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La mujer ideal tenía la piel blanca, largas melenas rubias recogidas en moños, ojos pequeños
pero vivaces y complexión ósea claramente nórdica.
3- LA BELLEZA EN EL LEJANO ORIENTE
GEISHAS JAPONESAS
Más tarde, a pesar de la moralidad todavía reinante durante el Renacimiento, era tanto el afán
por demostrar la perfección del cuerpo humano que se muestra desnudez en las obras. Sólo
hay que pensar en El David de Miguel Ángel que dedicó gran parte de su trabajo a recuperar y
evolucionar la armonía de las proporciones clásicas (como demuestra, su “Hombre de
Vitrubio), llegando a la proporción áurea representada por el número 1,618. Es curioso, como
entendió que la belleza y las matemáticas iban de la mano.
La higiene corporal continuaba en el olvido, por lo que se usaban cantidades de perfumes para
combatir el mal olor. Se pone de moda la extravagancia y la exageración. Existía una obsesión
por el maquillaje y los perfumes. El hombre se maquillaba tanto como la mujer, presentando
un aspecto afeminado. La mujer se aplicaba una pintura dando a la cara una blancura
excelente, empolvándose con polvo de arroz o de harina, y se perfilaban las cejas, ojos
delineados en negro, en el párpado aplicaban azul o verde, rojo oscuro en los labios dibujados
en forma de corazón. Los lunares tuvieron su importancia. Eran considerados estéticos, a veces
se los pintaban o los hacían de terciopelo.
Cuanto más blanca era la tez, más hermosas se veían, por lo que cubrirse el rostro con polvos
de talco era algo imprescindible. El contraste de color lo daba el rojo de los labios. Por otro
lado, la frente prominente y el pelo rizado eran señas características de la época, así como
unas cejas muy finas o depiladas totalmente para hacer aún más larga la frente.
6- EL CANON DE BELLEZA DEL BARROCO
Ya en el Barroco le toca el turno a las pelucas, tanto en hombres como en mujeres, además del
abuso de perfume, los polvos blancos en la cara y el cuerpo o maquillarse y recalcar las venas.
Sin olvidar la tortura de los corsés, que llegaban a privar de aire a quienes los vestían,
produciendo desmayos y malformaciones óseas. Por otra parte, además de la abundancia de
joyas, fue en esta época cuando se conoció el concepto moderno de maquillaje. Aunque por
aquél entonces, hombre y mujeres se pintaban en la cara un lunar negro que, dependiendo de
su posición, podía tener uno u otro significado.
Aun así, ni siquiera en el Barroco la belleza lo era todo; tuvo mucha importancia la amabilidad
y encanto personal.
A nivel físico, en esta época gustaban las mujeres de tener una piel blanca, cinturas estrechas,
manos pequeñas y una frente muy redonda. Para lograr esto último, se afeitaban las entradas
del cabello de la cara y se arrancaban cejas y pestañas. Aquellas damas no medían más de 1,64
metros de altura, y su envergadura era de 37 centímetros, de hombro a hombro, 62
centímetros de brazo, 9,2 cm de mano, 74 centímetros de pierna y alrededor de los 18
centímetros de pie. En los hombres su aspecto era afeminado.
7- EL CANON DE BELLEZA DE LA PRERREVOLUCIÓN FRANCESA
La belleza de la mujer pasa por diferentes etapas, de una mujer que comienza a liberarse del
corsé y el enmarañamiento hacia una mujer libre y sensual, emancipada, que muestra su
cuerpo, que se insinúa, que es práctica, con adornos que son funcionales, mujeres que pasan
de la figura de matronas a figuras femeninas estilizadas, bellas y jóvenes.
Empiezan a promover la vida sana, el ejercicio y las actividades al aire libre. Una verdadera
revolución que abrió la puerta a otro tipo de belleza. Aunque, por otra parte, esta sub-cultura
de querer estar sano y guapo, pero sin que se apreciase el maquillaje y el esfuerzo que
acarreaba, trajo consigo un incremento considerable de productos, cremas de belleza y , sobre
todo, pseudo-tratamientos médicos de poca fiabilidad que incluso suponían una amenaza para
la propia vida.
A pesar de todo, el canon de belleza imperante sigue siendo el de una de mujer necesitada,
frágil, desprotegida, con aspecto de tuberculosa. Algunas incluso bebían vinagre para lograr tal
aspecto, sufriendo por ello alteraciones obvias en la sangre. Además, se aplicaban Belladona
en los ojos, para que, pese al consciente riesgo de ceguera, se vieran rojos y lacrimosos… Todo
contribuía a ofrecer un aspecto enfermizo, tuberculoso y, según las preferencias de la época,
bello.
Las mujeres tenían gran predilección por aparecer con un aspecto enfermizo. La piel limpia era
el secreto de belleza. Lucir con los ojos y las mejillas coloreadas estaba mal visto, por lo que a
falta de coloretes, se pellizcaban la piel para que la sangre pigmentara los pómulos.
- Años 20
Este prototipo comenzó tras la Primera Guerra Mundial, cuando una mujer más
andrógina empezó a tomar protagonismo, dando paso a mujeres con cortes de pelo,
ocultando pechos y cintura y dando lugar a una silueta más plana y una imagen casi de
eterna adolescente. Así, durante la década de los años 20 se cambiaron las siluetas
curvílineas por cuerpos más atléticos.
- De los años 30 a los 50
Con la entrada de los años 30 volvió la mujer más sensual. Esto se mantuvo más o
menos hasta los años 50, siendo durante esta etapa tendencia lucir un busto
imponente y unas caderas poderosas. Se puso de moda el rubio platino.
Vivimos en una sociedad que sigue buscando una perfección que no creemos vaya acorde con
el ser humano, porque somos como somos: bajitos, altos, guapos, feos…
Es imposible gustar a todo el mundo, aunque te pongas maquillaje, seas gorda, delgada,
vegana o metro-sexual. Las bellezas (físicas) de nuestra época también sufren, y ojalá que
algún esté de moda sea ser uno mismo, sano y feliz, sin más.