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Intentamos mostrar así cuál es la realidad de la Iglesia y cuáles las dimensiones de esta

realidad a las que nos referimos.

A través de la presentación de los hechos históricos, intenta dar una referencia de la


realidad tal como es hoy y del problema tal como ahora se plantea, lo cual se manifiesta
precisamente en la evolución y en la maduración históricas. De este modo, el análisis
histórico constituye una ayuda en toda la cuestión y alcanza una importancia relevante
para la actualidad del problema y para el problema en la actualidad.

La historia y la historicidad tienen, en el horizonte de la revelación y de la historia de la


salvación, de la fe y de la comunidad de los creyentes y, por tanto, de la Iglesia, la función
de conducir al «principio en la plenitud» (J. A. Mohler), a su realización, a su maduración y
a su concreción temporal en cada caso

La base para una representación del cambio en la figura de la Iglesia está constituida por
el ámbito global en el que ésta vive, se realiza y se articula: la confesión de fe, la liturgia,
la espiritualidad, la reflexión teo-lógica, la expresión simbólica y artística

A su vez, la expresión «imagen de la Iglesia» entraña siempre una duplicidad de sentido:


hace, por una parte, referencia a la imagen en cuanto representación viva, en cuanto idea
concreta que la comunidad de los creyentes se forja de lo que la Iglesia es y debe ser.
Pero imagen significa, por otra parte, la figura concreta que la Iglesia de cada época ofrece
al observador, ya se halle éste situado dentro o fuera de la misma.

1. Los tres primeros siglos: la Iglesia como «misterio»


Es la era de los «Padres Apostólicos», que en el aspecto histórico-literario se continúa en el
período de los apologetas y luego de los Padres de la Iglesia; aquel período de la Iglesia
primitiva que sigue a la del «cristianismo primitivo»; la era de los tres primeros siglos, que
en los prestigiosos estudios teológicos , fue considerada como «tiempo clásico de la
Iglesia», con una clara referencia a la normatividad y ejemplaridad que dicho período
implica.

 Mayer-Pfannholz
 ha tipificado la imagen de la Iglesia por el concepto de misterio: la Iglesia se ha
entendido a sí misma como misterio de fe, y como tal se ha realizado
concretamente y en todas sus dimensiones.
La Iglesia se entendió como «misterio» en cuanto que se reconoció globalmente como una comunidad
convocada y reunida por una decisión misteriosa de Dios consumada en Jesucristo, a través del don de
su palabra y de su amor otorgado en el bautismo, en la eucaristía y en el perdón de los pecados, y
santificada por la participación en la santidad divina; asamblea que reaÜ2a su comunidad por la
koinonia o communio, así como por los dones del Espíritu, , la Iglesia se reconoce a sí misma como
la pequeña grey que está llamada a un ser distinto, a la «distinción propia del ser
cristiano»(persecuciones), Como liberada por Cristo para la libertad.

 La imagen de la Iglesia en la época que aquí estudiamos se caracteriza además por


la tradición posterior de las afirmaciones bíblicas acerca de la Iglesia, así como de
las imágenes anteriormente, existentes y que fueron transmitidas de una manera
viva por la tradición como realidad, promesa y compromiso.

La afirmación de la Iglesia como pueblo de los convocados a partir del judaismo y del
paganismo, como nuevo pueblo de Dios que se halla en camino no como una asociación
secreta, sino pública, hacia el futuro reino de Dios, pertenece ciertamente a las notas
dominantes de la Iglesia en esta época.

La Didajé (9,4) describe a la Iglesia como una comunidad que para este fin es congregada
por Dios desde todas las regiones del mundo. Esta imagen (unida a otra, estrechamente
emparentada con ella: el nuevo —o tercer— linaje) se acomodaba al máximo a la forma y
al modo en que la Iglesia era imaginada, concebida y vivida: nosotros somos la Iglesia. La
idea del pueblo de Dios se enriqueció aún más al ser consi-derada la Iglesia como la
plenitud de las promesas y prerrogativas otor-gadas al pueblo de Israel. Este pensamiento
condujo (por ampliación) a la idea de la preexistencia de la Iglesia que en el Pastor de
Hermas se formuló diciendo que la Iglesia era la primera criatura en razón de la cual fue
creado el mundo; Hermas reviste este pensamiento con la figura de la Iglesia como una
anciana o una vieja matrona5. El concepto de la preexistencia de la Iglesia, que implica
una referencia a su universalidad espacial y temporal, retorna nuevamente en las imágenes
de la Iglesia anterior a la fundación del mundo (aludiendo a Ef 1,10) y es modificada en la
idea de la «Iglesia desde un principio» de la «ecclesia ab Adam», de la «ecclesia ab Abel» 6
(san Agustín).

imagen paulina de la Iglesia como cuerpo cuya cabeza es Cristo: como descripción de la
comunidad local (Rom y 1 Cor) y como imagen de la comunidad universal (cartas de la
cautividad) En la imagen de la Iglesia como cuerpo de Cristo, la inserción de la Iglesia en
Cristo y la inserción de Cristo en la Iglesia están representadas por la palabra, el
sacramento, los dones del Espíritu y la agápe, pero sobre todo por la eucaristía como
cuerpo de Cristo, de la cual vive también la Iglesia como cuerpo de Cristo. En esta imagen
están comprendidos también los ministerios, las funciones y los diversos órdenes en la Iglesia
como formas y modos según los cuales ésta es edificada en la unidad, en la verdad, en la
fe y en el amor. + Según Ignacio, el obispo representa en la comunidad el centro decisivo,
expresión del amor y de la unidad que en ella debe dominar.

