Está en la página 1de 41
Ree) Toda vocacion Cea Cla) AMEDEO CENCINI LLAMADOS PARA SER ENVIADOS Toda vocacién es misién Disefio de Cubierta: Sergia, sp Titulo original: Chiamati per essere inviati Traduccién: Adoracién Pérez Sanchez PAULINAS 2009 Carril del Conde, 62 - 28043 Madrid Tel: 91 721 89 84 - Fax: 91 759.02 04 E-mail: editorial@paulinas.es ‘www: paulinas.es © PAOLINE Editoriale Libri - Milin ISBN: 978-84-96567-74-0 Depésito Legal: M-2132-2009 Impreso en Gar. Vi. 28970 Humanes (Madrid) Printed in Spain. Impreso en Espaiia Presentacion De la emergencia de las basuras @ los cascotes en el techo Dos episodios han acompafiado, por asi decirlo, la celebracién del Congreso vocacional anual orga- nizado por el CNV (Centro Nacional de Vocacio- nes), celebrado en Roma a primeros del 2008; uno externo al encuentro mismo, y el otro interno: el primero fue un drama nacional, aunque quedase circunscrito a una sola regiGn: las basuras que blo- quearon y asfixiaron durante demasiados dfas a una hermosa regién como es Napoles y la Campania entera, contaminando el aire y envenenando las rela- ciones. El otro, durante el encuentro, fue la caida imprevista de cascotes del techo del auditérium donde se estaba celebrando el encuentro de los 650 animadores vocacionales; por suerte, en aquel mo- mento, casi todos se encontraban fuera del aula, Porque estaban en un momento de pausa, aunque sembr6 un poco de pénico. Ambos episodios estan completamente desligados entre sf y sin relaci6n alguna con el encuentro, pero nos sirven para exponer algunas consideraciones que son del todo opinables, vistas sobre un trasfondo juvenil-vocacional. El drama de las basuras napolitanas va mucho mas all de una historia de mal gobierno, ya que ha sido también de enredos y rechazos, disposiciones y justi- ficaciones (de responsabilidades y de culpas), de astucias y robos, prevaricaciones y especulaciones varias..., y en cambio puede ser una metéfora de la vida moderna. {Habré también -se pregunta Marco Guzzi- algin significado simbélico en esta trigica dificultad para retirar la basura, especialmente la mas t6xica, con aquello que aflige en realidad a todo el planeta, aunque sea de un modo menos catastréfico que el que ocurrié esos dias en Napoles? El sentido simbélico podria ser el siguiente: Estamos en un mun- do que produce demasiada inmundicia y luego no sabe como deshacerse de ella. Estamos en una cultura de la mala alimentaci6n, de la malisima digestién y de la pésima funcién intestinal. Producimos dema- siadas cosas initiles, de las que nos atiborramos sin medida, y luego permanecen en el estomago y terminan envenenandonos. Decimos demasiadas palabras vanas y superfi- ciales, nos llenamos cada dia de excesiva «comuni- cacién», pero nuestro metabolismo es lento, casi nunca producimos buena sangre, energia, ideas, vi- talidad, agilidad mental. Necesitaremos mejores higados para afrontar los desafios que se nos vienen encima. Mayor coraje. De otro modo nos ahogaremos entre lo que queda de cuanto nosotros mismos hemos producido y consumido'. Marco Guzzi et 9 de enero de 2008; www marcoguzi it, Pero, puede tener todo eso un sentido también para la Iglesia y el tipo de «alimentacién y comunica- ci6n» que corre dentro de ella? ¢Habré también para la comunidad eclesial un riesgo de «producir cosas indtiles» y «decir palabras vanas», olvidando lo que es més importante y esencial: la Pascua y el kerigma? (Hay peligro de que, a la larga, nos dejemos atrapar por sus mismos engranajes y mecanismos, por una logica operativo-organizativa poco natural y menos evangélica, que la hace ser menos viva y menos fe- cunda atin? La infecundidad vocacional, ;no sera acaso un signo inquietante de un organismo eclesial enfermo o que no goza precisamente de buena salud? El otro acontecimiento, la caida de los cascotes desde el techo, se presta a una doble lectura meta- forico-simbélica. La més inmediata y esponténea haria pensar en algo viejo que se desgasta y desapa- Tece, que lo deteriorado cae, con el peligro de provo- car dafios incluso graves; 0 en el poder del Espiritu que irrumpe con fuerza para crear cosas nuevas. Pero, por otro lado, el desplome puede indicar tam- bién la incapacidad de la estructura de nuestras viviendas para contener una presencia numerosa, numerosfsima de personas. Hacer un Congreso voca- cional en tiempos de crisis vocacional con 650 ani- madores vocacionales, dice algo muy preciso y con- solador: significa que, si bien hay crisis vocacional, no la hay de animacién, o de animadores, o por lo menos no hay crisis de buena voluntad, de espe- ranza, de ganas de seguir comprometiéndonos, a pesar de las dificultades y de la escasez de resultados. Claro que se necesitara también el coraje de aban- donar cierta légica, 0 de comprender que no es sostenible, que no hemos de empecinarnos en querer que vuelva un cierto pasado, ni pretender querer meter por la fuerza toda la diversa realidad voca- cional dentro de una sola idea de vocacién, como si existiese una sola vocaci6n; hay que tener el coraje del «vino nuevo en odres nuevos». Por lo tanto habré que estar muy atentos a la manera de hacer pastoral vocacional, es mas, para ser mas precisos, al alimento que se ofrece para el crecimiento en la fe de toda la comunidad cristiana, para que alimente sanamente el coraz6n y la mente, los sentidos y los recursos, para que haga crecer a cada miembro de la comunidad en Ia direccién debida, que es una sola, la vocacional, en la direc- cién no s6lo del descubrimiento de la propia iden- tidad, sino también de la asunci6n de la llamada a cuidar de los demés, a sentirse responsables de la fe de los otros, a trabajar por la salvacién de los hermanos; de otra forma corremos el riesgo, también nosotros, con tanta abundancia de iniciativas, propuestas y cursos varios... de tener la obesidad del espfritu, 0 sea, esa presuncién de salvacién (0 de perfeccién) que a menudo se asocia con la descon- sideracién del otro, con el no sentirse implicados para nada en su aventura de salvaci6n. En este caso también la fe resulta ser algo que uno consume para si mismo, en perfecta sintonia y continuidad con la l6gica tipica y perversa de la sociedad de consumo, algo inauténtico, que tiene 8 sélo una apariencia evangélica, pero que no es la verdad del Crucificado o la libertad de su corazén; es algo artificial que no puede saciar el alma, algo asi como una fruta de plastico o una flor artificial, material no biodegradable, entre otras cosas, porque luego es también dificil de eliminar y destruir, exac- tamente como esta sucediendo con el drama de las basuras. Y ademas, con la perspectiva de llegar a sentirnos asfixiados por ellas. Actualmente existe una ecologia espiritual que es preciso salvar, una invitacién seria a nutrirnos sanamente también en la vida del Espiritu para dar frutos auténticos, Una pastoral realmente vocacio- nal, que ponga en primer lugar la llamada que viene del Dios-que-llama, éste seria el alimento adecuado que nutre y fecunda la vida; la eleccién vocacional, del individuo serfa su fruto genuino. De esto hablamos ya en el Congreso vocacional del 2 al 5 de enero de 2008 (a pesar de los cascotes) Y, sustancialmente, es de esto de lo que habla tam- bién la presente reflexién que reproduce, en parte, y enriquece notablemente la comunicacién que presenté en el congreso mismo. Como suelo hacer, la he repasado teniendo en cuenta las reacciones de los oyentes y sus preguntas. Con su publicacién, vuelvo a confiar estas consideraciones de alguna forma, no sélo a los animadores vocacionales pre- sentes en el congreso, sino también a todos los educadores juveniles, esperando que den buen fruto. Premisa La diltima provocacién que he escuchado (pero podria habérseme escapado la de ayer mismo), los pinta como «enmadrados», es decir, jévenes que no saben desprenderse de su madre, 0 sea del Ambito familiar, vagos y pasivos, poco creativos y alérgicos al esfuerzo (de cualquier clase), inseguros de si mis- mos pero replegados sobre si, espléndidos egoistas siempre a punto de tomar una decisin que luego se pospone siempre para mas adelante: el clésico producto de nuestra sociedad de consumo. El cua- dro, aunque un poco forzado y demasiado severo, reproduce bastante fielmente un frend generacional, como se dice hoy, 0 por lo menos asf lo parece desde fuera. Si luego todo esto corresponde perfectamente a Ja realidad es otra cosa. Mas atin, siempre