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Texto 11 - Libro Carlyle, Blanqui y otros.

Cap. 2 Los orígenes de la revolución industrial.

1-Cultura y Sociedad:
El incentivo que impulsa un país a atravesar los umbrales del despegue económico solo tiene lugar en determinadas
condiciones de desarrollo social y de madurez político cultural, por ello Inglaterra estaba en su momento óptimo. La paz
británica y la política de equilibrio impregnan de su espíritu desde 1713, y durante más de medio siglo las relaciones
internacionales en Europa y permitieron a gran Bretaña tener mano libre en otros escenarios, en el Atlántico y en el
Océano Indico. Bajo la bandera de un nuevo credo que alentaba a emprender negocios y toda iniciativa razonable de
progreso que acrecentase la riqueza y el bienestar, se suprimieron muchos reglamentos que sobrevivían desde la época
medieval. Al mismo tiempo surgieron otros obstáculos como la buble act de 1720, que prohibía la formación de
sociedades por acciones, salvo por derogación esencial del parlamento. La libertad de culto y expresión concedía de
hecho a los miembros de otras confesiones protestantes, dando acceso a la vida pública a comunidades no conformista,
coincidía a su vez con un renovado impulso hacia el avance de la instrucción y de las profesiones liberales, ex
campesinos, comerciantes o hijos de pastores se volcaron hacia Inglaterra desde la escocia presbiterana. Muchos
estudiosos subrayaron la estrecha asociación entre industria y disensión.
La libertad de culto concedía de hecho a los miembros de otras confesiones protestantes, dando acceso a la vida
pública a comunidades no conformistas, coincidía a su vez con un renovado impulso hacia el avance de una instrucción y
de las profesiones liberales. Ex campesinos, comerciantes o hijos de pastores se volcaron hacia Inglaterra desde la
escocia presbiteriana. Muchos estudiosos subrayaron la estrecha asociación entre industria y disensión. La fuerza de la
ciencia en el proceso de desarrollo económico no ha sido sobre valorada, aunque se dé por sentado que la industria debió
beneficiarse del movimiento científico, del espíritu de siecle positivo y racionalista. Los progresos científicos, afirmados
en el curso del sigo 18 en la química, la termodinámica y la geología, alcanzaron efectiva maduración cuando
comenzaron a responder a las necesidades sociales y a las exigencias de la industria.
La presencia de los puritos en las primeras fases de la revolución industrial fue bastante más modesta de lo que por lo
general se piensa. Tampoco la remisión a la iniciativa empresarial al espíritu burgués del cálculo y el riesgo, contribuye
siempre a dar una explicación convincente de desarraje económico queda conocida sin embargo la función nada
secundaria cumplida por la revolución de 1688al favorecer, junto con el renovador prestigio social de las clases
industriales y mercantiles, una consideración más racional de la vida económicas, un cambio en los valores y las
convicciones éticas y religioso respecto de la riqueza y de la introducción de nuevos métodos. Aunque la ruptura con el
pasado fue pronunciada, el proceso científico todavía no había dado lugar en Inglaterra, por lo menos, hasta la primera
mitad del siglo xviii, a una enseñanza técnica similar a la francesa. Por otra parte en los años formativos de mediados del
siglo xviii, la revolución industrial no necesito mano de obra especializada ni aportes por parte de la ciencia y la cultura,
dada la relativa simplicidad de los inventos. De ese modo la tecnología necesaria estaba disponible desde fines del siglo
xvii.

2-LAS INNOVACIONES TECNICAS:


El papel de progreso tecnológico en la revolución industrial inglesa no se agita en la enumeración de las máquinas y
mucho menos en el inventario de patente registradas oficialmente aunque pasaron de después de 1760 de un promedio
anual de 12 a uno de 85 en el transcurso del último decenio de siglo. La pregunta es si las múltiples innovaciones
técnicas pudieron llegar a plasmar una nueva estructura económica nacional y por ende modificar profundamente las
formas y el nivel de vida de la población inglesa. Si tales innovaciones estuvieron en condiciones de crear una situación
tal que el desarrollo se convirtiera desde entonces en una condición normal, irreversible, del sistema social, de la política
financiera y de la mentalidad de los operadores económicos. La sustitución de la energía humana por la máquina, de las
fuentes de energía biológica por energía mineral, de la manufactura domestica por la organización fabril, no fue un
proceso irresistible y regular. En las construcciones navales, las innovaciones fueron más tardías que en otros sectores y
sus efectos se advirtieron plenamente solo en el curso de la primera mitad del siglo XIX. El flujo de innovaciones
técnicas incorporadas desde mediados del siglo xviii a la actividad económica, en maquinaria y dispositivos, tendió a
asumir dimensiones constantes y durables, a diferencia de otros periodos en los que el descubrimiento e invenciones
tuvieron características excepcionales.
3-EL AUMENTO DE LA POBLACION:
Alrededor del cuarto decenio del siglo xviii, ciudades que vegetaban desde largo tiempo atrás, comprimidas dentro
del perímetro de los muros medievales, comenzaron a dar signos de vida y a desarrollarse. Mientras tanto en el campo,
un movimiento demográfico análogo tendía a anular las diferencias y los ritmos, hasta entonces bastantes pronunciados,
de crecimiento y estancamiento entre una aldea y otra, entre conglomerados del mismo condado. La peste parecía
entonces derrotada. El gran incendio de Londres en 1666 y la posterior reconstrucción de la ciudad con barrios más
ordenados contribuyo a disminuir los peligros de infección y contagio que generaron pulgas y ratas además de la viruela.
La población inglesa detenida desde hacía medio siglo había comenzado a crecer a razón de un 3,5% entre 1741 y 1751.
En las dos décadas sucesivas llego a estabilizarse en una media superior al 7 % para alcanzar el 8 % en 1780 y el 11 % a
fines de siglo. En poco más de cincuenta años se había registrado un aumento de más de 40 % y de un 50% en las tres
primeras décadas del siglo XIX. El aumento autónomo de la población, acompañado de un aumento en la demanda de
mercancías habría sido la causa decisiva de la expansión económica inglesa en la segunda mitad del siglo XVII. De todas
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formas difícilmente pueda sostenerse en términos absolutos la explicación demográfica de la revolución industrial,
explicación que gozo de buena fortuna hace algunos años en los estudios dedicados a algunos países industriales de
comienzos del siglo XX, cuando el estancamiento de la población sobre todo la activa, pareció justamente una función
negativa de la tasa de expansión de la economía. Además en otros países de Europa accidental, la tasa de mortalidad
había ido declinando a lo largo del siglo xvii, sin que ello surja automáticamente un proceso de acelerada expansión
económica, de aumento creciente de los consumos y de la producción.

