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El Acuerdo de San Nicolás y la secesión porteña

Al día siguiente a la victoria en Caseros, nadie podía disputar al general Justo José de
Urquiza el protagonismo del nuevo país. El histórico Vicente López y Planes se había
hecho cargo de la provincia de Buenos Aires en la transición y, ante el regreso de las
familias exiliadas durante el rosismo, el panorama no era sencillo de compaginar. Se
suponía que, después de todo, con la caída de Rosas a manos de Urquiza, las
provincias no habrían de perder, pero Buenos Aires concentraba la principal fuente de
recursos: el puerto y aduana. Ante esta circunstancia y con personalidades
consolidadas, ¿qué tipo de reorganización nacional podía darse? ¿Con qué
instituciones se lograría?
Urquiza se propuso inmediatamente reconciliar intereses y como primer intento de
reorganización, propuso reeditar el pacto federal de enero de 1831. Ello debía
completarse con el llamado a un congreso federativo que le diera forma. Sobre estas
premisas, lo primero que logró Urquiza fue hacerse cargo de las relaciones exteriores.
Pero la discrepancia en torno a cuál herramienta serviría para lograr un acercamiento
nacional llevaron a Urquiza a convocar de inmediato a los gobernadores: la cita se
concretaría en la ciudad de San Nicolás, el 20 de mayo de 1852. Uno de los temas que
más controversias generaba era el pedido de capitalización de Buenos Aires.

Finalmente, la primera sesión del encuentro se realizó entre el 26 y 28 de mayo y,


oficialmente, la inauguración tuvo lugar el 29. Estuvieron representadas 11 provincias:
Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes, San Luis, Mendoza, San Juan,
Catamarca, La Rioja, Tucumán, Santiago del Estero. En tanto, los gobernadores de
Córdoba, Salta y Jujuy, llegaron con retraso. Muchos de ellos eran antiguos rosistas. El
día 31, los debates se terminaron y los gobernadores firmaron lo que se conoció como
el Acuerdo de San Nicolás. Declaraban ley fundamental el Pacto Federal de 1831, se
convocaba a un Congreso Constituyente, y se nombraba a Urquiza director provisorio
de la Confederación Argentina, con manejo de las relaciones exteriores y ejército, de la
paz en las fronteras y reglamentación de navegación en ríos. Este fue el inicio de otra
confrontación entre federales y porteños: Adolfo Alsina, Bartolomé Mitre y Dalmacio
Vélez Sarsfield rechazaron el acuerdo. Pocos días después, las provincias se
reorganizarían sin Buenos Aires, y tendrían que transcurrir diez años más para que la
nación comenzara su organización definitiva.

En ocasión de la firma del acuerdo, recordamos un fragmento del mismo, donde se


hacía alusión a la necesidad de convocar al congreso federativo, en defensa de la
soberanía, libertad e independencia de las provincias.
Fuente: Asambleas Constituyentes Argentinas, Tomo IV, pág. 308.

«Estando, en la actualidad, todas las provincias de la República en plena libertad y


tranquilidad, ha llegado el caso previsto en el artículo 16 del precitado tratado, de
arreglar por medio de un Congreso General Federativo la Administración General del
país bajo el sistema federal, su comercio interior y exterior, su navegación, el cobro y
distribución de las rentas generales, el pago de la deuda de la República,
consultando del mejor modo posible la seguridad y engrandecimiento de la
República, su crédito interior y exterior y la soberanía, libertad e independencia de cada
una de las provincias.»

La sanción de la constitución nacional


El primero de mayo de 1853, sin la participación de Buenos Aires, los representantes
de las provincias sancionaron la Constitución Nacional y designaron a Urquiza como
presidente de la Confederación Argentina. La Constitución establecía la forma
representativa, republicana y federal de gobierno y la división de poderes ejecutivo,
legislativo y judicial. También decretaba la federalización de la Ciudad de Buenos Aires
(dependía de las autoridades nacionales, separándose del resto de la provincia de
Buenos Aires) y la nacionalización de los ingresos de Aduana porteña (los recursos
provenientes de ella se repartían entre todas las provincias). Buenos Aires no estuvo
de acuerdo con estas medidas y el país se dividió, la Confederación, que estableció su
capital en Paraná, en la provincia de entre ríos, y la provincia de Buenos Aires que
retenía su ciudad y su puerto.
En 1854 Buenos Aires sanciono su propia constitución, donde se proclamaba como
Estado con libre ejercicio de su soberanía. Buenos aires era un estado rico, dado que
controlaba el puerto y la aduana más importante del país.

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