es licita una duda, la de una ilusi6n 6ptica a propésito de los jovenes. Del universo al multiverso juvenil El mundo de los j6venes de hoy es, de hecho, un multiverso, no un universo, y en la multiplicidad de las distintas actitudes juveniles mas evidentes, las que obtienen mayor visibilidad son tal vez las W mas extrailas o extremistas, descritas de alguna forma més arriba, puestas habilmente como ejemplo por algunos, precisamente, para mantener la opinién, negativa que muchos adultos prefieren conservar sobre el mundo juvenil. Y tal vez esperan asi discul- parse a si mismos o a sus propias deficiencias en educaci6n y formacién, oa la crisis vocacional y al abandono de la Iglesia por parte de los propios jovenes. En realidad las cosas estén de otra manera, sin duda més articulada y compleja, y lo diremos 0 procuraremos captar algunos aspectos de esta com- plejidad. Pero desde ahora podemos hablar ya de un fenémeno que nos atafie de cerca y que podria ayudarnos a comprender el porqué de una respuesta vocacional absolutamente pobre (no hay mas que ver la disminucién numérica), y también precaria en la calidad de la adhesi6n, all{ donde la hay. Pre- caria sobre todo cuando no esté suficientemente animada por la conciencia de sentirse llamados para una mision y de sentirse enviados a los demés; pobre porque es pobre una identidad (y una vocacién) concebida simplemente en funcién de uno mismo y de la propia realizacién (psicol6gica o espiritual, en términos de perfeccién o de salvacién, siempre rigurosamente personales). Por otra parte estamos también profundamente convencidos de que la idea de misién ejerce una fascinacién absoluta sobre la sensibilidad del joven de hoy, porque el ser humano est hecho para hacer fecunda su propia vida y fecunda para los demas: la 12 forma de servicio correctamente entendida, como coparticipacién de la verdad, del amor, del goz0, no puede menos de iluminar y atraer a un joven en biisqueda de su propia identidad. Asi pues, también la pastoral vocacional debe hacerse més misionera, més propensa a mostrar la misi6n, que es la verdadera raz6n de cualquier llama- da que viene de lo alto, porque Dios llama siempre enviando a los otros, como veremos y nunca, sim- plemente, por consentir a algiin «enmadrado» que se complazca en la sensacién satisfecha de su propio yo, el ms hermoso del reino. He aqui pues lo que quisiéramos comprender mejor e intentar explicar en esta reflexién: que la pastoral vocacional puede (y debe) ayudar a los jovenes a conjugar entre ellos estas dos realidades, porque dicha conexi6n significaria, ni mas ni menos, hacer una animaci6n vocacional inteligente. Por dos motivos, que son también como dos pre- misas: por una parte porque el concepto de misién es por si mismo parte de la idea de vocacién, el sen- tido de la misi6n es intrinseco a la idea de vocacién, puesto que no puede haber vocacién cristiana sin misién; por otro lado, como hemos dicho, estamos ademas convencidos de que esta conexién facilita la pastoral vocacional, la hace més eficaz y con- vincente, precisamente porque el joven mismo se siente mas atraido -a pesar de las apariencias contrarias~ por una Hamada que implique una misién, no por un simple deseo de ser é1 mismo. 13 Ms concretamente seguiremos este recorrido asf: al principio procuraremos explicar el sentido pro- fundo de la relacién entre identidad vocacional y misién, conjugando de alguna forma estos dos términos siempre de modo complementario (el uno siempre frente y junto al otro). Luego propondremos algunas lineas para una posible pedagogia vocacional «misionera>, articuladas en torno a cuatro puntos: la actitud de fondo, el objetivo que se intenta alcan- zar, el estilo educativo y finalmente el recorrido pedagégico propiamente dicho con sus etapas. 14 «TU eres Simon..., te llamaras Cefas» Partiremos, como es l6gico, de la Palabra de Dios, especialmente de los episodios de las primeras lamadas, como podria ser el pasaje narrado por Juan de la vocacién de Simén y Andrés (cf Jn 1,35- 51). Cémo es posible que la Palabra de Dios nos siga sorprendiendo y nos descubra, a veces, aspectos nuevos e inéditos, que no habiamos descubierto antes, como si fuese la primera vez que nos acercé- ramos a ellos. Sin embargo, ésta es precisamente la fuerza y la novedad perenne de la Palabra que viene de lo alto. En realidad esos dos verbos («Ti eres..., te lamarés...»), especialmente si se leen solos, sin referirlos inmediatamente a la persona de Pedro, nos permiten y estimulan a reconocer ese paso funda- mental que decide nuestra identidad, del presente al futuro, del indicativo al imperativo, como una historia que todos hemos vivido o que estamos «lla- mados» a vivir continuamente, y que el episodio de Ia Hamada de Pedro, que narra Juan, nos lo hace todavia més comprensible, por una parte, y miste- rioso por otra. 15 UNA TEORIA DE LA REALIDAD Es més, aqui hay incluso, en sintesis, una especie de teoria psicolégica de la personalidad, en sus dos componentes estructurales elementales: «Ti eres...» envia al yo actual, el que uno es desde que nace, como ser ya dotado de recursos y potencialidades, pero ain fundamentalmente incompleto; mientras que «te lamards» remite a la otra estructura de la personalidad, el yo ideal, que expresa lo que uno esta llamado a ser, el cumplimiento y la realizacién definitivas de la personalidad. Como puede verse, la idea de vocaci6n es constitutiva de la idea de ser humano, que se define estructuralmente por el hecho de ser llamado, y llamado por alguien, légicamente. Por eso la identidad no sélo no se puede descubrir nada mas que dentro de la relacién, sino que se abre a la realizacion, no existe sin relaci6n, es ella misma relacién. En una persona normal y en camino hacia la madurez, estas dos estructuras deben estar presentes, aun en su tensién: si falta el yo actual tendremos al joven, que tal vez dice que esta interesado en una perspectiva vocacional, pero en realidad es débil porque le falta la estima fundamental de si mismo en aquello que es, en su propia humanidad, esa estima es la base que da el coraje de caminar y la concrecién de tender cada dia hacia lo maximo; si falta el yo ideal tenemos a la persona-sin-vocacién, cualquiera que sea, como un ser manco o primitivo, que permanecera perennemente incompleto e 16 insatisfecho. Hay quien dice que en el pasado (o en el modo de concebir la formacién anteriormente) habfa hasta demasiado ideal (ve el énfasis sobre los valores en ciertos métodos pedagégicos, valores idénticos para todos, que no admitian excepciones para nadie), mientras que hoy parece todo oculto en el yo actual («sé ti mismo», 0 bien el modelo reductivo de la auto-aceptaciém’), por la que cada uno se conforma con ser lo que es, sin advertir esti- mulo ninguno hacia el «duc in altum» (rema mar adentro), y con una insuficiente disponibilidad vocacional. Ademiés, estas dos estructuras deberfan estar entre ellas a una distancia justa, una distancia éptima, ni mucha ni poca, porque en ambos casos el sujeto se arriesgarfa a permanecer siempre parado, o porque se desespera de no poder llegar al ideal (si es dema- siado alto), o porque presume de haberlo alcanzado ya (si el ideal se acerca demasiado). En este caso, en realidad, el yo actual y el yo ideal son como dos polaridades que s6lo aparen- temente son opuesias o alternativas, pero que seria equivocado contraponerlas, porque forman parte de una idéntica realidad, la de nuestro yo, o del mismo misterio, por decirlo con un término més sugerente. Y, como sabemos, misterio significa exactamente el punto central que permite tener a la vez polaridades aparentemente contrapuestas, como lo son la vocacion y la mision. Es més, éstas parecen apuntar a otras *CE. A. Cencini, L'alhero della vita. Verso un modello i formazione inizialee permanente, San Paolo, Cinisello Balsunvo (MI) 2005, pp, 58-68. 