que no había fondos locales disponibles, pues estos, pese a una promesa anterior del presidente,
se habían destinado a obras de saneamiento, y pedía a sus correspondientes que le dijeran
claramente si es que le iban a brindar los fondos, “para saber a qué atenerse al respecto”, “pues el local que hoy sirve de Mercado Provisional es sumamente reducido para el gran movimiento diario que viene resultando además antihigiénico por lo estrecho que sufren los vendedores, situación que no puede prolongarse por más tiempo.” Al fin, el propio Benavides intercedió para que se asignase dinero a la obra: el mercado fue demolido y reconstruido, y otro mercado, que más adelante tendría sus propios problemas de higiene y salud pública, fue eventualmente construido en el “en el populoso Barrio de Belén, por reclamarlo así las conveniencias de ese sector de esta ciudad”.22 En otro episodio revelador y típico de las dificultades de las obras de infraestructura sanitaria de la década de 1940, Emiliano Vela, ingeniero encargado una serie de obras de infraestructura en la ciudad, pedía fondos adicionales al Presidente de la Junta Distribuidora de Fondos Pro- Desocupados, entidad también centrada en Lima y encargada de decidir la financiación de obras de infraestructura en todo el país (inicialmente, con la creación de nuevos impuestos y con el objetivo de combatir el desempleo durante la crisis de la década de 1930) para aumentar el espesor de la capa de concreto en la obra de un colector para aguas servidas y de lluvia en la calle Napo, en pleno centro de la ciudad, debido a que “la naturaleza del terreno” ocasionaba filtraciones.23 Mientras que el ingeniero Vela insistía en la importancia del colector de la calle Napo, el Prefecto de Loreto, Carlos Echecopar, insistía en que era más importante apresurar las obras en otro colector, ubicado en la calle Ricardo Palma, también en el centro pero más cerca de la zona inundable de Belén, donde, de acuerdo con el propio Vela, “el peligro era inminente para las propiedades