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LA IMPORTANCIA DE PONER NORMAS EN CASA

Poner límites claros y razonables es una de las tareas para que los niños/as no se
conviertan en pequeños/as “tiranos/as” y aprendan a convivir con los demás.
Algunos consejos prácticos a la hora de poner límites a los/las hijos/as son los siguientes:
1. Mostrar objetividad. Es frecuente oír: “pórtate bien" o “sé bueno". Dichas expresiones
pueden resultar imprecisas. Los/las niños/as lo entenderán mejor si se ponen las normas
de una forma más concreta ("habla bajito en la biblioteca " o “dame la mano para cruzar la
calle").
2. Ofrecer opciones. Dar a los/las niños/as la oportunidad limitada de decidir cómo cumplir
las "órdenes". Así sienten una sensación de poder y control, reduciendo las resistencias
("es la hora de vestirse, ¿quieres elegir un traje, o lo hago yo?”).
3. Ser firmes. Ejecutar con voz segura, sin gritos, y con mirada seria en la cara lo que se
quiere hacer cumplir (“vete a tu habitación ahora" o "¡para!, los juguetes no son para
tirar").
4. Acentuar lo positivo. Expresiones como el "no" o "para!" dicen lo que es inaceptable
pero no explican qué comportamiento se debería tener. Es más oportuno decir a un/una
niño/a lo que debe hacer (“habla bajo") antes de lo que no debe hacer (“no grites").
5. Mantenerse al margen. Cuándo se dice "quiero que te vayas a la cama ahora mismo",
se está creando una lucha de poder personal con los/las niños/as. Una buena estrategia
es hacer constar la regla de una forma impersonal (“son las 8, hora de acostarse" y se le
enseña el reloj).
6. Explicar el porqué. Evitar dar una larga explicación que les distraiga, es decir,
manifestar la razón en pocas palabras (“no muerdas a las personas. Eso les hará daño" o
“si tiras los juguetes de otros niños, ellos se sentirán tristes porque les gustaría jugar con
ellos").
7. Sugerir una alternativa. Así aprenden que sus sentimientos y deseos son aceptables
("no sé si te gustaría mi pintalabios, pero eso es para los labios y no para jugar. Aquí
tienes un lápiz y papel a cambio" o “no te puedo dar un caramelo antes de la cena, pero te
puedo dar un helado de chocolate después".
8. Ser consistente. Las rutinas y reglas de la familia deben ser consistentes días tras día
(hora de comer, acostarse, etc.), aunque se esté cansado o indispuesto.
9. Desaprobar la conducta, no al niño/a. Dejar claro a los/las niños/as que la
desaprobación está relacionada con su comportamiento y no directamente con ellos/as.
En vez de decir “eres malo" (desaprobación del niño/a), se puede decir “no muerdas"
(desaprobación de la conducta).
10. Controlar las emociones. Cuando se está muy enfadado, se castiga más seriamente y
se puede sin quererlo ser más abusivos verbalmente y/o físicamente.
RESUMEN
Las familias deben poner las normas que consideren justas, exigir que se cumplan, actuar
con seguridad y firmeza, desde el conocimiento de los niños/as y el cariño que tienen a
sus hijos e hijas, sabiendo que son el modelo a imitar y sabiendo que la valoración y
respeto son una meta y una guía para ellos/as.

Enseñar valores a los hijos


Los padres queremos que nuestros hijos se comporten correctamente y que lleguen a ser buenas personas. Por ello es necesario
que desde pequeños les inculquemos valores positivos a los hijos.
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Educar a un hijo no es fácil, hay que ser pacientes y perseverantes en cuanto a su educación. Y cuando hablamos de educación no
nos referimos a la formación escolar o académica, que, por supuesto, es importante, sino la que los padres ofrecen a sus hijos en el
día a día, formándolos y enseñándolos en cada una de las situaciones que se viven.