7 polaridades, y precisamente creemos que vale la pena identificar estas otras, porque podrian resultarnos litiles a la hora de definir la estrategia pedagégica. JUEGO DE POLARIDADES (Y LA LOGICA DEL MISTERIO) Hemos indicado ya la primera pareja de pola- ridades, realmente fundamental, el yo actual y el yo ideal, con lo que esto significa en cuanto a las relaciones entre las dos estructuras psicolégicas y siempre teniendo en cuenta la polaridad original entre vocacién y misién. Hay también otras, tal vez para confirmar el principio segan el cual las verdades se presentan siempre de dos en dos*, lo cual no quiere decir que la verdad sea doble, sino que una verdad -si de veras lo es- suscita o deja entrever siempre otra, casi completéndose o reflejandose en ella, en una relacién de tipo complementario y por Jo tanto fecundo, que da la posibilidad de acceder a una comprensién todavia mas profunda de la misma verdad. Por lo cual, el descubrimiento de la verdad supone siempre mirar la otra cara de la medalla, la oculta, la que parece opuesta. Se trata una vez mas de la légica del misterio, que significa haber hallado el punto central que consigue unir una aparente ambivalenci: SCE. A. Cencini, La veritt della vita. Formazione continua della mente ‘redente, San Paolo, Cinisello Balsamo (MI) 2007, pp. 181-183. «Encuentro también esta 6gica en la definicién que el P. Christian de Chergé, en sutestamento espirtual (en el que prevé la propia muerte violent ‘en manos de los extremists iskimicos), da del Espiritu Santo, como aquél cuyo gozo secreto sera siempre establecer Ia comunin y reestablecer la semejanza, jugando con las diferencias» 18 Bien recibido y bien donado Si intentamos profundizar en el contenido del yo actual y del yo ideal descubrimos otra pareja, como polaridad de significados. El yo actual nos pone frente al sentido de la vida como un bien recibido abso- lutamente inmerecido, en cambio el yo ideal -como no podria ser de otro modo- nos sittia frente al sentido de la vida como un bien que se vuelve donado, 0 bien a ese dinamismo natural, por el cual el bien recibido tiende naturalmente a convertirse en bien donado. En realidad es el sentido de la vida y de la muerte, que se ha jugado en torno a esta relacién elemental y fundamental, que alguno preferiré ignorar 0 incluso desmentir, pero que nadie podra borrar de su propia conciencia, porque es como una ley, un lenguaje grabado en nuestro interior. Por tanto es también el sentido de nuestra voca- cién, que es don, esencialmente, don del Creador que no sélo llama a la criatura a la vida, siro también a conformarse con Fl, que la hace semejante a si mismo por la gracia, y es el sentido de la mision, que no es otra cosa que ese mismo don puesto al servicio de otros, para que también ellos se abran al mismo don, o tomen conciencia de la extraor- dinaria gracia concedida a cada uno. Yoy ti En realidad la vocacion, entendida como revelacion de la persona, es desvelamiento del yo, 19 en buena medida, mientras que la misi6n significa apertura del propio yo al otro, o tomar conciencia de que el tii es el paso esencial del proceso de reali- zacion del yo. El «ti eres» puede hacer pensar en una auto-identidad y un positivismo que el sujeto encuentra dentro de s{ mismo, y el «te lamaras» evoca inmediatamente al otro, puesto que nadie que esté mentalmente sano puede «autollamarse», y abre de par en par su historia hacia el exterior. Un yo sin un ta es un no-yo, es la negaci6n o la falsificaci6n de si mismo, como una realidad que estalla en si misma, un narciso que se mira al espejo y no sabe que el espejo es siempre falso 0 le refleja una imagen habitualmente deformada, precisamente porque no pasa a través del ta. Ser llamado es la premisa para ser enviado, y conduce hacia alli inevitablemente. Mientras que juntas, vocaci6n y misi6n, auto-identidad y apertura al otro, conducen a la realizacién de si mismo. Lo cual, dice un monje, «pasa por asumir un cometido de gracia que hace de la obediencia a Dios, en el camino de la fidelidad al asumir todo lo que ese cometido comporta en lo concreto de las situaciones, la puerta del amor. Porque s6lo puede ser entrevista si los ojos del coraz6n «ven» Io suficiente como para no echarse atras»’. Individualidad y pertenencia Es una especificacién final del punto anterior. La vocacién sefiala ese modo tnico-singular- SE, Citterio, Commento alla liturgia detta Santa Famigtia, Anno A. 20 irrepetible, tipico del individuo que desea llegar a parecerse a Dios, por tanto su individualidad espe- cifica es inconfundible, lo cual lo distingue de los demés; la misién indica el envio a los otros y lo pone en relacién constante con el otro, o ella misma lo envia, y no por simple bondad de animo o por obligaci6n de perfeccién, sino porque, aun antes, 1 viene de otro, y ya no puede prescindir del otro en toda su vida, pues pertenece al otro, y por consi- guiente esté llamado de algiin modo a confiarse a 41, a entregarsele, a compartir la vida con él, de alguna manera es enviado a él. ‘Lo mismo sucede para cualquier ser hamano: yo pertenezco al otro y el otro me pertenece. Libertad y responsabilidad Ademis, si la vocacién significa esa libertad (de ser uno mismo), que deriva de la verdad (del yo), del descubrimiento de la verdad de si mismo, la misi6n subraya el elemento que garantiza de alguna manera la libertad o que la hace verdadera, es decir la responsabilidad. O bien, recuerda al llamado que es responsable del otro, y que cumple y realiza su Hamada en la medida en que se hace cargo del otro. Y, una vez més, no por «buenismo» o excepei nalmente, sino porque éste es exactamente el sentido de Ja aventura humana en la cual todos estamos implicados, nadie se salva solo, y cada uno debe responder del otro, en el bien y en el mal. «La libertad, sefiala Bonhoeffer, no es en primera instan- 21 cia un derecho individual, sino una responsabilidad, la libertad no se dirige en primera instancia al individuo, sino al prdjimo»’. En cierto modo, estas cuatro polaridades repre- sentan los contenidos de la accién pedagégica que queremos proponer, pero, si queremos definir co- rrectamente dicha pedagogia incluyendo sus varias articulaciones (fases y momentos educativo-for- mativos) es preciso identificar el punto central que permite tener unidas, como hemos dicho, las dos polaridades. «Tenerlas unidas», o bien hacer ver que tienden hacia un mismo objetivo, 0 que forman parte de una misma verdad e idéntica realidad, que es origen y también fin de ambas, y centro de la vida del ser humano. La psicologia nos recuerda la necesidad de tener un centro, pero al mismo tiempo nos da una preciosa advertencia: este centro no puede ni debe ser el yo del individuo, porque no alcanzarfa nada nuevo, ni tendria ningdn poder de atraccién sobre Ia vida del sujeto, al contrario, correria el riesgo de replegar al individuo sobre si mismo. {Cuil es este centro en una pedagogia creyente, que quiera tener también un éxito vocacional? ©, Bonhoeffer, Barcelona, Berlin, América 1928-1933 (dirigido por H.C. von Hase - R, Staats), en Dietrich Bonhoeffer Werke, Muenchen: Gutersioh 1986-1998, Cf. también Bonhoeffer, Voglio vivere questi giorni con voi, Queriniana, Brescia 2007, p. 151 22 ALFA Y OMEGA, CORAZON DEL MUNDO Y DE TODO SER VIVIENTE Es el misterio pascual. La cruz y la resurreccién de Jestis. «Porque asi lo dispuso el Padre, hacer de Cristo el coraz6n del mundo», por tanto no puede ser mas que éste el «corazén» también para cada uno de los creyentes, como aquello en lo que se recapitula toda su vida y las tensiones, el punto de convergencia y atraccin general, el motivo funda- mental de toda eleccién, incluso lo que da fuerza y energfa a toda eleccién, una especie de eleccién vocacional, a la vocaci6n y a la misién. Nada nuevo, dird alguno bostezando. Sin embar- go es el momento de preguntarse hasta qué punto nuestra pastoral es pascual, si los recorridos peda- gdgicos brotan de este punto de partida y tienden a volver a él, especialmente si somos capaces de mostrar y dar testimonio del amor de Cristo en la cruz como eje de significado, si es lo que da sentido al vivir y al morir de cada dia, al amar y al sufrir, a las decisiones de cada jornada, pequefias y grandes, a la manera de entender el ser cristinos en este mundo nuestro post-cristiano (tal vez lo fue un tiempo) o pre-cristiano, porque podria llegar a serlo seguramente si nosotros lo fuésemos de verdad, o si fuéramos capaces de presentar un cristianismo enel cual vocacién y misién se comprenden normal- mente a partir precisamente de la cruz de Cristo. Es significativa, en este sentido, la afirmacién de Cacciari que identifica el cristianismo exactamente 23 con la cruz de Cristo: «Para m{ el cristianismo es ‘Aquél que esta colgado en la cruz’. Esta definicion del cristianismo es extraordinariamente expresiva. De hecho es cierto que no constituye nada nuevo decir que la cruz de Cristo es el corazén del mundo, © que en torno a ella deberfamos saber «recapitular» todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, como nos recuerda san Pablo en un pasaje de sus cartas, que es como una visi6n’. El problema es que proba- blemente no prestamos demasiada atencién a la necesidad de conjugar en términos pastorales 0 pedagégicos este principio de enorme importancia. Somos hijos 0 nietos que no han olvidado del todo cierto iluminismo 0 post-iluminismo teolégico (0 espiritual), para quienes lo que importa es la expre- sién teol6gicamente correcta, que no nos hemos preocupado suficientemente de la pedagogia, de la traducci6n en un proceso metodolégico accesible a todos, como si la pedagogia estuviese destinada inevitablemente a ser la pariente pobre de ciencias més nobles (la teologfa, por ejemplo), olvidando que una teologia que no se haga pedagégica no es > Cf, entrevista aM, Cacciari publicada en Avvenire del 15/1/2008. “Muchos feeordarén la reaceién, hace algin tiempo, del mismo Caceiari, en television, a la infeliz y ofensiva afirmacién de ese singular personaje que cs el musulmn Adel Smith acerca del Crucifijo: -aquel miserable cada- verito.). Lo sorprendente fue la inmediata y vehemente reaccién a estas palabras del conocido filésofo, pero fue también inguietante la confront cin entte la pasion de ls palabras del no creyente, Cacciari, que se sinti6 ‘como herido en algo suyo, como algo absolutamente central y pleno de sig nificado en la historia del ser human, y la sosegada reaccion del monsenor presente en el estudio (que se supone creyente), que hizo a clasica defensa de oficio, sin pasion alguna * CF EE 1,3-14; Col 1,15-20. 24 teologia cristiana, lo mismo que una espiritualidad que no pueda ser traducida en un camino que todos puedan recorrer, no merece la calificacién de cris- tiana. Y asf resulta que lo que es peculiar y central en nuestra fe ha Ilegado a quedarse fuera de ella, como algo casi insignificante e ineficaz. Pero esto es una contradicci6n insostenible. A causa de ella hemos perdido la perspectiva del misterio, de esa centra- lidad lena de sentido que explica la vida y la muer- te... Estoy plenamente convencido de que Ia crisis vocacional ha sido y sigue siendo una de las sefiales © consecuencias de aquella ineficacia y de esta pérdida. Y que, por lo tanto, la misma crisis no es tan definitiva e inevitable como decimos a menudo para consolarnos o justificarnos (de hecho en ciertos lugares 0 contextos no hay crisis, o es mucho menos aguda, o hay seftales de recuperaci6n). Intentemos ahora ver cémo se puede utilizar el principio pascual en términos de pedagogia voca- cional’. * A. Cencini, If cuore del mondo. Accompagnare un gicvane al centro delta vita, Paoline Editoriale Libri, Milano 2005, 25 Pedagogia vocacional «Pascual-Misionera» Lo haremos teniendo presentes los cuatro puntos en los que hemos conjugado las polaridades ligadas a la polaridad central entre vocacién y misién. Veremos pues, concretamente, la actitud general que conviene tener en esta pedagogia, el objetivo de fondo, el estilo y los itinerarios que se han de seguir. ACTITUDES DE FONDO: DEL POST-CRISTIANO AL PRE CRISTIANO (0 DE LAS CRISIS DE LAS VOCACIONES A LA CULTURA VOCACIONAL) Hay sobre todo una actitud de fondo que hemos de cuidar, y sobre la cual realizar, probablemente, una especie de conversi6n de nuestras costumbres, especialmente cuando hablamos de vocaciones. De hecho, cuando se toca este punto, es normal que se compare con el pasado, con los seminarios y los noviciados llenos (ese punto tan doloroso), como si nosotros fuésemos s6l0, 0 sobre todo, una época que viene después de otra, y como si esta época, en Ja que vivimos, no tuviese una identidad aut6noma 27 propia, sino que pudiese vivir s6lo de las rentas, 0 fuese inevitablemente obligada a convertirse en algo post: post-moderna o post-cristiana, concretamente. La relacion vocacién-mision, en cambio, como hemos indicado antes, sugiere una actitud contraria, que tiende hacia el futuro: si vocacion es el yo actual, misi6n es el yo ideal, algo que est delante, algo que no podemos prever y programar completamente a nivel eclesial y de identidades eclesiales, 0 de servicio a la Iglesia. En efecto, si realmente quere- mos compararlo con el pasado, seguramente halla- remos que han disminuido las vocaciones llamadas_ de consagracién especial, pero creo que es indudable el aumento de vocaciones laicales, 0 sea de maneras distintas e inéditas de vivir la propia identidad de creyentes al servicio de la Iglesia. Del mismo modo podran surgir todavia nuevas identidades vocacio- nales, para nuevas misiones. Pero es una condici6n imprescindible el que man- tengamos una actitud abierta hacia el futuro, y no nos limitemos, en plan masoquista, a lorar por el pasado y a prever tiempos angustiosos, casi apoca- lipticos, 0 -dicho de otro modo- que pasemos de una actitud post-cristiana a una pre-cristiana, como si estuviésemos al principio de una nueva era, como siempre abierta a la conduccién del Espiritu de Dios, hacia nuevas e inéditas perspectivas misioneras. Como dice P. Scalia, «Dios no «soporta lo nuevo, sino que lo quiere»"®. Por tanto la nuestra no es una "©, Scalia, en Presbyter 1 (2002) 6-7. sociedad post-cristiana, sino pre-cristiana; son dos calificaciones distintas, jy muy diferentes! El paso de un modo de leer la historia al otro, es tan decisivo, que podria cambiar sustancialmente nuestro modo de llevar a cabo la pastoral vocacional. Porque, de hecho, no es lo mismo leer el momento histérico desde el punto de vista del pasado que lo ha precedido, que leerlo desde el futuro que est por delante y que da las primeras sefiales de vida, inciertas y timidas"’. La imagen del mundo cambia completamente si lo miramos desde los fermentos del nuevo cristianismo presentes en él, en lugar de seguir enfrentandolo con la mas o menos presunta religiosidad de otros tiempos. {Probar para creer! Porque, en nuestro caso, este cambio de punto de vista estarfa mucho menos sujeto a la l6gica depri- mente del «ya no hay nada que hacer...», y esta mas abierto a la creatividad de quien siente el Espiritu de Dios aletear sobre las aguas de la modernidad, como en el principio. Pero, sobre todo, porque lo abrirfa finalmente a la esperanza, haciendo del tema «vocacién» no el signo de una crisis que se oculta de algiin modo cortiendo hacia los refugios, sino de una realidad que esta naciendo, como una voz que expresa (de un modo nuevo y segiin las perspectivas, no todas previsibles), la identidad del cristiano, en estos tiem- pos modernos, y que se conjuga especialmente con la misi6n, Con esta condicién precisa (la relacion " Viene ala memoria lo que dice Kierkegaard: «La vida se puede entender solamente mirando hacia atris, pero se vive so sitiende hacia delantes. 29 con la misién) el tema «vocacién» proclama espe- ranza, no crisis; abre al futuro, no est cerrado dentro de una confrontacién fracasada-deprimente con el pasado; no pertenece s6lo a los congresos vocacionales, ni es de la competencia exclusiva de los animadores vocacionales, nombrados oficial- ‘mente por el obispo, sino que entra por su propia naturaleza en las discusiones y andlisis donde se intenta configurar la Iglesia del futuro; nos introduce pues en una nueva era de la historia cris- tiana, tal como dice el titulo del documento del con- greso europeo vocacional: Nuevas vacaciones para una nueva Europa; libera el coraz6n y la mente de esa duda y desconfianza con respecto al mundo actual, y en cambio nos hace creer y tener confianza en él, porque esta generacién es verdad que esté muy degradada y culturalmente fragmentada, pero ~dice Accattoli, creyente «que cree» fuertemente en, la posibilidad de didlogo constante con ella~ esta «como recobrando la sensibilidad hacia los signos espirituales. O en camino de volver a estarlo»!