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El Casamiento Judío

Cuando dos vidas se unen en una

Desde siempre, el hogar ha sido la fuerza espiritual del pueblo judío. Es la institución básica y

central de la vida judía. La sinagoga o templo, ocupan un lugar secundario en relación al

hogar. El judaísmo, puede sobrevivir, sin la Sinagoga, pero jamás sin la familia.

Una boda judía, no se considera sólo una sociedad. De acuerdo a la Cábala, la pareja, antes

de bajar al mundo eran parte de una misma alma. Al bajar, éstas dos mitades se envisten en

distintos cuerpos, mitad hombre y mitad mujer. Cuando llegan a la adultez, se buscan hasta

reencontrarse y Hashem los une bajo la Jupá.

El casamiento judío no es solo una unión sino una reunión de estas dos mitades, que por fin

se vuelven a unir. En hebreo la ceremonia del casamiento es llamada Kidushin: consagración.

Un acto santificado y un mandamiento divino, en el que se refleja una vida dedicada a valores

e ideales espirituales.

Esta santidad se ve reflejada en los de Talles de la ceremonia nupcial. Dicen nuestros Sabios

que un casamiento, se asemeja al momento de la entrega de la Torá. D-s se presentó como el

Jatán (novio), el pueblo de Israel la KaIá (la novia).

El Monte Sinaí y las nubes de protección, la Jupá, Los relámpagos, las velas encendidas

Los truenos, la música, Y Los Diez Mandamientos, la lectura de la Ketubá, Bajo este acto de

santidad, los novios reciben un caudal de bendiciones, con el potencial necesario, para llevar

adelante un hogar, colmado de armonía, felicidad y alegría para ellos y sus descendientes. La

pareja se asocia a D-s en la obra de la creación.


El Matrimonio Mixto. Un enfoque
contemporáneo.
Por Eliezer Shemtov

Uno de los temas más preocupantes y poco entendidos es el de los matrimonios "mixtos".

Además de la falta de información objetiva al respecto, es un tema muy complejo

emocionalmente.

Por un lado, los padres sienten que cuando un hijo se casa con una persona que no es judía,

está rompiendo la perpetuación de la cadena judía milenaria y no lo quieren permitir. Por el

otro lado, hay una incomodidad de manifestar abiertamente la oposición al matrimonio mixto,

ya que tiene implicancias racistas. ¿Por qué descartar a una persona como pareja solamente

por el hecho de que no haya nacido de vientre judío?. Parece ser una actitud discriminatoria.

Me parece que hay que subdividir el tema en partes:

1. ¿En qué se basa la oposición al matrimonio mixto?

2. ¿Cómo se puede aceptar dicha actitud sin contradecir el instinto natural que el judío

tiene de luchar en contra de la discriminación, especialmente luego de todo lo que

hemos sufrido en carne propia como pueblo, a raíz de la discriminación racial?

3. ¿Qué argumento se le puede dar al amigo o amiga no judío, o a sus padres, para

explicar el motivo por el cual uno no quiere considerar la posibilidad de matrimonio

con el o ella?

Las Bases

La fuente primaria en la cual se basa la prohibición para el judío de casarse con alguien que

no lo es, está en la Torá (Deut. 7:3): "No te cases con ellos (los gentiles, de los cuales hace

mención en los versículos anteriores), no des a tu hija al hijo de él, y no tomes la hija de él

para tu hijo".
El motivo de dicha prohibición sigue en el siguiente versículo: "Porque él va a desviar a tu hijo

de Mi y servirán a dioses ajenos..." (se puede entender el término "dioses ajenos" también

como ideales que no conforman con los de la Torá, por los cuales uno inclina la cabeza y les

rinde culto).

Nuestros sabios señalan el Talmud (Ievamot 23a) y el comentarista Rashi lo trae en su

comentario sobre el versículo citado, que de la expresión precisa de dicho versículo ("el (y no

ella) va a desviar a tu hijo") se desprenden dos cosas. En el caso de que tu hija se case con

el hijo de ellos, el "hijo de ellos" (esposo de tu hija) va a terminar alejando a tus hijos (o sea,

nietos) del camino de la Torá. En el caso de que tu hijo se case con la "hija de ellos", ya los

nietos que nazcan no están considerados como tus hijos, sino hijos de ella, o sea ya no son

judíos.

Queda claro entonces, que aquí no se trata de una discriminación racial que nace del

rechazo subjetivo y personal que el judío tenga para con el gentil. Se trata de una orden

Divina objetiva que viene acompañada de una explicación. Si tu hijo se casa con una mujer no

judía, los hijos de ella ya no serán considerados tus hijos. En el caso que tu hija se case con

un hombre no judío, inevitablemente los nietos se desviarán muy lejos del camino del

judaísmo aunque sigan siendo judíos. Teniendo en cuenta que el deber principal del judío es

cumplir con sus obligaciones como tal, respetando los preceptos de la Torá, es evidente que

deviene indispensable casarse entre judíos, porque, de lo contrario no podrá cumplir

debidamente con sus responsabilidades fundamentales de manifestar la dimensión Divina en

el mundo, que es posible solamente por medio del cumplimiento de Su voluntad.

Para entenderlo mejor, hace falta aclarar un punto más. No solo que está prohibido para el

judío casarse con una persona que no lo es, sino que es imposible que se case. Puede haber

convivencia y puede haber cohabitación, puede haber, incluso, procreación, pero no

existe matrimonio.
Las leyes de la Torá son tan (o más) objetivas como las leyes de la Naturaleza. Del mismo

modo que uno no puede alterar la Gravedad, por ejemplo, no puede alterar las leyes de la

Torá. El estudio de la Torá no tiene como objetivo inventar las leyes de la vida,

sino descubrir la estructura Divina inherente en la existencia.