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Que nuestros hijos adquieran correctos valores dependerá no solo de su propio carácter, sino de lo que aprendan en el seno
familiar. Si el niño crece en un ambiente en el que se sienta querido, respetado y protegido aprenderá valores éticos adecuados. Los
niños necesitan a alguien que les guíe, que les anime y les ayude en el transcurso de su vida. Necesitan sentirse apoyados, valorados,
queridos…Y para eso estamos los padres, somos su mejor ejemplo, su modelo a seguir en todos los aspectos. Hemos de enseñarles
con el ejemplo y utilizar los valores que queremos que aprendan, no solo por ellos sino por nosotros mismos.
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La vida es dura y difícil y los hijos no siempre estarán en nuestro regazo para cuidarlos y protegerlos, tarde o temprano tendrán que
tomar sus propias decisiones, y que hagan lo correcto dependerá de la educación que les hayas dado y de los valores transmitidos.
Como dice José Mª Contreras en su libro Hablar con los hijos, “en el fondo, educar es un dialogo sobre valores”.
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La base de la educación
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El mundo que nos rodea está cargado de actos y situaciones poco éticas, desagradables e incorrectas, y los niños lo absorben todo,
por eso, es de gran importancia el papel de los padres en la correcta educación. Todos los valores deben surgir del seno familiar. Los
niños no nacen con virtudes peyorativas sino que somos, primero los padres y luego el entorno, quienes se los mostramos. Tenemos
pues el poder de cambiar el destino formando individuos con valores sanos. Para conseguirlo hay que practicar cinco normas
básicas:
.- Ser padres ejemplares: debemos mirar en nuestro interior, ver si somos, si nos comportamos como queremos que sean y se
comporten nuestros hijos.
- Comunicación: debemos abrirnos a los hijos, hablar de nuestros sentimientos y pensamientos para que ellos se abran a nosotros.
- Reducir los impactos nocivos: la televisión, los videojuegos, Internet… y en general todo su entorno está cargado de impactos
negativos que influirán en su conducta. Asegúrate de que lo que ve y de que las personas con las que se rodea sean las más idóneas.
- Saber corregir: hay que frenar las conductas negativas, explicar las consecuencias de su actitud (siempre con un lenguaje adaptado
a la edad y madurez del niño) y mostrar conductas correctas.
- Enseñar: dialogar mucho con ellos, razonando y explicándoles, no supongas que los niños saben las cosas, debes enseñárselas y la
mejor manera es con ejemplos prácticos, con situaciones del día a día, con libros, cuentos, etcétera.
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Que aprenden los niños a cada edad
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Conseguir que los hijos entiendan lo que es bueno y correcto y sepan diferenciarlo de lo que es malo e incorrecto, dependerá de la
madurez, del grado de entendimiento y de la comprensión del niño. Para enseñar valores hay que tener en cuenta su edad y
desarrollo (emocional, mental y social). No podemos exigir la misma responsabilidad a un niño de 3 años que a uno de 5.
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Niños de 0 a 1 año: los bebes desde que nacen necesitan, a parte de que se les cubra sus necesidades básicas de aseo y alimento,
recibir el máximo amor y cariño por parte de sus padres. Es la manera de poder construir los cimientos sobre los que se levantará su
seguridad, independencia y desarrollo. Los bebés no entienden de normas pero si de ternura.
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De 1 a 3 años: Todavía no dominan el lenguaje pero son capaces de entender algunas normas sencillas. Es la edad en la que
necesitan los límites como pauta de su comportamiento, por ejemplo “no tires tierra”, “eso no se toca”, “no se muerde”. Así
aprenderán a reconocer lo que está bien y lo que no.
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De 3 a 4 años: los niños no solo necesitan límites sino también explicaciones para asimilar los valores. Ya entienden las normas,
aunque no siempre las respeten. Y éstas no se deben limitar a no dejarles hacer algo sino que han de ser más amplias, como son las
que les enseña a ser educados y a comportarse adecuadamente.
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De 4 a 5 años: aunque los niños siguen siendo egocentristas tienen, de manera básica, un mayor sentido de la justicia (lo asimilan a
la igualdad) y la empatía. Por ejemplo: saben que no pueden pegar porque al otro le dolerá (empatía) pero que si le pegan una
patada él la devolverá (justicia).