®. © sexta en este sentido qu, por poner agén ejemplo, en aquellos slabottorogs de la Iglesia del mana, como es desde hace tiempo el Proyecto cll dela CEL, o como ha sid el Congreso de Verona, nose haya consierado la eaidad dela vocacén desde este punto de vist sino {eade el antiguo, com tema critic y preoeupante, Eel Proyecto cultural, por ejemplo’ qu, por ora parte, leva adelante con gan atenein, nose Rabie de ultra dela vocacinsYtampoco se ha pensad que una de as famosas eas en torn las que se Gesarola a interests teflxion {eI Congreso de Verona, pies sex precisament a voracion entendidaen Sentgosormalyeonsucvo. En fin, se habla de vocaign slo pra hablar dein criss (Vocacional noes just fy no nos Deneficia! * L, Aceatoli, La speranca de non morre,Paoine Editoriale Libri, Mito 1992, p. 134 ambien el soto Llano, ue fe rector de Ta ‘universidad catdica de Navarra, entrevé el destacar, dentro de esta cultura nuestra post-materialista, malestaes de un personalismo inesperadamente 30 O, para no abandonar nuestro tema, bastaria pensar en la investigacin de Garelli y en la nueva luz, positiva, que ha proyectado sobre el universo juvenil", precisamente para mirar con ojos nuevos, mas positiva y propositiva, més «misionera> la rea- lidad de esta generacién, que no es sélo la de los bamboches © la de los «pantalones caidos», de los disolutos y de los nifiatos, de los «adultescentes» 0 de los jubilados precoces, sino de quienes han entrado ya en la «época del desencanto»', de quienes saben olfatear dénde hay vida y autenticidad, y reconocen hasta qué punto la propuesta es creible, también y sobre todo, dénde es fuerte y provocadora, y responden con interés y generosidad’®. ccenvergente con la inspiracineristiana: ef. A. Llano, La nuova sensibilita Mpositivo delta societa post-moderna, Ares, Milano 1995. Cf. Ena misma linea 8. Fausti, Elogio del nosiro tempo, Piemme, Casale Monterrato 1996, yM. Guzzi, L"Ordine del Giorno. La coscienca spirisuate come rivluzione ‘ed nuovo secolo, Paoline Editoriale Libri, Milano 1999; Cristo e la nuova cera, Paoline Editoriale Libri, Milano 2000; La nuova humanita.Un progetto politico e spirituale, Paoline Editoriale Libri, Milano 2008. “ CLF. Garelli director), Chiamatt a scegiiere. 1 giovanni taliani di {fronte alla vocazione, San Pablo, Cinisello Balsamo (MI) 2006: json datos ‘ue tal vez imponen una revision de ciertas ideas habituales que se tienen sobre la generaciéa juvenil actual! ' Serfa la época de quien ha salido de una ilusiGn, haciéndose menos vulnerable frente a cirtos estimuos (culturales, sociales, etc.) 0 promesas de varias clases que tal vez en un tiempo (afios 60) sedujeron a toda una szeneraci6n juvenil, y ahora esté buscando, con una inquieta reflexi6n» sentido y sabor ala vida (ef. F. Cami, Abitare il disincanto. Una pedagogia per il postmoderno, Utet, Turin 2006). "© Otro socislogo, Claudio Risé, se expresa asf sobre la generacién {wvenil actual: «EI malestar es fuerte. Pero hay ya importantes gérmenes de ‘cambio. Crece el sentido religioso. El juicio de los jévenes sobre el aborto ysl divorcio es mucho més negativo que el de sus padres... La verdad es ‘qe os chicos no ven en los mitos de los afos 7, los mitos de sus padres y ‘madres, un camino practicable. Es un camino agoiado, El mundo sin valores 31 OBJETIVO: EL CREYENTE ADULTO EN LA FE, O SEA, RES- PONSABLE!” Por eso, es importante concebir una pastoral vocacional que parta de una idea determinada de la salvacién y del creyente salvado. No nos debe parecer excesivo, ni demasiado y sélo teérico, porque una auténtica pedagogfa vocacional nace de una teologfa fundamental de la salvacién, y de ciertas sefiales suyas particulares. En una légica vocacional, la salvacién no puede ser algo puramente merecido por Cristo, que deja sustancialmente pasivo al redimido; éste -a su vez— no puede ni siquiera considerar la salvacién como un hecho absolutamente privado que, como mucho, hay que agradecer. La salvacién consiste en el don de la liberacién del pecado por excelencia, el egoismo, de la tristeza diabélica de la auto-referen- cia, del equivoco de Ia salvacién como bien privado, también y sobre todo de ese egoismo exclusivista de la salvacién que se disfraza tal vez de aspiraciones aparentemente nobles (como el ideal de la perfecci6n privada), La salvacién cristiana es gracia que trans- forma el coraz6n, gracia que hace al salvado semejante al Salvador, y por lo tanto, hace de la persona redimida un ser libre y capaz de hacerse cargo de la salvaci6n del otro de finales del siglo XX es ya el mundo de los viejos» (of U, Folena, 7 ‘giovani alla recerca del «solide, en Avvenire del 4/1/2008, p. 30). Es una ‘confirmacién de Ia teoria dela »época del desencanto> Cf. A. Cencini, La veri della vita, San Pablo, Cinisello Balsamo (Mt 2007, pp. 137-162. 32 Esta es la salvacién cristiana: un salvado que se convierte en salvacién, una persona que experimenta en si el signo més grande y evidente del amor de Dios, que en realidad consiste, no simplemente en ser querido sino en ser amado por Dios, hasta el punto de tener el coraz6n transformado, capaz de amar con el mismo amor divino, con su libertad e intensidad, sintiéndose incluso responsable de la salvacién de otros. Tampoco queremos decir que el redimido sea simplemente un creyente de buena voluntad que, porque es bueno, bienintencionado y deseoso de asegurarse la salvacién eterna, se preocupa por los demés (més bien como un favor o con una accién esforzada y heroica, tan excepcional como opcional), sino alguien que esta plenamente salvado y experimenta totalmente esa salvaci6n sélo cuando se siente y se hace responsable de la de los demas. Solo asi tenemos al auténtico cristiano redimido por Ja sangre de Cristo. Sélo asi tenemos al adulto en la fe, verdade- ramente desarrollado, no un nifio que pretende ser servido, sino en todo caso el nifio destetado, es decir maduro, del salmo 131, el que une el aspecto pasivo (0, por asi decir, «infantil») de la salvacién con el activo (tipicamente adulto), el bien recibido con el donado y vive, tanto el uno como el otro, con ta libertad del nifio que se deja amar y la madurez del adulto que reconoce el amor recibido y decide que el amor recibido se convierta en amor donado. S6lo asi se da la madurez de la fe. Como también la 33 nobleza y dignidad del concepto cristiano de la salvaci6n, que devuelve la nobleza y la dignidad de Ja criatura humana y la impulsa, capacitada por la sangre de Cristo ;para hacer la misma accién reden- tora! {No habita y reside aqui tal vez la expresién 0 el signo mas grande del amor de Dios? jNunca hubiera podido Dios amar al ser humano mas que asi: hasta hacerlo capaz de amar como Dios mismo, ofreciendo salvacion! Tenemos que preguntarnos si es éste de verdad el cristianismo que actualmente predicamos y practicamos, Es licito dudarlo: el cristiano de hoy no parece el hermano responsable de su hermano. El pecado de los origenes, en ese sentido, es decir la afirmacién con la que Cain maté definitivamente a Abel («{Soy acaso el guardién de mi hermano?>), parece ser la prdctica suscrita por muchos cristianos; se sigue hablando sobre 1a irresponsabilidad del creyente medio, o sea, su estado infantil y atrasado en cuanto a la madurez creyente. Nuestras comunidades parroquiales casi nunca consiguen dar testimonio de un clima de reciprocidad o celebrar el sacramento de la fraternidad como lugar ¢ instrumento de salvacién, que viene de Cristo, si, pero que se realiza cuando el yo se abre al ta y se lo carga a sus espaldas. Hasta nuestras comunidades religiosas o presbi- terales dificilmente consiguen confesar una comu- nin entre sus miembros que les leve a la corres- ponsabilidad reciproca en vistas a la salvaci6n o a la santidad de vivir y construir juntos. La comu- 34 nién de los santos parece pertenecer a otro mundo, al eschaton, y la de los pecadores 0 es sustancial- mente negada (cada uno tiene bien protegida su carga de mal) o es tinicamente celebrada ritualmente (en las rarisimas y poco incisivas celebraciones comu- nitarias de la penitencia). Y es tristemente evidente que, con estas premisas ©con este tipo de mentalidad, la perspectiva voca- cional tenga pocas posibilidades de éxito. Una vez mas nos vemos obligados a constatar que sobre la base de una escasa madurez general o de una precaria vida de fe del pueblo de los creyentes, no pueden nacer auténticas vocaciones, mientras la misma vida cristiana no consiga ser concebida como vocacién que se realiza en la mision. Una auténtica pedagogia vocacional «misionera» tendr4 pues que proponerse necesariamente el objetivo intermedio de crear creyentes adultos, espe- cialmente en dos sentidos. Responsable de cualquier otro El adulto es el que se hace cargo de la vida, e incluso antes, es quien se reconoce ya «guiado» por la vida, por los otros, por la propia historia... Y asi es como decide que ha llegado el momento de llevar a los demas a sus espaldas, a los que ama, ante todo, pero después, cada vez més, a todos los otros y a cualquier otro, teéricamente, aunque