4-LA ACUMULACION PRIMITIVA DEL CAPITAL:


Por otra parte, los progresos de la industria no hubieran sido posible sin capitales y medios especiales de pago, sin el
alza de los precios y de las ganancias: todo ello en ausencia de un proceso incesante de acumulación de riqueza. La
posibilidad de transferir al estado grandes partidas de metales preciosos se unía, además, con la política mercantilista de
Inglaterra y también a un sistema de comercio colonial en el que la metrópolis disponía de medios de presión políticos
para asegurarse un cierto grado de monopolio, o a la hegemonía conquistada a costa de otras potencias ya en decadencia,
que habían soportado que los mercaderes londinenses recibieran grandes cantidades de oro del Brasil; o, incluso , a la
victoriosa conclusión de la guerra de los siete años, que había abierto a las grandes compañías que operaban en
condiciones de privilegio las vías de acceso a nuevos y prósperos mercados alejados de Europa, donde era posible
instaurar relaciones de intercambio basadas en vender a buen precio y comprar barato. Si la función del capital comercial
hubiera sido la de poner en marcha el proceso de la revolución industrial, Italia, España, Portugal y los países bajos,
naciones que más que cualquier otra habían reunido cantidades ingentes de capital, hubieran debido dar lugar a
impresionantes fenómenos de desarrollo industrial, pero la diferencia está en que la revolución industrial fue presidida e
Inglaterra por una agraria, de allí que el examen del problema de la acumulación originaria debe redituarse en el ámbito
de un cuadro más general, atento no solo a la liberación de reservas de mano de obra en el campo, sino también al
crecimiento de la productividad agrícola, a las exportaciones y al aumento de la demanda de enseres e instrumentos de
trabajo.
La acumulación primitiva significa la expropiación de los productores directos, y más específicamente, "el
aniquilamiento de la propiedad privada que se funda en el trabajo propio, esto es, la expropiación del trabajador",
permitiendo un elemento clave del capitalismo: "la explotación del trabajo formalmente libre de otros, es decir, el trabajo
asalariado". El sentido de la acumulación primitiva es privatizar los medios de producción, de tal modo que sus
propietarios puedan aprovecharse de la existencia de población sin medios que tiene que trabajar para ellos. Esa
privatización afectó sobre todo a las grandes masas rurales, que eran expulsadas del campo y respondía a un programa
político que se ha llamado individualismo agrario. La privatización destruía decenas de formas tradicionales de definir
los derechos de acceso de la población a los medios de producción y los recursos naturales: vinculación de los siervos a
la tierra, derechos comunales, derechos de compascuo, derechos de campo abierto y otros.

5-LA REVOLUCION AGRICOLA:


Hacia finales de la década de 1720 había aumentado la superficie de la tierra cultivada merced al desecamiento de
los pantanos y a l incorporación al trabajo agrícola de las francas pasturas comunales. El movimiento de las encloosures
y los nuevos conglomerados rurales no constituían os únicos aspectos de los numerosos cambios que se estaban
produciendo en el campo, pero eran sin duda los más significativos. A comienzos del siglo xviii, en Gales y en algunos
condados ingleses se estaba reduciendo el estamento de pequeños señores rurales y de cultivadores libres, de los yerman
y de su familias, que recibían con preocupación creciste las pesadas imposiciones sobre la tierra, requeridas para
remediar los gastos de guerra; crecía, en cambio, la clase de arrendatarios capitalistas. Mientras tanto, los cercamientos
asumían un ritmo más acelerado. Casi el diez % de todos los propietarios de tierra pequeños y medios, habían pasado a
ser asalariados urbanos y agrícolas. Cuando hacia 1820 la revolución agrícola ya había transformado un vasto complejo
de tierras antes subdivididas entre numerosos propietarios o libradas al uso comunal de grandes haciendas. Los
cercamientos de tierras sirvieron en muchos casos para remover los obstáculos que el sistema de tierras abiertas oponía
desde hacía ya tiempo a la adopción de nuevas técnicas de producción. Entre 1700 y 1800 se convierte en el granero de
Europa. La incidencia de las nuevas técnicas de cultivo (barbecho, sistema de norfolk de rotación cuádruple) sobre el
desarrollo de la producción se demuestra por el hecho de que mientras que las superficies cultivadas aumentaron entre
fines del siglo xvii y mediados del xix en un 40 % la producción en el mismo periodo aumento en un 100 %. La
revolución agrícola jugo un papel determinante aunque no la única del desarraje económico inglés.

