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TRABAJO PRÁCTICO N°2

TEORÍA POLÍTICA III

DEMOCRACIA Y TOTALITARISMO

Profesores: GORRACHATEGUI, Joaquín; IGLESIAS, Esteban; KAIPL, Esteban;


VENTICINQUE, Valeria.

Estudiantes: GALLO, Fabricio; MANSILLA, Mayra; RUPPEN, Bárbara.

Facultad de Humanidades y Ciencias.

Universidad Nacional del Litoral.

19/05/2020

Consignas:
1. Describir y justificar, atendiendo a los autores de la Unidad ll (debe incluir al menos dos), el
vínculo entre democracia y totalitarismo. ¿Cómo se relaciona esto con el surgimiento de la sociedad
de masas?

2. ¿Qué relación guarda la democracia con el liberalismo en Schmitt?

3. Explicar a qué hace referencia Hannah Arendt con la categoría de hombre superfluo.

Resolución:

1) El totalitarismo, al igual que la política del siglo XX, puede ser explicado a partir de la ampliación
del sufragio universal y la constitución de la democracia moderna o de masas. Para justificar dicha
afirmación, acudimos a tres teóricos –Hannah Arendt, Carl Schmitt y Claude Lefort - quienes
realizaron aportes sobre el vínculo entre la democracia y el totalitarismo.

En primer lugar, Hannah Arendt encuentra en el fenómeno totalitario elementos no racionales y


rasgos autoritarios que provenían de la relación líder-masa propia de la democracia moderna. La
autora explica que los regímenes totalitarios y sus dirigentes sólo pueden afirmarse y gobernar con el
apoyo de las masas hasta el final, ya que dependen puramente de la fuerza del número. A su vez, la
organización de las masas es posible debido a su indiferencia en los asuntos políticos y su
volubilidad. A partir de estos elementos, el movimiento totalitario puede hundir a los hombres en su
más profunda soledad hasta volverlos superfluos y dejarlos sin sentido de la realidad, para luego
inyectarles un propósito altruista, su lucha. De esta manera, Arendt (1984) expone que lo que
prepara a los hombres para la dominación totalitaria en el mundo no totalitario es el hecho de que la
soledad se ha convertido en una experiencia cotidiana de crecientes masas de nuestro siglo.

Por su parte, Schmitt (1990) sostiene que la democracia de masas elimina lo heterogéneo y el
pluralismo en pos de establecer la igualdad, al igual que Arendt. De esta manera, el líder debe ser
quien tome las decisiones encarnando la voluntad del pueblo. Para el autor, la democracia es
compatible con la dictadura por sus rasgos autoritarios. En consonancia, el totalitarismo no acepta la
división de responsabilidades ni la deliberación. Así, hace referencia al Estado Total como aquel que
adquiere una identidad entre estado y sociedad en donde todos los asuntos hasta ahora sociales y
los grupos hasta ahora neutrales, se convierten en estatales. En sumatoria, sostiene a la guerra
(conflicto) como un presupuesto político y propone la lógica de amigo-enemigo en donde al Estado,
como unidad política organizada, le compete el just belli: determinar al enemigo y combatirlo. Sin
embargo, para que el Estado Total sea Totalitario, no sólo debe acabar con la esfera privada sino
también intervenir en la moralidad pública. Schmitt sostiene que el espíritu del tecnicismo ha llevado
a las masas a un activismo irreligioso ante el temor a la nada cultural y que la absolutización del
enemigo lleva a la absolutización del líder. Además, bajo la idea de comunidad y amistad, ir en contra
del líder supondría la ilegitimidad y enemistad. De esta manera, los medios de destrucción absolutos
son posibles porque existe un enemigo absoluto que fue estigmatizado a la parte adversaria como
criminal e inhumana, como monstruos, como un no-valor absoluto (Schmitt, 1994).

Por último, Lefort (1990) entiende al totalitarismo como un hecho capital del tiempo y, al igual que los
autores anteriores, sostiene que fue el principio de igualación de la democracia quien lo propició.
Para ello, retoma la revolución democrática durante la Edad Media que destruyó el cuerpo del rey,
figura que permitía la integración de las esferas política, social, del saber y del derecho. De esta
manera, tras la caída del mismo, se produce un vaciamiento del poder, una desimbricación de los
individuos y una desintegración de las esferas. En consecuencia, queda una sociedad infigurable, sin
centro ni contorno. Lefort explica que el hombre se encuentra disociado del hombre y separado de la
colectividad hasta un extremo no conocido en el pasado - sociedad por excelencia. En sintonía,
argumenta que la democracia moderna contiene el germen de la formación totalitaria, cuya virtud es
colocar a los hombres y sus instituciones ante la prueba de la indeterminación radical debido a la
disolución del poder simbólico. Por ende, resulta necesaria la unión a un cuerpo polìtico que borre la
división social y es allì cuando tiene lugar el fenómeno totalitario, que viene a fusionar el poder con la
sociedad y desterrar a las experiencias democráticas. En el totalitarismo, el pueblo es igual al partido
y el partido está organizado en torno a la figura de un egócrata, el cual logra la identificación del
pueblo otorgándoles identidad y condensando todas las fuerzas.

