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Breve introducción al Evangelio de Marcos

Fritzleo Lentzen-Deis, SJ.

1 . Marcos y su Evangelio

El león es el símbolo que la tradición ha elegido para el


evangelio de Marcos. Un símbolo que evoca la imagen del desierto con la que se
abre la narración evangélica. Este escrito, que a lo largo de los siglos no había
atraído la atención de teólogos, catequistas y pastores de la Iglesia, ha asumido en
los últimos cuarenta años un puesto de gran importancia en el panorama exegético.
La atención que le ha sido dedicada a partir de la mitad de los años cincuenta se
funda sobre todo en el descubrimiento - o redescubrimiento- de su teología.

1.1. ¿Quién es Marcos?

El autor histórico del segundo Evangelio, al igual que los demás evangelistas,
no escribe a nombre propio. Conocemos su nombre sólo a través del título del
Evangelio, que fue añadido en el siglo II cuando se reunieron los cuatro Evangelios.
En todo caso es bastante verosímil que el autor se llamase así, debido a que Marcos
no es un personaje de grande relieve en el panorama del cristianismo primitivo. El
testimonio más antiguo acerca de Marcos como autor del segundo Evangelio, y
sobre el que se funda posteriormente la tradición de la Iglesia, es el de Papías
alrededor del 130 d.C. que Eusebio de Cesárea (263-369 d.C.) recoge en su Hist.
eccl. III. 39,14-15.

Papías refiere -como tradición del «Presbítero»- que Marcos no había seguido
personalmente al Señor pero, como «intérprete de Pedro», había escrito con
dedicación y exactitud -aunque sin orden cronológico- las palabras y los hechos
prodigiosos del Señor, trayendo a la memoria cuanto había escuchado de Pedro. Se
ha identificado al autor del segundo Evangelio como Juan Marcos de Jerusalén, de
quien se relata en Hech 12,12.25, que fue primero compañero de misión de Pablo y
de Bernabé, y luego sólo del último (Hech 15,36-40). R. Pesch llama la atención
sobre el carácter apologético del testimonio de Papías y que la asociación con Pedro
podría depender de 1 Pe 5,1 3 donde Marcos es llamado «hijo mío». Sin embargo,
que Marcos fuese un testigo de la tradición (¿petrina?) y un judío-cristiano
originario de Palestina (cfr. infra), es difícil de negar.

1.2. ¿«Dónde» y «cuándo» se escribió el Evangelio?

La tradición de la Iglesia ha considerado Roma como la patria del segundo


Evangelio, y parece que nada contradice esta hipótesis. En Roma seguramente
existían varias comunidades domésticas en las que vivían cristianos de diversas
procedencias (cfr. Rom 16). En todo caso resulta claro que Marcos escribe para una
comunidad que tiene relaciones con el cristianismo de Jerusalén y de Galilea, pero
que, al mismo tiempo, se halla vinculada con la tarea misionera entre los
gentiles; es decir, una iglesia compuesta por judíos y paganos. Que Marcos escriba
para una comunidad de gentiles, se puede deducir de las muchas expresiones
arameas traducidas al griego (cfr. 5,41 ; 3,17; 7,35; 14,36; etc.).
Algunos suponen que la actividad literaria de Marcos se llevó a cabo después
de la muerte de Pedro (cfr. también Papías), durante la persecución de Nerón
alrededor del año 64 d.C. Al contrario, R. Pesch piensa que Me 13 presupone la
guerra judía contra Roma y la consiguiente destrucción de la ciudad de Jerusalén del
año 70 d.C. Más recientemente el investigador O'Callaghan habría identificado Me
4,28 y 6,52 entre los fragmentos de papiro escritos en griego y encontrados en
Qumrán. Si esta hipótesis resultara verdadera se debería colocar la composición del
segundo Evangelio alrededor del año 50. Sin embargo, la lectura de los fragmentos
no se encuentra confirmada por la crítica y, por lo tanto, parece mejor fundado datar
la redacción alrededor del año 65 d.C.

2. La composición del Evangelio

Desde siempre, de frente al segundo Evangelio, se ha tenido la impresión de


encontrarse ante una serie de materiales desordenados y poco elaborados (cfr.
Papías). Todos los esquemas de composición que se han presentado resultan más o
menos inciertos, a pesar de que en los últimos años se ha ido progresivamente
consolidando el esquema compuesto a partir de criterios literarios y teológicos.