¿Qué es el Matrimonio?

Si nos ponemos a analizarlo, resulta bastante desafiante tratar de explicar cuál es la función

del matrimonio en general. Si dos personas se quieren, ¿Por qué no vivir juntos?. El día en

que no quieran compartir más sus vidas, cada uno puede irse por su lado! Aún en el caso que

se casen, el día que no quieren vivir más en pareja, existe el divorcio que los separa. Así que

¿cuál es la función del matrimonio?

Generalmente la gente contesta que es nada más que un formalismo, una norma de la

sociedad para "legalizar" la pareja. Pero si lo analizamos un poco, decir que el matrimonio es

nada más que una norma social, implica que no tiene un sentido verdadero. Es arbitrario.

Entonces, si a uno no le importa la autoridad y/o el estigma social, ¿está bien que viva en

pareja y que tengan hijos sin casarse?

Si llegamos hasta el fondo del asunto, creo que no queda otra alternativa que la que entiende

a la institución del matrimonio como una idea Divina. El concepto de casarse tiene su origen

en la Torá. Aunque hayan muchas sociedades que no se basen en la Torá, y aún así tienen

asumidos el concepto del matrimonio, no quita el hecho que en su origen, el verdadero sentido

es Divino.

Para dar un ejemplo: ¿De dónde viene la semana de siete días? ¿Por qué no ocho o seis? El

ciclo semanal de siete días nace con los siete días de la Creación. Para el que acepta la Torá,

el ciclo semanal tiene un sentido espiritual profundo. Para el que no cree en la Torá, la

semana de siete días no tiene sentido alguno. Del mismo modo es en cuanto al matrimonio.

Para el que no cree en la Torá, el concepto del matrimonio no tiene mucho sentido y razón de
ser. Es simplemente un trámite para registrar formalmente a la pareja para que los hijos del

padre lo puedan heredar. Para el que cree en la Torá, el concepto de matrimonio asume una

importancia y significado mucho más profundos y sustanciales.

Las fuentes talmúdicas y cabalísticas enseñan que el matrimonio no es meramente

la unión entre dos individuos totalmente independientes entre sí, sino que es

una reunión entre dos mitades de una y la misma unidad. La pareja comparte la misma alma

que, al nacer, se dividió en dos mitades. Al casarse, vuelven a reunirse y completarse. Se

trata de una unión no sólo a nivel físico, emocional y/o intelectual, sino de una unión a

nivel esencial. Hay almas que son compatibles y almas que no lo son. Además del caso del

matrimonio mixto, la Torá enumera una cantidad de "uniones matrimoniales" que no son

consideradas válidas, por ejemplo el "casamiento" entre hermanos biológicos o un hombre con

una mujer casada, o sea el incesto y el adulterio. No se trata simplemente de prohibiciones,

sino de hechos. En estos casos no rige el matrimonio, aunque sea posible cohabitar y

procrear.

Así, que, es muy fácil explicarle a una persona no judía que uno no puede casarse con ella.

No se trata de un defecto que tiene. Se trata, nada mas ni nada menos, de una concepción de

matrimonio delineada en la Biblia a la cual uno se siente atado. Un caso hipotético: ¿qué

pasaría si un chico y una chica (ambos judíos) deciden casarse y están profundamente

enamorados y media hora antes de casarse se enteran que son hermanos biológicos? ¿Se

casarían?. Obviamente, el hecho que no pueden casarse no implica un menosprecio o que el

amor profesado fue falso. El amor es un factor importante en una relación de pareja, pero no

es el único factor.

Puede suceder que un joven judío encuentre compatibilidad con una persona que no lo es y

quiere formar su familia con esa persona. Dicha compatibilidad es posible solamente en el

caso que ninguno de los dos manifieste el potencial esencial que los distingue. Mientras al
judío no le importe su judaísmo y al no judío no le importe su fe, marcha todo bien. ¿Qué pasa

el día que alguno de los dos se despierta y decide dar importancia a su identidad más

profunda y esencial? Aparece, entonces, la incompatibilidad. O sea, dicha relación puede

funcionar mientras que los integrantes "no existen" plenamente. En el momento en que

cualquiera de los dos "aparece", la relación no tiene más sentido y desaparece.

Conozco unos cuantos casos de parejas mixtas que estaban muy enamorados hasta el

momento en el cual nacieron sus hijos. Ahí empezaron las discusiones muy fuertes en cuanto

a su educación, por más que hasta el momento ambos habían resuelto el tema teóricamente.

La madre judía quiere circuncidar al hijo, por ejemplo, mientras que el padre no-judío se niega

a que su hijo sea diferente a él, etc. De golpe, salta al primer plano la incompatibilidad, pero ya

es bastante tarde — hay un hijo de por medio al cual cada uno de los padres y los abuelos

quiere llevar a su redil...

Claro que se puede traer ejemplos de parejas judías que viven con muchos conflictos, pero

hay que examinar si su vida se lleva realmente de acuerdo a las normas delineadas en la

Torá. Por lo menos, la pareja judía tiene siempre el potencial de lograrlo.

Surge la pregunta: ¿Qué pasa en el caso de un judío no-practicante o ateo? ¿Sigue siendo

relevante esa incompatibilidad? Si uno no practica el judaísmo ¿por qué darle importancia

justamente en el momento de elegir la pareja?