6-EL PAPEL DEL TRABAJO:


Las mismas operaciones de cercamiento, la transformación de las tierras comunales y de las incultas en tierras
arables ofrecieron nuevas posibilidades de trabajo, coincidentes con el completo abandono de los telares y husos. Un
aumento de todas las categorías de propietarios, surgidos incluso del rango de los campesinos con derecho de
servidumbre activa coloca a las capas más pobres frente a la alternativa de pasar a depender de la aristocracia
terrateniente y de la nueva burguesía agraria y trasladarse hacia la ciudad, hacia las fábricas. En realidad, después de la
caída de precios elevados durante la guerra y el aumento de los impuestos, es decir a fines de 1815, casi todos los
condados ingleses presenciaron el éxodo de importantes grupos de prófugos. La formación de reservas de mano de obra
a bajo precio, si no numerosas por lo menos suficientes, haya coincidido en muchos condados con el primer estadio de la
revolución industrial.
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7-LA IMPORTANCIA DE UN MERCADO INTERNACIONAL:
La función del mercado internacional, la concentración del poder económico aventajado a las economías marítimas
atlánticas, asume una importancia decisiva. El origen de la revolución industrial en Gran Bretaña no puede ser abordado
simplemente como un problema de historia inglesa. De allí que el árbol del moderno desarrollo capitalista creció en una
región particular de Europa, pero sus raíces extrajeron alimento de un área mucha más amplia de intercambio y de
acumulación primitiva que incluía tanto las colonias de ultramar ligadas con vínculos formales como a la economías
dependientes de la Europa oriental, formalmente independientes. A mediados del siglo xviii, el grueso del comercio
ingles se desarrollaba con el resto de Europa, especialmente con los países nórdicos y bálticos, que absorbían
holgadamente la mitad de las exportaciones nacionales de Gran Bretaña y tres cuartos de los bienes que provenían de sus
puertos. El 46 % de todas las exportaciones estaban constituidas por productos de lana, pero también el grano ocupaba
un lugar prominente en la lista de intercambios. a venta de granos en el exterior había llegado a cubrir más de un quinto
del total de exportaciones. Pero también las armas, el cuero, y otros bienes manufacturados.
En compensación, la industria inglesa estaba en condiciones de comprar hierro, madera y pez, seda, algodón y
colorantes y los mercados de consumo de Londres y las grandes ciudades adquirían artículos no imprescindibles tales
como te, rhum, café, tabaco y azúcar. Inglaterra había logrado ampliar ventajosamente el volumen de su tráfico
redistribuyendo los productos del mediterráneo en el báltico y viceversa y había conseguido extender sus relaciones
incluso con otros continentes. Con la paz de Utrecht de 1713 Inglaterra se vio favorecida con el control, a través de
Gibraltar del tráfico entre el atlántico y el mediterráneo y desde allí con el levante; con el monopolio del comercio de
esclavos y el navío de permiso que legalizaba de hecho el comercio de contrabando con las colonias españolas de
América latina.

8-LA INDUSTRIA DEL ALGODÓN:


Esta no solo dependía esencialmente del comercio internacional para la obtención de sus materias primas, sino que
sus innovaciones en la técnica y en la estructura de la ocupación caracterizaron el curso mismo de la revolución
industrial. La manufactura algodonera hubiera permanecido como una actividad eminentemente doméstica y no hubiera
podido rivalizar con la de las indias orientales, si no hubiese intervenido el sostén decisivo del comercio exterior para
darle alas y hacer de ella un gran imperio mecanizado, ampliamente provisto de energía y capitales. Más de la mitad de
los esclavos transportados a través del atlántico cumplían la travesía en las bodegas de naves inglesas que salidas de
Liverpool, retornaban allí con cargas de algodón en bruto además de tabaco y azúcar. Luego se alejaban hacia las indias
occidentales y el continente americano con las telas de algodón salidas de la fabricas lancashire. Caso todos los
especialistas han señalado la función de motor principal que el algodón desempeñaba en la revolución industrial inglesa.
Aunque núcleos importantes de mano de obra trabajaran aun fuera de las fábricas, junto a viejas jennies o a primitivos
telares manuales, la gran oferta de brazos de mujeres y de niños y la prolongación de la jornada de trabajo hasta 16 horas
diarias, con salarios de mera subsistencia, aseguraban a las empresas algodoneras importantes marines de ganancia y
altas tasas de inversión. Y el empleo de vapor como energía motriz habían obligado a los tejedores seguir el camino de
los hilanderos desde el establo a la fábrica, desde la aldea a os nuevos centros industriales, contribuyendo a incrementar
la productividad que en espacio de veinte años antes de 1835 había aumentado el número de piezas fabricadas por telar
de 2 a 18 por semana. La iniciativa industrial a gran escala impresa por el fuerte progreso de las fábricas de algodón
determino reacciones secundarias importantes no solo en lo que respecta al desarrollo de las áreas urbanas, sino también
en la demanda de carbón, hierro y maquinas-herramientas, en la demanda de capital circundante y finalmente, el la
demanda de trasporte de bajo precio, reacciones que estimulara fuertemente el desarrollo industrial en otras direcciones.

