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FAUVISMO:

Del Salón de Otoño de 1905 en París, el crítico Louis Vauxcelles escribe un artículo en
el periódico que titula “Donatello entre las fieras”. Hacía alusión a una sala en la que estaban
expuestas algunas esculturas de estilo clásico rodeadas de una colección de cuadros de colores
estridentes. Los autores de esos cuadros eran “las fieras”, los fauves en francés. Unos años
antes, en 1889, el pintor postimpresionista Paul Gauguin pintó su “Cristo Amarillo” en el que
los colores son, por primera vez, libres, sin intención de reproducir los de la realidad. Esta
pintura influirá posteriormente en los fauvistas.

París, en aquella época, era una ciudad en ebullición. El afán de novedades lo llenaba
todo; un nuevo urbanismo, nuevos materiales de construcción, el metro, las exposiciones
universales, el cine… Un ambiente tan predispuesto facilitó la aparición de artistas con
planteamientos estéticos absolutamente novedosos. Es el caso de pintores como Henry
Matisse, Derain, Marquet, Vlamink y Manguin; el grupo fauvista.

Henry Matisse es el considerado padre del Fauvismo y el único del grupo que se
mantuvo fiel al estilo toda su vida. La principal novedad de su enfoque de la pintura estaba en
que para él, la expresividad del cuadro no estaba en la acción de los personajes sino en el
propio lenguaje plástico: la composición, las proporciones y sobre todo el color. Las relaciones
cromáticas no tendrán para él una razón científica sino que preferirá guiarse por sus
sensaciones. Si algo le provoca la sensación de un azul concreto, por ejemplo, procurará
armonizar el resto de los tonos y las formas para conseguir esa sensación. Al convertirse el
cuadro en un mensaje tan subjetivo (expresividad, sensaciones, lenguaje plástico) se hace de
más difícil comprensión para el público. En este momento entra en juego el marchante de arte,
el galerista, el crítico. Ambroise Vollard organizó exposiciones fauvistas en su galería, escribió
textos en sus catálogos e incluso becó a alguno del grupo para que viajara por Europa. Sus
gestiones legitimaron el nuevo estilo y guiaron al público.

Matisse no es un pintor impulsivo ni se deja llevar por los primeros resultados de una
mancha. Prefiere volver una y otra vez al cuadro hasta encontrar algo “duradero”. Se
identificaba más con Cézanne que con los impresionistas. Decía que un cézanne es un
momento del artista mientras que un sisley es un momento de la naturaleza.

Los últimos años de su vida se vio limitado por una enfermedad que lo mantenía
sentado en una silla de ruedas. Sin embargo no renunció a la pintura. Comenzó a trabajar
entonces con papeles teñidos que cortaba con una tijera y hacía que una ayudante colocara
sobre el soporte según sus indicaciones. Es la serie llamada Jazz.

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