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A partir de los 5 años: los niños pueden comportarse de forma cruel aunque sin tener verdadera conciencia.Pueden herir, sin
quererlo y sin saberlo, los sentimientos de los demás. Del mismo modo el niño puede ser víctima de burlas. Por eso necesitan
explicaciones y mucho apoyo de los padres. Debemos implicarnos, tomarnos en serio los sentimientos de nuestros hijos, ayudarlos y
enseñarles a mantenerse al margen de peleas y a pedir ayuda cuando la necesiten (a padres o profesores). En esta etapa es muy
importante la actitud de los padres, pues a estas edades se fijan mucho en lo que hacemos e intentan imitarnos.
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De 6 a 9 años: a esa edad los niños ya tienen una conducta más rebelde. Conocen los diferentes puntos de vista de una misma
situación por lo que cuestionan las normas de sus padres. El niño ya tiene opinión propia sobre dichas normas y quiere actuar en
consecuencia.
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A partir de los 10 años: los niños ya no son tan niños y empiezan a sufrir cambios, tanto físicos como psíquicos, tienen cambios de
humor y de comportamiento significativos. Y muchos de los valores enseñados y acogidos parecen ahora no tener sentido. Muchos
adolescentes expresan su inseguridad a través de un mal comportamiento (o mala conducta). Es importante que los padres se
muestren abiertos y pacientes y les ayuden a madurar dándoles la oportunidad de experimentar, equivocarse y aprender de sus
errores por si solos, para que vayan encontrando sus propios valores.
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Valores primordiales
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Los valores son aquellos parámetros de conducta y actitudes que toda persona debe tener para convivir en sociedad. Es aquello que
la familia, la sociedad y la persona como individuo, consideran como correcto y ético.
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Empatía
La empatía es la capacidad para entender las preocupaciones y problemas de los demás y compadecerse de ellos. Es la virtud que
hace que las personas sean sensibles, tolerantes, compasivas, comprensivas, afectuosas y no violentas.
Los niños deben entender sus propios sentimientos y saber que los demás también tienen sentimientos, necesidades o
preocupaciones igual que él. Para inculcarles este valor lo primero que hay que hacer es escucharle de verdad, sin menospreciar sus
sentimientos. Si está rabioso porque ha perdido un juguete hay que entenderle y comprenderle. Evitar decir “no pasa nada ya te
compraremos otro” sino “sé como te sientes por haber perdido tu juguete” A veces los sentimientos están más ocultos y hay que
destaparlos con preguntas tipo “¿te sientes mal? pareces nervioso”. Muchas veces cuando los niños se ven comprendidos por sus
padres se sienten mucho mejor. En el ejemplo se podría decir al niño “entiendo como te sientes, yo también estaría muy disgustada
si perdiera alguna cosa”. Es importante hablar de sentimientos, los de los padres y también los de los hijos, y preguntar a menudo
“¿cómo te sientes?”
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Conciencia
Es la base para una vida decente, una sólida ciudadanía y comportamiento ético y moral.
La sociedad que nos rodea bombardea al niño de influencias negativas, que lo pueden convertir en una persona sin moral, sin
empatía, sin autocontrol y sin buena conciencia. Ayuda a tu hijo a construir su conciencia y estimular su inteligencia moral. Se un
ejemplo para él, trátalo de forma respetuosa, habla con él de lo que está bien y mal, corrige y razona sus conductas negativas.
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Autocontrol
El autocontrol es lo que permite tomar decisiones correctas en situaciones tentadoras, significa tener control de sí mismo. A veces
vivimos situaciones que nos alteran tanto que se nos pasa por la cabeza hacer cosas malas e incluso horribles pero el autocontrol
evita que eso suceda. El autocontrol es lo que permite a los niños a regular su conducta de forma que sólo realicen las cosas que son
correctas. Es una virtud muy necesaria en la sociedad actual tan cargada de violencia.
Si tu hijo es de los que pierden el control y acaban con gritos, palabrotas y patadas, es bueno enseñarle a respirar profundamente y
contar hasta diez para relajarse. Poco a poco irá aprendiendo que una vez que se actúa ya no hay marcha atrás y se que entonces se
debe asumir el resultado de los actos. Nuestro objetivo como padres es ayudar a nuestros hijos a darse cuenta de que tienen control
sobre su vida y sobre las decisiones que toman. Hay que enseñarles a pensar antes de actuar imaginando las posibles consecuencias.