Para entender esto, hace falta definir otro concepto básico: ¿Qué es el ser judío? ¿Qué es lo

que distingue al judío de su vecino que no lo es? Aclaro que no estoy preguntando ¿Quién es

judío? sino ¿Qué es? Ya que la respuesta a la pregunta de ¿Quién es? Es obvia: el que nace

del vientre de una mujer judía o se haya convertido en judío de acuerdo a las normas

estipuladas en la Torá, pero no responde a la pregunta de ¿qué es?

Generalmente me contestan que ser judío significa "sentirse parte del pueblo judío", pero esa

respuesta sirve solamente para trasladar la pregunta, ya que ¿Qué es, entonces, el pueblo
judío? ¿Un pueblo compuesto de individuos que no tienen otra definición mas allá de

pertenencia a un pueblo que no tiene definición? Es como decir que un árbol es integrante de

un bosque. El razonamiento es al revés. Una vez que sé lo que es un árbol puedo definir lo

que es un bosque: un conjunto de árboles, pero, ¡no puedo definir al árbol, diciendo

simplemente que es algo que es parte de un bosque!

También es obvio que no es válido definir al judío por el cumplimiento de las Mitzvot, porque

también allí el razonamiento es a la inversa: se tiene la obligación de cumplir con las Mitzvot

debido a que se es judío, y no se es judío porque se cumple con las Mitzvot. ¡Téngase

presente que un niño recién nacido es judío aunque no haya cumplido con ninguna Mitzvá y

no tenga fe consciente alguna!

¿Qué es, entonces un judío?

Luego de años de estudiar el tema y una cantidad sinfín de conversaciones con judíos de todo

nivel de práctica religiosa y orientación filosófica, creo que la definición más contundente es

que lo que distingue al judío es la Neshamá (alma) que posee. El alma del judío es diferente al

alma del no judío. Tienen potenciales, características y necesidades diferentes. Cada judío

tiene la misma esencia que cualquier otro, la cual hereda de su madre. Es el común

denominador que relaciona al judío ruso con el sirio, yemenita, canadiense o marroquí a pesar

que no hablen el mismo idioma y tengan idiosincrasias diferentes. La única diferencia entre un

judío y otro es simplemente el grado de manifestación de esa esencia que logra expresar. En

algunos, dicha esencia se manifiesta en cada momento, en otros se la ve una vez al año y en

otros, puede llegar a expresarse una sola vez en la vida.

Esto no va en contra de la aspiración de ser un ser "universal", ya que para poder realmente

ser un ser "universal" hace falta cumplir debidamente con la función específica que uno

tiene dentro de la realidad universal. Ser un ser "universal" no implica negar el rol particular

que uno tiene, sino insertarse en la sociedad con una identidad y objetivo bien definidos.
¿Cuál es la característica especial de la Neshamá?

Rabí Schneur Zalman de Liadí, fundador del Movimiento Jabad, lo define de la siguiente

manera: " Un judío no quiere ni puede apartarse de D-os". Puede ser que el judío no esté

consciente que por medio de una acción u otra esté afectando su relación con D-os, pero al

estar consciente de las consecuencias de sus acciones, no quisiera perjudicar dicha relación.

Cada judío tiene una "línea roja" por la cual no está dispuesto a pasar aunque tenga que

pagar por ello con su vida.

Muchos judíos lo son muy a pesar suyo. Pasan su vida negando su condición de judío, pero

en algún momento inesperado, cuando sus defensas están bajas, y están distraídos, salta.

Muchos judíos invierten tiempo, energía y recursos en negar su condición de tal. Esta

conducta es una prueba más de su condición de judío inalterable, ya que si así no lo fuera,

¿por qué les importa tanto negarlo?

Así que el problema no empieza cuando un chico se casa con una chica no judía. El problema

radica en que ha sido privado de una educación y formación judías a tal punto que ya ni se da

cuenta de lo que es y de la incompatibilidad básica y esencial que existe entre él y su novia no

judía.

Para muchos, la oposición al matrimonio mixto parece ser una actitud elitista, incluso racista.

¿Por qué negarle a un hijo casarse con una chica sólo por el hecho que no sea judía? ¿Qué

diferencias prácticas hay entre su comportamiento y el de ella?

Quizás estaría de acuerdo con quienes opinan así si no fuera por el hecho que atribuyo esa

actitud irracional por parte de los padres a la Neshamá que poseen, a pesar de todo. La

Neshamá no los deja aceptar con brazos cruzados el pasar esa "línea roja" que corta la

cadena en forma tajante aunque ellos mismos no sepan explicar por qué les molesta tanto.

¿Qué pasa con la Conversión?


Una de las "soluciones" que la gente propone para solucionar el dilema del matrimonio mixto

es "convertir" al novio/a no judío/a en judío/a.

¿Es una solución válida?

Encontramos que el judaísmo reconoce la posibilidad de convertirse en judío. El proceso de

"Guiur" (Conversión) es muy simple. Consiste en tres pasos: 1) Circuncidarse (en el caso de

un hombre); 2) Sumergirse en una Mikve (baño ritual); 3) Aceptar el cumplimiento de la

Torá en su totalidad. Dichos pasos tienen que realizarse ante un tribunal rabínico válido. (Un

tribunal rabínico válido quiere decir tres rabinos que aceptan la Torá como palabra Divina y

cumplen con sus preceptos en su vida personal.)

