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19/2/2020 GCS L3 Degradación físico química.

Gestión y conservación del suelo.

Lección 3. Degradación del suelo. Degradación físico química.

La degradación físico química del suelo afecta principalmente al complejo de cambio y al pH, dos
características que están muy ligadas entre sí.

La capacidad de intercambio catiónico esta regida principalmente por los desequilibrios de carga
que se producen en las capas de la arcilla, provocadas por el reemplazamiento de silicio por
aluminio en las capas tetraédricas o de aluminio por magnesio en las octaédricas. No obstante,
también existen cargas en los bordes de rotura de los minerales arcillosos, porque su neutralidad
eléctrica está basada en considerarlas indefinidas pero, realmente, son finitas.

Al romperse la capa tetraédrica, por una


parte queda un Si cargado
positivamente y de la otra un oxígeno
cargado negativamente. Como en la
solución del suelo existen moléculas de
agua disociadas, esas cargas se
satisfacen con un oxhidrilo y un
hidrogenión, respectivamente.

La rotura de la capa octaédrica deja


libres, de un lado un oxígeno con media
carga negativa y un grupo OH con otra
media; por la otra parte queda el Al que
deja dos medias cargas positivas sin
satisfacer. La orientación de las cargas
hace que las primeras puedan
compensarse con un solo ion mientras
que las segundas necesitan el concurso
de dos iones; una primera molécula de
agua aporta un hidrogenión, que
compensa las primeras dos cargas
negativas, y un hidroxilo que compensa
una de las dos medias cargas positivas,
si bien él queda con otra media carga
negativa sin satisfacer; una segunda
molécula de agua, aporta su hidroxilo
para la compensación de la media carga positiva restante, quedando con media carga negativa sin
satisfacer, y el hidrogenión satisface las dos medias cargas negativas creadas, cuya orientación
las hace confluir en un punto.

Estos iones situados en los extremos de la red presentan una gran susceptibilidad a ser
intercambiados por los existentes en la solución. Así, cuando el pH es ácido, los hidroxilos
tienden a ser sustituidos por los aniones de la solución que son más abundantes, provocandose
una capacidad de intercambio aniónico preferentemente; por el contrario, cuando los medios son
básicos, la tendencia es a la sustitución de los hidrogeniones por los más abundantes cationes
presentes, en este caso se provoca un incremento en la capacidad de intercambio catiónico.

Estas cargas de borde se conocen como "cargas variables" dado que cambian de positivas a
negativas según el pH de la solución, como contrapunto a las cargas fijas que aparecen como
producto de las sustituciones antes apuntadas. Ahora bien, la acidez o alcalinidad de la solución
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viene decidida por el punto isoeléctrico del coloide arcilloso que decide su floculación y la
neutralización de dichas cargas. El punto isoeléctrico promedio de las arcillas se sitúa alrededor
de 5.5 a 6, por lo que valores más bajos se consideran ácidos mientras que valores mayores son
básicos, aunque este concepto no coincida con el de referencia del agua.

Algo semejante ocurre con los grupos OH de la materia orgánica, que al ser mas abundantes por
no estar limitados a los bordes, presenta un gran número de cargas variables.

Como vemos existe una íntima relación entre el pH y la capacidad de intercambio iónico, los
cambios de pH del suelo inducidos por el uso son muy frecuentes y ellos son los que afectan de
manera indirecta a la capcidad de cambio del suelo.

Esta relación se hace más intensa en lo


que se refiere al grado de saturación del
suelo, como es conocido, pero también
el pH influye en la naturaleza de los
iones presentes en al complejo de
cambio.

Para valores muy bajos de pH, cercanos


a 3, la capacidad de intercambio
catiónico decrece sensiblemente y las
cargas variables se hacen positivas por
lo que al exterior quedan los
hidrogeniones y aluminios del borde de
las capas con una fuerte tendencia a la
fijación de aniones, lo cual es
especialmente importante en lo referente al fósforo, que en su mayor parte queda atrapado e
inmovilizado; la pequeña capacidad de intercambio catiónico está saturada con aluminio e
hidrógeno y solo una pequeñísima parte lo hace con bases. Esta situación se mantiene hasta
valores de pH cercanos a 4.5.

A partir de estos valores se produce una rápida disminución de la capacidad de fijación aniónica a
la par que el aluminio va siendo sustituido por formas hidratadas de menor solubilidad y toxicidad
que la forma anhidra; el hidrogeno permanece constante hasta valores cercanos a 6 en los que
comienza un descenso notable del mismo; todo ello va acompañado de un incremento paulatino
de las bases que toman el protagonismo a valores cercanos a 6 y se incrementan rapidamente
hasta constituir la totalidad del complejo de cambio cuando se supera el valor de 7.5 a 8.

De este modo vemos como las variaciones del pH inducen modificaciones en todas las
propiedades físico químicas del suelo, sin olvidar el efecto que tienen sobre el comportamiento
oxidante o reductor para valores idénticos de Eh, en los que el medio resulta más oxidante a
valores de pH alcalinos y más reductor a valores ácidos.

