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Capítulo 1 Miradas de la Noche

Tendría que esperar todo un día completo para ver


a esos tres idiotas de mis mejores amigos.
Quedando a vernos en el parque donde recorrimos
miles de sonrisa en nuestra juventud, donde fue la
primera vez que conocimos a una chica especial
para cada uno que al final de una temporada les
hubiera roto el corazón, un amor persistía para
cada uno, menos en mí.
Esa noche donde volví a quedar con mis amigos
después de tanto tiempo, en mi cumpleaños
numero 25. Tomando por sorpresa la noche ya
asechaba en cada rincón del parque, en cada luz
que se encendía al proclamar, en cada lugar donde
el ruido abundante ya no habitaba, decidimos ir a
una calle después del parque a una cafetería que su
apertura había sido el día de ayer, por fin la
conocería después de tanto tiempo de
construcción.
Viviendo de las risas y de todas aquellas bromas
entre nosotros, de ese brillo en nuestro ser por
volver a vivir experiencias de varios ayeres, nos
apoderábamos mas de la noche; hasta que se
escucho el abrir de la puerta de la cafetería y se
sentía la presencia de ser inigualable que convertía
a todas nuestras miradas en espectadores de
alguien más.
Una joven bellísima entraba a tomar lugar en la
esquina del establecimiento donde una lampara
daba la mejor luz a su rostro y el aire que tocaba
aquel cabello de color café. Inmediatamente desde
que había entrado aquella chica nadie había
comentado nada entre si, todos callaban. Hasta que
en la cabeza de uno de mis amigas surgía la
estúpida idea de que alguien de nosotros fuera
hablar.
Fui yo el que se levanto de la mesa con un nudo
que envolvía a mi garganta, con la sangre que
agitaba todo mi cuerpo hasta la punta de mis
dedos, me acerque mas a su mesa, tome la silla y
me senté con la mirada hacia abajo, apreté
fuertemente el puño de mi mano derecha, trague
una saliva espesa, tome valor para levantar mi
mirada y ver esos hermosos ojos color café que
hacían espinar con gracia al mi ser.
-hola---le dije con una voz partida de nervios.
--hola ¿Cómo te llamas? ---ella contesto con una
sonrisa en su rostro como si me conociera de toda
una vida, que me hacia comentarme a mí mismo
un amor.
--me llamo Anderson ¿y tú? ---le estire mi mano
como un saludo formal que quería aprovechar en
ese momento, ella tomo mi mano y me saludo
respondiendo ----me llamo Susan, todo un gusto
Anderson.
Tranquilamente sin pensar en como giraban las
manecillas del reloj que mostraban ala noche
terminar, nuestra conversación envuelta en café, la
noción enloquecía.
¿vienes habitualmente a este café? ---Susan
preguntaba
--no, es que hoy es mi cumpleaños número 25 y
hemos venidos qui a festejarlo. Pero a uno de mis
amigos le surgió la idea de que viniera a charla
contigo ---suspire soltando una sonrisa
Espera, ¿Qué dijiste, es tu cumpleaños? –Susan
exclamaba con la emoción de una niña de cinco
años.
--si, hoy es mi cumpleaños
--¡Esto no se puede quedar así, te daré un regalo!
¡Aquí en mi bolso tengo algo! –ella movía y movía
cosas dentro de su bolso hasta que saco algo—
¡Acá esta! Lo he encontrado, ten este es mi regalo
para ti—
Teniendo en mis manos una figura de un pincel,
moldeada de porcelana capaz de hacerme recordar
a Susan cada día.
--¡muchas gracias, Susan! --- respondí
levantándome de mi asiento, dando tres pasos
hacia ella dándole un abrazo que nos contemplaría
a los dos.