El judaísmo no es proselitista, ya que entiende que no hace falta ser judío para merecer la

gracia de D-os y un lugar en el Mundo Venidero. Para un gentil, hace falta cumplir con el

código de leyes conocido como las "Siete Leyes de los Hijos de Noé" para merecer el lugar

máximo en el Mundo Venidero. En el caso que un no-judío desea - con sinceridad -

convertirse en judío y asumir una vida de acuerdo a las normas delineadas en la Torá, lo

aceptamos con brazos abiertos.

Es evidente. Que en el caso que uno quiere convertirse al judaísmo para poder casarse con

un/a judío/a, es poco probable que su "conversión" sea sincera.

Me viene al recuerdo una anécdota de un chico judío que decidió casarse con una chica no

judía. Los padres del chico insistieron que la chica vaya a estudiar algo de judaísmo antes de

aceptarla como nuera. La chica se fue a una institución religiosa para estudiar los

fundamentos del judaísmo. Por mas que el motivo inicial para ir a estudiar fue simplemente

para aplacar a los futuros suegros, en el transcurso de sus estudios descubrió un mundo

nuevo que la atrajo de verdad y se dedicó a los estudios con un interés genuino. Pasaron los

meses y el chico la llamó para saber cuándo se iban a casar. '¿Cómo?,' preguntó la chica.
'¿Piensas que me interesa casarme con un chico que estaba dispuesto a casarse con una

chica no judía?'

Hay quienes argumentan que si no aceptamos dichas "conversiones" o parejas "mixtas",

terminaremos alejando a los jóvenes judíos quienes contraen "matrimonio" con parejas no

judías o convertidas "cosméticamente". En cambio, si los aceptamos, estamos "ganando

almas" para el pueblo judío.

En primer lugar, el judaísmo no es un negocio y menos cuando esté basado en mentiras y

engaños. El judaísmo se basa en tratar de cumplir al máximo de nuestra capacidad con la

voluntad de D-os. No hay que estar más preocupados por el futuro del pueblo judío de lo que

D-os mismo lo está. D-os también conoce dicho argumento y sus "beneficios" para el futuro de

dichos individuos y para el pueblo judío. No obstante, dice claramente en la Torá (Deut.7: 7),

que no tiene preferencia por el pueblo judío debido a su superioridad en cantidad ni en poder,

sino por su cualidad de la humildad y por el pacto que ha hecho con nuestro patriarca

Abraham. El pueblo judío ha sobrevivido a todos sus opresores, no gracias a su viveza, dinero

o poder político, sino gracias a su sinceridad, autenticidad y auto sacrificio para preservar

dicha pureza y autenticidad.

Además: por más que quisiéramos y por más que nos parezca conveniente aceptar dichas

'conversiones', no está en nuestras manos negar o cambiar los hechos. No está en nuestras

manos hacer ese 'favor', de la misma manera que no está en nuestras manos hacer el favor a

unos padres quienes querían un hijo varón y les nació una hija. Podemos hacerle a la niña

cambios cosméticos, pero no deja de ser otra cosa que una mutilación engañosa y cruel.

Es interesante notar la expresión que el Talmud (Ievamot 48b) utiliza al hablar de 'conversos'

(auténticos): 'Guer shenitgaier kekatan shenolad dami'. Quiere decir: Un converso que se

convirtió está considerado como un bebé recién nacido.


Cuando el Talmud habla de un esclavo que se liberó, no dice un 'liberado' que se liberó, sino

un esclavo que se liberó. ¿Por qué, entonces, al hablar de un converso no se dice un gentil

que se convirtió, sino un converso que se convirtió? También, ¿por qué se compara al

converso con un niño recién nacido?

Nuestros sabios lo explican de la siguiente manera:

Un converso auténtico es una persona que, aunque haya nacido de un vientre no judío, nació

con una Neshamá, un alma judía. Es esa Neshamá la que le empuja a 'convertirse'. O sea, en

cierta manera, podemos decir que nació (destinado o con una predisposición a convertirse en)

'converso'. Por ese motivo es que se le compara con un 'bebé recién nacido'. Un bebé recién

nacido, hace nueve meses que existe. La diferencia entre el momento antes de nacer y

después de nacer es que antes de nacer no es un ser independiente. Del mismo modo, un

'converso' antes de pasar por el proceso de conversión se considera como un judío en estado

'embriónico' y no tiene las responsabilidades de un judío. Una vez que se convierte, se

transforma en un judío pleno. Pero, como señalamos antes, para que dicha transformación

ocurra, hace falta pasar por el proceso de conversión auténtico y no por los procesos

'cosméticos' que abundan y se hacen pasar por opciones mas 'abiertas'.

Hay quienes preguntan: ¿Por qué hace falta que el converso sea más practicante que la

mayoría de los judíos, quienes no lo practican plenamente y no se consideran "religiosos" y

aún así no pierden su condición de judíos? En otras palabras: si el judío no-practicante está

considerado judío, ¿por qué no se considera como judío a una persona que se haya

'convertido' por medio de una 'conversión' que no concuerda con la Halajá?

La respuesta es muy sencilla. Un judío de nacimiento es judío a pesar de todo lo que piense,

hable o haga. La misma Torá que determina este hecho, dice también que uno que quiere

convertirse en judío debe - antes que nada - aceptar cumplir con la Torá en su totalidad para

que sea aceptado como tal. Si uno dice que está dispuesto a aceptar los 613 preceptos, pero

que hay uno solo que no le gusta y no lo quiere aceptar, se le dice '¿Quién te obliga a
convertirte en judío?' ¡Es preferible que no se convierta y que siga cumpliendo con su misión

en la vida como no judío, a que se convierta en judío y caiga en infracción!

