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Diario
del buen recluso
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Qué hacer si he perdido las llaves y estoy solo.
Todas las puertas se han cerrado definitivamente
y el carcelero torpe grita de pie junto a los muros:
«El que ha quedado afuera que se pudra».
Es otoño y alguien llora.
El carcelero arroja las llaves al pozo de la noche.
CARLOS GALINDO LENA
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Diario del buen recluso I
QUÉ HACER SI HE PERDIDO las llaves de mí mismo. Qué hacer si soy un niño que
se asoma al pozo de la noche. Cárceles, solo veo cárceles. Calabozos concéntricos
donde cada uno resulta a la vez reo y carcelero. Afuera es otoño, pero afuera de
una prisión siempre es otoño. Podrirse como el otoño, todos los poetas deberían
podrirse como el otoño. Todos los poetas a gusto en sus celdas de costumbre.
Todos los poetas con sus cadenas larguísimas que no sienten. Afuera alguien llora,
pero afuera. Qué hacer si he perdido las llaves de mí mismo. Qué hacer si nunca he
nacido al otro lado de los muros. Ahora han cerrado definitivamente todas las
puertas y no queda nadie, nadie que pueda mirarme dentro.
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Carta a Vicente Aleixandre
TÚ QUE ESCRIBES, acaso para quien no te lee, ya lo has conseguido. Nadie escribe
para la posteridad; nadie escribe para el olvido. Uno calla su amor y permanece en
el país como si todo fuese un mismo pecado, una misma cárcel. Nunca es segura la
posteridad; nunca es seguro el olvido. Uno está solo como tu solo riñón. La
posteridad será siempre la posteridad para alguien; el olvido será siempre el olvido
para alguien. Uno debe ser Alguien para la Poesía. Tú que escribes, acaso para
quien no te lee, ya lo has conseguido.
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Carta a Miguel Hernández
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Diario del buen recluso II
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Poema a mi padre
MEJOR VOY ESCRIBIENDO el poema de tu muerte, que deberá ser rápida como
yegua de carreras, porque odias molestar a la familia los domingos. Pero será
domingo, un domingo de pueblo a media tarde, cuando da la sombra en el patio de
la iglesia, el patio de piedra y musgo, donde el jardinero y yo jugamos nuestro
ajedrez sobre un banco. Mi mujer vendrá con la noticia. Qué final de torres y
caballos. Pensar que entonces iba ganando. Digo que mejor voy escribiendo el
poema de tu muerte, para no decir que mejor voy escribiendo el poema de mi dolor
por tu muerte, porque no quiero mi dolor en una página, no quiero embridar ese
potro. Todos esperan que el dolor de un poeta sea más hondo, sea más bello, sea
distinto. Pero el dolor de un poeta es un potro entre mil potros, y nadie lo ha visto.
Un potro entre mil potros que siguen al semental, al corcel atroz que llaman el
dolor del mundo. Perdona, padre, mi entusiasmo, tú que no entiendes de caballos,
y yo que temo a sus patadas y mordidas. Otras son tus herramientas y tu oficio.
Mejor vuelvo al poema de tu muerte, ¿de qué fue por fin que te moriste? ¿De
cáncer en la garganta por tragar alcohol? ¿De cáncer en la garganta por tragar
polvo? ¿De cáncer en el estómago por tragar alcohol y polvo? ¿De caerte borracho
de un andamio? ¿De caerte borracho de un andamio y al abrirte solo encontrar
polvo, polvo húmedo de linfa y sangre, polvo hecho víscera, argamasa? Mira en lo
que termina esto la única vez que tu muerte me preocupa. Mi hermano pide que no
escriba, que un poema puede resultar profético, que solo yo pagaré la culpa si el
viejo se nos muere. Pero tú, padre mío, en verdad me entiendes: digo que mejor
voy escribiendo el poema de tu muerte porque ya escribí el poema de tu vida. Y
antes de bajar de la palabra que es mi cabalgadura, y antes de que por mi palabra
mueras, yo poeta por mi palabra te concedo: que no falten el pan ni la risa en tu
mesa; que no falten el amor de tus mujeres ni el amor de tus amigos; que no
mueran primero tus hijos. Todas esas cosas con que sueña un albañil.
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Novela de aventuras
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El juego del tigre
CUANDO EL NIÑO HACE DE TIGRE , devora a sus jóvenes padres todavía entre las
sábanas; devora a sus jóvenes abuelos que ya desayunan en la cocina. El ataque
del tigre los salva de ser ellos, ahora son cuerpos destrozados, cadáveres que el
mundo tardará en encontrar en esta selva. Hoy no irán al trabajo, no cortarán la
hierba del jardín, no botarán la basura. Solo serán carne para el tigre, alimento
gozoso. A cada hora resucitarán y a cada hora colmillos y garras les saltarán al
cuello. Pero los mayores se cansan rápido de morirse, de ser las pobres víctimas.