también en la practica. Y descubre que todo eso es I6gico y no necesa- 35 riamente heroico, que es consecuencia natural, no un esfuerzo voluntario: también él ha sido llevado, con sus problemas, limites y cargas, incluso cuando no se ha apercibido ni se ha tomado la molestia de dar las gracias a nadie. Por tanto es justo -repeti- mos- y completamente natural, que ahora acepte echarse a las espaldas a los demés, pero sin escoger tanto ni seleccionar, y sin evitar a los més pesados 0 a los peores. En este sentido hay una intuicién muy aguda, 0 una provocacién muy fuerte de Berdiaev, que nos conduce a los orfgenes de nuestra historia. «Abel, «qué has hecho de Cain?» El escritor ruso considera la historia humana como un acontecimiento o una serie de aconteci- mientos enmarcados en dos preguntas que Dios hace al hombre y a la mujer. Mas concretamente, imagina que el comienzo y el final de la historia de la humanidad estén marcados por dos hechos inda- gatorios de Dios, aparentemente semejantes, pero dirigidos a dos interlocutores diversos. Al principio la pregunta se dirige a Cain, el fratricida, el que representa la personificacién del mal, para pedirle cuentas sobre Abel, la victima inocente, como cuenta la Escritura y como, por otra parte, nos parece l6gico. Al final la misma pregunta se dirige inespe- radamente a Abel, y esto nos sorprende bastante. Porque Berdiaev piensa, con una buena dosis de imaginaci6n (que oculta en realidad una profunda 36 inerpretaci6n de la responsabilidad y libertad huma- na), que al final de la historia de la humanidad el Padre Dios se dirigira a Abel, la personificacién del bien, para preguntarle -sorprendentemente- lo mismo: «Abel, ,qué has hecho de tu hermano Cain?»'’. Intentemos comentar, con cierta libertad, lo que podria ocultar esta pregunta (dirigida solamente a Abel): «Ti, que eres el bien, ta que te sientes en la parte del justo, a quien todos consideramos el bueno y el santo (hasta el punto de que tt mismo estas convencido de serlo...), té que has padecido, asi lo dicen por ahi, la envidia del hermano alocado, ti que fuiste la victima de su célera violenta y sangui- naria... ta, ,qué has hecho por él? ;Qué has hecho, ante todo, para evitar aquella violencia o para calma- rla después, 0 para no descargar toda la responsa- bilidad de aquel hecho sobre tu hermano? ;Hasta qué punto eres responsable? {Te lo has preguntado alguna vez? ,Cémo es que fue necesario poner una sefial a Cain para protegerlo, de alguna manera, de Jos proyectos de venganza contra él? (cf Gén 4,15) Nunca has oido hablar de la sutil violencia de los justos? ;Puedes decir de verdad que lo has perdo- nado? ), 0 es una propuesta tan elevada que resulta realmente demasiado dificil (porque no respeta el proceso gradual, y entramos de nuevo en el problema peda- g6gico), 0 se carga completamente la propuesta sobre los muchachos mismos (mientras el adulto se aparta y no se compromete ya que, a menudo, es el primero que padece debilidad y carece de columna vertebral y de esperanza). Entonces se derrumba todo de mala manera. Y ellos siguen comporténdose como hijos de nadie. Es mas, no s6lo como hijos huérfanos de padres vivos, sino también huérfanos de educadores oficialmente presentes, pero prdcticamente ausentes 0 débiles (suponiendo que no sean también ellos, los formadores y los gufas, incluso en nuestros contextos cristianos, y de «garantismo» asegura- dor, de economias auto-referenciales, de santidades todavia demasiado individuales, de «replegamientos devocionales» (0 sutilmente auto-devocionales), de recorridos finalizados y circunscritos al yo y su autorrealizaci6n..., 0 un cristianismo todavia poco telacional, donde la relaci6n es accidental, y todavia no llega a ser el lugar donde se desarrolla el drama, el drama de la salvaci6n; o un cristianismo tan hijo de cierta cultura del analgésico que hasta se ha convertido también él en analgésico, y por tanto nada abierto a la agotadora responsabilidad, aunque también entusiasta, de la misi6n... Y si perdemos la dimensién dramatica, nos arriesgamos inevitablemente a que prevalezca la lidica, por lo cual todo se toma a la ligera, como algo opcional, si te place..., si piensas que puede sentarte bien..., 0 en el mejor de los casos, la estéti- ca, como si el cristianismo fuese sélo una exhibicién ritual, y el rito mas 0 menos apreciable segiin los gustos estéticos, naturalmente del todo subjetivos. Por consiguiente se vuelve un cristianismo para consumir, y consumir para s{ mismo, perfectamente 52 adecuado a la sociedad de consumo, en la cual cada uno es el alegre consumidor de un producto confec- cionado por otros; va, lo adquiere y lo consume, como un cliente cualquiera, «satisfecho 0 reembol- sado», 0 como un espectador de un drama interpre- tado por otros que ya no puede ni conmoverlo. Asi se interpreta y se vive muchas veces el ser creyentes en Cristo, de modo pasivo, infantil y anémico, o si es el caso, reivindicativo y pretencioso; de esa manera el «consumidor de religion» termina por no apreciar el don ni saber su precio, el «caro precio» de la gracia obtenida, y olvida -para su propia desgracia— que «nadie es au‘ométicamente arrastrado a las puertas del cielo por la multitud en general», como dijo una vez H.U. von Balthasar. ‘Actualmente hay un infantilismo espiritual domi- nante, con varias formas de huida de la responsa- bilidad frente a Dios, a los demas y, en tltima instan- cia, a si mismos. Hay una pastoral de los sacramentos que termina por quedar reducida a la l6gica de usar y tirar, con una desconcertante despro- porcién entre la superproducci6n (ritual) de los bienes de la salvacién y la experiencia concreta de salvacién. Muchas misas, oraciones, ritos, sacramentos... multiplicados y simplemente derramados sobre el individuo, sin que estimulen ninguna conciencia misionera; mucha gracia y Palabra de Dios y bienes espirituales secuestrados por individuos creyentes, impenitentes individualistas; sobre todo muy mentalizados de que ser cristianos significa observar (ciertos preceptos), no cometer (transgresiones), celebrar (cultos)... para si mismos; pero qué poco capaces somos de difundir la idea de que, el que es salvado por la cruz de Cristo, debe hacerse agente de salvacién segdn un proyecto de vida especifico y responsable! Bien poco damos la idea de que ser amados por Dios no es sélo una seguridad consoladora, sino que quiere decir ser aceptados por El -no importa si como obreros 0 dirigentes, si a la primera hora o a la titima~ para participar responsablemente en la obra de la redencién, cada uno con su propia misién personal que cumplir, tan personal que, si no la lleva a cabo, quedara un vacio. La sangre de los mértires Hace poco participé en el Congreso nacional vocacional de la Iglesia de Méjico. Estaban presentes 900 animadores vocacionales, la mayoria de ellos dedicados a tiempo completo en la animacién vocacional. Esto ya explica, por lo menos en parte, por qué en Méjico hay un gran florecimiento vocacional en el momento presente, e incluso ya desde hace algu- nos afios. Un dato al respecto. Estébamos hospe- dados en el seminario menor de Guadalajara, cuya didcesis tiene 6 millones de habitantes. Los semi- naristas, entre mayores y menores, json unos 1300! Cuando preguntaba (a los obispos, sacerdotes, religiosos/as y laicos comprometidos, etc.) la razon 54 de esta abundancia vocacional, siempre me respon- dian asi (parecia un estribillo): no hay secretos especiales, fuera de este hecho hist6rico, la perse- cucién del siglo pasado de la Iglesia, es la sangre de los martires que ha fecundado esta Iglesia meji- cana. Es decir, cuando la gracia sigue siendo «cara» la Iglesia crece y en ella todas las vocaciones; cuando a pastoral apunta a lo alto se abren espacios vocacio- nales impensables. Tal vez por eso Clément dice: «Hay que releer las bienaventuranzas y sobre todo la dltima que habla de persecucién: creo que el proximo seré un siglo de guerras del espiritu, como decia Nietzsche, y seran necesarias, por lo tanto, personas de una ascesis renovada»**. Y no carece de sentido, entonces, el hecho de que en estos ‘iltimos tiempos hayan aumentado los martires, que han confesado con su sangre la pertenencia a Dios. «La Iglesia -afirma ademas Clément- goza de buena salud slo si puede disponer de mdrtires 0 de monjes». UN POSIBLE RECORRIDO PEDAGOGICO: DE LA VOCACION ALA MISION Procuremos ahora indicar un posible