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El pH no es más que una medida de la acidez o alcalinidad de una disolución.

 El pH nos indica la concentración de


iones de hidrogeno (potencial de hidrógeno). Se dice que un pH de 7 es neutro, por debajo de esa cantidad se dice que es
ácido y por encima hasta 14 es alcalino.
El organismo está constantemente produciendo iones hidrógeno, y nuestro organismo puede tener diferentes pH según
los líquidos u órganos. Tal vez el pH que más nos interese es el pH del líquido extracelular que es de 7,4 (ligeramente
alcalino como la sangre) ya que baña todo nuestro organismo y es un reflejo de nuestra condición orgánica.
El organismo no puede permitir variaciones muy significativas del pH del líquido extracelular. Estas variaciones deben ser
muy pequeñas. En situaciones patológicas severas, el pH puede bajar incluso a 6,4 (ácido) o llegar a subir a 7,7 (alcalino).
Variaciones más allá de estas cifras es señal de que la vida está en peligro.
Regulación del pH por parte del organismo
Hay tres mecanismos disponibles para regular los cambios del pH.
Por una parte, los propios líquidos corporales tienen sistemas para absorber los iones de hidrógeno en exceso y evitar de
esta manera un aumento de la acidez (pH por debajo de 7). Un ejemplo, imaginemos que echamos un poco de ácido
clorhídrico en un cubo lleno de agua, el pH del líquido del cubo bajaría rápidamente. Ahora nos imaginamos que
infundimos la misma cantidad de ácido clorhídrico en la sangre de un perro con la misma cantidad de agua en su cuerpo
que en la del cubo anterior, el pH cambiaria poco o muy poco ya que el ácido sería neutralizado por los propios
mecanismos amortiguadores de los líquidos corporales del perro.
A corto plazo este es uno de los mecanismos rápidos de control del pH. Sin embargo, a largo plazo los pulmones y los
riñones también tienen su papel en regular el pH del organismo.
Si el papel regulador de los propios amortiguadores de los líquidos corporales se satura aumenta la concentración de iones
de hidrógeno. En este caso la velocidad y la profundidad de la circulación pueden aumentar. Esto provoca que
los pulmones eliminen más dióxido de carbono y, para mantener el equilibrio químico, se forma más dióxido de carbono
y más agua a partir de los iones bicarbonato (HCO3-) e hidrógeno (H+) de la sangre. Resumiendo, los iones de hidrógeno
se pueden convertir en dióxido de carbono (CO2) y agua (H2O) y, así, cuanto más dióxido de carbono se espire, más
desciende la concentración de ion hidrógeno en el líquido extracelular. Debido a esto entendemos la importancia que tiene
el saber respirar de la forma adecuada, y hacer ejercicios de respiración oxigenándonos abundantemente para eliminar
CO2 y como consecuencia iones de hidrógeno (acidez).
El tercer mecanismo de autorregulación lo tenemos en los riñones. En este caso los riñones producen un cambio más
lento en el pH.
El mecanismo funciona de la siguiente manera. Las células del túbulo del riñón fabrican iones bicarbonato e hidrógeno
a partir de dióxido de carbono y agua. El bicarbonato, que actúa como amortiguador, es reabsorbido por el cuerpo, y los
iones de hidrógeno se excretan a la luz del túbulo cambiándolos por sodio. Por cada ion hidrógeno perdido en la orina, se
retiene un ion bicarbonato, que estará disponible en el líquido extracelular para neutralizar más iones de hidrógeno. Pero
además de esta función reguladora del riñón, este puede eliminar ácidos formando iones amonio (NH4+) a partir del
amoniaco (NH3), o por medio de otros neutralizadores de ácidos  como el fosfato que limpian y excretan los iones
hidrógeno.
Sin embargo, no podemos olvidar que llegado el momento de saturación, el organismo tiene que tomar medidas más
drásticas para combatir un pH ácido. Por una parte, la sangre si no tiene los minerales alcalinos suficientes para
contrarrestar un exceso de ácidos retira los ácidos depositándolos en los tejidos hasta que llegue el momento en que pueda
neutralizarlos. En segundo lugar, tiene que recurrir a su reserva de minerales alcalinos -calcio, magnesio, potasio-,
almacenados, sobre todo, en huesos, uñas, articulaciones, etc. para lograr el equilibrio vital.

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