Entonces los mayores comienzan a cazar al tigre: buscan tras las puertas, buscan
debajo de las camas, buscan adentro de los armarios que resultan los mejores sitios
donde se puede esconder un tigre. Qué ilusos los mayores: lo que más disfruta el
tigre no es cazar, sino ser cazado. Olvidan que el tigre es inmortal. Cuando el niño
hace de tigre se devora a sí mismo y devora al niño que durmió en su cama para
que no vuelva a mojarla jamás.
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La imaginación de los niños
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Infancia feliz
EN UNA PLAYA DE LA NIÑEZ vi los bellos torsos entrar al agua y salir robustecidos.
Mis padres eran jóvenes todavía. Yo solía confundir sus torsos con aquellos torsos.
Más de una vez me senté en la arena junto a alguna pareja desconocida. Qué niño
más hermoso, me decían, ¿cómo te llamas? Pero no les prestaba la menor atención.
Sin responder, me levantaba y me iba. Todo poeta ha confundido a sus padres,
aunque el verdadero poeta nunca tarda en encontrarlos. Así pasé los veranos,
cuando aún era hijo único. En las noches veía el torso de mi padre sobre el torso de
mi madre. Los torsos se fundían hasta ser una sola bestia.
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Diario del buen recluso III
ENTRE NUESTRAS DOS SANGRES , dijo el poeta, hay cárceles con manos. Entre
nuestras dos sangres, amada mía, ¿qué habrá? ¿Manos que destruyeron cárceles
porque encerraron manos? ¿Cárceles que encerraron manos porque destruyeron
cárceles? ¿Barrotes fijados como lanzas en un río? ¿Un río de ciega podredumbre?
¿O la podredumbre aplaudir tras los barrotes? Entre nuestras dos sangres, amada
mía, solo hay más sangre que se abisma.
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Diario del buen recluso IV
LA GRAN REQUISA, ya viene la gran requisa. Qué harán conmigo si encuentran este
cuchillo y esta lima. Escondo el cuchillo bajo la palabra Dios; escondo la lima bajo
la palabra Amor. Bajo la palabra Dios está lo que hiere; bajo la palabra Amor está
lo que libera. La gran requisa, ya viene la gran requisa, la hora de buscar en mí lo
que no encontraron en los otros. Como el evangelista digo a mis captores: «Dios es
Amor». Y aprieto mi Biblia.
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Terapia de choque
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Carta a Juan Ramón Jiménez
ESTOS MIS HERMANOS , que no han visto el cielo de Moguer ni el cielo de Coral
Gables, nunca se cansan de nombrarte. Todo resulta para ellos la gran víspera.
¿Cuándo vendrá nuestro Juan Ramón? ¿Cuándo vendrá el Juan Ramón de nuestro
siglo? Hablan de ti y hablan de otro. Tú eres la orfandad. Tú eres la orfandad de
quienes ignoran la Orfandad. Perdónalos porque no saben lo que escriben.
Demasiado jóvenes todavía, demasiado poetas todavía. ¿En cuál hospital
ingresaron; en cuál sanatorio despertaron; en cuál exilio han vivido? ¿En cuál
lejano país van a morirse? De las almas que aman, ¿a quién han visto morir? Estos
mis hermanos, que miran con fijeza el cielo de la patria y el cielo de la página,
nunca se cansan de nombrarte. Todo lo sueñan cuando entras montado en Platero
como un Cristo montado en su pollino. ¿Por qué nos has abandonado?, preguntan
en su interior. Perdónalos y perdóname porque alguna vez yo también pregunté lo
mismo. Pero he visto el reverso de la sombra. Y tu presencia jamás se muda,
andaluz. ¿Cómo puede volver quien no se ha ido? Tú eres una lengua de fuego
sobre nuestras cabezas.
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Carta a Jean Valjean
AMIGO JEAN VALJEAN, VIEJO PRÓFUGO, ¿qué pueden tus manos de miserable
contra la nueva cárcel? Ahora que la luna es la luna de los patios de presidio,
parecen los barrotes candelabros de plata. Amigo Jean Valjean, viejo prófugo,
¿qué pueden tus manos de miserable si huyes de ti y contigo te encuentras? Ahora
que el sol es el sol de los patios de presidio, mis hijas comen el pan que tu robaste.
Amigo Jean Valjean, viejo prófugo, ¿qué pueden mis manos de miserable contra la
nueva cárcel? Cada hombre está solo con su condena.
