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Editores científicos: Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea, David Álvarez Jiménez

En ningún lugar… Caraca y la romanización de la Hispania interior


En ningún lugar… Caraca
y la romanización de la
Hispania interior

Editores científicos:
Emilio Gamo Pazos,
Javier Fernández Ortea,
Edición patrocinada por: David Álvarez Jiménez

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En ningún lugar… Caraca


y la romanización de la
Hispania interior

Editores científicos:
Emilio Gamo Pazos,
Javier Fernández Ortea,
David Álvarez Jiménez.

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Editores científicos:
Emilio Gamo Pazos,
Javier Fernández Ortea,
David Álvarez Jiménez.

Edita: Diputación Provincial de Guadalajara

Depósito Legal: GU-196-2019


ISBN: 978-84-92502-82-0

Printed in Spain

Composición y maquetación:
Editores del Henares, Información y Publicaciones, S.L.
C/ Avda. de Barcelona, 34 (Tef. 949-23 40 27)
GUADALAJARA
E-mail: publicacionesdelhenares@gmail.com

Impresión: Masquelibros
Pol. I. Los Olivares
c/ Beas de Segura, 29
Jaén

Los editores científicos no se hacen responsables de las opiniones vertidas por los
diferentes autores de los capítulos de este libro, así como de las ilustraciones incluidas
en los mismos.

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Presentación

La Diputación de Guadalajara tiene entre sus obligaciones más satisfactorias promo-


ver la recuperación y divulgación del patrimonio histórico y cultural de nuestra tierra.
En esta incuestionable responsabilidad institucional se enmarca la edición de este libro,
que recoge las actas del Congreso Caraca y la Romanización del Interior Peninsular.

El hallazgo de un yacimiento arqueológico en el paraje conocido como Cerro de la


Virgen de la Muela, en el término municipal de Driebes, supuso un nuevo e importantí-
simo hito para la investigación del pasado del territorio que hoy conforma nuestra pro-
vincia: este yacimiento ha sido identificado con la antigua ciudad romana de Caraca,
cuyos vestigios se extienden a términos de otros municipios colindantes.

La Diputación de Guadalajara está colaborando con las excavaciones llevadas a


cabo en la zona durante los dos últimos años. Los más reputados expertos romanistas
estiman que las investigaciones del emplazamiento de Caraca son determinantes para
conocer cómo fue la época romana en la provincia de Guadalajara y para establecer el
trazado de las principales vías de comunicación de esta cultura a su paso por el actual
territorio provincial.

Profundizar en el estudio del yacimiento de la antigua ciudad de Caraca y promover


la difusión cultural y científica de los descubrimientos que están teniendo lugar en el
yacimiento, sin duda redundará en el progreso de los municipios y comarca donde está
localizado, pero también del conjunto de la provincia. El pasado de nuestra tierra entron-
ca, a través de estas investigaciones arqueológicas y científicas, con el presente y con el
futuro que se puede construir a partir de la puesta en valor de un importante patrimonio,
desconocido hasta hace muy poco tiempo.

Muy probablemente, el avance de las investigaciones y las aportaciones del saber de


los expertos en la antigua civilización romana darán lugar en los próximos años a una
abundante literatura divulgativa y científica sobre Caraca. Este volumen constituye, en

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ese sentido, una primera referencia bibliográfica para los historiadores y estudiosos que
en el futuro dediquen sus esfuerzos a ampliar el conocimiento sobre la romanización de
la provincia de Guadalajara.

La España interior, que en estos tiempos reclama su voz y su lugar en el conjunto del
país, encuentra en el yacimiento de Caraca un hilo del que tirar para conocer cómo era
surealidad en la Antigüedad. Los 29 capítulos que componen este libro han sido realiza-
dos por expertos que nos ofrecen una panorámica transversal, enriquecida desde múlti-
ples ángulos y perspectivas, de lo que fue el asentamiento de la civilización romana en
nuestra provincia.

Quiero mostrar mi agradecimiento a las personas e instituciones que han participado


y colaborado en las excavaciones ya llevadas a cabo en el yacimiento de Caraca. Desde
la Diputación Provincial reiteramos nuestro compromiso a seguir apoyando y alentando
el estudio y la difusión del patrimonio histórico y cultural de Guadalajara.

José Luis Vega Pérez


Presidente de la Diputación Provincial de Guadalajara

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Prólogo

Este volumen aspira a reunir los esfuerzos de distintos equipos de investigación que
en los últimos años han aportado interesantes datos para el conocimiento de la romani-
zación del interior de la península ibérica. Se titula “En ningún lugar… Caraca y la
romanización de la Hispania interior” y quiere poner de manifiesto como los mencio-
nados avances en los estudios de este período histórico en esta área han contribuido a
aportar teselas en este complejo mosaico que es la romanización.

En numerosos autores latinos encontramos la referencia al ningún lugar, al espacio


vacío citado con el adverbio nusquam (en ninguna parte), que consideramos se adapta
al ámbito de esta publicación. Así, cuando se piensa y rememora la antigua Hispania
romana resulta inevitable acudir al litoral levantino y a la Betica, o a la monumentalidad
de las capitales provinciales (Augusta Emerita, Corduba y Tarraco), como los paisajes
representativos de la romanidad, pero existían otras realidades. También había una
Hispania interior, de la que señalaba Estrabón (Geografía, 3, 2, 3): “Las regiones donde
hay metales son por su naturaleza abruptas y poco fértiles, como las contiguas con la
Carpetania, y todavía más las que confinan con los celtíberos”. La lectura de los textos
clásicos podría dar lugar a considerar que, como en la actualidad, existía una “Hispania
vaciada”, sin embargo las siguientes páginas vienen a rebatir esta idea, poniendo de
relieve la importancia de estas tierras en la Antigüedad.

El estudio de Caraca, referente de ciudad romana en el territorio de la actual pro-


vincia de Guadalajara, ayuda a aumentar el conocimiento acerca de este ámbito. Así,
este volumen ofrece una serie de estudios de enorme interés sobre su entorno más inme-
diato y también de otros espacios tanto rurales como urbanos, de Hispania como del
resto del Imperio romano, realizados por solventes investigadores: arqueólogos, histo-
riadores y científicos de las más diversas ramas, que permiten una enriquecedora y mul-
tidisciplinar visión de conjunto de nuestro pasado. De este modo, la realidad de esta
Hispania interior se nos revela diferente, más viva y dinámica, aunque esté alejada de
los focos del recuerdo.

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Esta publicación está organizada en tres bloques. El primero de los mismos se cen-
tra en Caraca y en su territorium. De tal modo, en este apartado se incluyen todos aque-
llos artículos acerca de la civitas, ya sea desde una perspectiva histórica, arqueológica,
numismática, epigráfica, geológica, etnológica así como de la aplicación de las nuevas
tecnologías para su investigación y difusión. Se le suman a estas contribuciones intere-
santes datos relativos a yacimientos que formaban parte en la Antigüedad del ámbito de
Caraca y también estudios acerca de diversos escenarios bélicos de gran importancia
histórica.

Por su parte, el segundo bloque ofrece una panorámica acerca de varios yacimientos
del interior peninsular representativos del proceso de romanización. El tercer y último
bloque se compone de diversas contribuciones, tanto nacionales como internacionales,
que aportan datos de interés para el conocimiento de este período histórico en distintos
ámbitos.

Pero sin duda, este libro quiere ser también un homenaje a todas las personas e ins-
tituciones que han colaborado con el equipo arqueológico de Caraca para que este pro-
yecto científico haya podido dar sus primeros pasos y especialmente a María Luisa
Cerdeño Serrano, cuyo apoyo ha sido crucial para no tener la tentación de caer en el des-
ánimo propio de las tareas arduas.

Cabe empezar por agradecer su decidido apoyo a la Diputación de Guadalajara plas-


mado en los convenios firmados para promover la investigación arqueológica en
Caraca. Además esta institución ha hecho posible que este libro vea la luz.

Hay que destacar también el apoyo de la Junta de Comunidades de Castilla-La


Mancha que ha financiado las excavaciones arqueológicas en Caraca, así como de sus
técnicos: Antonio Dávila, Teresa Sagardoy y Ramón Villa.

No menos importante ha sido el entusiasta apoyo del Ayuntamiento de Driebes, de


sus concejales y sus alcaldes Pedro del Rincón y Javier Bachiller, así como de los veci-
nos de Driebes, que tan acogedor recibimiento han dispensado a este equipo de investi-
gación.

Hay que destacar el soporte que para este proyecto nos han brindado el Museo
Nacional de Arte Romano, Ayuntamiento de Brea de Tajo, la Asociación de Mujeres de
Brea, Áridos Blanquillo S. L. y el Ayuntamiento de Illana. Asimismo queremos agrade-
cer el interés prestado por los periodistas y medios de comunicación que se han preocu-
pado por conocer y difundir las novedades de esta investigación arqueológica.

La ayuda a este proyecto ha venido también de la Asociación de Amigos del Museo


y del mismo Museo de Guadalajara, con especial referencia a Fernando Aguado y

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Miguel Ángel Cuadrado, siempre dispuestos a apoyar las iniciativas para la conserva-
ción y difusión del patrimonio cultural.

No habría podido tener lugar este congreso, por otra parte, sin la amable colabora-
ción de los propietarios de las distintas parcelas que conforman este yacimiento arqueo-
lógico y que nos han permitido prospectar y excavar en las mismas.

La mencionada aplicación de una visión interdisciplinar a la investigación de la


Antigüedad en esta comarca no habría podido ser posible sin el esfuerzo de quienes, en
distintas campañas de excavación y prospección, han formado parte del equipo arqueo-
lógico de Caraca o han colaborado estrechamente con él durante estos años: Saúl Martín
González, Daniel Méndez (Revives.es/U.F.V.), Helena Gimeno Pascual (Centro CIL II-
Alcalá de Henares), Antonio Alvar Ezquerra (Universidad de Alcalá), Gonzalo García
Vegas, Esperanza Martín Hernández, Jerónimo Sánchez Velasco, Miguel Ángel
Rodríguez Pascua (I.G.M.E.), José Francisco Mediato Arribas (I.G.M.E.), María
Angeles Perucha Atienza (I.G.M.E.), Andrés Díez-Herrero (I.G.M.E.), Alicia Castillo
(U.C.M.), Javier Vallés (CAI-Arqueometría-U.C.M.), Miguel Ángel Maté (CAI-
Arqueometría-U.C.M.), Jorge Félix Matesanz (CAI-Arqueometría-U.C.M.), Daniel
Cordero, Juan Manuel Higueras, Miguel Zorita Bayón (Dibujante), Sergio Remedios
Sánchez (UNED Senior), Trinidad Nogales Basarrate (Museo Nacional de Arte
Romano), Ana Gracia Rivas (Museo Nacional de Arte Romano), Rafael Sabio González
(Museo Nacional de Arte Romano) y José María Murciano Calles (Museo Nacional de
Arte Romano).

Además debemos resaltar el apoyo científico para la realización de este volumen de


Plácido Ballesteros, David Hernández de la Fuente, Enrique García Vargas, Eduardo
Ferrer Albelda, Isabel Baquedano e Isaac Sastre.

Sin duda cruciales en el desarrollo de este proyecto, han sido quienes han trabajado
como peones de alguna de las tres campañas de excavación y que han aportado su entu-
siasmo, habilidad, buen hacer y entrega: Ángel Herreros, Sergio Blanco, Rafael Piña,
Rebeca Pinilla, Nerea Medina, Antonio Albares, Roberto Zorita, Santiago Constanza,
Ismael Zorita, Álvaro Corral, Miguel Corral, Elena Herreros, Meryem Bonhennana,
Carlos Corral, Andrea Zorita, Marta Santos, Manuel Santiago y Daniel Torres.

Los editores científicos:


Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea y David Álvarez Jiménez.

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Índice

Presentación
a cargo de José Luis Vega, presidente de la Excma. Diputación
Provincial de Guadalajara ................................................................................................5

Prólogo .............................................................................................................................7

I. ESTUDIOS EN TORNO A CARACA

1. Miguel Ángel Rodríguez-Pascua, José Francisco Mediato Arribas,


María Ángeles Perucha Atienza, Andrés Díez-Herrero:
Condicionantes geológicos del territorio de Caraca............................................17

2. José Antonio López Sáez, Reyes Luelmo Lautenschlaeger y Sebastián Pérez Díaz:
Paleoambiente y paleopaisaje de la ciudad romana
de Caraca (Driebes, Guadalajara) .......................................................................37

3. Emilio Gamo Pazos y Javier Fernández Ortea:


Las termas públicas de Caraca y su contexto urbano ..........................................43

4. Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea, Miguel Ángel Rodríguez-Pascua,


Andrés Díez-Herrero, María Ángeles Perucha Atienza, José Francisco Mediato Arribas:
Datos históricos, arqueológicos y geológicos para la ubicación
de la Batalla de Aníbal en el Tajo (220 a. C.) ......................................................71

5. María José Bernárdez Gómez y Juan Carlos Guisado di Monti:


Sertorio en Guerra. Nuevos datos sobre las guerras civiles romanas
en el entorno de Caraca ......................................................................................103

6. Fernando López Sánchez:


Caraca carpetana y romana: apogeo y crisis de una ciudad de paso ...............121

7. Álvaro Sánchez Climent:


Estudios de territorialidad y cálculo de volúmenes aplicados
al yacimiento arqueológico de Caraca (Driebes, Guadalajara)
y sus materiales cerámicos..................................................................................139

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8. Helena Gimeno Pascual, Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea:


La epigrafía en el territorio caracitano ..............................................................153

9. Magdalena Barril Vicente:


Interpretaciones acerca de la funcionalidad del
Tesoro de Driebes (Guadalajara)........................................................................161

10. Javier Fernández Ortea y Emilio Gamo Pazos:


Hallazgo de un tesoro de plata en época de Felipe II
en Driebes (Guadalajara) ...................................................................................189

11. Saúl Martín González:


Trazas de industria textil, tejidos y vías de transporte en Caraca:
una primera aproximación ..................................................................................219

12. Javier Vallés Iriso, Irene Ortiz Nieto-Márquez, Teresa Chapa Brunet,
Gonzalo Barderas Manchado, José Yravedra Sainz de los Terreros y
María Turégano Botija:
Una mirada al subsuelo. Estudio del yacimiento romano del Cerro de la Virgen
de la Muela (Driebes, Guadalajara) mediante georradar multicanal ...............237

13. Daniel Méndez García:


Reconstruyendo Caraca: La virtualización como recurso didáctico
para la difusión del Patrimonio Histórico ..........................................................251

14. Daniel Pérez, Marta Bueno, Manuel Silvestre, Ángeles Carrasco y Genaro Ferrer:
El asentamiento carpetano y romano de Calamorra II (Almoguera).................265

15. Consuelo Vara Izquierdo y José Martínez Peñarroya:


Los Guillares. Noticia de una intervención arqueológica preventiva
en el término de Almoguera (Guadalajara)........................................................287

II. LA ROMANIZACIÓN DEL INTERIOR PENINSULAR

16. María Luisa Cerdeño Serrano, Marta Chordá Pérez y Teresa Sagardoy Fidalgo:
El final de los sistemas culturales indígenas ......................................................303

17. Juan Pablo Martínez Naranjo y José Ignacio de la Torre Echávarri:


Castil de Griegos (Checa, Guadalajara): un ejemplo de la resistencia
celtibérica a la aculturación romana..................................................................327

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18. Santiago David Domínguez-Solera, Javier Atienza, Míchel Muñoz:


Las termas romanas de Valeria: novedades de la campaña de 2018.................347

19. Juan Manuel Abascal Palazón:


Las termas monumentales de Segobriga.............................................................379

20. Juan Manuel Abascal Palazón:


La captación de aguas y el inicio del acueducto de Segobriga..........................391

21. Jorge Morín de Pablos, Rafael Barroso Cabrera,


Jesús Carrobles Santos e Isabel Sánchez Ramos:
El sistema hidráulico de abastecimiento de aguas a la ciudad de Segobriga ...403

22. Sandra Azcárraga Cámara y Arturo Ruiz Taboada:


Espacio y territorio de la primitiva Complutum entre la
Segunda Edad del Hierro y la Época Romana ...................................................433

23. Julio Mangas Manjarrés:


Civitates romanas en la Comunidad de Madrid: nuevos estudios .....................451

24. Santiago Martínez Caballero, Clara Martín García, Víctor M. Cabañero Martín,
José Miguel Labrador Vielva y Jaime Resino Toribio:
Confluenta (Duratón): Una ciudad romana en la meseta norte.........................467

25. Víctor M. Cabañero Martín y Santiago Martínez Caballero:


El territorio de Confloenta. Avance de las investigaciones (2016-2019)...........495

26. Begoña Serrano Arnáez:


La comercialización de terra sigillata hispánica del
valle medio del Ebro en la Meseta ......................................................................515

III. VARIA

27. Sergio Remedios Sánchez:


La campaña de Aníbal en la Meseta ...................................................................535

28. Denis Sami:


Road, Canal and Post-station. The Relational Capacity of a mansio
in Roman and Late Antique Ad Novas-Cesenatico (Italy) ..................................551

29. Maurizio Buora:


Water (and harbors) around Roman Aquileia.....................................................563

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I. ESTUDIOS EN TORNO A CARACA

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Condicionantes geológicos del territorio de Caraca

Condicionantes geológicos
del territorio de Caraca

Miguel Ángel Rodríguez-Pascua1


José Francisco Mediato Arribas1
María Ángeles Perucha Atienza1
Andrés Díez-Herrero1

Introducción
Todos los yacimientos arqueológicos se encuentran sustentados o contenidos en un
sustrato geológico, que condiciona tanto su excavación como su posterior conservación.
Esto es esencial a la hora de conocer el yacimiento, su excavación y su conservación.
Pero la geología no solo condiciona el yacimiento, sino que influye en el mismo desde
incluso antes de su aparición, es decir, que la ubicación de una determinada ciudad, por
ejemplo, ha venido condicionada por las condiciones del terreno, bien sea por causas
defensivas, económicas, etc. Esta interactuación con el medio donde se desarrolla la
actividad humana en una determinada zona es dinámica y va cambiando con el tiempo,
a la vez que lo hace el contexto geodinámico donde se desarrolla. Por este motivo, el
medio geológico puede influir en el éxito o fracaso de un determinado asentamiento y
esa información está contenida en la evolución del paisaje y en los distintos medios sedi-
mentarios que incluye o que rodean el yacimiento arqueológico. Esta perspectiva es la
que se muestra en este trabajo, donde se estudia la relación de Caraca con su propio sus-
trato geológico, sus recursos hídricos y minerales y su relación con la dinámica fluvial
del Tajo, trabajo desarrollado durante las dos primeras campañas de excavación. Y en el
futuro sea una herramienta clave a la hora de determinar cuál fue la causa o causas que
generaron la repentina desaparición de Caraca en el s. II d. C.

Cartografía geológica
La cartografía geológica muestra la disposición de los distintos materiales y su edad.
Las características de los materiales, su ordenamiento y cómo se relacionan en el tiem-
po permiten interpretar cuáles son los procesos geológicos que han contribuido a la con-
figuración actual del relieve, pero también los que podrán producirse en un futuro. La

1 Instituto Geológico y Minero de España.

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Miguel Ángel Rodríguez-Pascua, et alii

realización de una cartografía geológica y geomorfológica de un yacimiento arqueoló-


gico muestra los materiales sobre los que se asentó el yacimiento, pero además recono-
ce los elementos en el paisaje que puedan haber sido modificados por los procesos geo-
lógicos y/o por la actividad humana asociada al yacimiento.

El territorio de Caraca se encuentra dentro de la Cuenca del Tajo, una de las gran-
des unidades geológicas de la península Ibérica. Dentro de ésta, se ubica en la parte nor-
oriental de la denominada Cuenca de Madrid.

El Cerro de la Virgen de la Muela, en el que está ubicado el yacimiento arqueológi-


co de Caraca, está tallado en materiales de edad miocena, compuestos por yesos y mar-
gas principalmente (San José 1973). Durante el Cuaternario, estos materiales miocenos
han sido modelados por procesos erosivos y deposicionales de origen fluvial y gravita-
cional que, finalmente, han dado como resultado las formas y materiales que observa-
mos actualmente.

Los materiales más antiguos que afloran en el Cerro de la Virgen de la Muela son de
edad miocena (corresponden a la unidad “Margas yesíferas y yesos” del mapa geológi-
co de la figura 1). Estos materiales afloran en las laderas del cerro, pudiendo observar-
se un espesor de la serie cercano a los 40 m (figura 2). Están formados por una sucesión
de margas yesíferas gris verdosas y yesos masivos grises, con algún nivel intercalado de
yeso selenítico neoformado con grandes cristales transparentes de hasta 10 cm. Este
nivel de cristales de yeso aparece a favor de diaclasas existentes en la unidad miocena,
presenta espesores variables entre 20 y 40 cm y es un nivel resistente a la erosión que
produce resaltes en el relieve. A favor de los materiales de la unidad miocena se desa-
rrollan procesos de disolución de los yesos (karstificación), con la aparición de dolinas
(como la que se observa al NO del Cerro de la Virgen de la Muela) que condicionan el
desarrollo de los valles.

En el proceso de encajamiento del río Tajo durante el Cuaternario, el río ha ido dejan-
do depósitos de terrazas fluviales a distintas alturas (Pérez-González 1994; Pinilla et alii
1995a y 1995b; Uribelarrea 2008; Silva et alii 2017), como por ejemplo la terraza que
aparece tapizando la superficie del Cerro de la Virgen de la Muela, que ha servido de
nivel de cimentación de la ciudad. La geometría de estos depósitos, prácticamente hori-
zontales, su resistencia a la erosión, y además, su posición topográfica, sobreelevada
ante las inundaciones del río Tajo, y como atalaya para el control de una buena parte de
los vados de la zona, hacen de este lugar una de la mejores ubicaciones para la ciu-
dad.Además, la base de los depósitos de terraza están formadas por materiales muy con-
sistentes, mayor que la que presentan las margas y yesos miocenos, que aunque son las
litologías dominantes en el paisaje del entorno, son muy deleznables y sufren procesos
de disolución y karstificación, y por tanto, no son un buen nivel de cimentación. Estos
yesos, por el contrario, se utilizan como uno de los elementos constructivos más fre-

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Condicionantes geológicos del territorio de Caraca

Figura 1- Mapa geológico del yacimiento de Caraca y su entorno más próximo (sobre ortofoto
P.N.O.A.-I.G.N.).

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cuentes por sus características de dureza y ligereza, de forma, que son parte de los blo-
ques de sillería que se utilizaron en la ciudad, mientras los materiales de las terrazas son
elementos difíciles de tallar debido a la composición litológica (figura 3).

Los materiales de origen fluvial, que corresponden a la terraza del río Tajo situada a
+40m están formados por:
–un nivel de conglomerados (corresponden a la unidad “Conglomerado” del mapa
geológico) que se apoya directamente sobre los materiales yesíferos miocenos; está for-
mado por dos paquetes que en conjunto presenta un espesor que varía de 1 a 3 m, dis-
minuyendo hacia el Este y aumentando mayor hacia el Sur. Los cantos son de tamaño
centimétrico y de composición cuarcítica, de sílex y de caliza. Presenta base erosiva,
bien seleccionado, con cantos blandos y estratificación cruzada planar con pequeñas
intercalaciones de arenas siliciclásticas laminadas (figura 3). Este nivel conglomerático
es resistente a la erosión, originando viseras en las laderas de los cerros, las cuales se
descalzan, se fragmentan y caen por éstas, provocando la aparición de bloques métricos
de conglomerados a distintas alturas (representados como “Bloques caídos” en el mapa
geológico de la figura 1). Este nivel conglomerático aparece recubriendo una dolina
situada al NO del Cerro de la Virgen de la Muela, adaptándose a ella.

–sobre los conglomerados anteriores aparece un nivel de arenas finas y limos areno-
sos, de colores rosados y blanquecinos (corresponden a la unidad “Arenas” del mapa
geológico de la figura 1). Tiene un espesor, de al menos, unos 2 m. Las arenas presen-
tan estructuras de corriente, como laminaciones cruzadas de bajo ángulo y niveles de
cantos en la base.

En el fondo de algunos valles aparecen unas arenas finas con yeso y cuarzo (unidad
“Fondo de valle” del mapa geológico de la figura 1), así como a la salida de algún
barranco, donde presentan estructuras de flujo (unidad “Abanico aluvial” del mapa geo-
lógico de la figura 1).

Figura 2- Vista del Cerro de la Virgen de la Muela con la distribución general de las distintas unida-
des cartográficas descritas en el mapa geológico (todos los autores).

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Condicionantes geológicos del territorio de Caraca

En la parte baja de las laderas del Cerro de la Virgen de la Muela se observan depó-
sitos de ladera coluvionares (unidad “Coluvión” del mapa geológico de la figura 1), for-
mados por arenas finas, yeso detrítico y algunos cantos dispersos. En el valle del Arroyo
de la Barranquera o Arroyo de la Vega, estos depósitos coluvionares pasan hacia el cen-
tro del valle a depósitos de aluviales-coluviales con perfil longitudinal de glacis deposi-
cional.

Al Norte del Cerro de la Virgen de la Muela, hay un cerro con morfología de media
luna, cuya denominación local es “Cerro Esporteado” (figura 2), que muestra evidencias
de tener un origen antrópico (está representado en la cartografía geológica como
“Antrópico” en la figura 1). Está formado por un limo arenoso, con cantos redondeados
de cuarcita y calizas, cantos y bloques de nódulos de sílex, bloques de yeso alabastrino
angulosos, así como fragmentos cerámicos y de náyades. El relieve se ha construido
apoyándose en una zona deprimida que es el inicio del encajamiento del arroyo que limi-
ta la muela por su parte oriental (figura 1).

El origen de estos depósitos es incierto, pero la morfología en media luna y la alta


pendiente del margen norte podrían explicar que esta estructura fue construida portean-
do sedimento del entorno en dirección norte y vertiendo dicho material al final de la
rampa. De este modo la rampa crecería de S a N (figura 4B). Esta dirección de creci-
miento pudo generar la mofa por parte de los carpetanos ante tan peculiar estructura de
“asedio” como describe Plutarco en la campaña de Sertorio: “…del que los bárbaros se
burlaban, al suponer que era la construcción de un terraplén contra ellos” (Sert. 17.8).
Esta estructura en rampa, que funciona como una cuña, puede potenciar el efecto del
flujo del viento hacia la ciudad de Caraca situada al sur de la misma, pudiendo haber
sido utilizada para ahogar a los caracitanos mediante el vertido de materiales yesíferos
secos y pulverizados (figura 4C), como describen las crónicas de la campaña de Sertorio

Figura 3- A) Sillar compuesto de yeso de más de 1 m altura encontrado en una de las pequeñas escom-
breras situadas en el borde de la Muela; B) Conglomerado polimíctico con estratificación cruzada
planar (todos los autores).

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Miguel Ángel Rodríguez-Pascua, et alii

en el 77 a. C. contra el núcleo indígena de Caraca. En la descripción, los romanos cons-


truyeron un montón de tierra y cenicienta y, ayudados por el viento del norte, pudieron
cegar a los barbaros y tomar así la ciudad. Así, la transcripción dice: “Pero no fue menos
admirada que ninguna de sus hazañas militares la de los llamados caracitanos. Son un

Figura 4- Esquema interpretativo de la génesis antrópica del “Cerro Esporteado”: A) estado inicial
antes de la construcción de la rampa; B) construcción de la rampa hacia el N y C) utilización de la
rampa para aventar yesos pulverizados a la asediada ciudad de Caraca de N a S por parte de Sertorio
(todos los autores).

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Condicionantes geológicos del territorio de Caraca

pueblo más allá del río Tagonio, que no viven en ciudades ni aldeas, sino que hay una
colina muy grande y alta que contiene cuevas y cavidades de rocas, orientadas hacia el
norte. Todo el terreno que sirve de base es barro arcilloso, y la tierra por falta de con-
sistencia se torna frágil, y no se ofrece firme a los que la pisan, y si la tocan un poco,
como cal viva o ceniza, se desmorona en un gran trecho. Por tanto los bárbaros, siem-
pre que por miedo a la guerra se ocultaban en las cuevas y llevaban dentro el botín,
estaban tranquilos, al ser inexpugnables por la fuerza, y a Sertorio, entonces alejado de
Metelo y acampado junto a la colina, lo despreciaban como si estuviera vencido; aquél,
bien por cólera, bien porque no quisiera dar la impresión de huir, al rayar el día avan-
zó a caballo y examinaba con detenimiento el terreno. Como desde ningún sitio ofrecía
medio de acercarse, al ir de un lado al otro inútilmente profiriendo vacías amenazas, ve
que de aquella tierra un gran remolino de polvo es llevado por el viento arriba hacia
ellos. Porque, como dije, las cuevas estaban orientadas al norte, y el viento que sopla
desde la Osa, al que algunos llaman Cecias, es el más dominante y el mayor de los vien-
tos de allí, al haberse originado desde húmedas llanuras y montes cubiertos de nieve, y
al ser entonces pleno verano, reforzado y alimentado por el deshielo de las montañas
expuestas al norte, soplaba de manera muy agradable y mantenía frescos durante el día
a ellos y a los animales. Reflexionando sobre ello Sertorio y escuchando a las gentes del
país, ordenó a los soldados que arrancasen aquella tierra fina y cenicienta, y llevándo-
la frente a la colina hiciesen un montón, del que los bárbaros se burlaban, al suponer
que era la construcción de un terraplén contra ellos. Entonces, cuando los soldados tra-
bajaron hasta la noche, los retiró; con el amanecer, al principio soplaba una brisa tenue
que revolvía lo más liviano de la tierra amontonada que se esparcía como el rocío,
luego, al desencadenarse el impetuoso Cecias hacia el sol y llenarse de polvo las coli-
nas, los soldados subiéndose al montículo lo derribaban hasta el fondo y rompían el
barro, y algunos incluso hicieron pasar a sus caballos arriba y abajo, levantando una
polvareda y entregando lo que estaba en el aire al viento. Este, levantando todo lo pul-
verizado y moviéndolo hacia arriba, lo lanzaba hacia las viviendas de los bárbaros con-
tra las puertas que reciben el Cecias. Y ellos, como sus cuevas tenían sólo aquel respi-
radero por el que se lanzaba el viento, pronto eran cegados sus ojos, y pronto sufrían
un jadeo ahogado, al aspirar un aire áspero y revuelto con mucho polvo. Por eso resis-
tieron apenas dos días, y al tercero se rindieron, entregándose a Sertorio no tanto por
su fuerza como por su prestigio, ya que había conseguido con sabiduría lo que era inex-
pugnable por las armas” (Sert. 17; Traducción Bergua et alii 2007: 434-436).

Otra hipótesis es que fuera algún tipo de estructura defensiva sencilla, de fortuna,
que sirviera de continuidad de los relieves escarpados que constituyen las paredes meri-
dionales de los arroyos que bordean el Cerro de la Virgen de la Muela por el Este y
Oeste, de forma que, establecieran una muralla casi natural sólo interrumpida por la pen-
diente de acceso a la puerta Norte de la ciudad.

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Miguel Ángel Rodríguez-Pascua, et alii

Figura 5- Traza de la Falla del Tajo en el entorno de Caraca. En las zonas de intersección entre la
falla y el río Tajo, es donde se han desarrollado vados y saltos de agua que hoy en día aún son utili-
zados, como la estación hidroeléctrica El Maquilón y el embalse de Almoguera, entre otros (MDT
construido a partir de los datos LIDAR del I.G.N. Curvas de nivel del mapa topográfico 1:25.000
Estremera -Hoja 584-III, IGN).

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Condicionantes geológicos del territorio de Caraca

Además del “Cerro Esporteado” existen otra serie de unidades antrópicas en la entra-
da a la ciudad por su parte Sur y a lo largo del borde occidental de la muela (figura 1).
Se tratan de una serie de pequeñas acumulaciones de bloques de sillería y/o de bloques
de yeso sin talla que son partes de paredes, puertas o murallas. El caso más representa-
tivo de estos depósitos artificiales es un tramo alargado de lo que parecen restos de una
muralla situados en la zona NO, cerca de los márgenes de la dolina, donde además del
carácter defensivo que pudo tener el muro, también serviría como estructura de sosteni-
miento de los bordes de la muela, donde parece que los procesos de erosión y encaja-
miento del barranco son más significativos (figura 2).

Actividad tectónica cuaternaria en el entorno de Caraca y su relación con los


vados del Tajo
El valle del Tajo en las inmediaciones de Caraca discurre con una orientación NE-
SO, la cual está condicionada por una falla de actividad cuaternaria denominada Falla
del Tajo (Giner y De Vicente 1995; Pinilla et alii 1995) (figura 5). Se trata de una falla
normal (extensión) con componente de desgarre. La actividad de esta falla se concentra
fundamentalmente durante el Pleistoceno Medio (Giner y De Vicente 1995) con claras
evidencias de deformaciones en las terrazas engrosadas del Tajo perteneciente a esta

Figura 6- Licuefacción en arenas de grano medio en sedimentos de las terrazas del Tajo de edad
Pleistoceno en las inmediaciones de la central hidroeléctrica El Maquilón (Driebes; Guadalajara): A)
fotografía de afloramiento y B) esquema interpretativo. Para que se generen procesos de licuefacción
sísmica es necesaria una M > 5-5.5 (todos los autores).

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época y actividad paleosísmica en la zona de Arganda. Los conglomerados que forman


estos depósitos están fuertemente cementados, formando cuerpos de roca muy compe-
tentes, resistentes a la erosión fluvial. Las deformaciones producidas por la falla en estos
materiales hacen que modifiquen el relieve reciente de la zona y cuando esta falla es cru-
zada por el Tajo se pueden producir saltos de agua.

La actividad de esta falla durante el Pleistoceno generó terremotos importantes en la


zona, como así lo atestiguan las estructuras de licuefacción encontradas (figura 6).
También se han podido observar deformaciones más recientes en materiales holocenos
(figura 7), lo cual indica la actividad continua de esta falla durante todo el Cuaternario.
A falta de ampliar los estudios geológicos en la zona, referentes a neotectónica, paleo-
simología y arqueosismología, no se han identificado terremotos durante época históri-
ca, lo cual no es descartable a la vista de las evidencias geológicas identificadas. Esto se
debe a que el campo de esfuerzos tectónicos que afecta a la Península Ibérica lleva acti-
vo desde hace al menos 9 millones de años (Mioceno Medio) (Giner y De Vicente 1995;
Herráiz et alii 2000) y esta falla ha sido activa durante este campo de esfuerzos y per-
manece preferentemente orientada a dicho campo, por lo que es potencialmente activa.

Figura 7- Deformaciones de origen sísmico en gravas en materiales de la llanura de inundación del


río Tajo a su paso por Caraca (Holoceno) (todos los autores).

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Condicionantes geológicos del territorio de Caraca

Esto indica que, si generó terremotos durante el Cuaternario bajo este campo de esfuer-
zos, también podría haber generado sismicidad en época histórica y que podrá producir
terremotos en el futuro.

Si observamos la figura 5, los puntos donde la Falla del Tajo es intersectada por el
cauce fluvial coinciden con saltos de agua, presas, estrechamientos del cauce o vados.
Esto indica que estos saltos de falla, que fueron generados durante el Pleistoceno y han
tenido actividad reciente (durante el Holoceno), ya estaban en época histórica. Este
punto es importante, ya que los vados de los ríos han sido puntos estratégicos a lo largo
de la historia y han condicionado la ubicación de ciudades, como es el caso de Toletum,
las cuales han explotado este recurso a lo largo de su historia, pudiendo ser también el
caso de Caraca. El hecho de que la actividad cuaternaria de la Falla del Tajo haya gene-
rado estos saltos de falla que han propiciado el desarrollo de vados, hace que los vados
que han llegado hasta nuestros días ya existiesen en época histórica, lo cual hace más
fiable cualquier interpretación histórica que se quiera hacer de estos vados.

Figura 8– A) Ortoimagen de 2009(P.N.O.A.-I.G.N.) donde se distinguen los distintos rasgos morfoló-


gicos de las terrazas fluviales y la llanura de inundación; B) Modelo digital obtenido a partir de la
información LIDAR (I.G.N.), con la sobreimpresión de las terrazas descritas por Pinilla et alii (1995);
C) Interpretación de las terrazas con las distintas fases de crecimiento de los point-bar de la terraza
TF11 y llanura de inundación; indicado el escarpe de las terrazas y en línea más gruesa aquel que se
ha formado por un proceso ajeno a los procesos de sedimentación del río Tajo (todos los autores).

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Estructura del meandro del río Tajo


La revisión geológica del entorno del yacimiento ha permitido descubrir algunos ras-
gos geológicos y geomorfológicos que pudieron condicionar el desarrollo de la ciudad.
Uno de los más evidentes está en el meandro que forma el río Tajo junto a la ciudad de
Caraca, donde se ha observado una serie de terrazas en el que las estructuras sedimen-
tarias de relleno del cauce no tienen explicación por causas inherentes al propio sistema
fluvial (factores autogénicos), y que en un futuro deberán estudiarse con más profundi-
dad para entender su origen. Así, la parte interna del meandro (figura 8) muestra una
serie de terrazas de edad Pleistoceno Medio-Superior, que van paulatinamente descen-
diendo de cota según se aproximan al cauce actual del río, y están limitadas por peque-
ños escarpes entre sí. En el interior de cada una de las terrazas, y claramente, en la terra-
za TF11 (Pinilla et alii 1995) y la llanura de inundación, se observan pequeñas ondula-
ciones con geometrías curvadas, en planta, que corresponden a la superposición de las
barras de meandro (point bar), que crecen de Este a Oeste, reflejo de la migración el río
en esa misma dirección. En el caso particular de la terraza TF11 se pueden observar
cómo estas barras de meandro son cortadas de forma casi transversal por un escarpe
que presentan dos orientaciones ortogonales y morfología muy rectilínea (marcado en
trazo grueso en la figura 8). Esta misma morfología se puede intuir en la parte Sur del
meandro, pero la actividad antrópica (tierras de labor), han podido enmascarar el escar-
pe y no permite corroborar exactamente la misma morfología que en la parte Norte. A

Figura 9- Situación de las columnas estratigráficas sobre las termas de Caraca (sobre fotogrametría
E. Martín).

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Condicionantes geológicos del territorio de Caraca

este escarpe, luego le sigue la sedimentación de la llanura de inundación, donde el cre-


cimiento de las barras de meandro recupera su configuración curvilínea, correspon-
diente a la progresiva migración del río hacia su posición actual, con una morfología
muy similar al del cauce actual.

El origen de ésta estructura es todavía incierto, pero el tramo de escarpe de dirección


NNE-SSO parece coincidir, como ya se ha avanzado anteriormente, con la dirección de
una de las fallas que conforman la familia de fallas de la Falla del Tajo (Giner y De
Vicente 1995; Pinilla et alii 1995). En cambio, la relación que tiene este tramo de escar-
pe con el tramo de orientación ONO-ESE en el borde Norte, e incluso en el margen Sur
del meandro, junto a la morfología de canal que presenta entre el escarpe y la primera
barra de meandro de la llanura de inundación hace pensar que dicha forma fuera el resul-
tado de la actividad humana. Es muy probable, que aprovechando un rasgo morfológi-
co preexistente, como puedes ser una zona elevada de un flanco de falla, se pudiera uti-
lizar para crear una estructura artificial, aunque todavía desconocemos a ciencia cierta
qué era y cuál era el objetivo de dicha estructura.

Prospección estratigráfica y sedimentológica


Durante la campaña de excavación de las termas (julio 2018) se llevaron a cabo dos
columnas estratigráficas de los depósitos encontrados sobre el yacimiento (figura 9).
La primera de las columnas se sitúa sobre el suelo de opus reticulatum de la parte
oriental de las termas. De base a techo se observan los siguientes niveles (figura 10):

1.- 7 cm de arenas ocres a gris claro, con tamaño de grano medio y matriz yesífera.
Contiene fragmentos de carbón de 4 mm. Presenta abundantes fragmentos de tégulas en
posición horizontal a techo del nivel y fragmentos de opus caementicium también hori-
zontales. Hacia el oeste (hacia la entrada de la piscina) este nivel prácticamente desapa-
rece, situándose el nivel carbonoso superior directamente sobre el suelo de la piscina.
Nivel de colapso.

2.- 4 cm de nivel carbonoso pardo negruzco (arenas de grano medio) con alto conte-
nido en materia orgánica (carbones). Contiene abundantes fragmentos de teja y argama-
sa (opus caementicium), tanto dentro del nivel como justo en el límite con el nivel infe-
rior de derrumbe. Presenta gran continuidad lateral, pudiendo seguirse a lo largo de toda
la superficie excavada. Nivel de incendio.

3.- 6-7 cm de limo gris margoso ocre a la base pasando a grisáceo a techo con alto
contenido en carbones. Lateralmente este nivel desaparece.

4.- 2 cm pardo negruzco con carbones (arenas de grano medio), con pequeños nódu-
los de yeso de menos de 1 mm de diámetro. Es discontinuo, pero se sigue bien en todo el
afloramiento; lateralmente se une con el nivel de incendio inferior (2). Nivel de incendio.

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5.- 6 cm de arena con abundante matriz margo-yesífera de color ocre grisáceo. En la


mitad del tramo se observan ondulaciones internas a modo de convolutes, pero no se
observa cambio en la litología, tan solo de color. El nivel está prácticamente horizontal.

6.- 3 cm de arena gris con gran cantidad de fragmentos de carbón y nódulos centi-
métricos de yeso.

7.- 10-20 cm, nivel de arena media de espesor variable, ocre claro en la base, que va
pasando a pardo negruzca a techo. Tiene un alto contenido en nódulos de yeso. Aparecen
trozos de teja a techo de este nivel.

8.- 10 cm de nivel de incendio pardo negruzco (arenas de grano medio) con alto con-
tenido en materia orgánica (carbones). Contiene nódulos centimétricos de yeso y frag-
mentos de cerámica. De este nivel parte una “bioturbación” que podría tratarse de una
estaca que penetra en el nivel 7 terminando a techo del 6.

Figura 10- A) Columna estratigráfica 1; B) fotografía de la columna levantada (todos los autores).

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Condicionantes geológicos del territorio de Caraca

9.- 4 cm de nivel apisonado de arenas finas con matriz margosa que contienen nódu-
los de yeso.
10.- 14 cm de nivel desorganizado con restos arqueológicos removido por el arado.
Suelo actual. Está formado por fragmentos angulosos de toba calcáreo-yesífera de hasta
70 cm, trozos de mortero yesífero con cantos redondeados de cuarcita centimétricos.
Está depositado sobre una superficie aproximadamente horizontal, buzando ligeramen-
te al noroeste. Representa el nivel de derrumbe superior.

La segunda columna se ha levantado en la piscina occidental de las termas. Está


constituido de base a techo por (figura 11):
1.- 10 cm, arenas ocres a gris claro, con tamaño de grano medio y matriz yesífera.
Presencia de restos cerámicos, fragmentos de carbón y nódulos de yeso. Es un nivel de
colapso de las estructuras constructivas y aunque es equivalente al encontrado en la
columna 1, es un nivel discontinuo, que frecuentemente se acuña lateralmente.

Figura 11- A) Columna estratigráfica 2; B) fotografía de la columna levantada (todos los autores).

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2.- 4 cm de arenas negro parduzcas con alto contenido en materia orgánica y carbones.
Este nivel es correlacionable con los dos niveles inferiores de incendio de la columna 1.
3.- 6-7 cm de arenas grises con nódulos de yeso y alto contenido en carbones.

4.- 5 cm de pavimento antrópico compactado que presenta basculamientos y defor-


maciones.

5.- 25 cm de suelo parduzco que se oscurece a techo con restos arqueológicos y len-
tejones de materiales más gruesos.

6.- 20 cm de nivel desorganizado con restos arqueológicos removidos por el arado.


Suelo actual.

La correlación entre las dos columnas muestra que el primer nivel de colapso e
incendio fue generalizado en las termas y significó su abandono. Posteriormente, vol-
verían a ser utilizadas pero en este caso el abandono pudo ser el colapso (quizás por
efecto sísmico) e incendio de una parte de las termas, puesto que los niveles de incen-

Figura 12- Plano de la superficie escavada durante la campaña de 2018 donde se representan las estruc-
turas de deformación localizadas en esta excavación. La rosa de direcciones indica la dirección media
de movimiento del sustrato en caso de que pudiesen tratarse de EAEs (sobre fotogrametría E. Martín).

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Condicionantes geológicos del territorio de Caraca

dio sólo son reconocidos en una de las columnas. La excavación de la otra parte de
terma podrá aclarar con mayor exactitud los distintos procesos de abandono.

La composición litológica de los materiales que constituyen el relleno de las ter-


mas indica la presencia de aguas ricas en sulfatos que, ayudado por la elevada porosi-
dad del sedimento, permitiría la formación de los nódulos de yesos. Además, se han
reconocido arenas siliciclásticas de las que aún se desconoce el medio de sedimenta-
ción, pero lo más probable es que sean de origen eólico.

Prospección arqueosismológica
Durante la campaña de excavación realizada durante el 2018 se ha continuado con
el seguimiento arqueosismológico de los restos excavados. Este seguimiento es nece-
sario hacerlo según se realiza la excavación, ya que una parte importante de estas evi-
dencias podrían ser destruidas incluso durante la retirada del material estéril. Antes de
poder realizar cualquier interpretación es necesario recopilar todas las estructuras de
deformación (ED) que pudieron afectar al yacimiento. La orientación sistemática de
los esfuerzos de deformación calculados a partir de estas ED podría llevarnos a poder
realizar una interpretación sobre el mecanismo disparador que generó dichas ED.
Debido a que la excavación de este yacimiento aún se encuentra en una fase inicial,
no se cuenta con una población de datos suficiente para afirmar que se trate de Efectos
Arqueosismológicos de Terremotos (EAEs de su acrónimo en inglés: Earthquake
Archaeological Effects).

Durante el seguimiento de la excavación en el edificio de las termas se han identi-


ficado tres tipos de ED utilizando la metodología propuesta por Rodríguez-Pascua et
alii (2011) (figura 12):

- Fracturas y pliegues en enlosados regulares.


- Fracturas penetrativas.
- Muros colapsados.

Se han podido identificar 4 colapsos orientados, a los que hay que sumar la caída
de un bloque de sillería dentro de la cisterna. También aparecen pliegues en el enlo-
sado de ladrillo en espiga en la entrada de la dependencia superior de la terma y una
grieta en este enlosado en la pared N de la misma. Cabe destacar el hallazgo de trozos
de lapis specularis en el ábside que pudieron formar parte de la ventana que este tipo
de estructuras solían tener. Esto indicaría una dirección de caída hacia el NE.

Las orientaciones de las direcciones medias de movimiento del sustrato calculadas


mediante análisis estructural geológico tienen una orientación media NE-SO. Debido
a la pequeña superficie excavada, no se cuenta con información suficiente como para
poder descartar el efecto de la ladera sobre este tipo de ED. Por lo que se necesitará

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continuar en el futuro haciendo un seguimiento de este tipo de evidencias para poder


obtener conclusiones estadísticamente representativas.

Conclusiones
Los trabajos de geología llevados a cabo en el yacimiento del Cerro de la Virgen de
la Muela han permitido describir y caracterizar los depósitos sedimentarios sobre los que
se ubicó y desarrolló la ciudad de Caraca. Está caracterización ha permitido reconocer
depósitos formados por los procesos geológicos característicos de la zona durante miles
de años (terrazas fluviales del río Tajo, abanicos aluviales, etc.), y depósitos o sedimen-
tos que fueron acumulados o formados por la actividad humana, y de los que, todavía
no se conocen su función con exactitud. Así, se han distinguido depósitos como el del
“Cerro Esporteado”, que tiene un origen artificial o los muros de la zona NO, que ade-
más del carácter defensivo han servido para proteger zonas o partes del yacimiento de
la erosión o encajamiento de los barrancos.

El reconocimiento geológico del entorno del yacimiento ha derivado en la caracteri-


zación de vados temporalmente estables en el río Tajo, condicionados por el sustrato
geológico y la actividad cuaternaria de las fallas, que formaron el valle. Estas mismas
estructuras naturales han podido servir como apoyo a la creación de estructuras artifi-
ciales, como es el caso del meandro del río Tajo frente a Caraca, donde una estructura
con morfología cuadrangular trunca las barras del propio meandro, dejando una depre-
sión en forma de canal alrededor de la estructura.

El seguimiento sobre la excavación llevada a cabo en julio de 2018 en las termas


parece mostrar dos periodos de colapso y abandono, con niveles de incendio en cada uno
de ellos. En algún caso, podrían estar influenciados estos colapsos por la actividad sís-
mica de las fallas cercanas, aunque la fase inicial de los trabajos no permite contar con
una población de datos suficiente para afirmar que se traten de evidencias de EAEs.

En el futuro habrá que seguir investigando en aspectos geológicos de las fases cons-
tructivas de la ciudad que debieron condicionar su desarrollo, como pueden ser: el ori-
gen del material que se utilizaba para la construcción, las características del agua que
empleaban, o determinar la situación de las canteras donde se pudiera extraer el lapis
specularis. Además, se deberán continuar los trabajos centrados en establecer la función
de los distintos depósitos o estructuras artificiales como es el meandro del río Tajo o
algunas estructuras que se observan en el entorno del yacimiento. A todo ello hay que
seguir llevando a cabo un seguimiento de las distintas excavaciones para corroborar que
existen evidencias sísmicas dentro del yacimiento y que pudieran señalar cual fue su
influencia en el abandono de la ciudad.

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Condicionantes geológicos del territorio de Caraca

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Paleoambiente y paleopaisaje de la ciudad romana de Caraca (Driebes, Guadalara)

Paleoambiente y paleopaisaje de la ciudad


romana de Caraca (Driebes, Guadalara)
José Antonio López Saez
Reyes Luelmo Lautenschlaeger
1
Sebastián Pérez Díaz

Introducción
Los yacimientos arqueológicos suponen archivos paleoambientales muy importan-
tes, especialmente en ambientes semiáridos en los cuales los depósitos convencionales
para análisis polínicos (turberas o lagos) en la península Ibérica son escasos o inexis-
tentes (Carrión et alii 2010; Pérez Díaz et alii 2017). La arqueopalinología de estos yaci-
mientos tiene un enorme potencial paleoecológico, gracias a algunas secuencias docu-
mentadas en el centro peninsular que proveen una reconstrucción paleoclimática cohe-
rente (López Sáez et alii 2014).

La provincia de Guadalajara es una gran desconocida desde un punto de vista


arqueopalinológico; entre otras razones, por la escasez de este tipo de estudios a nivel
provincial, o, porque muchos de los aquí emprendidos resultaron estériles palinológica-
mente hablando (López García et alii 2002; Carrión et alii 2009). Todo ello debe hacer-
nos entender que cualquier nueva contribución en este sentido, como la que aquí se pre-
senta de la ciudad romana de Caraca, suponga un aporte excepcional en la reconstruc-
ción del paleoambiente meseteño.

Material y métodos
Se presenta aquí el estudio palinológico (polen, esporas y microfósiles no polínicos)
de muestras procedentes de la ciudad romana de Caraca (Driebes, Guadalajara). El
objetivo que se plantea es el reconocimiento de las comunidades vegetales existentes a
nivel local (en el entorno del yacimiento) y a nivel regional, así como evaluar el impac-
to antrópico sobre las mismas, haciendo especial hincapié en la dinámica antrópica rela-
cionada con el desarrollo de las actividades productivas.

Se han estudiado palinológicamente 10 muestras, procedentes todas ellas de un


mismo relleno sedimentario de la misma Unidad Estratigráfica 3006 de la cata D, ubi-

1 Grupo de Investigación Arqueología Medioambiental. Instituto de Historia, CCHS, CSIC. Albasanz


26-28, 28037 Madrid.

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José Antonio López Saez, Reyes Luelmo Lautenschlaeger, Sebastián Pérez Díaz

cada en las termas públicas de Caraca. Estas muestras, y la correspondiente UE, corres-
ponden a distintos puntos de un nivel de incendio datado a mediados del siglo II d.C.
sobre el suelo de una estructura absidial de época altoimperial romana, interpretada
como la piscina del tepidarium. Este estrato quedaría sellado por el propio incendio, el
cual, a posteriori, llevó al edificio de las termas al colapso.

El tratamiento químico de las muestras sedimentológicas se llevó a cabo siguiendo


protocolos estandarizados en la disciplina arqueopalinológica (Burjachs et alii 2003). En
la validación de los datos obtenidos se han aceptado las directrices estadísticas y tafo-
nómicas expuestas en López Sáez et alii (2003; 2006). No se procedió a la tinción de las
muestras por la posibilidad de que ésta enmascare la ornamentación de ciertos tipos polí-
nicos. Tras el tratamiento y conservación las muestras se montaron en portaobjetos con
cubreobjetos y posterior sellado con histolaque, para proceder al recuento de los distin-
tos tipos polínicos y no polínicos al microscopio óptico. Los morfotipos polínicos han
sido establecidos de acuerdo a Moore et alii (1991) y Reille (1992; 1995).

Siempre que se ha dado una muestra por válida, el número de granos de polen con-
tados o suma base polínica (S.B.P.) ha superado los 200 procedentes de plantas terres-
tres, albergando además una variedad taxonómica mínima de 20 tipos polínicos distin-
tos (López Sáez et alii 2003; 2013). En el cálculo de los porcentajes se han excluido de
la suma base polínica los taxa hidro-higrófilos y los microfósiles no polínicos, que se
consideran de carácter local o extra-local por lo que suelen estar sobrerrepresentados
(López Sáez et alii 1998; 2000). Además, se han excluido de ésta a Cardueae,
Cichorioideae y Aster tipo debido a su carácter antropozoógeno (Burjachs et alii 2003).
El valor relativo de los palinomorfos excluidos se ha calculado respecto a la S.B.P. El
tratamiento de datos y representación gráfica se ha realizado con ayuda de los progra-
mas TILIA y TGview (Grimm 1992; 2004), junto con el programa de tratamiento de
imagen COREL DRAW para el perfeccionamiento de las figuras.

Resultados y discusión
En general, los espectros polínicos de las 10 muestras estudiadas en la ciudad roma-
na de Caraca (figura 1) son enormemente semejantes, lo que permite aceptar su con-
temporaneidad cronológica y tratarlas conjuntamente.

En general, el palinograma (figura 1) muestra una cobertura arbórea escasa, donde el


porcentaje de polen arbóreo es inferior al 30%, siendo el taxón más representado la enci-
na y/o coscoja (Quercus ilex/coccifera) que en ningún caso sobrepasa el 20% (11,1-
16,8%) de la suma base polínica (S.B.P.). Los espectros polínicos de las muestras estu-
diadas reflejarían por tanto un paisaje sumamente abierto, deforestado, de encinar semi-
adehesado (López Sáez et alii 2010). Este tipo de comunidad forestal, desde un punto
de vista fitosociológico, debería asignarse a los encinares manchegos basófilos meso-
mediterráneos del área (Asparago acutifolii-Quercetum rotundifoliae) (Rivas 1987).

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Paleoambiente y paleopaisaje de la ciudad romana de Caraca (Driebes, Guadalara)

Amén de la encina, localmente estos encinares y/o coscojares quedan representados en


el diagrama polínico por ciertos arbustos que normalmente forman parte de sus etapas
degradativas, caso de los retamares o escobonales (Retama/Cytisus 0,9-2,6%), tomilla-
res (Labiatae: 0,8-1,8%), Crataegus monogyna (1,2-1,8%) y Rhamnus (1,8-3,5%). En
particular, en el entorno inmediato del yacimiento, estos encinares estarían vinculados a
su faciación más termófila y cálida, la cual en las áreas mesomediterráneas está enri-
quecida en espárragos (Asparagus: 0,8-1,7%). En algunas umbrías frescas de la comar-
ca, fundamentalmente en el piso supramediterráneo, es probable que se desarrollaran
formaciones de quercíneas marcescentes y basófilas, representadas en el diagrama polí-
nico por el quegijo (Quercus faginea: 3,7-5,3%).

Entre la flora herbácea, los palinomorfos predominantes serían las gramíneas


(Poaceae) (30,5-40,2%), cuyo elevado porcentaje refrendaría el carácter abierto y defo-
restado de las formaciones leñosas. Dentro de ésta, el hecho más significativo, sin duda
alguna, ha sido la identificación de polen de cereal (Cerealia) en todas las muestras, con
valores porcentuales siempre superiores al 3%, lo que permitiría confirmar la existencia
local, en el entorno inmediato al yacimiento, de cultivos agrícolas versados en el cereal
(López Sáez y López Merino 2005). De igual manera, entre los árboles, puede confir-
marse el cultivo del olivo localmente, ya que el porcentaje de Olea europaea es relati-
vamente alto (5-6,5%), siendo un taxón representado en todas las muestras estudiadas.
Algunas herbáceas nitrófilas, caso de Rumex acetosella, R. acetosa y Convolvulus
arvensis, probablemente estén relacionadas con dichos cultivos, de cereales y olivos, en
forma de malas hierbas de éstos.

De la misma manera, ciertos palinomorfos indicativos de actividades de tipo pasto-


ril o de cierto tipo de presión derivada de la presencia de una cabaña ganadera en el
entorno del sitio (herbáceas antropozoógenas), caso de Plantago lanceolata, P.
major/media y Urtica dioica, han sido identificados en todas las muestras con valores
relativamente altos, lo mismo que ciertos hongos coprófilos como Sordaria,
Sporormiella y Cercophora, todo lo cual permitiría confirmar la importancia de una ele-
vadísima presión pastoral en el paisaje circundante al yacimiento (López Sáez y López
Merino 2007). De hecho, aunque agricultura, oleicultura y ganadería serían, posible-
mente, los principales factores que definirían el paisaje hasta ahora descrito, no es
menos cierto que en el palinograma aparecen toda una serie de indicadores polínicos de
antropización, caso de Asterioideae, Boraginaceae, Scrophulariaceae, Cardueae y
Cichorioideae, que demostrarían la existencia de pastizales nitrófilos, de origen antró-
pico, fruto de una antropización ingente del paisaje.

Los porcentajes sumamente bajos de Cyperaceae (pastizales húmedos), inferiores al


2%, así como la comentada preponderancia de elementos termófilos, probablemente
sería significativa de un clima térmico y fundamentalmente árido, dentro de un proceso
general de creciente aridificación en el centro de la península Ibérica durante los dos pri-

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José Antonio López Saez, Reyes Luelmo Lautenschlaeger, Sebastián Pérez Díaz

meros siglos de nuestra era (López Sáez et alii 2014). No obstante, el porcentaje de
Ulmus (3,2-5,6%) es relativamente elevado, lo que demostraría una buena conservación
de los bosques riparios en torno al cercano río Tajo, de las olmedas.

Figura 1. Histograma palinológico de la ciudad romana de Caraca (Driebes).

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Paleoambiente y paleopaisaje de la ciudad romana de Caraca (Driebes, Guadalara)

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José Antonio López Saez, Reyes Luelmo Lautenschlaeger, Sebastián Pérez Díaz

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42
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Las termas públicas de Caraca y su contexto urbano

Las termas públicas de Caraca


y su contexto urbano
1
Emilio Gamo Pazos
Javier Fernández Ortea2
Investigaciones arqueológicas en el yacimiento
Los precedentes de esta investigación arqueológica están en el hallazgo en 1945 del
denominado Tesoro de Driebes (San Valero 1945). Pero hasta décadas después no se rea-
lizaron prospecciones en este yacimiento por parte de Sánchez-Lafuente (1982) y
Abascal (1982), que propusieron que este lugar pudo ser la antigua Caraca. La locali-
zación de esta ciudad romana había suscitado múltiples propuestas desde el siglo XVI
hasta la actualidad (Gamo 2018: 269-276).

El proyecto de investigación cuyos resultados presentamos en este trabajo comenzó


en 2016, con el objeto de comprobar la ubicación de Caraca en el Cerro de la Virgen de
la Muela, entre las variadas propuestas de localización realizadas hasta el momento. Tras
un pormenorizado estudio de la toponimia, cartografía y fotografía histórica del lugar,
3
realizamos una prospección de la superficie y a continuación el CAI de Arqueometría
y Análisis Arqueológico de la U. C. M. realizó un vuelo de dron y una prospección con
georradar 3D. La ciudad romana de época altoimperial tenía una superficie de unas 8 ha
y se realizó la prospección geofísica sobre 1’3 ha, con notables resultados.

En 2018 realizamos una nueva prospección geofísica al norte y oeste del cerro, tam-
bién junto al CAI de Arqueometría y Análisis Arqueológico de la U. C. M., cubriendo
4
una extensión aproximada de unas 1,7 ha . Esta prospección se realizó gracias al conve-
nio firmado entre la Diputación de Guadalajara y el Ayuntamiento de Driebes.
5
Por otra parte, documentamos el acueducto de la ciudad , que era un canal de opus
caementicium impermeabilizado con opus signinum y datado en el siglo I d.C., cuya lon-

1 Museo Nacional de Arte Romano/ Equipo Arqueológico Caraca. Mail: emiliogamo@hotmail.com.


2 Equipo Arqueologico Caraca. Mail: javierfernandezortea@gmail.com.
3 Financiado por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha (Expediente: 16.1448),
Ayuntamiento de Driebes y Asociación de Amigos del Museo de Guadalajara. Directores: E. Gamo y
J. Fernández.
4 Proyecto de prospección arqueológica sin sondeos y con georradar para el avance en el conoci-
miento de la antigua Caraca (Cerro de la Virgen de la Muela, Driebes, Guadalajara). Expediente:
18.2054-P1. Directores: J. Fernández y J. Vallés.
5 Proyecto de prospección arqueológica sin sondeos para la documentación del Acueducto Romano

43
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Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea

gitud aproximada era de 3 km, de este se conservan actualmente 112’9 metros (Gamo et
alii 2017). En el verano de 2019 hemos excavado la sección conservada de este acue-
6
ducto .
7
La primera campaña de excavaciones la realizamos en 2017 y realizamos tres catas,
la primera de ellas (cata A) en un edificio en la cabecera este del Foro, la segunda (cata
B) en el pórtico de gran un edificio en la fachada sur del Foro, que pudo ser una basíli-
ca. La tercera cata (C) fue en una sección del decumanus 4 (Gamo y Fernández 2017).
8
En 2018 realizamos una nueva campaña de excavaciones en las termas públicas de
la ciudad.

Las termas públicas


Hemos podido documentar la planta de las termas públicas de Caraca combinando
la información obtenida durante la campaña de excavación de 2018, las fotografías aére-
as del Instituto Geográfico Nacional y los resultados de la prospección con georradar de
2018.

La cronología de la construcción del edificio es de la segunda mitad del siglo I d.C.


a tenor de los materiales documentados. La edificación ha de ponerse en relación con un
proceso de monumentalización de la ciudad posterior a su promoción jurídica, proba-
blemente en época Flavia. Este proceso de reforma urbanística hemos podido documen-
tarlo durante la campaña de excavaciones del año 2017 en las catas A y B realizadas al
este y sur del Foro. La extensión del ius Latii por parte de Vespasiano en el año 70 d.C.
tuvo aparejado un proceso de monumentalización en múltiples ciudades que habían sido
promocionadas jurídicamente de la Hispania Tarraconensis (Andreu 2004).

de Driebes (Guadalajara). Expediente J.C.C.M.: 161742-P1. Directores: E. Gamo y J. Fernández.


Diciembre 2016.
6 Proyecto: Excavación y análisis del acueducto de Caraca (Driebes, Guadalajara). 2019
(Expediente: 191349 P1) Financiado por la JCCM con cofinanciación del Ayuntamiento de Driebes,
Ayuntamiento de Brea de Tajo, Asociación de Amigos del Museo de Guadalajara, Asociación de
Mujeres de Brea de Tajo y Áridos Blanquillo S.L. Directores: J. Fernández y E. Gamo.
7 Financiadas por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha (Expediente: 170734 P1),
Ayuntamiento de Driebes, Asociación de Amigos del Museo de Guadalajara y Aso¬ciación de Mujeres
de Brea de Tajo. Directores: E. Gamo y J. Fernández. Miembros del equipo: S. Martín, D. Álvarez, E.
Martín, G. García, M. Á. Rodríguez y M. Á. Perucha (IGME), M. L. Cerdeño y A. Castillo (U. C. M.),
D. Méndez (Revives), H. Gimeno (Centro CIL II Alcalá) y M. Á. Maté (CAI-Arqueometría-U.C.M.).
8 Proyecto: Urbanismo y territorio: excavación arqueológica del sector noroeste de Caraca (Cerro de
la Virgen de la Muela (Driebes, Guadalajara). Expediente: 180358-P1. Financiado por la JCCM con
cofinanciación del Ayuntamiento de Driebes, Ayuntamiento de Brea de Tajo y Asociación de Amigos
del Museo de Guadalajara. Directores: J. Fernández y E. Gamo. Miembros del equipo: A. Castillo
(Universidad Complutense de Madrid), D. Álvarez, S. Martín (UNED Senior), A. Alvar y H. Gimeno
(Centro CIL II-Universidad de Alcalá), M. Á. Rodríguez, M. Á. Perucha y J. F. Mediato (IGME), E.
Martín, D. Méndez (Revives/U.F.V.).

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Las termas públicas de Caraca y su contexto urbano

Sin duda en el marco de esta reforma urbana se produjo la construcción del acue-
ducto de Caraca (Gamo et alii 2017), cuestión que avala el paralelo con el acueducto de
Segobriga (Almagro 1976; Morín 2014), también estudiado de forma monográfica en
dos capítulos de este mismo libro. Es muy interesante el paralelo entre la disposición de
este edificio y las termas monumentales de época flavia de Segobriga (Abascal et alii
1997), lo cual confirma la cronología de este edificio y nos hace sospechar que tanto el
acueducto como las termas monumentales de ambas ciudades pudieron ser realizadas
por los mismos especialistas, o al menos siguiendo el mismo modelo.

Esta cuestión tiene paralelos en el Municipium Flavium Aurgitanum (Jaén) que fue
promocionado jurídicamente en época flavia y en el que posteriormente se documenta
un proceso de intensa remodelación urbana, en el que participaron evergetas locales, que
incluye la construcción de acueductos, termas y fuentes (Fornell 2011).

En este sentido Fernández Ochoa y García (1999: 142) han indicado como en
Hispania se constata una tendencia a la monumentalización de los edificios termales a
partir de época flavia, que se planifican de forma simétrica, como en el caso que trata-
mos. En Pompeya, Zanker (2001: 131) ha indicado como en época flavia se constata un
interés creciente en disfrutar de la vida, en oposición al rigor moralista de época augús-
tea, que se plasma en el lujo privado y las grandes termas.

Las termas públicas de Caraca se destruyeron a causa de un violento incendio a


mediados del siglo II d.C., y tal y como pudimos documentar en el sector este del Foro
(cata A) durante la campaña de excavaciones de 2017, se produjo una reocupación pre-
caria de las estancias que habían perdido, sin lugar a dudas, su función pública. La cita-
da reocupación alcanza, a la vista de los materiales recuperados, el siglo III d.C.,
momento a partir del cual, tras un segundo incendio, se produce el abandono definitivo
del lugar. Eventuales reocupaciones posteriores, si existieron, tendrían un carácter espo-
rádico y muy localizado, así cabe señalar que no tenemos constancia hasta la fecha de
ningún fragmento T. S. H. T. en el Cerro de la Virgen de la Muela, tan abundante en otros
yacimientos de esta área con niveles de esta época. La reutilización y reconversión de
edificios termales está bien documentada en diversos conjuntos hispanos, especialmen-
te durante la Antigüedad Tardía (Fuentes 2000).

Las termas públicas tenían unas dimensiones cercanas a los 900 m2 y estaban orien-
tadas en sentido SO-NE, lindando al este con el Cardo Maximus. El edificio estaba sepa-
rado por estrechos callejones al norte y sur de las manzanas nº 3 y 5, al noroeste del
Cerro de la Virgen de la Muela.

Durante la campaña de excavaciones de 2018 realizamos una cata (D) con una exten-
sión de 30 x 6 metros, sobre la que ampliamos en dirección norte 3 x 5 metros. En con-
secuencia, la superficie total excavada fue de 195 m2.

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Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea

El edificio está organizado en torno a un eje este-oeste. La parte oeste del conjunto
termal estaba ocupada por una palestra de grandes dimensiones, con 6 columnas en sen-
tido longitudinal y 5 en transversal. Las medidas calculadas de la palestra son en torno
a 530 m2. En el caso de Segobriga las dimensiones de la palestra eran de 541 m2
(Abascal et alii 2007: 47). La palestra era un espacio al aire libre y porticado para la
práctica del ejercicio físico (Nielsen 1990). La existencia de palestra en las termas públi-
cas de Hispania y en las provincias occidentales no está documentada en todos los con-
juntos de este tipo (Fernández Ochoa y García 1999: 163). Se han localizado palestras
en las termas públicas por ejemplo de: Alto da Cividade en Bracara Augusta, Los Arcos
I y II de Clunia Sulpicia, termas del área de La Encrucijada en Lancia, termas ubicadas
en la zona noreste del foro de Tongobriga (Núñez 2008: 185, Tabla 19), termas del puer-
to de Carthago Nova (Noguera et alii 2018: 80), termas de la Plaza del Castillo en
Pamplona (Unzu 2018: 48), termas de Mura en Liria (Escrivà et alii 2018: 68), las ter-
mas de Oiasso en Irún (Urteaga 2018: 105). También se han localizado palestras en las
termas públicas de Segobriga y en las termas de Valeria, ambas se estudian monográfi-
camente en otros capítulos de este libro.

Durante esta campaña de excavación hemos localizado la parte sur del espacio por-
ticado de la palestra, del que quedan restos de la cimentación de 5 basas de columna.
Las citadas basas de piedra caliza (de las que sólo se conserva la ubicada más al este),
estaban cimentadas respectivamente sobre una estructura de tendencia rectangular ela-
borada mediante pequeñas piedras. La palestra está bastante arrasada por las tareas agrí-
colas, y de hecho en gran parte está destruida por debajo del antiguo nivel de uso del
suelo.

Para construir el edificio, que se ubica en un desnivel en sentido este-oeste, los cara-
citanos tuvieron que aterrazar el terreno, tal y como hemos podido observar con clari-
dad en la palestra, donde en su cimentación se encuentran materiales arqueológicos de
etapas precedentes (cerámica carpetana, cerámica de barniz negro entre otras) emplea-
dos como relleno de nivelación. La construcción del edificio afectó muy gravemente a
los restos de etapas precedentes.

Figura 1. Perfil topográfico del Cerro de la Virgen de la Muela y ubicación de las termas públicas
(según E. Martín).

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Las termas públicas de Caraca y su contexto urbano

En la zona cubierta del pórtico de la palestra, como se observa con claridad en la


zona cercana al acceso a la estancia A del interior del edificio, había un suelo elaborado
a base de cal blanca nivelado sobre restos de ímbríces, tegulas y restos de cerámica reu-
tilizada de períodos precedentes. Destaca en este aspecto la similitud constructiva entre
el pórtico que excavamos al sur del foro durante la campaña de 2017 (cata B) y el espa-
cio porticado de la palestra, tanto en la disposición de las basas de las columnas, como
por el empleo de cal para la parte cubierta del suelo.

En la parte descubierta de la palestra, al exterior del pórtico, el suelo estaba realiza-


do a base de pequeños cantos rodados, de los que quedan restos muy deteriorados. La
nivelación de esta última zona descubierta se realizaba a base de plataformas escalona-
das delimitadas por una suerte de “muretes-escalones” dispuestos en paralelo en senti-
do norte-sur.

Al sur de la cata en la zona de la palestra localizamos un muro de contención de nota-


ble anchura, reforzado mediante pilares verticales de cimentación a base de sillares que
llegan a superar los dos metros de longitud dispuestos en sentido norte-sur. Las termas
monumentales de Segobriga también estaban rodeadas de un muro perimetral que englo-
baba toda la estructura que, a su vez, hacía las funciones de muro de contención de los
rellenos del aterrazamiento, al igual que en el caso de Caraca dentro del muro se alter-
naban pilares de sillería para conferir estabilidad al conjunto (Abascal et alii 2007: 47).

Figura 2. Detalle de una basa cuadrada de la palestra de las termas (fotografía Equipo arqueológico
Caraca).

47
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Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea

Durante la campaña de excavaciones de 2018 descubrimos dos estancias del interior


del edificio termal. La primera de ellas (estancia A) se ubica al este de la palestra, desde
cuyo espacio porticado se accede a través de un pasillo con un umbral de piedra caliza,
tras el cual se localiza un escalón del mismo material. El suelo del pasillo y el resto de
la estancia está realizado con un suelo de opus reticulatum muy bien conservado, que
forma mediante ladrillos romboidales dibujos a modo de espigas. También en el caso de
las termas monumentales de Segobriga se accedía desde el espacio porticado de la pales-
tra al interior del edificio a través de un pasillo, que daba paso al frigidarium, este pasi-
llo se ha interpretado como un posible apodyterium (Abascal et alii 2007: 47-48), fun-
ción que también pudo cumplir el espacio al que nos referimos en las termas de Caraca.

En el interior de la estancia el suelo de opus reticulatum está cubierto por una costra
yesífera a consecuencia de la presencia durante décadas de un manto de agua sobre esta
piscina. Asimismo, la costra yesífera y no calcárea puede relacionarse con la teoría de
que el caput aquae del acueducto de Caraca estaba en el manantial de Lucos, como se
trata de forma monográfica por Rodríguez-Pascua et alii en otro capítulo de este mismo
libro.

El suelo de la Estancia A de la termas de Caraca tiene muchas similitudes con otro


descubierto en el Cerro de San Juan del Viso (la primitiva Complutum) durante las exca-
vaciones realizadas en el año 1978, en un edificio interpretado como las termas públi-
cas, dicho suelo se encontró en la cata 5 de dicha campaña, en una estancia paralela al
muro del hipocausto, y estas termas a tenor de los materiales recuperados debían estar
construidas a mediados del siglo I d.C. y se abandonaron en época Flavia (Fernández-
Galiano 1984: 67-76, lám. IX y X; Azcárraga 2015: 163-165). También hay un suelo
similar en la cisterna del Foro de Ercavica (García et alii 2015: 79).

La escasa profundidad que podría alcanzar el agua en esta estancia, que buza en sen-
tido oeste-este, hace plantearnos la posibilidad de que se tratara de un pediluvium, es
decir un área destinada al baño o refresco de los pies. En las Termas del Puerto de
Carthago Nova se hallaba también un pediluvium en el frigidarium, en su primera fase
constructiva (Madrid et alii 2015: 18).

Esta estancia está limitada al sur por un muro de grandes dimensiones que cierra las
termas por su parte meridional, rematado en su esquina junto al umbral que daba acceso
a la palestra por un pilar de piedra caliza que muestra marcas de un agujero para su tras-
lado con grúa. Más al este del pilar anterior, dentro del muro, se conserva otro sillar de
grandes dimensiones de caliza también dispuesto en sentido norte-sur que daba estabili-
dad al muro a modo de pilar de contención. Al este de este último encontramos dos con-
trafuertes realizados en mampostería al exterior del muro, en su parte sur. En las termas
de Labitolosa se han localizado unos contrafuertes también en el exterior del muro que
cierra las termas por el este, junto al frigidarium (Magallón y Sillières 1994: 93, lám. 1).

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Las termas públicas de Caraca y su contexto urbano

La Estancia A se cierra al este por un muro de menor anchura, que la separaba de


otra gran estancia rectangular que hemos localizado mediante prospección con geo-
rradar en 2018, al oriente de esta última estaba el Cardo Maximus.

Por el oeste la Estancia A estaba delimitada por un grueso muro que separaba este
ambiente de la Estancia B, en este se conservan los modillones hidráulicos para imper-
meabilización. La parte interna de los muros que cierran la estancia al sur, oeste y este
están impermeabilizados mediante opus signinum. La techumbre estaba realizada
mediante una bóveda de cañón como se observa en la parte superior del muro sur de
la estancia, revestido de opus signinum. La parte superior de la bóveda de cañón esta-
ba realizada a base de piedra tobácea (de la que hemos encontrado el derrumbe), apro-
vechando la mayor ligereza de este material constructivo. Es posible que esta estancia
fuera el frigidarium de las termas.

Este posible frigidarium fue afectado por un violento incendio a mediados del
siglo II d.C., del que queda un importante nivel de cenizas en el que encontramos
numerosos fragmentos de T.S.H. altoimperial lisa y decorada, algunos de ellos con
grafitos post-cocción. También se han hallado grafitos precocción y postcocción sobre
tégulas e ímbrices, analizados en detalle por Gimeno et alii en otro capítulo de este
libro. Asimismo, encontramos una pequeña espátula de bronce, quizás para usos cos-
méticos o médicos.

También localizamos tubuli (elementos de cerámica para distribuir el aire caliente


en concamerationes, estas últimas no registradas hasta la fecha), junto a abundante
material latericio, en parte quizás procedente de un caldarium y praefurnium aún no
encontrado, que posiblemente se ubicara al norte de esta estancia. Efectivamente, a
través de la prospección con georradar de 2018 hemos podido localizar al norte de las
estancias A y B, y al este de la palestra, un amplio espacio construido y cubierto por
abundantes derrumbes de piedra que se correspondería con otras estancias termales
como pueden ser el caldarium y el praefurnium.

En la Estancia A, tras el nivel de incendio de mediados del siglo II d.C., localiza-


mos un nivel más reciente de reocupación precaria, del que registramos un suelo de
tierra apisonada muy deteriorado y perdido en su mayor parte. También de esta época
data una pequeña remodelación a modo de cierre de un vano de puerta o reparación
del muro este de la estancia. Esta ocupación precaria apenas tiene diferencia cronoló-
gica con la fase anterior como evidencian los materiales recuperados que tienen una
cronología de la segunda mitad del siglo II d.C., no superando el siglo III d.C. Este
nivel de reocupación precaria también fue destruido por un violento incendio del que
hemos encontrado un notable nivel de cenizas. No cabe duda que durante esta última
fase el edificio había perdido su carácter público y funcionalidad previa.

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Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea

Figura 3. Pasillo de acceso al interior de las termas desde la palestra (fotografía Equipo arqueológi-
co Caraca).

Figura 4. Detalle del pasillo de acceso al interior de las termas desde la palestra (fotografía Equipo
arqueológico Caraca).

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Las termas públicas de Caraca y su contexto urbano

Figura 5. Muro de cierre de las termas al sur de la estancia A (fotografía Equipo arqueológico
Caraca).

Figura 6. Estancia A vista desde el oeste (fotografía Equipo arqueológico Caraca).

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Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea

La segunda estancia que hemos excavado (B) se ubica al oeste de la Estancia A y


al norte del pasillo de acceso desde la palestra hasta esta última habitación. Se trata de
una estructura absidial elaborada a base de gruesos muros de opus caementicium,
recubiertos al interior por una capa de impermeabilización de opus signinum sobre el
suelo y las paredes de la estancia. Además, la parte inferior de los muros estaba reves-
tida por un modillón hidráulico que impedía la infiltración de las aguas del interior de
la piscina. Hemos encontrado fragmentos de molduras de estuco procedentes de los
remates de la parte superior de las paredes de la estancia.

El exterior de la Estancia B, al sur, oeste y norte se reforzaba mediante grandes


sillares de caliza y un muro de refuerzo de mampostería, localizándose también al
suroeste del ábside un sillar de grandes dimensiones de piedra caliza que hacía las fun-
ciones de contrafuerte.

Esta era una habitación de planta rectangular, cuyo cuerpo estaba rematado por una
bóveda de cañón, cuyo remate absidial se ubica al oeste, de modo que en su extremo
occidental habría hueco para una ventana que permitía el paso de la luz desde el espa-
cio diáfano de la palestra. De la citada ventana hemos localizado los restos de lapis
specularis derrumbados sobre el suelo de opus signinum. La estancia, de tendencia
rectangular, se estrecha en su mitad occidental dejando enmarcado el remate absidial.

Resulta interesante destacar la orientación de esta estancia en relación con la afir-


mación de Vitrubio (Arquitectura, V, 10, 1): “[…] las salas del baño caliente y las del
templado recibirán la luz del poniente invernal”.

El tepidarium de las termas de Segobriga estaba igualmente rematado por un ábsi-


de que tenía una ventana que permitía el paso de la luz desde el exterior (Abascal et
alii 1997: 42). Por otra parte, esta estancia de las termas de Caraca tiene paralelo con
el caldarium de las termas del Foro de Pompeya, estas fueron edificadas en el siglo I
a.C. aunque posteriormente remodeladas tras el terremoto del año 62 d.C., las simili-
tudes se observan en que es una estructura rectangular, cubierta por una bóveda de
cañón y rematada por un ábside que en su extremo tenía una ventana, así como las
paredes decoradas con molduras de estuco (Étienne 1965).

Sobre el suelo de esta piscina se observa de nuevo la presencia de la costra yesífe-


ra prueba de que la estructura paso largos períodos de tiempo sumergida en agua, sien-
do, por tanto, una piscina. A la estancia se accedía desde el norte, desde un tercer
ámbito todavía no bien definido, a través de una escalera formada por grandes esca-
lones de piedra caliza de los que se conservan dos en su posición original y un terce-
ro desplazado hacia el interior de la estancia. Consideramos que esta estructura pudo
ser el tepidarium. Entre los materiales hallados podemos destacar un acus crinalis,
una ficha de hueso, abundantes fragmentos de T.S.H. altoimperial lisa y decorada en

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Las termas públicas de Caraca y su contexto urbano

su mayoría procedente del alfar de Tricio, vidrio azul con decoración a costillas, y
material latericio.

También en este ámbito se observa con claridad la destrucción del edificio a media-
dos del siglo II d.C., de la que queda un notable nivel de cenizas. También en esta estan-
cia hemos localizado sobre el nivel de incendio de mediados del siglo II d.C. una reo-
cupación en precario, con la construcción de un nuevo nivel de suelo apisonado con cal,
muy deteriorado. Los materiales de esta fase muestran que las termas fueron reutiliza-
das como espacio habitacional como demuestra la aparición de pesas de telar y una afi-
ladera. Esta reocupación en precario de la segunda mitad del siglo II d.C. y el siglo III
d.C. tuvo una corta vida y fue destruida por un nuevo incendio que se observa con cla-
ridad en un importante nivel ceniciento dentro de la Estancia B.

Figura 7. Modillón hidráulico de opus signinum sobre el suelo de la estancia B (fotografía Equipo
arqueológico Caraca).

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Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea

Del nivel de destrucción del siglo II d.C. recogimos muestras para la realización de
análisis palinológicos cuyos resultados son detalladamente explicados por José Antonio
López et alii en otro capítulo de este mismo libro.

Por último, hay que señalar que, como resultado de la prospección con georradar de
2018, hemos documentado la presencia de cloacas de desagüe de las termas. Así, al
norte del muro de cierre de la parte septentrional de las termas se observa una cloaca que
discurría paralela al edificio en sentido este-oeste para desaguar en la ladera occidental
del cerro. A esta cloaca desaguaba otra que salía del ábside de la Estancia B en sentido
noroeste, cruzando la palestra, para unirse con la cloaca citada anteriormente. Durante
la campaña de 2018 el equipo del I.G.M.E. realizó un estudio geológico del yacimien-
to, a consecuencia de este localizaron una erosión de origen antrópico relacionada con
el desagüe de la primera de las cloacas citadas en la ladera oeste del cerro. Esta cuestión
es tratada por Rodríguez-Pascua et alii en otro capítulo de este mismo libro.

El contexto urbano de las termas


Gracias a la prospección geofísica de 2018 y a las dos campañas de excavaciones
arqueológicas realizadas en 2017 y 2018, podemos ofrecer una visión global del yaci-
miento más completa de la que publicamos en trabajos anteriores (Gamo et alii 2018).
Asimismo, hemos completado los resultados de nuestras prospecciones con georradar
con el crecimiento diferencial de la vegetación que se observa en las fotografías aéreas
de los vuelos realizados por el Instituto Geográfico Nacional en el marco del P.N.O.A.
(accesibles en https://fototeca.cnig.es/).

Con las lógicas limitaciones propias de estas metodologías, que han de ser ratifica-
das mediante excavación arqueológica, tenemos una cartografía bastante aproximada
del área central del yacimiento gracias a la superficie prospectada mediante georradar,
que alcanza las 3 ha en total, y los datos que aporta el estudio de las fotografías aéreas
del I.G.N. El uso de técnicas no invasivas permite definir con mayor éxito ulteriores
líneas de investigación.

El emplazamiento del Cerro de la Virgen de la Muela es muy estratégico, encajado


entre los arroyos de La Barranquera y Salobre, dominando en altura el vado del río Tajo
desde una posición fácilmente defendible. Además, en su ubicación pesa estar junto a la
vía Complutum-Carthago Nova (Anónimo de Rávena, 313,10) entre Complutum y
Segobriga.

La ciudad romana tiene precedentes poblacionales desde el Bronce Final y Hierro I,


pero fue el oppidum carpetano el que fue fundamental para la configuración urbanística
de la ciudad. Efectivamente, frente a la ciudad romana ideal de planta hipodámica exis-
ten múltiples factores que condicionan su urbanismo como la orografía, precedentes
constructivos, tradiciones indígenas, climatología, población y orientación económica

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Las termas públicas de Caraca y su contexto urbano

(Gómez 2010: 563). El carácter irregular de la planta de Caraca deriva del sustrato indí-
gena previo y de época republicana, con paralelos en el caso de Numantia (Jimeno et alii
2017). Poco conocemos del urbanismo del oppidum carpetano y de época romana repu-
blicana con la excepción de las estructuras habitacionales localizadas en la cata B duran-
te la campaña de 2017, donde bajo el pórtico sur de Foro encontramos unas estancias
rectangulares de los siglos II-I a.C., que tenían las bases de piedra y el alzado de adobe
como demuestra el hallazgo de importantes derrumbes de adobe, así como un nivel de
cenizas que indica la existencia de un incendio en el siglo I a.C., quizás vinculado al
conflicto sertoriano o las guerras entre Pompeyo y César. A este respecto se puede con-
sultar en este mismo libro el trabajo de Bernárdez y Guisado (2019).

El urbanismo que hemos podido documentar es fundamentalmente el de la ciudad de


época altoimperial, que fue promocionada jurídicamente en el siglo I d.C., probable-
mente en época flavia. Efectivamente a partir del momento de la promoción jurídica la
ciudad se monumentalizó mediante la construcción del Foro, las termas y el acueducto.
En este proceso de remodelación urbana, como en otras ciudades romanas de Hispania,
tanto el ordo decurionum (Melchor 1992: 136) como los evergetas locales tuvieron sin
duda un importante papel (Melchor 1993). Sin embargo, en este aspecto, la epigrafía
caracitana se nos ha mostrado, de momento, esquiva.

Por otra parte, las precarias estructuras de reocupación de los antiguos edificios
altoimperiales, pertenecientes a finales del siglo II y III. d.C., son igualmente difíciles
de documentar mediante la prospección geofísica y se han localizado durante las exca-
vaciones de las termas públicas y en el edificio ubicado al este del Foro (cata A).

La planta de Caraca está orientada, en el área central de la misma, en sentido nores-


te-suroeste. El punto más alto del Cerro de la Virgen de la Muela corresponde con la ubi-
cación de la ermita del siglo XVI, ubicada en la parte norte del antiguo Foro, a una cota
de 613 m.s.n.m. Desde este punto más elevado el urbanismo tuvo que adaptarse a una
pendiente hacia el sur, este y oeste.

La civitas se estructura en torno al Cardo Maximus (cardo 4) que la atraviesa en sen-


tido noroeste-sureste, dividiendo la ciudad en dos mitades. Dicha calle es interrumpida
al sur del foro, donde tuvo que cambiar su itinerario en sentido suroeste. Al sur del foro
y al este del Cardo Maximus se localizan tres cardines de menores dimensiones con
orientación noroeste-sureste. El Cardo Maximus articulaba 18 decumani perpendicula-
res al mismo, orientados en sentido noreste-suroeste. De este modo el área central de la
ciudad quedó dividida en 27 manzanas.

Al noreste del cerro había estructuras que pueden asociarse a un castellum aquae,
desde donde se redistribuiría el agua del acueducto al resto de la ciudad. Dentro de la ciu-
dad el agua se distribuye tras pasar por un depósito decantador primario, y sucesivos

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Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea

secundarios (De la Peña 2010: 253). Desconocemos la presencia de fuentes en base al geo-
rradar. Sin embargo, tenemos evidencias de dos cloacas en la vertiente oeste del cerro, que
desalojaban el aqua caduca por la citada ladera. En el caso más meridional la cloaca se
observa en el georradar bajo el decumanus 3 y continuaba hasta decumanus 4, lo que
demuestra que era una canalización subterránea bajo el pavimento. El caso más septen-
trional es el de las termas públicas, antes mencionado. También el georradar mostró una
posible cloaca bajo el cardo 3.

No hemos localizado murallas de época romana altoimperial mediante la prospección


con georradar, quizás porque las escarpadas laderas sur, este y oeste servían de defensa
natural, a diferencia de las vecinas Segobriga (Abascal et alii 2009: 20) y Ercavica (Lorrio
2001). Por otra parte, y en relación con este particular, el estudio geológico del I.G.M.E.
ha mostrado como el denominado Cerro Esporteado, que delimita el yacimiento por el nor-
este es una elevación del terreno de origen antrópico (Rodríguez-Pascua et alii 2019).

Los accesos al área central de ciudad serían por el norte a través del cardo 4 y por el
este desde la vía Complutum-Carthago Nova, que asciende desde el río Tajo mediante una
rampa de acceso y asimismo en las fotografías aéreas del I.G.N. se observa como esta vía
continúa en dirección norte. La entrada a la parte central de la ciudad desde la menciona-
da vía dio pie a la existencia de un espacio diáfano de marcado carácter organizador, en el
que convergían el decumanus 8, el decumanus 10 y una tercera calle que desde el Foro se
dirigía al noreste. Al este del decumanus 10 se observa en la fotografía aérea del I.G.N.
una estructura rectangular exenta que pudo ser una suerte de puerta.

Hemos realizado un cálculo de población considerando las 8 ha de extensión del yaci-


miento, siguiendo el índice de 233 habitantes por hectárea de los núcleos urbanos secun-
darios de Hispania en época altoimperial (Carreras 1996: 102), de lo que deducimos una
cifra aproximada de 1800 habitantes. Hemos calculado que en base a las características del
acueducto que el abastecimiento diario de agua a Caraca sería de una media de 114.912
litros (114,912 m3) de agua y en consecuencia el consumo diario medio de agua por habi-
tante estaría en torno a los 61,6 litros (Gamo et alii 2017: 245). En el caso de Roma, se
calculó para los habitantes de la ciudad un consumo humano cercano a 67 litros por per-
sona y día (Bruun 1991: 103).

La ciudad tenía dos esquemas urbanísticos claramente definidos al norte y sur del foro.
Al norte, el espacio se ordena en torno al Cardo Maximus del que salen decumani de forma
regular y perpendiculares al mismo, en sentido noreste-suroeste, creando un esquema a
modo de “espina de pescado”. En este esquema se incluyen las manzanas de la 1 a la 14.

La disposición urbanística es claramente distinta al sur, donde las edificaciones se dis-


ponen en forma de abanico en torno al foro en las manzanas 15 a 19. Al sur del Foro
encontramos un urbanismo con una vialidad menos regular, con 4 cardines de distintas

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Las termas públicas de Caraca y su contexto urbano

dimensiones (C 1, 2, 3 y 4). En cualquier caso, es destacable el intenso aprovechamiento


del espacio urbano edificable, muestra de la pujanza de la ciudad en época altoimperial.

La prospección con georradar de 2018 nos ha permitido calcular las dimensiones com-
pletas del foro, de en torno a 1330 m2. Las dimensiones del foro de Caraca son similares
a los de Turobriga, Segobriga, Baelo Claudia o Ercavica (Romero 2014: 169). La plaza
del Foro tiene una planta rectangular con una orientación noreste-suroeste, al sur había un
pórtico de columnas del que excavamos una parte en 2017 (cata B) tras el cual había un
edificio de planta rectangular y amplia fachada, que pudo ser la basílica. Al este del Foro,
en su cabecera, localizamos durante las excavaciones de 2017 un edificio altoimperial de
dos alturas, en donde el piso superior tenía sin duda carácter público, mientras que en el
piso inferior, al que se accedía desde una calle ubicada al este del límite del foro, había un
criptopórtico que albergaba una taberna. También en el foro de Los Bañales de Uncastillo
se ha localizado el criptopórtico meridional cuyo piso inferior tuvo tabernae (Serrano y
Andreu 2015: 118).

La zona norte del foro se ubica justo al sur de la Ermita de Virgen de la Muela, en esta
se observan grandes plataformas que hemos interpretado como posibles templos como en
el caso de Baelo Claudia (Pelletier et alii 1987; Sillières 1997: 87-91).

Al oeste del Foro y exenta en medio de la plaza hemos observado a través de la pros-
pección con georradar de 2018 una estructura de unos 25 m2 que cierra la plaza por su parte
occidental, con un posible carácter religioso o conmemorativo, posiblemente un pequeño
templo. Este templete se abre hacia el occidente, dando la espalda a la plaza del foro y su
fachada estaba orientada al Cardo Maximus a su paso por el oeste del foro. Esta orienta-
ción sería coherente con la propuesta de Vitrubio (De Architectura, IV, 5) por la cual era
preferible que la deidad colocada en el interior de la cella mirara hacia el oeste. Este pare-
ce ser un pequeño templo in antis con dos estancias, la ubicada más al este sería la cella y
al occidente de esta se observan dos muros paralelos con apertura hacia el oeste que pare-
cen definir el pronaos. Este edificio tiene similitudes con los pequeños Templos I y II de
Pollentia, que también se sitúan en un área transicional del foro y fueron datados en el
siglo I d.C. (Vallori et alii 2016). La planta del edificio tiene también paralelo en un peque-
ño templo o sacellum in antis de Osca localizado en la excavación del Círculo Católico en
Huesca y datado en el siglo I a.C. (Asensio 2003).

Al sureste del Foro, entre el decumanus 4 y el cardo 2 se encuentra un edificio que


interpretamos como un posible macellum, enfocado al abastecimiento de la población,
facilitar el acceso de los proveedores y no ser un impedimento a la circulación central.
Tiene similitudes al macellum de Torreparedones en su disposición interna (Morena y
Moreno 2010; Morena et alii 2012), aunque la tendencia trapezoidal de su patio lo vincu-
la con el de Celsa (Beltrán 1991).

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Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea

Al suroeste del foro al norte del decumanus 2 y al oeste del cardo 4, en la manzana
20 hay un edificio que interpretamos como un posible edificio termal junto a una domus.

En Caraca tenemos evidencias de los principales tipos de viviendas romanas, domus


con atrio, peristilo e insulae (Balil 1972). Los diversos tipos de viviendas se definen por
un sistema de aterrazamiento, generalmente en sentido SO-NE, adaptándose a la oro-
grafía del cerro. Retomando la diferenciación urbanística entre el norte y el sur del Foro,
las divisiones en decumani al norte dibujan manzanas de insulae secuenciales y de
corredor, mientras que al sur, los cardines dividen un espacio predominantemente ocu-
pado por lo que parecen ser domus de patio, según la clasificación de Fernández Vega
(1999: 65-66). La tónica general queda rota por alguna excepción, como el caso de una
gran residencia con peristilo, similar a la de Los Morillos de Iuliobriga (Fernández
1993: 70), situada en el extremo noreste, en la manzana 2, con una extensión aproxima-
da de 500 m2. Con salvedades, parece reflejarse una tendencia general de un barrio de
viviendas acomodadas al sur del foro, aprovechando la proximidad a éste, circunstancia
que fue detectada en la prospección superficial de 2016 en base a la riqueza de materia-
les cerámicos, vidrio y estucos, tanto con pintura mural como con molduras. Al norte del
foro, se registra la otra esfera doméstica, más humilde, en insulae de viviendas adapta-
das a largos decumani. Esto provoca alineaciones de viviendas longitudinales cuya sepa-
ración se realiza a partir de muros medianeros, como sucede en la Betica, caso de Ilipa,
Munigua, Italica, Celti, etc. (Gómez 2010). La irregular disposición de nuestras insulae
podría ser similar a la ínsula I del Barrio de las Termas de Bilbilis (Martín-Bueno y
Sáenz 2003). Este tipo de construcción populosa era foco de amenazas de incendio o
derrumbe (García y Bellido 1965), razón por la que ley de Augusto De modo aedificio-
rum urbis limitó la altura de las casas a 70 pies romanos. Con relación al aspecto comer-
cial, las insulae de viviendas debieron compartir espacio con tabernae y talleres artesa-
nos. En Italica se documenta de forma habitual la ocupación de las fachadas de las insu-
lae con tabernas independientes, así como también se observan tabernas dependientes
de las viviendas en Baelo Claudia y Conimbriga (Beltrán 2003).
Finalmente, queremos señalar que en las fotografías aéreas de los vuelos realizados
por el Instituto Geográfico Nacional en el marco del P.N.O.A. (accesibles en https://foto-
teca.cnig.es/), se observan al norte del denominado Cerro Esporteado áreas con un cre-
cimiento diferencial de la vegetación compatible con la existencia de edificios públicos
de época romana.

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Las termas públicas de Caraca y su contexto urbano

Figura 8. Esquema del urbanismo y viales de Caraca a partir de la interpretación del Georradar
(Equipo arqueológico Caraca).

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Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea

Figura 9. Interpretación de las estructuras localizadas en las campañas de georradar (CAI de


Arqueometría y Análisis Arqueológico de la U. C. M.).

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Las termas públicas de Caraca y su contexto urbano

Conclusiones
Las investigaciones arqueológicas en el Cerro de la Virgen de la Muela han demos-
trado que este yacimiento tuvo una prolongada ocupación desde el Bronce Final, Hierro
I y en época carpetana. En la segunda mitad del siglo I d.C. y muy probablemente en
época flavia la ciudad fue promocionada jurídicamente. Así en las últimas décadas del
siglo primero se dio un proceso de monumentalización que incluye la construcción del
acueducto, el foro y las termas públicas, así como un proceso de reordenación urbanís-
tica general que afectó gravemente a los niveles de época romana republicana y julio-
claudia.

Tras el incendio de mediados del siglo II d.C. se mantuvo un hábitat precario, reo-
cupando como espacio habitacional los antiguos edificios públicos como las termas.
Finalmente, la ciudad se abandonó de forma definitiva en el siglo III d.C.

Todos estos datos confirman la ubicación de Caraca en este lugar y la condición


urbana del yacimiento, lo que la convierte en la única ciudad romana promocionada jurí-
dicamente en el territorio de la actual provincia de Guadalajara de la que tenemos cons-
tancia fehaciente hasta el presente.

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Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea

Figura 10-Principales núcleos de población de época romana altoimperial en la provincia de


Guadalajara y su entorno.

Figura 11-Vista del Cerro de la Virgen de la Muela y ubicación del área prospectada con georradar
en 2016 (CAI de Arqueometría y Análisis Arqueológico. Facultad de Geografía e Historia-UCM).

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Las termas públicas de Caraca y su contexto urbano

Figura 12-Cerro Esporteado visto desde el norte (fotografía Emilio Gamo).

Figura 13-Vía Complutum-Carthago Nova en la ladera este del Cerro de la Virgen de la Muela (foto-
grafía Emilio Gamo).

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Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea

Figura 14-Vista de la cata A. Edificio en la cabecera este del Foro (fotografía Equipo Arqueológico
Caraca).

Figura 15. Sillares en superficie al oeste del yacimiento (fotografía Equipo Arqueológico Caraca).

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Las termas públicas de Caraca y su contexto urbano

Figura 16-Vista de la sección excavada del decumanus 4 en la cata C (fotografía Equipo Arqueológico
Caraca).

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Figura 17- Elementos constructivos reutilizados en el muro sur de la Ermita de la Virgen de la Muela
(fotografía Equipo Arqueológico Caraca).

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Las termas públicas de Caraca y su contexto urbano

Figura 18-Fuste de columna reutilizado en el muro norte de la Ermita de la Virgen de la Muela (foto-
grafía Equipo Arqueológico Caraca).

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Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea

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Datos históricos, arqueológicos y geológicos para la ubicación ....

Datos históricos, arqueológicos y


geológicos para la ubicación de la batalla
de Aníbal en el Tajo (220 a.C)
1
Emilio Gamo Pazos
2
Javier Fernández Ortea
3
Miguel Ángel Rodríguez-Pascua
4
Andrés Díez-Herrero
5
María Ángeles Perucha Atienza
6
José Francisco Mediato Arribas

Introducción
La ubicación de la batalla del Tajo (220 a.C.) es un tema ampliamente debatido y no
resuelto. En el presente trabajo se aportan datos acerca de la posible localización de
dicha batalla que libró Aníbal contra los carpetanos y sus aliados en el año 220 a.C. No
entraremos aquí en el detalle del contexto histórico de la campaña de Aníbal en la
Meseta por ser este tema tratado de forma monográfica en otro capítulo de este libro por
el doctor Sergio Remedios. Nos centramos en proponer una ubicación para esta batalla
basándonos en el análisis detallado de los datos que aportan las fuentes escritas, la
arqueología y la evolución geomorfológica del río Tajo, con una óptica interdisciplinar.
La distribución geográfica de los carpetanos, la retirada de Aníbal tras el saqueo de
Helmática hacia sus cuarteles de invierno en Qart Hadasht (Cartagena), el propio tra-
zado de la vía que unía Complutum con Carthago Nova que se cruza con el río Tajo en
la ciudad carpetana de Caraca y las evidencias geomorfológicas del entorno de esta ciu-
dad, nos hace postular esta ubicación como un posible escenario de la batalla del Tajo
(220 a.C.).

Descripción de la batalla en las fuentes históricas


La mencionada confrontación fue descrita por Polibio de Megalópolis y Tito Livio,
a su vez probablemente dependientes, en última instancia, de una misma fuente (Hine

1 Museo Nacional de Arte Romano-Equipo Arqueológico Caraca.


2 Equipo Arqueológico Caraca.
3 Instituto Geológico y Minero de España.
4 Instituto Geológico y Minero de España.
5 Instituto Geológico y Minero de España.
6 Instituto Geológico y Minero de España.

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Emilio Gamo Pazos, et alii

1979: 899). Así, se considera que Polibio habría consultado directamente a Sileno de
Caleacte (que acompañaba al líder cartaginés) y Tito Livio habría leído a Sileno a través
de Celio Antipater (Sánchez Moreno 2000: 126). Domínguez (2013: 307) ha indicado
cómo el detalle con el que Livio y Polibio describieron la batalla deriva de la atención
que ésta recibiera por los historiadores que acompañaron al líder cartaginés en la expe-
dición, posiblemente con el objeto de encontrar paralelos con las victorias de Alejandro
Magno en Gránico, Hidaspes o Iso, donde la presencia de ríos jugó un papel relevante
en la estrategia militar.

Livio (Ab urbe condita, 21, 5) describió del siguiente modo las primeras campañas
de Aníbal:

“Pero desde el día en que fue proclamado general como si le hubiese sido asignada
Italia por decreto como provincia y se le hubiese encargado la guerra contra Roma, per-
suadido de que no había momento que perder no fuese a ocurrir que también a él como
a su padre Amílcar y después a Asdrúbal lo sorprendiese alguna eventualidad mientras
andaba en vacilaciones, decidió hacer la guerra a los saguntinos. Como al atacarlos
iba a provocar con toda seguridad una reacción armada por parte de los romanos, llevó
primero a su ejército al territorio de los olcades -pueblo éste situado en el territorio de
los cartagineses más que bajo su dominio, al otro lado del Ebro- para que pudiese dar
la impresión, no de que había atacado a los saguntinos, sino de que se había visto arras-
trado a esta guerra por la concatenación de los hechos, una vez dominados y anexio-
nados los pueblos circundantes. Asalta y saquea la rica ciudad de Cartala, capital de
dicho pueblo; sacudidas por esta amenaza, las ciudades más pequeñas se someten a su
dominio imponiéndoseles un tributo. El ejército victorioso y cargado de botín es con-
ducido a Cartagena a los cuarteles de invierno.

Allí, repartiendo con generosidad el botín y abonando debidamente las pagas mili-
tares atrasadas se aseguró por completo las voluntades de conciudadanos y aliados y a
principios de la primavera puso en marcha la guerra contra los vacceos. Sus ciudades
de Hermándica y Arbocala fueron tomadas por la fuerza. Arbocala se defendió largo
tiempo gracias al valor y al número de sus habitantes. Los fugitivos de Hermándica des-
pués de unirse a los exiliados de los olcades, pueblo dominado el verano anterior, ins-
tigan a los carpetanos, y atacando a Aníbal a su regreso del territorio vacceo no lejos
del río Tajo, desbarataron la marcha de su ejército cargado con el botín. Aníbal obvió
el combate y después de acampar a la orilla del río, una vez que reinó la calma y el
silencio en el lado enemigo vadeó el río, levanto una empalizada de forma que los ene-
migos tuviesen sitio por donde cruzar y decidió atacarlos cuando estuvieran cruzando.
Dio orden a la caballería de que atacasen a la columna entorpecida cuando la viesen
metida en el agua; los elefantes, pues había cuarenta, los colocó en la orilla. Entre car-
petanos y tropas auxiliares de olcades y vacceos sumaban cien mil, ejército invencible
si la lucha se desarrollara en campo abierto. Por ello, intrépidos por naturaleza y con-

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Datos históricos, arqueológicos y geológicos para la ubicación ....

fiando además en el número, y creyendo que el enemigo había retrocedido por miedo,
convencidos de que lo que retrasaba la victoria era el hecho de estar el río de por
medio, lanzando el grito de guerra se precipitan al río de cualquier manera, sin mando
alguno, por donde a cada uno le pillaba más cerca. También desde la otra orilla se
lanza al río un enorme contingente de jinetes, y en pleno cauce se produce un choque
absolutamente desigual, puesto que mientras el soldado de a pie, falto de estabilidad y
poco confiado en el vado, podía ser abatido por un jinete incluso desarmado que lan-
zase su caballo al azar, el soldado de a caballo, con libertad de movimientos para sí y
para sus armas, operaba de cerca y de lejos con un caballo estable incluso en medio
de los remolinos. En buena parte perecieron en el río; algunos, arrastrados en direc-
ción al enemigo por la corriente llena de rápidos, fueron aplastados por los elefantes.

Los últimos, que encontraron más segura la vuelta a la orilla, después de andar de
acá para allá se reagruparon, y Aníbal, antes de que se recobrasen sus ánimos de tan
tremendo susto, metiéndose en el río en formación al cuadro los obligó a huir de la ori-
lla, y después de arrasar el territorio en cosa de pocos días recibió también la sumisión
de los carpetanos. Desde ese momento quedaba en poder de los cartagineses todo el
territorio del otro lado del Ebro, exceptuados los saguntinos” (traducción Villar 1993).

Por su parte Polibio (Historias, 3, 13, 5): “Aníbal se hizo cargo del mando y al ins-
tante hizo una salida para someter a la tribu de los olcades: Llegó a Altea, su ciudad
más fuerte, y acampó junto a ella. Luego la atacó de manera enérgica y formidable y la
tomó en poco tiempo; ello hizo que las demás ciudades, espantadas, se entregaran a los
cartagineses. En ellas Aníbal recaudó dinero; tras hacerse con una fuerte suma se pre-
sentó en Cartagena para pasar allí el invierno. Trató con libertad a los súbditos, anti-
cipó parte de su soldada a sus compañeros de armas y les prometió aumentarlas, con lo
que infundió grandes esperanzas en sus tropas, y al propio tiempo se hizo muy popular.
Al verano siguiente salió de nuevo, esta vez contra los vacceos, lanzó un ataque súbi-
to contra Helmántica y la conquistó; tras pasar muchas fatigas en el asedio de
Arbucala, debido a sus dimensiones, al número de habitantes y también a su bravura,
la tomó por la fuerza. Ya se retiraba, cuando se vio expuesto súbitamente a los más gra-
ves peligros: le salieron al encuentro los carpetanos, que quizás sea el pueblo más pode-
roso de los de aquellos lugares; les acompañaban sus vecinos, que se les unieron exci-
tados principalmente por los olcades que habían logrado huir; les atacaban también,
enardecidos, los helmantinos que se habían salvado. Si los cartagineses se hubieran
visto en la precisión de entablar con ellos una batalla campal, sin duda alguna se habrí-
an visto derrotados. Pero Aníbal, que se iba retirando con habilidad y prudencia, tomó
como defensa el río llamado Tajo, y trabó el combate en el momento en el que el ene-
migo lo vadeaba, utilizando como auxiliar el mismo río y sus elefantes, ya que disponí-
an de cuarenta de ellos. Todo le resultó de manera imprevista y contra todo cálculo.
Pues los bárbaros intentaron forzar el paso por muchos lugares y cruzar el río, pero la
mayoría de ellos murió al salir del agua, ante los elefantes que corrían la orilla y siem-

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Emilio Gamo Pazos, et alii

pre se anticipaban a los hombres que iban saliendo. Muchos también sucumbieron den-
tro del río mismo a manos de los jinetes cartagineses, porque los caballos dominaban
mejor la corriente, y los jinetes combatían contra los hombres de a pie desde una situa-
ción más elevada. Al final cruzó el río el mismo Aníbal con su escolta, atacó a los bár-
baros y puso en fuga a más de cien mil hombres. Una vez derrotados, nadie de allá del
Ebro se atrevió fácilmente a afrontarle, a excepción de Sagunto” (traducción Balasch
1981).

Plutarco (De mulierum virtute, 248) y Polieno (VII, 48) a su vez transmiten detalles
del asedio de Aníbal a Helmántica. Otra alusión a esta campaña es del siglo II d. C., de
Luciano de Samosata (Diálogos de los Muertos, 12) que pone en boca de Aníbal una
sucinta referencia a esta campaña militar: “…Yo mismo, con muy pocos hombres me
lancé sobre Iberia, allí fui lugarteniente de mi hermano primero, y más tarde se me otor-
gó el mando supremo, pues demostré ser el mejor. Entonces sometí a los celtíberos y
dominé a los galos occidentales…”. También a esta campaña se refiere de forma sucin-
ta Cornelio Nepote (Aníbal, III, 2): “…en los dos años que siguieron a su nombramien-
to sometió a todos los pueblos hispanos por la fuerza de las armas” (traducción
Samaranch 1969). Justino (Epítome, 44, 5, 6) por su parte indicó que Aníbal sometió
toda Hispania.

La retirada de Aníbal de Helmántica a Qart Hadasht: el origen de la batalla


Del relato de las fuentes escritas se colige una serie de elementos que pueden ayudar
a la ubicación geográfica de este choque bélico. En primer lugar, Aníbal comienza y ter-
mina su campaña en Qart Hadasht, donde tenía sus cuarteles de invierno, a los cuales
se retiraba después de combatir contra los vacceos; se entiende que llegaría al vado del
Tajo a finales del verano, o más bien, a comienzos del otoño. Efectivamente, Polibio
(Historias, 3, 14) indica que salió de Qart Hadasht en verano, mientras que Livio (Ab
urbe condita, 21, 5) señaló que partió a comienzos de la primavera.

Esta cuestión es central para la ubicación de la batalla, pues como coinciden la mayo-
ría de los investigadores (Schulten 1935: 24; Domínguez 2013), Aníbal cruzó el territo-
rio de los vettones y atravesó el Sistema Central llegando en dirección sureste hasta el
río Tajo donde se produjo el choque armado. Con el paso de las tropas de Aníbal se han
relacionado las pinturas rupestres de la Edad de Hierro de Peña Mingubela (Ojos Albos,
Ávila), en las cuales se representan individuos en actitud de combate que portan escu-
dos circulares, espadas rectas y posibles falcatas (González-Tablas 1980; Ruíz Zapatero
y Sanchís 2013: 345). En el conjunto de grabados rupestres de Domingo García
(Segovia) se ha identificado una figura de un elefante integrada en una escena de lucha,
que podría ponerse en relación con la campaña de Aníbal en la Meseta (Corchón et alii
1988: 17; Pecci y Ripoll 2011: 120). Además, se ha señalado la posibilidad de que
Aníbal hubiera tenido un enfrentamiento directo con los castros vettones de Las Cogotas
(Cardeñosa, Ávila) y de La Mesa de Miranda (Chamartín de la Sierra, Ávila) (González-
Tablas 2009: 77). Ciertamente Aníbal pudo cruzar por el Alto del León, que es el más

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Datos históricos, arqueológicos y geológicos para la ubicación ....

cercano, o el de la Fuenfría; o bien, el puerto de Somosierra, paso estratégico entre las


dos mesetas que ha sido escenario de enfrentamientos armados entre Napoleón y los
españoles (1808) y durante la Guerra Civil española en 1936 (Pastor y Adán 2001: 15).
Otra vía posible podría ser el puerto de Guadarrama (Mangas 2014: 409), aunque
Blázquez (2001) apostó por la Sierra de Gredos, lo que contribuiría a un eventual entre-
namiento para la campaña de los Alpes.

Y aquí encontramos un primer argumento de peso para la ubicación geográfica de la


batalla, puesto que consideramos que lógicamente el camino de vuelta de Aníbal hacia
Qart Hadasht sería por el itinerario que posteriormente recorrería la vía Complutum-
Carthago Nova descrita en el Anónimo de Rávena (313,10). Esta teoría se ve confirma-
da por la arqueología puesto que este camino existía desde época prerromana (Almagro-
Gorbea 1977: 101; Palomero 1987: 216; Soria y Díes 1998: 428; Moneo 2003: 22; Soria
2000: 138; Abad y Sanz Gamo 2016: 753-754; Prieto 2000: 329-330; Blánquez 1990:
49; García Cardiel 2014: 620) como confirma la distribución de cerámica griega desde
el Levante hasta el interior peninsular, cuya distribución como es conocido se realizaba
fundamentalmente por las vías de comercio púnicas (Gozalbes 2008: 40). Prueba de esto
es la aparición de cerámica griega en yacimientos no lejanos de Driebes como un kylix,
con aros de reserva en el exterior localizado en el poblado carpetano denominado
Arroyo de la Huerta-Arroyo del Pozo o Cerro Dominga en Guadalajara (Patiño 1988:
305; González Zamora 1999: 36), un borde de una copita ática de barniz negro del siglo
IV a.C. con un grafito púnico, procedente del poblado carpetano de La Guirnalda de
Quer (Azcárraga et alii 2009; Gamo 2014a: nº 40), un fragmento de cerámica ática del
oppidum de El Castejón de Armuña de Tajuña (González Zamora 1999: 36) o un lote de
cerámicas griegas de talleres del siglo V a.C. como Saint Valentín, Fat boy o áticas de
barniz negro localizadas en 1992 en una necrópolis actualmente bajo las aguas del pan-
tano de Buendía (Osuna 1997: 171-184; Lorrio 2001; Lorrio 2012: 280, n. 148). Esta vía
de comunicación tomaría importancia especialmente a partir del siglo IV a.C. (Blánquez
2000: 175). Era, por tanto, un camino seguro, frecuentado y conocido para los cartagi-
neses que permitía, en principio, una retirada cómoda con el botín obtenido en tierras de
los vacceos.

Pues bien, la vía Complutum-Carthago Nova cruzaba el Tajo junto al oppidum car-
petano de Caraca. Efectivamente, el Anónimo de Rávena localizó Caraca en la vía que
tratamos entre Complutum y Segobriga, estando el Cerro de la Virgen de la Muela prác-
ticamente equidistante de Complutum y Segobriga en línea recta. El acceso desde el sur
a Caraca es una rampa en la ladera este del Cerro de la Virgen de la Muela que es, sin
duda, un tramo de la vía Complutum-Carthago Nova (Gamo 2018: 273). El recorrido de
la vía romana entre Caraca y Segobriga que fue descrito por Abascal (1982) y Palomero
(1987: 104) está bien documentado arqueológicamente por los miliarios de Uclés, de
época de Maximino (Fita 1906; Lostal 1992: nº 109; Bernárdez y Guisado 2016; CIL
XVII/1: 292), y tres miliarios encontrados en Huelves: uno de época de época de

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Emilio Gamo Pazos, et alii

Trajano (CIL XVII/1: 293; Lostal 1992: nº 73) y dos encontrados en la Ermita de la
Virgen de la Cuesta (Abascal y Cebrián 2007b; CIL XVII/1: 294-295) de época de
Tiberio. Además, Sandra Azcárraga y Arturo Ruiz describen en otro capítulo de este
libro que desde la primitiva Complutum del Cerro de San Juan del Viso salía la vía hacia
Carthago Nova y en la ladera del yacimiento han estudiado fragmentos de la misma
tallados en la roca, que describen claramente una línea en dirección sureste, hacia
Driebes y Segobriga.

La distribución del territorio carpetano


Otro elemento importante para la ubicación del combate es que éste se desarrolló en
tierras carpetanas (Hine 1979: 895). Hemos defendido en otros trabajos (Cerdeño y
Gamo 2014) cómo el área donde se ubica Caraca estaba claramente dentro del ámbito
carpetano, situándose aguas arriba del Tajo el límite nororiental entre Carpetania y
Celtiberia. De hecho, Alvar (2017: 24) ha indicado como esta referencia explícita de
Polibio a los carpetanos es la más antigua de la que tenemos noticia. El de Megalópolis
indicó en este punto como los carpetanos eran el “ethnos” (“pueblo” o “nación”) más
poderoso de aquellos lugares (Silgo 2010: 69). Ruíz Zapatero y Álvarez-Sanchís (2013:
351) han defendido que la decisión del punto elegido para atacar a Aníbal fue de los car-
petanos, buenos conocedores del entorno y lo cual les otorgaba una importante capaci-
dad de atracción y liderazgo dentro de la coalición con los vacceos huidos de
Helmántica y los olcades. Por su parte, Pérez Rubio (2014: 170) ha planteado la posibi-

Figura 1. Cerro de la Virgen de la Muela visto desde el Noroeste, se observa el trazado de la vía
Carthago Nova-Complutum y al fondo el río Tajo (fotografía Emilio Gamo).

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Datos históricos, arqueológicos y geológicos para la ubicación ....

lidad de que esta coalición se diera en el marco de una Epimachía, es decir, una alianza
de ayuda mutua en el caso de ser agredida una de las partes.

La ubicación de la batalla en un vado del Tajo en la Carpetania acota las posibilida-


des de localización de la misma. Así, hay que destacar cómo los límites entre vettones
y carpetanos han sido estudiados con detenimiento mediante la combinación de los
datos que aportan la epigrafía y las fuentes clásicas con la arqueología. Para esta cues-
tión se ha estudiado la difusión de los elementos característicos de la cultura material
vettona entre los que se incluyen la cerámica a peine, los recipientes de bronce y los
verracos (González Conde 1986; Álvarez-Sanchís 1999, 2007 y 2010; Ruiz Zapatero y
Álvarez Sanchís 2002; Ruiz Zapatero 2009: 19; Sánchez-Moreno 2007 y 2009). Así, en
base a la distribución de los verracos, se ha propuesto que la frontera entre vettones y
carpetanos estaría en torno a Talavera de la Reina (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís
2002: 261). Posteriormente, otros investigadores han señalado que la difusión de las
mencionadas esculturas zoomorfas alcanza incluso las cercanías de Toletum (Charro
2008; De Torres 2013). No obstante, las fuentes confirman que la mencionada ciudad
perteneció a los carpetanos (Ptolomeo, Geografía, II, 6, 57).

Por otra parte hay que considerar que si el grueso de los cien mil hombres (cifra pro-
bablemente exagerada como ha señalado Domínguez 2013: 304) que hicieron frente a
Aníbal según Livio y Polibio era carpetanos y vacceos huidos de Helmántica (se entien-
de que conocedores de la ruta que estaba realizando de vuelta Aníbal, probablemente
porque fuera la misma ruta que había seguido a la ida), el segundo grupo en importan-
cia eran los olcades, lo cual haría más operativo hacer frente a Aníbal en el área de la
Carpetania más cercana a su lugar de origen, que posiblemente sería la provincia de
Cuenca en torno al curso del río Júcar (Gozalbes 2000: 107; Gozalbes 2007). Es intere-
sante, como ha indicado Hine (1979: 900), que los olcades según Livio y Polibio insti-
garon a los carpetanos al combate contra Aníbal, por lo tanto, estos últimos no eran hos-
tiles al cartaginés anteriormente. Todo ello refrenda el uso de esta vía en el camino de
ida, pensando que no era un camino peligroso.

Se ha destacado que durante el comienzo de la conquista romana existieron nuevas


alianzas para defender los vados del Tajo. En el 193 a.C. los vetones, vacceos y celtíbe-
ros hicieron frente a M. Fulvio Nobilior junto a Toletum y en el 192 a.C. fue derrotada
una coalición de vettones y carpetanos así como apresado su régulo Hilerno (Sánchez-
Moreno 2008: 389; Pérez Rubio et alii 2013: 678; Pérez Rubio 2014: 163). Sin embar-
go, el que veintisiete años más tarde de la batalla del Tajo se dieran combates en las cer-
canías de Toletum no es argumento para asegurar que fuera este el escenario del com-
bate que tratamos. Así, resulta interesante destacar que Livio utilizó sistemáticamente
Toletum como referente geográfico en la descripción de las operaciones militares desa-
rrolladas en la Carpetania. Por lo tanto, resultaría extraño que si la batalla del 220 a.C.
hubiera sido junto a Toletum, esta población no aparezca mencionada por el historiador

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Emilio Gamo Pazos, et alii

patavino. Véase como en la campaña de M. Fulvio Nobilior de 193 a.C., Livio (Ab urbe
condita, 35, 7) indicó que hubo una batalla campal “cerca de la ciudad de Toletum”, en
el 192 a.C. se refiere a la conquista de la ciudad por M. Fulvio Nobilior tras un enfren-
tamiento y posterior asedio (Livio, Ab urbe condita, 35, 22). Pero, es más, tras la con-
quista de Toletum, esta población sigue siendo un referente territorial para Livio, de
forma que en los años 186-185 a.C., durante las campañas de L. Quinctio Crispido y C.
Calpurnio Pisón, este historiador (Livio, Ab urbe condita, 39, 30-31) indica que se pro-
dujo un combate “no lejos de las ciudades de Dipón y Toletum”.

Antecedentes de propuestas de localización de la batalla del Tajo


Cabe ahora detenernos en las distintas propuestas de localización de la batalla del
Tajo por diferentes autores. La primera de las propuestas acerca de la ubicación de este
choque la realizó Álvarez de Quindós (1804: 21) que propuso ubicarla en el campo de
Valdeguerra en la margen derecha del río Tajo y al norte de Aranjuez, en Colmenar de
Oreja. Esta opinión fue compartida por Urbina (2000: 23) puesto que en la orilla opues-
ta del Tajo existen asentamientos amurallados de la Edad de Hierro denominados
Valdelascasas y Sotomayor. La propuesta de Quindós se basa en la toponimia y en
hallazgos arqueológicos antiguos que, como se verá claramente, no se corresponden con
este período histórico.

En cuanto a los hallazgos descritos por Álvarez de Quindós (1804: 20) hay que desta-
car que del sitio de Valdeguerra procede una espada: “Consérvase la memoria de esta
acción en los nombres de dos valles del término de Colmenar, que vierten al río Tajo pasa-
da la Casa de las vacas y sobre el Cortijo, y se llaman Valdeguerra y Valdeguerrilla. En
el propio río Tajo se halló una espada con vayna de piedra, que el tiempo y el agua habí-
an petrificado de forma que parece cosa natural. La presentaron a Don Sancho Busto de
Villegas estando en Ocaña, y siendo Gobernador del Azobispado de Toledo: se la llevó a
su ciudad, y por ser tan curiosa y extraña la regaló después al Señor Don Felipe II. Este
soberano, haciendo mucho aprecio de ella, la mandó guardar en la armería de Madrid,
donde se ve el día de hoy. Así lo refiere el Conde de mora en su Historia de Toledo, tomo
I, página 138”. Efectivamente esta espada se conserva en la Real Armería, pero está data-
da en el siglo XVI (Crooke 1898: 262, nº G. 217).

Álvarez de Quindós (1804: 21) describió el hallazgo de una ocultación de monedas


romanas de época imperial, que por su cronología evidentemente no guarda relación con
la batalla del 220 a.C.: “En la vega de Colmenar se halló el año 1772 un tesoro de dos-
cientas monedas de plata, las quales se traxéron al Sitio [de Aranjuez], y se reconocie-
ron ser de Emperadores Romanos por el Doctor Don Josef Alsinet: se pagó el hallaz-
go por esta Tesorería, y se remitieron al Rey”.

Por su parte, Schulten (1935: 24) propuso que en el viaje de ida a Helmántica, Aníbal
rodeó a los carpetanos y por tanto no se los encontraría hasta la vuelta. El camino de

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Datos históricos, arqueológicos y geológicos para la ubicación ....

vuelta sería a través de Guadarrama y la batalla sería probablemente según este investi-
gador cerca de Toledo. Ahora bien, la propuesta de Schulten acerca del recorrido de
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Aníbal en su viaje de ida hacia Helmántica creemos que es totalmente gratuita, pues las
fuentes escritas no mencionan nada al respecto y el trayecto de ida pudo ser similar en
su recorrido al de la vuelta como ya defendieron Hine (1979: 899), Almagro Gorbea
(1969: 160) y Gozalbes (2000: 102), aunque en este artículo nos centraremos en el cami-
no de vuelta. Domínguez (2013: 300-301) señaló que la marcha entre Qart Hadasht y
Helmántica no pudo durar menos de un mes, y considerando la diferencia en la distan-
cia kilométrica entre la ruta que propuso Schulten y otra ruta que él evaluó como posi-
ble (cruzando el Tajo por las cercanías de Toledo y atravesando la Península Ibérica
desde Qart Hadasht a Helmántica en sentido sureste-noroeste), indicó que ambas rutas
resultan factibles. El citado investigador (Domínguez 2013: 300-301) indicó además que
la ruta elegida para la vuelta debió ser el camino más corto y directo hacia Cartagena,
cuestión con la que coincidimos. Por nuestra parte queremos destacar cómo el periplo
propuesto por Schulten para el viaje de ida, iniciado en Qart Hadasht, continuando por
Sierra Morena, Sierra de Gredos, Mérida hasta Helmántica, supone un recorrido a pie
de alrededor de 908 kilómetros por unos 652 de la ruta propuesta de Qart Hadasht hacia
el interior siguiendo, en parte, el recorrido de lo que posteriormente será la vía
Complutum-Carthago Nova y por tanto pasando por Caraca y la Carpetania. Nótese
como hemos medido las distancias hasta Helmántica y no hasta Arbocala, por las diver-
gencias acerca de la ubicación de esta última. La ubicación de Arbucala no está en abso-
luto clara, se considera que pudiera ser la misma que Arbocela citada en el Itinerario de
Antonino (434,7; Bendala 2013: 60, n. 16; Domínguez 2013: 304), se ha identificado
con Toro (Wattenberg 1959: 31; Tovar 1989: 323), posteriormente con El Alba en
Villalazán, Zamora (Martín y Delibes 1980: 126-128) o el cercano Cerro del Viso de
Bamba (Sánchez Moreno 2000: 116-117). Retomando la comparativa, la diferencia de
más 250 kilómetros supondría un retraso notable si tenemos en consideración lo pesado
del convoy púnico, armado con elefantes que retrasarían la marcha (Sánchez Sanz 2011:
56). Vegecio estableció el paso militar de un ejército romano en 29,6 kilómetros por 5
horas, demostrando la arqueología experimental una cifra similar de 25 kilómetros dia-
rios de marcha, considerando también la acampada y fortificación de la posición en ese
tiempo (Valdés 2017: 304). Además hay que tener presente que el ejército romano, más
homogéneo tácticamente que el cartaginés, podría ser más veloz en la marcha. A ello
habría que sumar la carga que suponen los paquidermos para el transporte. Si seguimos
a Polibio (Historias, 3, 13, 5), tampoco el general cartaginés escapa hacia Qart Hadasht
forzando el paso, más bien todo lo contrario para evitar hostigamientos “Aníbal, que se
iba retirando con habilidad y prudencia, tomó como defensa el río llamado Tajo”. Por

7 Según Schulten (1935: 24): “De Cartagena fue Aníbal a Salamanca marchando primero al N. de la
Sierra Morena y después por la que más tarde había de ser carretera Mérida-Turmuli-Salamanca;
llegó hasta allí pasando por la Sierra de Gredos. De esta forma rodeó a los carpetanos con los que no
tropezó hasta la vuelta”.

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estas razones tomaremos como medida de desplazamiento estándar una media de 20


kilómetros diarios. En este sentido, el cómputo para la propuesta de Schulten sería de
45,4 días por 32,6 del paso por la vía que proponemos, es decir, un 39,26 % más larga.
No sólo la ruta del investigador germano es más larga, sino también más dificultosa a
nivel topográfico de la que proponemos, exceptuando el paso de Guadarrama. Si se
comparan los dos perfiles topográficos podrá comprobarse la dificultad de un tramo
frente a la mayor accesibilidad del otro. Existiendo la necesidad de hacer una campaña
rápida y fructífera para regresar a los cuarteles de invierno en Qart Hadasht (Hoyos
2003: 91), creemos que no tenía sentido prolongar la marcha sin un pretexto de peso, el
cual no es señalado en ningún momento en las fuentes.

Igualmente gratuita es la afirmación de Schulten de la ubicación de la batalla que tra-


tamos en Toledo; aunque está sobre un vado del Tajo ubicado en la Carpetania, lo escar-
pado del entorno haría más complejo el desarrollo del choque tal y como lo describen
Polibio y Livio. Es más, de haber sido el combate en el oppidum carpetano de Toletum,
se habría desarrollado muy cerca (o incluso dentro) de la población. Además de la cues-
tión de la cercanía al oppidum carpetano de Toletum, hay que destacar como las dimen-
siones de este núcleo poblacional eran mucho mayores que las de Caraca, alcanzando
las 25 ha según Ruiz Taboada y Azcárraga (2016: 251-252) o incluso 40 ha según
Almagro Gorbea (1994: 34; Almagro-Gorbea y Dávila 1995: 221). Así, se ha descrito el
Toletum carpetano como uno de los oppida más extensos y poderosos del interior penin-
sular (Almagro-Gorbea et alii 2011: 243). Efectivamente, esta cuestión ha sido destaca-
da por otros investigadores que indican como la batalla no se dio directamente ligada a
un núcleo poblacional por no aparecer éste citado en las fuentes (Plácido et alii 1992:
266; Sánchez Moreno 2001: 130-131, n. 7). Esta cuestión de la cercanía al núcleo pobla-
cional no opera en el caso de Caraca pues en primer lugar la lejanía entre el oppidum
carpetano y los vados era mayor de lo que es en la actualidad como han mostrado los
estudios geomorfológicos en referencia al paleocauce del Tajo (véase Rodríguez Pascua
et alii 2019). Por otra parte, el hecho de que Caraca (un oppidum que en época carpe-
tana en ningún caso superaría las 8 ha) se ubicara en las cercanías del combate no sería
un aspecto central en la narración de la batalla, que gracias a la estrategia seguida por
Aníbal, se desarrolló en el propio vado del río Tajo y no (hasta donde sabemos) en el
oppidum.

En cualquier caso, esta afirmación de Schulten ha tenido una notable influencia en la


historiografía posterior, aunque como es evidente Toledo no estaba en la vía
Complutum-Carthago Nova que, como se ha indicado, era un camino en funcionamien-
to desde siglos antes del combate al que nos referimos.

Sánchez-Moreno (2001: 136-137) ha destacado cómo son vados destacados del


curso medio del Tajo (cerca de los cuales se han documentado materiales arqueológicos
de la Edad de Hierro) que debieron cumplir un relevante papel en las comunicaciones

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Datos históricos, arqueológicos y geológicos para la ubicación ....

en relación también con la trashumancia: Toledo, Azután, Talavera de la Reina,


Aranjuez, Las Herencias y Puente del Arzobispo. Estos vados habían jugado un papel
importante en las redes comerciales del periodo orientalizante entre los siglos VIII-VI
a.C. especialmente en los casos de Talavera de la Reina, Puente Pinos y Talavera la Vieja
(Pereira 2008). Aunque no es menos cierto que la ubicación de los vados de Azután,
Talavera de la Reina, Talavera la Vieja, Puente Pinos, Puente del Azobispo y Las
Herencias en el territorio vettón los descarta como ubicación de la batalla del Tajo.

Sánchez Moreno (2019: 37) ha sostenido que la batalla se desarrolló en un punto


no precisado de la divisoria Madrid-Toledo. Defiende el citado investigador que
habría realizado un camino de vuelta diagonal en sentido noroeste-sureste hacia Qart
Hadasht (Sánchez Moreno 2000: 122).

Otra propuesta de localización ha sido en Fuentidueña de Tajo en el vado de la


Alharilla (Cornejo 2015: 182). Este fue un lugar de paso destacado en la Edad Media
de la que quedan restos de un castillo, así entre los siglos XII y XIII entre Toledo y
Zorita sólo existía este puente (Lomax 1965;Sanchez Sanchez 2008: 15). En Alharilla
se ha documentado un poblado fortificado de época carpetana (Urbina 2012: 53 y 56,
fig. 17).

Asimismo, se ha propuesto que la confrontación que tratamos se pudo dar en la


zona de Titulcia (Gozalbes 2000: 105), sin embargo, esta población está junto a la con-
fluencia de los ríos Tajuña y Jarama, pero en ningún caso sobre un vado del río Tajo.

El condicionamiento geológico del escenario de la batalla


Una de las claves en la estrategia de Aníbal, como Polibio y Tito Livio describen,
es el uso estratégico por parte de éste de los vados en el río Tajo para forzar el paso
de los carpetanos y compensar su inferioridad numérica. Con la misma intención, para
forzar el uso de los vados por parte de los carpetanos, Aníbal construyó una empali-
zada junto al cauce del río, como describe Tito Livio. Estas dos cuestiones claves en
el desarrollo de la batalla y posterior victoria de Aníbal, podrían tener su reflejo en la
geología. La propia dinámica fluvial puede hacer aparecer y desaparecer vados en
poco tiempo, incluso en días tras un periodo de crecidas, por ejemplo. Por este moti-
vo es importante poder asegurar que los vados del Tajo que hay junto a Caraca esta-
ban activos también en esta época histórica.

Igual que la configuración geológica, aparentemente estática a escala humana (lito-


logías y estructura y disposición de los cuerpos de roca), puede condicionar la ubica-
ción de los asentamientos humanos y su desarrollo socioeconómico, los procesos geo-
lógicos activos (geodinámica) pueden dirigir, o al menos tener un papel coadyuvante
en la localización y desarrollo de acontecimientos históricos repentinos (como aban-
dono de asentamientos, tomas de poblaciones, o batallas y combates).

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En el caso de batallas que tienen lugar en las proximidades de importantes corrien-


tes fluviales, que sirven de barrera geográfica al desarrollo del combate, la localización
de zonas de paso o vadeo es crucial. Es el caso de la famosa batalla del Tajo del 220 a.C.,
en la que las fuentes escritas citan el importante papel del río, su vadeo y cruce por parte
de los combatientes.

La situación de las zonas vadeables o vados en un río, que son secciones transversa-
les al cauce con baja profundidad (h < 1,5 m) y una velocidad de la corriente que per-
mite el tránsito de personas y animales de carga (v < 1,0 m/s; ó, h·v < 0,5 m2/s), aunque
aparentemente pueda parecer aleatoria o caprichosa a la vista de un profano, está condi-
cionada por la evolución geodinámica de ese tramo del río. Estos condicionantes de la
situación y evolución de los vados pueden ser tanto de origen geológico interno (tectó-
nica, vulcanismo, diapirismo) como externo (dinámica fluvial, procesos kársticos de
disolución, movimientos gravitacionales en vertientes); y combinaciones o interaccio-
nes entre ambos tipos de procesos geodinámicos (p.e., tectónica que condiciona la diná-
mica fluvial; o karstificación modificando la dinámica fluvial).

La dinámica fluvial en ríos meandriformes (como por ejemplo gran parte del tramo
medio del río Tajo en las provincias de Guadalajara, Madrid y Toledo), está caracteriza-
da por la alta variabilidad en el tiempo de la posición del cauce y sus elementos (bancos
de orilla, barras, islas, pozas y vados; figura 2).

Figura 2. Elementos geomorfológicos característicos del cauce y la llanura de inundación de un cauce


meandriforme (Pedraza y Díez Herrero 1996): (1), canal funcional con su thalweg (línea discontinua);
(2), barras de meandro (point bars) con sus crestas (scrolls) y surcos; (3), canal abandonado; (4),
dique natural o levée; (5), cono o abanico de desbordamiento (crevasse splay); (6), encharcamientos
residuales de inundación y desbordamiento (marjales y turberas).

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Datos históricos, arqueológicos y geológicos para la ubicación ....

El cauce del río Tajo en su tramo medio meandriforme ha sufrido profundos cambios
en su disposición en planta en los últimos siglos, por la migración del tren de meandros
debido a fenómenos de traslación aguas abajo, rotación y amplificación de las curvas de
meandro; a lo que cabe sumar fenómenos repentinos de avulsión (cambio brusco de la
posición del cauce en planta), cortas de meandro por el cuello o estrangulamiento (neck
cut off) y acortamientos por los surcos de la barra de meandro (chute cut off) (figura 3).

Figura 3. Tipos de movimientos de una curva de un meandro fluvial (izquierda) y tipos de cambios del
canal por estrangulamiento y acortamiento (derecha) (Pedraza y Díez Herrero 1996).

Además, la posición del cauce y la llanura aluvial en la vertical también varían con
el tiempo, debido a fenómenos de encajamiento y profundización en etapas erosivas, y
a fenómenos de aluvionamiento y recrecimiento en etapas de depósito; así se forman los
sistemas de terrazas fluviales, tan característicos del Tajo Medio (Pérez-González 1994;
Pinilla et alii 1995a y 1995b; Uribelarrea 2008; Silva et alii 2017a). Por todo ello, la
posición del cauce del río Tajo hace dos milenios, cuando tuvo lugar la batalla del Tajo
del año 220 a.C., en este tramo fluvial era diferente a la posición y disposición actual en
planta y en la vertical. Para reconstruir la posición topográfica del Tajo Medio hace dos
milenios sería necesario un profundo estudio geomorfológico de los elementos y face-
tas del relieve y depósitos superficiales recientes del cauce y sus márgenes, con nume-
rosas dataciones absolutas de elementos que contengan (material orgánico, depósitos
arenosos expuestos, restos arqueológicos…), que permitan reconstruir la secuencia tem-
poral de movimientos del cauce en planta y en la vertical. Estudio que sólo se ha reali-
zado para el tramo del río Tajo entre las localidades de Aranjuez y Toledo (Uribelarrea
2008) y en algunos de sus afluentes (Silva et alii 2017a); pero no aguas arriba hasta la
localidad de Trillo (Guadalajara), ni aguas abajo hasta Puente del Arzobispo (Toledo)
donde mantiene este patrón aluvial meandriforme.

Más en detalle, aun siendo capaces de reconstruir la posición y trazado del tren de
meandros del Tajo Medio hace dos milenios, para conocer la situación de posibles vados
en cada curva de meandro sería necesario determinar la posición de los elementos geo-
morfológicos de la misma, principalmente la disposición de la barra semilunar de mean-
dro (point-bar), cuyas crestas de barras sumergidas suelen formar los vados en ríos
meandriformes (figura 4). Concretamente, los vados se suelen situar, debido a la dispo-

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sición de la barra de meandro, no justo en el punto de máxima curvatura de la curva de


meandro (charnela), sino ligeramente aguas abajo, a una distancia variable en función
de la rotación del meandro y su tipología de carga sólida asociada (gravas, arenas,
limos).

Figura 4. Flujo del agua en una curva de meandro y elementos geomorfológicos de


detalle, incluyendo la barra semilunar de meandro, con sus crestas y surcos (Pedraza y
Díez Herrero 1996).

A la vista de los condicionantes anteriormente expuestos, pareciera deducirse que


resulta imposible conocer con exactitud la posición de los vados históricos del tramo
medio del valle del Tajo. Nada más lejos de la realidad, porque si bien es complejo con-
cretar la ubicación de cada vado, existen tramos y sectores del valle donde es más fac-
tible que se formen vados en el tren de meandros, y que éstos permanezcan en el tiem-
po, para adquirir el carácter de ‘vados históricos’. Esta permanencia temporal de vados
se debe a que los parámetros morfométricos de un cauce guardan unas relaciones pro-
porcionales; de forma que la profundidad de un río depende de su anchura y de su pen-
diente longitudinal; e igualmente entre estos parámetros y los caudales líquido y sólido
(carga de sedimentos) que transporta. De forma que, si en algún tramo del valle se modi-
fican la anchura del cauce o su pendiente longitudinal como consecuencia de factores
como la litología del lecho (más o menos resistente o soluble), la tectónica activa (fallas

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Datos históricos, arqueológicos y geológicos para la ubicación ....

y deformaciones plásticas) o la configuración morfológica del valle (ensanchamientos y


estrechamientos), también se modificará la profundidad, dando lugar a tramos donde
predominan vados someros o pozas profundas; o que si en un sector varía bruscamente
el caudal líquido o la carga sólida (por sedimentación o aportación de un afluente), se
pueden formar preferentemente vados o pozas. Estas modificaciones de los parámetros
morfométricos o en los caudales líquido y sólido, en el valle del río Tajo Medio ocurren
por causas geológicas en varios sectores, de aguas arriba a aguas abajo (figura 5):

• Tramo entre Almoguera y Villamanrique de Tajo, donde la combinación de lito-


logías yesíferas solubles en el sustrato (Pinilla et alii 1995b), junto con un sistema de
fallas con actividad tectónica cuaternaria (Giner-Robles 1997) subparalelas a la
dirección del valle, condicionan la existencia de saltos en el perfil longitudinal del
Tajo, en aquellos puntos de intersección entre las deformaciones cuaternarias y el
cauce del río. Precisamente en estos lugares se han establecido vados o puentes his-
tóricamente; o bien se han aprovechado para ubicar azudes con molinos y mini-cen-
trales hidroeléctricas en los estrechamientos del valle en los niveles conglomeráticos
cementados de las terrazas cuaternarias deformadas (Giner-Robles 1997).