En realidad, es un criterio muy entendible. Si uno nació en el Uruguay, por ejemplo, la ley

uruguaya lo considera como uruguayo, haga lo que haga. En cambio, si uno quiere adquirir la

ciudadanía uruguaya, pero dice que no está dispuesto a reconocer como válida alguna

cláusula de la constitución uruguaya ¿lo aceptarán? Claro que no. Si no le gusta la

constitución uruguaya, pues que busque su ciudadanía en otro país con cuya constitución esté

de acuerdo... Uno que no quiere reconocer a la constitución uruguaya en su totalidad puede

ser aceptado como residente extranjero pero no como ciudadano legal. El ciudadano

naturalizado debe aceptar la constitución del país como autoridad máxima para que se le

otorgue la ciudadanía. ¿Acaso alguien quiere sugerir que sea más fácil convertirse en judío

que asumir una ciudadanía? ¿Acaso las leyes Divinas son mas negociables que las leyes

humanas?

El Verdadero Problema

En realidad, el matrimonio mixto es un síntoma de un problema mucho más importante: la falta

de educación judía adecuada.

¿Qué tipo de educación judía estamos dando a nuestros hijos? ¿Les estamos dando

realmente las experiencias y herramientas para que puedan entender y valorar por qué y para

qué son judíos?

También: ¿Qué pasa con nuestra propia educación judía? ¿Cuánto tiempo dedicamos

nosotros, los padres, a nuestro propio desarrollo espiritual personal? ¿Cuál es la autoridad

máxima en nuestra propia vida personal? Si yo hago solamente lo que me gusta o me

conviene y no reconozco la obligación de acatar a una autoridad superior ¿cómo puedo

pretender que mi hijo no haga lo mismo? Claro, que me va a decir: '¡Papá! ¡Tu haces lo que
quieres, déjame hacer lo que yo quiero!' Si el padre no reconoce ninguna autoridad moral,

¿por qué pretende que el hijo le haga caso? ¿Sólo por el hecho que lo haya engendrado?

La prioridad máxima hoy en día debe ser la educación judía. No podemos conformarnos con

el mínimo que reciben en las escuelas y liceos. Debemos exigir el máximo. ¿Acaso

mandaríamos a nuestros hijos a un liceo en el cual, al salir, no sepan calcular el área de un

círculo? ¿O que no sepan quién fue Napoleón? ¿Por qué nos conformamos con un sistema

educativo del cual salen sin saber leer ni entender ni una página de la Biblia o del Talmud en

su texto original o sin saber quiénes fueron y qué dijeron Rabi Akiva, Abaye, Rava, Rashi,

Rambam y Rabi Iehuda Halevi?

Quisiera concluir compartiendo un episodio que me pasó poco después de haber llegado al

Uruguay y la lección que aprendí.

Nuestro hijo mayor había nacido, y debido a nuestra inexperiencia como padres, y menos en

un país nuevo y todavía en una época en la cual cada dos por tres hubo paros, no llegamos a

inscribirlo en el registro civil dentro del plazo normal. Como consecuencia de esto, hubo que

tramitar una inscripción tardía, un proceso que llevaba meses.

En el interín, mi Sra. y yo quisimos viajar con nuestro hijo al exterior. Debido a que somos

ambos ciudadanos norteamericanos, le hicimos a nuestro hijo un pasaporte norteamericano.

Llegamos todos al aeropuerto de Carrasco, prontos para viajar. Al llegar a migraciones, el

oficial nos solicitó la documentación uruguaya de nuestro hijo. Le explicamos el motivo por el

cual no la tenía y nos dijo que no podía salir del país.

¿Cómo, no podemos viajar con nuestro hijo?' pregunté. 'Tiene un pasaporte norteamericano!'

'Para nosotros es uruguayo, y no puede viajar sin documentación uruguaya,' nos explicó.

'Pero, es nuestro hijo!' insistí.


'Es uruguayo,' reiteró el oficial de migraciones.

No viajamos ese día.

Aprendí de ese episodio una enseñanza impresionante. Por más que mi hijo es mi hijo, mis

derechos no anteceden los derechos del Estado.

Lo mismo es aplicable en cuanto a nuestra relación con nuestros hijos. Antes de pensar en

nuestros derechos sobre ellos, debemos pensar en los derechos que el pueblo judío tiene

sobre ellos y los derechos que nuestros propios hijos tienen, para que les demos todas las

herramientas posibles para que puedan valorar y vivir su judaísmo plenamente.

Epílogo

Unos 19 años después de dicha conversación con el oficial de migraciones en el Aeropuerto

de Carrasco, tuve oportunidad de conversar nuevamente con otro oficial mientras estábamos

realizando un trámite. Le comenté la historia que había sucedido hace unos 19 años y la

lección que aprendí.

"Está Ud. equivocado," me dijo. "No es que los derechos del Estado anteceden los derechos

de los padres. Es que el Estado tiene la tarea de proteger y defender los derechos del niño."

El paralelismo con el judaísmo me quedó más que claro.

Cuándo Divorciarse
Por Yanki Tauber
Hace algunos meses me topé con uno de esos "tests de auto-conocimiento" donde había que

marcar la opción elegida. Éste era uno para evaluar el nivel de stress.

Si usted está atravesando un divorcio y/o por casarse, dése 30 puntos. ¿Cambiando trabajo?

30 puntos; mudarse a una nueva casa, 30 puntos; un nacimiento, 20 puntos; y así

sucesivamente, hasta las "tensiones pequeñas" de 5 y 3 puntos. Luego se supone que hay

que sumar los puntos y consultar una escala del 0 al 100 que le contabiliza el nivel de tensión

que está experimentando en ese momento.