Para concluir, los tres autores desarrollados encuentran un vínculo entre el totalitarismo y la
democracia moderna de masas a partir de elementos no racionales de la masa, rasgos autoritarios
en la democracia y la necesidad de identificación de las masas con un líder, que les otorgue una
identidad y un objetivo que movilice sus realidades.

2) La primera aproximación de Schmitt (1990) hacia la relación entre democracia y liberalismo nos
lleva a un parlamentarismo que fue ganando terreno en relación a la democracia, aún sin distinguir ni
reconocer las diferencias entre ambos. Es por ello que resulta necesario remarcar estas
discrepancias entre las ideas liberales parlamentarias y las ideas de la democracia de masas.

El parlamentarismo para Schmitt, es una institución que puede servir a diferentes fines prácticos,
pero no de principios. La homogeneidad de principios lleva a la imposibilidad de formar una elite
gobernante en el sentido de “gobierno de los mejores” y tiende a ser un lugar para el desarrollo de
negocios de una despreciada clase. Esta clase puede ocupar estos lugares producto de una
confusión de los conceptos de discusión, que se reduce a una simple negociación y no al
convencimiento mediante argumentos racionales. Estas negociaciones no tienen como objetivo
encontrar lo racionalmente verdadero, sino el cálculo de intereses y posibilidades, acompañados por
discursos y discusiones en un incorrecto sentido. Estas discusiones, acompañadas por un aparato
propagandístico, terminan reducidas a lo simbólico para lograr la adhesión de las masas, mostrando
una formalidad vacía en la discusión pública. Producto de esto, los partidos no terminan
enfrentándose como opiniones en discusión sino pujando como poderosos grupos de poder social y
económico que basan su accionar calculando propios intereses y oportunidades de poder.

Schmitt concibe al parlamento como una enorme antesala frente a las oficinas o comisiones de los
invisibles poderosos avalados por una fe generalizada hacia el sistema. La fe en el parlamentarismo
es propia de las ideas del liberalismo, no de la democracia. Por esta razón considera necesario
separar estos términos para comprender la construcción de la moderna democracia de masas. Esta
se encuentra fundada en la unión de una concepción del mundo individualista-humanitaria y una
moral de igualdad de las personas como tales, que constituyen un tipo de liberalismo. A su vez, la
idea de voto universal es considerada dentro de liberalismo y no de democracia producto de la
imposibilidad de constituir una democracia en el mundo al encontrarse divididos por nacionalidad y
rangos ciudadanía, agregando que ante una posible igualdad de derechos políticos, también
quedarán subordinados a otras desigualdades, como las económicas.

El autor también separa los términos democracia y parlamentarismo al rechazar la idea de contrato
social como elemento de unidad por considerar que éste presupone diversidad y oposición. Para él la
idea de contrato libre de todos para con todos procede del mundo ideológico de intereses, diferencias
y egoísmos: el liberalismo. Estas diferencias se hacen aún más notorias en relación a las diversas
crisis de la democracia de masas y del parlamentarismo. Para Schmitt, dichas crisis se dan por no
poder solucionar la idea de igualdad sustancial y homogeneidad necesarias en una democracia. En
sumatoria, considera que si se pretende llevar la identidad democrática adelante, ninguna institución
puede oponerse y el parlamento lo hace constitucionalmente.

De esta manera, la crisis del parlamentarismo se basa en que democracia y liberalismo pueden ir
unidos, formando una unidad precaria que, al llegar al poder como liberal-democracia, debe decidirse
entre sus distintos elementos. En la democracia solo existe igualdad entre los iguales y la voluntad de
los que forman parte de los iguales. Todas las demás instituciones se convierten en recursos
incapaces de expresar la voluntad del pueblo. Ante la fuerza del sentimiento democrático, y una
democracia tanto técnica como directa, el parlamento generado por ideas liberales parece una
maquinaria artificial, donde incluso métodos dictatoriales pueden ser la expresión directa de la
sustancia y fuerza democrática hasta las dictaduras. Las dictaduras son antiliberales, pero no
necesariamente antidemocráticas. La contradicción entre conciencia liberal del individuo y
homogeneidad democrática en estos casos es insuperable.