• Confluencia del Tajo con el río Jarama, en el que las aportaciones de carga sóli-
da de este último (gravas y arenas), posibilita el depósito de barras de meandro e
islas, que aprovecharon desde la prehistoria hasta la Historia Contemporánea en el
entorno de Aranjuez (puentes, jardines, huertas, etc.), y donde abundaban los vados
(Uribelarrea et alii 2004; Uribelarrea 2008).

• Entorno de la actual ciudad de Toledo, donde el encajamiento del valle del Tajo
en los materiales metamórficos e ígneos de la Meseta Cristalina, forma una gargan-
ta fluvial describiendo un amplio meandro (‘torno’ del Tajo en Toledo), en cuya
embocadura aguas arriba (sector de la Huerta del Rey-Granadal) y salida aguas abajo
(sector de la Vega Baja), han existido tradicionalmente vados y zonas transitables,
que fueron aprovechadas históricamente (Puerta Almofala o del Vado, puente de
Alcántara, puente de Azarquiel, puente de San Martín, puente de la Cava, etc.;
Uribelarrea et alii 2004; Uribelarrea 2008).

• Confluencia del Tajo con el río Alberche, donde las aportaciones de carga sólida
de este último (fundamentalmente arenas arcósicas) forman infinidad de barras, islas
y tramos anchos y poco profundos (Díez-Herrero 2001-2003), donde se ubicaban
vados históricos y los puentes y aceñas de Talavera de la Reina.

• Entorno del Puente del Arzobispo (Toledo), donde la entrada del valle del Tajo
en la garganta que forma en la penillanura cacereña ha fomentado el depósito de
materiales y la formación de barras e islas, en las que se ubicó históricamente el
puente que da nombre a la localidad.

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Emilio Gamo Pazos, et alii

Figura 5. Mapa geológico del sector central de la cuenca del río Tajo. Señalados los
tramos más susceptibles para la formación de vados permanentes (ver explicación en el
texto). Extracto del Mapa geológico de España y Portugal a escala 1:1.000.000
(Rodríguez y Oliveira 2015).

Todos estos tramos y otras localizaciones más con variaciones morfológicas o sedi-
mentarias puntuales (Malpica de Tajo, confluencia Tajo-Guadarrama), son susceptibles
de haber tenido una elevada concentración de vados desde hace milenios, a pesar de su
variabilidad en detalle debido a la dinámica fluvial. Pero, entre ellos, el primero es el
que concentra el mayor número de vados con carácter permanente, como lo demuestra
la actual configuración.

En resumen, entre todos los tramos del cauce del Tajo Medio, el sector entre
Almoguera y Villamanrique de Tajo es el que parece tener más alta probabilidad de
haber mantenido un número considerable de secciones vadeables a lo largo de la histo-
ria; ya que en él confluyen, además de las características fluviales de un río meandri-
forme, otros condicionantes tectónicos y geomorfológicos (karstificación), que interfie-
ren con la dinámica fluvial.

También resulta crucial en este tipo de acontecimientos históricos el régimen de cau-


dales del río, no sólo en cuanto al caudal punta (en situación de crecida, ordinario o
estiaje), sino su evolución temporal (hidrograma), que puede conllevar que a lo largo de
la batalla el caudal pueda aumentar, mantenerse o disminuir; y, con ello, condicionar en
el desarrollo del combate una variación de la posición de los vados y pozas. Conscientes
de ello, algunos afamados estrategas han aprovechado la curva de ascenso o de descen-
so del hidrograma de una crecida fluvial, para los movimientos de tropas en la batalla;
como podría haber sido el caso de la batalla del Tajo del año 220 a.C. Por ello, sería de
interés conocer con exactitud la época del año de la batalla (finales del verano o comien-
zos del otoño) para saber cuál fue el régimen hidrológico fluvial durante la contienda
(crecida, estiaje o régimen ordinario), teniendo en consideración las variaciones esta-

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Datos históricos, arqueológicos y geológicos para la ubicación ....

cionales del régimen hídrico del Tajo que se produjeron durante el denominado Periodo
Cálido Ibero-Romano (Silva et alii 2017b).

Todos estos aspectos complejos de la geodinámica externa y su relación con proce-


sos endógenos, hacen que la geología sea una fuente de información válida y útil, como
complemento a las fuentes históricas y arqueológicas, para la ubicación de la batalla del
Tajo del año 220 a.C.; o, al menos, para descartar algunas posibles ubicaciones, y refor-
zar las hipótesis de otras más probables.

El análisis geomorfológico detallado realizado en el meandro que dibuja el río Tajo


a los pies del cerro de Caraca revela la existencia de una estructura cuadrangular posi-
blemente de origen antrópico, ya que trunca los cuerpos sedimentarios que forman este
point bar. Como proponen Rodríguez-Pascua et alii (2019), esta estructura podría
corresponder con una posible empalizada, y existe un surco sobre el terreno que podría
tratarse del foso frontal de la misma. Si se tratase de una empalizada forzaría el paso de
los carpetanos hacia la margen izquierda del río por dos de los vados actuales y que tam-
bién serían activos durante la batalla, lo que le da sentido estratégico.

No menos interesante es la referencia de Livio (Ab urbe condita, 21, 5) cuando refie-
re que: “Aníbal obvio el combate y después de acampar a la orilla del rio, una vez que
reinó la calma y el silencio en el lado enemigo vadeó el río, levantó una empalizada de
forma que los enemigos tuviesen sitio por donde cruzar y decidió atacarlos cuando estu-
vieran cruzando”. Es difícil que se conserve un castrum de una sola jornada como el que
aquí tratamos (Fernández-Tejeda 2016: 115), pero la existencia de un campamento ser-
toriano (Plutarco, Sertorio, 17, 1-13) enfrente de Caraca (Bernárdez y Guisado 2019),
hace pensar que quizá esté emplazado sobre la posición anterior púnica, aprovechando
su privilegiada ubicación en el terreno. La cercanía con otros restos arqueológicos vin-
culados a las guerras civiles entre César y Pompeyo en la finca del Cocedor en Barajas
de Melo (Cuenca), estudiados por Bernárdez y Guisado (2019), ponen de manifiesto, al
menos, el excepcional valor estratégico del área en torno a Caraca y los vados del Tajo.
Se ha propuesto en este sentido que estos “campos de batalla recurrentes” sobre acci-
dentes geográficos muy determinados (como puede ser un vado) hicieran las veces de
“espacios de memoria”, cuestión documentada en otras áreas de la Península Ibérica
durante la Protohistoria (Marco 2013; Sánchez Moreno et alii 2015: 72).

En futuras campañas queremos realizar la prospección sistemática del entorno para


poder localizar evidencias del paso del ejército cartaginés en el territorio circundante.
Pese a ello debemos ser conscientes de la dificultad de encontrar estructuras detectables
por lo endeble de dichas edificaciones y la escasez del material cerámico en campa-
mentos (Noguera 2008).

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Emilio Gamo Pazos, et alii

Adaptación de las descripciones de la batalla al escenario del Tajo en el territo-


rio de Caraca

Después de haber argumentado que la ubicación de los vados del Tajo en la zona de
Caraca es un escenario plausible para el desarrollo de la batalla del Tajo, faltaría hacer
el ejercicio de ajustar las descripciones históricas de la misma al relieve del entorno de
Caraca. En este apartado argumentamos la compatibilidad del escenario de Caraca con
dichas descripciones históricas e interpretaciones posteriores. Comparando el escenario
de Caraca con el escenario propuesto por Schulten (1935) cerca de Toledo, en Caraca
la superficie del escenario puede superar ampliamente las 650 ha, mientras que, si nos
atenemos al posible escenario de Toledo en las proximidades de la Puerta del Vado, este
se restringiría a las 130 ha. Este hecho pone de manifiesto que la ubicación de Caraca
es perfectamente compatible con un enfrentamiento de estas características, frente a
otros escenarios propuestos con anterioridad.

Como ya se ha descrito en apartados anteriores, Aníbal volvía hacia sus cuarteles de


invierno (Qart Hadasht) cargado con un pesado botín tras haber saqueado Helmántica
y Arbucala, acosado por un importante ejército indígena que les superaba ampliamente
en número. Como bien es sabido, Aníbal supo utilizar con astucia el terreno en gran
parte de sus batallas, incluida la del Tajo. La clave principal de la victoria de Aníbal en
el Tajo fue el uso de los vados del río para concentrar el ataque de las tropas indígenas
en estos puntos y así poder tener ventaja sobre estas, cosa que no habría sido posible si
la batalla se hubiese librado en campo abierto. Además, forzó el paso de estos vados por
parte de los carpetanos construyendo una empalizada, como describe Tito Livio:
“…levantó una empalizada de forma que los enemigos tuviesen sitio por donde cruzar
y decidió atacarlos cuando estuvieran cruzando.”. Los vados existentes en el entorno de
Caraca estaban ya en época histórica y en el meandro del Tajo que hay enfrente de
Caraca se puede observar una estructura cuadrangular, que podría asemejarse a una
posible empalizada con foso que quedaría flanqueada por sendos vados (figura 6). Estas
dos claves de la batalla, los vados y la empalizada, fueron los condicionantes más impor-
tantes de la batalla y ambos podrían estar presentes en el entorno de Caraca.

En la zona de Caraca, sobre la Falla del Tajo, podemos encontrar al menos 4 vados
relacionados con la actividad neotectónica de esta falla (Rodríguez-Pascua et alii 2019)
(figura 6A), en tan solo 4 km. La estructura cuadrangular que hay en el meandro frente
a Caraca, que podría tratarse de una empalizada con foso, queda flanqueada por dos
vados, lo que la haría compatible con las descripciones históricas que afirman que
Aníbal la construye para forzar el paso de los carpetanos. De este modo una posible dis-
tribución lógica de los dos ejércitos puede verse en la figura 6, donde una vez cruzado
el río por parte de Aníbal y haber construido la empalizada distribuye a sus tropas y fuer-
za a los carpetanos a dirigirse a estos vados. Frente a los vados pudo situar a su infante-
ría, elefantes y parte de la caballería, mientras que dentro de la empalizada tuvo que

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Datos históricos, arqueológicos y geológicos para la ubicación ....

situar tropas para disuadir a los carpetanos de utilizar esta vía. Las tropas que pudo situar
dentro de la empalizada pudieron ser parte de sus elefantes, que de este modo, podría
mover fácilmente hacia ambos vados protegidos del enemigo (figura 6B). Un elemento
geográfico que pudo tener un papel importante en la batalla es el cerro de El Jardín (626
m), situado al SE de la empalizada y frente a ésta. Desde este punto se puede observar
todo el escenario de la batalla, el propio oppidum de Caraca (15 m por debajo de esta
cota) y además puede usarse para ocultar tropas a los ojos del enemigo, como su propia
escolta a caballo y parte de la caballería ligera.

En las figuras 6C y D se ejemplifica el posible inicio de la batalla, donde los carpe-


tanos deciden atacar cruzando estos vados y Aníbal los repele en la orilla contraria, uti-
lizando la ventaja que da sobre la infantería que cruza el cauce fluvial, ir a caballo y
sobre elefantes. Tito Livio dice de los carpetanos que “…algunos, arrastrados en direc-
ción al enemigo por la corriente llena de rápidos, fueron aplastados por los elefantes”,
lo cual puede darse en zonas de meandro, donde la trayectoria helicoidal del agua en el
cauce puede hacer pasar un objeto flotante de una orilla a otra. Este particular podría
haberse dado aguas abajo de los dos vados más al norte, haciendo que la infantería que
se viese arrastrada por el agua en estos puntos fuese dirigida por la corriente a la orilla
contraria en la parte norte de la empalizada, donde les estarían esperando elefantes y
caballería (figura 6E).

Con las tropas carpetanas ya desorganizadas y diezmadas en el cauce del Tajo Aníbal
decide pasar a la ofensiva, como describe Polibio: “Al final cruzó el río el mismo Aníbal
con su escolta, atacó a los bárbaros y puso en fuga a más de cien mil hombres.”. Este
movimiento podría haberse dado poniendo en movimiento la caballería que habría reser-
vado tras el cerro del Jardín, donde pudo ocultar su propia escolta. Para atacar y poner
en fuga a los carpetanos Aníbal pudo usar el vado del embalse de Almoguera, lo cual,
mediante un rápido movimiento, situaría a su caballería a retaguardia del ya desorgani-
zado ejército carpetano generando la desbandada (figura 6F). Lo mismo podría haber
ocurrido en el vado de la parte sur de la empalizada (central eléctrica del Maquilón) por
donde también podría haber atacado al ejército carpetano en una maniobra en pinza.
Efectivamente, se ha señalado como la eficacia de la caballería y los elefantes de Aníbal
resultaron fundamentales para que el general cartaginés tuviera éxito en su estrategia
(Bendala 2013: 60-61; Quesada 2013: 268-269; Bendala 2015: 50).

Con esta posible descripción de los hechos en el entorno de Caraca, se pone de


manifiesto la compatibilidad de este escenario para el posible desarrollo de la batalla en
el río Tajo junto a esta ciudad carpetana. Esto no confirma que la batalla tuviese lugar
en este punto, pero sí apoya la hipótesis planteada en este trabajo.

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Emilio Gamo Pazos, et alii

Figura 6. Recreación esquemática de cómo pudo desarrollarse la batalla del Tajo de


Aníbal (base topográfica del I.G.N. a escala 1:25.000).

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Datos históricos, arqueológicos y geológicos para la ubicación ....

Conclusiones
Resumiendo todo lo expuesto, existe una serie de criterios que apoyarían nuestra
hipótesis de que la batalla de Aníbal del Tajo pudo ocurrir en las proximidades de
Caraca:

1) Premura y marcha dificultada por el botín de guerra: Aníbal vuelve hacia Qart
Hadasht cargado con el botín de guerra de sus incursiones hasta Helmántica, lo que le
generaría un retraso en la marcha. Esta premura y el ir cargados con botín de guerra que
entorpecería sus movimientos hace pensar que eligiese el camino más rápido a Qart
Hadasht, el que posteriormente será la vía Complutum-Carthago Nova, lo que implica-
ría pasar por Caraca para cruzar el Tajo en este punto. Se trata de un camino transitado
desde época prerromana y bien documentado a nivel arqueológico. Caraca está situada
en la confluencia del camino a Qart Hadasht con el río Tajo, donde existen varios vados.

2) Vados temporalmente estables en este tramo del Tajo: los vados del río Tajo en el
entorno de Caraca son vados estables condicionados por el sustrato geológico. Este sus-
trato de rocas competentes estaría formado por potentes paquetes de conglomerados
fuertemente consolidados de edad pleistocena. Estos conglomerados aparecen deforma-
dos por fallas que generan saltos en el sustrato y condicionan el desarrollo de vados.

3) Modificación antrópica del meandro del Tajo frente a Caraca: existe una estruc-
tura cuadrangular en el meandro en frente de Caraca. Esta estructura trunca los cuerpos
sedimentarios asociados al depósito del point bar del meandro. Esto indica que es una
estructura que podría ser antrópica, incluso aprovechando un posible salto de falla que
tendría esta misma orientación. Existe una depresión de cerca de un metro a modo de
canal tanto en el borde N como en el W de dicha estructura cuadrangular. Este canal o
depresión, podría estar asociado a un foso excavado antes de la batalla, como así lo des-
criben las crónicas históricas, para el emplazamiento de una empalizada diseñada para
forzar el paso de los carpetanos por dos de los vados.

4) Terreno propicio para la división del ejército carpetano superior en número: en las
descripciones históricas se habla de que Aníbal fuerza a los carpetanos a pasar por varios
vados. Esto facilitaría la división del ejército carpetano, lo cual equilibraría la inferiori-
dad numérica cartaginesa. En este tramo del Tajo, frente a Caraca, existen al menos cua-
tro o cinco vados estables que pudieron ser utilizados para este fin.

5) Escenario de operaciones propicio para el desarrollo de una batalla apoyándose en


la topografía del terreno: el Cerro del Jardín pudo ser utilizado por Aníbal como punto
de observación para la dirección de la batalla y para la ocultación de su caballería de
élite a los ojos de los carpetanos, para después ser utilizada de forma rápida en diferen-
tes puntos del cauce e incluso cruzar el Tajo al final de la batalla para acosar al ejército
carpetano en retirada.

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Emilio Gamo Pazos, et alii

6) La iniciativa del ataque para sorprender a Aníbal fue tomada por los carpetanos y
en su propio territorio. Es lógico pensar que estuvieran esperando al general cartaginés
por el mismo camino que había tomado en su camino de ida a Helmántica. Apoya esta
tesis la presencia de los vecinos olcades, ubicados en el área conquense.

7) En el valle medio del Tajo se han encontrado fragmentos de la denominada cerá-


mica de barniz rojo púnico en los yacimientos de La Gavia y Plaza de Moros (Morín y
Urbina 2012: 216). Pero la influencia púnica resulta evidente en el tesoro de Driebes
(San Valero 1945; Gamo 2018: 57), en primer lugar respecto al peso de los fragmentos
de diferentes objetos de plata cortados intencionalmente, que como señala García-
Bellido (1999: 379) tendrían respectivamente un valor monetario dispuesto en referen-
cia al siclo de 9 g y la mina de 445 g (peso este último de las tortas de plata de mayor
tamaño), aunque la mencionada investigadora señaló las dificultades para determinar el
sistema metrológico empleado puesto que el siclo monetal tiene un valor de 7’65 g y hay
otros valores teóricos del siclo fenicio (8’5, 9’5 y 10’ 5 g), así como las minas (425, 475
y 525), mientras que el peso real es de 9 y 455 g respectivamente en Cancho Roano.

También es clara la influencia mediterránea en la decoración de un fragmento de


vasija de plata con palmetas estilizadas (San Valero 1945: 31). Asimismo son relevantes
dos anillos con chatón de esta ocultación, decorados con un caballo y estrella sobre la
grupa, motivo iconográfico tomado de los siclos de Asdrúbal, aunque con influencias
del estilo curvilíneo de la Tène final (Almagro et alii 1999: 161). En la ocultación de
Valeria está documentado un anillo con esta iconografía y los siclos de Asdrúbal de las
que tomarían el modelo (Almagro Basch y Almagro-Gorbea 1964: 1. 1,2 y 3; Raddatz
1969: 1. 81,8). En la ocultación de Driebes asimismo se encontró un medio shekel his-
pano cartaginés (San Valero 1946; Raddatz 1969: 222; Villaronga 1973: Clase XI-I-II-
B; Villaronga 1993; Otero 2002), datado entre los años 218 a 206 a.C., y por tanto, pos-
terior a la batalla del Tajo.

Es interesante, a nivel de constatar los contactos de Caraca con el ámbito medite-


rráneo desde fecha temprana, la presencia en el Cerro de la Virgen de la Muela de un
borde de campaniense A antigua (220-190/180 a.C.), sin barniz al interior y con un diá-
metro de 10 cm que hace pensar en una forma cerrada tipo guttus o lecitos (Gamo y
Azcárraga 2012: 139).

Por otra parte, en el tesoro argénteo de Armuña de Tajuña (Ripollès et alii 2009),
enclave no lejano de Driebes, había 4 monedas hispano-cartaginesas fragmentadas, un
trishekel y tres shekel.

A modo de resumen, en la tabla 1 se hace una comparativa de las diversas propues-


tas de ubicación de la batalla de Aníbal en el Tajo en el 220 a.C. de los diferentes auto-
res, frente a las evidencias o criterios que apoyan cada una de ellas, siendo nuestra pro-

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Datos históricos, arqueológicos y geológicos para la ubicación ....

puesta de que la batalla se desarrollara en el entorno de Caraca, la que posee más indi-
cios a favor frente a las demás. Así, en relación con los datos de interés geográfico que
indican Livio y Polibio, la propuesta que tratamos está en la Carpetania, es una zona con
vados coherente con la descripción de las fuentes y además está en el camino prerro-
mano que conducía a Qart Hadasht.

Tabla 1- Resumen de las propuestas de ubicación de la batalla del Tajo (220 a.C.).

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Emilio Gamo Pazos, et alii

Figura 7-Río Tajo visto desde el Cerro de la Virgen de la Muela (fotografía Emilio Gamo).

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Sertorio en guerra. Nuevos datos sobre las guerras civiles romanas....

Sertorio en guerra. Nuevos datos sobre


las guerras civiles romanas
en el entorno de Caraca
María José Bernárdez Gómez
1
Juan Carlos Guisado di Monti

Introducción
Presentamos dos nuevas glandes inscriptae de una colección privada, atribuibles, por
los lugares de sus hallazgos y procedencia, a dos posibles zonas de castramentación de
época romana tardorrepublicana (siglo I a.C.). Ambos espacios se localizan próximos a
la ciudad carpetano-romana del Cerro de la Virgen de la Muela, en Driebes
(Guadalajara), un antiguo núcleo urbano prerromano identificado por algunos autores
como la posible Caraca de las fuentes clásicas (Sánchez-Lafuente 1982: 114; Bernárdez
y Guisado 2016: 243 y ss.; Gamo y Fernández 2017: 136).

Los dos proyectiles de plomo con inscripción latina, forman parte de un conjunto
más amplio de piezas de una misma colección privada, que actualmente estamos estu-
diando, y a las que esperamos referirnos más en detalle en futuras publicaciones. Por lo
que esta contribución es una primera aproximación, en la que nos ceñiremos, sobre todo
por su importancia, a los proyectiles referidos y a los significativos datos epigráficos que
aportan. Al igual que, a la información que estos artefactos, junto a sus contextos de
hallazgo, pueden proporcionarnos en la identificación e interpretación histórica del anti-
guo territorio caracitano.

Las glandes inscriptae del entorno del Cerro de la Virgen de la Muela no son, por
supuesto, hallazgos aislados, sino que, como viene siendo habitual, los plomos apare-
cieron dispersos, y en gran número (más de un centenar entre las dos zonas), a seme-
janza con otras concentraciones de proyectiles plúmbeos del mismo período localizados
en lugares similares de confrontación bélica, como es el caso, entre otros, de los yaci-
mientos alcarreños de la Muela de Alarilla y la Muela de Taracena (Stylow 2005: 252),
o el de la Muela de Alcocer (Bernárdez y Guisado 2016: 264) también en Guadalajara.
Junto a las balas de plomo se hallaron otros materiales, obtenidos asimismo, en las dos
posibles áreas campamentales y su entorno inmediato, entre los que se encuentran varias
fíbulas, colgantes globulares, monedas de bronce y denarios tanto de cecas romano-

1 Museo Histórico Minero D. Felipe de Borbón y Grecia. E.T.S.I. Minas y Energía de Madrid.

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María José Bernárdez Gómez, Juan Carlos Guisado di Monti

republicanas como hispanas. Igualmente, fueron encontradas otras piezas de más clara
adscripción a elementos de militaria, entre los que destacan hebillas de sujeción para
correajes, adornos de cinturón, placas provenientes de lorigas legionarias, clavi caliga-
rii, y otros materiales habituales en los ámbitos castrenses de la época. Las piezas cons-
tituyen dos conjuntos coherentes, tanto espacialmente como cronológicamente, respec-
to a sus contextos de hallazgo, especialmente en lo que respecta al monetario descu-
bierto en cada uno de los lugares y a su concordancia histórico-temporal con las balas
plúmbeas referidas.

Los dos proyectiles de plomo a los que hacemos mención, son atribuibles, por la
transcripción latina de sus inscripciones, como pertenecientes, uno de ellos a las tropas
de Quinto Sertorio, y el otro a las de Cneo Pompeyo el Joven. El proyectil con la leyen-
da de Sertorio procede de un emplazamiento inmediato a Caraca, a escasamente un
kilómetro de la ciudad, en la margen izquierda del río Tajo, en la conocida como
“Dehesa de la Algarga” en el término municipal de Illana (Guadalajara). Por su parte, el
plomo de Pompeyo el Joven se halló a unos seis kilómetros aguas abajo del Tajo, tam-
bién en la ribera izquierda del río, en un gran meandro que el cauce fluvial describe en
el lugar, en los terrenos de la finca conocida como “El Cocedor”, ya en el término muni-
cipal de Barajas de Melo (Cuenca).

Estos dos sitios citados conforman dos áreas arqueológicas definidas, donde aún
son perceptibles algunos restos cerámicos y otros indicios materiales que, pese a las
transformaciones modernas que han acaecido en las zonas rurales de vega, evidencian
y permiten documentar la ocupación histórica antigua de estos enclaves. En ambos
casos son unos yacimientos encuadrables y relacionados con episodios de las guerras
civiles romanas en Hispania, tanto de las guerras sertorianas (82-72 a.C.), como de la
guerra civil entre Julio César y Pompeyo, más concretamente durante la segunda cam-
paña desarrollada en Hispania (47-45 a.C.).

El espacio bélico o campamental de la Dehesa de la Algarga en Illana


(Guadalajara) y la glans inscripta de Quinto Sertorio
Las balas de plomo como tipo de arma de guerra constituyen, por sus caracterís-
ticas, uno de los artefactos arqueológicos más interesantes, al proporcionar una
variada e importante información. Las glandes de honda fueron utilizadas sistemá-
ticamente por los ejércitos de Roma en Hispania durante sus guerras civiles, y su
uso bélico como arma mortífera empleada por la infantería ligera de la época (prin-
cipalmente entre las unidades especialistas de honderos, aun así la honda podía ser
utilizada por otros escaramuzadores, o por integrantes de las tropas regulares legio-
narias, al ser en esta época, un arma común en la panoplia del legionario romano),
está documentado en la península en los principales escenarios de estas contiendas,
tanto por las fuentes históricas como por las evidencias arqueológicas con las que
contamos en la actualidad.

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Sertorio en guerra. Nuevos datos sobre las guerras civiles romanas....

La utilización de los proyectiles de honda también como soporte epigráfico en las


conocidas como glandes inscriptae, convierte a este tipo de munición en una más que
interesante fuente para la investigación, al aportar en sus leyendas, información sobre
las unidades militares partícipes, los nombres de los dirigentes y jefes de los ejércitos
enfrentados, así como otro tipo de datos relacionados con las propias confrontaciones
bélicas y con el mensaje ideológico, y conciso que, a través de este medio, se transmi-
tía tácticamente entre rivales, como propaganda de guerra.

En el caso de la glans procedente de la “Dehesa de la Algarga”, en Illana


(Guadalajara), la inscripción latina que porta en ambas caras hace alusión al líder de los
populares Quinto Sertorio en su calidad de procónsul y su texto escrito es el siguiente:
• Cara anterior: Q·SERT / PRO (figura 1).
• Cara posterior: PIETAS (figura 2).
Transcripción: Q(uintus)·Sert(orius) / Pro[co(n)s(ul)] // Pietas
Medidas: 3,6 cm de longitud x 1,85 cm de anchura y 1,40 cm de grosor.
Peso: 47,5 g.

Figuras 1 y 2: Anverso y reverso del proyectil de Quinto Sertorio de la Dehesa de la Algarga, en Illana
(Guadalajara / Castilla-La Mancha) (fotografía M. J. Bernárdez y J. C. Guisado).

En cuanto al análisis tipológico del proyectil de plomo, su forma es ovalada y está


realizado en un molde bivalvo (los moldes para los proyectiles se realizaban mediante
una matriz de arcilla o metálica); la pieza apenas ha sido retocada tras su elaboración y
aún son visibles en las junturas de unión las rebabas de su fundición. Muestra una páti-
na de color blanquecino mate, debido a la oxidación, e igualmente, presenta ciertos des-
gastes y algunos golpes con aplanamientos e incisiones, estos últimos posiblemente de
las marcas de las tenazas con las que se separaban las ristras de plomos pertenecientes
a un mismo molde, una vez acabado el proceso de fundido y enfriado.

Las inscripciones latinas del proyectil, como es habitual, están abreviadas y realiza-
das en letra capital, en relieve y de tamaño irregular. El anverso está desarrollado en dos

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María José Bernárdez Gómez, Juan Carlos Guisado di Monti

registros en su estructura epigráfica; en el superior el praenomen y nomen abreviados de


Quinto Sertorio se hallan separados por una interpunción circular. El registro inferior se
encuentra incompleto, al interrumpirse a partir de la tercera letra del epígrafe por una
gran muesca o incisión en esa zona y en donde la última letra visible, también se encuen-
tra dañada por un golpe en la parte superior. El texto de la bala puede recomponerse con
facilidad, coincidiendo con la leyenda habitual, también abreviada, que suele acompa-
ñar al nombre del personaje en su apelación acostumbrada, legitimista del título y
magistratura de procónsul.

El texto del reverso, por su parte, está desarrollado en su totalidad en una sola línea
con la palabra Pietas, uno de los rótulos propagandísticos más característicos y utiliza-
dos en los reversos inscritos de los proyectiles de plomo que conocemos de Sertorio.
Responde al deseo de identificarse con esta virtud, asumiéndola como valor político e
ideológico de su causa patriótica (Beltrán 1990: 217 y ss.). Esta pieza de Illana, se suma
así a los hallazgos de las glandes fundae que portan el lema alegórico de Pietas, como
son los ejemplares navarros de Aranguren (Beltrán 1990: 211-226; Díaz 2008: 247) y
Fitero (Medrano y Díaz 2003: 397), así como el proyectil soriano del campamento de la
Gran Atalaya, en el Talayón de Renieblas (Gómez-Pantoja y Morales 2002: 303 y ss.) y
el de la Muela de Taracena en Guadalajara (Stylow 2005; Gamo 2018: 279). Al parecer
los dos proyectiles del yacimiento de San Sixto en Encinasola (Aracena-Huelva), men-
cionados en algunas publicaciones con la leyenda Pietas en su reverso, carecen de este
lema (Chic 1986: 171-176).

En cuanto al lugar del hallazgo del proyectil, por la información que hemos podido
recabar, éste apareció en superficie junto a otros ejemplares ágrafos en la década de los
años ochenta del siglo XX, y encontrados de forma dispersa en el enclave de la Dehesa
de Algarga, en el término municipal de Illana. Este paraje, inmediato al yacimiento de
la “Virgen de la Muela” de Driebes y situado al otro lado del río, se localiza en un gran
meandro que describe el Tajo, que configura una especie de península encajada en tres
de sus lados por el propio curso fluvial en su margen izquierdo, conformando un empla-
zamiento idóneo, por las características defensivas que la orografía y el propio río, con-
fieren al lugar.

En esta zona del meandro, se encuentra igualmente un promontorio amesetado de


unas 30 ha de superficie. Esta altura, como posición dominante del enclave, presenta en
su lado de poniente, y frente al yacimiento de Caraca dos aterrazamientos sucesivos y
escalonados en altura, precedidos por dos terraplenes, o rampas naturales, mientras que
la zona este de la elevación cuenta igualmente con un pronunciado escarpe natural, que
delimita perfectamente por ese lado el posible perímetro defensivo del emplazamiento
y que hace también las veces de divisoria entre los términos municipales de Illana y
Leganiel (Cuenca).

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Sertorio en guerra. Nuevos datos sobre las guerras civiles romanas....

La zona definida del promontorio y sus laderas, es de donde proceden los materiales
y restos arqueológicos ya mencionados, incluyendo el proyectil plúmbeo con la leyen-
da de Sertorio. No obstante, las remociones agrícolas modernas y otras alteraciones que
ha sufrido el enclave, no permiten identificar a priori y de forma claramente visible, nin-
guna estructura campamental en firme. Igualmente, la fotografía aérea antigua de la
zona y su interpretación, tampoco parece reflejar en superficie un área concreta que
podamos reconocer como un espacio campamental o posición defensiva al uso. Si bien,
la ocupación patente del emplazamiento y el ser conocido como “la finca de los plo-
mos”, unido al conocimiento del tipo de materiales que se han encontrado en el lugar,
nos lleva a interpretarlo como un asentamiento militar adaptado a las peculiaridades del
terreno, que bien pudiera tratarse de un campamento temporal de campaña construido
con materiales perecederos (los denominados como castra aestiva), o un posible campo
de batalla de época tardorrepublicana. Sin duda, futuros estudios contribuirían a escla-
recer más la situación y el contexto particular de este enclave estratégico. Especialmente
su vínculo con el inmediato yacimiento de Caraca, con el que se encuentra directamen-
te relacionado.

La glans de Pompeyo y el posible espacio campamental de la finca del Cocedor


en Barajas de Melo (Cuenca)
En lo que respecta al proyectil de Pompeyo con inscripción, de Barajas de Melo
(Cuenca), la leyenda que porta, al igual que los de época sertoriana, se enmarca también
dentro de un claro discurso político propagandístico, donde la intención del mensaje es
asociar hereditariamente la importancia de la figura jerárquica y el título de Cneo
Pompeyo Magno con su hijo mayor Cneo, como sucesor principal y representante legí-
timo de su causa. El texto que figura inscrito en el proyectil pompeyano es el siguiente:
• Cara anterior: CN·MAG (figura 3).
• Cara posterior: IMP (figura 4).
Transcripción: Cn(aeus)·(Pompeius) Mag(nus) // Imp(erator)
Medidas: 4,4 cm de longitud x 2,51 cm de anchura y 2,22 cm de grosor.
Peso: 68,7 g.

Figuras 3 y 4: Anverso y reverso del proyectil de plomo de Cneo Pompeyo hijo, con la leyenda Cnaeus
Pompeius Magnus Imperator, de la finca del Cocedor en Barajas de Melo (Cuenca / Castilla-La
Mancha) (fotografía M. J. Bernárdez y J. C. Guisado).

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María José Bernárdez Gómez, Juan Carlos Guisado di Monti

En cuanto a su tipología, la morfología de esta bala plúmbea es bicónica-piramidal


y está realizada igualmente en un molde de fundición bivalvo. Su pátina es gris blan-
quecina, y muestra algunos golpes e incisiones, con uno de sus extremos rematado. El
proyectil mantiene una forma biapuntada que lo hace más aerodinámico, facilitando
instrumentalmente la rotación y la precisión de tiro en su empleo con la honda por los
funditores.

Las inscripciones de anverso y reverso de la glans están abreviadas y escritas con


letra capital mayúscula de distintos tamaños y en relieve marcado, con las dos caras epi-
gráficas dispuestas de manera opuesta en sus lecturas. El anverso lleva el nombre de
Cneo Magno separado por un signo de interpunción circular; la última letra se encuen-
tra dañada por un golpe o un impacto, pero puede leerse con facilidad. Por su parte, la
leyenda de reverso también presenta la fórmula abreviada y habitual de IMP (impera-
tor), en su atribución del magistrado portador del poder de imperium. Las inscripciones
en las glandes del ejército pompeyano con el lema Cnaeus Magnus Imperator suelen ser
habituales y, los hallazgos conocidos se corresponden con proyectiles inscritos encon-
trados en la Ulterior, en varias localidades de las actuales provincias andaluzas de
Córdoba y Sevilla (Díaz 2005: 227). Igualmente, la estructura epigráfica de la leyenda
en abreviatura es la misma que figura en las cuatro series conocidas de denarios y uno
de ases acuñados en Hispania por Cneo Pompeyo hijo.

Las glans inscriptae acreditadas con el lema de Cneo Pompeyo hijo se deben poner
en relación con los enfrentamientos entre cesarianos y pompeyanos acaecidos en la
Península a partir del año 47 a.C. y hasta la derrota definitiva de su causa, con Sexto
Pompeyo. En nuestro caso, el ejemplar mencionado procede de la Citerior y es el único
que conocemos hasta ahora en la provincia que porta esta leyenda con el nombre de
Cneo Pompeyo acompañado en reverso con el título de Imperator. En la Citerior se
conocen también otros proyectiles plúmbeos anepígrafos y con otras inscripciones, de
las guerras cesarianas, como son los hallados en el cercano término conquense de Huete
(en el caso de Huete con la sugestiva inscripción cesariana de SCAE), así como los de
otras localidades como Picamoixons, Prades, Monzón y Sanitja (Moralejo y Saavedra
2016).

Igualmente, de la Citerior y de la localidad de Jesús, en Tortosa, se conoce un pro-


yectil ovoidal que porta la leyenda de CN·MAG, aunque sin inscripción en el reverso y
al que acompañaba otra bala de plomo con un sello incuso, enmarcado por un rectángu-
lo con la mención a la legión XII. La glans de Cneo Pompeyo de Tortosa se identifica
por su contexto con Pompeyo el Grande y la campaña del año 49 a.C. en Ilerda (año en
que la Legio XII de César estuvo en Hispania), por lo que el proyectil del bando pom-
peyano se ha interpretado como parte de la munición de las tropas encuadradas al mando
de los legados Afranio y Petreyo (López 2013: 438).

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Sertorio en guerra. Nuevos datos sobre las guerras civiles romanas....

En cuanto al lugar de procedencia del proyectil de Cneo Pompeyo hijo, que aquí nos
ocupa, éste proviene de la finca del Cocedor, situada en el término conquense de Barajas
de Melo. La bala de plomo, formaba parte, al parecer, de un conjunto más amplio de
materiales encontrados en este enclave, también en la década de los años ochenta del
pasado siglo, entre los que se incluían más proyectiles plúmbeos, en su mayoría ágrafos,
y otros que portaban igualmente inscripciones, que estamos analizando con el resto de
las piezas de la mencionada colección privada.

Por su parte, el enclave de “El Cocedor”, al igual que la “Dehesa de Algarga”, se


localiza en un pequeño altozano flanqueado y protegido por el cauce del río en tres de
sus lados, mientras que, por el este, cuenta como protección con la elevación que le con-
fiere la orográfica dominante del terreno. La fotografía aérea de la zona de los años cin-
cuenta, refleja claramente, en el interior del meandro, un espacio delimitado con los res-
tos de una posible estructura arquitectónica de planta rectangular, de unas veinte ha de
superficie y con los ángulos de sus extremos curvados. Seguramente de este lugar y sus
inmediaciones es, de donde proceden las piezas mencionadas.

Esta probable área campamental definida por sus posibles estructuras y materiales
arqueológicos, se encuentra muy próxima a otro yacimiento conocido e importante,
como es el Cerro del Castro de Barajas de Melo (Palomero 1987: 104) que, al igual que
la zona de El Cocedor se encuentra seriamente afectado y destruido sistemáticamente
por las explotaciones de áridos que se han llevado a cabo en época actual en ambos luga-
res. La finca del Cocedor es también conocida como finca de la Barca y el Ballestar, al
estar situada al lado de un paso antiguo del Tajo mediante embarcación y del que hay
referencias ya en tiempos de Alfonso VIII desde el año 1167 (Fernández et alii 2011:
47). Seguramente, el posible recinto castrense controlaría militarmente desde su posi-
ción el conocido como “vado salinero”, uno de los pasos tradicionales del Tajo en la
zona, considerado por algunos autores como el posible cruce del río de la antigua cal-
zada romana que desde Segobriga se dirigía a Complutum. La vía romana vadearía el
cauce del Tajo por el lugar de la Barca y a la altura de la inmediata desembocadura del
Arroyo Salado, según defienden Fernández et alii (2011: 47).

Todos estos datos y evidencias no hacen sino confirmar la importancia estratégica


del enclave y su control sobre la vía principal de comunicación, que discurría por el
territorio inmediato a Caraca. Estas referencias, unidas a la información que nos pro-
porciona el proyectil pompeyano, y los otros materiales conocidos, permiten identifi-
car e interpretar el lugar como un posible campamento tardorrepublicano o fortifica-
ción defensiva relacionada con la guerra civil de César contra los hijos de Pompeyo
en Hispania, en el que, posiblemente, estos acontecimientos y su contexto sería más
adecuados situarlos tras la batalla de Munda (45 a.C.), en los episodios posteriores que
tienen como protagonista a Sexto Pompeyo y a los enfrentamientos habidos en esta
zona.

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María José Bernárdez Gómez, Juan Carlos Guisado di Monti

Con todo, y al igual que el espacio de la “Dehesa de la Algarga”, la pertinente inves-


tigación arqueológica del yacimiento de la finca del Cocedor permitiría aportar y
ampliar los datos que contextualicen la correcta lectura de este enclave, así como esta-
blecer la presencia de una fuerza romana en el mismo, y su posible relación con el yaci-
miento de Caraca.

El escenario de Caraca en las Guerras Civiles en Hispania


La ciudad de Caraca y su territorio, durante el siglo I a.C., en época tardorrepubli-
cana, formaron parte del teatro de operaciones de las guerras civiles romanas en
Hispania. La situación de la ciudad como parte del itinerario de paso entre Complutum
y Segobriga en la vía a Carthago Nova, según el Anónimo de Rávena (313, 10), y su
localización entre los carpetanos por Ptolomeo (Geografía, II, 6, 56), avalan la impor-
tancia de Caraca como lugar de tránsito en las comunicaciones de la época y su empla-
zamiento concreto en esta área geográfica.

Aunque, sin lugar a dudas, es la cita de Plutarco en sus Vidas Paralelas (Sertorio, 17,
1-13), la más interesante en cuanto a la información histórica que proporciona sobre la
ciudad y el protagonismo de la misma en el famoso episodio de Sertorio contra los cara-
citanos. Este relato en cuestión, testimonia un hecho de armas a nuestro entender muy
aclaratorio respecto al bellum Sertorianum y las acciones emprendidas por Sertorio en
el año 77 a.C. para controlar la zona (Bernárdez y Guisado 2016: 242 y ss.).

Los antecedentes de este suceso habría que situarlos en los acontecimientos previos
y en las operaciones emprendidas en años anteriores por el cuestor sertoriano Lucio
Hirtuleyo, que, tras vencer cerca de Consabura al procónsul de la Citerior, Domicio
Calvino, y posteriormente, tras neutralizar en Ilerda, al procónsul de la Galia
Transalpina (Narbonense en palabras de Plutarco) Lucio Manlio, conseguiría con estas
acciones el acceso y establecimiento en el valle del Ebro de los sertorianos (Roldán
1988: 123-124).

Desde el valle del Ebro y en el 77 a.C., Sertorio tras mandar a su legado Hirtuleyo
de vuelta a la Lusitania, emprendería una campaña fulgurante con objeto de conseguir
la consolidación efectiva de estos territorios y supeditar a su autoridad los centros
poblaciones hostiles a su causa, especialmente los de la Celtiberia meridional. Así,
partiendo desde bases propias y a través de la ruta de comunicación natural de los ríos
Jalón y Henares, cruzaría la Celtiberia sometiendo y disuadiendo a los posibles núcle-
os de resistencia, hasta confluir sobre el oppidum de Santorcaz (probablemente
Ikesankom Kombouto, y precedente de la Complutum ya romanizada de Alcalá de
Henares), para, a continuación, dirigirse en su avance por la antigua vía de comunica-
ción prerromana que, desde la zona de Alcalá de Henares, se dirige hacia levante,
tomando a su paso los oppida de Caraca y Contrebia Carbica (Bernárdez y Guisado
2016: 243 y ss.).

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Sertorio en guerra. Nuevos datos sobre las guerras civiles romanas....

La estrategia militar de Sertorio en la campaña consistiría en atacar metódica y direc-


tamente los “puntos críticos” del enemigo como pauta de regularidad, donde los oppida
serían la referencia neurálgica y la clave para dominar el espacio territorial dependiente
que jerarquizan (Gamo 2011: 181). De manera que, Sertorio recuperaría de este modo y
con estas acciones, el territorio de la Citerior que legítimamente le hubiera correspon-
dido administrar (Chic 1986: 173).

La toma de Caraca por Sertorio se encuadraría en esa estrategia de control del terri-
torio y como paso previo inmediato, siguiendo un plan de acción preestablecido y en
dirección a su principal objetivo de campaña, que no era otro que Contrebia Carbica
(Fosos de Bayona, en Villas Viejas, Huete - Cuenca), ciudad que tomaría tras un cerco
de más de cuarenta días, dejando en la misma con una importante guarnición a Lucio
Insteyo y volviendo al valle del Ebro, donde invernaría al lado de Castra Aelia, identi-
ficada con el Burgo de Ebro en Zaragoza (Gozalbes 2000: 200-203).

Con la conquista y toma de Contrebia, Sertorio conseguiría una de sus más impor-
tantes victorias, pese a la pérdida de efectivos y recursos en el combate. Al incorporar
tras su rendición este enclave territorial a su causa, se aseguraba, con ello un importan-
te aporte de medios y hombres para la guerra. Aunque su objetivo táctico principal, era
el de poder contar con el baluarte de la propia ciudad para acantonamiento de sus tropas
y controlar las comunicaciones de la región, especialmente las que conectaban con el
área mediterránea y Carthago Nova (la vía Segobriga (Contrebia Carbica) - Carthago
Nova). Una maniobra a todas luces fundamental, en su estrategia para impedir la con-
junción de sus enemigos y mantener separadas en lo posible a las tropas de Metelo y
Pompeyo (Bernárdez y Guisado 2016: 259).

Igualmente, entre las operaciones llevadas a cabo por el ejército sertoriano y proba-
blemente en la misma campaña bélica de sometimiento de la Celtiberia meridional en la
zona conquense, se tomarían también por las armas los oppida del cerro de
Valdelosantos en la localidad de Culebras, y el cerro de Albadalejito, en las inmediacio-
nes de la ciudad de Cuenca. En este último yacimiento se tiene constancia de posibles
enfrentamientos bélicos atribuibles al período de las guerras sertorianas, donde, en un
meandro del Júcar, cercano al oppidum, en el llamado paraje de “La Cañada” en el tér-
mino de Coliguilla (muy semejante en condiciones y situación al posible espacio cam-
pamental de Illana en Guadalajara), se han hallado varios glandes de honda y clavos de
caligae, junto con monedas y otros pertrechos bélicos (Chamón 2018: 46-47).

La ruta teórica seguida por Sertorio una vez conquistada Contrebia hacia el valle del
Ebro, posiblemente sería la misma que emprendería y tomaría Hirtuleyo tras la toma de
Consabura, remontando el valle del Cigüela hacia la cabecera del Tajo para, por la zona
de Erkauika, dirigirse al valle del Henares y de allí al Jalón hasta alcanzar el valle del
Ebro (García Mora 1991: 112).

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María José Bernárdez Gómez, Juan Carlos Guisado di Monti

En lo que se refiere a la ciudad prerromana de Erkauika existe una interesante con-


troversia por establecer su localización antigua, suscitada por la asignación geográfica
de este enclave por diversos autores, bien en el yacimiento de La Muela de Alcocer en
Guadalajara, o en el conocido promontorio del Castro de Santaver, en la localidad con-
quense de Cañaveruelas. Sobre esta cuestión en particular, ya hemos referido nuestra
opinión al respecto, sobre la situación y coexistencia en el siglo I a.C. de ambos encla-
ves. Creemos que, en el caso de la Erkauika prerromana, perdurando en el tiempo en la
posterior Ercavica romanizada en el mismo solar de Santaver. Mientras que, en el caso
del yacimiento de la Muela de Alcocer, se trataría de un asentamiento ex novo, al lado
de un pequeño castro celtibérico preexistente, como una de las posibles y principales
bases campamentales establecidas durante el conflicto por Sertorio a orillas del río
Guadiela, tras conquistar y organizar el territorio (Bernárdez y Guisado 2016: 262-266).

La Muela de Alcocer es un yacimiento fortificado de más de cuarenta hectáreas de


extensión, en el que son apreciables, en el interior de su recinto, varias zonas con abun-
dantes escorias y desechos de metalurgia. Estos espacios con numerosos restos de fun-
dición, dentro del posible enclave militarizado, habría quizás que considerarlos como
probables instalaciones fabriles de armamento y pertrechos relacionadas con las pro-
ducciones de los talleres oficiales, que Sertorio instauró en distintos lugares de la
Celtiberia, tal como menciona Tito Livio (Ab Vrbe Condita, XCI, 25). Igualmente, el
yacimiento parece cumplir con uno de los preceptos prácticos por el que se hizo popu-
lar Sertorio, al limitar en lo posible el alojamiento de tropas en las poblaciones y esta-
blecer sus propios campamentos independientemente y fuera de éstas, según nos indica
Plutarco (Sertorio, 6, 8).

Durante la guerra, el yacimiento de La Muela de Alcocer fue objeto de asedio segu-


ramente por los optimates, una vez recuperada por éstos la iniciativa en la zona. Esto,
parece ser corroborado por la presencia de un campamento de cerco en las inmediacio-
nes, en la ribera contraria del Guadiela, en el término de Alcohujate (Cuenca), que se
encuentra situado en un meandro del río en el que, mediante el análisis de la fotografía
aérea (Vuelo Americano de 1956-57/Serie B), pueden distinguirse las posibles estructu-
ras que lo componen, y su delimitación física adaptada a la sinuosidad del cauce fluvial.

Igualmente, de este mismo lugar de Alcohujate procede otro de los indicios que
hacen presuponer la posible identificación de las tropas atacantes a la Muela de Alcocer.
Este es el caso del tesorillo de cincuenta y seis pequeños bronces de Massalia y un bron-
ce de Ebusus, encontrados en este ámbito en 1995 y depositados en el Museo
Arqueológico Nacional (Ibáñez y Blanco 1995). La contextualización de este tesorillo
monetal, y su cronología, cabría atribuirla, tal como establece su identificación y estu-
dio numismático, al posible sitio a que fue sometido el yacimiento de Alcocer en el siglo
I a.C., donde se vincula el hallazgo monetario con el ocultamiento o extravío por parte
de alguno de los participantes del contingente senatorial, que formaban parte del opera-

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Sertorio en guerra. Nuevos datos sobre las guerras civiles romanas....

tivo de asedio al campamento de la Muela de Alcocer. A este respecto, conviene recor-


dar que, al igual que las tropas de Sertorio inundaban la geografía hispana de los dena-
rios de Bolskan y de otras cecas celtibéricas acuñadas por los sertorianos (Chic 1986:
174), las tropas pompeyanas tendrían también como un importante marcador de su iden-
tificación y actuaciones, las monedas de la Narbonense que portaban en Hispania
(Richard 1972: 51 y ss.).

Junto con los anteriores testimonios del período republicano, otra de las piezas cono-
cidas del enclave de Alcocer es el proyectil de plomo con inscripción de Q·SER·PRO-
COS, encontrado en la zona y que ha sido relacionada por varios investigadores, con un
supuesto ataque de las tropas sertorianas al yacimiento (Fuentes 1993: 174; Gamo 2011:
179). Asignación que, por la situación de su hallazgo y otras razones, por el contrario,
se correspondería más probablemente, en su identificación, con el litigio y defensa del
enclave como posición propia sertoriana (Bernárdez y Guisado 2016: 264).

El proyectil de Alcocer no es por supuesto un caso aislado y singular, ya que otras


balas de plomo se han encontrado igualmente en la zona. Tenemos constancia de la exis-
tencia de otro proyectil plúmbeo en una colección privada, y hasta ahora inédito, encon-
trado en las inmediaciones del enclave de Alcocer, que tiene la inscripción en anverso
de Q·SERTORI PROCOS, mientras que en su reverso porta la leyenda VERITAS (verdad
o sinceridad), como mensaje político añadido a modo de reivindicación legalista del pro-
cónsul popular. Según los hallazgos conocidos en la actualidad, los proyectiles que por-
tan esta leyenda sólo tienen paralelos en la provincia de Guadalajara (Gamo 2018: 277).

Este epígrafe propagandístico de reverso de VERITAS en las glandes sertorianas, ade-


más de las conocidas FIDES, PIETAS e IVS, suele acompañar al nombre de Sertorio
junto a los motivos parlantes e iconográficos de un ancla, un timón (gobernaculum),
unas fasces, o una palma de victoria. Éstos, igualmente, eran utilizados como conceptos
simbólicos y representativos de la ideología identitaria de la causa sertoriana (Stylow
2005: 252).

A este respecto, entre las glandes epigráficas ya conocidas e inventariadas del con-
flicto sertoriano en Hispania, queríamos llamar la atención sobre una leyenda en con-
creto, que porta en el reverso uno de los proyectiles de los populares hallados en la
Muela de Taracena, y que se conserva en la colección A. Romera de Guadalajara. La
transcripción del mismo ha sido desarrollada como Q(uinti) Sert(ori) / [p]ro co(n)s(ulis)
// Ser[t(ori)?] por J. M. Abascal (1990: 274-275, fig. 12.5). Para nosotros, la inscripción
de reverso de este proyectil, por la falta de definición de las letras que se conservan, se
correspondería, no con el nomen de Sertorio en una innecesaria repetición, sino propo-
nemos que, la restitución y lectura de la inscripción latina sería SPES (esperanza), nom-
bre tradicional de la última diosa del panteón romano (Spes Ultima Dea). En este caso,
la explicación y utilización del término Spes debería considerarse igualmente, como uno

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María José Bernárdez Gómez, Juan Carlos Guisado di Monti

de los principios éticos y valores morales que, junto a Veritas, Iustitia, Humanitas,
Amicitia o Pietas, constituían e inspiraban las virtudes tradicionales de la República
Romana, y que Sertorio reivindicaría como propias. Esta posible interpretación de lec-
tura de la inscripción de reverso de la bala de Taracena, como Spes, se relacionaría muy
bien con el sentir reivindicativo e ideológico de la causa de Sertorio, en el significado
tan necesario como concepto psicológico de lucha y perspectiva de resistencia para el de
Nursia de “la esperanza es lo último que muere”.

Las balas de honda de plomo con inscripciones y con el nombre de Sertorio, como
hallazgos arqueológicos, son uno de los indicios más concisos para confirmar la infor-
mación de las fuentes y precisar los acontecimientos bélicos de los escenarios del con-
flicto sertoriano. Si bien, la mayoría de los hallazgos alcarreños conocidos de la Muela
de Taracena, Muela de Alarilla, Muela de Driebes y Muela de Alcocer parecen corres-
ponderse, para nosotros, dentro del curso de la guerra, más que con la campaña de
Sertorio del 77 a.C., con la etapa más dura y decisiva de los enfrentamientos en la zona,
que sería cuando las tropas senatoriales conquistan y recuperarían estos enclaves duran-
te los años 75 y 74 a.C.

Respecto a los proyectiles de plomo con inscripción del entorno de Caraca, pese a
tratarse como viene siendo habitual en este tipo de materiales metálicos, de piezas caren-
tes de un registro estratigráfico y con contextos arqueológicos poco claros, estos hallaz-
gos suelen constituir, sin embargo, unos buenos indicadores para discernir y permitir
situar los campos de batalla y los escenarios de guerra en que fueron empleadas, sobre
todo, como munición arrojadiza en los asedios y lugares fortificados.

En nuestro caso, los proyectiles que portan las inscripciones de Sertorio y Cneo
Pompeyo (hijo), permiten secuenciar cronológicamente la identificación de dos epi-
sodios del proceso histórico de las guerras civiles romanas en Hispania, así como los
respectivos lugares donde éstos tuvieron lugar. Corroborando con estas aportaciones
y confirmando la importancia histórica de la ciudad de Caraca y su territorio, como
escenario principal y protagonista de estos acontecimientos durante la Baja República.

En cuanto a la interpretación histórica del proyectil pompeyano en esta área geo-


gráfica, éste cabría situarlo con mayor probabilidad en la segunda fase de la guerra
civil en Hispania, durante el bellum Hispaniense. Quizá, tras los episodios de la bata-
lla de Munda y la retirada conocida a la Celtiberia de Sexto Pompeyo, en su huida a
la Lacetania o tal vez posteriormente, en el avance hacia la Bética de Sexto, recupe-
rando de nuevo estas posiciones del interior peninsular. Aunque este contexto de
hallazgo, por la limitación de sus datos y casuística, bien puede corresponderse tam-
bién a momentos anteriores, o a otras acciones del conflicto entre cesarianos y pom-
peyanos en el posible espacio campamental de la finca del Cocedor de Barajas de
Melo.

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Sertorio en guerra. Nuevos datos sobre las guerras civiles romanas....

Por último y en lo que concierne al proyectil de Sertorio procedente del enclave pró-
ximo a Caraca, su hallazgo en la Dehesa de la Algarga, en Illana, determina igualmen-
te su correlación con el inmediato núcleo caracitano. También, de este sitio de la Dehesa
de Algarga, conocemos otros indicios arqueológicos descubiertos en el lugar, como una
posible necrópolis altoimperial, en la que se documentó un epígrafe funerario del siglo
II d. C. y en el que se menciona a una mujer que posiblemente era sierva pública (CIL
II 5858; Crespo 1998: 148, nº 48; Gamo et alii 2018: 200). Este hallazgo, junto con otros
vestigios arqueológicos, se corresponden con los restos de una serie de edificaciones de
carácter agrícola y de época altoimperial, que se localizan junto al cauce del Tajo y en
la zona de vega, donde gran parte de los sillares, así como otros elementos y restos
arquitectónicos de estos yacimientos, se encuentran amortizados como materiales de
obra en la cercana construcción de lo que fue la instalación de un antiguo paso de barca
y portazgo del río, situado cerca de la moderna central hidroeléctrica del Salto del
Molino del Maquilón (Bernárdez y Guisado 2016: 247).

Por su parte, respecto a la glans plúmbea mandada fundir por Sertorio, objeto de este
estudio, procede del área amesetada del promontorio que domina la finca y que se
encuentra a cierta distancia de los restos altoimperiales próximos al río, lindando ya con
el término municipal conquense de Leganiel. Al proyectil sertoriano, como ya hemos
mencionado, le acompañaban otros materiales coetáneos de época republicana, asocia-
dos a un contexto bélico de enfrentamiento acaecido en el lugar y en lo que parece ser
también un posible espacio campamental, dada la situación estratégica del enclave,
inmediato a la posible ciudad de Caraca, en la Virgen de la Muela (Driebes).

El yacimiento de la Virgen de la Muela como demuestra la investigación arqueoló-


gica, tiene una secuencia ocupacional desde la Edad del Bronce, hasta convertirse en un
importante oppidum carpetano y posteriormente en una ciudad romana. Las actuales
prospecciones y excavaciones que se están llevando a cabo en el lugar, han permitido
constatar la vitalidad de este núcleo poblacional durante época prerromana y durante el
período de la conquista romana (Gamo y Fernández 2017: 119 y ss.). Así, se han podi-
do descubrir y documentar en los diversos espacios de la ciudad, materiales carpetanos
y romanos tardorrepublicanos. En las intervenciones arqueológicas realizadas, se han
revelado especialmente interesantes los datos y la información obtenidos en uno de los
sectores (cata 2 -B-), al sur del foro, en la primera campaña de excavación arqueológi-
ca del yacimiento en el año 2017. Aquí se documentaron dos fases de ocupación, la más
antigua de época romana republicana, de los siglos II y I a.C., en la que se localizaron
una serie de estancias carpetano-romanas, con abundantes restos materiales y un estrato
de derrumbes junto a un nivel de cenizas. Este último nivel de cenizas se ha identifica-
do con la existencia de un incendio en el siglo I a.C., asociable quizá, según sus inves-
tigadores, al conflicto sertoriano o a las guerras civiles entre César y Pompeyo (Gamo y
Fernández 2017: 130).

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María José Bernárdez Gómez, Juan Carlos Guisado di Monti

Lo sugestivo e interesante de esta información, unido al hallazgo en el entorno del


oppidum de la Virgen de la Muela de la glans inscriptae de Sertorio, invitan a poder rela-
cionar estas evidencias con la posible identificación y localización del episodio plutar-
queo relativo a la ciudad de Caraca y a esta zona. Si bien, conviene no olvidar, y tener
en cuenta que, aunque ésta pudiera ser la ciudad de referencia de las fuentes clásicas, las
condiciones del contexto del proyectil y de la posible fortificación o espacio de con-
frontación de donde procede, hacen más que necesario su adecuada calibración en la
secuenciación y situación del conflicto bélico. En este caso, la interpretación del proce-
so histórico, debe partir de la correcta lectura y del conocimiento de las evidencias
arqueológicas previas a cualquier hipótesis de partida (Morillo 2014: 37).

Así, si los datos de que disponemos no son del todo concluyentes, dadas las condi-
ciones y limitaciones del estudio de las piezas que hemos reseñado y sus contextos par-
ciales, sin duda futuros trabajos de investigación, y las intervenciones arqueológicas que
esperamos se produzcan en estas áreas, junto a los del propio yacimiento de la Virgen
de la Muela de Driebes, contribuirán a interpretar estos espacios y sus registros, apor-
tando una información que ayudará a clarificar la realidad del oppidum de Caraca y su
acontecer histórico durante las guerras civiles romanas en Hispania.

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Sertorio en guerra. Nuevos datos sobre las guerras civiles romanas....

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Caraca carpetana y romana: apogeo y crisis de una ciudad de paso

Caraca carpetana y romana:


apogeo y crisis de una ciudad de paso

Fernando López Sánchez1

Introducción
En este trabajo queremos proponer como el oppidum de Caraca, en la Carpetania,
parece que conoció un primer floruit en su ocupación, contemporáneamente con la
Segunda Guerra Púnica. Durante esta contienda, pero también con posterioridad,
Caraca en particular, y la Carpetania en general, desempeñaron la función de lugares
de paso en el limes cartaginés que recorría el interior de Iberia. La Carpetania sirvió
sobre todo de región fronteriza a Cartago, y con respecto a la ciudad prorromana de
Sagunto y su traspaís celtibérico. Durante los siglos II a.C., I a.C. y I d.C. Caraca pare-
ce haber prosperado gracias a esta doble vinculación, tanto con el interior hispánico,
como con la costa levantina. Lo esencial de la prosperidad de Caraca pudo haber esta-
do condicionada sin embargo por el tráfico por la costa de flotas romanas, republicanas
e imperiales. La rarefacción del trasiego de la flota de Miseno por el levante hispano
pudo haber causado la decadencia de Caraca a partir de mediados del siglo II d.C.

Caraca y la Carpetania: en el eje de la Iberia interior pro-cartaginesa


Tras la muerte de Asdrúbal en el año 221 a.C., Aníbal partió desde la recientemente
creada Carthago Nova decidido a someter lo esencial de la Iberia interior. Primero tomó
Althia, la capital de los olcades (221 a.C.) y después incursionó en el territorio vetón
(220 a.C.), a 550 km en línea recta desde Carthago Nova (Pol. 3. 14.1; Liv. 21.5.6). Tras
su campaña vaccea, en el otoño de ese mismo año, a la altura del río Tajo y entre las
actuales provincias de Madrid y Toledo, también derrotó a una coalición de pueblos his-
pánicos compuesta por carpetanos, olcades y vetones (Liv. 21.5.11; Pol. 13.14.2). Su
victoria supuso la rendición de las comunidades carpetanas y la inclusión de toda la
región en el ámbito de influencia púnica (Pol. 3, 13. 14; Lazenby 1978: 22; Richardson
1986: 27). Así, y aunque la imposición de levas y exacciones púnicas posteriores con-

1 Universidad Complutense de Madrid.

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Fernando López Sánchez

dujo ciertamente a revueltas en la Carpetania (Liv. 21, 11), desde entonces toda el área
quedó dominada por la potencia africana. Más importante aún, en adelante el control de
la Carpetania constituyó a esta región en el verdadero cerrojo interior de Cartago en la
península ibérica. Tras las campañas interiores de Aníbal, sólo Sagunto pudo atreverse
así a desafiar los planes de la potencia africana en Iberia (Pol. 3. 13.9; Liv. 21.5.17).

Aunque parezca en un primer análisis que las expediciones púnicas en el interior de


Iberia pudieron haber estado disociadas tanto del asedio posterior de Sagunto (219 a.C.)
como de la marcha de Aníbal hacia el Ebro (218 a.C.), lo cierto es que el control de la
Carpetania y de su traspaís vetón parecen haber sido totalmente necesarios para la con-
secución de este objetivo. En todo caso, y con estas acciones, la Carpetania se convir-
tió en la región fronteriza por excelencia de Cartago en Hispania, equiparándose en todo
para la potencia africana con otros pasos limítrofes que en épocas posteriores se situa-
ron en España algo más al norte, en torno a los valles altos del Duero y del Ebro (López
Sánchez 2018a: 119-121). Y es que, en el año 219-8 a.C., Sagunto y la Carpetania, y no
los altos valles del Duero y del Ebro, podían ser fácilmente abordados por Roma por vía
marítima. Precisamente por esta razón, Roma insistió tanto en el año 220 a.C. en poner
a Sagunto bajo su protección (Pol. 3 15.3-50). Quería que se cumpliesen las cláusulas
ya establecidas en el año 226-5 a.C. (Pol. 2.13.1-7; 3.29.9), y evitar así que Cartago
pudiese cruzar el Ebro en pie de guerra (Pol. 3. 15. 2-11).

Probablemente gracias a Marsella, el área de influencia de Roma en Occidente podía


decirse que comenzaba al norte del Ebro (Pol. 3. 15.1-3). Una actuación a partir de
Sagunto en Iberia era sin embargo la única operación que podía llevar a cabo Roma en
solitario, sin pagar ni deber nada a la ciudad greco-gala. Con su magnífico puerto en la
zona del Grau Vell (Garay 1995; Sánchez González 2000; Martínez López 2016: 61-62)
la única alternativa seria de Roma en Iberia a la Cartagena cartaginesa era realmente
Sagunto. Y no las demasiado comprometidas Ampurias o Rosas situadas al norte. Por esta
razón, y para evitar tanto un posible desembarco preventivo romano en Sagunto, cuan-
to para asegurar la seguridad de los limites marítimo y terrestre bárcidas, la ciudad fue
asediada y tomada por Aníbal en marzo del año 218 a. C. (Liv. 21.14-15; App. Ib. 12).

Para impedir el desbaratamiento de la estrategia cartaginesa en Hispania, que podía


en principio sólo llegar por Sagunto, el ejército de Aníbal se preocupó también de ase-
gurarse la retaguardia. Y lo hizo con tropas del interior peninsular, como los oretanos,
los olcades, los carpetanos, los celtíberos o los lusitanos. La llegada de tropas africa-
nas provenientes de Cartago fue siempre muy irregular y limitada en razón de su exiguo
número, por lo que estas fuerzas indígenas estuvieron destinadas a mantener el limes
interior de Cartago en Iberia (App. Ib. 16: Liv. 23.26.2). El limes púnico interior no era
no obstante sino subsidiario y secundario con respecto a la otra ruta levantina de Cartago
en Iberia, mucho más importante que la anterior. Ésta ruta levantina era aquella cuya
configuración había sido responsable directa de la fundación de Carthago Nova en el

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Caraca carpetana y romana: apogeo y crisis de una ciudad de paso

año 227 a. C. y fue probablemente controlada y transitada por tropas africanas, y desde
un principio (Pol. 3.33; Liv. 21.11, 22.16.2, 23.27.9-12; App. Ib. 16). Sin duda los con-
tingentes africanos eran considerados por los bárcidas como de mejor calidad que los
hispanos. Eran los que disponían además, y entre otros importantes activos, de los inge-
nios poliorcéticos que se usaron tanto en el ataque a Sagunto como en la defensa de
Carthago Nova (Liv. 21.11, 26.47).

La potencia cartaginesa nunca dispuso de suficientes hombres africanos en la penín-


sula ibérica, estuvo irremisiblemente obligada a confiar en sus tropas indígenas. Y de
entre todas ellas, las carpetanas parecieron desde un principio destinadas a desempeñar
un papel principal. Esto fue ante todo así en razón de que la Carpetania se configuró
desde el mismo año 220 a.C. en la avanzadilla pro-púnica en la región centro-norte de la
península ibérica. Desde la Carpetania se aseguraba por el interior hispánico tanto el con-
tacto del sur con el norte como la conexión del limes levantino cartaginés con el interior
indígena. Así, según Polibio, y ante la amenaza de una rápida penetración romana en el
año 213 a.C. y precisamente a partir del limes levantino, los cartagineses dispusieron de
tres ejércitos separados entre sí, situados respectivamente en la desembocadura del
Guadiana, en la Lusitania, cerca de la desembocadura del Tajo y en la meseta sur, cerca
de la cabecera del Tajo, y entre los carpetanos, en torno a la actual provincia de Toledo
(Pol. 10, 7, 5). Livio (26. 20. 6), va incluso más lejos que Polibio al asegurar que
Asdrúbal Gisgo se encontraba cerca de Gades y del Estrecho, que Mago se situaba en
torno a Cástulo y que Asdrúbal Barca lo hacía cerca de Sagunto. Este orden de batalla es
probable que haya sido posterior al descrito por Polibio, y establecido algo más tarde que
aquel, hacia los años 211/10 a.C. En cualquier caso, tanto en el orden de batalla de Polibio
como en el de Tito Livio queda claro que el primer frente de contención contra Roma por
el interior de Iberia se situaba en la Carpetania (Lazenby 1978: 134).

La consolidación de lugares como Driebes-Caraca u otros oppida carpetanos como


el de El Castejón de Armuña de Tajuña (Ripollès et alii 2009) puede aducirse así que sir-
vieron tanto a: 1) garantizar los tránsitos de tropas pro-púnicas por Iberia (y el licencia-
miento de 3000 carpetanos en los Pirineos por Aníbal prueba que éstos también se moví-
an, Liv. 26.40.3), y 2) vigilar a la crucial región del levante valenciano, única a partir de
la cual Roma podía realmente vencer al poder cartaginés en Iberia.

Sagunto, cuña de penetración romana en Iberia y frontera con la Carpetania


Hasta el año 214, 213, 212 ó 211 a.C. –la fecha exacta es difícil de precisar (Lazenby
1978: 129)- Roma no pudo comenzar a competir con Cartago por el control de la vía
Heraclea, el fundamental limes levantino de Iberia. Esta circunstancia explica suficien-
temente bien la expansión de los celtíberos por Hispania, los principales aliados de
Roma en la península durante la guerra. De forma crucial, y a este respecto, la primera
referencia clara a la Celtiberia se sitúa en el contexto del asedio púnico de Sagunto
(3.17.2) y los celtíberos aparecen ya al lado de los romanos en el fundamental año 213

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Fernando López Sánchez

a.C. -ó 212 ó 211 a.C.-, cuando éstos son reclutados como mercenarios con la misma
paga que les otorgaban anteriormente los cartagineses (Liv. 24.49; Rawlings 1996: 91).
Llegan de hecho a reclutar los romanos a 20.000 de estos celtíberos, convirtiéndose en
los primeros mercenarios (o “aliados”) pagados por Roma en la península. Por las cir-
cunstancias de su servicio, parece además que los celtíberos comenzaron a ayudar a los
Escipiones merced precisamente a la captura definitiva de Sagunto en el año 212 ó 211
a.C. (Lazenby 1978; 129). Fue a partir de entonces, en todo caso, cuando los generales
romanos pudieron pensar en acercarse a través de estos indígenas interpuestos a la hos-
til Carpetania.

Aparentemente, la táctica romana de los Escipiones en los años 211 a 209 a.C. fue
similar a la cartaginesa: o bien se ocupaba con tropas romanas la crucial vía Heraclea
(Pol. 10.7.1) o bien se penetraba con tropas indígenas y aliadas itálicas por el interior
(ver el tesoro “X4” encontrado en Cuenca, Ripollès 2008). Que el interior no podía
ganarse sin el concurso de indígenas hispanos fue siempre evidente. Sin embargo, el
que la costa levantina también podía llegar a ser efectivamente bloqueada por estos mis-
mos hispanos es algo que puede igualmente apreciarse en la narración de Tito Livio, en
los capítulos 17-20 de su libro 34, cuando narra la campaña de M. Porcio Catón en el
año 195 a.C. En esta ocasión Livio cuenta como los celtíberos traidores a Roma (sus
enemigos les habían pagado para hacer así) dejaron su impedimenta y sus provisiones
en una ciudad de nombre Saguntia (deinde audito Saguntiae Celtiberum omnes sarcinas
impedimentaque relicta, 34. 19. 10). La ciudad de Saguntia se encuentra tan repleta de
guerreros celtíberos rebeldes que Catón no puede entrar en ella, teniendo que volverse
con siete cohortes al norte del Ebro. Aunque se ha intentado relacionar a esta Saguntia
con la Segontia (Sigüenza), del interior peninsular descrita en Ptolomeo NH 2. 27
(Schulten 1935: 188-190) lo cierto es que los movimientos posteriores de Catón al sur
y al norte del Ebro hacen poco probable esta hipótesis. Al contrario, todo apunta en la
narración de Livio a una identificación de esta Saguntia con la Saguntum levantina (con-
tra, Moret 2011).

Puede así admitirse a tenor de lo expuesto arriba que tras la conclusión de la Segunda
Guerra Púnica Roma siguió sintiéndose durante bastante tiempo como una potencia
externa a Iberia. Controlaba sólo unos pocos accesos costeros, insuficientes para mover-
se correctamente por el interior. Precisamente por esta razón, y al poco de expirar el
mando de Catón en la península –entre los años 193 y 179 a. C.–, Roma se decidió a
absorber a la Carpetania. La lucha en esta región parece que se desarrolló sobre todo en
la zona sur, la más influida por Cartago en el pasado, no registrándose al norte del río
Tajo resistencia digna de consideración, En las batallas de estos años participaron no
obstante ejércitos vetones, vacceos y, sobre todo, celtíberos (Torres Rodríguez 2012:
599), en una situación que recuerda en todo a la de los años 221-219 a.C., aquellos en
los que la región se situó dentro de un contexto de expansión africana en Iberia. Ahora
sucedía sin embargo al contrario, pues Roma pretendía forzar un paso seguro por el inte-

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Caraca carpetana y romana: apogeo y crisis de una ciudad de paso

rior peninsular hacia el sur, y a partir de la costa levantina. En los dos casos, no obstan-
te, tanto en los años 221-219 a.C. como en el período de los años 193-179 a.C., la
Carpetania se revelaba como fundamental para cualquier hegemonía foránea a Iberia.

Además, la Carpetania parece haber desempeñado para Cartago, y desde el año 220
a.C., un papel similar al de la Celtiberia para Roma tras el 213 a.C. Sin embargo, y al con-
trario que la Celtiberia en expansión desde el año 213 a.C., la Carpetania parece haber
estado a la defensiva y en regresión desde esta misma fecha. Esto es, la Carpetania y las
ciudades o campamentos instaladas su seno, como Caraca, puede que no disfrutasen de
una ocupación continua durante los años siguientes al derrumbe de las posiciones púnicas
en Iberia. A este respecto, entra ciertamente dentro de lo probable que Caraca hubiese
estado activa con ocasión de la marcha hacia el norte de Asdrúbal Barca a través del inte-
rior hispano y partiendo desde Baecula (Liv. 28.42.14-5; Lazenby 1978: 143). Es del
mismo modo posible que Caraca haya continuado siendo una posición, si no púnica, algo
imposible tras la derrota bárcida del 206 a.C., al menos pro-africana, y hasta los años 170
a.C. cuando el control romano en la región es ya firme (López Sánchez 2012b: 343-344).
De esta manera, y precisamente por esta inserción de Caraca en la ruta africana de con-
trol de Iberia, y por la discontinuidad aparente de su ocupación en los años subsiguientes
al 206, F. Chavez y R. Pliego consideran que el tesoro de tortas y pedazos de plata de
Driebes debe adscribirse a una fecha anterior al 207 a.C. Esta datación otorgaría una ads-
cripción carpetana y pro-africana a este conjunto antes que celtibérica o pro-romana
(Chaves y Pliego 2015: 122 y 155; Cerdeño y Gamo 2014; Gamo 2018). Las rutas de
penetración romana en el interior de Iberia durante la Segunda Guerra Púnica, aunque pró-
ximas a las carpetanas, no parece sin embargo que hayan dejado testimonios similares a
los del tesoro de Driebes. El recientemente estudiado por P. P. Ripollès tesoro de “X4”,
aparecido en Cuenca, muestra bien hasta que punto los ejércitos de Roma no utilizaban
lugares carpetanos. Y como su forma de atesorar riquezas poseyó también un sello distin-
tivo y diferente al cartaginés (Ripollès 2008).

Caraca romana: en la ruta de penetración levantina a partir de Sagunto


Tras la pesadilla de la Segunda Guerra Púnica, Roma intentó cerrar la península ibé-
rica a nuevas aventuras africanas. Para ello cuidó mucho el establecimiento de varios
cerrojos preventivos en torno al limes cartaginés principal de la vía Heraclea. Esta tarea
fue de gran importancia para la potencia itálica y le consumió las primeras tres décadas
del siglo II a.C. Uno de estos cerrojos se situaba naturalmente en torno a los Pirineos y
en la nuevamente creada provincia Citerior. Otro, al norte de Sevilla, en la fundamental
colonia de Itálica (App. Ib., 38) y en la que fue también una provincia de reciente cre-
ación (197 a.C.), la de la Hispania Ulterior. Ninguno de estos cerrojos, provincias o
“áreas de actuación” romanas fueron sin embargo excesivamente amplias territorial-
mente (López Sánchez 2017: 119-123). Ni tampoco estuvieron militarmente asegurados
de forma continua, como las actuaciones del propio Catón contra los rebeldes ilergetes
y turdetanos durante los años 197 a 195 a.C. elocuentemente demuestran (Martínez

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Fernando López Sánchez

Gázquez 1974). La situación de inestabilidad y de falta de control en torno a estos dos


cerrojos territoriales parece no obstante haber sido la tónica recurrente durante el perí-
odo post-anibálico y haberse extendido hasta finales de los años 170 a.C. Es solamen-
te a partir de estos años cuando se interrumpe ya de forma definitiva en el norte de Iberia
la acuñación de las dracmas de imitación ampuritanas (Villaronga 2002: 71; López
Sánchez 2010a: 604, 615) y cuando en el sur se crea en el 171 a.C. la fundamental colo-
nia de Carteia (Liv. 43. 3).

Durante estas tres, casi cuatro, largas décadas posteriores al final de la Segunda
Guerra Púnica en Hispania, la región aliada de Roma más importante en el limes de la
vía Heraclea parece haber seguido siendo la celtibérica, esto es, aquella que no por
casualidad describe Polibio como extendiéndose en contigüidad estricta con Sagunto (3.
17, 2; López Sánchez 2014b: 409). La continuidad de la importancia de Sagunto para
Roma se aprecia además en el hecho de que, en la antigüedad, el levante hispano se
encontraba dividido en dos mitades y en torno al eje de Sagunto-Valencia e Ibiza. De
esta manera, las flotas o barcos sueltos provenientes del exterior no solían recorrer todo
el trayecto de norte a sur por el levante, sino sólo una parte, y a partir precisamente de
esta línea divisoria intermedia (López Sánchez 2018a: 120). De esta manera Sagunto se
configuró para Roma en época republicana tanto en el puerto ideal a partir del cual bor-
dear la costa hispana hacia el norte o hacia el sur, como en el punto de penetración pri-
vilegiado hacia el interior.

En razón precisamente de su importancia a la vez marítima y terrestre, la ciudad de


Arse-Sagunto desempeñó un muy importante papel para Roma. Lo hizo durante muchos
años tras el final de la Segunda Guerra Púnica, y por delante de Ampurias, del Bajo Valle
del Ebro o de Cartagena. Un buen ejemplo de este tipo de penetraciones romanas hacia
el interior a partir del área de Arse-Sagunto lo describe Plutarco para el año 75-74 a.C.
Tras los episodios bélicos de Lauro, Valentia, Sucro y Saguntum entre las fuerzas de
Sertorio y Pompeyo, este último decidió dirigirse con su ejército hacia el interior de la
península, hibernando finalmente entre los vacceos (Plut. Pomp. 18.-20; Plut. Sert. 21-
22; López Sánchez 2014b: 407-411). También, y casi un siglo antes, la campaña que
llevó a Cayo Sempronio Graco a conseguir una gran victoria, la llamada del Mons
Chaunus en el Moncayo aragonés (Liv. 40.50.3), parece sugerir igualmente una pene-
tración romana a partir del Levante valenciano, y no desde el valle del Ebro (López
Sánchez 2010). De esta manera, y desde los años 180-179 a.C. (ver infra), da la impre-
sión de que la antigua Carpetania pro-cartaginesa queda en buena parte rodeada por una
Celtiberia del sur más antigua y próxima a Sagunto (Le Roux 1995: 41) y por una
Celtiberia del norte, quizás de reciente creación. En todo caso, y a partir de estos años
170 a.C., el limes interior hispánico que se extiende desde Itálica hasta el alto valle del
Duero y del Ebro pasando por la Carpetania y por las dos Celtiberias se conforma ahora
como el eje de la hegemonía de Roma en Hispania. Los a un tiempo aliados y enemi-
gos de Roma pueblos celtíbero-lusitanos (López Sánchez 2010b) sustituyen así en las

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Caraca carpetana y romana: apogeo y crisis de una ciudad de paso

narraciones históricas a otros pueblos anteriormente dominados por Cartago. Sobre


todo, a los carpetanos.

Es posible de esta manera que, aunque los celtíberos y los lusitanos aparezcan fre-
cuentemente como casi los únicos sobre los cuales Roma celebra sus triunfos a lo largo
del siglo II a.C. (como es el caso de los triunfos del año 184 a.C., por ejemplo, Liv.
39.42.2-4; Richardson 1996: 99), otros pueblos como los carpetanos se hayan visto muy
involucrados en este tipo de campañas itálicas en el centro de la península. Los carpeta-
nos aparecen ciertamente, y a este respecto, como plenamente involucrados en las raz-
zias de Viriato en su territorio (App. Ib. 51-55). Y la región carpetana, y Caraca a veces
en ella, por encontrarse entre los activos celtíberos y lusitanos, parece ser también tran-
sitada y deseada en todos los juegos de poder romanos entre los años 170 y 70 a.C. (Plut.
Sert. 17.1-13; Gamo et alii 2018: 199).

El apogeo de la Caraca republicana e imperial: vinculado al trasiego de las flo-


tas romanas de Levante
Tras las guerras sertorianas y con el final definitivo de la lucha por el control roma-
no del interior de Hispania, un número importante de ciudades al norte de la submese-
ta sur, entre ellas Caraca, parece haberse adentrado en una auténtica época de oro. Esto
queda confirmado a través de la explotación de los recursos agrícolas y mineros de la
región por parte de las elites ciudadanas del área. Testimonios claros de esta prosperi-
dad lo constituyen, en el caso del yacimiento de Caraca, las excavaciones en las que han
sido registrados fragmentos de lapis specularis. Es destacable además, y a este respec-
to, la referencia de Plinio (HN., 36, 160) que sitúa a Segobriga, probable ciudad celtí-
bera determinante en el control de Roma del centro de la península (López Sánchez
2014b: 403-406), como centro de un complejo minero cuyo radio alcanzaba 100.000
pasos romanos, esto es, unos 147 km. El esparto es además, y con seguridad, un recur-
so explotado en este enclave, teniendo múltiples usos, entre ellos el fundamental de su
empleo en el utillaje naval y minero (Lillo 1985). De hecho, se ha puesto en relación su
producción con la vía Complutum-Carthago Nova y con su transporte desde las zonas
interiores hacia Cartagena (Palomero 1987: 224). Sin embargo, otros puertos de destino
más cercanos a éste pudieron haber sido igualmente los de Sagunto, y quizás Valencia
(vid. supra).

La integración jurídica de Caraca como municipium en el seno del imperio romano


adquiere en cualquier caso su reflejo con la monumentalización de sus espacios públi-
cos. Así, la evolución del área pública de esta ciudad ilustra su auge desde época fla-
via, pues en ella se perfila una plaza, que por sus dimensiones y forma puede ser el foro
de la ciudad. Entre los edificios del norte de este foro y en la zona porticada del sur se
extienden además unos 26 m de distancia, un espacio realmente amplio si se compara
con el de otros foros romanos, como el de Pollentia (Arribas y Tarradell 1987: 124) o
Ercavica (Lorrio 2001: 106-108), los cuales poseen ellos también prácticamente las mis-

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Fernando López Sánchez

mas dimensiones en su lado menor. Los foros cuadrangulares de Torreparedones


(Morena et alii 2010: 452), Emporion (Sanmartí 1987) y Baelo Claudia (Pelletier et alii
1987: 165) son igualmente similares. Además, y en otra insula de la ciudad de Caraca
se documenta la posible existencia de un macellum, el cual tendría similitudes con el de
Celsa (Beltrán 1991), aunque su distribución interna posee mayor parecido con el de
Torreparedones (Morena et alii 2012). Se han descubierto, por último, lo que parecen
ser unas termas similares a las urbanas de Baelo Claudia (Gómez 2013) y de Ercavica
(Lorrio 2001: 73-84). Y una conducción de agua realizada en opus caementicium, de la
que se han detectado 112,9 m. y con una pendiente de un 4,5%, muy similar a la de otros
acueductos como los de Bracara Augusta (4,33%), Segobriga (4,17%) y Tarragona (4%)
(Sánchez y Martínez 2016: 277).

En opinión de Abascal y Espinosa la monumentalización de ciudades como Caraca


pudo deberse a que “albergaban ya ciudadanos romanos e itálicos” en su interior (1989:
28), siendo su presencia interpretada también por no pocos historiadores como parte de
un plan organizado por parte del estado romano (Bendala et alii 1986: 128; Pina 1993 y
2011: 47 ss.; Rubio 2013: 170-171). Esta población foránea podría haber facilitado en
cualquier caso, y grandemente, el control directo de la región por parte de Roma,
poniéndola además en explotación de forma adecuada. En relación directa con ese par-
ticular, sin embargo, sería importante saber de dónde procedió exactamente esta pobla-
ción romana e itálica. O al menos por qué vías exactas llegó a instalarse en donde lo
hizo. ¿Fueron estos colonos miembros todos de fuerzas legionarias itálicas llegadas por
vías terrestres? ¿O es posible también que vinieran por mar y que estuviesen vinculados
con Italia de una forma más directa de lo que se ha supuesto tradicionalmente? A este
respecto no puede minusvalorarse de ninguna manera ni la ciudad de Sagunto ni su
importantísimo y magnífico puerto del Grau Vell, alineado directamente en dirección
este-oeste con ciudades tan importantes del interior como Segobriga, Caraca,
Complutum o Ercavica. Las constantes y muy abundantes acuñaciones saguntinas de los
siglos II y I a.C. muestran además, y como ninguna otra ciudad hispana del período, la
importancia de la actividad militar de este puerto levantino (Ripollès y Llorens 2002;
López Sánchez 2014a). Ni Ampurias, ni Tarraco, ni tampoco la opulenta Cartagena pue-
den ni de lejos comparase en sus actividades militares con las del Sagunto romano-repu-
blicano, pudiéndose añadir además que sólo a partir de c. del año 40 a.C. comienza la
antigua metrópolis cartaginesa a acuñar series monetales de cualquier tipo y tras nada
menos que ciento setenta años de silencio absoluto (López Sánchez 2012a). Hasta
entonces, aunque también con posterioridad a esta fecha del 40 a.C., todo indica que
Sagunto se constituye para Roma en lo que ya había sido con anterioridad: en su mayor
y mejor puerto militar y comercial en el levante hispano. Es probable así que muchos
itálicos encuadrados en las legiones, pero también muchos classici milites de las flotas,
e incluso también comerciantes, poblasen el hinterland de Sagunto como también lo
hicieron con posterioridad en Cartagena y en su ager. En este hinterland de Sagunto en
época republicana debe contarse en todo caso, y de forma natural, a Caraca.

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Caraca carpetana y romana: apogeo y crisis de una ciudad de paso

En relación con la importancia del elemento naval y militar en la ciudad carpetano-


romana de Caraca podría quizás apuntarse también que en las construcciones de carác-
ter monumental arriba descritas, los parecidos con otras ciudades marítimas tan alejadas
como Ampurias o Bracara Augusta son muy notables. Y que estas mismas ciudades,
conjuntamente con otras también mencionadas como Torreparedones fueron afectadas
de forma directa por los classici de las flotas militares romanas (Ventura 2015: 11-18).
Esta circunstancia debe resaltar así la importancia del más importante de todos los lími-
tes militares que entre los siglos II a.C. y I d.C. existieron en Hispania: precisamente
aquel marítimo que ligó al Lacio y a Campania con la costa valenciana. La importancia
adquirida por ciudades tales como Segobriga o Bilbilis, o por la más modesta Caraca,
parece de esta manera que pueden explicarse, al menos en parte, por una vía de pene-
tración romana a partir de Sagunto. Y es que Sagunto en época romano-republicana
parece haber desempeñado con respecto a estas ciudades de su traspaís el mismo papel
que de forma más estudiada Cartagena hizo también con su hinterland.

Ciertamente, el enorme impacto que las ciudades del levante hispano tuvieron para
las regiones del interior está aún por estudiar en toda su extensión (López Sánchez en
prensa), pero nos parece que fue decisiva, estimulando la prosperidad de gran parte de
la Tarraconense durante dos siglos (I a.C. y I d.C.). Desde luego, y muy probablemente,
la actividad marítima romano-republicana e imperial en el área valenciana explica sufi-
cientemente bien la llegada e instalación de itálicos en el interior peninsular. El trasiego
marino de Roma en la región pudo haber sido también, y hasta tiempos de Adriano, la
causa fundamental de la prosperidad de Carthago Nova, de Caraca y de otras muchas
ciudades de la Tarraconense (López Sánchez 2017: 171-172). Su desaparición o rare-
facción, postulamos, pudo haber sido decisiva en la decadencia de toda la región a par-
tir de principios- mediados del siglo II d.C.

La crisis de Caraca: menor trasiego de la flota de Miseno por el levante hispa-


no y la falta de integración en la nueva economía internacional
El periodo de expansión y de crecimiento cívico y urbanístico inusitado que vivió
Hispania durante el período imperial julio (44 a.C.- 41 d.C.) y durante su prórroga fla-
via (69-98 d.C.) fue consecuencia ante todo de la creación de colonias y de la promo-
ción jurídica de una buena cantidad de ciudades indígenas a la categoría de municipios.
Este boom se debió al hambre de tierras de muchos romanos, latinos y asimilados his-
panos, y a su puesta en explotación, estimulando de paso un profundo cambio territorial
y una especie de revolución agrícola y minera. La expansión ciudadana hispana, aunque
espectacular en sí misma, tuvo sin embargo poco de excepcional, y encuentra paralelos
en otras regiones del Mediterráneo y de Europa. El proceso colonizador en Hispania,
como suele suceder en todo aquel de asimilación de una cultura por otra, resultó sin
embargo casi finalizado con el advenimiento de la tercera o la cuarta generación de colo-
nos. Tras su conclusión, y para evitar que se produjese la crisis ciudadana que no se pudo
evitar con el tiempo, se hubiesen necesitado de estímulos imperiales semejantes al pri-

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Fernando López Sánchez

mero que generó la prosperidad. Y de forma repetida y continua además (López Sánchez
2017: 162-167).

Como en otras regiones del imperio, no debe explicarse así la “crisis” ciudadana
experimentada por muchas regiones de Hispania sino como contrapunto natural a un
período de bonanza que debe ser considerado como anómalo. A un estado de postración
y falta de actividad consuetudinario y normal, se oponían en la antigüedad, pero sólo de
vez en cuando, ciertos períodos de gran actividad, casi siempre impulsados por circuns-
tancias excepcionales, como fueron las que se dieron durante los siglos I a.C. y I d.C. en
Hispania. Éstas fueron, ya se ha dicho, la instalación de colonos preparados en tierras
que se pusieron en explotación, pero también el interés de un gobierno fuerte por la
región y una actividad militar sostenida, de vanguardia o de retaguardia, la cual, por
ejemplo, vinculó efectivamente a Hispania con África hasta los años 40 d.C. (Rebuffat
1998: 292 habla de avalanche espagnole en tiempos de Claudio). Este conjunto de situa-
ciones ayudó en todo caso a la inclusión de la región hispana en un entramado más
amplio de intercambios en el mundo romano. Y también potenció el interés de las eli-
tes regionales en el desarrollo de sus ciudades y sus campos. Ahora bien, todos estos
impulsores de prosperidad dejaron de existir en buena parte de Hispania a partir del
momento en que ésta dejó de estar conectada con los principales circuitos comerciales
internacionales a partir de principios y mediados del siglo II d.C. (Villaverde 2001: 543;
Marzano 2013: 126). Esta nueva situación se produjo en gran medida debido a unos
ahora diferentes intereses geoestratégicos de la casa imperial romana.

De forma específica en lo que al entorno de Caraca se refiere, se aprecia que la


explotación sistemática del espejuelo, que tuvo un origen en esta zona en época de
Augusto, conoce una decadencia de extracción a lo largo de los reinados de los reinados
de los emperadores Trajano y Adriano (Gamo et alii 2018: 201). Los materiales locali-
zados en la superficie de este yacimiento indican además que el poblamiento del lugar
no permanece, al parecer, más allá del siglo II d.C., quizás en relación con la decaden-
cia de estas explotaciones y en conexión con el agotamiento del impulso colonizador
precedente. Como en otras muchas ciudades de Hispania de principios y mediados del
siglo II d.C. en las que muchos espacios públicos y estructuras de embellecimientos ciu-
dadanas acusan una evidente “decadencia” (Nieto 1981; Aquilué 1984), Caraca parece
que también agota su impulso. Esta tendencia se aprecia además de en Caraca un poco
por todas partes en la Tarraconense, y en lugares tan distantes entre sí como Tarraco,
Cartagena, Llivia, Emporiae, Bilbilis o Los Bañales (Ramallo y Quevedo 2014; Mata
2014).

Lo cierto es que la escasez de testimonios literarios referentes a Hispania en el siglo


II d.C. se compagina bien tanto con la general decadencia urbana de la región como con
los cambios geoestratégicos que se producen en el imperio. Y todos estos indicios apun-
tan además a que la península ibérica se ha fragmentado de forma significativa e irre-

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Caraca carpetana y romana: apogeo y crisis de una ciudad de paso

versible a partir de Adriano. Es en efecto con este emperador cuando realmente se con-
sagra un nuevo tipo de imperio, con regiones no tanto autónomas sino subsidiarias entre
sí. En él sólo una parte de la Bética pudo integrarse con éxito y plenamente en el mer-
cado internacional (López Sánchez 2017), descolgándose todas las demás regiones y sus
ciudades del nuevo orden mundial (Kulikowski 2004; 55; Lagóstena 2009: 304). No se
sabe si la nueva política adriánea, que favoreció a una Bética cada vez más ligada y sub-
ordinada al norte de África, fue activada en respuesta a un incremento de la demanda
urbana y militar, o si se dinamizó en razón de unas dificultades crecientes en el sumi-
nistro de bienes de primera necesidad a ciertos lugares. Lo importante en todo caso es
constatar que se produjo y que desde entonces los productos básicos que muchas ciuda-
des habían producido en Hispania dejaron de tener la importancia de antaño. Tampoco
las elites hispanas del interior parece que pudieran renovarse o conectarse adecuada-
mente con los nuevos tiempos.

En este nuevo contexto post-flavio, lo esencial de la provincia Tarraconense, con la


excepción parcial del núcleo levantino en torno a Valencia y Sagunto, mejor conectados
por mar con el Lacio y Campania, pudo haber sido abandonado a su suerte, quedando
así desconectado de un comercio internacional regido ahora en el Mediterráneo occi-
dental por el África Proconsular, por una parte de la Bética muy centrada en el Bajo
Guadalquivir, por Italia y por algunas áreas de la boca del Ródano (López Sánchez
2017: 167-172). A la regionalización selectiva del imperio romano de entonces y al tras-
lado del interés de las dinastías reinantes al norte y al este del imperio, debe añadirse
además un menor trasiego por el levante hispano de la flota de Miseno, y de otras a ella
ligadas. Aunque existen pocos datos al respecto, la flota de Miseno parece haber comen-
zado a actuar con Trajano y Adriano en el Mediterráneo central u oriental antes que en
torno a Hispania (Starr 1960: 188; Garzetti 1974: 390, López Sánchez en prensa b). De
esta manera, la mayor parte de los agentes dinamizadores económicos de la costa levan-
tina hispana, antes dependientes del tráfico marítimo más o menos regulado y frecuen-
te, pudieron haber disminuido en gran medida.

Esta situación de postración marítima sólo parece haberse remediado en parte en


torno al área valenciano-saguntina u otras béticas en contextos de guerras civiles, como
la que llevó al trono a Septimio Severo a finales del siglo II d.C. (SHA. Sev. 12; López
Sánchez 2017: 169). O con aquellas circunstancias globales que parece que sí que reper-
cutieron favorablemente en Hispania, como la experimentada por ejemplo en la segun-
da mitad del siglo IV d.C. (López Sánchez 2012b: 341; López Sánchez 2018b: 124-
125). No obstante, la nueva situación geoestratégica que conllevó para Hispania un
menor tráfico marítimo en torno a sus costas explica suficientemente bien la decadencia
prolongada, aparentemente incomprensible de otra manera, de ciudades tan bien situa-
das en el litoral Mediterráneo como Carthago Nova (Mata Soler 2014). Aquí, por ejem-
plo, más de dos tercios de la ciudad se abandonan en la segunda mitad del siglo II d. C,
al mismo tiempo que el ager Carthaginensis se adentra en una pronunciada dinámica de

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declive (Murcia 1999). Éste no se constituye sin embargo en un caso excepcional en


Hispania, pues es el que se aprecia de forma general para la mayor parte del hinterland
de la Tarraconense. Entre este traspaís afectado debe contarse naturalmente a Caraca.

Sólo en época tardorromana y bizantina el Levante y el sudeste hispano volvieron a


desempeñar un papel de primera magnitud comparable al experimentado durante los
siglos I a.C. al I d.C. No fue sin embargo este nuevo período de bonanza de la suficien-
te magnitud como para proyectarse tan profundamente como antaño en el interior de la
costa. A pesar de todo, constituye un tributo a Caraca y a su posición geográfica elohe-
cho de que la ciudad de Recopolis, pensada como proyección del interior de la Hispania
visigoda hacia Sagunto y Valencia (Isid. 58; López Sánchez 2009: 182) fuese construi-
da no muy lejos de su ubicación. La Caraca carpetana y romana, como la región cir-
cundante en la cual esta ciudad se inserta, se caracteriza ante todo por el de haber sido
un lugar de paso. Uno que vinculó durablemente a la Meseta con el alto valle del Duero
y del Ebro. Pero uno también que prosperó de verdad cuando pudo conectarse con la
costa levantina en torno a Sagunto.

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Caraca carpetana y romana: apogeo y crisis de una ciudad de paso

Figura 1. Mapa con las rutas de circulación de las flotas romanas (sobre mapa de T. Sagardoy).

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Fernando López Sánchez

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Estudios de territorialidad y cálculo de volúmenes...

Estudios de territorialidad y cálculo de


volúmenes aplicados al yacimiento
arqueológico de Caraca (Driebes,
Guadalajara) y sus materiales cerámicos

1
Álvaro Sánchez Climent

Las nuevas tecnologías y su aplicación a la investigación arqueológica:


Sistemas de Información Geográfica (SIG) y el cálculo volumétrico de cerámicas.
Cuestiones teóricas
Los últimos años estamos asistiendo a un cierto auge de las tecnologías informáticas
aplicadas a la investigación arqueológica. Tal es la importancia de estas tecnologías y su
aplicabilidad a la arqueología que se ha creado un concepto que designe su utilidad en
el patrimonio arqueológico: la Arqueología Virtual (Reilly 1990). La asociación entre
informática y arqueología cada día es más evidente. Si bien es un concepto que está
teniendo gran protagonismo en los cada vez mayores proyectos de investigación que se
están realizando en este sentido, el uso de las “Nuevas Tecnologías” si bien no es recien-
te, pero sí cada vez más continuado con la aparición de software más potente y con
mayores prestaciones (si añadimos el auge que están teniendo los programas de edición
libre) por lo que ha provocado que la arqueología y la informática caminen juntas hacia
un futuro común.

Por supuesto, una de las herramientas que está adquiriendo un gran protagonismo
actualmente son los Sistemas de Información Geográfica (SIG). Es este caso, su aplica-
ción en arqueología no es reciente, si bien con el surgimiento de SIG con grandes posi-
bilidades y, sobre todo, a raíz de la estandarización de SIG de software libre como
GvSIG o QuantumGIS, su uso en arqueología ha crecido de manera exponencial, de tal
manera que en la actualidad los SIG se han convertido en una herramienta esencial den-
tro de nuestra disciplina.

Los SIG son un conjunto de herramientas que combinan cartografía digital con la
informatización espacial, es decir, permiten la georreferenciación de imágenes digitales

1 Universidad Complutense de Madrid. Sociedad Española de Arqueología Virtual (SEAV).

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Álvaro Sánchez Climent

a través de sistemas de coordenadas espaciales permitiendo la rapidez y la agilidad del


tratamiento de grandes cantidades de datos (Sanjuán 2005: 154). A tratarse de herra-
mientas cuya base principal es la digitalización, permiten la realización de diversas ope-
raciones que abarcan desde el cartografiado digital de yacimientos arqueológicos, hasta
el análisis espacial del entorno insertándose como una herramienta fundamental de la
Arqueología del Paisaje. Probablemente, una de las funciones más interesantes de estas
herramientas sea la elaboración de inventarios patrimoniales de gestión de yacimientos
arqueológicos y que pueden relacionarse con la elaboración de cartas de riesgo. Estos
programas permiten tener recogida toda la información cartográfica y patrimonial den-
tro de una misma base de datos geográfica, lo que posibilita de una manera sencilla un
rápido acceso a las características de cada uno de los yacimientos recogidos, permitien-
do la evaluación de la peligrosidad, es decir, factores de riesgo, tanto ambientales como
antropológicos, que puedan poner en peligro la conservación de los yacimientos arqueo-
lógicos, por lo que su inserción dentro de una base de datos digital permite el control de
aquellos yacimientos susceptibles de mayor riesgo de desaparición. Además, gracias a
la portabilidad de los equipos informáticos actuales se puede llevar a cabo todo el pro-
ceso de informatización in situ (Conolly y Lake 2009: 62).

Si bien, las posibilidades relacionadas con la conservación del patrimonio son inter-
minables, no son las únicas. En la actualidad, y relacionado con el trabajo que aquí pre-
sentamos, otra de las aplicaciones que se están llevando a cabo son los análisis de visi-
bilidad. Estos estudios de visibilidad parten de la idea de que todas las sociedades se arti-
culan en torno a una serie de patrones de territorialidad y estructuras visuales depen-
diendo de modelos de asentamiento y su relación con el paisaje. El estudio de estos
patrones de asentamiento puede determinar si el lugar jugó un papel importante a la hora
de elegir un emplazamiento (Blanco 2008: 57). Según Sanjuán et alii (2006) estos estu-
dios de visibilidad se pueden realizar a través de dos modelos de análisis: los estudios a
nivel intergrupal, es decir, el control visual como medio para garantizar la seguridad de
la propia comunidad y, en segundo lugar, el control de los recursos, es decir, la búsque-
da del mantenimiento de la jerarquización interna. El control visual actúa como refuer-
zo de los recursos controlados sobre la base de unas relaciones de poder y desigualdad
social: la visibilidad como mantenimiento del prestigio social y el control territorial.
Estos análisis se basan en el mismo concepto del que parte la Arqueología del Paisaje,
es decir, en la idea de “observar” y a la vez “ser observado”, de tal manera que los yaci-
mientos puedan actuar como referentes visuales constituyendo un espacio socializado,
lo que tradicionalmente se ha considerado desde la óptica de los estudios del paisaje
como el espacio “percibido”, es decir, un espacio de carácter “domesticado” (Criado
1989).

El análisis de visibilidad se realiza entre dos puntos geográficos: el emisor y el recep-


tor (aunque ambos pueden intercambiar sus roles en función del punto de origen, es
decir, el emisor puede actuar de receptor y viceversa). La visibilidad se verá afectada en

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Estudios de territorialidad y cálculo de volúmenes...

función de otros tres elementos: la altitud del emisor (Z), el radio de visualización y la
geografía del terreno representando una capa binaria de visibilidad: la capa visible (1) y
la capa no visible (0). Obviamente para su realización es imprescindible contar con un
MDT (Modelo digital de terreno) del entorno a estudiar.

Como ya hemos hecho referencia, estas operaciones de visibilidad se utilizan mucho


en la Arqueología del Paisaje, pudiendo ser una buena vía de análisis del entorno
arqueológico, lo que posibilita una mayor comprensión de la dimensión social que pudo
alcanzar el paisaje y cuyo estudio se puede complementar con el análisis de captación
de recursos (fuentes de agua, zonas de aprovechamiento agrícola, rutas óptimas, etc.). Si
bien las críticas metodológicas han sido varias: la traslación a un modelo precapitalista,
los cambios de carácter medioambiental acontecidos a lo largo del tiempo, diferentes
usos de aprovechamiento del suelo e incluso el cálculo de las rutas óptimas no implica
que se utilizasen en la antigüedad, por lo que debemos ser conscientes de las limitacio-
nes que evidencian, teniendo que considerar estas herramientas exclusivamente como
tecnologías de apoyo a la investigación arqueológica estableciendo modelos teóricos o
hipotéticos (Sánchez Climent 2010).

Otra de las posibilidades que nos ofrecen estas técnicas informáticas es la recons-
trucción y digitalización virtual en tres dimensiones de materiales y yacimientos arqueo-
lógicos, permitiendo introducir al espectador en un ambiente que puede percibir como
real, pese a que se trata de un entorno completamente irreal, es decir, virtual (Farjas et
alii 2011: 139), técnicas que además han ido ganando en popularidad con el paso del
tiempo (Solórzano et alii 2016: 123) gracias principalmente a la modernización conti-
nua de los equipos informáticos. Precisamente, uno de los materiales arqueológicos que
más se ha beneficiado de estas herramientas es la cerámica. Hay que tener en cuenta que
este material, por sus características, suele aparecer en un estado de gran fragmentación
en los yacimientos, por lo que es fundamental en esos casos realizar una importante
tarea de investigación documental y patrimonial para que nuestras recreaciones sean lo
más fidedignas posibles al objeto documentado (Angás y Serreta 2010: 63). Para ello las
reconstrucciones virtuales han de basarse en la idea de cómo creemos que el artefacto
pudo haber sido en el pasado, no como fue. Con ese propósito, el arqueólogo busca los
medios necesarios (documentación, hipótesis de trabajo, etc.) para poder llevarla a cabo.

La aplicación de estos modelos tridimensionales a la cerámica ha supuesto un ver-


dadero desarrollo metodológico en el dibujo y la visualización de los recipientes cerá-
micos obteniendo modelos que deben considerarse como “elementos estándar de análi-
sis cerámico” (Martínez et alii 2010: 133). La reconstrucción y digitalización de las
cerámicas nos permiten obtener una serie de ventajas a la hora de adquirir información
de los recipientes. Aparte de la agilización al manejar grandes cantidades de informa-
ción, estas herramientas permiten conocer mejor las propiedades físicas de los recipien-
tes cerámicos: la delineación de los perfiles, la sinuosidad de las paredes y, por supues-

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Álvaro Sánchez Climent

to, el cálculo de volúmenes (Sánchez Climent y Cerdeño 2014; Sánchez Climent 2015
y 2017).

Reconstrucción y cálculo de volúmenes de las cerámicas de Caraca


Una de las dificultades que nos hemos encontrado a la hora de realizar la recons-
trucción virtual de las cerámicas de Caraca es el estado tan fragmentado de las mismas,
algo normal, por otro lado, al tratarse de un yacimiento con un contexto abierto, es decir,
yacimientos arqueológicos sometidos a la reocupación continuada, manipulación agrí-
cola, etc. Este hecho provoca que no dispongamos de cerámicas en buen estado de con-
servación para poder realizar una reconstrucción muy fidedigna, al contrario que podría
suceder con las cerámicas de las necrópolis, donde los contextos cerrados permiten que
podamos disponer de cerámicas en mejor estado de conservación.

Lo ideal sería contar, por tanto, con cerámicas completas o en un estado de conser-
vación suficiente para realizar una buena reconstrucción (Sánchez Climent y Cerdeño
2014) y, a partir de ahí, realizar el análisis de volumen. Existen otros procedimientos
completamente válidos para calcular el volumen a partir del dibujo de cerámica a través
de fórmulas matemáticas (Calvo 2001-2002 y 2007; Rodríguez 2018) ofreciendo resul-
tados muy interesantes, si bien Rodríguez (2018: 57-58) critica los volúmenes obtenidos
a partir de los modelados tridimensionales haciendo referencia a las posibles deforma-
ciones de la cerámica durante sus procesos de manufactura, sin embargo una ventaja de
los modelados tridimensionales es la posibilidad de manejar mallas poligonales, siendo
posible adaptar con precisión cualquier deformación de la cerámica al modelado tridi-
mensional, siendo necesario conocer la regularidad de la pieza como bien hace mención
la autora. Consideramos, por lo tanto, necesaria la realización de un trabajo comparati-
vo de volúmenes entre los obtenidos a través de modelados tridimensionales y los obte-
nidos por fórmulas matemáticas y a partir de ahí observar diferencias y ver posibles por-
centajes de error.

Debido a que en el caso de Caraca no encontramos cerámicas completas, es indis-


pensable la consulta bibliográfica de cerámicas publicadas para, de este modo, poder
conocer morfologías y tamaños, y de ahí realizar la posible reconstrucción. Existe bas-
tante literatura reciente en relación a los estudios de la cerámica a partir del dibujo
arqueológico (Bagot 2005; Caballero 2006; Moreno y Quixal 2012-2013) y su informa-
tización (Prieto 1996; García Blánquez 1996; Irujo y Prieto 2005; Martínez et alii 2010;
Sánchez Climent y Cerdeño 2014; Solórzano et alii 2016…), no obstante, uno de los tra-
bajos indispensables que consideramos para el estudio de volúmenes es la publicación
de Sopena (2006) sobre el análisis de la cerámica donde hace hincapié en las bondades
del dibujo informatizado de la misma. Uno de los aspectos más interesantes de este tra-
bajo es precisamente las conclusiones que se pueden inferir a partir del estudio de la
cerámica, tanto en volumen como en tamaño, pues a partir del cálculo de volumen se
pueden deducir interesantes resultados relacionados con la funcionalidad, y de ahí rela-

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Estudios de territorialidad y cálculo de volúmenes...

cionarlo con la manipulación y la frecuencia de utilización, llegando a la conclusión,


lógica por otro lado, de que recipientes pequeños tendrían mayor frecuencia de manipu-
lación y, por tanto, mayor tasa de reemplazo, y recipientes más grandes tendrían menor
frecuencia de manipulación estando destinados estos últimos a recipientes de almacena-
je y transporte principalmente, una idea que puede confirmarse, no solamente por el
tamaño de los recipientes, sino también por su morfología (paredes cerradas, cuellos
destacados, etc.).

Para el caso que nos ocupa hemos realizado una pequeña selección de cerámicas inten-
tando buscar los recipientes que más información nos proporcionasen en tamaños y mor-
fología y a partir de ahí realizar la posible reconstrucción virtual y calcular el volumen de
las cerámicas (figura 1). Para realizar este análisis hemos contado con el programa de edi-
ción 3D Blender y la extensión Mesh Volume Tools para efectuar el cálculo de volumen,
siendo indispensable para ello la digitalización del perfil de la cerámica y el reescalado de
la misma, estableciendo un hipotético rango de análisis con el volumen debido a que no
conocemos las piezas enteras, sin embargo creemos que el dato resultante puede ser com-
pletamente válido de cara a la obtención de conclusiones relacionadas con posibles fun-
cionalidades del recipiente, aspecto este último que es el que nos interesa, más allá del dato
numérico propiamente dicho. Las cerámicas son las siguientes:

MG18/030/552:
Recipiente a torno, de pasta clara con decoración bandas de tipo horizontal. Se trata

Figura 1: reconstrucción de las cerámicas de Caraca seleccionadas y posible volumen obtenido (sobre
dibujos de Miguel Zorita).

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Álvaro Sánchez Climent

de una cerámica globular romana pintada de tradición indígena de tamaño medio similar
a las de la villa de El Saucedo (Sequera et alii 2018). A partir del dibujo arqueológico y su
hipotética reconstrucción, éste tendría un volumen comprendido entre los 1100 y 1300 cc.
A partir de este tamaño y volumen creemos que podría tratarse de una tinajilla destinada
principalmente a la contención de productos, ya sea de despensa, o incluso al transporte
de pequeñas cantidades (líquidos o sólidos). Precisamente por la forma de su perfil, es
decir, paredes cerradas con cuello destacado, supondría una escasa velocidad de vertido
según los estudios de Sopena (2006: 23), siendo una cerámica con boca cerrada, por lo que
sería necesaria la introducción de elementos que permitieran obtener el producto (cazos,
la sinuosidad de las paredes, es decir, paredes que se adaptarían a las manos permitirían
facilidades a la hora de manejar el recipiente. Por su parte, el cuello destacadoy el borde
labiado llevarían a pensar también que pudiera tratarse de un recipiente para el transporte
a media distancia, permitiendo agarrarlo mejor a través del cuello, o incluso colgarlo de
ahí durante dicho proceso de traslado de un lugar a otro.

MG17/030/A/14/2016:
Recipiente a torno, de pasta clara con decoración de bandas horizontales. Se trata de
una cerámica romana de tradición indígena, parecida a la anterior, de tamaño medio. A
diferencia de la anterior esta cerámica presenta un volumen mayor entre 3500-3700 cc.
paredes ligeramente entrantes, sin cuello destacado, con diámetro de boca ancho, lo que
facilitaría el acceso al contenido. A partir de estos datos creemos que este recipiente pudo
utilizarse como recipiente de carácter comunal, es decir, debido al volumen amplio sería
un recipiente de servicio, puesto que al tener las paredes ligeramente entrantes y, por tanto,
una velocidad de vertido mayor que el anterior este recipiente podría utilizarse para verti-
dos ocasionales. Tampoco descartamos algún posible uso como cerámica de almacenaje
de despensa o transporte.

MG17/030/B/2024/227:
Recipiente a torno, de pasta oxidante, sin decoración. Debido a que se trata de un
pequeño recipiente, forma de caliciforme y procedente de los niveles carpetano-romanos
de la cata B. El volumen sería inferior a los 1000 cc. (800-1000 cc.) por lo que sería un
vaso completamente destinado al consumo directo. Precisamente los bordes exvasados
permitirían facilitar la velocidad de vertido, siendo una cerámica destinada para beber
directamente de ella, teniendo posiblemente la misma funcionalidad que los cuencos o las
copas, tal y como comentan Mata y Bonet (1992: 133) para el mundo ibérico.

MG17/030/A/17/399:
Cerámica común romana, sin decoración. Posee borde exvasado y un posible volumen
comprendido entre 7500-7700 cc. Por su forma se trataría de una cerámica del tipo I u ollas
con borde vuelto hacia afuera de Vegas (1973: 11-14). Nos encontramos con el recipiente
de mayores dimensiones de todas las cerámicas analizadas, por lo que claramente estaría
destinado a ser un recipiente de almacenaje o transporte a grandes distancias, aspecto que

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Estudios de territorialidad y cálculo de volúmenes...

podría confirmarse gracias a las características de su morfología, es decir, paredes entran-


tes lo que dificultaría el vertido, cuello destacado, borde característico vuelto ideal para la
colocación de tapaderas, etc.

Análisis del territorio de Caraca: visibilidad y captación de recursos


El yacimiento arqueológico de Caraca está situado en el término municipal de
Driebes, al sur de la provincia de Guadalajara, en un punto limítrofe con las provincias
de Cuenca y Madrid. El yacimiento está emplazado en un cerro de carácter amesetado
con una altitud de 615 m.s.n.m. Precisamente, una de las principales características es la
buena situación geoestratégica del asentamiento, puesto que está ubicado en un paraje
próximo a la Vega Peñalba por donde discurre el río Tajo, lo que supone un buen asen-
tamiento para las prácticas agrícolas, actividad principal hoy en día en el entorno de
Caraca, junto con la existencia de importantes vías y pastos pecuarios.

Tal y como se puede observar, el yacimiento romano se sitúa en un punto intermedio


perfectamente comunicado con las ciudades mencionadas en el mapa (figura 2), por el

Figura 2: Modelo Digital de Terreno (MDT) 1:200.000 del entorno de la ciudad romana de Caraca y
su inserción dentro de las vías de comunicación (modificado sobre MDT Centro Nacional de
Información Geográfica-I.G.N.).

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Álvaro Sánchez Climent

que discurriría por las proximidades, hacia el oeste de Caraca, la vía XXV del Itinerario
Antonino que unía las ciudades de Augusta Emerita (Mérida) y Caesaraugusta
(Zaragoza) pasando por Toletum (Toledo), Titulcia, Complutum (Alcalá de Henares) y
Segontia (Sigüenza). Desde Carthago Nova (Cartagena) partiría otra vía romana, bauti-
zada como vía del Lapis Specularis (Fernández et alii 2006) y que uniría las ciudades
romanas de Segobriga y Complutum (Sánchez 2011), pasando por el yacimiento de
Caraca, vía atestiguada gracias a la presencia de los miliarios de Trajano y Tiberio halla-
dos en Huelves (Cuenca) en 1895 y 2007 respectivamente y el miliario localizado en
Uclés (Cuenca), entroncando con la vía XXV del Itinerario Antonino a la altura de
Complutum. La redistribución del Lapis Specularis contribuiría a la consolidación de
una ciudad como Caraca. Este mineral, conocido como espejuelo, muy valorado en la
antigua Roma era utilizado para vestir las ventanas de villas y palacios, siendo Caraca,
posiblemente, un punto de redistribución en el mercado de este mineral en su destino a
otros puntos de la península.

El análisis a través de Sistemas de Información Geográfica se ha realizado por medio


del Modelo Digital de Terreno (MDT) MTN/25 del entorno arqueológico de la localidad
de Driebes en la provincia de Guadalajara (figura 3), capas que hemos descargado del
Centro Nacional de Información Geográfica (CNIG). Para el análisis del entorno hemos

Figura 3: Modelo Digital de Terreno (MDT) 1:25.000 del entorno de la ciudad romana de Caraca
(modificado sobre MDT Centro Nacional de Información Geográfica-I.G.N.).

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Estudios de territorialidad y cálculo de volúmenes...

Figura 4. Análisis de visibilidad, zona de explotación de recursos de Caraca (modificado sobre MDT
Centro Nacional de Información Geográfica-I.G.N.).

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Álvaro Sánchez Climent

utilizado los sistemas de información geográfica QuantumGIS, para el caso de maque-


tación y diseño de mapas, y el GvSIG para el análisis espacial, tanto de visibilidad como
de captación económica (figura 4).

Tal y como se puede observar en el análisis de visibilidad, la situación geográfica del


asentamiento de Caraca es excepcional, pues la visibilidad se centraría principalmente
en la zona de la Vega Peñalba y el río Tajo, lo que conllevaría el control de los recursos
agrícolas, así como las vías pecuarias y las vías de comunicación, precisamente, la vía
Complutum-Carthago Nova y yacimientos próximos como los Guillares o la Dehesa
Algarga. La interpretación a partir de los análisis de visibilidad se relaciona directa-
mente con los estudios de control territorial, pues está claro que el asentamiento de
Caraca jugaría un papel importante en este control, el aspecto que tendría que ver direc-
tamente con el estatus social de prestigio. Se observa, por tanto, un espacio completa-
mente socializado desde la perspectiva de la visibilidad desde Caraca hacia el río Tajo,
lo que supondría un control de las vías de comunicación terrestres y fluviales, y, por
supuesto, la visibilidad existente desde yacimientos menores y que jugarían un papel
importante dentro del entramado que supondría el territorio o el entorno geoestratégico
de la ciudad de Caraca. La visibilidad, además, es un factor que influye completamen-
te en la monumentalidad, el rango y la perceptibilidad de diferentes lugares y territorios,
ya sean sagrados o bien de control, que conlleva a un mensaje ideológico de presencia,
apropiación y de poder. Existe, por lo tanto, una asociación clara relacionada con las tres
dimensiones del paisaje, es decir, el entorno físico, la matriz medioambiental y el espa-
cio social o medio construido junto con, por supuesto, la dimensión simbólica del poder.
No podemos conocer con exactitud la mentalidad de las sociedades que nos precedie-
ron, pero no cabe ninguna duda que con el espacio se crea una dimensión social com-
pletamente percibida.

El segundo análisis que hemos realizado se relaciona con la captación de recursos


económicos del entorno arqueológico de Caraca, para la cual hemos realizado a través
de la generación de un círculo de captación de 8 Km de diámetro, puesto que nuestro
objetivo era conocer la disponibilidad de recursos y aprovechamiento del suelo a una dis-
tancia significativa. La selección de este diámetro no es arbitraria, sino que lo que pre-
tendemos es la estimación de la distancia recorrida por un ser humano aproximadamen-
te en una hora, teniendo en cuenta siempre de que se trate de una persona en buenas con-
diciones físicas, y también los diferentes desniveles que se pudiesen observar a través del
SIG con la aplicación de la extensión del nivel de escabrosidad, todo ello podemos ver
que se trata de un territorio con abundantes desniveles, debido a la orografía del terreno.
A su vez hemos utilizado el Servicio WMS (Web Map Service) con los mapas de cultivo
y aprovechamiento agrícola entre los años 2000 y 2010 y que nos permite hacernos una
idea sobre las capacidades de cultivo en la actualidad e intentando extrapolar los datos, si
bien manteniendo una situación de análisis hipotético, a época romana.

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Estudios de territorialidad y cálculo de volúmenes...

En la actualidad, los terrenos están destinados al cultivo de secano (cereales) princi-


palmente en la vega del río y algunos olivares en cotas más elevadas, así como al apro-
vechamiento de las vías pecuarias para los pastos. A partir de los análisis de SIG hemos
delimitado dos zonas de aprovechamiento, una zona de capacidad alta de aprovecha-
miento, que coincide precisamente con la proximidad a la Vega Peñalba y al río Tajo,
siendo precisamente esta zona de capacidad alta beneficiada por la presencia de mate-
riales sedimentarios del río, y una zona de capacidad media, una zona que se caracteri-
za precisamente por una mayor altitud, con respecto a la anterior. Si bien hay que tener
en cuenta, como hemos hecho mención anteriormente, la relación entre coste desplaza-
miento y aprovechamiento del suelo, podemos destacar tres áreas diferenciadas, y que
se relacionan con la distancia entre los territorios y, por lo tanto, el coste con respecto a
la ciudad de Caraca. En este sentido, el círculo más pequeño que engloba las inmedia-
ciones de la ciudad, se encontraría la zona inmediata de explotación agrícola, donde el
coste del producto sería el menor al ser la zona más cercana a la ciudad de Caraca, en
el cual se encuentran insertos los yacimientos arqueológicos de Dehesa de Algarga y Los
Guillares, la zona de explotación intermedia, siendo esta zona donde los costes y el des-
plazamiento serían mayores, zona donde se encontrarían yacimientos próximos como
Santiago Vilillas, y que podrían constituirse como asentamientos de aprovechamiento
agrícola, alejados de la visibilidad realizada y, por último, la zona alejada de explota-
ción, donde el coste en relación al desplazamiento sería mayor, por lo que, en este caso,
se utilizarían sistemas de explotación de recursos hídricos a través del acueducto de
Caraca cuyo origen estaríar en el manantial de Lucos y que proporcionaría agua a la ciu-
dad. En la zona más alejada es precisamente donde se ubicarían posibles pequeños asen-
tamientos agrícolas, bajo el control e influencia de Caraca, con cierta autonomía, asen-
tamientos dedicados a la explotación de recursos del territorio circundante.

Conclusiones
En definitiva, hemos visto como las Nuevas Tecnologías suponen una gran ventaja
en cuanto a los estudios de territorialidad y en otros aspectos como en la investigación
y presentación del patrimonio a través de los programas de edición 3D, suponiendo una
nueva llave a estudios complementarios más allá de la excavación arqueológica.

El yacimiento arqueológico de Caraca supone un interesante asentamiento para


experimentar e investigar con las nuevas tecnologías, precisamente por sus materiales,
pero sobre todo por su buena situación geoestratégica, ubicado en un buen entorno de
explotación agrícola y en una posición intermedia entre diferentes ciudades romanas
cercanas, controlando importantes vías de comunicación (vía Carthago Nova-
Complutum) que la pone en contacto con ciudades como Segobriga o Complutum supo-
niendo Caraca un importante centro en la Tarraconensis poniendo en contacto la ciudad
con el puerto marítimo por excelencia del Mediterráneo, Carthago Nova, desde el que
partiría el lapis specularis y el esparto a Roma.

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Álvaro Sánchez Climent

Por su parte, los análisis de visibilidad demuestran como la ciudad de Caraca con-
trolaría un importante territorio de explotación, centrándose principalmente en el con-
trol de vías terrestres, fluviales y pecuarias.

No obstante, habría que insistir en la utilidad que tienen estas herramientas. Está
claro, que son fundamentales para los estudios de Arqueología del Paisaje, no obstante,
no debemos olvidar que son herramientas que nos ofrecen un panorama completamen-
te teórico e hipotético, por lo que lo que realmente es importante destacar las conclu-
siones que podemos obtener a partir de estos estudios. Está claro que los asentamientos
juegan un papel de suma importancia a la hora de hablar de espacios socializados, pues
la elección de un emplazamiento no es para nada aleatoria, sino que juegan un papel
muy importante la ubicación, proximidad de recursos hídricos, agrícolas, mineros, etc.
de tal manera que estos asentamientos importantes acaban jugando un papel de suma
importancia en relación con el entorno que les rodea, precisamente es ese papel el que
el arqueólogo, con la ayuda de datos, ya sea a través de modelos teóricos establecidos
por medio de herramientas informáticas o bien con datos empíricos, debe intentar escu-
driñar, de tal manera que podamos sonsacar información que nos permita comprender
mucho mejor las sociedades que nos precedieron.

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Estudios de territorialidad y cálculo de volúmenes...

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La epigrafía en el territorio caracitano

La epigrafía en el territorio caracitano


1
Helena Gimeno Pascual
2
Emilio Gamo Pazos
3
Javier Fernández Ortea

Pese a la importancia de los restos arqueológicos localizados durante las campañas de


prospección con georradar y excavaciones arqueológicas, descritos en otro capítulo de
este mismo libro (Gamo y Fernández 2019), la epigrafía latina ha sido esquiva en el Cerro
de la Virgen de la Muela que identificamos con Caraca. Esta población fue mencionada
en Ptolomeo (Geografía, 2, 6, 56), así como por el Anónimo de Rávena (313, 10) y esta-
ba situada en la vía que de Complutum iba a Carthago Nova pasando por Segobriga (CIL
XVII/1: 221, vía XVI) y, por tanto, era un enclave estratégico sobre el Tajo, en la ruta de
salida desde el centro peninsular al Mediterráneo. Perteneciente a la Hispania Citerior,
4
Caraca formaba parte probablemente del conventus Caesaraugustanus y se encontraba
en un área limitánea entre el Conventus Caesaraugustanus y el Carthaginiensis.

En el entorno de Caraca y, a lo largo del valle del Tajo, se establecieron villae. Es pre-
cisamente de estas explotaciones agrícolas de donde proceden gran parte de los pocos tes-
timonios epigráficos de este enclave hallados hasta ahora. La mayoría son grafitos, escri-
tos en cursiva, incisos en objetos de terra sigillata, la vajilla al uso. Pero incluso, la muy
escasa epigrafía hallada en las excavaciones de la ciudad está constituida por grafitos:
unos, sobre estuco, hallados en un edificio público del foro; otros, en las termas, sobre
elementos de construcción como ímbrices, ladrillos o tégulas.

Muy pocos son los que se conservan completos debido al mal estado de conservación.
Algunos están abreviados y no siempre la interpretación es segura. No por ello dejan de
ser una muestra de que los habitantes de Caraca igual que los de otros lugares de
Carpetania, como Complutum, utilizaron la escritura para personalizar sus objetos de uso
cotidiano.

1 Centro CIL II-Universidad de Alcalá. Helena.gimeno@uah.es


2 Museo Nacional de Arte Romano/Equipo Arqueológico Caraca. Mail: emiliogamo@hotmail.com.
3 Equipo Arqueológico Caraca. Mail: javierfernandezortea@gmail.com.
4 En opinión de J. M. Abascal a quien agradecemos la información.

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Helena Gimeno Pascual, Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea

La única estela funeraria claramente relacionada con Caraca se encontró a dos leguas
del despoblado de Santa María, en la dehesa de Algarga. De allí se trasladó a Leganiel en
el siglo XIX, aunque hoy en día la inscripción se encuentra desaparecida.

Grafitos de las villae


Al norte del territorio, en la Vega del Tajo, junto a Valdealcalá-San Benito se encon-
tró un grafito en un fragmento de fondo de sigillata hispánica (Gamo 2012a: nº 19) con
el inicio de un nombre Mar+[- - -]. Otros dos contienen restos de letras probablemente
correspondientes a nombres [- - -]+ss+[- - -] (Gamo 2012a: nº 20) y Pria[- - -] o Bria[-
- -] (Gamo 2012a: nº 21).

Pero es siguiendo hacia el sur el curso del río donde se encuentra el mayor número de
hallazgos, en la villa de Las Peñas (Mazuecos) (Gamo 2012a: nº 89). Un probable escla-
vo, Piloquirius grabó su nombre en el fondo de un recipiente. Parece poco alfabetizado
si tenemos en cuenta las dificultades que tuvo para representar gráficamente algunos
fonemas cuya forma canónica era Philocyrius (LLDB-81018). En otro realizado sobre la
solera de un borde de un cuenco de sigillata dejó su nombre Quintus (Gamo 2012b: 104,
D). En otro se encuentra el inicio de un antropónimo Bass[- - -] (Gamo 2012b: 105, F).
A la parte central de una palabra correspondería [- - -]+EV[- - -] un grafito muy deterio-
rado inciso en un cuenco decorado (Gamo 2012b:105-106, G). Podría reconstruirse el ini-
cio de un nombre, Veti[- - -] en un texto grabado en el fondo externo de un fragmento de
sigillata (Gamo 2012b: 107, J). Mensajes parlantes también se encuentran en algunos
objetos de esta villa como el grafito con la imprecación “pone fur” (“¡devuélvelo
ladrón!”) que normalmente se sitúa a continuación del nombre del propietario (sobre este
mensaje véase Abascal 2018).

MEAES se lee en un cuenco de sigillata hispanica altoimperial (Gamo 2012b: 104-


105, E) que podría formar parte de un mensaje “parlante” del tipo poni meae, seguido de
la cantidad, de forma similar a la inscripción que aparece en un cuenco de El Pou de la
Sargueta en Riba-Roja de Turia en Valencia (HEp 16, 2007: 570; AE 2007: 821- poni
meae IIII (unciae)-).

De esta villa de Las Peñas, otros objetos de terra sigillata con grafitos muy fragmen-
tarios, que damos aquí a conocer por primera vez, se conservan en el Museo de
Guadalajara: así el grabado en el interior del pie de un cuenco de sigillata hispanica
altoimperial decorada (Nº Inv. 14432) cuyos trazos podrían pertenecer a un anagrama
que no podemos reconstruir o el situado en la parte exterior de un recipiente de sigillata
hispanica altoimperial del que solo quedan tres letras escritas en letra capital cursiva una
A una B o R y parte de un trazo horizontal superior (Nº Inv. 14433); en este caso está inci-
so en posición invertida al recipiente. Otro fondo de sigillata hispanica altoimperial con
el final probablemente de un nombre en genitivo (Nº Inv. 14434a) [- - -]+IBI o [- - -]+IRI
aunque quizá el primer trazo pudiera corresponder a la parte inferior de un trazo vertical

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La epigrafía en el territorio caracitano

que pudiera interpretarse como la primera barra de una E de dos trazos, grafía muy
corriente para esta letra en la cursiva. Si esto fuera así tendríamos una terminación [- - -
]EBI o [- - -]ERI. Un fragmento muy deteriorado de sigillata (Nº Inv. 14435) contiene
las letras VSM seguramente de la parte central de un nombre como Cintusmus/-a,
Cintusminus/a. Tres letras cursivas quizá L, E o F y la parte superior de un trazo vertical
que se une mediante una línea horizontal a la letra anterior por arriba están incisas en el
fondo exterior de un fragmento de sigillata (Nº Inv. 14437). En otros dos los comienzos
de sendos nombres, Visi[- - -] sobre un fondo de sigillata hispanica altoimperial decora-
do (Nº Inv. 14438) y Pau[- - -] sobre un fragmento de sigillata hispanica altoimperial (Nº
Inv. 14439).

Entre el borde exterior y la franja decorada de un fragmento de sigillata hispanica


altoimperial decorada de la forma Drag. 37 (Nº Inv. 14442) se reconocen tres letras SVM
que podrían indicar propiedad o, menos probable, formar parte de una palabra, quizá un
nombre. Podría ser un caso similar a un grafito postcocción de Sayatón donde se encuen-
tra el mensaje [‐ ‐ ‐]n(a)e pan(n)a sum. Pone [fur? ‐ ‐ ‐] (Abascal 2018: 11) o al de dos
objetos del asentamiento de Cal Montblanc en Albesa, provincia de Lleida (Marí y
Revilla 2018: 91, 233, nº 10 y 16, en el primero sum Terti, en el segundo Fortunationis
sum).

En la villa de las Peñas, en el yacimiento de Las Pozas, se encontró un recipiente


perteneciente a algún personaje de quien sólo sabemos el inicio del nombre Ama[- -
-] (Gamo 2012a: nº 90).

Grafitos e inscripciones a molde hallados en el Cerro de la Virgen de la Muela


Dos grafitos que se han hallado en la ciudad están realizados sobre los estucos que
revestían las paredes de lo que interpretamos como un probable edificio público ubicado
al este del foro (cata A de la campaña de excavación de 2017). Uno de ellos contiene el
saludo AVE (figura 1), el otro, son tres signos incompletos en la parte superior cuyo sen-
tido se nos escapa podrían ser letras o números: un trazo vertical, dos trazos que conver-
gen en la parte superior A o X, seguidos de C (figura 2).

Además de los grafitos sobre estuco se han encontrado inscripciones hechas a molde
antes de la cocción en elementos de construcción como ímbrices, ladrillos o tégulas. En
las termas públicas sobre material latericio, en la campaña de 2018, se localizaron en la
estancia A (que interpretamos como frigidarium) una C y en una tégula lo que parece un
nombre MARCI[- - -] (figura 3). Hay que señalar que antes de la primera M del mencio-
nado epígrafe hay un trazo de difícil interpretación, que quizás no corresponda con una
letra.

En esta misma estancia apareció un cuenco fragmentado de sigillata hispanica en


cuyo exterior, junto al pie, se conservan algunos trazos incisos después de la cocción, que

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Helena Gimeno Pascual, Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea

parecen extenderse sobre el mismo pie, quizá con parte de un antropónimo [- - -]etili
(figura 4). En la estancia B de las termas públicas, que pudo ser el tepidarium, se locali-
zaron dos fragmentos de ímbrices. Uno con un trazo insignificante, el otro con una V.

Otro fragmento de cerámica hallado en el Cerro de la Virgen de la Muela, durante la


prospección del año 1982, tiene incisas dos letras AE que pueden ser inicio o final de una
palabra (Gamo 2012a: nº 54). En otro hallado como el anterior se lee el final de una pala-
bra [- - -]hon (Gamo 2012a: nº 55) probablemente se deba restituir un nombre griego
como [Agat]hon.

Estela de la dehesa de la Algarga


Estela funeraria (Gamo 2012a: nº 77). Se halló en la dehesa de la Algarga (término de
Illana), en la ribera izquierda del Tajo, a media legua de las ruinas de Santa María de
Cortes. Así se indica en una carta de A. Fernández Guerra a E. Hübner del 11 de junio de
1873 (Miranda et alii 2011: 154). Está desaparecida. El texto que se ha transmitido es:
Faustae
PVB
Verecundae
Pentilia

Debido a la posición que ocupa PVB y a que la inscripción está perdida y no se puede
verificar la lectura, la interpretación es dudosa. Han sido varias las propuestas para la
comprensión de este texto: Hübner (Eph. Epigr. II: 248, nº 323) indicaba que si la ins-
cripción estaba bien descrita y, si estaba completa, se podría entender que se trataba de
dos Publiciae o Publiliae, Fausta y Verecunda a quien Pentilia, ancilla (o cliente), habría
puesto la inscripción y, contra el uso habitual, el gentilicio estaría interpuesto entre dos
cognomina. En CIL II (5858) transcribió Faustae Pub(liciae) Verecundae (ancillae)
Pentilia y sugería como alternativa que Pentilia podría haber sido un nomen gentis aña-
dido fuera de su sitio al nombre de Fausta. De ahí que Tovar (1946-1947: 24 y 29, nº 119)
incluyera el término entre sus gentilitates. Para Abascal (1983, p. 74 nº 19) habría que
restituir Pub[liciae]. Su lectura fue recogida en AE (1987: 639), para cuyos editores el
texto no era claro y planteaban si Fausta y Verecunda fueron dos esclavas, en la misma
línea que Hübner. Crespo (1998: 83) incluye a Fausta Pub[licia] Verecunda en su estu-
dio sobre los Publicii hispanos en la tabla de “Publicii originarios: expresión involunta-
ria del nombre sin filiación ni descendencia”. Así, para este autor, Fausta Verecunda
podría haber sido una sierva pública a quien Pentilia, cuya relación con la anterior no está
explícita, le habría dedicado la inscripción. El antropónimo Pentilius se encuentra en el
pacto de los Zoelas (CIL II 2633), en Cárquere (Resende Viseu; AE 1986: 287; HEp 1,
1989: 703) y en Villardiegua de la Ribera (Zamora, CIRPZa: 319). Sin embargo, ante las
dificultades para poder verificar la lectura preferimos no hacer uso de esta inscripción
como testimonio de una sierva pública.

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La epigrafía en el territorio caracitano

Por otra parte, Murillo y Ballesteros (1985: 63) indicaron que se localizó una inscrip-
ción romana, hoy en día perdida, en una necrópolis tardorromana ubicada en la Vega
Alóciga de Driebes.

Conclusiones
El conjunto epigráfico de época romana aquí presentado, aún escaso, nos apro-
xima a los hábitos epigráficos cotidianos de esta antigua población romana. Esperemos
que posteriores campañas de excavación y prospección permitan aumentar nuestro cono-
cimiento acerca de las inscripciones latinas de Caraca.

Figura 1-Grafito sobre estuco localizado en el edificio público de la parte este del foro (cata A-campa-
ña 2017) (fotografía Equipo arqueológico Caraca).

Figura 2-Grafito sobre estuco localizado en el edificio público de la parte este del foro (cata A-campa-
ña 2017) (fotografía Equipo arqueológico Caraca).

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Helena Gimeno Pascual, Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea

Figura 3-Grafito precocción sobre tegula localizado en la Estancia A de las termas públicas (posible
frigidarium) (fotografía Equipo arqueológico Caraca).

Figura 4-Grafito postcocción sobre T. S. H. localizado en la Estancia A de las termas públicas (posible
frigidarium) (fotografía Equipo arqueológico Caraca).

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La epigrafía en el territorio caracitano

Figura 5-Distribución de epígrafes citados en el texto (sobre Modelo Digital del Terreno del Centro
Nacional de Información Geográfica-I.G.N.).

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Helena Gimeno Pascual, Emilio Gamo Pazos, Javier Fernández Ortea

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Interpretaciones acerca de la funcionalidad del tesoro de Driebes (Guadalajara)

Interpretaciones acerca de la funcionalidad


del tesoro de Driebes (Guadalajara)

Magdalena Barril Vicente

La palabra tesoro, además de su significado literal según la RAE: “Conjunto escondi-


do de monedas o cosas preciosas de cuyo dueño no queda memoria”, nos lleva a pensar
en conjuntos de joyas, vasijas y otros objetos de materias primas preciosas, como el oro
y la plata, acompañadas o no de monedas cuyo hallazgo fortuito muchas veces está rode-
ado de sueños recurrentes de quien se convierte en buscador y se dedica a cavar en el
suelo durante años como hizo el hallador del tesoro de Barchín del Hoyo (Cuenca), com-
puesto por monedas romanas en 1656 hasta dar con él, parte del cual fue entregado al rey
Felipe III (Barrionuevo 1892: t. II, 474, 486, 492, 508, 524, 553, 544, t. III. 94; Millán
2014: 198); de leyendas de ninfas, duendes y otros seres sobrenaturales, que tienen que
ver con el hallazgo de otro en Valeria (Cuenca) en las mismas fechas, según el mismo
autor (Barrionuevo 1892: t. II, 492; Millán 2014: 199). El citado libro fue publicado entre
1892 y 1894, es un recopilatorio de cartas escritas desde la corte de Felipe III por D.
Joaquín de Barrionuevo a un deán de Zaragoza, que se conservan en el manuscrito 2397
de la Biblioteca Nacional, Madrid.

