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Durante la primera mitad del siglo XX en España han habido 3 regímenes distintos. El primero
que encontramos es el régimen de la Restauración al que llamamos el sistema canovista basado
en el turno dinástico y que tenía como principal objetivo superar los problemas de la monarquía
de Isabel II pero al empezar el siglo se hallaba en decadencia. Para favorecer la estabilidad
política se creó la Constitución del 1876, con carácter conservador, y que proporcionaba amplios
derechos al rey, esta constitución contaba con una amplia declaración de derechos y libertades
individuales como la imprenta, la expresión, la asociación y la reunión; aunque se dejaba su
posterior regulación al ejecutivo. En este régimen había mucha flexibilidad ya que se tenía que
adaptar tanto a posturas conservadoras como liberales, esta flexibilidad se veía reflejada en la
constitución; un claro ejemplo es la postura ante las libertades ya que los conservadores lo
aplicaban de un modo más restrictivo, y los liberales de un modo más amplio y permisivo.
El voto durante esta etapa era censitario, y contaba con un sufragio universal masculino que se
aprobó con los liberales en el 1890. El Estado se reconocía confesional católico, pero contaba
con libertad de culto.
Estos derechos y libertades se contraponen al siguiente régimen que llegó a España en el 1923,
que fue la dictadura de Primo de Rivera que tenía un régimen totalitario dirigido por militares, que
llevaba a la desigualdad y a la supremacía del Estado; es por ello que se suprimen las libertades
individuales, los derechos de asociación y se impone la censura tanto en la prensa como en la
enseñanza. Durante este régimen el sufragio era indirecto y el estado confesional católico.