Al respecto se puede notar que:


a) En la primera parte de Marcos, encontramos tres sumarios, con los que inician
otras tantas secciones: 1,14-15; 3,7-12; 6,6b.
b) A continuación de los tres sumarios se encuentra siempre una perícopa sobre los
discípulos: 1,16-20; 3,13-19; 6,7-13.
c) Como conclusión de las tres secciones se presenta siempre una afirmación acerca
de la ceguera del corazón o de la incomprensión de las palabras de Jesús por parte
de quienes escuchan: 3,3-5; 6,1-6a; 8,17-21 .
d) La curación del ciego en 8,22-26, antes de la confesión de Pedro (8,27-30), tiene
un significado profundamente simbólico y se encuentra en estrecha relación con
la perícopa del ciego de Jericó en 10,46-52 que concluye la sección siguiente.
e) Al interior de la segunda parte, que va de 8,27 a 10,52, los tres anuncios de la
pasión cumplen la misma función de los sumarios de la primera parte que va de
1,14 a 8,26.

Es decir, sobre la base de estas informaciones se pueden distinguir dos partes


precedidas por un prologo; cada parte contiene tres secciones. Es importante notar
que algunos textos constituyen un «puente» entre una sección y la otra (por ejemplo,
3,7-12) y que la confesión de Pedro (8,27-30) constituye el culmen de la primera
parte y el inicio de la segunda.

Se tendría entonces una composición del segundo Evangelio articulada de


esta manera:

Prólogo: 1,1-13

Primera parte: 1,14-8,26 Jesús el Mesías


1,14-3,6 Primera sección
3,7-6,6a Segunda sección
6,6b-8,26 Tercera sección

Segunda parte: 8,27-16,8 El Mesías crucificado


8,27-10,52 Primera sección
11,1-13,37 Segunda sección
14,1-16,8 Tercera sección

Conclusión: 16,9-20

3. Elemento s de la Teología de Marcos

3.1. El lector de frente al misterio de Jesús

El Evangelio pone una pregunta crucial a todos los lectores: ¿Quién creen que
sea yo? (8,29). Los lectores que se encuentran de frente a esta pregunta pertenecen a
distintas categorías (cf. 1,27; 4,41 ; 6,14-15; 8,27-30; 12,35-37; 14,61; 15,2.32.39).
E inclusive el así llamado «secreto mesiánico» (1,34; 3,12; 8,30; 9,9), que de Wrede
en adelante ocupa un lugar primordial en la discusión acerca de la teología de
Marcos, es un recurso pragmático del autor, quien, para provocar la respuesta de los
lectores, los coloca ante el desafío de la persona de Jesús y de su identidad. Una
identidad que progresivamente se revela al lector llegando al momento culminante
de su manifestación en la cruz. La cristología de Marcos, siendo una «teología
narrativa» y no una «teología sistemática», conduce al lector hasta el momento de la
cruz, donde se proclama al Hijo de Dios en la persona del Mesías crucificado
(15,39).

3.2. El lector y los discípulos

El Evangelio invita a los lectores a identificarse con el grupo de los


discípulos. Un grupo que aparece al lector no como un modelo exclusivamente
positivo y tampoco negativo, sino como un modelo ambivalente que muestra los
signos de quienes crecen (luces y sombras) en el seguimiento. Cuando
los discípulos sufren de ceguera (8,32-33 ; 9,32-34; 10,35-37), cuando caen en la
traición (14,10-11.43-45), o hasta huyen (14,50), Jesús vuelve -con afectuosa
paciencia- a caminar delante de ellos y a llevarlos poco a poco hasta la cita final en
Galilea (14,28; 16,7), donde -como en un nuevo inicio del Evangelio- el camino de
los discípulos confluye con el de los lectores. Lectores que al final del camino están
llamados a dar testimonio de Jesús crucificado y resucitado.

3.3. El camino de la salvación

El Evangelio de Marcos no ofrece al lector una salvación disponible como


promoción a baj o precio. Los lectores vienen colocados ante una salvación que es
ante todo una llamada al don de sí mismos para el servicio del hermano y del
hombre (9,35; 10,42-44). Marcos ayuda al lector a superar el miedo a darse al
servicio de los demás porque, narrando la historia de Jesús, le muestra
progresivamente que la realización de la propia existencia está precisamente en la
«seguridad» que sólo puede dar el servicio a los demás.

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