Además, al valor intrínseco del metal precioso se añade la dificultad de conseguir las
cantidades necesarias para grandes joyas, por lo que su presencia señala la existencia de
una estratificación social en la que los elementos de prestigio indican un estatus y, ade-
más, ese metal precioso podía fundirse para hacer nuevas piezas, si la joya se estropea-
ba, se consideraba pasada de moda o, se precisaba efectivo; hoy día sigue siendo así.
Además, su hallazgo está regulado en el Código Civil español, pero si tiene carácter de
patrimonio histórico, prima ese carácter y debe entregarse a las autoridades competentes,
1
tal y como explican con precisión Fernández y Gamo (2019) en este mismo volumen .

Como ya se ha explicado por distintos autores (ej. Rodríguez et alii 2017a; Barril
2010: 77; Barril e.p.), para entender un tesoro o un depósito es preciso conocer y estudiar

1 Agradezco a ambos autores su amabilidad al hacerme llegar su interesante trabajo con anterioridad a
su publicación.

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Magdalena Barril Vicente

su lugar de hallazgo, lo que incluye el paisaje y su situación; su composición completa,


su estado y analizar individualmente formal e iconográficamente esos componentes, todo
ello para deducir la causa de su atesoramiento y ocultación. Suele ser difícil, dado que
muy pocas veces se hallan en excavaciones arqueológicas regladas y los descubridores
casuales, no tienen la conciencia de que se trata de un Bien de dominio público que deben
entregar a las autoridades competentes; seguramente por ello, suelen tratar de ocultarlo o,
dan información incompleta, privando por tanto a la investigación de poder conocer los
datos y, por supuesto, aún se obtienen muchas menos noticias si se trata de hallazgos rea-
lizados por “rebuscadores” o “piteros”. Hay que añadir que, en muchos casos, cuando se
ha comunicado su existencia se ha debido a denuncias causadas por disensiones entre los
halladores, y precisamente uno de los ejemplos más antiguos es el hallazgo de Driebes en
época de Felipe II que se presenta en este congreso (Fernández y Gamo 2019). Por todo
ello, y como bien explica Germán Delibes (2017: 320), los arqueólogos deploramos el
alto porcentaje de hallazgos de tesoros de los que se desconoce el contexto “porque nos
privan de información esencial sobre la intención de los atesoramientos o sobre las cir-
cunstancias en que se ocultaron, pero que no dejamos de ver con resignación e inclusive
con simpatía cuando los favorecidos por el descubrimiento son campesinos humil-
des…Actitud tan comprensiva, en todo caso, nunca será aplicable a …otros descubri-
mientos…fruto directamente de un expolio deliberado, perpetrado por delincuentes –
nada de malos aficionados a la arqueología”.

El hallazgo y su ingreso en la literatura científica


Hay un caso que incumple parcialmente esa regla consuetudinaria no escrita. Es el
hallazgo del tesoro de Driebes de 1945, que se trataría en realidad de dos conjuntos des-
cubiertos en dos sitios distintos, próximos uno del otro, según explicaba San Valero
(1945: 9) y, parecen corroborar las encuestas realizadas recientemente por Emilio Gamo
y Javier Fernández, entre la población de Driebes que aún conserva recuerdos del hallaz-
go. Actividad realizada en el marco de su proyecto de investigación sobre Caraca, ya que
los entrevistados recuerdan, efectivamente, referencias a dos tesoros que se juntaron, pero
no a cómo estaban, según han tenido la amabilidad de informarme.

Fue a mediados de enero de 1945, cuando realizando la Dirección Hidráulica del Tajo
las obras de construcción del canal de Estremera se descubrió el conocido como “Tesoro
de Driebes” (antes escrito Drieves). Ese mismo año San Valero Aparisi lo publicó, iden-
tificándolo como un depósito de platero (San Valero 1945: 11), inventariando las piezas
y agrupándolas por grupos funcionales y con la descripción de las principales. El tesoro
que estudia dice que pesa en total 13,844 g (San Valero 1945: 11) y se compone de pie-
zas todas de plata: fragmentos de objetos obsoletos (torques, brazaletes, vasos, sortijas,
monedas, etc), tortas y lingotes de distintos pesos. La publicación se acompaña de un
apéndice de Clarisa Millán, que asume se trata de depósito destinado a ser refundido y
cataloga las 18 monedas identificadas en ese momento, la autora proponía que los frag-
mentos de monedas hallados, de Marsella, Rodas, Ampurias y Cartago Nova demostra-

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Interpretaciones acerca de la funcionalidad del tesoro de Driebes (Guadalajara)

ban un contacto ya desaparecido entre los habitantes de la meseta y esas zonas, por lo que
esas monedas no tenían valor monetal (Millán 1945: 38). Paralelamente, señalaba que la
presencia de monedas consulares romanas debe interpretarse como indicio de que la con-
quista romana estaba en su apogeo, añadiendo, que estas monedas dejaron de circular en
España a partir de las guerras sertorianas, hacia el 80 a.C. y son estas las que proporcio-
nan una fecha a partir de la cual se escondió el tesoro, añade la autora que este hecho lo
corroboraría la ausencia de denarios ibéricos del jinete, de cecas celtibéricas que acuña-
ban cerca del lugar desde la mitad del siglo II a.C., ya que estarían circulando (Millán
1945: 38 y 39). Como veremos, la interpretación de ese grupo de monedas ha variado a
lo largo de los años.

El lugar del hallazgo fue en un talud del cerro, sobre el canal que se estaba constru-
yendo junto al río Tajo. Lugar que San Valero describe como una región de paso al valle
del Ebro, por ser zona de confluencia de las cuencas del Tajo y sus afluentes y del Jalón
y otros afluentes del Ebro, según las imágenes y las explicaciones de San Valero (1945:
10 y lám. I y II). Más recientemente, gracias a las prospecciones realizadas para docu-
mentar la ciudad de Caraca, confirma el lugar, en la ladera sur del Cerro de la Virgen de
la Muela, en el punto de inflexión hacia el río Tajo que pasa formando un meandro a sus
pies; aunque es posible que el recorrido del río haya variado ligeramente desde los siglos
2
anteriores al cambio de Era al momento en que se estaban realizando las obras . Allí se
conserva una ermita posiblemente de origen medieval, que reutiliza columnas romanas,
y donde la tradición cuenta que tras la Reconquista, un pastor de Estremera halló la ima-
gen de la Virgen patrona de Driebes sobre una muela de molino, y todos los años se cele-
bra una romería al lugar (Gamo 2018: 157).

San Valero, por encargo del Comisario General de Excavaciones Arqueológicas (Julio
Martínez Santaolalla), estudió el tesoro y explicaba que según las primeras informacio-
nes telefónicas el conjunto de piezas apareció en dos sitios distintos, próximos entre sí, y
pesaba unos 14,5 kilos (San Valero 1945: 9). No obstante, debido a que no debió recibir
información complementaria, no proporciona datos sobre cómo aparecieron, es decir, si
estaban dentro de vasijas, en otro tipo de recipientes o directamente en un hoyo en el
suelo (lo que haría suponer que se habían envuelto en materia orgánica). En las fotogra-
fías que acompañan a su estudio y que, según indica San Valero (1945: 10, lám. II), fue-
ron facilitadas por la Delegación Hidráulica del Tajo, parece que el lugar señalado con la
cruz se situaba junto a una roca de tamaño mayor que las cercanas y que formaba una
especie de mini abrigo, que podría servir de referencia.

Ambos hallazgos coetáneos se han venido considerando en la bibliografía como un


solo hallazgo y no dos, y sería interesante haber podido conocer si el contenido de ambos

2 Información proporcionada por Emilio Gamo en base a un estudio geológico en proceso por parte del
I. G. M. E.

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Magdalena Barril Vicente

era similar y tenían el mismo tipo de elementos repartidos o si por ejemplo en uno esta-
ban concentrados tortas y lingotes y en el otro los fragmentos de piezas y, en consecuen-
cia, saber si el peso-valor en plata de ambos hallazgos era similar o difería mucho.
Aunque ya hemos visto que los primeros datos hablan de un peso total de 14,5 kg, luego,
ya a la vista del hallazgo concreta que era algo menos, 13,844 kg (San Valero 1945: 9 y
11). Parece creerse que todo lo hallado fue entregado a la Comisaría General de
Excavaciones el 18 de febrero de 1945. Las piezas fueron recibidas en dos lotes, uno del
presidente de la Audiencia Provincial de Guadalajara, a donde había llegado tras su inter-
vención por el juez municipal de Driebes, para pasar después al juzgado de Instrucción
de Pastrana y el segundo lote estaba custodiado en la Jefatura de la División Hidráulica
del Tajo, sin que sepamos si cada uno de los lotes corresponde a cada uno de los hallaz-
3
gos . Tras la entrega a la Comisaría, las piezas fueron estudiadas y depositadas según dice
San Valero (1945:10) en el Museo Arqueológico Provincial de Guadalajara. Sin embar-
go, el tesoro fue custodiado por la Diputación Provincial hasta que en 1964 se decidió su
ingreso en el Museo Arqueológico Nacional, tras finalizar los juicios para determinar las
indemnizaciones a los halladores. La razón es que, en efecto, en esos primeros años de la
década de 1940 se había intentado refundar el denominado Museo provincial de Bellas
Artes de Guadalajara creado en 1845, luego desaparecido y, cuyos fondos se conserva-
ban unos en la Diputación, algunos destacados en el M.A.N. y de otros no4 había cons-
tancia. Sin embargo, pese a ese intento y, como ocurrió en otras provincias , no volvió a
inaugurarse el museo provincial hasta 1973 y su directora, según informan Crespo et alii
(2017: 943) solicitaba una vitrina para “el tesorillo de Drieves”, confundiendo la proce-
dencia de otros que la Diputación no entregó hasta 1975. Por ello, es en la Diputación
Provincial donde fotografió las piezas el Instituto Arqueológico Alemán (Crespo et alii
2017: 943), para documentar la gran obra recopilatoria de la orfebrería prerromana penin-
sular de Raddatz (1969: 210) autor que para la edición actualiza la ubicación de las pie-
zas informando de que se encuentran en el M.A.N. y antes habían estado en la Diputación
Provincial de Guadalajara.

Dado que se conoce la existencia del hallazgo, ya citado, acaecido en el siglo XVI,
al parecer en un lugar muy cercano a los de 1945, que se presenta en este mismo con-
greso y que se conoce gracias a las mas de 300 páginas conservadas en un expediente
del Archivo de Simancas, hay que plantearse si se enterraron a la vez o en momentos
5
distintos. El hallazgo del siglo XVI según el estudio de Fernández y Gamo (2019 ) esta-
ba dentro de una vasija que apareció entera, pero fue rota deliberadamente para ver su

3 Queda pendiente por tanto el realizar tareas de investigación en el Archivo General de la Adminis-
tración del Estado y en el del Instituto de Patrimonio Cultural de España del Ministerio de Cultura y
Deporte.
4 Puede consultarse este tema en el Boletín del Museo Arqueológico Nacional nº 35 de 2017 que reco-
ge la historia de todos los museos arqueológicos de España.
5 Agradezco de nuevo a Emilio Gamo y Javier Fernández que me hayan adelantado su novedoso tra-
bajo.

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Interpretaciones acerca de la funcionalidad del tesoro de Driebes (Guadalajara)

contenido. Según el relato, se trataba de una olla de barro decorada con cal y una tapa-
dera de barro y plata, que podría estar indicando que la tapadera era una torta de plata
muy concrecionada y en su interior había mezcladas piezas que hoy día identificamos
como lingotes y tortas de plata y fragmentos de joyas y monedas y cuyo peso total era
equivalente a 6,4 kilos, una cantidad similar a la mitad del conjunto de los hallazgos de
1945 (que sería 6,9 kilos), por lo que podría suponerse que la composición individuali-
zada de los dos hallazgos sería similar, es decir que estarían mezcladas las distintos ele-
mentos. Es preciso mencionar que en este tesoro según destacan Fernández y Gamo hay
una pieza, posiblemente una torta, del tamaño de la palma de la mano, y que en el hallaz-
go de 1945 no hay ninguna tan grande. Se destaca igualmente en la narración que el
mayoral que arrebata el tesoro al pastor selecciona las piezas de mayor tamaño -que
posiblemente serían las tortas y cuyo color le permite decir que son plomo- y las entie-
rra en una bolsa junto a la ermita. Lo que significa que estas piezas escogidas estuvie-
ron en una ocultación secundaria por breve tiempo, y que, si no se hubiesen recuperado
entonces y se hubiesen descubierto recientemente, hoy estaríamos hablando de un teso-
ro con otras características.

Esta descripción del hallazgo del tesoro de Driebes del siglo XVI, nos recuerda a la
que Sandars (¿1917?) realizó del tesoro de Mogón I (Jaén), según la cual se contenía den-
tro de una vasija pintada ibérica pintada, que tenía alrededor del cuello tres torques, otro
caído al lado, y estaba tapada con una torta redonda, de sección plano convexa, realiza-
6
da en molde, de 1216 g de peso y 10,3 cm de diámetro . Una torta cuyo peso casi tripli-
ca el de las de mayor tamaño del tesoro de Driebes, que tienen un diámetro entre los 8 y
los 9 cm y, aunque arriñonadas, son algo informes. Sería por tanto un dato interesante el
poder contrastar como era exactamente esa tapadera del tesoro del siglo XVI y haber
podido saber si en 1945 se halló algo similar.

La composición del depósito


Como hemos visto, según el relato de San Valero, el peso real de lo hallado fue de
13,844 kg de plata en dos conjuntos cercanos, aunque telefónicamente le habían dicho
más, y presupone que no se había perdido plata desde su hallazgo y recuperación a su
entrega, pero sí desconocemos algunos datos que podrían ser relevantes para interpretar
el tesoro. Este hallazgo doble de 1945 se compone de 1480 elementos contados y otros
muchos pequeños sin contar, ya que incluye fragmentos de distinto tamaños y pesos
(muchos inferiores al gramo) de recipientes, adornos diversos, como fíbulas con puentes
con decoración plástica o repujada; torques de distintas tipologías (Barril 2002a: 119 fig.
4); piezas de claro carácter votivo (Barril 2010: fig. 3), 19 monedas también troceadas -
tras identificarse una más entre los fragmentos- (Otero 2002: 275); lingotes y tortas de

6 El tesoro lo componían 1280 denarios romanos y adornos personales como torques, brazaletes, cin-
tas, además de algunas piezas decoradas que servirían de apliques. La mayoría de las piezas estaban
completas, pero algunas estaban incompletas o dañadas en el momento del hallazgo.

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distintos tamaños de peso estandarizado, en el caso de estas últimas oscilan entre los 37,5
y los 457 g., a las que se suman las que están partidas en cuartos.

Tanto San Valero (1945) como Radattz (1969: 210-222, lám. 7-21) realizan un inven-
tario de las piezas. El primero cataloga y analiza por grupos, y además describe sus carac-
terísticas técnicas y, el segundo, inventaría las piezas de forma más individualizada y grá-
fica y, además se han recogido una selección de sus piezas en otras publicaciones (ej.
Barril 2002b; Otero 2002) por lo que creemos que no es preciso entrar a detallar el con-
junto (figura 1) y solo nos referiremos a algunas piezas destacadas.

Todos los objetos y monedas fragmentadas habrían perdido su valor originario como
objeto útil, simbólico o bello, por lo que al estar unidas a lingotes y tortas de plata se
supuso en un primer momento que su destino era el ser fundidos por un platero, aunque
en las dos últimas décadas se ha extendida la propuesta de que se trataba de un tesoro del
tipo que los alemanes denominan hacksilber o de plata picada. Tema sobre el que volve-
remos más adelante.

Dadas las características formales e iconográficas de las piezas del tesoro de Driebes,
estas pueden interpretarse individualmente o en su conjunto. Individualmente se puede
analizar su forma, su utilidad y su iconografía en caso de mostrar imágenes (figuras geo-
métricas, vegetales, zoomorfas, antropomorfas, etc.) susceptibles de ser analizadas en
clave simbólica; a veces la propia forma adquiere su propio simbolismo, como en el caso
de los torques. Y, llegados a este punto y como indicaba Alfayé (2008: 286) puede hablar-
se de dos corrientes analíticas, una que da prioridad al significado religioso y cosmogó-
nico de la iconografía y otra que las analiza como imagen del poder y auto-representa-
ción de una aristocracia ecuestre. Algunas de las piezas que pudieron tener un especial
significado ya perdido, se han señalado en otros trabajos, entre ellas destacamos:

- El vaso calicifome (inv. MAN1964/433) que se encontraba chafado (San Valero


1945: 29-30, fig.8.2-45, lám. XIII,3) y en un momento indeterminado, tras su llegada al
M.A.N., –pues la fotografía de Raddatz (1969: lám. 8. 17) es muy similar a la de San
Valero–, se le volvió a dar forma (figura 2) una práctica de restauración de bienes cultura-
les que en las últimas décadas se demanda por estética, pero el código deontológico de los
restauradores no admite y, por tanto, no se realiza, pues esa deformación forma parte de la
historia del objeto y no debe alterarse. Los vasos caliciformes son recipientes que, reali-
zados en plata se documentan incluidos en muchos tesoros, como los de Chão de Lamas
(Coimbra, Portugal) (Cabré 1927), Salvacañete (Cuenca) (Cabré 1936; Barril 2010: 80),
realizados en cerámica, se hallan en lugares de culto, como los de la Cueva Santa del
Cabriel en Mira (Cuenca) (Lorrio et alii 2006: fig.10) o Collado de los Jardines (Jaén), por
lo que se les considera vasos cultuales y contenedores de ofrendas, Son vaso de esa forma
las que llevan varias de las esculturas del Cerro de los Santos (Albacete), entre ellas la
Gran Dama.

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Interpretaciones acerca de la funcionalidad del tesoro de Driebes (Guadalajara)

- La placa con ojos (inv. MAN1964/260) (Barril 2010: fig.3.4) se ha venido conside-
rando un objeto anatómico de carácter profiláctico, un exvoto ofrendado a una divinidad
antes o después de la gracia solicitada, con amplia representación en distintos ámbitos
culturales que incluyen el ibérico, el céltico lusitano o el galo. Sin embargo, Horn (2008:
106) considera, que ni esta plaquita de Driebes, ni la similar de Salvacañete, serían exvo-
tos anotómicos, ya que no hay otros objetos que representen partes del cuerpo humano
con ellos – al contrario de lo que, según ella indica, ocurre en santuarios claramente tera-
péuticos y curativos como los de la provincia de Jaén-. Piensa que serían una esquemati-
zación de alguna divinidad como Potnia Theron, señora de los animales, de los caballos,
que también puede relacionarse con Tanit, o bien con Ataecina, o con alguna otra divini-
dad indígena equivalente. La representación de los ojos entiende Horn que viene a ser una
parte por el todo, por ejemplo de las figuras de Potnia Theron pintadas en algunas de las
cerámicas de Elche. Pues, según explica, representar los ojos es una forma de simbolizar
una parte de la cualidad de la divinidad, una imagen frontal que implica el diálogo entre
la divinidad y el fiel y, relaciona con las máscaras sobre cáscara de huevo de avestruz de
Cartago, dedicadas a Tanit – como divinidad relacionada con la fertilidad animal y huma-
na y también protectora en la muerte-, pues tienen grandes ojos con pestañas marcadas y
también las relaciona con otras plaquitas de ojos como de Garvão (Algarve, Portugal), lo
que ya habían hecho en su momento sus excavadores en un santuario que creen dedica-
do a Ataecina (Beirão et alii 1985: 84-89, 119-120). De hecho, Horn plantea que Potnia
Theron o una divinidad similar pudo ser la del santuario de Salvacañete (Horn 2008:
108). Horn (2005: 99) clasifica a la placa de Driebes dentro de su grupo A1 y a la de
Salvacañete dentro de su grupo A3.

- La gran fíbula (inv. MAN1964/14/1) con remate en forma de cabeza masculina con
torques y casco y casco y puente con dos escenas simétricas de una cabezas de felinos
con sus patas sobre una cabeza humana y a la que San Valero (1945: 22-24) denominó
“fíbula de Hércules”, por considerarla “una representación bárbara del asunto clásico
del héroe triunfante del león de Nemea”, y a la que actualmente, en clave céltica, se le
asigna un uso primigenio en las ceremonias de paso al más allá representando a un jefe
guerrero, que lleva casco (ej. Sopeña 1995: 228), pues se entiende que el proceso de
androfagia del difunto por parte del animal salvaje contribuye a su heroización. Una ima-
gen iconográfica similar se ve también en otras piezas de orfebrería como la pátera de
Santisteban del Puerto (Jaén), que estudiaron Olmos y Griñó en esa clave interpretativa
(v. Barril 2010: 83), valorando que hay otros dos fragmentos de fíbulas similares (figura
3). Esta fíbula es seguramente la pieza más conocida de Driebes y para su realización se
utilizaron matrices muy similares a las estudiadas por Lorrio y Sánchez de Prado (2002-
2001: 32, 43, 59) halladas en Villas Viejas (Cuenca), lamentablemente, también sin con-
texto. Es una fíbula que se relacionan con otras producciones argénteas, en particular
algunas fíbulas anulares de puente de cinta repujado datadas entre finales del siglo IV y
comienzos del II a.C., que piensan salieron de talleres plateros de la Alcarria -quizás ubi-
cados en Driebes ( Cerdeño y Gamo 2014: 272; Gamo et alii 2018: 197-198). Se trata de

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una fíbula que tanto San Valero (1945: 48), como Lorrio y Sánchez (2000-2001: 67) reto-
mando propuestas de Almagro-Gorbea, consideran que se integra en el arte lateniense,
aunque como vemos también tiene evidentes rasgos mediterráneos, lo que no es incom-
patible.

- Los chatones de anillos con representación de caballitos, considerados distintivos de


las clases ecuestres y cuyo estudio ha sido un tema repetido y actualizado (Almagro et
alii 2016: 107, 121, 130, 137-138, catálogo nº18 a 22). Se datan entre 225 y 185 a.C.
(Almagro et alii 2016: 121), algunos de ellos con iconografía derivada de los shekel his-
pano-cartagineses, como el chatón que representa una estrella sobre el caballo del ejem-
plar, por lo que este anillo de Driebes con caballo y estrella (inv. M.A.N. 1964/14/243)
(Barril 2010: fig.3.5) debe considerarse derivado del mundo hispano-púnico. Se trataría
de un motivo iconográfico con mayor aceptación en el noreste de la Península Ibérica que
en otras zonas peninsulares, pero cuya más antigua representación es esta de Driebes, en
la Celtiberia Meridional según los autores (Almagro et alii 2016: cat. 21).

- Las monedas que hemos visto estudiadas por Clarisa Millán en 1945, han sido obje-
to de revisiones por otros autores, que destacan que se han identificado 19 monedas y
hecho algunos ajustes en la catalogación que presenta Otero (2002: 274-275). De ahí se
deduce que, entre las que se pueden identificar, la más antigua es un óbolo de Massalia,
datado c. 228- 220 a.C. y las más modernas son un denario romano republicano con sím-
bolo creciente del 207 a.C. (RRC NÚ. 57/2) y otro con símbolo de cornucopia (RRC,
NÚM. 58/2) del mismo año, y que además hay un medio shekel hispano cartaginés que
se data c. 218-206 a.C.

Estas fechas son relevantes dado que en el 206 a.C. termina la dominación púnica en
la Península Ibérica, y se hace continua la presencia romana, convirtiéndose entonces
Hispania en una colonia de explotación de recursos y creándose en el 197 a.C. las pro-
vincias Citerior y Ulterior (Carrasco 2006: 30), quedando el área que nos ocupa en la
Citerior.

Aunque en Driebes hay menor número de monedas que en otros tesoros del área de
Cuenca y Guadalajara, son similares, griegas, romanas y también galas o imitaciones, lo
que llama la atención dado que no es habitual en otras áreas, y según los estudiosos de
uno de ellos, del de Armuña de Tajuña, serían todas “emisiones que sirvieron para el
pago de los legionarios, mercenarios y tropas auxiliares que participaron” en la Segunda
Guerra Púnica (Ripollés et alii 2009: 164). Estas monedas son las que proporcionan una
fecha anterior a la de enterramiento del tesoro, que sería a fines del siglo III a.C. o prin-
cipios del II a.C., según autores, como luego veremos.

- Hay otras muchas piezas que merecerían un tratamiento especial como los fragmen-
tos de torques de distintas tipologías, entre ellos un fragmento de terminal piriforme que

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Interpretaciones acerca de la funcionalidad del tesoro de Driebes (Guadalajara)

puede relacionarse con el ámbito vacceo (García-Vuelta 2002: 39 y fig. 3F), otros son
cables torsionados que se relacionan con el ibérico, pero que se conocen también en otros
ámbitos como los celtíberos o lusitanos y, que también muestran distintas técnicas de con-
formación y decorativas, lo que hace que nos encontremos con cables cilíndricos macizos
con decoración grabada y otros tubulares, por tanto huecos, que los imitan en la forma con
mucho menor peso (Barril 2002 b: 271), que se conocen también por toda la península
(García-Vuelta 2002). Otras piezas destacadas serían el fragmento de recipiente con deco-
ración de palmetas estilizadas de ascendencia mediterránea (San Valero 1945:31; Gamo
2018: 57-58, fig. 14), que además está sobredorado (inv. M.A.N. 1964/4/57) y convive en
el depósito con restos de otros recipientes con decoración de granetti, cordones aplicados,
etc., entre los que se encuentra el vaso caliciforme citado más arriba.

Pero si hay dos tipos de pieza que definen el conjunto son las tortas y lingotes.

- Las tortas de sección plano convexa y forma arriñonada de Driebes (Barril 2010:
fig.3.8) son las piezas que, seguramente, mas discusión científica han merecido, ya que
su peso ha sido motivo de hipótesis. Pues las tortas de mayor tamaño pesan en torno a
455 g. García y Bellido (1999: 379) considera que es complicado establecer la base
metrológica dado que se han aislado tres valores teóricos del siclo fenicio, y considera
que estas tortas de Driebes siguen la del peso real del sistema de Cancho Roano, con un
siclo teórico de 9,5 g, que correspondería a un peso real de 9,1 g y a su mina de 50 siclos
que es de 455 g. En principio ningún autor tiene duda de que se realizaron siguiendo unos
patrones metrológicos, que los de menor tamaño serían divisores y los fragmentos divi-
sores o sólo plata picada para completar pesos según distintos autores (Galán y Ruiz-
Gálvez 1996; García-Bellido 1999; Otero 2002), lo que es uno de los principales apoyos
a la teoría de que se trata de un tesoro de hacksilber (Hildebrant 1993; en Galán y Ruíz-
Gálvez 1996: 159, 164). Tortas de plata similares se conocen en otros hallazgos como por
ejemplo en el tesoro conquense de Valeria (Rodríguez 2014: 106, fig. 4), aunque en
menor cantidad, debido quizás a la rápida dispersión de lo descubierto al repartirlo entre
los halladores y, solo posteriormente se pudo recuperar algo mas cribando la tierra del
lugar, por ello se conserva muy incompleto y del que tampoco se sabe mucho sobre cómo
“apareció en una o varias vasijas” (Gozalbes 2014: 61) en el paraje de los Galindo.

Junto con las tortas, los lingotes de plata en forma de barra constituyen la presenta-
ción de la materia prima ya fundida y con cierta estandarización. Muchos de estos lingo-
tes aparecen cizallados tanto en Driebes (Barril 2010: fig.3.6) como en otros tesoros simi-
lares, habiéndose propuesto con frecuencia que esos cortes se realizasen para comprobar
la calidad de la plata, al igual que las perforaciones en las monedas (ej. Galán y Ruiz
1996: 157; Ripollés et alii 2009: 172), pero esos cortes, también estarían iniciando el
corte para poder dividir la pieza para pagos menores (Arévalo 2014: 47 y 48) y no hay
que olvidar la propuesta de que en algunas monedas halladas depositadas en santuarios,
la perforación situada junto a las cabezas de los animales representados en las monedas

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Magdalena Barril Vicente

tendría carácter ritual (Arévalo et alii 1999: 260). Sin embargo, parece que no todos los
pesos de depósitos de plata similares coinciden con el sistema metrológico de Driebes, ya
que según Bandera (2015: 230) tanto Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real), como
Armuña de Tajo (Guadalajara) girarían en torno a los 8g.

Algunos autores se refieren a los fragmentos recortados de esas tortas como “pas-
tillas de fundición” (Bandera 2015: 228), también vemos emplear el término “panes”
(Arévalo 2014: 47); son precisamente pequeños fragmentos de estas características los
que anteriormente hemos indicado que San Valero explicaba que no se habían conta-
do (Barril 2010: fig.3.7).

Identificación de ámbitos etno-culturales y espaciales


Antes de entrar de lleno en el apartado que da título a este trabajo creo que es pre-
ciso indicar que hasta hace pocos años las referencias al tesoro de Driebes se han veni-
do haciendo dentro del marco de los tesoros celtibéricos y a veces se concretaba en la
Celtiberia meridional (ej. Almagro et alii 2016: 107), y aún se sigue haciendo así
(Alfayé 2019: 48). Pero actualmente, la investigación académica va depurando el
territorio ocupado por las distintas etnias prerromanas de forma coetánea, si bien el
factor cronológico puede hacer variar esa percepción, entre un siglo u otro, por ello
autores como Cerdeño y Gamo (2014: 270 y 275) prefieren limitarse a determinar los
límites entre celtíberos y carpetanos, en el intervalo entre el siglo III a. C. y la plena
integración de ambos pueblos en la estructura estatal romana, sin que sepamos cómo
se denominaban a sí mismos, pese a que detectan ya desde la primera Edad del Hierro
elementos diferenciadores.

Driebes se reivindica como encuadrada dentro del área carpetana (Cerdeño y


Gamo 2014: 272), y animando a abandonar el apelativo de “celtibérico” (Gamo et alii
2018: 197), debido a que se han documentado materiales que así lo validan, como las
características cerámicas jaspeadas y a la presencia limitada de las fíbulas de plata con
puente de cinta repujado que, como hemos explicado, consideran de talleres alcarre-
ños (Cerdeño y Gamo 2014: 272; Gamo 2018: 57). Es una actualización que se plan-
tea en otras zonas de la Meseta y, a este respecto, Delibes (2017: 331) al referirse a la
personalidad de las joyas de Arrabalde, de Palencia y otras localidades en el valle del
Duero, lo hace “como parte de la ‘joyería celtibérica’, entendiendo por ella no la
correspondiente al ethnos de los celtíberos sino la vinculada a aquel fenómeno de la
‘celtiberización’ acuñado por F. Wattenberg en 1959 que en la plenitud de la Segunda
Edad del Hierro y por inspiración celtíbera habría sido responsable de la aparición
de los oppida y también de la generalización del hierro y la cerámica a torno en el
valle del Duero” y añade que da lo mismo que se llamen celtibérica o vaccea, pues tie-
nen su personalidad. Algo similar pensamos que puede decirse sobre los tesoros de
Driebes y los citados de su entorno como Armuña de Tajuña o Valeria, además de
algunos otros situados en ámbitos colindantes.

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Interpretaciones acerca de la funcionalidad del tesoro de Driebes (Guadalajara)

También indica Delibes (2017: 330) que Raddatz en su estudio de la joyería peninsu-
lar de los siglos III al I a.C. distingue entre la joyería ibérica y la de las culturas de nor-
oeste, según predominen los objetos de plata en unos y de oro en los otros. Por ese moti-
vo, el autor alemán relacionaba a los tesoros de Palencia con los de Tivissa (Tarragona)
y Santisteban del Puerto (Jaén), y por la misma razón, él piensa que se podrían alinear
con los oretanos de Santisteban del Puerto y Mengíbar (Jaén) y los celtíberos de Driebes
y Salvacañete. No olvidemos que, como se ha indicado antes, entre los fragmentos de
plata de Driebes, figura algún terminal del tipo de los de los torques de Palencia o
Arrabalde de los que no se conocen ejemplares en los valles del Tajo ni medio y bajo del
Ebro -lo que sería tema de otro trabajo- y que en efecto García-Vuelta (2002: 38-40)
engloba bajo el término “torques celtibéricos”, los de dichas procedencias conjuntamen-
te. Pero, por esas razones no debemos circunscribirnos solo a un territorio nuclear y es
conveniente que para analizar los datos y buscar relaciones, conozcamos a los pueblos de
alrededor y determinar si estamos ante cambios y creaciones autóctonas o productos de
intercambios comerciales y, por tanto, determinar si, por ejemplo, las cerámicas jaspea-
das halladas en territorio vettón eran autóctonas o llegaron desde la Carpetania, como
parece que ser así se documenta (Cerdeño y Gamo 2014: 271) al plantearse esa visión
analítica.

En relación con esta idea de las definiciones étnicas en la antigüedad, Alfayé, al estu-
diar los espacios de culto y los rituales, reflexiona sobre las dificultades para que la prác-
tica arqueológica interrogue por la cronología y la evolución de los espacios sagrados, los
contextos del ritual y cito textualmente, opina que “Además, resulta discutible la equipa-
ración de una cultura material arqueológica con una adscripción étnica antigua de
carácter exógeno, ello no por hablar de las problemáticas convenciones terminológicas
modernas con los que definimos lingüísticamente esas comunidades como grupos indo-
europeos, celtas o ibérico” (Alfayé 2012: 310). Se refiere también Alfayé a la diacronía
de muchas interpretaciones de manifestaciones religiosas conocidas en época ya romana
que pueden, en efecto, considerarse una evolución de otras anteriores. En la misma línea
se expresaba Arenas (2010: 88), indicando que el problema es que debía haber diferen-
cias entre la religión de los celtíberos prerromanos y los celtíberos romanizados, pero que
se buscan lo que conocemos de los segundos y que hay que aprender a buscar espacios.

Alfayé plantea que esas actuaciones sin medida pueden llevar al peligro de la “pul-
sión indigenista”, ya que realmente desconocemos si había una religión celtibérica, una
religión vaccea…, todas las cuales se venían agrupando para su estudio en una laxa “reli-
gión de la Hispania indoeuropea” que agrupaba lo que no era ibérico, y que ahora en las
poblaciones contemporáneas se intenta buscar identidades locales diferenciadoras y
luego, recrear, en lo que podría considerarse un renacimiento del “celtismo popular”, en
gran parte para atraer turismo, pero que de cualquier forma refleja la “importancia de la
religión como sistema de comunicación en la Hispania indoeuropea”, y la importancia
que se percibe que tuvieron los espacios y las prácticas ceremoniales durante la Edad del

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Hierro (Alfayé 2012: 323-329). Sobre ello y la relación del tipo de hallazgos y los espa-
cios volveremos más adelante.

Función del tesoro


A lo largo de estas líneas se han venido anotando varias ideas relacionadas con la fun-
ción de los ocultamientos de los tesoros de Driebes, evidentemente, la primera es la que
se deduce de la definición de la RAE, es la de ocultar una acumulación de objetos pre-
ciosos, que luego no ha sido recuperado y se ha encontrado, y eso lo que hoy nos hace
percibirlo como tesoro. Suele presuponerse que detrás de un tesoro oculto hay una histo-
ria de índole dramática, pues quien lo escondió, por las circunstancias que fuese no pudo
volver a por él, y eso es seguro en los hallados en viviendas. Pero hay otros tesoros que
pudieron ser depósitos votivos formados por acumulación de joyas que eran sustraídos
durante un tiempo para purificarlos, objetos individuales entregados a un santuario,
donde por razones determinadas, tal vez de inestabilidad, se seleccionan y se esconden;
o bien pueden ser retirados de una zona del santuario y depositados periódicamente, o de
una vez, en pozos o fosas votivas, conocidos como favissas y donde se mezclan piezas
de materiales nobles con objetos de muy distinta naturaleza.

Cuando los tesoros los componen objetos de adorno personal, monedas o recipientes,
suele deducirse que, esas acumulaciones eran los bienes seleccionado para ocultar y res-
catar en un futuro próximo. Por una familia, con el tesorillo del Raso de Candeleda
(Ávila) como ejemplo (Fernández 1979), una entidad pública, como se ha pensado con
dudas que podrían ser algunos de los tesoros vacceos de Palencia e incluso el de Driebes
(García-Bellido 1999: 383) o los responsables de un santuario, como se plantea para el
conjunto de los platos de Abengibre (Albacete) (Olmos y Perea 1991) o el tesoro de
Salvacañete (Cuenca) (Arévalo et alii 1999). Otros tesoros se piensa que se enterraban
para recuperarlos pasado un tiempo de purificación, como algunos del Bronce Final,
entre ellos el de Berzocana (Galán y Barril 2009: 25-26, 30). Otros depósitos tendrían
voluntad de permanencia, ya que se retiran del santuario para depositarlos en una favis-
sa, un pozo o fosa ritual, como en El Amarejo (Albacete) donde se iban lanzando objetos
(Sanz 2006: 57) o como en Garvão (Portugal), donde se entierran en una sola ocasión
acompañando el traslado de una gran ceremonia (Beirão et alii 1985). Y esa misma
voluntad de depósito permanente tendrían los amortizados en una sepultura, y ese es el
contexto que se venía proponiendo para el tesoro de Aliseda (Cáceres), pero, actualmen-
te se plantea que pudiese ser el conjunto de joyas de una pareja, mujer y hombre, de alta
alcurnia o sacerdotal que se utilizarían en ceremonias especiales e identificasen a una
familia con poder (Rodríguez et alii 2017 b). Y una vez presentado este panorama debe-
ríamos poder responder de forma segura cual era la función de los tesoros de Driebes. La
respuesta no es sencilla.

Como hemos visto García-Bellido proponía con dudas que el tesoro de Driebes pudie-
se ser erario público, pero no tenemos datos. Además lo aparecido en 1945 está confir-

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mado que eran dos hallazgos y además hay un tercero que se descubrió en el siglo XVI.
Nos encontramos con un dilema, ya que los tesoros están compuestos de piezas que tuvie-
ron un simbolismo individual en su origen, que han perdido al pasar formar parte del ate-
soramiento que se ocultó, surgiendo la incógnita de para qué, quién y cuándo lo hizo.
Porque no parece probable que tres personas o grupos de personas coincidan en el mismo
lugar para enterrar y esconder un tesoro, salvo que en un solo acto de ocultación se divi-
dan en tres (o mas) las posesiones para manejarlas y protegerlas mejor, pues se ha calcu-
lado que cada hallazgo pesaba algo menos de 7 kg.

Las primeras opiniones sobre la finalidad del tesoro consideran que era un depósito
de platero, con piezas obsoletas y de materia prima destinadas a la refundición para crear
nuevas joyas como San Valero (1945: 11) y Lorrio y Sánchez (2000-2001: 38), en el que
no vamos a profundizar.

Una segunda interpretación del conjunto, quizás la más aceptada actualmente, es algo
más compleja, y es la que lo identifica como Halksilber, plata picada, cortada o trocea-
da. Denominaciones para indicar que se trata, no de un conjunto de objetos de adorno per-
sonal y vajilla, con una función propia en si mismos, sino que es un conjunto de frag-
mentos recortados o achatarrados, de monedas fragmentadas o con marcas de partición y
de lingotes y tortas de plata de distintos tamaños que se suponen resultado de la fundi-
ción de elementos como los anteriores. Esta denominación de Hacksilber, sigue la termi-
nología alemana. Se conocen ejemplos ya en Mesopotamia, en el siglo XXXIV a.C., lle-
gan a época histórica medieval con uso pleno de la moneda (Otero 2002: 276) y a lo largo
del Mediterráneo durante el primer milenio (ej. Martínez y Almela 2015). Este tipo de
tesoros, se consideran una forma de pago premonetal, pues se utilizarían como dinero,
pues la moneda aunque se conocía no se utilizaba como tal, sino como plata en bruto
(Arévalo 2014: 44-45), un conjunto en el que cada fragmento valdría lo que su peso indi-
case y se utilizaría como elemento de pago en intercambios comerciales y, tendrían valor
tanto por sí mismos, como para completar pesos mayores. Sería el caso de Driebes, pero
también de otros hallazgos similares aparecidos en áreas cercanas como los de Armuña
de Tajuña (Guadalajara) y Valeria (Cuenca), o el de Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real),
ya citados. Aunque en este último caso Chaves y Pliego (2015: 185-186) prefieren hablar
de “conjunto” y no de “tesoro” ya que al parecer sus componentes aparecieron dispersos
por el área y no concentrados y, relacionan a los usuarios de ese dinero con auxiliares ibe-
ros procedentes del NE hispano con aportes campanos.

García-Bellido (1999: 378 fig. 9, 379) pensaba que el tesoro de Driebes está “com-
puesto en su mayoría por argentum infectum, en barras y tortas preparadas para conver-
tirse en joyas o vajilla o para su comercialización, pues los pesos parecen ajustarse con
mucha precisión al de Cancho Roano”, como ya hemos explicado anteriormente. Se trata
de una propuesta factible, que entendemos que compagina la idea de que se trataba de un
depósito platero y la de plata picada.

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Sobre las opiniones de que el tesoro pudo tener un carácter votivo hay también varias
propuestas, que tienen relación con el paisaje natural donde se enclava, la recurrencia a
varios tesoros en el mismo lugar o la presencia de objeto con carácter votivo o ritual
intrínseco, pese a que de lo antedicho se deduce que su presencia en el depósito forma
parte de una segunda vida de dicho objeto.

Horn (2008: 106) considera que los tesoros de Salvacañete y Driebes son muy simila-
res entre sí, y que ambos serían cultuales, que podrían estar en relación, por ejemplo, con
la favissa de Garvão. No hay que olvidar que los propios excavadores dan importancia a
esa relación formal de las placas de ojos y alguna otra pieza de ambos tesoros con los de
la favissa (Beirão et alii 1985: 119-120) y añade Horn que hay un problema cronológico
dado que ambos tesoros tienen piezas y monedas con amplia cronología y difieren algo
entre sí en este aspecto, dando como fecha para Salvacañete entre los finales de los siglos
III a.C. y el II a.C. la autora parte para ello de su estudio sobre las placas de ojos de estas
procedencias que hemos visto considera son símbolo de una divinidad no un exvoto.

Hemos mencionado el paisaje, y es que algunos espacios naturales, ya sean un área


abierta con visibilidad, una cueva con surgencias de agua, o un bosque, tenían un espe-
cial significado en la antigüedad y podían sacralizarse, perdurando desde la prehistoria
hasta la Edad Media como la citada Cueva Santa de Mira. El tema de los espacios cul-
tuales es un tema en el que se está trabajando ampliamente como hemos visto en el epí-
grafe anterior. También en el ámbito ibérico, ya que se considera que el analizar las prác-
ticas religiosas y el paisaje donde se realizan, tiene implicaciones no solo de carácter sim-
bólico y cultural sino también territoriales y socio-políticas, y obliga a un estudio inte-
gral, incluyendo prácticas de comportamiento, periodicidad, etc. (Rueda y Bellón 2016:
45-47) y en el céltico por similares motivos (Marco 1999); se trata además de un enfo-
que que ya Joaquín Costa había iniciado en 1917 (Alfayé 2019: 44). Es, por tanto, una
línea de trabajo para el estudio de los pueblos prerromanos que puede y debe desarro-
llarse mucho más, sin caer por supuesto en el peligro de interpretarlo todo en clave ritual,
aunque no debe olvidarse de que nuestra propia vida cotidiana hasta hace poco estaba
muy sacralizada en sus gestos, y sigue estándolo. Gestos como bendecir a los animales
por San Antón o a los coches en San Cristóbal) o la ceremonia de colocación de la pri-
mera piedra de un edificio, son solos unos ejemplos actuales, y como señala Alfayé
(2019: 48) se documentan prácticas rituales diversas.

Hace unos años planteé que el hecho de que el tesoro de Driebes fuesen en realidad
dos hallazgos, sumado al espacio natural de procedencia, podía llevar a plantear que estu-
viésemos ante depósitos votivos (Barril 2010: 77), debido a las similitudes del paisaje y
la coincidencia en el mismo espacio de varios tesoros con algunos hallazgos en el área de
Sierra Morena, aunque de cronología casi un siglo más moderna, en concreto nos referí-
amos a las circunstancias de los tesoros de Mogón (cuya composición se ha descrito ante-
riormente).

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Interpretaciones acerca de la funcionalidad del tesoro de Driebes (Guadalajara)

Sandars que entregó un tesoro al M.A.N. publicó el hallazgo y explica; sobre el des-
cubrimiento del tesoro de Mogón I: “En lo alto de esos repechos, que arrancan al nivel
del río, por detrás de Mogón, para encumbrarse luego formando unos rellanos... A poca
distancia del segundo rellano, o sea, el de en medio, y por mera casualidad, encontróse
un tesoro oculto bajo un montón de piedras (la cruz señala el lugar). Y es cosa digna de
notarse, que ya son varios los encontrados casi en el mismo sitio, poco más o menos, en
que fue este descubierto el que aquí describo. La razón de esa coincidencia no acierto a
explicarla claramente. Ya dije que aquel sitio está contiguo a Guadalquivir…”. Continúa
hablando de fuentes de aguas medicinales cercanas y más datos del entorno que ya se
conocerían al comienzo de la presencia romana (Sandars ¿2017?: 8). Este tesoro de
Mogón I contiene piezas unas completas, otras troceadas, que se datan entre finales del
siglo III y finales de II a.C. y 1216 denarios republicanos en uso, el más moderno de ellos
de 101 a.C., por lo que se piensa que fue ocultado en la primera década del siglo I a.C.
La descripción resulta interesante y describe una ubicación similar a los hallazgos de
Driebes, aunque hay que decir que, por documentación conservada en el Archivo General
de la Administración, sabemos que dados los precedentes en la zona se estaban llevando
a cabo rebuscas sistemáticas para hallar monedas y tesoros y había acusaciones de lo que
hoy denominamos delito de expolio (Barril 2008: 307-311).

Ambos grupos de hallazgos aparecen en la ladera sobre el río y en la parte superior


del cerro hay restos de construcciones. Y no conocemos la forma en que se hallaron los
tesoros de Driebes en 1945, ni los otros de Mogón, pero casualmente la descripción del
de Mogón I en una vasija cubierta por una torta de plata y el del hallazgo de Driebes del
siglo XVI se parecen, aunque es cierto que el meter tesoros en vasijas se ha hecho en
todas las épocas. Sin embargo, a lo mejor hay que considerar el hecho de que la actual
Cañada Real Conquense llegue hasta el norte de la provincia de Jaén y, aunque Driebes
se encuentra junto a la Cañada Real Soriana, hay ramificaciones que unen ambas caña-
das según se puede apreciar en el Croquis de los grandes recorridos de vías pecuarias de
Castilla-La Mancha (JCCM 2003). Una relación entre ambas zonas que ya se conocía
cerca de tres milenios antes como indica la presencia de determinadas piedras utilizadas
en las hachas pulimentadas conquenses (Barrera y Martínez 1980).

En cuanto al paisaje de Driebes, es posible que hubiese cerca otro lugar con connota-
ciones religiosa, el manantial de Lucos, de donde partiría el acueducto romano del Cerro
de la Virgen de la Muela pues el término que relaciona con la voz latina de “lucus” o bos-
que sagrado, bosque o claro del bosque (Gamo 2018: 254).
7
Por otro lado, la existencia de depósitos considerados con fines rituales y de culto con
materiales metálicos: armas, útiles, vajilla, etc. por razones no siempre conocidas se esta-

7 Cuando se habla de depósitos se entiende que son acumulaciones de objetos realizados con alguna
finalidad, preferiblemente en metal, ya sea cobre, bronce o hierro, lo que incluiría a los tesoros, de
metales preciosos, pero también pueden ser materiales cerámicos con especiales características.

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Magdalena Barril Vicente

blece desde el Bronce Final. Relacionándose con el paisaje donde se hallen, especial-
mente si se trata de zonas de paso en vías de comunicación, áreas fluviales (ríos, lagos,
manantiales…), cuevas, roquedos u otros lugares singulares del paisaje. Son un refe-
rente los depósitos o tesoros con adornos personales de oro y/o plata, en cuya compo-
sición entran torques, un objeto simbólico en sí mismo y cuya ofrenda a los dioses se
documenta tanto en las fuentes escritas romanas, ya desde finales del siglo III a.C.,
como a través de la arqueología, que documenta esas ofrendas en lugares próximos a
elementos acuáticos o en zonas montañosas según recoge Marco Simón (2005: 71-
72). Este mismo autor considera que las ofrendas serían un complemento a los sacri-
ficios que se realizasen a una divinidad y destaca que este comportamiento es mucho
más escaso en las áreas rurales del centro de la Hispania indoeuropea que en el nor-
oeste, y que ello puede deberse bien a que no les interesase ese tipo de culto o a una
razón económica, y añade que los depósitos con monedas también parecen tener un
carácter votivo, citando Salvacañete como ejemplo (Marco 2005: 321).

Estudios sobre los depósitos cultuales son los realizados por Gabaldón (2004), cen-
trados en el antiguo Mediterráneo y el mundo celta, quien diferencia entre los depósi-
tos de armas defensivas y cascos en santuarios griegos y los depósitos de armas ofen-
sivas en los itálicos y etruscos y por Graells et alii (2014), centrado en los depósitos
de armas y cascos de la Península Ibérica, que vamos a resumir como punto de com-
paración de las circunstancias que los rodean. Los autores indican que estos depósitos
votivos tienen su fluorit durante la Edad de Hierro, con casos conocidos en la Grecia
arcaica, la Península Itálica y la Europa céltica, tanto en la Primera Edad del Hierro
como en época de La Tène, donde hay muchos más fenómenos atestiguados).
Interpretándose, especialmente en Grecia, que la mayoría de estos depósitos ofrecidos
a los santuarios eran spolia hostium, es decir despojos de guerra, y en menor medida
donaciones de armas personales de un guerrero (Gabaldón 2004: 378; Graells et alii
2014: 196-197).

Estos últimos autores recogen los casos de depósitos de armas con cascos y su pre-
sencia en santuarios y los de solo armas, agrupándolos según sus contextos fluviales,
en poblados y en espacios naturales no acuáticos. En el caso de las armas arrojadas a
los cursos de agua, de la que hay abundantes ejemplos en la Europa central y occi-
dental, menos en la Península Ibérica, se supone que son un tributo a una divinidad
guerrera o práctica mágicas o apotropaicas para propiciar la victoria o la protección
en el combate, hay además otras hipótesis, según el área geográfica donde se desarro-
lle o sobre si eran los propietarios quienes los arrojaban o bien eran trofeos de com-
bate, aunque los autores se decantan por los propietarios (Graells, Lorrio y Quesada
2014: 204). En nuestro ámbito mencionan entre otros a La Fuentona en la provincia
de Soria y a la Fuente Redonda (Uclés, Cuenca), con culto conocido en época roma-
na, y donde los cultos se relacionaban con la fertilidad.

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Interpretaciones acerca de la funcionalidad del tesoro de Driebes (Guadalajara)

Mención especial merecen los cascos y otros elementos de Aranda de Moncayo


8
(Zaragoza) que según cuenta una de las versiones del hallazgo, estaban depositados en
una ladera, encajados entre las grietas de la roca después de haber sido destruidos inten-
cionadamente. Lo habitual, según señalan los investigadores es que los depósitos de
armas y otros objetos en grietas o en relación con peñas, se realicen en espacios natura-
les y no en relación con núcleos de población (Graells et alii 2014: 206-208). Entre estos
depósitos hallados en espacios naturales no acuáticos, destacamos el de Castelo de Neiva
(Viana do Castelo, Portugal), donde había dos conjuntos uno con cascos y otro con ele-
mentos de vajilla de bronce, además de algunos otros objetos datados hacia el cambio de
Era, que, cuando se halló, se interpretó como un “escondrijo-tesoro” de piezas deteriora-
das de bronce destinadas a ser fundidas o vendidas como chatarra y del que ahora
comienza a valorarse la posibilidad de que se trate de un depósito o depósitos de carác-
ter votivo; o el depósito de Quintana Redonda (Soria) formado por dos vasos de plata con
cerca de 1100 denarios de bolskan y cubiertos por un casco de tipo Montefortino (Graells
et alii 2014: 211-213). Finalmente mencionan depósitos cultuales de armas en el interior
de poblados, lo que es poco usual, como en Chamartín de la Sierra (Ávila) y quizás en El
Castejón en Aranda del Moncayo, donde según la segunda versión del hallazgo, podía
estar dentro de un edificio singular en el de acceso al oppidum, quizás un santuario de
entrada, donde estarían almacenados, posiblemente depositados en toneles todos los cas-
cos de una sola vez, con un carácter de ofrenda personal de cada uno de los propietarios,
aunque dada la falta de estratigrafía no es posible comprobarlo (Graells et alii 2014: 235-
236, 256).

Si nos hemos extendido en este punto es debido a que los autores del estudio sobre
los cascos de Aranda del Moncayo, se plantean una serie de puntos de discusión que
son extrapolables a otros depósitos o tesoros, entre ellos los que son motivo de este
trabajo. Y en especial, porque Alfayé (2019: 47) se inclina por la opción de conside-
9
rar a los “tesoros celtibéricos” de los siglos II-I a.C. depósitos rituales, antes que
escondites de platero u ocultaciones de bienes familiares/colectivos en tiempos de
inseguridad y que el problema es la falta de datos sobre las circunstancias de los
hallazgos. Esta autora precisamente se refiere a que el depósito de monedas de
barranco de San Cabrás, Liria (Soria) y el de piezas fragmentadas y “plata picada”
de Driebes (Guadalajara) aparecieron entre los huecos y grietas de roquedos a cuyos
pies discurrían sendos cursos de agua. Y, relaciona ambos con el depósito de la vein-
tena de cascos hispano-calcídicos de Aratikos, en Aranda del Moncayo (Zaragoza), ya
estuviesen “encajados en las grietas” de la ladera exterior del oppidum, cerca de las
que hay una surgencia, o estuviesen en un edificio monumental con el que se relacio-
naría la fuente, delante de la puerta principal. Alfayé se plantea si esa proximidad a un
contexto acuático y a un roquedo, pudieran ser coincidencias topográficas que tuvie-

8 Se trata de los cascos de la colección Axel Guttmann que fueron expoliados del yacimiento.
9 El entrecomillado es de Silvia Alfayé.

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Magdalena Barril Vicente

sen una lógica ritual celtibérica, pero como hemos visto al explicar la situación de los
tesoros de Mogón hay también coincidencias.

Sin embargo, el tesoro de Valeria, que también hemos visto que según las imprecisas
informaciones pudo estar en una o varias vasijas, no estaría en ladera sino en la parte
superior aterrazada del cerro, frente a la ciudad romana y junto a donde se plantea que
10
estuviese la Valeria indígena .

Sobre la presencia de plata en santuarios mediterráneos antiguos, se sabe que en algu-


nos santuarios griegos se entregaban ofrendas de talentos de plata. Es el caso del templo
G de Selinunte (Sicilia), dedicado a Apolo o a Zeus, donde según consta en una inscrip-
ción en su entrada, conocida como “Grande Tavola selinuntina” (Calder 1963) datada en
la primera parte del siglo V a. C., los hombres entregaron 16 talentos de plata (unos 416
kg) para agradecer a Apolonion que habían triunfado en un conflicto bélico con una
población cercana. Habiéndose considerado, que ese templo podría también servir para
albergar el tesoro público para protegerlo (web Parco Archeologico). Además, según
explican M. Gozalbes y P. Pau (2003: 12, notas 12 y 13) en el mundo griego, las reser-
vas de metal preciosos no tuvieron siempre un carácter financiero, sino que pudieron ser
ofrendas esenciales en la relación con los dioses, que solo en casos de escasez extrema se
convertían en monedas como ocurrió en Atenas. Indican también que estas ofrendas
voluntarias de metales preciosos en templos y santuarios, de cuando en cuando, se reor-
ganizaban y con una estricta supervisión se fundían los viejos y pequeños objetos en otros
nuevos, y que en Delos, donde la cantidad de ofrendas era muy importante, se convertí-
an en lingotes. Es también procedente el citar algunas notas de la Biblia sobre la cons-
trucción de templo que proyectó David, quien consagraba el oro y la plata de los pueblos
a los que sometía (2 Samuel 8.9-12), pagaba en plata a Ornán los animales y el terreno
para construir un altar, pues si eran regalados no servían (2 Samuel 8. 18-22) e hizo aco-
pio de cien mil talentos de oro, un millón de talentos de plata, otras cantidades de meta-
les y distintas materias para construir el templo que Yavhé le dijo sería su hijo el encar-
gado de hacer (1 Crónicas - Paralipómenos- 22.14), La construcción en efecto la realizó
Salomón y llevó las ofrendas que había recogido David, dejando las de plata, oro y otros
utensilios en el “tesoro de la casa del señor” (1 Reyes, 7.51). Son solo ejemplos del uso
de la plata y otros metales que de ser ofrendas, pasan a ser cultuales y a monetizarse para
fines también cultuales o de necesidad, lo que sigue ocurriendo.

Cronología
Al igual que sobre la función del depósito de Driebes hay discusión científica, tam-
bién la hay sobre su cronología. Aunque todos los autores coinciden en que los fragmen-
tos de piezas corresponden a piezas de distintas cronologías, y que son las monedas las

10 Información personal de Julián Torrecillas Moya, arqueólogo de la localidad, a quien se la agra-


dezco.

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Interpretaciones acerca de la funcionalidad del tesoro de Driebes (Guadalajara)

que pueden marcar la fecha ante quem, pero dado que estas se hallan en el conjunto sin
su valor monetal por hallarse partidas y/o perforadas, la discusión se presenta en torno al
tiempo transcurrido desde su pérdida de uso a su incorporación al depósito y a su poste-
rior ocultación. Por ello hay un intenso debate acerca de la cronología y función de la
ocultación de Driebes un resumen del cual recogen Gamo y Fernández (2018: 197), y
sobre el que exponemos varias de las propuestas.

Como se ha explicado, el primer estudio fue el realizado por Clarisa Millán en 1945
que corrobora San Valero (1945: 61-62), y según esa propuesta se habría ocultado por las
circunstancias provocadas por la conquista de Sertorio en la Provincia Citerior entre el
año 77 y el 74 a.C. Raddatz (1969: 222) opinaba que el ocultamiento habría sido anterior,
al igual que el de Valeria.

Pero desde entonces, se están realizado nuevos estudios sobre nuevos tesoros de simi-
lar composición aparecidos en las provincias de Guadalajara (el de Armuña de Tajuña) y
en la de Cuenca (el de Valeria, con las piezas de la Casa de la Moneda, el perdido de la
provincia de Cuenca y que Gozalbes asegura se halló en Mohorte y el denominado X-4),
Ciudad Real (Villarrubia de los Ojos) (Chaves y Pliego 2015) o Valencia (Plana de Utiel)
(Gozalbes 2014: 62; Rodríguez 2014: 96), así como otros que también recogen Chaves y
Pliego (2015: 107-155). El resultado es que hay varias propuestas sobre las fechas de
ocultación de algunos de ellos. Isabel Rodríguez Casanova propone que, al menos el de
Valeria, se ocultó en un momento muy similar al de Driebes, pues la moneda más moder-
na es también del 207 a.C., por lo que se podría estar hablando de tesoros escondidos a
fines del III a.C. en relación con la Segunda Guerra púnica (218- 201 a.C.), hacia el 200
a.C. (Rodríguez 2014: 100), pese a conocer que otros autores los sitúan a comienzos del
II a.C. en relación con la campaña de Tiberio Sempronio Graco (180-179 a.C.) para
someter el territorio de la Celtiberia, como es el caso de Gozalbes (2014: 64) y Alicia
Arévalo (2014: 44). Esta última autora, sintetiza el texto de Livio que se refiere al botín
hispano “llevado a Roma en el 180 a.C. incluía 124 coronas de oro, 31 libras de oro,
plata sin acuñar y 173.000 piezas de argentum Oscense”. Piensa la autora que la proce-
dencia de ese botín pudo ser variada y buena parte quizás de la Carpetania. No obstante,
Francisco Marco Simón explica el uso del terror como estrategia del ejército de la
República de Roma para conquistar a las poblaciones que se arrasaban y a cuyos habi-
tantes se deportaba, se mataba o se amputaba miembros, lo que en palabras de Livio
(XXVIII, 20, 7) era delere memoriam hostium sedis, es decir, destruir la memoria del ene-
migo al destruir sus sedes (Marco 2006: 208-209) y buscando no solo botín, sino también
gloria en el caso de la conquista de Hispania, dado que ese botín hispánico citado, tam-
bién según Livio parece que era más pobre que el obtenido en otros lugares entre el 201
y el 167 a.C. (Marco 2006: 210).

Es lógico que si se poseía plata, dinero, se quisiera ocultar y en esa línea M Paz
García-Bellido en 2007 retoma su propuesta, planteada casi dos décadas antes, que vin-

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cula los ocultamientos con las campañas de pacificación posteriores a la Segunda Guerra
púnica, llevadas a cabo entre 186-185 a.C. por los dos pretores C. Calpurnio Pisón y
L.Quinctio Crispino contra los campamentos enemigos situados en la Carpetania, ya que
en el citado tesoro de la provincia de Cuenca (el que Gozalbes dice es de Mohorte) apa-
recen monedas de 192 a.C. y otros tesoros similares serían del mismo horizonte históri-
co (García-Bellido 207, 217-221, en Arévalo 2014: 44). No todos los tesoros tienen que
haberse ocultado en las mismas fechas.

Conclusiones
El tesoro de Driebes, compuesto de dos grupos de piezas de plata y ahora sabemos
que de un tercero, fue el primero de los hallazgos estudiados de lo que se ha venido en
considerar primero “depósito de platero” y llamar hacksilver en el área Guadalajara-
Cuenca, con extensiones hacia Ciudad Real y la Comunidad valenciana, ninguno de ellos
en excavación reglada, y algunos desaparecido en el mercado, perdiéndose para el gran
público. Fue una fortuna para la investigación arqueológica que se pudiese recuperar y
estudiar en su momento, por lo que ha servido de referencia para otros hallazgos poste-
riores similares, pese a que no se pudo obtener mucha información de las circunstancias
de su hallazgo que serían básicas para poder deducir sin dudar en qué momento, quién y
por qué los ocultaron.

A la vista de las explicaciones dadas, y debido a su ubicación en una ladera junto al


río Tajo, parece posible que los tres grupos de piezas hubiesen sido depositados con una
finalidad cultual, quizás como ofrenda votiva o para solicitar protección divina para evi-
tar una amenaza colectiva que precisaba de gran esfuerzo por parte del solicitante o de la
comunidad o, para aplacar lo que pudiera considerarse un castigo superior.

El contenido del tesoro, al igual que del resto de tesoros de plata picada halladas en
el mismo área con fragmentos troceados de torques, brazaletes, pequeños recipientes, tor-
tas, lingotes y monedas, es anterior a 207-206 a.C., la fecha más moderna d las monedas,
lo que indica que se hizo con posterioridad a esa fecha, que tras el primer estudio de
Clarisa Millán situándolo a en el marco de las guerras sertorianas, por considerar que las
monedas habían ido perdiendo su valor monetal parcialmente, actualmente, la mayoría de
los investigadores sitúan el ocultamiento, tras finalizar la Segunda guerra púnica, unos
inmediatamente, otros ya entrado el siglo II a.C. durante otras campañas, presuponiendo
que se trataba de razones de seguridad.

Quizás no haya mucha diferencia entre ocultar un tesoro para que no se convierta en
botín del enemigo o depositarlo mediante ceremonias rituales para solicitar a la divinidad
que evite el peligro o agradecerle que lo haya hecho.

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Interpretaciones acerca de la funcionalidad del tesoro de Driebes (Guadalajara)

Figura 1- Selección de piezas del Tesoro de Driebes: Placa de ojos, Fragmentos de torques monedas,
fíbulas, láminas lisas y decoradas, recipientes, lingotes y tortas (fotografía M.A.N.).

Figura 2- Vaso caliciforme inv. MAN 1964/14/433, según San Valero (1945; lám. XIII,3) y según foto-
grafía M.A.N.- Departamento de Protohistoria y Colonizaciones.

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Figura 3. A. Fíbula MAN1964/14/1 Figura 3.B. Fragmentos de Fíbulas 1964/14/2 y 3 (fotografías


M.A.N.- Departamento de Protohistoria y Colonizaciones).

Figura 4. Detalle de la vitrina con el Tesoro de Driebes en el Museo Arqueológico Nacional (fotogra-
fía Magdalena Barril).

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186
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Hallazgo de un tesoro de plata de época de Felipe II en Driebes (Guadalajara)

Hallazgo de un tesoro de plata de época de


Felipe II en Driebes (Guadalajara)

1
Javier Fernández Ortea
2
Emilio Gamo Pazos

Registro y relación general de minas de la Corona de Castilla


La búsqueda de información documental acerca de Driebes nos llevó a los interesan-
tes volúmenes II y III del Registro y relación general de minas de la Corona de Castilla,
reunido por Tomás González en 1832 y conservado en la Biblioteca Nacional (Sign.
2/41055 y 2/41056). Se trata de un compendio de los registros, relaciones y despachos
sobre el hallazgo, administración, labor y beneficio de las minas del reino. Le sigue la no-
ticia al descubrimiento de tesoros y tratados científicos sobre la explotación de los meta-
les. El catálogo es una recopilación de las noticias sobre la materia descrita, recogida del
entonces Real Archivo de Simancas, llevada a cabo por el citado autor por orden de Fer-
nando VII. El mandato fue ejecutado por Real Orden de 27 de Marzo de 1830 según co-
nocemos del prólogo a otra obra también fruto de esta misión archivística, Noticia histó-
rica documentada de las célebres minas de Guadalcanal. Desde su descubrimiento en el
año de 1555, hasta que dejaron de labrarse por cuenta de la Real Hacienda. En este
extracto el capellán del rey reconoce su falta de conocimientos para el encargo: “He cum-
plido con el soberano encargo de V.M., en cuanto han alcanzado mis cortos conoci-
mientos en esta materia , enteramente agena de mis estudios y profesión, formando, de
los datos y documentos que he reunido, dos obras: una que contiene la Noticia histórica
documentada de las célebres Minas de Guadalcanal desde su descubrimiento, en agosto
del año 1555 hasta que dejaron de labrarse por cuenta de la Real Hacienda: y otra que
comprende una relación sumaria y general de las licencias para descubrir Minas, y
hallazgo y registro de estas en las diferentes provincias de la monarquía castellana desde
principios del siglo diez y seis” (González 1831). Fernando VII debió encargar la empre-
sa a don Tomás González por su confianza personal en el capellán y por su condición de
académico de la Real Academia de la Historia (Sánchez 1831). El autor fue canónigo de

1 Equipo Arqueológico Caraca. javierfernandezortea@gmail.com


2 M.N.A.R./ Equipo Arqueológico Caraca. emiliogamo@hotmail.com

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Javier Fernández Ortea, Emilio Gamo Pazos

la Santa Iglesia de Plasencia y Comisionado de Fernando VII para el reconocimiento y


arreglo del expresado Archivo de Simancas, donde llevó a cabo una labor ingente (Tena
y Sainz 2005). No cabe duda alguna de la afinidad política del monarca con el erudito,
quien escribió un alegato en su Preservativo contra los delirios políticos donde atacaba
vehementemente las ideas liberales (González 1820. BN. Mss/7520).

Tomás González recogió en su libro Registro y relación general de minas de la


Corona de Castilla (Vol.II) una regesta de un documento conservado en el Archivo de
Simancas referente al hallazgo en 1597 de un tesoro de plata en el término de Driebes
(González 1832: 237-238). El sumario reza así: “En 15 de Mayo se dio comisión á Miguel
Lozano para que fuese a la villa de Driebes y practicase averiguación sobre cierta plata
hallada en el campo, trayéndola á poder de Diego de Chaves, receptor de la Contaduría.
En 27 de abril de 1602. Mandamiento del Presidente y Contadores de la Real Hacienda
para que Andrés Morales, receptor de la Contaduría, entregase al marqués de Mondéjar
los treinta y ocho marcos de plata del tesoro que se halló en término de Driebes, por ha-
ber depositado la mitad de lo que montó la plata, y obligádose y dado fianzas conforme
á la sentencia y auto sobre ello proveído” (González 1832: 237-238). La referencia al ar-
chivo original nos llevó a dos documentos del Archivo General de Simancas3, el proce-
so contra la marquesa de Mondéjar (AGS Hacienda 831-6) y la solicitud de libertad a los
depositarios del tesoro en dicha villa bajo fianza de 38 marcos de plata (AGS Contadurías
850).

Todavía pudimos localizar un tercer documento relativo al pleito entre el padre del
joven pastor del hallazgo, Martín Sánchez, y la marquesa de Mondéjar, doña Catalina de
Mendoza: “Martín Sánchez vecino de la villa de Mondéjar por mi y por Alonso mi hijo
en el pleito de la plata que se hallo en el termino de Drieves jurisdiçion de la dcha villa.
Digo que el dcho Alonso mi hijo se hallo la dcha plata y la descubrió que andava guar-
dando ganado de Pedro Perez vecino de Drieves y llamo al pastor para que lo viese y
dixese lo que se avia de hazer porque el dcho Alonso mi hijo es zagal de poca edad y de
aquí se dio noticia a la justicia y se hizo el deposito de la dcha plata que ahora esta de-
positada ante v.alt y por su mandado y el dcho mi hijo y yo somos muy pobres y pues que
Dios quiso dar aquella ventura al dcho Alonso mi hijo de que se hallase por su medio se
le debe dar el premio que la lei dispone que la mitad o la quarta parte // Pido y suplico
a v. alt. Pues que consta del proceso lo susodicho mande que se me de el dcho premio
pues que es de justicia y sea gran merced y limosna y para ello escribo” (AGS CJH.368-
5). Afortunadamente el pleito completo también se conservaba en el propio Archivo
General de Simancas, “El marqués de Mondéjar sobre cierto tesoro” (AGS Hacienda
831-6). Se trata de un documento de 722 folios donde aporta todo lujo de detalles.

3 Queremos agradecer a Doña Isabel Aguirre Landa (Jefa del Departamento de Referencias, Archivo
General de Simancas) su ayuda en la localización de esta documentación

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Hallazgo de un tesoro de plata de época de Felipe II en Driebes (Guadalajara)

Contexto y protagonistas
Para enmarcar el conflicto nos referiremos al escenario, los protagonistas y su po-
sición socioeconómica, elementos que nos mostrarán claves para comprender el desarro-
llo y desenlace de los acontecimientos.

Los territorios del sector suroeste de Guadalajara, entre los ríos Tajo y Tajuña, per-
tenecían a la provincia Calatrava de Zorita, con las encomiendas de Zorita, Almoguera,
Auñón y el Collado de Berninches (Mejía et alii 2007: 44). Almoguera tenía sus térmi-
nos fijados desde 1124, momento en que se agrupan Almoguera, Mazuecos, Driebes,
Brea, Mondéjar, Albares, Pozo de Almoguera, Fuentenovilla y algunos despoblados.
Almoguera dependía ya de la Corona en 1258, fecha en que el monarca, Alfonso X, remi-
te una carta al Consejo. Poco después, en 1263 reciben su propio Fuero Real (Ballesteros
1985: 979). En 1344 el rey Alfonso XI troca con la Orden de Calatrava Caba y Saravia
por Almoguera y su tierra, pasando a depender de los frailes (Ballesteros 1985: 981). Se
conoce una ejecutoría de 1504 por la que Almoguera conseguía que Driebes siguiera
siendo aldea al denegársele el villazgo (Ballesteros 1985: 986). La administración de la
encomienda no debió ser demasiado rigurosa pues en la visita del Cabildo de Santa María
de Agosto de 1534 a la aldea de Driebes los visitadores constataron que no existía un libro
de cuentas, siendo los mayordomos los que tenían sus propias anotaciones de forma habi-
tual, razón por la se ordenó uno para la parroquia (Fernández et alii 2001:423). En 1538
se vende la encomienda de Almoguera y su tierra a cambio de 17.778.556 maravedíes a
Luis Hurtado de Mendoza, segundo marqués de Mondéjar (Mejía et alii 2007: 44). Cabe
citar que la nobleza de Mondéjar ya había ejercido cargos de relevancia en el organigra-
ma jerárquico calatravo con el linaje de los Carrillo. Fueron cuatro: a inicios del siglo XV
Lope Carrillo ocupó la encomienda de Caracuel, Alonso Carrillo –bastardo del señor de
Mondéjar Juan Carrillo– se ocupó de la encomienda de Maqueda, ambos culminaron su
vida como comendadores mayores. Gonzalo Carrillo, hermano del citado señor de
Mondéjar fue comendador de Guadalerza. Entre 1434 y 1469, Pedro Carrillo fue sucesi-
vamente comendador de Moratalaz y de Piedrabuena (Rodríguez-Picavea 2007: 717).
Las relaciones topográficas de Felipe II (1575) en su capítulo décimo aborda la situación
de la Casa de Mondéjar en Driebes: “que la gobernación deste pueblo esta puesta por el
Marqués de Mondéjar, y que esta y reside el Gobernador en la dicha Villa de Mondéjar”.

Respecto a la actividad económica, a mediados del siglo XVI la mitad del territorio
era empleado por pastizal, comenzando a declinar en favor del sector agrícola. Existía
una mancomunidad de pastos desde el siglo XVI, atravesada por las vías pecuarias de
Soria a Extremadura y Andalucía (García-Abad 1998: 41). La mancomunidad, de origen
muy remoto, se adhirió a la Corona de Castilla en 1506 por Bula Pontificia dada por
Clemente VIII. Se constituyó a partir de una Real Ejecutoria ganada en 1571 por los pue-
blos de Almoguera, Brea, Pozo, Albares, Mazuecos y Driebes, que constituían entonces
la llamada provincia de Almoguera, confirmada en 1592 (García-Abad 1998: 41) hasta
1818. Todos los acuerdos acerca del aprovechamiento de los pastos se celebraban bajo la

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Javier Fernández Ortea, Emilio Gamo Pazos

presidencia del alcalde de Almoguera, nombrando cada villa su comisionado para aten-
der los intereses de su población (Madoz 1845: 166). El proceso de cambio de un sector
predominante ganadero a uno agrícola se atiende en la respuesta cuarenta de las relacio-
nes topográficas de Felipe II donde se dice: “que avia y ay en el dicho lugar, cinquenta
labradores de a un par de mulas, y los demás son trabajadores, y que no ay ninguno hijo
dalgo”. El cambio de modelo productivo puede rastrearse en el paisaje a través del aban-
dono de chozos de pastor, corrales y abrevaderos (García-Abad y Rodríguez 2013).

La situación del zagal que halló el tesoro era muy humilde, ni siquiera era dueño de
las cabezas de ganado que trasladaba, propiedad de un vecino de Driebes. Su padre,
Martín Sánchez, les autodefine como muy pobres. Pese a su condición sencilla tienen el
atrevimiento de solicitar el socorro real y acuden a la justicia para reclamar la recompensa
que marcaba la ley en los casos de hallazgo de tesoros. Desconocemos quien pudo aseso-
rar a estos iletrados para presentar su pleito, donde demandan: “se le debe dar el premio
que la lei dispone que la mitad o la quarta parte” (AGS CJH.368-5).

La otra parte implicada, cambia a medida que evoluciona el pleito. En primer lugar es
Catalina de Mendoza, primera esposa del señor de las tierras donde se halló el tesoro, el
IV marqués de Mondéjar, el ausente don Luis Hurtado de Mendoza, prisionero de Felipe
II. A partir de 1600 el pleito se refiere al propio marqués y consortes –doña Beatriz de
Cardona–. La etapa de esplendor de los marqueses de Mondéjar viene de 1492 a 1570,
ocupando de forma ininterrumpida el cargo de alcaide de la Alhambra. Este papel de
gobernadores de la Alhambra y del reino granadino hizo que residieran con preferencia
en la ciudad de los nazaríes cuando no en el palacio hecho construir en su villa de
Mondéjar, habitando sólo de cuando en cuando sus casas principales de Guadalajara
(Layna 1942: 54). En 1730 José Ibáñez de Segovia, cronista familiar, sería el último titu-
lar de la Casa (Jiménez 2005: 345). Don Luis Hurtado de Mendoza nació en 1543 en
Granada, siendo el primogénito de Íñigo López de Mendoza y doña María de Mendoza
y Aragón. Ejerció el cargo de alcaide de Granada desde 1562. Estando a cargo de la
Capitanía General de Granada se produjo el levantamiento y sublevación de los moriscos
de 1568, sofocando el motín en el barrio del Albaicín mientras su padre hacía lo propio
en las Alpujarras. Fallecido el marqués don Iñigo, hereda el marquesado de Mondéjar y
acude a la guerra de Portugal para defender los intereses dinásticos de Felipe II, quien
reclamaba el trono para sí. A su vuelta a Granada el panorama será muy diferente al recaer
el cargo de capitán general en 1570 a su enemigo Pedro de Deza, a quien llegó a amena-
zar de muerte (Jiménez 2000). Don Luis, hombre iracundo y de temperamento violento,
carecía de las habilidades políticas y negociadoras que habían adornado a sus anteceso-
res y protagonizó una serie de incidentes por los cuales fue procesado y encarcelado en
el castillo de Chinchilla (Jiménez 2005:358). Los hechos fueron narrados de la siguiente
forma por Gaspar de Segovia: “El marqués de Mondéjar don Luis de Hurtado de
Mendoza (…) hallando en el servicio del rey algunas personas en plazas considerables,
y en oficios de confianza, y que no procedían como estaban obligados, puso la mano en

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Hallazgo de un tesoro de plata de época de Felipe II en Driebes (Guadalajara)

estas cosas para remediarlas, procediendo jurídicamente y de los cargos resulto castigar
algunos, y quitarles la ocupación en que estaban, proveyendo a otros en sus oficios; y de
esto se ocasionaron en Granada pendencias y alborotos (…)” Quejándose los agravia-
dos en torno a la figura de don Miguel de León, dieron cuenta al rey quien: “que con tes-
tigos falsos, y otros modos bien extraordinarios se averiguaron, y juzgó su majestad que
el marqués estaba culpado en algunas muertes, y heridas que en Granada sucedieron;
por lo cual le mandó prender” (García 2015: 381). Posteriormente, según refiere el capí-
tulo XIII de Gaspar de Segovia, don Miguel de León declaró la falsedad de sus acusa-
ciones por descargo de su conciencia ante su inminente ejecución por otras fechorías.
Cabía deducir la liberación del presidio de don Luis de Hurtado ante esta confesión, pese
a ello: “la majestad de Felipe segundo quedó satisfecho, y confuso de entender lo que
pueden maquinaciones, y humanas trazas, pero no le mando soltar de la prisión siguien-
do en esto alguna razón de estado: y estuvo preso hasta que sucedió en esta monarquía
el rey don Felipe el tercero su hijo que luego al punto le mando sacar de ella” (García
2015:382). “Felipe II mantuvo a Don Luis de Hurtado en prisión con el excesivo gasto
de las guardias que le asistían, y el desperdicio consiguiente al embargo, y secuestro de
sus estados, y bienes que duró hasta fines de julio de 1589, según se reconoce del decre-
to siguiente de la marquesa doña Catalina su mujer” (García 2015: 383). Liberado el IV
marqués de Mondéjar: “Ya habiendo venido a la corte a besarle la mano (a Felipe III) se
conservó en ella hasta su muerte sucedida en Valladolid, entonces se hallaba a 4 de
noviembre del año 1604; desde donde fue traído su cuerpo a Mondéjar a enterrar en la
capilla mayor del convento de San Antonio de la orden de San Francisco de la misma
villa, con los de su padre y abuelo” (García 2015: 383). La fama colérica de Luis de
Hurtado, aunque instrumentalizada por la intercesión de sus enemigos, fue la causa de su
desgracia: “lo que el marqués hizo siendo conde de Tendilla fue mandar castigar con su
autoridad por mano de sus criados algunos desaires que personas particulares de
Granada le hicieron, de donde se tomó ocasión a las quejas y memoriales. (…). Una vez
liberado y “para que se entendiese mejor su verdad, y la pasión de los que le habían capi-
tulado hizo que se averiguase algunas muertes, y delitos que en Granada sucedieron de
que le hacían cargo por personas que habían servido en la casa del marqués en los ofi-
cios más humildes de ella; y así le obligó a poner la mano, y hacer diligencia para que
se supiesen los agresores; y averiguado los hacía castigar severamente, confesando en
los testamentos que el conde de Tendilla no era culpado en ellos; con lo cual se acabó
de entender la verdad y se traía en Granada un refrán: En fucia del conde, no mates al
hombre” (García 2015: 382). Esta voz se tornó muy popular, atendiendo a que en con-
fianza de valedores no se obre nunca mal, pues además de sufrir el peso de la ley no siem-
pre pueden proteger a sus siervos (Terreros y Pando 1787: 191).

Luis Hurtado de Mendoza y Mendoza, contrajo matrimonio con doña Catalina de


Mendoza y Carrillo de Córdoba. Tuvieron como hijo a Iñigo López de Mendoza y
Mendoza; Primogénito que falleció en vida de su padre. Su fallecimiento se produjo
cuando estaba comprometido a contraer matrimonio con doña Ana de Silva y Mendoza,

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Javier Fernández Ortea, Emilio Gamo Pazos

hija de los duques de Pastrana (García 2004-2005: 56). Casó en segundas nupcias en
1600 con doña Beatriz de Cardona y Diatristan, hija del mayordomo mayor del
Emperador, y de doña Margarita de Cardona (Sandoval 1600: 403). No tuvo sucesión el
marqués de este segundo matrimonio y viuda la marquesa se conservó en Madrid, donde
a 29 de Octubre del año 1614 tomó el patronato perpetuo del convento del Corpus Christi
de monjas carmelitas descalzas de Alcalá de Henares. En virtud de ello entró como reli-
giosa en ese convento donde acabó su vida con gran ejemplo, y opinión de su singular
humildad, y virtudes heroicas (García 2015: 385). La muerte sin sucesor del cuarto mar-
qués en 1604 provocó un sonado pleito sucesorio entre su hermano, el viudo Almirante
de Aragón, Francisco de Mendoza y Mendoza, y su sobrino, Íñigo López de Mendoza,
hijo mayor de su otro hermano el embajador Íñigo López de Mendoza (De Paz 2002:
259). Conocemos la testamentaria que recibe doña Beatriz de Cardona de su difunto
esposo con una cita muy gráfica del capital circulante que tenía el marqués en vida:
“Dizen que el marques tenia en vida gran dinero en cofres que era menester palancas
para mudarlos, y que después esto no parecio. Y lo que en esto ay es, que de Mondéjar
se traxo a Valladolid un cofre que tenia 114. Mil reales, tres años y poco menos antes que
el marqués muriese, y lo testigos del marques que vieron este cofre, dizen que les pare-
cía que avia gran dinero en el, y dizen juntamente que vian que la Marquesa sacava dine-
ro del, para el gasto” (BN, PORCONES/148(35). Añade el documento que en este tiem-
po el marqués se desembarazó de algunas deudas con doña Francisca de Salazar, doña
Petronila Ydiaquez e Isabel de Yerro por 69.000 reales, quizá con parte del tesoro de
Driebes. Después de morir el marqués, su hermano el Almirante de Aragón tomó las lla-
ves de los cofres y halló 28.000 reales en sus arcas (BN, PORCONES/148(35).

Una tercera parte implicada se suma a la pugna por la propiedad de la plata, la Real
Hacienda de su majestad Felipe II. El fiscal encargado de velar por los intereses de la co-
rona fue el licenciado Alonso Ramírez de Prado. El letrado había llegado a la corte en res-
puesta a la llamada de Felipe II de buscar argumentos que justificasen su legitimidad en
el trono portugués. Su talento le valió el cargo de Fiscal del Consejo de Hacienda aunque
su ascensión y caída fue durante el valimiento del duque de Lerma (Mrozek 2013). La
defensa del jurista se basaba en desestimar la supuesta categoría jurídica de mostrenco
del tesoro que enarbolaba el abogado de la marquesa de Mondéjar, don Fernando de
Olivares. El mostrenco son los bienes que no tienen un dueño conocido. Sobre este con-
cepto el título XXII de la Novísima Recopilación, libro X: “Toda la cosa que fuere halla-
da en qualquiera manera mostrenca desamparada, debe ser entregada á la Justicia del
lugar ...y debe ser guardada un año; y si el dueño no paresciere, debe ser dada para
nuestra Cámara” (Lacruz 2012: 15-16). Para el fiscal el depósito de plata debía ser entre-
gado a la Cámara Real por no habérsele encontrado con licencia particular para ello.
Cabe aludir a la etapa crepuscular del reinado de Felipe II en el momento del hallazgo,
con numerosos achaques en lo personal y acuciado en los frentes internacionales, razón
que apremiaba a la hacienda en la búsqueda de vías de financiación.

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Hallazgo de un tesoro de plata de época de Felipe II en Driebes (Guadalajara)

Evolución de la ley del tesoro


A colación de la jurisprudencia sobre el hallazgo de tesoros, nuestro ordenamiento
jurídico actual deriva directamente de tiempos pretéritos, como veremos a continuación.
La figura del tesoro queda contemplada en los artículos 351, 352 y 614 del Código Civil.
El artículo 351 afirma que “el tesoro oculto pertenece al dueño del terreno en que se ha-
llare. Sin embargo, cuando fuere hecho el descubrimiento en propiedad ajena, o del Es-
tado, y por casualidad, la mitad se aplicará al descubridor. Si los efectos descubiertos
fueren interesantes para las ciencias o las artes, podrá el Estado adquirirlos por su justo
precio, que se distribuirá en conformidad a lo declarado”. El siguiente punto aclara la
noción del término, “Se entiende por tesoro, para los efectos de la ley, el depósito ocul-
to e ignorado de dinero, alhajas u otros objetos preciosos, cuya legítima pertenencia no
conste” (artículo 352). Este último punto es de vital importancia para considerar un depó-
sito tesoro y no ocultación temporal. Por último, el Código Civil: “El que por casualidad
descubriere un tesoro oculto en propiedad ajena tendrá el derecho que le concede el artí-
culo 351” (artículo 614). La Ley 16/1985, de 25 de Junio, de Patrimonio Histórico Espa-
ñol aclara en su artículo 44 que: “son bienes de dominio público todos los objetos y res-
tos materiales que posean los valores que son propios del Patrimonio Histórico Español
y sean descubiertos como consecuencia de excavaciones, remociones de tierra u obras
de cualquier índole o por azar. El descubridor deberá comunicar a la Administración
competente su descubrimiento en el plazo máximo de treinta días e inmediatamente cuan-
do se trate de hallazgos casuales. En ningún caso será de aplicación a tales objetos lo
dispuesto en el artículo 351 del Código Civil”.

Existe legislación de regulación del premio al descubridor de un tesoro desde época


de la República romana. Tendrá especial vigencia la doctrina emanada por el emperador
Adriano, seguida prácticamente hasta nuestros días, con desarrollo normativo en época
de Marco Aurelio y Lucio Vero (Agudo 2013:7). Adriano atribuye íntegramente al des-
cubridor el tesoro descubierto en un fundo de su propiedad; si el hallazgo tiene lugar en
un fundo ajeno, el tesoro pertenece la mitad al descubridor y la otra mitad al dueño del
fundo (privado). Exige la casualidad cuando el descubrimiento tenga lugar en fundo
ajeno (Agudo 2013: 20).

La legislación castellana es cambiante, otorgando el reparto del hallazgo de un tesoro


en tierra ajena como un privilegio. Así se manifiesta el Fuero de Cuenca (1189), prevale-
ciendo el reparto equitativo entre inventor y el dominus hereditatis. Situaciones comple-
tamente dispares se dan en el Fuero de Sepúlveda (1076) donde el descubridor no tiene
que repartir nada y los Fueros de Castilla (1248-1252), donde todo lo encontrado en sub-
suelo pertenece al rey (Montanos 2014). Poco después las Partidas de Alfonso X en la ley
45, tit. XXVIII, Partida 3ª apostilla: “E si acaeciese, que alguno lo fallase en casa, o en
heredamiento ageno, labrando y, o en otra manera cualquier, si lo fallase por aventura,
non lo buscando él a sabiendas, entonces debe ser la meatad suyo, e la otra meatad del
señor de la casa, o de la heredad, do lo fallo; mas si lo fallasse buscándolo el estudio-

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Javier Fernández Ortea, Emilio Gamo Pazos

samente, e non por acaecimiento de ventura, entonces debe ser todo del señor de la here-
dad, e non a en ello el que así lo falla ninguna cosa” (Rodríguez 2006: 45). Nótese la
importancia de la intencionalidad en el premio al rescate, obteniendo la mitad en caso de
ser por fortuna. En este caso, cobra especial sentido las palabras de Martín Sánchez: “y
pues que Dios quiso dar aquella ventura al dcho Alonso mi hijo de que se hallase por su
medio se le debe dar el premio que la lei dispone que la mitad o la quarta parte”. La,
reclamación de una cuarta parte podría parecer un argumento sin base jurídica y contra-
producente para el vecino de Driebes. Sin embargo, muchos años después, la ley 3ª, títu-
lo XXII, libro X de la Novísima Recopilación (1805), parece recoger este postulado,
modificando lo establecido en las Partidas. Ordena que quien supiere que en la ciudad o
lugar donde morase o en su término hubiese tesoro, lo hiciera saber ante escribano públi-
co a la Justicia que tuviere jurisdicción en el lugar: “y el que lo hiziere así saber, si fuere
hallado, que fue asi verdad lo que hizo hacer saber que haya por galardón la cuarta
parte de lo que así hiciere saber” (Rodríguez 2006: 46).

Hallazgo de un tesoro en 1597


La relación del descubrimiento, depósito y pleito con el tesoro queda reflejada en un
extensísimo expediente conservado en el Archivo General de Simancas (AGS Hacienda
831-6). Comienza el legajo con el mandato de Felipe II a Miguel Lozano, su escribano,
para acometer las investigaciones pertinentes sobre el hallazgo de un tesoro de plata en
la villa de Driebes a 15 de Mayo de 1597. Además de incidir en todos los detalles del
suceso y su estado, se prescribe que la plata sea entregada en la corte a Diego de Chaves
de Bañuelos, receptor de gastos de la contaduría Mayor de Hacienda. Dicho metal será
custodiado hasta que se manifieste la justicia acerca de su propiedad.

Don Miguel Lozano ejecutó su papel pesquisidor con suma diligencia, estrechando el
cerco a todas las figuras que estuvieron en contacto con el depósito argénteo. Comienza
interrogando a Antonio de Espinosa, platero que vive en Madrid en la calle que va de San-
tiago a la plazuela de los herradores. El oficial informa al escribano de la llegada a su ne-
gocio de un hombre acompañado de un mozo que portaba una taleguilla. Buscaban a un
refinador de plata. El declarante les acompaña a casa de Antonio León, refinador del di-
cho metal quien efectúa el encargo el viernes siguiente, devolviendo la plata que venía en
pedazos. Antonio León, residente en la calle Concepción Francisca, junto a la plaza de la
Cebada, expone que le presentaron un peso de veintiocho marcos, una onza y cuatro
ochavas: “que venía en pedaçitos pequeños de a ochava y de a dos y de a tres sucesiva-
mente y asta tres onças poco mas o menos y entre los dchos pedaços benia un anillo des-
quebrado y dorado que pesaría dos y tres (…) y una cosa rretorçida a manera de ma-
nilla que de pesaria asta tres onzas Y le pareze que la plata retorcida a manera de mani-
lla que era plata de la que comunmente se labra en España”.

En 13 de Junio de 1597 Miguel Lozano se personó en casa de Francisco de Alfaro,


gobernador de Mondéjar por encargo de la marquesa. De su mano recibió el informe de

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Hallazgo de un tesoro de plata de época de Felipe II en Driebes (Guadalajara)

las primeras diligencias que se hicieron desde el descubrimiento de la plata, un docu-


mento de ciento ocho hojas. A continuación toma declaración al descubridor del tesoro,
Alonso Sánchez, vecino de la villa de Driebes e hijo de Martin Sánchez Pellejero. Tiene
doce años, circunstancia que le hace menor de edad y por ende tutelado en la figura pater-
na, quien ejercerá su defensa jurídica. En este sentido, cabe decir que los menores pobres
alcanzaban la madurez de los doce a los quince años, mientras que los ricos podían consi-
derar su minoría hasta los veinticinco que estipula la ley (Rojo 1995: 194). El declarante
dice que en la víspera de San Marcos, en 24 de Abril de 1597 sucedieron los hechos.
Alonso, como zagal de un rebaño de Pedro Pérez, vecino de Driebes, fue a apacentar sus
ovejas y darles de beber en la orilla del Tajo. Tras guardar el parto de una res acudió a
beber al río y al volver alzó los ojos a lo alto de un torrontero donde halló una teja hin-
cada en el montículo. Se dirigió allí y comenzó a escarbar con el garrote hasta alcanzar
una olla de barro decorada con cal y una tapadera de barro y plata. La sacó entera y llamó
a Sebastián Alonso, su mayoral. El pastor quebró la olla con su cachaba estando casi llena
de pedazos de metal grandes y pequeños. A continuación mandó al zagal a evitar que el
ganado se metiera en los campos de trigo. Al volver el aprendiz, Sebastián Alonso le dijo
que el contenido era plomo, tomando los pedazos de mayor tamaño –con uno del porte
mayor a un palmo de la mano– y los guardó en la capilla de su ropa. El zagal describe:
“eran redondas como planchas de grandes como un Real de a quatro salvo la grande que
sería por lo menos que la palma de una mano”. Las piezas menores las depositó en una
taleguilla donde solían llevar sal al campo. Prosigue la descripción del menor: “bio este
que declara entre los dchos pedaços dos piezas que pareçian moneda de grandor de un
rreal que la una tenía por una parte por mitad una cabeza y por la otra un caballo y la
otra nose acuerda que figuras tenía”. Alonso se quedó sin parte del hallazgo pues
Sebastián le dijo que tan sólo era plomo y que lo quería para: “hacer una lámpara a ntra
señora de la muela que se le avia quebrado porque dios los quisiese buenos”. A conti-
nuación Sebastián se apartó hacia las peñas que están cerca de la ermita de Nuestra
Señora de la Muela para esconder el botín mientras mandó al zagal a rellenar la bota de
agua al río. En el trayecto el zagal regresa al lugar donde se encontró la olla y recuperó
en una bolsita muchos pedacitos pequeños que aún estaban en el torrontero. La nueva
presa: “le parece que pesaria como una libra y que tenia dentro seis maravedíes en tres
medios quartos”. Sebastián también le requisó esta bolsa al pobre muchacho, quien al
volver por el camino de las peñas miró de forma constante donde creía que el pastor había
escondido la taleguilla. Apercibido el mayoral de las sospechas de su zagal le dijo que
había entregado el supuesto plomo a la santera de la ermita. Alonso no creyó al pastor y
a la mañana siguiente fue con su padre a las peñas donde recelaba había escondido la tale-
guilla y la encontraron debajo de dos piedras pequeñas y una grande. Tomaron la prenda
y la escondieron debajo de la cama. En adelante no volvió Alonso a pastorear con
Sebastián, enviando su padre Martín a su hermano mayor en su lugar.

La declaración de Sebastián Alonso reproduce el mismo relato: “juntamente que esta-


ba con su zagal un hijo de sanchez pellejero que se llama alº sanchez el qual se aparto y

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debajo pareçia el rrio y sabe a que y acabo de un rato volvió a este que declara y le dijo
que viniese que avia allado una olla en que terreno del dcho rio y este que declara fue
luego con el dcho muchacho donde le llebo y bio una olla de barro tapada con cal biba
y muy cerrada y este que declara le dio un golpe y la quebró y salto un pedazo de la dcha
olla que tenia muchos pedaços pequeños y grandes de metal y algunos muy chicos como
perdigones y otros mayores como reales de a quatro a manera de tejos y este que decla-
ra tomo los dchos pedazos y los metio los mayores en la capilla de la capa y los meno-
res en una taleguilla de sal”. Al día siguiente mandó a su zagal a por el pan y ya no regre-
só él, sino Lorenzo, su hermano. Al ser preguntado por la cantidad de plata que escondió
en la taleguilla dijo que había oído eran dieciocho marcos y nueve libras. Añadió que en:
“dcha olla dixo que cabria hasta cinco o seis escudillas de agua”. Preguntado por dónde
estaba la plata dijo que había oído estaba depositada en la casa de Luis de Vedoya, veci-
no de Mondéjar. No parece que haya habido pérdida alguna en dicho depósito pues: “el
gobernador de la villa de Mondéjar se la enseño en esta villa de driebes estando preso
este que declara y le pareze que estaba toda sin faltar ninguna cosa”.

El tercer interrogatorio corresponde a Martín Sánchez, padre del joven Alonso


Sánchez. El incrédulo patriarca recibió la noticia del hallazgo la noche del 24 de abril de
1597 a las 10 de la noche, cuando apareció en el hogar su hijo. Alonso tuvo que insistir a
su padre para ir en busca del tesoro que había escondido en las peñas de la Muela Sebas-
tián Alonso. El driebense describe del siguiente modo el suceso: “por la mañana de san
marcos dos oras salido el sol al dicho tajo junto a ntra señora de la muela y le llebo el
dcho su hijo a este a unas peñas que en donde el dicho muchacho andaba buscando y este
que declara sea aparto de las peñas no haciendo caso de lo que decía y luego acabo de
un rato el dcho muchacho cargado llego con un taleguilla de saya en que suelen traer la
sal los pastores y le dixo padre be lo que aquí qe le e allado y este que declara tomo la
dcha talega en la mano y la abrió y saco algunas piezas entre las cuales saco una gar-
gantilla de plata de muger y otros tejuelos y este que declara conoçio que la gargantilla
era de plata por esta rrazon sospecho que las demás piezas eran de plata y lo pareçian y
eran algunas ve las dchas presas como reales de a ocho y todo lo torno a meter en la dcha
talequilla y se vinieron juntos (…) derechos a su casa y este que declara le dijo al mucha-
cho que la metiese dentro y la puxo debajo de la cama y el dcho muchacho le dixo que
también la avia quitado el dcho su mayoral otra bolsilla de cuero llena de pedaçitos y este
que declara se quiso ir con la dicha taleguilla luego a Madrid o a Mondéjar a dar noti-
cia dello a la justicia”. Finalmente no acudió a la justicia como decía tener planeado pues
iba a requerirle antes la bolsa de cuero con los pedacitos pequeños a Sebastián Alonso. El
sábado fue a trabajar y por no tener cerradura su casa lo llevó consigo. Al día siguiente no
tenía la llave de casa pues su hijo no estaba dentro. Ante esta tesitura deja la taleguilla
escondida debajo de la paja de la troje de un familiar –la viuda de su hermano Marcos
Sánchez–. Después salieron ambos a la calle donde se toparon con el alcalde, quien les dio
el alto y llevó a la cárcel para interrogar a Martín sobre el hallazgo. No cabe duda de que
el rumor del tesoro corrió como la pólvora por Driebes en escasas horas para llegar a oídos

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Hallazgo de un tesoro de plata de época de Felipe II en Driebes (Guadalajara)

del alcalde. Martín les remitió a la casa de su cuñada a donde fueron y recogieron la tale-
guilla ocultada en la paja de la troje. De regreso a la cárcel fueron a confirmar que se tra-
taba del mismo tesoro: “llegaron un golpe de gente a la dcha cárcel y trajeron una gar-
gantilla y algunas otras piezas con ella envueltas en un lienço del grandor de una mano
çerrada y le dijeron que si conocía aquella gargantilla y este declarante dijo que si”.

El siguiente testimonio es de Martín Polo, alcalde ordinario de Driebes. El alcalde


ordinario suponía la máxima autoridad judicial en la villa, ejerciendo la jurisdicción en
nombre del rey y presidiendo los concejos (Morales 2013: 102). Para ser alcalde no eran
necesarios conocimientos técnicos sino simplemente ser honrado y con habilidad sufi-
ciente para escribir (Losa y Cózar 2001: 9). El mozo de Agustín Pérez, Pedro de
Valdeolivas, le informó de la aparición del tesoro. El regidor añade: “que dcho baldeoli-
vas respondio que el avia ydo a donde lo avian allado que es junto a ntra señora de la
muela a la rribera del tajo y por allí anduvo rrebuscando y allí çierta cantidad de peda-
citos como de perdigones de arcabuz el qual los tenia en una bolsa de cuero de estas
blancas que cuestan un quarto”. El joven Valdeolivas fue llevado a la cárcel donde el
cura confirmó que se trataba de plata. El alcalde llevó la bolsa a casa del tendero Alonso
Rodríguez en presencia de mucha gente para que la pesara. Alcanzó el peso de once
onzas. El alcalde se quedó la bolsa y volvió a preguntar por los descubridores del tesoro,
indicando Valdeolivas que fueron Martín Sánchez Pellejero, su hijo y Sebastián Alonso.
El alcalde dio instrucciones al alguacil de prenderles, quien fue a por Martín y: “le alla-
ron en una casa y le trajeron a la cárcel y le echaron una cadena y pan (…) dixo el alcal-
de que le quitasen los grillos que diría donde tenía el tesoro. Y Martin Sanchez dixo que
le llebaria donde estaba y ansi le llebo a la casa de la viuda de marcos sanchez”.
Efectivamente hallaron la taleguilla con la plata en pedazos grandes y pequeños en casa
de la cuñada de Martín. Con la prenda volvieron a la cárcel para preguntarle si creía esta-
ba toda, donde respondió que él pensaba que faltaban piezas pues había poco bulto.
Regresaron a buscar en el jergón de paja de la troje de la viuda donde: “se allo en un
pedaço de lienço pequeño un emboltorio el qual tomaron y se salieron fuera y desde allí
se fueron a casa de francisco Dieguez tendero y se peso y lo de la talequilla que fueron
diez y ocho libras menos una onza”. A continuación apresó a Martín Sánchez, su hijo y
todos los implicados. Después acudió el gobernador de Mondéjar para conocer la causa.
Su interrogatorio finaliza con una sospecha de: “que fue depositada en maçuecos que la
avia dado sebastian alº por la mano suyo estando preso pues una bolsilla chica que
según dicen el dcho sebastian se la quito al muchacho hijo de martin sanchez aviendose
pesado en maçuecos una libra y una onza y doce a dar mas como constara por el depo-
sito al qual se rremitio”. Dichas pequeñas piezas estaban algunas labradas y otras corta-
das, según las pruebas del fiscal contra el marqués de Mondéjar (AGS, Hacienda 831-6,
fol. 3).

Luciano de Beleña, escribano de la villa de Driebes es el siguiente testigo, añadiendo


otro pequeño descubrimiento: “en casa de alº de la muela el viejo llego allí blas blanco

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criado de agustin perez regidor y le mostro a este un tejo de plata del grandor de un rreal
de a ocho el qual dijo se lo avia allado junto al lugar que la demás cantidad fue allada
y estando en esto dixo sebastian alº pastor que estaba presente que no era posible que
quando echo los pedazos de la dcha plata en su capilla se le debio de caer porque esta-
ba rrota y no sabe ni entiende”. Agustín Pérez Regidor describe el depósito de la si-
guiente manera: “Y que este vio la dcha plata que estaba en unos pedaços como tejos de
grandor de un rreal de a ocho y tan rreçio como dos Reales de a ocho y otros menores
quadrados y como perdigones de arcabuz y entre ellos una manilla retorcida con su bo-
tonçico para cerrarse y ansi mismo un pedazo de una cadenilla más recia que dcha mani-
lla (…) y otras piezas que pareçian monedas”. El vecino declara que Blas Blanco, su cria-
do, guardando su ganado por la ribera del Tajo halló desviado en una ladera un tejo de
plata de grandor de un real de a ocho y de la forma de los demás.

Blas Blanco, criado del anterior, no vio el tesoro original: “más que pasando a este
que declara por una ladera que es de este rio Tajo y mira para la dcha muela pastore-
ando su ganado se allo un tejo de plata de que haze presentación ante el dcho receptor
que peso dos onças y lo allo el sábado siguiente después del dia de San Marcos”. Cabe
reflejar en este testimonio que todavía una semana después de la aparición de la olla se
añaden nuevos vestigios de plata en la zona. Es de suponer que el rumor del hallazgo atra-
jo a numerosos vecinos y curiosos a los alrededores de la ermita de Ntra. Señora de la
Muela en busca del preciado metal en los días siguientes. El declarante le enseñó la pieza
a Sebastián Alonso quien dijo que: “no era posible sino que se le avia caído de dcha capi-
lla quando echo en ella los pedazos mayores”. Al ser preguntado el mozo por qué no dio
parte a la Justicia del lingote: “dijo por que le avian dcho que se aguardara un juez por-
que no fuese a poder de la marquesa de Mondéjar que nunca se conocía de ella virtud a
la vida”. La frase da cuenta de la escasa popularidad de la marquesa y el interés en bus-
car una justicia civil que defienda al villano respecto a su señora. El interrogatorio fina-
liza con una amenaza de Miguel Lozano a Blas Blanco donde le advierte de que si se
entera que ha escondido alguna plata le mandará dar tormento.

Finaliza la ronda de entrevistas con Pedro de Valdeolivas, labrador que sirve a Agustín
Pérez Regidor. El cultivador declaró que al ser público el lugar del río Tajo donde se halló
el tesoro fue a buscar por si había más plata, encontrando cierta cantidad de pedacitos
junto a piezas de la olla que dio a la justicia ante el alcalde. El peso del montante fue de
once onzas.

Excavaciones a orillas del Tajo


Una vez terminadas las manifestaciones de los inculpados en el caso, el expediente
continúa con la iniciativa del gobernador de Mondéjar que promovió una excavación en
el punto en que fue hallada la olla. El lugar es descrito del siguiente modo: “Una legua
pequeña de distancia de la dicha villa junto a una ermita que diçen y se nombra ntra
señora de la muela junto a la ribera del rio Tajo en un campo yermo y despoblado abien-

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do llegado dcho rio en el dcho dia a mas caño susodicho”. En presencia del sacristán
Alfonso Pérez y Alonso de la Muela el Viejo vinieron siete peones a cavar donde Alonso
Sánchez y Sebastián Alonso habían señalado previamente: “en un çopetero orilla del tajo
en una grande alturas y mas abajo ay grandes peñas descarnadas que la creciente de las
aguas parece las tiene mondas y se dize públicamente que quando el vº del rrio a venido
muy creçido allegado la creciente del agua a lo alto donde los susodichos tienen señala-
da averse allado la olla”. Prosigue: “y ansi parece por la apariencia que se le muestra
y todos lo que am visto el sitio uy lugar donde la dhca olla fue allada les parece ser impo-
sible que dcha mucha (…) pudiese llegar sin caer por ser tan peligroso y tener tanta altu-
ra que desliçandose un pie fuera al rrio fecho pedazos en las peñas y agua porque en la
parte y lugar donde dicen estaba la dcha olla parece ser tierra movediça que toda se va
desmoronando y cayendo al dcho rio y en la subida de un çerro alto donde esta la dcha
ermita que lleva de nombre nuestra señora de la muela diçen muchos ombres viejos y
antiguos que avido población y ansimo parece aver muestras dello que se descubren en
algunos partes muchas losas labradas y dicen que se an allado y descubierto pedazos de
columnas de piedra labradas y sean allado muchas diferencias de monedas de diferentes
metales y figuras y algunas de plata y de algunas que sean allado para muestra dello
mean entregado algunas de las quales tengo en mi poder de diferentes figuras y rrostros
y estando en el dcho sitio y lugar susodicho y en presencia de todos los dchos peones se
cabo y se hizieron averiguaciones de la forma siguiente: E luego incontinente estando
junto al dcho rio Tajo en la parte y lugar por los susodichos señalado donde fue allada
la dcha olla para averiguación y saber si quedo alguna mas plata por sacar en presen-
cia de los dchos testigos: hize cavar a los dchos ombres y toda la tierra que se sacaba se
yba desliçando al dcho rio y andando cavando se sacaron dos piedras grandes la una
mayor que la otra labradas que parecían puestas en algún edificio y la dcha tierra y
çopetero donde estaban y fue hallada la dcha olla pareçe mobediça porque parece aver
dos diferencias de tierra algunas beçes cavando a trechos y entre la dhca tierra salen
muchos pedaços de yeso labrado y pedaços de ollas y de cántaros negros y haçia la parte
y lugar que levantaron las dchas dos piedras labradas se descubrió un poco de çeniça y
carbonçillos y algunos huesos que pareçen de hombre y en esta forma se fue cavando en
el dcho copetero a una parte y a otra donde por los susodchos fue señalado aver allado
la dcha olla y asta que por algunas parte nose allaba tierra movediça sino firme y nunca
se allo o descubrió cosa alguna mas de las dichas aunque se avia cavado cantidad de tie-
rra por una y por otra y pareçia nada mande a los dchos peones que cesasen. y asimis-
mo mande a los dchos peones que cavasen en otras dos partes desaviado de dicho pri-
mero avian cavado por pareçer algunos ombres que estaban presentes que en aquellas
partes avia muestras de algún edificio y pareçerse algunas losas y no se allo cosa nin-
guna ni muestras dello a todo los presentes”. El texto es absolutamente gráfico de nume-
rosas cuestiones. La primera nota destacable es el dinámico curso del río Tajo, aportando
una potente acción erosiva sobre las peñas de la ladera, alcanzado el punto donde la olla
fue hallada. Parece señalar a mitad de ladera. Actualmente existe un retablo cerámico en
un conglomerado a mitad de falda del cerro donde se atribuye la aparición de la Virgen a

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un tal Sebastián (Llamas 1995). Resulta llamativa esta circunstancia cuando el pastor que
halló el tesoro en ese punto fue el susodicho Sebastián Alonso por mediación de su zagal.
En este espacio se observa claramente que la roca ha sido picada para realizar un suelo y
el arranque de una estructura absidial. Por otra parte se hace alusión a que la olla se halla
en un terreno que parece de arenas movedizas por lo blando de su composición, que se
cae con facilidad hacia el barranco. Con esta descripción no podemos dejar de hacer el
paralelo con la de Plutarco donde describe al lugar de los caracitanos: “El país que la cir-
cunda produce un barro arcilloso y una tierra muy deleznable por su finura, incapaz de
sostener a los que andan por ella, y que con tocarla ligeramente se deshace como la cal
o la ceniza” (Plutarco, Sertorio, 17). Miguel Lozano menciona que los antiguos del lugar
dan razón de la presencia de columnas, losas y monedas en lo alto del Cerro Virgen de la
Muela, evidenciando la presencia de una población anterior. La excavación realizada dio
como resultado la existencia de dos piedras labradas atribuidas a un edificio a mitad de
ladera con numerosa cerámica, cal, carboncillos y huesos humanos. En este sentido, de-
bemos señalar la existencia de una necrópolis de época visigoda (Sánchez Lafuente 1982)
en la ladera al este del Cerro de la Virgen de la Muela, al pie de la ermita actual. La alu-
sión a la excavación a un lado y otro del copetero donde fue hallada la olla quizás deba
ponerse en relación a esta necrópolis. La siguiente cita de que se excavó en otros dos
lugares donde los lugareños dicen se encontraban muestras de algún edificio y losas
apuntan en mayor medida a este cementerio.

Diligencias de Miguel Lozano en Mondéjar


En Mondéjar el juez receptor Miguel Lozano fue en busca de Luis Vedoya, deposi-
tario general de la villa, por las diez y ocho libras menos una onza y media de la plata que
tenía en su poder. Su mujer e hijo Eugenio le dicen que no se encuentra en casa, que se
ha marchado a Pastrana. El representante del rey les advierte que si no se presenta ante
su justicia tendrán que abonar una fianza de 300 ducados. El otro depositario, Joan
Carrillo, custodiaba sólo una libra, una onza y doce adarmes –1,79 gr cada uno–. Joan
Carrillo defendió que había entregado a su señora la marquesa de Mondéjar la plata pro-
tegida, razón por la que fue enviado a la cárcel de la villa por orden de Miguel Lozano
de forma preventiva. Respecto a Luis Vedoya, el emisario de su majestad dio un ultimá-
tum de dos horas a su familia para que diera señales de vida o se le requisarían bienes por
valor de 300 ducados. Informado el juez receptor de que Luis Vedoya se había acogido a
sagrado en el convento de San Antonio de Mondéjar procedió al embargo de sus bienes.
Entre los enseres se enumeran un cofre encorado, almohadas labradas, una cama de
nogal, un escritorio de pino, arquerías de taracea, sillas francesas, arcas y aparadores de
pino, diez libras de seda, doscientas arrobas de vino tinto, etc. La relación da cuenta de
un estatus elevado de la familia, protegidos de la marquesa. El documento reseña que son
cuantiosos bienes para la fianza fijada, advirtiendo al evadido de su embargo en la Iglesia
Mayor. El depositario de los bienes de Vedoya, Joan Díaz fue requerido para entregar el
decomiso para su venta pero su casa se halló cerrada. Miguel Lozano mandó a un cerra-
jero, Baltasar Díaz, alcaide de la cárcel, tirar la puerta abajo con un martillo como así

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Hallazgo de un tesoro de plata de época de Felipe II en Driebes (Guadalajara)

hizo. Después se llevó las llaves de la casa. Finalmente Luis de Vedoya se entrega al
inquisitivo receptor y lo lleva preso a la corte junto a Joan Carrillo, el otro depositario de
la plata. Antes de ello, Miguel Lozano se dirigió con el cerrajero Baltasar Díaz a la casa
de la marquesa de Mondéjar pues los reos afirmaban que habían entregado la plata a Juan
Pérez de Vargas, criado de la señora doña Catalina de Mendoza. El servicio acompaña al
receptor por los aposentos del palacio, encontrando todo vacío, como sí hubiese sido des-
valijado. Solo hallo un bufete y un viejo abrecartas. Ni rastro de Vargas, quien había
huido al convento de San Antonio.

Fianza de plata para liberar a los reos


Los dos depositarios de la villa de Mondéjar defienden su inocencia ante la Justicia
del rey: “Luis de Vedoya y Juan Carrillo presos en la cárcel de la corte que estamos sin
culpa porque el deposito que se hizo en nosotros de la plata que se hallo en driebes lo
entregamos luego a Juº de Vargas por mandamiento de apremio de la marquesa con car-
ta de pago”. Los dos vecinos presentan la carta de pago como prueba de su buena fe. Luis
de Vedoya expone claramente las razones de su procedimiento: “yo cumplí con lo que
estaba obligado y no podía dexar de cumplirlo por ser mandato de juez que tiene juris-
dicion y si no lo cumpliera cometería delito y pudiera ser castigado porque a mi ni me
constaba que v. magº tuviese hecho embargo ni procediese sobre ello y aviendo yo entre-
gado la dcha plata con mandamiento de juez soy libre y no se puede proceder contra mi”.
Ciertamente el mondejano parece actuar conforme al sentido común pero se obvia la eva-
sión a colaborar con el receptor Miguel Lozano.

Para liberar a los dos reos, la marquesa de Modéjar tuvo que abonar una fianza equi-
valente al peso del tesoro hallado en Driebes, treinta y ocho marcos (nótese como supe-
ra en diez marcos la tasación del depósito original). Don Diego de Chaves Bañuelos,
receptor de gastos de la Contaduría Mayor de Hacienda da razón de la satisfacción: “los
treinta y ocho marcos de plata contenido en la petición los quales me entregaron en una
lámpara llena con su manipulo y cadenas y ocho candeleros y una cantimplorilla peque-
ña y unas tijeras de despabilar y un candil con tres mecheros con sus tenacillas y un can-
delero que sirve de pica al candil sin cañon que todo esto fue plata y peso conforme a la
fee del contraste de veynte marcos y seis onças y una ochava y mas me entregaron dos
binaxeraros doradas y labradas de misa y dos saleros quadrados y dos dinexeros de me-
sa y estas seis pi(…) son doradas y pesaron once marcos y cinco onças y quatro ocha-
vas y esto a cumplimiento a los dchos treinta y ocho marcos de plata me los entregaron
en trescientos y sesenta reales y mº que montan cinco marcos quatro onças y (…) ocha-
vas a raçon sesenta y cinco reales dcho treinta y ocho marcos de plata doy esta carta de
pago y lo firmo en 7 de julio de mii y quinientos y noventa y siete años”. La carta de satis-
facción se basa en el peritaje que realizó pocos días antes un platero: “Las dos vinajeras
y los dos saleros quadrados y la aceiteras y vinagueras de plata dorada expresan once
marcos y cinco onzas y quatro ochavas como parece por la fe del contraste desta parte
dcho por Fernan de la Puebla platero que vale a ocho ducados cada marco y las blanca

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Javier Fernández Ortea, Emilio Gamo Pazos

que una lámpara y ocho candelerillos y unas tijeras de desquilar y una cantimplora pe-
queña y un candil que es todo veinte marcos y seis onzas y una ochava con la echura vale
a siete ducado el marco y por verdad lo firmo fecho en Madrid a 4 de julio de 1597”. Este
aval en plata será motivo de prolongación del pleito hasta inicios del siglo XVII, mo-
mento en que la certifican los contadores de relaciones de Valladolid a 21 de Mayo de
1602 tal y como consta en una anotación del escrito.

Un Pleito a tres bandas: la Hacienda Real, la marquesa de Mondéjar y Martín


Sánchez Pellejero
A partir de este momento hace acto de presencia Juan de Orozco, abogado de la mar-
quesa. Comienza su defensa con la tesis de que el hallazgo del tesoro es un mostrenco,
razón por la que actuaron correctamente los encarcelados y se debe, por tanto, devolver
la fianza entregada y la plata hallada en el campo a su señora. Primer alegato: “digo que
por los del dcho consejo de Hacienda se proveyó un juez que trajese a la corte cierta
plata que se avia hallado en el término de la villa de driebes tierra de la marquesa lo de
Mondéjar y por averla la marquesa mi parte mandado beneficiar como cosa le pertene-
cía se trajeron preso a esta corte las personas en quien personalmente se avia fecho
deposito del metal y que avia hallado y por aver entregado a mi se mando depositar el
valor del peso que fueron treinta y ocho marcos de plata y se fiço el depósito de los dcho
38 marcos en plata blanca y dorada en Diego de Chavez de viñuelos aunque en realidad
de verdad lo que salio de plata afinada fueron veinte y ocho marcos algo menos el vene-
ficio y los que se faltaron diez ochavos y porque conforme al titulo y carta de venta de la
provindencia de almoguera en o se intuye el lugar de driebes en demostración la dcha
plata pertenece a mi representada por ser suya la jurisdicion y todo lo demás de la pro-
vincia y tierra y suplico a V.M mande dcha plata y se entregue por ser suya como seño-
ra de la villa”. Un elemento de especial relevancia es que se exige un rescate de treinta
y ocho marcos, diez más de lo que pesó el tesoro.

La respuesta del fiscal, el licenciado Alonso Ramírez de Prado: “digo que se le a de


denegar lo que pide y pretende por lo que resulta de los autos y por lo siguiente, lo pri-
mero porque V.Alº tenia fundada su intençion en lo que toca a los mineros y tesoros y
todas las demás cosas anexas y pertenecientes a la suprema jurisdicción y quien quisie-
re goçar de las dchas cosas debía mostrar claro y abierto privilegio en que se diga que
se conceden las dchas cosas y aun en caso que tengan el dcho privilegio ay mucha duda
si se pueden conceder y hasta que tanto puede durar// lo otro porque la parte contraria
no muestra privilegio en que se concedan los dchos tesoros y por la venta que presenta
consta de lo contrario que se reserva para V.Alº las cosas de la suprema jurisdiccion y
debajo de la generalidad que se pretende vale no viene dchas cosas especiales que se
requerían señala y especial concesión// Lo otro porque las averiguaciones que se hicie-
ron para la venta que se hiço no se estendieron y no comprendieron los tesoros que se
hallasen ni por ellos dio cosa alguna de las dchas averiguaciones resulta lo que se com-
prende en la venta. Por tanto a V.Alº. pido y supp deniegue a la parte contraria lo que

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Hallazgo de un tesoro de plata de época de Felipe II en Driebes (Guadalajara)

pide y pretende declarando si es necesario no pertenecerle los tesoros ni las demás cosas
que pertenecen a la corona real”. El Fiscal se acoge a las leyes de Castilla que dan la po-
testad de las riquezas halladas a la corona salvo que el descubridor hiciere la respectiva
denuncia, teniendo derecho a la cuarta parte siempre y cuando hubiese obrado: “con ver-
dad y llaneza”. Pero, si el tesoro se ubicaba en bien ajeno, como si es el caso, el dueño
recibiría la mitad de dicha cuarta parte (Solórzano 1972: IV, 336). Respecto a la cuestión
de las licencias para hallar tesoros, la fiebre del oro en América fue un campo que se regu-
ló de forma temprana por el inmenso negocio que reportaba a las arcas reales. Incluso en
1537 con Carlos I se aprobó la exhumación de tumbas y templos para hallar botín, con el
compromiso de pagar la mitad a la Real Hacienda. En caso de silenciar un hallazgo el
descubridor perdería su derecho al premio. Hacia el año de 1595 se dictó una ley que fue
incorporada en el libro VIII del título XII de la Recopilación de leyes de los reynos de las
Indias regulando el procedimiento para obtener licencia para buscar tesoros en la que el
solicitante debía cumplir ciertos parámetros y compromisos, además de estipular un tiem-
po limitado para la empresa (Pita 2016: 28). También fueron expedidas licencias para re-
cuperar tesoros de los moros y ocultamientos ofreciendo la tercera parte a la corona con
Felipe II (Barrios 1996: 17).

La siguiente misiva de la marquesa de Mondéjar: “dice que aviendo parecido en su


estado una olla con çierta plata vieja en tierra de almoguera la propio assi por pertene-
cerle como mostrenco en virtud de la carta de venta que ante V.Alº tiene presentada y
aviendo ido a esta corte al hacer averiguacion dello se le mandaron depositar a la dcha
marquesa treinta y ocho marcos de plata que monto la que avia en la dcha olla los qua-
les deposito en plata blanca y dorada y en Reales que todo esta en poder de diego de cha-
ves de Bañuelos y porque la dcha plata es para servicio de su casa y esta siguiendo aquí
el dcho pleito= pido y suplica a aval a monde quedando una fiança en la forma que por
V.alº fuere mandado el dcho diego de chaves la entregue el dcho deposito”. Además, la
marquesa aporta una carta de título y venta de que todo lo mostrenco le pertenece.

Responde el fiscal: “digo que no a lugar lo que pide la marquesa de Mondéjar dicien-
do que se le vuelva el dinero y plata esta en poder de Diego de Chavez de Vañuelos para
satisfacer el valor de un tesoro que se allo en tierra de almoguera que dice la dcha mar-
quesa que apropio para si como cosa mostrenca porque se hallara V.Alº quel lugar que
se hallo el dcho tesoro V.Alº embio por el como por cosa propia como lo son todos los
tesoros y las demás cosas anejas a la corona real y queriendo prender al que abia toma-
do el dcho tesoro la dcha marquesa se allano asi por scriptos presentados ante V.alº
como por cartas que scribio a que luego daría el dcho tesoro o su valor y para este efec-
to entrego la plata que dinero que esta en poder del dcho Diego de Chavez y agora pre-
tende hacerse que se le de el dcho dinero y plata debajo de fianças para no hablar mas
en ello a lo qual no se debe dar lugar sino que se cumpla lo que esta proveido y a lo que
esta allanada la dcha marquesa que estando V.Alº en posesión del dcho tesoro lo a de
estar y esta si por alguna via pretendiere tener derecho lo pida en la via ordinaria (…)

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Javier Fernández Ortea, Emilio Gamo Pazos

Por tanto pido a V.Alº y supp deniegue a la parte contraria lo que pide y amparando a
su Real Haçienda en la posesión que a tenido y tiene del dcho tesoro mande poner cobro
en el con efecto y hacer en todo como lo tengo pedido”. El fiscal pone su énfasis en sepa-
rar la categoría de tesoro del mostrenco para invalidar la reclamación de la marquesa.

Como colofón a la disputa también presenta su reclamación Martín Sánchez, padre de


Alonso Sánchez, descubridor del tesoro: “digo que Alonso mi hijo zagal que fue el que lo
hallo y dio noticia dello y se debe el premio y lo tengo pedido muchas veces por ser muy
pobre y que de justicia y derecho lo a de aver y se le debe dar el premio// pido y supp a
V.Alº. mande que se le de el dcho tesoro o el premio que le pertenece y para ello escri-
bo”. Felipe II le conminó a presentarse en la corte para tomar declaración pero Martín
rehúsa por su pobreza, remitiéndose a las averiguaciones del juez receptor.

Resolución del pleito


Todavía en 1601 no estaba resuelto el litigio, motivo por el que cambiaron parte de
sus protagonistas. En primer lugar el fiscal Alonso Ramírez de Prado es sustituido por
Juan Alonso Suárez. El letrado estuvo poco tiempo en el cargo pues en febrero de 1602
fue promovido a la lugartenencia de la Sumaria de la Cámara del Reino de Nápoles
(Gómez 2004: 131). Respecto a la marquesa de Mondéjar, falleció en 1600, fecha en la
que su marido Luis de Hurtado se casa con Beatriz de Cardona (Sandoval 1600: 404).
Nótese cómo el marqués es liberado del presidio con el advenimiento del monarca Felipe
III, por lo que pudo defender personalmente los intereses de su linaje.

El presidente y oidores de la Contaduría de Hacienda de su majestad resuelven el 16


de Marzo de 1601: “Hallamos que la parte del dcho marqués de Mondéjar y Martín
Sánchez Pellejero provaron su abçion y demanda según y como probar les combino da-
mos y pronunciamos las por bien probada y que la parte del dcho fiscal de su mag y la
dcha villa de driebes no probaron cosa en contrario damos y pronunciamos la por no
provada en cuya consecuençia debemos demandar y mandamos que la plata que fue
hallada en el termino de driebes sobre que este pleito se de y entregue a la parte del dcho
marques de mondexar y Martin sanchez pellejero por yguales partes a cada uno dellos
la mitad y ponemos perpetuo silencio a la parte de los dchos fiscal de su magº y villa de
driebes y compañía de jesus para que en raçon de los susudicho no les pide ni demande
cossa alguna y por esta ntra sentencia difinitiba asi lo pronunciamos y mandamos el li-
cenciado Luys de Maldonado el licenciado Luys de Salcedo el doctor de la Cruz gonza-
lez quintero”. Como testigos Diego Calderón de la Barca, padre del famoso literato Pedro
Calderón de la Barca (Sliwa 2008) y Pedro Alonso Riero, ambos escribanos de cámara
de la Contaduría de Hacienda.

Respecto a la reclamación del marqués de Mondéjar de la plata dejada en depósito


para liberar a Luis Vedoya y Joan Carrillo, el presidente y oidores se manifestaron del
siguiente modo: “y lo pedido por parte del dcho marques de que se le entreguen los trein-

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Hallazgo de un tesoro de plata de época de Felipe II en Driebes (Guadalajara)

ta y ocho marcos de plata que están depositados en poder de Diego de Chavez Bañuelos
Sec. Mayor de Rentas de su mag. // dixeron que mandaban y mandan que el dicho Diego
Chavez Bañuelos entregue la plata en la especie que está depositada a dcho marqués de
Mondéjar o a quien su poder oviera depositando antes y primero el dcho marques en
poder del depositario general de esta corte mil ciento y setenta y quatro reales que monta
la mitad de la plata que fue hallada en el termino de driebes que por sentencia dada por
dchos señores fue adjudicada a martin sanchez pellejero vecino de driebes y dando asi-
mismo fianças el dcho marques en cantidad de otros mil ciento y setenta y quatro reales
que monta la otra mitad de la dcha plata que le fue adjudicada, de estar a derecho en
raçon de ella y de pagar conjuzgado y sentenciado y ansi lo proveyeron y mandaron”.
Andrés de Morales, receptor de hacienda certificó al poco que recibió del marqués de
Mondéjar los solicitados mil ciento sesenta y cuatro reales. El presidente y oidores de la
Contaduría de Hacienda mandaron al mencionado Andrés de Morales a abonar dicha can-
tidad a Martín Sánchez Pellejero, tutor legal de Alonso, el descubridor del tesoro.

En conclusión, el proceso se resuelve con la obtención de la mitad del premio para el


humilde pastor de Driebes y la otra mitad para don Luis de Hurtado de Mendoza tal y
como postulaba la ley 45, tit. XXVIII, Partida 3ª. El marqués de Mondéjar recupera la
fianza en plata de su servicio pero debe abonar a su majestad la mitad del montante del
tesoro a cambio. Mitad que sería abonada a Martín Sánchez. Por otra parte, debido a la
extensión del documento, quedan detalles aún por conocer, caso del paradero de la plata
localizada en Mazuecos. También es reseñable que ni Pedro de Valdeolivas ni Blas Blan-
co, obtuvieron nada de la plata que habían rescatado en la orilla del Tajo pese a su de-
nuncia del hallazgo. Los mil ciento y setenta y cuatro reales en que estaba valorada la mi-
tad de la plata significarían un cambio notable para la situación económica joven Alonso.
Tengamos en cuenta que el sueldo anual de un catedrático, aunque estaba mal remunera-
do, oscilaba entre 2000 y 4000 reales (Fernández 1979: 462) o que la fanega de trigo se
pagaba en torno a 24 reales la unidad en 1597 (Salazar 2005: 223).

Interpretación de las descripciones del hallazgo y comparativa con el tesoro de


1945
Para intentar hacer una tipología de los objetos encontrados en el tesoro hallado en
1597, debemos ponerlos en relación con los materiales del tesoro encontrado en 1945 y
conservado en el Museo Arqueológico Nacional. En este sentido, exponemos en el si-
guiente cuadro las citas de los textos de 1597-1602, la conversión a las medidas actuales
y su posible interpretación.

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Javier Fernández Ortea, Emilio Gamo Pazos

Interpretación-
Descripción Informante Medidas/ Conversión
observaciones
“venia en pedaçitos Declaración del La ochava es 3,5 gr. y la La variedad tipológica
pequeños de a ocha- refinador de onza 28,7 gr. de objetos con medi-
va y de a dos y de a plata Antonio Objetos de 3,5 gr, das similares es enor-
tres sucesivamente y León Objetos de 7 gr. me; en el primer grupo
asta tres onças poco Objetos de 10,5 gr. de 3,5 a 10,5 gr en
mas o menos y entre Manecilla de 86,1 gr. 1945 se hallaron lami-
los dchos pedaços nillas, sortijas, pen-
benia un anillo des- dientes, cintas, frag-
quebrado y dorado mentos de torques…
que pasaría dos y El anillo dorado cons-
tres (…) y una cosa tituye una novedad.
rretorçida a manera No existen objetos
de manilla que de según San Valero
pesaria asta tres (1945) de 86 gr, aun-
onzas Y le pareze que que si existen partes
la plata retorcida a de un torque de 43 gr
manera de manilla (Nº4).
que era plata de la
que comunmente se
labra e España”.
Pedazos “eran redon- Declaración de Los reales de a 4 en Su forma redondeada
das como planchas Alonso Sánchez época de Felipe II tenían nos recuerda a las tor-
de grandes como un un peso de 13,52 gr y 35 tas del tesoro de 1945
Real de a quatro mm. cuyo tamaño es simi-
salvo la grande que lar –entre 100 mm la
sería por lo menos mayor y 26 mm la
que la palma de una menor–. La torta del
mano”. tamaño de un palmo
sería más grande que
las del tesoro de 1945.
“bio este que declara Declaración de Los reales de Felipe II Por sus dimensiones y
entre los dchos peda- Alonso Sánchez tenían un peso de 3.38 gr descripción, podría
ços dos piezas que y 20 mm. corresponder a un
pareçian moneda de medio shekel cartagi-
grandor de un rreal nés como el hallado en
que la una tenia por 1945 (San Valero
una parte por mitad 1945:37; Villaronga
una cabeza y por la 1973: Clase XI-I-II-B;
otra un caballo y la Otero 2002).
otra nose acuerda
que figuras tenia”.

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Hallazgo de un tesoro de plata de época de Felipe II en Driebes (Guadalajara)

bolsita que recoge Declaración de Los maravedíes eran de Por sus dimensiones y
“le parece que pesa- Alonso Sánchez 1,5 gr y 15 mm en época su disposición cortada
ría como una libra y de Felipe II. Las mone- en un cuarto, podría
que tenía dentro seis das están claramente cor- corresponder a dena-
maravedíes en tres tadas en cuartos como la rios como los encon-
medios quartos”. hacksilber del tesoro de trados en 1945 (Otero
1945. 2002).
“dcha olla que tenía Declaración de Real de a cuatro 13,52 gr Los pedazos asimila-
muchos pedaços Sebastián Alonso y 35 mm. dos a perdigones
pequeños y grandes podrían corresponder
de metal y algunos a pequeños lingotes o
muy chicos como bien a ciertas varillas
perdigones y otros de torques.
mayores como reales
de a quatro a manera
de tejos”.
“y saco algunas Declaración de Los reales de a 8 son de La gargantilla podría
piezas entre las cua- Martín Sánchez 27 gr, 40 mm. corresponder con un
les saco una gargan- torque o bien aro de
tilla de plata de tobillo (San Valero
muger y otros tejue- 1945: LIII). Los tejue-
los y este que declara los podrían vincularse
conoçio que la gar- a las tortas de fundi-
gantilla era de plata ción por sus medidas.
por esta rrazon sos-
pecho que las demás
piezas eran de plata
y lo pareçian y eran
algunas ve las dchas
presas como reales
de a ocho”.
“trajeron una gar- Declaración de La gargantilla podría
gantilla y algunas Martín Sánchez corresponder con un
otras piezas con ella torque, aro de tobillo
envueltas en un lien- o brazalete.
ço del grandor de
una mano çerrada”.
“anduvo rrebuscan- Declaración del Podrían corresponder
do y allí çierta can- alcalde Martín a lingotes o bien a
tidad de pedacitos Polo ciertas varillas de tor-
como de perdigones ques.
de arcabuz”

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“se allo en un peda- Declaración del Dieciocho libras son (460


ço de lienço pequeño alcalde Martín gr por libra) y 28,7 gr la
un emboltorio el qual Polo onza.
tomaron y se salieron
fuera y desde allí se
fueron a casa de
francisco Dieguez
tendero y se peso y lo
de la talequilla que
fueron diez y ocho
libras menos una
onza”.
“llego allí blas blan- Declaración de La medida de un real de Entendemos los tejos
co criado de Agustin Luciano de a ocho son 40 mm. como lingotes o tortas
Pérez regidor y le Beleña escribano de fundición.
mostro a este un tejo del ayuntamien-
de plata del grandor to.
de un rreal de a ocho
el qual dijo se lo avia
allado junto al lugar
que la demás canti-
dad fue allada”.

“Y que este vio la Declaración de Entendemos los tejos


dcha plata que esta- Agustín Pérez como lingotes o tortas
ba en unos pedaços Regidor de fundición. Aquí se
como tejos de gran- describe de forma cua-
dor de un rreal de a drangular los perdigo-
ocho y tan rreçio nes, refrendando su
como dos Reales de a posible atribución a
ocho y otros menores lingotes.
quadrados y como La manilla retorcida
perdigones de arca- con botón para cerrar-
buz y entre ellos una se parece aludir a un
manilla retorcida con torque o fíbula.
su botonçico para La cadenilla más recia
cerrarse y ansi podría ser un brazalete
mismo un pedazo de o torque.
una cadenilla mas Habla de piezas que
recia que dcha mani- parecían monedas,
lla (..) y otras piezas quizá por hallarse par-
que pareçian mone- tidas.
das=”.

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Hallazgo de un tesoro de plata de época de Felipe II en Driebes (Guadalajara)

“El vecino declara Declaración de La medida de un real de Posible lingote o torta


que Blas Blanco, su Agustín Pérez a ocho son 40 mm. de fundición.
criado, guardando su Regidor
ganado por la ribera
del Tajo halló desvia-
do en una ladera un
tejo de plata de gran-
dor de un real de a
ocho y de la forma
de los demás”.
“encontrando cierta Declaración de 315,7 gr las 11 onzas.
cantidad de pedaci- Pedro de
tos junto a piezas de Valdeolivas
la olla que dio a la
justicia ante el alcal-
de. El peso del mon-
tante fue de once
onzas”
“dicen que se an Averiguaciones
allado y descubierto Miguel Lozano.
pedazos de columnas
de piedra labradas y
sean allado muchas
diferencias de mone-
das de diferentes
metales y figuras y
algunas de plata y de
algunas que sean
allado para muestra
dello mean entregado
algunas de las quales
tengo en mi poder
de diferentes figuras
y rostros”
Dichas pequeñas Pruebas del Similar a los frag-
piezas estaban algu- Fiscal contra el mentos de orfebrería
nas labradas y otras marqués de cortada de vasijas
cortadas, según las Mondéjar (San Valero 1945:
pruebas del fiscal Lám. XI).
contra el marqués de
Mondéjar

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Javier Fernández Ortea, Emilio Gamo Pazos

Conclusiones
Se presenta un depósito de plata de 28 marcos -6,4 kilogramos-, vinculado por sus
características, ubicación y tipología con el hallado en 1945 con motivo de la construc-
ción del canal de Estremera. En primer lugar debemos apuntar su situación común en la
ladera sur del Cerro Virgen de la Muela, a orillas del Tajo. Además, se trata de un hallaz-
go de un peso muy cercano a los anteriores, siendo en 1945 dos depósitos que sumaron
13,8 kilogramos, aproximadamente 6,9 cada uno. En el caso del tesoro de 1597 sabemos
que el depósito estaba escondido en una olla de barro, extremo que desconocemos para
el hallazgo de 1945.

Las descripciones que conservamos permiten identificar claramente elementos comu-


nes como torques, lingotes, monedas cortadas y tortas de fundición, elementos comunes
en ambos conjuntos. Por estas razones creemos que es muy posible que la ocultción loca-
lizada en 1597 fuera parte del mismo conjunto. Lamentablemente las lacónicas descrip-
ciones contenidas en el pleito con el marqués de Mondéjar no permiten aventurar las téc-
nicas empleadas en la elaboración de las piezas.

Por último, debemos llamar la atención sobre la existencia de tres depósitos en una
misma ladera, probablemente como reflejo de un ocultamiento vinculado con la Segunda
Guerra Púnica.

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Hallazgo de un tesoro de plata de época de Felipe II en Driebes (Guadalajara)

Figura 1. Ermita de la Virgen de la Muela vista desde el sur (fotografía Emilio Gamo).

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Figura 2-Ladera sur del Cerro de la Virgen de la Muela, lugar de hallazgo de la ocultación argéntea
(fotografía Emilio Gamo).

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Hallazgo de un tesoro de plata de época de Felipe II en Driebes (Guadalajara)

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Trazas de industria textil, tejidos y vías de transporte en Caraca...

Trazas de industria textil, tejidos


y vías de transporte en Caraca:
una primera aproximación
1
Saúl Martín González

A mis antepasados; campesinos y artesanos textiles de la España meridional

Introducción
El vestido (incluyendo calzado y sombrerería) constituye la tercera de las más bási-
cas necesidades del ser humano, solamente superado por el alimento y la vivienda. Si a
esto le añadimos toda la panoplia de útiles aportados por la industria textil a partir de
diferentes materias primas de origen tanto vegetal como animal, como cordelería de
diferente naturaleza, bolsos o recipientes de almacenaje, obtenemos una actividad eco-
nómica absolutamente básica y central para la Humanidad. De hecho, se trata del sector
que simboliza mejor que ningún otro, para las sociedades preindustriales, la práctica
totalidad de la industria ligera y de bienes de consumo. Por su propia naturaleza, empe-
ro, los productos originados por la industria textil constituyen bienes perecederos. Ello
establece un primer (y grave) hándicap de partida, y es que carecemos absolutamente de
testimonios primarios directos (según la clasificación de López Mira 2001), esto es, no
ha aparecido hasta la fecha resto alguno de tejido de época antigua. Por otro lado, ade-
más, nos encontramos con la dificultad técnica para identificar estos materiales en los
análisis palinológicos realizados hasta la fecha en el yacimiento (Lopez Sáez et alii:
2019), si bien ello puede y debe ser matizado, como veremos a lo largo de las siguien-
tes páginas. Se torna necesario pues, en aras de una aproximación sobre este particular,
tomar forzosamente en consideración toda una pléyade de elementos indirectos, trazas,
utensilios arqueológicos relacionados con la industria textil, análisis palinológicos y
fuentes escritas, tanto de época antigua como de periodos preindustriales. En base a ello,
será nuestro objetivo, a lo largo de las siguientes páginas, ofrecer una visión general
sobre la eventual existencia y producción en la civitas de Caraca de tales actividades,
en el contexto general de la Hispania romana. Un estado de la cuestión que, esperamos,
se vea desarrollado y ampliado con mayores certezas en los trabajos a implementar en
años venideros.