La razón de que esto me haya llamado la atención era que, en ese preciso momento, yo había

cambiado de trabajo, me había mudado, y nuestra hija acababa de nacer —todo dentro de un

período de seis semanas. (Me alegra informarle, que este escritor estresado y su paciente

esposa están todavía unidos en dichoso matrimonio). Lo que también me resultó curioso fue la

ecuación de divorcio, por un lado, y cambios de empleo y casa por el otro.

El paralelismo está allí. En su casa y en la comunidad usted invierte una parte de sí mismo; en

su trabajo deja una parte de su identidad; su relación con su empleador, compañeros, vecinos

y círculo social; las metas a las que se compromete, la dependencia mutua de uno con el otro.

Pero hay también agravios y descontentos. Quizás se encuentre en situaciones emocional o

éticamente estresantes. Quizás se sienta privado de la oportunidad de expandir su verdadero

potencial. O simplemente existe quizá la promesa —o deseo—de un mejor trabajo o entorno


en otra parte. Así que usted se pregunta: ¿estas consideraciones justifican abandonar los

compromisos actuales y separarme de la relación ya existente?

De acuerdo a las enseñanzas jasídicas, estas consideraciones van más profundo aún. Los

maestros jasídicos enseñan que a cada alma se le da su propia "porción del mundo". El hecho

de que usted viva en un lugar específico y trabaja según una vocación particular no es por

casualidad o chiripa. El abanico de razones que lo llevaron allí —empezando por sus talentos

innatos e inclinaciones, hasta las llamadas "coincidencias" que le dan ese sabor al día a día—

están dirigidas por la Providencia Divina, que lo ponen en contacto con esas "chispas de

Divinidad" suyas, particulares, las cuales usted es el encargado de "captar". De usted

depende "revelar" estas chispas de potencial espiritual, las cuales necesitará para su pleno

desarrollo espiritual. Así como el Cielo asigna un cuerpo a cada alma y un compañero/a a

cada hombre y mujer, de la misma manera a cada uno se le asigna una porción de la creación

para desarrollar y elevar.

Pero ésa no es toda la historia. Nuestro Creador nos ha concedido el más preciado y peligroso

de los regalos: el libre albedrío. Nosotros tenemos el poder de mejorar aquello con lo que

fuimos agraciados, y el poder para destruirlo. Podemos hacer tal revoltijo de cosas que nos

despertamos una mañana con la creencia de que nuestra relación actual es insalvable y que

lo único que nos queda es empezar algo nuevo en alguna otra parte.

¿Cuándo es el momento de divorciarse? El Talmud cita tres opiniones:

La Escuela de Shamai decreta: Un hombre no debe divorciar a su esposa a menos que él

descubra en ella algo inmoral.

La Escuela de Hilel sostiene: [Él puede divorciarla] aun cuando ella hubiera quemado su

comida.

Rabi Akiva dice: Aun cuando él haya encontrado alguien más linda que ella.
(Las tres opiniones derivan del mismo verso en la Torá —Deuteronomio 24:1—en la sección

que trata las leyes de divorcio, dependiendo de cómo se interpreta una frase importante de

ese verso).

La halajá (última decisión legal) sigue la opinión de los Sabios de Hilel. Pero una conducta

piadosa (característica del jasidismo) la cual se atiene a un standard "más allá de la ley",

acepta el criterio más estricto propuesto por los discípulos de Shamai.

En otros términos, un "divorcio" está justificado si hay daño real al bienestar y privación de sus

necesidades. Si usted siente que se encuentra "casado" a una vida donde cada noche es una

cena quemada, una privación de su nutrición material o espiritual, un maltrato constante, la

Torá entiende y perdona su decisión para desunir esa relación y buscar un "matrimonio"

mejor.

Eso es al "pie de la halajá". Pero un acercamiento más altruista considera que a menos que su

situación actual en la vida sea de una violación a sus valores éticos, morales y religiosos (que

en ese caso los Sabios de Shamai permiten, incluso, de hecho obligan una disolución del

matrimonio) el lugar para estar es el lugar donde usted está actualmente. Su Creador lo ha

puesto allí; Él también le ha dado los recursos y fortalezas para hacer que funcione. Salirse no

es la idea, sino aceptar el desafío mayor de descubrir esos recursos y revelar "las chispas de

Divinidad" que le fueron confiadas a su cuidado.

El Divorcio en el Judaísmo
10/11/2012  |  por Rav Shraga Simmons

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Para terminar el lazo marital hace falta un proceso legal específico.

Aunque los divorcios son algo común en la escena social de hoy en día –más de la
mitad de los matrimonios terminan en divorcio - sigue siendo una dolorosa
manera de finalizar un matrimonio.

Sin embargo, a diferencia de algunas religiones que no permiten el divorcio, el


judaísmo reconoce la necesidad de éste, bajo determinadas circunstancias. De
hecho, seguir el procedimiento adecuado para el divorcio es una de las 613 mitzvot
de la Torá.

Pero, ¿cuál es este “procedimiento adecuado”?

Al igual que el matrimonio es una realidad metafísica – en el cual dos almas se


fusionan para crear un alma completa – el divorcio también lo es. Para que una
pareja judía se divorcie, el hombre debe darle a la mujer un documento llamado
“guet”, como está prescrito en la Torá (Deuteronomio 24:1-4). Un guet termina el
matrimonio judío y certifica que la pareja es ahora libre para volver a casarse de
acuerdo a la ley judía.

