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Los restos que quedaron en los vasos.

El olor del baño me parecía cotidiano, ese olor a humedad mezclada con limpia pisos y cloro en
formato gel. Me acerqué a la ducha para abrir la ventana e instalarme en esa separación extraña
entre la ducha y el resto del baño, justo donde van las cortinas. Siempre había encontrado
pequeño ese baño y me había detenido a analizar las formas arquitectónicas de ampliarlo hacia
algún lado e imponer a mis papás poner una tina, pero eso siempre quedaba en mi cabeza y me
rendía al respecto después de lavarme las manos. La ducha funcionaba horrible: el agua jamás
salía a la temperatura ideal por mas de 3 segundos; habían agujeros en muchas partes del piso y
las paredes que dejaban mostrar nidos de chanchitos de tierra con aspecto húmedo; el techo tenía
en las esquinas telarañas con moscas atrapadas; el espejo siempre estaba sucio salpicado de
gotas. A pesar de todo eso era el lugar donde podía pegarme un par de piteadas de tabaco y un
par de pipazos dentro de la casa en las noches. Me quedaba un resto de tabaco y

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