1 Equipo Arqueológico Caraca.

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Saúl Martín González

Textiles de origen vegetal (I): interrogantes en torno al lino


En la Hispania romana (y aún antes) se conocían ciertamente varias fibras vegetales
como son el esparto, la palma, el cáñamo o el lino, y acaso otras (Mangas y Myro 2003).
Antes de preguntarnos acerca de la eventual explotación en la Caraca romana del espar-
to, tejido del que nos ocuparemos más adelante, conviene por tanto dedicar unas pocas
líneas a las restantes materias primas, y muy especialmente al lino. A propósito suyo
resulta necesario establecer una serie de premisas. Por un lado, las características físicas
de sus múltiples especies requieren en general una oscilación térmica anual moderada,
que oscile entre los 30ºC y los -4ºC, siendo especialmente sensible a las heladas (Alfaro
1984: 52). Ello favorece su cultivo y explotación especialmente en las regiones litora-
les, ora en Iberia ora allende, donde el mar actúa como un regulador térmico. En nues-
tra Península, tanto fuentes escritas como hallazgos arqueológicos parecen coincidir,
con todas las cautelas, en atenerse precisamente a este esquema dejando un vasto espa-
cio vacío en el interior (Alfaro 1984: 54-55). A priori, ello parece apuntar hacia su even-
tual descarte en la Baja Alcarria, adscrito a una zona de transición subhúmeda-semiári-
da con notable sequía estival (García-Abad 1998: 39) y frecuentes heladas invernales.
Cabe expresar al respecto, no obstante, una cautela: tal y como han demostrado los aná-
lisis palinológicos en el yacimiento (López Sáez et alii 2019), en el entorno inmediato
de éste, y acaso en buena medida mediatizado por la inminencia del Tajo, nos encontra-
mos con una suerte de “microclima” que favorece las faciaciones más termófilas y cáli-
das en la flora, tanto arbórea, como arbustiva y/o herbácea. Quizás por ello han querido
reconocerse (García-Abad 1998: 41), ya con anterioridad al siglo XVI, la existencia de
“cultivos de huerta, los de cáñamo, zumaque, lino y azafrán” en la zona, aunque sin dar
más detalle sobre las bases para tal afirmación. A propósito de tal siglo, de hecho, las
Relaciones Topográficas de Felipe II (26 de noviembre de 1.575 para la entrada de
Driebes) ofrecen un paisaje de cuasi monocultivo de cereal (trigo y cebada) en este
municipio (Polo 1575: 91 y ss.).

Al recurrir a las fuentes clásicas, por su parte, el lino aparece como una de las típi-
cas exportaciones de Hispania (Mangas y Myro 2003: 333), laudándose en repetidas
ocasiones la calidad de su denominación de origen. Así Livio (XXII, 46, 6), por ejem-
plo, reconoce como propio de los soldados hispanos las relucientes túnicas de lino blan-
co orladas de púrpura. No obstante, y en correspondencia a lo señalado supra, en el
momento de referirse a los centros productores en nuestro suelo, las referencias apuntan
en efecto hacia territorios más litorales: así, el principal centro emisor hacia Italia (y por
ello, el más célebre entre los romanos) es sin duda “la alta ciudadela de Saetabis [actual
Játiva], ciudad que osaba rechazar las telas de los árabes y oponía sus tejidos al lino
egipcio” (Silio Itálico, III, 372-375). Desde esta ciudad íbera Veranio y Fábulo le envia-
ron como souvenir a su amigo Catulo un paño de lino que el poeta tenía en gran estima
y empleaba como servilleta en los simposia (Catul. 12), o de la que Gratio destacaba
sobre todo las redes de caza (Gratt. Cyn. I, 54-55). A mayor distancia aparecen grandes
puertos como Gades (Marcelo Empírico, De medicamentis liber, 8, 27) o Emporium

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Trazas de industria textil, tejidos y vías de transporte en Caraca...

(Str. III, 4, 9). En un segundo plano aparecen zonas menos urbanizadas, pero igualmen-
te más próximas al mar, como el territorio de los zoelas en el noroeste (Plin. Nat. XIX,
10) o los lusitanos (Str. III.3.6) a poniente, quienes se endosarían cotas de lino para mar-
char a la guerra. En otro orden de cosas, el trabajo del lino siempre aparece en el Mundo
Antiguo ya desde “La Odisea” (Hom. Od. II, 86-110), como la práctica totalidad de los
trabajos textiles, como una labor eminentemente femenina (Alfaro 1975: 191).

En resumen, los condicionantes físicos y climáticos expuestos supra minimizarían las


expectativas de un eventual cultivo del lino en el territorium caracitanus, quedando a lo
sumo, reservado a las zonas fluviales y/o de solana más benignas. Por tanto, cabe colegir
que, en caso siquiera de darse, el volumen de una hipotética producción de lino en este
territorio hubiese sido ciertamente pequeño, quedando reservado, al máximo, para una
incipiente autarquía a nivel local. En definitiva, como hipótesis de trabajo a la fecha no
descartamos absolutamente la eventual existencia del lino en este territorio, pero en todo
caso gozando de un rol netamente secundario respecto al auténtico dueño de este territo-
rio: el esparto. En el actual estado de la cuestión, por lo demás, no disponemos de evi-
dencia arqueológica alguna, más allá del posible uso “multitejido” de agujas y pondera,
en principio más destinadas a otras fibras como lana y muy posiblemente esparto, que
apunte a la explotación del lino en Caraca. En cualquier caso, siempre con la cautela de
mantenernos a la espera de ulteriores trabajos y noticias en este sentido.

Textiles de origen vegetal (II): De atochales y espartizales


La Stipa tenacissima L (según la clasificación dieciochesca de Linneo, que atribuyó
la clasificación de esta especie a su discípulo Loeftling en el sudeste de Madrid; es decir,
precisamente en la zona que, prolongada hacia la Baja Alcarria manchega, estamos aquí
comentando, Bañón 2010: 10) o Macrochloa tenacissima (según la clasificación de
Kunth) es una especie vegetal arbustiva y perennifolia de la familia de las gramíneas.
Presenta un aspecto robusto, tosco y duro, donde las hojas (que en ocasiones alcanzan
más del metro de longitud y que por ello, junto a su resistencia (de aquí su epíteto tena-
cissima) y flexibilidad serían la materia prima del esparto propiamente dicho) descan-
san sobre una abigarrada base (la atocha) compuesta por raíces superficiales y rizomas,
es decir, tallos subterráneos de crecimiento y desarrollo horizontal de los que brotan
nuevas raíces y tallos (Belmonte et alii 2017: 232). De éstos brotan las macollas, o haces
de tallos muy abigarrados y juntos, que proporcionan a la atocha su característico aspec-
to de “cojín” semicircular coronado por un conjunto de antenas de penacho tremolante,
florecientes entre abril y junio. Las hojas, perennes, tardan en torno a medio año en des-
arrollarse, pudiendo alcanzar una esperanza de vida de entre uno y dos años y siendo
más jóvenes a medida que avanzamos hacia el interior de la planta. La atocha, símbolo
del Mare Nostrum occidental (especialmente de Iberia y Norte de África) junto a la
famosa “tríada” panmediterránea (cereal, vid y olivo), aparece desde el nivel del mar
hasta el piso de los 1.200 m.s.n.m. en Europa (Almería) y 2.800 m.s.n.m. en África
(Bañón 2010: 12), si bien por encima de los 800 m.s.n.m. comienza a escasear en para-

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Saúl Martín González

lelo a la altura. De enorme amplitud ecológica en base a su titánica fortaleza y resisten-


cia, nos encontramos ante un auténtico “todoterreno” tolerante con numerosas forma-
ciones edafológicas (especialmente para suelos arcillosos y/o calizos) incluso en condi-
ciones de escasez de precipitaciones, si bien su optimus preferido son las zonas de sola-
na y orientación meridional de los paisajes esteparios calurosos (si bien la atocha es
capaz de sobrevivir en el rango entre -20ºC y +50ºC; Janin 2018: 45) y secos (entre 200-
400 mm. por m2 anuales). Allí se desarrolla de manera natural sobre vastas extensiones
configurando enormes comunidades, los espartales, que constituyen uno de los paisajes
más típicos de la Iberia (más las Baleares) mediterránea semiárida. Ya Plinio el Viejo
recordaba, a propósito del territorium de Carthago Nova, que “allí donde brota, aunque
sea en las montañas, éstas se cubren” (Plin. NH, XIX, 26), si bien en el mismo pasaje
se citaba el erróneo mito de la indomabilidad del esparto (“el esparto es también una
hierba que crece espontáneamente y no puede ser sembrada” Plin. NH, XIX, 26), las
atochas pueden ciertamente cultivarse en zonas de características aptas, bien mediante
el sembrado o, más comúnmente, de manera vegetativa (Bañón 2010: 13), mediante
diferentes tipos de esquejes, divisiones de tallos y la denominada “guerrilla” o torsión
de tallos hacia el suelo para poder enraizar, expandiéndose y colonizando el espacio cir-
cundante. Pero además, desde el Neolítico nos encontramos con una progresiva acción
antrópica donde aparece una agresiva deforestación para fines agrícolas o ganaderos
(agricultura de roza y quema o bien sedentaria, ganadería trashumante o bien estabula-
da, etc.), industriales (procesos que necesiten leña, como la metalurgia, vidrio, hornos
cerámicos, etc.) o domésticos. Ello ha favorecido una considerable degradación de la
vegetación endémica, y con ella, al eliminar sus especies competidoras, la expansión de
un vegetal arbustivo resistente al fuego y al pastoreo (la atocha no gusta a los animales,
por su rudeza) desde su inicial nicho ecológico (Bañón 2010: 14).

Por supuesto, en las vastas extensiones ocupadas por él, el espartal ha supuesto tra-
dicionalmente un recurso económico de primer orden a lo largo de la práctica totalidad
de la secuencia diacrónica antrópica. Hemos ya señalado supra la condición de los teji-
dos como producto de primera necesidad para cubrir las más básicas necesidades huma-
nas. Y en efecto, las primeras trazas de empleo y producción textil a partir de materias
primas de origen vegetal, tanto en Iberia como en muchos otros territorios, se pierden
auténticamente en la noche de los tiempos. En nuestra Península, corresponde precisa-
mente a la Stipa tenacissima L. el honor de conformar el tejido vegetal más antiguo
conocido. Así en efecto, huellas de una cuerda de esparto trenzado aparecen ya en el pro-
pio Paleolítico Superior, documentadas ya en estado de calcificación en una colada esta-
lagmítica en la Cueva de Ardales o Doña Trinidad (Málaga et alii 2014: 133-138). Ya en
el Neolítico y la Edad del Bronce, y muy singularmente en época argárica, se produce
una auténtica explosión de estas manufacturas, con hallazgos muy reseñables en dife-
rentes yacimientos del Sudeste ibérico (a propósito de ello: Belmonte et alii 2017; Janin
et alii 2017; Lillo 1985). Ello, por cierto, comienza ya de alguna manera a prefigurar
posteriormente el célebre Campus Spartarius cartagenero. Se trata de una vasta exten-

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sión que, organizada para su explotación sistemática ya en época púnica, será finalmen-
te sometido a pleno rendimiento por Roma. Sobre tal particular, vid. Bañón 2010, con
algunas consideraciones del máximo interés acerca del origen cartaginés de esta explo-
tación. Ello casaría relativamente bien, por cierto, con la consideración de Plinio el
Viejo: “el hecho es que el esparto no se comenzó a usar hasta unos siglos después [que
el lino]. Su uso no se remonta más allá que la primera guerra que los cartagineses hicie-
ron en Hispania” (Plin., NH, XIX, 26). Ello siempre con el matiz de que los púnicos
reorganizan la producción, como hemos visto conocida ya desde la más remota
Prehistoria, en clave de agricultura comercial y excedentaria, para un mundo ya de esca-
la panmediterránea. Y ciertamente, también las fuentes escritas reflejan la idea de que
griegos y romanos conocían este tejido a través de fenicios y cartagineses (Bañón 2010:
15-16) como demuestran testimonios como el de Aulo Gelio (Noctes Atticae, XVII, 3,
1-5) basándose en una obra perdida de Varrón (Re Rerum Humanarum), dos poetas:
Horacio y Quintiliano, quienes denominan al esparto directamente como “cuerdas ibé-
ricas” (Hor. Épodos, IV, 3) e hibericas herbas (Quint. Institutione Oratoria, VIII, 2, 2)
o, de manera más explícita, de nuevo Plinio (NH, XIX, 31). Tal fue la importancia de
esta producción, sea como fuere, que de ella se deriva el actual topónimo de Cartagena,
a través de los términos Carthago Spartaria (cuyo padre, hasta donde sabemos, es el
propio Plinio el Viejo (NH, XXXI, 94) y Carthago Spartagena (testimoniada por pri-
mera vez en Apiano, Iber. 12, si bien comete un error grave al confundir Cartagena con
Sagunto) generalizados en época tardorromana y bizantina.

El esparto, ut diximus el tejido vegetal más antiguo atestiguado en Iberia, gozaba en


época romana de la condición de materia prima más apreciada del agro hispano en el
sector textil. Ello se justifica en que su mayor resistencia lo convierte en la “cuerda” por
antonomasia (Alfaro 1975: 60) y de hecho aportaba los mayores rendimientos en este
sentido (Alfaro 1975: 192). La máxima rentabilidad, empero, no es sinónimo de mono-
polio. Así en efecto, la existencia del susodicho Campus Spartarius cartagenero tampo-
co invalida en caso alguno la eventual existencia de otras zonas ibéricas que, dotadas de
las adecuadas condiciones naturales para ello, fuesen productoras de estas fibras. De
hecho, no conviene exagerar la rentabilidad anterior: si bien el esparto era la materia
prima para un amplísimo abanico, de productos (Lillo 1985) tanto cotidianos (cestería,
sombrerería, calzado, cordelería, abanicos, etc.) como industriales (cordelería naval,
cordelería y cestería minera, productos para los arrieros y transporte, etc.), no dejaba de
tratarse de un producto muy cotidiano con escaso valor añadido. Por ello resultaba ópti-
mo y muy deseable producirlo in situ (Alfaro 1984: 191), dejando espacio en el trans-
porte a larga distancia (no olvidemos que dificultoso para la época, en especial por vía
terrestre) para otras mercancías más rentables, como minerales o productos manufactu-
rados. Ello es especialmente cierto por la vía terrestre, ya que desde el Campus
Spartarius en torno a Cartago Nova ciertamente se exportaba la materia prima a Capua
en la Campania (Str. Geog. III, 4), ya que en suelo itálico no existía ni se cultivaba este
producto. Tanto es así, que cuando Plinio el Viejo loa precisamente las maravillas del

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Campus Spartarius cartagenero, cierra su discurso asegurando que “para atender a


todos estos usos no hay más que espacio de menos de treinta mil pasos de ancho y de
cien mil de largo en el litoral de Cartagena. El gasto impide transportarlo desde más
lejos” (Plin. NH, XIX, 29-30). La relevancia de este pasaje es francamente extraordina-
ria, en un doble sentido: en primer lugar, supone la declaración implícita de que el espar-
to de hecho existía y se trabajaba más al interior, si bien no resultaba rentable transpor-
tarlo como materia prima para ser trabajada en Carthago Nova o directamente en
Capua. Cabe preguntarse, pues, lo siguiente: ¿podría constituir el territorium caracita-
num, conectado con Carthago Nova a través precisamente de la “Vía Espartaria”, una
zona productora de esparto? ¿Podría hablarse entonces de la existencia de un campus
spartarius, similar a aquel de Carthago Nova, pero en la cuenca del Tajo?. En las
siguientes páginas nos preguntaremos acerca de las condiciones físicas que nos encon-
tramos en el entorno de Caraca para ello.

¿Un campus spartarius a orillas del Tajo?


En la actualidad, el paisaje donde se enclava Caraca, así como la práctica totalidad
del Sudeste de la Comunidad de Madrid y buena parte de las provincias de Guadalajara
y Cuenca, está formado por un paisaje de estepa fruto del clima mediterráneo continen-
talizado de precipitaciones escasas, degradado durante siglos por la acción antrópica.
Dicho de otro modo, y remitiéndonos a las características físicas establecidas supra,
supone el paraíso del atochal y el espartal. Como tal, el esparto se ha venido utilizando
en estos parajes para las más fecundas y diversas producciones a nivel etnográfico y
popular, lo que ha servido para la inclusión en 2018 de Driebes dentro del Estudio de

Figura 1- Esparto junto al Cerro de la Virgen de la Muela en Driebes (fotografía Emilio Gamo)

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Trazas de industria textil, tejidos y vías de transporte en Caraca...

Identificación de los Paisajes Culturales del Esparto en España (Janin 2017), depen-
diente del Instituto del Patrimonio Cultural de España y por ende del Ministerio de
Cultura y Deporte. Ya hemos comentado supra cómo sabemos por las Relaciones topo-
gráficas de España que ya en noviembre de 1.575 (documento en el que está ya citado
el elemento más moderno en el yacimiento: la ermita de la Virgen de la Muela, reutili-
zando materiales constructivos de la antigua civitas romana) el paisaje, si bien se encon-
traba netamente encaminado hacia la agricultura cerealística, ciertamente contaba con la
presencia de diversas especies arbustivas (“mata parda y retama, y atocha, y sielva [sic.]
y sarmientos de las viñas”) entre las que se incluye la atocha, la planta del esparto (Polo
1575: 94). No obstante, en la obra no se especifica explotación textil o manufactura
alguna más allá de su precario empleo como leña ante la carencia de madera, y por ello
de vegetación arbórea; un hecho cabe pensar que provocado por las roturaciones de
campos para el cultivo de trigo y cebada, lo cual como ya se ha dicho favorece directa-
mente el crecimiento del esparto al eliminar a sus competidores. Estas informaciones
son sin duda interesantes al referir los paisajes de la zona en época preindustrial, pero
¿cuál podría ser la situación antes del siglo XVI?.

Nuestra principal vía de conocimiento del entorno, recursos naturales y paisaje en


época romana en el lugar la suponen los análisis palinológicos realizados en el marco de
nuestras excavaciones arqueológicos en Caraca (López et alii 2019, en este mismo
volumen), complementados por algún meritorio trabajo anterior (García-Abad 1998).
De nuevo en este campo, como decíamos supra, nos enfrentamos a un hándicap de par-
tida, ya que el esparto por su propia naturaleza es difícil de detectar en los análisis polí-
nicos. No obstante, el panorama general de este estudio sí nos puede configurar un
entorno a partir del cual determinadas actividades sí pueden ser favorables, o al menos
compatibles. En efecto, el resultado arrojado por las muestras muestra, en lo fundamen-
tal, un paisaje abierto donde el cultivo de cereal, típico hasta hoy en la Meseta y en este
lugar, convive con un paraje semiadehesado de quercíneas (López et alii 2019) compa-
tible con la ganadería trashumante de ovicápridos. En otras palabras, los dos principales
pilares tradicionales del sector primario meseteño. Ello resultaría muy compatible, por
las razones esgrimidas supra y como lo ha sido en los últimos siglos, con la existencia
de atochales. Nos detendremos un momento a propósito de la deforestación antrópica.
Tanto el cultivo de cereal como para el pastoreo (por ejemplo, para la creación de gran-
des majadas o recintos que permitiesen estabular al ganado trashumante) junto a las
necesidades industriales y domésticas suponen factores que coadyuvan a la deforesta-
ción de la superficie arbolada. El origen de ésta arrancaría ya desde el propio origen del
poblamiento humano en Caraca, que se remonta nada menos que a la Edad del Bronce
Final (ca. 1000 a.n.e.; Gamo et alii 2018: 197; Gamo y Fernández 2017: 136), quizás
aumentada en la fase carpetana; lo que casaría bien con el origen del campus spartarius
cartagenero en esta época, siguiendo la cita pliniana (Bañón 2010: 57 y ss.); pero sin
duda alguna ya desde la romanización. Dentro de ésta, muy particularmente desde la
época de promoción jurídica y ulterior monumentalización de Caraca como civitas,

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muy probablemente dentro de la municipalización flavia de los años 70-80 d.n.e., cuan-
do se plantearía una enorme demanda de madera para abastecer los ambiciosos progra-
mas constructivos, tanto de la propia madera como de combustible (para las caleras de
cara a la fabricación del opus caementicium, en los hornos cerámicos, en las termas,
etc.). Tal y como se ha establecido en las páginas anteriores, la retirada de la cobertura
vegetal y el consiguiente aumento de la insolación favorece la expansión de las atochas
desde su nicho ecológico básico, compatibilizándose muy bien con la presencia de un
ganado poco interesado en esta planta. En efecto, en los análisis palinológicos se refle-
ja un paisaje abierto y de vegetación arbórea degradada con una considerable represen-
tación de gramíneas (30-40%), la familia del esparto ut diximus, completada además por
toda una serie de especies arbustivas asociadas a la degradación de los encinares o cos-
cojares como son “los retamares o escobonales (Retama/Cytisus 0,9-2,6%), tomillares
(Labiatae: 0,8-1,8%), Crataegus monogyna (1,2-1,8%) y Rhamnus (1,8-3,5%)” (López
Sáez et alii 2019). Todo ello apunta, en nuestra opinión, hacia la existencia de una más
que probable explotación de espartizal. En otras palabras, hacia la existencia de un even-
tual campus spartarius en íntima relación con la “Vía Espartaria” en su vado del Tajo,
con implicaciones para la vida cotidiana de la civitas caracitana y, sobre todo, de cara al
abastecimiento de productos para las comunicaciones terrestres y fluviales. De hecho,
esta zona a día de hoy es la más interior y, por ende, noroccidental, de la “España espar-
tera”, lo que sin duda podría ser aprovechado como primera/última estación en la fabri-
cación de estos materiales cotidianos para arrieros y comerciantes. A la espera de nue-
vas investigaciones, adoptamos como hipótesis de trabajo esta interpretación de unos
datos que juzgamos suficientemente sólidos.

Testimonios primarios indirectos: la impronta del Pasado


Tal y como señalamos en la primera página del presente trabajo, carecemos hasta la
fecha de testimonio primario directo (es decir, resto de tejido; López Mira 2001) algu-
no. Más interés ofrecen los denominados testimonios primarios indirectos o improntas
de estas fibras. Si bien tampoco hemos individualizado ninguna que muestre directa-
mente el trazado de un tejido, sí contamos con en torno a media docena de improntas
que muestran las vigas de madera a las que se adosaban las cornisas de estuco. Resulta
relevante el hecho de que estas improntas de vigas aparezcan en el reverso de algunos
de los fragmentos de cornisa de estuco blanco que revocaban el interior del piso supe-
rior del edificio ubicado al este del foro (cata A), excavado en la campaña de 2017
(Gamo y Fernández 2017: 129-130). Esta segunda planta, levantada sobre el nivel del
foro y accesible desde éste, sito a occidente, a través de una escalera de cierta monu-
mentalidad, albergaba con seguridad un cierto edificio público de función aún no bien
definida. De ello dan fe precisamente su rica decoración con restos de pintura mural de
tono rojo y sus revocos de estuco en alzados y cornisas, en ocasiones decorados con
motivos pictóricos y/o grafitos. Lo interesante del caso, en lo tocante al trabajo del
esparto, es la noticia de Vitrubio a propósito del empleo de maromas de este vegetal en
la fabricación de los revestimientos en estuco: “una vez dispuestas las vigas se atan con

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Trazas de industria textil, tejidos y vías de transporte en Caraca...

cuerdas de esparto hispánico y caña griega siguiendo la forma de la bóveda” (Vitr. De


Arch. VII, 3, 2). Ello nos recuerda, de hecho, las improntas de cuerdas de esparto en el
reverso del revoco de uno de los vomitorios del Teatro de Carthago Nova (a propósito
de los revestimientos y revocos, tanto en estuco como en mármol, de dicho edificio,
Fernández Díaz 2003). El tema de la decoración mediante revocos de estuco en los
vomitoria teatrales, aunque en este caso figurativos, nos recuerda a paralelos itálicos
como el de Ostia (Pavolini 1996: 239 y ss.).

¿Estructuras y herramientas productivas?


En el trabajo del esparto, desde la materia prima al producto refinado, listo para ser
tejido o hilado de manera manual, son necesarios una serie de procesos artesanales /
industriales que requieren de diferentes elementos como el agua o el fuego o de dife-
rentes útiles. El proceso comienza con la recogida en el campo mediante unos caracte-
rísticos bastones para arrancar la planta ya atestiguados por Plinio (Plin. NH, 26), en rea-
lidad varillas de metal o madera de punta curva que se atan al antebrazo (Beltrán 2005:
155) y que en Andalucía se llaman “coge(d)or”; de ahí, las “zalás” o manojos se trasla-
dan al núcleo habitado y se pesan mediante una romana, para someterlas a un remojo en
piletas o albercas de considerable extensión. Allí pasarán, en inmersión con la ayuda de

Figura 2 -Impronta de viga de madera sobre estuco del piso superior del edificio al este del Foro -
cata A (fotografía Equipo Arqueológico Caraca).

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Saúl Martín González

piedras, un periodo variable entre los dos y los cuarenta días, según el producto resul-
tante sea curado o blanco, cocido, oreado o común, esto es, una gradación de calidad
(Alfaro 1984: 68). Más allá de esa cifra puede producirse la putrefacción de las fibras.
A partir de ahí se precisa dejarlo secar al sol correctamente, tras lo que puede cocerse o
pasar directamente a majarlo (o machacarlo mediante mazos de madera sobre una maja-
dera o gran piedra plana, con la ayuda de una cuerda), con la ayuda de una cuerda.
Posteriormente el esparto refinado se almacenaba y los artesanos procedían, en sus talle-
res, al hilado y trenzado, dando la forma de múltiples objetos cotidianos. Desde el punto
de vista del arqueólogo, por tanto, habría que buscar los espacios requeridos para estas
manufacturas, que a través de la etnografía han configurado un vocabulario específico
en español, como hacinas, tendidas, esparteras, entibas, batanes, balsas o piletas (Janin
2017: 53 y ss.). Se trataría básicamente de unas grandes superficies en las que almace-
nar y dejar secar ligeramente el esparto en crudo; unas piletas o albercas de considera-
ble extensión para el remojo; de nuevo unas grandes superficies abiertas para el secado
(podrían reutilizarse las anteriores, en un segundo momento) y algún taller con almacén
para la materia prima ya refinada, donde proceder al hilado y trenzado final. Para todo
ello sería necesario además un aparataje tal como mazos para ablandar la planta, agujas
de hueso o metal y peines de pinchos de hierro. Siguiendo la lógica, los barrios, arraba-
les y burgos de artesanos y comerciantes en los centros urbanos preindustriales se sitú-
an preferentemente extramuros o cerca de ellos. El motivo es simple: sacar fuera de la
ciudad, realizada fundamentalmente en materiales perecederos (adobe y vigas de made-
ra, etc.), una serie de actividades que podrían llegar a ser peligrosas por la propagación
de incendios intencionados o fortuitos. No obstante, la propia versatilidad y baja espe-
cialización tanto de las estructuras como materiales requeridos provoca que resulte fran-
camente complicado adscribir alguno de estos objetos en exclusividad a las manufactu-
ras esparteras y no a cualquier otro material, como lana o lino, o incluso a elementos de
adorno personal. En consecuencia, son pocos los casos de identificación de estructuras
aparecidas en contexto arqueológico con espacios específicos para la producción de
esparto. Uno de ellos muy interesante lo constituye en época ibérica La Casa del Horno
de la Illeta dels Banyets (El Campello, Alicante), donde se ha individualizado un taller
de esparto (Perdiguero 2016) con conclusiones interesantes para el estudio arqueológi-
co de esta manufactura. En el caso de Caraca, los materiales individualizados hasta la
fecha son básicamente algunos pondera y fusayolas para una cierta producción domés-
tica de (presumiblemente) lana, que mencionaremos infra. Para el esparto, por el con-
trario, no se ha hallado hasta la fecha espacio productivo alguno a excepción de alguna
posibilidad, generalmente en contextos de reutilización en precario tras el abandono de
la civitas, a caballo entre los siglos II y III d.n.e. (a propósito de las fases de reocupa-
ción en precario: Martín González 2011). Si bien entonces nos ocupábamos de las fases
de villulae sobre antiguas villae en la Antigüedad Tardía, muchos de los fenómenos des-
critos parecen transcurrir en paralelo, hasta donde sabemos, también en este caso. Esta
invisibilidad de espacios productivos esparteros entra dentro de lo plausible, atendiendo
al hecho de que solamente se han excavado parcialmente algunos espacios centrales

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Trazas de industria textil, tejidos y vías de transporte en Caraca...

públicos del centro urbano (aledaños del foro, el decumanus y termas públicas) en las
cuatro catas realizadas durante dos campañas de excavación (Gamo y Fernández 2019;
Gamo et alii 2018; Gamo y Fernández 2017). En otras palabras, espacios muy alejados
de los eventuales burgos y arrabales de artesanos que presumiblemente pudieren existir
extramuros. Sea como fuere, sí existen dos espacios en particular, dentro del escaso por-
centaje de la superficie ciudadana excavada hasta la fecha, que sí plantean cierto inte-
rés. El primero es la fase de reocupación en precario aparecida sobre el ambiente termal
(interpretado como un tepidarium) de la cata D, durante la campaña de 2018. Tras un
incendio en el siglo II o principios del III, cuya naturaleza (fortuita o intencionada) igno-
ramos, el espacio se amortiza, dotándose de otro uso diferente. El final del “lujo super-
fluo” que representan las termas y su substitución por una fase donde la utilidad inme-
diata es la norma, es algo que casa perfectamente con las fases de reutilización en pre-
cario sobre los niveles de ocupación de época clásica (Martín González 2011: 181 y ss).
En este caso, el lugar parece rellenarse parcialmente y dotarse de una cierta función tex-
til a tenor del pondus aparecido in situ, a lo que hay que añadir otro más rodado en
superficie no lejos de allí. ¿Podría acaso haberse reutilizado el antiguo tepidarium como
un lugar productivo de cara a las manufacturas textiles?. No obstante, el hallazgo del
pondus parece apuntar más bien hacia una producción de lana que, a tenor de la escasez
numérica de las muestras, sería perfectamente compatible con la producción doméstica
de alguna infravivienda situada sobre las antiguas termas. El hecho de que el edificio
termal no se encuentre excavado en su totalidad, empero, supone también en este senti-
do un freno a una interpretación que habremos de ir completando en trabajos venideros.
El segundo de los puntos “candidatos” para el desarrollo de actividades textiles es el
propio foro, o bien su espacio inmediatamente circundante. Como se verá en este mismo
volumen (Gamo y Fernández 2019), dicho espacio foral, erigido sobre fases anteriores
carpetano-romanas y romano-republicanas (Gamo y Fernández 2017: 126) tiene gran-
des dimensiones en relación a la extensión de la civitas. Este desfase de medidas sugie-
re la posibilidad, en relación al emplazamiento de la misma sobre la Vía Espartaria, de
su funcionamiento eventual como mercado de ovicápridos.

Un campus spartarius interior sobre una encrucijada de vías terrestres y fluviales


A lo largo de las páginas anteriores nos hemos ocupado de analizar los diferentes ele-
mentos, todos ellos indirectos, para aproximarnos a una eventual y presumible produc-
ción espartera en el territorium caracitano. Antes bien, conviene dedicar un último apar-
tado para preguntarse por el objeto de tal producción. Ya hemos referido supra el pasa-
je pliniano donde se asegura la nula rentabilidad en la importación del esparto desde más
allá de los límites del campus spartarius del sudeste (Plin.. NH, XIX, 29-30), lo que
implícitamente reconoce la existencia de esta producción en otras áreas del solar hispa-
no. Según el testimonio de los autores clásicos, refrendado por la etnografía de los usos
tradicionales en España (Lillo 1985) y (aún más vigentes hoy) en otros países medite-
rráneos, como Marruecos, en época romana el esparto gozaba de un abanico amplísimo
de usos diferentes, oscilando desde lo más cotidiano hasta lo industrial. En el primer

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Saúl Martín González

grupo estarían usos como la cestería, sombrerería, calzado, abanicos, etc. así por ejem-
plo ya Pacuvio nos hablaría de unas sandalias de esparto (Festo XVII); el gaditano
Columela, quien nos refiere diferentes tipos de coladores a partir del esparto crudo (R.R.
XII, 19) o incluso reutilizando sacos viejos ya fabricados en este material (R.R. XII, 17).
Plinio por su parte testimonia la miel de esparto (NH, XI, 18) probablemente de otras
especies arbustivas mediterráneas como retama o romero. Apuleyo en su Asno de Oro
presenta bozales, sogas y arreos de esparto (Met. VIII, 25; IX, 11-13). Por otro lado, en
el grupo de las aplicaciones industriales, y aunque hay otras como la fabricación de sala-
zones y garum (Col. R.R. XII, 6; Plin. NH, XXXI, 94) aunque compartido sin duda con
el ámbito cotidiano también, destaca ante todo y en primer lugar la cordelería. El uso de
las cuerdas de esparto, naturalmente, es amplísimo, y se divide entre empleos domésti-
cos (una cuerda que ata un queso en la cocina, Virg. Moretum 58), cuerdas indetermi-
nadas (Hor. Épodos, IV, 3; Quint. Institutione Oratoria, VIII, 2, 2), cuerdas para maqui-
naria (en concreto, una grúa de construcción o throchilea Graecanica, Cat., De Agric.
III) y otros, como el transporte, donde la cordelería (y por ende el esparto) gozan de una
importancia absoluta, tanto en el naval como en el terrestre. A este último respecto hay
que traer el uso de cuerdas de esparto como revestimiento de ánforas y otros recipientes
cerámicos “seis urnas cubiertas de esparto; seis ánforas cubiertas de esparto” (Cat. De
Agric. XI; id. CXXXV) para ofrecer protección y aislamiento térmico. Es decir, algo que
se mantuvo en España, mediante arrieros, aguadores y neveros, hasta la generalización
del agua corriente en época de nuestros abuelos. A ello habría que añadir el tema del cal-
zado (o “herraduras” de esparto) en varios autores para bueyes y otros animales de carga
y tiro. Así Varrón (cordelería y calzados para bueyes, R.R. I, 23, 6); Columela (uso de
sandalias de esparto para bueyes con heridas en las pezuñas, R.R. VI, 12 y 15); Galeno
(De Alimenta VI, 12, 1), Vegecio en repetidas ocasiones (Mulomedicina I, 26, 3; II, 82,
2; IV, 9, 2; IV, 16, 1) y el tratado veterinario anónimo Mulomedicina Chironis (770). Ello
revaloriza, sin duda, la posición del campus spartarius a orillas del Tajo que aquí pro-
ponemos y su función en la Vía Espartaria para abastecer de correajes y arreos cotidia-
nos a los arrieros, aguadores, neveros, comerciantes, pastores y viajeros de toda índole.

El transporte hídrico, por otro lado, constituye sin ninguna duda el empleo “estrella”
para los cabos de esparto en las fuentes clásicas. Ello no puede extrañarnos, ya que hoy
como ayer este tipo de transporte mantiene su condición de vía preferente para las mer-
cancías, siendo a partir de las 100 millas los transportes terrestres se tornaban absoluta-
mente “prohibitifs (…) c´est pourquoi les fleuves devirent les principales artières com-
merciales”, también para el ámbito hispánico (Sillières 2000: 218; Finley 2003: 186),
prosperando las ciudades costeras y fluviales más que ninguna otra (Str. Geog, III, 2,1),
además de suponer los cursos hídricos la principal vía de acceso para ideas y técnicas
(Curchin 2004: 455). La cuestión aparece ya abarcando desde la mera pesca (fragmen-
tos atribuidos a Pacuvio, autor del siglo II a.n.e., Bañón 2010: 21-22; Solino Collectanea
rerum memorabilium XXIII, 3; tratado anónimo Expositio Totius Mundi et Gentium
XVI; Elio Donato Ter. Form. Praef. I, 1); hasta acontecimientos bélicos de primera mag-

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Trazas de industria textil, tejidos y vías de transporte en Caraca...

nitud, ya sea por activa (“sesenta y tres naves de carga fueron abordadas [en el puerto
de Carthago Nova por Escipión], algunas con su cargamento: trigo, armas y también
bronce, hierro y velas y esparto y otros materiales navales (Liv. Ab Urbe condita.
XXVI, 47); (…) desde allí la escuadra, cargada de botín, llegó a Loguntia, donde una
gran cantidad de esparto había sido acumulada por Asdrúbal para la construcción de
naves” Liv. XXII, 20) o por pasiva (Frontino, Stratagemata I, 7, 3 nos narra cómo, ante
la escasez de esparto, los cartagineses deben hacer correajes para la maquinaria bélica a
partir de los cabellos de sus mujeres; hecho que corrobora Floro (Epítome de Tito Livio,
I, 31), pasando por artes pesqueras (Opiano Anzarbense, Haléutica III, 341-342). No
debemos olvidar que transporte hídrico no solamente cubre la navegación marítima, que
se abastecería de forma preferente desde Cartago Nova en base a la rentabilidad que
argumentaba Plinio, sino que también tenemos al respecto la navegación fluvial. Si bien
es cierto que los análisis palinológicos nos muestran una tendencia a la aridificación en
los dos primeros siglos de nuestra Era (López Sáez et alii 2019) relacionada tanto al
“Periodo Cálido Romano” como a la propia acción antrópica asociada a la romaniza-
ción, no lo es menos la pervivencia de bosques riparios (olmedas) en la cuenca del Tajo,
lo que muy probablemente le permitiría conservar un cauce adecuado para ciertos tipos
de navegación. La navegación fluvial ha sido tradicionalmente minusvalorada y casi
descartada por parte de la historiografía para los ríos hispánicos en relación a los de la
el resto de Europa. Ello en buena parte se deriva de una incomprensible incapacidad
para distinguir los buques marítimos, que ciertamente no podrían sino navegar en cier-
tos tramos variables del curso bajo de los grandes ríos ibéricos como el Ebro, el
Guadalquivir, el Guadiana, el Tajo y el Duero más las Rías Bajas gallegas, de aquellos
esquifes (el término español se deriva precisamente de scaphae romanas), barcas y cha-
lupas con los que habrían de remontarse, al menos, los cursos medios, en ocasiones con
ayuda de técnicas conocidas en época moderna y contemporánea como la sirga (deno-
minada caudicaria en Roma, al respecto, Dioniso de Halicarnaso, III, 43, 3) para remon-
tar río arriba, entre otras. Dichos esquifes están de hecho atestiguados por Estrabón (ya
el propio Estrabón en Geografía, III, 2, 3 dice que primero se construían de un solo tron-
co y en su época a partir del ensamblamiento de diferentes piezas) señala el recurso a
las barcas de ribera, que Plinio el Viejo denomina lyntres (NH. VI, 26, 10; Chic 1984: 3,
nota nº5). Nonio Marcelo (XIII) define las lintres como naves fluminales, bien conoci-
das para un enorme número de cursos fluviales antiguos, desde el Tíber hasta el Indo,
pasando por el Ródano, el Rin o el Sena, entre muchos otros (Sillières 1990: 736).
Posiblemente los términos asociados, como lenunculi (Pavolini 1996: 108) o naves codi-
ciariae (Sén. De brevitate vitae 13,4), sean todos sinónimos antes que designar diferen-
tes tipologías de esquifes. En todos los casos se trata de embarcaciones “de casco redon-
deado, completamente cubiertas, con bodega y con un mástil situado en la parte delan-
tera, destinado fundamentalmente a la sirga, que podía ser desmontado; estas naves con
frecuencia contaban con un cabrestante para realizar la sirga con puntos fijos” (Chic
1984: 36), tal y como se muestra en las representaciones pictóricas y musivarias ostien-

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Saúl Martín González

ses (Pavolini 1996: 106-108). En el caso concreto del Tajo, se ha utilizado hasta el siglo
XX por parte de los gancheros para bajar por el río los troncos resultantes de la explo-
tación forestal. En época de Felipe II sabemos de la navegación desde Lisboa hasta el
Palacio de Aranjuez. En época romana, sabemos de la existencia de ánforas no sola-
mente en Caraca (fragmentos de al menos dos Dressel I, en los niveles romano-repu-
blicanos de las viviendas de bajo el foro, en la cata B) sino incluso río arriba. Que estas
ánforas llegasen por vía terrestre desde puertos marítimos emplazados a centenares de
kilómetros es algo que, en razón de los motivos de rentabilidad esgrimidos supra, no
parece probable y en todo caso estaría por demostrar.

Respecto a la cuenca del Tajo, el propio Estrabón señalaba su navegabilidad (además


de su potencialidad aurífera, en su curso medio: Martín González 2017: 189-190; Martín
González 2014: 752) como uno de los factores que propiciaban la prosperidad de la que
disfrutaba Lusitania (Str. Geog. III, 3, 4). En la parte ibérica de su “Geografía”, no sola-
mente aparece la navegación fluvial como mecanismo de acceso a los centros de pro-
ducción, sino también como fórmula de comunicación con los territorios y pueblos inte-
riores de nuestra Península (Plácido 1987-88: 249), mencionando de forma explícita
para las riberas del Tajo a lusitanos, vettones, carpetanos y celtíberos (Str. Geog. III, 3,
1). De hecho, este autor comienza señalando las dimensiones del estuario del Tajo, que
cifra en torno a 20 estadios (3,7 km), al que otorga “(…) una profundidad tal como para
resultar navegable por naves cargadas con 10.000 ánforas” (Str. Geog. III, 3, 1), esto
es, unas 260 toneladas, lo que sin duda desarrolló Olisipo como puerto principal del
Poniente hispánico. En el territorio hoy portugués conocemos interesantes datos, tales
como la inscripción a un caudicarius o batelero de una caudicaria navis (que accedió
nada menos que al flaminado) en Sintra (CIL II 260) u otra de Mirobriga (CIL II 25)
recordando la efectuada en el Baetis por los lyntrari (remeros o bateleros) cananienses,
oducienses y naevenses a su patrón, el hispalense C. Aelius Avitus (CIL II 1182; Chic
1986: 34). Además, al igual que señalaba el propio Estrabón para la desembocadura de
Guadalquivir y Guadiana (vid. supra) también aquí los flujos y reflujos (Str. Geog. III,
3, 1) de las mareas inundan la llanura, a decir suyo, haciendo posible el acceso con naves
marítimas durante unos 500 estadios (92,5 km) hasta la ciudad y el monte de Moron,
cerca de la actual Abrantes. De hecho, los buques marítimos podían alcanzar Santarém
(antigua Scallabis) aún en el siglo XIV, siendo sede de un floreciente comercio con
África y Países Bajos (Curchin 2004: 457) y posteriormente continuó constituyendo un
importante puerto fluvial durante toda la Edad Moderna, si bien a base de embarcacio-
nes no marítimas, lo que sin duda fue determinante para su consideración como capital
conventual. En tierras más interiores y próximas a Caraca, aún habrá que destacar los
proyectos de navegabilidad del Tajo en la época de unidad ibérica lograda por Felipe II,
como los desarrollados con cierto éxito por el ingeniero italiano Giovanni Baptista
Antonelli entre 1581-84. En esta época se llegó a lograr la remontada del Tajo desde
Lisboa acarreando metales preciosos provenientes de América (a los que se les unía en
el Alentejo el mármol de Estremoz) con destino a los embarcaderos de Aranjuez para la

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Trazas de industria textil, tejidos y vías de transporte en Caraca...

construcción de los Reales Sitios de los Habsburgo (López Gómez et alii 1998: 249 y
ss), y aún en el siglo XVII (López Gómez 1998). Por otro lado, Estrabón (III, 3, 4), junto
a la existencia de los placeres auríferos de este río informa explícitamente de la nave-
gabilidad del Tajo y sus afluentes. Además, conocemos en su estuario, como en el del
Sado, importantes factorías de salazones (cetairae) y garum (Curchin 2004: 462) que
muy probablemente sirviesen también para su exportación tierra adentro. Esta realidad
no sería óbice, sin embargo, para la presencia en el interior de importaciones a larga dis-
tancia, como la presencia de ánforas suditálicas en Castra Caecilia (Cáceres, a 24 km
del Tajo) o bien de ánforas vinarias Dressel 1 a 4 y Haltern 70 en Conimbriga (Curchin
2004: 461-462). Pero aún en el curso alto del río se documentaron en Trillo, junto a los
Baños de Carlos III, en la década de 1.950 ánforas asociadas a una serie de muros de
mampostería, que se han interpretado como las trazas de un pequeño fondeadero fluvial
(Sánchez-Lafuente 1986: 181). En esta zona, por lo demás, se registra el transporte flu-
vial de troncos (los ya referidos gancheros) desde (al menos) la Baja Edad Media hasta
bien entrado el siglo XX (Sánchez-Lafuente 1986: 181, n. 1). Sin duda una estimulante
problemática que habremos de desarrollar en futuros trabajos.

Epílogo. Textiles de origen animal: rebaños y trashumancia


Si bien en el presente trabajo nos hemos centrado de manera preferente en las fibras
textiles de origen vegetal, en modo alguno queremos olvidar las de origen animal,
siquiera a modo de breve epílogo a desarrollar en estudios venideros. En la práctica tota-
lidad de la cuenca mediterránea, desde la noche de los tiempos los grupos humanos han
seguido los movimientos estacionales de los rebaños animales, primero para cazarlos y
después para pastorearlos. Así está sin duda atestiguada una trashumancia en la Italia
meridional romana (Sánchez-Corriendo 1997: 70-71). En el interior de España, empero,
medievalistas e historiadores de La Mesta se han opuesto frontalmente a la existencia de
trashumancia con anterioridad al 654, esto es, hasta la redacción del Liber Iudiciorum
bajo el reinado del visigodo Recesvinto (Sánchez-Corriendo 1997: 69-70) y finalmente
ya desde 1273 con la creación del Honrado Concejo por Alfonso X El Sabio. Esto, sen-
cillamente, no se sostiene bajo una lectura crítica y ponderada de las fuentes escritas
sobre la conquista romana, especialmente en lo tocante a poblaciones netamente gana-
deras como lusitanos y vettones (Sánchez-Corriendo 1997: 73 y ss.) que parecen con-
trolar las cañadas naturales. De hecho, ello podría remontarse más aún hasta el
Orientalizante y la Edad del Bronce Final, especialmente en la Meseta Occidental
(Martín González 2017: 193 y ss.) con elementos como las estelas del suroeste (resumen
del debate académico en Sánchez-Corriendo 1997: 87-90) y los “guijarros-estela”
(Martín González 2012: 467-468).

En el hinterland de Caraca, en el área de la Mancomunidad de Almoguera, se regis-


tra la existencia hoy de dos ramales de una vía pecuaria, la Cañada o Galiana de las
Merinas (García-Abad 1998: 41) que comunica Soria con Extremadura y Andalucía. En
el propio yacimiento, los hallazgos de algunos pondera y fusayolas, tanto en la cata B

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Saúl Martín González

(niveles carpetano-romanos bajo el foro) como en la cata D (termas públicas), en el con-


texto de reocupación en precario del tepidarium en las termas públicas (vid. supra) nos
documentan la existencia de, cuanto menos, una producción textil a nivel doméstico.
Pero ¿cómo diferenciar un espacio productivo encaminado a la autarquía/autoconsumo
respecto a otro excedentario? ¿simplemente por su número?. Ciertamente extraños son
los casos donde se ha individualizado in situ alguna estructura productiva encaminada a
la instalación de telares, piletas, patios para el cardado, lugares de almacenaje y otros
espacios productivos encaminados a una producción excedentaria. Ello no invalida auto-
máticamente, por lo demás, una eventual explotación económica para la venta: convie-
ne recordar a tal propósito el Verlagssystem, también llamado Domestic system o
Putting-out, en los albores de la Revolución Industrial. Nos hemos referido asimismo
supra a las grandes dimensiones del foro caracitano, compatibles con un uso eventual
como mercado de ganado. Alguna certeza más aportan los análisis palinológicos, que
muestran un paisaje semiadehesado donde cierto cultivo de cereal es compatible con un
paisaje abierto para el esparto, como ya refiriésemos supra, y especialmente con una
abundante ganadería de ovicápridos testimoniados por la presencia cierta de hongos aso-
ciados a sus heces (López Sáez et alii 2019).

Figura 3- Fusayola localizada en los niveles carpetano-romanos bajo el Foro-cata B (dibujo de


Miguel Zorita).

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Trazas de industria textil, tejidos y vías de transporte en Caraca...

Bibliografía
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Una mirada al subsuelo. Estudio del yacimiento romano...

Una mirada al subsuelo. Estudio del


yacimiento romano del Cerro de la
Virgen de la Muela (Driebes, Guadalajara)
mediante georradar multicanal
1
Javier Vallés Iriso
2
Irene Ortiz Nieto-Márquez
3
Teresa Chapa Brunet
4
Gonzalo Barderas Manchado
5
Jose Yravedra Sainz de los Terreros
6
María Turégano Botija
Introducción
Las aplicaciones geofísicas en el mundo de la arqueología son bien conocidas desde
hace décadas. Gracias al carácter multidisciplinar de los nuevos grupos de investigación
es posible avanzar en campos científicos que complementan a los estudios arqueológi-
cos. El CAI de Arqueometría y Análisis Arqueológico de la UCM da apoyo técnico con
herramientas como el georradar 3D, vuelos fotogramétricos y análisis espaciales con
aplicaciones SIG.

El objetivo de este trabajo es la presentación de los datos obtenidos en la prospec-


ción geofísica del yacimiento arqueológico situado en el Cerro de Virgen de la Muela,
en Driebes (Guadalajara). El CAI de Arqueometría y Análisis Arqueológico de la UCM
colabora con el equipo arqueológico encargado del yacimiento desde el año 2016, cuan-
do se realizaron los primeros trabajos. La aplicación de técnicas como el georradar y los
vuelos fotogramétricos se justificaron como métodos no destructivos ni invasivos, con
los que se podía obtener información del yacimiento sin necesidad de excavar.

1 CAI de Arqueometría y Análisis Arqueológico. Facultad de Geografía e Historia (UCM).


javall01@ucm.es
2 CAI de Arqueometría y Análisis Arqueológico. Facultad de Geografía e Historia (UCM). ire-
ort01@ucm.es
3 Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología. Facultad de Geografía e Historia
(UCM). tchapa@ucm.es
4 Instituto de Matemática Interdisciplinar. Departamento de Fisica de la Tierra y Astrofisica. Facultad
de Matematicas (UCM). Facultad de Matematicas (UCM). gonzalobm@mat.ucm.es. Facultad de
Matemáticas (UCM). gonzalobm@mat.ucm.es
5 CAI de Arqueometría y Análisis Arqueológico. Facultad de Geografía e Historia (UCM). jyra-
vedr@ghis.ucm.es
6 maria.turegano@gmail.com

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Javier Vallés Iriso, et alii

Estas nuevas tecnologías se han aplicado en numerosos yacimientos en los que las
estructuras subyacentes eran susceptibles de ser documentadas (Zhao et alii 2013 y
2018; Malfitana et alii 2015).

El yacimiento que nos ocupa, se sitúa en un cerro amesetado con una altitud media
de 610 m.s.n.m., a la orilla derecha del Tajo, sobre un amplio meandro y delimitado por
barrancos con cursos de aguas irregulares (Gamo et alii 2018). Hoy en día, parte de la
superficie del yacimiento se emplea como terreno para cultivo de secano.

El conocimiento de la existencia de restos arqueológicos en el lugar se remonta a


1945 cuando se hallaron a los pies del cerro dos conjuntos de plata consistentes en tor-
tas de fundición, lingotes, fragmentos de objetos de adorno personal, monedas, etc. (San
Valero 1945).

En 2016 se llevó a cabo el proyecto “Prospección arqueológica intensiva y geotécni-


ca del Cerro de la Virgen de la Muela en Driebes (Guadalajara)”, financiado por la Junta
de Comunidades de Castilla la Mancha y cofinanciado por el Ayuntamiento de Driebes y
la Asociación del Museo de Guadalajara (Gamo y Fernández 2017). Dentro del marco del
mismo se realizaron los primeros vuelos fotogramétricos y campañas de prospecciones
geofísicas que se han prolongado en el tiempo a medida que las excavaciones han sacado
a la luz nuevos restos.

Obtención de imágenes fotogramétricas desde Dron


La fotogrametría es una técnica que determina las propiedades geométricas de los obje-
tos y las situaciones espaciales de estos, a partir de imágenes fotográficas. Se obtienen
nubes de puntos 3D a partir de imágenes en 2D (Santamaría y Sanz 2011; Martín-Bueno
y Sáenz 2017). Los vuelos fotogramétricos desde dron se inician con la planificación del
vuelo. Se establece la altura, la velocidad de ascenso y desplazamiento, número de fotos
por pasada, recubrimiento de las mismas, precisión del sistema de posicionamiento entre
otras variables.

Es imprescindible el apoyo topográfico para la correcta georreferenciación de los pro-


ductos derivados de la toma fotográfica del dron. Consiste en la ubicación de puntos de
control del terreno y obtener las coordenadas de los mismos con GPS diferencial para
poder resolver la orientación externa y georreferenciar el trabajo.

Una vez planeado el vuelo y tomados los puntos de control, se procede al vuelo del
dron, que va realizando las fotografías en los puntos previamente programados. Una vez
obtenidas las fotografías, se realiza el cálculo de los parámetros de orientación de cada una
de ellas. Este proceso es la aerotriangulación, un modelo matemático basado en ecuacio-
nes de colinealidad que incorpora gran calidad de redundancias al proceso para poder dar
robustez al sistema y obtener unos resultados con alta calidad (Santamaría y Sanz 2011).

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Una mirada al subsuelo. Estudio del yacimiento romano...

La modelización hidrológica con Sistemas de Información Geográfica (SIG) se


puede entender como el proceso de modelización matemática del flujo de agua en un río.
Esto consiste en conocer los valores que toman las variables hidráulicas (caudal, cala-
do, velocidad, etc.) mediante la resolución por métodos numéricos de unas ecuaciones
obtenidas a partir de una serie de hipótesis (Vicente 2005; Molero 2015).

La fotogrametría del yacimiento se realizó mediante el vuelo de un dron cuadricóp-


tero modelo MD4-1000 de la marca Microdron y el posterior procesado de las imáge-
nes con el software Pix4D.

La adquisición de datos con el dron se ha realizado en dos vuelos, debido a la gran


superficie a prospectar (23,3 ha). Se utilizaron 29 puntos de apoyo y se tomaron un total
de 287 imágenes. Las imágenes aéreas presentan una resolución topográfica de 18,2
mm/pix, un GSD de ±11,1 mm y una resolución de ±57,7 mm/pix. La densidad de pun-
tos por m² 165.543 aporta una gran calidad en la imagen, nube de puntos y modelo digi-
tal de elevaciones (MDE) (figura 1).

Para realizar el análisis de hidrología del cerro se ha utilizado el software ArcGIS


10.4. Para obtener entidades hidrológicas como las líneas centrales de corriente y cuen-
cas hidrológicas del MDE ha sido necesario en primer lugar condicionar hidrológica-
mente el modelo. Para ello se han alterado las elevaciones para constituir claramente las
direcciones de la corriente (Torres 2006; García Moreno 2010; ESRI 2013).

Figura 1. Programa de vuelo de dron sobre el cerro, ortofotografía y modelo digital de elevaciones
(MDE) (CAI de Arqueometría y Análisis Arqueológico de la U. C. M.).

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Javier Vallés Iriso, et alii

Los errores de los MDE se catalogan como sumideros o picos. Un sumidero es un


área rodeada por valores de mayor elevación que se conoce como depresión o concavi-
dad. Esta es un área de drenaje interno que se debe eliminar antes de derivar cualquier
información de superficie.

Una vez rellenados se ha obtenido la dirección y acumulación de flujo. De estos rás-


teres se puede adquirir la hidrología mediante la extracción de las celdas en las que el
valor sea superior a una cifra que se elija, en este caso donde se acumule la corriente.
Finalmente, se han vectorizado las redes de arroyos.

Prospección geofísica con georradar


El empleo del georradar consiste en la emisión de un pulso electromagnético en el
subsuelo, que viaja a través de los diferentes materiales. Cada cambio de material o de
medio que presente diferentes propiedades dieléctricas van a producir una parte de onda
reflejada y otra parte de onda transmitida (Pérez 2001). La parte de onda reflejada se
recibe para formar una consecución de pulsos electromagnéticos que conforman los
radargramas. Estos datos deben ser post-procesados, tanto para su georreferenciación
como para la limpieza de ruidos que impiden observar las reflexiones de interés. Con
esta técnica es posible obtener representaciones planas y tridimensionales, a partir de
datos organizados según secciones verticales o radargramas (Conyers 2012; Goodman y
Piro 2013).

En el caso de Driebes se ha empleado el georradar Stream X de la casa IDS


Ingeniería dei sistemi. Se trata de una antena multicanal con una frecuencia nominal de
600 MHz. Ésta consta de 12 dipolos con una polarización en VV y un espaciado de 8
cm. Las características de la adquisición para cada radargrama son de 87 scans/s y 12
samples/s con una ventana de 64 ns y una resolución horizontal de 12 scans/m.

La adquisición en campo ha consistido en realizar transectos rectilíneos a favor de la


huella de arado para evitar golpes de antena o variaciones bruscas en el valor vertical
que dificultasen el reajuste del 0ns editting. Se ha cubierto un área de 30.075 m2 en
varias fases y por zonificaciones de diferentes tamaños ajustados según obstáculos o
referencias del campo de cultivo. Se han realizado un total de 668 transectos de dife-
rentes longitudes con las que se han obtenido un total de 7.348 secciones de georradar
(cada 8 cm). Debido a la gran cantidad de datos en bruto se han realizado parcelaciones
en el procesado para poder manejar los resultados visuales y realizar una correcta inter-
pretación de los mismos. En total se trata de 13 sub-áreas con superficies diversas desde
565 m2 hasta los 5.560 m2 (figura 2).

Con el software GPR-Slice se ha realizado tanto el procesado de los datos brutos del
georradar como el ajuste de los datos del GPS para una georreferenciación de las adqui-
siciones (GPR Slice web; Novo).

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Figura 2. Zonificaciones (subáreas) del georradar en el yacimiento (CAI de Arqueometría y Análisis


Arqueológico de la U. C. M.).

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Javier Vallés Iriso, et alii

La secuencia de procesado ha variado ligeramente según la zona, aunque en términos


generales se ha realizado un remove of dc drift and remove wobble, 0 ns editting, back-
ground removal, gainnig, bandpass filter (no siempre con los mismos límites) y hilbert
transform. Las velocidades del medio se han calculado con el método de tamaño de las
hipérbolas según posición (Conyers y Goodman 1997) y se ha realizado una media para
todo el yacimiento, ya que se estima que es un suelo homogéneo de características simi-
lares con pequeñas variaciones en granulometría. Se ha estimado una velocidad de 0,11
m/ns (Goodman et alii 2011; Novo et alii 2013).

Con los datos de las secciones en vertical se ha realizado un bloque 3D de datos


mediante interpolación con el método de la distancia inversa ponderada. Se pueden con-
templar los datos en una serie de rodajas o slices en horizontal para la observación en plan-
ta de las amplitudes de onda con slices de espesor de 0,3 ns ó 1,4 cm. Se presentan en color
rojo las amplitudes de onda transformadas por el incremento de ganancia (gainning) del
procesado que han conformado el plano de las estructuras del yacimiento (figura 5).

Cada punto de apoyo en la fotogrametría y cada transecto de georradar se ha georre-


ferenciado en su principio y final con un GPS diferencial modelo GR-5 de la casa
Topcon. Se ha realizado mediante mediciones en RTK con base y móvil en el sistema
de referencia ETRS89 HUSO 30 N con coordenadas UTM sobre el Geoide de referen-
cia iberia08_rednap.

Figura 3. Secciones transversales al cerro para determinar la orografía de la zona central más eleva-
das y posibles arroyos que pueden provocar la erosión de las estructuras (CAI de Arqueometría y
Análisis Arqueológico de la U. C. M.).

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Una mirada al subsuelo. Estudio del yacimiento romano...

Interpretaciones
En el cerro se encuentra un campo de cultivo sin uso desde el año anterior a la fecha
de adquisición de datos. Se ha tenido en cuenta que el terreno no tuviese un contenido
en humedad desfavorable, tanto para alcanzar la profundidad de sección suficiente,
como para obtener resultados positivos. El suelo presenta alto contenido en cantos de
diferentes tamaños, incluso de tamaños decimétricos, con lo que se trata de un perfil
edáfico con cierta heterogeneidad. Los materiales de construcción principalmente son de
litología yesífera, con lo que el contraste de la permitividad eléctrica entre el suelo arci-
lloso y las estructuras ha sido suficiente como para obtener reflexiones hasta aproxima-
damente 90 cm de profundidad e incluso 1,2 m en algunas zonas puntuales.

En términos generales se aprecia un yacimiento con un urbanismo de calles de dife-


rentes tamaños, zonas de espacios abiertos como una plaza o foro, estructuras habita-
cionales que conforman manzanas y seguramente algunos edificios de posibles edificios
públicos.

Observando el plano general de las anomalías del georradar (figura 3), se detectan
zonas donde presentan mayor claridad y profundidad, zonas con anomalías más tenues
y de menor espesor y zonas con ausencia de anomalías donde al parecer debería haber
una continuidad de las estructuras. Gracias a los datos del modelo digital de elevaciones
de alta resolución obtenido con la fotogrametría del dron se observa una coincidencia en
la que en la zona topográfica de mayor elevación es donde las estructuras presentan
menor espesor y el suelo mayor heterogeneidad con lo que se deduce que son zonas con
mayor abrasión por las acciones antrópicas o de mayor erosión al encontrarse más ele-
vado. Por el contrario en las zonas perimetrales a esta zona elevada las estructuras se
observan con mayor nitidez, lo que indica mayor contraste entre las estructuras y su
entorno con lo que seguramente los suelos sean más homogéneos con mayor contenido
de arcillas o humedad y por tanto, mejor conservación de las estructuras del yacimiento
(figura 3).

Con el análisis de hidrología se han localizado las zonas de cabecera o de los arro-
yos y cárcavas del cerro que se encuentran en parte transformados por el uso del arado
que tiende a igualar la superficie cultivada. Se observa que coinciden las cabeceras de
los arroyos con la ausencia de estructuras en el plano de anomalías de georradar por
tanto se ha interpretado que el yacimiento en estas zonas se encuentra afectado, llegan-
do a desaparecer debido a la acción erosiva previa al uso agrícola (figura 3).

En las secciones de georradar se observa un primer nivel donde apenas se diferen-


cian estructuras de su entorno. Ocupa entre 10 y 25 cm de profundidad e incluso en algu-
nas zonas podría llegar a los 35 cm. Se ha interpretado como el nivel de arado y remo-
ción. Por debajo de este se observa un segundo nivel de unos 60 cm de media, donde se
detectan y observan las estructuras del yacimiento. A partir de 1 m de profundidad esti-

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Figura 4. Mapa de anomalías del georradar con secciones de muestra (CAI de Arqueometría y
Análisis Arqueológico de la U. C. M.).

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Figura 5. Mapa de interpretaciones de resultados del georradar sobre ortofotografía (CAI de


Arqueometría y Análisis Arqueológico de la U. C. M.).

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Javier Vallés Iriso, et alii

mada se documenta una ausencia de reflexiones con claridad tanto del yacimiento como
del nivel geológico, seguramente debido a la atenuación y dispersión de la señal.

Puntualmente se pueden observar con precisión anomalías de diferentes tipologías de


las estructuras del yacimiento (figura 4).

En la zona central, adyacente a la actual ermita de la Virgen de la Muela, se observa


un amplio espacio sin anomalías de aproximadamente 1.400 m2 de forma rectangular y
en el que se detectan anomalías puntuales y equidistantes en la zona perimetral. El equi-
po arqueológico ha sido el encargado de interpretar estas imágenes y contrastarlas con
las excavaciones. De ellas se ha inferido la presencia del foro y edificios públicos en esta
zona (Gamo y Fernández 2017). En la sección de georradar figura 4, sección D se obser-
van anomalías de tipo hipérbola a una profundidad estimada de en torno a 20 cm que
corresponde a la basa de la columna de litología yesífera. En la parte de las secciones de
la zona sin anomalías se observan la ausencia de hipérbolas con entidad, lo que es indi-
cativo de que se trata de un espacio abierto sin estructuras tal como se aprecia en el corte
horizontal o slice. También se localiza un edificio aislado en forma de “H” que presen-
ta una estructura de gran entidad con muros potentes y rellenos internos, reflexiones
internas tanto de pequeñas hipérbolas como reflexiones pseudo horizontales de cada
hilera de sillar. Presenta una forma rectangular y se encuentra entre los 20 y 80 cm de
profundidad.

En el resto del yacimiento se detectan zonas de estructuras de edificios y calles con


las anomalías correspondientes que van a conformar las amplitudes que marcan los colo-
res rojos de las slices a diferentes profundidades (figura 4, mapa general). Se han detec-
tado innumerables muros de varias tipologías y espesores. Se detectan reflexiones prác-
ticamente horizontales que presentan morfologías rectangulares en la vista de los cortes
del bloque 3d. Seguramente corresponden con zonas pavimentadas o suelos tipo mosai-
co que al presentar un cambio de medio provocan un pico de reflexión en la traza del
georradar (figura 4, secciones A y B). El estrato de yeso que se encuentra en el nivel geo-
lógico inferior produce una reflexión similar con lo que en algunos casos es imposible
diferenciar con precisión una tipología de otra por lo que es conveniente realizar una
interpretación por localización y el entorno en el que se encuentra la reflexión. En deter-
minados puntos estos callejones presentan reflexiones de posibles pavimentos y se ha
localizado una zona donde se detectan pequeñas hipérbolas por debajo del nivel de pavi-
mento e incluso rompiendo éste, seguramente se trata de una canalización de agua aso-
ciado a la calle (figura 4, sección A).

En la parte noroccidental se observan muros rectilíneos con cierta entidad, agrupa-


ciones de hipérbolas en disposición vertical de mayor amplitud y una zona de mayor
profundidad con rellenos de gran tamaño que en planta presenta una morfología rectan-
gular. Esta última parte corresponde a una piscina de unas termas romanas con rellenos

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de escombros que se ha excavado en la campaña de 2018 (figura 4, sección F). Asociado


a esta piscina se detecta una anomalía de una hipérbola de gran amplitud de señal que
discurre por debajo de las demás anomalías y que se ha interpretado como una canali-
zación de agua (figura 4, sección E).

En la mitad norte, prácticamente en el límite, se detectan anomalías con mayor niti-


dez y sobre todo con gran contraste entre la estructura y el entorno. Permite diferenciar
claramente que las estructuras se encuentran entre los 20 y 90 cm de profundidad. En las
múltiples secciones que conforman en general el yacimiento se detectan anomalías que
conforman lo que parecen calles y edificios (figura 4, secciones G, H e I). Se han reali-
zado las interpretaciones de diferentes estructuras con lo que se conforma finalmente el
mapa general del yacimiento a una profundidad de entre 20 y 60 cm. Corresponde a los
profesionales en arqueología realizar la interpretación de los mismos (figura 5).

Conclusiones
Este trabajo presenta los resultados de vuelos fotogramétricos y prospecciones geo-
físicas que se han realizado en el Cerro de la Virgen de la Muela, Driebes (Guadalajara)
desde el año 2016.

Se ha realizado una campaña de imágenes aéreas mediante dron multirrotor con las
que se ha realizado un procesado fotogramétrico y se ha obtenido una ortofoto y un
modelo digital de elevaciones de alta resolución que van a conformar la base digital
sobre la que se ha trabajado.

Por otra parte, se ha realizado una campaña de geofísica mediante georradar multi-
canal que ha cubierto prácticamente el 70 % de la superficie total más elevada del cerro.
Se han obtenido el mapa de anomalías con el que se ha realizado la interpretación de las
estructuras del yacimiento.

Gracias a esta técnica, es posible discernir diferentes particularidades del yacimien-


to con la correcta interpretación de los radargramas y bloques 3D. El análisis de los
datos del georradar se enfoca en el reconocimiento de anomalías, cuya organización
geométrica sugiere un origen antrópico de posible interés arqueológico.

En términos generales se observa un urbanismo de calles, edificios y espacios abier-


tos. Se puede observar las zonas donde el yacimiento presenta mayor grado de deterio-
ro o abrasión que coincide con la parte topográficamente más elevada y zonas de ausen-
cia de estructuras que coincide con las zonas de nacimientos o cabeceras de arroyos
según el análisis hidrológico del modelo de elevaciones.

La interpretación de los datos obtenidos con georradar debe ser realizada por parte
de los arqueólogos y su posterior confirmación en campo tras la excavación.

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Reconstruyendo Caraca: la virtualización como recurso didáctico....

Reconstruyendo Caraca: la virtualización


como recurso didáctico para la difusión
del patrimonio histórico

Daniel Méndez García1

Introducción
El comienzo de los trabajos arqueológicos en la ciudad romana de Caraca plantea el
reto de mostrar al público representaciones claras y didácticas de un yacimiento que ape-
nas se ha comenzado a excavar. Por tanto, la aproximación a la reconstrucción virtual se
hace en dos líneas: La del realismo y el detalle en la interpretación de los restos cons-
tructivos descubiertos en las excavaciones arqueológicas efectuadas en 2017 y 2018, y
la de la generación de un modelo interpretativo global para la vista general de la ciudad,
a falta de un conocimiento posterior más detallado de las peculiaridades urbanísticas de
cada área del yacimiento.

Planteamiento inicial: ¿Fotogrametría o modelado?


El descubrimiento de estructuras derrumbadas, desmontadas, o a veces tan solo su
impronta en negativo, plantea problemas de interpretación al arqueólogo, pero aún más
al público general. Tradicionalmente la herramienta para la transmisión de los modelos
interpretativos ha sido el dibujo, tanto técnico como artístico. Esta técnica, que continúa
vigente en nuestros días, se ha visto complementada y, en el plano de manejo y com-
prensión espacial, superada por la irrupción y generalización de las tecnologías de
reconstrucción 3D.

Conviven en este nuevo entorno dos planos que en ciertos puntos se complementan,
y en otros chocan: la fotogrametría y el modelado tridimensional. Siendo sus resultados
modelos tridimensionales de representación del espacio, sus puntos de partida son dife-
rentes.

La fotogrametría, en tanto técnica de cálculo computerizada y más o menos automa-


tizada a partir de patrones de reconocimiento de imagen, genera modelos tridimensio-

1 Universidad Francisco de Vitoria / revives.

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Daniel Méndez García

nales resultantes del almacenamiento de varias imágenes desde distintos ángulos de un


mismo objeto. El sistema es capaz de unificar en un único archivo volumétrico digital
la suma de todas esas imágenes a partir de la ubicación en las 3 coordenadas espaciales
(X, Y, Z referentes a anchura, altura y profundidad) de los principales puntos represen-
tativos de la forma.

La cantidad de puntos que conformen el modelo resultarán en un objeto con mayor


o menor información en cuanto a su superficie, la llamada “malla 3D”, ya que su previ-
sualización en pantalla muestra las líneas que unen esos puntos o vértices más repre-
sentativos de la superficie, lo que le da el aspecto de una escultura de alambre, tanto más
densa cuantos más puntos representen la superficie. La fotogrametría además del archi-
vo digital de geometría, genera otro archivo de gran tamaño, correspondiente a la ima-
gen que cubre esa superficie, llamada textura, y que se ajusta a los polígonos conforme
a unas coordenadas denominadas “mapeado”. Estos modelos digitales resultantes, debi-
do a la gran cantidad de puntos, suelen conllevar archivos de gran tamaño, lo que difi-
culta el posterior procesado en sistemas informáticos. Para la optimización de estos
pesados archivos directamente obtenidos de los algoritmos matemáticos se emplea una
técnica de redibujo, simplificando la cantidad de vértices que definen una misma área,
denominada retopología. Aplicamos a un modelo que era estrictamente matemático el
criterio de reducción de puntos de un operador cualificado, obteniendo un nuevo archi-
vo digital más ligero y eficiente, asumiendo la pérdida de alguna información poco rele-
vante para el resultado final. No obstante esta manipulación de la malla tridimensional
de la geometría es factible y eficiente cuando no se deforma el objeto sino que tan solo
se optimiza su superficie. Si, por ejemplo, se quisiera además eliminar o deformar un
elemento indeseado –pongamos por caso los árboles que la fotogrametría ha escaneado
en un terreno-, modificar la malla suele conllevar la pérdida de las correctas coordena-
das de mapeado, es decir, la textura dejará de encajar con la superficie, ya que no hay
información para la nueva estructura de esos objetos.

Frente a la fotogrametría se encuentra el modelado 3D, en que un operador dibuja tri-


dimensionalmente a partir de geometrías básicas y deformadores los volúmenes tratando
de aproximarse al objeto de estudio. Esta técnica sería la evolución a las tres dimensio-
nes del clásico dibujo bidimensional. El objeto resultante, aun empleando guías que ayu-
den a establecer formas y medidas, será un aproximado, pero nunca un exacto como
resulta de la fotogrametría. No obstante, al ser un objeto modelado desde el principio,
esculpido tridimensionalmente, ofrece la posibilidad al usuario de alterar tantos elemen-
tos como se desee, y crear y ajustar manualmente nuevas texturas que se quieran aplicar
a los modelos. Podemos por tanto generar ese modelo de un terreno sin árboles que inter-
fieran, o restituir zanjas, paleocauces u otras deformaciones del terreno que sean de ayuda
para generar objetos más acordes al resultado buscado. Podríamos concluir por tanto que
la fotogrametría es al realismo, el tiempo presente y la objetividad, lo que el modelado es
a la interpretación, la proyección transtemporal y por tanto, la subjetividad.

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Reconstruyendo Caraca: la virtualización como recurso didáctico....

Aplicado al campo de trabajo caracitano, estimamos que la fotogrametría era el mejor


método para documentar el resultado de la excavación, en tanto fotografía tridimensional
de los trabajos arqueológicos, mientras que la reconstrucción interpretativa de esas
estructuras excavadas y el modelo interpretativo general de la ciudad debían ser efectua-
dos mediante modelado tradicional, realizado por Daniel Méndez / revives. Agradecemos
a Gonzalo García Vegas y Esperanza Martín sus esfuerzos en este sentido.

Caraca: un reto de la virtualización


El comienzo de los trabajos en un yacimiento que a simple vista no muestra más
estructuras que las ruinas de una ermita muy posterior al periodo principal de estudio,
supone un desafío desde el punto de vista de la divulgación. La expectativa del público
por ver las primeras imágenes de la recién descubierta ciudad nos hacían ir en dos direc-
ciones: la de la vista general de la ciudad, y la de la reconstrucción de las estructuras
aparecidas en las parcelas excavadas. En éstas, la información es mayor y se pueden
extrapolar datos con mayor fiabilidad a un modelo tridimensional de las edificaciones
parcialmente descubiertas. La vista general del yacimiento, por el contrario, se apoya en
los vestigios estructurales documentados por georradar (2016 y 2018) y dron en 2016
(al respecto véase en este mismo libro Vallés et alii 2019), y su función no es tanto el
realismo de las construcciones concretas, sino la visión global de la urbanística y aspec-
to de la urbe.

La vista general
El punto de partida de un modelo de representación tridimensional de un yacimien-
to suele ser generar un modelo de terreno. Para un mayor control del número de polígo-
nos necesarios para conformar la geometría del terreno, así como poder modificar ele-
mentos del paisaje que hayan sido modificados por el hombre, se decide generar un
modelo a partir de curvas de nivel dibujadas manualmente en formato vectorial. Se unen
los puntos más representativos correspondientes a una misma cota de altitud sobre el
nivel del mar. La ventaja de usar curvas propias y no modelos obtenidos a través de foto-
grametría o de sistemas cartográficos es la facilidad para optimizar el número de vérti-
ces de dichas curvas, y por tanto, la cantidad final de polígonos del modelo, de manera
que sea eficiente en su equilibrio de calidad y cantidad de puntos, también denominado
“peso” del objeto.

Una vez obtenido el modelo tridimensional a partir de las curvas de nivel, mediante
un proceso que en la herramienta 3Dsmax se denomina “Terrain”, hay que confeccionar
la textura del modelo, la imagen que llevará por manto y que, en nuestro caso, debe eli-
minar elementos de la acción antrópica como cultivos y edificaciones. Importando car-
tografía de satélite actual como punto de partida en la paleta gráfica Photoshop, se van
añadiendo capas de imagen de otros lugares donde no se haya alterado el paisaje por el
hombre sobre los elementos que se quieren eliminar. Así, se crea un paisaje natural sobre
el que ahora está afectado por las labores constructivas y agrícolas, conformando un

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Daniel Méndez García

aspecto mucho más acorde con el efecto de retorno al pasado que se busca con esta
representación del yacimiento en vista general. También con esta técnica se pueden aña-
dir elementos nuevos como caminos de tierra, zonas de encharcamiento, etc. que pue-
dan ser de interés para recrear el paleopaisaje. Obtenido el terreno tridimensional, se
procede a la recreación urbana.

Los resultados de las campañas de prospección con georradar de 2016 dejaron


constancia de la existencia de estructuras bajo el cuadrante sureste de la parcela obje-
to de estudio. En algunas zonas, estas estructuras parecían además superponerse unas
con otras, lo que nos hablaba de diferentes fases urbanísticas, si bien la retícula prin-
cipal del trazado urbano en cuadrícula ya se podía entrever.

Dado que la prospección con georradar del Cerro de la Virgen de la Muela hasta
el año 2018 no ofreció la planimetría completa de la ciudad, los datos parciales del
georradar de 2016 debían ser completados de alguna forma aproximada para confor-
mar esa primera aproximación a la retícula urbana, de cara a una primera represen-
tación didáctica del volumen y extensión de la ciudad.

Se decidió estudiar las distintas fotografías aéreas existentes (véase http://fotote-


ca.cnig.es/), donde se pudiera apreciar la existencia de estructuras constructivas a tra-
vés del crecimiento diferencial del cereal.

Aplicando deformadores de perspectiva a las imágenes, estos se superpusieron a


la ortofoto dejando una transparencia para ver la suma de todas estas capas, y el
resultado fue una reiteración reconocible de lo que aparentemente eran muros y
calles, la cuadrícula urbana, que sirvió para dibujar una aproximación de las demás
ínsulas de la urbanística de Caraca. Esta retícula provisional se mapeó sobre el terre-
no como guía para modelar volúmenes orientativos.

En una primera instancia se usaron polígonos extruidos que alzaran los períme-
tros de las ínsulas por encima del terreno, es decir, levantar en altura los volúmenes
de las manzanas de casas, pero su capacidad ilustrativa mejor resultó insuficiente,
por lo que se optó por crear una urbanística con casas y construcciones hipotéticas,
que diera mejor idea del aspecto general de la urbe.

Siguiendo criterios didácticos ya empleados en otras reconstrucciones tridimen-


sionales como en las de Mentesa Oretana en Villanueva de la Fuente, Ciudad Real
(Álvarez y Méndez 2017), se elaboraron modelos tipo de construcciones carpetanas
y romanas, y se pobló el terreno repartiendo este tipo de construcciones para dar una
impresión general de las áreas urbanizadas.

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Para evitar fijar la atención en detalles constructivos de las edificaciones, que aún nos
son desconocidos, se decidió aplicar una capa de desenfoque sobre la zona urbanizada del
modelo, como puede apreciarse en la mitad izquierda de la imagen adjunta:

Se ofrece así una representación que permita al espectador hacerse una idea aproxima-
da y comprensible de la ciudad tal como los estudios nos revelan en este punto: por un lado
el núcleo principal sobre el Cerro de la Virgen de la Muela, con las construcciones dis-
puestas en retícula, encaladas y tejadas al estilo romano, y por otro, la zona aneja al cerro,
que se estima ocupada, pero no prospectada aún con georradar, representada con urbanis-
mo más aleatorio y difuminada, hasta poder tener más datos de la misma.

Las estructuras halladas en las excavaciones arqueológicas


Los resultados de la campaña de excavación arqueológica en el Cerro de la Virgen de la
Muela en 2017, realizadas en 3 catas denominadas A, B y C, dieron como resultado el
hallazgo de interesantes restos constructivos vinculados a una plaza porticada e interpreta-
da como el Foro de la ciudad (catas A y B), así como el Decumano (Gamo y Fernández
2018).

Cata A
La interpretación de las estructuras, ampliamente detallada en el informe arqueológico
y en artículos del equipo investigador, daba como resultado el hallazgo de un edificio de
dos alturas en la cata A, descubriendo parcialmente la estancia inferior a la que se accede-
ría desde una calle a inferior cota que la plaza central de Caraca, a la que daría la planta
superior constatada por los materiales derrumbados en el interior de la estructura, y por las
escaleras halladas en la plataforma de la plaza principal parcialmente desenterrada en esta
cata.

A partir del modelo fotogramétrico resultante en una completa malla de puntos a esca-
la centimétrica real, y con textura tridimensional que cubría la mayor parte de la superficie
excavada, comenzamos el levantamiento de las estructuras hoy desaparecidas, pero dedu-
cibles a la vista de los materiales derrumbados.

Los hallazgos materiales de la planta inferior mostraban que se trataba de un lugar de


almacenamiento de líquidos, probablemente una taberna. Su profundidad a un metro por
debajo del nivel de la plaza porticada inmediatamente adyacente y correspondiente al Foro,
junto con los testigos de sendas estructuras perpendiculares interpretables como el soporte
de escaleras, llevaron al planteamiento de que la primera planta debía estar elevada sobre
el nivel de la plaza, a una altura suficiente para permitir la habitación del espacio subterrá-
neo.

Por las dimensiones de la estancia inferior, cuyo suelo se encuentra en ligera pendiente
con una diferencia de cota de 20 centímetros de un extremo al otro de la estancia, se esti-

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mó una altura de techumbre de al menos 180 centímetros en su punto más reducido, y por
tanto de 200 en el de máxima cota de altura entre suelo y techumbre. Esto nos llevaba a un
armazón de vigas apoyadas en los pies de columna atestiguados durante la excavación, para
soportar la primera planta que haría ganar lo que se estimó un mínimo de 20 centímetros
desde la parte superior de las columnas hasta la cota de suelo de la estancia superior.

Suponiendo la estancia superior como una dependencia relacionada con la actividad


del Foro, dado su acceso por escaleras desde la plaza y su ubicación en un edificio con
un grosor de muros de piedra de 100 centímetros, con consistencia como para sostener
una estructura pesada, se le concede una mayor altura. La solución constructiva elegida
para techar la estructura es la de un tejado a dos aguas, cuyo armazón se sostendría sobre
la prolongación de las vigas cuyos apoyos en el suelo excavado de la cata se han citado.

El modelo se perfecciona creando la trama de tejas, a partir de los modelos parcial-


mente recuperados al interior de la estancia, texturizando el interior de la primera plan-
ta con los estucos parcialmente hallados en el derrumbe, añadiendo un suelo empedra-
do en la plaza correspondiente al Foro, una propuesta de escaleras de 4 escalones de
unos 40 cm. de profundidad y 25 de altura cada uno para resolver el desnivel planteado

Figura 1-Reconstrucción idealizada de las estructuras de la cata A (Revives.es).

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entre el suelo y la primera planta, creando los armazones y puertas de acceso a ambas
estancias, y finalmente unos cuerpos humanoides de color oscuro para dar la referencia
de medidas sin distraer al espectador.

Unas tenues luces fotorrealistas incluidas en los espacios interiores iluminan discre-
tamente las estancias interiores mientras que al exterior se le aplica una fuente lumínica
de características similares a las propiedades físicas de una luz solar a media tarde.
Todas estas fuentes lumínicas virtuales basadas en el comportamiento físico de la luz, y
su procesado posterior a imagen, el llamado renderizado, se realizan mediante una
extensión del software Autodesk 3Ds max llamada Vray de Chaos Group.

Cata B
La excavación de esta parcela había dado como resultado el hallazgo de varias basas
de columna alineadas con el testigo de un muro, y en algunos tramos donde había des-
aparecido, de su impronta en negativo sobre el terreno. Los materiales constructivos
atestiguados daban pistas similares a las de la anterior cata: muros de piedra, revesti-
mientos de las paredes, suelos de cal blanca y techumbres de tegulae e ímbrices. La
metodología de reconstrucción virtual es esencialmente la misma que en la cata A. A

Figura 2-Modelo tridimensional de la cata B (Revives.es).

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Figura 3-Modelado de terreno y restos estructurales hallados en la excavación de la cata D-termas


públicas (Revives.es).

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partir del modelo fotogramétrico, que permite establecer las medidas reales en el espa-
cio virtual y tener los volúmenes estructurales descubiertos como referencia, se gene-
ran nuevos polígonos que mediante deformadores y texturizado permiten recrear un
alzado interpretativo de la sección. Existe un nivel previo en esta cata, de época roma-
na republicana, que no ha sido objeto de reconstrucción virtual alguna hasta la fecha,
planteando su modelado en próximas fechas.

Cata D
La campaña de excavación de 2018 se centró en las termas públicas de la ciudad.
Sin tener la misma planta, la similitud edilicia con las vecinas termas de Segobriga
permite crear un modelo 3D interpretativo de la construcción, si bien sesgado, debido
a que la extensión desenterrada no alcanza a desvelar el perímetro total.

Habiéndose completado en 2018 el estudio por georradar de la superficie del Cerro


de la Virgen de la Muela, se consigue completar la estructura del recinto, y se comien-
za con el levantamiento de estructuras en 3 dimensiones.

En esta ocasión no se partía de un modelo fotogramétrico inicial sobre el que


comenzar a situar estructuras, por lo que el punto de partida fue la generación de un
modelo de terreno propio para crear la parcela excavada con medidas lo más aproxi-
madas posibles. Se emplean las cotas tomadas durante la excavación y los planos rea-
lizados por Esperanza Martín con los datos registrados en la excavación.

Una vez obtenida esta base de trabajo, se procede al alzado de estructuras. Sin
embargo los vestigios encontrados, algunos con suelo empedrado, y un gran patio
rodeado de un paseo cubierto, la palestra, presentan dificultades en su alzado inter-
pretativo. En especial, la altura de las estructuras del complejo termal, y las posibles
soluciones constructivas para salvar el desnivel de la palestra.

La excavación deja constancia mediante un suelo de cal y bases de columna, de la


existencia de un paseo cubierto alrededor del patio anexo al edificio termal: la pales-
tra. No obstante este paseo se encuentra en pendiente, lo que no es una solución habi-
tual para este tipo de construcción romana, que por lo general, está dispuesta en plano
horizontal. Las palestras tomadas como referencia, como la de Segobriga, presentan
potentes aterrazados para salvar la pendiente del terreno en que se asientan. Por tanto,
dada la evidencia del suelo de cal en pendiente, de aproximadamente 200 cm de des-
nivel entre sus extremos oeste-este, se presentan varias soluciones constructivas, de
las que finalmente y para esta primera propuesta interpretativa se opta por un sobre-
techado horizontal, cuyo muro se propone que comenzaría con una altura de 200 cm
de altura en su unión con el edificio termal, y terminaría en 400 cm de altura total en
su extremo occidental.

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Una construcción semicilíndrica cuyos restos se introducen aún hoy un metro bajo el
nivel de los suelos adyacentes y que conserva un zócalo, parte de su escalera de acceso
y restos de cristal de una posible ventana, e interpretada como el tepidarium o piscina
templada, presentaba también una dificultad no solo a nivel de modelado, sino de cómo
conseguir la mejor forma de representarla.

A nivel de modelado es una estructura compleja por su fisonomía, con multitud de


ángulos y oquedades, a priori solo solucionable mediante la creación de varias formas
poligonales superpuestas, pero que hubieran dado problemas a la hora de suavizar y
texturizar uniformemente, y que finalmente se resolvió mediante variadas técnicas de
modelado y deformación de una sola esfera, para así obtener un único objeto que
pudiera ser texturizado y pulido uniformemente. Para su representación didáctica, se
decidió generar una copia de la misma estructura a la que se recortó un cuadrante que
dejara ver el habitáculo interior. En función del punto de vista general de las termas
que se precise, en unos casos se muestra la estancia totalmente cubierta, o su versión
recortada con el interior al descubierto.

La excavación parcial del edificio principal descubre una estancia cuya fisonomía
y grosor de muros dan pie a pensar que al igual que en otros casos de tepidarium
romano, se trata de un habitáculo con techo abovedado, que tendría su paralelo en una
estancia igualmente abovedada y contigua al norte, no excavada pero constatable por
georradar.
Dado que la estancia tiene unos 9 metros de lado a lado, que marcarían el diáme-
tro de la bóveda, y calculando que la bóveda arrancara desde al menos 1,5 metros de
altura sobre el nivel del suelo, sumábamos el radio de 4,5 metros y teníamos unos

Figura 4-Corte transversal de la interpretación de las termas públicas (Revives.es).

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muros de 6 metros de altura, a partir de los cuales arrancaría el armazón del techo. No
teniendo datos suficientes para constatar esta potencia constructiva, se decidió no
suponer una bóveda de radio uniforme sino achatada verticalmente hasta los 3 metros,
con lo que la altura total del edificio se reducía considerablemente, aspecto que fue el
finalmente elegido en la primera propuesta.

El cubrimiento de las restantes estructuras se ha realizado mediante armazones de


madera y el techado mediante tegulae e imbríces, también ampliamente documentada
en los materiales extraídos de la parcela y el entorno.
La conversión a imagen real sigue el mismo patrón de los anteriores modelos: ilu-
minación Vray global de escena, con refuerzo de algunas luces puntuales en el interior
de estructuras que quedarían a oscuras. Para dramatizar el momento de la destrucción,
se realizó una versión especial del modelo tridimensional en la que el tejado habría
desaparecido, y mediante librerías de efectos de fuego, retoque de imagen a los muros
para añadir carbonilla, y composición digital mediante el software Adobe After
Effects, se realizó una simulación del momento de incendio de las naves principales
del complejo termal.

Conclusiones
Observadas las posibles aproximaciones a la forma de registrar y proyectar los des-
cubrimientos de las campañas arqueológicas en el yacimiento carpetano-romano de
Caraca, se decide que la fotogrametría sea el método de registro del proceso de exca-
vación, dado su realismo y sus limitaciones de alteración, y que a la vez sirva de base
sobre la que se modele manualmente la interpretación de estructuras, con todas las

Figura 5-Reconstrucción de la palestra de las termas públicas de Caraca (Daniel Méndez).

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facilidades de construcción, deformación y experimentación que un sistema de mode-


lado, texturizado e iluminación y renderizado permiten.

La interpretación de las estructuras, tanto en su visión general del Cerro de la


Virgen de la Muela, como en su visión detallada de las catas A, B (2017) y D (2018),
busca la recreación didáctica y comprensible y no tanto la precisión formal de los res-
tos, ya que en la mayoría de los casos, los datos recogidos para poder proyectar en
altura los edificios es insuficiente para extrapolar modelos completos, ni es el objeto
de la didáctica atender tanto a detalles como a la comprensión global a partir de mode-
los reconocibles.

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El asentamiento carpetano y romano de Calamorra II (Almoguera)

El asentamiento carpetano y romano


de Calamorra II (Almoguera)

Daniel Pérez
Marta Bueno
Manuel Silvestre1
Ángeles Carrasco
Genaro Ferrer

Antecedentes
La localización del yacimiento de Calamorra II tiene su origen en los sondeos
arqueológicos previos a las obras de instalación del gasoducto Zarza de Tajo – Yela que
se llevaron a cabo al pie de una colina aislada conocida en la toponimia como
Calamorra.

Se plantearon estos sondeos debido a que en superficie se habían detectado abun-


dantes materiales cerámicos de diverso tipo y cronología. Además, el trazado del gaso-
ducto pasaba muy cerca del yacimiento de Calamorra (Carta Arqueológica de
Almoguera) donde, en estudios anteriores, se habían documentado materiales de épocas
romana y medieval indeterminados. Por otro lado, también según la Carta Arqueológica,
en estos terrenos se situaba el despoblado de Conchuela que, según las fuentes docu-
mentales, se abandonó a finales del siglo XIV por la peste.

En la zona del trazado donde se detectaron los materiales arqueológicos se realiza-


ron 34 sondeos mecánicos de los cuales 26 resultaron positivos y sirvieron para delimi-
tar el enclave. Este se denominó Calamorra II y tras presentar un informe en la
Delegación Provincial de Cultura, se resolvió la excavación de la franja de expropiación
del gasoducto que afectaba al yacimiento. Los trabajos se realizaron entre el 15 de abril
y el 29 de julio de 2013.

Marco espacial
Los terrenos donde se realizó la intervención se localizan al sur de la provincia de
Guadalajara, en los páramos de la margen izquierda del Río Tajuña, con una cota

1 Naos Consultoría Territorial S.L.

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media de 795 m.s.n.m., entre las localidades de Mondéjar, Fuentenovilla y Pozo de


Almoguera.

El yacimiento de Calamorra se ubica en un cerro aislado (cota 809 m.s.n.m) bordea-


do por el sur, el este y el norte por el Arroyo de los Gallegos, cuyo nacimiento se loca-
lizaba a unos 250 m al sur. Desde la colina se tiene un buen control visual del área cir-
cundante. El sector denominado Calamorra II se localizaba a 150 m al este del cerro. La
zona afectada que se circunscribía a la banda de expropiación del gasoducto (4 m de
anchura) estaba ocupada por cultivos de secano y comprendía una ladera con una suave
pendiente orientada de norte a sur que descendía hacia el valle del Arroyo de los
Gallegos.

Desde el punto de vista geográfico esta zona queda englobada en la comarca natural
de La Alcarria que se localiza en la Submeseta Sur y abarca la mayor parte del centro y
sur de la provincia de Guadalajara, el noroeste de la provincia de Cuenca y el sureste de
la de Madrid. La región está formada por un relieve tabular (Forma orográfica resultan-
te de la erosión diferencial de estratos horizontales, tabulares, con estratos más resisten-
tes a la erosión, situados en las partes más altas), coronado por el páramo calizo que se
ve cortado de norte a sur y de este a oeste por cursos fluviales que conforman estrechos
y profundos valles limitados por laderas escarpadas. Se genera de esta forma una geo-
morfología variada en la que se producen notables contrastes entre los páramos en altu-
ra, los fértiles valles y zonas bajas y las laderas de contacto entre ambas. La zona de
estudio se localiza en la zona de transición entre el páramo y las laderas que descienden
hacia los valles principales, en el límite entre la Alcarria Alta y la Alcarria Baja cuya
frontera natural es el curso del Tajuña.

El páramo está formado por calizas, las cuestas y laderas por margas y yesos de ori-
gen marino, depositados durante el Mioceno Superior y el Plioceno. En los valles abun-
dan las areniscas rojas y los conglomerados de origen fluvial. Sobre estas capas de rocas
sedimentarias los principales ríos han excavado profundos y amplios valles, como el del
Tajuña, el del río Ungría o el río San Andrés que enlazan con los niveles del páramo cul-
minantes a través de cuestas más o menos pronunciadas. En esta zona la acción huma-
na ha sido intensa. En los páramos se concentran explotaciones de secano mientras que
en los valles están las huertas y los regadíos. En las cuestas de transición se cultivan
vides y olivos. También, en los páramos se conservan manchas de sabinas, enebros,
encinares y pinares de repoblación, junto con áreas de monte bajo con quejigal, carras-
cales y plantas aromáticas.

El sector al sur del cerro figura en la toponimia como Despoblado de Conchuela y es


conocido en el entorno como Conchuela. En este lugar parece que existió una población,
cuyo posible origen podría estar en el proceso de repoblación desarrollado tras la con-
quista cristiana de finales del siglo XII. El poblamiento medieval cristiano de Conchuela

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El asentamiento carpetano y romano de Calamorra II (Almoguera)

se asentaría en un lugar que ya habría estado poblado con anterioridad, con fácil acceso
al agua, tierras fértiles, buena red de caminos y buen control estratégico del entorno.

El topónimo de Arroyo de Gallegos podría darnos una pista sobre la procedencia de


los repobladores. Conchuela (Topónimo del norte de la Península que hace referencia a
una playa con abundantes fragmentos de conchas), según las fuentes, se abandonó a
finales del siglo XIV debido a una epidemia de peste. Los supervivientes se distribuye-
ron entre las poblaciones de Mondéjar, Fuentenovilla y Almoguera.

Actividades desarrolladas, objetivos de la intervención y metodología


Desbroces: debido a la gran extensión de los terrenos a investigar y a la naturaleza
urgente de los trabajos, los desbroces se realizaron con medios mecánicos utilizando
cazo de limpieza y fueron en todo momento controlados por los arqueólogos. Se retiró
el nivel vegetal, cuya potencia oscilaba entre los 15 cm (zona central) y los 45 cm (extre-
mo sur) y que se encontraba alterado por el arado, hasta alcanzar la cota en la que se
localizaban los niveles y las estructuras arqueológicas. El área inicial desbrozada tuvo
unas dimensiones de 310 m. (N-S) por 4 m. (E-W), contando por tanto con 1240 m2.

Limpieza manual: esta fase se realizó después de los desbroces y antes de la exca-
vación arqueológica, con el fin de identificar o descartar estructuras y de cara a la docu-
mentación inicial del área de trabajo (fotografía y planimetría); para la limpieza manual
se utilizaron herramientas adecuadas como por ejemplos paletas, legonas, azadas, pale-
tines, cepillos y escobillos; después de la limpieza se elaboró un plano inicial de planta
general con todos los elementos arqueológicos detectados.

Metodología en la excavación: la metodología aplicada estuvo supeditada a las


características específicas del yacimiento2, a las grandes dimensiones del área de trabajo
y al objetivo de documentación de urgencia de un yacimiento afectado por una obra
pública; como se sabe cada enclave arqueológico que va a ser objeto de excavación cuen-
ta con una naturaleza y unas exigencias determinadas y específicas; en todos ellos, sea
cual sea su objetivo y finalidad, el primer paso en el proceso de investigación consiste en
hacer un estudio detenido del yacimiento y su entorno: topografía, orografía, vegetación,
visibilidad, geología, hidrografía, historiografía, poblamiento, caminería, etc...

El siguiente paso consistió en delimitar las zonas de trabajo para trazar una plani-
metría inicial de las estructuras y unidades sedimentarias observadas. En el levanta-
miento se reflejaron las huellas localizadas en planta, las acumulaciones de piedras y las
alineaciones de mampuestos, conformando una planta georreferenciada en coordenadas
absolutas.

2 Zonas con potentes niveles vegetales (área sur) donde se conservaban mejor las estructuras y los
estratos, junto a zona con finas capas vegetales (área intermedia) donde el arado alteró profundamen-
te las estructuras y la sucesión estratigráfica.

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El método de trabajo aplicado fue el de excavación por estratos naturales apoyado


por el sistema de documentación estratigráfica Harris, realizando croquis y fotografías
de cada estrato o estructura. Todo el material arqueológico localizado en los diversos
estratos fue recogido en una misma unidad (cota de inicio y cota final), diferenciándose
los distintos momentos de excavación de cada estrato mediante la incorporación de la
fecha en las etiquetas y fichas distintivas de cada una de las bolsas de material.

Como resultado de la excavación y producto de la metodología empleada se deter-


minó una estratigrafía horizontal y otra vertical basada en la conjunción de dos concep-
tos estratigráficos derivados de la aplicación del método de documentación: Unidades
estratigráficas o contextos, producidos tanto por una sedimentación natural como por
causas antrópicas y unidades estratigráficas o elementos que cortan las líneas de estrati-
ficación.

Mediante la conjunción de los datos obtenidos, de la lectura de los detalles del pro-
ceso de excavación en las distintas cuadrículas, del listado de los contextos y elementos,
de la consulta de documentación fotográfica y planimétrica se pudo establecer la
secuencia de ocupación del yacimiento.

El registro de la excavación comprendía varias facetas, todas ellas complementarias


e indispensables: dibujo planimétrico y fotografiado de todos los niveles, objetos y
estructuras, fichas individualizadas de cada estrato, matrix y diario de excavación.

Una vez finalizado el trabajo de campo se llevó a cabo el estudio y el inventariado


del material recuperado para conocer y determinar la cronología de los estratos excava-
dos. Todos los materiales recogidos en cada uno de los contextos o elementos excava-
dos, fueron puestos en bolsas cuyo contenido, una vez en el laboratorio, se lavó, sigló,
inventarió, dibujó, se consolidó y restauró. El análisis y tratamiento de los materiales
tras la excavación arqueológica forma parte del estudio que se hace después del trabajo
de campo como parte de la Memoria Final.

Elaboración de la Memoria Final: después de las labores de excavación arqueoló-


gica se llevó a cabo el estudio e interpretación de toda la documentación generada a lo
largo de la intervención; para ello se desarrollaron las siguientes labores: lavado, clasi-
ficación, siglado, inventariado, restauración, estabilización y dibujo de los materiales
arqueológicos; compendio y organización de la documentación gráfica (fotográfica y
planimétrica), de la documentación de campo (fichas y diario); análisis y estudio de
bibliográfico; estudio del material arqueológico; interpretación de la documentación del
trabajo de campo; estudio global del yacimiento y conclusiones; los pasos finales de la
intervención fueron el de la entrega de la Memoria Final en la Delegación de Cultura y
el depósito de los materiales arqueológicos en el Museo de Guadalajara.

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El asentamiento carpetano y romano de Calamorra II (Almoguera)

Trabajos de campo desarrollados


Tras el desbroce y la limpieza de superficie del área de excavación se plantearon 31
catas, de 10 m (N-S) x 4 m, para facilitar la ubicación y documentación de los hallaz-
gos. En zonas concretas la extensión de algunas catas fue diferente, por ejemplo, entre
las Catas 28 y 31donde se plantearon ampliaciones.

En el sector sur del yacimiento, debido a la abundancia, al estado de conservación y al


interés de los hallazgos, desde la Delegación de Cultura se propusieron dos ampliaciones.
La primera se localizaba al este de las Catas 28, 29 y 30 con unas dimensiones de 3 m. (E-
W) por 18,5 m. (N-S) y con una superficie de 55,5 m2. La segunda se planteó en el límite
sur de la excavación (Catas 30 y 31), con unas dimensiones de 8,5 m (N-S) por 4 m. (E-
W) y 35 m2. Por lo tanto, la superficie final desbrozada fue de 1330,5 m2.

Debido a la orografía y a las características físicas del terreno que tenía una ligera
pendiente descendente de norte a sur, con un bancal E-O de pendiente brusca que deli-
mitaba la bajada al valle del arroyo, a lo que hubo que sumar la presencia de un camino
que no se podía cortar y que atravesaba el área de excavación de este a oeste, la zona de
trabajo fue dividida en 3 sectores: Área Norte; Área Intermedia; y Área sur.
Área norte: fue la más amplia y se situaba entre el límite norte del área excavada y
el camino que conducía al abrevadero del Arroyo de los Gallegos, al pie del cerro de
Calamorra y comprendía desde la Cata 1 a la Cata 21; una buena parte de las estructu-
ras y niveles documentados en esta zona tenían cronología medieval islámica. Pero, tam-
bién se localizaron algunos niveles y estratos del Hierro II, más al sur de este sector,
entre la Cata 12 y la Cata 21.

Las estructuras documentadas fueron, en gran medida, elementos negativos como


silos, zapatas, huellas de poste, cubetas y algunas cabañas semiexcavadas en el terreno.
También se localizaron varias estructuras positivas como zócalos y cimientos que debido
a las limitaciones del área de excavación resultó difícil relacionar e interpretar. Debido a
su gran extensión, el Área Norte se subdividió, a su vez, en cinco zonas (de N a S):

Figura 1. Áreas de excavación (azul Área norte; rojo Área Intermedia; verde Área sur) (Naos
Consultoría Territorial S.L.).

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- Zona 1 (catas 1 a 6): en este sector tras levantar el nivel vegetal (20 cm) se docu-
mentó un amplio estrato de abandono (UE02) de 15 a 25 cm, de color marrón claro con
cerámicas medievales islámicas, tejas y mampuestos de caliza, bajo el que se localiza-
ban los niveles de ocupación y las estructuras; entre los elementos documentados se
podría mencionar en la Cata 1 un cimiento de mampuestos de caliza (N-S) asociado a
un derrumbe de tapial y tejas, a un hogar, a una gran huella irregular excavada en el
terreno y a un silo; en la Cata 2 se localizó una fosa estrecha y alargada que podría
corresponder a la huella dejada por un cimiento (N-S) robado; en la Cata 3 la huella de
una cabaña de planta aproximadamente rectangular, con un silo en su interior y otra fosa
de cimiento estrecha y alargada (N-S); en las Catas 4, 5 y 6 se observaron cubetas y silos
excavados en el terreno geológico; todo el material de esta zona de ocupación fue his-
panomusulmán y por debajo se localizó el terreno geológico.

- Zona 2 (catas 7 a 12): después de levantar el nivel vegetal, se observó el nivel de


abandono ya citado en la Zona 1, bajo el que estaban la mayor parte de las estructuras;
la cronología de este nivel de ocupación era medieval islámico; debajo de UE02 se
documentó un largo muro/cimiento N-S (60 cm de grosor y unos 40 m de largo) de
mampuestos de caliza que empezaba en la Cata 7 y llegaba hasta la 11 y delimitaba por
el oeste una zona de hábitat con diversas estructuras, por ejemplo en la Cata 7 se obser-
varon huellas de postes, cubetas, silos y un hogar/horno de planta cuadrada delimitado

Figura 2. Cata 8: Vista de las estancias medievales (Naos Consultoría Territorial S.L.).

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El asentamiento carpetano y romano de Calamorra II (Almoguera)

con mampuestos de caliza y una base de cal. En la Cata 8 se localizaron varios cimien-
tos de mampuestos de caliza (hasta 3 hiladas) formando 2 estancias cuadrangulares, una
de ellas aprovechando el largo cimiento para cerrar su lado oeste; en estas habitaciones
se registraron derrumbes de tapial y tejas y un hogar. En las Catas 9 y 10 se localizaron
3 huellas de poste, 2 silos y los restos de un hogar bajo un derrumbe, pero no se con-
servaban los cimientos en pie. En la Cata 11 bajo los derrumbes se documentaron 3 silos.
El largo cimiento localizado entre las catas 7 y 11 se podría relacionar con una cerca
(posiblemente defensiva) o vallado que delimitaría la zona de casas medievales que
podría conformar una alquería o pequeña aldea. En la Cata 12 se localizaron 5 silos con
material islámico, pero debajo de los derrumbes de la Edad Media se localizó un fino
nivel marrón oscuro con escasa cerámica del Hierro II y bajo este se documentó una
estructura excavada en el terreno geológico en forma de L que podría corresponder con
una cimentación robada de 60 cm de ancho por 58 cm de profundo y 3,5 m de longitud);
en esta fosa se recuperó material cerámico Carpetano.

- Zona 3 (catas 13 a 17): en esta zona debajo del nivel vegetal se observó el estrato
de abandono en el que se localizaban la mayor parte de las estructuras como por ejem-
plo en la Cata 13 donde se documentaron los restos de 2 posibles cabañas de planta apro-
ximadamente rectangular, excavadas en el terreno y 3 silos asociados, todo ello con
materiales hispanomusulmanes. En la Cata 14 se observó una zona sin restos arqueoló-

Figura 3. Cata 12: Vista final desde el norte (Naos Consultoría Territorial S.L.).

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gicos bajo el nivel vegetal. A partir de la Cata 15 se empezó a ver en el nivel de aban-
dono medieval la presencia de algunos materiales carpetanos, además en esta misma
cata debajo de UE02 se localizó un silo con cerámicas del Hierro II. En la Cata 16 se
localizó una huella rectangular de una posible cabaña semiexcavada en el terreno, aso-
ciada a un silo circular, en el que se recuperaron cerámicas islámicas (vedríos verde
oliva y melados, piezas con goterones rojo y otras con retículas pintadas en rojo); pero,
en esta misma cata se localizaron dos grandes huellas de planta ovalada de posibles
cabañas excavadas en el terreno y un silo asociado, con cerámicas Carpetanas, junto a
una gran estructura excavada en el terreno geológico (3 m. de diámetro por 1,5 m de
potencia) con escasas cerámicas del Hierro II que podría ser una zona de extracción de
materia prima (caliza o de arcillas). Esta estructura se encontraba rota por dos silos
medievales. En la Cata 17 se localizaron 5 huellas de poste, 4 silos y la huella de una
posible cabaña (3,35 m N-S y 60 cm de potencia), en estos rellenos solo se recuperaron
cerámicas islámicas.

- Zona 4 (catas 18 y 19): bajo el nivel vegetal y el nivel de abandono (UE02) se


documentó una gran estructura negativa semicircular (el resto se perdía bajo el perfil
este) asociada a varios silos y restos de huellas de poste. En esta gran estructura desta-
caba por la gran cantidad de material arqueológico que ha proporcionado de cronología
medieval y que podría responder a una zona de extracción de materia prima (caliza o
arcilla); en la Cata 19 finalizaba la zona de poblamiento medieval, por lo que abarcaría
unos 170 m de extensión N-S.

- Zona 5 (catas 20 y 21): en estas catas debajo del nivel vegetal (15 cm) no se loca-
lizó el nivel de abandono medieval (UE02), directamente se observaron las estructuras
de cronología carpetana. Por ejemplo en la Cata 20 se documentaron numerosas huellas
de planta circular que se definieron como silos, cubetas, los restos de un posible horno
(paredes y base rubefactadas y endurecidas) y huellas de poste. Todas estas estructuras
tenían materiales carpetanos en su interior. En la Cata 21 se documentó un cimiento E-
O de 35 cm de ancho, de mampuestos de caliza a cuyos lados se localizan niveles de
ocupación con materiales carpetanos; sin embargo, la parcialidad del área excavada hizo
difícil la interpretación de los restos localizados.

Área Intermedia: se situaba entre el camino que conduce al abrevadero del Arroyo
de los Gallegos y el aterrazamiento que separaba la zona alta de la meseta con la baja-
da a la vega del arroyo. Comprendía las Catas 22 a 25; en este sector de la excavación
y debajo del nivel vegetal (15 cm) se localizaron restos de época romana. En la Cata 24
se documentó una estructura de planta cuadrangular de la que se ha excavado una estan-
cia y parte de otra que se pierden bajo el perfil oeste. En la Cata 25 se localizó otra estan-
cia posiblemente rectangular, a continuación de la anterior, con la misma orientación y
que se metía bajo el perfil oeste; en ambas estructuras se recuperaron escasas cerámicas,
ímbrices y tégulas. Al sur de estas estructuras se documentaron dos cimientos de crono-

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logía romana que podrían conformar más estancias; el hecho de haber excavado solo
partes de las habitaciones y su mala conservación han hecho difícil la interpretación de
las estructuras.

En cotas por debajo de las estructuras y niveles romanos se documentaron restos del
asentamiento carpetano que ya empezó a atisbarse en las cuadrículas 12, 16, 17, pero
sobre todo desde las catas 20 y 21, situadas algo más al norte. Los restos del Hierro II
se encuentran muy arrasados y desmantelados conservándose en las Catas 22 y 23 res-
tos dos cimientos N-S y otro E-O, pero que no llegaban a formar estancias claras, tam-
bién se documentó la huella de un posible horno/hogar junto al que se observaron abun-
dantes fragmentos de cerámicas Carpetana y una fosa de planta irregular excavada en el
terreno geológico que podría haber servido para extracción de material y luego como
basurero.

Área Sur: se situaba al pie del aterrazamiento que separa la vega del arroyo del sec-
tor más alto del yacimiento. Esta área se encontraba en pleno valle del arroyo y com-
prendía las Catas 26 a 31; al igual que en el Área Intermedia, en esta zona de la exca-
vación se documentó un poblamiento de la Segunda Edad del Hierro sobre el que había,
en ciertas zonas, una ocupación romana. Los restos carpetanos estaban algo mejor con-
servados que en el Área Intermedia.

Figura 4. H2 (carpetana) desde el norte con las piezas (Naos Consultoría Territorial S.L.).

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En este sector, al contrario de lo que sucedió en las otras áreas, se han podido iden-
tificar algunas habitaciones y estructuras completas de período Carpetano. Este hecho,
unido a la mejor conservación de los restos (por la presencia de más sedimentos del
terreno vegetal sobre ellos) y a su mayor entidad, ha propiciado que en esta zona de la
excavación haya sido posible reconstruir algo mejor la secuencia de ocupación.

Por ejemplo, en la Cata 28, debajo del nivel vegetal se localizó el nivel de derrumbe
de época carpetana debajo del que se documentaron dos estancias. La Habitación 1 esta-
ba delimitada por tres cimientos que conforman los cierres norte, sur y este de la estan-
cia. También se pudo ver un posible acceso en el muro este. El muro oeste continuaba
por debajo el perfil de la cata. Sobre esta estancia de la Segunda Edad del Hierro no
había nivel de ocupación romano.

La Habitación 2 se localizaba al este de la Habitación 1. Ambas estancias se encon-


traban separadas por lo que parecía un área de paso o posible callejón de 1,5 m de anchu-
ra máxima. Los materiales cerámicos localizados eran también del Hierro II y estaban
compuestos por piezas de mediano tamaño, posiblemente de almacenamiento. Algunas
de estas piezas se encontraban bastante completas, pero rotas y reventadas debajo de los
derrumbes de tapial y mampuestos de caliza. El cierre este de la estancia no pudo ser
localizado quizás por encontrarse bajo el perfil de la cuadrícula.

Figura 5. Horno (romano): excavación desde el sur (Naos Consultoría Territorial S.L.).

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En la Cata 29 se documentó una zona con estructuras Carpetanas muy alteradas, con
tres huellas aproximadamente circulares endurecidas y rubefactadas que podrían ser de
hogares/hornos, así como los restos de cimientos muy perdidos. Este nivel del Hierro II,
a diferencia de lo observado en la Cata 28, se localizaba debajo del nivel de ocupación
romano que estaba compuesto por restos de cimientos que también estaban muy perdi-
dos. A partir de esta cata, hacia el sur, ya no se documentaron niveles ni materiales del
Hierro II, por lo que la zona de ocupación Carpetana se localizaba entre las catas 12 y
la cata 29, con una extensión de unos 160 m N-S.

En las Catas 30 y 31 debajo del nivel vegetal (45 cm) se documentó lo que pensamos
que podría ser una zona de carácter industrial de época romana formada por diversos ele-
mentos constructivos de cierta entidad, por ejemplo, en la Cata 30 se localizó una estruc-
tura, de planta cuadrangular delimitada por dos cimientos de mampuestos de caliza en el
norte y en el sur y por dos muros de adobes y piedras en el este y oeste. La estructura
medía 2 m x 1,8 m. y contaba con un pavimento de losas de barro cocido con unas dimen-
siones de 45 cm x 27 cm x 10 cm de grosor. Tras levantar el enlosado se observaron los
restos de un suelo de barro endurecido y debajo de él el terreno geológico.

Al oeste de esta estructura, también en la Cata 30, se localizó una construcción simi-
lar, aunque de menor tamaño (2 m x 1,10 m) y compartimentado en dos estancias meno-
res. Al igual que el conjunto anterior contaba con dos cimentaciones de piedras que la
delimitan por la zona norte y sur y por el este y oeste se cerraba con un murete de ado-
bes y piedras. En el interior, en lugar de losas se documenta un suelo continuo de barro
endurecido bajo el cual se encontraba el nivel geológico. Estas dos edificaciones pre-
sentaban indicios de haber estado expuestas a un fuego intenso ya que el barro de los
suelos y de las losas estaba rubefactado, endurecido, con zonas enrojecidas y otras enne-
grecidas.

Más al sur, en la Cata 31, se documentó un pequeño horno de planta circular cons-
truido con adobes y piedra caliza, situado junto a una pequeña fosa excavada en el terre-
no geológico, con el entorno cercano quemado y endurecido por haber soportado altas
temperaturas. Además, toda la zona contaba con un sedimento grisáceo oscuro en el que
se localizaron bastantes restos de hierro por lo que podría tratarse de una pequeña fra-
gua. En este sector el material cerámico era solamente de cronología romana, docu-
mentándose T.S.H.

Al sur de la zona del horno, en el extremo meridional del área excavada, se docu-
mentó un cimiento de caliza N-S que medía 7,5 m. de longitud. En el extremo sur conec-
taba con otro muro perpendicular, cerrando parcialmente de este modo una estancia. En
el ángulo entre ambos cimientos se documentó un derrumbe de adobes y tejas. Los
materiales recuperados en esta zona también eran de cronología romana. Cabe señalar
todo este sector se situaba muy cerca del cauce del Arroyo de los Gallegos. Al sur de

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esta estructura no se documentaron más restos arqueológicos. La zona con niveles y


estructuras romanas se extendía a lo largo de 80 m N-S.

Avance del estudio de materiales


Cerámica: durante la excavación arqueológica desarrollada en el yacimiento de
Calamorra II se han recuperado un total de 12.812 fragmentos de cerámica. Todos estos
materiales fueron lavados, siglados, contabilizados, inventariados y estudiados.

Como ya se ha comentado en apartados anteriores este yacimiento alberga tres fases


de poblamiento: carpetano (Hierro II), romano y medieval (hispanomusulmán). En algu-
nos sectores el asentamiento medieval estaba sobre el del Hierro II y en otros el roma-
no estaba sobre el Hierro II, pero en ningún caso se superponía el medieval sobre el
romano. En relación a las cerámicas que se han considerado selectas, del carpetano se
recuperaron 2.490 fragmentos (68%), del período romano 303 (8%) y del período
medieval 891 fragmentos (24%).

La segunda distinción de los materiales estudiados de este yacimiento fue ver que las
cerámicas a mano solo estaban en niveles carpetanos, las cerámicas a molde solo en
niveles romanos (tipo sigillata) y las cerámicas a torno se localizaban en zonas carpeta-
nas, romanas y medievales (3.630 fragmentos: 87%). Como se puede observar hay una
gran mayoría de fragmentos de cerámica a torno en comparación con las realizadas a
mano y a molde.
De las 2.274 piezas identificadas como carpetanas (Hierro II) 1.653 (73%) han sido
consideradas como indeterminadas y 621 (27%) se han podido adscribir a una tipología
o forma. Además entre estas piezas Carpetanas se localizaron piezas a mano (18%) y
otras a torno (82%).

Dentro de las tipologías identificadas en el yacimiento en relación a las cerámicas a


torno, destaca la presencia mayoritaria de ollas, sobre todo con borde vuelto y pico de
ánade (287 piezas, 56%), seguida de los cuencos (159 piezas, 31%), de platos (34 pie-
zas, 7%), de jarras (25 piezas, 5%) y de dolia (4 piezas, 1%). Entre las piezas a mano se
han registrado vasos ovoides (37 piezas, 28%), vasos troncocónicos (32 piezas, 25%),
vasos globulares (26 piezas, 20%), vasos hemisféricos (11 piezas, 8%), vasos de perfil
en S (3 piezas, 2%). También se han recuperado opérculos-tapaderas (19 piezas, 15%)
y fusayolas (2 piezas, 2%).

En cuanto a las cocciones de las cerámicas son predominantes las oxidantes, segui-
das de las mixtas o alternantes y de las reductoras. En relación a las cocciones, los colo-
res de las pastas más frecuentes en el yacimiento son por orden el naranja, el rojo, el
marrón y el ocre en las oxidantes; el marrón-gris y el marrón – negro en las mixtas; y el
gris y negro en las reductoras. Los desgrasantes del conjunto cerámico son sobre todo
de calibres medios y finos y en menor medida los gruesos.

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El asentamiento carpetano y romano de Calamorra II (Almoguera)

Las piezas con decoraciones pintadas son abundantes (39 %) y se centran en el exte-
rior de las piezas. Los motivos se componen de bandas horizontales rojas o naranjas
(anchas y estrechas), círculos o semicírculos concéntricos, también hay decoraciones
jaspeadas en color rojo, naranja, marrón y gris. En el conjunto de cerámicas se ha obser-
vado cierto número de fragmentos, sobre todo de cuencos de pequeño tamaño, reducto-
res de buena factura con pastas grises (12 % de cerámica gris Carpetana). También se
dan fragmentos de cerámica con alisado de la superficie en ambas caras. Por último,
cabe destacar el aspecto cronológico que se puede adscribir a los siglos V-III a. C., es
decir, en plena Segunda Edad del Hierro.

De las 282 piezas identificadas como romanas 154 han sido consideradas como inde-
terminadas (55%) y a 128 se les ha podido adscribir a una tipología o forma (45%). De los
128 fragmentos reconocidos se han visto las siguientes tipologías: cuencos (44 piezas,
44%), seguida de las ollas (39 piezas, 38%), jarras (10 piezas, 9%), dolia (4 piezas, 4%) y
platos (2 piezas, 2%). Además, se han identificado 4 opérculos/ tapaderas (4%). Entre estas
piezas romanas se localizaron 41 fragmentos hechos a molde (16%) que corresponden a
tipologías de cuenco de Terra Sigillata Hispánica, de la que se han hallado piezas tanto
lisas como decoradas. Entre las formas lisas que se han podido reconocer varios bordes de
las formas Drag. 37, Drag. 29/37 y Drag. 29 y entre los motivos decorativos se han reco-
nocido círculos ondulados y sogueados, festones, liebres y bifoliáceas.

En cuanto a las cocciones de las cerámicas son predominantes las oxidantes, segui-
das de las mixtas o alternantes y de las reductoras. Los colores de las pastas más fre-
cuentes en el yacimiento son por orden el naranja, el marrón, el rojo y el ocre en las oxi-
dantes; el naranja-gris, marrón-gris y el marrón –negro en las mixtas; y el gris y negro
en las reductoras. Los desgrasantes del conjunto cerámico son sobre todo de calibres
medios y finos y en menor medida los gruesos. Cabe destacar algunas piezas de sigilla-
ta con desgrasantes muy finos.

Entre las piezas a torno se han localizado algunos fragmentos con decoraciones pin-
tadas (35 %) con bandas y líneas horizontales, trazos, naranjas y rojos se ha visto que el
37% son piezas engobadas y el 38% son lisas. Por último, cabe destacar el aspecto cro-
nológico ya que todo el conjunto de cerámicas se podría adscribir a los siglos I-III d. C.

De las 891 piezas identificadas como medievales todas se han podido atribuir al
período Islámico. De los 385 fragmentos reconocidos como selectos (43%) se han
podido dividir las tipologías de la siguiente manera: ollas, normalmente con escota-
dura en el borde (81 piezas, 28%), jarras (72 piezas, 25%), cuencos (67, 23%), pla-
tos/ataifores con repié (19 piezas, 7%), candiles de piquera (15 piezas, 5%), tapaderas
(15 piezas, 5%), cazuelas (11 piezas, 4%), fuentes (4 piezas, 2%), botellas (2 piezas,
1%). También se han identificado una cantimplora y una fusayola o pesa de telar.

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Daniel Pérez, Marta Bueno, Manuel Silvestre, Ángeles Carrasco, Genaro Ferrer

En cuanto a las cocciones, el 71% son oxidantes, el 19% mixtas o alternantes y el


10% reductoras. Los colores de las pastas más frecuentes son el naranja, el marrón, el
rojo y el ocre en las oxidantes; el naranja-gris, marrón-gris y el marrón –negro en las
mixtas; y el gris y negro en las reductoras. Los desgrasantes del conjunto cerámico son
sobre todo de calibre medios (64%), finos (31%) y los gruesos (5%). Cabe destacar la
ausencia de desgrasantes muy finos.

Las decoraciones, los vedríos, las acanaladuras y los acabados con engobe son
relativamente frecuentes entre las piezas de Calamorra II: el 55% son piezas lisas, el
16% de los fragmentos estudiados cuentan con decoración pintada (goterones rojos y
enrejados en rojo), el 12% con acanaladuras horizontales; el 7% están vidriadas (verde
oliva, verde con goterones de manganeso, marrón y melado). Por último, cabe desta-
car que el conjunto ha podido ser adscrito al período hispanomusulmán (siglos X al
XII d. C.).

Lítica: en el yacimiento Calamorra II se han recuperado un total de 316 piezas; de


esta cifra 273 (el 87%) han sido considerados no selectos por tratarse de productos de
lascado (en sílex) sin tallar y las 40 piezas restantes, que representan el 13% del total,
han sido consideradas como selectas.

Todas las piezas líticas han sido recuperadas en niveles carpetanos desde la Cata
16 hasta la Cata 29. Se trata de 3 fragmentos de molino (gneis); 2 molederas, una en
cuarcita y otra en granito; 4 núcleos de sílex, 3 de sílex blanco y otro en sílex gris; 6
raspadores, 4 en sílex blanco, 1 en sílex marrón y otro en sílex gris; 3 puntas de cuchi-
llo, 2 en sílex blanco y otro en sílex gris; 10 hojas o láminas, 3 en sílex blanco, 6 en
sílex gris y otra en sílex marrón, la mayoría (8) con sección trapezoidal y 2 con sec-
ción triangular; 6 lascas retocadas, 1 en sílex blanco, 3 en sílex gris, 1 lasca retocada
en sílex rosado, 1 lasca retocada en sílex marrón; 1 posible diente de hoz en sílex blan-
co; 1 tapadera en caliza redondeada con retoques en los bordes.

Restos óseos: con el estudio de los restos óseos (huesos, dientes, molares y con-
chas de moluscos de río) del yacimiento de Calamorra II se ha intentado realizar un
acercamiento a las posibles especies animales representadas en los niveles arqueoló-
gicos de Calamorra II (agricultura, ganadería, alimentación, etc.). A lo largo de la
excavación arqueológica se ha localizado un conjunto de 1.036 piezas óseas comple-
tas o fragmentadas, de piezas dentales y de conchas de náyade (moluscos de río).

Para su estudio se han cruzado tres aspectos: el primero es el de la identificación de


los huesos; en segundo lugar, el de la localización del material óseo en las diferentes
catas y estratos; en tercer lugar, estarían los porcentajes de huesos en cada zona del yaci-
miento. La conjunción de estos datos ha definido unas zonas con mayor abundancia de
huesos que en otras; y áreas donde predominan ciertas especies animales sobre otras;

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El asentamiento carpetano y romano de Calamorra II (Almoguera)

estos datos nos han podido adelantar sectores que pudieron tener usos relacionados con
la presencia de establos o cercados con ganado, posibles osarios y basureros de huesos
asociados a áreas de trabajo con los restos de los animales (curtido de pieles, ahumado
o salado de carnes, etc.), etc.

En un primer análisis de los huesos se ha podido observar que un importante núme-


ro de restos óseos están fragmentados, a pesar de ello, de los 1.036 elementos óseos
recuperados, solamente 202 se han considerado de difícil adscripción o indeterminados
(19%). El total de huesos se han podido separar por cronologías dependiendo de los
niveles o estratos en los que han aparecido. La división de los huesos por cronologías ha
sido la siguiente: de período Carpetano 459 piezas (44%), de período romano 75 piezas
(7%) y de periodo Hispanomusulmán 502 piezas (48%).

En los niveles carpetanos el grupo el grupo de ovicápridos (ovejas y cabras) es el más


representado (208 piezas, 61%); el de los bóvidos (vaca, buey, toro, etc.) estarían en
segundo lugar (80 elementos, 24%); el grupo de los suidos (cerdos y los jabalíes) en ter-
cer lugar (30 huesos, 9%); los équidos (los caballos, los asnos y las mulas) en cuarto
lugar (20 piezas, 6%).

En los niveles Romanos se han localizado muy escasos restos óseos distribuidos de
la siguiente manera: el grupo de los bóvidos con 31 huesos (63%); el de los ovicápridos
con 13 huesos (27%); el de los équidos con 4 (8%); el de los suidos con 1 hueso (2%).

En los niveles medievales es el grupo de los ovicápridos el más representado (174


elementos, 51%); luego el de los bóvidos (77 elementos, 22%); el de los équidos (39
huesos, 11%); el de los suidos (17 huesos, 5%); el de los cánidos (perro, lobo, zorro) con
un conjunto de 34 huesos (10%). Además se han localizado 3 fragmentos de conchas de
moluscos de río (unionidae, 1%). La presencia de estos moluscos de río en diversos
estratos podría mostrar el indicio de algún aprovechamiento tanto alimenticio como
ornamental.

Con este análisis cuantitativo se ha podido ver que el número más abundante de pie-
zas, tanto en niveles carpetanos como en los medievales, han sido las de ovicápridos,
seguido de los bóvidos, los equinos y los suidos. Además cabe señalar que en los estra-
tos medievales se han encontrado huesos de cánidos y conchas de náyade o moluscos de
río que no se han registrado en estratos carpetanos.
Un caso aparte serían los niveles romanos donde se han encontrados escasos huesos
con una procedencia diferente a la observada en las zonas carpetana y medieval ya que
serían los restos óseos de bóvido los más abundantes, seguido de los ovicápridos, los
équidos y los suidos, muy escasamente representados estos dos últimos.

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Daniel Pérez, Marta Bueno, Manuel Silvestre, Ángeles Carrasco, Genaro Ferrer

En la distribución espacial de los huesos en la zona carpetana se ha podido compro-


bar que la mayor abundancia de huesos se da en la Cata 16 (ovicápridos, equinos, cer-
dos, y aves), entre las Catas 23 a 25 (bóvidos, ovicápridos, cerdos y aves) y entre las
Catas 27 a 29 (bóvidos, ovicápridos, cerdos y aves).

En la distribución espacial de los huesos en la zona romana se ha podido comprobar


que la mayor abundancia de huesos se da en las Catas 30 a 31 (ovicápridos, equinos y
bóvidos), en la Cata 28 (bóvidos y cerdos) y en la Cata 22 (ovicápridos).

En cuanto a la distribución espacial de los huesos en la zona medieval se ha podido


comprobar que la mayor abundancia de huesos se da entre las Cata 16 y 18 (bóvidos,
ovicápridos, equino, canido, cerdos, conchas y aves) y entre las Catas 6 a 9 (bóvidos,
ovicápridos, equino, cerdos, canido y conejos).

Esta distribución nos muestra las zonas de mayor presencia de huesos que en gran
medida se relacionan y coinciden con las de hábitat (donde mayor número de cerámicas
se han localizado). En zona carpetana podría haber tres zonas de hábitat asociadas a
otros tantos posibles establos: una en la Cata 16, otra entre las Catas 22 y 25 y la última
entre las Catas 27 y 29; en la romana se localiza las zonas con huesos entre la Cata 28
y 31 y una zona aislada en la Cata 22; en la zona medieval se localizarían entre las catas
6 a 8, una segunda entre las catas 11 a 13, una tercera entre las Catas 16 y 18 y una asi-
lada e la cata 4.

Por esta razón se podría hablar, tanto en zona carpetana como en la medieval de
varias áreas de hábitat y ocupación que estarían relativamente separadas unas de otras.
Estos ambientes se podrían considerar agrupaciones de edificios tanto de hábitat como
de estabulación que formarían parte de aldeas o poblamiento más amplios.

Metales: los metales recuperados durante la excavación se encontraban en niveles


estratigráficos diversos. Se recuperaron 68 fragmentos o piezas de metal, de las que 26
son de bronce (38%) y 42 de hierro (62%). Los elementos de hierro se encontraban en
mal estado con gran cantidad de óxido, en cambio las piezas de bronce se localizaron en
relativo buen estado de conservación. A pesar de estas características todas las piezas
fueron restauradas y consolidadas.

Debido a que este yacimiento es pluriestratigráfico y pluricronológico, el estudio del


conjunto de piezas de hierro y de bronce se ha dividido en tres fases: fase Carpetana con
30 piezas (14 de hierro y 16 de bronce); fase Romana con 14 elementos (11 de hierro y
3 de bronce) y fase Hispanomusulmana con 24 piezas (14 de hierro y 10 de bronce).

Como se puede ver en los estratos carpetanos es donde mayor número de piezas de
metal (30 piezas, 44%) se han localizado con ligero predominio de las de bronce sobre

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El asentamiento carpetano y romano de Calamorra II (Almoguera)

el hierro. En segundo lugar, en los niveles hispanomusulmanes (24 piezas, 35%) con
cierta igualdad entre el hierro (14 piezas) y el bronce (10 piezas) y por último en los
niveles romanos (14 piezas, 21%) donde hay un mayor número del hierro (11 piezas)
sobre el bronce (3 piezas).

En cuanto a las tipologías y morfologías de la zona carpetana se ha observado que en


la mitad de las piezas recuperadas (15 piezas) ha sido difícil identificar su tipología debi-
do a su fraccionamiento y a la presencia de óxidos, pero, en la otra mitad nos hemos podi-
do acercar al conocimiento de las formas, los tipos y los usos de las piezas. En hierro se
pueden destacar las siguientes: 1 fragmento de cuchillo; 5 clavos; un posible fragmento
de martillo. En bronce se han reconocido: 3 agujas de coser; 1 fragmento de pendiente; 2
pasadores de fíbulas; 1 plaquita.

Como se puede observar, entre las piezas reconocidas en hierro, hay predominio de
clavos que se podrían relacionar con las actividades de construcción de edificaciones y
con la fabricación de enseres de madera que a su vez relacionarían con el fragmento de
martillo. En bronce se puede destacar también la localización de tres agujas de coser que
se relacionarían con la vida cotidiana y el cosido prendas. El cuchillo localizado se podría
asociar también con la vida cotidiana. Por último, hay que mencionar los elementos de
ajuar personal como el pendiente, los pasadores de fíbula y la plaquita.

En cuanto a las tipologías y morfologías de la zona Romana se ha observado que solo


una pieza recuperada ha sido considerada como indeterminada, en el resto si ha sido posi-
ble la adscripción a una tipología concreta según la siguiente clasificación: las piezas en
hierro están compuestas por 2 fragmentos de cuchillo; 1 lámina; 5 clavos; 1 posible frag-
mento de tenazas; 1 argolla; en bronce estarían 2 fragmentos de fíbula; 1 posible anillo;
1 espátula o sonda.

Como se puede ver, entre las piezas reconocidas en hierro, vuelve a haber predomi-
nio de clavos relacionados con construcción de edificaciones o el trabajo con la madera.
El caso de las tenazas se podría asociar al trabajo en una fragua, donde se podrían haber
fabricado los clavos, la argolla de un arreo de carro o los cuchillos. Se puede destacar
también la localización de elementos en bronce de ajuar personal como el anillo, las fíbu-
las y una espátula o sonda de oído que formaría parte del ajuar de limpieza personal ya
que servía para el aseo del oído y para la limpieza de las uñas. Este instrumento también
era utilizado por los médicos para raspar y limpiar heridas, medir sustancias, etc., pudien-
do, así mismo, usar el extremo apuntado como punzón. Se utilizaba en los procedimien-
tos quirúrgicos delicados, que requerían de instrumentos pequeños y finos.

En cuanto a las tipologías y morfologías de la zona medieval solo una pieza ha sido
considerada como indeterminada. En el resto sí nos hemos podido acercar al conoci-
miento de las formas y los tipos de las piezas según la siguiente clasificación: en hierro

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Daniel Pérez, Marta Bueno, Manuel Silvestre, Ángeles Carrasco, Genaro Ferrer

se localizaron 3 fragmentos de cuchillo; 6 clavos; 1 fragmento de tenazas; 1 azuela; en


bronce se vieron 3 agujas de coser; 4 agujas de fíbula); 2 anillos.

Entre las piezas reconocidas, hay predominio de clavos que se podrían relacionar con
las actividades de construcción y la presencia de una azuela se podría asociar con el tra-
bajo con la madera. De nuevo se observa la presencia de unas tenazas para el trabajo en
zonas con fuego (fragua o herrero). Se han localizado algunos elementos de ajuar per-
sonal como las agujas, el anillo, las fíbulas, los anillos y el cuchillo.

Conclusiones
La excavación arqueológica llevada a cabo en el yacimiento Calamorra II ha permi-
tido documentar un enclave con diversas fases de asentamiento que está situado entre la
colina de Calamorra y el paraje conocido como Conchuela (despoblado).

La ocupación más antigua del paraje de Calamorra II se centra en los materiales recu-
perados, los niveles documentados y las estructuras excavadas correspondientes a la
Segunda Edad del Hierro. El hecho de haber excavado una anchura de 4 m. y el alto
nivel de destrucción de las estructuras dificultan la interpretación global del yacimiento
y su verdadera extensión. Por lo que poseemos una visión parcial de las diversas estruc-
turas y niveles difíciles de interrelacionar. Sí parece que el área nuclear de esta fase car-
petana se localizaba en llano (entre el Área Sur y en el Área Intermedia del yacimien-
to), en la margen derecha del arroyo de los Gallegos, muy cerca de su nacimiento. En el
Área Norte se documentó de este período la gran estructura negativa (UE1603) que fue
interpretada como una zona de extracción de materia prima (caliza o arcilla), junto a las
huellas de dos posibles cabañas de planta ovalada y una fosa de cimentación en forma
del L en la Cata 12 que probablemente esté asociada a un hogar y a un suelo.
Precisamente en el Área Norte es donde se concentraba el poblamiento medieval que no
se registra en las áreas Intermedia o Sur.

En el Área Intermedia se documentaron los restos de un horno posiblemente para la


cocción de piezas cerámicas (se observó una gran abundancia de fragmentos en este sec-
tor muchos de ellos con huellas de fuego). De este horno se conservaba la huella circu-
lar semi-excavada en terreno endurecido y rubefactado. También en esta zona se locali-
zaron restos de cimentaciones aisladas. El horno nos indicaría que nos podríamos encon-
trar en una zona exterior, abierta, dedicada a la actividad artesanal. Esta actividad quizá
se podría poner en relación con la gran fosa de la Cata 16 que se localizaba a 100 m. al
norte y sería el lugar de donde se extraía la arcilla. Nos encontramos por tanto en una
zona de hábitat, posiblemente en lo que un día pudo ser un poblado, que, sin embargo,
ha llegado muy mal conservado. Los materiales obtenidos a través de la excavación nos
muestran una cronología que se podría situar entre los Siglos V y III a.C. En el Área
Intermedia destaca la ausencia de tejas (tégulas e ímbrices) y la escasez de niveles,
estructuras y materiales romanos o islámicos sobre los carpetanos.

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El asentamiento carpetano y romano de Calamorra II (Almoguera)

En el Área Sur, en pleno valle del Arroyo de los Gallegos, también se documentó una
zona de hábitat de la Segunda Edad del Hierro, pero en este caso bajo un área de pobla-
miento romano. El hábitat carpetano documentado estaba formado por dos habitaciones
localizadas en la Cata 28 y separadas por un posible callejón o pasillo que daría acceso
a un área abierta.

En la Habitación 1 se recuperaron escasos materiales cerámicos y no se pudo docu-


mentar de forma completa por meterse bajo el perfil, en cambio la Habitación 2 consti-
tuía un espacio de cierta entidad de 9 m2 donde se recuperaron 9 piezas cerámicas de
almacenamiento rotas. Por otro lado, el suelo de la estancia se encontraba quemado,
como si hubiese sido fruto de una destrucción por fuego. Al sur de las Habitaciones 1
y 2, en la Cata 29, debajo de los estratos romanos, se documentó un espacio abierto en
el que se identificaron varias estructuras de combustión, posibles hornos u hogares.

Sobre estas estancias y el área de combustión se localizaron niveles de derrumbe y


abandono (también con indicios de fuego) del Hierro II y sobre ellos el nivel de ocupa-
ción/abandono y destrucción romano. Por ejemplo, parte de las cimentaciones romanas
se superponían en una parte de las cimentaciones carpetanas.

En las Catas 30 y 31 ya no se documentaron estructuras o niveles carpetanos, solo se


encuentran los de época romana. El material cerámico predominante en esta zona fue
romano y fue donde se localizó la mayor parte de los fragmentos de terra sigillata his-
pánica. También cabe señalar la presencia de tégulas e ímbrices. Fue en esta zona donde
se localizaron los dos posibles hornos (estructura enlosada y estructura con suelo endu-
recido) que se relacionarían con una zona industrial. En este sector se localizó la mayor
parte de los fragmentos de hierro de los niveles romanos. Parecía tratarse de una zona
de producción situada en las inmediaciones del arroyo del que se abastecería de agua.
En esta zona de las Catas 30-31 no se observaron niveles de ocupación de época carpe-
tana, ni medieval. Los materiales cerámicos de esta zona nos podrían indicar una cro-
nología de ocupación que se situaría entre los siglos I - II d.C.

Los niveles más recientes excavados en Calamorra II corresponden a un enclave hispa-


nomusulmán (siglos X al XI). Este poblamiento se localizaría en el Área Norte donde se
documentó una zona de hábitat medieval de unos 170 m de extensión de N-S, con mate-
riales islámicos que se podría asociar a un asentamiento tipo alquería o aldea, posiblemen-
te delimitado por una cerca dentro de la que se situarían las casas y las áreas de ocupación.
El lugar se podría haber abandonado tras la conquista cristiana de finales del siglo XI.

Todo este sector fue objeto de la repoblación castellana que tuvo lugar después de la
conquista de Guadalajara, por tropas castellanas, a finales del siglo XI. La Alcarria se
fue repoblando entre finales del XI y el XII con gentes venidas del norte que poco a poco
van creando un entramado de pueblos y aldeas, entre los que se encontraría Conchuela,

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Daniel Pérez, Marta Bueno, Manuel Silvestre, Ángeles Carrasco, Genaro Ferrer

situado en las inmediaciones del Arroyo de los Gallegos, muy cerca del antiguo encla-
ve carpetano, romano e islámico. Cabe señalar que durante los trabajos realizados en el
yacimiento no se han localizado restos o niveles bajomedievales que se pudieran rela-
cionar con este despoblado cristiano.

