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Con el desarrollo del alma, la muerte deja de ser algo desconocido para el ser humano de la
edad media y pasa a ocupar un lugar privilegiado en su estructura mental, por ende la
muerte obtiene un mayor valor, ya que se acepta que es algo inevitable, el miedo y el
concepto tétrico que se le otorga produce la aparición de la fe y de la religión.
Estas manifestaciones artísticas buscan representar al animal de manera vital, por lo cual
resaltan sus rasgos más distintivos dibujándolos de perfil, “las representaciones plásticas
eran una parte del aparejo técnico de esa magia; eran la “trampa” en la que la caza tenía
que caer; o mejor, eran la trampa con el animal capturado ya, pues la pintura era al
mismo tiempo la representación y la cosa representada” (Hauser, A. (1978b). historia
social de la literatura y el arte (14ª ed.). Barcelona, España: Editorial labor.) , para
potenciar el realismo del dibujo, se apoyaban de las piedras salientes de la cueva, así
recreaban el volumen del animal, además estas representaciones no siguen un orden en
especifico, ya que hay áreas de la cueva en que estos dibujos son más efectivos, por este
motivo se pueden encontrar sectores en los que estos dibujos se superponen, debido a la
diferencia generacional.
A pesar de la percepción básica y mágica que depositaban sobre el animal capturado, tanto
sus restos como la defunción de alguna de las partes de la familia los llevaba a confrontarse
con un cadáver, lo que desencadena una importante serie de reacciones biológicas y
psicológicas que dificultan la convivencia. Biológicamente se enfrentaban a la
descomposición de la carne y psicológicamente se ven obligados a desarrollar una
conciencia reflexiva que les permita de alguna forma separar la existencia de la vida y la
muerte, creando así la primera concepción de un mundo mágico, el cual es demasiado
básico para entrar en el campo de la religión “la perspectiva de la filosofía de la religión
no es la perspectiva del pre-historiador, cuando se dispone a describir conductas del
hombre cazador”( Bueno, G. (1989). Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión
(Ed. rev.). Madrid, España: Editorial mondadori.).
El ser humano desarrolla un nivel cognitivo superior y descubre que la caza no es el mejor
medio de supervivencia, lo que provoca el descubrimiento de la agricultura y ganadería,
generando asi los primeros asentamientos, los cuales se construían estratégicamente cerca
de fuentes de un elemento esencial para la vida, por ejemplo: el agua, la cual se encontraba
en vertientes, lagos y principalmente ríos. Una civilización que se desarrollo alrededor de
uno de los ríos más largos del mundo, fue la Egipcia, que basaba su calendario a partir de
las subidas y bajadas del rio, desarrollan su propio tipo de escritura: los jeroglíficos, y
poseen una religión politeísta con creencias de ultratumba, la cual afirmaba que los seres
humanos estaban formados por un cuerpo y un alma (el Ká). Cuando el cuerpo moría, el Ká
pasaba a la vida del más alla, “para los antiguos egipcios la muerte no existía. Cada uno
podía estar seguro de encontrar del otro lado de la tierra una nueva existencia bastante
semejante a la que había conocido aquí abajo” ( Champdor, A. (1982). el libro egipcio de
los muertos (Ed. rev.). Madrid, España: Edaf.), pero para que esto fuese posible, el cuerpo
debía permanecer incorrupto y con este fin la familia lo momificaba, en la tumba se
depositaban diversos objetos que el fallecido pudiese necesitar en la otra vida: esculturas,
las cuales representaban al difunto de forma vital e idealizada, con cuerpos rectilíneos y
hieráticos, siguiendo comúnmente la ley de la frontalidad, las paredes de la tumba se
cubrían con murales, los cuales mostraban al difunto realizando acciones cotidianas o
acompañado de su familia, predominan los colores puros, sin matiz para realzar la figura,
los temas festivos, naturalistas, funerarios y religiosos, utilizaban el paisaje: animales y
plantas, los cuales eran representados con gran realismo y naturalidad, ya que se enfatizaba
más en lo natural que en la figura humana, la cual se mantenía rígida e idealizada, con el
ojo enfrentado y rostro perfilado, se agregan a la tumba aves y gatos, entre otros animales,
los que también eran embalsamados para servir de compañía a los hombres en su viaje al
otro mundo, “El mas allá no es el cielo ni la tierra, y se halla poblado por los muertos,
siempre que estos se lleven todos los medios de vida que necesitan para su existencia, que
es lo esencial. A esta existencia corresponde todo lo que antes les había acompañado en su
vida terrenal.” (Ceram, C. W. (1985). dioses, tumbas y sabios (Ed. rev.). Barcelona,
España: Orbis. Existen distintos tipos de tumbas, dentro de las cuales resaltan: las
mastabas, construcciones de piedra con forma rectangular, las pirámides escalonadas, nacen
del concepto de superponer mastabas unas sobre otras, las pirámides, centros mortuorios
que poseían una gran altura, esto debido a la creencia de que el dios Rá se posaba en la
punta de la pirámide y bajaba a la tierra guiado por los vértices de esta y al tocar el suelo
impregnaba todo con su poder, finalmente los hipogeos, estructuras que se construían a
través de la excavación en piedras o salientes de montañas. A partir de aquí el arte deja de
enfocarse en las tumbas y se enfatiza más en los templos para divinidades, puesto que son
estructuras más complejas.
El arte Egipcio toma un giro completamente opuesto, alejándose de los cuerpos y rostros
carentes de movimientos, para pasar a la utilización de los retratos funerarios, los cuales
sustituyen a las mascaras, rinden culto a la memoria familiar, se construyen a base de
manchas y pinceladas y son más realistas y contemporáneos.
Durante esta época, existió un grupo de personas que se oponía al uso de la imagen, “los
iconoclastas”, los cuales se indignaban al ver a las personas adorando a un santo a través de
un objeto o imagen, ya que consideraban completamente innecesario el uso de estos.
Una parte fundamental de la iglesia fue la creación de los monasterios, los cuales cumplían
la función de «ciudades de Dios», eran microcosmos en los que los hombres allí reunidos se
entregaban al trabajo y la oración; en un mundo oscuro y bárbaro fueron los que
preservaron la cultura clásica para los siglos venideros. Los monjes fueron los
“intelectuales de la edad media”, es decir, podían interpretar lo que está entre las líneas, no
las frases como tal, además eran los encargados de elaborar los manuscritos, los cuales
adoptan un carácter artesanal debido a que son hechos a mano. La biblia se convierte en el
manuscrito más importante, cuyos textos son acompañados de ilustraciones representativas
de una escena determinada, cada monasterio tenía su propia forma de escribir y de dibujar,
posteriormente, con el paso del tiempo los monasterios se homogenizan y adoptan cierto
grado de autonomía, estableciéndose una forma igualitaria de escritura y de dibujo.
El ser humano no sería él mismo sin la muerte, ya que su presencia latente es la que hace
las grandes existencias, la que les brinda su fervor, su ardor y su tono.