Además de las consideraciones legales, un guet puede proveer una especie de


cierre emocional – al igual que el matrimonio comienza con una ceremonia judía,
también termina con una.

Sin un guet adecuado, a pesar de que el hombre y la mujer estén separados


físicamente, siguen unidos metafísicamente – y es considerado como si estuvieran
completamente casados. Esto es verdad hasta el punto en que si una mujer
quisiera casarse de nuevo, sin haber recibido un guet apropiado, el segundo
matrimonio es inválido y esa segunda relación es considerada adulterio.

Un divorcio secular no sirve de guet.

El Procedimiento
Un guet debe estar escrito de una manera muy
específica, y sólo puede ser hecho bajo la
supervisión de un rabino experto que conozca
muy bien las leyes respectivas. Por ejemplo,
el guet debe estar escrito específicamente para
esta pareja y no puede ser utilizado un
documento escrito previamente. También hay
otros factores complejos, incluyendo el tipo de
personas que deben atestiguar la entrega
del guet, y fórmulas precisas para deletrear las
palabras y los nombres. Todo esto debe ser
hecho de manera apropiada, ya que si no, la
pareja seguirá siendo considerada como casada.

El documento de guet es escrito por un escriba entrenado (sofer). Contiene 12


líneas de texto escritas en arameo, que era la lengua vernácula en la época del
Talmud. El texto contiene el lugar, los nombres del hombre y de la mujer, y una
breve declaración de que la mujer es ahora libre para casarse nuevamente. El
hombre le da el guet a la mujer en presencia de dos testigos autorizados. No se
dice ninguna plegaria ni bendición. Todo el procedimiento lleva alrededor de una
hora y por lo general ocurre en la oficina del rabino.
En situaciones en las que el contacto directo entre el esposo y la mujer sería difícil
(ya sea por limitaciones geográficas o incomodidad emocional), el proceso puede
ser hecho a través de un delegado.

El documento del guet queda en los archivos del rabino oficiante y es roto para


que no pueda ser utilizado de nuevo. El rabino emite un certificado de prueba a las
dos partes, atestiguando el hecho de que se hizo un guet apropiado, que fue
entregado y aceptado, y que ambos son ahora libres para volver a casarse.

Un guet se puede hacer eventualmente en cualquier momento, incluso años


después de la separación física de la pareja. Sin embargo, desde el punto de vista
de la ley judía, y por practicidad, debería ser hecho lo antes posible.

Un Ojo en el Futuro
En el momento de divorciarse, un guet no sólo es lo correcto, sino que también es
lo más inteligente de hacer. Independientemente de las convicciones o creencias
personales, soluciona muchos problemas futuros al asegurar la posibilidad de tener
una libre interacción social dentro de la comunidad judía.

Un segundo matrimonio es imposible sin un guet.


Por ejemplo, alguien que estuvo divorciado por muchos años y luego quiere volver
a casarse, no puede hacerlo sin un guet. Si este no fue hecho en el primer
momento, es posible que ahora tengan que rastrear a la ex-pareja, en donde sea
que esté, y pedirle que coopere en el proceso de hacer un guet. Imagina el dolor
de cabeza que sería eso, sin contar las posibles complicaciones que podrían surgir.
Cualquier rabino responsable se rehusará a oficiar una boda a menos que tanto el
hombre como la mujer prueben que todo matrimonio anterior fue terminado como
corresponde de acuerdo a la ley judía.

Más aún, si el divorcio no fue hecho como corresponde, hay un peligro para las
generaciones futuras: si un niño nace de una madre que técnicamente está casada
con otro hombre, ese niño será considerado ilegítimo (mamzer). Este niño no
podrá casarse con la mayoría de las mujeres judías, posiblemente privándole por
tanto la oportunidad de casarse con la persona que elija.

Como vemos, conseguir un guet apropiado es un componente importante para


preservar la unidad judía.

Cuándo Divorciarse
Primero, debemos preguntarnos qué es lo que el judaísmo entiende por
matrimonio.

El acto del matrimonio es más que un hombre y una mujer compartiendo una casa,
teniendo una cuenta bancaria conjunta o criando niños juntos. El matrimonio en
realidad une dos almas, creando un alma completa. Como dice la Torá, una pareja
casada se “convierte en una sola carne” (Génesis 2:24).

“Una carne” significa que el compromiso del matrimonio es como el compromiso


que uno tiene con su mano. Como un rabino explicó:

¿Cuál es mi compromiso con mi mano? ¡Yo “soy” mi mano! No reconsideraría


mi compromiso con mi mano si estuviera rota, fea, rugosa, o si conociera a
alguien con manos más lindas. Yo reconsideraría mi compromiso con mi
mano sólo si tuviese una gangrena que me estuviera matando.

El compromiso con el matrimonio es hasta que te esté causando la muerte.


La alarmante tasa de divorcio que hay hoy en día muestra que hay un problema
fundamental en cómo mucha gente se relaciona con el matrimonio. Como observa
el rabino Avram Rothman, los medios de comunicación han hecho que las
personas sean una sociedad de “tomadores”. “Mereces un descanso hoy”, “Sólo
hazlo”, y otros slogans pegadizos tientan a la gente a tomar lo que quieren, a hacer
lo que quieren, y a pensar sólo en sí mismos. Si hay un factor predominante que
causa semejante cantidad de matrimonios fracasados o con problemas, es que
hemos aprendido a ser “tomadores”.

La idea judía del matrimonio es ser un “dador”.