LA REVOLUCION INDUSTRIAL.
Carlyle, Blanqui y otros.

III. El ultimo estadio de la Revolución Industrial.

1. LA MAQUINA DE VAPOR.
Al algodón se debe reconocer el papel de primer actor en la escena de la revolución industrial. Su producción habría
de mejorar y crecer a ritmos jamás vistos en la industria manufacturera. También tuvo innovaciones técnicas igualmente
rápidas e intensas y además se contaba con un mercado ya preparado para recibir los productos de algodón sin que
mediara un cambio radical en el gusto de los consumidores.
¿Cuáles fueron los nuevos recursos que permitieron que la economía inglesa prosiguiera, en las primeras décadas del
siglo XIX, su esfuerzo industrializador? Según juicio casi unánime de los historiadores, la industria del hierro y del
carbón cumplió en ese período la función de pionera en la creación de una base de bienes de capital suficientes para
superar la difícil situación económica de los años posteriores a la guerra contra Francia; y revigorizó en gran estilo un
sistema productivo que hacia 1820 pareció vacilar peligrosamente, después del primer "despegue" de la industria
algodonera.

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Por ahora, un punto por lo menos es seguro: el de la importancia que tuvo la introducción en gran escala de la
máquina a vapor para resolver una serie de "cuellos de botella" que desde hacía tiempo bloqueaban el desarrollo de la
producción de hierro y de la minería, acrecentando, por ende, las potencialidades productivas.
De cualquier modo, la máquina de vapor fue el resultado más importante de la revolución industrial y, en la medida
en que ella hacía posible sustituir el material-base usado hasta entonces, la madera y el agua, preparó el camino para
otras novedades. Antes que caducara su patente, hacia fines de 1800, Boulton y Watt habían construido cerca de medio
millar de máquinas, tanto de simple como de doble efecto; y la utilización del vapor en las salinas, en las minas, en la
industria siderúrgica ya estaba en condiciones de avanzar sobre la producción, de transformar las condiciones de trabajo,
de asegurar más altas perspectivas de ganancia y, por todo ello, de definir nuevos desequilibrios económicos de tal
carácter que podían conducir a la búsqueda de otros dispositivos más perfeccionados o complejos.
Sin embargo, recién en el curso del primer decenio del siglo XIX la nueva forma de energía fue empleada de manera
general y encontró rápida adopción en los telares algodoneros, en los molinos trigueros, de malta y de caña de azúcar.

Su difusión coincide, por otra parte, con el comienzo de la revolución industrial en sectores hasta el momento
marginales respecto de las novedades técnicas, o caracterizados por una potencialidad productiva totalmente
distorsionada a causa de la persistencia de métodos tradicionales.
A pesar de todas las aplicaciones que tuvo la máquina de vapor en distintos tipos de producción y en la vida misma,
no bastó para que se reconociera como una especie de "llave mágica" que de inmediato abriría derroteros insospechados
para el progreso de la técnica y de la producción, para el cambio de la vida misma. Watt,
Hasta fines del siglo XVIII, la máquina de Watt sirvió, sin embargo, para acrecentar la oferta de carbón en Inglaterra
respecto de otros países y para eliminar los últimos obstáculos a la producción en gran escala: es decir, a cortar los
múltiples nudos que todavía ligaban, a través de los molinos de agua y de viento, un gran número de industrias y sus
destinos al campo, a la disponibilidad de brazos en la comunidad de la aldea y, sobre todo, a la clemencia o inclemencia
del tiempo.