3) Arendt desarrolla el concepto de hombres superfluos, a raíz de los regímenes totalitarios que
mediante la dominación total aspiran a organizar la infinita pluralidad y diferenciación de los seres
humanos como si la humanidad fuese un individuo. Para ello, la dominación totalitaria se impone a
través del terror en los campos de concentración. Estos son concebidos no sólo para exterminar
personas y degradar a los seres humanos, sino también para eliminar a la espontaneidad como
expresión del comportamiento humano y para transformar a la personalidad humana en una simple
cosa. Tales campos son la institución central del poder organizador totalitario, ellos están a cargo de
la Polícia Secreta. El terror se divide en dos fases, en una primera parte está dedicado a eliminar a
los adversarios y hacer imposible el desarrollo de la oposición, y en segundo lugar, aparece cuando
el régimen ya no tiene nada que temer a la oposición. El terror totalitario sucede cuando se
independiza de la oposición y domina de forma suprema. Su objetivo principal es hacer posible que la
fuerza de la Naturaleza y de la Historia corra libremente a través de la Humanidad sin tropezar con la
espontaneidad de los seres humanos.

La autora analiza los pasos decisivos en la preparación de los cadáveres vivos, que conducen al
hombre inanimado, al hombre que ya no puede ser comprendido psicológicamente y se encuentra
con un mundo plagado de complejidades y problemas. Las víctimas de los campos de concentración
se encuentran totalmente aisladas y olvidadas del mundo de los vivos. El horror se desata, en primer
lugar, a través de la destrucción de la persona jurídica. Ello se logra colocando a las personas fuera
de la protección de la ley y obligando al mundo, a través de la desnacionalización, al reconocimiento
de la ilegalidad. Esto es posible, situando al campo de concentración fuera del sistema penal y
seleccionando a sus internados fuera del procedimiento judicial normal en el que a determinado delito
le corresponde una pena. Las víctimas no poseen derechos. De esta manera, la dominación
totalitaria se asegura que las personas reunidas en el campo de concentración hayan perdido su
capacidad de actuar normalmente. En segundo lugar, para la construcción de hombres superfluos el
totalitarismo produce el asesinato de la persona moral, ello es producto de la descomposición de los
lazos humanos, las víctimas en los campos se encuentran totalmente aisladas y son olvidadas por
sus amigos y familia, ya que el dolor y el recuerdo están totalmente prohibidos. Los campos de
concentración tornando anónima la muerte de los prisioneros, privaron a la muerte misma de
significado, le arrebataron al individuo su propia muerte. En tercer lugar, una vez que se produce la
muerte de la persona moral, lo único que le permite a los hombres seguir viviendo es su identidad.
Esta le brinda al hombre conciencia sobre ellos mismos, es su parte más humana porque depende
de la Naturaleza y de las fuerzas que no pueden ser controladas por la voluntad, por ello es la más
difícil de destruir, y cuando se deshace es la más difícil de reparar. El propósito de todos estos
métodos o pasos es la destrucción del ser humano en todas sus formas, de tal manera que resulten
hombres superfluos, desposeídos de toda naturaleza humana.

Todo ello se realiza mediante el terror total que tiene como punto principal la destrucción de las
libertades humanas, la posibilidad de movimiento, la pluralidad, el conflicto, la política y sustrae la
esfera privada. El mismo "reemplaza las fronteras y los canales de comunicación entre individuos con
un anillo de hierro que los mantiene tan estrechamente unidos como si su pluralidad se hubiese
fundido en un Hombre de dimensiones gigantescas" (Arendt, 1984).

La autora, establece dos conceptos distintos como homo faber y animal laborans para comprender la
actividad productiva como elemental en la vida del hombre. Este último, en cuanto homo faber tiende
a abandonar el terreno de la política ya que realiza la acción en aislamiento, lejos de las
preocupaciones comunes. Y el hombre reconocido como animal laborans, es aquel que se reproduce
en aislamiento e interactúa en su esfera privada, trabaja para mantenerse vivo, ya que, ha perdido su
relación con el mundo como artificio humano. Esto es lo que sucede en los campos de exterminio.

En síntesis, el totalitarismo, como movimiento guiado por las leyes naturales, a partir del terror y de
un anillo de hierro que no deja espacio para la vida privada, la experiencia, el pensamiento y la
acción, va a hundir a los hombres - homo faber- en su más profunda soledad, transformándolos en
superfluos a raíz del exterminio de su persona jurídica, su persona moral y su humanidad, de modo
que algunos se olvidan de sus nombres y ni su propia muerte les pertenece.

Bibliografía:

- Arendt, Hannah (1984): Los orígenes del totalitarismo, Ed. Tecnos, Madrid.Caps. 11, 12 y 13.
- Schmitt, Carl (1984): El concepto de lo político, Ed. Folios, Bs. As.págs. 15 a 66.
(1990): Sobre el Parlamentarismo, Ed. Tecnos, Madrid.págs. 4 a 22.
- Lefort, Claude (1990): “La imagen del cuerpo y el totalitarismo”, en La invención democrática,
Ed. Nueva Visón, Argentina.

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