Está en la página 1de 3

MOSSE: LA NACIONALIZACIÓN DE LAS MASAS

CAP.1: LA NUEVA POLÍTICA


Para Mussolini, cada revolución crea nuevas formas políticas, nuevos mitos y devociones; ahora era
importante usar antiguas tradiciones y adaptarlas a un nuevo fin. Schmeer dice que la principal
innovación del nacionalsocialismo fue la invención de un estilo político nuevo; los actos políticos se
convirtieron en la dramatización de los nuevos mitos y cultos.
Mussolini tenía razón al mencionar la adaptación de antiguas tradiciones para nuevo fines, porque el
estilo fascista fue en realidad el clímax de una “nueva política” basada en una idea dieciochesca en
ascenso, la soberanía popular. Este concepto de soberanía popular se precisó mediante la idea de
“voluntad general”, como Rousseau la había expresado, asentándose en la creencia de que la
naturaleza del hombre como ciudadano solo puede existir activamente cuando todas las personas
actúan juntas como un pueblo reunido. En el SXVIII se decía que la nación se basaba en el propio
pueblo, en su voluntad general. Así es que el culto al pueblo se convirtió en culto a la nación y la
nueva política trató de expresarlo a través de un estilo político que se transformó en una religión
secularizada.
Desde comienzos del SXIX a través del uso de mitos y símbolos nacionales, y del desarrollo de una
liturgia que permitiría participar al propio pueblo en el culto, se fue logrando. La nueva política
intentó que el pueblo participara activamente. El “pueblo” se convirtió en un movimiento de masas
que compartía la creencia en la unidad popular a través de una mística nacional. La nueva política
proporcionó la materialización de una voluntad general.
En Europa la nueva política formó parte desde el principio del movimiento antiparlamentario, que
propugnaba una religión secular como aglutinante político de la nación.
Para quienes se consideraban liberales o de izquierdas, el fascismo era una “aberración” histórica, la
“ocupación” del país por parte de una minoría bárbara. El pueblo estaba cautivo y cuando se le
permitiera decidir su propio destino retornaría a un liberalismo o a ideales socialistas.
El fascismo fue una consecuencia de la 1GM. Sin la guerra y la paz no habría habido movimiento
fascista. El fascismo se relaciona estrechamente con su época, la de Europa de entreguerras.
El derrumbamiento de Europa luego de la guerra fue un componente esencial del fascismo y le dio
gran parte de su atractivo popular. El concepto de totalitarismo implica la utilización del terror contra
la población y la confrontación del líder y el pueblo. Se basa en la presunción de que solo el gobierno
representativo puede ser democrático.
Aunque la nueva política afectó a toda Europa, lo que nos interesa es en Alemania. Dentro de esta
nación desunida, a comienzos del SXIX, la exaltación de la voluntad general como bien supremo se vio
estimulada por dos factores: el ascenso del nacionalismo, que se basaba en el pueblo como entidad
cohesionada por sus mitos y símbolos históricos, y el desarrollo de los movimientos y la política de
masas.
En Alemania, el ascenso del nacionalismo y la democracia de masas unieron sus fuerzas en el SXIX. El
nacionalismo se fue definiendo como movimiento popular.
El totalitarismo nunca fue una forma de gobierno en la que un líder carismático cautivara a sus
seguidores como el flautista de Hamelín. No hay duda de que el partido único del Estado dictatorial
podía actuar como mediador, entre el líder y los seguidores, pero nunca fue satisfactorio. La religión
secular y nacionalista comenzó a funcionar en la vida política de Alemania dentro de los movimientos
de masas.
Esta religión se basaba en mitos y símbolos fundados en el anhelo de escapar a las consecuencias de
la industrialización. La atomización de la mentalidad del mundo tradicional y la destrucción de los
vínculos ancestrales y personales fueron penetrando en la conciencia de gran parte de la población.
