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Víctor Manuel Valladolid Bribiesca

Trabajo sobre deseos vanos

Optativa textos filosóficos 2

Introducción

Imagínate que ciertas cosas que en la vida habías pensado y entendido como placenteras,
buenas o inclusive necesarias, realmente sólo sean cosas vanas a las que sólo les asignabas
y atribuías las propiedades ya mencionadas. Lo primero que harías puede ser que te
dedicaras a pensar en cómo es que aquellas cosas son vanas, así como cuáles son las
razones de fondo. Pues bien, podrías percatarte de que les atribuías estas propiedades por
distintos factores en los cuales errabas como: asignar palabras equívocas, realizar juicios
incorrectos sobre las mismas, pensar que son necesarias para tu desarrollo, etc. Bien,
permíteme mostrarte algunos de estos equívocos que yo cometí al asignarle todas aquellas
propiedades tan maravillosas a cosas tan vanas, que por lo mismo despertaron en mí deseos
vanos.

Déjame enseñarte estos equívocos cometidos por mí mediante una lista de supuestos bienes
que yo les atribuía a estas cosas para ver cómo al final resultaron ser simples deseos vanos.
Para esto iré enumerando cada propiedad que yo atribuía como buena e importante, y así a
la par iré desmantelando todas aquellas propiedades que realmente no son ni buenas, ni
placenteras ni necesarias, ni nada de lo maravilloso que te puedas imaginar.

Desarrollo

A lo que yo le llegué atribuir todas aquellas propiedades mencionadas fue a todo lo que
tiene que ver con la comida chatarra: refrescos, dulces, hamburguesas, pizzas, seguido de
una larga cadena. Continuemos pues con aquellos puntos prometidos y con lo ilusorio,
erróneo y falso de los mismos.

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Supuestos bienes

1.- La comida chatarra calma el hambre y la sed

Desmantelemos lo que yace de fondo en esta atribución. Resulta que yo llegué a pensar que
la comida chatarra calma las necesidades naturales y básicas de todo organismo, pues la
costumbre (ya sea familiar, social, publicitaria, etc.) misma enseña en varias ocasiones que
este tipo de comida es necesaria ser ingerida cuando uno siente la sensación de hambre y de
sed. Sin embargo, ¿es verdadero? En primera instancia el juicio evaluativo es correcto, ya
que, es obvio que cuando siente hambre o sed se debe calmar aquellas sensaciones con
algún tipo de alimento, más no con comida chatarra, por ello el juicio de respuesta es
inapropiado, pues es tan difícil que cuando se presentan estas dos sensaciones puedan ser
calmadas con cualquier cosa que uno ingiera. En absoluto lo comida chatarra calma el
hambre y la sed; incluso al momento, por ejemplo, de que uno siente sed y bebe una botella
de jugo o de refresco para nada parece calmar aquella sensación natural: lo que sucede es
que uno siente los labios pegajosos, la garganta seca, etc. Pero sigue presente la sed. Lo
misma que pasa con la sed pasa con el hambre: uno puede ingerir unas cuantas botanas,
dulces y demás, pero no calman la sensación de hambre, incluso la mayoría de las veces el
consumo de éstos llega a ser excesivo que termina produciendo hartazgo, o síntomas
fisiológicos como vómito o diarrea, por lo cual produce incluso dolor, y por ende, otra
necesidad que calmar. Por ello, esta atribución sobre la comida chatarra queda
desmantelada y así se observa que sólo es un deseo vano, pues en ninguna medida es
necesario para el sustento de cualquier organismo, pues lo que trae consigo es mayor dolor
o ya sea la continua permanencia de la sensación de dolor que se tiene.

2.- No causan dolor/producen deleite

Este otro punto que se atribuye a la comida chatarra está muy emparejado con el primer
punto. ¿En qué sentido? Se mencionó que uno al momento de consumir este tipo de comida
lo hace con el fin de calmar las sensaciones de sed y de hambre, pero como también se dijo,
éstas no calman aquellas sensaciones e incluso dejan una sensación de desagrado en el
cuerpo, por ello de esto se puede pensar que en efecto este tipo de consumo no produce
deleite –al menos el deleite que normalmente le atribuimos–. Incluso se podría pensar

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absurdamente que este tipo de comidas no producen dolor, en cuanto al cuerpo se refiere.
Esto lo podemos pensar en términos epicúreos, como lo era el término de aponia, (en
griego antiguo: ἀπονία) el cual consistía en la ausencia de todo dolor corpóreo como lo
pueden ser el hambre, la sed, el frío, etc. Reflexionemos esto expuesto en términos
epicúreos ¿producen alguna ausencia de dolor corporal este tipo de comida? Con lo hasta
ahora señalado sobra decir que no, pues ya se ha hecho explícito que este tipo de comida no
calma las sensaciones del cuerpo como el hambre y la sed, sino que sólo lo disfrazan, por lo
que dichas sensaciones de dolor siguen permeando en el cuerpo. Por ello, se puede ver que
sólo apaciguan el dolor presentado en el cuerpo, pero de forma momentánea, es decir, que
no logran terminar con el dolor de lleno. Además por lo mismo que no llegan a calmar la
sensación de hambre y de sed, se siguen ingiriendo de manera constante hasta producir
algún otro dolor corpóreo como los que ya se han mencionado: hartazgo, vómito, diarrea y
demás. Con ello se puede percibir claramente que aquel otro juicio que se emitía sobre la
producción de deleite es en suma medida falso. Todo esto expuesto nos permite ver que
entonces, los supuestos bienes mencionados en este punto son falsos, y así se logra
desmantelar otro supuesto bien.