Cuando dos personas están enfocadas en tomar, están tirando en direcciones
opuestas. Es una guerra constante para ver cuánto “me puede satisfacer” la otra
persona. Por el contrario, la idea judía del matrimonio es ser un “dador”, por lo que
la dinámica entre un hombre y su esposa es un flujo de amor y preocupación que
va en ambas direcciones (interesantemente, una forma en que la ley judía posibilita
esto es mediante el contrato matrimonial ketuvá, en el que el hombre se
compromete a proveer las necesidades de su esposa – comida, ropa, intimidad,
etc.).

Por supuesto, hay ocasiones en las que los matrimonios caen en un ciclo
destructivo de abuso, y en esas situaciones es apropiado realizar un divorcio. Aún
más, el divorcio es una mitzvá – una oportunidad de intentarlo de nuevo, de
encontrar felicidad.
Pero, en realidad, la mayoría de la gente se divorcia por otros motivos.
Generalmente es porque se cansaron el uno del otro. La excitación desaparece de
la relación, o “ya no nos reímos como antes”. Si alguien te dijera que le van a
amputar su mano porque “ya no me divierte como antes”, pensarías que está loco,
¿verdad?

Es por eso que antes de facilitar un guet, una corte judía (beit din) a veces alentará
a la pareja a buscar reconciliación. De hecho, una de las razones por las que el
proceso de divorcio judío involucra tantos tecnicismos es para evitar una situación
en la que una pareja se divorcie sin haber explorado todas las opciones.

A lo largo de toda la historia, los judíos han buscado un ideal para la vida familiar,
el cual es capturado en el término shalom bait – literalmente, “paz en el hogar”.
Cuando existe armonía marital, la Presencia Divina mora en el hogar. Cuando la
armonía marital está ausente y el divorcio se convierte en la única opción, esto es
innegablemente una tragedia. El Talmud (Sanedrín 22a) dice que cuando ocurre un
divorcio, el altar del Templo – el símbolo de la unidad y santidad judía -
metafóricamente “llora”, como si lamentara la pérdida de esta unión fallida.

De acuerdo al Gaón de Vilna, las letras hebreas guimel y tet (las letras de “guet”) no


aparecen juntas en ninguna palabra – lo cual simboliza la falta de armonía que
precipita el divorcio.

El Cónyuge Recalcitrante
Un matrimonio judío sólo puede terminarse con la muerte de uno de los miembros
de la pareja o con el divorcio. Si no se sabe si el esposo está muerto, o en el caso
en que éste no está disponible para dar el guet, eso podría dejar a la mujer en el
limbo, imposibilitada de casarse de nuevo.

Esta situación es llamada aguná – la esposa “encadenada”. Este concepto aparece


en el Talmud principalmente en relación a un marido que no se sabe dónde está o
que desapareció en combate. (Este asunto desafortunadamente se convirtió en una
escena común después del Holocausto). Hasta hoy en día hay esposos que en
ocasiones no quieren dar el guet por rencor, o en un intento de extorsión por
dinero o concesiones en áreas de sustento, custodia de los niños o propiedad
marital.

El problema de la aguná se refiere normalmente a un hombre que es recalcitrante.


Sin embargo, dado que el divorcio judío requiere el consentimiento mutuo, si una
mujer se niega a cooperar en recibir un guet, un hombre también podría estar en
este estado de limbo.

¿Qué se puede hacer para prevenir esta espantosa situación?

Varias sanciones y el aplicar presión han probado ser efectivos.


En el Estado de Israel, si un hombre recibió la orden de un Beit Din de darle a su
esposa un guet y este se rehúsa, podría ser puesto en prisión hasta que cumpla.
Otras sanciones incluyen la revocación de su licencia de conducir o de su
pasaporte, el privarle derechos de visita, la imposición de una multa monetaria y/o
el negarle la participación en las actividades de la sinagoga. Este tipo de presión ha
probado ser efectivo.

Otros métodos de persuasión son quizás un poco más irreales. Una vez escuché
que un grupo de estudiantes de secundaria se habían parado afuera de la oficina
de un hombre y llevaban carteles con su foto e información de lo que le estaba
haciendo a su esposa. Un episodio de un famoso show de TV mostraba al
protagonista, que era un conocido mafioso, siendo contratado para convencer a un
necio hombre judío de darle un guet a su esposa – o enfrentarse al
desmembramiento.

En el Estado de Nueva York hay una ley que enlaza la validez del divorcio civil con
la correcta ejecución del guet religioso – es decir, un esposo no puede obtener un
divorcio civil a menos que remueva de su esposa todos los impedimentos para
casarse de nuevo (esto también ayudó a otras comunidades creyentes que tenían
problemas similares).

El tema de la aguná tiene muchos detalles y obviamente en torno a el existen


muchas controversias.

Una Palabra Sobre los Niños


En la década del 70, el best seller de Judith Wallerstein, “The Unexpected Legacy of
Divorce”  (El Legado Inesperado del Divorcio) sostenía que los niños no son tan
“resistentes” como se pensó alguna vez, y que el divorcio les podría originar una
batalla emocional para toda la vida. Aquí hay tres reglas de oro para hacer que un
divorcio sea menos estresante para los niños, y reducir las probabilidades de
generar un trauma a largo plazo:

 Asegúrale a los niños que el divorcio no es su culpa, y que no hay nada que
hubieran podido hacer para prevenir que la unidad de la familia se rompiera.
 No pongas a un niño en medio de la disputa marital ni crees una situación
en la que el niño tiene que elegir un padre por sobre el otro.
 Un niño se beneficia de una relación fuerte con ambos padres. No trates de
minimizar el tiempo que el niño pasa con el otro padre, y tampoco hables
mal de éste.

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