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JOSÉ IGNACIO CASTAÑEDA NEIRA
Proceso No 28562
MAGISTRADO PONENTE
AUGUSTO J. IBÁÑEZ GUZMÁN
APROBADO ACTA Nº.162
1.1. En el Código Penal de 2000 el fraude procesal está ubicado dentro de los delitos contra la
eficaz y recta impartición de justicia, bien jurídico que se identifica con el previsto en el
Código Penal de 1980, bajo el cual se hizo la adecuación típica por resultar más favorable al
procesado.
Dentro de los elementos objetivos del tipo están: (i) una conducta engañosa; (ii) la inducción
en error al servidor público, y (iii) el propósito de obtener sentencia, resolución o acto
administrativo contrario a la ley.
El propósito buscado por el sujeto activo es cambiar, alterar o variar la verdad ontológica con
el fin de acreditar ante el proceso que adelante el servidor público una verdad distinta a la
real, que con la expedición de la sentencia, acto o resolución adquirirá una verdad judicial o
administrativa.
Para que se configure esa conducta punible es preciso que exista una actuación judicial o
administrativa en la que deba resolverse un asunto jurídico, y que, por ende, sea adelantada
por las autoridades judiciales o administrativas. Incurre en ella el sujeto -no calificado- que
por cualquier medio fraudulento induzca en error al servidor público para obtener sentencia,
resolución o acto administrativo contrario a la ley.
mantiene el estado de ilicitud y aun con posterioridad si se requiere de pasos finales para su
cumplimiento1.
1.2. El casacionista no hace reparo alguno frente a la calidad del tipo, de ejecución
permanente, pero considera que la acción penal ya prescribió porque transcurrieron 5 años
-pena máxima prevista en la norma sustancial- sin que aquélla se hubiera siquiera iniciado. El
término a partir del cual -según su criterio- debe contarse la prescripción inicia a partir de la
fecha en que quedó ejecutoriada la resolución 633 del 19 de diciembre de 1988, esto es,
desde diciembre de 1988 -no precisa el día-, en atención a que era ese el momento
considerado por la jurisprudencia vigente para la época, o por lo menos hasta el año 2003,
fecha en que se profirió resolución de acusación. Con independencia de la postura que en la
actualidad se tenga sobre el término en que debe empezar a contarse ese término prescriptivo,
afirma que por principio de favorabilidad debe aplicársele la jurisprudencia anterior.
1.3. En ese orden, debería la Corte entrar a establecer, en primer término, si por conducto del
recurso de casación, es probable aplicar una jurisprudencia más benévola a los intereses del
procesado, que haya tenido vigencia durante cualquier momento a partir de la comisión de la
conducta punible por la que se procede. Sin embargo, ello no es necesario dado que para
sustentar su postura el recurrente parte de premisas erradas.
En efecto, en forma equívoca considera que antes de 2003 la jurisprudencia reconocía que el
término de prescripción empezaba a contarse cuando adquiría firmeza el acto administrativo
contrario a la ley y en cuya consecución se indujo en error al funcionario.
Pero aunque su ataque se centra en esa afirmación, también, en forma contradictoria, expresa
que, conforme a la jurisprudencia existente y que pretende le sea aplicada por favorabilidad,
el término de prescripción “empezaba a correr una vez se produjera el efecto perseguido por
el agente o el funcionario público dejara de estar en error”2 (subraya la Sala).
1.4. Para evidenciar su error resulta necesario analizar en forma íntegra, y no fragmentada, la
postura que en torno al punto mantuvo la jurisprudencia, por lo menos -para seguir los
planteamientos de la demanda- hasta el año 2003. Con ese fin se acudirá, de preferencia, a las
providencias citadas en su escrito.
Se aclaró que aunque el funcionario puede permanecer indefinidamente en error, debe existir
un límite al mismo, que es “la misma ejecutoria de la resolución o acto administrativo
contrario a la ley, cuya expedición se buscaba, si allí termina la actuación del funcionario, o
con los actos necesarios posteriores para la ejecución de aquélla, pues de lo contrario, la
acción penal se tornaría en imprescriptible, lo cual riñe con el mandato constitucional al
respecto”. (Se subraya).
1
Providencia del 17 de agosto de 1995 (radicado 8968).
2
Página 5 de su libelo.
3
En esa ocasión quien fue procesado aportó un contrato de arrendamiento espurio, con
base en el cual la autoridad judicial profirió fallo, contrario a la ley, ordenando la restitución
de los bienes. Luego de proferirse la sentencia, el Juez dirigió despacho comisorio a la
Inspección de Policía para su ejecución.
2
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En esa ocasión la Corte, para efectos de contabilizar la prescripción, no tomó la fecha en que
la sentencia se dictó, sino aquella en la que el juez dirigió despacho comisorio a la Inspección
de Policía para ejecutarla.