2. EL “BOOM” DE LOS FERROCARRILES.


A fines de la década de 1840, la máquina de vapor había hecho realidad la liberación de las materias primar orgánicas
y trastocado el poder del molino de agua o viento; y el "agua hirviente" había trasformado radicalmente la industria
textil, pero también se había concluido el período de mayores inversiones en la industria algodonera, mientras que en la
lanera, en la carpintería de obra y en la industria alimentaria la mecanización del trabajo y la concentración de mano de
obra todavía vacilaban en asumir dimensiones relevantes.
El proceso de acumulación del capital corría el riesgo de detenerse. No es casual, recuerda Hobsbawm, que la
economía política fuera por entonces la "ciencia del pesimismo", mientas que los socialistas creían inminente el
derrumbe del capitalismo. Las perspectivas de recuperación del sistema productivo, de expansión del beneficio y del
ingreso parecían bloqueadas no sólo por los avatares de la especulación inglesa en América del Norte y del Sur, sino
sobre todo por la carencia de alternativas adecuadas de colocación para una masa creciente de ahorros y la disponibilidad
de capitales en otros sectores industriales, desde el de la construcción a los astilleros.
Es cierto que la máquina de vapor y la laminadora de Cort habían cambiado, en la primera década del siglo XIX, la
estructura y la fisonomía de la industria del hierro y del carbón promoviendo notables economías en materia primas y
similares ahorros en tiempo de trabajo. Pero también es un hecho, en 1810, que la producción de carbón, aun cuando se
había duplicado respecto de 1750 continuaba absorbida, en lo fundamental, por el consumo doméstico.
Mientras que el aumento de la demanda de hierro había comenzado a declinar con la caída de las necesidades de
guerra al concluirse el conflicto con Francia; no obstante, en el interín, los precios del fundido del acero en lingotes
descendieron considerablemente y la recuperación no comenzó hasta que la demanda de pertrechos no fue reemplazada
por la demanda de otros bienes, como por ejemplo el uso del hierro en las construcciones edilicias y de canales, en los
puertos, etc. Estos y otros experimentos no habrían podido imprimir un desarrollo decisivo a la industria siderúrgica ni se
hubiera aprovechado integralmente la inmensa fortuna encerrada en la existencia de ingentes recursos de hierro y de
carbón, si la presión de los excedentes de capital acumulados en el transcurso de la primera fase de la revolución
industrial no hubiese abierto una brecha para la expansión de los ferrocarriles.
En 1825 existían en Gran Bretaña de 300 a 400 millas de vías que en conjunto representaban una inversión de capital
no desdeñable, de carca de dos millos de libras. El ferrocarril más largo, el Stockton - Darlington, empleaba viejos
coches de caballos o de motor fijo para el transporte de pasajeros; y el primer boom de 1824 - 1825 había terminado con
la construcción de apenas 70 millas de vías, casi todas de recorrido breve y limitadas a los límites de una mina o una
fundición. Existía, sin embargo, una masa de circulante y de ahorros personales, una reserva suficientemente amplia de
recursos y de beneficios provenientes de la Industria algodonera o de la agricultura; no reinvertidos en su totalidad, o en
algunos casos reimportados del exterior después de 1820, a los que podía recurrirse para poner en marcha nuevas
empresas societarias y emisiones públicas de acciones. Y éste fue precisamente el camino seguido por los promotores de
las compañías ferroviarias, a diferencia de cuanto había sucedido cuarenta años antes para la construcción de canales,
cuando el grueso del capital había sido aportado por hombres de negocios e industriales locales interesados
personalmente en el buen éxito de las iniciativas proyectadas.
El último boom de 1847 había presenciado la construcción de 6500 millas de vías, a despecho de los viejos
monopolios de peaje y de la especulación de tierras. La industria siderúrgica había comenzado a exportar cerca del 40%

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de sus productos para el equipamiento de nuevos ramales ferroviarios, especialmente a la India y los Estados Unidos
pero también al continente europeo; la banca, por consiguiente, había podido concluir préstamos ventajosos a los
gobiernos de otras naciones.
A su modo, la aplicación del vapor en los medios de transporte significó una revolución bastante más "arrasante" que
la mecanización de la hilandería de algodón. Los ferrocarriles lograron absorber capitales en una medida enorme y
cumplir la doble función de conformar un desemboque conveniente para los recursos financieros de ingleses y, por ende,
estimular tanto las inversiones británicas en el exterior como la exportación de bienes de capital ingleses.
La construcción de ferrocarriles no sólo había movilizado una cantidad prodigiosa de recursos financieros,
asegurando la fortuna de poderosos organismos privados, abierto un camino ascendente al capital bancario, bursátil y de
las altas fianzas, sino que también había empleado, entre 1847 y 1848, a 300.000 personas y estimulado el desarrollo de
una vasta gama de industrias productoras de bienes de capital. El ferrocarril, que alcanzará las 10.000 millas en 1860 en
Gran Bretaña e Irlanda del Norte, había creado una demanda excepcional de mineral de hierro y de carbón, valorizando
los yacimientos conjuntos nacionales y acelerando las innovaciones técnicas en la industria siderúrgica.
Sin embargo, se correría el riesgo de no comprender totalmente el papel desempeñado por el ferrocarril en cuanto
proporcionó oxígeno a la revolución industrial, si se olvidara subrayar la importancia que el precio bajo del hierro tuvo
para el comienzo de la expansión de la industria mecánica. Junto a un sector productivo de gran intensidad de capitales y
elevado grado de mecanización, como el siderúrgico, se fue desarrollando otro sector clave de la economía moderna: un
conglomerado intermedio de robustas de fábricas de herramientas, de ingeniería especializada, de instrumentos de
precisión, destinado a servir de tejido conectivo entre la industria de bienes de capital y el mercado y a promover una
serie casi ininterrumpida de perfeccionamientos técnicos de "economías externas", pero sobre todo a ampliar la demanda
de fuerza de trabajo, a reclutar, en un momento en que la ocupación de distritos textiles estaba a punto de estabilizarse,
nuevos batallones de mano de obra asalariada.
3. NUEVA BURGUESÍA Y CRISIS DEL “LANDED INTEREST”.
(63) La revolución industrial había colocado junto a la vieja Inglaterra de los landlords (señores de la tierra) una
nueva oligarquía económica y social, fuerte y consciente de sus responsabilidades, de su futuro político. ¿Cuáles eran los
orígenes sociales de esta nueva clase que había crecido rápidamente en el curso de medio siglo, a la cabeza del "sistema
de fábrica", enérgica y combativa, segura de su destino?
(64) Muchos autores han subrayado los humildes orígenes de los que provenía la nueva burguesía inglesa: gente de
provincia, surgida de las filas del viejo patronato artesanal y de los pequeños agricultores prósperos, que había entrado en
sociedad al lado de comerciantes poseedores de mayores fortunas y se había abierto camino con el "rústico vigor y la
ilimitada ambición típica de la pequeña burguesía rural", Detrás de ella había ido creciendo, sucesivamente, una nueva
capa de fabricantes modestos pero afanosos, compuesta de maestros relojeros, de sombrereros y de campesinos-tejedores
ya familiarizados con algunos detalles del ciclo productivo y munidos de un poco de tierra para vender o hipotecar para
conseguir dinero contante y sonante.