A lo largo de los siglos XII y XIII la región fue experimentando un crecimiento de


población que a mediados del siglo XIV se detuvo como consecuencia de la epidemia
de peste negra que surgió en 1347 en algunos puertos del sur de Europa y que en 1348
entró en España a través de los Pirineos y del Levante. En 1349 toda la Península se
encontraba afectada, perdurando hasta mediados de la década de 1350. Sin embargo, la
peste no quedará erradicada y habrá otros brotes en las décadas de los 60, 70 y 80 del
siglo XIV.

En la Alcarria, la peste fue la causa del abandono de muchas poblaciones, entre las
que estaría Conchuela cuyo abandono se produjo a finales del siglo XIV aunque su
recuerdo se mantuvo en la toponimia.

Como resumen general podríamos decir que el primer poblamiento, cronológica-


mente hablando, documentado en el área excavada correspondería a los siglos V- III
a.C., durante la Segunda Edad del Hierro. En estos momentos parece establecerse en la
zona un hábitat que se situaría tanto en la terraza del arroyo como en la vega del mismo.
Se trataría de un asentamiento en llano, cerca del nacimiento y del cauce de un arroyo
En este poblamiento no se aprecian preocupaciones de carácter defensivo. Se trataría de
un poblamiento formado por casas de planta rectangular o cuadrada que podrían con-
formar cierto urbanismo (posible callejón) y que siguen las técnicas constructivas de
este período: zócalos o cimientos de piedra, alzados de tapial y cubiertas de madera. Así
mismo, se han identificado posibles zonas exteriores donde se realizaban actividades
artesanales.

Tampoco se han documentado huellas claras de destrucción violenta generalizada del


hábitat carpetano, salvo en la zona del Habitación 2 donde los derrumbes y el suelo tie-
nen huellas de fuego y las cerámicas aparecen rotas o volcadas. Por tanto, no se ha podi-
do saber si el abandono del poblado se produjo de forma precipitada o no ya que la
Habitación 2 pudo destruirse de forma accidental. En caso de abandono precipitado del
asentamiento se podría asociar a un período de inestabilidad en la zona quizás relacio-
nado con las campañas militares púnicas por la meseta.

Tras esta ocupación carpetana y de un período sin ocupación, parece que hacia los
siglos I y III d.C., se establecería un asentamiento romano, del que se ha localizado la
zona de carácter industrial. Sobre este poblamiento romano no se han documentado
niveles ni restos tardorromanos o de la temprana Edad Media. Parece que el abandono
en época romana podría haber coincidido con la crisis de finales del siglo III d.C.

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El asentamiento carpetano y romano de Calamorra II (Almoguera)

El enclave no se volvería a ocupar hasta época islámica (siglos X a XI) pero se vol-
vió a abandonar por la inestabilidad que se produjo con el avance cristiano. Por último,
tras la caída de Guadalajara y su territorio a finales del siglo XI la zona fue de nuevo
habitada, esta vez por repobladores cristianos que fundaron el poblado de Conchuela,
que a finales del siglo XIV fue abandonado por la epidemia de peste negra.

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14.- El asentamiento carpetano y romano de Calamorra II (Almoguera)_congreso caraca 06/11/2019 16:29 Página 286
15.- Los Guillares. Noticia de una intervención_congreso caraca 06/11/2019 18:22 Página 287

Los Guillares. Noticia de una intervención arqueológica preventiva ...

Los Guillares. Noticia de una intervención


arqueológica preventiva en el término de
Almoguera (Guadalajara)

Consuelo Vara Izquierdo1


José Martínez Peñarroya1

El texto de la presente comunicación tiene su origen en una actuación arqueológica


preventiva que se desarrolló hace casi una década y que por una serie de circunstancias
permanecía inédita hasta el momento. Al final de la mencionada actuación, la principal
conclusión de la misma fue la identificación de los restos de un yacimiento arqueológi-
co de cronología hispanorromana, posiblemente asociado a una vía de comunicación y
estrechamente ligado al curso del medio Tajo, junto a cuya margen derecha quedaba
situado. Con posterioridad y tras los estudios realizados en el cercano lugar del Cerro de
la Muela y la identificación de los restos de la primitiva ciudad hispanorromana de
Caraca, aquel lugar aislado que tiene por topónimo Los Guillares, adquiere una nueva
relevancia, razón de darlo a luz en este Congreso.

La mencionada ciudad de Caraca contaba con algún estudio preliminar y con la cir-
cunstancia del hallazgo de un depósito de material de plata (San Valero 1945). No será
hasta fechas recientes, con motivo de la redacción de la Tesis Doctoral de uno de los edi-
tores de este libro (Gamo 2015), cuando se inicien los estudios previos (Gamo et alii
2018) que tendrán continuación en la realización de la primera campaña de excavación
arqueológica (Gamo y Fernández 2017) y la publicación de los restos del acueducto que
abastecía de agua a la ciudad, de cronología altoimperial y posiblemente vinculado “a la
monumentalización de la ciudad romana del Cerro de la Virgen de la Muela por motivo
de su promoción jurídica, probablemente en época Flavia” (Gamo et alii 2017:246). Con
anterioridad se había editado el corpus de inscripciones latinas de la provincia de
Guadalajara (Gamo 2012), donde autorizamos la publicación de un fragmento cerámico
con grafito post-cocción del yacimiento de Los Guillares, que como la totalidad del
material arqueológico recuperado, se halla depositado en el Museo de Guadalajara.

1 CASTRVM patrimonio histórico S.L

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Consuelo Vara Izquierdo, José Martínez Peñarroya

Dado el espacio de exposición y publicación de un libro de estas características no


vamos a recapitular sobre el pasado de la actual provincia de Guadalajara, sino que
como nuestro estudio se centra en un momento muy determinado de la historia de estos
paisajes fluviales, solamente indicaremos que será a partir del cambio de Era cuando se
intensifique el poblamiento en estas tierras del centro peninsular, que, aunque habían
sido ocupadas regularmente desde tiempos remotos y con especial insistencia en el II y
I milenio a.C., será ahora cuando se establecerán pequeños asentamientos en las vegas
de los ríos. Estos lugares serían explotaciones agrarias de pequeña o mediana extensión
y que se relacionarían con ciudades de mayor entidad, cuál sería el caso de Segobriga
(Cuenca) o la posterior Recopolis (Guadalajara). Por ello la presencia de establecimien-
tos de este tipo no es infrecuente en este tipo de paisajes y tenemos noticias de otros en
los vecinos términos de la Comunidad de Madrid (Los Villares y La Horca). La presen-
cia de un entramado de vías de comunicación es bien patente en esta época hispanorro-
mana y el en paisaje que nos ocupa se hallaba un vado del río Tajo, posiblemente en el
actual término de Illana. Una de las principales calzadas según Abascal (1982), discu-
rría desde Complutum (Alcalá de Henares) a Cuenca, pasaba por la mencionada Caraca
romana y atravesando el Tajo discurría por el sur del término de Illana (donde se con-
serva el topónimo La Calzada), para pasar ya a provincia de Cuenca en Huelves.

Aunque nosotros ya habíamos realizado otra actuación arqueológica sobre infraes-


tructura viaria de cronología hispanorromana, concretamente en el denominado Puente
de Murel (Cifuentes) (Vara y Martínez 2013) no habíamos tenido la ocasión de realizar
otro estudio sobre un yacimiento arqueológico de esta cronología en la provincia de
Guadalajara. Tampoco debemos olvidar que el establecimiento del estado hispanovisi-
godo con capital en Toletum, tendrá un importante epicentro en la ciudad de Recópolis,
situada aguas arriba del lugar que nos ocupa y que indudablemente configuraría una
importante red de establecimientos que quedan patentes, por ejemplo en un lugar muy
cercano a Los Guillares, apenas a dos kilómetros en línea recta, donde tuvimos ocasión
de identificar y excavar un sepulcro de cronología hispanovisigoda y en el que se recu-
peró una moneda que fechó el conjunto en torno a la última década del siglo VII d.C.
Dicho lugar, denominado el Soto (Vara y Martínez 2015), se halla muy relacionado con
otro, también identificado en el proyecto de modernización del Canal de Estremera y
que hemos denominado “El Sotillo” y situado en la margen derecha del río Tajo, aún en
el término de Almoguera (Guadalajara). Este lugar de El Sotillo tiene cronología hispa-
novisigoda, al igual que el identificado y excavado en parte en este mismo proyecto, en
el sitio denominado “Valdezarza II” (Vara y Martínez 2018), aunque situado una vein-
tena de kilómetros aguas abajo del curso del río Tajo.

Por el momento la relación de la ciudad de Caraca con Los Guillares es de cercanía,


pues desde la cima de la urbe hispanorromana –junto a las ruinas de la ermita– hasta el
centro aproximado del área de actuación nuestra, no llega a un kilómetro en línea recta.
Además, la cronología de los materiales arqueológicos identificados en las dos actua-

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Los Guillares. Noticia de una intervención arqueológica preventiva ...

ciones son muy similares, teniendo su abandono quizás a finales del siglo II o inicios del
III d.C. Los Guillares se unirían a otros lugares del entorno y ya atisbados, cuales son
las posibles villae de la Vega Alcorisa o Alóciga (Sánchez-Lafuente 1982: 109) y Las
Peñas en Mazuecos (Gamo 2012: 184-186, nº 89-90). Pasamos a exponer las líneas
generales del proyecto de infraestructura hidráulica que propició el hallazgo del yaci-
miento de Los Guillares.

El proyecto de modernización del Canal de Estremera


En la margen derecha del río Tajo, entre los términos de Almoguera (Guadalajara) y
Villarrubia de Santiago (Toledo), se hallaba el denominado “Canal de Estremera”,
infraestructura construida a mediados del siglo XX para regar mediante gravedad una
amplia superficie de la vega del mencionado río a su paso por el sureste de la
Comunidad de Madrid. Su longitud era de 38,483 km. y la zona regable variaba entre la
extensión bruta de 2969 ha. y neta de 2404 ha. siendo el sistema de irrigación por gra-
vedad, con acequias a cielo abierto y un total de 135 tomas que abastecían surcos, aun-
que otras explotaciones regaban mediante aspersión. La superficie media de parcela
regada era de 1,46 ha. A inicios de la presente década, se acometió la modernización de
dicho canal, sustituyendo el de hormigón por una serie de ramales de tuberías, que cap-
tan el agua desde el río por varios puntos. Se acometieron en consecuencia obras de cap-
tación, bombeo, balsas, red de distribución, caminos de acceso e hidrantes. Se implantó
el riego por aspersión y se abandonó el antiguo canal en su totalidad, con cuatro bom-
beos directos a la red de riego desde el río Tajo y sin necesidad de balsas. La moderni-
zación del canal se justificó por ampliar la superficie regable actual, ahorrar agua, mejo-
rar el rendimiento agrícola y recuperación del cauce natural. Esta superficie regable ha
aumentado hasta la cota de + 15 m. que aumentó la superficie regable hasta las 3168,83
has. Por ello fue promovida la presente intervención arqueológica, fundamentada en
anteriores proyectos de esta naturaleza.

La primera fase de intervención arqueológica fue promovida por la empresa CIN-


GRAL bajo el título "Proyecto de construcción para la modernización de la zona rega-
ble del Canal de Estremera, TT.MM. Varios (Guadalajara, Madrid y Toledo)". Dicha
intervención consistió en una prospección arqueológica de cobertura total, que se des-
arrolló bajo tres proyectos distintos. El primero de ellos se realizó en los términos de
Driebes y Almoguera, provincia de Guadalajara y fue dirigido por Ernesto Agustí; El
segundo sobre los términos de Estremera, Villarejo de Salvanés, Fuentidueña de Tajo y
Villamanrique de Tajo - todos en la Comunidad de Madrid, bajo la dirección de Rocío
Victores, mientras que el tercer proyecto tuvo por objeto la cola del área regable en el
término toledano de Villarrubia de Santiago, bajo la dirección de Mario López Recio.

Con posterioridad, los autores de este texto fuimos contratados para la dirección de
la actuación arqueológica en fase de obra por la UTE Canal de Estremera, formada por
las empresas BEFESA y ACSA, líderes en el tratamiento de agua, tanto en su depura-

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Consuelo Vara Izquierdo, José Martínez Peñarroya

ción, como en sistemas de modernización de regadíos. Nuestra actuación significó la


realización de sondeos en algunos de los lugares identificados con registro arqueológi-
co en la fase de prospección, así como el control arqueológico del desarrollo de implan-
tación de tuberías de unos 100 km, con una longitud entre sus extremos cercana a los 40
km., ya que hemos de sumar los numerosos ramales de riego que parten de las tuberías
principales. Todo el trazado se encuentra en la margen derecha del río Tajo, en zonas
prácticamente llanas y dedicadas en la actualidad a labores agrícolas. El proyecto de
modernización se desarrolló entre los términos de Driebes y Almoguera en Guadalajara
y Villarrubia de Santiago en Toledo, además de los madrileños de Estremera,
Fuentidueña de Tajo, Villarejo de Salvanés y Villamanrique de Tajo.

Fases y desarrollo de la actuación arqueológica


Uno de los yacimientos arqueológicos ya conocidos y que se vio afectado parcial-
mente por el trazado de la infraestructura fue el denominado “Los Guillares”, situado en
el término de Almoguera, en la cabecera del antiguo canal y en provincia de
Guadalajara. El lugar se halla situado en una pequeña llanura rodeada de escarpes cali-
zos y limitado en su vertiente este por el antiguo canal y su camino de servicio, por lo
que quizás pudo verse afectado durante las obras de construcción de los mismos. En el
momento de la intervención se hallaba sembrado de cereal, por lo que la superficie se
encontraba bastante plana, sin alteraciones significativas y con presencia de materiales
arqueológicos. Se situó un primer sondeo sobre el trazado de la superficie de trabajo y
equidistante del centro del yacimiento, definido por el equipo que realizó la prospección
arqueológica previa. Este punto se hallaba a unos 45 metros del sondeo y sobre el tra-
zado, a norte y sur de esta primera unidad de excavación, se establecieron otros cuatro,
por lo que el número total de unidades de excavación realizadas (según proyecto) fue-
ron nueve. Al situar los sondeos pudimos observar como la densidad de cerámica en
superficie descendía conforme nos alejábamos del sondeo central, densidad que también
era inferior bajo la superficie de estos sondeos extremos (1 – 2 y 8 – 9), como pudimos
comprobar tras su excavación.

Las labores de campo se desarrollaron entre los días 9 y 12 del mes de febrero del
año 2010. El número total de sondeos realizados fue de nueve y la superficie sondeada
es de 36 m2, sobre un eje lineal de 82 m. Fueron realizados a mano por un equipo de
cinco operarios y con la presencia continuada de uno de los dos directores de la inter-
vención y en algunas ocasiones de los dos arqueólogos. Como en las otras dos inter-
venciones realizadas en paralelo (Villarrubia de Santiago y Esteva) se perfilaron las
superficies de los sondeos que quedaron tras su excavación, especialmente los perfiles
estratigráficos (en número total de 36). Estos perfiles fueron identificados y descritos
estratigráficamente, así como fotografiados los sondeos y algunos de los perfiles más
significativos, con referencia de dimensiones (jalones) y de fecha (tablilla identificativa
en cada fotografía). Los sondeos se excavaron hasta la profundidad en que no aparecí-
an restos arqueológicos y aún entonces se excavó otro plano estéril de unos 25 cm. La

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Los Guillares. Noticia de una intervención arqueológica preventiva ...

aparición de material arqueológico fue desigual en los sondeos excavados, comprobán-


dose que la mayor abundancia se corresponde con los sondeos centrales, mientras que
los extremos presentaban escasos materiales de arrastre.

La estratigrafía identificada se componía de una capa superficial de unos 30 cm. de


espesor, producida por el cultivo agrícola, con mezcla de materiales contemporáneos y
antiguos, así como de una coloración más oscura. Una segunda capa situada bajo a ante-
rior aparecía de un color algo más claro y con presencia de material arqueológico, aun-
que no en toda su profundidad. Se componía de arenas de color oscuro, algo compactas,
con presencia esporádica de piedras de pequeño tamaño. Por fin en algunos de los son-
deos excavados (especialmente los últimos numerados y situados al sur) aparecían arci-
llas de color ocre claro, muy similares a las identificadas en los sondeos realizados en
otros puntos de actuación del proyecto. Estas arcillas son completamente estériles y por
tanto se halla ausente cualquier resto arqueológico.

En algunos de los sondeos excavados aparecen bastantes fragmentos cerámicos,


entre los que destacamos la relativa abundancia de cerámica sigillata, especialmente en
los centrales. También destaca la aparición de algunos clavos de hierro, fragmentos de
plomo y el borde de un recipiente de vidrio. De igual forma aparecen algunos fragmen-
tos de opus signinum, indudablemente retazos de las estructuras que debieron de existir
en las inmediaciones del lugar sondeado por nosotros. No obstante en los nueve sonde-
os realizados no aparecen restos de estructuras, ni muros, ni suelos ni otro tipo de evi-
dencias arquitectónicas, pero si restos constructivos, sobre todo en los sondeos centra-
les, como son fragmentos de tegulae, así como ladrillos y teja curva. Un gran fragmen-
to de tégula aparece en el sondeo nº 8. Destacamos la presencia de fragmentos cerámi-
cos de clara cronología hispanorromana, tanto de cerámica común, como de la denomi-
nada “Terra Sigillata” o cerámicas realizadas a molde, generalmente firmadas por los
talleres que las producían y recubiertas de un característico engobe de color rojizo. Estas
producciones de cerámicas de mesa se sitúan cronológicamente a partir del siglo I d.C.,
por lo que posiblemente el asentamiento que nos ocupa pueda fecharse a partir del siglo
II d.C., momento de eclosión de las explotaciones agropecuarias rurales en la ya pacifi-
cada Hispania. Es muy posible que el lugar que identificamos sea la “pars rustica” o
área de la posible villa destinada a las labores agropecuarias, donde hallan convivido
ganado y almacenamiento de productos agrícolas, que en la mayoría de las ocasiones no
deja más que sedimentos de color oscuro, mezclado con restos cerámicos procedentes
seguramente de los desechos domésticos de las áreas de habitación.

Tras la fase de sondeos arqueológicos manuales en los que no se detectó ninguna


estructura, pero si abundante material arqueológico, se realizó una siguiente fase de des-
broce mecánico sobre una superficie de unos 1000 m2. Por ello planteamos la unión de
todos los sondeos arqueológicos ya abiertos por una zanja, que sería el lugar por el que
se implantará la tubería, además de un desbroce de toda la superficie afectada por las

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Consuelo Vara Izquierdo, José Martínez Peñarroya

áreas de ocupación tendentes a localizar alguna estructura arquitectónica u otro cual-


quier indicio que nos permita definir con menor margen de error las características de
este yacimiento hispanorromano. Las labores se desarrollaron durante tres semanas con
la participación de una retroexcavadora de tipo mixto a tiempo completo, así como la
presencia de dos operarios no cualificados, así como la de los directores de la excava-
ción. La estratigrafía identificada se componía de una capa superficial de unos 30 cm.
de espesor, producida por el cultivo agrícola, con mezcla de materiales contemporáneos
y antiguos, así como de una coloración más oscura. Una segunda capa situada bajo a
anterior aparecía de un color algo más claro y con presencia de material arqueológico.
La composición de este estrato inferior es de arenas de color oscuro, algo compactas,
con presencia esporádica de piedras de pequeño tamaño. En algunos sectores del área
desbrozada aparecían arcillas de color ocre claro completamente estériles y por tanto
ausente de cualquier resto arqueológico.

El método seguido consistió en la retirada de completa de la tierra vegetal (- 30 cm.)


desde el extremo norte del área a desbrozar. Para identificar los hallazgos y posibles
estructuras se dividió la superficie en tramos de 10 m. de anchura por 5,5 m. de longi-
tud en sentido norte-sur. Una vez retirada esta capa vegetal se raspó con herramientas
manuales –las denominadas “legonas”– toda la superficie y se barrió con grandes cepi-
llos para poder identificar cualquier cambio de coloración en la tierra, así como para
recuperar el material arqueológico. En los tramos 2 y 3 aparecía más concentración de
cerámicas, correspondiéndose con el lugar donde realizamos los sondeos a mayor pro-
fundidad. Aparecían fragmentos de cerámicas comunes, así como sigillatas hispánicas,
bastante fragmentadas, aunque también es significativa la ausencia de tejas, como ocu-
rría en la fase anterior, en la que solamente tuvimos ocasión de recuperar una tégula
prácticamente completa en uno de los sondeos realizados. Es de mencionar la presencia
de algunos restos de alineaciones de piedras, que pudieran hacernos pensar en restos de
zócalos de muros desmantelados.

Los fragmentos cerámicos recuperados aparecen algo rodados en las más de las oca-
siones, aunque la variedad es amplia, desde pequeños recipientes de cerámica sigillata
–que por sus características bien pueden ser fechados en el siglo I d.C.– hasta fragmen-
tos de cerámicas de cocina, de paredes oscuras y pastas no depuradas. También pode-
mos documentar fragmentos cerámicos de paredes finas, pastas cuidadas y de color ocre
–algunas oscuras– que se podrían corresponder con cerámicas de mesa o incluso toca-
dor. El conjunto es bastante homogéneo y no se identifica ningún resto cerámico o de
otro tipo que pueda ser adscrito a otra cronología, cuales pueda ser la prehistórica.
Únicamente en el estrato superficial aparecen cerámicas contemporáneas, seguramente
procedentes del “embasurado” de las superficies de cultivo a través de los años.
Tampoco se detectan restos de estructuras, ni manchas significativas en el relleno exca-
vado, por lo que la posibilidad de la aparición de estructuras excavadas es muy remota,
aunque no imposible en este tipo de registros. No olvidemos la villa de la Torrecilla y

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los aledaños de la villa de Villaverde, ambas en el valle del Manzanares. Estas últimas
estructuras tuvimos ocasión de descubrirlas en una actuación realizada hace un par de
lustros y consistían en grandes hoyos de planta circular y poco fondo que se rellenaban
de materiales contemporáneos al momento de abandono de la villa. El yacimiento debió
ser un pequeño establecimiento agropecuario hispanorromano, quizás sin la entidad de
una “villa”, pero si lo suficientemente grande para constituir una unidad de producción
situada en la margen derecha del río Tajo y junto a una vega explotable, aunque estre-
cha por la presencia de colinas y lomas yesíferas que la envuelven por sur y oeste. Los
restos arqueológicos detectados en esta intervención se sitúan en un momento muy con-
creto, posiblemente a partir del siglo II, a tenor de las cerámicas sigillatas recuperadas.

El yacimiento de Los Guillares en el medio Tajo altoimperial


El conocimiento del trazado de las vías hispanorromanas del centro de la Península
Ibérica es fundamental para entender el poblamiento en el curso alto y medio del río
Tajo. Estudios como los de Juan Manuel Abascal Palazón (1981; 1982) para la actual
provincia de Guadalajara, Santiago Palomero Plaza (1983; 1987; 1990; 2001) en la de
Cuenca y los de María Mariné (1980) para la provincia de Madrid, han sido básicos para
establecer las comunicaciones de hace un par de milenios. Algunos estudios (Fernández
Miranda et alii 1990; Sillières 1990; Arias 2004; Fernández Montoro et alii 2011) abo-
gan por la romanización a partir de los viarios, cuál sería el caso de la ciudad de Valeria
(Torrecillas 2009). En esta línea, el asentamiento de Los Guillares y la propia ciudad de
Caraca, estarían insertos en una de estas vías y quizás en las inmediaciones de un paso
del río Tajo.

Los Guillares a su vez formaría parte de un sistema de poblamiento más amplio y en


el que otras ciudades, como Valeria, Ercavica y Segobriga en la actual provincia de
Cuenca y la conocida Complutum, situada en parte bajo la actual Alcalá de Henares
(Madrid), sería eslabones en estas comunicaciones terrestres. La presencia de hispano-
rromanos en el actual territorio de la Comunidad de Madrid, desde los trabajos pioneros
de Pérez de Barradas (1931-32; 1943) y posteriores de Arce 1980; González Conde
1987), hasta los últimos estudios (Fuentes 1999; Azcárraga 2007; Abascal 2017;
Bendala 2014; 2017; Fernández y Zarzalejos 2017, García Entero et alii 2017). En las
inmediaciones de Madrid, en la localidad de Pinto se han descubierto en la últimas dos
décadas restos de poblamiento hispanorromano (Barroso et alii 1995; 2001), también en
Getafe (Caballero 1985), Aranjuez (González Alcalde 2001; Martínez Peñarroya 2009)
Villamanta (Gamallo y Gimeno 1990; Zarzalejos 2002) Vellilla de San Antonio
(Zarzalejos 1991) y en la propia capital madrileña (Guiral 1997), por citar algunos ejem-
plos de la densidad que está adquiriendo la presencia del poblamiento hispanorromano
en la geografía madrileña. No obstante, pensamos que las relaciones de Los Guillares –y
por ende la ciudad de Caraca– han de establecerse con dos lugares que se hallan casi
equidistantes del asentamiento y que serían Complutum y Segobriga, las dos principa-
les ciudades de estas latitudes. Ambas se hallan situadas a orillas de ríos secundarios, la

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Consuelo Vara Izquierdo, José Martínez Peñarroya

primera del Henares y la segunda del Gigüela, tributario en la cabecera del río Guadiana.
Esta última ciudad tendría una de sus razones de ser en la explotación del lapis specu-
laris o yeso espejuelo que se utilizaba como cristales en la época (Bernárdez y Guisado
2009).

Aún falta mucho por conocer en cuanto al poblamiento hispanorromano de la cuen-


ca Alta del río Tajo. En ese sentido podemos citar los estudios realizados por Ribagorda
Serrano y Muñoz López - Astilleros (1995), en la margen derecha del río Tajo y que nos
abren un nuevo panorama a los asentamientos de estos paisajes. Aunque el ámbito de
actuación de estos autores nos remonta aguas arriba de Ciempozuelos, a una treintena
de kilómetros de Los Guillares, nos ejemplifica la presencia de pequeños asentamientos
situados sobre esta margen derecha y que tendrían su desarrollo a partir del siglo II d.C.,
coincidentes con la fecha de las cerámicas más significativas de Los Guillares. Estos
pequeños asentamientos tienen la función de explotaciones agropecuarias y están esta-
blecidos sobre una red viaria secundaria. Los Guillares sería pues uno de estos asenta-
mientos que ha sido conocido a causa de las actuaciones que aquí hemos descrito.

Pensamos que Los Guillares constituyen un establecimiento agropecuario, del que


no hemos identificado su pars urbana, sino los aledaños de la pars rustica. Este lugar
estaría en relación con una vía que comunicaba Complutum con Carthago Nova
(Abascal 1982) y que posiblemente tendría un paso o vado del río Tajo en las inmedia-
ciones. Todo el material arqueológico recuperado se halla depositado en el Museo de
Guadalajara y a disposición de otros investigadores. Actuaciones como la presente con-
tribuyen al conocimiento del pasado hispanorromano de la Meseta Sur Peninsular, así
como salvaguardar un patrimonio arqueológico que no por ser menos conocido, si ha de
ser identificado, documentado, contextualizado y preservado para su transmisión a las
siguientes generaciones. El método aplicado, dentro de los parámetros de la Arqueología
Preventiva, no nos ha permitido ahondar más en el conocimiento de los posibles restos
estructurales subyacentes a este margen derecho del río Tajo. Nuestra labor es así, iden-
tificar, documentar, recuperar... siempre en el trazado previsto por la infraestructura que
se va a implantar. Pero en el caso de este yacimiento, del que casi ha pasado una déca-
da desde su descubrimiento, nos complace que no va a estar solo, que la vecina ciudad
de Caraca le va hacer compañía por muchos años.

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Figura 1- Desarrollo de la intervención arqueológica en Los Guillares (fotografía Consuelo Vara


Izquierdo y José Martínez Peñarroya).

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Consuelo Vara Izquierdo, José Martínez Peñarroya

Figura 2- Final de la fase de desbroce (fotografía Consuelo Vara Izquierdo y José Martínez
Peñarroya).

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Figura 3- Muestra del material arqueológico (fotografía Consuelo Vara Izquierdo y José Martínez
Peñarroya).

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Consuelo Vara Izquierdo, José Martínez Peñarroya

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Consuelo Vara Izquierdo, José Martínez Peñarroya

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II. LA ROMANIZACIÓN DEL INTERIOR


PENINSULAR

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El final de los sistemas culturales indígenas

El final de los sistemas


culturales indígenas

1
María Luisa Cerdeño Serrano
2
Marta Chorda Pérez
3
Teresa Sagardoy Fidalgo

Había vida antes de Roma


La investigación sobre la romanización de la Península Ibérica tiene una larga y pro-
lífica trayectoria, dada la trascendencia histórica que tuvo aquel proceso, conducente al
establecimiento de un nuevo orden político, económico y social en los diferentes terri-
torios. La base de estudio mayoritaria durante mucho tiempo fue la información históri-
ca contenida en los textos de autores greco-latinos, mientras que la información arqueo-
lógica distaba de ser solvente, sobre todo en las zonas meseteñas que ahora analizamos.
Es cierto que en los últimos años este problema se ha ido corrigiendo y cada vez son más
los yacimientos nuevos que proporcionan información inédita sobre la interacción entre
los grupos locales y los conquistadores.

La descompensación en la información utilizada propició que aquel acontecimiento


histórico se analizara con frecuencia desde la perspectiva romana, obviando la realidad
cultural de unas poblaciones que, en aquel momento, tenían a sus espaldas una historia
de varios siglos de antigüedad. Se revisaban las fuentes escritas una y otra vez, pero era
necesario encontrar las huellas materiales que necesariamente tuvieron que dejar los
movimientos de tropas y de los grupos sociales afectados, que vieron alteradas de mane-
ra irreversible todas sus formas culturales.

Por ello, pensamos que el método adecuado para abordar este tema es la utilización
de diferentes fuentes de información que puedan contrastarse entre ellas: las descripcio-

1 Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología. Universidad Complutense de Madrid.


mluisac@ucm.es
2 Centro de Estudios Celtibéricos de Segeda. marta_chorda@hotmail.com
3 Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. tsagardoy@jccm.es

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María Luisa Cerdeño Serrano, Marta Chorda Pérez, Teresa Sagardoy Fidalgo

nes recogidas en los escritos clásicos deben ser corroboradas por la epigrafía, la numis-
mática y especialmente por el registro arqueológico que es, en definitiva, la huella está-
tica del devenir dinámico de aquellas sociedades cuando contactaron con otras de mayor
complejidad que, por su parte, incorporaron a su propia historia los acontecimientos
sucedidos durante este encuentro (Cerdeño y Gamo 2014).

Nuestra perspectiva, por razones obvias, es eminentemente arqueológica y limitamos


el análisis a las fases finales de las culturas carpetana y celtibérica, es decir, al interva-
lo entre el final del siglo III a. C. y la integración de ambos pueblos en la estructura esta-
tal romana. Los antecedentes de estos grupos prerromanos se remontan hasta los inicios
del I milenio antes de la era, como demuestran cada vez más evidencias materiales que
permiten trazar un hilo conductor desde finales de la Edad del Bronce, momento en el
que se produjeron acontecimientos importantes como la ocupación de nuevos territorios,
el aumento demográfico y una progresiva complejidad cultural con la que se inicia la
Edad del Hierro. Aunque no es el momento de revisar los periodos antiguos, incorpora-
mos las periodizaciones al uso de ambas entidades culturales para observar su amplio
desarrollo histórico (figura 1).

La utilización de fuentes arqueológicas no implica solamente la excavación de yaci-


mientos nuevos, sino también el estudio de materiales depositados en los fondos de los
museos y la revisión de documentos legados por arqueólogos pioneros que, en ocasio-
nes, proporcionan información no analizada antes y difícil de conseguir hoy día por

Figura 1- Periodización de la cultura celtibérica (Cerdeño y Gamo 2014) y carpetana (según pro-
puesta de Blasco y Blanco 2014).

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El final de los sistemas culturales indígenas

otros medios. Como ejemplo de esto último, vamos a comentar el interés que tienen
algunos documentos antiguos, generados hace un siglo e ignorados hasta la fecha, que
hemos consultado al hilo de nuestro reciente proyecto sobre la información legada por
el marqués de Cerralbo. Este mecenas y erudito trabajó intensamente en la provincia de
Guadalajara y, entre otras muchas cosas, estuvo interesado desde el primer momento en
identificar los itinerarios de la conquista romana mencionados en las fuentes y sus pro-
puestas al respecto iluminan paralelamente el mundo indígena que los invasores encon-
traron. Aunque las fuentes sobre las vías son tardías, como el Itinerario de Antonino (fin
siglo III d. C.) o los vasos de Vicarelo, el más tardío del año 15 a. C. (Siliers 2016: 320),
todo parece indicar que sus trazados debieron seguir, al menos en parte, los antiguos
caminos preexistentes.

Cerralbo es conocido principalmente por la localización y excavación de las más


espectaculares necrópolis celtibéricas ubicadas entre el Jalón y las fuentes del Henares
y el Tajuña, es decir, en el inespecífico Alto Jalón-Alto Tajo de todos los estudios moder-
nos y estamos comprobando que aquellos yacimientos no tienen una distribución geo-
gráfica aleatoria como ya se apuntó para los resultados de sus intervenciones en el Alto
Jalón (Jimenez 2002: 126). El marqués buscaba la vía romana entre Emerita Augusta y
Caesaraugusta y en ese afán fue encontrando una serie de yacimientos, especialmente
necrópolis ubicadas en llano, que arrojan mucha luz sobre la distribución de la pobla-
ción prerromana y los caminos de comunicación entre sus diferentes enclaves.

Esta relación ya fue percibida por aquel arqueólogo que la plasmó en la introduc-
ción al tercer volumen de su obra inédita, dedicado íntegramente a Aguilar de Anguita
(Aguilera y Gamboa 1911: 6) y nos parece relevante y significativa por tres razones,
aunque nunca se le haya prestado especial atención: la primera porque detalla la situa-
ción topográfica de sus descubrimientos mientras buscaba la vía; la segunda porque, en
base a su conocimiento del terreno, plantea una hipótesis diferente a las propuestas de
investigadores posteriores, a los que la historiografía reciente sí cita, mientras que a él
no –recorrido de la propia vía y ubicación de Arcobriga– y la tercera razón es que, pese
a ser perfectamente posible la reconstrucción topográfica de la vía, nunca se ha intenta-
do cartografiarla ni comentarla, aunque solo fuera para desestimarla4.

Citamos sus propias palabras: “Conocedor práctico del histórico país que, desde la
cumbre de la Sierra Ministra se descubre en contorno, desarrollando un inmenso hori-
zonte, a pesar de accidentadísima orografía, no pude conformarme con la universal cre-
encia y explicación que daban al curso de la gran vía romana, desde Emerita a
Caesaraugusta, en el trayecto de Segontia a Aqua Bilbilitanorum, pasando por

4 La causa de que una teoría no se reconozca se debe, en muchas ocasiones, a cuestiones sociológicas
de la disciplina o por novedosas en el momento de su enunciado, más que por la calidad de la propia
teoría. Nuevos descubrimientos pueden permitir que vuelvan a tenerse en consideración, incluso lige-
rametne modificadas (Ayarzagüena 2017: 633).

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María Luisa Cerdeño Serrano, Marta Chorda Pérez, Teresa Sagardoy Fidalgo

Arcóbriga siempre por la ribera del Jalón, desde antes de Medinaceli, y por estas man-
siones que se determinan en el Itinerario de Antonino” (Aguilera y Gamboa 1911: 6.).
Teniendo en cuenta la fecha de redacción de la obra y su concesión del Premio Martorell
en 1912, la “universal creencia” se reduce prácticamente a las investigaciones de
Saavedra (1862) sobre ingeniería romana y a su propuesta de interpretación del itinera-
rio de Antonino sobre el terreno. En esta obra fundamental para el estudio de las vías
romanas, este territorio quedaría articulado principalmente por la vía Emerita-
Caesaraugusta, representada por los itinerarios 24, 25 y 29.

Cerralbo acepta como buenas dos de las mansiones del itinerario, Segontia y Aquae
Bilbilitanorum, ubicadas según la creencia establecida en Sigüenza y Alhama respectiva-
mente, poniendo en duda, en cambio, todo el paso de la antigua carretera N-II desde prác-
ticamente Medinaceli a Monreal de Ariza, donde él sitúa Arcobriga, negando su ubicación
en Arcos de Jalón, aunque como manifiesta “no haya quién otra cosa afirme, si no la pro-
testa mía”. La justificación para plantear un recorrido alternativo a la propuesta descrita
por Saavedra la planteó así “…no creo posible que los romanos, tan célebres en la ciencia
militar, fueran a cometer la torpeza supina de trazar entre desfiladeros peligrosísimos un
camino (…) verdaderas Termópilas (…) y con la circunstancia agravantísima, de perte-
necer el territorio a la confederación arévaca” (Aguilera y Gamboa 1911: 7). Propone, de
manera un tanto desordenada, como si de notas trascritas se tratara, la posibilidad de que
bien antes de llegar a Alcolea desde Barbatona o bien desviándose a la altura del km 138
de la N-II, la vía buscara una alternativa adentrándose hacia Aguilar de Anguita, donde
descubrió un pequeño tramo de vía que todavía hoy es visible. Desde allí, siguiendo prác-
ticamente la N-211 continuaría en dirección este hacia Maranchón e Iruecha y de ahí a
5
Monreal de Ariza, camino por otra parte de conocida raigambre histórica .

Es obvio que esta propuesta plantea ciertas cuestiones desde el punto de vista práctico,
pues pasa por alto las distancias y paradas del propio Itinerario, pero dibuja perfectamen-
te la cartografía de sus descubrimientos desde Arcobriga (necrópolis del Vado de la
Lámpara/Molino de Benjamín) hacia Maranchón (necrópolis de Clares y el castro de Las
Carabinas asociado, necrópolis de Turmiel y el cerro de El Tejar en el mismo término
municipal) y desde allí a Aguilar de Anguita (necrópolis del Altillo y la Carretera, el cam-
pamento romano, el fragmento de vía, el dolmen del Portillo de las Cortes), Garbajosa
(necrópolis, Peñas del Estudiante) hasta el citado km 138 de la antigua N-II. Entre
Estriégana y Alcolea también descubrió otros yacimientos, como la necrópolis de
Torresaviñán/Fuensaviñán.

5 “(…) cruzada la Sierra Ministra por donde el Cid la pasó tantos siglos después y la pericia geográfica del
inmortal Cervantes llevó a su incomparable Don Quijote, va por el campo Toranzo y desde Sigüenza hasta el
Jalón, en Monreal de Ariza, sube y baja la Sierra Ministra, desarrollándose por campos abiertos, extensas
explanadas; camino que he tenido la suerte de comprobar por medio de mis excavaciones arqueológicas. Las
emprendí en rebusca de tal vía, y tengo al descubierto grandes trozos de ella, que me permiten puntualizarla”.

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El final de los sistemas culturales indígenas

Probablemente avisado por su red de informadores locales sobre la existencia de


yacimientos cercanos, algunos de gran entidad como el campamento romano de La
Cerca, el Castejón de Luzaga o la necrópolis de Hortezuela/Padilla y, teniendo en cuen-
ta que su propia propuesta no satisfacía todas las incógnitas (el nexo de unión por ejem-
plo entre la línea Siguenza-Barbatona-Estriégana y el hallazgo, junto a la N-211, del
puente y la vía de Aguilar de Anguita), Cerralbo propuso un recorrido alternativo desde
Alcolea, entrando por el camino hacia Luzaga, pasando por los sitios comentados, hasta
de nuevo Aguilar de Anguita en el km 154.

El panorama que ofrece Cerralbo es el de un territorio ancestral, antropizado, pobla-


do y articulado por buenas redes de comunicación donde los poblados y las necrópolis,
bien en uso o ya abandonados, jalonaban el paisaje pretendido por los conquistadores,
entonces visible de manera más evidente que la que percibimos ahora. Se pueden vis-
lumbrar dos tendencias en el articulado de las vías romanas que atraviesan el territorio.
Aunque aquellas carreteras del imperio sirvieron para unir las ciudades principales de
nueva fundación, constituyendo los ramales principales de la viaria romana, reaprove-
charon sin duda líneas de comunicación existentes durante la Edad del Hierro, constitu-
yendo las vías secundarias. La idoneidad topográfica de ambos tipos de recorrido con-
vierte este sistema en reconocible a nuestros ojos por la gran cantidad de carreteras his-
tóricas -caminos reales- y actuales -carreteras nacionales y comarcales- que seguro los
han aprovechado, al menos parcialmente. Un ejemplo de ello puede ser todo el vial de
la actual N-211, como ya han planteado algunos autores (Caballero 2016: 310) pues
atraviesa una buena parte del territorio celtibérico donde más yacimientos se han encon-
trado, siendo un tramo del camino natural entre Tarragona-Alcolea del Pinar y atrave-
sando enclaves tan importantes para la comprensión del fenómeno de aculturación como
La Caridad de Caminreal.

El estudio de las vías romanas en la provincia de Guadalajara tuvo un punto de infle-


xión en la obra de Abascal (1982) y así es reconocido por otros autores (Caballero 2016:
299). Llama la atención que la mencionada propuesta de Cerralbo nunca fuese recogida
ni comentada por los autores modernos, que sí lo mencionan como descubridor de los
enclaves (Abascal 1982: 50, 52, 96,97 y 106). En cambio, otros investigadores si plan-
tearon vías alternativas a la carretera N-II, compartiendo parte de la propuesta con
Cerralbo, si bien discurriendo por otros puntos (Arias 1988; Moreno 2011; Roldán y
Caballero 2014).

El tramo de vía del km 154 de la carretera N-211, conservado en Aguilar de Anguita,


se asocia mayoritariamente no a una alternativa al discurso de la vía Emerita-
Caesaraugusta, sino a un ramal de vía desde Sigüenza hacia el sur que enlazara con el
corredor del Jiloca por los enclaves de Caminreal, Poyo del Cid y Fuentes Claras
(Caballero 2016: 309), en ruta similar a la propia carretera, apoyándose a su vez en un
tramo de vía identificada por Martínez Naranjo y Arenas (1999) entre Clares y Anquela

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María Luisa Cerdeño Serrano, Marta Chorda Pérez, Teresa Sagardoy Fidalgo

del Ducado. Vuelve aquí a planear el silencio sobre la propuesta de Cerralbo que lleva-
ba la vía por Maranchón y entre Judes y Balbacil hacia el Este, desde Montuenga hasta
Arcobriga (Aguilera y Gamboa 1911: 9).
En cualquier caso, es indiscutible que, aparte del interés de las propias vías como ins-
trumento de ejércitos y comercio, Cerralbo dibujó con sus descubrimientos todo un pai-
saje previamente conformado por los emplazamientos de la Edad del Hierro todavía bien
visibles en época romana. Citando de nuevo a Caballero (2016: 298), hoy se tiende a ver
las vías romanas como algo indisociable al territorio por el que transitaban pues, a
mayor conocimiento del paisaje, mayor comprensión de los procesos de aculturación
que se produjeron en las sociedades indígenas, desde la llegada de los conquistadores
hasta el cambio de era y fases posteriores.

Los grupos prerromanos de la provincia de Guadalajara


Y ese paisaje que ahora queremos reconstruir, actual territorio administrativo de la
provincia, no era un espacio homogéneo en época de la conquista ni desde el punto de
vista geográfico, al igual que ahora, ni desde el punto de vista étnico puesto que estaba
habitado por dos grupos bien diferenciados: los celtíberos y los carpetanos (figura 2).
Cierto es que los nombres de las etnias prerromanas se han aceptado siempre sin pro-
fundizar demasiado sobre las verdaderas divergencias que los antiguos autores observa-
ron para considerarles distintos, pero sin duda esas diferencias existieron al menos en

Figura 2- Frontera entre Celtiberia y Carpetania que discurre por la provincia de Guadalajara
(Cerdeño y Gamo 2014).

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El final de los sistemas culturales indígenas

algunos elementos significativos de su cultura material -tipos cerámicos, fíbulas, orfe-


brería, modelo de poblamiento, etc.-, en los vestigios lingüísticos -topónimos, epigrafía
paleohispánica y romana - y en las noticias de los escritores clásicos.

Sobre los etnónimos de los habitantes prerromanos de la Península Ibérica siguen


existiendo dudas al no estar claro si ellos mismos se denominaban de esa manera o les
fue impuesta desde fuera pero, en cualquier caso, los ajenos vieron suficiente disparidad
como para individualizar a unos y otros y todo parece indicar que los romanos encon-
traron fronteras establecidas y las mantuvieron cuando trazaron sus propios límites
administrativos, aunque esta aserción no deja de encerrar dificultades (Barrio 2010: 35).
No parece que hubiera una desigualdad notable entre las organizaciones de ambos colec-
tivos en los aspectos políticos y sociales, pero sí es probable que tuvieran su propio con-
cepto de etnicidad, que implicaría una auto-adscripción de identidad. No es el momen-
to de profundizar sobre ello dado que existe una abundante literatura científica desde
hace más de dos décadas, aunque hoy día se presta mayor atención al estudio de las rela-
ciones sociales dentro del propio grupo y a individualizar a sus componentes por edad,
género, religión o rol desempeñado (Díaz Andreu 2005: 9).

En cualquier caso, subrayaremos algunos elementos materiales diferentes en ambas


entidades culturales, especialmente en los momentos finales, porque no se puede igno-
rar la distribución selectiva y relevante de algunos de ellos, aunque sin duda es necesa-
rio atender también a otros parámetros. Y lo hacemos porque los arqueólogos estudia-
mos los vestigios materiales de la cultura, especialmente de los pueblos que no dejaron
fuentes escritas directas sobre su propia personalidad, dado que aquellos elementos esta-
ban íntimamente unidos a las personas que los usaron formando ambos el conjunto
social, como bien recuerdan propuestas reivindicativas de la reintegración de la mate-
rialidad al colectivo social (González Ruibal 2012: 111) y de la relación entre cultura
material, etnicidad y fronteras (Lucy 2005: 91).

Existe diferente volumen y calidad de información sobre estos dos grupos culturales
y, de forma general, podemos decir que está mejor definida la trayectoria cultural de los
celtíberos ya que en las últimas décadas se ha trabajado más intensamente en los terri-
torios del norte de la provincia, aunque también se ha avanzado bastante en el conoci-
miento de los carpetanos y podemos contraponer diferentes aspectos culturales.
Empezamos por observar la propia estructura del poblamiento: los oppida carpetanos
tienen mayor extensión seguramente por su ubicación en llanuras amesetadas sobre los
valles bajos del Henares, Tajo y Tajuña, donde el clima es más benigno y los suelos
mejores, con mayor potencial agrícola. En cambio, los castros y oppida celtibéricos, ubi-
cados en las tierras altas del norte, tienen menores dimensiones, se construyeron sobre
cerros testigos en las estrechas terrazas de los ríos y son recintos fortificados, al final
ciclópeos; debido al clima más extremo y a la naturaleza de sus suelos, su principal base
económica se centró en la explotación ganadera (Cerdeño et alii 2008 y 2014).

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María Luisa Cerdeño Serrano, Marta Chorda Pérez, Teresa Sagardoy Fidalgo

Otro elemento claramente diferenciador lo constituyen algunos tipos cerámicos que


se consideran verdaderos elementos diagnósticos, al no aparecer más que en uno de los
territorios Son especialmente características las “cerámicas jaspeadas” (figura 3), consi-
deradas una producción típicamente carpetana al concentrarse en los valles bajos del
Tajo, Tajuña y Henares (Valiente 1987: 129; Santos et alii 1998: 63; Ruiz Zapatero
2009: 193). Otro grupo exclusivamente carpetano es el de las “cerámicas estampilla-
das”, cuya dispersión coincide con las anteriores, lo que resulta muy significativo; a
veces las estampillas se combinan con pintura, que las acerca a la cerámica oretana. Un
tercer tipo exclusivo es la pintada de tradición indígena, denominada “tipo Meseta Sur”,
con cronología de época imperial que perduró hasta el siglo II de la era (Abascal 1986;
Abascal y González-Conde 2007: 299).

Un nuevo distintivo carpetano, ausente en Celtiberia, es la orfebrería argéntea cuya


difusión coincide con las cerámicas antes mencionadas y que, por su exclusividad, pare-
ce proceder de talleres locales, siendo el mejor ejemplo las ocultaciones de Driebes (San
Valero 1945; González 1999: 98-102) y de Armuña de Tajuña (Ripollès et alii 2009) o
Almoguera y La Muela de Taracena, con suntuosas fíbulas de La Téne y anulares de
ancho puente de cinta con motivos repujados figurados.

La ausencia de necrópolis en el área carpetana se pensó, durante mucho tiempo, que


era una notable diferencia frente a la sobrerrepresentación de las mismas en territorio

Figura 3- Distribución de la cerámica jaspeada, exclusivamente en territorio carpetano (Cerdeño y


Gamo 2014).

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El final de los sistemas culturales indígenas

celtibérico (Cerdeño y García Huerta 2001; Lorrio 2005). Sin embargo, parece que esa
supuesta ausencia se debe a la falta de trabajos sistemáticos puesto que sí se conocen
algunas (Gamo 2018: 252 y ss), todas de incineración en urnas, con ajuares armamen-
tísticos escasos o fíbulas, como las necrópolis de Olivos de la Merced en Taracena
(González 1999: 21), Armuña de Tajuña (Abascal 1982b: 92-93), Valmatón en Humanes
(Rovira y Fraile 1976), Arroyo de la Villa en Brihuega (Pareja 1916) y algunas más
(Gamo 2018: 253).

Aparte de las diferencias observadas desde la arqueología, son destacables los datos
que proporciona la lingüística pues, como es sabido, la lengua era el principal criterio de
adscripción étnica en la Antigüedad. En el área carpetana la información se ciñe prácti-
camente a los topónimos conservados en los textos grecorromanos, quizás escasos para
utilizarlos como argumento delimitador. Se les consideró indoeuropeos, con elementos
no indoeuropeos o ibéricos pues en la lista de Ptolomeo (Geografía, II, 6, 56) hay dos
topónimos –Ilurbida e Illacurris– elaborados sobre el elemento il(t)i- característico de
la Hispania no indoeuropea (Salinas 2007: 48). Algunos autores consideraron a los car-
petanos básicamente célticos (Menéndez Pidal 1968: 214-220; Tovar 1989: 97) y hay
referencias más antiguas que apuntan en la misma dirección, como la de Esteban de
Bizancio (Ethnika, 70).

La epigrafía paleohispánica en la zona carpetana no facilita una delimitación étnica


distinta a la celtibérica puesto que casi todos los epígrafes conocidos son cortos grafitos
sobre cerámica y están escritos en signario levantino, al igual que las inscripciones de
sus vecinos del norte; sí está comprobado que el hábito epigráfico fue más tardío en
Carpetania que en Celtiberia, desde donde probablemente se introdujo. Es más intere-
sante la epigrafía latina imperial al ofrecer estructuras onomásticas diferentes en la zona
celtíbera y en la carpetana. Durante los dos primeros siglos de la era, los “genitivos de
plural” quedan circunscritos al área celtibérica y evidencian la perduración de la estruc-
tura social indígena anterior a la romanización, ya que la mayoritaria actividad ganade-
ra haría menos necesaria la mano de obra servil, en contrataste con la mayor romaniza-
ción del área carpetana donde las explotaciones agrícolas a gran escala se fundamenta-
ban en la mano de obra esclava, reflejada en la epigrafía sobre instrumenta domestica
(Gamo 2012: 342).

Podría considerarse indicativo de fronteras la presencia de cultos indígenas, conoci-


dos a partir de la epigrafía romana en el área celtibérica y muy escasos en Carpetania
(González-Conde 1992: 303), pues parece que siguen una línea por la zona nororiental
en el valle del Henares, a la altura de Espinosa de Henares. Era frecuente que los san-
tuarios, aparte de ubicarse en lugares sacros, estuvieran también en sitios de frontera y
tuvieran un carácter interétnico (Sánchez Moreno 2009).

Finalmente, los textos clásicos hablan de celtíberos y carpetanos, aunque no son


demasiado claros a la hora de trazar una divisoria precisa. Livio (XL, 33) identifica a

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Contrebia Carbica como núcleo carpetano y, efectivamente, el prefijo karb-, karp- se


considera identificativo de los carpetanos (“habitantes del país de los escarpes”) y sería
indicativo de su adscripción (Urbina 1998) y se ha querido identificar con el yaci-
miento de “Fosos de Bayona” en Huete (Mena et alii 1988; González-Conde 1992:
306). Por su parte, Segobriga marcaría el límite entre celtíberos y carpetanos, si aten-
demos a que Plinio la definió como caput Celtiberiae (Historia Natural, III, 25), aun-
que este pasaje se ha interpretado también en otro sentido (Capalvo 2007: 195-196).

Más vago resulta el texto de Estrabón (Geografía, III, 4, 13): “De los celtíberos
mismos, que están divididos en cuatro partes, los más fuertes son los Arévacos, que
están hacia el Este y Sur y lindan con los Carpetanos y las fuentes del Tajo”, cohe-
rente con la afirmación de que el Tajo nace “en la tierra de los celtíberos” (Estrabón,
Geografía, III, 3, 1). Las alusiones a la vecindad entre ambos grupos son igualmente
vagas en Plinio (Historia Natural, III, 19): “En la Hispania Citerior los primeros
habitantes son los bastulos, en la zona de la costa. Después de ellos, hacia el interior,
por este orden, habitan los mentesanos, los oretanos y, junto al Tajo están los carpe-
tanos. Vecinos suyos son los vacceos, vettones y celtíberos arévacos”.

Se considera que Ptolomeo es la fuente escrita más precisa al ofrecer datos con-
cretos sobre ambos pueblos, aunque algunos autores creen criticables los datos topo-

Figura 4- Torre ciclópea de la muralla del oppidum de Los Rodiles (Cubillejo de la Sierra) (fotogra-
fía de las autoras).

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gráficos que utiliza para la ubicación de topónimos (Capalvo 2007: 192). Ptolomeo
dice que “Los celtíberos se encuentran al Oriente de los carpetanos...” (II, 6, 57) y
sobre las ciudades carpetanas: “Más meridionales que los vacceos y los arévacos
están los carpetanos...” (II, 6, 56). En este sentido es interesante fijarse en la ciudad
imperial de Complutum, dado que su territorio por el noreste coincide básicamente
con la frontera trazada entre celtíberos y carpetanos en el mapa de la figura 2 y ello
parece indicar que la administración romana utilizó demarcaciones ya existentes,
como hemos visto también en el caso de las vías.

La conquista romana. El paulatino proceso de cambio


La trasformación definitiva de las sociedades indígenas meseteñas fue un proceso
lento que se desarrolló a lo largo de más de 200 años pues, aunque el cónsul Catón entró
en Celtiberia en torno al año 195 a. C., estos territorios del interior ya habían sido esce-
nario de diferentes conflictos. Sus propios habitantes, celtíberos y carpetanos, llevaban
tiempo siendo mercenarios, tanto en las filas del ejército cartaginés, como después en el
ejército romano y conocían bien la eficacia de las nuevas potencias.

Roma percibió pronto que los territorios hispanos podían reportarle enormes bene-
ficios y trazó un minucioso plan de conquista, ya que los cartagineses habían estable-
cido los mecanismos de relación necesarios para explotar los recursos y sólo tenía que
sustituir a los primeros como demandantes de riqueza: “Hispania, aún más que Italia
y cualquier otro país del mundo, se prestaba a que la guerra se prolongara, tanto por
la naturaleza del terreno, como por la de sus habitantes. Así, Hispania, fue la prime-
ra de las provincias no insulares en la que entraron los romanos y fue también la últi-
ma en ser pacificada, bajo el mando y los auspicios de César Augusto” (Tito Livio
XXVIII 12,12).

El sistema cultural indígena había alcanzado un alto grado de desarrollo bien refle-
jado en lo que algunos autores denominan “el sistema de los oppida” (Gamo 2018: 117),
que se había ido desarrollando desde tiempo atrás. En el área celtibérica se ha observa-
do muy bien este proceso histórico pues, a partir del siglo III a. C., se empezaron a pro-
ducir cambios significativos en un modelo de poblamiento que había permanecido inal-
terado y que refleja transformaciones socioeconómicas, ideológicas y políticas, sin
entrar a valorar ahora si se trató de un proceso interno o si estuvo condicionado por el
nuevo status quo global. Esas novedades se observan en los yacimientos arqueológicos
excavados sistemáticamente, como Los Rodiles (Cerdeño et alii 2014), Peña Moñuz
(Arenas 2008), Castilviejo de Guijosa (Belén et alii 1978), El Palomar II (Arenas 1999:
187), Castil de Griegos o Puente de la Sierra (Martínez y de la Torre 2019), por citar
algunos (figura 4).

El cambio principal fue el surgimiento de poblados nuevos más grandes, los oppida,
reflejo de la concentración de la población y que actuaron como centros comarcales

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regulando el ámbito social y económico. En torno a estos lugares centrales se articula-


ron otros enclaves dependientes que quizás se mantuvieron al especializarse en alguna
función económica, tipo centros artesanales, de extracción minera, etc. (Arenas 2011:
142). También es notorio que las estructuras defensivas de estos hábitats centrales se
diversificaron y se hicieron más complejas proliferando torres, piedras hincadas, fosos
más grandes y profundos, murallas de aparejo ciclópeo, etc., a la vez que los espacios
interiores se empezaron a diseñar de otra manera. Aparte (figura 5) del propio trazado,
se detectan estancias no meramente habitacionales, sino destinadas a espacios producti-
vos algunas caracterizadas, por ejemplo, por la existencia en su interior de molinos cir-
culares (Cerdeño et alii 2014: 262). De todas formas, son escasas las intervenciones rea-
lizadas en oppida en nuestra provincia y tan sólo se han realizado en el área celtibérica,
pudiéndose elegir como ejemplo el oppidum de Los Rodiles, objeto de varias campañas
de excavación y estudios sistemáticos, o el de El Castejón de Luzaga, donde también se
ha trabajado en los últimos años.

El oppidum de Los Rodiles constituye un buen ejemplo de lo anteriormente expues-


to pues es un hábitat de más 3 ha con dos ocupaciones superpuestas entre los siglos III-
I a.C., separadas por un nivel de incendio, y con un imponente sistema defensivo (figu-
ra 4). Adquirió una importancia singular como centro regional, controlando los elemen-
tos clave de su entorno: una gran llanura fértil, las minas de hierro y cobre de la Sierra
de Caldereros y la importante vía de comunicación que conecta las tierras meseteñas con
el valle del Jalón. Esta privilegiada posición favorecería el aumento y concentración de
las poblaciones vecinas y haría necesaria, tanto para su defensa como para la ostenta-
ción de su poder, la construcción de un recinto fortificado y su ampliación posterior ante
la necesidad de defenderse de un nuevo enemigo. Como ocurrió en otros enclaves de la
época, Los Rodiles sufrió las incursiones militares romanas de principio del siglo II a.
C., aunque no debieron ser especialmente devastadoras puesto que el poblamiento se
recuperó y se mantuvo boyante durante más de un siglo (Cerdeño et alii 2008 y 2014).

El otro ejemplo lo constituye el oppidum de El Castejón de Luzaga, con una super-


ficie de más de 5 ha y un recinto amurallado complejo con torres y otras estructuras de
aparejo ciclópeo de difícil interpretación. Se han realizado trabajos arqueológicos en la
parte sur del cerro y se han identificado dos viviendas de la Edad del Hierro con zócalo
de piedra, paredes de adobe y cubierta vegetal, pero fechadas en el siglo I a. C., en plena
época romana (Gamo et alii 2017: 40 y ss.). Se localizó un fragmento de cerámica cale-
na tardía junto a cerámicas indígenas, elementos metálicos y dos ases de bronce, uno de
Contrebia Carbica y otro de Titiakos, cecas que se sitúan en el tránsito de los siglos II-
I a.C. (Escola y Morín 2017: 108, 124, 125), conjunto que indica nuevamente la convi-
vencia de los grupos indígenas con los conquistadores.

Antes de la firma de los tratados de paz entre los celtíberos y Tiberio Sempronio
Graco hubo enfrentamientos bélicos que, como hemos dicho, no debieron ser tan impor-

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tantes como algunos textos insinúan al hablar de la destrucción de 300 ciudades, cifra
seguramente magnificada. Leemos en Estrabón (Geografía, III, 163): “Cuando Polibio
dice que Tiberio Sempronio Graco destruyó trescientas ciudades (Posidonio) ironiza y
dice que Polibio, en beneficio de Graco, llama ciudades a simples fortines (…) porque
ni la naturaleza de esa tierra admite muchas ciudades, por su pobreza, alejamiento y
barbarie (…) pues son salvajes los que viven en aldeas y así es en la mayoría de pobla-
dores de Iberia. E incluso las ciudades no logran fácilmente civilizarse cuando son más
gentes que viven en los bosques saqueando a los vecinos (…)”. Se trataría de los cas-
tros y oppida que conocemos que, tras el encuentro, vivieron casi un siglo de prosperi-
dad hasta su definitivo abandono.

Todos los cambios en la organización espacial del territorio y en la distribución inter-


na de los asentamientos indígenas, previos a la conquista, también se aprecian en las
necrópolis. En ellas, los característicos ajuares funerarios con armas y adornos de bron-
ce fueron desapareciendo a partir del siglo III a. C., en favor de una estandarización de
tumbas con muy pocos elementos y muy repetitivos, aunque siguen usando los paráme-
tros de localización, ritual o señalización de épocas anteriores. Los ajuares incorporan
ahora muchos menos objetos, sobre todo de adorno y fusayolas, siendo muy significati-

Figura 5- Detalle del sistema defensivo de Los Rodiles (fotografía de las autoras).

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va la práctica ausencia de armas en ellos, que quedan representadas por algún regatón,
punta de lanza o cuchillo (García Huerta y Antona 1992; Martínez y de la Torre 2008).
Esta nueva caracterización de los ajuares se ha interpretado como muestra del cambio
que estaba sufriendo la sociedad celtibérica al caminar hacia una estructura más urbana
en la que iban cambiando los fuertes lazos de parentesco sobre los que se había articu-
lado la estructura social anterior (Ruiz Gálvez 1990: 345; Arenas 1999: 253).

Todos estos modelos culturales se fueron diluyendo tras los años de convivencia,
puesto que la romanización trajo consigo un nuevo sistema basado en la ciudad como
centro de control del territorio circundante en el que se distribuían las villae y los vici.
En general, la mayoría de los poblados fortificados se abandonaron entre el siglo I a.
C. y mediados del I d. C., algunos se instalaron en un llano cercano, pero aún no hay
demasiadas evidencias sobre poblados de nueva planta capaz de alojar a toda la pobla-
ción desplazada.

Tras culminar el proceso de integración, no se conocen auténticas ciudades en los


territorios que hoy pertenecen a la provincia de Guadalajara, ni tampoco progresó un
sistema de villae tal y como lo conocemos en otras zonas, más bien quedaron como
áreas periféricas vinculadas a las ciudades que se sí se construyeron a su alrededor;
especialmente Arcobriga, Bilbilis, Ercavica o Complutum. En el caso del Alto Tajo-
Alto Jalón, donde se han realizado estudios más sistemáticos, el esquema de pobla-
miento desde el cambio de era se reduce a un escaso número de antiguos poblados en
altura reocupados o a pequeños enclaves de poca extensión.

Consideraciones finales
En un libro dedicado a la romanización, creemos necesario insistir en el protago-
nismo que tuvieron las poblaciones indígenas que encontraron los conquistadores en
estos territorios de la Meseta. Está demostrado que los pueblos celtíbero y carpetano
habían alcanzado un alto nivel de desarrollo cultural a lo largo de sus varios siglos de
historia y, para entender plenamente el proceso de aculturación que sufrieron, es
imprescindible estudiarlo también desde la perspectiva local, cuya mejor fuente de
información es la arqueología.

La información arqueológica puede obtenerse desde diferentes niveles, teniendo


especial relevancia la que se obtiene a partir de la excavación sistemática y rigurosa
de yacimientos nuevos, aplicando las nuevas perspectivas teóricas y técnicas, como
está demostrando la investigación de los últimos años. Pero también está resultando
valiosa la revisión de materiales que permanecen casi olvidados en los museos y que,
en muchos casos, muestran esa convivencia entre elementos autóctonos y foráneos,
reflejo de un contacto forzoso cuyas consecuencias tratamos de desvelar. Igualmente
estamos obteniendo información interesante en la revisión de documentos legados por
los arqueólogos pioneros que, ya hace más de un siglo, se interesaron por los proble-

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mas históricos en los que seguimos inmersos y cuyos datos y anotaciones ponen a
nuestra disposición datos de diferente índole, hoy perdidos o muy difíciles de identi-
ficar, pero que gracias a ellos podemos recuperar.

Aunque parezca lo contrario, aún existen lagunas en el conocimiento de las socie-


dades prerromanas, especialmente en los momentos de transición y conflicto. Si valio-
sa es la información escrita, la búsqueda de su correlato arqueológico se presenta
como la principal vía para perfilar los procesos de cambio y aculturación, que es lo
que supuso la romanización. Los textos muestran a veces una sociedad estática y neta-
mente indígena y, otras, una sociedad en conflicto rebelada contra otra, por lo que no
queda claro si los cambios en los modelos ancestrales fueron fruto de un proceso inter-
no o estuvieron motivados por la potencia extranjera.

Durante mucho tiempo ha faltado un análisis profundo desde la perspectiva local, es


decir, desde los parámetros social, político o religioso de base territorial, estando la inves-
tigación muy marcada por la idea apriorística de la superioridad cultural romana y la sub-
alternidad prerromana. Cierto que la República, cuando llegó a la Península, ya era un pode-
roso estado expansionista, pero también lo es que las sociedades celtíberas o carpetanas no
eran solamente un conjunto de tribus salvajes. El conflicto entre romanos y púnicos se diri-
mió en nuestro territorio y obligó pronto a las sociedades peninsulares a firmar rápidos pac-
tos y alianzas, caso de Levante, o bien a levantarse en armas en sucesivos episodios béli-
cos, especialmente notables en estos pueblos del interior meseteño cuyo mejor ejemplo son
la Guerras Celtibéricas.

En cualquier caso, lo que se desprende de la lectura de todos los datos disponibles es


que, en torno al cambio de Era, las estructuras sociales y modos de vida del mundo indí-
gena se habían ido desarticulando poco a poco, causando el colapso del modelo social y
económico tradicional. Esto, a su vez, debió provocar que una parte de la población se
desplazase –voluntaria o forzosamente– hacia las zonas urbanizadas y que la población
estante quedase fragmentada en pequeñas unidades de (re)producción. Los núcleos loca-
les fueron derivando hacia su inclusión en el nuevo sistema estatal y muestra de ello
sería la aparición de la escritura o la acuñación y circulación de moneda. Pero a pesar
de su integración en el sistema provincial romano y los definitivos cambios que ello
supuso, se siguen encontrando muchas evidencias indígenas, arqueológicas y lingüísti-
cas incluso en época alto imperial, demostrativas de la fuerte perduración de usos y cos-
tumbres de las antiguas sociedades autóctonos.

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Figura 6a-Muralla ciclópea del castro de Tordesilos (fotografía de las autoras).

Figura 6b-Foso del castro de Tordesilos (fotografía de las autoras).

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Figura 7-Murallas ciclópeas del oppidum de El Losar de El Atance (fotografía Emilio Gamo).

Figura 8-Alto del Castro en Riosalido visto desde el este (fotografía Emilio Gamo)

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Figura 9-Murallas ciclópeas del Alto del Castro en Riosalido (fotografía Emilio Gamo).

Figura 10-Muralla de El Castejón de Luzaga (fotografía Emilio Gamo).

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Figura 11-Muralla ciclópea del Castilviejo de Olmeda de Jadraque (fotografía Emilio Gamo).

Figura 12-Fortificación ciclópea del Prado de la Lobera en Peralejos de las Truchas (fotografía
Emilio Gamo).

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Figura 13-Lienzo de muralla ciclópea del oppidum del Llano de San Pedro en Valderrebollo (fotogra-
fía Emilio Gamo).

Figura 14-Oppidum carpetano de La Merced-Muela de Taracena vista desde el sur (fotografía Emilio
Gamo).

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Castil de Griegos (Checa, Guadalajara): un ejemplo de la resistencia...

Castil de Griegos (Checa, Guadalajara):


un ejemplo de la resistencia celtibérica
a la aculturación romana

Juan Pablo Martínez Naranjo1


José Ignacio de la Torre Echávarri2

Introducción
Los trabajos arqueológicos realizados en el castro celtibérico de Castil de Griegos y
en su necrópolis de Puente de la Sierra (Checa, Guadalajara) están permitiendo abordar
cuestiones importantes sobre su etapa final, en el que se observa una continuidad en
cuanto a las formas de vida y de rituales funerarios de estos grupos prerromanos del Alto
Tajo, si bien se vislumbra un paulatino proceso de introducción de elementos foráneos
relacionados con el mundo mediterráneo, que parecen tener una mayor incidencia a par-
tir de los siglos IV-III a.C., y que, al contrario de lo que parece estar sucediendo en otras
zonas de la Celtiberia, el proceso de romanización parece tener poca incidencia en el
arraigo indígena y en su cultura material, si bien es posible detectar ciertos elementos
que nos están indicando una cierta aculturación a partir de la II Guerra Púnica.

Estas excavaciones han posibilitado identificar una secuencia cronológica que abar-
ca desde el siglo VIII a.C. (IX cal.) hasta finales del siglo II o inicios del I a.C., permi-
tiendo aproximarnos al conocimiento de numerosos aspectos relacionados con cuestio-
nes económicas, sociales, demográficas o rituales de sus habitantes, así como interesan-
tes variaciones diacrónicas en cuanto a la explotación de los recursos o la evolución de
sus sistemas defensivos (de la Torre y Martínez 2008; Martínez y de la Torre 2014 y
2019; Martínez et alii 2018).

Dentro de esta amplia secuencia resulta de enorme interés, por lo que supondrá para
el conocimiento de las transformaciones que sufrieron las poblaciones indígenas que
habitaron este territorio del Alto Tajo, el momento de contacto con el mundo romano a

1 Arqueólogo.
2 Museo de Ciudad Real.

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Juan Pablo Martínez Naranjo, José Ignacio de la Torre Echávarri

partir de la II Guerra Púnica, tanto por acción como por reacción a su presencia. En
Castil de Griegos, la trascendencia de este momento, si no antes, se va a plasmar en la
reformulación de sus defensas, circunstancia que hay que relacionar con la necesidad de
proteger este centro trasformador de materias primas ubicado en un área de gran impor-
tancia minera, sobre todo del hierro, y cuyo interés estratégico debió de verse reforzado
con las campañas romanas en el interior peninsular (Martínez et alii 2018).

El registro arqueológico de Castil de Griegos evidencia, hasta el momento de su


abandono, fechado por la aparición de un denario republicano en su nivel de destruc-
ción, una cultura material eminentemente celtibérica, con aportaciones de otras áreas
culturales como la Meseta y el mundo mediterráneo, desde donde llegan algunos ele-
mentos helenístico-púnicos, como cerámicas de barniz negro, un sistema de pesos y
medidas atestiguado por el hallazgo de un ponderal de hierro, o nuevos conocimientos
en arquitectura defensiva. Sin embargo, y aunque todavía queda mucho por excavar,
llama la atención el hecho de la escasez de materiales de raigambre cultural romana, cir-
cunstancia que contrasta con la representación de fíbulas de La Tène III en la necrópo-
lis de Puente de la Sierra, fechables en la segunda mitad del siglo II o principios del I
a.C. y, en cualquier caso, contemporáneos a la extensión del dominio romano por este
territorio.

Pese a la escasez de estudios relativos a esta zona, los datos arqueológicos arrojados
por Castil de Griegos hasta el momento parecen corroborar la tesis de que nos encon-
tramos en un área marginal, poco o nada romanizada hasta el cambio de Era (Arenas
1999; Arenas y Tabernero 1999; Chordá 2007; Gonzalo 2014). Teniendo que esperar a
época imperial romana, como veremos a lo largo de este trabajo, para ver un nuevo asen-
tamiento que se encargue, al igual que hicieron los habitantes de Castil de Griegos, de
la explotación de los recursos mineros que ofrece el medio.

Castil de Griegos: ¿Un asentamiento de “frontera”?


Castil de Griegos se encuentra ubicado en la localidad de Checa, en el sureste de la
provincia de Guadalajara, en pleno corazón del Alto Tajo y próximo a la actual frontera
administrativa con las provincias de Cuenca y Teruel. Aunque se adscribe al ámbito cul-
tural celtibérico, parece tratarse de un territorio étnicamente algo difuso en época pre-
rromana, a tenor de algunas evidencias arqueológicas y por las noticias transmitidas por
las fuentes clásicas que ubican en esta zona sin ninguna precisión a olcades, titos, luso-
nes y lobetanos (figura 1). El hecho de no existir ninguna ciudad de relevancia que ver-
tebrara y controlase el territorio, ni en época celtibérica ni romana, obstaculiza la ads-
cripción étnica de esta región, al tiempo que dificultó su romanización, ralentizando la
implantación del proceso de aculturación en la zona.

Geográficamente hablando, nos encontramos en una zona serrana de las estribacio-


nes de los Montes Universales, en la parte occidental del Sistema Ibérico, con alturas por

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Castil de Griegos (Checa, Guadalajara): un ejemplo de la resistencia...

encima de los 1.300 metros sobre el nivel del mar y donde se abren pequeños valles,
como el formado por el arroyo Genitores, afluente del río Cabrillas, a su vez subsidia-
rio del Tajo en su curso alto, donde se emplaza Castil de Griegos. En estas tierras abun-
dan los recursos forestales y los pastos, siendo la ganadería una de las principales bases
económicas, a la que hay que añadir una agricultura de subsistencia practicada en las
márgenes de los cauces fluviales –como evidencian las semillas de cereal documentadas
en Castil de Griegos–; y, sobre todo, la explotación minera, debido a la gran riqueza y
calidad del mineral de hierro presente en afloramientos localizados a nivel superficial,
así como los veneros de cobre y plata próximos al yacimiento.

Por otra parte, en el Alto Tajo, y más concretamente dentro del término municipal de
Checa, aunque bien pudiera ser extensible a la zona circundante, parece confirmarse un
patrón de poblamiento disperso en época celtibérica, relacionado eminentemente con el
control de los pequeños valles que se abren en la abrupta serranía, y que, debido a la oro-
grafía del territorio, marcan las escasas vías naturales de comunicación desde época pre-
rromana. De modo que en Checa, según las prospecciones realizadas con ocasión de la
realización de la Carta Arqueológica, nos encontramos, junto a Castil de Griegos, los
castros de Los Castillejos, Los Castillarejos y El Cubillo. Todos ellos comparten una
serie de características comunes entre sí en el periodo Celtibérico Tardío:

a) destacan por el eminente carácter estratégico de su emplazamiento, que posi-


bilita el control del entorno circundante y la explotación de los recursos que el
medio les ofrece.
b) se trata de enclaves encastillados en los que se construyeron sólidas murallas
de aspecto ciclópeo.
c) pese a no haberse practicado excavaciones arqueológicas, se han podido reco-
nocer en superficie la existencia de escorias de hierro, bien en los mismos yaci-
mientos o en sus proximidades, que vienen a confirmar la existencia de activida-
des de carácter minero y metalúrgico.

Su tipología constructiva y ubicación en las estribaciones de Sierra Menera eviden-


cian un patrón de poblamiento que denota una organización territorial compleja y adap-
tada al medio, con interrelaciones entre los diferentes castros que garantizarían el con-
trol de las vías de comunicación y la transformación de los recursos mineros (Martínez
2002: 406). En zonas muy próximas el esquema parece repetirse, como es el caso del
Prado de la Lobera en Peralejos de las Truchas (Sanz y Díaz 1983), donde se dan las
mismas condiciones orográficas y ambientales. Es este sentido, se ha señalado que
durante el periodo Celtibérico Tardío se habría producido una polarización del pobla-
miento en esta zona de Sierra Menera (Arenas 1999: 202-204), pudiéndose hablar de la
existencia de una infraestructura de control y explotación del territorio basada en la
dependencia de estos pequeños asentamientos de ciudades emergentes, configurándose
amplios territorios subsidiarios de centros urbanos, y cuyo acto final supondrá la absor-

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Juan Pablo Martínez Naranjo, José Ignacio de la Torre Echávarri

ción plena del poblamiento indígena por el proceso de romanización (Arenas 1999: 253;
Arenas y Tabernero 1999: 533-534; Martínez 2002: 405).

Del mismo modo, en la zona aragonesa de Sierra Menera los estudios, tanto del terri-
torio como de los asentamientos dedicados a la actividad metalurgia, dibujan un pano-
rama similar, constatándose la existencia de escoriales junto a los poblados fortificados
de características parecidas a los de la zona checana, evidenciando una actividad que ha
sido fechada desde el siglo II a.C. y, en algunos casos, llegando hasta el II d.C. (Burillo
1998: 27-284; Polo 1999; Polo y Villagordo 2003: 85; Polo 2004: 18).

Castil de Griegos en el contexto de la II Guerra Púnica y la conquista romana


Los trabajos arqueológicos realizados en los últimos años en Castil de Griegos y en
la necrópolis de Puente de la Sierra han permitido documentar una serie de variaciones
significativas, tanto en la remodelación de las estructuras defensivas que protegían el
emplazamiento como en la ordenación del espacio funerario, en ambos casos fechables
desde finales del siglo III a.C.

Aunque no es éste el lugar en el que describir el origen, evolución y complejidad de


los sistemas defensivos de Castil de Griegos, sí que creemos que es necesario indicar
que sobre el primigenio recinto fortificado de la Primera Edad del Hierro se realizaron
importantes obras de acondicionamiento y ampliación de las murallas. Fueron levanta-
dos dos grandes baluartes cuadrangulares de más de 100 m2 a los que, en algún momen-
to pendiente de precisar, se adosó un segundo lienzo de muralla completamente rectilí-
neo y paralelo al anterior, construido a base de grandes sillares de piedra caliza careada.
Con esta construcción se creó una doble muralla que permitió ganar en potencia defen-
siva, al alcanzar una anchura de hasta 6,90 metros en la base, y generar un corredor en
el espacio interior resultante, que fue convenientemente enlosado para facilitar el trán-
sito por él. A esta fase constructiva parece corresponder el relleno de piedra de los
baluartes esquineros, sobre los que se alzaron sendas torres yuxtapuestas que arranca-
ban a más de cuatro metros de altura desde la cota exterior, al tiempo que se realizó la
prolongación de otro lienzo de muralla para proteger el acceso principal al castro, gene-
rándose una muralla de cremallera a partir del escalonamiento de sus elementos consti-
tutivos. Por delante del conjunto defensivo se picó un gran foso para salvaguardar el
flanco más expuesto, generando un talud de 7 metros de altura, siendo utilizado como
cantera para la extracción de la piedra con la que construir las nuevas defensas ante-
riormente descritas.

En definitiva, en estos momentos se detecta en Castil de Griegos una gran actividad


edilicia que, por las características constructivas enumeradas, hay que relacionar con
innovaciones defensivas que hacen su aparición en esta área a finales del siglo III a.C.
La finalidad de unas obras de tal envergadura hay que buscarla en la necesidad de defen-
der a sus habitantes, los bienes materiales y, en nuestro caso, creemos que las activida-

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Castil de Griegos (Checa, Guadalajara): un ejemplo de la resistencia...

des artesanales y productivas identificadas en el interior del poblado. En este sentido es


digno de destacarse la existencia de un taller para la elaboración de cuentas de pasta
vítrea, actividades relacionadas con la orfebrería, y una herrería. Este último es el espa-
cio mejor conocido hasta la fecha, al haberse documentado multitud de elementos para
la transformación metalúrgica: restos de dos lingotes de hierro, numerosas escorias férri-
cas, crisoles, herramientas, una tobera de fuelle, una piedra de afilar, etc. (Martínez y de
la Torre 2019: 50-54).

A estos elementos hay que añadir la aparición de un pequeño disco de hierro de forma
circular (1,3 cm de diámetro y 0,6 cm de grosor), con una perforación cuadrangular en el
centro (figura 4,3). Se trata de un ponderal, de 4,47 g de peso, que formaría parte de una
serie más amplia de pesas empleadas para normalizar las producciones en el poblado.
Aunque por el momento no hemos encontrado más ejemplares para reconstruir toda la
secuencia (con múltiplos y divisores), lo que parece, a tenor de este ponderal, es que el sis-
tema de pesos de Castil de Griegos podría estar basado: bien en el de la dracma griega, que
presenta un peso teórico de 4,36 g, respondiendo, por tanto, al patrón de peso ibérico del
área levantina adoptado por las influencias colonizadoras y en uso desde el siglo IV y III
a.C. (Fletcher y Mata 1981); o bien a un posible sistema metrológico celtibérico basado en
múltiplos y fracciones de 9 gramos (Curchin 2000: 251), y que ha sido identificado en las
tortas de plata y elementos de joyería de los tesoros de Driebes (Guadalajara) y Padilla de
Duero (García-Bellido 1999: 378-379; Curchin 2000: 251-252). En este caso, el ponderal
de Castil de Griegos correspondería a la mitad de la unidad.

En cualquier caso, su peso indica que no está basado ni en el patrón de la libra roma-
na ni en el del shekel púnico. Y su presencia en el yacimiento, al igual que la de los res-
tos de lingotes de hierro, parece confirmar el hecho de que Castil de Griegos estaría rela-
cionado con una entidad de mayor grado sociopolítico que sería quien regularía, en últi-
ma instancia, el control de la producción.

Prácticamente en paralelo, o muy próximo en el tiempo, en Castil de Griegos se


construyó un segundo recinto fortificado contiguo al anterior, aunque independientes
entre sí, y separados por un foso picado en la roca viva, de unos 35 metros de ancho. De
forma elíptica y construido con grandes piedras ciclópeas, algunas de más de 1 m3, las
construcciones de su interior se dispusieron de forma radial, con las traseras adosadas a
la muralla, compartiendo muros medianeros y con los accesos a la calle central que cru-
zaba el recinto desde la puerta principal (de la Torre et alii 2018: 89; y Martínez y de
la Torre 2019: 62).

Por delante de esta muralla se excavó un foso perimetral que aislaba por completo el
recinto, teniendo que accederse por un puente de tablas, y se levantó un antemuro que
defendía el flanco más expuesto, creando una especie de camino cubierto que llegaba
hasta el recinto meridional descrito anteriormente. Su reducido tamaño (600m2), su

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Juan Pablo Martínez Naranjo, José Ignacio de la Torre Echávarri

carácter defensivo y su tipología recuerdan a las “casas fortificadas” documentadas en


la zona castellonense y fechadas en el siglo II a.C. (Oliver 2004: 151-154), o a las estu-
diadas en otras zonas de la península Ibérica y que también has sido fechadas a partir de
ese centuria (Moret y Chapa 2004: 11; Berrocal y Moret 2007).

La necrópolis de Puente de La Sierra


Por lo que respecta al cementerio de Castil de Griegos, también aquí se aprecian
algunas variaciones en el uso del mismo a partir del Celtibérico Tardío. Y es que, en un
espacio aparentemente tan conservador en el mantenimiento de las tradiciones y las cre-
encias como es el de una necrópolis, en Puente de la Sierra se observa un cambio en la
estructura interna del cementerio y en la manera de disponer las sepulturas.

Si bien se va a mantener el rito de incineración y la deposición de los restos del


difunto junto con su ajuar en un hoyo excavado en el manto natural, en esta última fase
los enterramientos se van a realizar en calles paralelas orientadas NW-SE, con sepultu-
ras dispuestas a unos 50 centímetros entre sí y señalizadas con estelas o lajas de piedra.
Algunas de las sepulturas de este momento se superpusieron a estructuras anteriores,
formadas por encachados tumulares en cuyo interior se dispusieron las urnas de cerá-
mica con los restos óseos y el ajuar del difunto (Martínez y de la Torre 2008, 2011 y
2019).

Esta fase ha sido fechada por la existencia de un nivel de tumbas excavadas sobre
una gran mancha cenicienta –de forma circular y de más de 3 metros de diámetro–, en
lo que parece haber podido ser un silicernium. En su interior se han recuperado varios
fragmentos de copas, “oinochoes” y cerámicas de barniz negro. La presencia de todos
estos materiales, especialmente las cerámicas importadas, indican la incorporación de
una serie de novedades en el tradicional ritual indígena de enterramiento. El hecho de
añadir elementos exóticos, ya no sólo por los objetos en sí, sino por la llegada de pro-
ductos como el vino al que se relacionan, indicaría la incorporación de nuevos hábitos
o modas en las ceremonias celebradas en honor de los difuntos. Emilio Gamo señala
como a partir del siglo IV a.C. los objetos adquiridos a través de las rutas de comercio
púnicas, como las cerámicas griegas, de clara inspiración mediterránea, tuvieron una
presencia significativa en el interior peninsular, siendo considerables con la presencia
bárquida, proceso en el que el mercenariado celtibérico jugó un papel importante (Gamo
2018: 323-324).

A esta última fase de utilización del cementerio de Puente de la Sierra pertenecen


también una serie de tumbas con fíbulas de pie vuelto con esquema de La Tène III for-
mando parte de su ajuar (T-116 y T-124; y dos ejemplares más hallados en nivel de
revuelto). Aunque las primeras producciones de fíbulas de pie fundido al puente se cons-
tatan ya en el último cuarto del siglo III a.C., la mayoría se fechan en el siglo II a.C.,
pudiendo pervivir en la siguiente centuria (González 1999: 210-211). En el caso de la

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Castil de Griegos (Checa, Guadalajara): un ejemplo de la resistencia...

necrópolis checana, nos encontramos con varios ejemplares de bronce que tienen como
característica tipológica que el pie aparece unido al puente constituyendo una única
pieza. Pertenecerían al tipo 8C de Argente y representan la evolución final del modelo,
habiendo sido fechados a partir de mediados del siglo II a.C. (Argente 1994: 90;
González 1999: 274; Erice 2015: 297).

Los dos primeros ejemplares (figura 4, 1 y 3) corresponden a fíbulas con el pie fun-
dido a un puente moldurado, adscribibles al Grupo IXb de Cabré y Morán, que engloba
las últimas producciones de una tradición regional que va a sufrir una progresiva sim-
plificación del pie, de manera que ya solo la aparición de algunas molduras sobre el
puente harán referencia al mismo (Cabré y Morán 1979: 24). Las fíbulas más cercanas
han sido documentadas en Numancia y en la Muela de Taracena (Cabré y Morán 1979:
22; Argente 1994: 303-304), habiéndose propuesto una cronología para el uso de esta
forma entre los años 220 y 120 a.C. (González 1999: 272).

La tercera fíbula resulta bastante excepcional, dado los pocos ejemplares conocidos
(figura 4, 2). Aparecida en nivel de revuelto, presenta un puente peraltado con decora-
ción zoomorfa esquematizada, en lo que parecen ser cabezas de animales, que para Erice
representarían las esquematizaciones de un cánido con orejas levantadas (la más próxi-
ma al pie) y la cabeza de un ave (la más alejada) (Erice 2015: 274 y 299). Corresponde
al tipo VIIa, variante zoomorfa, de Cabré y Morán (1979: 22), y al tipo III.3.2.4.2 de
González (1999: 274). En el Museo de Zaragoza se conservan dos ejemplares práctica-
mente idénticos de este tipo fíbula (Erice 2015: 294, fig. 7: 10 y 11); habiendo un tercer
ejemplar conocido, procedente de la Carpetania, que ha sido fechado entre el 140 y el
70 a.C. (González 1999: 294).

El último ejemplar de La Tène III apareció en el interior de la sepultura 116 (fig. 4,


4). Presenta como característica fundamental la de tener un puente de forma laminar,
más ancho en la cabecera, de sección triangular y con pequeñas molduras en su extre-
mo; su pie, a través de una larga mortaja, vuelve en ángulo recto hasta fundirse con el
puente, formando un rectángulo. Correspondería al grupo IX de Cabré y Morán (1979:
24); y al III.3.2.3.3 de González (1999: 272). Estas fíbulas se distinguen de las de tipo
Nauhein, sus prototipos europeos de la fase La Tène DI, por tener el arco más corto y el
pie mucho más largo con una gran abertura de forma rectangular. Su presencia en yaci-
mientos peninsulares ha sido interpretada como novedades aportadas por el ejército
romano, habiendo sido fechadas entre los años 140 y 70 a.C. (González 1999: 273).

No obstante, la existencia de elementos de clara raigambre cultural romana es testi-


monial. De hecho, la presencia de un dado formando parte del ajuar de la tumba 87
(figura 4,6) podría llevarnos a pensar también en su procedencia romana, si bien se
conocen otros ejemplos en distintas áreas culturales, que, en principio, parecen ser cro-
nológicamente anteriores (Blasco 2016: 255). Es cierto que se trata de un objeto de gran

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Juan Pablo Martínez Naranjo, José Ignacio de la Torre Echávarri

rareza y excepcionalidad en el ámbito de la cultura celtibérica, en donde hay muy pocos


ejemplares, de distinta morfología y realizados en varios materiales. En el caso que nos
ocupa, se trata de un cubo confeccionado con caliza amasada (1,8 cm); los puntos del
tanteo están realizados a partir de pequeñas incrustaciones de bronce, de forma circular
y 4 mm de diámetro, excepto el 1 que es de 7 mm; con faltas del punto central en las
caras del 3 y 6. La distribución de los puntos en cada cara es irregular: mientras 1, 4 y
5 siguen la norma, en 2 y 3 se sitúan en vertical en vez de diagonal, y el 6 en círculo
alrededor de un punto situado en el centro, en vez de en dos filas de tres. Las caras
opuestas tampoco suman 7, y se combinan de la siguiente forma: 1+4; 2+5; 3+6; ade-
más, el dado se encuentra perforado, para poder ser utilizado como colgante.

Los ejemplares documentados en la Península Ibérica son muy escasos, están reali-
zados en distintas materias primas y se distribuyen en diferentes ámbitos culturales y
cronológicos (Blasco 2016: 256), por lo que es difícil establecer a priori una fecha para
el documentado en la necrópolis de Puente de la Sierra. No obstante, la tumba en la que
formaba parte del ajuar corresponde a la fase final del uso del cementerio, localizándo-
se en una zona de alineaciones de tumbas que estratigráficamente se encuentran sobre
una gran mancha cenicienta, ya comentada anteriormente, en la que se localizó un plato
de cerámica de barniz negro (figura 4,9). Esta circunstancia, nos lleva a pensar que bien
podría datarse en algún momento del siglo II a.C.

Destrucción y abandono de Castil de Griegos


En fecha todavía por confirmar, pero vinculada a la presencia y control romano de
este territorio, Castil de Griegos es abandonado en algún momento del siglo II a.C., sin
que vuelva ya a ser ocupado nunca más. Un sondeo practicado en la puerta de entrada
del recinto septentrional permitió documentar una potente capa cenicienta correspon-
diente al nivel de destrucción y abandono del mismo, pudiendo fecharse por la aparición
de un denario (figura 4,5) cuya fecha de acuñación propuesta varía del 206-200 a.C.
(Crawford 1974: nº cat. 127/1) al 200-190 a.C. (Soler & Llach 2019: nº cat. 316). La
moneda en cuestión presenta por el anverso una cabeza femenina, tocada por un casco
con alas, mirando a derecha; detrás de la cabeza aparece una X como marca de valor.
Esta cabeza representa una alegoría de la ciudad de Roma, siendo acuñada por alguna
familia noble desconocida, aunque ha sido relacionada con la gens Horatia (Crawford
1974: 207). Por el reverso aparecen los dióscuros, Cástor y Polux, cabalgando a dere-
cha, bajo ellos una cabeza femenina; y en el exergo la leyenda ROMA (Crawford 1974:
nº cat. 127/1; Sydenham 1952: nº cat. 277; Fernández et alii 2002: nº cat. 747).

Aunque sugerente, creemos que es bastante difícil relacionar esta destrucción con la
campaña protagonizada por el cónsul Marco Porcio Catón en Hispania a su paso por la
Celtiberia (195 a.C.), y a quien las fuentes clásicas atribuyen la destrucción de más de
400 “ciudades”. Es bien sabido que las monedas pueden tener una larga vida en circu-
lación, máxime cuando se trata de ejemplares de plata, de ahí la necesidad de tener que

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Castil de Griegos (Checa, Guadalajara): un ejemplo de la resistencia...

valorar la existencia de otros datos del registro arqueológico para la datación de este vio-
lento episodio. Esta circunstancia parece quedar confirmada por la aparición en la necró-
polis de Puente de la Sierra de las fíbulas de La Tène III descritas más arriba, lo que indi-
caría que Castil de Griegos estuvo ocupado en un momento más avanzado del siglo II
a.C. o principios del siglo I a.C.

No obstante, sí que parece necesario relacionar esta destrucción con alguna de las
operaciones militares acometidas por los ejércitos romanos en el interior peninsular a lo
largo del siglo II a.C. Evidencias de la inestabilidad de la zona y del enfrentamiento
generado por la presencia de Roma han sido detectados también en otros poblados cel-
tibéricos del área molinesa, como en El Palomar de Aragoncillo donde se documentaron
proyectiles de balista y catapulta romanas arrojados contra sus murallas (Arenas 1999:
187); o en Los Rodiles de Cubillejo de la Sierra, con un nivel de destrucción del pobla-
do que ha sido vinculado a la conquista romana (Cerdeño et alii 2008: 183 y ss).

Evolución del poblamiento en época romana


Por lo que respecta a la evolución del poblamiento en la zona de Checa hay que seña-
lar que la información arqueológica evidencia un colapso del hábitat indígena como con-
secuencia del control de Roma de estos territorios, con un abandono definitivo de Castil
de Griegos, que ya no volverá a ser ocupado nunca más, arruinándose sus defensas y
abandonándose ambos recintos fortificados.

Tampoco hay evidencias arqueológicas de que la población se asentara en el llano en


las inmediaciones del cerro. Circunstancia que requiere plantearse una pregunta:
¿Adónde fueron los habitantes de Castil de Griegos tras la destrucción y abandono del
poblado? Aguas abajo del arroyo Genitores y a 1,2 km de Castil de Griegos se docu-
mentó, en el paraje denominado Las Veguillas y así consta en la Carta Arqueológica del
municipio, un yacimiento de época Alto Imperial romana, a tenor del hallazgo de algu-
nos fragmentos de cerámica sigillata, que puede dar pistas de un posible trasvase pobla-
cional. Este enclave se encuentra en una zona llana, de tierra negruzca, colmatada por
un gran escorial de hierro, sin que se aprecien estructuras a nivel superficial. Parece tra-
tarse de un enclave mixto, por su posición idónea para la explotación de recursos agro-
pecuarios y las evidencias de las escorias de hierro que denotan la existencia de traba-
jos de explotación y transformación del mineral. Este lugar podría suponer de facto el
efectivo proceso de romanización de una población indígena, que fuera relegada a una
zona de explotación y procesamiento del mineral de hierro, pero bajo el auspicio del
poder de Roma, una vez controlado el territorio.

Este patrón de ocupación en llano ha de entenderse dentro del marco de la romani-


zación y ha sido detectado en otros muchos casos en la Celtiberia. Por lo que respecta a
la explotación del territorio en época romana, también ha sido documentado en otros
yacimientos de la zona minera de Sierra Menera identificados en la Carta Arqueológica,

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Juan Pablo Martínez Naranjo, José Ignacio de la Torre Echávarri

como Cabeza Mingalvo (El Pobo), El Hontanar (El Pedregal) o La Serrezuela (Pardos)
(Arenas 1999; Chordá 2007: 420). Mientras que en la vertiente aragonesa de Sierra
Menera, los poblados de esta época estarían relacionados con la ciudad romana de La
Caridad de Caminreal, fundada ex novo a finales del siglo II a.C. por iniciativa romana,
para el control del territorio. Circunstancia que explicaría el incremento de la actividad
minero-metalúrgica para el periodo Celtibérico Tardío (s. II-I. a.C.) (Polo 1999: 200;
Polo y Villagordo 2004).

Conclusiones
Pese a la escasez de datos existentes en esta zona de estudio, los diferentes castros
celtibéricos de Checa nos muestran una realidad compleja de relaciones entre las dife-
rentes comunidades allí asentadas, así como una explotación de los recursos mineros
que brinda el territorio y que sobrepasa a los propios yacimientos.

Pese a que nos encontramos en un momento decisivo para la aculturación de las


comunidades indígenas, por el sometimiento y control por Roma de este territorio, los
trabajos arqueológicos realizados hasta la fecha en Castil de Griegos y en la necrópolis
de Puente de la Sierra no evidencian signos de esa aculturación. Todo lo contrario, han
documentado un amplio elenco material, tanto cerámico como metálico, característico
de la cultura celtibérica en cada una de sus fases cronológicas, con la salvedad de algu-
nos objetos de procedencia mediterránea como fragmentos de cerámicas de barniz
negro, los restos de una trulla o cazo de bronce, un ponderal de hierro –que no está basa-
do en el sistema uncial romano– y las influencias helenístico-púnicas de los sistemas
defensivos, que reflejan vías de penetración e influjos anteriores a la presencia romana
en este territorio. Todo ello nos habla de un paulatino proceso de contactos entre áreas
culturales diferentes, que en el caso que nos ocupa, supone la introducción de objetos,
ideas y modas que vienen desde el mundo mediterráneo.

Sin embargo, hemos visto que la presencia romana sí se hizo notar en Castil de
Griegos, provocando su destrucción violenta y abandono con ocasión de alguna de sus
campañas de conquista del interior peninsular. Esta realidad viene a sumarse a otras evi-
dencias conocidas de la presencia de tropas romanas en la comarca de Molina, donde se
han documentado ataques y destrucciones de algunos castros y poblados. Estas actua-
ciones romanas quedarían enmarcadas en una política de amplio espectro encaminada a
controlar los recursos naturales y económicos del territorio celtíbero, en particular las
explotaciones mineras de Sierra Menera, como punto estratégico de gran relevancia
situado entre la Meseta, el valle del Ebro y el levante mediterráneo.

También hemos visto como, una vez destruido Castil de Griegos, el castro fue aban-
donado. A partir de este momento, y a falta de excavación de los otros castros del tér-
mico de Checa y de intensificar el estudio del territorio, se aprecia una menor densidad
de ocupación de esta zona en época romana en relación con la etapa anterior. Castil de

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Castil de Griegos (Checa, Guadalajara): un ejemplo de la resistencia...

Griegos, aun habiendo resultado un enclave importante desde el punto de vista estraté-
gico para la explotación de los recursos mineros, se encontraba en una zona periférica,
lejos de la influencia de los oppida conocidos por la arqueología o de aquellas ciudades
mencionadas por las fuentes clásicas que vertebraron el territorio. Esta realidad explica-
ría la poca o nula implantación de los modos de vida romanos en época tardorrepubli-
cana, teniendo que esperar hasta época alto imperial para que un nuevo asentamiento en
llano, ubicado en Las Veguillas, continúe con el control y explotación de los recursos
que durante siglos fueron la razón de la existencia de Castil de Griegos.

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Juan Pablo Martínez Naranjo, José Ignacio de la Torre Echávarri

Figura 1. Localización de Checa en la Península Ibérica (Daniel Méndez/Revives.es).

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Castil de Griegos (Checa, Guadalajara): un ejemplo de la resistencia...

Figura 2. Yacimiento arqueológico de Castil Griegos (M. A. Langa/ Revives.es).

Figura 3. Reconstrucción de Castil Griegos (Daniel Méndez/Revives.es).

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Juan Pablo Martínez Naranjo, José Ignacio de la Torre Echávarri

Figura 4. Materiales arqueológicos procedentes de la necrópolis del Puente de la Sierra y Castil de


Griegos. 1. Fíbula La Tène III; 2. Fíbula zoomorfa; 3. Fíbula La Tène III; 4. Fíbula La Tène III; 5.
Denario republicano romano; 6. Dado cerámico; 7. Ponderal; 8. Sítula de bronce; 9. Plato republi-
cano romano (dibujos equipo arqueológico Necrópolis del Puente de la Sierra-Castil Griegos).

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Castil de Griegos (Checa, Guadalajara): un ejemplo de la resistencia...

Figura 5- Vista general del sistema defensivo del recinto fortificado meridional (fotografía de los autores).

Figura 6- Reconstrucción virtual del interior del recinto fortificado meridional. En primer término, la
zona de talleres (Revives).

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Juan Pablo Martínez Naranjo, José Ignacio de la Torre Echávarri

Figura 7- Reconstrucción virtual del recinto fortificado septentrional (Revives).

Figura 8- Reconstrucción virtual de la necrópolis de Puente de la Sierra. Al fondo, el castro de Castil


de Griegos (Revives).

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Castil de Griegos (Checa, Guadalajara): un ejemplo de la resistencia...

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Las termas romanas de Valeria

Las termas romanas de Valeria

Santiago David Domínguez-Solera1


Javier Atienza2
Míchel Muñoz3

Antecedentes y planteamiento
El presente texto es la readaptación del informe final de los trabajos arqueológicos
de la Campaña de 2018 efectuada en las Termas de Valeria (Las Valeras, Cuenca). El
número de expediente de Patrimonio de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes
de la Junta de Castilla-La Mancha para autorizar dicha intervención fue el 18.0724.

En 2013 el estudio de impacto arqueológico previo realizado para el establecimien-


to del EDAR de Valeria sirvió para que volviéramos a excavar el Acueducto Romano en
la ladera NW del yacimiento. Ese mismo año continuamos los trabajos de estudio (exhu-
mando más segmentos) ayudados de los alumnos del I Curso de Formación de
Arqueólogos de Valeria, interviniendo también en el Puente Romano de Valeria (López
et alii 2014). En el verano de 2014, el estudio previo y el control arqueológico de la rea-
pertura de un camino histórico en el mismo sector del NW de Valeria dio contenido a la
II edición del mencionado Curso de Formación de Arqueólogos de Valeria. Pero en esta
segunda intervención descubrimos unas estructuras de termas romanas, tipo de edificio
que aún no había sido hallado en Valeria. Así arranca la investigación específica de las
Termas (Domínguez-Solera et alii 2015; Domínguez-Solera 2015). En verano de 2015
realizamos otra campaña de excavación, ya al amparo de un proyecto de investigación
independiente de obras (Domínguez-Solera y Muñoz 2016) y se terminó de excavar la
piscina descubierta en 2014. En verano de 2016 se realizó otra tercera campaña peque-
ña en el entorno del edificio, abriendo otra unidad de excavación (UN. EX. 6) en el lado

1 ARES Arqueología y Patrimonio Cultural-ares.arqueologia@hotmail.com


2 Arkeografía-arkeografia@gmail.com
2 ARES Arqueología y Patrimonio Cultural-ares.arqueologia@hotmail.com

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Santiago David Domínguez-Solera, Javier Atienza, Míchel Muñoz

Oeste de la piscina conocida y se consiguieron así acotar las termas por esta parte
(Domínguez-Solera y Muñoz 2017).

Durante el año 2017 se desarrolló una nueva fase (la más intensa hasta la fecha) de
intervención e investigación en este sector de Valeria, con el apoyo humano de un taller
empleo, de los alumnos de prácticas arqueológicas ya habituales cada verano y el per-
sonal de ARES Arqueología y Patrimonio Cultural (Atienza et alii 2018; Domínguez-
Solera y Muñoz 2008). Gracias sobre todo a la Campaña de 2017, habríamos confirma-
do que nuestro objeto de estudio se trata de un edificio de termas públicas y extensas,
de cronología imperial, con 2 fases. La fundación es de época de Augusto-Tiberio, la
segunda arranca en el último tercio del S. II y serían abandonadas en época bajoimpe-
rial y no reocupadas por otras edificaciones posteriores. Por ello se conservan sus estra-
tos no contaminados con materiales exógenos a la función de baño público. Es un com-
plejo ricamente decorado con mosaicos polícromos (geométricos y figurativos), már-
moles de distintas partes del Imperio y pintura mural. Presenta un relativo muy buen
estado de conservación. En 2017 llevábamos excavado de las termas más de 200 metros
cuadrados.

Hemos realizado durante estos años análisis específicos de arqueología de la arqui-


tectura, zooarqueología, análisis de mármoles (canteras y técnicas de factura, véase
Atienza 2018 y Atienza 2019), del conjunto de teselas, de material cerámico latericio y
de hormigones. Hemos empleado técnicas de fotogrametría y uso de drones en el área
de excavación. También ha servido el proyecto de investigación para la formación de
estudiantes, para el fomento del empleo (taller de empleo) y para la celebración de jor-
nadas específicas sobre el tema de la arquitectura monumental romana. Se trata de un
caso peculiar y con características inéditas hasta el momento dentro del campo de estu-
dio y las tipologías conocidas en la Península Ibérica.

Los resultados de esta campaña de 2017 han sido expuestos en forma de 2 ponencias
y 1 póster en el 19th International Congress of Classical Archaeology celebrado en
Colonia-Bonn en mayo de 2018. También se ha participado en el Congreso Internacional
de Termas Públicas en Hispania, celebrado en Cartagena en la primavera de 2018
(ambas publicaciones en prensa). Se han realizado las correspondientes conferencias en
las Jornadas Romanas de Valeria de los años 2017 y 2018 y las publicaciones que se han
desarrollado hasta ahora sobre el tema de estudio han indo citándose a lo largo de este
resumen misceláneo.

Desarrollo de los trabajos de 2018


En el presente apartado se explican pormenorizadamente las acciones realizadas, jus-
tificándolas e insertando la información obtenida a través de cada una. La distribución
de ambientes, cuerpos de fábrica y la comparación entre lo que se había excavado hasta
2017 y lo exhumado en 2018 se puede contemplar en las figuras 1 y 2 del presente texto.

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Las termas romanas de Valeria

La primera acción fue la de limpiar los posos de tierra generados por viento y esco-
rrentía sobre las cubriciones de protección. También se retiró la vegetación. Se limpió y
recuperó la arlita sobre los plásticos, manteniéndose los que se superponían a los mosai-
cos y pavimentos y los que se dispusieron sobre los canales de agua y la piscina del
Ambiente 1.

Inmediatamente después se repararon los perfiles deteriorados y se replanteó el


engomado perimetral de la antigua UN. EX. 5. Para posibilitar la ampliación propuesta
para la UN. EX. 7, antigua zanja que se determinó ampliar en área hacia el Sur, se hubie-
ron de retirar las antiguas terreras generadas en 2017 mediante maquinaria excavadora,
la cual también raspó la superficie de la UE 1 y 2, sin afectar estructuras.

Se definió el área de ampliación de la UN. EX. 7 intentando superar la zanja y equi-


parándola en anchura a la antigua UN. EX. 5 (cuadros de 2 x 2 en dirección Norte-Sur).
Se ha definido así y finalmente una única área de excavación de aquí en adelante, engo-
mándola perimetralmente. Empezaron a arreglarse los perfiles y a retirar las piedras y
tierra removida en superficie. En este momento aparecieron nuevos cuerpos de fábrica
al Este y en el medio del área ampliada que delimitan el perímetro de los ambientes
conocidos en las campañas anteriores. Se han encontrado (fuera del área de excavación
prevista y al retirarse fortuitamente la vegetación por el tránsito de la máquina y el alum-
nado) muros que desde el área de excavación se prolongan hacia el Norte ya en la
Parcela 84. Las termas continúan en ella. Ha sido adquirida por parte del ayuntamiento
la parcela número 84, así que dispondremos de ella en la siguiente campaña. En esta se
ha excavado hasta el límite de la misma, haciendo coincidir el final de la cata con los
muros de cierre de los ambientes 1 y 4.

Durante el transcurso de la unificación de unidades de excavación y la ampliación


progresiva de área excavada ha aparecido la parte antagónica de sillería del vano y la
escalera del CF 5, que conectaba los ambientes 1 y 4. Se han despejado finalmente la
totalidad de las escaleras entre los dos ambientes interiores (Ambiente 1 y Ambiente 4).

Ha aparecido la continuación del CF 6, en fábrica mixta de cantería (pilares de can-


tería estructurales y embutidos en las paredes, encofrado de sillarejo y muros de enco-
frado de hormigón). Realiza un quiebro de 90º y se une con el CF 3 o fachada Sur del
cuerpo de edificación.

Hemos documentado la progresión hacia el Este del CF3, con la misma composición
del CF 6 y una altura en cotas similar, descubriendo los al menos 3 vanos que darían
entrada a los ambientes 1 y 4 desde el Ambiente 5.

Hemos definido un nuevo ambiente, el 8, entre la roca caliza retallada al Este y el CF


6. Se trata de un pasillo de apenas 5 cm de ancho y que corre paralelo entre la roca y la

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Santiago David Domínguez-Solera, Javier Atienza, Míchel Muñoz

pared. Sin excavarlo hasta el fondo, podría ser una vía de servicio relativa a conduccio-
nes de agua en el fondo y que también serviría para evitar el contacto directo entre la
roca y las paredes decoradas de las termas.

Se ha podido retirar la UE 1 y 2 hasta el escombro del derrumbe sobre los ambien-


tes 1, 4 y 5. Han aparecido durante esta acción otras bases de columna en el Ambiente
5 que anuncian la existencia efectiva de un pórtico, más pavimento de tierra pisada y el
desplome unitario del CF 3 hacia el Sur (UE 552). Destacamos que el muro caería (UE
552) de forma rápida y no progresiva porque se conserva ordenado coherentemente en
el suelo el pilar o estructura interna de piezas de cantería de la fábrica mixta. Del mismo
modo, han aparecido formando parte de este desplome las piezas de cantería prismáti-
cas de un arco frente a una de las entradas en este CF 3.

Se ha definido el final del derrumbe UE 552 conociendo la altura total hasta las cor-
nisas que tuvo el muro CF 3 (5 metros más la cubierta = 6,5-7 m). Se ha despejado más
área del suelo de la palestra. Hemos podido localizar y vaciar internamente un nuevo
segmento de desagüe que desde la palestra desembocaba en el sistema de cañerías cono-
cido. Hemos determinado (por la cerámica medieval que aparece en los estratos de dete-
rioro de la Fase III bajo el derrumbe 552) que el CF 3 se derribaría conscientemente en
la Baja Edad Media o inicios de la Edad Moderna para generar los bancales de cultivo
(Fase IV).

Ha podido despejarse más área del suelo de mármol que pavimenta el Ambiente 1.
Se han excavado del mismo modo más segmentos del mosaico del suelo del Ambiente
4. Se trata de un mosaico con motivos polícromos y geométricos, en teselas marmóre-
as, con varios tapices de rombos, un cordón enmarcándolos, grecas y motivos figurati-
vos simples que no han sido revelados aún del todo. A este mosaico lo pisan literalmen-
te reformas de la que hemos denominado como Fase II y estratigráficamente coincide en
relación coetánea con los muros originales del complejo. Por la tipología y por su posi-
ción en la matriz estratigráfica se confirma como de la Fase I atribuida a tiempos de
Tiberio al igual que la reforma imperial del Foro.

Se ha empezado a comprender cómo se cubría el complejo mediante bóvedas de hor-


migón con estructura interna de ladrillos de barro. Resta calcular vanos y la sección de
las mismas a través del análisis de las piezas latericias.

Para evitar que los abundantísimos restos arqueológicos rescatados en esta campa-
ña colapsasen e hiciesen imposible de gestionar la tarea de laboratorio en los meses
posteriores a la excavación, se decidió iniciar en paralelo en las instalaciones de ARES
Arqueología el trabajo de laboratorio sobre los materiales cuyas unidades ya no se
iban a seguir excavando o se habían agotado ya. En septiembre, valorando de nuevo
el ingente volumen de restos arqueológicos muebles, se implicó al Taller de Empleo

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Las termas romanas de Valeria

como asistencia en tal tarea de laboratorio mediante la limpieza previa, clasificado y


el inventariado.

Finalizado el grueso de la excavación, se convocó de nuevo a personal especializa-


do para poder retirar las piedras de cantería derrumbadas en mitad de las estancias y pen-
dientes en perfiles. Había que retirarlos por seguridad y para seguir excavando bajo ellos
los testigos de tierra. Una vez retirados y acopiados (numerados) en los alrededores de
la excavación se pudo completar la excavación de los testigos de tierra bajo las grandes
piedras y se pudieron ataludar los perfiles para evitar desprendimientos y regularizarlos.
Algunas piezas estaban muy embutidas en ellos, por lo que ciertos perfiles no guardan
al cierre de la excavación una relación exacta con la cuadrícula ideal de 2x2 metros. Se
pidió permiso para restituir en su posición original la pila de sillares del CF 3 que había
sido derrumbada generando la UE 552. Puesto que la retirada mediante excavadora y
cintas de los antedichos sillares fue bastante compleja y costosa, se decidió sólo colocar
una de las piezas del vano de la puerta, bajo la cual se recuperó afortunadamente un frag-
mento escultórico relevante (ver más abajo). La tarea de la restitución de las piezas de
cantería a su posición original queda pendiente para la próxima campaña.

También se ha tenido que consolidar el mosaico hasta ahora exhumado gracias a la


asistencia de personal técnico especialista en restauración (ver informe correspondiente).

Por otro lado y de forma simultánea se han realizado tareas de excavación en la


esquina SW de la UN. EX. 5, en su unión con la UN. EX. 6. Era una zona cuya estrati-
grafía de derrumbes y escombros no se había agotado en la campaña anterior y que era
necesario resolver para suprimir sus perfiles. Allí ha aparecido, al ir descubriendo más
parte del CF 1 una ampliación del CF 8, perpendicular y posterior al 1, que parece ser-
vir de prolongación a canalizaciones de desagüe. Está construido sobre echadizos de
escombro hueco y materiales de desecho de fases anteriores de las termas (presencia de
teselas y materiales latericios propios de un complejo termal). Lo interpretamos como
una estructura que serviría para gestionar y dirigir el agua en la Fase II de las termas más
allá del complejo y en función del urbanismo subyacente y desconocido aún al Oeste del
complejo termal. También hemos encontrado los restos de un pavimento exterior de tie-
rra pisada y sobre una acumulación de echadizo o relleno que estaría en relación coetá-
nea con la mencionada ampliación.

Los estratos de derrumbe diferentes a la UE 1/2 se han criba para tomar todos los
materiales arqueológicos existentes, recuperándose también los de la UE 1/2 que es
posible gestionar. Se ha terminado reproduciendo la misma estrategia de excavación que
en la campaña del año pasado.

El área excavada hasta ahora se barrió completamente, levantando también las cubri-
ciones provisionales protectoras, y se fotografió desde tierra y mediante tecnología dron.

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Santiago David Domínguez-Solera, Javier Atienza, Míchel Muñoz

Sobre tal material y gracias a la toma de datos de cota en campo se han hecho las pla-
nimetrías fotogramétricas, tridimensionales y de dibujo.

Coincidiendo con el último día laborable del Taller de Empleo y tras las correspon-
dientes visitas institucionales, se han cubierto todos los puntos sensibles de la ruina
empleando varias capas de geotextil, lona, planchas plásticas de amortiguación, sacos,
arlita y palés. Sobre todo, se han protegido los mosaicos, el suelo de mármol, los pavi-
mentos de ladrillo, la piscina, los canales y los puntos en los que los muros conservaban
su emplacado original o revestimiento. Finalmente se ha cerrado el perímetro con una
red plástica disuasoria hasta finales de la siguiente campaña.

El trabajo de laboratorio se ha desarrollado tanto en las instalaciones municipales


como en las dependencias de ARES Arqueología en Cuenca. Se han hecho estudios
específicos de mármoles (se está ampliando aún en el presente por ser parte de la tesis
doctoral de uno de los firmantes, Javier Atienza), estadísticos de mosaicos y zooar-
queológicos. El resto de tipos de material se ha descrito e inventariado al uso de cual-
quier excavación arqueológica, quedando a disposición de otros investigadores por estar
entregado todo al Museo Arqueológico de Cuenca.

Durante la excavación, tras informar previamente a la Junta de Comunidades de


Castilla-La Mancha y a los promotores de los paulatinos avances y descubrimientos, se
ha llevado a cabo una labor de difusión de los mismos en prensa, en charlas y en visitas
durante la excavación. Destacamos los reportajes televisivos de “España Directo”
(TVE), “Ancha es Castilla-La Macha” (CMM) y de los informativos regionales de TVE
y CMM. Además, se ha hecho eco de la campaña en prensa convencional en papel y
online provincial, regional y nacional. A la excavación han acudido de visita organiza-
da alumnos del instituto de Valera, además de miembros de varias asociaciones y agru-
paciones relacionadas con el ámbito de la Cultura y el Patrimonio.

En los subsiguientes apartados se amplía la descripción de los puntos de interés más


relevantes excavados en 2018.

Lectura estratigráfica
En esta campaña se definen las nuevas unidades estratigráficas murarias y de depo-
sición terrestre que han sido estudiadas durante el trabajo de campo. Se han de sumar a
las ya definidas en la campaña anterior, pero sólo se especifican de tal momento aque-
llos estratos que han sido matizados a la luz de los nuevos datos obtenidos. Las nuevas
unidades se muestran en la figura 2 de este texto y las antiguas se pueden consultar e
identificar en las publicaciones previas a la presente.

Las cuatro fases definidas hasta ahora son: Fase I o de origen de las termas, Fase II
de reforma del complejo, Fase III de abandono y derrumbe del complejo y Fase IV usos

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Las termas romanas de Valeria

agrícolas. Habría que añadirles la Fase 0 o momento en época republicana anterior a la


erección del complejo termal. Se identifica en la antigua UN. EX. 6, donde se docu-
mentó una calle previa a la construcción del perímetro que contiene las canalizaciones
y no tenía restos de teselas u otros elementos alusivos a las fases posteriores.

Al listado de cuerpos de fábrica (CF) precedente se han de sumar:


- CF 10: Es el muro de cierre por el Norte de las estancias interiores conocidas.
Al menos se le conoce en la actualidad una puerta.
- CF 11: Es un muro que continúa desde el CF 10 hacia el Norte, anunciando al
menos dos ambientes más.
- CF 12: Es la columnata de la palestra por el Norte.
- CF 4: Se adjudica de nuevo este numeral, puesto que se ha confirmado que el
CF 1 continúa hacia el Sur. Ahora el CF 4 será la columnata de la palestra por el
Oeste.

Ambientes nuevos definidos serían:


- Ambiente 8: Galería o paso estrecho acotado por el CF 6 y por la roca madre
tallada al Este. Conducto de servicio (infraestructural) cuyo fondo no se ha exca-
vado y con techo abovedado.
- Ambientes 9 y 10: Dos estancias nuevas al Norte de las conocidas y a las que
se accede desde el CF 10. Su suelo no se ha identificado todavía. Sólo el inicio
de su extensión por las cabezas de los muros.

Las entradas al frigidarium desde la palestra son, hasta el momento, dos, y se


encuentran todas ellas en el ambiente inferior. También sabemos que el canal CF 8 se
ampliaría en la Fase II mediante una progresión hacia el Oeste destinada a desaguar más
allá del muro de cierre de las termas. También que el CF 5, el de la escalinata entre
ambientes, se compone por cuatro pilares que sustentarían arcadas. La descripción del
resto de CF y ambientes no cambiaría demasiado a la luz de los nuevos hallazgos. Las
descripciones específicas de los nuevos puntos de interés exhumados ocupan las
siguientes páginas.

Las escaleras entre los ambientes 1 y 4


Fueron halladas en la campaña anterior, en medio de la zanja de la Unidad de
Excavación 7. En la presente campaña se han excavado por completo. Se trata de una
estructura de 4 peldaños de base de cantería (UEM 713), regularizada mediante cal
(UEM 715) y revestida de placas de mármol (UEM 716). La longitud completa de las
escaleras es la máxima de las dos estancias que comunica a diferente altura: unos 9
metros (20 codos o 10 varas). El desnivel entre las dos estancias es de 90 cm (una vara
o medio codo).

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Santiago David Domínguez-Solera, Javier Atienza, Míchel Muñoz

Las escaleras no significan un único vano, sino tres separados por sendos pilares y
estando enmarcadas a su vez por dos pilastras pegadas a las paredes de los CF 10 (al Norte)
y 3 (al Sur) en los extremos: el central es el más grande, con una luz de 4,4-4,5 metros
(contando los pilares), mientras que los de los lados miden 2,20 m contando la mitad de
los pilares y 1,80 m sin contarlos. El mármol de los escalones centrales es blanco de diver-
sos tipos, y el de los laterales es del tipo saetabitanum crema/marfil. Hasta el momento,
los mármoles identificados en los escalones de tonalidad eminentemente blanca pertene-
cen a las variedades de Estremoz y Luni.

Los pilares son de sección cuadrada, con alma de cantería caliza estructural (UEM 717),
sólo escuadrada en las caras de contacto inferior y superior, para ir revestida de cal regula-
rizadora (2 dedos aproximadamente, denominada UEM 719) y un emplacado de mármol
hasta 1,70-1,80 m aproximadamente, del cual son testigos los agujeros cuadrados (1 pulga-
da) de fijación (UEM 718 I). Los agujeros de fijación de las caras N y S van en disposición
diagonal paralela a la rampa de las escaleras, por lo que se entienden como posibles fija-
ciones de barandilla metálica o marmórea desaparecida. En la parte de los pilares que se une
con el mosaico del ambiente 4 hay más distancia entre el sillar y la huella de la cara de
superficie. Los pilares sostendrían 3 arcos de cantería revestida y algunas de sus dovelas
calizas han sido rescatadas en el derrumbe inferior o directamente sobre las escaleras.

Los tipos de mármoles de los pilares de las escaleras son continuidad de los de los dos
ambientes: primero va un emplacado blanco, decorado con molduras y dibujos geométri-
cos según vanos, tramos de pared, etc. Alcanzaría los 1,70-1,80 m de altura y sería blanco
de diversos tipos (a falta de pruebas arqueométricas, el análisis de sus características
macroscópicas indica que podría ser mármol de la Bética o del entorno de anticlinal de
Estremoz). Se remataría con cornisas decorativas de pequeño formato a 1,80 m de altura de
marmor Taenarium (o Rosso Antico en la terminología científica habitual) en el ambiente
inferior y blanco de Estremoz en el ambiente superior. Se conoce esta disposición por los
derrumbes y por las huellas mencionadas de fijación en la cantería.

Encima de los emplacados iría decoración musiva y/o pintada. Los vanos y los arcos de
cantería, por las huellas en el dovelaje calizo derrumbado, también tendrían fijados empla-
cados de mármol. En la campaña de 2018, entre los materiales marmóreos recogidos, figu-
ra un fragmento de mármol blanco, moldurado, cuya decoración sigue exactamente la
misma curvatura detectada en el intradós de las dovelas recuperadas. Un trabajo de recrea-
ción virtual de estos ambientes ha sido recientemente presentado a un congreso internacio-
nal sobre las nuevas tecnologías aplicadas al estudio y la difusión del Patrimonio y será pró-
ximamente publicado (Atienza, 2019).

Tal sería el aspecto básico de la escalera en la Fase I, siendo reparada con otras piezas
reaprovechadas en la Fase II. La diferencia de cota entre los ambientes 1 y 4 podría ser debi-
da, además de por la disposición en ladera del complejo termal, a la presencia de un hipo-

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Las termas romanas de Valeria

causto, del cual conservaríamos la suspensura intacta bajo el mosaico, bajo toda la sala del
Ambiente 4.

El CF 3 y su derrumbe hacia la Palestra (Ambiente 5)


Ha sido totalmente excavada la extensión que de él queda y que coincide con el
Ambiente 1, quedando sólo descubierta su parte superior en el tramo del Ambiente 4.
Consistiría en una fábrica de 105 cm (UEM 809) contando con el emplacado (UEM 819)
y los revestimientos de regularización sobre los que se dispondría tal (UEM 818), cuya
decoración marmórea, musiva y de estucos ha sido expuesta en el apartado anterior.

Contaría con, al menos, con dos puertas en el ambiente inferior o Ambiente 1. Los
vanos tienen 145 cm de ancho y estarían revestidos con mármoles, conservándose in situ
lastras de marmor Saetabitanum crema/marfil en la parte inferior de las jambas (UEM
519). También se han rescatado escombros de mosaicos derrumbados desde la parte
superior en los propios vanos y restos de estucado en las jambas.

Apenas queda de él 1 m de alzada en el Ambiente 1, pero conocemos la dimensión


del muro porque lo hemos podido excavar (derrumbe UE 524) sobre la Palestra, con-
servándose ordenados todos los sillares de su estructura interna y de los vanos en arco
de una de las puertas.

Tal y como se ha explicado en el apartado de lectura estratigráfica, encima del pavi-


mento de la Palestra o Ambiente 5 existe un estrato de deposición paulatina con mate-
riales de revuelto. Sobre él se dispondría la plancha que significa el derrumbe UE 552.
El muro cae prácticamente de forma unitaria desde el Norte hacia el Sur y, por la direc-
ción de la fractura, pivotaría levemente en la esquina Oeste, separándose (UEM 531 I)
antes por el lado Este. Pensamos, por lo anterior, que el muro sería abatido intencional-
mente en la baja Edad Media o en el Renacimiento, para regularizar el aterrazamiento
de cara a su conversión en bancal de cultivo.

Puesto que existirían los estratos de revuelto paulatino UE 568, enterrando parcial-
mente los bajos del muro, ello protegería el enlucido o recubrimiento interior y exterior
hasta la altura a la que llegaba la tierra antes del derrumbe de 552. El primer sillar de la
“pila” de cantería estructural embutida en el muro tendría la misma medida exacta que
el negativo en el muro (siendo todos u cada uno de los que constituyen la secuencia dife-
rente en uno o dos centímetros). También se han documentado algunas lascas de las
esquinas o los vértices del sillar aún pegadas en su posición original. Todo ello corro-
bora que (pese al debate suscitado a pie de cata) no falta ninguna pieza arrastrada por
acción antrópica o por la acción de la gravedad y la erosión, entre la primera piedra con-
servada in situ y la primera del derrumbe.

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Santiago David Domínguez-Solera, Javier Atienza, Míchel Muñoz

Gracias a ello, además de seguir proponiendo la restitución del compendio de piezas


para significar la entidad del muro y recuperar su volumetría, conocemos la altura total
de la pared: Hay 10 pisos de piezas de 40 cm de altura (algunos “pisos” están constitui-
dos por un sillar unitario y otros por dos colocados en paralelo hasta completar los 90
cm de lado). Sumando los 35 cm desde el suelo hasta el primer sillar significa una altu-
ra total de la pared de 435 cm. A tal longitud habría que sumarle un remate longitudinal
del muro, directamente colocado sobre los sillares antedichos y que sería perimetral a
toda la pared a modo de estribo constituido por ladrillos. La suma total alcanzaría los
4,5 metros, 5 varas o 10 codos romanos que se van repitiendo en distintos puntos del
complejo hasta ahora estudiado. Desde ahí arrancarían las bóvedas, a modo de línea de
impostas, que se analizan en otro punto.

También hay que mencionar que, por acción de la gravedad y la erosión que presen-
ta hacia poniente todo el edificio, se han perdido todos los sillares del vano Oeste, sí
quedando los del lado Este en la UE 552. En el vano central se conservan, relativamen-
te desplazadas, todas sus piezas, habiendo caído una hacia el interior de la puerta (mis-
mas dimensiones) y el resto permaneciendo en unidad y relación de continuidad lógica.
Sabemos que, al sumar los 100 cm que significan los sillares conservados in situ a dos
sillares del derrumbe cuyos ángulos son rectos y, por tanto, pertenecientes a la jamba,
que la altura de la puerta hasta la línea de impostas sería de 1,70-1,80 cm. Sería la misma
altura a la que llegaría el emplacado general marmóreo de la estancia por el interior y el
mismo ancho del vano.

En la pila de sillares estructural del centro del muro sí falta uno de los sillares peque-
ños que conformaban pareja y que, por su disposición longitudinal a la ladera y por estar
en una de las crestas mismas del aterrazamiento, lo interpretamos como fácilmente des-
plazado por erosión a la falda del cerro.

La palestra o Ambiente 5
Su estratigrafía fundamental ya fue definida en el informe del año anterior. Aunque
faltaría por excavarse en más extensión, hemos conseguido identificar una esquina com-
pleta. Se trataría de un ambiente porticado con columnas circulares revestidas, apoyadas
sobre basamentos de planta cuadrada. Han aparecido un fuste ligeramente movido y par-
tido por el desplome del muro del CF 3 y otras tres bases o apoyos de columna.

El pórtico se pavimentaría con un suelo de opus signinum cuya superficie está bas-
tante deteriorada y que apoyaría sobre un statumen que, a su vez, se dispondría sobre
niveles de echadizo. Lo que no estaba cubierto por el pórtico se pavimentaba, a menor
cota (presencia de escalón de 5 cm) por un scutulatum de ladrillos cerámicos macizos
romboidales. En la esquina misma del pórtico, se ha encontrado un desagüe que se uni-
ría con el canal del CF 8. Sobre él caería tanto el agua del pavimento central o del
encuentro en la esquina entre las dos aguas del tejado del atrio de la palestra.

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Las termas romanas de Valeria

El diámetro máximo de la columna sería de 62 cm (aproximadamente por la presen-


cia de una fractura en su mitad que altera la medida). Según las proporciones clásicas,
si entendemos que se trataría (a falta de encontrar un capitel) de una columna de orden
jónico o corintio la altura de la misma hasta el entablamento sería de unos 434 cm (62
x 7), sumando el apoyo cuadrangular ello daría una altura coherente con los 4,5 m se
van repitiendo en otras partes del complejo.

Aunque no tenemos suficientemente excavada el área de la palestra, sí sabemos que,


por el otro lado y coincidiendo con la roca madre, existiría un rebaje tallado en dicha
roca que alcanzaría precisamente los 4,5 m de altura con respecto a la cota del pavi-
mento conocido en la palestra. Sería otra prueba que corroboraría la altura del pórtico.

La distancia entre las 2 columnas conocidas del lado Norte de la palestra (con res-
pecto a su eje), también ronda los 4,40-4,50 metros, aunque la distancia entre columnas
del lado Oeste es ligeramente menor (380 cm), lo que podría ser una corrección óptica.

El mosaico del Ambiente 4


Aunque todavía no se ha excavado por completo, tenemos datos suficientes para ase-
gurar que todo el suelo del Ambiente 4 está cubierto por los restos de un mosaico polí-
cromo y con motivos tanto geométricos como vegetales. Éste se compone de los
siguientes elementos (ver figura 3):
- Un primer marco perimetral a toda la estancia conformado por roleos vegetales
rojos sobre un fondo blanco.
- Un segundo marco inscrito en el primero con una greca en azul sobre blanco de
líneas que se entrecruzan en ángulos rectos generando cuadrados con un punto en
el centro y esvásticas.
- Dos cuadrados, constituidos a su vez por:
o Un marco de cordón de tres colores (amarillo, naranja y rojo) remarcado por
líneas negras, para cada uno de los cuadros.
o Una superficie de rombos que alternan los colores rojo, blanco-beige y oscuro.
- Entre ambos paños existe una franja de cuadrados en ajedrezado rojo y oscuro
sobre blanco.
- Faltarían por conocer los respectivos centros de ambos cuadrados, que están sin
excavar y que podrían ostentar otros motivos geométricos o figurativos.
Las teselas serían básicamente marmóreas y estarían comprendidas entre el centíme-
tro y los dos centímetros en sus longitudes.

Durante la Fase II se dispondría un banco perimetral de 1 metro de altura en los lados


Este, Norte y Sur. Se trata de la UEM o EA 720 y sería de mampostería, con piezas de
cantería sin escuadrar y con una especie de hornacinas en la parte baja que reaprovechan
tubuli cerámicos completos. Este banco iría revestido, pero se ha perdido su acabado.
Podría ser una estructura de taquillas.

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Santiago David Domínguez-Solera, Javier Atienza, Míchel Muñoz

En cualquier caso, el banco pisa el mosaico en sus extremos. No es el único deterio-


ro que sufrió el pavimento. Por la acción de la ruina y por la erosión de la pendiente, los
descarnes del suelo terminarían siendo arrastrados por la ladera, conformando el relleno
de las otras estancias y mezclándose con el derrumbe de techos y paredes.

El pavimento del Ambiente 1


No se ha excavado tampoco por completo y se tienen menos datos sobre él. Se trata de
un pavimento de placas de mármoles diversos, pero que se inserta dentro de sectores con el
pavimento de opus signinum alisado a nivel con el mármol. Aún no sabemos qué dibujo
haría en su totalidad durante la Fase I, pero sí que sería reparado y reformado en la Fase II
con fragmentos marmóreos reaprovechados de otras partes. La huella y disposición de algu-
nas placas nos hacen sospechar la presencia de canalizaciones accesibles desde el propio
suelo. Sondeos en campañas posteriores deberán probarlo.

Otros puntos de interés


La gran cantidad de ladrillos en los derrumbes detectada en las campañas anteriores nos
hacían prever que las cubiertas de las estancias serían de bóvedas de obra encofrada con
estructura interna o nervaduras de ladrillo cerámico macizo. Hemos encontrado en tres pun-
tos fragmentos de la cubierta conteniendo ladrillos pedales aún unidos por la pasta de cal.
También cuñas de metal empleadas para generar la curvatura de dichas bóvedas entre ladri-
llos planos. La disposición en todos los fragmentos de nervadura es de N-S, por lo que las
bóvedas irían dispuestas de E a W.

Futuras intervenciones han de servir para precisar más las dimensiones de las bóvedas
(en principio y en atención a las medidas de planta, rondarían entre los 9 metros y los 4,5,
por lo que la altura total del edificio hasta la cumbrera del tejado podría superar fácilmente
los 8 metros de altura.

También hemos descubierto fragmentos de mosaico parietal de mayor entidad a los


anteriormente rescatados. En dos de ellos, embutidos en los derrumbes que contiene el
Ambiente 4 hemos podido distinguir ya motivos. Uno de ellos ostenta ondas marinas en dis-
tintos tonos de azul, sobre un fondo blanco y enmarcándose con motivos geométricos. En
otro caso se observan motivos vegetales verdes sobre fondo blanco. Las teselas en estos
casos son más pequeñas que en los suelos (rondan el cm) y son protagonistas las de pasta
vítrea. Mientras que en el pavimento encontramos un diseño eminentemente geométrico, en
la decoración musiva parietal parece predominar la decoración figurada naturalista en la
forma de un fondo marino con todos los elementos característicos: fauna marina, flora mari-
na, ondulaciones que parecen reflejar la superficie acuosa, burbujas, etc.

Hemos definido el perímetro del denominado ahora como Ambiente 8. Se trataría de


una galería tras un muro de fábrica mixta de cantería, encofrado de sillarejo y hormigón. En
la cara que da al Ambiente 4 iría revestido de mármol y la decoración parietal acostumbra-

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Las termas romanas de Valeria

da. Sí sabemos que estaría abovedada en hormigón, pero no se ha excavado hasta su cara
interna y podría tener función diversa infraestructural (dar servicio a una fuente de agua, a
calor, etc.). Tendremos que esperar a la siguiente campaña para poder resolver la duda.

Aunque no se ha excavado el complejo entero ni definido en sus límites Norte y Sur,


sí podemos adelantar el cálculo de su área mínima según lo que hasta el momento lle-
vamos localizado de ella:
- De Este a Oeste mide 25 metros hasta sus muros.
- De la palestra conocemos 250 metros cuadrados.
- De los ambientes interiores hemos excavado otros 250 metros cuadrados. Pero
conocemos el alcance de los muros de las estancias aún no excavadas al Norte y
que sumarían otros 10 metros de longitud y, por lo tanto, 250 metros de área. En
total los ambientes interiores conocidos serían de 500 metros cuadrados.
- De la palestra restaría, al menos y por la tendencia lógica del número de colum-
nas, otra área similar por excavar. Ello haría que la palestra tuviese como míni-
mo 500 metros cuadrados.
- La suma del área mínima de los ambientes interiores y exteriores haría que las
Termas de esta parte de Valeria fueran de 1.000 metros cuadrados como mínimo
y sin contar las infraestructuras perimetrales, cifra que se verá superada con toda
seguridad (el complejo no puede tener sólo 4 estancias interiores y un atrio/pales-
tra) en el futuro.

Hallazgo de un fragmento escultórico


Como piezas destacables han aparecido, junto a los habituales restos muebles, 2
monedas, el puente decorado y el pie de una fíbula anular hispánica de bronce de tipo
romano y fragmentos de estatua en mármol. Tenemos un “testigo” de una estatua de
mármol blanco, un dedo pulgar empleado como machacador por el pulido de la rotura
(AA2018-61-365) y parte de una extremidad (AA2018-61-364). Ultimando las tareas de
limpieza y adecuación de perfiles y la retirada de sillares grandes mediante tracción
mecánica se ha producido un hallazgo relevante que merece ser expuesto en un aparta-
do propio (Figura 4).

Al retirarse una de las mentadas grandes piezas de cantería estructural pertenecien-


tes al CF 3 (muro de separación con puertas entre la palestra y los dos ambientes inte-
riores identificados), para colocarse en su posición original (avalada por la coincidencia
de medidas y la presencia de estucado y enlucido de recepción de placas marmóreas
también coincidente) quedó pendiente de retirar parte de la tierra a ella subyacente.

Bajo la pieza de cantería existían varias otras latericias colocadas a modo de calzos
ex profeso, además de escombros varios y, lo más relevante, un fragmento escultórico
en mármol blanco (sigla AA2018-61-363). Se trata de un torso femenino desnudo, de
bulto redondo, sin cabeza ni brazos y con un orificio de unión/inserción/sujeción circu-

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Santiago David Domínguez-Solera, Javier Atienza, Míchel Muñoz

lar en el centro de la espalda. También tiene su correspondiente orificio superior para


aplicar la cabeza.

El CF 3 descansaba sobre un estrato de tierra de deposición progresiva (UE 552), que


contenía materiales posteriores a tiempos romanos. Por ello entendemos que el muro se
desplomó mucho tiempo después del abandono de las termas. La colocación ordenada,
en riguroso paralelo, del mencionado sillar junto al muro, calzado y desplazado a partir
de su posición original como jamba de la puerta: es otra prueba de que el CF 3 se tira-
ría intencionadamente. La presencia de bancales de cultivo estratigráficamente por enci-
ma de estos estratos, confirma la interpretación de que todas estas acciones de derribo y
rellenado se realizaron con el fin de regularizar el terreno y conseguir un área adecua
para las labores agrícolas, que se han mantenido hasta el S. XX.

El fragmento escultórico es de mármol blanco homogéneo de cristal medio/grueso.


Aunque el análisis de visu no ha determinado el origen del material. Probablemente, por
semejanza de textura y cromatismo, el mármol proceda de las canteras de Luni en la
Toscana italiana. Otra procedencia posible, aunque menos probable, son las canteras del
sureste de la Bética. Se adjunta la ficha de inventario de la pieza en cuestión.

También ha de precisarse, según desvelan los estudios específicos, que la extremidad


de mármol siglada como AA2018-61-364 no es del mismo tipo de piedra que el busto,
por lo que no son de la misma figura.

Nuevas tipologías marmóreas


Al finalizar la campaña de 2018, el cómputo de materiales marmóreos estaba en
torno a los 5000-5500 elementos, convierten a la colección del complejo termal de
Valeria en una de las más destacadas a nivel provincial para el estudio de este material
decorativo.

Durante la clasificación preliminar, previa al estudio específico de cada pieza, se


detectó la presencia de dos nuevas tipologías marmóreas que hasta ahora no habían sido
catalogadas en el conjunto de elementos decorativos del complejo termal. Se trata de dos
fragmentos de marmor Sagarium (Breccia Coralina) y uno de marmor Synnadicum
(Pavonazzetto).

Estas dos nuevas variedades poseen la particularidad de que comparten la misma


procedencia, ya que sus fuentes de aprovisionamiento y extracción se encuentran en la
antigua provincia romana de Asia Menor, en la actual Turquía. Si bien la brecha corali-
na tiene una difusión bastante extensa en todo el Mediterráneo ya desde época tardoau-
gustea, la explotación y el comercio de determinados elementos del tipo Pavonazzetto
estuvieron durante largos períodos de tiempo en la Antigüedad bajo un estricto control
imperial. Al igual que sucediera con el marmor Taenarium, el Pavonazzetto no era un

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Las termas romanas de Valeria

material que estuviese al alcance de cualquier particular, sino que había que tener un alto
nivel adquisitivo o, en cualquier caso, disponer de contactos cercanos al poder imperial
(Pensabene 2013: 360-363).

Discusión
La presente campaña ha generado nuevas cuestiones continuadoras de las abiertas en
2017. La principal de todas es la del análisis concreto de la decoración musiva.

Comenzando por la valoración concreta del mosaico que cubría el suelo del
Ambiente 4 durante la Fase I, descrito más arriba, lo hemos valorado como un produc-
to del S. I por la tipología de sus motivos, a falta de la ejecución de una datación abso-
luta de su cal de asiento (carbono 14 AMS del contenido orgánico de la misma).