En ese pronunciamiento, incluso, se citó como referente la sentencia del 27 de junio de 1989
-no 1999, como erradamente lo consignó el recurrente-, según la cual:
“…para los fines de la prescripción de la acción penal, el término sólo debe contarse a partir
del último acto de inducción en error, o sea desde cuando la ilícita conducta ha dejado de
producir sus consecuencia y cesa la lesión que por este medio se venía ocasionando a la
administración de justicia”. (Se subraya).
“Siendo claro que la lesión del interés jurídico protegido cesa con la ejecutoria de la
providencia fraudulentamente obtenida, se explica que también la Sala haya precisado en
concomitancia con lo anterior: ‘De ahí que para los fines de la prescripción de la acción
penal, el término sólo debe contarse a partir del último acto de inducción en error; o sea
desde cuando la ilícita conducta ha dejado de producir sus consecuencias y cese la lesión
que por este medio se venía ocasionando a la administración de justicia’ (auto 26 sept.
1995, Rad.8903 M.P. Dr. Páez Velandia)”.
“Significa esta reseña que aunque el acto originario del fraude procesal de que trata la
sentencia ocurrió en el año de 1984 con la presentación de la demanda ejecutiva ante el
Juzgado 17 Civil Municipal varios fueron los actos subsiguientes cumplidos por el mismo
profesional del derecho impulsando el procedimiento, uno de ellos la tantas veces
mencionada información del pago de la obligación para que la actuación terminase en la
forma prevista en el artículo 537 del C. de P.C., objetivo que logró sin que los funcionarios
inducidos en el error tuviesen nada que objetar: el pago informado los obligaba a proveer
como lo hicieron: El Juez de la primera instancia ordenó la terminación del proceso y el de la
segunda instancia confirmó esa decisión en auto del 5 de diciembre de 1986 que cobró
ejecutoria el 24 de enero de 1987, cuando resolvió negativamente la reposición. Pero ahí
no pararon los efectos del último acto fraudulento cumplido por la parte demandante, pues a
causa de los desembargos decretados el proceso hubo de continuar ahora con la intervención
del secuestre, y es así como aún, como se dijo, el 28 de mayo de 1987 hubo el Juzgado de
proveer denegando la condenación en costas para la parte demandante, porque "no fue
vencida... sino que logró su pretensión".
En estas condiciones, el término para la prescripción de la acción sólo debe contarse desde la
finalización de los efectos del último acto fraudulento; y si estos efectos solo cesaron en
mayo de 1987, ni siquiera, como lo entendió el Tribunal erradamente, desde cuando el
4
La situación fáctica radicaba en que se presentó demanda ejecutiva para el cobro de una
deuda inexistente.
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Juzgado de segunda instancia confirmó el auto de terminación del proceso, que fue el 5 de
diciembre de 1986, la acción prescribiría”.
Debe recalcarse que cuando se pretende hacer valer una determinada postura jurisprudencial
para efectos de beneficiar al procesado o a cualquiera de los sujetos procesales, es
imprescindible que la trascripción que de ella se haga sea completa e íntegra, y no se cite tan
sólo el aparte que conviene a los intereses de quien la proponga. Es preciso que se analice en
conjunto y a la luz de la situación fáctica objeto de investigación.
- En la sentencia del 4 de octubre de 2000 (radicado 11.210 -no 1121, como se señala
en la demanda-)5, que resolvió una acción de revisión propuesta por el cargo de prescripción
de la acción penal, la Corte reiteró la naturaleza permanente del punible y sostuvo que la
vulneración al bien jurídico se prolonga durante todo el lapso en que los mecanismos
fraudulentos incidan en el funcionario, es decir, que a partir del último acto de inducción en
error empieza a correr el término prescriptivo.
Repárese en que la razón para no tener en cuenta el acto de inscripción fue justamente que la
inducción en error recayó sobre autoridades judiciales y el acto de materialización de la
decisión no hacía parte de la actividad judicial.
Es evidente que lo sostenido era y sigue siendo, salvo lo que más adelante se explica, que ese
lapso se contabiliza a partir del último acto de inducción en error, entendiendo éste no como
aquel momento histórico en el que el servidor público dictó el acto contrario a la ley -cuando
ello alcanza a materializarse- sino hasta cuando la ilícita conducta ha dejado de producir sus
consecuencias y cese, en consecuencia, la lesión que por ese medio se venía ocasionando a la
administración6
5
Los hechos se centraron en la presentación de una demanda de pertenencia sobre un
inmueble, dentro de cuyo proceso la parte demandante aportó testigos falsos con el fin de
obtener fallo a su favor.
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Véase la providencia del 4 de julio de 1989 (radicado 3268).