Industriosidad e interdependencia no sirven para explicar de manera exhaustiva la rápida carrea de la nueva burguesía
en los negocios y la industria. "El ascenso de un hombre que no poseyera ningún capital inicial - observa Doob - era muy
raro". Con el correr del tiempo, tampoco una fortuna modesta, incluso acompañada por un bagaje suficientemente sólido
de conocimientos técnicos o de duro trabajo y ahorro, podía estar en condiciones de triunfar en sectores claves como la
industria siderúrgica o la mecánica.

(65) Es evidente que esta nueva coalición de fuerzas productivas había superado ya a la workshop del artesano y,
después de suplantar a la corporación por oficio, había logrado disolver toda resistencia residual frente a la fábrica y la
sociedad anónima y a presionar con su masa de obreros asalariados al landed interest y a los partidarios de las "leyes
sobre granos" con las que la vieja aristocracia intentaba salvaguardar a toda costa la posición que usufructuaba en la
administración política de la nación.

La reforma electoral de 1832 (Reform Bill), dio un primer golpe al poder político de la aristocracia terrateniente,
basado hasta entonces en el predominio de los "pestilentes burgos", en la facultad de los pequeños centros rurales, donde
prevalecía el elemento noble y su clientela, de enviar al parlamento un número de representantes proporcionalmente
mayor, en lo que hace al número de sus habitantes, que el otorgado a las nuevas ciudades industriales.

4. SALARIOS Y PROLETARIADO FABRIL.

(66) El free trade se había impuesto finalmente con Cobden y la escuela de Manchester, se había impuesto sobre la
sociedad aristocrática. El free trade había impuesto su reivindicación de libertad y pan barato, a fin de mantener una
productividad elevada y rebajar los costos de la producción. Pero la victoria de la Anti-Corn Law League (La Corn Law
prohibía la importación de cereales) señaló el fin de una alianza táctica ya incompatible a causa de la fuerza de choque
de una clase organizada contra los latifundistas pero encerrada dentro de sus nuevos intereses particulares.

(67) Europa había llegado al capitalismo burgués. En Inglaterra, el proceso de proletarización aparecía en su faz más
avanzada: el obrero había perdido definitivamente su libertad, se había convertido él mismo en un instrumento de

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trabajo, mientras que el salario manifestaba inevitablemente la tendencia a reducirse hasta alcanzar un nivel
correspondiente no tanto a las necesidades mínimas de subsistencia, sino al impuesto por el interés del capitalista de
explotar al máximo la mano de obra para obtener el más alto beneficio del capital invertido en la compra y la puesta en
marcha de las máquinas,

Aun así, hay autores - como Ashton - que sostiene que incluso los sectores más pobres se beneficiaron, en principio,
por la sustitución del precario salario en especie por la remuneración más regular en dinero.

Debe señalarse que la superación del modo de producción anterior basado sobre la pequeña producción artesanal
individual coincidió con la progresiva imposición del poder del capital sobre el trabajo y con un nivel de ingresos
obreros que no contemplaba mucho más que las estrictas necesidades de subsistencia.

Recientes investigaciones, a nivel regional y sectorial, también demostraron que, como afirma Deane, "si se
consideran las malas cosechas, el crecimiento de la población, las privaciones debidas a la guerra y la miseria, causada
por la desorganización de la actividad económica en la post-guerra [...], en conjunto, el nivel medio de vida de la clase
trabajadora empeoró en lugar de haber mejorado" entre 1780 y 1820,

La deflación que siguió al término del conflicto pareció equilibrar, por lo menos hasta 1835, el poder adquisitivo de
los salarios obreros.

Es, por ende, perfectamente legítimo sostener dos tesis que, a primera vista, parecen contradictorias: que a fines del
largo período entre 1790 y 1840 se produjo un cierto mejoramiento en el nivel material medio de vida y que en la misma
época la explotación, la inseguridad y los sufrimientos habían aumentado. En 1840 se vivía mejor que cincuenta años
antes, pero este pequeño progreso tenía su precio en una mayor intensidad de trabajo y en salarios bajos, en la
supervivencia durante muchos años de la Combination Acts en la explotación del trabajo de niños y mujeres en el
hacinamiento y la ausencia de las más elementales medidas de higiene. Sin embargo, la necesidad de "paz industrial"
impondrá finalmente a la clase dirigente, cuando amengüe la oleada antijacobina, las primeras formas de legislación
sobre el trabajo fabril, la institución de un fondo nacional para garantizar un salario mínimo y la creación de albergues
para desocupados.
Pero tampoco en aquel período se produjo un aumento sustancial de los salarios reales de los trabajadores
industriales. Lo que proporcionó un respiro al presunto de la familia obrera inglesa fue, más bien, el tránsito de algunos
sectores obreros a actividades más especializadas y, por ende, mejor retribuidas.