En primer lugar, se trata de un mosaico polícromo básicamente geométrico, pero


también sabemos que tiene motivos vegetales. Los estudios clásicos sobre mosaicos
romanos en Hispania y en el resto del Imperio exponían que, al principio de la etapa
imperial, precisamente los mosaicos geométricos polícromos serían los más frecuentes
(Blázquez et alii 1993). Estudios más recientes indican cómo arranca en el S. I también
la figuración sencilla en policromía y que tal tendencia, de influencia helenística, se
generalizaría en todo el mundo romano a partir del imperio de Trajano (López 2004). En
todo caso, continúan en Hispania y otras partes del Imperio existiendo siempre ejem-
plos de mosaicos apoyados en una sencilla bicromía, tanto geométricos como figurati-
vos, y que podrían ser confusamente valorados como “arcaicos” (Cagigal y Palacio
2018). Todo ello, en nuestra opinión, genera un evidente solapamiento que hace que ten-
gamos que analizar con cautela cada caso de mosaico y de forma particular, no valo-
rándolo sólo desde criterios estilísticos o tipológicos, puesto que éstos han de ponerse
en relación obligatoriamente con otros indicios estratigráficos del contexto respectivo al
que pertenece o someterlo al cotejo de la Arqueometría.

Según la relación estratigráfica, el mosaico o UEM 721-722 estaría indiscutible-


mente dispuesto en la Fase I del complejo, siendo pisado por las reformas posteriores
(banco EA 720 ante todo). Por el tipo de construcción y por entender la erección de las
Termas como parte del programa monumental de edificios públicos de Valeria, en rela-
ción directa con la evolución que se conoce en el Foro (Fuentes et alii 2007), lo situa-
mos ampliamente en la segunda mitad del S. I o el último tercio de éste. Aunque conti-
núan reproduciéndose hasta el Bajo Imperio en Hispania (ejemplos en los repertorios
ricos y prolijos de Itálica en el Pleno y el Bajo Imperio, como muestran Blanco 1978 y
Mañas 2007), los motivos que luce están presentes en mosaicos sólidamente bien fecha-
dos en tal rango liminar del siglo I.

Por ejemplo, la greca de cuadrados con punto interno y esvásticas aparece en pavi-
mentos de Pompeya y Herculano (ciudades cuya fecha tope de existencia es el año 79

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d.C.). Tenemos los siguientes ejemplos: el mosaico del suelo de las Termas masculinas
de Herculano, varios casos de la Casa de los Mosaicos Geométricos de Pompeya, el del
Triclinium de la Casa de los Vetii de Pompeya, el del Vestíbulo de la Casa del Jabalí,
entre otros muchos casos elocuentes en estas dos ciudades (Puede consultarse una
importante muestra de ellos, tanto de Pompeya como de Herculano, en la galería de
http://almacendeclasicas.blogspot.com/2011/08/pompeya-mosaicos.html).

Los motivos de cordones o cabos polícromos los tenemos constatados también como
pronto en el último tercio del S. I d.C., siendo un motivo muy recurrente a partir de
entonces y que lucen los mosaicos de las villas hispanas hasta el final del Imperio como
complemento de composiciones mucho más complejas (por ejemplo los tenemos en la
Villa de El Ruedo en Almedinilla, Córdoba (Hidalgo 1991), o en la Villa de Noheda,
Cuenca (Valero 2015). Mosaicos con cabos polícromos o cordones (concretamente la
trenza de dos cabos idéntica a la de Valeria), bien fechados para el S. I o II d.C., los tene-
mos de nuevo en Pompeya (por ejemplo, en la Casa de Menandro) (Wohlgemuth 2008)
y en los mosaicos del barrio incendiado en la ciudad francesa de Vienne
(https://www.nationalgeographic.com.es/historia/actualidad/hallazgo-historico-barrio-
entero-antigua-ciudad-romana-vienne-francia_11809/14).

De igual manera ocurre con el roleo vegetal perimetral, del que tenemos un ejemplo
en la Villa de los Cantos (Bullas, Murcia) y que se fecha en el S. II por paralelismo con
el mosaico de la Quintilla (Lorca, Murcia) (Ramallo 2001-2002) y que también ostenta
los mentados cordones. Pero existen desde antes en todo el mundo romano desde el S.
I. De nuevo en el barrio incendiado de Vienne, valorado como “La Pompeya Francesa”
por significar un contexto estratigráfico bien sellado, podemos ver bastantes paralelos
no sólo en las trenzas, sino también en los roleos vegetales y en los segmentos más geo-
métricos.

Desafortunadamente, no se han descubierto todavía otros ejemplos musivos (más


allá de teselas sueltas) en la ciudad de Valeria con la que comparar los de las Termas.

En definitiva y a falta de una fecha que precise la cuestión, los mosaicos del pavi-
mento y las paredes de los ambientes estudiados hasta ahora en las Termas de Valeria
parecen encajar, por estratigrafía arquitectónica y tipología, con la interpretación de que
el edificio de baños públicos es una iniciativa paralela al auge del Foro Imperial en el S.
I. Podríamos, siendo cautelosos al respecto y a falta de dataciones absolutas, retrasar la
fecha a comienzos del S. II como mucho, lo que tampoco estaría reñido con un proceso
de desarrollo urbano general de más dilatada ejecución.

La colección numismática hasta la fecha recuperada en la estratigrafía sigue siendo


elocuente sobre el momento de abandono del edificio y su uso final. En la campaña de
2017 (Domínguez-Solera et alii en prensa; Atienza et alii 2018; Domínguez-Solera y

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Las termas romanas de Valeria

Muñoz 2018) excavamos el punto de vertido de un desagüe en el que se encontró mate-


rial numismático de Claudio II el Gótico (268-270 d.C.), concretamente un antoniniano,
haciendo que el complejo pueda fecharse hasta el S. III. También se recuperaron otras 3
monedas de centurias anteriores. Las monedas recuperadas en esta campaña serían tam-
bién compatibles con tal interpretación: de nuevo hemos recuperado en los estratos de
derrumbe directamente sobre el suelo (UE 709) un antoniniano de Claudio II (AA2018-
61-146) y en el deterioro de la palestra derivado por la ladera (UE 547) ha sido recupe-
rado un as (AA2018-61-72) de Domiciano (51 al 96 d.C.). En este sentido el material
numismático sigue sirviendo para ofrecer fechas absolutas útiles.

Otra de las cuestiones que han podido desarrollarse a la luz de los nuevos datos obte-
nidos ha sido la de las dimensiones del edificio. Se ha constatado la presencia de un
espacio amplio de Palestra al Sur, porticado al menos en tres de sus lados, con un pavi-
mento central de ladrillos romboidales y con infraestructuras de desagüe. Se ha podido
calcular también la altura de las dichas columnas y su coherencia con el módulo de pro-
porciones empleado en el resto del complejo (vide supra). Las estancias interiores tam-
bién responden a dichas medidas recurrentes (4,5 m y 9 m por un lado, lo que equivale
a 5-10 varas o 15-30 pies aprox., y 1,8 m y 0,9 por otro, lo que equivale a 6-3 pies). Es
información relativa al diseño de los espacios con respecto a la idiosincrasia de la época
por parte de un profesional técnico: un arquitecto/ingeniero.

Las recomendaciones arquitectónicas romanas para el correcto diseño de las termas


están fundamentadas en cuestiones culturales y sobre la concepción higiénico-salutífera
e incluso religiosa del agua temperada natural o artificialmente (Hipócrates en Aere,
aquis et locis, Plinio en Historia Natural, Celso en De re medica, Vitruvio en De
Architectura, etc.). Así, Vitruvio recomendaba los complejos estuviesen orientados per-
fectamente para aprovechar las horas de luz natural entrando por los ventanales y que la
luz incidiese sin sobras en las piscinas (De Architectura X et V). Pese a las dificultades
que impone el cerro en esta parte y la obligatoriedad de un diseño aterrazado, el edifi-
cio se orienta perfectamente Norte-Sur y los ventanales de la única piscina hasta ahora
descubierta cumplen estrictamente con dicha recomendación idiosincrática. Ello es
prueba materializada de la importancia de dichas cuestiones culturales, que condicionan
el diseño frente a posibles opciones más pragmáticas (Lemonnier 1986). El caso de las
Termas de Valeria es, así, especialmente ilustrativo sobre las soluciones necesarias para
adaptar una planta de termas ideal a un terreno en acusada ladera.

Vitrubio también recomendó la cubrición de las estancias mediante bóvedas para


poder aprovechar mejor el calor del vapor (De Architectura X et V). Durante esta cam-
paña hemos podido individualizar bloques suficientemente grandes de escombro de los
techos y que contenían aún unidos ladrillos cerámicos macizos. En los niveles de escom-
bro se han identificado ladrillos pedalis, bipedalis, sesquipedalis, lydium y sus subdivi-
siones triangulares y transversales (Fernández et alii 1995), pero los de los dichos blo-

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ques unitarios son sesquipedalis (45 x 45 cm o pie y medio). Aunque Vitruvio reco-
miende su uso en los pavimentos sobre pilae de los hipocaustos, la posición estratigrá-
fica de los mismos sobre el pavimento conservado indica que son de las estructuras de
los techos. Las bóvedas romanas se hacían en técnica de encofrado, pero haciendo una
nervadura interior de arcadas y perímetros de ladrillos macizos. Francisco Ortega (1994)
explica: “la construcción más ingeniosa y elegante del cañón circular romano tiene
lugar mediante arcos de ladrillos, enlazados entre sí por medio de ladrillos transversa-
les, en el sentido de la generatriz de la bóveda, de manera que se constituían cajones
cerámicos, que más tarde, con la capa de hormigón de trasdosado, quedarían rellenos
de este último material. Fue muy frecuente que los arcos directores se constituyesen por
dos arcos paralelos de ladrillos, separados por la distancia que le permitía un ladrillo
mayor. Estos ladrillos transversales, según la generatriz, se colocaban muy próximos
para enlazar o unir dichos arcos paralelos. Los huecos entre estos arcos y traviesas se
llenaban, también, de hormigón”.

Restaría por terminar de excavar ambas estancias 1 y 4 para buscar más datos sobre
la morfología de la cubierta y la disposición de las bóvedas. En todo caso, parece que
éstas siguen dirección E-W, no descartando las opciones aún bien de una única bóveda
para cada estancia, bien de tres a distinta altura y en paralelo o bien de que algunos tra-
mos de la estancia estuviesen cubiertos con un techo plano. Serán objetivos plausibles
de las siguientes campañas, puesto que hemos corroborado que conforme excavamos
más hacia el interior de la ladera, se conserva más íntegro el escombro del desplome de
los techos.

El hallazgo de, al menos, dos nuevas estancias originalmente conectadas con los
ambientes 4 y 1, hacen que nos acerquemos aún más al esquema de tránsito racionali-
zado de salas o piscinas desde el calor hacia el frío o viceversa, aunque serán futuras
campañas también las que precisen la secuencia de cómo el visitante empleaba el com-
plejo espacialmente. Recuérdese, no obstante, que el esquema más común en las termas
hispanas es el denominado “lineal simple” (Ramallo 1989-1990).

El área superior a 1.000 metros (vide supra), las técnicas constructivas complejas y
sólidas, la decoración musiva, los estucos y los mármoles indican que la Fase I sería una
promoción monumental costosa. Esto se precisará más en el apéndice destinado al estu-
dio de mármoles, pero la presencia de ciertos tipos de piedra cuyo uso es exclusivo pri-
vilegio del emperador o cuyo acceso sólo se pudo tener con su permiso explícito (rosso
antico, por ejemplo), por un lado vuelven a vincular el complejo con la magna obra de
desarrollo urbanístico de Valeria entera en el S. I y aportan más datos sobre la iniciati-
va imperial en ella. Esta predilección de unos tipos concretos de mármoles tiene rela-
ción directa con el color específico de los mismos (García-Entero 2014; Becerra 2015).

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Las termas romanas de Valeria

Por último, repetimos que se ha corroborado la existencia de una fase original y de


más entidad, que da lugar a la esencia del complejo y su decoración y una segunda fase
de uso (+ reparaciones) en la que éste se reforma. Sobre esta Fase II, de momento, se ha
documentado la reforma de un hueco, la disposición de un banco perimetral en el
Ambiente 4, la modificación de la piscina, actividades en la palestra y la ampliación de
los sistemas de evacuación de agua fuera del edificio. Pero también se documenta una
modificación en las decoraciones, bastante solapada o difícil de hacer independiente de
las labores de reparación lógicas de un espacio que, al menos, está en uso durante 300
años. Estas acciones se visualizan sobre todo en cambios y añadidos en la decoración
marmórea que, en muchas ocasiones, reaprovecha piezas antiguas para adaptarlas a nue-
vas necesidades o las recoloca.

Ya hemos puesto como ejemplo en otras publicaciones el caso de las termas de las
ciudades de la Cuenca del Duero (Aquae Flaviae, Asturica Augusta, Bracara Augusta,
Lancia, Clunia, Termes, Tongobriga o Uxama Argaela), que también oscilan cronológi-
camente entre el S. I d.C. y el S. III-IV d.C. y que presentan varias fases constructivas
reflejadas en cambios de planta y de decoración. Pero nos interesa, sobre todo, cómo
experimentaron las mayores reformas alrededor del S. II d.C. (Núñez 2008). Ello ha de
deberse a cambios en los gustos y en las necesidades urbanas que ocurren a todos los
niveles de las esencias socieconómicas y culturales del Imperio (una obra muy accesi-
ble y elocuente sobre las transformaciones sociales y culturales a lo largo de la
República, el Alto y el bajo Imperio en Roldán 1995) y de los que no es ajeno el caso
de Valeria. Tampoco es casual que casi todos los edificios de termas en las urbes hispa-
nas –a excepción de aquellos baños minero-medicinales que perduran hasta el presente-
marquen el final de su existencia entre el S. III y el IV. No se trata de una circunstancia
localizada, sino que es parte de los cambios profundos e intensos que atañen a toda la
ciudad romana a lo largo del Bajo Imperio y la Tardoantigüedad y que se reflejan en
Valeria y en el resto de ciudades de Hispania (Diarte 2009 y 2011): Las áreas de repre-
sentación pública que caracterizaban el estereotipo de ciudad durante el Imperio pierden
su razón de ser y su funcionalidad. Todo lo público delega su fuerza frente a lo privado
y cobra auge también el poblamiento rural frente al urbano. Ello se lee sobre todo en la
evolución de los foros y las basílicas, que se reaprovechan como espacios para diversos
fines populares tales como el de la vivienda o usos productivos o agropastoriles, pero
también en el resto de edificios públicos, ya sean los teatros, los anfiteatros o las termas.
En otros casos los edificios se abandonan directamente, como es el caso concreto del
complejo termal de Valeria. Nuestro caso se convierte, así y por su largo recorrido cro-
nológico entre el S. I y el III, en un material perfecto para leer sobre él cuestiones de la
evolución del urbanismo, la economía, la cultura y la sociedad romana en Hispania.

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Santiago David Domínguez-Solera, Javier Atienza, Míchel Muñoz

Conclusiones
Puesto que la entidad del complejo ha vuelto a superar de nuevo y felizmente las
expectativas previas, no se han podido alcanzar los objetivos de conocer la extensión total
del mismo ni se puede aún valorar la cubrición definitiva. Sí que se han podido localizar
nuevos ambientes y ampliar sustancialmente la información sobre los que previamente
conocíamos. Sí se han podido delimitar los ambientes 1, 4 y 8 y uno de los objetivos de la
siguiente campaña ha de ser excavarlos por completo. Entonces se podría pensar ya y tras
mucho dilatarlo en la cubrición definitiva y mediante una edificación adecuada de tales
espacios, intentando restituir las piezas de derrumbe en su posición original. Como ya
tenemos información sobre la altura y las cubiertas de ellos, podríamos recomendar que el
edificio nuevo sea una recreación volumétrica de cada ambiente. También pensamos que
sería conveniente restituir las piezas de cantería estructurales en su posición original. No
cubrir adecuadamente el espacio tras el siguiente proceso de excavación significaría un
peligro para los pavimentos marmóreos y musivos estudiados en 2018 y restaurados.

Por constreñimientos presupuestarios (no se concedió la subvención de investigación


de la JCCM, cuyos aportes irían destinados a tal fin) no se han podido enviar a procesar
las muestras de cal para datación absoluta por C-14 (AMS de su contenido orgánico).
Éstas, tomadas de la base del mosaico del suelo del Ambiente 4 y de un escombro de
mosaico parietal del mismo espacio, se mantendrán guardadas para ser enviadas en la
siguiente campaña.

Recordamos que, hasta la fecha, ha sido entregado en el Museo Arqueológico de


Cuenca todo el material arqueológico recuperado en las campañas de 2014 a 2017 en las
Termas de Valeria. El de la campaña de 2018 también, a excepción de la colección de már-
moles, que se encuentra aún en estudio por parte de uno de los firmantes (es la base de su
tesis doctoral). Será entregado el mármol a lo largo de la campaña de 2019.

La dotación de un taller de empleo como dotación humana para el presente proyecto


de investigación ha resultado nuevamente de alta efectividad en lo que a rendimiento en
campo y laboratorio se refiere. Agradecemos a sus responsables (la directora Mayte Cuesta
y al Ayuntamiento el haber podido repetir una fórmula que funciona y que esperamos repe-
tir en la siguiente campaña.

También ha sido eficaz el procedimiento de difusión de los resultados a nivel divulga-


tivo (prensa y visitas). Ahora resta la publicación en medios especializados de la presente
campaña. Hasta la fecha, toda la información obtenida en campo ha sido puesta a disposi-
ción de la comunidad científica. De cualquier modo, quedan muchas líneas de investiga-
ción trazadas al respecto de este edificio y que, por supuesto, no podemos acometer solos
los miembros del equipo científico que hasta ahora venimos trabajando. Otro de los obje-
tivos para el siguiente año ha de ser el de animar a estudiantes y a expertos ya consolida-
dos a sumarse al programa investigador y de trabajo.

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Las termas romanas de Valeria

Figura 1: Planta de la excavación en las Termas Romanas de Valeria. Comparativa entre el área exca-
vada en 2017 y en 2018, cotas, secciones, distinción de muros (CF), ambientes y materiales pavimen-
tales (lámina de Santiago David Domínguez-Solera).

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Figura 2. Arriba: Lectura estratigráfica muraria de los CF 3 y 10 y corrección de las unidades de los
ambientes 1 y 4 según los datos de la Campaña de 2018 (lámina de Santiago David Domínguez-
Solera). Abajo: Vista aérea general del área de excavación en 2018 (foto de Dorian Sanz).

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Las termas romanas de Valeria

Figura 3: Foto cenital del mosaico del Ambiente 4 y detalles de los motivos identificados durante el
año 2018 (fotos y lámina de Santiago David Domínguez-Solera y Dorian Sanz).

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Santiago David Domínguez-Solera, Javier Atienza, Míchel Muñoz

Figura 4: Algunos materiales destacados, recuperados en la Campaña de 2018 y descritos en el texto.


Torso de estatua femenina, fragmento de fíbula, dedo pulgar de estatua y ejemplo de pieza marmórea
de la decoración parietal (lámina Santiago David Domínguez-Solera).

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Las termas romanas de Valeria

Figura 5. Vista general del pavimento de mármol del Ambiente 1 al final de la excavación de 2018
(fotografía Santiago David Domínguez-Solera).

Figura 6. Vista general del Ambiente 4 tras su excavación en 2018 (fotografía Santiago David
Domínguez-Solera).

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Figura 7. Antoniniano de Claudio II recuperado en la UE 709 en la campaña de 2018 (lámina:


Santiago David Domínguez-Solera).

Figura 8. Muestra de conchas de berberecho recuperadas en la UE 709 en la campaña de 2018 (lámi-


na: Santiago David Domínguez Solera).

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Las termas romanas de Valeria

Figura 9. Muestra de escombros de mosaicos parietales recuperados en la UE 709 durante la campa-


ña de 2018 (fotografía Santiago David Domínguez-Solera).

Figura 10. Derrumbe del CF 3 sobre la Palestra o Ambiente 5 (Lámina: Santiago David Domínguez-
Solera).

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Figura 11. Vista del CF 6 o muro Este del Ambiente 4 (fotografía Santiago David Domínguez-Solera).

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Las termas romanas de Valeria

Figura 12. Derrumbe del CF 3 sobre la Palestra. Detalle de los sillares estructurales del muro una vez
excavados (fotografía Santiago David Domínguez-Solera).

Figura 13. Desagües bajo la Palestra (fotografía Santiago David Domínguez-Solera).

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Santiago David Domínguez-Solera, Javier Atienza, Míchel Muñoz

Figura 14. Desagües bajo la Palestra o Ambiente 5 y pavimento de ladrillos romboidales cerámicos
(fotografía Santiago David Domínguez-Solera).

Figura 15. Detalle de los ambientes 1 y 5 durante su excavación (lámina: Santiago David Domínguez-
Solera).

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Las termas romanas de Valeria

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Las termas monumentales de Segobriga

Las termas monumentales de Segobriga

1
Juan Manuel Abascal Palazón

En la plataforma que se extiende al oeste del foro de Segobriga, ocupada en uno de


sus extremos por la ermita de San Roque, se encuentran las que hemos dado en llamar
desde su excavación hace dos décadas como “termas monumentales”. Esa consideración
deriva de las dimensiones y decoración que tuvo el conjunto original y de su seguro
carácter público, que fue ubicado en una zona del casco urbano en la que se podía garan-
tizar una permanente exposición a la luz del sol, sin obstáculos de otras construcciones,
de tal manera que la zona en la que se requería mayor temperatura ocupara la posición de
2
mediodía . Hasta aquí debió llegar el acueducto de Segobriga que traía las aguas desde la
cercana localidad de Saelices (Almagro Basch 1976: 875 902; id. 1978: 155 167. Cf.
Cebrián y Hortelano 2014: 141-156).

Las campañas de excavación de este edificio se prolongaron desde 1995 a 1997 y


tuvieron continuidad en la exhumación de un edificio absidiado con funciones de repre-
sentación que separa el foro de las termas y que fue construido a la vez que aquellas y
con una cimentación corrida común. Este edificio fue interpretado en su día como tem-
plo (Abascal et alii 2002: 146-153). Hoy no podemos mantener esta interpretación, aun-
que es probable que la presencia de una exedra a la que se accede mediante una escale-
ra, así como la evidencia de que en ella hubo algunos pedestales de estatua sobre suelo
de mosaico geométrico blanquinegro, pueda indicar que estamos ante un espacio vincu-
lado al culto imperial.

1 Universidad de Alicante.
2 Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación Sociedad romana y hábito epi-
gráfico en la Hispania citerior, HAR2015-65168-P (MINECO/FEDER), subvencionado por el
Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España. Sobre la ciudad romana
de Segobriga véase Abascal y Almagro Gorbea 2012: 287-370, en donde se recoge también la biblio-
grafía anterior; un resumen se encuentra disponible en Abascal 2014: 1717-1721. Las excavaciones a
que se refieren estas páginas tuvieron lugar en los años 1995-1997 y fueron financiadas con el conve-
nio suscrito por la Consejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y el
Instituto Nacional de Empleo. Las termas han sido publicadas en Abascal et alii 2002: 153-157, en las
que puede encontrarse la información que se repite en estas páginas; un avance se dio en Abascal et
alii 1997: 38-45 y Almagro Gorbea y Abascal 1999: 103-112.

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Juan Manuel Abascal Palazón

Las termas y el citado edificio, cuyas dimensiones son 35,81 m de longitud y 19,53 m
de anchura (Abascal et alii 2002: Fig. 8), estaban separados por una escalera de 3,90 m
de anchura y peldaños de 28/30 x 38/45 cm de sección (figura 3) que conducía a la pla-
taforma de ingreso a las termas, lo que permitía conectar estos dos conjuntos construidos
a cotas diferentes. En total, ambas estructuras formaron un complejo de 127,62 m de lon-
gitud y 19,53 m de anchura (unos 432 x 66 pies), aunque el extremo noroeste de las ter-
mas se ensancha hasta los 39,06 m (figuras 1-2).

El relleno de las zanjas de cimentación del edificio de representación contiguo a las


termas proporcionó materiales de época neroniana, mientras que en la horizontalización
interior sobre la que apoyaba el pavimento se mezclaron algunos materiales cerámicos de
época claudia y neroniana. Estos espacios fueron reformados entre los siglos IV y V d.C.,
como muestran los materiales asociados a las nuevas estructuras que compartimentan el
recinto y que incluyen dos monedas de Honorio, una de Graciano y fragmentos de terra
sigillata africana D de los siglos IV y V d.C.; entre los rellenos de esta fase se encontró
un retrato masculino de mármol blanco del siglo I d.C. y un altar con inscripción dedica-
do a Fortuna. En época visigoda y altomedieval proliferan los silos con basureros en la
parte central del edificio y luego el área se emplearía para encerrar ganado tal y como

Figura 1. Vista aérea de las termas de Segobriga y de los edificios contiguos en junio de 2004. En el
centro de la imagen se ve la palestra y, a su izquierda, la natatio y los dos apodyteria contiguos al fri-
gidarium, el tepidarium de cabecera absidiada, y un caldarium delante de la ermita (Fotografía Equipo
Arqueológico de Segobriga).

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Las termas monumentales de Segobriga

prueban dos sillares vaciados en forma de pilas para abrevaderos. Todos estos cimientos
y la escalera que une los dos edificios (figura 3) apoyan en la roca del terreno; la exca-
vación demostró que en esta zona no hubo ningún otro edificio anterior.

Las termas formaban un edificio aislado, exento en sus lados mayores y en el extre-
mo occidental y separado por la escalera del edificio de representación ya señalado. En
la práctica, era posible circunvalar todo el edificio, porque fue concebido como una insu-
la independiente. Su planta era rectangular, pero en el extremo ocupado por la zona de
hornos se le añadió un conjunto de estancias agrupadas en un triángulo que hacen hoy de
las termas un espacio con un aspecto ciertamente irregular (figuras 1-2). Su longitud
máxima es de 87,91 m (300 pies romanos) y su anchura máxima alcanza los 39,06 m (132
pies). En el muro perimetral que engloba todo el conjunto murario se alternan los para-
mentos de opus caementicium con pilares de sillería.

Los cimientos del edificio están alojados en un pequeño cajeado irregular en la roca
y su profundidad nunca rebasa los 60/65 cm. Cuando la roca lo permitía y el edificio lo
aconsejaba se colocó una base de sillarejo sobre la que se alzarían luego los primeros
sillares; en otros puntos del edificio, en donde los muros tenían que hacer frente a empu-
jes menores de la estructura –como ocurre en el flanco suroriental– el muro se encofró
directamente sobre la roca. Los materiales recuperados en los rellenos de cimentación son
en todos los casos anteriores al año 80 d.C., en consonancia con los aparecidos en la zona
de cimientos correspondiente al contiguo edificio de representación.

El mayor interés de este conjunto termal radica en el conocimiento que ahora tenemos
de las obras de infraestructura que se llevan a cabo para canalizar las aguas residuales y
que implicaron excavar toda la zona hasta el nivel de roca para construir los diferentes
canales antes de la construcción propiamente dicha de las termas. Desde el punto de vista
técnico, la edificación del espacio termal supuso una detallada planificación previa y la
dotación del correspondiente alcantarillado perimetral que permitía la evacuación de las
aguas fuera de las murallas.

El más importante de esos canales era el que permitía la evacuación del agua de la
natatio situada entre los apodyteria (véase más abajo), que constituía el único espacio ter-
mal saturado de agua a modo de piscina, pues el resto de los recintos debía estar organi-
zado en torno al empleo de bañeras (labra) que contenían cantidades más reducidas de
agua y que podían ser aliviados con pequeños canales en superficie. El canal que sale de
la natatio hacia el este está tallado en la roca (figura 4), forrado con sillarejos, y fue
cubierto con losas antes de comenzar a verter sobre él los rellenos que permitirían la cre-
ación de la terraza artificial ocupada por las termas. Esos rellenos fueron contenidos con
un gran antemural subterráneo de 18,10 m de longitud y unos 95/100 cm de anchura, que
atraviesa el edificio de sureste a noroeste, cimenta sobre la roca, y fue situado a tres
metros del muro de cierre del edificio por el nordeste, justamente donde la nivelación

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había de tener una mayor potencia, garantizando así la seguridad de la construcción; su


gran resistencia sirvió al mismo tiempo para sostener uno de los muros interiores del
deambulatorio de la palestra. En esos rellenos aparecieron numerosos materiales cerámi-
cos que no rebasan los primeros años de la época flavia, estando ausente la terra sigilla-
ta hispánica.

El muro perimetral del flanco suroriental apenas recibía empujes de los rellenos, pero
en el noroccidental y, especialmente en la esquina septentrional, el nivel de circulación
alcanzó casi los tres metros de altura respecto a la base del cimiento y fue necesario hacer
allí acopio de una gran cantidad de metros cúbicos de piedras y tierra (Figura 3), con lo
que en esta zona fue necesario tomar precauciones adicionales para garantizar la estabi-
lidad del edificio. De ese modo, mientras que todo el lienzo perimetral muestra una alter-
nancia de paños de opus caementicium trabados con pilares de sillería, en esta zona esos
pilares están más cercanos entre sí y son de mayor tamaño, tratando así de evitar la apa-
rición de grietas en los paños de opus caementicium y el hundimiento del edificio. El
sobredimensionamiento de los cimientos implica un cálculo eficaz de las necesidades de
cimentación que sólo puede responder a una cuidada planificación arquitectónica.

Figura 2. Planta de las termas monumentales tras la excavación bajo la actual ermita: 1, Plataforma
del acceso principal; 2, palestra; 3, pedestal en la palestra; 4, natatio con plataformas laterales y esca-
lera de acceso; 5, frigidarium con dos apodyteria; 6, tepidarium; 7-8, caldaria; 9, praefurnium; 10-11,
hornos; 12, laconicum; 13, salida de canales; 14, muro perimetral; 15-17, habitaciones de servicio y
mantenimiento (?); 18, laconicum de la primera etapa de las termas (Dibujo: J. M. Abascal).

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Las termas monumentales de Segobriga

La excavación del edificio permitió determinar que los paños de opus caementicium
se encofraron con tablas cuya anchura oscilaba entre los 30 y los 35 cm de anchura y que
llegaban a superar en algún caso los 4,5 metros de longitud. Las huellas de esas tablas
quedaron marcadas en algunos lienzos exteriores. Al mismo tiempo, la estructura del
encofrado fue sustentada sobre un conjunto de vigas de madera de sección cuadrada (10
x 10 cm), que fueron colocadas en perpendicular al muro cada 1,5 metros para garantizar
la horizontalidad de los paños. De esta manera, el trabajo de encofrado se podía realizar
de una sola vez entre dos pilares de sillería pese a que estos estuvieran muy distanciados
entre sí.

El edificio de las termas estaba completamente cubierto salvo en el patio de la pales-


tra, que estaba rodeada por pórticos cubiertos en tres de sus lados (figuras 1-2). Los ele-
mentos recuperados en las excavaciones han permitido saber que la fachada exterior esta-
ba decorada con una cornisa en la que se esculpieron casetones, ovas y dardos, que pro-
longaba la estética del edificio de representación que separaba las termas del foro.

Las termas responden a un modelo lineal bien conocido (figuras 1-2), con un solo sen-
tido de circulación desde la entrada, de modo que palestra, apodyteria, frigidarium, tepi-
darium, caldarium y laconicum podían recorrerse en ese orden de este a oeste3. Como
corresponde a un edificio en el que hay que preservar la temperatura de las zonas más
calientes, el tránsito entre unas dependencias y otras se realizaba a través de estrechos
umbrales con vanos probablemente adintelados, a juzgar por el reducido número de dove-
las recuperadas en las excavaciones.

El ingreso al edificio desde la escalera (figura 2, nº 1) y plataforma exterior (figura 3)


se realizaba a través de una puerta de 1,70 m de anchura en la fachada nororiental. Esa
puerta debió ser de doble hoja, aunque no podemos confirmarlo por haber desaparecido
el umbral original con las quicialeras.

La primera estancia que encontraba el visitante era un gran patio rectangular portica-
do en tres de sus lados y con unas dimensiones de 29,25 x 18,50 m, que probablemente
fue la palestra (figura 1 y figura 2, espacio 2)4. Cada uno de los lados largos del pórtico
estaba formado por 12 columnas de 50 cm de diámetro que se apoyaban en un plinto cua-
drado de 75 x 75 cm con estilóbatos laterales de 135 x 50 cm que trababan estos zócalos.
Las galerías cubiertas del pórtico estaban pavimentadas con una capa muy fina de opus
signinum sobre mortero con cantos rodados que, en varias zonas, estaban colocados

3 Este tipo de termas de disposición axial es sobradamente conocido. Véase Nielsen 1990: vol. 2, fig. 1. La
estructura de los conjuntos termales domésticos de Hispania ha sido estudiada en detalle en García-Entero
2005: 785-835. Los principales conjuntos termales urbanos están explicados en Fernández Ochoa y García-
Entero 2000. Los principales paralelos hispanos de las termas segobrigenses ya fueron destacados en Abascal
et alii 2002: 156, por lo que omitimos aquí la repetición de esos datos.
4 Sobre este tipo de palestras véase Yegül (1992: 55-57).

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directamente encima de la roca natural. El espacio central descubierto tenía una alinea-
ción óptima para recibir luz solar durante una gran parte del año, de modo que los pórti-
cos protegían de los vientos de esta zona de la Meseta en invierno y la temperatura inte-
rior debía ser bastante agradable.

Al excavar este patio se pudo documentar la presencia en su lado estrecho occidental


de un pedestal moldurado que, por sus dimensiones, parece corresponder a una imagen
sedente e incluso a una pequeña estatua ecuestre. A ello apunta la recuperación en sus
proximidades del fragmento en caliza de una pata de caballo5.

Desde las dos galerías porticadas de la palestra se accedía mediante estrechos umbra-
les a los apodyteria (figura 2), dos estrechos pasillos que en 1574 aún conservaban las
taquillas para la ropa en las paredes y que mantenían una altura respetable, a juzgar por
el testimonio de un visitante tan ilustre como Ambrosio de Morales:

“tiene al derredor toda unas ventanillas juntas unas con otras, que no pasan la
pared, sino que parecen hechas para ornamento, y para guardar en ellas algo
como los libros de los actos públicos, que allí en el Senado hiciesen, ú otras cosas
semejantes. Las paredes de este templo están en pie por los lados hasta altura de
cinco ó seis tapias, todo lo demás está derribado” (Morales 1792: 1000. Transcrito
también en Quintero 1913: 45).

Figura 3. Escaleras de acceso a las termas y parte septentrional del edificio en fase de excavación, con
los sillares de la esquina expoliados (Abascal et alii 2002: Taf. 17a).

5 La presencia de estatuas en espacios termales está bien documentada en numerosos centros urbanos del
mundo romano; véase Nielsen (1990: 5 y 42).

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Desde los apodyteria se accedía a un amplio frigidarium pavimentado con un mosai-


co polícromo con un tema principal de cuadros amarillos y rojos y provisto de una cene-
fa lateral de bandas oblicuas amarillas y blancas enmarcadas por filetes negros. Los úni-
cos vestigios in situ del mosaico se documentaron cerca de las paredes de la sala, en
donde habían quedado protegidos por los derrumbes y hace dos décadas ya dimos a cono-
cer algunas imágenes de ellos (Abascal et alii 1997: 43-44; Almagro Gorbea y Abascal
1999: 110, fig. 73). Aunque los motivos decorativos prácticamente no se conservan, el
aspecto tosco del mosaico, el empleo de policromía (blanco, negro, amarillo, rojo) y el
tamaño de algunas teselas, que superan los 2 e incluso los 3 cm en alguna ocasión, sugie-
ren una fecha tardía, tal vez de hacia el siglo IV d.C., aunque aún no se pueda datar por
testimonios arqueológicos.

Esta primera sala del conjunto hidráulico propiamente dicho tenía como elemento
central una natatio de reducidas dimensiones cuyo pavimento de opus spicatum debió
estar cubierto por mortero de opus signinum que ya ha desaparecido (figura 2, espacio 5).
A los lados, la natatio estaba forrada en sus cuatro paredes por grandes losas trabadas
entre sí mediante toros y escocias laterales, y una de esas losas tenía una perforación inte-
rior que permitía el desagüe de la piscina mediante el canal tallado en la roca. Ese canal
subterráneo, al que ya hemos aludido antes como la primera obra de la infraestructura del
edificio, tenía 30 metros de longitud y una pendiente del 3,9% (Figura 4). En su recorri-
do atravesaba toda la palestra y luego giraba 90º hacia el norte para salir al exterior a tra-
vés del muro noroccidental y verter las aguas en un canal exterior que las transportaba a
la cloaca principal, que aún se conserva bajo el suelo de Segobriga.

Figura 4. Canal de evacuación de las aguas de la natatio del frigidarium en su discurrir por debajo de
la palestra, cuando gira para dirigirse hacia la salida del edificio (Abascal et alii 2002: Taf. 18b).

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A ambos lados de la natatio, la roca fue tallada de una manera más o menos regular,
de modo que un simple pavimento de madera permitía crear dos espacios auxiliares para
los bañistas. Desde uno de ellos se accedía a la natatio mediante una modesta escalera de
piedra que aún se conserva.

Desde este espacio en el que coexistían apodyteria y natatio, seguramente el frigida-


rium, se accedía a una segunda sala que debió tener la función de tepidarium, pues care-
ce de hypocaustum y la cercanía de los hornos permitiría disponer allí de agua templada
en recipientes al alcance de cualquier usuario y de una temperatura adecuada que se ele-
vaba al cruzar al caldarium. Este tepidarium rectangular (Figura 2, estancia 6), cuyos
muros de opus caementicium se conservan a una altura mayor que en el resto del con-
junto, disponía de una cabecera absidiada y eso debió dar pie a su reempleo como tem-
plo cristiano en la Edad Media, lo que explica su mejor grado de conservación. Esa cabe-
cera absidiada estaba regularizada al exterior en forma rectangular, al igual que ocurre
con el laconicum que luego describiremos y que hoy alberga el ábside de la actual ermi-
ta (Figura 2, estancia 12). Esta solución técnica parece un rasgo de fábrica de este edifi-
cio. Este tepidarium no fue un ámbito inundable y su función termal se debió realizar úni-
camente mediante bañeras. Al pie de la cabecera absidiada se conserva una salida de agua
que conduce a la red de canales que desagua hacia el sureste y que recogía todas las aguas
termales del recinto excepto las de la natatio, que iban en dirección contraria. Hay que
tener en cuenta que la topografía del lugar condicionó la distribución de todo este siste-
ma de desagües, que no pudo concentrarse en una sola zona de evacuación6.

Tras el tepidarium se accedía a las salas más calientes del edificio, dos probables
caldaria y el laconicum, que estaban alineados en dirección este – oeste y poseían en
todos los casos un pavimento sobre suspensurae bajo el que circulaba el calor produ-
cido por los hornos laterales. Toda esta zona está muy degradada pues el primer cal-
darium (figura 2, estancia 7) fue desmontado para convertirlo en el porche hoy des-
aparecido de la ermita, de modo que sólo pudimos descubrir en las excavaciones la
base de las suspensurae del pavimento y las entradas laterales desde los hornos, hoy
empleadas como improvisados accesos a la entrada de la ermita. Los bancos corridos
de la fachada principal de esta son en realidad los muros que separaban los dos
ambientes del caldarium que fueron desmochados hasta la altura requerida. La nave
interior de la ermita (Figura 2, estancia 8) fue uno de esos ámbitos del caldarium y los
muros laterales son aún los romanos, sucesivamente reparados y enjalbegados hasta
disfrazar su aspecto original. Al excavar la nave de la ermita en 1999, aún encontra-
mos algunas de las bases de las suspensurae del pavimento, con varios ladrillos cua-
drados pedales aún en su emplazamiento original.

6 Abascal - Almagro Gorbea - Lorrio, 1997: 44 con dos fotografías de la red de canales de la parte meridio-
nal del edificio. Estos canales recogían las aguas del frigidarium y de la zona perimetral del edificio para evi-
tar problemas de cimentación, de forma que eran canalizadas hacia el oeste y lanzadas a una cloaca en el extre-
mo occidental del cerro ocupado por Segobriga.

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Las termas monumentales de Segobriga

El actual paso de la nave de la ermita al ábside lo fue antiguamente del caldarium al


laconicum, de modo que el aspecto semicircular interior ha fosilizado el del espacio
romano original. Por el contrario, al exterior todo el conjunto fue regularizado para dotar-
lo de un aspecto rectangular (figura 5) y los lienzos que hoy se ven en pie son los roma-
nos con muy pocas modificaciones. La reutilización de esta zona como espacio de culto
cristiano a partir del siglo XVI, en sustitución de la vieja ermita que ocupaba el tepida-
rium, ha permitido la conservación de esta parte del edificio romano en unas condiciones
inmejorables. Los lienzos originales romanos conservan una altura de más de cinco
metros y fueron construidos con un núcleo de hormigón forrado con sillarejo.

En el lado de poniente, la construcción del muro perimetral del recinto creó una terra-
za artificial que envolvía las termas, dejando un espacio no construido entre éstas y la cer-
cana muralla. En época romana, la topografía de la ciudad presentaba aquí un fuerte des-
nivel, muy parecido al que existe hoy, de forma que esta calle trasera debió ser poco más
que una zona de paso, con un preparado de suelos para evitar su rápido deterioro; muy
pronto se convirtió en vertedero de cenizas y materiales de construcción de las termas.

Las termas fueron saqueadas de forma sistemática para obtener materiales de cons-
trucción desde el Renacimiento. Prueba de ello es que, frente al edificio que Ambrosio de

Figura 5. Exterior del laconicum de las termas, convertido hoy en ábside de la ermita. Los paños de
sillarejo que se ven, con sucesivos arreglos, son los originales romanos (Abascal et alii 2002: Taf. 18c).

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Morales aún pudo describir (véase más arriba), las estructuras excavadas corresponden a
un conjunto en el que se robaron todos los sillares hasta las cimentaciones mediante un
sinfín de zanjas de expolio. El mejor ejemplo visible se encontró en la esquina norte del
conjunto, la más próxima al camino que conduce al anfiteatro. Allí los sillares fueron
extraídos hasta la base de la cimentación haciendo desaparecer en su totalidad la esquina
del edificio, lo que permitió ver en su interior los rellenos que se emplearon para la nive-
lación del cerro (figura 3).

La fecha de construcción de este edificio coincide con la de otros conjuntos monu-


mentales de la ciudad. Si hacemos caso a los hallazgos del subsuelo y a los restos halla-
dos en las zanjas de cimentación, las termas pudieron entrar en uso a comienzos de la
época flavia, en los últimos treinta años del siglo I de nuestra era, una época en que el
centro monumental de la ciudad ya estaba en pie y en la que los ciudadanos podían vivir
en plena armonía estética con su entorno urbano, disponiendo de los espacios públicos y
de ocio que cualquier habitante de una ciudad del impero romano podía esperar del celo
de sus gobernantes.

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Las termas monumentales de Segobriga

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La captación de aguas y el inicio del acueducto de Segobriga

La captación de aguas y el inicio


del acueducto de Segobriga

1
Juan Manuel Abascal Palazón

En 1976, Martín Almagro Basch publicó un amplio y documentado trabajo sobre el


principal acueducto de Segobriga (Almagro Basch 1976: 875-901) que completó dos
años más tarde con los datos de su cronología (Almagro Basch 1978: 155-167) y que
retomaba un antiguo informe elaborado hace ya siglo y medio sobre el abastecimiento de
agua a la ciudad romana (Sánchez Almonacid 1889: 160-170). El trabajo de 1976 de
Almagro comprendía dos estudios, el relativo al transporte del agua mediante tubería de
plomo y la captación (caput aquae) propiamente dicha (Almagro Basch 1976: 876), sobre
2
la que volvemos ahora .

El sistema de abastecimiento de agua a Segobriga pudo ser una red múltiple basada
en diferentes captaciones para aumentar el caudal disponible y poder atender las necesi-
dades de la ciudad romana y de las villae del entorno. Además, algunas de esas villae,
como las situadas al norte y noroeste del centro urbano más allá del circo y de los espa-
cios de necrópolis, pudieron tener su propio sistema de suministro. Por eso no es descar-
table que en los próximos años o en las próximas décadas se descubran nuevos acueduc-
tos que completen la información sobre el tronco principal del que tratan estas páginas.

El que hoy conocemos como acueducto de Segobriga (figura 1) tiene su origen en las
rocas sedimentarias sobre las que se asienta la localidad de Saelices (Cuenca). Al nor-
deste de la localidad, y a una profundidad que llega a alcanzar los quince metros, una
serie de galerías subterráneas talladas a pico en la roca permitían que las aguas retenidas
en el subsuelo fueran cayendo por gravedad, de manera que este conjunto de ramifica-
ciones se iba concentrando en un tronco mayor que proporcionaba caudal suficiente para
el abastecimiento de la ciudad romana (Cebrián y Hortelano 2014: 141-156). La capta-

1 Universidad de Alicante.
2 Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación Sociedad romana y hábito epi-
gráfico en la Hispania citerior, HAR2015-65168-P (MINECO/FEDER), subvencionado por el
Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España. Sobre la ciudad romana
de Segobriga véase Abascal y Almagro Gorbea (2012: 287-370), en donde se recoge también la biblio-
grafía anterior; un resumen se encuentra disponible en Abascal (2014: 1717-1721).

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ción subterránea, que incluía algunas obras de fábrica para poder sanear los canales, se
desarrolló en un tramo de unos 475 metros de longitud entre las inmediaciones del casco
urbano y la llamada Fuente de la Mar, lugar en que el agua era reunida en un castellum
aquae hoy desaparecido y, mediante tubería de plomo encajada en una conducción de
opus caementicium, discurría en pendiente hasta Segobriga.

Si tenemos en cuenta que la Fuente de la Mar (39º, 55’, 37,51” N - 2º, 47’, 49,03” W)
se encuentra a 895 metros de altura y que las termas monumentales que ocupan el espa-

Figura 1. Propuesta de recorrido del acueducto principal de Segobriga a partir de las excavaciones de
M. Almagro Basch y de las prospecciones posteriores, tomando como base el Mapa Topográfico
Nacional 1:25.000 del Instituto Geográfico Nacional. El trazo discontinuo es sólo una propuesta que
pasa por aceptar la existencia de sifones en el área de “Pinilla”. El último tramo junto al Centro de
Interpretación de Segobriga está excavado y visible. La zona en color gris es la del área de captación
a que se refieren estas páginas.

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cio junto a la ermita en Segobriga están a una cota de 839 metros, podemos estar segu-
ros de que el agua llegaba con presión suficiente y que podía sortear mediante sifones los
diferentes obstáculos que encontrara en su camino. En la parte baja de la ciudad, cerca
del actual centro de interpretación del Parque Arqueológico, se encuentra un tramo de esa
conducción de opus caementicium a una cota final de 821 metros, unos 74 metros por
debajo del nivel de la Fuente de la Mar. Entre aquella y este punto hay 4,45 km en línea
recta, aunque el acueducto describía una serie de curvas y giros que llevaron su recorri-
do en este tramo hasta los 4,95 km.

Las galerías de la captación, antes de alcanzar la Fuente de la Mar, fueron exploradas


en 1876 por los vecinos de Saelices para solucionar los problemas de abastecimiento a la
localidad, lo que dio lugar a una excavación a gran profundidad para reconducir las aguas
y a la modificación de la obra romana en diferentes lugares, transformaciones que siguie-
ron hasta los años 70 del siglo pasado (Almagro Basch 1976: 877). Los trabajos de 1876
se centraron en el tramo de la captación propiamente dicha que, como hemos menciona-
do, mide unos 475 metros de longitud entre las inmediaciones del casco urbano y la lla-
mada Fuente de la Mar. Los datos de la descripción realizada entonces por M. Sánchez
Almonacid concuerdan con los expuestos un siglo más tarde por M. Almagro Basch y con
los reconocidos en fechas posteriores.

Figura 2. Interior de las galerías de captación del acueducto de Segobriga. Fotografías de M. Almagro
Basch empleadas por cortesía de M. Almagro Gorbea.

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A mediados de los años 70 del siglo pasado se volvieron a explorar las galerías bajo
la dirección de M. Almagro Basch, esta vez con criterios científicos, y gracias a ello dis-
ponemos hoy de datos de mediciones y de una amplia serie de imágenes (figura 2), una
parte de las cuales fueron publicadas en el trabajo de 1976. En aquel trabajo se puso el
énfasis en la estructura de las galerías (Almagro Basch 1976: 879-883), algunas de ellas
con poyos laterales (Almagro Basch 1976: 883 y lám. XIII. Véase figura 2) y en el tra-
bajo del specus de opus caementicium desde la Fuente de la Mar hasta Segobriga, para
lo que se excavaron diferentes tramos, registros, puntos de decantación, etc. en lugares
como “Las Olivas”, “Los Vallejos” y “Los Terreros” (Almagro Basch 1976: 885-893 con
las fotografías). A corta distancia de la Fuente de la Mar, en el arranque de la conducción
del agua en dirección a Segobriga, las obras de la carretera CM-310 pusieron al descu-
bierto en 1999 un importante tramo del acueducto en opus caementicium que fue exca-
3
vado y del que dimos a conocer una imagen (Abascal et alii 2002: Taf. 8b) que muestra
la homogeneidad absoluta de este tramo inicial respecto a los excavados por Almagro
Basch en su día.

En líneas generales, puede decirse que el canal por el que corre el agua durante varios
cientos de metros hasta salir a cielo abierto mantiene una inclinación constante para per-
mitir la formación del cauce por gravedad; sin embargo, discurre por debajo de la falda
del cerro ocupado por el pueblo, que tiene una pendiente muy acusada; eso significa que
en su tramo inicial la diferencia de cota entre la superficie exterior y el canal subterráneo
alcanza los 15 metros mientras que en el extremo final esa diferencia de cota desaparece
y el agua puede fluir entubada en plomo a cielo abierto. Al canal principal, que es casi
recto en la mayor parte de su recorrido, afluyen otra serie de galerías menores que ya des-
cribió también Sánchez Almonacid y que recogen el agua de otras zonas hasta sumar un
caudal que en su día fue muy importante y que llegó a rebosar en diversos puntos
(Sánchez Almonacid 1889: 163).

En todo el recorrido subterráneo existen diversos registros verticales, putei o spiracu-


li en la terminología latina, destinados a permitir el acceso a las galerías para realizar tare-
as de mantenimiento. Esos registros ya fueron identificados en 1876 por M. Sánchez
Almonacid, que alude a ellos como “lumbreras” (Sánchez Almonacid 1889: 165). Según
sus datos, el último de estos registros, el más cercano a la salida del agua a cielo abierto
tenía “forma ligeramente ovalada”; aguas atrás, a 6 metros de distancia, había un segun-
do registro de la misma forma y unos 21 metros aún más atrás un tercero, cuadrado y de
70 x 78 cm; unos 13,50 metros más atrás había un cuarto registro ovalado (Sánchez
Almonacid 1889: 165). Pero el texto de este autor, que mezcla descripciones en sentido
ascendente y descendente y que tan pronto se refiere a la zona subterránea como al spe-
cus de opus caementicium para tubería de plomo, es muy poco satisfactorio. Sólo la
exploración llevada a cabo por los colaboradores de M. Almagro Basch permitió enten-

3 Bajo la dirección de la Dra. Rosario Cebrián.

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der este laberinto subterráneo en el que se llegaron a contar 14 registros, uno de los cua-
les era circular (Almagro Basch 1976: 879): algunos de esos registros habían sido modi-
ficados por las obras modernas del abastecimiento de Saelices y otros no se veían ya
desde la superficie (Almagro Basch 1976: 879 y lámina V).

Así estaban las cosas cuando en 2002 los responsables de las excavaciones en
Segobriga nos interesamos por el asunto, sabedores de que alguno de los registros visibles
al exterior se había abierto de modo fortuito. Al mismo tiempo, en la descripción del acue-
ducto publicada en 1976 se habían reproducido imágenes de algunos de estos registros de

Figura 3. Arriba: perspectiva desde el oeste de los ocho registros del acueducto de Segobriga identifi-
cables en superficie en febrero de 2002 (Foto: J. M. Abascal). Abajo: posición de los ocho registros res-
pecto a la Fuente de la Mar y con referencia a las curvas de nivel, sobre una imagen de Iberpix (Instituto
Geográfico Nacional).

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control pero no se habían situado en un mapa ni se habían relacionado entre sí. El 24 de


febrero de 2002 llevamos a cabo una revisión de los registros que eran visibles al exterior
entre la localidad de Saelices y la Fuente de la Mar, pudiendo situarlos sobre plano, y tuvi-
mos la oportunidad de describir el interior de algunos de ellos que había quedado al des-
cubierto. Las notas que siguen, que no pasan de ser un apunte, tienen por objeto comple-
tar la información publicada en 1976 y fijar como bienes de interés arqueológico los ele-
mentos visibles de esta zona de captación del acueducto de Segobriga (figuras 3-5).

Aunque Almagro Basch (1976: 879) alude a la existencia de 14 registros para el acce-
so a las galerías subterráneas del área de captación, sólo ocho de ellos eran visibles desde
la superficie el 24 de febrero del año 2002, cuando realizamos la revisión de los mismos4.
Aunque Sánchez Almonacid menciona la existencia de registros ovalados, tanto las imá-
genes antiguas como las que pudimos tomar (figuras 4-5) corresponden a pozos de sec-
ción cuadrada. Todos ellos alcanzaban la superficie, en donde originalmente debían estar
cubiertos por una losa situada casi a ras de suelo, aunque los trabajos llevados a cabo

Figura 4. Registros de la captación del acueducto de Segobriga en el año 2002. Arriba, a izquierda, regis-
tro nº 7; a la derecha, registro nº 6, los dos cerrados con ayuda de cemento en época moderna. Abajo a la
izquierda, registro nº 1 casi cubierto por un camino actual y con la tapa fracturada. Abajo a la derecha,
registro nº 4 en un canal secundario de la captación. Fotografías de J. M. Abascal, de febrero de 2002.

4 En la citada revisión participamos M. Almagro Basch, R. Cebrián Fernández y el autor de estas líne-
as junto con algunos colaboradores

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durante siglos para el abastecimiento a la moderna localidad de Saelices terminaron por


construir aglomeraciones de piedra y cemento (figuras 4-5) que nada tienen que ver con
la obra romana.

Los ocho pozos visibles salen a la superficie entre las curvas de nivel de los 890 y 910
metros (figura 3) y forman dos alineaciones independientes que parecen corresponder a
sendas galerías de captación que acaban confluyendo. Los cuatro primeros (figura 3, nº
5-8), que afloran en torno a la cota de los 900 metros y ligeramente por debajo, son casi
los últimos antes de la Fuente de la Mar, en donde el acueducto sale a cielo abierto; de
hecho, es muy probable que entre el nº 8 y la mencionada fuente sólo quede otro registro
por descubrir. Los otros cuatro (nº 1-4) forman casi una línea recta entre las cotas de los
900 y los 910 metros de altura y, por su posición (figura 3), debemos suponer que corres-
ponden a un ramal de captación por el que las aguas corren de este a oeste y que se unía
cerca del registro nº 1 al cauce principal, que fluye de oeste a este. La acusada pendien-
te de la zona, como muestran las curvas de nivel de la figura 3, determina la altura inte-
rior de cada uno de estos registros que, debía ser importante en el caso del nº 1, situado
ya cerca de la cota de los 910 metros.

Como hemos dicho, el aspecto exterior de estos pozos de acceso a las galerías subte-
rráneas dista mucho de ser el original. En la mayor parte de los casos, se ha ido acumu-
lando al exterior una mampostería trabada con cemento moderno hasta crear elevaciones
próximas al metro de altura. Sin duda, estos recrecimientos guardaban relación con la
necesidad de señalizar los accesos a un sistema de captación del que dependió durante
siglos y hasta hace pocas décadas el propio pueblo. Mediante esta tosca “monumentali-
zación” se garantizaba su protección en el curso de tareas agrícolas. Es posible, sin
embargo, que el pozo nº 1, que se vio afectado por las obras de un camino local y que
estaba descubierto en el año 2002 (figura 4) estuviera cubierto aún por la losa original,
pues es el único de los conservados que parece carecer de recrecimientos de mamposte-
ría, si bien en su estructura se ven restos de cemento moderno. Algunos registros, como
ocurre con el nº 3 (figura 5) poseen un cierre con mampostería moderna pero su aspecto
es muy similar en las fotografías tomadas con casi tres décadas de diferencia, lo que sig-
nifica que esa zona del canal secundario de captación no sufrió desperfectos después de
tomarse la más antigua de las imágenes en 1976.

El interior de estos pozos está preparado para facilitar el acceso humano desde la
superficie y poder llevar a cabo labores de saneamiento, reformas de cauce de las capta-
ciones, eliminación de hundimientos, etc. Para ello, se construyeron estos registros de
sillería, originalmente en seco, en donde dos lados enfrentados presentaban oquedades en
las que se podían ir poniendo los pies en el descenso y en el ascenso (Almagro Basch
1976: lám. Xb), con una anchura de unos 70/80 cm en aquellos de los que tenemos datos,
de forma que un adulto pudiera colocar el pie izquierdo y el derecho alternativamente en
los agujeros sin tener que forzar su posición (figura 5). En la construcción de esas oque-

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Figura 5. Arriba, a izquierda y derecha, registro nº 3. A la izquierda, fotografía de 1976 de M. Almagro


Basch empleada por cortesía de M. Almagro Gorbea. A la derecha, fotografía de J. M. Abascal de febre-
ro de 2002. Abajo: interior y detalle de los peldaños en uno de los registros; fotografía de J. M. Abascal
de febrero de 2002.

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dades se empleó una técnica muy elemental, consistente en alternar hiladas de sillería con
hiladas de tres sillarejos en las que se dejaba sin colocar la pieza central. Mediante este
sistema tan ingenioso, se podían construir cuantos metros de altura se quisiera sin tener
que excavar a posteriori, dejando que fuera la propia arquitectura la que determinara la
posición de los espacios en que podían apoyarse los pies. Todos estos pozos están situa-
dos exactamente encima de canales por los que fluye el agua, bien en uno de los ramales
de captación, bien en el tronco principal que conduce hacia la salida del caudal a cielo
abierto. Por ello, y con el fin de que se pudieran realizar las tareas de mantenimiento,
había que garantizar que una persona que empleaba cualquiera de estos accesos, pudiera
circular hacia detrás o delante una vez que pisaba en el canal. Con tal motivo, estos pozos

Figura 6. Tramo del acueducto de Segobriga, excavado en el año 1999 en las cercanías de la localidad
de Saelices y bajo la actual carretera CM-310 (según Abascal et alii 2002: Taf. 8b). La sección corres-
ponde a uno de los tramos iniciales nada más salir desde la Fuente de la Mar.

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mantenían hasta el fondo las dos series enfrentadas de peldaños; sin embargo, los otros
dos costados del pozo, los que coincidían con la dirección de circulación del agua, no lle-
gaban hasta la parte inferior sino que a una altura equivalente a la de una persona se
conectaban con el techo de la galería.

La revisión llevada a cabo en 1976 y las imágenes que nos han llegado de ello
muestran que algunas galerías, las excavadas en zonas más superficiales, debieron
ser trincheras a cielo abierto que se cubrieron luego con losas de gran tamaño y con
una capa de tierra para aislarlas del exterior (Almagro Basch 1976: lám. IIIa). La
parte final de la conducción, la más próxima a la Fuente de la Mar a la que hoy sumi-
nistra su caudal este sistema subterráneo, fue excavada en el año 20035 y ello dio
lugar a la construcción de un lucernario desde el que hoy se puede ver el primitivo
cauce, ya concentrado en un canal de opus signinum poco antes de su salida a cielo
abierto.

La situación de los ocho pozos o registros visibles en el año 2002 era la siguiente:
1. El más próximo al pueblo, a la izquierda del camino que conduce desde la locali-
dad a la Fuente de la Mar, en sentido descendente (figura 3 nº 1 y figura 4, abajo a la
izquierda). Sepultado en parte por el camino.
2. Cerca del anterior, a la derecha del mismo camino en sentido descendente (Almagro
Basch 1976: lám. VIIa-b) (figura 3 nº 2).
3. Cerca del anterior, a la derecha del mismo camino en sentido descendente (Almagro
Basch 1976: lám. IX) (figura 3 nº 3).
4. Cerca del anterior, a la derecha del mismo camino en sentido descendente (Almagro
Basch 1976: lám. Xa) (figura 3 nº 4).
5. A la izquierda del mismo camino en sentido descendente, formando alineación con
los nº 6-8 (figura 3 nº 5).
6. Cerca del anterior, a la izquierda del mismo camino en sentido descendente y más
próximo a la Fuente de la Mar, alineado con los nº 5 y 7-8 (figura 3 nº 6).
7. Cerca del anterior, a la izquierda del mismo camino en sentido descendente y más
próximo a la Fuente de la Mar, en medio de un campo de cultivo y alineado con los nº 5-
6 y 8 (figura 3 nº 7).
8. A escasa distancia de la Fuente de la Mar, a la izquierda del mismo camino en senti-
do descendente, en medio de un campo de cultivo y alineado con los nº 5-7 (figura 3 nº 8).
Abierto en 2002 y cubierto sólo con una plancha metálica y algunas piedras encima de ella.

La presencia de este tipo de registros, putei (pozos) o spiraculi, está documentada en


otras obras hidráulicas de este tipo, y su presencia era necesaria no sólo durante el pro-
ceso de construcción sino también en los trabajos de mantenimiento. En Hispania hoy en
día son conocidos, sobre todo, los del llamado “acueducto de Albarracín”, donde el para-

5 Excavaciones promovidas por el Ayuntamiento de Saelices bajo la dirección de Rosario Cebrián.

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je de Las Hoyas en Gea de Albarracín toma su nombre de este tipo de pozos, aunque en
este caso se trata de grandes aliviaderos de 15 x 8 m en la boca (Almagro Gorbea 2002:
226-227 y fig. 18) que no pueden parangonarse con los estrechos pozos de Saelices. De
menor tamaño y similares son los del acueducto de Cádiz (Lagóstena et alii 2016: 26-28
con fotografías). Pero una mayor cercanía formal puede encontrarse en los pozos de ven-
tilación y extracción de mineral en las minas de lapis specularis de la región de
Segobriga, tallados en la roca y no de sillería como los de la captación de Saelices, en
algunos de los cuales se reconocen también los huecos enfrentados en las paredes para el
apoyo de los pies durante el ascenso y el descenso (Bernárdez y Guisado 2002: 284-285
y fotografía).

Estos ocho registros de Saelices son sólo el testimonio en superficie de una fantásti-
ca red de captación hidráulica, que constituye una de las obras públicas de época roma-
na más interesantes del interior de Hispania y que, si tenemos en cuenta que sirvió a un
centro urbano que estaba en plena pujanza en el siglo I de nuestra Era, no debió de exca-
varse más allá de la época julio-claudia, conclusión a la que también llegó M. Almagro.

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El sistema hidráulico de abastecimiento de aguas a la ciudad de Segobriga

El sistema hidráulico de abastecimiento de


aguas a la ciudad de Segobriga

Jorge Morín de Pablos1


Rafael Barroso Cabrera
Jesus Carrobles Santos
Isabel M. Sánchez Ramos

El sistema de abastecimiento de agua de Segobriga. Historiografía


La ciudad romana de Segobriga contó con un sistema de abastecimiento de agua
semejante al de otras grandes ciudades de la Península. La riqueza de la ciudad, centro
minero dedicado a la extracción de lapis specularis, y la demanda de agua necesaria para
abastecer sus grandes complejos termales, sirven para explicar la necesidad de contar con
un sistema hidráulico que, sin llegar a la complejidad del documentado en otras ciudades
como Caesaraugusta, Emerita o Toletum, debió ser notable, tal y como se pondrá de
manifiesto en las siguientes líneas.

A pesar de que el cauce del río Cigüela discurre a los pies del cerro de Cabeza de
Griego, donde se asienta la ciudad celtibero-romana, la mala calidad de sus aguas propi-
ció la búsqueda de manantiales alejados en los que encontrar el agua de boca necesaria.
Desde antiguo se conoce una conducción de traída de aguas a Segobriga de más de 6 km
de longitud. Fue dada a conocer en el último tercio del siglo XIX por D. Mariano Sánchez
Almonacid a través de una breve publicación que fue completada por los trabajos que rea-
lizó M. Almagro Basch, que permitieron la localización de sus diferentes elementos y la
correcta datación de la obra (Almagro 1976 y 1978).

Almagro comprobó la existencia de buena parte del trazado de una conducción anti-
gua, hasta el punto de documentar el sistema de captación en galería que lo surte. El ini-
cio de este sistema se encuentra situado a unos 5 km al norte del cerro de Cabeza de
Griego, junto al actual pueblo de Saelices. Esta población conquense no es sino la here-
dera medieval de la antigua ciudad romana, cuyo asentamiento en este preciso paraje se
debió precisamente a la ruina del antiguo sistema de abastecimiento de agua romano y a

1 Departamento de Arqueología de AUDEMA; calle Santorcaz, 4 -28002 Madrid


www.audema.com; jmorin@audema.com

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la necesidad de conseguir agua de buena calidad directamente desde una de las fuentes
donde aquél se abastecía: la Fuente de la Mar. Según Almagro, este nombre sería, proba-
blemente, una reduplicación del término fuente al derivarlo del término árabe mâ, que
significa fuente y agua. Independientemente del origen de su denominación, parece claro
que el manantial fue aprovechado en la Edad Media gracias al mantenimiento parcial del
antiguo sistema de captación subterráneo realizado en época romana.

Esta captación se halla situada en una zona donde el sinclinal rocoso buza hasta for-
mar un pequeño collado. En él se excavó un profundo pozo desde el que se perforó la
masa rocosa para crear una mina, que capta el agua de un acuífero que aún se filtra a tra-
vés de las paredes. Esta galería se prolonga unos 225 m y se encuentra jalonada a lo largo
de su recorrido por varios pozos (putei) verticales de sección cuadrada, excepto el pri-
mero de ellos, el más cercano al comienzo de la mina, que es de sección circular, y se rea-
lizó con materiales de construcción diferentes que muestran que nos encontramos ante
una obra reaprovechada en momentos más recientes. Dichos pozos –en total se han docu-
mentado 13, de los cuales sólo 5 se aprecian al exterior– servirían de registros de la con-
ducción y la mayoría de ellos están construidos con sillares de regular tamaño, bien labra-
dos, y cuentan con pates tallados a ambos lados para servir de escalones que permiten
acceder al fondo de la galería. Presentan en su mayor parte un excepcional grado de con-
servación, tal y como lo demuestra la presencia en muchos de ellos de las tapas origina-
les antiguas realizadas con grandes placas de piedra caliza, decoradas con un casquete
esférico.

Por su parte, la galería presenta siempre una misma altura: 1,70 m, aunque varía sin
embargo en cuanto a su anchura, dependiendo de los tramos. A partir del registro princi-
pal, la mina presenta un pequeño canal (specus) en el centro del suelo, por donde discu-
rre el agua limpia filtrada a través de las paredes. A ella se dirigen una serie de ramifica-
ciones que se abren a partir del conducto principal con la función de captar nuevos apor-
tes de agua, al aprovechar nuevas filtraciones que se conducen al canal principal. Éste
finaliza hoy en la fuente y lavadero público de la Fuente de la Mar, obra realizada en 1876
para suministro de agua a la población de Saelices. En la antigüedad, aquí debió empla-
zarse un primer castellum aquae o torre de aguas, para decantar de las aguas antes de que
éstas iniciasen su recorrido por el acueducto exterior.

Desde este punto concreto, tal y como planteó Almagro, arranca el acueducto o canal
de aguas que hasta ahora se suponía aportaba el principal caudal para el suministro de la
ciudad de Segobriga. El trazado de este acueducto discurría en dirección norte-sur por
toda la loma que se levanta desde el pueblo de Saelices y forma el límite de la línea de
cerros que forma la sierra de Carrascosa. Se trata de una construcción de opus caementi-
cium de unos 30-40 cm de ancho y una altura variable en función del desnivel y natura-
leza del terreno, que sirve de cama o asiento a un pequeño canal o specus de tan sólo 12-
15 cm de anchura y 20 cm de profundidad, que se encontraba cubierto por grandes tejas

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imbrices, que fueron perfectamente documentadas en el estudio al que nos referimos.


Gracias al trabajo realizado, se pudo conocer la existencia de un canal que era visible a
lo largo de unos 3 km en los predios llamados Las Olivas, Los Terreros y Los Vallejos, a
veces en su forma original y otras en la huella dejada por su destrucción, al conservarse
tan sólo la marca que la obra había dejado en el suelo.

En su recorrido, Almagro pudo documentar dos registros de decantación de aguas,


denominados piscinas limarias, y que no son otra cosa que arquetas para limpiar el agua
de impurezas de lodo y arenas por simple gravedad. Uno de ellos se encuentra en el tér-
mino conocido como Los Vallejos y no es más que un ensanchamiento rectangular del
specus, tal y como muestran las fotografías publicadas.

El segundo registro presenta una morfología diferente, y si bien presenta cierto pare-
cido en cuanto a su forma con un canal en el fondo de la arqueta, su tamaño y apariencia
parecen indicar que forman parte de un elemento más complejo. Se encuentra situado
también en el mismo predio que la arqueta anterior, unos 300 m más al sur y por tanto
más cercano a la ciudad de Segobriga. Su funcionalidad hay que relacionarla con el cam-
bio detectado en la obra al ubicarse en un punto en que el specus de obra se interrumpe
y pasa a ser un canal tallado directamente en la roca virgen, que inicia una brusca bajada
de nivel. Esta segunda arqueta, cuenta con unas dimensiones de unos 70 cm de ancho por
50 de largo y 65 de profundidad. Durante su excavación, en el fondo de la arqueta, se
pudo documentar un fragmento de tubería de plomo de unos 8-10 cm de diámetro.

En esta zona el trazado del acueducto se pierde, pero gracias a este tipo de evidencias,
Almagro supuso que desde Los Vallejos el canal se dirigiría hacia el cerro de La Pinilla y,
desde aquí, a través de un sifón, llegaría hasta el cerro que se levanta al suroeste de Cabeza
de Griego. Según este investigador, la cota sería suficiente para suministrar agua a las ter-
mas interiores de Segobriga, situadas a una altitud de 830 m y bastaría para vencer el acu-
sado desnivel que proporciona el cerro donde se asienta la ciudad, aunque nunca se plan-
teó que pudiera haber servido para llevar el agua a los puntos más altos de la población.

La obra descrita por Almagro encaja perfectamente con los sifones documentados en
otras ciudades en las que también se renunció a construir un puente-acueducto que, si
bien daba mayor monumentalidad al mismo, era mucho más costoso en términos econó-
micos. Su menor conocimiento en relación al volumen de obras hidráulicas antiguas que
se conocen viene dado por su menor entidad, la fácil desaparición de la mayor parte de
sus restos y por el empleo de tuberías metálicas que fueron sistemáticamente reaprove-
chadas en el pasado, con todo lo que esa situación ha provocado a la hora de destruir la
obra sobre la que se disponían.

Para terminar con la descripción del sistema hidráulico de Segobriga conocido hasta
hoy, hay que mencionar que dentro de la ciudad existía un complejo sistema de cisternas

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que rodea el perímetro urbano, junto al cinturón de murallas que ciñe la ciudad. Están
fabricadas en opus caementicium, y tienen el interior impermeabilizado a base de un
revestimiento de opus signinum. Almagro interpretó dichas construcciones como cister-
nas públicas que recogían el agua de lluvia, al no relacionarlas con el sistema hidráulico
que estudió.

En cuanto a la cronología de este acueducto, se estableció en torno a mediados del


siglo I d.C., a partir del estudio del paralelismo existente entre el sistema segobricense
con los de Mérida y Cemenelum (cerca de Niza). También, por la aparición de diferentes
materiales arqueológicos, en especial por el hallazgo de un fragmento de terra sigillata
hispánica de buena factura inserto en la argamasa del arca mayor de decantación de aguas
de los Vallejos, y por el hecho de que la mayor parte de las infraestructuras urbanas, y
especialmente aquéllas que necesariamente debían tener un buen abastecimiento de agua
como eran los complejos termales de la ciudad, se databan en ese momento.

La intervención arqueológica. Nuevas aportaciones al estudio del sistema


hidráulico de Segobriga
Con motivo de la realización de las distintas excavaciones arqueológicas realizadas en
los años 2009 y 2010, con motivo de la construcción de la conducción del canal Tajo-
Segura a la llanura manchega, se han localizado en el territorio de la ciudad de Segobriga
diferentes restos que hemos vinculado con un nuevo ramal del sistema hidráulico de la
ciudad romana, que adquiere una entidad y complejidad claramente superior a la señala-
da hasta este momento.

Se trata de una serie de hallazgos realizados en función de la construcción del nuevo


canal que, dos milenios después de la construcción del que vamos a estudiar, vino a plan-
tear un modelo de movimiento del agua parecido, basado en la lógica adaptación de la
infraestructura a la topografía. Un hecho que permitió la coincidencia de ambos trazados
en algunos lugares concretos en los que el relieve impone la aplicación de soluciones y
recorridos parecidos. A ello se debe que realicemos un estudio parcial y no definitivo de
estos restos, al haber localizado tan sólo pequeños tramos de una obra que no hemos
podido conocer en su totalidad, por quedar al margen de la intervención que debíamos
realizar.

En conjunto, hemos localizado una serie de restos relacionados con una nueva zona
de captación, ubicada en el entorno del arroyo de Valdejudíos, en el término municipal
de Carrascosa del Campo, y el canal que permitía trasladar sus aguas hasta la zona de Los
Vallejos, en la que ya se conocían los restos del canal que tiene su origen en la Fuente de
la Mar en Saelices. Los primeros y situados más al norte, se localizan en el lugar cono-
cido como La Quebrada. Su descubrimiento permitió interpretar correctamente los
hallazgos realizados en el sector denominado como La Peña I, en el que hemos podido
estudiar un amplio tramo a cielo abierto del canal que finaliza en el inicio de una galería

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que es la que hemos documentado en las excavaciones que realizadas en La Peña 2 y


Llanos de Pinilla. Más adelante la conducción se documenta de nuevo en la excavación
del yacimiento de Vallejos, donde discurre de nuevo en canal para coincidir con el tramo
publicado por Martín Almagro Basch.

La distribución de los restos y su estudio, muestran que nos encontramos ante una
obra mucho más ambiciosa de lo supuesto hasta ahora, dotada de ramales muy dife-
rentes y de origen distante entre sí. Su valoración conjunta permite entender mejor la
complejidad de toda la obra y el perfecto conocimiento del terreno mostrado por los
ingenieros que concibieron el sistema, capaces de aprovechar manantiales bastante
alejados de la población. También permite abordar nuevos problemas como es la valo-
ración de la sincronía de los ramales que empezamos a conocer y su concepción como
obra única, así como todo lo relacionado con las posibilidades que brinda el aumento
del caudal y la capacidad para suministrar agua a zonas más altas de la población de
las previstas por Almagro, en relación a la red de cisternas que conocemos.

Nuevas zonas de captación: la Quebrada II


Los primeros hallazgos se produjeron en una amplia excavación realizada en área,
vinculada a la nueva canalización. El grueso de la ocupación lo constituye un campo
de silos con una cronología del siglo XI, aunque también se ha documentado una fase
de ocupación tardoantigua caracterizada por la presencia de nuevas estructuras de
almacenamiento y la aparición de algunos enterramientos. La fase más antigua hay
que vincularla con los restos de dos canales de conducción que forman parte del sis-
tema de abastecimiento de aguas a Segobriga en su tramo inicial, relacionados con la
captación de recursos hídricos en la cuenca del arroyo de Valdejudios, un arroyo tri-
butario del Cigüela, situado a algo más de 9 km de distancia en línea recta de la ciu-
dad antigua.

En el área excavada hemos diferenciado dos sectores. En el Noroeste se ha docu-


mentado la existencia de una primera fase en la que destaca una estructura que cruza
transversalmente el área de intervención. Se trata de un muro realizado en mamposte-
ría trabada con mortero de cal, con una anchura variable entre 1 y 1,20 m. Presenta
una orientación Noreste-Suroeste y, dentro del pequeño sector excavado, describe una
ligera curva para adaptarse a la suave topografía existente. Por su espesor y técnica
constructiva, esta estructura presenta evidentes similitudes con otros tramos del acue-
ducto romano mejor conocidos, caso de los que hemos localizado en este mismo pro-
yecto en el sector de La Peña I (Saelices, Cuenca) al que luego nos referiremos.

Desde el punto de vista cronológico, destaca la documentación junto al muro del


campo de silos medieval al que hemos hecho referencia, que muestra la reocupación
del espacio una vez que la canalización había perdido su funcionalidad. La mejor
muestra de esta evolución en el aprovechamiento del mismo espacio la tenemos en la

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Jorge Morín de Pablos, et alii

destrucción parcial del muro debida a la construcción de uno de los silos estudiados
(E-30), que corta claramente dicha estructura.

A escasa distancia, en el sector Sureste, se ha localizado otra estructura parecida que


cruza en diagonal el área de intervención. Se trata de un muro similar al que acabamos
de describir, realizado en mampostería trabada con mortero de cal, con un espesor nue-
vamente comprendido entre 1 y 1,20 m. Presenta una orientación Norte-Sur y dentro del
segmento excavado, la estructura describe una curva algo más pronunciada que la que
constatamos en la que hemos descrito en primer lugar.

Ambos muros presentan evidentes semejanzas en cuanto a espesor y técnica cons-


tructiva y por su trayectoria, deben confluir a escasa distancia del lugar en el que hemos
realizado los hallazgos. Su estado de conservación es bastante malo y sólo se conserva
un alzado mínimo. En todo caso por su aspecto, trazado y ubicación, no cabe duda de que
estamos ante el zócalo de sendas conducciones que darían lugar al inicio de una canali-
zación única que es la que hemos documentado más adelante, en el lugar de La Peña I,
también excavada durante el desarrollo del mismo proyecto de Conducción de agua pota-
ble desde el acueducto Tajo-Segura a la llanura manchega.

La presencia de los restos localizados en La Quebrada II, hay que relacionarla con la
existencia de zonas potenciales de captación de aguas, que aparecen reseñadas en los
mapas geológicos actuales. Su canalización y aprovechamiento fue posible por la cons-
trucción de las canalizaciones que acabamos de citar, que servían de base a un pequeño
specus realizado con grandes bloques de piedra tallada, de los que hemos hallado algu-
nos restos en sus inmediaciones, similares a los documentados en algunos puntos de la
obra descrita por Almagro.

El canal de conducción. El tramo en superficie: La Peña I


En este sector denominado La Peña I, ubicado a 3,5 km del núcleo urbano de
Segobriga, se volvieron a documentar nuevos restos pertenecientes al acueducto que
venimos estudiando. Su hallazgo se llevó a cabo en los primeros sondeos manuales que
realizamos para estudiar el trazado, dando como resultado una propuesta de intervención
que finalizó con la excavación en área de una amplia zona. En ella volvimos a localizar
un gran tramo de un muro de mampostería trabada con mortero de cal, dispuesto en direc-
ción noreste-suroeste, que cuenta con un espesor de aproximadamente 1 m y unas carac-
terísticas constructivas similares a las documentadas en la zona de La Quebrada.

En total y tras levantar el estrato vegetal que ocultaba la obra, se pudo documentar un
tramo de más de 200 m de longitud, seccionado en la zona noroeste por una cacera
moderna. Al norte de la misma, el muro (U.E. 1006) presenta unas dimensiones de 1,18
m de anchura y una longitud de 6,09 m, comprendidos desde el pequeño curso fluvial
hasta el límite de expropiación de la traza. En esta zona, y para poder documentar tanto

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El sistema hidráulico de abastecimiento de aguas a la ciudad de Segobriga

su potencia como el sistema constructivo, se procedió a realizar un sondeo de 2 x 3 m,


donde se pudo comprobar que el muro contaba con una cimentación de unos 0,40 m.
Sobre ella, se construyó el zócalo que venimos describiendo que aún presentaba en algu-
nos tramos la existencia de revocos y debía alcanzar una altura aproximada de 1 m, hoy
parcialmente perdida.

Al sureste de la estructura documentamos un nivel de deposición (U.E. 1007), que


presenta abundantes restos de mortero y piedra mezclados con tierra procedentes del sedi-
mento que colmata la vaguada, que seguramente proceden del derrumbe de la estructura.
Por último, al noreste del muro, se pudo documentar un estrato de tierra arcillosa con
escasos restos de material constructivo (U.E. 1008).

Al otro lado de la cacera pudimos documentar la continuación del muro (U.E. 1000),
que presentaba las mismas características constructivas que acabamos de describir. Su
estudio de detalle se realizó mediante la ejecución de un nuevo sondeo destinado a com-
probar la potencia y cimentación de la estructura. La obra de cimentación resultó ser de
nuevo de unos 0,35 a 0,40 m de profundidad e, igualmente, servía de base a un muro que
debió alcanzar unos 0,60 - 0,70 m de altura media. Sobre él se realizó un tercer y nuevo
tipo de obra más cuidada, con un espesor algo menor, de unos 60 cm, a partir de la utili-
zación de un preparado compuesto por fragmentos de cerámica, arena y cal (U.E. 1010),
que son los materiales utilizados para la ejecución del opus signinum, un material imper-
meable con el que se realizó el specus. Sus restos los pudimos documentar tan sólo en un
tramo de 10 m de largo, que sirven para conocer el aspecto real de la obra y la cota por
la que discurrían las aguas en este punto.

En la excavación, se localizaron diferentes hallazgos vinculados a la canalización.


A modo de resumen y dada la amplia extensión del área estudiada, destacamos la loca-
lización en numerosos puntos el derrumbe de la estructura del acueducto (U.E. 1003
y 1004), consistente en mampuestos de distinto tamaño, nódulos de mortero y frag-
mentos de teja. Este derrumbe, identificado como U.E. 1002, aparece completamente
entremezclado con las unidades 1003 y 1004 como resultado de un largo proceso de
erosión sufrido por el cerro adyacente, unido al proceso de ruina de la propia estruc-
tura 1000. Bajo la unidad 1003 se documenta un conjunto de fragmentos de ladrillo y
tejas curvas de gran tamaño con aletas (U.E. 1001), procedentes de la parte superior
de la canalización que luego estudiaremos. Bajo la unidad 1001 se identifica la unidad
1011, que presenta las mismas características de composición que la unidad 1003,
incluyendo la presencia de materiales procedentes de la ruina del acueducto. También
destacamos por las posibilidades que ofrece para datar la fase de utilización de la obra,
el hallazgo de dos recipientes cerámicos de cerámica común a los que luego nos refe-
riremos en la zona superior de la U.E. 1011.

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El canal de conducción. El tramo en mina y los pozos de registro de la Peña II y


Llanos de Pinilla
El tramo de canal que acabamos de estudiar finaliza en una zona en la que se produ-
ce un potente surgimiento de aguas subterráneas que, sin duda, también fueron aprove-
chadas en la Antigüedad. La pérdida de funcionalidad de la obra y con ella su capacidad
de drenaje, provocan la inundación del sector y la imposibilidad de realizar ningún tipo
de trabajo arqueológico, justo en el punto en el que la conducción deja de discurrir en
superficie para iniciar un largo tramo en mina, de la que sólo tenemos las evidencias ini-
ciales muy alteradas y numerosos pozos de registro que constituyen la mayor parte de los
restos encontrados. Ellos son los que nos permiten seguir el trazado de la conducción, de
cuya descripción vamos a ocuparnos a continuación.

La primera evidencia de estas estructuras relacionadas con la conducción en galería


subterránea se localizó en las excavaciones realizadas en La Peña 2, un sector ubicado a
poco más de 400 m de los hallazgos que acabamos de describir. En esta zona se locali-
zaron diferentes estructuras estudiadas en esta misma publicación, entre las que destaca-
ba un gran ámbito (ámbito 13) –que se estima que mediría 21 m de largo por 15 m de
ancho– al que se accedería por un largo y amplio pasillo (ámbito 12).

En su interior, bajo los derrumbes de tapial (UU.EE. 7, 29 y 27), fue posible identi-
ficar otros niveles relacionados con nuevos arrasamientos y los restos del primero de los
pozos de registro a los que vamos a referirnos. La progresión de la excavación manual
reveló que dicho pozo no pertenecía al mismo momento constructivo que el ámbito 13
–que corresponde a una remodelación/ampliación (Fase II) del módulo constructivo ini-
cial –sino a un momento constructivo previo que sería contemporáneo a la primera fase
de construcción/instalación de yacimiento o incluso ligeramente anterior, tal y como se
describe en el estudio específico incluido en esta misma publicación.

En la Fase I, mientras se utilizaban los ámbitos 1 al 6 del edificio, esta zona occiden-
tal externa cumplía una doble funcionalidad, de basurero (UU.EE. 21 y 28) y de límite de
la explotación agrícola realizada desde la construcción

Fue precisamente en el interior del ámbito 13 y en su área exterior sureste donde se


documentaron los registros. Se trata de 2 pozos situados a 15 m de distancia y con una
profundidad total que desconocemos, dada la imposibilidad de acceder y trabajar en su
interior. Su construcción se realizó siguiendo la misma técnica constructiva. En primer
lugar, se excavó una fosa circular, de unos 170 cm de diámetro, hasta conseguir llegar a
la cota necesaria por la que debía discurrir la futura canalización. Con posterioridad, fina-
lizada la obra y la excavación de la mina, en la zona central del pozo se construyó una
estructura rectangular a modo de caja, con grandes sillares de caliza, que dejaron un espa-
cio abierto de 70 x 35 cm. En ambos casos, este cuerpo de sillares deja un espacio libre
en la antigua fosa que es rellenado con arenas y piedra de pequeño y mediano tamaño,

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que proporcionan un cuerpo denso y compacto que confiere solidez y estabilidad general
a toda la construcción.

Su finalidad inicial era, como decíamos, la de servir primero como pozos de extrac-
ción y luego de ventilación de la canalización, aunque también pudieron utilizarse como
puntos de suministro para el asentamiento en el que aparecen, tal como parece indicar la
existencia del brocal construido en el pozo 1 de La Peña II.

A escasa distancia del punto en el que hemos encontrado los primeros pozos, se loca-
liza una nueva zona de excavación en la que se documentan nuevas estructuras pareci-
das: Todas ellas ponen de manifiesto la continuidad del trazado de la obra que estudia-
mos, a poco más de 3 km de la ciudad romana de Segobriga. En total, en esta zona de
Llanos de Pinilla, se localizaron los restos de 11 nuevos pozos que son los que pasamos
a describir.

REGISTRO 1 (ESTRUCTURA 1):


La estructura (U.E. 10100) es el primero de ellos. En superficie se definió como una
fosa de planta circular cegada con un sedimento areno arcilloso de tonalidad marrón
oscura, que había sido excavada en el nivel geológico de matriz arcillosa y tonalidad ana-
ranjada. El relleno se caracteriza por una mezcla de material constructivo machacado
intencionalmente (U.E. 10101) y pequeñas piedras, que se disponen junto a algunos silla-
res de buena factura y gran tamaño (U.E. 10102). Tras retirar la primera parte de ese relle-
no vinculado a derrumbes y otros aprovechamientos, se pudo definir la caja de piedra del
pozo construida con sillares de caliza, en el interior de una fosa de 2,40 m de diámetro.
Hasta la realización de los posteriores movimientos de tierra realizados en la zona, la
estructura solo puedo ser excavada en sus primeros 70 cm de profundidad, debido a la
aparición del nivel freático. Aún así, en los perfiles de la zanja rellenada se pudieron
observar la presencia de manchas negras a distancias regulares, que se pueden interpre-
tar como las huellas de un posible entramado de madera que sería utilizado como siste-
ma de entibación.

REGISTRO 2 (ESTRUCTURA 21):


Durante las labores de seguimiento se localizaron otros dos registros en la misma
zona, situada entre La Peña I y La Peña II. Al igual que ocurría con los casos descritos
hasta ahora, los registros aparecen colmatados con parte del derrumbe de la propia estruc-
tura y con el material natural procedente del entorno. Su sellado no parece ser el fruto del
paso del tiempo, sino de un trabajo destinado a compactar el terreno y permitir así su uso
sin peligro de hundimientos. El hallazgo de esta Estructura 21 se produjo durante el
seguimiento de los movimientos de tierra vinculados a la construcción de la nueva cana-
lización. Estas circunstancias obligaron a realizar el estudio parcial del pozo, destinado a
documentar la sección de la estructura que aún conservaba varios metros de profundidad.
En los perfiles se pudo definir la zanja realizada para la construcción de la estructura que

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aparecía rellena con los materiales arcillosos y pequeñas piedras habituales, así como el
cajeado de sillares ligeramente trabajados y de similares dimensiones a las documentadas
en el resto de registros.

REGISTRO 3 (ESTRUCTURA 2):


La estructura (U.E. 10200) aparecía completamente colmatada por un sustrato de
tonalidad muy oscura. Tras los primeros trabajos de limpieza y excavación se configuró
como una nueva fosa de planta circular rellenada de un sedimento areno arcilloso de tona-
lidad marrón oscura, excavada en el nivel geológico de matriz arcillosa y tonalidad ana-
ranjada. El relleno aparece con mezcla de material constructivo machacado intencional-
mente (U.E. 10201) y pequeñas piedras, además de dos sillares de gran tamaño y buena
factura junto a otros de menor tamaño (U.E. 10202). Entre el relleno, también aparecen
fragmentos de grandes tejas, similares a las documentadas en tramos superficiales del
acueducto. Hasta la realización de los movimientos de tierra relacionados con la ejecu-
ción de la nueva canalización, la estructura sólo pudo ser excavada hasta los 2,30 m de
profundidad, debido a los hundimientos sufridos en el terreno. Hasta ese momento se
pudo documentar el cajeado de la estructura realizado con sillares de 53 x 26 x 20 cm tra-
bados con arcilla, que configuraban un hueco de pozo que, en su parte exterior, mide 1,15
x 0,90 m. Como peculiaridad de esta estructura, hay que destacar que en uno de los late-
rales del cajeado –el situado más hacia el Este– no aparecen restos de sillares, debido a
posibles hundimientos o, más probablemente, a su reutilización en un momento difícil de
precisar.

REGISTRO 4 (ESTRUCTURA 22):


La Estructura 22 se localizó durante la realización de las mismas labores de segui-
miento que venimos describiendo. De nuevo nos encontramos con un pozo colmatado
con parte del derrumbe y el propio terreno natural del entorno, tras haber quedado en des-
uso. Este registro se encuentra en el perfil de la zanja realizada para la nueva canaliza-
ción. Aparentemente parece que ha perdido la sillería de la parte superior, si bien los blo-
ques de piedra se aprecian en el tramo inferior, mostrando una vez más evidencias del
reaprovechamiento de este preciado material de construcción.

REGISTRO 5 (ESTRUCTURA 11):


Tras la ejecución de los trabajos de desbroce y limpieza, en la esquina sur de la zona
excavada, se definió el cajeado de piedra de un nuevo registro que continuaba en el per-
fil de la zanja. La continuación de los trabajos necesarios para su documentación se vio
interrumpida por muy diferentes motivos relacionados con la propia marcha de las obras
y, sobre todo, con la comunicación de cese de los trabajos arqueológicos emitida por la
Dirección General de Patrimonio Cultural el 27 de septiembre de 2010.

Hasta entonces, se pudo documentar una fosa (U.E. 10110) que en su parte central
cuenta con una estructura de piedra, de la cual solamente se ha podido descubrir una plan-

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ta de apariencia rectangular de 1,30 x 1,80 m, formada en su parte exterior por piedras


calizas de tamaño medio-pequeño (U.E. 10112) que ganan en tamaño y en calidad de talla
hacia el interior (U.E. 10113). La fosa se encuentra de nuevo rellenada por arcillas y sedi-
mentos con materiales de construcción disgregados (U.E. 10111).

REGISTRO 6 (ESTRUCTURA 12):


En contraste con las características constructivas apreciadas hasta ahora, la fosa de
este nuevo registro presentaba una planta rectangular (U.E. 10121). En ella, después de
la retirada de un sedimento de tonalidad oscura (U.E. 10122), se pudo documentar un
gran volumen de piedras (U.E. 10123) que la rellenaban. Tras la retirada de ese nivel se
localizó un brocal de planta circular (U.E. 10124) formado con piedras de tamaño medio
levemente careadas y trabadas con mortero de cal (U.E. 10125). Para sostener la estruc-
tura de piedras dentro de la fosa de cimentación, se recurrió a realizar un relleno caracte-
rizado por la presencia de arcillas y limos amarillentos (U.E. 10126).

Tanto los materiales como los sistemas constructivos apreciados varían sustancial-
mente de los utilizados en el resto de los elementos conocidos del acueducto y de los
registros inequívocamente romanos. Sus particulares características pueden explicarse
por diferentes razones. Las más probables son las que tienen que ver con la reparación o
sustitución de un registro antiguo en un momento posterior al de su construcción, sin
renunciar a que se trate de una estructura construida ex novo en época medieval, una vez
que se había arruinado la obra, pero el canal subterráneo aún servía para drenar el terre-
no y facilitar la formación de una corriente de agua.

REGISTRO 7 (ESTRUCTURA 13):


Esta estructura es la que ha ofrecido el registro más completo y evidente con el que
documentar las características de este tipo de estructuras. En planta se puede observar la
existencia de una fosa (U.E. 10130) de 2,40 m de diámetro. En la parte central se encuen-
tra el cajeado realizado con sillares de piedra caliza colocados a “soga”. Los sillares pose-
en una medida media de 40 cm de longitud, dejando un brocal libre de 80 x 50 cm.
Alrededor del cajeado se encontraba un relleno de piedras de unos 60 cm de ancho con
la finalidad de macizar las paredes del registro. El resto de la fosa se colmató con arcillas
y materiales constructivos disgregados. En el interior se pudo encontrar el mismo tipo de
material, aunque mezclado con otro tipo de sedimentos más arenosos. En la parte supe-
rior se encuentran algunos bloques de piedra de mayor tamaño que pudieron servir para
clausurar la estructura.

REGISTRO 8 (ESTRUCTURA 14):


Al igual que ocurría con el registro número 6, esta estructura también muestra evi-
dencias de alteraciones debidas a su reaprovechamiento tras la fase inicial de la cons-
trucción. Se trata de un posible registro antiguo similar a los ya conocidos, realizado a
partir de la excavación de una fosa de planta circular (U.E. 10140) y dotado de un alza-

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do de piedras en su parte central de planta rectangular (U.E. 10144). Las paredes del
registro se macizaron con piedras alrededor (U.E. 10143) y un relleno caracterizado por
la utilización de una arcilla de tonalidad muy oscura (U.E. 10142). Esta estructura sufrió
una amplia reparación con características constructivas muy diferentes de las apreciadas
hasta ahora, que deben tener una explicación similar a la apuntada en el caso antes cita-
do, que también se diferenciaba del resto. La fosa fue ampliada hacia el sur (U.E. 10145),
momento en que el lateral del alzado de piedras sería destruido para poder profundizar y
construir una nueva estructura de planta circular (U.E. 10146) a un 1,50 m de profundi-
dad. En esta modificación aparecen restos de mortero de cal (cal, arena y canto pequeño
de cuarcita), posiblemente de época medieval. En el momento de su amortización, el
pozo quedó cubierto con un gran relleno de piedras (U.E. 10141), necesario para com-
pactar el terreno (U.E. 10000).

REGISTRO 9 (ESTRUCTURA 15):


Durante el seguimiento y control arqueológico de los movimientos de tierra del pro-
yecto constructivo, se localizaron tres nuevos registros que implicaron sucesivas inter-
venciones arqueológicas en un área muy próxima a la carretera CM-310. Debido a las
condiciones del hallazgo, las estructuras se vieron afectadas por los movimientos de tie-
rra realizados y sólo pudimos conocer datos parciales de las mismas. En concreto, en el
caso del Registro 9, tan sólo hemos podido conocer sus restos en el perfil dejado por los
trabajos. Su estudio también se vio afectado por el afloramiento del nivel freático que
imposibilitó profundizar la excavación a más de 1,40 m de profundidad. Con todo, se ha
podido documentar la planta de la fosa excavada (U.E. 10150) en el terreno geológico
con un diámetro aproximado de 3,5 m. El resto de la estructura coincide con la mayoría
de los registros excavados. Posee un alzado (U.E. 10154) de piedras canteadas y sillares,
colocados “a soga”. La diferencia más notable se encuentra en la parte interior del regis-
tro, que en la zona inferior muestra una evidente tendencia a aproximar las hiladas, que
parecen dar lugar a auténticos escalones. La caja presenta, en su parte superior, unas
dimensiones de 1 x 0,50 m y disminuye hasta los 0,80 x 0,40 m en la boca del pozo. Las
dimensiones en la parte inferior pueden deberse al desplazamiento de algunos de los silla-
res, sin embargo, la intencionalidad de su disposición parece evidente, al facilitar el acce-
so al tramo subterráneo del acueducto.

El alzado del paramento realizado con sillares, como ocurre en el resto de las estruc-
turas documentadas, se encuentra en el interior de una fosa macizada con el relleno de
piedras de tamaño más pequeño y menos trabajadas (U.E. 10152), de planta ovalada. El
diámetro completo de ésta no se pudo documentar en su totalidad debido a la alteración
sufrida, pero los datos apreciados en la excavación permiten proponer una planta oval
para la misma con unas dimensiones próximas a1 m de anchura y 2,40 m de longitud. El
relleno de la fosa se completó con la deposición de arcillas muy compactas de tonalidad
oscura, a la que se sumó cal y otros materiales constructivos, (U.E. 10151).

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REGISTRO 10 (ESTRUCTURA 16):


Esta estructura se vio igualmente afectada por las circunstancias que propiciaron
su hallazgo, similares a las que acabamos de citar. También, por el afloramiento del
nivel freático en esta zona que, una vez más, impidió el normal desarrollo de los tra-
bajos y sólo permitió conocer sus primeros 80 cm.

En planta únicamente se pudo documentar el borde la fosa (U.E. 10160). Su relle-


no estaba compuesto por las arcillas de tonalidad oscura con intrusiones de nódulos
de cal y el material constructivo disgregado habitual (U.E. 10161). Por último, en la
zona central, se pudo documentar parte de un lateral del macizado de piedras (U.E.
10162) que contenía el alzado de los sillares que forraba el registro.

REGISTRO 11 (ESTRUCTURA 17):


El Registro 11 es la última de las estructuras documentadas en relación al tramo
de acueducto afectado por el proyecto constructivo, siendo la estructura situada más
hacia el Suroeste y por lo tanto cercana a la ciudad de Segobriga que hemos locali-
zado. Sus dimensiones muestran la existencia de diferencias notables en relación con
las apreciadas hasta ahora, reflejadas en que el brocal deja un espacio muy reducido
que hace pensar más en su uso como respiradero (spiramina), que como registro o
acceso al trazado subterráneo de la conducción.

La fosa (U.E. 10170) documentada en este caso tiene un tamaño más reducido que
las anteriormente documentadas. En planta presenta una forma ovalada de 2,40 m de
largo por 1,80 m de ancho. Como en los demás casos, el relleno se forma primero por
depósitos de arcillas de tonalidad oscura (U.E. 10171). Sobre ellas y macizando el
alzado de sillares, aparece un relleno de piedras (U.E. 10172) de tamaño medio, lige-
ramente careadas. Su interior quedaba marcado por la presencia de la característica
caja de sillares de 80 x 60 x 20 cm (U.E. 10173) que permitía la existencia de la spi-
ramina. Como principal característica de este registro, hay que destacar la gran cali-
dad de los sillares utilizados y la regularidad de la obra.

Cultura material asociada


En todos los trabajos descritos hasta ahora, se han localizado algunos materiales
relacionados con la construcción y uso de esta gran obra hidráulica. Su estudio lo
vamos a realizar de manera sintética, con el fin de conocer tan sólo sus principales
características y dar a conocer aquellas piezas que aportan datos sobre el funciona-
miento o la cronología del sistema que estamos dando a conocer.

Cerámica
Constituye, como suele ser habitual, el grueso principal de los hallazgos realiza-
dos. Su estudio lo realizamos en función de la creación de dos amplios conjuntos, el
de las piezas relacionadas con la construcción y el de las cerámicas comunes de

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mesa, cocina o almacenaje, vinculadas a actuaciones de todo tipo, realizadas junto a


la obra.

En las cercanías del tramo del acueducto documentado en La Peña I y en los registros
localizados en el tramo perteneciente a Llanos de Pinilla, el material recuperado es esca-
so y presenta mínimas variaciones tipológicas. Tal y como sería de esperar, la gran mayo-
ría de los fragmentos cerámicos recuperados pertenecen a elementos constructivos, con-
cretamente a grandes tejas y ladrillos relacionados con la cubrición del specus del acue-
ducto. La concentración de este tipo de elementos es particularmente importante en La
Peña I, donde se han podido recuperar los ejemplares mejor preservados.

Los ladrillos son bastante regulares y presentan unas dimensiones máximas de 45 x


31 x 4,5 cm. Las tejas son curvas y presentan la peculiaridad de presentar unas pronun-
ciadas aletas en sus laterales, además de ser más anchas que largas. A pesar de no haber
podido documentar ningún ejemplar completo, la reconstrucción gráfica de las mismas
permite verificar que sus dimensiones aproximadas eran de 65 x 35 x 4 cm.

Su presencia ya había sido detectada en los trabajos que realizó Almagro, en el trans-
curso de la excavación del tramo de acueducto de Vallejos. A ellas se refiere al realizar la
propuesta sobre su funcionalidad para cubrir la canalización:

“(…) Este bien construido canal se puede asegurar que iba cubierto por unos imbri-
ces o tejas curvas grandes y de rústica fabricación. Ciertamente, en los tramos que
hemos excavado de esta conducción, no hemos hallado ninguno de estos imbrices como
cobertura del canal conservado como decimos; pero aunque no ha aparecido ninguna de
estas tejas curvas in situ, sí se han encontrado gran cantidad de ellas hundidas dentro
del specus y en torno a éste; por otra parte, se conservan en algunos tramos en el revo-
que de la cara superior de los muros que enmarcan al specus o canal para conducir el
agua, restos de las huellas marcadas en la argamasa, con la que iban sujetas estas tejas
curvas, asegurándonos que cubrían el specus, para evitar cayeran en él impurezas que
dañaran la utilización y salubridad del agua (…)” (Almagro 1976: 887).

Además de esos tipos específicos vinculados a la construcción y uso de la obra hidráu-


lica, también se recuperaron, sobre todo en los registros, algunos fragmentos de ímbrices
y tegulae, la característica teja plana, de menores dimensiones. Su hallazgo en estas zonas
concretas parece indicar que las tegulae pudieron ser utilizadas puntualmente en algunos
tramos de la construcción hidráulica, sobre todo, en la cubrición de los registros de la
conducción.

Junto a este tipo de piezas y en menor proporción, aparecen las que, como decimos,
tienen que ver con determinadas actuaciones realizadas en la zona, una vez construida la
infraestructura. Su hallazgo se ha producido en las estructuras y acumulaciones detecta-

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das en las cercanías de los yacimientos de La Peña II y Llanos de Pinilla. Su estudio


muestra la existencia de un registro arqueológico diferente, en el que encontramos mayor
presencia de cerámicas pertenecientes a tipos comunes e incluso a algunas cerámicas
finas. Se trata de una serie de fragmentos de bordes, fondos y asas de ollas de cocina,
jarras, botellas y otros tipos cerámicos de mayores dimensiones, seguramente destinados
al almacenaje, como pueden ser ollas de despensa y tinajas. De todas ellas, destaca la apa-
rición de dos ollas de cocina con una tipología relativamente común en el registro arqueo-
lógico documentado en toda la zona. Aún dentro del grupo de las cerámicas comunes,
destaca igualmente la presencia de un tipo de gran recipiente con un amplio borde en
visera inclinado hacia el interior, que puede estar relacionado con el almacenamiento de
productos apícolas. Se trata de algunos pequeños fragmentos cerámicos pertenecientes a
formas de perfil cilíndrico, semejantes a tubuli, pero de mayor tamaño, dotados de bocas
exvasadas, una marcada acanaladura y un interior totalmente estriado, que forman parte
de grandes vasos de colmenas. Este tipo de artefactos no es exclusivo de época romana,
extendiéndose su uso desde momentos precedentes de la Edad del Hierro II, tal como se
conoce en el área levantina y catalana. Destaca en todo caso su presencia y uso generali-
zado en todos los yacimientos de época romana intervenidos en el entorno de la ciudad
de Segobriga.

En el capítulo de cerámicas finas, los escasos y diminutos fragmentos de sigillata


recuperados pertenecen exclusivamente a TSH y no permiten extraer demasiadas con-
clusiones, por lo que sólo se puede adscribir una cronología amplia a los mismos, com-
prendida entre mediados del siglo I y finales del II d.C.

Metales, vidrios y lítica


Los objetos metálicos documentados en el transcurso de la excavación son escasos y
están fabricados en hierro. De hecho, tan sólo podemos destacar la presencia de clavos
de diferentes tamaños y tipologías. Su aparición está relacionada con el empleo de estruc-
turas de madera para el entibado de los pozos, durante su construcción.

Respecto a los vidrios, la presencia de elementos de este material es reducida, pero no


deja de ser significativa. A pesar de que el reducido número de fragmentos recogido no
permite extraer grandes conclusiones, la calidad y la coloración de la mayoría de los mis-
mos permite su atribución a las producciones altoimperiales bien conocidas en la zona.
Los escasos fragmentos documentados son de color verdeazulado y vuelven a marcar un
amplio espacio temporal que comprende los siglos I y II d.C.

Por último, en lo que concierne a la industria lítica y tal y como es de esperar, es poco
representativa, pero destaca formalmente por su inclusión en un yacimiento de cronología
romana. Se trata de un tipo de hallazgos poco conocidos y valorados en los periodos roma-
no y medieval, que son fruto de la perduración de ciertas técnicas de talla lítica, relacio-
nada con actividades muy concretas como pueda ser la construcción de trillas. En el área

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excavada, tan sólo se han encontrado dos pequeñas láminas de sílex de buena factura. La
técnica de industria laminar en núcleos de sílex es evidente que pervive en el tiempo y de
hecho es la utilizada como decimos para la realización de las cuchillas utilizadas para el
trillado del cereal. Sin embargo, parece más razonable pensar que su presencia en los con-
textos que estudiamos está más relacionada con la inclusión puntual o acarreo de utillaje
datado en la Edad del Bronce, que pudo llegar a las inmediaciones de la obra como con-
secuencia de las amplias excavaciones y remociones que la construcción provocó.

Cronología de la cultura material


Los datos de carácter cronológico que podemos extraer de los conjuntos de cerámica
común y constructiva recuperados en las distintas excavaciones realizadas en las que han
aparecido restos del acueducto, son claramente limitados y manifiestamente insuficientes
para dar cronologías mínimamente precisas. De hecho, tan sólo podemos decir que nos
encontramos ante piezas que suelen fecharse, genéricamente, entre los siglos I y II d.C.

Los datos más concluyentes de cara a la correcta definición de los parámetros crono-
lógicos de uso/construcción del acueducto proceden de los contextos documentados en el
cercano yacimiento de La Peña II (Nº Exp. 020537-P28). En esta zona, la información
estratigráfica y material del Ámbito 13 es determinante en la medida que refleja una clara
relación de superposición y secuencia. Así, en la Fase I de La Peña II, comprendida entre
mediados del siglo I d.C. y los momentos iniciales del siglo II d.C., los registros identifi-
cados se localizan en la zona exterior de las construcciones habitacionales y de producción
allí localizadas. Sobre esos depósitos anteriores y formados durante la Fase I, se constru-
yeron los muros de los ámbitos 12-13, pertenecientes a la Fase II del mismo yacimiento,
fechada entre los inicios del siglo II d.C. y la segunda mitad del mismo siglo. En este
momento, los dos registros identificados fueron incorporados al interior del nuevo Ámbito
13, lo que indica claramente que los registros pertenecían una entidad constructiva exis-
tente en el momento en que se procedió a la reforma/ampliación.

En el momento final del yacimiento, fechado en torno a finales de la segunda mitad del
siglo II d.C., los derrumbes de los tapiales que se documentaron de forma generalizada en
todo el espacio exterior y más concretamente en los Ámbitos 12 y 13, cubren integral-
mente el registro que, de esta manera, quedó sellado y anulado debido al abandono de la
instalación que, muy probablemente, también coincide con la pérdida de funcionalidad del
sistema.

La construcción de los registros sería, por lo tanto, contemporánea o incluso ligera-


mente anterior al citado asentamiento rural. De hecho, dada la función organizadora de la
ciudad en relación con el aprovechamiento y articulación del ager que domina, resulta más
lógico pensar en la implantación del yacimiento en función de la red de comunicaciones y
canales previamente construidos, que se habrían convertido en las líneas articuladoras y
definidoras del territorio que rodeaba la población.

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En cualquier caso, lo que sí se puede afirmar con total seguridad a partir de sólidos datos
estratigráficos y materiales, es que a finales del siglo I d.C., el acueducto y sus respectivos
registros son una realidad existente y en pleno funcionamiento en el territorio de la ciudad
de Segobriga.

Conclusiones
Es evidente que los hallazgos que hemos dado a conocer como avance en esta publica-
ción, muestran la existencia de un sistema hidráulico de aprovisionamiento para la ciudad
romana de Segobriga mucho más complejo del supuesto hasta ahora. Su finalidad es evi-
dente, aprovechar las distintas captaciones de agua potable que existen en el territorio y
dotar a la población de un suministro suficiente, diversificado y fiable, con capacidad para
cubrir las necesidades de la ciudad. Su descubrimiento permite además plantear ciertas
hipótesis de trabajo sobre el aprovechamiento de las aguas en el interior del espacio urba-
no y la posibilidad de documentar nuevos ramales parecidos al que centra nuestro trabajo,
hasta ahora nunca tenidos en cuenta, por considerar que el sistema estaba bien conocido y
estudiado.

En primer lugar, y dada la complejidad apreciada, es evidente que la construcción de


este sistema muestra la incorporación de un tipo de ingeniería hidráulica en la zona hasta
entonces nunca tan desarrollada. Su implantación va ligada a la presencia de otro tipo de
sistemas hidráulicos menores con finalidad mayoritariamente agrícola, que muestran la
definitiva incorporación del territorio de Segobriga al mundo romano. Es el caso del que
debía partir de la presa realizada mediante una gran pantalla de opus caementicium que aún
se conserva en las inmediaciones de Saelices, cerca de la Fuente de la Mar. Su presencia en
este punto muestra la existencia de esos pequeños sistemas a los que nos referimos, que
también empezamos a documentar en otras muchas zonas de la Meseta Sur, en especial en
la provincia de Toledo.

Tanto el gran sistema urbano como los pequeños, todavía mal conocidos, debieron ser-
vir de base para planificar el desarrollo agrícola e industrial del territorio, tal y como pare-
ce deducirse de la documentación en torno a la canalización de diferentes asentamientos.
Es el caso de La Peña II, de Llanos de Pinilla o de Los Vallejos. En el primero, existen inclu-
so pruebas arqueológicas de la remodelación y utilización de partes de la conducción, con-
cretamente de un spiramina, para su probable utilización como pozo de agua potable des-
tinada al consumo humano o para propiciar cualquier otro aprovechamiento ligado a la pro-
ducción agropecuaria a pequeña escala.

A pesar de los hallazgos realizados, el trazado integral del ramal del acueducto presen-
ta todavía bastantes lagunas. No obstante, los trabajos arqueológicos han podido documen-
tar algunos aspectos que permiten interpretar y plantear hipótesis para sortear dichas lagu-
nas, así como plantear nuevas líneas de investigación que deberán ser constatadas en el
futuro.

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Comenzando por las zonas de captación del agua, los tramos independientes de subs-
tructio que se han podido identificar en el yacimiento de La Quebrada II, implican la exis-
tencia de zonas de captación diferentes situadas al norte en cotas comprendidas entre los
840 y los 850 m. De ese modo, el agua que circularía por los tramos documentados se
captaría de dos manantiales cercanos e independientes, el de la Quebrada y el de la
Juanseca. De ambos partirían sendos canales en superficie (rivi o specus), que no hemos
podido documentar, al quedar fuera de nuestra intervención. Su trazado aprovecharía la
suave orografía existente en la zona, que no plantea problema alguno para conducir las
aguas en lámina libre y con la pendiente necesaria. Del manantial de la Quebrada surgi-
ría un ramal que tendría una longitud aproximada de 615 m en dirección Norte-Sur, hasta
enlazar con el tramo de substructio identificado en el sector más al norte de La Quebrada
II. Del manantial de la Juanseca partiría otra estructura parecida mediante un ramal que
tendría una longitud de 1700 m en dirección Este-Oeste, hasta el punto en el que comien-
za el tramo que hemos identificado en la zona meridional de La Quebrada II.

Ambos ramales se unirían un poco más delante del lugar en el que los hemos podido
estudiar, en una cota próxima a los 840 m, dando lugar a una única conducción con mayor
caudal. A partir de ahí, a través de la simulación del trazado por SIG y aplicando deter-
minadas correcciones, se observa la posibilidad de varios trazados, pero todos con una
parte inicial común, que discurriría en sentido Noreste-Suroeste.

El trazado de este ramal del acueducto a Segobriga alterna con total seguridad en su
recorrido tramos en superficie, realizados con mampostería (substructio), con otros exca-
vados en galerías subterráneas (cuniculi). Naturalmente, dicha alternancia se explica por
la topografía y los distintos tipos de terreno natural existentes, que condicionaron y limi-
taron la adopción de distintas soluciones técnico-constructivas. No obstante, de una
forma general, el trazado del sistema de abastecimiento de agua a Segobriga parece haber
buscado la adaptación a las curvas de nivel existentes, aprovechando al máximo las con-
diciones del terreno y discurriendo de manera natural, a pesar del incremento de recorri-
do que esto implica en algunos tramos, tal y como se ha experimentado con la simulación
en SIG. Sólo cuando el relieve era imposible de contornear, se recurrió a la realización
de los tramos en galería, caso del documentado en la zona comprendida entre La Peña II
y Llanos de Pinilla.

Para plantear las hipótesis de trazado de la canalización desde la captación a La Peña


I, hemos realizado varias simulaciones y estimaciones sobre el funcionamiento del siste-
ma. Los resultados son sumamente interesantes, pero, poco concluyentes, al no aportar
certezas absolutas sino propuestas para su posterior estudio sobre el terreno.

Según los cálculos realizados por el SIG y siempre considerando las propuestas de
relieve más favorables y por lo tanto con menor coste, son posibles tres grandes recorri-
dos hipotéticos. En el primero de ellos se prima el recorrido por pendientes naturales con

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coste de ejecución mínimos, aunque con un incremento notable de la longitud necesaria


para su funcionamiento. En su parte terminal, el trazado simulado describe un arco hacia
el norte bastante amplio, buscando siempre las zonas de menor pendiente, hasta llegar a
una zona en la que fue necesario acometer el tramo en galería que hemos descrito en La
Peña I.

El segundo de los itinerarios que proponemos es una simulación intermedia que man-
tiene algunas de las características de la simulación anterior, pero incorpora en algunas
zonas un mayor índice de inversión constructiva/antrópica, a la hora de atravesar el extre-
mo suroeste del macizo ubicado al nordeste de La Peña I, lo que implica la necesidad de
realizar algunos tramos en mina o mediante excavaciones a cielo abierto para llegar a la
cota que requería la libre circulación de las aguas. Tal y como ocurría en la simulación
anterior, el tramo final describe un nuevo arco hacia norte buscando siempre las zonas de
menor pendiente, esta vez de menor amplitud y más cercano al punto de destino inter-
medio que es el tramo de acueducto de La Peña I.

En la tercera posibilidad, el trazado discurre en dirección Noreste-Suroeste por medio


del paso natural existente en el macizo al nordeste de la Peña I. Esta opción, que com-
porta seguramente la existencia de un mayor número de tramos en mina o en galería de
superficie, es, por otra parte, la más corta y más recta, y la que permite la llegada al acue-
ducto de La Peña I, aunque hubiese que dar soluciones al problema que supone atravesar
el valle existente justo antes de alcanzarse el tramo de dicho acueducto. Para superarlo,
donde se localiza actualmente el paso de la Autovia A3, sería necesaria una construcción
de acueducto en altura o un sifón invertido. Ante la improbabilidad de haber existido la
primera y no haber quedado ningún resto, se debería haber optado por la segunda posi-
bilidad que también se utilizó en otros tramos de la canalización mejor conocidos.

En cualquier caso, lo que sí parece cierto es que el tramo de substructio identificado


en La Peña I se dirige hacia el valle antes citado, por lo que quizás habrá que considerar
como trazado más probable el segundo de los trazados aquí descritos.

En cuanto a las características constructivas de la obra de canalización, hay que des-


tacar los datos aportados por las excavaciones y sondeos realizados en el tramo de La
Peña 1. En ellos se han identificado aproximadamente unos 200 m de substructio/acue-
ducto, que se adaptan en cota y orientación a las variaciones del terreno. En el punto más
bajo documentado se ha registrado una potencia de muro de aproximadamente un metro,
que variaba en función de la cota del terreno sobre el que discurre la obra, con el fin de
conseguir la pendiente uniforme necesaria para el movimiento del agua a la velocidad
deseada. Su construcción se realizó en opus incertum al que se aplicó un revoco de yeso
como acabado, dispuesto sobre una cimentación media de unos 0,40 m, que parece man-
tenerse relativamente estable a lo largo de toda la obra. En la zona más alta del muro, se
han podido documentar escasos restos del specus original que, no obstante, demuestran

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la utilidad de la obra y permiten obtener unas mínimas cotas con las que conocer el fun-
cionamiento técnico de la conducción. Su construcción se llevó a cabo con materiales
diferentes, en concreto con un mortero y materiales mucho más cuidados, que son los que
se utilizan en la realización del opus signinum que garantizaba la impermeabilización de
la canalización.

Por último, la canalización se cubriría con las tejas y ladrillos de grandes dimensio-
nes ya comentados, aparecidos en diferentes puntos de las excavaciones que hemos rea-
lizado. Con ellos se garantizaba la mejor conservación del agua, la disminución de las
pérdidas y un fácil acceso al canal para realizar las necesarias labores de mantenimiento
que garantizaban la calidad y continuidad del suministro.

Junto a este tipo de obra con la que se realizaron los distintos tramos en superficie que
conocemos, nos encontramos con un gran tramo en galería subterránea que, evidente-
mente, muestra unas características constructivas muy diferentes, que son las que apare-
cen en el sector que hemos estudiado entre La Peña I y Llanos de Pinilla. Lo más fre-
cuente en los tramos subterráneos de las conducciones romanas conocidas, es la apertu-
ra de grandes zanjas en superficie para conseguir la profundidad necesaria y realizar la
canalización a cielo abierto. Sin embargo, cuando la necesidad de excavación superaba
una cierta altura, se recurría a la excavación de galerías que dejan su huella en superficie
en los pozos de ataque necesarios para la obra, que luego se convierten en pozos de regis-
tro, los spiramina o putei.

Esta modalidad constructiva alternativa para la construcción de acueductos mediante


la ejecución de galerías subterráneas se conoce no sólo gracias a la aportación de Los
Libros de Arquitectura de Vitrubio, sino que también se encuentra relativamente bien
atestiguada en otros sitios del Imperio y en la propia Hispania. Es el caso de las conduc-
ciones documentadas en Mérida, concretamente en la de la Urbanización La Calzada
(Chamizo y Rodríguez 2009: 4) y en Rabo de Buey. Obras similares se conocen en el
acueducto de Huelva del que se documentaron 125 m, pertenecientes a un tramo subte-
rráneo con origen en Fuente Vieja y algunos pozos de registro (García y Rufete 1996), en
el acueducto de Cádiz, en el tramo subterráneo de acueducto exhumado en el entorno del
Polígono Tres Caminos en Puerto Real, donde se documentaron unos 70 m del trazado
con el specus soterrado con spiraminae o registros alternantes (Muñoz 1991: 101-102),
o en los sistemas documentados en Albarracín (Ezquerra 2007), Osma (García 2007),
Tiermes (Martínez 2007), etc.

Con esta solución técnica se salvaban los obstáculos geográficos de mayor entidad
que se interponían en el camino de las aguas, a la par que se evitaban recorridos mucho
más largos que, forzosamente, obligarían a un continuado zig-zag en el paisaje con todo
lo que ello suponía a la hora de aumentar las pérdidas de caudal, las labores de manteni-
miento y, lo que era peor, impedir el abastecimiento de determinados puntos por depen-

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El sistema hidráulico de abastecimiento de aguas a la ciudad de Segobriga

der de la topografía y requerir frecuentes descensos en la cota por la que discurren las
aguas. Con todo, cabe suponer que solamente se utilizaría este procedimiento cuando era
del todo inevitable, puesto que la apertura de las galerías planteaba grandes problemas
técnicos y mayores costes, tanto en la ejecución como en el posterior mantenimiento. Su
técnica de construcción es bien conocida. Normalmente se comenzaba por ambos extre-
mos, pero también era posible la construcción de varios sectores de forma simultánea, lo
que exigía gran precisión en las labores de medición previas para que los tramos se
encontrasen en los puntos de intersección previstos. Tómese como ejemplo de lo dicho el
acueducto de Albarracín a Cella. En algunos sectores de dicha conducción, en concreto
en el largo tramo de la Cañada de Monterde, se pudo constatar arqueológicamente que en
los “encuentros” entre las distintas cuadrillas de fossores, los trazados o los niveles inter-
nos del canal presentan leves errores (Ezquerra 2007).

Las características de la galería del acueducto documentado no pueden precisarse, al


no haber podido acceder a ningún tramo de ella; Sin embargo, por lo poco que hemos
podido conocer en las remociones posteriores a nuestra intervención, debió mostrar unas
características muy similares a las que conocemos en el ramal estudiado por Almagro a
partir de la Fuente de la Mar. Su trazado lo conocemos por los spiraminae que jalonan la
superficie por donde discurre la canalización. Estos pozos de registro eran realizados en
primer lugar para acometer la ejecución de la infraestructura y, en segundo lugar, para,
una vez concluida la misma, para permitir el adecuado funcionamiento y mantenimiento
de la conducción. Los pozos se abrían de forma regular y recurrente, de forma idéntica
a los de los trabajos de minería, y una vez alcanzada la cota necesaria a la pendiente de
la conducción, se conectaban entre sí mediante la excavación de pequeños tramos de
galería que, de esta manera, se iba ampliando hasta conseguir realizar la totalidad del
recorrido previsto. De este modo, la galería subterránea o mina se encuentra a lo largo de
su recorrido perforada en sentido vertical por toda una serie de registros (spiramina), rea-
lizados mediante la realización de amplias fosas de planta circular que luego, eran dota-
das de una caja realizada en sillares que contenía las tierras y daba a los pozos una sec-
ción rectangular. Naturalmente, estos pozos verticales ofrecen alturas diversas, pues,
mientras la mina es de trazado horizontal (excepto la lógica inclinación necesaria para
que circule el agua), el terreno exterior a la superficie es irregular, y por ello las bocas de
los registros se ubican a diferente altimetría. Por los estudios y distintos análisis que pudi-
mos realizar a los identificados en La Peña II y Llanos de Pinilla, se puede estimar que
los primeros se encontraban a una cota 13 m superior a la cota de la galería, mientras que,
en el segundo, por la bajada del terreno que ahí se observa, se encuentran a apenas 4 m
sobre la canalización.

La totalidad de los registros identificados se encontraban ocultos por la tierra de


labor que los han enterrado a mayor o menor profundidad. No se ha documentado nin-
guna de las tapas originales que los cubrían, aunque es probable que se utilizaran los
mismos bloques paralepípedos de piedra caliza conocidos en el vecino ramal de

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Jorge Morín de Pablos, et alii

Saelices/Vallejos (Almagro 1976: 881-883), similares a las del tramo de Rabo de Buey
del acueducto emeritense. Tampoco hay que descartar que algunos de ellos estuvieran
cubiertos con maderas y tegulas, tal y como parecen indicarlo alguno de los hallazgos
que hemos descrito.

La observación de distintos ejemplos de spiraminae conocidos revela la existencia


de diferentes parámetros en su construcción, particularmente al nivel de las distancias
existentes entre cada uno de ellos, de sus dimensiones y de la técnica aplicada a su rea-
lización. En lo que a las distancias concierne, raramente se cumplía la regla que acon-
sejaban los agrónomos clásicos, modificándose de la forma más conveniente en función
de la complejidad del trazado, así como de la naturaleza y dureza de excavación de los
materiales presentes en el sustrato rocoso de base. Así por ejemplo, en Mérida, en los
ejemplares identificados en la Urbanización la Calzada, los pozos se ubican a una dis-
tancia exacta de 19 m (Chamizo y Rodríguez 2009: 4). En el acueducto de Albarracín a
Cella, presentan distancias variables según las diferentes zonas. En la zona denominada
“Galería de Los Espejos”, los spiramina o lumina se encuentran cada metro; en la zona
del Azud de Gea cada 11 m, en la zona del Barranco de los Burros cada 20 m y a partir
de la Cañada de Monterde, cruzando las lomas que separan Gea de Cella, cada 20/40 m,
aunque siempre en función de una menor distancia en los tramos en curva o con fuerte
desnivel en la superficie, y más separados en los tramos rectos. En los yacimientos sego-
bricenses de La Peña II y Llanos de Pinilla ahora estudiados, los spiramina se ubican a
una distancia prácticamente constante de 15 m.

En cuanto a la técnica constructiva, los pozos de las diferentes conducciones roma-


nas documentadas en la Península Ibérica, presentan también considerables diferencias.
Los de la Urbanización la Calzada de Mérida, por ejemplo, presentan una fábrica de
poca calidad y están realizados en opus incertum con abundante cal (Chamizo y
Rodríguez 2009: 4). En nuestro caso, la totalidad de los pozos documentados que no han
sufrido reaprovechamientos o grandes modificaciones, se dotan de una caja realizada
con sillares de muy buena calidad trabados con arcilla. Sin embargo y pesar de la uni-
formidad técnica, se aprecia en ellos una cierta variabilidad en sus dimensiones, tal y
como hemos podido conocer al realizar su estudio.

Estos pozos constituyen las últimas evidencias conocidas de la obra que estudiamos,
situadas a unos 3.5 Km de la ciudad de Segobriga. Es evidente que la canalización debía
continuar en dirección a la zona de Los Vallejos, en la que enlazaría con la obra estu-
diada por Almagro, procedente de Saelices, en un sector que ha quedado fuera de nues-
tra intervención. Desconocemos por lo tanto el punto exacto en el que ambas canaliza-
ciones pudieron coincidir, pero su estudio conjunto plantea nuevas e interesantes apor-
taciones para el conocimiento del sistema hidráulico de la ciudad, en especial de su
tramo final que debía ser la parte más compleja de toda la canalización.

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El sistema hidráulico de abastecimiento de aguas a la ciudad de Segobriga

En principio y basándonos en la cota de circulación del agua que presenta el tramo


de La Peña I, 833 m, es posible estimar que la salida del tramo en mina se haría proba-
blemente en la continuación recta del trazado La Peña II - Llanos de Pinilla, claramen-
te sobre la cota 830, que permitía llevar el agua a la ciudad hasta zonas relativamente
altas, en concreto hasta la red de cisternas que se conservan en una cota cercana a los
825-830 m, algo por encima de la muralla construida sobre la línea que discurre sobre
los 820 m. Para conseguirlo sería necesario recurrir a la conducción forzada propuesta
y en parte documentada por Almagro, mediante la construcción de un pequeño y simple
sifón que utilizaría las tuberías de plomo conocidas en esta zona de las inmediaciones
de la ciudad. Su trazado dejaría de depender de la topografía y es probable que se eje-
cutara de forma relativamente recta por la cara sur del macizo de Saelices, al que perte-
necería la estructura de opus caementicium documentada en el camino de Pinilla, a poco
más de 1,5 Km de la ciudad antigua. Con esta obra se conseguiría cruzar y sobrepasar
el pequeño valle en el que también se conserva el tramo conocido cerca de la conocida
como basílica visigoda, que marca el punto por el que la canalización entra en la ciudad
mediante una red de distribución que permitiría llevar el agua a los distintos depósitos
y principales edificios públicos de la población, con un modelo de funcionamiento pare-
cido al que, como dijimos, se documenta en la ciudad de Toledo.

Este tramo final sería compartido con la canalización iniciada en la Fuente de la Mar,
aunque es probable que ésta tuviera un funcionamiento diferente al ubicarse su captación
a una cota situada por encima de los 895 m, con todo lo que ello posibilita. El estudio de
la topografía de este ramal muestra que la obra conserva una cota bastante alta en su tramo
inicial y que poco antes de hacer su entrada en Los Vallejos, la canalización aún mantiene
una altura considerable, claramente por encima de los 875 m. En ese punto se conservan
los restos de un depósito que puede estar relacionado con el arranque de la conducción for-
zada, que se uniría a la conducción procedente de Valdejudíos, pero con tuberías propias
y condiciones diferentes de presión. Desde el punto de contacto, las distintas conduccio-
nes convenientemente entubadas, pudieron discurrir por la misma cama o substructio, que
era necesaria para asegurar la estabilidad de las tuberías, regularizar las pendientes e impe-
dir la formación de ángulos y picos, tanto en planta como en alzado, que abrían posibili-
tado la formación de bolsas de aire y dificultado el funcionamiento de la obra.

Es evidente que el agua procedente de este ramal también pudo descender en lámina
libre hasta el punto en el que discurrían las aguas del que hemos estudiado, e iniciar
entonces el tramo a presión en igualdad de condiciones. Sin embargo, creemos que esto
no ocurrió así porque suponía despreciar unas posibilidades que el ingeniero responsable
nunca debió dejar de aprovechar para llevar el agua hasta las cotas más altas existentes
dentro de la población, poco por encima de los 855m. Una posibilidad fácil de alcanzar
sin recurrir a más complicaciones técnicas que las que ya se venían utilizando, al contar
con un caudal reducido y columnas de presión de 20-25 m, perfectamente asumibles por
la ingeniería antigua.

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Jorge Morín de Pablos, et alii

Este modelo de canalización común para aguas distintas a diferente presión encaja
perfectamente con el modelo de red de distribución con el que se dotó la ciudad, basado
en la inexistencia de un castellum aquae único y la construcción de otros de pequeño
tamaño dispuestos en diferentes cotas y zonas de la ciudad. Su correcto funcionamiento
permitió algo que parece evidente, sobre todo tras la realización de una obra tan comple-
ja como es la que acabamos de estudiar, que el agua llegara a la práctica totalidad de la
ciudad, tal y como ocurre en el resto de las poblaciones que presentan un modelo pareci-
do al que aquí empezamos a conocer.

Al margen de las valoraciones sobre el trazado y la propuesta de funcionamiento, aun


vamos a realizar otra serie de precisiones sobre la cronología y la probable sincronía en
la construcción de los dos ramales que conocemos. En nuestros días, es opinión genera-
lizada que las grandes obras de infraestructura romana en Hispania responden, en la gran
mayoría de los casos, a programas constructivos auspiciados en época augustea y que
necesitaron varias décadas para su completa ejecución (AA.VV. 2004; González Tascón
y Velázquez 2005). En efecto, las ciudades del ámbito peninsular asisten a un importan-
te fomento del urbanismo y edilicia asociada al fenómeno municipal a lo largo de todo el
siglo I d.C. Este proceso estaría relacionado con la conversión de muchos antiguos núcle-
os urbanos en municipii de pleno derecho. Este proceso iniciado en época augustea tiene
una larga duración, tal y como hemos comentado, al implicar la construcción de grandes
complejos monumentales que, en ocasiones, como ocurre en Italica o Ucubi, adquieren
forma definitiva en la segunda mitad del siglo I d.C.

El sistema de Segobriga no parece ser una excepción y los pocos pero nuevos datos
que hemos dado a conocer, muestran que Almagro tenía razón y que la obra hay que
datarla en torno a mediados del siglo I d.C. Éste es el momento en el que se fecha la pri-
mera fase del asentamiento de La Peña II que hemos relacionado con la construcción de
la obra, y es también el momento en el que se datan la mayor parte de los equipamientos
monumentales con los que se dotó la población, caso del teatro o del anfiteatro, que
requerían para su funcionamiento de un abundante abastecimiento de agua. Algo más tar-
dío parece ser el circo fechado en la segunda mitad del siglo II d.C., que plantea una
muestra de la capacidad de las elites locales para ampliar el programa monumental de la
ciudad en esos momentos, aunque existen dudas razonables sobre su finalización.

La pérdida de funcionalidad de la conducción se produciría en un momento difícil de


precisar, pero que no parece ser muy avanzado. Los pocos materiales documentados
muestran la falta de piezas relacionadas con la obra que superen el siglo II o comienzos
del III d.C. Una fecha que coincide con el fin del modelo de explotación del territorio
segobricense implantado en el siglo I d.C., tal y como hemos podido estudiar en la mayor
parte de los asentamientos documentados en las distintas excavaciones realizadas en este
mismo proyecto, cuyos resultados también se dan a conocer en esta publicación.

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El sistema hidráulico de abastecimiento de aguas a la ciudad de Segobriga

Analizado el trazado y la cronología de la obra, sólo nos queda abordar el último de


los temas anunciados, el de la posible sincronía en la construcción de los dos ramales que
conocemos y que, en realidad, parecen formar dos sistemas diferentes que comparten tan
sólo el tramo final, al no mezclarse sus aguas. El estudio comparado de las estructuras
documentadas en uno u otro caso muestra unas similitudes evidentes, tanto en lo referente
a las características de los materiales utilizados, como en las soluciones técnicas emple-
adas. En ambos casos estamos ante estructuras muy parecidas que parecen indicar su per-
tenencia a un proyecto común. Para tratar de demostrarlo, hemos realizado una serie de
análisis de composición de los morteros de algunas de las principales estructuras conoci-
das. Sus resultados parecen ser concluyentes, al ofrecer resultados muy parecidos que
sólo podemos interpretar como consecuencia de que la totalidad de las obras estudiadas
obedecen a un único pero ambicioso empeño constructivo.

Para finalizar y como resumen del verdadero significado de la obra que damos a cono-
cer, sólo queda decir que con los hallazgos ahora presentados, Segobriga adquiere un
nuevo elemento complejo que viene a completar su diseño en el siglo I d.C. Junto al tea-
tro, al anfiteatro, al circo o a sus termas, también puede lucir desde ahora un complejo
sistema hidráulico que es perfectamente equiparable al de otras grandes ciudades hispa-
nas, que contaban con varios acueductos destinados a garantizar un suministro que era
vital para el desarrollo de la ciudad antigua.

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Figura 1. Cartografía con los espacios intervenidos en los años 2010/11 (imagen de los autores).

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Figura 2. Cartografía con los yacimientos donde se localizó el sistema hidráulico (imagen de los
autores).

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Figuras 3a. La Quebrada; b. La Peña; c. ETAP (imagen de los


autores).

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El sistema hidráulico de abastecimiento de aguas a la ciudad de Segobriga

Figura 4. Reconstrucción 3D de los spiramina y la parte aérea de la conducción (imagen de los autores).

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Jorge Morín de Pablos, et alii

Bibliografía específica de la obra estudiada


ALMAGRO, M., 1976: “El acueducto romano de Segobriga. Saelices (Cuenca)”,
Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 79: 875-901.
ALMAGRO, M., 1978: “Datos cronológicos para fechar el acueducto de Segobriga”,
Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 81: 155-167.
BARROSO, R.; CARROBLES; MORÍN, J., (eds. científicos) 2014: La Quebrada II,
La Peña I y Llanos de Pinilla. El sistema hidráulico de abastecimiento de aguas a la ciu-
dad de Segobriga, MArqAudema, Serie Época romana / Antigüedad Tardía, Madrid.

Bibliografía
AA.VV., 2004: Aqua Romana. Técnica humana y fuerza divina, Barcelona.
BAENA, J.; BLASCO, C.; QUESADA, F. (eds.), 1999: Los S.I.G. y el análisis espa-
cial en Arqueología, Madrid: 255-272.
EZQUERRA, B., 2007: “Acueducto romano de Albarracín-Gea-Cella. Abasteci-
miento de agua a la antigua ciudad de Cella (Teruel)”, en Fragmentos de historia. 100
años de arqueología en Teruel, Teruel: 219-223.
CHAMIZO, J. J. y RODRÍGUEZ, S., 2009: “¿Una nueva conducción en Augusta
Emerita?”, FORO. Boletín Informativo del Consorcio de la Ciudad Monumental,
Histórico-Artística y Arqueología de Mérida, 57 (octubre, 2009): 4-5.
GARCÍA, C. y RUFETE, P., 1996: “Sistemas de abastecimiento de agua a la ciudad
de Huelva en época antigua. La Fuente Vieja”, en AA. VV., El agua en la Historia de
Huelva, Huelva: 19-58.
GONZÁLEZ, I. y VELÁZQUEZ, I., 2005: Ingeniería romana en Hispania. Historia
y técnicas constructivas, Madrid.
MUÑOZ, A., 1991: “Intervención arqueológica en el acueducto romano de Cádiz: los
sectores de ‘El Mimbral’ (Jerez) y ‘Tres Caminos’ (Puerto Real)”, Anuario Arqueológico
de Andalucía 1989 (III), Junta de Andalucía, Sevilla: 98-103.
SÁNCHEZ, E. H., 2008: “Introducción a los acueductos romanos en Andalucía”,
@rqueología y Territorio, 5: 127-139

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Espacio y territorio de la primitiva Complutum...

Espacio y territorio de la primitiva


Complutum entre la Segunda Edad
del Hierro y la época romana

Sandra Azcárraga Cámara1


Arturo Ruiz Taboada2

Introducción
El territorio físico en el que se encuadra la primitiva Complutum se corresponde con
el valle bajo del Henares, un espacio comprendido dentro de lo que los romanos, a su
llegada, denominaron Carpetania. Inmersas en esa amplia región carpetana se com-
prendían realidades culturales diferentes, pero asimilables entre sí. El cerro de San Juan
del Viso se encuadraría en la zona septentrional de la Carpetania, un territorio con
menor desarrollo social durante la Segunda Edad del Hierro que la zona meridional,
pero directamente incentivado por Roma desde los momentos finales de la época
Republicana.

El estudio del yacimiento de San Juan del Viso, supone ahondar en el conocimiento
del proceso de romanización en un territorio privilegiado para su observación. En el cen-
tro de la Península Ibérica, nudo de comunicaciones, se levanta este imponente cerro,
ocupado de forma continua al menos desde el siglo II a.C. y donde Roma levanta un
campamento que da origen a la primera ciudad romana de la Carpetania septentrional,
con un desarrollo urbanístico que se correspondería con el de una ciudad privilegiada y
desconocido hasta hace poco.

El valle bajo del Henares durante la Segunda Edad del Hierro


El valle bajo del Henares es un entorno con una intensa ocupación humana a lo largo
de la historia. Durante la Segunda Edad del Hierro, su ocupación se puede concretar en
dos momentos clave, durante la fase plena carpetana (mediados s. V-III a.C.) o durante
la fase tardía o carpetano-romana (ss. II-I a.C.), periodización propuesta por Blasco y
Blanco (2014) y desarrollada para el estudio de este territorio hace pocos años

1 Ayuntamiento de Madrid. sandra.azcarraga@gmail.com


2 Universidad Complutense de Madrid. arruiz01@ucm.es

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Sandra Azcárraga Cámara, Arturo Ruiz Taboada

(Azcárraga 2014a y 2015). Gracias a la prospección y al estudio de los materiales reco-


gidos y de otros procedentes de excavación, se pudo realizar una propuesta de delimita-
ción cronológica para todos los yacimientos de la Segunda Edad del Hierro conocidos en
el área nuclear del valle bajo del Henares. En el territorio estudiado el arroyo Anchuelo,
subsidiario del río Jarama, pero que discurre paralelo al río Henares, cobra una gran rele-
vancia (figura 1). Durante la fase plena carpetana (figura 1A), destaca la aparente ausen-
cia de poblados fortificados, en contraposición con la abundancia de asentamientos en
llano, concentrados además en el valle del Anchuelo y enfocados al máximo aprovecha-
miento de los recursos. Esta aparente ausencia refleja la falta de excavaciones en exten-
sión en yacimientos de este momento, aunque sabemos que los yacimientos en altura de
Ecce Homo y Alcalá la Vieja estuvieron ocupados en estas fechas. También en el valle
bajo del Henares, aunque fuera del área nuclear prospectada, destaca el cerro de El
Butarrón (Mejorada del Campo, Madrid), con significativos materiales en superficie
como cerámica ática y tinajas con perfil cefálico (Asquerino y Cabrera 1980). Sin embar-
go, la mayoría de los asentamientos en llano de este entorno continuarán ocupados duran-
te la fase carpetana tardía, hecho que puede llamar la atención si tenemos en cuenta que
se desarrollarán también grandes poblados en altura en dicha fase.

A pesar de que no contamos con excavaciones arqueológicas en el área nuclear del


valle bajo del Henares en yacimientos de la fase plena carpetana, hay uno que destaca
por sus hallazgos de superficie. Se trata del Salto del Cura, localizado a casi 2 Km al SE
del cerro de San Juan del Viso, en una pequeña meseta donde en una hectárea aproxi-
madamente se documenta abundante presencia de materiales de los siglos IV y III a.C.