Capítulo 2 Cuando late el corazón


Mientras disfrutaba de eso abrazo,
Mi hombro izquierdo sintió el caer de una mano
extendida, alzándola y volviéndola a dejar caer por
dos veces más, voltee mi rostro para ver quien era
aquel que vivía de la prisa por insistir, no era nadie
mas que uno de mis mejores amigos que replico
¿ya has terminado? Hay que irnos, mira qué hora
es Anderson---
Al gozar todo ese rato con Susan el tiempo paso
tan rápido como una estrella fugaz que marcaba las
22 horas en el reloj de aquella cafetería.
Los dos reaccionamos al tiempo, esto provoco que
Susan tomara su bolso color rojo, que echara su
silla hacia atrás haciendo que raspara con el piso
provoco así un sonido, se levanto y me vio a los
ojos, esos grandes ojos se impregnaban en mi
mirada, ella podría lograr que me pusiera lo mas
rojo que mi tono de piel morena clara alcanzara.
No temía a nada en ese momento, dio un paso para
estar mas cerca de mi y coloco su mano derecha en
mi mejilla izquierdas. Colocando sus pies en
puntas para así conseguir alcanzarme dejo un beso
sumergido mi mejilla derecha.
-Nos vemos luego, Anderson --Lo menciono
con la misma sonrisa de alegría que me había
causado conocerla.
Paso caminando alado de mí, dejando esa esencia
que lograba atrapar a todos, con ese perfume;
continúo caminando hacia aquella puerta y salió
hacia la noche oscura de perdiciones. Regrese ala
mesa con mis amigos, pagamos la cuenta y
salimos diez minutos departamento al que me
había mudado tres meses ante de mi cumpleaños
en febrero.
Al llegar al departamento tomando lugar en el
balcón, apreciando la belleza de 20 pisos de altura,
fui ala pequeña repisa que tenia y tome la botella
de vino mas casual, tome 4 copas de cristal y me
dirigí nuevamente al balcón donde ya estaban mis
tres amigos de la vida, me senté en una de las
sillas, coloque las copas en la mesa de madera
oscura.
Al terminar de abrir la botella se escucharon tres
golpes en la puerta, extrañado deje la botella de
nuevo, avance hacia la puerta, gire la manilla; la
puerta me dio un golpe en la corre porque alguien
quería entrar con una voz que exclamo --¿dónde
has estado todo el día? ¡te he estado buscando!
¡feliz cumpleaños Anderson! ---
Soltándome un fuerte abrazo e intentando
cargarme con sus brazas, me di cuenta de que se
trataba de Angela; la conocí desde el primer día
que llegue a este edificio, porque se ofreció
ayudarme a subir cajas cuando me mude. Ese
mismo día que me mude, en la noche le invite a
salir a comer por la ayuda que había brindado en la
mañana, Angela consintió la invitación, así que sin
dudar pasaría por ella al anochecer.

Capítulo 3 La puerta abierta


¡joder! Que se me ha hecho tarde, ya es la hora en
que la habíamos acordado, pero Anderson aun no
viene, ¿será que estará esperando a que vaya por el
o mejor lo espero? ¿me cambio? ¿me voy así con
el vestido amarillo o me pongo el otro? ¡venga!
Que me he arreglado y me iré con el vestido
amarillo, sin esperar mas.
Pero me pregunto --¿Qué pasa con Anderson? ¿por
qué no vendrá? --- me cuestionaba demasiado que
me quede sentada en el sofá, con mi dedo pulgar
en la boca mordiendo mi pequeña uña.
- ¡paz! --- ¿Qué? ¿Qué ha sido eso? Proviene del
departamento del frente, pero si el único
departamento de frente es … ¡Anderson! ¿le habrá
pasado algo?
Camine hacia la puerta de mi departamento y Sali
sigilosamente, yendo de punta en punta de mis
pies, iba con tranquilidad, pero con la integra.
Me percate que la puerta del departamento de
Anderson estaba entrecerrada. No es que la
curiosidad me haya ganada, abrí un poco mas la
puerta, acercando mi ojo. Maldita soy si me llega a
describir que lo estoy espiando; me seguí
inclinando mas para tener un mayor campo de
visión sobre lo que escondía o lo que había pasado
dentro de su departamento. No veía nada a simple
vista, tan intrigada estaba que paso el pensamiento
por mi cabeza de entrar por completo, lo dude, lo
analice, lo respire y apreté el puño.
Fui abriendo mas la puerta hasta el punto donde ya
pudiera entrar, una vez dentro di vuelta y coloque
la posición en la que se encontraba la ´puerta,
continúe dando pasos sigilosos, recorrí cada
habitación del departamento con la saliva atorada
en la garganta, con el medio que paralizaba a mis
piernas, el recorrer todas esas habitaciones no
sirvió de nada --¡Diablos! ¿Dónde estará metido?
¿si no está aquí donde estará? –exclame aun
mordiendo mi uña del purgar.
-¡¿Angela?! ¿te encuentras ahí? – se escucho la
voz de Anderson en el pasillo.
- ¿Qué hago ahora? Estaré toda apenada que
Anderson me vea salir de su departamento –
vamos Angela, se te tiene que ocurrir algo, no
tengo mucho tiempo—era lo único que podía
pensar, al paso de este miedo y estas piernas
temblorosa estaré más que muerta.
Sali lo más rápido posible del departamento de
Anderson, pase los dos metros del pasillo, voltee
rápido ala derecha y vi ha Anderson con una cara
de felicidad que soltó la carcajada nada mas que
verme, entre a mi departamento cerrando la puerta
y con la pequeña curva de mi boca que aguantaba
toda una carcajada, era imposible no soltarla.
Tanto la risa de Anderson y la mía estallaron casi
al mismo par que entonamos una sola, proclama
mando en nuestros seres que desde ese momento
nos llevaríamos de lo mejor, la felicidad y la
comodidad estaba presente.