5. INDUSTRIALISMO Y “LAISSEZ – FAIRE”

"Existía entonces - escribe Hobsbawn -, un orden en el universo. Pero ya no era el orden pasado. Había un solo Dios
que se llamaba vapor y hablaba con la voz de Malthus, de Smith, de Mac Culloch y de todos los que hacían uso de
maquinaria". Una descarnada devoción por las razones del utilitarismo había acompañado el ascenso de la nueva
burguesía y ya constituía más que un hábito mental, puesto que se había configurado como una suerte de credo moral, de
filosofía política que había estipulado una nueva jerarquía de valores y definido el tono de una sociedad nacida de la
revolución industrial.
Lo que resultaba evidente en las primeras décadas del siglo XIX era el repliegue del nuevo "humanismo" burgués, de
la ciencia y la racionalidad, dentro de los cánones de un empirismo mediocre y opaco, satisfecho, sin ideas ni curiosidad.
Contra esta decadencia y frente a la precoz miseria de las nuevas "ciudades prodigio" de las chimeneas y de los telares de
vapor, contra el avance mismo del maquinismo y del industrialismo, surgía entonces toda una promoción de hombres de
letras, de pensadores y de reformadores sociales.

Pero, ¿cuál era el nuevo "catecismo" que había dado a la burguesía inglesa, junto con su sólida seguridad intelectual,
la fe en una suerte de progreso sin fin? En 1776 Adam Smoth volvió sus baterías sobre un edificio que ya había
comenzado a derrumbarse [...]. La investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones expresaba en
forma incomparable los pensamientos suscitados, en la mente de los hombres, por los acontecimientos, confiriéndoles un
carácter lógico y sistemático. En el lugar que ocupaban las reglas dictadas por el Estado, colocaban, como principio-guía,
las opciones espontáneas de la gente común. La idea de que los individuos, al seguir su propio interés creaban leyes
impersonales o por lo menos anónimas como las de las ciencias naturales, era sugestiva"
Lo que importa señalar es que el sistema de Smith, con su axioma por el que "todo hombre es naturalmente el mejor
juez de su propio interés y debe, por tanto, ser dejado en libertad de satisfacerlo, según sus propias inclinaciones", se
había impuesto rápidamente como la expresión más completa de las exigencias y de los nuevos valores políticos y
económicos de los sectores financieros y empresarios.
Pero, después de las guerras contra Napoleón, se necesitaron otros treinta años para dar un paso decisivo en la
dirección señalada por Adam Smith. La derogación, en 1846, de las "leyes sobre granos", había entrañado, junto con el
triunfo del libre cambio, también el de la ideología individualista de los principios del automatismo del mercado y de la
organización productiva.
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"El ataque contra la Corn Law - escribe Kitson Clark - fue conscientemente planificado sobre el modelo del
movimiento antiesclavista: las leyes sobre granos fueron atacadas no sólo en su aspecto económico, sino como un pecado
y un coro de ministros de culto fue invitado a pronunciar el anatema"
Mientras tanto, la caída de los privilegios de la gran propiedad terrateniente y la conculcación del derecho de un
amplio sector de propietarios agrícolas a un "tratamiento especial" reflejaban de manera inequívoca el pasaje definitivo a
una economía industrial y delataban al cambio sustancial en el equilibrio del poder político.

6. EL PAPEL DEL ESTADO.

Es preciso destruir un mito: la convicción de que la tarea principal que la teoría liberal asigna al Estado en el proceso
de industrialización es simplemente la de dejar que las cosas anden de por sí. En los comienzos dela revolución
industrial, el problema de concretar estructuras jurídicas adecuadas a las exigencias de la iniciativa individual implicó
siempre una serie de intervenciones positivas que lograron eliminar los principales obstáculos que se alzaban ante la libre
concurrencia. Así, en el curso de la revolución industrial, el papel del poder público no fue pasivo. Entre 1760 y 1850,
muchas leyes que impedían la plena movilidad del trabajo o del libre empleo del capital, la organización de la empresa o
del flujo autónomo de mercancías desde el exterior fueron derogadas.

Pero incluso las teorías smithiaas reconocían al Estado específicas funciones productivas, en la medida en que
determinados bienes y servicios, aunque útiles y ventajosos, eran de naturaleza tal que "el beneficio no llegaría jamás a
cubrir lo invertido por un individuo o un pequeño número de individuos".

Así, en la medida en que el gobierno fue liberándose, después de 1820, de una serie de competencias ya inútiles o
poco remunerativas desde el punto de vista financiero, tornando de este modo más eficiente la máquina administrativa y
ordenando las finanzas públicas, comenzó a desempeñar un papel de gran importancia en el proceso de industrialización.