Figura 1. A. Yacimientos ocupados en la fase carpetana plena en la zona prospectada del valle del
Henares: 1 Las Cuevas; 2 Los Villares, 3 El Corral Norte-El Grullo; 4 El Albornoz; 5 Complutum; 6
Las Terreras; 7 El Calvario; 8 Ventorra de Rufino; 9 Salto del Cura; 10 Poblado de Alcalá la Vieja;
11 Ecce Homo; 12 La Dehesa; 13 Abellares; 14 La Piojosa de Villalbilla; 15 La Piojosa 2; 16
Valdeibáñez; 17 El Cañaveral. B. Yacimientos ocupados en la fase carpetana tardía o carpetano-roma-
na (siglos II–I a. C.) en la zona prospectada del valle del Henares: 1 El Albornoz; 2 Complutum; 3 El
Calvario; 4 Poblado de Alcalá la Vieja; 5 Ecce Homo; 6 La Dehesa; 7 Cerro de San Juan del Viso; 8
La Piojosa de Villalbilla; 9 Valdeibáñez; 10 Abellares; 11 Los Bordales; 12 El Cañaveral; 13 Cuesta
de la Torre; 14 El Llano de la Horca; 15 Villa del Val; 16 El Corral Norte-El Grullo (Azcárraga 2018:
Fig. 4 y 6).

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Espacio y territorio de la primitiva Complutum...

Entre estos materiales destaca la cerámica ática, la jaspeada e incluso una fíbula anular
hispánica, todo ello entre un amplio elenco de cerámicas finas y toscas, tanto de pro-
ducción local como importadas de otras áreas peninsulares. Todas estas características
nos permitieron proponer que este yacimiento formara parte de la necrópolis de un cer-
cano oppidum, que en este caso se localizaría bajo una urbanización próxima construi-
da en los años 80, y conocido como Ventorra de Rufino (Azcárraga 2015: 209-216).

Para la fase tardía carpetana (figura 1B) el panorama del valle bajo del Henares arroja
cada vez más luz gracias a la realización de excavaciones en varios yacimientos, entre los
que destacan El Llano de la Horca (Cerdeño Serrano et alii 1992; Baquedano et alii 2007a;
Baquedano et alii 2007b; Märtens Alfaro et alii 2009; Gozalbes et alii 2011) y el cerro de
San Juan del Viso (Azcárraga y Ruiz Taboada 2019; Ruiz Taboada y Azcárraga e. p.;
Azcárraga y Ruiz Taboada e. p.). Ambos asentamientos desarrollan su ocupación princi-
pal entre los ss. II y I a.C., un momento en el que la Carpetania se encontraba pacificada
y en la órbita romana. En el primer caso, el yacimiento pudo estar ocupado desde el siglo
III a.C. y se abandonó en el contexto de las Guerras Sertorianas (79-72 a.C.), cuando su
población probablemente debió ser forzada a marcharse al asentamiento próximo más
importante en ese momento, que sería el cerro de San Juan del Viso. La nueva potencia se
adapta a la situación que se encuentra en el territorio, aprovechando la existencia de asen-
tamientos importantes previos, los dos mencionados, y favoreciendo directamente su ocu-
pación, momento a partir del cual consideramos que dichos asentamientos funcionan
como oppida (Azcárraga 2015: 366-357). El territorio se articularía a partir de este
momento en oppida de entre 6 y 20 ha, con una separación media de 18 Km y con nume-
rosos asentamientos en llano dispersos a su alrededor y que permanecen habitados desde
la fase previa. En estas fechas el valle del Anchuelo continúa con su relevancia respecto al
Henares, no sólo por la localización de El Llano de la Horca, sino también por la posible
ubicación del oppidum prerromano de San Juan del Viso en la zona sur de la meseta con-
trolando dicho valle. Este modelo parece extenderse en todo el valle bajo del Henares,
donde hacia el norte podrían haber funcionado como oppida los yacimientos de La
Merced-Muela de Taracena y el cerro de Alcolea del Torote.

El territorio carpetano ante la romanización


Un reciente análisis del área carpetana en su conjunto nos ha llevado a sugerir la
posible diferenciación de dos áreas en la Carpetania durante la fase plena, con distintos
grados de desarrollo reflejados tanto en las fuentes escritas como en el registro arqueo-
lógico (Azcárraga 2018). Se trata de las zonas septentrional y meridional, tomando
como límite el entorno de la confluencia entre el Tajuña y el Jarama, desde donde hacia
el sur se documentaría un mayor desarrollo y jerarquización en contraposición a lo que
ocurre en el norte. De modo similar al valle bajo del Henares, el aparente desarrollo de
los oppida se hace extensible solo desde época carpetano-romana también al resto de la
Carpetania septentrional, lo que mostraría un ámbito más amplio diferenciado del resto
o “dos Carpetanias” que se equiparan con la llegada de Roma (Azcárraga 2018).

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Sandra Azcárraga Cámara, Arturo Ruiz Taboada

En el valle bajo del Henares, contexto territorial de la primitiva Complutum, se obser-


va que la influencia de Roma comienza ya desde su llegada y control del territorio en el
siglo II a.C., primero favoreciendo el sistema de oppida, como hemos apuntado, y después
con la consolidación del sistema de civitates mediante la fundación de ciudades de nueva
planta. Es decir, se puede hablar de dos fases durante la romanización. El sistema de civi-
tates se implanta definitivamente entre César y Augusto, extendiéndose al resto de la
Carpetania, pero originándose en el valle bajo del Henares con la fundación de la primi-
tiva ciudad de Complutum en San Juan del Viso, yacimiento clave en el que nos centrare-
mos en los siguientes apartados. Es en este momento cuando se documenta en el valle un
cambio de estrategia, trasladándose progresivamente el interés desde el arroyo Anchuelo
al río Henares, culminando con el traslado de la ciudad de Complutum a la vega de dicho
río, por donde discurría la recién inaugurada calzada que conectaba Augusta Emerita y
Caesaraugusta.

Como se ha estudiado en otro trabajo (Mangas et alii 2017), en el conjunto de la actual


Comunidad de Madrid podrían haber existido hasta 6 cabeceras administrativas en época
romana. Entre ellas conocemos la ubicación con seguridad tan solo de Complutum,
Titulcia, posiblemente Mantua y La Dehesa de la Oliva. Además, también debió locali-
zarse en la región Miaccum, hacia el NO. Otro de los yacimientos de la Carpetania sep-
tentrional más relevantes durante la romanización sería precisamente La Dehesa de la
Oliva (Patones), con parte del trazado urbano excavado (Muñoz Carballo 1974, 1980,
1994; Cuadrado Díaz 1991; Montero Ruiz et alii 2012). Las más recientes interpretacio-
nes sitúan su ocupación entre los siglos II a.C. y mediados del I d.C., cuando su población
se traslada al llano (Vigil-Escalera Guirado 2012: 259), modelo similar al de San Juan del
Viso.

En la Carpetania meridional, destacan durante la romanización y como civitates varios


yacimientos, como Toletum, Consabura o el recientemente excavado Cerro de la Virgen
de la Muela (Driebes), asimilado con la Caraca citada por Ptolomeo (Geografía, 2, 6, 56)
y el Anónimo de Rávena (313, 10), localizada en la vía de unía Complutum con Carthago
Nova (Abascal 1982: 79-80; Gamo y Fernández 2017: 124), pero para sus excavadores
distinta de la Caraca mencionada por Plutarco (Sertorio, 17, 1-13) y tomada por Sertorio
en el 77 a.C. (Gamo y Fernández 2017: 124). La importancia de este yacimiento de 8 ha
radica no solo en su asimilación con Caraca, sino también en tratarse de la primera ciu-
dad romana de la provincia de Guadalajara con promoción jurídica, ya que entre las estruc-
turas excavadas destaca la existencia de un foro porticado fechado en el siglo I d.C. (Gamo
y Fernández 2017; Gamo et alii 2018). En cuanto a la calzada que uniría Complutum y
Caraca y se dirigía a Carthago Nova, en origen partiría de primitiva ciudad ubicada en
San Juan del Viso, desde donde como veremos, se originaba tallada en la roca.

San Juan del Viso y la primitiva Complutum


El yacimiento de San Juan del Viso destaca, desde un punto de vista histórico, por
albergar la evolución del poblamiento a lo largo de los siglos y ser un referente clave

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Espacio y territorio de la primitiva Complutum...

para el estudio de la romanización en el interior peninsular. Como hemos destacado, la


primitiva ciudad romana de Complutum surgiría de una ocupación carpetana previa,
aunque es un campamento militar (probablemente de época cesariana) el que condicio-
na su diseño urbano. Así, contamos con una serie de evidencias arqueológicas obtenidas
a través de diversas fuentes, que han permitido reconstruir la secuencia evolutiva de la
ciudad: la ocupación carpetana, el campamento militar, la construcción de la ciudad, el
traslado al valle del Henares y su abandono definitivo.

La localización exacta del oppidum carpetano hoy sigue siendo uno de los principa-
les interrogantes. Contamos con evidencias cerámicas y materiales de superficie que
apuntan hacia su existencia, como así lo consideran diferentes trabajos publicados en las
últimas décadas, aunque sin poder precisar su localización exacta (Fuidio 1934;
Almagro 1994; Fernández Galiano 1976, 2012; entre otros). Ya hemos apuntado cómo
los más recientes estudios en la superficie del cerro, identifican una secuencia cronoló-
gica de la Segunda Edad del Hierro que se relaciona con el patrón de asentamiento car-
petano del cercano valle del Anchuelo (Azcárraga 2015). Los datos con los que hoy con-
tamos, aunque no son completos, sí permiten ampliar la información que hasta ahora se
tenía de esta ocupación prerromana.

Por un lado, de las 70 ha de la meseta del cerro, la cerámica localizada en superficie


y que podríamos considerar carpetana se circunscribiría principalmente a una zona con-
creta, un espolón de 6-8 ha en el extremo sur de la plataforma. La posible ubicación del
oppidum en este preciso entorno podría verse avalada también por la localización del
campamento romano justo en frente, a escasos metros de distancia. Por otro lado, pode-
mos concretar la cronología, ya que dentro de esa amplia Segunda Edad del Hierro las
cerámicas recuperadas permiten proponer un lapso de entre los siglos II y I a.C. Es decir,
el oppidum se desarrollaría durante la fase carpetano-romana. Hay que tener en cuenta
que tradicionalmente se ha venido considerando al cerro de San Juan del Viso como el
oppidum carpetano más importante de la zona por excelencia (Fernández-Galiano 1976;
Almagro Gorbea 1994; entre otros) y los datos actuales no solo no muestran evidencias
de una amplia ocupación, sino que durante la época carpetana plena, entre los siglos IV-
III a.C., no parece que estuviera ocupado. Sin embargo, muy cerca de San Juan del Viso
se encuentra el mencionado yacimiento del Salto del Cura, con abundante material de
dicha cronología.

Como ya hemos analizado, la ocupación del valle bajo de Henares durante este
momento se caracteriza por la presencia de un gran número de pequeños asentamientos
repartidos por el valle del arroyo Anchuelo, que habla de un poblamiento consolidado
en esta zona, similar a otras áreas de la Carpetania. Con la intención tanto de localizar
el enclave exacto del poblado prerromano en la gran meseta del cerro del Viso, como
conocer las características urbanas de la ciudad romana se han realizado recientemente,
además de las prospecciones mencionadas, dos campañas de excavación. Desde el año

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2017 se está trabajando en campo para tratar de localizar restos de estructuras que apun-
ten a la existencia de este poblado en el sector en el que documentamos la mayor con-
centración de material cerámico de prerromano (Azcárraga y Ruiz Taboada 2012-2013:
99). La zona en cuestión (figura 2) constituye uno de los espolones al sur del cerro y en
la actualidad es propiedad del Ministerio de Defensa, habiendo albergado hasta 2014 un
polvorín subterráneo. El campamento romano que da origen a la ciudad se localiza fren-
te a este enclave, marcando indirectamente su posición. Hasta el momento, los sondeos
arqueológicos planteados en este sector no han permitido documentar estructuras de la
Segunda Edad del Hierro, no obstante presentan una caracterización del subsuelo que
apunta a una radical transformación antrópica de la superficie al ser allanada y parcial-
mente construida, para permitir tanto el uso militar contemporáneo como la intensa
labor agrícola que caracteriza el entorno.

El campamento se encuentra fotointerpretado y se localiza en uno de los sectores


centrales de la meseta del cerro (figura 2). Sin ser de grandes dimensiones (145 x 107
m) su forma rectangular con una de las esquinas redondeadas (NO) sugiere una funda-
ción de época cesariana. Su fundación puede relacionarse tanto con las guerras civiles
de los últimos años de la República como con una simple base de operaciones, apoyo de

Figura 2. La meseta de San Juan del Viso y la fotointerpretación del trazado urbano: 0. Zona militar
en la que se realizan los sondeos (00- calzada, 01, 02, 03, 04, 08, 09, 10, 11, 12) en 2017 y 2018; 1.
Campamento; 2. Templo; 3. Termas; 4. Domus; 5. Teatro; 6. Posible puerta monumental; 7. Insulae;
8. Cardo maximus; 9. Decumanus maximus (topografía y planimetría de Mª Luisa García, sobre foto-
grafía del PNOA 2009-Instituto Geográfico Nacional).

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las múltiples campañas militares que se estaban desarrollando en esta época (Martínez
2011). En cualquier caso albergaría una pequeña guarnición puesto que su hectárea y
media de tamaño sería insuficiente para una legión romana completa (Azcárraga y Ruiz
Taboada 2012-3013: 109).

La construcción de la ciudad se articula en torno a dos ejes perpendiculares que se


relacionan con el cardo maximus y el decumanus maximus. El hecho de que encontre-
mos insulae perfectamente definidas y una trama ortogonal formada de cardines direc-
ción Noreste-Suroeste y decumani Este-Oeste señala una fundación de la ciudad reali-
zada por agrimensores romanos (Adam 1996). En la fotointerpretación se observa cómo
el considerado cardo maximus, de ser prolongado hacia el SE, podría coincidir con el
final de la calzada de acceso. Esta hipótesis se apoya también en las medidas de dicha
calzada, con un ancho de 5 m, que coincide con el ancho de calle que se aprecia en la
fotointerpretación y que diferencia este cardo maximus del resto del sistema viario (figu-
ra 2 y 3). Como ya mencionábamos, esta calzada sería la que partiendo del propio cerro
se dirigiría hacia Carthago Nova, pasando por Caraca y Segóbriga. En cuanto a su sis-
tema constructivo, destaca no solo su anchura sino también el hecho de que su tramo
final, que da acceso a la primitiva ciudad de Complutum desde el Sur, fue tallado en la
roca caliza (Fernández-Galiano 1976: 98-99). Merece la pena adelantar, que durante
nuestra intervención arqueológica en el yacimiento se realizó una limpieza de la calza-

Figura 3. Tramo final cajeado en la roca, de la calzada de acceso al yacimiento (fotografía: A. Ruiz
Taboada).

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da gracias a la que se documentó un sistema de vierteaguas a ambos lados de la misma


(figura 3), sistema parecido al documentado en la zona del decumanus maximus exca-
vado en el cerro de la Virgen de la Muela (Gamo y Fernández 2017: 134).

Como se aprecia en la fotointerpretación, el cardo maximus se extiende en paralelo


al cierre oriental del campamento que da origen a la primitiva Complutum. El cruce del
cardo con el decumanus maximus, éste último de 3,5 m de ancho, coincide con una zona
desprovista de edificaciones que se ha relacionado con la plaza del foro. El hecho de que
en este espacio vacío la fotointerpretación permita proponer la presencia de un templo,
refuerza esta teoría. Este edificio tendría unas dimensiones aproximadas de 14 x 8,5 m,
con una cella de 5,5 x 8 m y muros de 1,10 m de espesor. Como se ha sugerido
(Azcárraga y Ruiz Taboada 2012-3013: 106) encontramos templos a priori similares en
Baelo Claudia, Regina o Sbeitla. En la primera, a parte de los tres templos del capito-
lio, con unas medidas de 20,23 x unos 8 m, existe otro de reducidas dimensiones dedi-
cado a Isis del que solo se conserva un podium de 8 x 3 m. El paralelo más cercano se
localizaría en la Complutum del llano en la que se ha propuesto la existencia en su Foro
de dos templos gemelos con similar estructura (Rascón y Sánchez 2009: 180).

Además de este templo, existen diversos edificios que dotan a la ciudad de una sun-
tuosidad hasta ahora desconocida en este sector del centro peninsular para una ciudad
que, a priori, no recibe la municipalización hasta época flavia y estando ya ubicada en
el llano. Estos edificios fotointerpretados son un teatro, unas termas, una domus y una
posible puerta monumental. Muy brevemente pasaremos a describir estos edificios pues-
to que ya se encuentran ampliamente descritos en la bibliografía (Azcárraga y Ruiz
Taboada 2012-2013; Ruiz Taboada y Azcárraga 2014; Azcárraga, Ruiz Taboada y
Rodríguez 2014; Azcárraga 2014 a y b, 2015; 2017). Además de las termas fotointer-
pretadas y asociadas a los restos de opus caementiciun pertenecientes a una cisterna,
destaca la documentación del hipocaustum de otro amplio edificio termal durante las
excavaciones llevadas a cabo por Dimas Fernández Galiano (1976; 1984) en 1978.

En cuanto a la fotointerpretación de la posible domus, su planta ha permitido relacio-


narla con similares estructuras documentadas en la Complutum del llano. La fotografía
aérea permite distinguir varias estancias distribuidas en torno a un patio central con unas
dimensiones de 13 x 10 m, (Azcárraga y Ruiz Taboada 2012-3013: 105). El diseño recuer-
da en planta, aunque con menores dimensiones, al de la casa de los Grifos de la
Complutum del llano, fechada en época de Claudio (Rascón y Sánchez 2009: 182 y 194).

Por último, la fotointerpretación permite proponer la existencia de un teatro en la pri-


mitiva Complutum, con un diámetro total de 40 m. En la foto aérea se identificaría tanto
la orchestra, de 19 m de diámetro, como el aditus, de 2 m de ancho. La zona más clara
que rodea a la orchestra se ha interpretado como parte del graderío. Además, el espacio
rectangular con la misma tonalidad, de unos 12 m de ancho, puede ser relacionado con

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la scaenae y el scaenae frons (Azcárraga y Ruiz Taboada 2012-3013: 107). Las carac-
terísticas y ubicación del teatro recuerdan a los de época augustea, y en especial al tea-
tro de Acinipo, con el que coincide en medidas y ubicación. La clara intención propa-
gandística quedaría clara en ambos casos y como recuerda Rodríguez (2011: 339), en
ocasiones esta intención lleva a Roma a renegar de las ventajas topográficas en un alar-
de de capacidad arquitectónica. Merece la pena recordar que entre las escasas monedas
documentadas en superficie en San Juan del Viso destacan dos bronces del emperador
Augusto (Fuidio 1934: 114).

En cuanto a la cronología de la ciudad, los estudios arqueológicos en conjunto per-


miten proponer una ocupación de cómo mucho unos 100 años, en los que se desarrolla-
ría su fundación, consolidación y abandono. Las hipótesis en cuanto al campamento
situarían el origen de la ciudad como muy temprano en época de César, a la vez que
sabemos que el traslado de la ciudad al llano sería ya definitivo en torno a los años 60
d.C. Veamos a continuación los datos que se suman con el desarrollo de las dos recien-
tes campañas de excavación.

Las campañas de excavación de 2017 y 2018


Las excavaciones arqueológicas de 2017 y 2018 se han desarrollado a partir del
Proyecto Primitiva Complutum-San Juan del Viso (www.primitivacomplutum.org). Su
financiación ha sido posible gracias a donaciones particulares o de instituciones, empre-
sas u otras entidades, gestionadas a través de una asociación sin ánimo de lucro creada
con este fin3. Ambas campañas han contando con alumnos voluntarios en prácticas de
Historia o Arqueología de las Universidades de Alcalá de Henares, Autónoma y
Complutense de Madrid4, diversas colaboraciones de particulares y empresas5 y el apoyo
directo del Ayuntamiento de Villalbilla. Además, en 2018 se firmó un convenio con la
Universidad de Alcalá de Henares y un acuerdo con el Ayuntamiento mencionado6.

3 Dichas empresas e instituciones, entre 2017 y 2018, han sido las siguientes: Asociación de Hijos y
Amigos de Alcalá, Agro Icaro, Gatera de la Villa, Colegio San Joaquín y Santa Ana de Alcalá de
Henares, Jarama Asesores, Cervezas Enigma, FMLan.com, Ei2Fire S.L., Casa de Córdoba, Ediciones
Evohé, Dehistoriae (blog), viajes Pausanias y Talleres Gallardo. Además en 2017 contamos con el
apoyo, en materiales, del Museo Arqueológico Regional de la CAM.
4 Han participado hasta el momento los siguientes alumnos voluntarios, de la UCM: Ana María López,
José Mainar, Ignacio Bermejo, Pilar Ledesma, Alberto Martínez, M. Carmen Ramírez; de la UAH:
Álvaro Piña, Raquel Fonseca, M. Rosario Ortega, Oscar Redondo, Jaime Colás y de la UAM: Andrés
Martín y Carlos Manuel Gutiérrez.
5 Destacamos el trabajo de Antonio Nuño (Ars&Arq) con la fotogrametría de los sondeos y el de Mª
Luisa García con la topografía y autocad, además del apoyo en mano de obra y materiales de Arquex
y Patrimonio Inteligente en 2017 y Lure Arqueología en 2018.
6 Este acuerdo se concretó en una subvención para los gastos de manutención del equipo de volunta-
rios durante la campaña, el préstamo de herramientas para realizar los trabajos, apoyo logístico
mediante cesión temporal de un local y ayuda puntual de dos operarios para las labores de abrir y cerrar
los sondeos.

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Sandra Azcárraga Cámara, Arturo Ruiz Taboada

Las dos campañas realizadas hasta el momento han permitido definir tanto los pasos
previos al diseño de la ciudad como su sistema constructivo, definido por la configura-
ción de la trama urbana mediante la habilitación del substrato geológico para el cimien-
to de las estructuras. En total se han realizado 9 sondeos (figura 2), cuatro de ellos con
resultados positivos (02, 03, 04 y 10). Se han documentado estructuras romanas en tres
de ellos (02, 03 y 10) y en el cuarto (04) un espacio muy alterado, con los restos de un
posible pavimento calizo muy mal conservado. El estudio estratigráfico y de materiales
de la primera campaña ya ha sido publicado en extenso (Ruiz Taboada y Azcárraga
2018; Azcárraga y Ruiz Taboada e. p.) y el de la segunda campaña está en curso, por lo
que aquí destacaremos tan solo las principales conclusiones.

Las estructuras romanas se caracterizan en su construcción por un cajeado superficial


de la roca que, a su vez, sirve para proyectar la propia planta. Este cajeado permite con-
solidar el diseño ortogonal de la ciudad al tiempo que dota al muro de mayor solidez
estructural. El sondeo 2 (figura 4) no sólo permite identificar este proceso, sino que da la
pauta para establecer el nivel de saqueo al que ha estado sometida la ciudad con motivo
de su traslado al llano. En la campaña de 2017 dicho sondeo se abre en una superficie de
3 x 3 m, que permite identificar una serie de estructuras murarias conectadas entre sí que,
con probabilidad, formarían parte de una gran casa romana o domus. Los muros se encuen-
tran muy arrasados y con una potencia variable en su zócalo, con claros signos de saqueo
que coincide con el uso generalizado de las construcciones de este entorno como cantera
para la ciudad del llano. No obstante, las cimentaciones se encuentran en buen estado y se
ha podido documentar tanto la preparación del estrato geológico, como el sistema cons-
tructivo de los muros y, en algún caso, el desmonte y expolio de parte de sus estructuras.
Los zócalos de los muros de mampostería de medio tamaño son trabados con barro con un
grosor de entre 0,40 y 0,50 m y alzado variable dependiendo de las fluctuaciones de la roca
madre (entre 0,30 y 0,40 m). Estos muros se encontrarían revestidos y adornados con pin-
tura mural (documentada en posición secundaria) por encima de cota de suelo, que en este
sondeo tan solo ha conservado la preparación o rudus.

Figura 4. Fotogrametría de los sondeos 2 y 3 en 2018 (Antonio Nuño, Ars&Arq.).

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Durante la campaña de 2018 se amplió este sondeo y se detectaron más estructuras, en


estudio en el momento de redactar este artículo, con el mismo patrón constructivo (figura
4). Además, se ha podido documentar una posible reocupación de escasa entidad en este
espacio, tras el abandono de la ciudad, que podría relacionarse con la explotación agríco-
la del entorno. Desconocemos por el momento la importancia de esta reocupación, que en
todo caso sería de época altoimperial, y si afecta o no al conjunto de la ciudad, aunque se
caracteriza por la reutilización en lo posible de las estructuras urbanas saqueadas, recre-
ciendo aquellos sectores según su interés o redistribuyendo los espacios (figura 4).

El sondeo 3 ha generado una serie de estructuras alineadas con la misma dirección


NO-SE, que en el sondeo 2, lo que permite relacionarlos con la orientación general de
la ciudad (figura 4). Por tanto, la trama fotointerpretada sobre el cultivo de cereal se
amplía con exacta orientación hacia el sur de la meseta del cerro, pasando de las 30 ha
apreciables en la foto aérea, a una ciudad de al menos 35 ha. Además, se han podido
documentar una serie de pavimentos y muros que permiten establecer tanto el nivel de
conservación por encima de cota 0 como los procesos constructivos ya documentados
en el sondeo 2. En la campaña de 2017 se excavó parte de una amplia pavimentación
delimitada por un muro. Se trata de una amplia superficie de suelo, apisonado y com-
pacto a base de pequeños cantos de río, fragmentos de caliza y otros de cerámica y teja,
aglutinados con tierra y con muestras evidentes de que el espacio fue sometido a expo-
lio. Sobre dicha pavimentación se observa una capa o lechada de cal, de unos dos metro
y medio de ancho, paralela al muro identificado en la primera campaña y que conserva
las improntas de lo que una vez debieron ser la base de las columnas que delimitarían
probablemente un espacio porticado.

Durante la campaña de 2018 se amplió el sondeo 3 dos metros más hacia el oeste
(figura 4), permitiendo definir un espacio constructivo interior de unos 2 m de ancho,
con un suelo compactado a base de fragmentos calizos y tierra, delimitado por otro
muro paralelo y de las mismas características que el anterior. En esta campaña se abrió
además el sondeo 10, de 3,5 x 2 m hacia el noreste del sondeo 3 y separado de él tan
solo por 0,50 m. Este sondeo permitió ampliar las dimensiones de la estructura porti-
cada gracias a la documentación de la continuación del pavimento. La caracterización
estratigráfica del entorno muestra una fábrica de un solo momento constructivo, que
alterna muros de mampostería trabados con barro, con una amplia superficie de suelo
apisonado, parte del cual soporta la cimentación de un espacio posiblemente colum-
nado sobre una lechada de cal. En esta planta se ha documentado también el saqueo
de uno de los muros, con una zanja de expolio, para extraer el quicial de acceso a la
estancia asociada, dato corroborado en la campaña del 2018, al documentar el quicio
del vano del muro paralelo hacia el oeste que coincidiría a la misma altura que el del
expoliado. Por el momento, y estando en curso el análisis y estudio exhaustivo de la
reciente campaña, resulta arriesgado caracterizar la estructura asociada, sin duda de
monumentales dimensiones, pavimentada y posiblemente porticada.

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Sandra Azcárraga Cámara, Arturo Ruiz Taboada

Podemos concluir que las últimas campañas de excavación han permitido confirmar
los resultados de la fotointerpretación, ampliando las dimensiones de la urbe. Los son-
deos realizados permiten, por primera vez, documentar estructuras de habitación en la
originaria Complutum y aportar datos estratigráficos que sitúan la construcción de la ciu-
dad, al menos en esa zona sur, durante la primera mitad del siglo I d.C. Entre los mate-
riales documentados destaca la ausencia de TSH, documentándose por el contrario,
variados fragmentos de TSI y TSG, que cronológicamente resultan definitorios. Aunque
por el momento no se han hallado restos constructivos del asentamiento carpetano en la
zona sondeada, no se descarta su localización en la misma, que pudo verse afectada no
solo por la intensa urbanización romana, sino también por las construcciones contem-
poráneas que originaron un gran movimiento de tierras.

Valoración final
Como se desprende de la presente aproximación al espacio y territorio del yaci-
miento de San Juan del Viso entre la Segunda Edad del Hierro y la época romana, éste
está empezando a desvelar sus secretos. Inmerso en el territorio carpetano septentrional
cuyo desarrollo más evidente se produce a partir de la época carpetano-romana con su
presumible importancia como oppidum, pasará a convertirse en la primera ciudad roma-
na de la región. La información proveniente de la fotografía aérea junto con las fuentes
históricas y la arqueología está permitiendo conocer el origen y evolución de una ciu-
dad que llevaba 2000 años prácticamente en el olvido. Su abandono y traslado tuvo que
ver con la importancia de la ruta que comunicaba los núcleos urbanos de Augusta
Emérita con Caesaraugusta, que la nueva ciudad ubicada en el valle controlaría direc-
tamente. Pero probablemente la falta o escasez de agua precipitaría su traslado. En el
llano no sólo contaban con el río Henares y el arroyo Camarmilla a escasos metros de
la ciudad, sino que su fundación ha estado siempre relacionada con dos fuentes, de la
Salud y Juncal, donde supuestamente se desarrollaría el culto a las Ninfas, dando tam-
bién una justificación religiosa (Rascón 2004, I: 88).

Actualmente, y más allá de lo que la fotointerpretación mostraba, podemos corro-


borar también con datos de excavación la fundación de una ciudad romana plenamen-
te urbanizada y de impresionantes dimensiones, la primitiva Complutum de San Juan
del Viso.

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Figura 5. Vista de los trabajos de limpieza en la calzada durante la campaña de 2017 (fotografía de
A. Ruiz Taboada).

Figura 6. Vista general de los trabajos de excavación en los sondeos 2 y 3 durante la campaña de 2017
(fotografía de A. Ruiz Taboada).

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Sandra Azcárraga Cámara, Arturo Ruiz Taboada

Figura 7. Vista de los trabajos de excavación en el sondeo 2 durante la campaña de 2018 (fotografía
de A. Ruiz Taboada).

Figura 8. Fragmento de lucerna, probable Dressel 20, documentada en el Sondeo 3 en la campaña de


2017 (fotografía y dibujo de S. Azcárraga).

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Espacio y territorio de la primitiva Complutum...

Figura 9. Restos de pintura mural de varios colores hallados en el Sondeo 2 en la campaña de 2018
(fotografía de S. Azcárraga).

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Sandra Azcárraga Cámara, Arturo Ruiz Taboada

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Civitates romanas en la Comunidad de Madrid: nuevos estudios

Civitates romanas en la Comunidad de


Madrid: nuevos estudios

1
Julio Mangas Manjarrés

Creemos que no exige ninguna explicación, si comenzamos diciendo que se exigirían


las páginas de una gran obra para sintetizar todos los contenidos que pueden ser inclui-
dos bajo el título anterior. Intentaremos ofrecer una síntesis concentrada.

Civitates romanas de la Comunidad de Madrid en época republicana


No desvelamos ninguna novedad al decir que las referencias de los autores antiguos
sobre la Carpetania durante el período republicano se centran prioritariamente en rela-
tos sobre las operaciones militares, las relacionadas con la conquista del territorio por
Roma. Por lo mismo, abundan más alusiones a Toletum (Toledo), Condabura /
Consabura (Consuegra, Toledo), Laminium (Alhambra, Ciudad Real) y a otras pocas del
ámbito carpetano, ajenas al territorio de la actual Comunidad de Madrid (Carrasco 2008:
13-32).

También Salinas, en el excelente estudio sobre los carpetanos en época republicana,


nos informa bien de que las noticias más importantes aluden a ámbitos de la provincia de
Toledo. Ahora bien, resalta que, atendiendo a los restos arqueológicos que se van cono-
ciendo, hay que decir que contamos con enclaves como el Cerro de la Gavia, en Vallecas
(Madrid), el Cerro Redondo en Fuente el Saz del Jarama, San Torcaz (Madrid) y Dehesa
de la Oliva (Torrelaguna, Madrid), que fueron núcleos urbanos importantes durante el
período republicano (Salinas 2007: 46-48). Ahora bien, Roma los tuvo en cuenta duran-
te las operaciones militares de conquista, pero ninguno de ellos fue reconocido como
cabecera de civitas, cuando Roma procedió a la reorganización del territorio.

Aunque los autores antiguos no ofrecen precisiones sobre el ámbito de la Comunidad


de Madrid en época republicana, creemos que son válidas las referencias de Bendala a
partir de los datos arqueológicos que vamos conociendo. Baste recordar que, en los pri-
meros decenios del siglo II a.C., hubo un movimiento de la población indígena que se
fue situando en el Llano de la Horca, en Santorcaz, y en el núcleo carpetano del Cerro
de San Juan del Viso (Alcalá de Henares) (Bendala 2017: 98-99). Y, aunque nos falten
apoyos arqueológicos precisos, ese mismo fenómeno debió haberse producido en el

1 Universidad Complutense de Madrid.

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Julio Mangas Manjarrés

ámbito territorial de lo que va a conocerse más tarde como otras cabeceras de civitates
romanas del ámbito de la Comunidad de Madrid.

El excelente estudio de Azcárraga sobre el origen de Complutum desvela bien que,


en época republicana, Roma fue organizando el territorio conquistado en civitates.
Coincide con Bendala al decir que el primer centro político-administrativo se situó en el
Cerro de San Juan del Viso y que, de él, debieron depender otros núcleos menores como
los poblados de Abellanes, Los Bordales y El Calvario. Bajo César, Complutum baja al
llano, área mejor situada en relación con las vías de comunicación (Azcárraga 2017:
150-152). Y todo orienta a que fueron esos años cuando se crearon las otras cabeceras
de civitates romanas de la actual Comunidad de Madrid.

Cabeceras de ciudades romanas de la Comunidad de Madrid en época imperial


La información más sólida nos viene de referencias de época altoimperial: el
Itinerario de Antonino (Itin. Ant., 436, 1-5. 438, 7, 14) y el Anónimo de Rávena (Anon.
Raven., 230, 10-11) ofrecen varios topónimos sobre las vías; ahora bien, es bien sabido
que todos ellos equivalen a mansiones, que no siempre coinciden con las cabeceras de
ciudades. Creemos que es más clara la enumeración que hizo Ptolomeo (Ptol., II, 6, 56)
sobre las póleis / civitates de la Carpetania, que es la siguiente:

Ilurbida, Egelesta, Ilarcuris, Térmida, Titulcia, Mantua, Toleton, Cómplutum,


Cáracca, Libora, Ispinon, Metércosa, Barnacis, Alternia, Paterniana, Rígusa,
Laminion.

Ahora bien, no sabemos si, ya en época republicana, se había definido bien el empla-
zamiento de las diversas cabeceras de ciudades, así como el territorio de cada una de
ellas, que no era necesariamente el mismo que el que tenían a partir de comienzos del
Imperio. Por lo mismo, aún aceptando que hubiera algunas coincidencias, la constata-
ción más segura la encontramos en la documentación de época imperial.

Las referencias de los autores antiguos sobre el ámbito norte de la Carpetania, donde
se encuentra el actual territorio de la Comunidad de Madrid, son muy imprecisas. Baste
recordar que Plinio sólo menciona a Complutum (Plin., nat., 3, 4, 24). Es bien sabido
que las referencias de Ptolomeo a las ciudades con la indicación de los grados de latitud
y longitud no permiten una localización precisa.

Desde esa perspectiva y atendiendo a los restos arqueológicos y epigráficos, pode-


mos decir lo siguiente:

-Los apoyos arqueológicos y epigráficos han confirmado bien que Complutum se


situaba junto a Alcalá de Henares. Hoy sabemos incluso las fases del emplazamiento ini-
cial en altura y la progresiva bajada hacia el llano del urbanismo. Baste ver la mono-

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Civitates romanas en la Comunidad de Madrid: nuevos estudios

grafía de Azcárraga (Azcárraga 2015) y la reciente síntesis sobre Complutum, la pre-


sentada por Rascón y Sánchez (2017: 127-143), en la que se nos describe el trazado de
las calles, la red de saneamiento y los varios edificios públicos, religiosos y civiles.
Dada su situación, resulta difícil encontrar todos los contextos arqueológicos deseados,
como los hallados en Confluentia (Duratón) y en Termes, ciudades romanas en el medio
rural de la provincia de Segovia y Soria (Martínez Caballero 2013: 69 ss.).

-Coincidimos con Abascal y otros en sostener que Titulcia tenía su núcleo urbano,
más pobre que el de Complutum, en la confluencia de los ríos Jarama y Tajuña, por
donde pasaban dos vías: la que iba desde Emerita Augusta hacia Caesaraugusta y la
que, desde Laminium, se dirigía al norte de la Cordillera Central (Abascal 2017: 121).
La tesis de Rodríguez Morales y García Romero, la de sostener que los restos arqueoló-
gicos, los hallados en Móstoles, apoyan que allí se encontraba la cabecera de Titulcia,
no la consideramos aceptable (Rodríguez y García Romero 2002). Creemos que cada
vez hay más apoyos para sostener que la Titulcia romana se situaba en Titulcia (Madrid)
(Polo y Valenciano 2017: 166-172). En este caso, nos encontramos además con el apoyo
de los grandes itinerarios. Baste recordar que el Itinerario de Antonino (438, 2-14; 439,
1-4) menciona a Titulcia tras Toletum y antes de llegar a Complutum. Y el Anónimo de
Rávena (312,7-16), que enumera las mansiones de Oriente a Occidente, precisa que
Titulcia es una civitas:

7. Complutum, cuius affinalis est civitas quae dicitur


9. Titulciam, item civitas
10. Toleton
11…etc.

-Entre las varias cabeceras de ciudades carpetanas que faltan por localizar, García
Alonso incluye a Mantua (García Alonso 2007: 681). Ahora bien, frente a la opinión de
Stylow, quien sitúa Mantua en Perales de Milla (Stylow 1990: 319 ss.), tesis aceptada
por Abascal (Abascal 2017: 117 ss.), creemos que hay cada vez más apoyos para loca-
lizar Mantua en Villamanta, aunque estemos ante un caso de falta de excavaciones o
bien ante una “ciudad sin urbe”. La documentación epigráfica, hallada en sus cercanías,
está apoyando que Mantua (Villamanta) fue la cabecera de una civitas. (Mangas:
“Mantua”, e. p.). No hay restos arqueológicos visibles, ni de los edificios significativos
de su núcleo urbano, ni de alguna posible muralla. En cambio, se encuentran muchos
restos subterráneos (amplios y largos túneles, en los que puede circular un carro), sobre
los que no se ha llevado a cabo ningún análisis arqueológico. Habrá que comparar con
los restos arqueológicos de la Cueva de Hércules, localizada en Toledo (Tsiolis 2013:
735 ss.). Y todo orienta a que, en la zona oriental de la actual Villamanta, pueden encon-
trarse lo restos de un teatro o de un anfiteatro. Y de la pervivencia de su importancia
hasta épocas avanzadas de la Edad Media, nos consta que fue el centro de la llamada
“Academia de los Humildes”, lo que desvela que siguió siendo un núcleo urbano de

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Julio Mangas Manjarrés

referencia (Mangas: Mantua, e. p.). Más aún, dada la localización de Villamanta =


Mantua, con sus límites norte y occidentales, marcados por las cordilleras cercanas, hay
que añadir que conocemos ahora su límite sur, desde que se ha constatado la existencia
de otra ciudad, de Bercicalia, con cabecera en Méntrida, en el noroeste de la provincia
de Toledo. Además de los restos arqueológicos de época romana, los situados junto a la
ermita, cercana al pueblo, contamos con inscripciones significativas, las dadas a cono-
cer por Jerónimo Román de la Higuera, sobre las que Hernando ha garantizado su auten-
ticidad (Hernando 2002: 501-515). Baste este testimonio:

A(ntonio) Munioni C(aii) filio, II vir(o) q(uinquenali) [- - -] splendidissimus ordo


Bercicalien(sis) civi b(ene) m(erenti)

En otros términos, una parte del territorio suroccidental de la actual Comunidad de


Madrid era ajeno a las ciudades romanas de Mantua y de Titulcia. (Mangas, e. p.:
Mantua). Y hay que recordar que el romanizado Carlos III, rey de Nápoles (1734-1750)
y posterior rey de España (1759-1780), trazó una vía de Madrid a Mérida, coincidente
en gran parte con la carretera / autovía actual. Junto a esa vía, hay aún varias mansiones
visibles, aunque abandonadas y medio destruidas, a las que no se ha prestado atención
(Mangas 2016: 73-74).

-Atendiendo a las distancias de las cabeceras de ciudades romanas constatadas y al


listado de ciudades carpetanas dadas por Ptolomeo, varias de las cuales siguen sin tener
una localización precisa, hemos sostenido que, en el nordeste y en el noroeste del terri-
torio de la Comunidad de Madrid, hubo otras dos cabeceras de ciudades romanas, cuyo
nombre nos sigue siendo desconocido. Nos referimos al apoyo de la epigrafía y a los res-
tos arqueológicos bien significativos de dos lugares: los hallados en la Dehesa de la
Oliva (Patones) y, en el noroeste, los que proceden de la finca Monesterio (San Lorenzo
del Escorial) o bien a los de Collado Villalba (Mangas et alii 2017: 694-699).

Una cuestión discutida ha girado en torno a la ciudad de Madrid. Allí se han hallado
algunas inscripciones romanas funerarias, además de un miliario, relacionable con la vía
que, desde Toletum, se dirigía hacia el norte para cruzar la Sierra de Guadarrama.
Proceden de lugares cercanos (junto al río Manzanares, junto al Puente de los Franceses,
cerca de Santa María de la Almudena…). Por la onomástica de las mismas (Aemilia
Eutychia, Gaius, Lucius Domitius Caucenus…), se desvela un elevado grado de integra-
ción en el modelo social romano. Ahora bien, como indicamos en otro momento, no hay
garantías de que hubiera allí la cabecera de una ciudad (Mangas et alii 2017: 692-694).

Atendiendo al excelente estudio de Alvar (Alvar 2017: 31), no creemos que haya
apoyos para situar dos ciudades de las mencionadas por Ptolomeo, en el ámbito de la
Comunidad de Madrid: nos referimos a Egelesta, a la que sitúa en Villaviciosa de Odón,
y a Ilarcuris con localización propuesta en Arganda. Aunque se necesita espacio para
justificarlo, avanzamos que todo orienta a que Egelesta se situaba en el sureste de la pro-

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Civitates romanas en la Comunidad de Madrid: nuevos estudios

vincia de Toledo, atendiendo a la abundancia y riqueza de sus extensas salinas con pro-
piedades curativas, como indica Plinio (Plin., nat., XXXI, 39, 80) y como siguen dicien-
do muchos de sus cercanías. Sobre Ilarcuris, creemos que faltan confirmaciones.

Con mayor o menor desarrollo urbanístico, cada una de las cabeceras de esas civita-
tes, que gozaban del rango de ser municipios latinos a partir de los Flavios, cumplió con
la función de servir de centro político-administrativo de un territorio; en otros términos,
cada una de ellas tuvo magistrados civiles (IIviri, aediles) y religiosos (pontifices, augu-
res) para atender a la población de su núcleo urbano y a la de su territorio. La cabecera
de cada una de esas civitates, centro de un territorio, cumplía varias funciones, supervi-
sadas y controladas por los magistrados civiles y religiosos, que estaban obligados a
residir en el núcleo urbano central o en su proximidad. Desde que adquirieron el rango
de municipios latinos, debían regirse por las normas, bien conocidas, si atendemos al
contenido de las leyes municipales flavias. Me remito a los textos conservados de varias
leyes: Lex Salpensana, Lex Irnitana y Lex Malacitana, objeto de estudio y atención por
varios investigadores. Atendiendo a los textos de esas leyes y a otros datos de los textos
literarios y epigráficos, se conoce hoy bien lo que significó la concesión del derecho lati-
no (García Fernández 2001).

Debemos aceptar que resultó habitual que cada municipio flavio tuviera las planchas
grabadas con el texto de sus leyes en un lugar público, accesible a la lectura de todos los
ciudadanos. El hallazgo de un fragmento de esa ley en el municipio latino de
Interfluentia (Duratón, Segovia) apoya la idea de que cada municipio flavio contó con
la existencia de unas placas grabadas con el texto de las leyes, así como con otras pla-
cas excepcionales con decretos imperiales.

Cada cabecera de ciudad, fuera un pequeño o un gran núcleo urbano, se regía por las
leyes municipales. Más aún, coincidimos con Olmo en sostener que sus finanzas esta-
ban controladas y sometidas a posibles inspecciones de los gobernadores provinciales
(Olmo 2018: 247 ss.). Ya el primer emperador, Augusto, había dado normas sobre tri-
butación y finanzas públicas, que se venían aplicando en Roma y en las ciudades de
Italia (Fernández de Buján 2017: 87 ss.).

Sabemos bien que Complutum estuvo incluida en el conventus Caesaraugustanus


(Plin., nat.3, 4, 24). Por su posición geográfica, parece altamente probable que las civi-
tates del nordeste y del noroeste fueran incluidas en el mismo convento jurídico. En
cambio, las demás formaron parte del conventus Carthaginensis. (Mangas et alii 2017:
685). Ahora bien, no es imposible que Abascal tenga razón, cuando dice que el extremo
occidental de la actual provincia de Madrid pudo haber sido incluido en la provincia
Lusitania, lo que orientaría a que Mantua hubiera sido incluida en el conventus
Emeritensis (Abascal 2017: 117-118). Debemos esperar pruebas sólidas para saber si esa
hipótesis tiene confirmación.

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Julio Mangas Manjarrés

En síntesis: el territorio de la actual Comunidad de Madrid estuvo dividido en terri-


torio de cinco ciudades romanas. Además de Complutum, Mantua y Titulcia, hubo otras
dos cuyo nombre sigue desconocido: una en el nordeste y otra en el noroeste. Y resulta
razonable pensar que una parte del territorio norte de Bercicalia ocupara parte del actual
territorio madrileño.

Quedan aún muchas dudas para definir el espacio del sureste de la Comunidad de
Madrid y el del nordeste del ámbito de la provincia de Toledo, en cuya confluencia pudo
haber existido la cabecera de otra ciudad romana.

El territorio de las civitates y sus límites


Debemos reconocer la sabiduría de algunas compañeras, que controlan la arqueolo-
gía de la Comunidad de Madrid. Afirman que se conocen 511 yacimientos con claros
indicios de presencia romana y que las villae altoimperiales no son bien conocidas
(Fernández Ochoa y Zarzalejos 2017: 196-198).

No es éste el momento de enumerar todas las villas romanas de la Comunidad de


Madrid: Villa del Val junto a Alcalá de Henares, Villa de Tinto Juan de la Cruz (Pinto),
Villa de Valdetorres del Jarama, Villa de Torrecilla (Jetafe), etc. (Sánchez y Morín 2017:
175 ss.). En algún caso, se puede precisar bien que estamos ante una villa rustica, no
ante una lujosa residencia señorial. Baste el testimonio de la villa rustica de Villaverde,
bien considerada como un ejemplo de centro de explotación agraria (Bailón 2017: 419
ss.). El hecho significativo reside en advertir que el medio rural se romanizó profunda-
mente. Frente a 20 asentamientos, dotados de elementos residenciales significativos, que
eran villae y vici, se han localizado 18 testimonios de instalaciones agropecuarias y/o
industriales, 51 asentamientos rurales indeterminados, 3 establecimientos viarios y 4
aglomeraciones secundarias (García Entero et alii: 2017).

Dentro de las referencias sobre los yacimientos rurales, los peor conocidos, yo aña-
diría la necesidad de tener en cuenta la existencia de muchos tuguria, yacimientos
menores, situados junto a ríos, cuyas orillas eran tierras de nadie, según precisa el
Digesto (Dig., 18.1.51):

“Las zonas ribereñas, unidas a un fundo, son cosas de nadie y están a disposi-
ción de todos, como las vías públicas o los lugares religiosos o sagrados”.

Hasta ahora, no contamos con ningún hito de delimitación del territorio de cada una
de las civitates romanas del ámbito de la Comunidad de Madrid. Por lo mismo, cualquier
propuesta es hipotética. Estamos, pues, ante tierras globalmente medidas, ante agri men-
sura per extremitatem comprehensi, lo que, en todo caso, exigía la intervención previa
de los especialistas, de los mensores, que acompañaban a los gobernadores provinciales
(Chouquer y Favory 1992: 15-26). Y, como ha resaltado Brugi, hemos de suponer que,

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Civitates romanas en la Comunidad de Madrid: nuevos estudios

en el territorio de las ciudades romanas de la Comunidad de Madrid, pudo haber tam-


bién un territorio que proporcionaba bienes para los sacerdotes de las ciudades (Brugi
1968: 174).

Teniendo en cuenta las distancias, sólo caben las sugerencias. Baste un ejemplo: la
distancia de muchos kilómetros desde Complutum a Mantua. Es razonable la propuesta
de Abascal al sugerir que el límite occidental del territorio de Complutum pudo haber
estado en los ríos Manzanares, Jarama y Tajuña (Abascal 2017: 120). Y consideramos
que tal sugerencia es razonable, porque los ríos sirvieron con frecuencia de delimitación
territorial, siempre que llevaran un considerable caudal y no hubiera grandes vados
sobre ellos. Ahora bien, debemos insistir que estamos ante sugerencias, no ante pruebas
sólidas.

Nosotros hemos propuesto que Arroyomolinos, Móstoles, Cenicientos, San Martín


de Valdeiglesias, Perales de Milla y Brunete podrían haber sido incluidos en el territo-
rio de Mantua (Mangas: Mantua:e.p.). En este caso, contamos con la ventaja que nos
proporciona la geografía al atender a la delimitación territorial de las sierras del norte y
del Occidente, además de al territorio de Bercicalia en el sur. Y los límites del territorio
de las dos civitates del norte de la Comunidad de Madrid siguen siendo igualmente
imprecisos.

Recursos económicos de las diversas civitates


No exige mucha explicación el decir que los recursos económicos de las diversas
civitates no fueron los mismos, lo que ayuda a entender el distinto desarrollo urbanísti-
co de cada una de ellas.

a) Recursos semejantes: las condiciones climáticas y la situación geográfica de cada


una de las civitates propiciaron las circunstancias de que hubiera varios recursos agro-
pecuarios semejantes. Se viene resaltando lo siguiente:

-En los territorios de las diversas civitates había condiciones para la obtención de
cereales (Fernández Uriel 2017: 11-23).

-En algún caso, contamos con testimonios de prensas, de torcularia, para la prensa
de la uva y de la aceituna, para obtener vino y aceite. Entre otras, baste el testimonio del
torcularium de Camino de Seseña (Torrejón de Velasco, Madrid) (Flores y Sanabria
2017: 137-145).

-Había igualmente buenas condiciones para mantener una rica ganadería. Más aún,
dada la situación geográfica, una parte del territorio sirvió para recibir y mantener la
ganadería de la trashumancia, la desplazada del territorio de la Meseta Superior duran-
te el invierno, como ha sucedido hasta épocas recientes (Hernando 2008: 177-185).

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-Hay consenso entre los diversos estudiosos en sostener que hubo grandes
extensiones de pinares. Además de los frutos y de la madera de los mismos, los pinares
ofrecían otro gran recurso, el de las resinas con aplicaciones múltiples: sellar recipien-
tes, utilizar para apoyos de torceduras de miembros, etc. (Mangas y Novillo 2014: 207-
210). Los autores antiguos aluden al uso de la pez para impermeabilizar tinajas, las des-
tinadas a guardar el vino (Colum., r.r., XII, 22-24; XII, 21. Plin., nat., XIV, 25, 127.
Cato, De agri cultura, CX-CXII).

-Dada la cercanía de las tierras de Salmantica y de Avila, donde se obtenía la herba


vettonica con múltiples aplicaciones curativas, resulta probable que esta hierba se obtu-
viera también en el territorio de Mantua, el más cercano a Avila (González 2013: 581 ss.).

-Creemos con Alvar que la referencia de Plinio sobre la excelencia del comino, sobre
el que Plinio (Plin., nat., 19, 161) dice que era de calidad superior al de Etiopía y África,
sea válida para aplicarla al territorio matritense, ya que sigue obteniéndose un excelen-
te comino al norte de Toledo, en Santa Cruz de la Zarza y cerca de Cuenca-Madrid
(Alvar 2017: 29-30).

-Hay que resaltar que, en otro momento, hemos analizado la necesidad de sal,
imprescindible para el consumo humano y animal, para recetas médicas y veterinarias,
así como para la conservación de alimentos. Y, tras varios análisis, calculamos que se
necesitaban unos 30 kilos por persona y año (Mangas y Hernando 2011: 19). Por lo
mismo, fue un producto de intercambio. Ahora bien, la sal se obtuvo en puntos centra-
les: en el Bajo Jarama y en el Tajo (San Clemente et alii 2017). Por lo mismo, fue un
producto de intercambio regional.

-No debemos olvidar que las orillas de los ríos y las vías de acceso a los mismos eran
tierras de nadie, así como los recursos pesqueros. Entre varios testimonios, me permito
volver a recordar el antes citado pasaje del Digesto (Dig. 18.1.51). Tal normativa facili-
tó que, en las orillas de los ríos, se asentaran tuguria, residencias de los más necesitados.
Sin entrar ahora en una enumeración, baste decir que sigue habiendo tuguria junto a ori-
llas de ríos, como el Guadarrama: en la visita guiada a uno de ellos (me callo el lugar),
pudimos comprobar la existencia de cinco/seis casas, cuyas familias vivían de recursos
pesqueros, de caza de animales que acudían al río y de pequeños huertos, asentados en
sus orillas. Sigue, pues, habiendo tuguria, como en época romana.

-Falta confirmación arqueológica sobre el momento y circunstancias en que comen-


zaron a utilizarse los molinos de agua en el ámbito de la Comunidad de Madrid. Entre
los antropólogos, domina la idea de que se inició su uso en Hispania bajo los años de la
dominación musulmana. Ahora bien, se ha confirmado que, en Britania, las Galias, Italia
y norte de África, hubo varios molinos de agua en época romana (Brun et alii 1998).
¿Por qué no los hubo también en Hispania? Son bien conocidas las condiciones: se

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Civitates romanas en la Comunidad de Madrid: nuevos estudios

situaban junto a corrientes continuas de agua y no muy fuertes (así, en arroyos), sobre
las que se hacía una pequeña presa, que permitía desviar el agua hacia el molino para
mover las aspas, conectadas con un eje que movía una de las piedras, la situada en su
parte superior, la que giraba sobre otra piedra fija. Entre varios, pongo el ejemplo de
Arroyomolinos (Madrid), donde hay varios restos de población de época romana
(Hernández 2017: 243-248); es posible que estuviera relacionada con la atención a los
molinos de su cercanía.

b) “Renta de situación”: una segunda condición, que contribuye a entender los diver-
sos grados de desarrollo urbanístico entre las cabeceras civitates romanas de la actual
Comunidad de Madrid, reside en advertir la renta de situación de cada una de ellas.

¿Por qué Complutum tuvo un desarrollo urbanístico superior al de las otras cabece-
ras de civitates del ámbito de la actual Comunidad de Madrid? Creemos que hay razo-
nes varias. Baste mencionar las más importantes:

-La cercanía a las grandes vías de circulación: la vía que, desde Emerita Augusta, se
dirigía a Caesaraugusta (Zaragoza) pasando junto a Complutum y, no menos importan-
te, la vía que, desde la Meseta Inferior, desde Laminium, se dirigía al norte y pasaba por
el territorio de Complutum.

Ahora bien, hubo otras vías secundarias, no menos útiles, que no vienen reflejadas
ni en el “Itinerario de Antonino”, ni en el “Ravenate”. Baste mencionar las vías del sec-
tor occidental de la Comunidad de Madrid. Una muestra significativa es la actual vía
que, desde Madrid, se dirige a Talavera de la Reina = Caesarobriga, la que servía para
conectar el territorio de Complutum con el de Mantua y, hacia el sur, con el de Bercicalia
y Caesarobriga (Fernández Ochoa et alii 2017: 223 ss.).

-A su vez, dado el emplazamiento geográfico de Complutum, se convirtió en el lugar


de encuentro de mercaderes, los que se movían entre ambas Mesetas. Basten los testi-
monios epigráficos de Complutum, en los que, en dos textos, se alude a la presencia de
Clunienses. Recuerdo algo bien conocido: los difuntos no podían trasladarse de una a
otra ciudad durante el día; sólo de noche. Por lo mismo, cuando las distancias eran lar-
gas, eran enterrados en el lugar donde morían, hecho que ayuda a entender el fenómeno
migratorio. Damos por supuesto que no eran turistas, sino que llegaron y se establecie-
ron en Complutum para fines comerciales. Basten dos testimonios. Un producto impres-
cindible y el de mejor calidad era la piedra de afilar, lapis specularis, la que se obtenía
en Laminium (Alhambra, Ciudad Real) (Reyes 2008: 557 ss.). Otro producto, especial-
mente utilizado por los ricos, era el vidrio y, como es bien sabido, el mayor y mejor cen-
tro de producción se encontraba en Segobriga (Saelices, Cuenca). Y Complutum, con
buenas comunicaciones, se convirtió en un centro de contactos comerciales entre ambas
Mesetas.

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-El progresivo auge de Complutum en relación con las otras cabeceras de civitates
romanas del ámbito de la Comunidad de Madrid ayuda a entender realidades como las
siguientes:

*El alfar romano de Mantua (Villamanta) tuvo una duración limitada, según ha
demostrado Zarzalejos (Zarzalejos 2002). Resultó más fácil producir cerámica cerca de
Complutum, cerca del lugar de mayor consumo.

*La mayor concentración de riquezas en Complutum fue acompañada de la concen-


tración de familias más ricas, lo que ayuda a explicar el gran número de villae en sus
cercanías en relación con otros ámbitos del territorio madrileño.

Indicadores religiosos de la supremacía de Complutum


No es el momento de analizar todas las referencias a manifestaciones religiosas de
las civitates romanas de la Comunidad de Madrid. Debemos resaltar que las aportacio-
nes de la arqueología, las llevadas a cabo en Complutum, están apoyando la importan-
cia de la ciudad, como centro de implantación de las prácticas y creencias religiosas de
origen romano. Baste resaltar las aportaciones recientes: el auguraculum y las muchas
ofrendas enterradas, el cuadripórtico y el templo con origen de mediados del siglo I d.C,
así como el santuario urbano de la región IV, alejado del foro (Rascón y Sánchez Montes
2017: 137 ss.). Estamos, pues, ante claras manifestaciones que confirman las propues-
tas derivadas de la información epigráfica, las que desvelan que Complutum fue el cen-
tro religioso más importante del ámbito romano de la Comunidad de Madrid. Baste con
resaltar lo siguiente: Complutum fue la única ciudad de ese entorno, donde se implantó
el culto imperial. Basten unas referencias de la documentación epigráfica:

-Inscripción honorífica, desaparecida, que pudo ser la base de una estatua; en ella, se
hace mención al padre, al hijo y al nieto. Apoya la municipalización flavia de
Complutum por la referencia a la tribu Quirina. Se fecha entre fines del s. I- inicios del
siglo II d.C. El homenajeado, además de magister de un collegium, fue sacerdote del
culto imperial Recuerdo el texto (CIL II, 3033. Ruiz Trapero 2001: nº 11):

Cn(eo) * Nonio / G(aii) * Noni * f(ilio) / Quir(ina) * Crescent(io) / mag(istro) * fla-


min(i) / Romae * et * Augusti / d(ecreto) * d(ecurionum)) / G(aius) * Nonius *
Sincerus / patri

-La segunda inscripción nos aporta una nueva información: la existencia de una orga-
nización religiosa de libertos, vinculada al culto al emperador. Los textos trasmitidos
son iguales excepto las variantes de la línea 1: Panthe(on) o Panthe(o) (CIL II, 3030;
Ruiz Trapero 2001: nº 11):

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Civitates romanas en la Comunidad de Madrid: nuevos estudios

Panthe(on –o) / Aug(usti) / sacrum / L(ucius) * Iulius * L(ucii) * lib(ertus) * Se/cun-


dus [- - -] in [---] / stoc / IIIIIIvir* Aug(ustalis) / d(e) * s(ua) * p(ecunia) * c(uravit)
/ idemque / dedicavit

Ante la ausencia de testimonios semejantes en las cabeceras de las otras civitates de


la Comunidad de Madrid, todo orienta a que los sectores de las oligarquías locales de
esas otras ciudades acudieron a Complutum para asistir a los actos religiosos en honor
a los emperadores divinizados.

Nos faltan apoyos epigráficos, pero creemos poder contar pronto con pruebas que
nos indiquen que, en Complutum, se dio también un culto a las emperatrices diviniza-
das. Baste el paralelo de una ciudad cercana, Caesarobriga (Talavera de la Reina,
Toledo), menos importante que Complutum, pero que contó con un templo consagrado
al culto al emperador y con otro, dedicado a las emperatrices divinizadas. Lo indica bien
un testimonio epigráfico de Caesarobriga, en el que se nos dice que Domitia, L(ucii)
filia, Proculina fue flaminica provinciae Lusitaniae y, más tarde, fue la primera flamini-
ca de su municipio y a perpetuidad, flaminica municipii sui prima et perpetua, en época
de los Flavios (CIL II, 895).

En síntesis: el actual territorio de la Comunidad de Madrid estuvo dividido en terri-


torio de cinco civitates romanas. La población del territorio de cada una de esas civita-
tes contó con magistrados civiles y religiosos, así como con un senado local. Todas las
novedades censuales (comunicar el nacimiento de un hijo o la defunción de un familiar,
venta o compra de bienes) así como los conflictos menores (disputas por límites de tie-
rras, por compras no pagadas, etc.) se resolvían bajo la autoridad de los magistrados
locales. Resulta razonable pensar que Complutum fue la ciudad, visitada periódicamen-
te por los gobernadores provinciales. Sin ser la capital de un conventus iuridicus, pudo
haber cumplido funciones semejantes en los momentos de visita de los gobernadores
provinciales.

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Confloenta (Duratón): una ciudad romana en la Meseta Norte

Confloenta (Duratón): una ciudad romana


en la Meseta Norte

Santiago Martínez Caballero1


Clara Martín García
Víctor M. Cabañero Martín
José Miguel Labrador Vielva
Jaime Resino Toribio

Redescubrimiento de Duratón e identificación de Confloenta


La ciudad romana de Confloenta conformaba hasta inicios del s. XXI uno de los
grandes núcleos urbanos romanos del sector oriental la Meseta Norte hispana que ape-
nas había sido objeto de investigaciones científicas en época contemporánea. Si bien el
sitio arqueológico donde se localiza la ciudad romana, en el yacimiento de Los
Mercados (Duratón, Segovia), ya era conocido desde el s. XVI, momento en el que A.
de Morales expuso el carácter urbano del sitio (Morales 1565-1567, fol. s/n [1575/1577,
fol. 58r]), y que en el mismo se desarrollaron a fines del s. XVIII amplias labores de
excavación promovidas por Carlos IV, prácticamente la consideración del yacimiento
como sitio de una ciudad romana quedó relegada hasta inicios del s. XXI. Esta escasa
atención a esta ciudad había sido causa de diferentes circunstancias históricas, que con-
dicionaron la percepción de Los Mercados para la investigación arqueológica e históri-
ca, relegándola historiográficamente a un papel secundario en relación con la verdadera
significación del enclave.

Si bien Morales ya hablaba de los importantes vestigios materiales que se podían


observar en el lugar en el s. XVI, la cercanía del yacimiento a la prestigiosa villa de
Sepúlveda, centro principal del alto valle del Duratón desde la Edad Media, llevó a cro-
nistas y eruditos primero, y luego a investigadores confiados en los primeros, a querer
localizar en Sepúlveda el emplazamiento de la ciudad romana que, entre Termes
(Tiermes, Soria) y Segovia, debió capitalizar este territorio del sur del Duero en época
romana. El brillante pasado medieval y moderno de la villa sepulvedana quiso ser retro-

1 Museo de Segovia.

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traído en el tiempo a época antigua sin más base que la presencia de materiales arqui-
tectónicos antiguos reutilizados en sus murallas medievales (procedentes en su mayor
parte, en realidad, de Los Mercados), así como por la inscripción rupestre romana del
paraje de Puente Talcano (CIL 3089), situado a los pies de Sepúlveda, publicada por pri-
mera vez en el s. XVIII. Por ello, a pesar de los vestigios tangibles de Los Mercados, la
atención a la presunta, e inexistente, ciudad romana de Sepúlveda, había sido una cons-
tante ya incluso desde el s. XIII, cuando el arzobispo toledano Rodrigo Jiménez de Rada,
en su De rebus Hispaniae (cap. X, 135) pretendía identificar Sepúlveda con la Munda
donde se enfrentaron las tropas pompeyanas y cesarianas en 45 a.C. (noticia que reco-
gerían Juan Gil de Zamora y Joan Margarit i Pau entre los ss. XIII y XV). Así, se quiso
identificar en esa etapa Sepúlveda con las arévacas Segontia Lanca, Segontia o Segovia
(Ptol. 2.6.55), con la turmoga Segisama Iulia, con una Segobriga, o con una ciudad de
nombre Semptempublica, siguiendo el topónimo que las fuentes medievales aplican a
Sepúlveda (Martínez 2014: 18-22).

La tozuda insistencia en considerar un pasado urbano romano en Sepúlveda no


mermó tras las excavaciones acometidas en Los Mercados en 1795, dirigidas por el
arquitecto real Juan de Villanueva por encargo de Carlos IV, conocidas a través de docu-
mentación del Archivo Histórico Nacional (Martínez 2014: 23-44), y de algunas noticias
(Somorrostro 1820: 215 ss.; Masdeu 1800: 411-417) y trabajos parciales (Molinero
1949a; Lucas 1999; Abad 2001). La propuesta de la intervención había sido elevada al
monarca por el ministro Manuel Godoy, quien había recibido el conocimiento de impor-
tantes hallazgos en Duratón por una carta que le habían remitido el ilustrado cura de
Duruelo, Santos Martín Sedeño, y el párroco del pueblo de Duratón, Cristóbal Rubio,
quienes había acudido en 1792 al paraje de Los Mercados a buscar materiales arquitec-
tónicos romanos para reutilizar en la construcción de la casa parroquial de Duratón. La
intervención de la Corona tuvo un marcado carácter anticuario, pues el principal objeti-
vo fue recuperar materiales para decorar el Palacio de Aranjuez, a donde, de hecho, fue-
ron trasladados cinco mosaicos que terminaron en la Casa del Ermitaño, en el Palacio de
Aranjuez. Una vez cesaron los hallazgos de materiales notables, la intervención fue con-
cluida (a pesar de la insistencia en la prosecución de los trabajos por parte de Martín
Sedeño), y el edificio reinhumado, unas termas (las Termas Centrales o Termas del Foro)
según se desprende de la documentación. Entre los materiales a los que se prestó mayor
atención durante tal intervención se encuentran los mosaicos mencionados que fueron
arrancados y recolocados en la Casa del Ermitaño, donde permanecieron hasta la des-
trucción del edificio, y trasladados en un momento anterior a 1868 (Martínez 2014a:
165-167), cuando el edificio fue destruido, tras lo cual algunos fueron a parar a la colec-
ción del Marqués de Salamanca, pasando al Museo Arqueológico Nacional en 1874
(Lucas 1999; Martínez 2014a: 167).

La potente presencia de esos restos sacados a la luz, así como la calidad de los mate-
riales recuperados, en especial los mosaicos, llevaron a J. Córnide (apud Gómez de

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Somorrostro 1820: 220-225) a considerar que el yacimiento de Duratón acogía el sitio


de una ciudad romana, proponiendo ya que fuera la Confloenta incluida por Ptolomeo
2.6.55 en el listado de las polis arévacas. Desde el s. XVII se había propuesto localizar
esta ciudad, citada solo en ese texto en las fuentes antiguas, en lugares también dispares
como Fontiveros (Ávila) o algún lugar del sur del Duero, como el paraje de Las
Berlangas (aldea burgalesa junto a la confluencia del Riaza con el Duero), o en la con-
fluencia de los ríos Pisuerga y Arlanzón (al respecto, Martínez 2014a: 17-22). La pro-
puesta tendría su eco en algún autor del s. XIX. Pero, a pesar de las noticias publicadas
durante esa centuria sobre las excavaciones acometidas por Villanueva en 1795 –que lle-
varon al arquitecto de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando Guillermo
Casanova a proponer una nueva excavación en el lugar, sin éxito, en 1801 (Martínez
2014: 45-52-, y de); y de la importancia de los vestigios documentados, se siguió insis-
tiendo en que la ciudad romana del alto valle del Duratón se debía colocar en Sepúlveda,
mientras que el sitio de Los Mercados quedó de nuevo prácticamente en el olvido. Y, de
hecho, desde inicios del s. XIX se iba a considerar Sepúlveda el lugar de procedencia de
los mosaicos recolocados en Aranjuez. Paralelamente, Confloenta se trataría de locali-
zar en los sitios ya mencionados, o en otros ahora considerados, como la misma
Sepúlveda o también Ágreda, en Soria, y Canales de la Sierra, en La Rioja (Martínez
2014a: 52).

A inicios del s. XX, N. Sentenach (1911: 180) reconsideraba brevemente el carácter


urbano de Los Mercados, recordando la propuesta de su identificación con Confloenta.
Pero la consideración urbana de Duratón quedaría de nuevo relegada en el s. XX, y tan
solo un trabajo sobre la arqueología del valle del Duratón a fines del siglo (Conte y
Fernández 1993) reconsideraría el carácter urbano del lugar, a pesar de que desde los
años 1970 ya se había propuesto, desde el análisis epigráfico, situar un municipio en
Duratón (Alföldy 1977), propuesta reforzada con el estudio de nuevos documentos epi-
gráficos (Santos 1985; Knapp 1992; Hoyo 1995a y 1995b). La paradoja vendría refor-
zada por el hecho de que el Inventario Arqueológico de la Junta de Castilla y León, tras
las prospecciones realizadas en Los Mercados en los años 1990, calificaría a este amplio
yacimiento (cuya superficie se estimaba en 50 ha en la ficha administrativa) como
“villa” tardorromana, planteamiento que se recogía en la declaración del sitio arqueoló-
gico como Bien de Interés Cultural en 1994.

El panorama cambiaría ya con las investigaciones iniciadas a partir del año 2001, que
han permitido, a través de excavaciones, prospecciones y análisis documental y carto-
gráfico, realizadas por nuestro equipo, del Museo de Segovia y la Universidad
Complutense de Madrid, confirmar la existencia en el yacimiento arqueológico de Los
Mercados de una ciudad romana ocupada a partir del s. I a.C. y que se desarrollará sin
solución de continuidad hasta la etapa tardoantigua, hasta fines del s. VII o inicios del
s. VIII d.C. Las exploraciones se han centrado, entre los años 2001 y 2002, en el reco-
nocimiento general del yacimiento, de cara a evaluar su potencialidad y las característi-

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cas urbanísticas del emplazamiento; y desde 2016, en la investigación general de la ciu-


dad, su urbanismo y varios de sus espacios arquitectónicos, con la exploración concre-
ta del Foro pecuario y las Termas meridionales, en el Barrio Sur, así como en el análisis
del territorio de la ciudad romana, con especial atención a la evolución del poblamien-
to, las vías de comunicación, los santuarios extraurbanos y del territorio, y el sistema
económico de la civitas.

De otro lado, estas investigaciones permiten apoyar la propuesta de que esta ciudad
sea identificada con la Confloenta de Ptolomeo, en base a argumentos arqueológicos,
históricos y filológicos, en espera de su confirmación epigráfica. Se trata Confloenta de
una de las ciudades arévacas que según el análisis del texto del alejandrino se situaría
en una posición relativa entre Termes, Segovia y Segontia Lanca (Langa de Duero,
Soria). El yacimiento de Los Mercados es el único que ofrece los vestigios de un núcleo
urbano romano en el espacio geográfico extendido entre esos enclaves, los valles medio
y alto de los ríos Cega, Duratón y Riaza, en efecto, territorio del extremo occidental del
territorio de los arévacos.

La fundación romana republicana


Las investigaciones arqueológicas sitúan la primera ocupación en el llano de Los
Mercados a inicios del s. I a.C. (Martínez 2010a: 63 ss.; 2010b: 183-187; 2011a; Id.
2011b: 90-95; Martínez et alii 2014; Martínez 2014a: 130-137; Martínez y Mangas
2014a y 2014b; Martínez 2014: 137-138), a partir de un asentamiento de cerca de 21 ha
organizado según un plan urbanístico regular. Estos datos, contextualizados en relación
con la evolución histórica del territorio occidental del ámbito arévaco, llevan a plantear
el surgimiento de Duratón como una fundación urbana romana ex novo realizada tras la
conquista de este espacio durante las campañas de T. Didius (cos. 98 a.C.) en la
Celtiberia duriense entre 98/97 y 94 a.C., actuación que llevó a la anexión por Roma del
espacio arévaco más occidental a partir de la posición de Termes. El paralelo abandono
en esos momentos de los oppida prerromanos de los valles altos de los ríos Duratón,
Riaza y Cega –Sepúlveda, Morros de San Juan de Sebúlcor, Los Sampedros de San
Miguel de Bernuy, Los Quemados de Carabias, Ayllón y Pedraza, todos en la actual pro-
vincia de Segovia (Martín et alii 1990; Blanco 1998; Barrio 1998; Blanco 2006; Barrio
2010; Martínez 2010; López 2012; Martínez, López y Gallego 2014; Martínez 2014a),
evidencia igualmente un importante proceso de reordenación del poblamiento en toda el
área tras la conquista romana. Entre todos estos núcleos urbanos prerromanos,
Sepúlveda aparece como el más destacado del Alto Duratón, ocupando una superficie de
cerca de 25 ha sobre el cerro casi inexpugnable de Somosierra, apenas explorado, ele-
vado junto a la confluencia de los ríos Duratón y Caslilla, en las puertas del cañón de
las Hoces del Duratón. Posiblemente este centro ejerciera un poder hegemónico sobre el
resto de oppida del alto y medio Duratón (Martínez 2010a y 2014a: 117 ss.). Siguiendo
a otros autores, barajamos la posibilidad de que Sepúlveda sea el sitio de la ciudad de
Colenda (Kolenda), mencionada por Apiano (Iber. 100) núcleo que según este autor, tras

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la conquista de Termes (situada a 40 km de Duratón), habría sido asediado durante nueve


meses por el ejército de Tito Didio en 97-95 a.C. (Martínez 2010 y 2011; Martínez et
alii 2014; Martínez et alii 2019). Propuesta que parece más oportuna que otras que, rea-
lizadas por otros investigadores, han propuesto identificar Colenda con los oppida de
Cuéllar o Ayllón, centro vacceo el primero, arévaco el segundo, ciudades de cierta exten-
sión que presentaban posiciones destacadas, pero que estaban muy expuestas por algu-
no de sus flancos y habrían caído de forma inmediata sin necesidad de un prolongado
asedio romano.

El proceso arqueológico definido por el abandono de los oppida del alto valle del
río Duratón, así como de gran parte de los asentamientos celtibéricos menores, en
paralelo la fundación de la ciudad de Confloenta y la creación de un nuevo conjunto
de núcleos rurales, que observa solo la continuidad de ocupación de un puñado de
aldeas prerromanas en el s. I a.C., a favor del surgimiento y desarrollo de las aldeas y
vici que van a definir el nuevo marco de poblamiento tardorrepublicano (mal conoci-
do), refleja la política de reordenación territorial y de reurbanización de este ámbito
como consecuencia de la intervención de la comisión senatorial que en los años 95-94
a.C. acompañó al procónsul Didio, de la que da noticia Apiano (Iber. 100), en los terri-
torios que habían sido sometidos en la frontera de la Citerior. La intervención roma-
na deparó la simplificación del marco urbano regional que habían ido configurando
las comunidades arévacas y vacceas desde fines del s. IV a.C., reduciendo el número
de cabezas urbanas, convertidas ahora en cabeza de civitates, generando una mayor
jerarquización del poblamiento (Santos y Martínez 2014), siguiendo las pautas ya pro-
puestas en la política aplicada por la comisión senatorial que asistió en 133-132 a.C.
a Escipión Emiliano (cos. III 134 a.C.) en la reordenación de los territorios conquis-
tados del Alto Duero (Jimeno 2011).

La aplicación de esta política de reordenación y urbanización decidió el estableci-


miento de cuatro cabezas urbanas de civitas en este sector del sur del Duero, Termes,
Confloenta, Segovia y Cauca (Coca, Segovia), constituyendo solo la de Confloenta una
nueva fundación, en tanto que las otras tres se colocaron sobre grandes ciudades prerro-
manas, cuya posición estratégica y óptima gestión de sus territorios en época prerroma-
na fueron valorados en el nuevo sistema de ordenación territorial. Es de suponer que la
fundación ex novo de Confloenta acogería, por tanto, a gran parte de la población de los
centros celtibéricos de esta área, posiblemente desalojada por la fuerza, en especial del
oppidum de Sepúlveda, por lo que Confloenta se puede considerar que surgió del tras-
vase de la población de tales núcleos urbanos, en especial de la propia ciudad de
Sepúlveda, (in planum extruere). Pues el inicio de la ocupación de Los Mercados es
coetánea del fin de la del cerro de Somosierra de Sepúlveda. Cabe recordar que se había
propuesto la existencia de un asentamiento aldeano, de pequeña entidad, de la II Edad
del Hierro en Los Mercados (Barrio 1998: 81-83), si bien el registro material no lo con-
firma netamente.

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El llano de Los Mercados ofrecía un posición estratégica de primer orden en la


región, recogiendo la herencia de la posición estratégica de Sepúlveda, al situarse a los
pies del puerto de Somosierra (topónimo que podría provenir de uno latino desde la
forma summus “puerto de montaña”), uno de los principales pasos de comunicación
entre ambas mesetas en este sector del Sistema Central, y en el punto de cruce de paso
del camino que, con trazado paralelo a la dorsal del Sistema Central, unía las tierras del
Alto Duero con las actuales áreas salmantina y extremeña septentrional. Se trata de dos
corredores de comunicación igualmente recorridos por dos vías pecuarias principales,
posiblemente ya ligadas a movimientos trashumantes desde la Protohistoria, convertidos
posteriormente en la Cañada Real Segoviana y la Cañada Real Soriana Occidental, que
unían los agostaderos del sector central y oriental de la Meseta Norte con el Suroeste
peninsular. También pasaba junto a esta posición una vía salaria en uso desde época pre-
rromana, que daba salida a la sal de interior explotada en el alto valle del Henares hacia
el centro del Duero, desde Segontia (Sigüenza) y pasando por Ayllón. Por otro lado, la
posición en el llano buscaba facilitar la comunicación de la ciudad con su territorio, evi-
tando la posición encajada entre las hoces de Sepúlveda, al tiempo que facilitaba la
implantación de un modelo urbanístico regular en el centro urbano, que iba a permitir
desarrollar programas urbanísticos e infraestructuras condicionados por una topografía
más amable que la que impondría el abrupto emplazamiento de Sepúlveda. Hay que
considerar, además, que la nueva posición llevaba implícita una importante carga ideo-
lógica, en tanto que se generaba un nuevo espacio simbólico de referencia urbana, anu-
lando con ello la percepción indígena en este parámetro, focalizada en Sepúlveda, coad-
yuvando con ello a generar una nueva imagen e idea urbana para la población local.

En tanto que se trata de una fundación romana republicana, en principio se puede


pensar que el nombre de la ciudad hace referencia a un topónimo latino (Martínez y
Mangas 2014; Martínez 2014a: 137-138), derivado de la posición de Los Mercados en
la confluencia de vías de comunicación y de ríos, el Duratón y el Serrano, que conflu-
yen en el suburbio. Seguiría en tal caso el esquema de la fundación cesariana de
Confloenta del Rhin, hoy Köblenz (Coblenza), en Alemania, situada junto a la con-
fluencia del Rhin y el Mosela y en un importante nudo de comunicaciones. Se trata, en
efecto, Los Mercados, de un sitio de encuentro de cursos fluviales, caminos y cañadas,
y que pronto iba a validarse como lugar también de confluencia de mercados, dada la
vocación comercial con la que se desarrollaría (parámetros que iba a quedar fosilizado
en el propio nombre de Los Mercados, conocido desde el siglo XVI).

No obstante, también se ha planteado que Confloenta sea un topónimo de origen cél-


tico (García 2003: 237-301), formado desde Com-plu-to, con significado de “confluir”,
“acto de fluir juntos”, desde una raíz que porta ese significado semántico, de la que deri-
va igualmente el confluere latino, un topónimo céltico que estaría en la línea de los de
Complutum (Alcalá de Henares), Complutica/Compleutica (ciudad de los galaicos brá-
caros) y la Complega celtibérica lusona (App., Iber. 42). También recordamos que por-

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taría la Kon- inicial, que aporta un contenido de reunión de gentes, que aparece en topó-
nimos célticos de ciudades como Kontrebia (Belaiska, Karbika y Leukade). Esta segun-
da opción nos ha llevado a plantear que Confloenta, en una forma original tipo
Complutica/Compleutica, fuera el topónimo de la ciudad principal del territorio del alto
valle del Duratón y antecedente urbano de la ciudad romana de Duratón, es decir, que
Complutica/Compleutica fuera el nombre del oppidum de Sepúlveda, ciudad situada en
la confluencia de los ríos Duratón y Caslilla (Martínez 2018: 138-139; Martínez et alii
2019; Martínez y Riaza e.p.). En este sentido, en tanto que Sepúlveda podría ser identi-
ficada con la Colenda de Apiano, podría tratarse esta ciudad de la propia
Comflenta/Complenta arévaca, referida con un topónimo corrompida en el texto de
Apiano.

El lugar elegido para fundar la ciudad se sitúa, como se ha anunciado, en un llano


extendido junto a la confluencia de los ríos Duratón y Serrano, 7 km al este de
Sepúlveda. Este llano se eleva ligeramente en su flanco sur, conformando una pequeña
meseta, con altura máxima situada a 976 m.s.n.m., sobre la vega del río Duratón, hasta
32 m sobre el curso del río, por lo que ofrece desde este sector urbano un dominio sobre
la campiña circundante, el paso de Somosierra y las vías y caminos pecuarios que alcan-
zan la ciudad. Inmediatamente después de la confluencia de ambos cursos fluviales, el
río Duratón se encaja entre los peñascos calizos de las nacientes hoces del río Duratón,
en el paraje extraurbano de Fuente Giriego o Griego.

El análisis de la fotografía aérea ha permitido detectar una trama urbana fundacional


(Martínez et alii 2005; Martínez 2010, 2011b y 2014a: 149-157; Id. 2018: 137-139), en
forma de polígono irregular, extendida en una superficie de cerca de 21 ha (Figura 1),
entre la terraza meridional que se asoma sobre el río Duratón y la zona central del llano
de Los Mercados, caracterizada por la presencia de un entramado regular definido por
tres grandes decumani, calles con orientación este-oeste, y más de una veintena de kar-
dines, calles con orientación norte-sur, que se cruzan con los anteriores, no en ángulo
recto, como es habitual en estas fundaciones romanas republicanas, sino en ángulos de
65º, por lo que la retícula urbana presenta manzanas de planta trapezoidal, en su zona
central de hasta 42 m de anchura y 124 m de longitud (en los barrios meridionales la lon-
gitud de las manzanas es más corta, pues el entramado urbano está condicionado por el
perfil sinuoso de la terraza que define su flanco meridional). En tanto que el llano pre-
senta un descenso altimétrico hacia el norte y noroeste, los kardines conforman clivi, es
decir, calles en pendiente, mientras que los decumani conforman vici, calles dispuestas
a lo largo de un plano más o menos horizontal. El Decumanus II, que atraviesa el espa-
cio urbano en su zona central, conforma un decumanus maximus, de cerca de 550 m de
longitud. Esta calle conforma el trazado urbano de la vía que comunicaba
Segovia/Cauca y Termes a su paso por Confloenta. Más al sur, el Decumanus III alcan-
za los 660 m de longitud. El kardo maximus se identifica con el Kardo XII, de 370 m de
longitud, que traviesa la ciudad de norte a sur por la parte central del casco urbano, cru-

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zándose con el decumanus maximus en un punto situado inmediatamente al sur del espa-
cio donde parece colocarse el Foro municipal, cuya presencia divide en dos sectores el
Decumanus I, el más septentrional. Al este del anterior, se traza el Kardo XV, el de
mayor longitud de la ciudad, con 387 m.

Apenas se tienes datos, no obstante, del desarrollo de la ciudad en el s. I a.C., más


allá del conocimiento general de este entramado urbano fundacional, en tanto que las
excavaciones realizadas no han alcanzado estratigrafías correspondientes a tal etapa tar-
dorrepublicana. Tan solo contamos con los parcos datos extraídos de las prospecciones
realizadas (Orejas y Martínez 2002; Cabañero y Martínez 2018; Martínez 2019), que
indican la ocupación más antigua de la ciudad en el sector centro-meridional, coinci-
diendo con el paraje de Alto de Los Mercados, y en la ladera que se extiende desde el
borde meridional de la terraza en la que se asienta el llano hacia el sur y suroeste, hasta
alcanzar el espacio de la necrópolis romana. En el margen nororiental de la ciudad, y
fuera del espacio incluido dentro de la retícula descrita, los sondeos realizados junto al
muro septentrional del Foro pecuario de época imperial (Martínez et alii 2018) aportan
materiales y estratigrafía desde los que se advierte actividad relacionable con un uso de
este espacio suburbano en época republicana posiblemente con el mismo fin que el aco-
gido por el edificio imperial, por lo que es plausible considerar la existencia de un espa-
cio destinado a Foro pecuario colocado en este punto suburbano desde el momento fun-
dacional, carente en origen de estructuras arquitectónicas de fábrica para su cierre, con-
formando una simple explanada al aire libre donde celebrar las actividad propias de ese
tipo de complejos. Este modelo de foro pecuario con escasa impronta arquitectónica es
habitual en los modelos originales de algunos foros pecuarios centro-itálicos, luego
monumentalizados en sucesivos momentos de efervescencia urbanística, como puede
intuirse en el caso de Confloenta.

La expansión urbanística en época alto imperial


El desarrollo de la ciudad en los siglos I y II d.C. determinó la expansión del espa-
cio urbano más allá de la retícula de época fundacional, añadiéndose de forma diacróni-
ca nuevos barrios en torno a la misma, hasta alcanzar la ciudad una superficie de 50 ha,
cifra que se incrementa si consideramos la extensión de los barrios residenciales y arte-
sanales periféricos del norte y este, respectivamente, hasta alcanzar las 65 ha (Figura 1).
Estos nuevos barrios se ordenan en función de calles que generalmente se trazan
siguiendo ejes direccionales diferentes a los de la retícula central, resultado del creci-
miento progresivo de los barrios de esta corona circundante en función principalmente
del trazado de las calzadas de acceso a la ciudad y de cierta espontaneidad en el creci-
miento urbano. Tan solo hacia el norte se percibe, siguiendo el análisis de la fotografía
aérea, la ordenación de un barrio, en el que se sitúa un amplio conjunto público (el
Recinto Norte) articulado en base a la prolongación del eje de los kardines republicanos.
Esta extensión de la ciudad por el norte alcanza su límite en un cordel derivado de la
Cañada Real Soriana Occidental que, procedente del área de Boceguillas, Barbolla y El

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Confloenta (Duratón): una ciudad romana en la Meseta Norte

Olmo, une con un trazado este-oeste, paralelo al curso al río Serrano, y que discurre
inmediatamente al norte de aquel, los actuales parajes de Corral de Duratón y La Serna,
bordeando el margen septentrional de la ciudad. En cambio, al sur del Foro pecuario y
en el sector occidental la ordenación se basa en ejes con diferente orientación a la de los
ejes republicanos. La expansión de la ciudad por el este conllevó la absorción dentro del
casco urbano del Foro pecuario, colocado ahora en el suburbio oriental, siendo el primer
edificio alcanzado al entrar en Confloenta por la vía procedente de Termes. Por el oeste,
las prospecciones señalan una intensa ocupación, aunque discontinua, de un sector del
suburbio occidental ordenado a ambos lados de la calzada que se dirigía hacia Cauca.

Cabe reseñar, por otro lado, que la incidencia del tránsito de ganado por la ciudad,
propio de ciudades colocadas en el paso de vías trashumantes (siguiendo el modelo de
Saepinum o Boianum en Italia) parece condicionar también ciertos aspectos urbanísti-
cos. A ello puede responder la amplia anchura del extremo meridional del kardo máxi-
mo, junto a las Termas del Sur, donde la calle alcanza los 16 m de anchura, quizás para
habilitar la llegada y derivación hacia el foro pecuario por el interior de la ciudad de los
rebaños trashumantes que alcanzaban la ciudad por la vía pecuaria procedente de
Segovia.

En torno a Confloenta, se extiende el área periurbana, que incluye, en un área de en


torno a 1,5 km de diámetro desde centro de la ciudad, espacios de diferente funcionali-
dad adscritos a la ciudad, entre estos, la Necrópolis de Duratón, bordeando por el sures-
te la calzada procedente de Segovia, que superaría el río Duratón por un puente hoy des-
aparecido (el actual es de inicios del s. XIX), situado inmediatamente al sur de la igle-
sia románica colocada junto al río Duratón, construida en el s. XII sobre parte de una
amplia villa suburbana, y al norte de la cual se colocará a partir del s. V d.C. el gran
cementerio visigodo; junto al extremo occidental del suburbio, y algo apartada al sur de
dicha calzada, el paraje de las Muñequillas, donde las prospecciones y hallazgos arqueo-
lógicos informan de la existencia de un santuario suburbano dedicado a una deidad
femenina; el paraje de Los Calverones, al este del Foro pecuario, donde aparecen míni-
mos restos de ocupación imperial y lugar donde en el s. XVIII se recuperó una inscrip-
ción funeraria (ERSg 31), en un lugar no conocido donde podría situarse una segunda
necrópolis (de donde quizás proviniera la inscripción funeraria ERSg 51 conservada hoy
en la iglesia de El Olmo), vinculada al trazado de la calzada procedente de Termes; otra
posible villa suburbana al noreste, sobre el actual barrio de La Serna; y, ya más aparta-
do de la ciudad, el sitio de culto de aguas de Fuente Griego. Desde el norte, por un tra-
zado desconocido, alcanzaba la ciudad la vía que procedente de Clunia.

Es posible que esta expansión fuera ya un hecho en el s. I d.C., aunque los datos de
prospección todavía deben ser evaluados a fondo, en base al análisis de dispersión en la
superficie del yacimiento de materiales de época augustea, julio claudia y flavia, estu-
dio actualmente en curso. La información procedente de las excavaciones arqueológicas

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Santiago Martínez Caballero, et alii

señala diferentes intervenciones urbanísticas en dos de los sitios explorados. Por un


lado, al sur de la ciudad, se ha documentado la existencia de estructuras pertenecientes
a un edificio de funcionalidad por determinar bajo las Termas del Sur, edificio de época
trajanea o adrianea (Martínez et alii 2018). Bajo la escalera de acceso al vestíbulo se
documentan restos de estructuras en mampostería y canalizaciones urbanas, así como la
talla de la base geológica de arcillas para apoyar estructuras, pertenecientes al s. I d.C.
De otro lado, los sondeos realizados junto al muro norte del Foro pecuario (Martínez et
alii 2016; Martínez 2018) apuntan una cronología post quem de construcción de este
edificio en la mitad del s. I d.C., aunque por el momento no podemos aportar mayores
precisiones a una datación que se sitúa entre ese momento y el s. II d.C. Sí conocemos
que en época flavia se produce la construcción de las Termas Centrales o Termas del
Foro, el primer complejo termal imperial conocido en la ciudad.

Coincide este hito urbanístico con la dotación del estatuto municipal a Confloenta en
época flavia. Así se deduce de la evaluación conjunta de los textos de varios testimo-
nios: el cipo del Museo de Segovia procedente de Los Mercados, en el que se citan al
colegio de los VI viri (ERSg 22); la mencionada inscripción rupestre de Puente Talcano
(CIL II 5095=3089; ERSg 159), localizada en el territorio central de la civitas, dedicada
por un ordo, acaso el municipal; y un fragmento de lex municipalis flavia (Hoyo 1995a
y 1995b) recuperado también en el yacimiento de Los Mercados (Alföldy 1977; Santos
1985; Knapp 1992: 265; Hoyo 1995a y 1995b; Stylow 1999: 235, n. 20; Santos et alii
2005: 81 y 78-82; Mangas 2010; Martínez 2014a: 138-145; Martínez y Mangas 2014a).
Así, el hito constitucional parece tener su proyección en el desarrollo urbanístico con-
floentiense, en tanto que la promoción municipal pudo tener su impronta en la mejora
de los equipamientos urbanos y en el empuje de la actividad edilicia pública, definida
esta última en base también a un proceso de monumentalización.

Procesos que vendrían impulsados por la efervescencia de una ciudad que tenía sus
pilares económico en la explotación de las amplias campiñas del alto Duratón y Cega;
en el empuje de la actividad ganadera extensiva basada en el aprovechamiento de pas-
tos de la Serrezuela y del piedemonte del Sistema Central; posiblemente en los réditos
derivados de la posición de la ciudad en el paso de vías pecuarias ligadas a movimien-
tos de ganado de largo recorrido; en el papel de Confloenta como centro redistribuidor
hacia el valle medio del Duero de la sal explotada en el alto Henares; en el desarrollo de
manufacturas locales específicas, acaso relacionadas con producciones derivadas de la
ganadería (cueros, textiles, etc.); en fin, en la actividad comercial impelida por la posi-
ción de la ciudad en el cruce de caminos y vías pecuarias en un sector estratégico del sur
del Duero

Esta efervescencia económica, en consonancia con la necesidad de las élites locales


de promocionar su prestigio y base de poder mediante actuaciones evergéticas (no docu-
mentadas específicamente en la ciudad, por el momento), sería clave en la transforma-

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Confloenta (Duratón): una ciudad romana en la Meseta Norte

ción del paisaje urbano y mejora de las infraestructuras que parece apreciarse a partir del
último tercio del s. I d.C., y que se hace patente, desde el parco conocimiento que tene-
mos de los edificios públicos de la ciudad, ya en la centuria sucesiva con la construc-
ción del amplio complejo de las Termas del Sur y, por supuesto, en la construcción del
Foro pecuario, si se trata de un edificio posterior a la etapa julio-claudia (no obstante, la
información actualmente disponible no elimina la posibilidad que hubiera sido cons-
truido en la etapa final del gobierno de Claudio o en el de Nerón). Con posterioridad al
s. II d.C., la información sobre la evolución de la ciudad es muy limitada, si bien, las
excavaciones en las Termas Meridionales han permitido conocer la continuidad de uso
de este edificio hasta al menos el inicio del s. IV d.C. No obstante, aparte de este dato,
la evolución de Confloenta desde el s. III d.C. es muy desconocida, reconociéndose no
obstante una restricción del área de ocupación de nuevo focalizada en el espacio urba-
no fundacional, en el sur y centro de la meseta de Los Mercados, que se prolongará sin
solución de continuidad hasta la etapa tardoantigua, según bien testimonia el uso de la
necrópolis de Duratón (Molinero 1948a, 1948b, 1949a; Jepure 2011 y e.p.), cuyo uso
enlaza directamente con la etapa tardorromana (Jepure e.p.).

Tras el vacío de información que disponemos sobre la ciudad en época augustea y


julio claudia, es en época flavia cuando contamos con datos evaluables del sistema de
saneamiento de las calles, desde el análisis de la cloaca que recorre por el subsuelo la
fachada oriental de las Termas del Foro. Vista solo por debajo del vestíbulo del edificio,
el tramo explorado de esta cloaca, construida con muros de mampostería y bóveda en
opus caementicium, de 0,5 m de anchura y 0,8 m de altura, habla de la existencia de una
red de saneamiento al menos en el sector urbano central, trazada en función de la trama
urbanística general, que podría remontarse a época fundacional, aunque este testimonio
solo pueda advertirse en época flavia. Esta mejora de la calidad de las infraestructuras
urbanas queda igualmente patente en la presencia de un acueducto (Martínez 2018:
142), cuyo momento de construcción, no obstante, no es conocido. De hecho, la exis-
tencia de tal sistema de abastecimiento de agua corriente solo es valorable desde el
hallazgo de varias tuberías en plomo (fistulae) pertenecientes al sistema de distribución
urbano. Las piezas se corresponden con una tubería octonaria y sendos fragmentos de
tuberías duocenaria y denumquinum (Martínez y Vilches 2016), recuperadas por hallaz-
go casual en el entorno del kardo máximo. Las actuales investigaciones centras su aten-
ción también en la indagación de los sistemas de captación y transporte de esta conduc-
ción, no conocidos, que portarían el agua a la ciudad desde el piedemonte de
Somosierra, bien desde algún manantial del área de Casla, en la cabecera del río San
Juan, bien desde el área de Castillejo de Mesleón, en el valle del río Serrano. El hallaz-
go de tales tuberías indican que el sistema de distribución urbano debía partir de un dis-
positivo terminal (castellum divisorium –utilizamos este neologismo–, del tipo conoci-
do en Roma, Pompeya, Nîmes o Termes), a situar en los parajes de La Estevilla-Alto de
Los Mercados, donde finalizaría el specus del acueducto y de donde partían, tras la lim-
pieza, depuración y gestión del caudal de agua, las fistulae (acaso también tuberías de

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Santiago Martínez Caballero, et alii

cerámica –tubuli fictilubus–) que distribuían el agua a los diferentes espacios del casco
urbano.

Los complejos públicos


La posición del Foro municipal es conocida a través del análisis de la fotografía aérea
(Martínez 2014a: 185; Martínez y Mangas 2014b) y la información aportada por la
microprospección del yacimiento (Orejas y Martínez 2002; Cabañero y Martínez 2018).
La primera ha permitido detectar una gran área abierta de cerca de 110 x 80 m de super-
ficie, con el lado largo con orientación norte-sur, extendida entre los kardines XII y XV,
al norte del decumano máximo, que se cruza con el kardo máximo junto al ángulo suroc-
cidental exterior de esa área abierta, que debe corresponderse con la plaza del Foro. Por
tanto, ambos ejes conectaban directamente las diferentes calzadas de acceso a la ciudad
con la plaza pública central, no obstante, esta última desplazada hacia el norte con res-
pecto del centro geométrico de la trama urbana original. En torno a este espacio se colo-
can diferentes espacios, entre estos se atisba un cuerpo sobresaliente al norte, quizás
correspondiente al templo que presidía el complejo, que se abriría hacia el sur de este.
Recordamos que en la ciudad se testimonian el colegio sacerdotal de los seviros, en el
texto del cipo del Museo de Segovia, y con ello del culto imperial, cuya atención oficial
debía localizarse, entre otros lugares, pero preferentemente, en el Foro municipal. Las
prospecciones detectan amplios restos de material arquitectónico (fustes y basas de
columnas) y decorativo (placas de mármol de Espejón y otras procedencias, fragmento
de relieve, etc.) en correspondencia con la posición de estos edificios.

En cuanto a la actividad edilicia en época flavia, como señalamos, solo con seguri-
dad podemos atribuir por el momento a este periodo el complejo de las Termas Centrales
o Termas del Foro (Martínez 2010b: 194-198; Id. 2011b: 102-103; Martínez 2014a: 161-
169; Martínez y Mangas 2014b; Martínez 2015a y 2018: 142-145). El conjunto (Figura
2), explorado en 1795 y, de forma más somera en 1949 (por A. Molinero Pérez,
Comisario Provincial de Excavaciones Arqueológicas, y L. Déroche, de la Universidad
de Bordeaux) y en 2001 (por nuestro equipo), se coloca en la manzana situada entre los
kardines IX y X y los decumani I y II, al sureste del Foro municipal. Las excavaciones
de 1949 (Molinero y Linage 1986) y las nuestras (Martínez 2010b: 194-198; Id. 2011b:
102-103; Martínez 2014a: 161-169; Martínez y Mangas 2014b; Martínez 2015a. y 2018:
142-145; Martínez 2019) intervinieron sobre el vestíbulo, en el que se abría la puerta de
entrada del complejo, abierta hacia el Kardo X, espacio ya explorado también en 1795.
Esta sala cuadrangular (7,2 x 7 m), de 50,4 m2 de superficie, constaba de un umbral
tetrástilo in antis (de 6,7 m de longitud), alojado sobre un potente zócalo de sillares en
opus quadratum –al que se adosa la cloaca arriba descrita– al que pertenecían un capi-
tel corintio del Museo de Segovia y el capitel y fragmentos de fuste y plinto colocados
hoy, a modo de monumento, en un jardín del vecino pueblo de Perorrubio (Gutiérrez
1992; Martínez 2010b: 203; Martínez 2014a: 155; Gutiérrez 2015; Martínez 2018: 143-
145; Martínez 2019). Ambos capiteles se vinculan estilísticamente al taller de Clunia.

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Confloenta (Duratón): una ciudad romana en la Meseta Norte

No podemos determinar, por la limitada extensión de la exploración, sin esta columna-


ta in antis conformaba el acceso directo desde la calle o formaba parte de la parte inte-
rior de un propilón tetrástilo con un cuerpo columnado avanzado sobre aquella. Los
otros tres lados de la sala, cerrados con gruesos muros en opus caementicium, presentan
sendos accesos centrales a las salas contiguas. La sala presentaba un pavimento de
mosaico, hoy desaparecido, quizás uno de los retirados en 1795 y trasladado a Aranjuez.
El resto de las salas a las que llegaba desde este vestíbulo, excavadas en 1795, son solo
conocidas ya por la documentación del Archivo Histórico Nacional. Estos espacios se
corresponden según tales documentos con un sala con piscina (4,2 x 3 m y 0,83 m de
profundidad); sendas salas (la primera de 4,4 x 4,4 m, y la segunda de 10,28 x 8,61 m)
pavimentadas, respectivamente con el mosaico, de la Medusa del Museo Arqueológico
Nacional y con un mosaico con tema de vendimia al que pertenecía el Vertumnus-Aion
del mismo museo, obras, en especial el segundo, de gran calidad (Tarradell 1969: 35,
fig. 16; Fernández et alii 1986-1987: 173-183; Blázquez et alii 1989: 32-34, nº 13;
Lucas 1999; Martínez 2014a: 166-167), y que se datan en el s. II d.C.; otra sala pavi-
mentada con mosaicos con motivos florales, pájaros y geométricos; y un praefurnium y
otra hypocaustum. Es interesante el hallazgo en este edificio de un ara dedicada a
Minerva (ERSg 19), hoy perdida, que habla de la vinculación del conjunto termal con
esta deidad habitual entre los cultos de numerosos centros termales occidentales.

La datación en el s. II d.C. de los dos mosaicos mencionados hablan de nuevas obras,


de reparación o reforma, en el edificio en este momento de gran efervescencia urbanís-
tica, en tanto que es en época trajanea o adrianea (98-138 d.C.) cuando se construye el
gran complejo de las Termas Meridionales o Termas de Fortuna (Figura 3), en el sector
meridional de la ciudad (Martínez et alii 2017; Martínez 2018: 145-147; Martínez et alii
2018, 2019a y 2019b). Se trata este de un amplio edificio (el edificio termal más gran-
de de la Meseta Norte, tras los de Clunia, Termes y Asturica Augusta), actualmente en
exploración, que, de acuerdo con los datos disponibles, parece alcanzar una superficie
de al menos entre 2.000 y 2.500 m2. El edificio se dispone en el extremo sur de la ciu-
dad, en el lado oriental del tramo inicial del kardo maximo (Kardo XII), en el borde de
la terraza asomada al río Duratón. Se ha reconocido por el momento el sector occiden-
tal del complejo, de planta cuadrangular y organizado en torno a una gran palestra. El
análisis realizado del edificio a partir de la fotografía aérea no permite precisar si esta
palestra se coloca en el lado oriental del edificio, colocándose en el lado occidental y
septentrional el conjunto de estancias de baños con salas dispuestas según un recorrido
lineal; o bien, en el eje axial del conjunto, organizando con ello dos áreas diferenciadas
de baños, masculina y femenina, a este y oeste, perteneciendo a esta última las salas
actualmente excavadas (vestibulum, frigidarium, tepidarium, caldarium y
laconicum/sudatio).

La ocupación del edifico de parte de la pendiente de la meseta que desciende hacia


el río Duratón obligo a construir una amplia substructio para sostener el extremo meri-

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Santiago Martínez Caballero, et alii

dional del complejo, mediante un gran muro de contención (analemma), construido en


emplecton romano (núcleo en opus caementicium revestido al exterior con paramentos
en opus incertum con bloques irregulares de caliza insertados directamente en la fábri-
ca del primero), que recorre la mitad meridional del lado occidental bordeando el kardo
máximo y todo el lado meridional, donde se haya en gran parte perdido. Este muro con-
tenía un gran relleno de tierra que habilitaba la prolongación hacia esta parte del edifi-
cio del plano horizontal sobre el que se disponían las diferentes estancias. El cuerpo sep-
tentrional del lado occidental, separado de la calle por un muro realizado en bloques de
caliza dispuestos en opus incertum, y reforzados en algunos puntos por sillares, avanza
sobre el kardo máximo, lo que permitió habilitar una rampa peatonal de acceso, de 34
m de longitud y 3,9 m de anchura en la fachada meridional de este lado del edificio, que
flanquea la calle, a modo gran acera (aunque sobre elevada del plano del arroyo de aque-
lla), y desde la que se accedía a la puerta que daba paso al vestíbulo. La rampa disponía
de tres mesetas en pendiente separadas por escalones, hasta alcanzar al norte la escali-
nata abierta por delante de la puerta (hoy perdida). La rampa estaba flanqueada al oeste
por la cloaca que recorre por el subsuelo el lado occidental del edifico termal, y confor-
mada en esta parte ya exterior por un canal construido con muros y solera (0,7 m de
anchura) en opus caementicum, revestido al interior por mortero hidráulico, y cubierta
en su día con losas. El muro oriental de la cloaca contenía el relleno de nivelación dis-
puesto entre esta y el muro de las termas sobre el que se disponía el suelo peatonal.

Desde la puerta abierta hacia la rampa lateral se accede a un corredor en L, recorri-


do por debajo en su lado norte, el más largo (22 m de longitud excavados), por la men-
cionada cloaca que se prolonga hacia el exterior en el flanco occidental de la rampa.
Este sector de la cloaca presenta la misma técnica constructiva, aunque está cubierta
por una bóveda de cañón realizada en opus caementicium. Por debajo del lado corto del
corredor, al sur, discurre una segunda cloaca que presenta la misma factura (aunque ha
perdido la bóveda). Desde este lado del corredor se accede al vestibulum, quizás tam-
bién con función de apodyterium, de 95,7 m2 de superficie (9,3 x 7,3 m), cuyos muros
de cierre en opus quadratum, mediante grandes sillares de caliza, en los lados norte,
este y sur han sido expoliados hasta la fosa de cimentación tallada en la base geológi-
ca arcillosa, dispuesta hasta 2 m por debajo del plano del pavimento de la sala, con-
formado por un mosaico de motivo geométrico y polícromo, muy perdido. Desde esta
sala se accedía al norte al frigidarium, 95,7 m2 (9 x 7,3 m), cuyos muros sur y oriental
igualmente han sido expoliados, conservando el norte parte del zócalo en grandes silla-
res dispuestos en opus quadratum. La sala presenta un pavimento en cocciopesto, un
mortero hidráulico con importante componente de fragmentos de teja, que fue hasta
tres veces reconstruido, creando cuatro pavimentos superpuestos. Sobre el último, del
s. IV d.C. (con fecha post quem de construcción de 305 d.C.) se dispone una canaleta,
realizada mediante tejas a canal insertadas en la fábrica del cocciopesto, que derivaba
el agua en superficie hacia un colector situado en el ángulo noroccidental de la sala,
comunicado con la cloaca que discurre por debajo del corredor occidental. En el lado

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Confloenta (Duratón): una ciudad romana en la Meseta Norte

nororiental de la sala, encajada entre el muro de cierre y el muro norte del tepidarium,
se coloca una piscina (5,1 x 4,4 m), con muros realizados en opus caementicium, pre-
sentando en su interior un banco corrido, en su lado oriental. La piscina conserva los
revestimientos impermeabilizadores de suelo, reformado en el s. IV d.C., y de parte de
la pared, así como de parte de las placas de revestimiento de la pared tangente a la sala.
Un desagüe permitía evacuar el agua de la piscina a una cloaca que recorre el frigida-
rium de este a oeste, hasta enlazar con el colector de la canaleta superior.

Desde la mitad del lado oriental del vestíbulo se accede al tepidarium, sala rectangu-
lar de 87 m2 (9,2 x 7 m), cuyos muros perimetrales han sido expoliados, conservando solo
algunas partes de los cimientos realizados en grandes sillares dispuestos en opus qua-
dratum. La sala conserva parte de la suspensura, con pavimento en cocciopesto sobre
cama de mortero alojada sobre ladrillos bipedales, sostenida por las pilae en ladrillos
pedales del hypocaustum. Un conducto colocado en el ángulo nororiental de este permi-
tía la entrada del aire caliente desde el hypocaustum del caldarium, situado inmediata-
mente al este del tepidarium. El caldarium es una gran sala rectangular 138 m2 (14,5 x 79
m) dotada de un ábside en su lado sur, cuya suspensura, también con pavimento en coc-
ciopesto sobre capa de mortero sobre en ladrillos bipedales, se ha hallado completamen-
te colapsada sobre el hypocaustum. Este presenta pilae de columnas de ladrillos pedales,
en su parte central, y de muretes en ladrillos pedales y besales en su lado meridional, para
sostener el alveus, hoy perdido, que ocupaba todo el lado septentrional de la sala, y en el
ábside meridional, para sostener un posible labrum. La excavación aporta material late-
ricio que habla de la presencia en el caldarium y el tepidarium de paredes dotadas de con-
camerationes, con placas de ladrillo y tegulae mammatae fijadas mediante claves cocti-
les, y posiblemente en el caldarium una falsa bóveda en ladrillo con concametario. Bajo
el alveus se sitúa el conducto de comunicación directa con la boca del gran praefurnium,
de 5,7 m de longitud y 4,5 m de anchura, situado en un plano subterráneo al norte del cal-
darium, cuya solera está elevada hasta 0,5 m por la acumulación de sucesivos estratos de
ceniza de uso del horno.

Al este del caldarium se dispone un segundo alveus, embutido en la pared, calefacta-


do por un segundo praefurnium, de menor tamaño, colocado al norte del mismo.

Entre el praefurnium, el tepidarium y el caldarium se dispone una pequeña sala, con


muros decorados con pintura mural, con pavimento colocado también en un plano subte-
rráneo, quizás un laconicum o sudatio. Otro espacio de uso similar pudo tener la sala
absidiada colocada al sur del caldarium, de 5,7,7 m2 (8,7 x 5,5 m), cuyo ábside está reco-
rrido en el subsuelo por un conducto abovedado, en fábrica en opus caementicium, para
circulación de aire caliente; conducto que fue amortizado como tal una vez fue atravesa-
do por una atarjea que, procedente del área de la palestra, conectó con la cloaca situada
bajo el pasillo sur del vestíbulo, tras romper el muro de cierre oriental de esta, en opus
caementicium.

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Santiago Martínez Caballero, et alii

Al este de este conjunto de estancias se sitúa una amplia palestra porticada, actual-
mente en proceso de excavación, con cuyos espacios se relaciona una sala pavimentad
con opus spicatum. En el lado meridional de la palestra se sitúa una gran natatio.

Cabe reseñar el hallazgo en la excavación de las termas de un ara dedicada a la


Fortuna (por un individuo de nombre Astur), así como de varios fragmentos de figuritas
de terracota pertenecientes a ex votos, así como vasitos de ofrendas, datos de interés
cuando se relaciona con la inscripción votiva dedicada a la Fortuna Balnearis (CIL II
2763; ERSg 16) reutilizada en la fachada de una casa del pueblo de Duratón, y que debe
ser asociada a u culto a esta diosa en un edificio termal de la ciudad. Podría provenir este
epígrafe, sin problemas, de las Termas del Sur, lo que llevaría a señalar el especial culto
acuático a esta diosa en tal complejo, que revalorizarían el uso del nombre de Termas de
Fortuna para el complejo arqueológico.

Un edifico público de funcionalidad por determinar se coloca en el sector septen-


trional del área de expansión urbana de época imperial, al norte del Foro (Martínez
2014a: 185; Martínez 2018: 150; Id. 2019). Se trata de un área abierta, de cerca de 180
x 165 m, en cuyo centro se coloca una estructura de 60 m de longitud y 50 de anchura,
reconocida por fotografía aérea y en cuyo solar las prospecciones reconocen importan-
te presencia de material constructivo (mármoles, placas de piedra de revestimiento y
tegulae e imbrices). Podría tratarse de un complejo público sacro, o relacionado con las
actividades del Foro pecuario.

El Foro pecuario es el complejo público más emblemático de la ciudad (Figura 4),


que habla de la importancia estratégica de las actividades ganaderas y las comerciales y
artesanales vinculadas a las primeras para el sistema económico local, toda vez que el
municipio confloentiense habilitó un amplio recinto público destinado a acoger ferias de
ganado y mercados regionales asociados a la celebración de los primeros. El Foro
pecuario era el sito de exhibición, compra y venta de ganado, lugar de celebración de
ferias y mercados estacionales regidos por el calendario de la trashumancia (nundinae,
mercatus), de acuerdo con un calendario preestablecido (que permitía quizás recorrer
sucesivamente otros foros pecuarios de la región, como los situables en Termes, Clunia,
Segovia, Vxama, etc.), lugar de depósito y redistribución de sal (salinae), y pudiendo
funcionar también como mercado local y mercado de esclavos. La presencia en el inte-
rior de estructuras efímeras no descarta el uso del complejo también como campus, es
decir, espacio polifuncional para acoger actividades de ocio y esparcimiento, celebra-
ciones religiosas, etc.

El complejo del Foro pecuario (Martínez et alii 2003; Orejas y Martínez 2002;
Martínez 2014a: 169-185; Id. 2014c; Martínez y Mangas 2014; Martínez 2017b y 2018:
147-150; Id. 2019) es un gran recinto cuadrado de aproximadamente 151 m de lado, que
delimita un área de 22.800 m2, situado en el margen nororiental de la ciudad, posición

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Confloenta (Duratón): una ciudad romana en la Meseta Norte

extra urbem o en el suburbio, habitual en este tipo de complejos, dado que permitía el
fácil acceso del ganado desde el exterior, en este caso, desde la vía procedente de Termes
y desde las vías pecuarias de largo recorrido que se cruzaban en la ciudad, y alejaba del
área urbana central un espacio cuyas actividades tenía incidencia sobre la higiene y
salud públicas. El complejo, que ocupa una superficie descendente hacia el norte del
3%, presenta gran simplicidad arquitectónica (estamos alejados del modelo de gran
complejidad que presentan los foros pecuarios de Tibur o Nursia, en el interior itálico)
cerrada por un gran muro realizado en emplecton (con revestimiento exterior en opus
incertum, mediante bloques irregulares de caliza, con llagueado de cal y arena en las
juntas y alisamiento en mortero de cal, presentando marcas del encofrado de construc-
ción, como rebabas y agujales), de hasta 2,1 m de altura y sección ataludada (1,1 m en
la base, 0,5 m en la parte superior). Este muro apea sobre una cama de guijarros (rudus)
colocada en una fosa de fundación excavada en la base arcillosa natural de apenas 30
cm de profundidad. El área interior está recorrida diagonalmente por sendas canaliza-
ciones, conectadas entre sí por canales menores paralelos a los muros de cierre del com-
plejo, de las que resta la fosa de expolio (de hasta 2 m de anchura) convergentes en una
estructura central, canalizaciones que servían para abastecimiento de agua las meridio-
nales, para saneamiento las septentrionales, provisión de agua necesaria para el ganado
y el saneamiento del complejo. En la zona central se dispone una estructura cuadrangu-
lar, de la que restan solo la fosa de expolio, vista parcialmente en su sondeo, que podría
ser un abrevadero. Un sondeo realizado en el ángulo noroccidental del complejo ha
detectado la presencia de una estructura soportada por pies de madera, relacionable con
el tipo de estructuras efímeras o semipermanentes que aparecen en este tipo de recintos
(como las analizadas en Henchir el Begar, en el Norte de África).

En el centro del lado meridional del Foro pecuario, sobre la parte más alta del com-
plejo, por fotografía aérea se observa la presencia de una gran construcción, de cerca de
30 x 20 m, quizás el templo que servía de sede del culto tutelar del complejo (era habi-
tual que fuera Hércules, el culto imperial o algún culto epicórico), siguiendo el gran-
dioso modelo del santuario de Hércules de Tibur, el monumentalizado foro pecuario de
Tívoli, en el Latium. Esta dimensión sacra del complejo lo convertía igualmente en un
santuario suburbano, del tipo santuario-mercado bien analizados en el interior itálico.

Relacionado con el Foro pecuario, el amplio espacio abierto no urbanizado extendi-


do entre el Foro pecuario, el río Serrano y el recinto norte, situada al noroeste, y atrave-
sado por el camino pecuario que discurre paralelo a la vega sur del río Serrano, pudo
haber constituido un área habilitada para descansadero de ganado durante la celebración
de mercados de ganado y el paso de este por la vía pecuaria.

Finalmente, en posición suburbana al oeste de la ciudad, al sur de la calzada que se


dirigía a Cauca, como señalamos, las prospecciones y análisis de fotografía aérea indi-
can la presencia de un santuario suburbano en el paraje de Las Muñequillas, donde se

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Santiago Martínez Caballero, et alii

registra importante material y constructivo, así como el hallazgo en superficie pequeñas


estatuillas femeninas, que han dado origen al topónimo, una de ellas una peplopforos
tipo Tutela, Fortuna, Ceres, hoy en el Museo de Segovia, posible figurilla votiva aso-
ciada a un culto femenino (son conocidos en Duratón los cultos a Fortuna Balnearis,
Minerva, las Matres y Epona (Martínez 2014: 229 ss.; Id. 2019).

Los espacios residenciales y económicos


Es parca la información que disponemos sobre la arquitectura privada en Confloenta,
debido a la limitada intervención arqueológica sobre espacios de uso privado, más allá
del conocimiento de la morfología y distribución de las manzanas del entramado gene-
ral. En el año 2001 exploramos parte de un edificio situado en la misma manzana que
las Termas del Foro, al sur del edifico de baños, donde se reconoció una estancia cua-
drangular (4 x 4,3 m) con muros en mampostería, decorados con pintura mural, y refuer-
zos en sillares (expoliados) en los ángulos, perteneciente a un edificio de funcionalidad
por determinar (el sondeo fue muy superficial) (Martínez 2014; Id. 2019: 150-151; Id.
2019). Otro sondeo realizado en la falda meridional de la terraza advirtió de varias fosas
de expolio de las salas de un edificio de vivienda, con posibles muros en adobe y pavi-
mento en arcilla prensada (Martínez 2014; Id. 2019: 150-151; Id. 2019), situada cerca
de un edificio (Edificio C) al que pertenecía una larga sala dotada de un pavimento rea-
lizado en opus spicatum reconocida en 1949 (Molinero y Linage 1986). Las prospec-
ciones informan de la presencia de ricas mansiones urbanas y suburbanas al noreste del
Recinto Norte y de una villa suburbana, de la que proceden fragmentos de mosaico, en
el paraje de La Serna, en el suburbio noroccidental (Martínez 2014a: 189; Id. 2019). Las
excavaciones realizadas en la necrópolis visigoda (Molinero 1948a, 1948b y 1949b) per-
mitieron identificar también restos de una gran villa suburbana en el extremo meridio-
nal de la ciudad, junto al río Duratón, organizada en torno a un peristilo de 25 m de lado
(Martínez 2014a: 189).

Aún es más limitada la información que disponemos sobre espacios industriales y


artesanales, solo reconocible su posible posición en el entramado general de la ciudad
por la distribución de material en superficie (escorias, etc.), que habla de su colocación
en áreas como el suburbio en torno a la salida de la calzada que se dirigía a Cauca, el
sector situado al norte del recinto Norte, o el espacio situado inmediatamente al oeste
del foro pecuario.

En cuanto a los espacios funerarios, solo conocemos la posición de la Necrópolis de


Duratón, situada a los pies del flanco meridional, al norte del río Duratón, y quizás una
segunda junto a la vía procedente de Termes, entre El Olmo y Los Calverones, según se
señaló más arriba.

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Confloenta (Duratón): una ciudad romana en la Meseta Norte

Figura 1. Plano de Confloenta (según Martínez Caballero).

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Santiago Martínez Caballero, et alii

Figura 2. Restitución de la planta de la insula de las Termas Centrales o Termas del Foro (Martínez
2014a).

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Confloenta (Duratón): una ciudad romana en la Meseta Norte

Figura 3. Plano de excavación de las Termas Meridionales, 2018 (Martínez, Martín, Labrador y
Resino 2018).

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Santiago Martínez Caballero, et alii

Figura 4. Plano del Foro pecuario (Martínez 2018).

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Confloenta (Duratón): una ciudad romana en la Meseta Norte

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El territorium de Confloenta...

El territorium de Confloenta.
Avance de las investigaciones (2016-2019)

Víctor M. Cabañero Martín


Santiago Martínez Caballero1

Descripción básica de la metodología de investigación


Desde el año 2015 se lleva a cabo, en paralelo a la actuación arqueológica de exca-
vación en el solar de la cabecera de la ciudad, la prospección de su territorio.
Consideramos la prospección un proceso arqueológico clave para el conocimiento de la
civitas, entendida esta como un núcleo urbano y un territorio en el que se registran ocu-
paciones, explotaciones económicas, se delinean las vías de comunicación y, en fin, un
variado elenco de cuestiones que hacen imprescindible el conocimiento del mismo para
conseguir el objetivo de aportar conocimiento respecto a todo lo relacionado con la civi-
tas, en el caso que nos ocupa, Confloenta.

De esta forma, superamos los preceptos tradicionales que otorgaban a la prospección


un papel secundario y siempre supeditado a la excavación, entendida ésta como el ámbi-
to de la excelencia (Ruiz-Zapatero 1983 y 1996; Burillo 1988-89). Buena muestra de
ello es la dedicación de dos de las cuatro campañas a la prospección del área urbano den-
tro del yacimiento de Los Mercados, simultaneada con la excavación. Al tiempo, se ha
dedicado parte del esfuerzo de prospección a la localización y análisis de los yacimien-
tos inventariados por la Junta de Castilla y León, partiendo de informaciones que, en
muchos casos, parten de la década de 1990, periodo en el cual se llevaron a cabo las pri-
meras definiciones de los yacimientos. En síntesis, entendemos el proceso de prospec-
ción como una parte imprescindible no ya del reconocimiento del yacimiento aislado y
la percepción pasiva del medio físico como un simple soporte del anterior, sino como un
medio geográfico activo, en el marco de las dinámicas de las Ciencias Sociales y de la
interrelación entre el poblamiento humano y las dinámicas que se generan con el medio
físico, entendido como un ente activo.

1 Museo de Segovia.

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Víctor M. Cabañero Martín, Santiago Martínez Caballero

La metodología que utilizamos encuentra importantes paralelos en la definida por V.


Mayoral, E. Cerrillo y S. Celestino para el caso de la comarca de la Serena (Mayoral et
alii 2009). Seguimos un modelo de prospección intensiva de superficie, dentro de la
cual, valoramos al finalizar las campañas las estrategias de prospección con el objetivo
de optimizar las siguientes. En este sentido, el territorio nos ofrece, año tras año, com-
plejidades respecto a la identificación de cada sitio arqueológico, con importantes varia-
ciones relacionadas en primer lugar con la variedad física del territorio. En línea con las
propuestas de los últimos años, pretendemos la obtención de datos de gran resolución
que permitan la evaluación del mayor número posible de información respecto a la dis-
tribución de los elementos arqueológicos. Cantidad en unos casos y calidad en otros, han
de ser factores fundamentales para el análisis de las complejidades que van surgiendo
pese al incremento de las posibilidades ofrecidas por el uso de las tecnologías de la
información geográfica en su aplicación a la arqueología, tanto en el trabajo relaciona-
do con el posicionamiento como, sobre todo, en relación a la anotación de los datos, al
control de los procesos, etc.

El procedimiento básico a partir del cual se llevan a cabo las prospecciones en super-
ficie es el siguiente: en primer lugar, se localiza el yacimiento objeto de investigación
tomando como referencia las coordenadas ofrecidas en la ficha correspondiente del
Inventario castellanoleonés. Tras ello, se lleva a cabo el reconocimiento del terreno, su
fotografiado y demás documentación relativa a sus condiciones y singularidades, como
por ejemplo, las edafológicas; en tercer lugar se lleva a cabo la prospección de restos
arqueológicos en superficie. Para ello, se tiene en cuenta el parcelario agrícola. Como ya
indicábamos, la estrategia de prospección adopta un carácter intensivo. De forma ideal,
el resultado debería ser un registro completo de la distribución del material, de su carac-
terización básica y del estado de conservación tanto de los materiales como del conjun-
to del sitio arqueológico. En relación con todo esto, la técnica utilizada basa su aplica-
ción en la geolocalización de los diferentes puntos en los cuales se obtiene información
material. Así, la identificación de un resto de cerámica, de material pétreo de construc-
ción o de cualquier otro tipo de ítem que aporte información arqueológica se correspon-
de con un “click” en el dispositivo GPS. Es importante, ante la variabilidad de respues-
tas individuales que pueda ofrecer cada arqueólogo, que el equipo de prospección esté
conformado siempre por las mismas personas. Por ello contamos con un número limita-
do a tres dispositivos, habiendo sido realizado más del 90% del trabajo por un único
miembro del equipo y en base a la aplicación de los criterios establecidos.

Sobre el trazado de los recorridos, ya hemos indicado la preferencia por la delimita-


ción del parcelario agrícola como marco prioritario de la distribución de unidades a
prospectar. De la misma forma, se ha optado por llevar a cabo recorridos determinados
por el dibujo de los surcos realizados por el arado en la tierra. De esta forma, las secuen-
cias lineales se distribuyen con una frecuencia de tres metros –siempre determinada en
su cuantificación real por la variable que conforma la distancia proporcionada por el

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El territorium de Confloenta...

arado–. De esta forma, consideramos que el prospector tiene acceso visual de forma
directa a una proporción de superficie ideal para conformar ese “microrrelato” que tiene
como objetivo nuestra metodología. Incluso, hemos de señalar que pretendemos obtener
una “fotografía” de mayor intensidad a otros proyectos llevados a cabo en España en los
últimos años que han seguido parámetros similares de acotación (Burillo et alii 2005;
Mayoral et alii 2009). El nivel de intensidad supone un esfuerzo mayor al habitual, con-
dicionando la cantidad de superficie que puede ser cubierta en una jornada, teniendo
como contrapartida una mayor probabilidad de detección de cuestiones como las dis-
persiones de menor tamaño o aquellos indicios que supongan una menor entidad. Por
último, debemos anotar como en el caso de encontrarnos con parcelas baldías, basamos
la conformación de las distancias correctas para el recorrido en la colocación de jalones,
que van tomando nuevas posiciones conforme avanza el análisis de la superficie.

Esta intensidad se lleva a cabo, reiteramos, en el caso de yacimientos sobre los cua-
les ya se han llevado a cabo labores de prospección –si bien no han sido realizadas por
este equipo–. Para el caso de actuaciones sobre terrenos que no han sido prospectados
anteriormente –quizá sea mejor definirlos como aquellos espacios que no han aportado
información en prospecciones anteriores– la intensidad ideal que proponemos varía
entre 6 y 10 m de distancia entre trayectos. Esto es debido a un factor determinante -en
nuestra opinión: seis metros aplicamos a la prospección de áreas contiguas a los yaci-
mientos, como, por ejemplo, en el caso del rastreo de los territorios del perímetro subur-
bano que cabría asignar al núcleo principal de la civitas. Y diez, para aquellos espacios
que se investigan en base a consideraciones probabilísticas.

El resultado de la intervención es un archivo que contiene los diferentes puntos


tomados por el prospector. Junto al GPS, el prospector cuenta con un cuaderno de
campo, en el cual realiza las anotaciones que considera pertinentes en relación a cada
uno de los puntos tomados, así como una cámara de fotos y un jalón flexible. De esta
forma se pretende acometer en tiempo real toda la labor de registro documental que se
considera imprescindible para el estudio del espacio. Un ejemplo de anotación simple
puede ser: 25. TSH (m). El prospector, a partir de estos datos, interpretará en su labor
posterior de gabinete, que el punto identificado con el número 25 se tomó en base al
hallazgo de una cerámica del tipo indicado elaborada a molde. En el caso de que en el
mismo espacio se observen más materiales, se anotarán también en base a un sistema
de siglado. Por ejemplo: 26. c.c.o – c.c.r., que se identificará con la anotación de una
cerámica común de cocción oxidante y otra de cocción reductora. El objetivo lógico
que perseguimos a escala individual es la identificación posterior mediante el trata-
miento de la información en un programa informático de información geográfica, un
SIG. Como es sabido, estos programas y el tratamiento de los datos que se aportan
permiten consideraciones de diferente escala. Y en ello nos apoyamos para tomar dife-
rentes escalas de referencia, incluida aquella que nos lleva a considerar la información
obtenida en cada uno de los puntos obtenidos, aunque siempre tomando como premi-

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Víctor M. Cabañero Martín, Santiago Martínez Caballero

sa básica el análisis del conjunto del yacimiento, objetivo real de nuestro modelo de
investigación.

Junto a todas estas cuestiones relativas a la prospección en superficie, resulta nece-


sario someter a revisión los estudios anteriores llevados a cabo sobre los yacimientos o
el conjunto del territorio, tomando como base la amplia oferta que las nuevas tecnolo-
gías facilitan a nuestra labor, sin por ello renunciar a la “visita”, imprescindible para
cualquier análisis espacial.

El objetivo de esta publicación es ofrecer un avance de nuestras investigaciones en


relación a la conformación del territorio confloentano entre los siglos I y V de nuestra
Era. En este sentido hemos de indicar cómo las campañas llevadas a cabo hasta el
momento han centrado nuestra atención en varios ámbitos geográficos, que de forma
fundamental son: en primer lugar, el espacio este del territorio; y en segundo lugar, el
área de cumbres situados al norte del yacimiento principal y relacionados con el cauce
del río Duratón en su tránsito por el macizo de Sepúlveda –en relación directa con las
conocidas como “Hoces del Duratón”–. Como añadido, y resultado de un segundo pro-
yecto que este equipo lleva a cabo en relación con la villa de Santa Lucía, situada en la
también segoviana localidad de Aguilafuente, este equipo analiza el territorio ubicado
entre Cauca y Confloenta, por lo que consideramos fundamental unir desde la perspec-
tiva de la prospección y el estudio del territorio este proyecto al llevado a cabo en la
localidad de Duratón. Precisamente por ello y de manera simultánea al desarrollo de las
intervenciones en forma de excavación, en las dos últimas campañas se ha prestado
especial atención al yacimiento principal y a su entorno inmediato. Es una muestra más
de la importancia que desde el proyecto se presta a los resultados obtenidos mediante la
prospección de superficie.

Emplazamiento y variedad física del territorio de Confloenta


La ubicación de la cabecera de civitas, heredera del asentamiento prerromano ubica-
do en el cerro de Somosierra, emplazamiento de la actual villa de Sepúlveda, fue una
elección llevada a cabo en el último siglo de la República romana. Los magistrados
debieron considerar varios aspectos para ello. En primer lugar, desplazar la población
desde un cerro de tan difícil acceso como es el sepulvedano, ubicado en las estribacio-
nes del sur del macizo de Sepúlveda, hacia un espacio propio ya de las ondulaciones que
caracterizan las campiñas que dominan el terreno entre dicho macizo y el Sistema
Central, guarda dentro de la decisión un factor relacionado con el acceso al nuevo encla-
ve. Pero, al tiempo, también lo es en sentido contrario. Esto es, la relación entre hombre
y medio, la accesibilidad a las tierras de cultivo y, en general, al aprovechamiento del
territorio, debe considerarse un segundo factor. En definitiva, la accesibilidad entendida
en ambos sentidos debió considerarse como clave del proceso de traslado de la pobla-
ción. Sirve para esta consideración observar los entornos actuales: el color del pasto
sobre la piedra del macizo, imagen que se obtiene desde el corazón sepulvedano, con-

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El territorium de Confloenta...

trasta con el color de los cultivos de secano que retratan el territorio circundante a
Confloenta.

Factor añadido para la elección debió ser el control del paso de Somosierra. Este
puerto mantiene unas alturas relativamente bajas en comparación con el resto de los
accesos serranos de la Sierra de Guadarrama y también unas pendientes suaves en cuan-
to a porcentajes. Cabría poner en entredicho si desde la ubicación del propio núcleo
urbano se obtuviese un control visual de su trazado viario, pero, en cualquier caso, yaci-
mientos como el ubicado en Castillejo de Mesleón –“casualmente” situado en el cruce
de la actual autovía A1 con la carretera procedente de las proximidades del núcleo urba-
no confloentano- descubren esa conexión emplazamiento/paso de montaña, tan habitual
en las cabeceras de territorio del norte del Sistema Central (Segovia/Fuenfría,
Ávila/Paramera, etc.).

En la actualidad, estimamos un área para el territorio confloentano cercano a los


2800 o 3000 km², que incluiría fundamentalmente gran parte de la mitad centro-orien-
tal de la provincia de Segovia, pero que también debió incluir zonas colindantes de las
actuales provincias de Guadalajara y Madrid. El emplazamiento y la conexión ya citada
con el puerto de Somosierra, permiten contemplar el territorio como un lugar de paso
obligado en referencia al tránsito entre las ciudades emplazadas en el comienzo de su
tramo medio –esto es, territorios y emplazamientos urbanos de Pintia, Rauda, Segontia
Lanca o Uxama– en su conexión con la Meseta Sur. Pero, al tiempo, también resultará
fundamental en el tránsito Este-Oeste y en relación con ciudades como las ya citadas
cuyo emplazamiento mantiene conexión directa con el Sistema Central y sus pasos
(Segovia, Ávila, etc.).

En el espacio físico que corresponde a la localización de la civitas de Confloenta se


suceden, en secuencia con los puntos cardinales, una variedad de caracterizaciones del
relieve. Desde el Sur, el Sistema Central, con las estribaciones orientales de la Sierra de
Guadarrama y su derivada Sierra de Somosierra, alcanza una altura máxima de 2274
m.s.n.m. en el denominado Pico Lobo, posiblemente en el espacio de delimitación
Sureste del territorium. Al Oeste, dentro de esa misma secuencia montañosa, puede ser
el hito marcado por el Alto del Nevero, a 2209 m.s.n.m. el límite del espacio corres-
pondiente a la civitas. Pudo incluir la ciudad el dominio sur del Sistema Central entre
aquellos espacios, sirviendo de línea delimitadora la de máximas alturas de la Sierra de
la Cabrera, para ocupar todo el espacio alto del valle del Lozoya, retomando la línea de
cumbres al Este para llegar al ya citado Pico Lobo (Martínez y Cabañero 2014: 194, fig.
73). Son cumbres que, en general, presentan unas morfologías alomadas, caracterizán-
dose por la suavidad de formas en las cumbres, a las que siguen pendientes fuertes, mati-
zadas por la acción de los fríos cuaternarios, en cuyo periodo se conformaron pequeños
–y elevados– circos glaciares y nichos de nivación, como los que se atestiguan en La
Pinilla y Navafría. Se anotan, a lo largo de esta cuerda serrana pasos que han sido utili-

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zados históricamente, como el Puerto de Navafría, cuya cota se sitúa en los 1773
m.s.n.m., el puerto de Linera, a 2832 m.s.n.m., la Acebeda-Prádena, a 1680, Somosierra
a 1436 o el de la Quesera, a 1715. Todos estos puertos y aun otros espacios favorables,
sirvieron para la conexión de ambas faldas del macizo en relación con la trashumancia,
más fácilmente identificable en las edades media y moderna debido a la mayor cantidad
y calidad de los datos.

Al norte de este espacio serrano, el amplio piedemonte segoviano, dominado por la


denominada Cañada de la “Vera de la Sierra”, se presenta como un espacio de circula-
ción del ganado trashumante por excelencia, plasmado hoy en la carretera que une Soria
con Plasencia (N-110) y en la presencia de abundantes espacios calificados como pra-
dos, de lo que da buena muestra la toponimia, por ejemplo, en la denominación de la
localidad de Prádena. Esta rampa se extiende desde las cercanías de Pedraza hasta las de
Riaza. Presenta una anchura variable, una morfología relativamente plana, con la lógica
tendencia inclinada, en unas alturas máximas de 1200-1250 m.s.n.m. y unas mínimas
que se sitúan en el entorno de los 1100. Hacia el occidente es un espacio dominado por
las denominadas “lastras”, formaciones derivadas de la disolución de las rocas calcáre-
as. El resultado de esta acción es la abundancia de fragmentos de roca en superficie, con
aspecto de pedregal. Los ríos que transitan este espacio –Cega o San Juan– han dibuja-
do cañones que rompen la continuidad relativa y formas planas que reciben nombres
como muelas, mesas, cuestas u oteros (Díaz y Martín 2005).

Hacia el Este, el modelado se generó a partir de afloramientos metamórficos, de los


que resulta una amplia superficie arrasada, en la que se sitúan algunos afloramientos
rocosos, gargantas excavadas por la acción de los ríos y depresiones endorreicas que dan
lugar al crecimiento de prados naturales, lo que las convierte en rozas ricas para el apro-
vechamiento ganadero, en apariencia aptos para la ubicación de asentamientos que,
hasta el momento, se puede determinar que tienen un origen medieval, como es el caso
de Navafría (Sanz 1988). En estos espacios encontramos el límite en altura de los yaci-
mientos de cronología romana (Cabañero y Martínez 2017). Se sitúan, en todo caso, por
debajo –en altitud– del ya citado camino ganadero de la “Vera de la Sierra”. En ningún
caso parecen ocupar posiciones por encima de los 1150 m.s.n.m. y, según los datos de
las prospecciones llevadas a cabo en las décadas anteriores, parecen relacionarse con
momentos tardíos ya dentro de los siglos III-V. Ejemplo de esta conjunción de elemen-
tos es el enclave de Cerro Casillas, núcleo que ha ofrecido restos de cierta entidad y que
parece dominar los espacios altos de los ríos San Juan y Caslilla. Más al oeste, el con-
trovertido yacimiento de Matabuena –al que se asignó una cronología altoimperial en
décadas pasadas pero que en la actualidad no muestra datos relevantes para su sosteni-
bilidad– se situaría en la cota de los 1150 m.s.n.m.

Más al Sur y ya en un espacio de elevaciones que se sitúan entre los 1000 y los 1100
m.s.n.m., el dominio de estos espacios del alto Cega parecen corresponder al yacimien-

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to de Las Vegas de Pedraza, que presenta una amplia cronología que, desde el Alto
Imperio, se introduce en la Antigüedad Tardía. Más al oeste, los yacimientos de la
Localidad de Siguero ocupan un espacio próximo al puerto de Somosierra, en unas altu-
ras que, ya no sobrepasarán los 1000 m.s.n.m.

A continuación, en sentido Norte, se sitúa un extenso área de campiñas, que fue un


espacio elegido para el asentamiento en el periodo que nos ocupa, no solo para el espa-
cio urbano central de la civitas. Posiblemente aquel espacio de campiña fue el principal
productor agrícola de todo el territorio confloentano. La amplitud de este espacio llega
hasta los afloramientos del macizo de Sepúlveda y la sierra de la Serrezuela, ya en el
extremo oriental. A occidente, el espacio, libre de afloramientos montañosos, mantendrá
las superficies suaves en relación con el discurrir de su colector principal, el río Cega.
En este amplio espacio se pueden distinguir tres unidades físicas: las llanuras onduladas
–campiñas–, las llanuras arenosas propias del espacio de Tierra de Pinares y las vegas y
terrazas fluviales.