Capítulo 4 Venas que profanan


Toca la puerta Anderson ¿Que no piensas abrir?
¡Vamos Angela!, que una cena nos espera esta
noche —Anderson con una voz de alegría,
exclamó- ¿Qué? ¿no estás enojado conmigo? —Lo
dije con la voz más apenada pero llena por
completo de alegría.
Tomé ese mismo valor que tuve para entrar a su
departamento y salí. Lo vi con la mirada más
apenada del mundo que mi corazón recibía una
pequeña gota que me congelaba, sus ojos se
penetraban en mi, la mirada más hermosa que
podía existir en el mundo me hacía sentir
paralizada a cada centímetro de mi cuerpo, ¿qué es
esto que siento? ¿por qué lo siento por él? Mis
manos presionaban la pared sin piedad alguna, me
siento sujetada fuertemente hacia él que no quiero,
me niego a creerlo.
-claro que lo estoy, solo estoy… apenada —
conteste tartamudeando 

–¿Por qué entraste a mi departamento, ¿eh?


Bueno, luego quiero que me des una explicación
de eso, le pregunté al gerente de aquí si conocía un
lugar bueno a donde ir a comer y me recomendó el
"centro de los mil caminos" ¿lo conoces?
–¡Claro que lo conozco! Siempre he querido ir,
pero el único problema que existe es que ese
restaurante solo es para los enamorados —la voz
triste y la mirada hacia abajo se envolvieron en mi
respuesta.
–Que no te pongas así Cristina, vamos ahí a cenar,
disfracémonos de pareja esta noche ¿te parece? —
Estire mi mano, aunque sabía que nunca iba a
tener algo con Angela, me parecía bien ser la
mejor persona con la que ella pudiera contar,
apenas la conoceré del todo, pero me hace sentir
bien, logra que cada pedazo mío que me conforma
nadé en un lago de felicidad.
–¡Cristina! vayamos de una vez, pero antes
necesitas quitarte esas gafas y esa camisa—
Carcajadas comenzamos a tener.
–¡Cierto! ¡Perdón, que vergüenza!
Nuestro trote ya daba inicio entre los pasillos del
hotel, sonrisas inundadas comenzaban a
proclamarse campeonas de una grata noche.
Salimos del hotel, ocurría algo que era difícil de
explicar en ese momento; vivíamos la noche más
hermosa que una cuidad podría brindar.
–Toma mi mano querida, que cuando lleguemos al
restaurante debemos ser la mejor pareja de ahí. —
Intente decirlo con la voz más sensual y arrogante
posible, mientras guiñaba el ojo para seducirla 

–Claramente tomaré tu mano, querido


Nuestras manos se presionaban tranquilamente,
desde ese preciso momento que hicieron contacto
algo se encendía, era como si una pequeña chispa
hubiera recorrido todas nuestras venas hasta
profanar a fuertes latidos cada corazón. angela me
provoca esto, pero ¿qué quiere decir?
–No lo puedo creer, sí que han cambiado todas
estas calles, aún recuerdo una que otra. De más
joven siempre venía junto a mis amigos hacia
aquel parque, el que queda por el poniente Sur,
sino mal recuerdo como a cinco calles para allá —
señale

–Por cierto, cuéntame eso ¿antes vivías por aquí?