No diremos que el movimiento liberal, precisamente en el momento de su victoria, estuviera cediendo paso
automáticamente al intervencionismo estatal; ni que el control público sobre la economía hubiese ya encontrado una
ideología propia y un espacio consciente en los programas de las fuerzas políticas. La verdad es más bien que
determinadas técnicas de administración del Poder Ejecutivo se habían perfeccionado y que otras funciones habían
entrado en la esfera de competencia del poder público, empezando por la emigración y la colonización.
La expansión colonial, el apoyo de la "fuerza de choque" de las mercancías inglesas sobre el mercado mundial, era
justamente una de las funciones de competencia del Estado. Y ha surgido, justamente en estos últimos años, una viva
discusión entre los historiadores ingleses sobre la política de los ministerios de mediados de la era victoriana.
Para Gallagher y Robinson, los sucesivos gobiernos conservadores y liberales desarrollaron una activa función de
apoyo en favor de los fabricantes y comerciantes ingleses en la expansión económica sobre Asia y América Latina, en la
creación de economías satélites, productoras de materias primas y compradoras de productos manufacturados en una
metrópoli ya altamente industrializada y necesitada, por tanto, de nuevos mercados.

7. INGLATERRA Y LAS OTRAS ECONOMIAS EUROPEAS.


En 1851, se reunieron en Londer 17.000 expositores durante la primera exposición de las realizaciones industriales de
la época de las máquinas y del vapor. Según Hartwell, entre 1780 y 1850, el aumento del producto nacional per cápita se
había duplicado en cincuenta años, y se cuadruplicaría el producto total en el curso del siglo XIX. El primado inglés era
abrumador: la producción de carbón y la de hierro eran el doble de las registradas con cuenta años antes, a comienzo de
siglos. En otros lugares, la revolución industrial había sido un fenómeno mucho más lento. Francia a mitad de siglo era
todavía un país fundamentalmente agrícola. La revolución industrial había permitido que subsistiera un mundo rural
bastante importante, aunque no preponderante. Recién durante el segundo imperio Francia logró conformar una
estructura industrial moderna con el pasaje definitivo a la estructura industrial moderna con el pasaje definitivo a la
utilización de carbón de piedra, la difusión del vapor y la mecanización del trabajo en la industria metalúrgica, en la
química y la textil. Pero todavía en 1869 la producción de carbón no alcanzaba a representar un cuarto de la inglesa de
1850 y la producción de fundición de hierro superaba muy poco el millón trescientas mil toneladas.
Sólo a partir de la crisis económica de 1848, la combinación entre trabajo agrícola e industrial rural, que hasta
entonces había desempeñado una función de equilibrio social y político, comenzó a disgregarse gradualmente para dar
paso al desarrollo de la tejeduría mecánica y la expansión de la metalurgia, así como a un modelo de sistema productivo
de tipo urbano; por otra parte, la reorganización del crédito bancario, ampliará las dimensiones del mercado financiero y
de los transportes modernos en función de las exigencias de la gran industria.
En Alemania fueron las supervivencias estructurales y políticas de naturaleza feudal las que obstaculizaron la
revolución industrial. En algunas regiones, las corporaciones impedían el empleo de maquinarias; en otras, las fuerzas de
la burocracia estatal y municipal continuaban oponiéndose a la fábrica. El proceso de industrialización en Alemania
comenzó bastante tarde, alrededor de 1850 - 1860, después que el Zollverein (unión aduanera) y la construcción de
ferrocarriles le abrieron paso; pero, en compensación, se alcanzó la maduración en muy breves años y con rasgos
fuertemente monopolistas y concentrados: a tal punto que ya en 1880 superaba, en determinados sectores los logros
alcanzados por Francia que había iniciado su industrialización treinta años antes.

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Para concluir, debe ratificarse el carácter peculiar de la revolución industrial inglesa. Ninguna de las condiciones que
actuaron en la isla entre fines del siglo XVIII y las tres primeras décadas del XIX se repitió con las mismas
características en las naciones que llegaron más tarde ante los umbrales de la industrialización. Por otra parte, las
dimensiones de la inversión necesaria para intentar el ingreso en el área de la industria habían crecido. Es cierto que
existían elementos de signo positivo: desde la contribución en capacidad operativa ofrecida por Inglaterra a otros países,
al flujo de capitales liberados en la misma dirección, a la experimentación ya realizada y, por ende, los gastos ya
cubiertos de los inventos y sus aplicaciones técnicas; y desde otro punto de vista, las ventajas de una educación más
difundida, de una tecnología más avanzada y de inversiones en capital fijo de proporciones bastante mayores que las de
un siglo atrás. Pero otras tandas condiciones funcionaban como factores negativos: el evidente interés de la ya firme y
siempre próspera industria británica de no provocar competencia que pudiera preocuparla en las áreas de mercados más
remunerativos para su producción, y evitar al mismo tiempo una concentración, a largo plazo, del flujo hacia la isa de
materias primas y productos alimenticios a bajo precio, indispensables para su ulterior expansión. Y junto a estos
elementos que hacen a una dura competencia comercial, debe recordarse los costos económicos y sociales, en el
desarrollo de las fuerzas productivas y en el nivel político, que un proceso de industrialización acelerada comportaba en
los países que habían llegado tarde a los umbrales de la sociedad industrial.

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