itinerario pedagégico-pastoral, ademas de lo que ya hemos dicho, como siempre sin pretensiones especificas 0. Clément, cit., en Avvenire del 31/12/1999, Le hace eco Bernanos: «No comprenderemos nada de la civilizacion moderna, si antes no admitimos ‘que se trata de una conspiracién universal contra toda forma de vida interior» 35 ni de originalidad, ni de dar indicaciones absolutas y exclusivas. Sobre todo indiquemos una especie de puntos de catequesis sobre la vocacién y la mi- si6n, que se colocarfan posiblemente siguiendo este orden: el llamado, el Llamante divino, el llamante (humano), la Hamada. El llamado Subrayemos ante todo algunos aspectos relativos a la persona del joven llamado, que son todos los jOvenes con los cuales trabajamos, sin excepcién. Premisas a nivel psicolégico: el don crea responsabilidad Ante todo hay que salir con el pie adecuado, no poniendo el problema sobre un plano Gnicamente moral, como si fuera una obligacién ligada a una ley provisional, o moralista, para sentirse bellos y mejores que los demés, sino sobre un plan verdade- To, de la verdad de la persona, de cada persona. Y la verdad del ser humano es que en é! hay una estruc- turacién ética, 0 que esta construido sobre ella, y sobre una légica o «gramitica» que es el fundamento de una ética universal. Es lo que hemos comentado al comienzo de nuestra reflexin cuando hablébamos de la vida humana (del yo actual) como un bien recibido, que tiende -por su propia naturaleza- a convertirse en bien donado. Dicha gramatica, sen- cilla y elemental, est4 también en la base de la idea 56 de responsabilidad: todo ser humano que ha recibido como don la vida es, por eso mismo, responsable de ella, porque el don crea responsabilidad, Es responsable incluso frente a los otros, porque el don ha pasado de alguna forma a través de ellos. Dice el Talmud: «Si no respondo de mf, ;quién res- ponder de mf? Pero si respondo s6lo de mf, todavia yo", También este tipo de responsabilidad en lo que se refiere a los demas pertenece a la misma gramatica elemental de Ia vida; no es virtud ni es- fuerzo ético, sino que entra en la norma de la vida, en el sentido de que es del todo normal esto de sentirse responsables de los otros y frente a los otros, segtin una medida que seré siempre desequilibrada a favor de cuanto se ha revibido con respecto a lo que se da. Es decir, que pot mucho que me dedique alos demas y a la vida no equilibraré nunca la cuenta con lo que he recibido de los otros y de la vida (y sigo recibiendo). Premisas a nivel espiritual: consolacién y provocacién Esta relacién entre el bien recibido y el bien entregado, del que brota la responsabilidad, recibe una confirmacién a nivel de fe y en particular de aquella realidad que es el centro de la fe misma y del misterio, como hemos visto, que es la cruz de Jestis. ® CF. A. Cencini, Lalbero della vita, San Paolo, Cinisello Balsamo (MD 2005, pp. 135-162. ® Talmud, Tratado Aboth 6° 37 Porque nada como la cruz de la que est colgado el Hijo, da al individuo estas dos certezas: la certeza de ser amado, desde siempre y para siempre por el Dios eterno, y ademiés la certeza de ser capaces de amar, para siempre, a la manera de Dios. El consuelo que asegura y da definitivamente a la persona la seguridad de la propia amabilidad (que esta en la raiz de la autoestima), y también el desafio de querer de verdad, a la manera y con el corazon de Dios, porque es eso lo que significa haber sido salvado por aquél que esta colgando del lefio. Pues bien, de estas dos certezas, sale todavia mas reforzada la conviccién de ser cada uno responsable, no sdlo de la propia vida y del amor recibido, no s6lo del otro y frente al otro, sino también frente a Dios. El maximo de la responsabilidad. Estas dos premisas, en el plano psicolégico y espiritual, son indispensables y han de ser aclaradas y verificadas en un camino de la catequesis y del acompajiamiento personal: ellas constituyen una conditio sine qua non, sin la cual no es posible discurso vocacional alguno. Ir, pues, dirigido a este trabajo en el plano psicolégico y espiritual, todo el tiempo que sea necesario. El Llamante (divino) El acontecimiento vocacional nos revela aspectos particulares de Dios, como una teologfa de la voca- cién que se hace teofania. 58 Dios lama porque ama Del trabajo precedente deberia derivar la llamada confianza de base, como una certeza de la propia identidad positiva. Pero tal positividad no es un dato te6rico o una certeza conquistada de una vez para siempre (aunque la experiencia del amor del Padre en la cruz del Hijo sigue siendo una experiencia fundamental en dicho sentido), sino algo que crece y se refuerza en la medida en la que el joven creyente descubre en tiempo real, por asi decirlo, la propia dignidad en el hecho de que Dios, ese mismo Dios que le ha dado la prueba suprema de su benevolencia en Cristo, lo ha llamado en un momento determinado ala vida y no cesa ahora de Ilamarlo cada dia, cada mafiana, Dios lamante porque amante, y amante precisamente porque llamante. En efecto, ser llama- do, incluso a nivel humano, es sefial de estima (por parte de quien ama), si nadie me llama, evidente- mente no cuento nada para nadie. ;C6mo puede un joven no conmoverse frente a un Dios que lo lama? Por lo tanto, ser pedagégicamente importante educar en esta fase a tener, sobre todo, esta percep- cién de Dios como aquél que Hama, y luego a saber reconocer sus distintas llamadas, también a través de mediaciones humanas, para que el joven aprenda a percatarse de cudntas Ilamadas puede estar llena una jornada, Aqui nace generalmente una relacién con Dios totalmente nueva, pero también con la propia historia, con las situaciones exteriores, con los otros... 59 El Dios-que-llama crea a la persona respons-able (=capaz de respuesta) Aqui nace una nueva percepcién de la dignidad humana: la persona no es sélo llamada por Dios y capaz de percibir la llamada divina, sino que Dios mismo la hace capaz de respuesta, es respons-able, ser responsable. Y esto también es signo de amor, de ese amor que nos hace libres y no impone nada. Dios no quiere realizar su plan de salvacién sin el asentimiento libre de la criatura; por eso la ha hecho libre y capaz de tomar una decisién ante él y su proyecto, aun a riesgo de ser rechazado por él. Cuanto amor hay en esta voluntad creadora de Dios, que modela la criatura realmente a su imagen y semejanza, haciéndola libre, porque quiere dejarle toda la satisfacci6n y la alegrfa de hacer una eleccién de amor ante su Dios. EI joven necesita que le digan que Dios es la fuente de su libertad, y aprecia su si humano sélo si es expresién de esta libertad, 0 bien del amor total hacia él*'. El Dios-que-llama nos envia a los otros EI discurso sigue partiendo de Dios, pero con un interlocutor humano que intenta aprender a estar atento y motivado para la escucha, también porque ha comprendido que le interesa escuchar a este Dios Desde un punto de vista psicologico y al mismo tiempo ereyente responsabilidad significa estos tres pasos: a) disponibilidad obediencial 60 (a su vez interesado por cada persona), que le esta proponiendo algo muy importante para su coherencia y también para su felicidad. {Cémo reconocer a este Dios y su voz? He aqui el primer signo: Dios llama a tener cuidado de los otros, no llama simplemente a auto-realizarse, y mu- cho menos a preocuparse de la propia salvacién y perfeccién individual, al contrario, Dios llama al individuo para la comunidad, para la Iglesia, para el mundo®. El Dios-que-llama abre un horizonte totalmente nuevo para la vida del joven: existir para los otros. Saliendo de la estrecha y sofocante estre- chez de los intereses personales. EI Dios-que-llama nos confia una mision Toda vocacién implica una mision, de otro modo no es verdadera vocacién y lo que se ha escuchado no es la voz del Altisimo. MisiGn significa sustan- cialmente tres cosas: * que es otro el que te envia, y por lo tanto no ests realizando un proyecto tuyo, sino un plan (= escucha ob-audiens) en relacion a a vida de los otros (del Otro); b) capacidad de respuesta absolutamente personal y por tanto muy ‘comprometida y a menudo costosa;¢) testimonio individual de esa wnidn tniversal que Vincula entre sia todos los vivientes en un shacerse cargo» reojproco [ef A. Ceneini, La verita deli vita, San Paoto, Ciniselo Balsamo (MD 2007, p. 138} Bs significative la reaccn de Je en la cruz ante las provocaciones de