Pretendían dar al mundo una renovada plenitud y reintegrarle la idea de comunidad a la nación
fragmentada. Las raíces de los mitos en Alemania tenían profundas raíces históricas.
Los símbolos, la materialización de los mitos populares, dan a un pueblo su identidad. El nacionalismo,
cuyos comienzos coincidieron con el romanticismo, convirtió los símbolos en la esencia de su estilo
político. Siempre habían desempeñado una función primordial en el cristianismo, y ahora, en forma
secularizada, pasaron a convertirse en un elemento capital del culto nacional alemán.
El momento nacional como forma de autoexpresión sirvió para anclar los mitos y símbolos nacionales
en la conciencia del pueblo.
Este estilo es más que un mecanismo político destinado a sustituir el concepto liberal de gobierno
parlamentario o a ilustrar la realidad del mito. Se basaba en presupuestos artísticos, en una estética
que resultaba esencial para la unidad del símbolo.
La idea de la nueva política iba a transformar la acción política en una obra dramática.
La idea de los actos de devoción debían desarrollarse dentro de un contexto “hermoso”. así nos
acercamos a la tradición teatral y dramática del Barroco.
Como movimiento de masas, el nacionalsocialismo consiguió adoptar una tradición que, cuando los
propios movimientos fascistas se convirtieron en una realidad política, ya llevaba alrededor de un
siglo ofreciendo una alternativa a la democracia parlamentaria.
El pensamiento político fascista y nacionalsocialista no pueden juzgarse en función de la teoría
política tradicional. Los dirigentes nazis y otros líderes fascistas hacían hincapié en los discursos,
cumplían con una función litúrgica. La propia palabra hablada se integraba en los ritos del culto, y al
final, lo que en verdad se decía tenía menos importancia que el entorno y las ceremonias que
rodeaban los discursos.
Lo que importaba eran los resultados. El propagandismo era probado por el hecho de que dicha
propaganda excluía la discusión con sus enemigos y su punto de vista.
Nadie puede negarla presencia del terror, pero se acumularon pruebas suficientes para explicar la
popularidad de la literatura y el arte nazi. Así pasó también en el estilo político nacionalsocialista,
tuvo aceptación porque se levantó sobre una tradición conocida con la que se podía simpatizar. El
énfasis en la espontaneidad sigue desvinculando el fascismo del curso de la historia y le da cualidades
únicas. La idea del fascismo que aparece en el análisis de la izquierda, con sus insistencia en la
propagada y la manipulación, es parecido al as actitudes progresistas mencionadas. Le Bon y Sole
creían que las instituciones políticas ya no importaban, y lo que determinaba la naturaleza política era
una nueva “magia”.
El análisis de Le Bon influyó en Hitler y en Mussolini. Pero, él se limitó a resumir un tendencia que ya
existía en su época y que era mucho más compleja que la relación “mágica” entre dirigente y dirigido
en la que él se centraba. La lítica era una drama dentro del cual tenían lugar ritos litúrgicos, concepto
que fue definido por Erickson: “”el ceremonial permite a un grupo comportarse de una forma
simbólicamente ornamental, de modo que parece ofrecer un universo ordenado, cada partícula logra
una identidad, en función de su simple interdependencia con todas las demás”.
La Revolución Francesa fue el primer movimiento moderno en que el pueblo intentó adorarse a sí
mismo. De Mirabeu, uno de los líderes de la revolución dijo que, al igual que en la Grecia y la Roma
clásica, las fiestas ciudadanas debían conseguir que el pueblo, paso a paso, se imaginara una unidad
entre su fe y el gobierno. Los festejos de la revolución y sus símbolos intentaron convertir a todo el
mundo en participante activo. Es así que la Diosa Razón, sustituyó a la Virgen María en iglesias que
fueron transformadas en templos dedicados al culto a la revolución. La naturaleza tampoco fue
olvidada, ya que la revolución le daba importancia simbólica y política a los primeros rayos de sol del
día. La voluntad general se convirtió en una nueva religión.