Los niños necesitan practicar en la toma de decisiones, así que ayuda a tu hijo a examinar detenidamente las posibles consecuencias
y guíale para que tome decisiones seguras y correctas, de esta manera, con el tiempo aprenderá a actuar como es debido y sin tu
ayuda.
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Respeto
Es tratar a los demás como nos gustaría que ellos nos tratasen a nosotros. La educación en el respeto empieza en casa, cuando la
manera de dirigirnos entre nosotros es correcta, cuando mantenemos una actitud cordial y respetuosa con los hijos, estamos
inculcando este importante valor en ellos.
Debes mostrar respecto por tus hijos aceptando sus opiniones, sus deseos y sus gustos, y haciéndoles partícipe de los asuntos de
casa, pero eso tampoco significa que se les deban otorgar todos los caprichos. Todos los niños viven la etapa de las palabrotas, hay
que hacerles entender que esas palabras malsonantes pueden herir o molestar a los demás y que lo mismo sucede con las peleas.
Replicar, responder irrespetuosamente y las malas contestaciones están en alza, y esto puede tener resultados muy negativos en el
ámbito social. Corregirlas es trabajo de los padres. Ante una situación de falta de respeto lo primero que hay que hacer es decirlo,
explicar como se siente uno al ser tratado así y enseñar nuevas conductas que sustituyan a las inapropiadas.
También hay que enseñar a los niños a discrepar respetuosamente, mediante el uso de la palabra y siendo correctos.
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Bondad
Es el valor de preocuparse por los demás, por su bienestar y sus sentimientos de manera altruista. Son las ganas de hacer el bien y
no el mal.
Todos los niños nacen con la capacidad de ser buenos, y es con nuestro estímulo hacia acciones bondadosas, lo que hace que ese
valor se asiente en su carácter.
Para que los niños sean bondadosos deben saber que las palabras y las acciones crueles son ofensivas y hieren a las personas. Deben
aprender que este tipo de acciones tienen consecuencias. Por ejemplo, que un niño se burle de otro por llevar gafas es cruel y no
debemos permitirlo, de lo contrario esa crueldad irá en aumento.
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Sinceridad
Es uno de los valores que consideramos más importantes. La sinceridad es la base de la confianza. Debemos enseñar a lo los hijos
que no hay que mentir pues haciéndolo se contrae consecuencias desagradables como la falta de confianza, enemistad y enfados.
Mintiendo no se solucionan los problemas. Los niños pequeños, a menudo mienten, porque confunden la realidad con la fantasía,
pero los niños más mayores mienten porque tienen miedo al castigo por haber hecho algo, para evitar la recriminación, con lo que
no se debe abusar de los castigos. Muchas veces las mentiras en los niños de más de 6 años revelan una falta de confianza en sí
mismos.
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No violencia
La agresividad en los niños y adolescentes está en continuo aumento. Debemos enseñar a convivir en armonía. La agresividad es
innata en todo ser humano y es buena en su justa medida, es decir, es lo que nos hace defender nuestros propios intereses y
defendernos haciéndonos valer, pero cuando la integridad o la vulnerabilidad del prójimo está en peligro entonces hablamos de una
agresividad negativa que hay que evitar. Debemos pues enseñar a los hijos a controlar la agresividad. Para enseñar valores pacíficos
a los niños lo primero que hay que hacer es no pegarles (los niños actúan y aprenden los valores que ven en el seno familiar),
controlar su entorno (televisión, videojuegos, Internet, amistades…) para evitar las imágenes o situaciones cargadas de violencia. Se
debe frenar en seco los comportamientos violentos y explicar, en un lenguaje sencillo, la situación y su consecuencia.
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Colaboración
Todos los niños pequeños pasan la etapa de querer ayudar en casa y aunque su ayuda resulte el doble de trabajo para nosotros, es
importante permitirles que nos brinden su ayuda. De hecho deben tener la obligación de realizar tareas en casa (adaptadas a cada
edad), aunque sean pocas y sencillas. Así aprenderán a colaborar, a realizar trabajos en equipo, a integrarse y a valorar los esfuerzos.