Cuando la Iglesia se considera a sí misma como morada o templo de Dios 8, lo hace en


aquel sentido prefigurado ya por las afirmaciones neo-testamentarias acerca de la casa y el
templo de Dios

A partir de esta clasificación básica, la denominación de la Iglesia como comunión de los


santos, como «communio sanctorum», La Iglesia es todo esto en cuanto comunidad de
hombres que, precisamente por serlo, han sido santificados por Cristo.

Una tercera figura, basada en la Biblia la figura de la Iglesia como esposa de Cristo, Señala
el quehacer y la obligación de la Iglesia: ser la comunidad de los creyentes, de los que
esperan, obedecen, sirven y aman, haciendo así precisamente de la Iglesia un
acontecimiento siempre nuevo; no sólo plantea y responde a la pregunta: ¿quién es la
Iglesia? u (a diferencia de la cuestión objetiva que se refiere a la institución: ¿qué es la
Iglesia?), sino que en esta imagen se hace patente además la razón por la que habrá de
ser considerada también como Iglesia de los pecadores en cuanto realidad histórica y terrena.

La concatenación, que aparece sobre todo en la carta a los Efesios (cap. 5), de las imágenes
de la esposa y del cuerpo pretende expresar la intimidad de Cristo en y con la Iglesia,
pero al mismo tiempo describe la no identidad de ambos, su diferenciación en el plano
personal y la distancia consiguiente que ex-plica a su vez el señorío y la soberanía de Cristo
frente a su Iglesia.

También la concepción de la Iglesia, bajo la figura de la Madre, em-parentada con lo


anteriormente dicho y muy apreciada en la época de los Padres de Oriente y Occidente,
puede remontarse a motivos bíblicos 14. La Iglesia, que se entiende a sí misma bajo la
imagen de la Mater Eccle-sia, pretende así describir su destino de ser mediadora de la
verdad y de la salvación

es concretizada nuevamente por la interpretación del binomio Eva-María dentro de una


tipología eclesiológica, con vistas a esclarecer la función de la Iglesia como fuente de vida.
La compara-ción de la Iglesia con Eva de que la Iglesia surgió del costado de Jesús crucificado,
segundo Adán, cuando, según la narración del evangelio de Juan (19,34), fluyeron del
pecho de Jesús sangre y agua, que han sido interpretadas como símbolo de los
sacramentos fundamentales: la euca-ristía y el bautismo

Ireneo subordina las imagenes a una designación de la Iglesia que, en su postura


antignóstica, le es especial-mente querida: la Iglesia como columna y fundamento de la
verdad. Por eso la Igle-sia es madre, porque comunica la verdad bajo la forma de la vida, y
la vida bajo la forma de la verdad: «Nosotros hemos recibido nuestra fe de la Iglesia y así
la conservamos. El Espíritu Santo la ha encerrado en un vaso muy precioso. Este regalo
divino ha sido confiado a la Iglesia para que esta criatura sea vivificada y, al mismo
tiempo, todos los miembros que de ella participan reciban la vida. Donde está la Iglesia allí
está tam-bién el Espíritu de Dios, y donde está el Espíritu de Dios allí está la Igle-sia y la
gracia en su totalidad; pero el Espíritu es la verdad»

Una imagen especialmente valiosa, dentro de su radio de aplicación, y preferida por los Padres
fue la del «mysterium lunae».En ella se ilustra la relación entre la Iglesia y Cristo y la suerte de la
Iglesia. Con el «Mysterium lunae» se expresa en primer término la verdad fundamental de que la
Iglesia no vive ni ilumina por su propia luz, sino por Cristo, que es la luz; la Iglesia es luz de luz, es la
que recibe la luz y cuyo resplandor es reflejo de algo que ha sido recibido.

Otra figura de la Iglesia especialmente favorita en la época de los Padres es la imagen, tomada del
simbolismo náutico, de la nave que surca el mar de este mundo. Con numerosas variantes aparece
en la imagen de la nave de la Iglesia, construida con la madera de la cruz y cuyo mástil con su
antena representan la figura de la misma cruz, siendo Cristo su piloto.

La interpretación de la Iglesia por medio de la imagen del arca de Noé, esta imagen se
convierte en ilustración concreta del aforismo (formulado ya por Cipriano en la época patrística e
interpretado de muy distintas maneras) «extraecclesiamnullasalus».
La interpretación de la Iglesia como barca de Pedro que, bajo el piloto Cristo, es también el
timonel del barco al que se dirigen las palabras de auxilio que prometen salvación y gobierno.

En las representaciones simbólicas y artísticas de la Iglesia de entonces—en cuanto nos


son asequibles—encontramos una cristalización de las imágenes de la Iglesia características de
esta época, amparada bajo el motivo del misterio. Tales representaciones enlazan con las figuras
ya mencionadas: la nave de la Iglesia—Cristo al timón, los evangelistas al remo—Encontramos asi
mismo el símbolo del carro arrastrado por los Padres de la Iglesia, mientras los evangelistas
empujan las ruedas y aparece entronizado Cristo juntamente con la Iglesia como esposa en el
trono . Hay que añadir las representaciones de la nueva Jerusalén.

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