Los cultos fueron un ensayo general para la nueva política alemana de los SXIX y XX. Los símbolos
cambiarían, el concepto del culto sagrado se haría más complejo.
Dentro de la nueva política, las descristianizaciones del culto popular nunca fueron completas. Ahora
la nación no era solo cristiana, sino también preñada de un cristianismo místico que se equiparaba
con el espíritu interior. “La patria está dentro de ti”, en un “espacio sagrado” que está en el alma de
todos los hombres.
Moritz Arndt, el poeta de la unidad alemana, dijo en 1814 que la oración cristiana debía acompañar
los festejos nacionales, pero el culto nacional, conservó intactas las formas de la liturgia cristiana,
junto con su idea de belleza. Esta tradición, fundida con el clasicismo, llevó a formas artísticas
susceptibles de inspirar la acción política.
Lo artístico y lo político se habían fusionado. El nacionalismo alemán se definía como algo realmente
creativo, lo artístico se tornaba político.
Donde más éxito tuvo el nacionalismo fue en la creación de la nueva política, en parte porque ésta se
basaba en la emoción. Los cuidadosos esfuerzos de los movimientos nacionalistas se orientaban a
disciplinar y dirigir a las masas con el fin de evitar el caos que frustra la creación de un movimiento
masivo coherente.
El nacionalsocialismo supone el punto culminante en el uso de la nueva política. La Italia fascista
también tuvo sus fiestas y símbolos, pero Mussolini no les dio la importancia capital que Hitler.
Los principales períodos históricos alemanes en los que tuvo lugar la nacionalización de las masas:
El primero, va desde las guerras de liberación (1813-14) frente a Napoleón hasta la unidad alemana
en 1871. la Confederación Alemana, fundada en el Congreso de Viena de 1815, fue insatisfactoria,
porque en vez del pueblo, quienes siguieron gobernando fueron los príncipes. El Congreso creó una
laxa confederación de 39 estados. Esto llevó a la glorificación de las pasadas guerras de liberación
contra Francia. Este fue el punto de partida democrático y nacionalista, que se oponía al orden
establecido. En la década de 1860 se asistió a una intensificación del racionalismo y de su uso en la
nueva política.
El Segundo Reich, el de 1871-1918, fue la 0fue un período de crisis para la nueva política. Bismarck
dominó Alemania hasta que perdió el poder en 1890. el “Canciller de hierro” creó un Reich ajustado a
su idea de Realpolitik. La unidad alemana no afectó a las minorías, los estados mantuvieron muchas
de sus prerrogativas, y el conservadurismo de Bismark parecía incapaz de frenar las divisiones sociales
que amenazaban con dividir a la nación. El Estado trató de anexionarse la dinámica nacionalista y
domesticarla. Desde el punto de vista nacionalista, el emperador Guillermo II (1888-1918) continuó
esa política consevadora. La República Alemana, posterior al Segundo Reich y a la derrota bélica, dio
un renovado impulso a la nueva política. El advenimiento de la República de Weimar en 1918 marcó
el comienzo de una era de la política de masas sostenida. En 1933 el triunfo del nacionalsocialismo
liquidó el régimen parlamentario, pero conservó las técnicas de la política de masas.
Desde comienzos del SXIX hasta la unificación alemana surgió sobre fuera del marco de los estados
alemanes, orientándose más bien contra los gobierno. El ansia de unidad nacional no contó con el
favor de la mayoría de los reyes y príncipes que regían los destinos de la nación. Pero después de
1871 y hasta el nacimiento de la República de Weimar el nuevo Estado alemán trató de manipular la
liturgia, con el fin de inclinarla hacia un nacionalismo sancionado por las autoridades.
Fue la estética de la política la fuerza que vinculó los mitos, símbolos y el sentimiento de masas; lo
que determinó la naturaleza del nuevo estilo fue una cierta percepción de la belleza y la forma.

También podría gustarte