Si les damos la oportunidad, aunque al principio se necesite una gran dosis de paciencia, en un futuro veremos la recompensa. No
olvides elogiar el esfuerzo y la colaboración de tu hijo.
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Modales
Se ha demostrado que tan malo es un exceso de autoridad como dejar hacer por completo todo lo que quiera el niño. Lo idóneo es
un término medio. Los niños tienen que ir aprendiendo los buenos modales poco a poco y una vez más hay que predicar con el
ejemplo, si le pedimos las cosas a nuestro hijo con un “por favor” y luego le damos las “gracias” como algo normal y habitual, él
también acabará haciéndolo. Es importante ir inculcando normas básicas de conducta como por ejemplo saludar, comer
correctamente con los cubiertos, decir “buenos días” o no interrumpir las conversaciones.
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Consideración
Ser considerado significa tener la capacidad de renunciar, en beneficio de los demás, de tus propios intereses. Preocuparse primero
por otros antes de mirar por nosotros mismos. Los niños pequeños, menores de 3 años, no saben que sus actos pueden molestar a
los demás (no tienen ni la edad ni la madurez para ello), pero poco a poco hay que ir explicándoselos, por ejemplo, hacer ruido por la
noche puede molestar a los vecinos, se debe estar callado cuando los demás hablan, no hay que tirar cosas al suelo, hay que ser
amable…
Una forma de guiar y corregir la conducta en determinadas situaciones es proponiendo una acción alternativa; en el caso del
ejemplo del ruido por la noche sería indicar al niño un juego más silencioso que no pueda molestar a los vecinos.
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Tolerancia
Es respetar a los demás por su carácter y comportamiento, aceptando sus diferencias y reconociendo sus derechos y necesidades.
A menudo, las personas poco tolerantes suelen ser individuos inseguros, con miedo a los cambios y a lo desconocido. Otras veces es
la ignorancia o falta de información lo que hace que los niños desarrollen prejuicios.
Hay que ayudar a nuestros hijos a descubrir las cualidades positivas de las personas y enseñarles desde pequeños, que ninguna
persona es mejor que otra. Dialogando, explicando y mostrando abiertamente diferencias y similitudes hará que nuestros hijos se
sientan más seguros y sean tolerantes.
No hay que permitirles comentarios discriminatorios de ningún tipo. Y si esto sucede debemos conocer los motivos por los que lo
hacen y después dialogar, explicar y enseñar el comportamiento correcto.
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Justicia
Es una virtud que nos permite ser honestos, tener una mentalidad abierta. Es el valor que nos ayuda a escuchar antes de juzgar, a
compartir, a respetar las normas. Un niño que aprende justicia será mucho más tolerante, amable, comprensivo y atento, y se
convertirá en el mejor ciudadano, trabajador, amigo, padre, vecino que podamos desear.
Si queremos que nuestros hijos sean justos debemos tratarlos de igual forma, evitando favoritismos entre hermanos, estableciendo
normas justas, prestando atención al niño, admitiendo los errores, actuando con imparcialidad, no juzgando de antemano, evitando
las comparaciones…
Un ambiente familiar hostil no va ayudar a los niños a desarrollar los fundamentos de la justicia y a menudo deriva en trastornos
afectivos duraderos.
Una forma de enseñar justicia es incitarles a que piensen cual es la solución más justa a sus problemas. Hay que enseñarles a que
vean las cosas desde todos los puntos de vista (ponerse en el lugar del otro les permitirá conocer la justicia y la injusticia). Que los
niños sean parte de la solución muchas veces hace que se detengan, piensen y se calmen. Y no dejes que se marchen hasta que no
hayan resuelto el problema. Si es necesario ofreceremos nuestra colaboración para mediar en la situación.
Anima a tu hijo a defender tanto sus propios derechos como los de los demás cuando se enfrente a un trato injusto. Enséñale la
importancia del juego limpio y de la deportividad.