Las denominadas campiñas, se definen por un paisaje conformado por suaves ondu-
laciones. Ocupan un espacio principal entre el piedemonte y los relieves anteriormente
citados en posición norte –Sepúlveda y Serrezuela–. En la actualidad conforman
amplios espacios dedicados al cultivo de cereales de secano. Los ríos han conformado
en este espacio amplios valles, dibujados en apertura lateral hacia el Este. Y sin embar-
go, será el grupo de cauces tributarios del río Riaza, los cuales mantienen una orienta-
ción noroeste, los que definan un potente grupo de yacimientos que ocupan el área
oriental del territorium y que, sin duda, hemos de poner en relación con las vías de
comunicación que llegarían al alto Duero soriano. El río Barahona primero y el
Bercimuel –curso abajo Riaguas– servirán de referencia a un grupo de asentamientos
que se sitúan a seis kilómetros del yacimiento de Los Mercados. Mediante una conexión
viaria que no debió ser muy diferente al actual trazado de la carretera comarcal, sería
necesario vadear el río Serrano en el tramo inicial, para volver a vadear un cauce fluvial,
el del río San Juan, en cuyo margen izquierdo se localiza el yacimiento de Castillejo de
Mesleón 4. Este enclave se sitúa en pleno espacio de la autovía A-1 y, por ello, cabe rela-
cionarlo con uno de los espacios principales de comunicación con el puerto de
Somosierra. Este yacimiento presenta en superficie materiales que dotan su ocupación
en época romana de una amplia cronología, iniciada en un momento indeterminado del
Alto Imperio para sumergirse en el siglo IV. Desde allí, el yacimiento de Camino
Turrubuelo, ubicado en las inmediaciones del cauce del río Barahona –en el cual se han
documentado varias tegulae sigiladas con la marca de alfarero L·C·P–. Es el mejor
documentado de La Revilla, en Sequera de Fresno, del cual las ortofotos muestran una
serie de construcciones con las cuales se corresponden materiales en superficie de varia-
da caracterización y mayoritariamente latericios –yacimiento en el cual también ha sido
posible recoger varios sigilos del alfarero citado en el caso de Camino Turrubuelo–; un
segundo yacimiento en la misma localidad y ubicado en un lugar próximo a un espacio

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de vado del mismo río y, finalmente, el yacimiento situado en la divisoria de los térmi-
nos municipales de Alconada de Maderuelo y Riaguas de San Bartolomé, que ha ofre-
cido noticias relativas a la presencia de mosaicos e incluso un capitel de estilo corintio,
de cronología altoimperial (Gutiérrez 1992: 259) y que anuncia la presencia de un edi-
ficio suntuoso. Como singularidad, este enclave se sitúa en las proximidades del cauce
del río Riaguas, en un espacio dominado ampliamente por los cantos de río, lo cual difi-
culta en gran medida su análisis. Las descripciones recogidas en el inventario del
IACYL ponen de manifiesto el hallazgo de un tramo de muro construido en opus cae-
menticium de 8 m. de longitud, con un grosor medio de 0,44 m. y una altura máxima de
0,35 m., manteniendo una orientación Este-Oeste. Al Norte de este paramento se locali-
zó otro de similar técnica constructiva y orientación, que solo se documentó en su cres-
ta. De la misma forma, en este espacio se ha documentado -al menos- un pavimento
musivo, caracterizado por P. Barahona en el Inventario en base a su carácter lineal, con
un motivo central de “espartería”, conformado por trama y urdimbre, que incluía los
colores blanco, rojo y azul. Además, en la localidad de Riaguas de San Bartolomé se ha
documentado una inscripción a Júpiter Óptimo Máximo –I(ovi) O(ptimo) M(aximo)/
Aurelis / salvis / -----, (ERSg 55)– que remite a una dedicatoria favorable a los empera-
dores Antoninos (Marco Aurelio, Lucio Vero y Cómodo). Esta dedicatoria muestra el
avanzado desarrollo de los componentes ideológicos latinos en este espacio situado en
el extremo del territorio confluentano en la segunda mitad del siglo II. Este yacimiento
ha gozado de una presencia temprana entre las noticias arqueológicas de la provincia de
Segovia, pues ya en el año 1952 Molinero y Juberías aportaron información sobre el
hallazgo de un pavimento musivo en el año 1947, a la que seguiría el anuncio de un capi-
tel en el año 1954 (Molinero 1954: 132; Molinero 1971: 82 lám. CLXVI). En la actua-
lidad, tal y como ya indicase A. Zamora (1987: 48), los restos arqueológicos que se
muestran en superficie no permiten reconocer todas las excelencias citadas en los años
anteriores.

En líneas generales, el grupo de yacimientos que asociamos al espacio este del terri-
torio de la ciudad presentan unas distancias medias entre enclaves de cuatro kilómetros,
aumentando a ocho los kilómetros que separan el penúltimo y último yacimiento del
grupo. Como ya se recogiese para el caso de Castillejo de Mesleón, la cronología que
cabe desprenderse de los materiales recogidos en superficie en –casi– todos ellos se cir-
cunscribe a momentos del Alto Imperio en sus fechas iniciales y al periodo tardoantiguo
en sus momentos finales.

Superadas las terrazas divisorias de estos valles, una nueva secuencia lineal de yaci-
mientos se ubica inmediatamente al norte de los anteriores, siendo sus distancias en
línea recta no superiores a cuatro kilómetros. A diferencia de lo anotado para el caso
anterior, ahora los yacimientos se situarán próximos a cauces fluviales tributarios de
colectores diferentes. Así, el primer yacimiento del grupo, La Zacea, se sitúa en el tér-
mino municipal de Aldeanueva del Campanario, en relación con el Río de la Hoz, tri-

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butario del Duratón y a una distancia en línea recta respecto al núcleo principal de nueve
kilómetros, separado por un espacio prácticamente llano y asociado a la vega del colec-
tor en gran parte del recorrido posible. Junto a este yacimiento se localiza el denomina-
do La Estacada, al cual tradicionalmente se ha asignado una extensión superior a las diez
hectáreas. Pero este enclave, que ocuparía la zona de máxima elevación y las laderas que
descienden hasta el enclave de La Zacea, muestra en realidad materiales muy dispersos
y consideramos siempre en relación con el primero de los enclaves, por cuanto es el que
muestra materiales constructivos. Se asocia La Zacea a los topónimos Carracastillo y
Prado Castillo, más acordes con la memoria colectiva que anuncia la presencia de res-
tos pretéritos. En relación con ellos, destaca la ubicación de una antigua fuente que, en
el tránsito de sus aguas hacia el Arroyo Seco, delimita el yacimiento en su término norte
y, al tiempo, separa los dos enclaves arqueológicos citados aquí.

Aguas arriba se localiza el tercero de los yacimientos de la secuencia, segundo, si


como consideramos es preciso unificar La Estacada y La Zacea, en el margen izquier-
do del colector, como el yacimiento anterior. Este lugar ha sido identificado termino-
lógicamente como Grajera 1. Separan ambos enclaves dos kilómetros. El paisaje que
rodea el yacimiento se muestra, como en todos estos casos, muy antropizado por la
dedicación de estos parajes a la agricultura. Se sitúa en lo alto de una loma que des-
ciende suavemente hacia el cauce del arroyo. Sobre una superficie ligeramente supe-
rior a las tres hectáreas, se dispersan materiales que remiten, de forma principal, al
periodo altoimperial. De nuevo, se constata la presencia de una fuente, hoy día acon-
dicionada por una construcción pétrea.

Los siguientes yacimientos en la secuencia se localizan en el término municipal de


Bercimuel, a una distancia de 4,5 km respecto del anterior. Destaca entre ellos el yaci-
miento denominado El Calvario, ubicado junto al caserío y posiblemente en una
pequeña parte bajo él. Ha ofrecido restos de variada cronología, que incluiría mate-
riales del Calcolítico, Bronce Medio, Hierro II, la secuencia imperial romana comple-
ta, incluyendo materiales de cronología tardorrepublicana y también el periodo visi-
godo. Las condiciones de este yacimiento, al que otorgamos una extensión mínima de
13,54 ha son excepcionales dentro del grupo de enclaves al este del núcleo de
Confloenta. Ubicado en un terreno de tendencia llana y próximo al arroyo de las
Fuentecillas que delimita el enclave por el norte, se ha llegado a mencionar la pre-
sencia de muros y seis enterramientos en algunas fichas de prospección, circunscritos
al espacio Este, el más próximo al caserío de la localidad y fundamentalmente en rela-
ción con la construcción de la vía que comunica la localidad con Cedillo de la Torre.
Además, por comunicaciones orales se nos ha informado de la presencia de algunos
muros que conformarían plantas rectangulares, así como un área embaldosada y la
presencia de arquerías que serían “como de un horno”. Estas noticias son similares a
las registradas en la ficha del Inventario. La distancia de este enclave en relación con
el núcleo urbano principal es de 15,8 km en línea recta. Esto permite hipotetizar con

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la adquisición de cierta jerarquía de este yacimiento desde momentos tempranos en el


territorio confluentano.

Al noroeste de este yacimiento se sitúa el único enclave que no mantiene esta secuen-
cia y que, hasta el momento, ofrece cierta relación de dependencia respecto a El
Calvario. Se sitúa en el término municipal de Cedillo de la Torre, en una amplia loma al
norte del cauce del arroyo De la Hoz. Este yacimiento presenta unas dimensiones sensi-
blemente superiores a la mayoría del entorno inmediato, salvo para el cercano de El
Calvario, ligeramente superior a las siete hectáreas. Los restos documentados en super-
ficie otorgan al enclave una cronología alto y bajoimperial.

De vuelta a la secuencia, al norte del yacimiento de Bercimuel se sitúan los enclaves


arqueológicos pertenecientes al término municipal de Campo de San Pedro.
Diferenciados dos yacimientos en el inventario castellanoleonés, es evidente su conti-
nuidad espacial por lo que respecta al periodo romano y la Antigüedad Tardía. Los res-
tos materiales constructivos se sitúan en un amplio espacio llano, mientras los hallazgos
de enterramientos en cista se han localizado en una loma contigua a éste. Así el yaci-
miento denominado Campo de San Pedro 01 muestra una acumulación de materiales no
superior a la hectárea y media, en la cual se documentan restos constructivos, entre los
que destaca la presencia de un ladrillo que presentó un grafito elaborado antes de su coc-
ción. La cronología del yacimiento, tomando para su consideración la presencia de
materiales en superficie, engloba el alto y el bajo imperio. Es esta cuestión de la crono-
logía buen indicio para unificar este yacimiento con el contiguo, denominado
Valdecaras, en el cual se constató la existencia de un enterramiento que cabría conside-
rar dentro del periodo bajoimperial.

Las dos secuencias de yacimientos presentadas para el espacio Este, por lo que al
territorio confluentino representa, pondrían su punto limítrofe externo en las cercanías
del cauce del río Riaza. Complejo resulta determinar cual de las dos secuencias lineales
está en relación con la viaria que, como señalábamos anteriormente, debía comunicar
este espacio con el alto Duero, sin que debamos descartar la presencia de sendos cami-
nos de comunicación, pues en los sectores externos se trazan recorridos cada vez más
distanciados y que se han identificado en relación con la comunicación con Segontia
Lanka y Termes, así como también con el denominado “camino de la sal” que se intro-
duciría en el territorio de la actual provincia de Guadalajara para comunicar la ciudad
con Segontia (Martínez y Cabañero 2014: 217-218; fig. 88). Es conveniente destacar
como todo este grupo de yacimientos, salvo el denominado El Calvario, en Bercimuel,
presentan unas características en cuanto a la distribución de materiales en superficie que
resultan singulares en relación a lo anotado para la mayoría del espacio segoviano. Al
margen de éste, el área de todos ellos se sitúa entre las dos y las cuatro hectáreas de dis-
persión máxima –anotando aquí de nuevo la diferencia mantenida por el de Cedillo de
la Torre, ubicado en un espacio más al norte–, si bien en algunos casos se han otorgado

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cifras muy superiores y que debemos poner en cuestión, como sucede con el yacimien-
to denominado La Estacada, en el término municipal de Aldeanueva de Campanario.

Espacio central del territorio es el propio macizo calcáreo de Sepúlveda. No puede


considerarse un núcleo de grandes elevaciones, pero sí dificulta en gran medida las
comunicaciones en esta parte, que debieron existir, como atestiguaría la ubicación del
yacimiento de Dehesa de Bálsamo, de forma determinante unido a un trazado que reco-
rrería el espacio del macizo de Sur a Norte y que debió transitar por las proximidades
del actual núcleo urbano de Sepúlveda, si bien por el margen derecho del río Duratón.
La altitud media de este macizo se sitúa entre los 1.000 y los 1.100 m.s.n.m., llegando
a los 1.178 en el caso del Cerro del Otero. Este espacio, respecto al cual la geología
muestra similitudes con los espacios de “lastra” ya citados en la descripción del Sistema
Central, únicamente cuenta con espacios de cierta productividad del suelo en su fondo
plano. Los ríos, en especial el Duratón y sus 34 km de recorrido intraserrano, han traza-
do en este espacio de Lastra profundos barrancos, que en no pocas ocasiones se definen
como auténticas paredes verticales, al tiempo que mantienen un sinuoso trazado, en el
cual se diferencian espolones, lenguas de terreno que conservan en superficie restos
materiales de culturas prehistóricas, así como de Hierro II y, en un estado de revisión,
materiales de cronología romana que parecen apuntar principalmente al periodo tardo-
rromano y no, como se ha indicado en algunas ocasiones, a una ocupación altoimperial
difícil de asimilar dentro de las características generales de la elección de emplaza-
mientos en momentos de relativa “paz”, en los cuales no parece tener sentido la elección
de enclaves de difícil acceso y fácil defensa. La sacralización de este espacio observada
para la época medieval, plasmada en la sucesión de iglesias y conventos, no puede lle-
varse a periodos diferentes sin restos materiales que avalen esta cuestión. Y, sin embar-
go, en varios lugares del macizo se obtienen argumentos relacionados con esto. Un espa-
cio relacionado con aguas mineromedicinales en Fuente Giriego, la inscripción a Bonus
Eventus en Puente Talcano, en el fondo de valle que delimita Sepúlveda en su extremo
norte y el identificado como santuario rupestre de Diana, conforman un conjunto de san-
tuarios que tienen ubicación en el roquedo del macizo de Sepúlveda, situándose en el
espacio sur del mismo y, por ello, alejados en mayor o menor medida de aquellos espa-
cios sacros medievales identificados en las “Hoces”.

El manantial de Fuente Giriego se ubica en el fondo del valle del río Duratón, en los
primeros encajamientos de este río en el espacio del macizo. El manantial y el espacio
acuático que conecta con el cauce fluvial en su margen izquierdo, aflora entre las pare-
des calizas. Presenta trabajos de rebaje mediante talla, a modo de friso rehundido, y en
él se identificó ya en el siglo XVI una inscripción transcrita como EBURIANVS, al tiem-
po que se anotaba la existencia de una segunda que ya por entonces habría perdido su
texto (Martínez 2014: 237-243). Una segunda inscripción, de carácter votivo, permitiría
considerar el lugar como espacio cultual en el manantial, dedicado a un numen acuático
y en conexión con el río principal del territorio.

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El segundo de los espacios citados se corresponde con una inscripción ordenada por
el Ordo de la ciudad y dedicada a Bonus Eventus (Martínez 2014: 244-249). El texto se
localiza en una pared rocosa situada en el margen derecho del río Duratón, esta vez a
una distancia de 7 km respecto al núcleo urbano confloentano, próximo al puente de cro-
nología medieval denominado Puente Talcano. En la inscripción se menciona la dedica-
toria de un ara a la mencionada deidad, que representa la prosperidad y el buen auspicio
en la consecución de fines, al tiempo, como indica Varrón, que mantuvo su carácter
agrario durante todo el periodo imperial. Este carácter agrícola parece reflejarse en la
fecha de realización de la dedicatoria, abril, época de registro de varias festividades rela-
cionadas con la fertilidad y la vegetación. No debemos olvidar, por su ubicación, la rela-
ción que este espacio mantiene con el antiguo oppidum de Sepúlveda, puesto que se
sitúa a sus pies. Por ello, quizá derive de un proceso de sincretismo a partir de un culto
indígena.

Por último, en el margen izquierdo del río Caslilla, tributario del Duratón, se sitúa la
denominada Cueva Labrada. Dista del núcleo urbano confloentano en 5,5 km en línea
recta, a noroeste del mismo. A diferencia de los dos espacios anteriores, en este caso los
restos se identifican en una abrupta ladera. Dentro de un entorno caracterizado por la
presencia de varios abrigos que se introducen en el roquedo, D. Conte e I. Fernández
(1993: 130-131) identificaron por primera vez una inscripción que da lugar a la consi-
deración de espacio sacro. Tras ellos, J. del Hoyo (2000) identificaría la inscripción
como una dedicatoria a Diana, para posteriormente incluirse en la publicación ERSg, del
mismo investigador junto a J. Santos y Á. L. Hoces de la Guardia (ERSg 156).
Realmente serían dos las inscripciones (ERSg 156 y ERSg 157) las identificadas dentro
de la Cueva Labrada. El reconocimiento del espacio próximo al santuario ha permitido
identificar una serie de espacios construidos y semirrupestres que han de ponerse en
relación con un espacio más amplio, que conformaría también el santuario y que man-
tendría una parte del mismo en el área exterior al aire libre. La configuración del espa-
cio giraría en torno a una terraza, conformada entre el espacio rocoso denominado
Pellejeros y la hoz que dibuja el río Casilla, para disponerse, desde allí y en sentido
oeste, aprovechando una terraza, varias estancias rupestres y semirrupestres (Martínez
2014: 250; fig. 104-108).

En relación con las dos deidades romanas apuntadas (Bonus Eventus y Diana) se han
de poner tres entalles, uno con la representación del dios y dos con la diosa (Cabañero
y Martínez 2015). Todos ellos fueron recogidos, según sus descubridores, en el espacio
físico que ocupa el núcleo urbano principal.

Más complejo resulta –actualmente nos encontramos en plena revisión de la carac-


terización de los yacimientos de este sector– presentar de forma satisfactoria la distri-
bución de los “sitios” arqueológicos que habitualmente se han identificado como luga-
res de hábitat. Los materiales citados en el mismo otorgan una preeminencia de la ocu-

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El territorium de Confloenta...

pación en el periodo altoimperial, al tiempo que parece descender la intensidad en el


periodo bajoimperial. Sin embargo, enclaves como el de San Frutos han ofrecido mate-
riales vinculados al periodo bajoimperial, mientras que otros, como Pico de los Lirios y
La Mesilla muestran una trama de edificaciones derruidas que parecen aprovechar la
piedra del entorno para su alzado. Los materiales que se han podido diferenciar en nues-
tro análisis parecen remitir a momentos prehistóricos recientes y, fundamentalmente, a
un momento propio de la Alta Edad Media. Todo ello nos lleva a mostrar cautela res-
pecto al poblamiento en el periodo romano, aunque sí es posible identificar algunos ele-
mentos latericios trabajados al modo romano. Pero, reiteramos, bien podrían ser mate-
riales reutilizados en esos momentos ya propios del alto medievo. Cuestión que afecta a
estos yacimientos es, también, el trazado de los caminos que unieron estos espacios. En
este sentido debemos indicar como la proximidad del espacio de campiña parece un
lugar idóneo para el tránsito.

En estos espacios se sitúa así el reborde occidental del macizo de Sepúlveda y se pro-
duce el contacto del territorio confloentano con la gran campiña segoviana, que incluye
el espacio de las llanuras arenosas de Tierra de Pinares. En aquellas estribaciones se
sitúa el yacimiento de cronología prerromana de Morros de San Juan. Actualmente en
estudio, este enclave ocupa una posición en el margen izquierdo del río San Juan, en un
lugar en el que se inician los profundos tajos, de dos afluentes menores, que caracteri-
zan el trazado hidrográfico de este macizo. Frente al enclave confluye el citado río, que
conforma una serie de hoces en sentido norte-sur por aquel territorio montano, con dos
cauces fluviales menores, dibujando un espacio de elevaciones, barrancos profundos y
fondos de valle que se abren unos metros más al Este, en la zona del despoblado de San
Miguel de Neguera. Este yacimiento disponía de una escasa -o nula- visibilidad en rela-
ción con el macizo, pero serviría para controlar y gestionar el territorio de la campiña,
abierta hacia localidades como Sebúlcor y Cantalejo. Marca, por tanto, esa puerta de
acceso entre dos espacios netamente diferenciados.

Próximo a este yacimiento se sitúa, ya con una cronología plenamente romana, el


enclave de Aldealacueva. Se localiza aguas abajo del anterior, también en el margen
izquierdo del San Juan. La toponimia otorgó a este lugar los nombres de Cerro del
Castillejo, como recogiese A. Molinero en 1955 –al que seguirían D. Conte e I.
Fernández en 1992– o el anotado por J. Arias de Cueva del Moro. El espacio se abre, en
la denominada cuesta del Castillejo hacia un espacio de fondo de valle más amplio y
apropiado para la explotación agrícola, en torno al ya mencionado despoblado de San
Miguel de Neguera. Destaca en este espacio la presencia de una estructura a la cual se
ha otorgado origen romano. Consiste, de forma básica, en la presencia de una bovedilla
de medio cañón, construida en opus incertum, con una luz de metro y medio aproxima-
damente, prolongándose en consonancia con la curva de nivel en torno a siete metros.
Junto a esta estructura, se atestiguan restos de materiales de tipología similar en la lade-
ra, siendo en la zona de cumbre donde el arado pone de manifiesto la presencia de ele-

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Víctor M. Cabañero Martín, Santiago Martínez Caballero

mentos constructivos que remiten al opus caementicium, a la presencia de restos lateri-


cios y a restos pétreos. La cronología que cabe deducir de los materiales abarca los
siglos comprendidos entre el I y el IV. Más complejo resulta identificar materiales de
cronología posterior y que permitiría enlazar esta previsible zona de hábitat con la exis-
tencia de enterramientos detectada en el contiguo barranco de la presa.

La campiña y la tierra de pinares toman protagonismo en el espacio noroccidental del


territorium. Se caracteriza este espacio por la existencia de llanuras arenosas, de colo-
res claros otorgados por las arenas cuarzo-feldespáticas fijadas en gran parte del territo-
rio por la presencia de pinares formados por pinos resineros y piñoneros (Pinus Pinaster
y Pinus Pinea). Estas arenas proceden de aluviones fluviales que serían depositados por
los ríos provenientes del Sistema Central, en el caso del territorio que nos ocupa de
forma fundamental el río Cega, que en su recorrido inicial atraviesan materiales paleo-
zoicos y cretácicos, momento del aporte de grandes cantidades de arena, depositadas
posteriormente en el territorio. Tras varios procesos, durante el periodo cálido romano
se produciría la fijación de estos espacios, ya dunares, mediante la colonización del terri-
torio por parte de los pinos. En estos espacios se identifican lagunas de alto valor eco-
lógico, como sucede en el espacio delimitado por las localidades de Cantalejo y Lastras
de Cuéllar. Las condiciones más húmedas del periodo romano provocarían que estas
lagunas, existentes en la actualidad, fueran espacios de mayores dimensiones. Al tiem-
po, las condiciones de estos espacios, entre las que cabe destacar el mal drenaje y los
encharcamientos, parecen influir en su menor elección para el emplazamiento en el
periodo romano, si bien han sido explotadas a lo largo de toda su historia, por su valor
económico (Calonge 1987).

A tenor de las premisas anteriores, esta parte del territorium parece conformar un
espacio poblado de forma fundamental en los siglos tardíos, de forma especial para lo
relativo al espacio interfluvial Duratón-Cega, que parece matizarse al llegar al espacio
de recogida de aguas del segundo de los ríos, así como en la parte situada más al nor-
oeste, todavía dentro del espacio de gestión de aguas por el río Duratón. Hemos de ano-
tar, en relación con nuestra investigación, que esta área no ha sido todavía objeto de
prospecciones arqueológicas que podrían matizar la caracterización aportada en estas
líneas y, en general, en todos los trabajos que hemos presentado. De este a oeste, los pri-
meros yacimientos identificados, Las Veguillas y el Pozo de Aldearaso, ofrecen las refe-
ridas cronologías tardías. Idéntica cuestión afecta a los yacimientos situados al oeste de
estos, como el de Guerreros, el de Carramolinos, Carrapinar, Coyubal o Arroyo de la
Fragua. Este yacimiento conecta ya el territorio confloentano con el espacio del gran
complejo residencial de La Palaina, en el cual se ha testimoniado presencia altoimperial,
de forma similar a lo acontecido con el otro gran complejo residencial atestiguado en
esta zona, el de Las Vegas. Estos enclaves parecen ser la referencia incontestable que
pone en relación con el territorio confloentano el paso de Navafría a través de la cabe-
cera del río Cega, cuyo nacimiento se produce en el valle contiguo al del citado puerto,

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El territorium de Confloenta...

surgiendo en la vaguada que aprovecha el trazado en su vertiente norte el río Ceguilla.


Es un espacio alejado del núcleo urbano principal, prácticamente a medio camino entre
éste y el de Segovia. Se sitúa en este entorno, en las proximidades de Pedraza, la cueva
de la Griega, de especial interés para la investigación por cuanto aporta una serie de ins-
cripciones que parecen remitir a la existencia de magistrados que podrían pertenecer a
la civitas o a una entidad menor ubicada dentro del territorio. La concentración de yaci-
mientos en torno a esta área dominada por La Palaina y Las Vegas, podría estar en rela-
ción con el establecimiento de una mansio, que cabría poner en sintonía con Albeceia,
citada en el Anónimo de Rávena, en relación a un itinerario que tendría como referen-
cias principales de paso Complutum y Cauca. Sobre la cuestión de Albeceia y del traza-
do del itinerario que se identifica en el Anónimo de Rávena existe una amplia biblio-
grafía (Cabañero 2015).

Más al oeste, el espacio comprendido entre Turégano y Aguilafuente, parece confi-


gurarse como el espacio más alejado del núcleo urbano. Se sitúan en un espacio alejado
también de Segovia y de Cauca, y por ello, complejos de asignar en cuanto a un terri-
torium concreto. Basamos nuestra propuesta de adscripción al territorio confloentano
sobre la continuidad de los enclaves. La primera de las localidades aglutina en su tér-
mino municipal un variado conjunto de enclaves en los cuales se han reconocido mate-
riales del periodo que nos ocupa. Así, el Caño del Obispo y Las Negrillas, han aportado
materiales de cronología altoimperial, manteniendo actividad en el periodo tardío,
momento en el que parecen iniciar su andadura enclaves como El Villar o Prado Burgo.
Estos enclaves debieron permanecer próximos al trazado viario que cabe desprender de
la cita ya recogida del Anónimo de Rávena. Darían así continuidad al poblamiento para
llegar al extremo del territorio, identificable en torno al complejo residencial de Santa
Lucía, ya en la localidad de Aguilafuente. Esta villa está siendo objeto de investigación
desde el año 2018 y, como ya señalábamos, el proyecto incluye la revisión del espacio
contiguo. En este territorio, el trazado viario debió abandonar el sentido marcado por el
río Cega para asumir la proximidad a un colector menor pero de indudable importancia
en la zona, el Malucas. En relación con él se sitúa el yacimiento de Los Valladares, que
aporta información respecto a su pronta ocupación. Hacia el oeste, en dirección a Cauca,
el reconocimiento de los yacimientos de la localidad de Fuentepelayo, ha puesto de
manifiesto la existencia de materiales altoimperiales, fundamentalmente en el enclave
de Los Prados II. Son yacimientos que debieran ya marcar el acceso al territorium cau-
cense.

Al norte de estos espacios de dominio de arenas y pinares, cabría citar los enclaves de
Las Paladinas y Las Malenas, con una amplia cronología. Aparecen aislados en el espacio
respecto al sur, debiendo mantener una mayor conexión con el espacio dominado con el
río Duratón, como ya se ha indicado. Definirían los límites territoriales respecto a las ciu-
dades ubicadas en los márgenes del Duero, fundamentalmente Pintia. Será así una línea
que toma referencia el macizo de la Serrezuela la que delimitase los espacios.

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Víctor M. Cabañero Martín, Santiago Martínez Caballero

Por último, hacemos referencia al espacio de vegas y terrazas fluviales que sirvió
para ubicar el espacio urbano de Confloenta. La caracterización del modelado que han
generado ríos como el Duratón y el Serrano en el espacio de campiña, con vegas y terra-
zas fluviales, conformando valles disimétricos con extensas terrazas y pendientes acu-
sadas, tiene su reflejo en el lugar de asentamiento de este núcleo y también para la des-
cripción del espacio contiguo. Cabe considerar que el cauce de estos dos ríos se situase
a una mayor altura, descrita en torno a los 2 o 4 m. (Tanarro et alii 2014: 97-98). En estas
condiciones. Es posible describir el territorio del núcleo urbano como un resultado de la
actividad del río Serrano en su encajamiento durante el cuaternario.

El entorno del núcleo urbano dispondría de cierta abundancia en agua, resultado


tanto del mayor caudal de los dos colectores en la antigüedad como la presencia de
humedales puntuales, reflejados por la presencia de especies arbóreas concretas.
También gozaría de extensas tierras propicias para el cultivo de cereales, que se alojarí-
an en las llanuras onduladas, formadas por niveles aluviales de forma mayoritaria. E,
incluso, podría haberse dedicado el espacio más abrupto a cultivos como el de la vid,
quizá atestiguado en el topónimo de Las Viñas (Tanarro et alii 2014: 98).

Es preceptivo poner en relación la explotación del territorio circundante al núcleo


urbano principal con la accesibilidad desde el mismo. Aquí surge una gran diferencia
con las posibilidades que ofrece Sepúlveda. Las distancias que es posible cubrir desde
ambos núcleos en una o dos horas es completamente diferente, al tiempo que lo debería
ser el índice de gasto energético. En estas condiciones, cabría plantear un modelo de
explotación directa de un entorno que, salvo al norte, donde las estribaciones del maci-
zo de Sepúlveda ofrecen unas condiciones diferentes, presenta índices relativamente
bajos en cuanto a inversión de esfuerzo requerido para el tránsito hasta las zonas de
explotación. Pero, es necesario evaluar de nuevo toda el área circundante, en torno a un
radio mínimo de seis kilómetros, puesto que en las condiciones actuales solamente es
posible incluir un sitio arqueológico en toda esa extensa área, el de La Pradera de San
Andrés. Y lo es aún más por cuanto las prospecciones llevadas a cabo en las últimas
campañas no han permitido identificar materiales de adscripción al periodo romano,
solamente reflejadas en la campaña destinada a confeccionar el Inventario castellanole-
onés, en la cual se otorga un área escaso, con una presencia material testimonial y aso-
ciada a una serie de manchas oscuras en el terreno que, en efecto, es posible documen-
tar. Por lo demás, la ubicación de este enclave se corresponde con un espacio contiguo
al cauce del río Duratón, en zona de aterrazamiento y frente a los escarpes que se defi-
nen en base a la ya citada disimetría de los perfiles. Las distancias detectadas aumentan
hasta los nueve kilómetros en el caso del grupo de yacimientos que se relacionan con el
trazado viario que comunicaría el núcleo urbano con el Alto Duero. Es, por tanto, pre-
visible, que en las próximas campañas aumente el número de yacimientos inventariados
y se permita construir un modelo de relación entre el núcleo urbano principal y su entor-
no inmediato matizado por la presencia de asentamientos rurales.

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El territorium de Confloenta...

Limitaciones de la investigación y futuras líneas de actuación


El desarrollo del plan de intervenciones exige mostrar la variabilidad que podrían
tener algunos de los datos expuestos aquí. Como se ha indicado, se ha puesto mayor
énfasis en determinadas zonas del territorio, lo cual supone un mayor conocimiento de
esas áreas en las cuales se ha aplicado la metodología de prospección y análisis. El estu-
dio de todos los emplazamientos recogidos en el Inventario es un primer paso necesario
y previo al análisis de las lagunas detectadas en él, tanto en las cuestiones temporales,
donde todo está supeditado al hallazgo en superficie de determinados ítems y, por tanto,
es siempre un producto final relativo, como en la distribución espacial de los sitios
arqueológicos. Un buen ejemplo de este segundo proceso es la necesidad detectada de
llevar a cabo una prospección de intensidad menor a las anotadas en cada uno de los
yacimientos documentados anteriormente, que nos permita obtener información relativa
al aparente vacío identificado en un amplio radio contado a partir del emplazamiento del
núcleo urbano principal.

De la misma manera, las secuencias de distancia, identificadas hasta el momento de


forma fundamental en el ámbito este del territorio, ofrecen algunas alteraciones que
indican el necesario un estudio en detalle de zonas concretas con el objetivo de identifi-
car o descartar presencias “esperables” en función del desarrollo normalizado. Esto no
es otra cosa que el intento de construir un modelo predictivo de patrones del emplaza-
miento del poblamiento encuadrado en el periodo romano, para poder restringir los
esfuerzos de la investigación hacia determinados puntos. Esta labor se presenta com-
pleja por la variedad de espacios que se registran en el territorio pero resulta imprescin-
dible tanto como marco de comprensión de la interacción hombre/medio físico, como
por la imposibilidad que se deriva de prospectar de forma intensiva la totalidad del terri-
torio, máxime si consideramos los espacios del Sistema Central y la ausencia de cono-
cimiento de los mismos con que iniciamos la investigación.

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Víctor M. Cabañero Martín, Santiago Martínez Caballero

Figura 1. Territorio de Confloenta en época alto imperial (según Santiago Martínez Caballero).

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El territorium de Confloenta...

Figura 2. Territorio de Confloenta en época bajo imperial (según Santiago Martínez Caballero).

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Víctor M. Cabañero Martín, Santiago Martínez Caballero

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La comercialización de Terra Sigillata Hispánica en el valle medio del Ebro...

La comercialización de Terra Sigillata


Hispánica en el valle medio
del Ebro en la Meseta

1
Begoña Serrano Arnáez

El primer estudio de compilación sobre la presencia de producciones de terra sigi-


llata hispánica procedente del valle del Ebro en la actual comunidad de Castilla-La
Mancha, en concreto, sobre las producciones hispánicas originarias de los distintos alfa-
res que se enclavan a lo largo del territorio de Tritium Magallum se llevó a cabo en 1988.
Este estudio realizado por T. Garabito, D. Pradales y E. Solovera (1988), dentro del pro-
yecto “Los centros de producción y comercialización de cerámica sigillata en la
Hispania romana”, ponía de manifiesto el vacío de datos de esta clase vascular en
Castilla-La Mancha. De todas las provincias que la conforman, Guadalajara apenas pre-
senta restos, solamente se tenían datos de producciones localizadas en los contextos de
la excavación de la villa de Gárgoles, aunque los autores manifestaron que estos datos
se incrementarían con la información aportada por el yacimiento de Villaverde en Alcalá
de Henares y las vías de comercialización que habían seguido estos productos (Garabito
et alii 1988).

Tras 30 años desde que se realizó este estudio, nos encontramos que el análisis sobre
la comercialización de terra sigillata hispánica procedente de los alfares del Sistema
Ibérico central es dispar en las provincias castellano manchegas. A excepción de la pro-
vincia de Ciudad Real, donde sí que ha habido investigadores interesados en abordar
esta temática, ya sea desde la óptica de un yacimiento (Fernández y Zarzalejos 1993;
Zarzalejos 2003), recopilaciones de distintos yacimientos o zonas de la provincia
(Poveda 1999; Carrasco y Fuentes 2014; Zarzalejos y Ochos 2015) o fondos de museos
(Fernández y Zarzalejos 1989); para el resto de provincias los estudios son escasos, des-
tacando el estudio centrado en Valeria (Sánchez-Lafuente 1985) o las investigaciones
llevadas a cabo sobre los grafitos en terra sigillata depositados en el Museo de
Guadalajara (Gamo 2012).

1 Universidad de Granada.

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Begoña Serrano Arnáez

En un primer momento, con esta aportación pretendíamos realizar un análisis com-


pleto de la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, pero las limitaciones en espa-
cio y tiempo para este estudio nos han llevado a centrarnos en la provincia de
Guadalajara. Ajustándonos a los límites territoriales de esta provincia, nos encontramos
con un gran vacío. El primer estudio (Garabito et alii 1988) solo mencionaba la villa
romana de Gárgoles, aunque hacía hincapié en el número elevado de materiales tritien-
ses en Alcalá de Henares. Ponía de relieve que en esta zona la comercialización debía
de ser más elevada de los datos que hasta el momento se tenían. Por lo tanto, conside-
ramos que a tenor del ejemplo que suponen las investigaciones realizadas en la zona de
Ciudad Real, es necesario llevar a cabo un análisis similar para esta zona.

Una vez que hemos delimitado geográficamente el ámbito de estudio, nos centrare-
mos en primer término en aproximarnos a los distintos alfares que se encuentran situa-
dos en el Sistema Ibérico central. En un primer momento, partimos del análisis exclusi-
vo de los alfares tritienses, pero creemos que es necesario analizar todos aquellos talle-
res que por su cercanía, en momentos puntuales, pudieron llegar a comercializar sus pro-
ductos en esta zona. En segundo lugar, llevaremos a cabo un análisis de los distintos
yacimientos en los que se tienen constatadas la presencia de esta clase cerámica en con-
textos altoimperiales y que se sitúan en las distintas comarcas que conforman la provin-
cia de Guadalajara. Para finalmente, realizar un mapa de dispersión de estas produccio-
nes que nos permitan conocer la difusión de los distintos tipos y las vías de comerciali-
zación empleadas.

Las producciones del Sistema Ibérico Central


A la hora de establecer los criterios para la elección de estos centros de producción
nos centramos en dos aspectos. Por un lado, su localización, aquellos que se sitúan en la
zona del Sistema Ibérico central y están en conexión con la provincia de Guadalajara a
través de las rutas de comercialización. Por otro lado, en los rasgos que valoramos para
considerar cuáles son talleres productores de sigillatas. Por tanto, se han seleccionado
como centros de producción de terra sigillata hispánica aquellos enclaves de los que
disponemos de indicios sobre diversos factores de producción (Romero 2015:151), al
existir estructuras físicas de producción, entendiendo como tal todos los ámbitos artesa-
nales que posibilitan las fases de trabajo (Fernández 2013:69), prestando especial aten-
ción a la estructura de zona de cocción y a la zona de vertido por ser la que mayor posi-
bilidad de restos in situ presenta. O a los elementos cerámicos funcionales y estructura-
les, objetos relacionados con el modelado y la cochura de las piezas (Ruiz 2014:111).
Estos parámetros se han seleccionado con el fin de evitar la confusión con otras clases
vasculares que imitan la producción sigillata hispánica, como son la cerámica bracaren-
se (Morais 2008) o las cerámicas engobadas (Mínguez y Sáenz 2007: 242-244; Sáenz
2013; Luezas 1995: 173-174, 197 y 199) o aquellas que para su producción también
emplean instrumentos funcionales similares, como es el caso de las paredes finas deco-
radas a molde producidas en los alfares de Calagurris (Cinca 2000).

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La comercialización de Terra Sigillata Hispánica en el valle medio del Ebro...

Es por ello que nos centraremos en el análisis de los alfares de las ciudades de
Tritium Magallum y Uxama y el vinculado a la villa de Bronchales. Con base en los
estudios realizados hasta el momento sobre estos centros de producción y la comer-
cialización solamente de los productos de Tritium Magallum, Uxama y Bronchales
que son de los que se tiene constancia en la zona de la meseta sur. No es nuestra inten-
ción llevar a cabo un análisis pormenorizado de estos centros de producción pues con-
tamos con recopilaciones actualizadas que se encargan del estudio detallado de cada
uno de ellos (Romero y Montes 2005; Romero 2015), por ello el estudio que se lleva-
ra a cabo sobre cada uno de estos alfares va encaminado al discurso posterior del artí-
culo, permitiéndonos conocer su situación en la península, las características crono-
tipológicas y macroscópicas de su producción, con el fin de establecer un análisis
sobre el comercio e intercambio de esta clase vascular en la provincia de Guadalajara.

Tritium Magallum
Esta ciudad se ubica bajo la actual ciudad de Tricio (La Rioja), como prueba sobra-
damente la arqueología y la epigrafía (Espinosa y Pérez 1982). Según el Itinerario de
Antonino sería una mansio de la vía que conectaba Caesar Augusta con Asturica
Augusta y próxima al último puerto fluvial del Ebro, Vareia. Plinio (Historia Natural,
3, 27) la incluye entre las civitates de los autrigones, sin ningún tipo de privilegio,
aunque bastantes son los argumentos que nos llevan a incluir la promoción de esta ciu-
dad en época flavia (Andreu 2003: 173). Será en este momento, cuando este munici-
pium destaque por el desarrollo de una importante actividad artesanal cerámica con la
instalación de numerosas officinae a lo largo de lo que debió ser el territorio de la ciu-
dad y que se extiende entre el río Najerilla y el rio Yalde.

Esta importante ciudad y sus alfares eran conocidos desde mediados del s. XX,
pero no sería hasta la publicación realizada por Mezquiriz (1961) y la primera inter-
vención arqueológica llevada a cabo por Elorza en 1973 en el paraje conocido como
la Alberguería, cuando se inicie la andadura científica de este enclave. Se centró prin-
cipalmente en el conocimiento de las infraestructuras destinadas a la actividad artesa-
nal cerámica. Desde los años 70 hasta la actualidad se producen intervenciones
arqueológicas, motivadas desde el ámbito universitario como por la arqueología de
gestión. Esto ha permitido conocer el patrón de asentamiento de los alfares a lo largo
del perímetro de la ladera del cerro sobre el que se asienta el núcleo poblacional,
extendiéndose hacia las zonas de nacimiento de los ríos Najerilla y Yalde (Garabito y
Solovera 1990; Sáenz 2000; Novoa 2010: 13- 15; Gil y Luezas 2016).

No todos los talleres que se extienden a lo largo de territorio de Tritium realizaron


los mismos tipos cerámicos, los múltiples estudios realizados por diversos investiga-
dores nos permiten conocer las producciones específicas de cada taller (tabla 1)
(Alonso y Jiménez 2015: 136; Gil y Luezas 2015; Garabito 1978; Mezquiriz 1976;
Sáenz 1993).

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Begoña Serrano Arnáez

Arenzana La Arenzana Plaza La El


Tipos Bezares Tricio
de Arriba Cereceda de Abajo Luenga Salceda Quemao
1 x x x
2 x x x x x x
4 x x x x x
5 x x
7 x x x x
8 x x x x
10 x x x
13 x x x x
15/17 x x x x x x x
17 x
18 x x
19 x x
20 x x x
21 x x
24/25 x x x x
27 x x x x x x x
29 x x x x
30 x x x x
31 x
33 x x
35 x x x x x x
36 x x x x
37 x x x x x x
39 x x x
44 x x x x x
46 x x x x
49 x x x
51 x x
68 x
81
87 x
88 x

Tabla 1. Tipos producidos por los distintos talleres tritienses.

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La comercialización de Terra Sigillata Hispánica en el valle medio del Ebro...

Las sigillatas de los alfares tritienses se caracterizan, en rasgos generales, al ser muy
difícil establecer una diferenciación entre las pastas de los distintos talleres que confi-
guran este gran paisaje productivo, por tener unas pastas de tono rojo claro o rosado
debido a la presencia de inclusiones blanquecinas y amarillentas, con un barniz de
color rojo o rojo-anaranjado, brillante y homogéneo, dando lugar a un barniz adheren-
te y compacto; la pasta presenta un tacto suave y duro, debido a que no se aprecian irre-
gularidades dando lugar a una textura fina. En etapas posteriores, más avanzado el siglo
II d.C., observamos como los barnices tienden a ser heterogéneos y semimates, adqui-
riendo unas tonalidades más anaranjadas (Mayet 1984: 66; Madrid 2005: 392).

Uxama
Este oppidum arévaco se sitúa en el “Cerro o El Alto del Castro” (Burgo de Osma,
Soria), citado en varias ocasiones por las fuentes clásicas. Apiano nos informa como
este oppidum es atacado por Nobilior; posteriormente en las guerras sertorianas Uxama
se adhiere al bando de Sertorio y es destruida por Pompeyo. Igualmente el Itinerario de
Antonino nos indica como esta ciudad en época romana pasaría a ser una mansio de la
vía 27 que unía Caesar Augusta con Asturica Augusta (García 1987: 74-79).

Los restos arqueológicos relativos a este momento se documentan en la parte más


elevada del cerro, donde se han podido localizar elementos del sistema defensivo de los
espacios domésticos, con la presencia de dos necrópolis en las inmediaciones. En época
romana la ciudad se amplía pasando a ocupar las laderas este y oeste hacia el río Ucero.
Las excavaciones arqueológicas realizadas desde los años 70 han evidenciado la pre-
sencia de restos de dos plazas públicas, el acueducto y una serie de cisternas y algunos
de los espacios domésticos (García 2017). La intervención llevada a cabo entre la
Dehesa y el puente de San Miguel, con motivo de la pavimentación de la plaza de la
Catedral, junto con la reforma de una de las viviendas colindantes, evidenciaron la pre-
sencia de una zona artesanal destinada a la producción de las clases cerámica: común,
pintada y terra sigillata hispánica (T.S.H.), junto con la elaboración de materiales de
construcción (Arellano et alii 2005).

Las sigillatas elaboradas en este taller se adscriben a los tipos lisos: 2, 4, 7, 8, 10,
15/17, 18, 24/25, 27, 35, 36 y 46; el repertorio decorado lo conforman los tipos: 1, 2,
20, 29, 30, 37 a y b y 40. Estas se caracterizan en general por presentar un barniz en
tonos rojos, brillante y homogéneo y unas pastas de color rojo claro, con un tacto gro-
sero y una textura irregular; en algunas ocasiones las piezas que se produjeron durante
la primera fase poseen un barniz anaranjado, heterogéneo y mate (Romero y Ruiz 2005:
197).

Los datos estratigráficos no permiten aproximarnos a una cronología más específi-


ca. Es probable que el inicio de la producción de estos talleres tengamos que ubicarla
a mediados del s. I d.C., posiblemente en torno a los años 60, debido a la presencia de

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la marca Ullo. La fase de máxima producción se alcanzó en época flavia y se mantuvo


hasta su desaparición a inicios del s. II d.C. (Romero et alii 2008: 329).

La comercialización de estos productos se produjo en la zona del valle del Duero a


través del transporte de estas mercancías por vía fluvial y terrestre, a través de la vía 27,
documentándose ejemplares en los contextos de ciudades como Numancia, Termes,
Segovia, Obila, Clunia y Pintia; caminos secundarios conectaban la vía 27 con ciuda-
des como Termes y Ocilis, desde esta última se dirigía hasta Arcobriga donde se unía a
la vía que conectaba Caesar Augusta con Emerita Augusta, documentándose sus pro-
ductos en el valle del Jalón con su constatación en las ciudades de Ocilis y Arcobriga
(Juan 1992: 63 y 74; Romero 1999), y conectando con la meseta sur, con restos en las
ciudades de Complutum, Ercavica, Segobriga y Valeria e incluso en zonas de Madrid
como Villamanta (Romero y Romero 2016: 300).

Bronchales
El taller de Bronchales, conocido también como El Endrinal, se localiza en la actua-
lidad a unos 5 km al Este del término municipal de Bronchales, en la comarca de la
Sierra de Albarracín, en la provincia de Teruel, en un terreno conocido como la Masía
del Endrinal con la que comparte topónimo. Para acceder a dicha parcela debemos tomar
el camino conocido como Travesía de la Carretera que nace tras la Ermita de San Roque,
entre la carretera TE-904 y TE-V-9031, tras unos 4 km de recorrido surge a la derecha
un camino de herradura que conduce al barranco del Manzano, tras recorrer 1’5 km
aproximadamente nos encontraremos con la zona en la que se localizó en el año 1957 el
alfar de El Endrinal. El área arqueológica se encuentra situada entre los barrancos del
Manzano, Salobral y La Muela. En la actualidad la finca se encuentra vallada y sobre
ella se alza una edificación.

La excavación efectuada en el año 1957 sacó a la luz un nuevo taller productor de


terra sigillata hispánica. En el sondeo llevado a cabo no se pudo documentar ninguna
estructura arquitectónica, pero el material recuperado en el proceso de excavación no
dejaba lugar a dudas, junto a la presencia de los productos confeccionados, se recupera-
ron pellas de barro amasado, restos de asociados a la fase de torneado y a la etapa de
cocción de los cuerpos cerámicos y elementos de desecho de hornada (Atrián 1958: 91).

Las producciones de este taller se datan entre finales del s. I d.C. y la primera mitad
del s. II d.C. El repertorio liso identificado por P. Atrian estaba conformada por 13 tipos,
dividiéndolos entre: tipos influidos por los repertorios de sigillata gálica –Drag.15/17,
Drag. 24/25, Drag. 27, Drag. 31, Drag. 35, Drag. 36, Drag. 44 y Drag. 46 -; las formas
hispánicas Mezquiriz 2 y formas que en aquel momento se clasificaron como propias del
alfar forma 1, 2, 3 y 4, posteriormente fueron incorporadas por Mezquiriz al repertorio
propiamente hispánico como 7, 20 y 21 (Mezquiriz 1985: 142-166), esta tipología será
secundada por Mayet (1984). En un momento posterior, en la revisión realizada por M.

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V. Romero y P. Ruiz (2005: 200) incorporan al repertorio tipológico el tipo 4 y plante-


an la posibilidad de que el tipo 7 sea realmente el tipo 70, algo que se ha mantenido pos-
teriormente (Romero 2015). Tras el análisis realizado hemos podido ampliar el reperto-
rio tipológico de la producción lisa de este alfar con la incorporación de nuevos tipos,
quedando configurado finalmente por la elaboración de los tipos: 2, 4, 5, 7, 15/17, 18,
20, 21, 24/25, 27, 35, 36, 44 y 46.

La decoración de la producción identificada por P. Atrian estaba conformada por


tres tipos, un individuo adscrito al tipo Drag. 29/37, tres identificados como Drag.30
y el resto de los individuos se identificaban con el tipo Drag. 37, esta tipología será
secundada por Mayet (1984). Posteriormente en la revisión realizada por Mª. V.
Romero y P. Ruiz (2005: 201) establecen la división entre la presencia de dos varian-
tes del tipo TSH 37, que se adscriben a la tipología ya existente con la nomenclatura
de TSH 37 a y TSH 37 b haciendo referencia a aquellos tipos que presenta un borde
simple o almendrado respectivamente. Todos ellos se caracterizan por presentar unas
pastas rosadas-rojizas y una superficie con un barniz rojo-anaranjado oscuro, brillan-
te y homogéneo; al tacto es suave, dando lugar a una pasta dura y a una textura fina.
Otros ejemplares pueden presentar una pasta naranja clara, con un barniz anaranjado
heterogéneo y mate; estos ejemplares al tacto son polvorientos y presentan una textu-
ra irregular (Mayet 1984: 25).

La comercialización de estos productos se produjo sobre todo dentro del ámbito


comarcal (Martínez y Alcón 1996: 144-154). Alcanzando parte de la meseta sur a tra-
vés de la vía XXXI. Estas producciones llegaron a la ciudad de Valeria y a algunos
yacimientos de la provincia de Guadalajara (Sánchez-Lafuente 1985: 167-176). Pero
su comercio también alcanzó los mercados de la zona levantina, a través de la vía que
conectaba Saguntum con Caesar Augusta. Se tiene clara su presencia en yacimientos
como Valentia o Edeta (Escrivà 1989: 177-182), mientras que su constatación en la
zona alicantina, como en Ilici, no está clara (Poveda 1999: 217).

Las sigillatas hispánicas en los contextos arqueológicos de Guadalajara


Señorío de Molina de Aragón
En la zona del Señorío de Molina de Aragón se han llevado a cabo abundantes
labores arqueológicas con la realización de prospecciones y excavaciones que han per-
mitido conocer la ocupación romana altoimperial de esta zona. Diversos son los asen-
tamientos que han sido identificados superficialmente con presencia de terra sigillata
hispánica, como es el caso de: la villa de los Ciruelos, la villa de la Vega, Matacidia,
Bronchalejos, El villar el Pobo, El Villar II, Los Villares, Los casares de Alcalá, La
Cava III, El Castillejo, Los Casares, Los Villares de Lontete y el Cerro de los Conejos.
El repertorio en todos estos asentamientos es bastante homogéneo con la presencia de
los tipos 2, 8, 15/17, 20, 24/25, 35, 36 y 44 del repertorio liso y el decorado caracte-
rizado por los tipos 29 y 37 (Sánchez-Lafuente 1999: 274-277).

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En la villa romana de Las Casutillas (Corduete), se han documentado restos de la pro-


ducción decorada del taller de Bronchales, principalmente restos del tipo 37 a, estos ejem-
plares corresponden tanto a las prospecciones superficiales como a la campaña de exca-
vación llevada a cabo en el año 1985 (Sánchez-Lafuente 1985:170). Patrón que se docu-
menta igualmente en el paraje de “El Hontanar” (El Pedregal), también se han evidencia-
do restos del tipo 37 decorado y el plato 15/17 producidos en Bronchales, junto con los
tipos 37, 29/37, 15/17, 20 y 36 de tritium y el sigillum MATE (Sánchez-Lafuente 1999).

Otro de los asentamientos localizados en esta comarca se sitúa en Luzaga, con un


poblamiento atestiguado en época celtibérica y la presencia de un oppidum de 5 ha de
extensión, los restos arqueológicos permitieron evidenciar un edificio termal de época
romana. Entre los materiales documentados en las diversas intervenciones arqueológi-
cas se han recuperado diversos individuos de terra sigillata procedentes tanto de los
alfares de Bronchales como de Tritium Magallum, en las producciones de este último se
constatan la presencia de los tipos 27, 29 y 37 a (Abascal y Sánchez-Lafuente 1984;
Sánchez-Lafuente 1985; Id., 2013).

Por último, nos encontramos con el yacimiento de Valdeherreros-La Azafuera (Riba


de Saelices), localizado en una semiplanicie frente a la cueva de Los Casares, en la mar-
gen izquierda del arroyo de Valdeherreros se sitúa un hábitat rural desde al menos el s.
II a.C. hasta la época Tardorromana. Centrándonos en la fase altoimperial nos vamos
encontrar con una serie de estructuras conformadas por uno o dos edificios adosados de
planta rectangular, en los niveles de ocupación el material cerámico que nos interesa se
configura con los tipos 8, 18, 27, 29 y 37 procedentes de los talleres tritienses (Heras y
Bastida 2013).

La Serranía
La realización de la carta arqueológica de algunos de los municipios de esta comar-
ca ha permitido evidenciar la presencia de elementos cerámicos adscritos a la terra sigi-
llata. En Fuente del Cuerno (Romanillos) se recuperaron los tipos 8 y 37 b decorado; en
el Barranco Escobar (Atienza), nos encontramos con los tipos 15/17, 18, 27, 37 decora-
do en sus dos variantes. En el Tesoro, Bochones, la producción altoimperial está confi-
gurada por los tipo 15/17 y 37 decorado; algo similar ocurre para el yacimiento de La
Asomadilla (Riofrio del Llano) (Iglesias 1992).

Junto a estos asentamientos identificados en la realización de la carta arqueológica


de Atienza, se han documentado evidencias de la ocupación romana en otros enclaves
de la comarca, como en el valle del Sorbe donde destaca la villa romana de “El
Quintanar” en Beleña de Sorbe, con restos de TSH de los tipos 15/17, 27, 36 y 37 deco-
rada. En los Melgares en Aleas nos encontramos con evidencias de la romanización de
esta zona y la presencia de la comercialización de productos tritienses con ejemplares
del tipo 15/17 (Gamo 2012b).

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En el entorno de Sigüenza se han documentado dos villas romanas con dos fases de
ocupación relativas a la época altoimperial y tardoantigua. Los trabajos de prospección
realizados evidenciaron elementos cerámicos en la villa romana de los Palazuelos, cono-
cida por la comunidad científica (Fernández 1980), las investigaciones llevadas a cabo
en este enclave permitieron recuperar ejemplares de los tipos 29 y 37 decorados
(Sánchez-Lafuente 1982).

La Alcarria
En la comarca de la Alcarria de Guadalajara nos vamos a encontrar con la única ciu-
dad de época romana. Caraca, situada en el Cerro de la Virgen de la Muela, Driebes, es
un núcleo urbano de 8 ha con una ocupación que va desde época carpetana hasta la fase
altoimperial. Las excavaciones que se están realizando en este yacimiento desde el año
2017 (Gamo y Fernández 2018) y los estudios de materiales que el equipo está efec-
tuando ampliaran los datos hasta ahora conocidos sobre la tipología de terra sigillata
hispánica identificada para este asentamiento, hasta el momento se tiene constancia de
la presencia de los tipos 27, 29 y 37 (Sánchez-Lafuente 1982: 110-111).

Pero la ocupación romana altoimperial no se limitará a este enclave sino que nos
encontraremos también con asentamientos tipo villa, como es el caso de la Villa roma-
na de Mandayona. Las prospecciones realizadas permitieron recuperar elementos vin-
culados a la producción de TSH con ejemplares del tipo 37 decorada (Sánchez-Lafuente
1982: 104-105). En la Cabezuela (Tomellosa de Tajuña) se documentan los tipos 4/5, 10,
27 y los decorados 29 y 37 en sus dos variantes.

La Campiña
La campiña corresponde con el valle del Henares a su paso por Guadalajara, circun-
dado esta vía desde Complutum, único núcleo urbano (Gómez-Pantoja 2013), hasta
Segontia y sobre todo en la margen derecha del río, aunque en la margen izquierda nos
encontraremos con asentamientos en las zonas en las que el río se separa de los escar-
pes, los asentamientos se situaran en las terrazas fluviales T1 y 2 a lo largo de la época
altoimperial, estos enclaves de carácter agropecuarios configuraran un paisaje altamen-
te poblado con una distancia entre unos y otros posiblemente de entre 2 y 2’5 km
(Cuadrado 2002: 79).

Comenzando nuestro recorrido desde la desembocadura del río, en la frontera con la


actual comunidad de Madrid, y siguiendo el curso fluvial nos encontramos con los
siguientes asentamientos: Polígono UG XVI y La Acequilla (Azuqueca de Henares), Val
de la Viña (Alovera), Valhondo (Marchamalo) y Las Zorreras (Yunqueras).

En la finca de La Acequilla, Azuqueca de Henares, situada en la terraza inmediata al


río, se excavaron en 1962 una serie de estructuras muraria que se identificaron con los
cimiento de una granja rústica o villa romana datada en el s. II d.C. Esta zona, en época

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tardía, se transformaría en un espacio funerario en el que se identificaron un total de 64


tumbas datadas entre los siglos V y VI d. C. En la fase de ocupación altoimperial se
habla de la presencia de terra sigillata hispánica aunque no se especifica ni la tipología
ni el taller de producción (Vázquez 1963).

Las excavaciones llevadas a cabo en el Polígono UG XVI permitieron identificar un


hábitat de época romana, entre los materiales recuperados se documentan individuos de
terra sigillata hispánica procedentes de los talleres tritienses identificados con los tipos
8, 27, 18 del repertorio liso y del decorado destaca la presencia del tipo 37, junto a ellos
se constata un sigillum de CRIBON (Cardín y Cuadrado 2002 y 2013).

En el paraje conocido como Val de la Viña, Alovera, con motivo del plan parcial de
mejora del sector I-15 “Las Suertes” de Suelo Urbanizable Residencial, se documenta-
ron una serie de estructuras vinculadas con zonas de hábitats, de almacenamiento, de
abastecimiento de agua, como la localización de una serie pozos y zonas de producción
como un torcularium. Este emplazamiento estaría ocupado entre mediados del s. I d.C.
y finales del II/inicios del III d.C. La excavación permitió evidenciar restos de la pro-
ducción lisa de sigillata, tipos 4, 8, 15/17, 18, 24/25 y 35, completándose con los tipos
decorados 29, 30 y 37 a y b (Morín y De Almeida 2017; De Almeida et alii 2017; Morín
et alii 2017).

Valhondo es un asentamiento situado en la zona, sobre él se encuentra actualmente


ubicada la Puerta Centro-Ciudad del Transporte. La primera actuación en esta zona, que
determinó este yacimiento, se llevó a cabo en 2004. La excavación arqueológica ha
demostrado la existencia de un pequeño asentamiento agropecuario con dos fases de
ocupación. Poco o nada podemos decir sobre la utilidad de las habitaciones, dado que el
nivel de arrasamiento del yacimiento es tal que sólo podemos reconocer ciertos trazados
con la primera camada de cantos de las cimentaciones, y sólo allí donde las labores agrí-
colas y las nivelaciones del terreno han permitido el mantenimiento de éstas estructuras.
Al norte de esta construcción se documentó una pileta, los muros aparecen con revocos
de mortero hidráulico finalizando en una media caña para sellar las juntas de su suelo.
De igual forma, la existencia de una estructura negativa en su zona norte parece evi-
denciar una posible estructura relacionada con una pesa o grúa de apoyo; lo que podría
indicar la presencia de un torcularium de aceite o vino. Entre los materiales recuperados
se han documentado restos procedentes de los alfares de Tritium Magallum, entre los
individuos recuperados se han constatados los tipos 4, 8, 15/17, 17, 27, 44 y 37 del
repertorio decorado con ejemplares de ambas variantes (Ramírez 2015).

El último yacimiento del que tenemos constancia en la zona de la campiña es el situa-


do en Las Zorreras, Yunqueras, con motivo de la actuación urbanizadora “Yunquera de
Henares-Ferrocarril” se llevó a cabo una intervención arqueológica en el paraje de “Las
Zorreras”. Los restos arqueológico recuperados nos informan de la presencia de dos

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zonas con una funcionalidad diversa. La primera zona, se vincula con una serie de
estructuras destinadas a la explotación del territorio, con una ocupación que abarcaría
entre finales del s. I d.C. hasta inicios del s. III d.C.. La segunda zona, destinada al uso
funerario, estaba conformada por un total de 70 tumbas con una cronología comprendi-
da entre los siglos III y IV d.C.. Atendiendo al registro material de la fase altoimperial
nos vamos a encontrar con la presencia de fragmentos de terra sigillata hispánica pro-
cedentes de los talleres del entorno de Tritium, destacando los tipos 8, 36 con decora-
ción de barbotina y 37 decorada (Morín et alii 2017; Morín et alii 2013; Morín et alii
2012).

Rutas de comercialización
El intercambio y circulación de estos productos destinados al consumo se produciría
a través de las vías de comunicación terrestre que jalonan esta provincia, dos son los ejes
principales que la atraviesan y la conectan con los talleres localizados en el Sistema
Ibérico central.

El primero de los ejes, siguiendo el citado Itinerario Antonino, estaría conformado


por cuatro vías que en su tramo final tienen un recorrido similar que va desde Titulcia
hasta Caesar Augusta y que son las vías 24, 25, 26 y 29, Item ab Emerita-Caesaragusta,
Alio itinere ab Emerita Caesarea Augusta, Item ab Asturica-Caesaraugustam y Per
Lusitaniam ab Emerita Caesarea Augusta. Igualmente, el Anónimo de Ravena (309-
310) nos menciona el recorrido entre Caesar Augusta y Complutum. Todas estas vías
remontaba el curso del río Henares pasando por algunos de los núcleos urbanos más
representativos de la zona en época alto-imperial: Titulcia (Titulcia), Complutum (San
Juan del Viso-Alcalá de Henares), hasta alcanzar el municipium de Arcobriga (Monreal
de Ariza, Zaragoza), seguir el Jalón y llegar a Caesar Augusta (Zaragoza). A lo largo de
esta vía se localizan una serie apeaderos y puestos de descanso, reabastecimiento y cam-
bio de postas conocidas como mansiones, como la de Arriaca, a unas 22 de millas roma-
nas de Guadalajara, Caesada (¿Espinosa de Henares?), a 24 millas, y la ciudad de
Segontia (Sigüenza), a la misma distancia (Abascal 2010: 27-66).

El segundo itinerario, siguiendo igualmente el Itinerario de Antonino es la vía Item


a Laminio alio itinere Caesar Augusta, la vía XXXI, esta vía presenta un problema, está
claro el inicio y final de su trazado, pero el análisis sobre el trazado de su recorrido no
es unánime (Abascal 2008: 66-71), debido a la escasez de los datos arqueológicos de los
que disponemos para la zonas que recorre, por lo que se desconoce con seguridad el tra-
zado de la misma y la localización de las diversas mansiones que la recorren (Carrasco
2012: 156).

Estas dos vías que atraviesan parte de la provincia, la primera por la parte más occi-
dental y la segunda por la más oriental, permiten conectar los talleres antes menciona-
dos con la provincia. Trazados que ya en época anteriores habían sido empleados y que

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demuestran la relaciones entre el valle del Ebro y del Henares, como podemos ver a tra-
vés de la presencia de una serie de monedas de las cecas celtibéricas, como es el caso
de la ceca de Teitakos, ciudad que en época romana pasaría a ser Tritium Magallum
(Burillo 2007:404), cuya circulación monetaria se documenta en Los Rodiles (Cerdeño
et alii 2014: 305, fig.7), en Luzaga (Sánchez-Lafuente 2013), en el llano de San Pedro-
Las Viñas (Abascal 1995) y en Aguilar de Anguita (Vidal 1981: 71).

Reflexiones finales sobre la comercialización de TSH en Guadalajara


Tras realizar un análisis de los restos aparecidos en los distintos yacimientos, nos
encontramos con un comportamiento estandarizado en la adquisición de estas vajillas
finas de mesa. Con un predominio de la presencia de elementos procedentes de los alfa-
res de la zona tritiense, a través de la vía XXIV, teniendo como foco redistribuidos
Caesar Augusta. Los principales tipos comercializados son por lo general el juego de
plato 15/17 y el cuenco 8, y la forma decorada 37, estos individuos son los más repre-
sentados cuantitativamente por todos los yacimientos. Algo similar ocurre con la pre-
sencia de los individuos procedentes de Bronchales, pero concentrándose en los yaci-
mientos de la zona del Señorío de Molina, alfar que principalmente comercializará los
tipos 15/17 y 37 decorado en esta zona a través de las conexiones viarias.

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III. VARIA

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La campaña de Aníbal en la Meseta

La campaña de Aníbal en la Meseta

Sergio Remedios Sánchez1

Introducción
El acontecimiento que pone por primera vez en los libros de Historia la meseta y sus
gentes es la campaña que en el año 220 a.C. emprende Aníbal Barca hacia tierras vac-
ceas para tomar las ciudades de Helmantiké y Arbocala/Arbucala. Puesto que los hechos
que se concatenaron tras esta expedición acabaron trayendo a los romanos a la penínsu-
la Ibérica en el transcurso de la segunda guerra púnica, y por ende, dieron inicio a la con-
quista y romanización del interior de Hispania, volver a afrontar el análisis de esta cam-
paña para actualizar el trabajo previo (Remedios 2012) parece obligado para la ocasión.
Hacer una nueva revisión sobre la campaña de Aníbal en la meseta se debe a la publi-
cación de nuevos trabajos, así como determinadas cuestiones que no pudimos tratar en
la ocasión anterior y que la temática de esta monografía nos ofrece la oportunidad de
encarar.

En esta ocasión tras exponer lo que las fuentes nos dicen sobre esta expedición, hacer
un repaso sobre las distintas teorías que la historiografía ha realizado sobre la misma y
hacer una exposición sobre los objetivos de la expedición, haremos una aproximación a
la ruta que Aníbal siguió para esta marcha hacia el interior peninsular.

Acontecimientos
Aunque esta campaña es la primera vez que aparecen en los textos clásicos las tie-
rras del interior meseteño, por desgracia las fuentes no son muy prolijas a la hora de des-
cribirnos los acontecimientos de la misma. A pesar de que sabemos que en origen hubo
varias narraciones, seguramente bastante minuciosas, las dos únicas narraciones que nos
han llegado parecen ser un resumen de la expedición. Y ambas parecen beber de una
misma fuente común. Con Aníbal marchaban varios historiadores griegos que iban en
su séquito y las narraciones de Polibio (III, 13, 5-14) y Tito Livio (XXI, 5, 1-17) pare-
cen seguir de forma directa o indirecta el relato que Sileno, uno de estos historiadores
que marchaban con el cartaginés, realizó sobre los acontecimientos.

1 UNED Senior.

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Sergio Remedios Sánchez

Ambos historiadores nos narran que tras descansar en los cuarteles de invierno tras
la campaña del 221 a.C. contra los olcades, Aníbal marcha la primavera siguiente, según
Tito Livio, y en verano según Polibio, hacia el territorio vacceo donde conquista con
cierta rapidez la ciudad de Salamanca y con mucha mayor dificultad logra tomar la ciu-
dad de Arbocala/Arbucala. Esta última no está del todo clara su localización aunque hay
varias propuestas (Sánchez Moreno 2000: 124, Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 2013:
337), siempre en la provincia de Zamora: Toro, Alba de Villalazán o el cercano cerro del
Viso. A la vuelta hacia el sudeste peninsular, una coalición de carpetanos, olcades y hel-
matinos huidos atacan a las tropas de Aníbal que estando en inferioridad numérica y
conociendo peor el terreno, se van retirando evitando el enfrentamiento en campo abier-
to hasta alcanzar las orillas del Tajo. Allí sucede según las fuentes la batalla más grande
de toda la Antigüedad en suelo ibérico con un ejército indígena de más de 100.000 hom-
bres. Aprovechando su caballería y sus 40 elefantes, los púnicos logran vencer y domi-
nar a todos los pueblos más allá del Ebro, salvo a los saguntinos.

A los textos de Polibio y Tito Livio, tenemos que sumar los de Plutarco (Virt. Mul.,
248e) y Polieno (VII, 48). Estos dos testimonios se centran exclusivamente en la con-
quista de Helmantiké/Salamanca. Los detalles que dan hacen pensar que siguieron fuen-
tes distintas a las de Polibio y Tito Livio, seguramente a alguno de los otros dos histo-
riadores que marchaban junto con Aníbal: Sósilo o Filino (Bejarano 1955: 107). En defi-
nitiva, Polieno se limita a resumir el texto previo de Plutarco, por lo que en el fondo no
aporta nada nuevo sobre este acontecimiento. Las dos obras tienen fines moralistas e
intentan ensalzar la heroicidad de las mujeres salmantinas ante el ataque púnico.

Estas fuentes nos presentan la toma de Salamanca por parte de Aníbal y sus tropas.
Inicialmente, los ciudadanos atemorizados por el ejército cartaginés deciden entregar
300 talentos de plata y el mismo número de rehenes para que el general púnico levante
el asedio. La oferta es aceptada y el ejército se retira pero los salmantinos no cumplen
con su parte del trato y la ciudad vuelve a ser sitiada. En esta ocasión sus habitantes
finalmente pactan salir con sus mujeres dejando en la ciudad armas, riquezas y esclavos
para que Salamanca sea saqueada por los cartagineses. Las mujeres esconden bajo sus
vestidos armas esperando no ser inspeccionadas y cuando las tropas se entregan al
saqueo, entregan las mismas a sus esposos y los animan a la batalla. Poco más pueden
hacer los salmantinos que lograr escapar abriendo una brecha en el ejército púnico. Son
capturados los más rezagados y finalmente es enviada una embajada por los huidos lo
que permite el regreso a la ciudad de sus habitantes tras el perdón concedido por Aníbal
admirado ante el valor de las mujeres de la ciudad.

Estas son todas las fuentes con las que contamos para poder analizar esta expedición
militar del 220 a. C. Además, éstas son muy parcas en detalles y explicaciones sobre los
acontecimientos y más aún sobre las motivaciones y causas de los mismos. Nada se dice
del porqué de esta campaña, aunque Tito Livio sí comenta que Aníbal como no quiere

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La campaña de Aníbal en la Meseta

declarar abiertamente la guerra a los romanos atacando Sagunto, inicia los ataques a los
olcades en el 221 a.C. y a los vacceos en el 220 a.C., para justificar que el desarrollo de
los acontecimientos desembocó en la toma de Sagunto (Tito Livio, XXI, 5, 3). Y aun-
que esto fuera información fiable y suficientemente clara, no justifica en ningún
momento la elección de los vacceos como el objetivo de la segunda de sus campañas.
Había otros pueblos más cercanos y además las tierras del Duero estaban alejadas por
mucho de los saguntinos. Parece evidente que esta explicación de Livio es una cons-
trucción romana para aumentar la premeditación y alevosía de los actos de Aníbal y así
justificar la actuación romana (Bejarano 1955: 101; Domínguez Monedero 1986;
Remedios 2012: 205-206).

La documentación no nos indica la existencia de tratados en los que las ciudades vac-
ceas capitularan ante Aníbal y en qué condiciones fueron realizados los mismos. Solo se
nos indica que el general cartaginés permitió la vuelta de los habitantes de Salamanca
tras la rendición posterior a la huida. Plutarco y Polieno nos indican las exigencias car-
taginesas en plata y rehenes, 300 talentos de lo primero y también 300 de lo segundo,
pero tras la huida y posterior rendición no se nos indica nada al respecto. Es obvio que,
tras el saqueo de la ciudad por las fuerzas púnicas, las pretensiones en plata serían
cubiertas de sobra, pero de la toma de rehenes no hay mención alguna.

La calidad de los datos que nos aportan los pocos autores clásicos que hacen refe-
rencia a este acontecimiento es bastante escasa, por lo que poder determinar los motivos
de la expedición es bastante complejo y la interpretación histórica de la misma se hace
enormemente complicada. Como ya dijimos en su momento “este es el motivo, desde
nuestro punto de vista, de que se hayan desarrollado teorías tan dispares para explicar
las motivaciones y los objetivos de Aníbal” (Remedios 2012: 206) al planificar esta
campaña.

Motivación de la campaña
La gran diversidad de hipótesis generadas para dar una explicación a esta campaña
ya fueron mostradas y analizadas de forma amplia con anterioridad (Remedios 2012:
206-215) y aunque ha habido alguna aportación nueva a la historiografía sobre esta cam-
paña, se han mantenido de una forma u otra dentro de alguna de las explicaciones ya
estudiadas en aquella ocasión (Sánchez Moreno 2010: 85; Ferrer 2012; Bendala 2012;
2013, 2015; Domínguez Monedero 2013; Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 2013: 337-
338), por lo que en esta ocasión nos limitaremos a exponerlas brevemente para contex-
tualizar mejor la exposición de nuestra argumentación.

Se pueden dividir todas las teorías dentro de dos grandes bloques. Uno de ellos haría
un mayor hincapié en las motivaciones políticas de la campaña y por otra parte habría
otro conjunto de autores que en sus análisis acaban señalando el componente económi-
co como el principal motor de la expedición. Aunque bien es cierto, que en la gran

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Sergio Remedios Sánchez

mayoría de las ocasiones se entrelazan los discursos generando hipótesis multicausales,


en los que de una forma u otra destaca una razón última que nos hace englobarla dentro
de las políticas o de las económicas.

Empezaremos con las hipótesis de corte político. Ya el precursor de los estudios


sobre los vacceos defendía que el ataque de Aníbal a estas tierras se debía a un intento
de frenar la expansión de los meseteños hacia el sur peninsular (Wattenberg 1959).
También Chic (1978: 239) hace mención a represalias púnicas ante incursiones mesete-
ñas a tierras de dominio o influencia cartaginesa. Dejando atrás este hipotético expan-
sionismo vacceo que no aparece refrendado por ninguna fuente arqueológica o textual,
algunos autores abogan por la poca importancia de la campaña y la tildan de incursio-
nes de éxito pasajero (Bejarano 1955: 102) en las que las fuentes exageran el teórico
dominio de Aníbal más acá del Ebro tras esta campaña. La idea de la muestra de poder
pasajero que ya indicaba Bejarano en su trabajo es retomada por Barceló (2000: 30-31)
y Hoyos (2003: 90-92, 2008: 38), aunque estos autores la ponen en relación con el afian-
zamiento del poder del general cartaginés y objetivos militares a medio-largo plazo. Al
hilo de esta argumentación Bendala (1987: 138-144; 2013; 2015) también indica que el
objetivo final de la expedición, a pesar de otros más inmediatos de corte económico,
sería la consolidación del poder de Aníbal en una idea imperialista de marcado carácter
helenístico. Por lo que estos autores consideran que en realidad, más que éxitos pasaje-
ros, esta expedición tendría unas consecuencias prolongadas en el tiempo.

Hay otra serie de hipótesis que redundan en las motivaciones políticas de la campa-
ña, pero que están en clara relación con los posteriores acontecimientos con Roma.
Podríamos denominarlas de índole geoestratégicas. Blázquez (1974: 91) o Wagner
(1999: 271-272) nos indican que aunque había otros motivos secundarios, adiestra-
miento de tropas o la obtención de botín, el objetivo de esta incursión del 220 a.C. era
el de pacificar la periferia de los dominios púnicos. En el mismo sentido Lancel (1997:
63) indica que Aníbal quería ampliar las bases peninsulares para tener una retaguardia
mejor cubierta a la hora de enfrentarse con Roma. De ahí también evitar de primeras ata-
car Sagunto, ya que hasta no haber ampliado considerablemente sus dominios no se
determinó en hacerlo. Rich (1996) aunque no nos dice que esta operación está directa-
mente vinculada y proyectada dentro de un plan de acción determinado para la guerra
con los romanos, indica que fue un intento de fortalecer sus bases en la preparación de
un choque que los púnicos veían inevitable aunque no premeditado por ellos.

Los aspectos económicos ganan peso en otra serie de autores para intentar compren-
der mejor la motivación de esta campaña. Roldán (1971: 182; 1988: 27-28) incidió en
la explotación de los recursos mineros de la zona, así como Mangas y Hernando (1991:
228) indican la posibilidad de un conflicto por el control de las rutas del comercio de la
sal procedente del sureste peninsular que estaba bajo control púnico. Estas hipótesis no
han tenido un gran predicamento en los historiadores posteriores. Aunque es posible que

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La campaña de Aníbal en la Meseta

en cierta medida y como rédito adicional pudieran haber influido en la decisión bárqui-
da, parecen poco viables como causas de la expedición. Dentro de las motivaciones eco-
nómicas, la obtención de botín, junto con el aprisionamiento de rehenes y la consecu-
ción de mercenarios y tropas que sumar a sus filas, son las que parecen gozar de mayor
grado de aceptación en buena parte de estas hipótesis. De nuevo la inminente lucha con
Roma parece ser la causa estrella para justificar esta incursión. Chic (1978: 240-241)
pone de relieve la necesidad imperiosa de Aníbal ante el cercano conflicto de aumentar
sus recursos materiales y humanos, a poder ser en tierras lo más alejadas posibles de las
bases tradicionales púnicas para no esquilmarlas. Así que esta campaña sería una forma
rápida y expeditiva de obtener un considerable botín. Solana (1992: 276) nos indica que
los tres objetivos de Aníbal son la obtención de grano para mantener a sus tropas, la con-
secución de mercenarios que sumar a su ejército y capturar rehenes con los que explo-
tar las minas cartaginesas.

La obtención de grano que ya nos indicaba Solana como uno de los objetivos de la
expedición, es el eje central según los trabajos de los únicos especialistas, que junto a
nosotros, han abordado esta campaña de forma monográfica y en conjunto (Domínguez
Monedero 1986 y 2013; Sánchez Moreno 2000: 2008 y 2010: 85). Para Domínguez
Monedero y Sánchez Moreno la obtención de trigo está en relación con una ya planifi-
cada logística para emprender la marcha hacia tierras itálicas en la confrontación con
Roma. El grano sería enviado y acumulado en la ribera sur de la desembocadura del
Ebro para ser recogida por las tropas de Aníbal en su marcha hacia los Pirineos y la
mejor opción eran las tierras vacceas por sus grandes recursos cerealísticos y su lejanía
y la posibilidad de pasar más inadvertidos a los romanos. Domínguez Monedero en su
argumentación señala que el valle del Betis, principal fuente de obtención de grano en
territorio púnico peninsular, estaría sobreexplotado por décadas de gobierno bárquida,
aunque parece que esto no debió ser así (Wagner 1999: 272; Ferrer Maestro 2004;
Remedios 2012: 213-214). Además, le parece poco probable la gran distancia recorrida
para la obtención de botín o mercenarios.

Una vez expuestas de forma resumida las distintas motivaciones que se han baraja-
do para la campaña bárquida a tierras vacceas, expondremos lo que nosotros considera-
mos fueron los objetivos de la misma. De forma bastante generalizada como ya expuso
Domínguez Monedero (1986: 243) buena parte de la investigación pone en relación
directa la campaña del 220 a.C. hacia la meseta norte con la expedición del año anterior
contra los olcades. Pero de forma aún más mayoritaria los autores que han abordado este
acontecimiento lo han ligado de forma inequívoca con los posteriores enfrentamientos
con Roma. Recientemente Domínguez Monedero, por ejemplo, nos indicaba en relación
con esta expedición que “La campaña contra los vacceos (…) le iba a servir a Aníbal
para poner a prueba, en una larga travesía, a su ejército y, al tiempo, para enfrentarse con
unos individuos especialmente agraciados, cuyo peculiar sistema agrícola les garantiza-
ba abundantes cosechas, lo que resultaba muy interesante a la hora de preparar la logís-

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Sergio Remedios Sánchez

tica para el gran ejército que Aníbal pensaba poner en marcha con destino a Italia no
mucho después. Una campaña como la que Aníbal acabó llevando a cabo contra Roma
no se improvisaba en unos pocos meses como algunos autores parecen creer y todos los
pasos que da el cartaginés desde que asume el generalato hay que entenderlos de cara a
ese objetivo” (Domínguez Monedero 2013: 300). A pesar de estas interpretaciones gene-
ralizadas, salvo lo que nos indica Polibio (III, 14, 10), no hay ninguna evidencia clara
sobre la planificación premeditada por parte de Aníbal del posterior conflicto con Roma.
Como ya expusimos en su momento (Remedios 2012: 221) no consideramos que Aníbal
tuviera en mente un hipotético inmediato conflicto con los romanos a la hora de prepa-
rar y realizar el ataque a los vacceos, aunque no nos cabe ninguna duda que era perfec-
tamente consciente que las políticas imperialistas que llevaba a cabo y tenía proyecta-
das acabarían dando, tarde o temprano, como consecuencia ese enfrentamiento, tal y
como también argumenta Rich (1996).

Los posteriores acontecimientos han hecho ver cualquier acción expansionista lleva-
da a cabo por los bárquidas en tierras hispanas como la preparación para el final desen-
cadenamiento de la guerra y que se vean los actos del último de ellos con el claro obje-
tivo final de atacar a Roma y que cualquier interpretación contraria intente liberar de
culpa a Aníbal sobre el conflicto (Domínguez Monedero 2013: 292). Ante la imposibi-
lidad de poder demostrar la premeditación del general cartaginés hasta que surjan evi-
dencias textuales que lo corroboren, consideramos que hay que interpretar los datos y
las motivaciones de la campaña en el contexto de la misma y no en relación a aconteci-
mientos posteriores. El panorama que se presenta ante nuestros ojos si somos capaces
de liberarnos del enorme peso que supone la segunda guerra púnica, es el del imperio
cartaginés en plena fase de expansión en tierras hispanas y que se encuentra ante la difí-
cil situación de tener a un joven e inexperto general al mando de las operaciones de
expansión en el territorio del que provienen buena parte de los ingresos del estado. A lo
que hay que sumar que Aníbal era como nos dice Hoyos (2003: 90) virtualmente un des-
conocido en Cartago. Es en esta coyuntura en la que tenemos que buscar para hallar las
causas que originaron esta expedición.

Y en esta tesitura, tal y como nos indican algunos autores (Barceló 2000: 31; Hoyos
2003: 90-92; 2008: 38) el objetivo más lógico de la campaña del 220 a.C. a tierras vac-
ceas es la consolidación de Aníbal en su recién estrenado cargo al mando de los territo-
rios púnicos en la península Ibérica. Barceló y Hoyos abogan por que esta incursión fue
algo esporádico cuya motivación está basada en la situación política cartaginesa, pero a
este éxito pasajero se le sumó otro a medio-largo plazo como fue el encumbramiento del
Barca en el poder.

Aníbal necesitaba victorias rápidas y sólidas buscando afianzar su posición y demos-


trar a todos, incluido a él mismo, que era digno de ejercer el mando y que no había lle-
gado al liderazgo únicamente por las intrincadas alianzas que su familia mantenía en

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La campaña de Aníbal en la Meseta

Cartago y había urdido en las décadas de mando en Hispania (Barceló 2000: 30-31;
Hoyos 2003: 90-92), así que en definitiva esta campaña era algo más que una mera
incursión intrascendente. Bendala (1987: 144; 2013: 2015) nos aporta otra clave en
nuestro discurso, que no es otro que el de las aspiraciones imperialistas de corte hele-
nístico que parecen impregnar la política cartaginesa y la de los Barca en particular
durante todo este período histórico. Para profundizar en esta marcada ideología helenís-
tica hay otros trabajos que lo hacen incluso desde una óptica religiosa y militar (Barceló
2004; 2012; Quesada 2013).

Ya en su día vimos como Aníbal fue criado en un ambiente helenístico, no sin olvi-
dar las profundas raíces semitas de su cultura que influyeron en oriente enormemente en
la forja de esta koiné cultural (Remedios 2012: 217). La influencia gaditana y de la figu-
ra de Alejandro Magno en su formación (Barceló 2000: 19; 2004: 70) debió marcar pro-
fundamente la juventud del futuro general, así como sus educadores griegos.

¿Pero realmente Aníbal estaba tan imbuido de esta cultura helenística hasta el punto
de marcar su agenda política en base a esta concepción ideológica y la campaña a tie-
rras vacceas formar parte de un plan imperialista? Consideramos que hay sólidas bases
para responder afirmativamente a esta pregunta. Como veremos a continuación siguien-
do el trabajo de Chaniotis (2005), el general cartaginés reunía en su persona todas las
características de los generales helenísticos que pretendían convertirse en grandes hom-
bres de estado o príncipes helenísticos, este último término sin connotaciones monár-
quicas (Remedios 2012: 217).

La confirmación de la jerarquía y el orden social en el ejército era claves, por ello


para optar a ser oficiales y comandantes de los ejércitos helenísticos se debía tener unos
ingresos importantes (Chaniotis 2005: 35). Aníbal y su familia tenían grandes posesio-
nes en suelo africano, eran una de las familias más importantes de Cartago y además,
gestionaban los territorios peninsulares con sus riquezas. Los soldados y los ciudadanos
esperaban de sus dirigentes militares que dieran ejemplo en la batalla y no se amilana-
ran ante el peligro, así que luchar en el frente y no rehuir los enfrentamientos indivi-
duales era enormemente considerado (Chaniotis 2005: 31). Aníbal a la vuelta de su cam-
paña vaccea luchó en la batalla del Tajo y “al final cruzó el río el mismo Aníbal con su
escolta, atacó a los bárbaros y puso en fuga a más de cien mil hombres” (Polibio III, 18,
8.), así como fue herido en la toma Sagunto y sabemos de otras ocasiones a lo largo de
la larga guerra contra Roma en la que se expuso al peligro. Aparecer en tiempos de gue-
rra como inspiración del pueblo y de la juventud en particular, así como un guía que
transmitía seguridad y sabía dónde dirigir el destino de su pueblo en momentos compli-
cados en el mundo helenístico era una característica clave del estadista (Chaniotis 2005:
34). Por desgracia no tenemos relatos que nos muestren el sentimiento que despertaban
las hazañas de Aníbal en la juventud cartaginesa, pero es lógico pensar que el eco de sus
victorias sería recibido con alegría y orgullo por su pueblo, aunque solo fuera por ser el

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Sergio Remedios Sánchez

reflejo de la grandeza de Cartago. Barceló (2004: 72) nos pone en la pista de la campa-
ña propagandística que realizaron los bárquidas para monopolizar el símbolo del culto a
Melqart y el afianzamiento como líder natural de los cartagineses de Aníbal tras sus ritos
en el santuario gaditano antes de partir de Italia (Barceló 2004: 70). Aunque no nos
hayan llegado esos relatos, seguro que estas campañas y las victorias de Aníbal llegarí-
an al pueblo. No debemos olvidar que Aníbal llevaba un séquito de historiadores encar-
gados de narrar sus campañas y sus victorias (Remedios 2012; Domínguez Monedero
2013) que de una forma u otra llegarían así a sus conciudadanos haciendo efectiva esta
campaña propagandística.

Todo general helenístico debía conseguir información sobre el enemigo, saber mirar
el desarrollo de los acontecimientos y leyéndolos sabiamente saber reaccionar adecua-
damente en el momento justo. En ese momento debía exponerse al peligro y compro-
meterse en la lucha en los momentos cruciales. Con estas virtudes la victoria estaba ase-
gurada si el general se ganaba la confianza y el respeto de sus tropas (Chaniotis 2005:
35). Hay multitud de ejemplos en los que Aníbal cumple todas las características ante-
riores, pero son significativos en los que trata con prodigalidad a sus soldados o se com-
porta como uno más de ellos (Tito Livio, XXI, 4, 1-10). Aníbal concedió permisos antes
y después de la campaña que nos ocupa y con ello favoreció la fidelidad a su persona
manteniendo contenta a su tropa. Incluso contando con fuentes claramente prorromanas,
no se narran deserciones en las tropas púnicas a lo largo de los años y años de guerra.
Sólo al inicio de la marcha cerca de los Pirineos, en los momentos en los que esos lazos
de fidelidad con algunas de las tropas reclutadas de entre los recién sometidos mesete-
ños no eran sólidos todavía, vemos deserciones en el ejército de Aníbal.

Si un general lograba aunar en su persona todas las características que hemos des-
crito y lograba la fidelidad absoluta de su ejército, cualquier victoria se convertiría en
una victoria personal (Chaniotis 2005: 35). En esto, Aníbal alcanzó tal éxito que aun per-
diendo la guerra, su nombre quedó vinculado a lo largo de los siglos al conflicto siendo
conocido también como la guerra anibálica. Y esto último en definitiva es lo que consi-
deramos llevó al general púnico a la expedición al valle del Duero, empezar a conseguir
sus victorias.

El general que lograba todo lo anterior alcanzaba la gloria y acababa convirtiendo en


vitalicios cargos temporales a los que inicialmente habían accedido por acciones
extraordinarias, generalmente protegiendo a la patria de graves peligros o situaciones
límite. Una vez en el poder, hacían ascender a familiares cercanos a puestos importan-
tes y a otros familiares y amigos a otros cargos de la administración. Finalmente, las
situaciones coyunturales se convertirían en hereditarias y estos familiares con sus car-
gos y propiedades, recibirían también el legado político y las obligaciones morales y
ambiciones de sus predecesores (Chaniotis 2005: 39). Este último punto parece haber
sido redactado pensando en los bárquidas. El acceso al poder de Amílcar se produce tras

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La campaña de Aníbal en la Meseta

la guerra de los mercenarios en la que salva a Cartago y obtiene una magistratura apa-
rentemente vitalicia. Bajo su manto en Hispania promocionó a sus familiares y final-
mente fue sucedido por su yerno Asdrúbal y a la muerte de éste, por su hijo Aníbal acla-
mado por las tropas que le eran leales a él y su familia. A esto hay que sumarle que
Aníbal también parece heredar el proyecto imperialista de su padre, así como su obliga-
ción moral para con Cartago.

Tras analizar las características principales de los grandes generales helenísticos y la


ideología que había tras sus actos, vemos a Aníbal como el heredero de un gran proyec-
to imperialista de marcado carácter helenístico (Christ 2006: 45) legado por su padre, en
el que sabía por la educación que había recibido que para mantener el liderazgo con legi-
timidad debía alcanzar victorias militares que le afianzaran como general victorioso. La
expedición contra los vacceos coincide en el tiempo con ese período en el que Aníbal
está intentando adquirir el estatus de gran general victorioso para consolidar su mando
en las tierras hispanas. Así que alcanzar sus victorias personales se hace imprescindible
para su persona y para sus partidarios que han de defenderle de los rivales en Cartago
que al mando de Hannón el grande llevan a años intentando boicotear las actividades de
los bárquidas (Barceló 2000: 30; Hoyos 2003: 90; Tito Livio XXI, 3).

Aunque la consolidación del mando de Aníbal en los dominios ibéricos de Cartago


es lo que exponemos como objetivo principal de la expedición, os obvio que muchos de
los motivos expuestos por otros autores tuvieron su peso también, pero hay una pregunta
que sigue siendo de difícil solución aun aceptando cualquiera de las interpretaciones,
¿por qué se eligió al pueblo vacceo como objetivo de esta expedición? Un punto rele-
vante a tener en cuenta son los tintes propagandísticos de la campaña para encumbrar la
figura del Aníbal (Remedios 2012: 221). Las fuentes no nos indican las causas de la
elección de los vacceos como víctimas del ataque púnico, pero aparecen varios motivos
que consideramos fueron relevantes para determinar a este pueblo como el destinatario
de la campaña del 220 a.C. Ya indicamos más arriba como varios autores mencionan el
adiestramiento de tropas en largas travesías sobre terrenos accidentados como una de las
posibles causas secundarias de la expedición (Blázquez 1974: 71; Wagner 1999: 271-
272; Domínguez Monedero 2013: 296) y queremos incidir en ello. La intención de
Aníbal no sería el entrenamiento para cruzar los Pirineos y los Alpes para marchar a
Italia, ya que como hemos indicado previamente no consideramos que estuviera en sus
planes más inmediatos, sino que estas marchas encajarían perfectamente dentro del
imperialismo púnico en el que un ejército adiestrado en distintos terrenos sería clave
para las guerras de expansión que el bárquida emprendería cuando estuviera consolida-
do su poder. Como ya indicamos previamente (Remedios 2012: 221-223) este ataque al
fértil valle del Duero casa sin estridencias en una política expansionista de ampliación
territorial. En futuras campañas, Aníbal habría realizado campañas hacia los territorios
del noroeste peninsular ricos en minerales. Los cartagineses conocían bien estas rique-
zas de los contactos marítimos que desde hacía siglos Gadir y su entorno tenían por vía

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Sergio Remedios Sánchez

Atlántica con el noroeste peninsular (González, Rodríguez y Ayán 2010) y querrían


tener acceso directo a los mismos. Todo este proyecto se vería truncado con el estallido
del conflicto con Sagunto y la posterior guerra con Roma.

Así que la elección de un lugar tan alejado y cuyo acceso obligaba a atravesar varias
agrupaciones montañosas, ríos y muchos kilómetros con los problemas logísticos que
eso acarrea, se hacía necesario para el adiestramiento de las tropas. Pero Aníbal ya
arriesgaba demasiado con todo eso, sobretodo en su situación de recién llegado al poder,
como para estar dispuesto a asumir unos riesgos militares grandes en una campaña de la
que en parte dependía su futuro político y militar, sobre todo si fracasaba. Y por eso los
vacceos fueron los elegidos para ser el objetivo de este ataque. No solo sus tierras esta-
ban geográficamente ubicadas en el sitio idóneo y sus fértiles tierras ofrecerían unos
beneficios añadidos a los militares y políticos como han expuesto otros autores tal y
como dijimos más arriba. Domínguez Monedero ya expuso que “no debe considerarse
al pueblo vacceo como un pueblo guerrero. Hay varios testimonios de los autores gre-
corromanos que nos atestiguan su carácter pacífico, y que, precisamente fueron víctimas
de agresión…” (1986: 253). A pesar de que varios autores han puesto en tela de juicio
este pacifismo vacceo y ofrecido sus dudas al curioso sistema comunal de posesión de
la tierra (Salinas 1989: 103-110; 2004: 47-62; Sánchez Moreno 2010; Domínguez
Monedero 2013: 297-298), y aunque también consideramos que se trata de un topos his-
toriográfico, pensamos que era un pueblo que no basaba buena parte de sus recursos en
la guerra y que por ello brindaba mayores posibilidades de victoria con menor riesgo que
otros de su entorno. Además claro, de todas las ventajas económicas y geoestratégicas
que comentamos más arriba.

Ruta
En cuanto a la ruta establecida por Aníbal con sus tropas hacia tierras vacceas no
tenemos ninguna indicación del itinerario de ida en las fuentes que nos hablan de ella.
En cuanto a la vuelta, lo único que sabemos es que cruzaron el Tajo por la batalla que
tuvo lugar allí, y siempre se ha dado por sobreentendido que fue en territorio de los car-
petanos por su participación en la batalla, pero en ningún momento lo dicen las fuentes.
Aunque sí es verdad que Livio (XXI, 5, 16) nos indica que “después de arrasar el terri-
torio en cosa de pocos días recibió también la sumisión de los carpetanos”, no es menos
cierto que no dice explícitamente que el territorio arrasado por los púnicos fuera el de
los carpetanos. Así que se podría decir que prácticamente no contamos con nada que nos
confirme qué ruta siguieron los cartagineses ni en su marcha a tierras vacceas, ni en su
regreso a los cuarteles de invierno de Cartagena.

A pesar de la parquedad de las fuentes y curiosamente sin ninguna evidencia clara,


todas las teorías sobre el itinerario seguido por esta expedición desde que Schulten abor-
dó este tema en adelante, tal y como nos muestra el trabajo de Sánchez Moreno (2000:
121-125) que sintetiza muy bien las mismas, apuestan por una ruta que siguiendo dis-

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La campaña de Aníbal en la Meseta

tintas variantes comunicaría la alta Andalucía con territorio vetón y acabar subiendo por
la posterior ruta de la plata hacia tierras salmantinas. Sólo Domínguez Monedero (2013:
300-301) deja abierta la posibilidad de una ruta más directa en la ida, que coincidiera
aproximadamente con la estimada para la vuelta. Más diagonal y cruzando las tierras
carpetanas. Un argumento habitual para justificar dicha hipotética ruta es que “de haber
viajado por Carpetania, hubiera sido presumible que las huestes anibálicas fueran ataca-
das por aquellos habitantes de la meseta central, tal y como acaece en el regreso.
Además de evitar la hostilidad de carpetanos y olcades (sometidos brutalmente la cam-
paña anterior), la elección por parte de Aníbal de la alternativa Guadiana-Vía de la
Plata…” (Sánchez Moreno 2000: 123).

A pesar de no haber fuentes que corroboren tal itinerario la fuerza de la tradición his-
toriográfica ha hecho que esta ruta se consolide como paradigma y que se siga reflejan-
do en la mayoría de los trabajos que aunque sea tangencialmente abordan esta campaña
(Sánchez Moreno 2008: 385-389; Ferrer Maestro 2012: 285; Ruiz Zapatero y Álvarez-
Sanchís 2013: 337).

De hecho, en alguna ocasión incluso se ha hecho partir a la expedición desde el inte-


rior de Andalucía (Sánchez Moreno 2000: 122-123), cuando el único punto claro del iti-
nerario según las fuentes parece ser la salida en Carthago Nova. Livio (XXI, 5, 4-5) nos
indica que las tropas de Aníbal tras la expedición contra los olcades marchan a sus cuar-
teles de invierno en Cartagena y Polibio (III, 13, 7-8) indica exactamente lo mismo. Que
Aníbal pasó el invierno en Cartagena y que al año siguiente partió hacia el valle del
Duero.

Nos llama la atención que al igual que se pone de relieve la importancia comercial
de la ruta de la Plata en época prerromana para potenciar la hipótesis de su utilización
por esta expedición, se haya obviado la que acabaría siendo la vía Spartaria que uniría
Carthago Nova con Complutum. Es una vía mucho más directa desde territorio púnico
para alcanzar la meseta (Domínguez Monedero 2013: 301) y tenemos constancia de su
uso y vigencia en época prerromana con la presencia de múltiples materiales mediterrá-
neos en territorios carpetanos y celtibéricos desde épocas pretéritas (Ruiz Zapatero y
Álvarez-Sanchís 2013: 348-350; Gamo 2018).

En vista de lo anterior y otras cuestiones que veremos a continuación, proponemos


una ruta alternativa a la mayoritariamente aceptada. Aníbal saldría de sus bases de
Cartagena y siguiendo esta proto-vía Spartaria, llegaría a tierras meseteñas y tras cruzar
tierras carpetanas y celtíberas llegaría hasta las estribaciones de la sierra de Guadarrama
en la que a través de sus pasos de montaña llegaría a tierras segovianas y desde ahí mar-
char en dirección oeste hacia Salamanca. Tras sus ataques a los vacceos, los cartagine-
ses emprenderían la vuelta por la misma ruta y tras enfrentarse a la coalición de carpe-
tanos, oretanos y salmatinos huidos en algún vado del Tajo y someter posteriormente a

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los carpetanos, continuarían por la misma senda hasta regresar a Carthago Nova. Tal y
como indicamos antes, la mayoría de los autores no se plantean este itinerario porque
los carpetanos y oretanos hubieran atacado a los púnicos. Pero si los temían, ¿por qué
cruzar sus territorios cuando además regresaban cansados y cargados con el botín y los
rehenes capturados? A nosotros nos parece más lógico pensar que los actos de pillaje y
saqueo típicos de los ejércitos en movimiento para abastecerse de las tierras por las que
pasan esquilmando los recursos locales, habrían generado el malestar necesario en las
poblaciones indígenas para organizarse e intentar devolverles el ataque a los cartagine-
ses a su regreso con la información que los vacceos huidos les aportaban.

Un hecho importante de esta ruta sería el punto en el que se desarrollaría la famosa


batalla del Tajo en que Aníbal venció a esta coalición de pueblos indígenas. Aunque en
otros trabajos de esta monografía se aborda en mayor profundidad este tema (Gamo et
alii 2019 en este mismo volumen), creemos que debemos hacer una mínima observación
al respecto. Por las características de la batalla habría que pensar que fue un vado natu-
ral del río y es más que probable que éste estuviera en el territorio carpetano. De forma
natural se ha tendido a pensar en algún vado de la actual provincia de Toledo y cercano
a la propia ciudad. Seguramente por la influencia de los textos de Livio (XXXV, 6, 7-8;
XXXV, 22, 7-8) sobre un enfrentamiento indígena frente a Roma ya entrados en el s. II
a.C., se ha generado esta identificación al indicarse que la batalla fue en un vado cerca-
no a Toledo y que, tras la derrota indígena, la coalición multiétnica perdió Toledo a
manos romanas (Pérez et alii 2013: 678). Primero habría que indicar que el uso del tér-
mino cerca en estos textos sobre tierras apenas conocidas por los autores, es algo bas-
tante vago y que esconde una ambigüedad a ser tenida en cuenta para no aventurar loca-
lizaciones muy exactas. A lo que a continuación habría que indicar que si la via Spartaria
en su forma definitiva pasa por territorio carpetano, el cruce del Tajo se hace por tierras
bastante lejanas a la ciudad de Toledo en los confines orientales del territorio carpetano.
Y el descubrimiento de hallazgos arqueológicos relevantes como el tesoro de Driebes
junto a otros que ponen en clara relación estas tierras con rutas que provienen del
Mediterráneo desde el sureste, hacen pensar que la batalla debió celebrarse en algún
vado cercano a esta arcaica ruta que unía la costa púnica con el interior peninsular. Así
que es más que probable que en esta zona en la que confluyen las actuales provincias de
Madrid, Cuenca y Guadalajara, por donde transcurre el Tajo en lugares que antaño per-
tenecieron a los carpetanos y por los que transcurría esta milenaria ruta comercial, sea
donde aconteció la batalla del Tajo (Gamo et alii 2019 en este mismo volumen).

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La campaña de Aníbal en la Meseta

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Road, canal and post-station...

Road, canal and post-station. The relational


capacity of a mansio in roman and
late antique ad Novas-Cesenatico (Italy)

Denis Sami1

Introduction. Repopulating the deserted roads of the Cursus Publicus


If the organization, construction and maintenance of the Roman cursus publicus in
Italy is a topic extensively investigated (Sami forthcoming) the stopping posts along the
network of land communications remains a field largely unexplored. However, the
recent publication of the volume Statio amoena edited by Basso and Zanini (2017) mar-
ked the beginning of a new interest in the topic. The volume examined the different
aspects of the Italian stopping posts focusing on the form, character and development –
already subject of previous research by Corsi (2000). In both studies, mansiones, sta-
tiones and mutationes were investigated through textual and iconographic sources
(Corsi 2000 and 2016; Crogiez-Pétrequin 2016; Di Paola 2016) and through old and
more recently excavated case studies.

From this, it emerged how the form – in terms of the layout, use and function of spa-
ces and building techniques – is not fully understood because textual sources are vague
on the subjects. We, in fact, do not know the functional or structural difference between
a mansio, a statio or a mutatio. In addition, to complicate the matter, we know that seve-
ral villae also offered services to travellers (Corsi 2000: 72). However, despite the appa-
rent lack of clear and standardised models, the archaeology shows some common featu-
res such as: a large, open and walled space around which were organised buildings inter-
preted as residential or functional, a bath-house often detached from the main buildings
and of course the proximity of a road (Zanini 2017).

The character of rest-stops – and from here on I shall use the term mansio/mansio-
nes as a general comprehensive term – is also confusing. Mansiones were places of arti-

1 PhD Oxford Archaeology East. 15 Trafalgar way, Bar Hill, Cambridge, CB23 8SQ.
denis.sami@oxfordarch.co.uk

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Denis Sami

culated activities aimed to support travellers with food, offer a safe and comfortable res-
ting place, enjoyment, religious devotion and provide material assistance to carriages.
Key in the understanding of the character of mansiones and their space is the material
culture recovered during excavations: dress accessories, domestic, agricultural and craft
tools, ceramics, glasses and, as Zanini underlines, the importance of a quantitative and
chronologically consistent assemblage of coins.

The development in terms of the progressive chronological transformation of the


form and the character of the mansio is subject to inevitable simplification by archaeo-
logists who have the tendency to conflate events in linear chronological summaries loo-
king for patterns of continuity or decline.

Current studies are therefore heading toward a formal archaeological definition of


the mansio and its multiple variations. However, these approaches, emerging from cul-
ture history and formal classic studies, offer a linear and bi-dimensional focus where
human activity is mainly, if not exclusively, considered from a functional or economic
perspective projected on a medium or long term historical analysis to prove broader pat-
terns of decline or continuity. Very little attention is given to the formulation of articu-
lated and multi-dimensional narratives that can help the understanding of the comple-
xity and articulation of the data collected during the excavation of a mansio.

Taking the partially excavated mansio of Ad Novas in North-West Italy as a case study
(Fig. 1), I shall attempt to move away from such view and develop my investigation as
an introduction to a possible alternative methodological approach. Hoping to stimulate
the debate and expand our understanding and description of the mansiones, attention will
be focused on the potential of archaeological data in the construction of alternative narra-
tives. At the foundation of my ontological consideration, I shall discuss the capacity of a
mansio to mediate in the formation of, and participate within, relationships between
humans, things and space through different fields of action (Robb 2010: 501-502).

Rooted in post-processualism and inspired by Bruno Latour’s (1993) Actor-Network


Theory, current archaeological discussion turned to material entities to design new onto-
logies under the label of new materialisms, speculative realisms, object-oriented philo-
sophies and process theories, (Thomas 2015; Witmore 2014; Olsen et alii 2012: 12-14)
or new ontological realism (Gabriel 2015). Within these new trends for the first time
symmetrical archaeology afforded both human and things the same means of affecting
the world (Witmore 2019; Olsen et alii 2012: 12-14). Distancing from a dualistic
Cartesian opposition between subject/object, culture/nature, animate/inanimate, the new
level of debate sees humans and things forming entangling, constraining and limiting
relationships of mutual dependence (Hodder 2012: 17-18; 2016: 1-12). Attention is the-
refore moved from an anthropocentric perspective to a more inclusive and broad consi-
deration of event formation. On a more intangible level we should reflect on the contri-

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Road, canal and post-station...

bution emotions such as devotion, fear, grief or identity played in the making of deci-
sions and in the way human related to each other, or to space and things, as well as per-
ceived and lived the world (Tarlow 2012).

Thus, is it possible to identify through the material remains recovered from excava-
tion the relational capacity of Ad Novas? To identify the fields of action that facilitated
the creation of relationships that determined the events that occurred on site? To trace
the entangled constraining dependence between the actors?

Given its spatial, material and ideological complexity, the mansio, together with its
associated network of communications, is an ideal and articulated palimpsest of com-
plex practices and fields of actions where political actors, dedicated spaces and every-
day living activities are materially traceable and offer the opportunity to investigate the
relational dependence that kept them together. Below, I shall look at “things” (Hodder
2012: 15-21) recovered from excavations at Ad Novas that acted within the fields of
action proposed by Zanini as typical of mansiones and explore their relational capacity
and entanglement. Finally, there is a further layer I would like to add to my introduction,
namely time. In the study of mansiones so far published, time is mainly understood as a
linear chronological sequence of events and dates, but there is also a nonlinear tempo-
ral aspect to consider. The entangled relationships here investigated are immersed in dif-
ferent temporalities (Lucas 2005) such as the time of walking from one to another man-
sio, the time of sailing from Ad Novas to Ravenna, the building of the mansio, the cons-
tant maintenance of the road or the arrival of long distance imports such as goods from
North Africa and the East regions that followed the seasonal condition of the sea. For
those who settled the area after the settlement was abandoned, the ruins and scattered
finds reminded them of past times, past authority and order, opposed to the instability of
the period. All these events and activities had a more or less unconscious emotional and
decisional impact on those dealing with it.

The site and the textual sources


Located along the via Popilia-Annia, between the cities of Rimini and Ravenna on
the coast of the north Adriatic Sea, Ad Novas (modern Cesenatico) was probably foun-
ded as part of the developing cursus publicus in the early first century AD (Sami and
Christie 2019) (Fig. 1). Despite the mention in the Tabula Peutingeriana and in the ninth
century Liber pontificalis ecclesiae ravennatis, the exact position, nature and character
of the settlement were largely unknown before the excavation campaign organised bet-
ween 2008 and 2014 by the University of Leicester.

The earlier account of the settlement dates to the years 568-69 AD when the citizen
body of Classe welcomed Bishop Petrus of Ravenna returning from Rome at Ad Novas
(Agnellus Lib. Pont. Rav., c. 93). This short mention is important because it describes a
specific ceremony named adventus that was performed to celebrate and recognise the

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Denis Sami

status of an important officer entering the territory of a community (Kneafsey 2016).


The description of Agnellus implies that Ad Novas was settled at the southern edge of
Ravenna territory and the centre embodied symbolic meanings in the recognition of
authority. A second mention dates to the years 711-13 AD at the time of the revolt of the
Exarchate against Emperor Justinian II. The citizens of near Cervia, wrote Agnellus,
were ordered to patrol Ad Novas to prevent a possible landing of imperial troops
(Agnellus Lib. Pont. Rav., c.140). Again, indirectly the text of Agnellus suggests that Ad
Novas possessed facilities considered good enough for docking ships and disembarking
an army and its logistics. Finally, by the early ninth century Agnellus describes Ad
Novas as a civitas dirupta, a deserted settlement (Agnellus Lib. Pont. Rav., c. 169),
giving a chronological limit for the abandonment of the site, although, material eviden-
ce shows how Ad Novas was already a declining settlement by the second half of the
fifth century and possibly by the early seventh century it was in great part abandoned
(Sami and Christie 2019).

The site and its archaeological evidence


According to geophysical analysis and surface finds dispersion, the site extended
over an area of circa nine hectares. On the north-east, the settlement was delimited by
an artificial canal named Canale Fossatone. As the name suggests, this impressively
long and wide ditch was most likely dug as part of the regional development in Roman
times similar to the fossae documented in Ravenna (Cirelli 2008: 19-27). At circa 80
metres and parallel to the canal, excavations uncovered a large paved road identified as
the via Popilia-Annia (Sami and Christie 2019; Sami 2018). Between the canal and the
road was found a large structure enclosed by a wall protecting a small and detached
bath-house, a courtyard and a large rectangular construction internally divided in rooms.
Other buildings were organised on the south-western side of the road (Fig. 2).

According to the recovered finds, the settlement had a lifespan of nearly seven hun-
dred years with the earliest finds dating to the beginning of the first century AD and the
later to the early seventh century. Material culture indicates Ad Novas was a local hub
receiving supplies of goods from Ravenna and nearby centres. Vessels and amphorae
from North Africa and the eastern regions of the Empire were documented together with
regional productions. High economic exchange on site is suggested by circa 500 coins -
mostly dating to the fourth and fifth centuries. The connection with the sea via the canal
is documented through several copper-alloy nails and lead net-weights (Sami et alii
2015) that expanded the site’s field of action into a medium interregional dimension.
Given its regional importance, the site was also a crossing point for the Army, as finds
generally identified as militaria suggest (Sami 2017). Material evidence suggests bet-
ween the mid and the late fifth century, the settlement underwent a dramatic transfor-
mation with the intentional demolition of the buildings and the subsequent construction
of few wood structures in a now ruralised landscape (Sami et alii 2015).

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Road, canal and post-station...

Figure 1- Ad Novas-Cesenatico and the mansiones and main centres of Romagna according to the
Tabula Peutingeriana (Denis Sami).

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Denis Sami

Figure 2- From top left the road under excavation, the cropmarks indicate the orientation and size of
the road. The canal and the geophysics interpretation. These spaces brought people together favouring
the creation of a landscape of relationship (Denis Sami).

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Road, canal and post-station...

Figure 3- From top left: 1) section of the road showing the many layers of restoration; 2) copper-alloy
nail; 3) stamped tegula from the SOLONAS production; 4) The remains od the bath house; 5) one of
the many coins recovered on site (Denis Sami).

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Denis Sami

Developing an entangled narrativity


The relational capacity activated by the construction of the road was at the same time
materialistic –as a road physically brought people together joining places– and idealistic
for it was the materialisation of a vision for a future of connectivity and union where peo-
ple, goods and ideas could move and exchange under ordered regulation. The scale of such
engineering infrastructure required skills, organisation and a workforce that only the army
could have afforded. Such construction site brought together elements of the army origi-
nally from different part of the Empire and local community that were actively or indi-
rectly involved in its construction. The cobbles paving the road (Fig. 3.1) were not found
locally where the geology is dominated by thick deposits of sand and clay (Veggiani
1978), but they were quarried elsewhere. Different communities and social groups were
connected by such a massive movement of tons of material originating an atmosphere of
connectivity, collaboration or forced labour, physical strength and final achievement. In all
this effort people depended on tools, carts and animals to dig, work and move the mate-
rial, becoming increasingly dependent on the road, the canal and the mansio they built. The
progressive construction of the road radically changed the nature and perception of the
local landscape, what was an impediment dominated by wetland became a space of tran-
sit, connection and new opportunities generating more relational fields of actions. The
close mutual dependence between the road and the local community is proved by the seve-
ral layers, patches and edge variation resulting from not less than five hundred years of
restoration, maintenance and adaptation of the road surface undertaken by people leaving
at the mansio.

It was probably at the same time that the nearby canal was dug. The Canale Fossatone
is still today an impressive infrastructure and still represents a key water collector contri-
buting to keeping the local cultivated plateau drained when heavy rain occurs. The exca-
vation of the canal was a stunning, carefully planned and carried out hydraulic infrastruc-
ture. Roman engineers had to trace the path of the canal, calculate the right inclination and
connect it with other canals and natural watercourses. This massive work brought the con-
nectivity and dependence of Ad Novas to a higher level as large amount of things and peo-
ple moved along its course, extending the scale of action to an interregional maritime
space, as suggested by Agnellus when commenting about the potential landing of the
Byzantine Army. After the excavation of the canal and the construction of the road, rea-
ching cities such as Ravenna and Rimini became easier and faster and we should ponder
on the impact these projects had in altering the awareness and perception of space and time
of those who lived of used the mansio. In this respect, the recovery on site of several cop-
per-alloy nails (Fig. 3.2), typically used in the construction of boats (Sami et alii 2015),
are the remains of “things” that physically and emotionally contributed in the perception
of a different temporality and an expanded cognition of space.

The construction of the road and canal certainly facilitated the building of the mansio.
In the erection of the main structure, tegulae were largely employed bearing the stamps of

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Road, canal and post-station...

well-known regional production centres such as Solonas, Pansiana and Faesonia (Righini
1998) (Fig.3.3). These stamps with their lettering and punctuation typical of official ins-
criptions were guarantees of quality standards, size and weight, fundamental requisites in
the calculation of roof weight and dimension of walls in large constructions (Manacorda
1993). The stamped tegulae from Ad Novas indicated an official administrative status of
the building and conveyed a sense of functioning administration, socio-political stability,
central authority and, like the construction of the road and the excavation of the canal, the
building of the mansio was a social event and shared project.

Erecting walls and constructing roofs creating different spaces shaped specialised pla-
ces that opened new and different fields of action. The little bath-house built near the canal
is a good example of everyday specialised fields of action (Fig. 3.4). The building drama-
tically separated those who used the bath-house for leisure and personal hygiene from
those who had to work hard to keep the bath functioning, lighting the fire, moving and kee-
ping track of hundreds of kilograms of wood, regularly feeding the fire and keeping the
bath-house clean and tidy. But the use of such a facility implied also a mutual relationship
of dependence between humans and the bath-house for the building needed humans to
function and humans needed the bath-house to offer a service to customers.

Aproximately 500 coins were recovered from excavation (Baldi 2019) (Fig. 3.5). This
is a considerable assemblage indicative of a local focus for economic life. At its lower
level of action, monetary exchange connected people through participatory relationships
mediated by payments for services or goods. The amount of finds recovered (Baldi 2019;
Chinni 2019; Sami and Christie 2019) suggests that the settlement hosted a vital market
acting as a local focus of meetings and decisions. Given the role emerging from archaeo-
logical data there is furthermore reason to believe Ad Novas worked as a local centre for
tax collection moving the relational entanglement demonstrated by coin circulation to a
higher level of action where coins created a constraining relationship with the authority
involving local ordinary people within a contingent imperial political, economic and mili-
tary decisions.

There is so far no evidence of direct religious activity at Ad Novas, however, it is not


ruled out that an alternative use of coins on site was ritual offerings. If such activity was
performed at Ad Novas it would move the relational field of action created by coins to a
further level where religious beliefs, emotional expectations and compelling rituals acted
as background for human and human/object interaction.

Conclusion
Hoping to stimulate a debate, this brief investigation aims to move forward a linear and
cartographic view of the system of land and water communication as well as the econo-
mic-centric view of the mansiones in Italy. We still need typologies and quantifiable
data, but we must aspire to a wider and inclusive archaeological narrative exploring a

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Denis Sami

phenomenological representation of the network created by the mansions, addressing


questions about the interaction between the people who lived in the settlement and its
surrounding material world, its capacity to create and generate relational fields of action
and shared projects.

As we have seen, the relational capacity of a mansio originates in the mesh of entan-
gled relationships of constraint and dependence between humans and things that was
progressively built over time. The mansio of Ad Novas, with its system of land and
water-ways, connected people and things through active and participatory relationships.
Depending on things, humans built a road, a canal and a mansio leading to a dependant
relationship between these three infrastructures for moving, communication, trade or
exchange of information and living in the world. At the same time the road, the canal
and the mansio needed humans to function, to be administrated, as well as to be resto-
red and updated to the contingent needs of people. Many other relational fields of action
can be identified both on a smaller or larger scale of effects depending on the research
questions formulated. It is now up to future research to explore the full potential of alter-
native narratives in the study of mansiones.

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Road, canal and post-station...

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Water (and harbors) around Roman Aquileia

Water (and harbors) around Roman Aquileia

Maurizio Buora1

Aquileia is located at the top of the Adriatic Sea and its port, in Roman times, was at
the northernmost part of the Mediterranean. It was also placed in an area rich in water,
both stagnant and channeled towards the sea (fig. 1).

A learned tradition - today not yet completely abandoned – derives from the name of
Aquileia from water (with easy assonance) (fig. 2). On this point literature is very exten-
sive, so we will mention only the most relevant authors. As far as I know the etymology
appears in Alberti (1588: 482: "likewise are others who acquired the name from the
abundance of water"; Pervanoglu 1877-1878; Puntin 2008). According to another pro-
posal the name derives from an hypothetical Akylis river. Although forty years ago
Alberto Grilli (1979 = 1980) showed that this last (pseudo) etymology is handed down
by a Late Antique author (Sozomenus) and by a Byzantine author (Zosimus), who pro-
bably drew it from a scholarly work written in the third century AD by Periander of
Laranda, it was accepted later and today it rages in numerous online sites, further
demonstrating that there is nothing more unpublished than what has already been done.
In any case, both the easy and obvious derivation from water as well as that learned from
a mythical (and unlikely) Akylis river seem to tell us how important water was to
Aquileia.

Bronze Age and Iron Age


Since the Bronze Age, numerous archaeological remains have survived. They, until
a few years ago, came from different sites around the city and did not provide a cohe-
rent picture. The recent excavations of the University of Udine, directed by prof.
Elisabetta Borgna (Borgna and Corazza 2019, in print), have shown the existence of a
settlement, on two elevations of the land on the sides of a watercourse, which today no
longer exists. It is particularly significant that the excavation area is located near a cana-

1 Società Friuliana d’Archeologia.

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Maurizio Buora

l’s edge, named Amphora, excavated or at least rectified by the Romans to discharge the
waters of the marshes and to create an easy entrance to the vast port area of Aquileia.

An UrAquileia before the Romans was probably built around the 8th century BC -
time of foundation of many cities of the ancient world - in a navigable waterway that
guaranteed easy travel and commerce, while remaining safe from storms and sea.
Perhaps already in the sixth century BC a flood hit the town, of which a small part was
seen north of the forum (Maselli 1995). This is the first of which is known precisely
from the archaeological excavations; it was followed by other calamitous events of this
kind, especially towards the end of the Roman era, as the investigations on the field once
again revealed, confirming the storms and devastation repeatedly told from numerous
authors of the high Middle Ages and above all Paul the Deacon. Facts were certainly
reported handed down by the oral tradition, due both to the change in the climate and to
the loss of landscape maintenance.

The floods that occurred in several Italian areas and especially in the Lower Friuli
area in the second half of the twentieth century, in particular that of 1966, have allowed
us to draw up a map of the risk that most likely follows what happened several times
over the centuries and the previous millennia.

Procopius, in a famous passage, reports (Procop., Goth., 1,1, 19-22) that in the lago-
on area between Ravenna and Aquileia a strange phenomenon happened; a sea water
inlet with daily high tides enabled merchants to take advantage of this by sailing their
boats laden with merchandise and transport them to the open sea.

Between Late Roman age and the early Middle Ages, also due to the phenomenon of
subsidence that affects, in various ways, the entire coastal strip of the upper Adriatic, the
lagoon was born that today separates Aquileia from Grado, a lagoon that did not serve
as a navigable space, due to the very low depth of its waters, but created a sort of barrier
between two territories, which from the time of the Lombards belonged to different sta-
tes. Therefore water was a great resource, a defense, but also a potential danger, for
Aquileia.

Widespread port facilities


In fact, the proximity of water has always been a source of great prosperity for
Aquileia, which, like many other cities in the Po valley, could count on a port system
distributed along several waterways that led to the city and above all near the sea, where
a town with a transparent name, Grado (= access step) had the largest port facilities, sui-
table for maritime traffic.

Since the twentieth century, according to Calderini (1930), the walls and the port
have been identified as the main problems for the archaeological investigation of the

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Water (and harbors) around Roman Aquileia

ancient city, namely the two elements that according to the ancient poet Ausonius would
have made celeberrima (i.e very famous) the city at the end of the 4th century AD.

The knowledge of the port of Aquileia goes back less than a hundred years ago. In a
beautiful volume Aristide Calderini mentions only the port structures along the river,
east of the urban center, which visitors today admire. They had already been seen by
Austrian scholars in the 1870s, but not understood and were again excavated and finally
identified by Giovanni Brusin in the 1920s (fig.3, no 1). Nevertheless, like many other
areas of the city, a good part of them are still waiting to be brought to light and studied.

One of the major discoveries in recent years is due to the systematic surface survey
work carried out with geoelectric tools by a team, coordinated by Professor Stefan Groh
of Vienna, in the immediate surroundings of Aquileia. The investigations, of which only
a first part has been published (Groh 2011, 2013, 2019), have revealed the presence of
a stream of water that lapped the republican walls on the western side of the city.
Already in the nineteenth century a bridge was seen crossing it, a bridge that we now
know to be part of the city walls that also incorporated the circus, probably built at the
beginning of the 4th century AD. Now we know that the city was completely surroun-
ded by watercourses of different size and scope, along which there were certainly quays
and piers suitable for unloading goods.

We can compare this to the actual Venice, where with a boat any manager of a com-
mercial activity can easily load his merchandise or we can refer to what happened up
until the nineteenth century in a large city like Milan which was considered the largest
port in northern Italy, despite being several hundred kilometers from the sea.

We can imagine port structures mostly made up of a simple brick or stone quay, in
front of which there could be poles fixed in the base (called paline in Venice), wooden
walkways and maybe even coverings of the masonry parts.

In fact, numerous poles of various diameters were found in front of the masonry
structures of the western shore and also in front of the eastern shore of the port area east
of the Aquileia forum (fig. 3, no. 1). However their interpretation, since the time of the
discovery, is not univocal, according to Brusin and Calderini it would be a means of
reinforcing the bank when the course of the river had by now withdrawn to the east
(Calderini 1930, XCIII; Brusin 1934: 43-44).

Harbor docks and wooden structures connected to them were certainly very common
–and similar to each other– in the various cities located near waterways. We can find
many comparisons for example in Ivrea (ancient Eporedia) or in Verona and in many
centers of north-eastern Italy. Quays and wooden docks certainly also existed along
navigable waterways within the plain, often in relation to villas which, through river

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Maurizio Buora

transport, could acquire and transfer the agricultural products and other commercial
merchandise. In ancient times, maritime communications had an intensity and use that
we find it hard to imagine.

Especially where the coastline was higher and therefore the sea deeper, or roughly
from Duino to Istria, many maritime villas had real port landings, even masonry, subject
to reworking as a result of changes in the level of the sea and the landfill of the coast.

The port of Grado


It was assumed that the Aquileia port system unfolded, for several kilometers, along
the course of the River Natissa until its outlet into the sea, at Grado.

This assumption is certainly excessive, because it would have required a network of


infrastructures that would need to serve an impressive series of installations.

We can however suppose an arrangement of moorings and docks, for particular


needs and activities. Recently it was interpreted as belonging to port structures a series
of wooden fences and drainage of amphorae (or maybe real and proper walls of ampho-
rae?) a series of developments found during the First World War on the island of
Mottaron, today in the lagoon, therefore surrounded by water and at one time raised on
land near the course of the Natisone River.

The town of Grado emerges forcefully in the historical narratives starting from the
fifth century AD and later when it belongs to the Byzantine empire and then to the domi-
nion of Venice. The present inhabited area rises exactly above the ancient structures,
which for this reason are minimally known. In Roman times, Grado stood on the coast
line and therefore served as a port of call for larger ships that could not travel along the
waterway that led to the city of Aquileia.

Luisa Bertacchi, observing the cadastral limits of the current historical center of
Grado, proposed to identify through them a series of piers and docks located south of
the current commercial port (Bertacchi 1980: 277). However, at the moment there is no
archaeological evidence to confirm this hypothesis.

Along the current Natissa river there were probably also places of loading and unlo-
ading equipped very differently from the monumental port of Aquileia. Recently it was
supposed to interpret as belonging to port structures a series of wooden fences and
amphorae rows (perhaps part of real amphorae walls as if they were found in Rome
along the Tiber) found during the first war world in the island of Mottaron (Cestelli and
Turco 2016). The surface finds showed here a frequentation until the Late Antiquity
(Gaddi 2001: 268). Today it is surrounded by the water of the lagoon, but once it was
raised on land.

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Water (and harbors) around Roman Aquileia

A well-known passage from Jerome (Adversus Rufinum, III, 10: “Et quis tibi crederet
homini veracissimo, ut negotiator orientalium mercium, qui et hinc deportata selling
necesse habebat, et ibi emere, quae huc rursus adveheret, biduum tantum Aquileiae adfue-
rit...”) informs us that the overseas merchants docked in Grado, where they stayed for two
days: to transfer the cargo to barges heading for the city of Aquileia, to unload the goods
here and for any general cargo recharges, before leaving. The discovery of some wrecks
in the Grado lagoon, that of the ship called in modern times Iulia Felix, revealed the
variety of the cargo, the mixture of the products and their different chronology.

Towards Aquileia: docks and warehouses


We can suppose that the barges used to bring the goods from Grado to Aquileia could
use the force of the wind, when it was favorable, or be dragged from shore by animals
along the so-called viae helciariae. However, this would have obliged to have fixed
structures, production facilities or even houses at a certain distance from the shore.

It was proposed that the particular arrangement of the water courses around the city
could allow a sort of forced circulation of the boats, for which they would have crossed
the Anfora channel –another transparent name, derived from the presence of amphorae,
mostly African, along its banks– up to the various port structures along the entire city
perimeter, and then descend back into the Adriatic along the lower course of the Natissa
river which then reached as far as Grado.

Giovanni Brusin's excavations of the 1920s highlighted the structures still visible and
proposed a first chronology, still largely accepted today. He identified a monumental
quay, lined with stone parts, formed by two levels (fig. 3, no 1). A more modest arran-
gement would have been found on the east coast of the same river, here forty meters
wide.

Presumably equipped docks, perhaps distinguished by product groups, were located


on both sides of the Anfora canal, but we do not yet have sure archaeological evidence.

A third quay to the north, along the bank of the Ausset river, was excavated by the
Maionica at the end of the nineteenth century (part cat. 239/1). It had a rectilinear wall
structure with a staircase and drainage channel (Maggi and Oriolo 1999: 113; Tiussi
1996 and 2004) (fig. 3, no. 2).

Probably along the two banks of the canal that lapped the republican walls of
Aquileia to the west, there were docks that at least occasionally could be used for the
landing of boats and the unloading of goods. However, here the shore was formed by a
sort of sidewalk –which can be seen very well in the aerial photos–which ran outside the
walls, having very narrow openings.

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Maurizio Buora

Therefore, if there was some loading and unloading activity, it had to be somewhat
limited. A similar situation was created in the east, in the ancient river port when the cons-
truction of the late-ancient walls on the quay left only the lower part of the structures avai-
lable to possible landing places.

Another channel (the second!) was then identified by the team of prof. Groh in the
south-western part of the city, between the Anfora canal to the north, the Terzo river to the
west and the Natissa river to the south. A quay about 80 meters long has been identified
here (fig. 3, no. 3). Unfortunately, this area, already abandoned since the late antiquity, was
largely attacked and devastated by the urbanization of the 1960s, which deprived the
archaeological research of the possibility of making important observations especially on
the development of the early medieval and medieval cities.

Port warehouses
During the excavations of the river port, Brusin brought to light a large part of a ware-
house about 300 meters long and about ten meters wide (fig. 3, no. 1). Similar structures,
although with different layouts, were found in Rome along the course of the Tiber river.

In Aquileia it was probably built in the Flavian age, when this part of the port was
rebuilt. During the excavations for the sewers (1968-1972) the northern head was inter-
cepted. It had large walls that existed up until the early nineteenth century, when they were
destroyed. A sketch remains.

The republican walls of the city, attached to the northern head, were doubled, as
Herodian tells us (Herodian., 8, 2, 4), in view of the threatened arrival of the troops of
Maximinus Thrax. Archaeological investigations have confirmed here the news reported
by the ancient source (Buora 2016: 10-13).

A second warehouse, of the same size, or slightly smaller, about 300 meters long and
about ten wide, was identified by Stefan Groh along the southern bank of the Anfora canal
(Groh 2011: 2019) (fig. 3, no. 4). Over it, probably at the beginning of the 4th century,
overlapped a door of the late-ancient walls. It was dug several times and in particular
around 1940. Of those excavations there remains a precious drawing carried out at that
time and a detailed plan, which in some places diverges from that reproduced by Luisa
Bertacchi in 2003. In the surveys of the mid-twentieth century we thus see a series of pilas-
ters that protrude with interaxis at about ten Roman feet from the southern wall. It’s rather
large (90 cm or more) apparently with exposed stone blocks outside. Even the pilasters
seem to be made up of blocks. A sort of string course runs at the same height on them and
on the longitudinal wall.

Inside the building is marked by walls of different thickness. Two, large as the outer
one, are placed at a distance of about 15 meters. Two other walls separate a dozen-foot-

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Water (and harbors) around Roman Aquileia

wide mosaic room from a second, slightly larger one. The mosaic is a precious chrono-
logical indication since it has a white background, with a border consisting of two or
three rows of black tiles facing east.

On the floor, in a decentralized position, is drawn a square formed by a border of black


tiles. This is a very common reason, widespread also in Aquileia between I and, perhaps,
the beginning of the II century AD (e.g. Pavimenti, nos. 36-37). Perhaps the rooms were
destined for office use (or residence?) Within the department store near the Anfora: the
mosaic gives us an interesting chronological element or tells us that this structure was pro-
bably contemporary to the other that we still see today in the eastern part of the city.

In both we see pilasters strips protruding outside. In conclusion we can assume that
the two plants can from a similar project. At a later time, which at the moment we can-
not specify, at the Anfora warehouse it was approached on the southern side.

It was also assumed that the canal to the west of the walls, discovered by Stefan
Groh, was filled at the beginning of the fourth century, when the whole part west of it
was rearranged with the construction of the circus, for which the houses were destroyed
and the graves located on the sides of the existing roads.

Some aerial images allow us to still see the traces of the primitive arrangement,
although at that time the ground was as high as eighty centimeters, in the northern part
of the circus. Nevertheless we suppose the channel that came down from the north and
entered the Anfora, as well as the latter, were not entirely buried, as they had to serve
for the drainage of urban waters and above all for the large invaded circus.

We know for sure that the city sewers dumped in the waterways that lapped the city:
probably the quarters west of the maximum hinge unloaded in the channel discovered
by Groh and in the Anfora channel, while the districts located to the east of the maxi-
mum hinge unloaded in the Natissa river. From the discovery of traces of oblique under-
ground pipelines, connected to the theater, it was assumed that this historical building
also dumped into the Anfora channel (Groh and Buora 2018). We do not yet know,
however, where the Great Baths and the amphitheater of Aquileia were unloaded.

Horrea
For the goods transported along the waterways, not only the docks –sometimes
equipped– and the large port warehouses were needed, but also other private and public
storage facilities. From surveys conducted in several parts of the empire we know plants
of this kind and the horrea layout shows some variations.

For example, in the big cities it may have an open central space overlooked by
many small rooms. In this case we are dealing with probable multi-functional facili-

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Maurizio Buora

ties, more similar to our shopping centers than to simple warehouses. In principle,
especially in the Late Roman period, the horrea are identified with buildings formed
by three or more long warehouses arranged next to each other and of different sizes.

For Aquileia in recent years more horrea have been assumed. Some had to be
public and managed either by the city administration or by the state, as they were pre-
sumably destined primarily to supply military units located on the border of the empi-
re. The emporial function of Aquileia is attested since its origins and already Strabo
(V, 1, 8), at the end of the I century BC reports that goods arrived by sea here prima-
rily wine (and oil) and wheat. Of this we have the certainty given by the large number
of amphorae that have been found in the city and that spread into the hinterland. This
means that at least from the late Republican age there were port structures –of which
at the moment there is no visible trace – perfectly able to function.

It is commonly accepted that horrea were located near waterways, to facilitate


grain transport and handling (Vera 2008). As for Aquileia we have an epigraphic tes-
timony, datable to the second half of the 1st century AD, referring to a probable fre-
edman (I.A. 567). It is assumed that he, at the time of emancipation, had adopted the
noble Aquileiensis derivative of the name of the city. If this is true, then previously, as
a public servant, he would have served at the Horreum Maronianum.

It was therefore an horreum, initially arranged by a private individual whose name


is commonly understood as Maro, well attested in southern Italy (CIL IX, 652,
Venusia; IX 1880, Beneventum; Eph. Epigr. VIII, 1, 33, Brundisium) and Africa (e.g.
IRT, no. 309) and elsewhere, from Gallia to Asia Minor to Moesia. It has never been
observed, however, that it could also derive from the nobility of a woman: the name
Maronia is in fact present in epigraphs of Rome (EDR 103606), of the coast of
Dalmatia (Zadar, Ubi erat lupa 23963; Salona CIL III, 2322) and even of Africa (CIL
VIII, 27699).

An horreum, at the end of the fourth century, placed in Aquileiensi (therefore in


some site of the Aquileiese region, perhaps not necessarily in the city) was the pro-
perty of a Roman woman of senatorial rank, who after having bought it had rented it
to a local entrepreneur, who however refused to pay the rent. With the help of
Symmachus, his relative, the prefect of the praetorian Eutignus wrote a letter dated
3867386 showing his interest and of which is still conserved a copy.

The Horreum Maronianum, therefore, would perhaps have been subsequently


acquired by the municipality and managed by municipal employees (servants). More
horrearii are known in the Roman world, such as in Benevento (CIL IX 1545) or
Caesaraugusta (Beltran 1986: 56), but their duties are not exactly known.

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Water (and harbors) around Roman Aquileia

In Aquileia the largest horrea, certainly owned and managed by the public, were
located in the block south of the basilica –he first Christian church– and were probably
built like those of Milan in the Tetrarchic age. It is possible that they are the same as
those mentioned in 536/537 by Cassiodorus in anticipation of a famine (Cassiod.,
Variae, XII, 26). The comparison with the planimetry of the late-ancient horrea at
Sočanica, named municipium DD in Moesia superior, a civil centre closely related to the
mines of the area (Rizos 2013), shows that in Aquileia the same plant, evidently cano-
nical, has doubled.

This reveals the breadth of traffic and the volume of goods, mostly grains, piled up
here and distributed by the structure.

The geomagnetic investigations carried out by Stefan Groh's team in Aquileia have
made it possible to identify two more probable horrea, both located outside the walls,
not far from watercourses. Those in the north and south were probably formed by four
long rooms joined together (perhaps in ancient times subdivided internally by parti-
tions), while a fourth, placed inside the republican walls at the point where the Via
Annia, on a bridge built towards the middle of the 2nd century BC entered the city,
would have had only three aisles.

Water courses and places of worship


It may be a case, but immediately north of the river port - the one visible today - of
Aquileia there was an Iseo or a sanctuary dedicated to Isis and Serapis that perhaps wel-
comed the faithful of other cults as well. It is well known a particular predilection of the
sanctuaries of Isis for the proximity of the water, necessary for the votive functions but
also, probably allusive to navigation. In fact the ceremony of the navigium Isidis sanc-
tioned the beginning of the sailing season in the spring full moon.

In the southern part of the port two dedications to Neptune, one from the first cen-
tury AD (I.A. 327) and the other of the year 250 (I.S. 326), as appropriate in this place
was found under conditions of reuse, it was also assumed that the temple was dedicated
to the same deity, whose temple foundations are visible from the aerial photos, located
on the opposite bank, a short distance away (Buora et alii 2009).

But other places of worship could rise along the banks of the two canals that led to
the sea. Along the lower course of the Natissa river, near its union with the river of
Terzo, stands today, almost abandoned, the chapel dedicated to the four Aquileian
Virgins, a distant memory of ancient cults already placed along the river.

During a dredging, an ex voto was recovered in the shape of a ship's bow (Scrinari
Santa Maria 1972: 192, no 599), a spectacular and obvious invocation to the deity for
the protection of navigation.

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Maurizio Buora

Still in the XVIIIth century a church (St. Margherita de Anfora) is mentioned in the
year 1210, leading to the bank of the Anfora canal (Scalon 1982: 410), in an area now
far from the inhabited center, we also hypothesize, the survival of ancient cults and proof
of a frequentation of the canal even in modern times.

Reconfiguring the port since the Byzantine age


Probably already during the fifth century, a time of generalized crisis, the importan-
ce of the port of Aquileia progressively declined, without, however, completely disap-
pearing. It was of local importance and remained open for small traffic within the lago-
ons and channels towards Ravenna, capital of the Byzantine exarchate, and towards
Grado and from here in connection with numerous other port realities along the high
Adriatic coast of which we have news since the early Middle Age.

Nevertheless in the Byzantine age we can still see a strong connection between
Aquileia and Grado. The new fortification of Aquileia, culminating in the construction
of the zigzag walls, together with the renewal of the stone furnishings of some churches
and the presence, stable in the city, of troops for defense, made it necessary to have a
river port to ensure the equipment and supplies and also food for the soldiers stationed
in the city. Also important was the transport of construction material, weapons and
defense equipment.

We do not have any archaeological evidence of this either, but we know that from
the middle of the sixth century two new streets began to form the former urban layout
of Aquileia, already reduced to less than half of the area within the walls, previously
occupied. One of these new roads, which started from the four-sided arched door then
built on the maximum hinge, reached the port area, which somehow led to the church of
S. Giovanni. All this new part was certainly made of wood, as were the port structures,
which in the excavations carried out so far have left no visible trace.

The appearance of the lagoon was accompanied by the presence of large swampy
areas, a situation previously avoided with the regular flow of water. From this problem
arose the malaria that infested the area until the II World War, when the DDT helped to
destroy the harmful mosquitoes.

The vast belt of water which no town or city, at that time, public or private, attemp-
ted to reclaim, also constituted a natural defense between two entities from the Lombard
age to the full middle ages enemies, namely the mainland and coastal areas, which were
never unified even after the Venetian conquest of the patriarchate of Aquileia. The small
part of Aquileia, mentioned in the medieval nautical charts and even mentioned at the
Sultans court, after the fall of Constantinople, regained some importance only towards
the end of the VIII century, when it was necessary to embark to reach Grado, which in
the meantime had gained notoriety in the Austro-Hungarian Empire as a holiday resort.

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Water (and harbors) around Roman Aquileia

Conclusions
In this brief overview we have tried to highlight the importance of water for Aquileia.
I am really grateful to Sandra Ward for improving the English text.

Figure 1- Location of Aquileia in the upper adriatic coast.

Figure 2- Aerial photo of the eastern river port.

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Maurizio Buora

Figure 3- Map of Roman Aquileia with the indication of quays, docks and
warehouses (elaboration of Groh 2011).

Figure 4- A new channel soth of the Anfora, with a new quay, southeast
from Aquileia (from Groh 2019).

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