del dinero varía básicamente por las mismas razones que el valor de cualquier

mercancía. Igual que el valor una fanega de trigo depende, no solo de la oferta actual total de
trigo, sino de la oferta futura esperada y de la calidad del trigo, el valor del dólar depende de
varias consideraciones similares. El valor del dinero, como el valor de los bienes, no está
determinado por relaciones meramente mecánicas o físicas, sino sobre todo por factores
psicológicos, que a menudo pueden ser bastante complicados. Al tratar las causas y el remedio de
inflación, una cosa es tener en cuenta las complicaciones reales y otra bastante distinta verse
confundido o errado por complicaciones inútiles o inexistentes. Por ejemplo, se dice
frecuentemente que el valor del dólar no depende únicamente de la cantidad de dólares, sino de
su “velocidad de circulación”. Sin embargo, una mayor “velocidad de circulación” no es una causa
para una caída adicional en el valor del dólar: es por sí misma una de las consecuencias del miedo
a que el valor del dólar vaya a bajar. (O, dicho de otra manera, la creencia en que el precio de los
bienes va a aumentar). Es esta creencia la que hace a la gente más dispuesta a intercambiar
dólares por bienes. En énfasis de algunos escritores en la “velocidad de circulación” es solo otro
ejemplo del error de sustituir razones psicológicas reales por otras dudosamente mecánicas.

Otro callejón sin salida: en respuesta a quienes señalan que la inflación la causa principalmente un
aumento en el dinero y del crédito, se replica que el aumento en los precios de las mercancías se
produce a menudo antes del aumento en la oferta monetaria. Es verdad. Es lo que pasó
inmediatamente después del inicio de la Guerra de Corea. Materias primas estratégicas empiezan
aumentar de precio por temor a que vayan a escasear. Especuladores y fabricantes empiezan a
compararlas para guardarlas en busca de beneficio o inventarios protectores. Pero para hacer esto
tienen que tomar más dinero prestado de los bancos. El aumento de los precios se vio
acompañado por un aumento igualmente notable en préstamos y depósitos bancarios. Del 31 de
mayo de 1950 al 30 de mayo de 1951, los préstamos de los bancos del país aumentaron en
12.000.000.000$. Y si no se hubieran otorgado estos préstamos adicionales y no se hubiera
emitido nuevo dinero (unos 6.000.000.000$ al final de enero de 1951) para estos préstamos, el
aumento en los precios no podría haberse mantenido. En resumen, el aumento de precios solo fue
posible mediante una oferta mayor de dinero.

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