Llegados a este punto, destaquemos algunas circunstancias en las que el pH del suelo se ve
afectado, de forma natural o inducida.

Existen unos modificadores naturales que afectan tanto a la génesis del suelo como a su
comportamiento, como son la absorción de nutrientes por las plantas y el lavado que se produce
en los climas húmedos, que eliminan gran parte de las bases y provocan una acidificación; o la
alteración mineral en la que se liberan bases y genera una alcalinización. Estos efectos están
compensados en los medios naturales y solo provocan oscilaciones estacionales debidas a la
diferente intensidad de los procesos citados a lo largo del año.

Entre los modificadores inducidos por la acción humana cabe distinguir varios grupos, los más
importantes son los relativos al cultivo, al manejo del suelo y a la contaminación.

El factor más importante en el cultivo es la exportación de bases por las cosechas, con un efecto
similar al indicado para el crecimiento vegetal pero con una intensidad mayor. Además, en los
suelos virgenes la vegetación está adaptada a las condiciones del suelo y la exportación de
nutrientes está relacionada con la producción de los mismos en el suelo; en los suelos cultivados,
las especies presentes no presentan esa adpatación y además del efecto emprobrecedor general,
ocasionan desequilibrios del complejo de cambio.
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En cuanto al manejo hay una operación cuya finalidad es precisamente la modificación del pH
para permitir la introducción de especies inadaptadas, como es el encalado. Esta práctica, si se
realiza de una forma suave puede beneficiar a la evolución del suelo. Solo cuando se realiza de
una manera brusca puede afectar a la microflora y provocar graves perturbaciones en el proceso
de humificación.

Muy activa también es la utilización del estercolado o cualquier adición de productos orgáncos al
suelo que siempre llevan aparejada una disminución del pH en la primera etapa de su
transformación, si bien esto puede corregirse mediante un encalado conveniente. En general los
efectos de la adición de enmiendas orgánicas son beneficiosos para el suelo a no ser que se
efectuen rematadamente mal.

Muchos abonos minerales tienen un efecto modificador del pH sobre todo los que llevan
nitrógeno en forma amoniacal, que son acidificantes independientemente de la naturaleza de la
sal utilizada. El amonio, antes de ser absorbido, debe sufrir un proceso de nitrificación microbiana
que le convierte en nitrato; se cambia una base como el amonio por un ácido. Otros, por el
contrario, presentan un caracter básico como la mayoría de los fosfatos en los que la parte activa
es el anión que se absorbe y deja las bases libres.

Un efecto semejante es el de las lluvias ácidas que aportan importantes cantidades de ácidos
sulfúrico y nítrico al suelo. Estos son el fruto de la oxidación de diversos óxidos de nitrógeno
expelidos a la atmosfera procedentes de la utilización de combustibles fósiles. Al ser arrastrados
por el agua junto con el trióxido de azufre originado por la oxidación del dióxido expelido, generan
los ácidos correspondientes. En pequeñas cantidades, son beneficiosos por el aporte de
nitrógeno que suponen, lo que ocurre en el proceso normal de arrastre de los compuestos de este
tipo formados en las capas altas de la atmósfera y favorecidos por las descargas eléctricas de las
tormentas; éstos fenómenos constituyen un importante abonado nitrogenado natural que
compensa las perdidas por desnitrificación que se producen en ambientes reductores.

La utilización masiva de derivados del petróleo junto con las emanaciones industriales de diversa
naturaleza, provocan una contaminación de la atmósfera que en gran parte se deposita sobre el
suelo en forma de polvo o de aerosol, sin necesidad de lluvia. En estos casos las
transformaciones son mínimas y los efectos varían con la naturaleza del producto depositado.

Contra estas agresiones al pH del suelo, éste se defiende mediante su capacidad tampón y solo
cuando es superada aparecen efectos apreciables. El suelo dispone de una serie de sistemas
tampón que actúan a diferentes valores de pH.

Cuando el pH es excesivamente bajo, comprendido entre 2 y 4, la solución y oxidación de sulfuros


metálicos, como la pirita, provoca aumentos o disminuciones de pH según sea el desequilibrio
creado. Cuando la perturbación es provocada por un incremento de la acidez, se produce la
disolución de los sulfuros y el anión genera sulfuro de hidrógeno que escapa a la atmosfera y
elimina el exceso de protones. Por el contrario cuando la agresión es alcalina, la elevación del pH
hace que el medio se comporte como oxidante y parte de los sulfuros se oxidan a sulfatos que
generan un ácido más fuerte y capaz de neutralizar la alcalinidad creada.