–Si, pero surgió un empleo mejor para mi padre y
nos mudamos de ciudad; quise regresarme a vivir
porque me ha gustado desde siempre por la gran
gente de aquí, como por ejemplo tu que me has
ayudado a subir cajas. 

–Siempre me ha gustado ayudar a los que se ven


medios tontos ¿sabes? —Angela río,
contagiándome 
–Espera, según mi celular estamos a pocos metros
de llegar

–¡Es ese de allí! 

–¿Por qué están demoliendo junto al restaurante?


¿sabes que construirán? —Cuestionaba a Angela
por el gran tiempo que llevaba viviendo ahí, tal
vez sabía algo
–Sino me equivoco harán un café que se llamará
"Conoce y disfruta" algo así me habían dicho, pero
dicen que los cafés estarán super riquísimos,
cuando lo terminen deberíamos venir juntos
por primera vez.

El reloj convirtió al tiempo oro, las rocas detenidas


en el
océano y las pacíficas estrellas del espacio
marcaban una amistad hecha de sentimiento puro.

Capítulo 5. Noche de locura


—¡Adivinen quien ha llegado a la fiesta! —Angela
gritó a los miles de habitantes de la ciudad desde
aquel balcón con euforia.

—¡Tranquilos todos! Al parecer el señor periodista


se está dignando a servir la botella.
—¡Vamos Anderson! ¡Sirve ya!

—Es que vamos, desde que se ha convertido en un


buen periodista el alcohol lo ha dejado atrás ¿que
no, Anderson?

—Les serviré, yo paso esta vez —Tuve que


acceder, la botella fue puesta en descenso. Aún
con la intriga de darle la noticia a Angela, se creó
un estanque completo en mi garganta, la
profundidad era abastecedora a mi sed de nervios.
—Dinos Angela ¿cómo conociste a Anderson? —
Cesar, uno de mis amigos preguntó.

—¡Es la historia más divertida y tonta que podrías


escuchar! —Grite con continuidad de carcajadas
acompañadas con las de Angela.
—Anderson nunca contó bien la historia, la
verdadera historia está plasmada en Anderson, la
recepcionista y mi negra memoria, deberán
guardar el secreto —Cristina comento
misteriosamente.

—¡Cuéntenla de una vez! —Mis tres amigos


gritaron al par.
—Muy bien, comenzaré — Jeffrey tomó el short
con velocidad.
—El día que Anderson llegó a este edificio, lo vi
desde el elevador a la recepción, detrás suya una
gran sombra en forma de monstruos creados por
decenas de cajas, corrí lo más rápido a donde él se
encontraba —¡No cabe duda, miles de monstruos
han entrado contigo, debemos encerrarlos! —grité,
golpeando el mostrador de la recepción con mi
palma.
—¡Tienes tanta razón, deben ser encerrados en el
departamento cuarenta, la prisión más cruel!
¡Tómalos con mucho cuidado, no debemos tardar!
—respondí, uniéndome a la acción 

—¡A dejarlos allá! —Impaciente Angela


comenzaba a subirlas, seguido mío.
Corriendo de ascenso y descenso terminamos lo
más rápido, la misión había terminado, llenos de
sudor y euforia las decenas de monstruos estaban
encerrados.

—Historia completada de una vez—Angela


aplaudió mientras se sacudía las manos, expreso
—. Bueno, no más preguntas de eso, por favor—
dejando en huella, Angela se levantó de la silla
caminando hacia la cocina
—Anderson ¿cuándo le dirás a Angela que te
mudaras? —acercándose, Jeffrey, murmuró. 

—No quiero pensar en eso por ahora. Dejemos que


pasen los días — aclaré, con la gota de sudor
resbalando a mi piel.