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Responsabilidad
Hay que dejar que los niños vayan asumiendo responsabilidades, en la medida de sus posibilidades, aún sabiendo que cometerán
errores y equivocaciones, hay que confiar en la capacidad del niño. Los niños han de tener más obligaciones que la de estudiar y ser
responsable de ellas, para evitar que se conviertan en una personas egoístas. Todos los niños pequeños viven la etapa de la
independencia en la que lo quieren hacer todo ellos solos, es un buen momento para que empiecen a asumir tareas, como poner la
mesa, recoger sus juguetes, vestirse, etc.
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Civismo
Tener este valor significa que eres capaz de mirar a tu alrededor y acudir en ayuda de quien lo necesita, de quien está en apuros. Y
es una virtud que denota seguridad y confianza en uno mismo, así como integridad moral.
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Nuestros Sentimientos 
Nuestros sentimientos son un sexto sentido, el sentido que interpreta, ordena, dirige y resume los otros cinco. Los sentimientos nos
dicen si lo que experimentamos es amenazador, doloroso, lamentable, triste o regocijante. Podemos describirlos y explicarlos de
manera sencilla y directa, ya que no hay en ellos nada de místico ni de mágico. Conforman todo un lenguaje propio.
Cuando hablan los sentimientos, nos vemos obligados a escuchar y a veces, a actuar, aun cuando no siempre comprendamos el
porqué. No tener conciencia de los propios sentimientos, no comprenderlos o no saber cómo utilizarlos y expresarlos es peor que la
ceguera, la sordera o la parálisis.”No sentir es no estar vivo”. Más que ninguna otra cosa, los sentimientos nos hacen humanos. Nos
hacen semejantes.
Los Sentimientos son nuestra reacción frente a lo que percibimos y a su vez tiñen y definen nuestra percepción del mundo. Son, en
realidad, el mundo en el que vivimos. Dado que buena parte de lo que conocemos depende de nuestros sentimientos, flotar a la
deriva en medio de sentimientos confusos o vagamente percibidos equivale a sentirse avasallado por un mundo confuso.
El lenguaje de los sentimientos es el medio por el cual nos relacionamos con nosotros mismos. Si no podemos comunicarnos con
nosotros mismos, no podemos comunicarnos con los demás. Percibimos el mundo por medio de los cinco sentidos. Las impresiones
sensoriales que nos llegan por dichos sentidos deben ser integradas nuevamente por cada uno de nosotros. La manera como cada
uno percibe con un sentido determinado vana, pero no tanto como la manera como cada uno "crea un sentido" del mundo que
percibe. Este proceso de integrar el mundo a nosotros a nuestra propia manera, es un proceso mental básico, así como también un
proceso creativo.
Nuestros sentimientos son la reacción a lo que percibimos por medio de los sentidos y dan forma a nuestras reacciones frente a lo
que percibiremos en el futuro. La persona que lleva dentro una gran dosis de enojo no resuelto, por ejemplo, puede tender a hallar
que el mundo que encara es un mundo también lleno de enojo y con ello justificar y perpetuar su propio sentimiento.
Creo que de esto cabe inferir que el mundo es en buena parte el que nosotros mismos nos creamos. En realidad, el mundo se halla
mucho más bajo nuestra influencia de lo que la mayoría de nosotros advierte. Cuando asumimos la responsabilidad de nuestros
sentimientos, asumimos, además, nuestra responsabilidad frente a nuestro mundo. En la comprensión de nuestros propios
sentimientos reside la clave del dominio de nosotros mismos, la verdadera independencia, lo cual significa lograr el único poder real
que merece ser obtenido. 
Si bien la idea implica que cada uno de nosotros actúa en forma autónoma, también significa que cada uno puede hacer mucho para
reconstruir las piezas inconexas de su vida y llevarlas a una armonía. Si cada uno aceptase la responsabilidad de poner orden en su
propio mundo emocional, el mundo más amplio podría adquirir también mayor realidad, armonía y aun paz.
Despejar el misterio que rodea a los sentimientos, permite en mayor medida reconocer y comprender lo que sentimos, muestre el
origen de los sentimientos, así como su dirección, a fin de que se transformen en aliados, en lugar de enemigos de nuestro propio
desarrollo normal. El método básico es la comprensión es adquirir una conciencia renovada de sí mismo.