3.- Ayudan para ciertas cosas, principalmente con el estrés, el cansancio, el enojo y la
concentración.

Yo atribuía a este tipo de comida una particularidad especial que consistía en asignarle a
ésta el poder de ayudarme con cuatro estados peculiares: el estrés, el cansancio, el enojo y
la concentración. Revisemos una por una y veamos lo incierto que subyace en todos. Si me
sentía cansado comía unos cuantos caramelos, botanas y chocolates. Y pregúntenme: ¿Qué
conseguía? Absolutamente nada. Pues el cansancio radica en otro aspecto del cuerpo. Para
calmar el cansancio lo que se debe hacer es o bien descansar o bien dormir, más no comer,
y mucho menos aquel tipo de comida. Cuando me sentía enojado por cualquier cosa del día
como el tráfico, tareas, molestias sociales y demás, yo intentaba calmar este tipo de
supuestos males con la comida chatarra. Y vuelvan a preguntarme: ¿Qué conseguía? Unas
cuantas grasas y ya. El problema vuelve ser el mismo ¿qué relación tiene el enfado con la
comida chatarra? Ninguna. Por ocasiones cuando me sentía estresado ingería aquella
comida, pero lo único que conseguía como he dicho, era más calorías en mi cuerpo. Yo

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llegué a pensar que aquellos alimentos me ayudaban con la concentración; cuando tenía que
leer textos difíciles o enfocarme de lleno en algún trabajo final pensaba en comer
chocolates, pues tenía la falsa creencia de que me ayudarían. Pero ¿fue así? No, mientras
ingería aquellos chocolates lo único que conseguía era demorarme en las actividades en las
que supuestamente me ayudarían. Ahora que lo pienso era mejor ingerir aquellos
chocolates después de la culminación de dichas actividades. ¿En qué radicaban pues todas
estas atribuciones falsas? En que yo entendía la mayoría como problemas corporales, como
lo son el caso de la concentración o del estrés, sin embargo, parece que sobre todo son
cuestiones mentales. ¿Cómo pude percatarme de aquel error que cometía, aquella confusión
que me hizo confundir las pasiones del cuerpo con las de la mente? Me permito remitir a un
pasaje de las Meditaciones de Marco Aurelio:

“A los consejos mencionados añádase todavía uno: delimitar o describir siempre la imagen que
sobreviene, de manera que se la pueda ver tal cual es en esencia, desnuda, totalmente entera a
través de todos sus aspectos, y pueda designarse con su nombre preciso y con los nombres de
aquellos elementos que la constituyeron y en los que se desintegrará.”1

Pues bien, gracias a este pasaje pude percatarme de que lo necesario era describir la imagen
que me sobrevenía al pensar en cada uno de los cuatro estados ya descritos, para así lograr
ver con claridad que el error consistía en que eran estados mentales, y no del cuerpo
(excepto el cansancio), y así pude asignarles su nombre preciso: estados mentales; con lo
cual pude desintegrar esta atribución falsa. Con esto se desmantela otro supuesto bien:
aquel tipo de comida no tienen ningún poder curativo sobre ciertos estados mentales.

4.- Son alimento

Ahora que ya lo he pensado con mayor detenimiento, los supuestos bienes que he atribuido
radican en el fondo en un problema del lenguaje: el problema consiste en hacer un mal uso
de las palabras. ¿Cuáles palabras? Alimento y comida. Anteriormente nombraba a la
comida chatarra como alimento, no obstante, ¿por qué determinarla como alimento? La
definición más elemental y básica de alimento es: la sustancia nutritiva que toma cualquier
organismo con el fin de servirle para su sobrevivencia, o en otras palabras, podemos pensar
que funge como fuente de nutrimento que ayuda a los organismos a desempeñar sus
1
Aurelio, M., 2005, Meditaciones, Gredos, Madrid. p. 76.

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funciones vitales: moverse, respirar, crecer, etc. Espero que se alcance ver el problema de la
confusión: sucedió que al errar en el uso de palabras estaba implícitamente un error de
conceptos, y por consiguiente, un error de juicio. En términos del estoico Crisipo, se
presentó una emoción (es decir, un movimiento del alma en cuanto a estados cognitivos se
refiere) que provocó un movimiento desordenado y torpe en cuanto al nivel cognitivo. ¿Por
qué cognitivo? Porque precisamente, los conceptos y juicios estaban siendo empleados
erróneamente por una confusión del lenguaje, específicamente, en el mal empleo de las
palabras. Ante este problema ¿cuál es la solución que permite terminar con esta falsa
atribución? Cuidarse a la hora de emplear las palabras; no confundirse entre términos, y así
no atribuir juicios equívocos.