El tiempo continúo entre copa y copa, perdiendo


las nociones básicas del ser; fui a dejar a mis tres
amigos afuera del edificio, un taxi los esperaba.
—¡Nos vemos luego! — vociferamos en conjunto,
mientras la puerta del taxi se abría y ellos
comenzaban a subirse.
Dando seguimiento para regresarme a mi
departamento, mi cuerpo se golpeaba junto con mi
mente para encontrar la manera indicada de hacer
sabedora a Angela que me iría. Tome el ascensor,
indique el piso número veinte, llegué y mi paso ya
tranquilo estaba. Abrí la puerta de mi
departamento y me quedé viendo con la sonrisa
más bella a Angela, quien, tumbada en el sofá por
el sueño, dormida estaba.
Capítulo 6 día menos esperado.
Día 15 de febrero del 2013, un día después de mi
cumpleaños.

He soñado una vez sobre abandonar de nuevo esta


ciudad, he dejado a duras penas a alguien, a quien
no debí. Hoy no escuché los golpes contundentes
de Angela para indicar a la mañana y recordarme
de levantar mis grandes ganas, e ir a correr. Hoy
no me siento bien.
Me levanté de la cama, mirando al reloj las 7:30
eran marcadas, brillantes junto a un ruido
paralizante. Salí de mi departamento con la muda
puesta para irme a correr, como todas las mañanas
que me acompañan; caminé hacia las horribles
plantas que se encontraban fuera de la puerta de
Angela, que eran estorbosas. Me pare frente ahí,
alzando mi puño hasta mi pecho, tomando impulso
para golpear…
—¡No toques Anderson, no toques! — Vocifere,
mientras inundaba a mi cabeza propiamente con
mis manos. 

—¿Te encuentras bien? —Cuestionaron al final


oscuro del pasillo.

Voltee al pasillo, mirando a la recepcionista


haciendo el aseo —Si, lo siento— Aclaré con
pena.

Seguí mi paso hasta tomar el ascensor para salir


los más rápido del edificio. Emergiendo ya de él,
mire a las calles, era atípico ver que las calles
estuvieran poco transitadas —¿Habrá algún
evento? — me cuestione. Aún sin tomar
importancia a lo que pasaba, tape mis oídos del
silencio absoluto para regenerarlo de paz, con
melodías sanas a mi gusto.
Mi cuerpo comenzaba a agitarse lentamente,
esperando a que mi respiración soltará alguna
malicia para acabar con mi resistencia, mi cuerpo
comenzaba a aumentar la velocidad de contracción
para avanzar, recorriendo varios kilómetros mi
respiración esperaba.
Cuando comenzaba a sentir que nadie podría
pararme, la falta de respiración me hacía sentir
como un bobo; hasta detenerme. Comencé a
caminar lentamente hacia el mismo parque que se
encontraba cerca de mi edificio, retranqué mi
mano sobre una de las inmensas macetas que
servían de decoración para estas fechas de mayo.
No se celebraba nada, pero por lo absurdo que es
gastar, el hombre se alimenta. Al terminar de
acomodar mi mano, en palma sobre la maceta,
continúe dando pasos más despacio hasta una de
las bancas ocultadas entre árboles llenos de ramas
y hojas color verde oscuro, claro y en otros
momentos hechas blancas por el reflejo del sol.
el hombre se alimenta. Al terminar de acomodar
mi mano, en palma sobre la maceta, continúe
dando pasos más despacio hasta una de las bancas
ocultadas entre árboles llenos de ramas y hojas
color verde oscuro, claro y en otros momentos
hechas blancas por el reflejo del sol.
—¡Hey!, tú! debilucho. ¿También sales a correr?
— Increpó una voz agitada, una voz que logro
llevarme de nuevo al día de ayer. Donde tomaba
con calma una taza llena de café frío, que
congelaba a poca temperatura la porcelana de la
taza. Donde la porcelana fría de forma de pincel
también me hacía sentir cálido.
—¡Susan! Estamos aquí juntos, otra vez—
Anderson, estás llorando…
índice
Tendría que ser hasta el cumpleaños número
25 de Anderson donde su mejor regalo de
aquel día, y la mejor noche de su vida se
conocería con Susan, quien haría latir y
cambiar a detalle el pensamiento de
Anderson. 

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