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Que ese límite o momento cierto en el que el Estado define los términos del juzgamiento lo
constituye la resolución acusatoria, ya había sido señalado por la Corte cuando, a propósito
del examen del principio de congruencia, anotó:
‘la resolución de acusación es acto fundamental del proceso dado que tiene por finalidad
garantizar la unidad jurídica y conceptual del mismo, delimitar el ámbito en que va a
desenvolverse el juicio y, en consecuencia, fijar las pautas del proceso como contradictorio.
Por eso la ley regula los presupuestos procesales de la acusación (art. 438), sus requisitos
sustanciales (art. 441) y su estructura formal (art. 442). Por eso también la ley, al regular la
estructura de la sentencia recoge el concepto de acusación como punto de referencia
obligado (art. 180 # 1, 3, 5, 7) y señala como vicio de la misma, demandable en casación, su
falta de correspondencia (art. 220 #2)’. 7
ii), a partir de ese momento es viable contabilizar por regla general el término ordinario de
prescripción de la acción penal como que, en virtud de la decisión estatal, ha quedado
superado ese “último acto” a que se refiere el inciso 2º del artículo 84 del Código Penal.
5. Se afirma que por regla general, porque es factible que antes de esa fecha se realicen actos
positivos que demuestren que cesó la ilicitud –verbigracia, que se haga dejación de las armas-
o se aprehenda al rebelde, casos en los cuales en esas ocasiones, en principio, se debe
entender cumplido el último acto de ejecución del delito permanente para efectos de la
prescripción de la acción penal.
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Resultaría un contrasentido que el Estado reduzca a prisión a una persona para hacer cesar la
comisión de la conducta punible, pero al mismo tiempo el propio Estado reconozca que la
medida no es eficaz porque por tratarse de un delito de ejecución permanente, el detenido
sigue realizando actividades delictuales.
6. Relacionando entonces la regla general con la excepción que se derivaría del hecho de la
captura, tres diversas situaciones podrían presentarse respecto de la prescripción de la acción
penal en los delitos de ejecución permanente, como el de rebelión:
De modo que en los delitos de ejecución permanente no se extiende la potencialidad del año
hasta el querer finalístico del infractor, que ocurriría con el último acto, sino hasta el cierre de
investigación, y a partir de la ejecutoria de la resolución de acusación se inicia el término de
prescripción de la acción penal. Así mismo, se reconoció que si antes de esa fecha se
perpetraba el último acto, se debía entender éste como referente para efectos de contabilizar
la prescripción de la acción.
La precisión que se hizo en esa sentencia estuvo orientada a aquellos casos en los que como
el que se examina la inducción en error del empleado persiste, incluso durante el
adelantamiento de la causa penal, con el fin de que no se torne en un delito imprescriptible
por el propio querer del sujeto activo.
a) José Ignacio Castañeda Neira presentó solicitud con el fin de que le fuera reconocida y,
por ende, pagada una prestación periódica: su pensión de jubilación, para lo cual aportó
certificaciones con las que acreditaba el tiempo de servicio necesario para ese fin. Unas de
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Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, auto del 14 de febrero del
2002.
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El Fondo de Previsión Social del Congreso de la República, con base en esos documentos y
al encontrar acreditadas las condiciones legales, dictó la resolución 633 del 19 de diciembre
de 1988 por la cual “reconoce y paga una pensión mensual vitalicia de jubilación”. En la
parte resolutiva dispuso, entre otras cosas, (i) reconocer a su favor el derecho a disfrutar de
una pensión mensual vitalicia de jubilación en cuantía de $ 195.323,59; (ii) que el Fondo
pagaría al interesado esa suma de dinero, y (ii) que las operaciones de orden contable a que
hubiere lugar serían efectuadas por la Oficina de Planeación y Sistemas de esta entidad, así
como los reajustes de ley a que tenga derecho.
b) De manera pues que el Fondo de Previsión Social, esto es, la misma autoridad ante la que
se inició el ardid, continúa engañada, tanto que mes a mes sigue pagando la mesada
pensional, confiada en que su beneficiario cumple con los presupuestos legales para ser
merecedor de ella. Es claro que de haberse percatado del engaño al que fue inducida habría
podido suspender los pagos y revocar, con las formalidades que exige la ley, su acto
administrativo.
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Lo anterior denota que la violación al bien jurídico tutelado, por lo menos para la fecha en
que se dictó fallo de primera instancia no había cesado, en tanto que el error en el que se
indujo al empleado se mantuvo, no solo porque expidió actos administrativos reconociendo o
negando los reajustes pensionales sino porque mes a mes, confiando en la situación de
legalidad de la prestación reconocida, canceló el valor de la pensión.
Resulta impropio, entonces, sostener que con la ejecutoria de la resolución 633 de 1988 deba
empezarse a contar el término de prescripción, en tanto, como se expuso, el error en que se
hizo incurrir al Fondo se mantuvo en el tiempo.