Capacidad tampón

Solución y oxidación de pirita y otros sulfuros pH 2-4


Compuestos alumínicos pH 4-5.5
Complejo de cambio pH 5.5-6.8
Materia orgánica y minerales pH 6.8-7.2
Carbonatos de Ca y Mg pH 7.2-8.5
Sodio de cambio y carbonato sódico sólido pH 8.5-10.5

Si el pH del suelo se sitúa entre 4.5 y 5, son los compuestos alumínicos los responsables del
mantenimiento de su valor. El ion aluminio trivalente, a medida que incrementa la concentración
de hidroxiliones, va generando iones con diferentes estados de hidratación y carga, hasta formar

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el hidróxido alumínico muy poco soluble, que en su forma cristalina es la gibsita. Así cuando
existe un aporte externo de hidrogeniones o de hidroxiliones, el ion existente en ese momento,
cede o capta hidroxilos para pasar a una forma más anhidra o más hidratada con mayor o menor
carga positiva. De modo que el suelo puede amortiguar ese exceso de acidez o basicidad mientras
exista gibsita o ion aluminio trivalente, respectivamente.

Para valores de pH comprendidos entre 5.5 y 6.8, el complejo de cambio presenta un grado de
saturación muy variable y es la zona en la que la correlación entre ambos valores es mínima. De
este modo las agresiones básicas o ácidas se corrigen mediante el paso de bases del complejo a
la solución o viceversa. En esta zona, la capacidad tampón del suelo depende fuertemente de la
capacidad de intercambio catiónico. También resulta decisiva la intervención de las cargas
variables, sobre todo en los margenes ácidos, porque cuando el pH tiende a bajar en exceso,
parte de las cargas variables negativas se van haciendo positivas, lo que favorece la liberación de
bases y la captación de aniones con liberación de hidroxilos, que consiguen restablecer el
equilibrio.

En los medios muy cercanos a la neutralidad, intervienen los procesos de transformación de la


materia orgánica, que generan acidez o la atenúan cuando se produce su polimerización, junto a
la alteración mineral, que libera bases.

En la zona básica, la capacidad tampon es ejercida por los carbonatos, cálcico y magnésico o
sódico según el margen de pH, los primeros actúan en valores comprendidos entre 7.2 y 8.5, y el
segundo lo hace cuando se supera el último valor. En todos los casos la actuación es semejante,
cuando existe una agresión ácida los carbonatos se descomponen y liberan ácido carbónico
inestable que desprende su dióxido de carbono a la atmósfera. En el caso de una agresión
alcalina es el dióxido de carbono existente en la solución del suelo o en la atmósfera edáfica, el
que se transforma en el carbonato correspondiente, neutralizando la alcalinidad añadida.

La degradación físico-química del suelo es difícil de evaluar, pues al ser diversos los parámetros
que pueden definirla sería necesaria la utilización de varios de ellos y eso hace muy complicado el
establecimiento de una escala.

No obstante, existe un parámetro que permite relacionar el estado del complejo de cambio con el
valor del pH del suelo, como sucede con el grado de saturación. Por ello es este parámetro el que
se elige en la evaluación del nivel de degradación del suelo.

Clase Disminución V %/año


V < 50 % V > 50 %
Nula o ligera < 1.25 < 2.5
Moderada 1.25 – 2.5 2.5 - 5
Alta 2.5 - 5 5 – 10
Muy alta >5 > 10

La disminución del grado de saturación del suelo siempre se produce por una pérdida de bases
en el mismo, lo que lleva aparejada una disminución del pH, si bien ésta no es proporcional a la
variación del primer parámetro. La pérdida de bases puede producirse por varias circunstancias,
unas naturales y otras inducidas por la mala utilización del suelo.

El equilibrio básico del suelo se funda en cuatro pilares, las ganancias proceden de la alteración
mineral fundamentalmente, ayudada por la mineralización de la materia orgánica. Las pérdidas se
producen por lavado y por absorción catiónica de las plantas.

En un suelo maduro, existe un equilibrio entre los cuatro factores citados si bien existen
modificaciones a lo largo del año, debidas a la discordancia temporal entre los procesos de
ganancia y los de pérdida. Por ello las comparaciones, entre los valores utilizados para la

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evaluación, deben realizarse en determinaciones realizadas en la misma época y preferentemente


realizando varias determinaciones a lo largo del año.

La principal forma de actuación sobre estos parámetros es la extracción excesiva de bases por el
incremento en la producción de material vegetal que se induce con el cultivo. Simultáneamente se
produce un incremento en las ganancias por el abonado del suelo, pero la aplicación de
sustancias solubles dificulta la adsorción por parte del suelo. Otro efecto negativo es la aplicación
de abonos acidificantes que elevan la concentrción de hidrogeniones en la solución y favorecen la
liberación de bases por parte del complejo de cambio.

Este sistema presenta numerosos defectos, el principal de ellos es la variación de la capacidad de


intercambio catiónico que se produce por la pérdida de materia orgánica y de arcilla, por erosión
laminar. Una bajada de la CIC lleva consigo un incremento del grado de saturación, lo cual
modifica los valores utilizados en la evaluación. De este modo la degradación física y química
actúan infravalorando el deterioro físico-químico. Esto nos lleva a abundar, una vez más, que los
fenómenos naturales nos son susceptibles de analizarse por partes sino como un todo, aunque
sea necesario dividir la actuaciones en aras de efectuar los análisis pertinentes. Hemos de volver
a insistir en la necesidad de observar con detalle y valorar los datos analíticos en su justa medida.

Actualizada 7/11/04

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