la multtud (esi eres el hijo de Dios, slate a ti mismo bajando de la truz+): Jess no esti preocupado por la propia salvacién, sino por la de los ‘otros, por eso no baja de la cruz ni siquera frente al desafio de los soldados y de uno de los ladrones, porque su tn.ca preocupaci6n es precisamente Ia salvacién de ellos, la salvacién de tola la humanidad, ain la que le es host 61 que viene de Dios y que, por lo mismo, nace del amor, esta leno de salvacién; * si viene de Dios da miedo, crea turbacién, tal vez no responde en un primer momento a los gustos del llamado, y podria incluso superar sus capacidades. Es lo imposible humano hecho posi- ble por Dios (como nos ensefia Maria). Por lo tanto es normal que un joven sienta un deseo de rechazo instintivo ante la propuesta vocacional; ‘es menos normal o absolutamente anormal el que un animador vocacional interprete esos miedos como un impedimento vocacional; * ese compromiso-misién viene de Dios pero es confiado a la persona, aunque sobrepase los re- cursos del llamado; es su nombre proclamado por Dios una sola vez, algo que sélo él podré llevar a cabo con su personalidad. Sino lo realiza 0 lo rechaza, él se queda incompleto y la mision sin realizar. Paltaré algo a la armonia del mundo. Pero si lo realiza, su vida tendra un efecto trans- formador sobre el mundo que lo circunda’’. Una atenta pedagogia vocacional (misionera por su naturaleza, hemos afirmado més de una vez) parte, pues, de esta imagen de Dios, bien precisa, como de aquél-que-llama y hace al ser humano capaz de res- puesta, lo envia a los otros y le confia una misién. Cf. L. Bellaspiga, fo tomo alla mia rivoluzione, entrevista ap. G. Bossi publicada en Avvenire del 23/12/2007, pag.6. 62 El llamante (humano) Generalmente el Llamante-Dios se sirve de mediaciones humanas, de creyentes que ofrecen su voz para hacer oir la llamada divina. Bien, este llamante humano, si de veras quiere mediar fiel- mente la llamada que viene de lo alto, deberé, en lo posible, repetir las caracteristicas del Dios-que-lIa- ma, de las que hemos habledo. Este es el principio general, tanto en el caso del individuo Hamante como en el de la comunidad que lama. El individuo llamante Comenzamos diciendo y repitiendo que todo creyente tiene la responsabilidad de llamar; lo hemos dicho muchas otras veces, pero no est4 mal recordarlo porque es una de esas cosas duras, difi- ciles de meter en la cabeza y en el coraz6n de quien se ha acostumbrado a entender la fe como un hecho privado del que debera dar cuenta individualmente al Sefior. El llamado es, por definicién, también un lamante, mediacién del Dios-que-llama. De otra forma serfa un ex llamado, uno que ha perdido la propia vocaci6n, 0 uno que est de vuelta, que puede contar hechos pasados de hzce ya tiempo, esperando como mucho conmover a alguno. Mas en concreto, el auténtico llamado debera ser uno que llama, que tiene el valor y 1a fantasia de llamar, no el tipo que, con la excusa de respetar la libertad, se queda esperando a quien, por miedo o 63 incapacidad comunicativa, no podré (0 no querra) nunca acoger la llamada de Dios. Debera, desde Iuego, no pasar al extremo opues- to, pero de hecho solicitara la libertad y respon- sabilidad del Hamado, sin sobrepasar nunca su autonomia de elecci6n, ni conducir su eleccién hacia intereses partidarios (serfa la famosa animacion vocacional «mercantil»). Otra mediacién fundamental: 1a capacidad de presentar la vocacién como algo que abre la vida a los otros, que esté en funcién de la salvacién de los dems y no de las propias economias subjetivas (incluidas las espirituales). Es, especialmente, la fuerza para sostener el camino vocacional, sobre todo cuando el joven es tentado por el temor, 0 piensa que no es capaz, o teme que Dios vaya a ser enemigo de su felicidad. En definitiva, el llamante no es solamente el gran orador que durante la jornada del seminario en la parroquia hace el gran sermén sobre la situaci6n dramética de la didcesis y del seminario, sino el sencillo hermano mayor que se pone junto a un joven, dedicéndole tiempo y prioridad en su agenda, para acompafiarlo a reconocer la voz del Dios-que- lama y a tener el valor para responderle. La animacién vocacional es el trabajo sobre el indivi- duo, mucho mas que la accién sobre la masa. (Existen todavia estos animadores vocacionales dispuestos a «perder tiempo» con el individuo 0 a dar preferencia a un trabajo tan humilde y oscuro? 64 La comunidad llamante Pero actualmente, como sabemos, tiene mucha mas fuerza de convencimiento la comunidad que no el individuo, especialmente -como es légico- por lo que se refiere a una yocacién que implica la vida en comin, como es el caso de la vida consa- grada. No hay comparacién entre el testimonio que da un grupo de personas que viven y anuncian juntas el Evangelio y en virtud de él se aceptan, se com- prenden, se perdonan, se santifican o se hacen cargo el uno del camino de santidad del otro, y el ejemplo virtuoso de un individuo: si uno solo da testimonio del Evangelio, aunque lo haga perfectamente, siempre podra parecer una excepcién, pero si es un grupo de personas, reunidas para ello en comunidad, entonces el joven comprende que el Evangelio mis- mo puede llegar a ser de verdad norma y estilo de vida, misién comin, objeto y modalidad del anuncio. Sobre todo se hace central y decisiva la capacidad de la comunidad para involucrar a otros en la misma experiencia del anuncio; un joven no podra dejar de sentirse profundamente desafiado por una expe- riencia semejante, que sera al mismo tiempo expe- riencia de fraternidad y de misién, la una dentro de la otra, la una gracias a la otra, una experiencia «total». Y por lo tanto de verdad desafiante, también para los jévenes de hoy. Por muy reacios y poco dispuestos que puedan sentirse hacia una hip6tesis de vida radical, esta claro que nunca podran pensar en comprometer su existencia con proyectos de vida 65 poco exigentes y sin envio misionero, con personas sin rostro y que no puedan tener futuro. Hemos de tener el coraje, en ese sentido, de admitir que no estamos en crisis porque tenemos Pocas vocaciones, sino que tenemos pocas vocaciones porque estamos en crisis. La llamada Comentemos ahora, brevemente, la llamada a las experiencias vocacionales y a sus componentes, desde los lugares hasta los contenidos. Estructura vocacional de la pastoral general En primer lugar, recalquemos un concepto ya expresado muchas otras veces: toda la vida cristiana -la pastoral, la liturgia, la catequesis, la diakonia...- debe tener un alma profundamente vocacional”*, Si una homilfa, 0 una eucaristfa, o una confesién, 0 una lectio, o una liturgia comunitaria no terminan poniendo, a quien toma parte en ellas, frente a una llamada, esa homilfa, 0 catequesis, 0 cualquier otra celebracién no merece el nombre de cristiana; seré cualquier otra cosa, tal vez formard parte de esa superproduccién indtil de la que hemos hablado (que no produce salvacién), pero no es pastoral cristiana. Porque no respeta el drama de la vida cristiana. la dimensién vocacional es continuamente repetida y tenida siempre presente, o bien no tienen % Cf, Nuove vocazioni per una nuova Europa 27 66 | ningiin sentido todas as iniciativas vocacionales que se pueden realizar e inventar. Experiencias vocacionales «misioneras» Dicho esto, pienso que es preciso reevaluar el concepto de experiencia y de experiencia vocacional. Actualmente vivimos en apariencia una cultura muy experiencial, es decir, estamos inclinados a creer s6lo lo que se puede tocar con la mano y verificar personalmente, También en nuestros ambientes formativos, desde las parroquias a los seminarios, el concepto de experiencia o la idea de «hacer expe- riencia> es muy fuerte, incluso en el campo espi tual. Y asf se acumulan experiencias, pero que mu- chas veces no favorecen ningin cambio de vida, son como experiencias inttiles o abortadas, o hasta podriamos llamarlo turismo religioso (esto también seria demasiado material, por lo que no se consigue digerir). Como las experiencias no son automaticamente formativas, tienen que ser preparadas, luego acom- paftadas durante su desarrollo, y al final atentamente analizadas para extraer de ellas experiencias de vida en la catequesis y en el camino personal de acompafiamiento. Segundo punto: las experiencias deben dosificarse de acuerdo con el nivel de preparaci6n; esté bien el principio del

También podría gustarte