Así las cosas, comparte la Corte la posición adoptada por los falladores, en el sentido que,
acudiendo a la nueva jurisprudencia, se tendrá, como último acto, el del cierre de la
investigación, de manera que los hechos investigados hasta ese momento son los únicos que
pueden ser objeto de acusación.
1.7. El artículo 83 del estatuto penal sustantivo señala que la prescripción de la acción penal,
para los hechos punibles permanentes, se contará desde la perpetración del último acto. El
cierre de la investigación tuvo lugar el 18 de junio de 2002 11, y cobró ejecutoria el 3 de julio
siguiente. Luego cuando causó firmeza el pliego de cargos -10 de noviembre de 2003- no
alcanzó a transcurrir el tiempo necesario -5 años- para que operara la prescripción de la
acción penal. Tampoco corrieron desde la última fecha hasta la actualidad.
Importa destacar que aun de admitir, como lo sugiere el recurrente -tesis no compartida por la
Corte-, que el término prescriptivo deba contabilizarse desde la ejecutoria de la última
resolución que sobre reliquidación o reajuste profirió el Fondo, tampoco habrían transcurrido
los 5 años necesarios para que operara la prescripción.
El casacionista olvidó mencionar la resolución 045 del 11 de febrero de 1999, por la cual el
Fondo de Previsión Social no accedió a la petición de revocatoria directa hecha por
Castañeda Neira contra la resolución 1674. Bajo ese presupuesto los 5 años se cumplirían el
11 de febrero de 2004, mucho después de que la resolución de acusación quedara
ejecutoriada.
MOTIVO DE LA DECISIÓN
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LA DEMANDA
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Cita providencia del 24 de julio de 2003 (radicado 21.021).
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Octubre 4, radicado 1121.
18
Octubre 30, radicado 9134.
19
Agosto 17, radicado 8968.
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Junio 27.
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Noviembre 30.
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EL MINISTERIO PÚBLICO
Primer cargo.
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Segundo cargo
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LAS CONSIDERACIONES
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Providencia del 17 de agosto de 1995 (radicado 8968).
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Página 5 de su libelo.
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En esa ocasión quien fue procesado aportó un contrato de arrendamiento espurio, con
base en el cual la autoridad judicial profirió fallo, contrario a la ley, ordenando la restitución
de los bienes. Luego de proferirse la sentencia, el Juez dirigió despacho comisorio a la
Inspección de Policía para su ejecución.
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“Siendo claro que la lesión del interés jurídico protegido cesa con la
ejecutoria de la providencia fraudulentamente obtenida, se explica
que también la Sala haya precisado en concomitancia con lo anterior:
‘De ahí que para los fines de la prescripción de la acción penal, el
término sólo debe contarse a partir del último acto de inducción en
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La situación fáctica radicaba en que se presentó demanda ejecutiva para el cobro de una
deuda inexistente.
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Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, auto del 14 de febrero del
2002.
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En el cuaderno original 4 obra la resolución 0363 del 21 de febrero de 2007 por la cual el
Fondo de Previsión Social del Congreso, con fundamento en lo resuelto por el a-quo dentro
de este proceso, lo dispuesto en el Código Contencioso Administrativo y en la Ley 797 de
2003, revocó las resoluciones 633 de 1988, 1617 de 1994 y 0147 de 1996, en virtud de las
cuales reconoció pensión de jubilación y los reajustes pensionales a favor del procesado. Así
mismo, lo retiró de la nómina. Contra ese acto Castañeda Neira interpuso recurso (folios 14
a 18 vuelto).
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Mediante sentencia C-385 de 2003 la Corte Constitucional la declaró exequible.
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Folio 236 del cuaderno original 1 de primera instancia.
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Auto del 16 de diciembre de 1999 (radicado 16.565).
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Auto del 19 de noviembre de 2002 (radicado 20.182). En esa ocasión se reiteró el auto del
19 de noviembre de 1997 (radicado 13.863).
35
Sentencia del 4 de abril de 2001 (radicado 10.868).
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En el mismo sentido, las providencias del 9 de octubre de 1997, 29 de septiembre de 2002
y 12 de mayo de 2004 (radicados 368, 12530 y 17.151).
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No está por demás recordar que el concurso de conductas punibles de fraude procesal y
estafa ha sido reconocido de antaño por la jurisprudencia de esta Corporación (véase, por
ejemplo, la providencia del 14 de febrero de 1984).
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Ver al respecto las sentencias del 30 de marzo y 26 de abril de 2006 (radicados 22.813 y
22.027).
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Providencia del 1º de junio de 2005 (radicado 23.703).
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Véase, por ejemplo, la página 9 del fallo del a-quo.
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RESUELVE
NOTIFÍQUESE Y CÚMPLASE
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