5.- Son deseos naturales y necesarios

Este falso atributo lo asigné yo a partir del error de lenguaje que anteriormente expuse.
Pues bien, mientras yo asignaba a la comida chatarra el nombramiento de alimento
inconscientemente yo comencé a pensar que aquel tipo de comida era completamente
necesaria y natural para mi organismo, pues le atribuí propiedades de todo tipo como el que
son necesarias para terminar con sensaciones corpóreas naturales como lo son el hambre y
la sed, así como también le asigné incluso la propiedad curativa ante cierto tipo de estados
presenciales como el cansancio, el estrés o la concentración, por lo cual yo comencé
inconscientemente a pensar que en efecto, este tipo de comida era necesaria. Pues bien, el
error comenzó, como ya lo dije, por un error de lenguaje, lo cual llevó hasta sus últimas
consecuencias generar un conjunto de creencias falsas. O en términos epicúreos puede
también pensarse en que todo se originó a partir de una vana opinión, generada por un
problema de lenguaje, y dado esto, no son ni deseos ni naturales ni necesarios, sino vanos.

6.- Aceptación social

Por último punto, se tiene algo que supuestamente no sólo dependía de mí, sino también de
los demás. Llegué a tener la errónea creencia de que la mayoría de las veces yo consumía
este tipo de productos por la influencia de otras personas. Es natural que cuando se suele
estar con familiares, amigos o conocidos se realice una convivencia con este tipo de
productos de por medio: desde el alcohol hasta las llamadas botanas. Pues bien, lo mío no

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era normal; superaba en demasía lo que los demás ingerían, de ahí que llegara a pesar 96
kilos. Y al final ¿qué decía yo? Me excusaba: “Es por culpa de los demás, ellos me ponen
esos platos llenos de todo tipo de comida chatarra, me sirven vaso tras vaso ya sea de jugo,
refresco o cerveza.” Además pensaba que si no consumía aquellos productos se me vería
con mal cara, con cierta actitud de rechazo, etc. Todos aquellos juicios me movían a ingerir
comida chatarra en cantidades enormes.

Sin embargo ¿cómo desmantelar este tipo de supuesto bien atribuido? Valiéndome
de una enseñanza estoica, aquella que exponía Epicteto, la cual radicaba en que lo que
depende de nosotros (de cada uno) es el juicio, el deseo, el impulso, el deseo, el rechazo, el
bien, y que lo no depende de nosotros es precisamente todo lo ajeno a nosotros como lo que
los demás piensan, desean, rechazan o hacen. 2 El error en este bien atribuido, radicaba
entonces nada más y menos que en mí, no era por responsabilidad de nadie más, ya que,
precisamente era yo mismo el que atribuía mediante un juicio erróneo la necesidad de este
tipo de comida; era yo el que lo pensaba como un deseo natural y necesario; era yo el que
pensaba que todo ello no me producía mal alguno. Pero si bien, todo aquello, es algo
interno, es decir, algo que depende de mí, entonces en pocas palabras era yo, sólo yo, el que
se hacía un mal, pues como ya lo decía la enseñanza estoica, el mal y el bien sólo depende
de lo interno, no de lo externo. El error estaba en que no me hacía cargo de mis juicios,
deseos, atribuciones o asentimientos: lo dejaba a merced de fuentes externas como las ya
dichas. Entonces, con ayuda de esta enseñanza se desmantela otro bien supuesto atribuido,
pues en ninguna medida lo ya dicho en este punto dependía de los demás de mí: yo
consumía aquellos productos por mi propio deseo, mi propio asentimiento, por mi propio
impulso, por el de nadie más.

Conclusión

2
Con palabras de Epicteto: “De lo existente, unas cosas dependen de nosotros; otras no dependen de
nosotros. De nosotros dependen el juicio, el impulso, el deseo, el rechazo y, en una palabra, cuanto es
asunto nuestro. Y no dependen de nosotros el cuerpo, la hacienda, la reputación, los cargos y, en una
palabra, cuanto no es asunto nuestro.” Manual, 1, Gredos, Madrid.

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Parece de sobra exponer una conclusión, pues la misma se puede entrever a partir del
desmantelamiento de cada uno de los supuestos bienes, pero con fin de precisar un poco se
tiene como cierre que mediante algunas enseñanzas helenísticas como los de la escuela
estoica y la escuela epicúrea se logró desmantelar todos los supuestos bienes de la lista ya
mencionada, para así aclarar los juicios que se realizan en la vida cotidiana.

Bibliografía

 Aurelio, M., 2005, Meditaciones, Gredos, Madrid.


 Epicteto, 1995, Manual, Fragmentos, Gredos, Madrid.

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