A medida que expresamos en forma más abierta nuestros sentimientos, tenemos menos necesidad de precavernos con cosas que
hallamos amenazadoras en el mundo, ya que en lugar de ocultarlos, la persona abierta los utiliza como guía para interpretar el
mundo que vive. Quienes confían exclusivamente en el intelecto para encontrar su camino en el mundo no tienden a estar tan en
armonía con él como quienes utilizan sus sentimientos. Los más altos logros del hombre no se encuentran en la precisión de su
ciencia, sino en la perfección de su arte. El arte del hombre es la celebración de sus sentimientos en su punto de mayor coherencia.
No es posible captar la realidad sin tener en cuenta los sentimientos. Las abstracciones del intelecto y el razonamiento tienen
importancia, pero cuando ellas pierden contacto con los sentimientos, abren el camino para los actos inhumanos y destructivos.
Cuando perdemos contacto con nuestros sentimientos, perdemos a la vez el contacto con nuestras cualidades más humanas.
Recordemos a Descartes y digamos, en una paráfrasis de su célebre frase: "Siento, luego, soy".
Podemos manejar nuestros sentimientos en forma defensiva o bien constructiva. En la primera, nos volvemos hacia adentro,
mientras que la segunda es un expresivo volverse hacia afuera.
Libro: El Lenguaje de los Sentimientos 
David Viscott

El modelo familiar es fundamental en el aprendizaje del amor. Un niño que aprende a ser aceptado y se siente querido por sus
padres y hermanos, será capaz de aprender de sus padres a aceptar a los demás y a expresarle sus sentimientos positivos, su afecto
y también otro tipo de emociones, todas ellas tan importantes en la vida, como el amor.

La expresión de emociones es un factor muy importante en la formación de los seres humanos. Aunque en la cultura occidental en
la cual vivimos existen distintas culturas que aceptan diversas formas de expresión, por lo general es muy poco aceptado el expresar
lo que se siente. Ello por que vivimos en una cultura que tiende a negar las emociones y los afectos, y sobrevalora la razón por
encima de todo.

Los seres humanos nacemos con una expresión natural de nuestras necesidades y emociones: el bebe expresa sus molestia a
través del llanto, expresa su alegría a través de la expresión facial, y cuando comienzan a tener una comunicación más clara con los
adultos expresan sus rabias como algo natural. No obstante lo anterior, a medida que los niños crecen se les va enseñando a negar
determinadas emociones de acuerdo a si son varones o niñas. A las niñas se les enseña a no expresar la rabia y se les facilita la
expresión del llanto, los afectos y no se les reprime en su expresión de amor. En cambio a los varones se les permite expresar la
rabia pero no la pena, el dolor ni los afectos, ya que estas expresiones están reservadas por lo general para las mujeres para cumplir
adecuadamente su futuro rol de madres.

La expresión del amor y los afectos son entonces socializadas para las mujeres y negadas en general para los hombres a los que se
les enseña a ser racionales, prácticos y competitivos.

Desde esta perspectiva el amor pasa a ser un sentimiento propio del dominio de lo femenino, y los hombres no cuentan con
modelos afectivos y expresivos del cariño y afecto, aún cuando lo sientan, no se les permite expresarlo con facilidad. Por esto se dice
que los hombres son más fríos y duros, que las mujeres y que las mujeres son más emotivas y sentimentales.

Por lo general la familia es la encargada de formar, tanto en hombres como en las mujeres, la expresión de los afectos. Este
proceso se inicia desde que se establece una relación entre padres e hijos. En algunas familias esto se da durante el embarazo,
cuando el padre y/o la madre le hablan al niño por nacer y en otras el proceso se inicia con el nacimiento cuando la mamá o el papá
se relacionan con el niño o niña.

Aunque lo más frecuente es que la expresión del amor y los sentimientos estén a cargo de la mamá, el papá también participa en
esta formación y si es que no es activo en esta expresión del amor o los afectos, los hijos aprenderán de él a no expresar sus
sentimientos o emociones, y probablemente pensarán que los hombres no deben ser expresivos y que ese es un patrimonio de las
mujeres.

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