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Diario del buen recluso V
ÓYEME SILBAR AHORA desde mi celda con el silbido de un muchacho que sube la
calle del verano. Con el silbido de un muchacho de pueblo, las manos en los
bolsillos del viento y los ojos recién volados. Óyeme silbar ahora desde mi celda
con un silbido que de tan noble puede fecundar la piedra. Piedra que entreabre sus
labios de piedra y echa el soplo de mi aliento. Nada como ese silbido para
enloquecer a los carceleros. Nada como ese silbido para que entren sin aviso a
golpearte en la boca y el estómago. Nada como ese silbido para apalearte el
insumiso aire de los pulmones. La libertad es un hombre que silba.
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Cartas
de un joven poeta
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Nadie le puede aconsejar ni ayudar. Nadie…
No hay más que un solo remedio: adéntrese en sí mismo.
RAINER MARIA RILKE
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Carta a Rainer Maria Rilke
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Cuaderno rojo de apuntes
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Carta a Saint-John Perse
SAINT-JOHN PERSE, TÚ QUE ORDENAS sobre las lluvias, mira la mancha de los
hombres, mi propia mancha cuando escribo. Mira las mesas de la memoria, las
grandes mesas de la memoria que antes fueron las mesas del horror y de los dones.
Mira sentarse a los hijos de los hijos. Mira cómo suman crímenes y glorias. Mira
las bodas, los banquetes, los homenajes infinitos. ¿Cuándo será la hora del baño
definitivo? Saint-John Perse, tú que ordenas sobre las lluvias, escúchame clamar
en este desierto. Todavía espero por las aguas que lavarán mi alma o que arrasarán
conmigo.
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Los médicos
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Los anteojos
NADA MÁS EXTRAÑO que los anteojos. Durante años no pensé que soy un hombre
con anteojos. En un niño los anteojos suponen un mal hereditario. Y las personas
miran con reproche el rostro sin anteojos de los padres. En un anciano los anteojos
suponen una consecuencia natural. Y las personas miran con reproche el rostro sin
anteojos de sus propios padres. En un joven los anteojos suponen cierta
inteligencia o al menos cierta constancia en el estudio. Vas a quedarte ciego, decía
mi madre cuando me encontraba inclinado sobre un libro. Mi madre siempre tenía
razón en casi todo. Aún no pierdo esa esperanza.
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Pompas fúnebres
QUE QUEDE HERMOSO, que parezca vivo. Los familiares siempre piden lo mismo.
Traen el cadáver del poema, pero no su entraña. Hay que lavarlo con mirra porque
hiede. Hay que llenarlo de materia inflamable, de materia corruptible como el
propio cadáver. Hay que maquillarlo hasta que sea la Belleza. Operar un milagro
después del milagro. Que los asistentes lloren como si fuese un poema propio,
aunque también existe gente plañidera que llora con cualquier poema muerto. El
poema está en la muerte como un Lázaro sin amigo. Si hubieras estado aquí, me
dicen las mujeres, el poema jamás habría muerto. Si fueras el Poeta, él aún viviría.
¿Cómo preguntarles si creen, si todavía pueden creer? Ayer compré libros de
Poesía, montones de libros, cajas colmadas que un muchacho me ayudó a cargar.
Ayer fui lo más semejante a un hombre que recupera su fe.
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El amor explicado en vano
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Paseos con Neil Armstrong
ESTE POEMA NO SIRVE, el título de este poema no sirve si ignoras quién fue Neil
Armstrong. Lo digo porque luces joven y la juventud cada día sabe menos. O así
lo afirman quienes fueron jóvenes como Neil Armstrong, el chico de Ohio. Neil
Armstrong, el primer hombre en caminar sobre la Luna. Gracias a Dios ya existía
la televisión para al menos poder verlo, porque lo otro es la duda de Santo Tomás:
nadie creería que un hombre caminó esos metros sobre la Luna, sin antes haberlo
visto; nadie creería que estuvo dos horas recogiendo piedras y paseando como si la
Luna fuese un parque, el parque de Neil Alden Armstrong. Imagina un paseo con
el bueno de Neil que no se cansa de decirte: «Un pequeño paso para el hombre, un
gran paso para la humanidad.»; imagina la belleza del paisaje (los paisajes lunares
solo son bellos en la Luna); imagina que te preguntas cuándo, cómo, por qué
dejaron de importarle a las personas de la Tierra los paseos por la Luna. Si eres un
poeta, si eres el Poeta, conocerás la importancia de saber quién fue Neil
Armstrong, lo cual adquiere verdadera relevancia cuando preguntan quién fue
Aldrin, Edwin Aldrin, es decir, el segundo hombre en caminar sobre la Luna.
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Sobre Parques Nacionales
29
Cuaderno blanco de apuntes
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Las estilográficas
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Las palabras y la página
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Grafomanía
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Los homenajes
TODO POETA QUE SE RESPETE huye de los homenajes, la plaga de los homenajes.
Los homenajes son la pequeña campana del leproso, la pequeña campana que agita
para dar cuenta de su presencia. Todo poeta que se respete es un monstruo, un
monstruo humanísimo, un ser abominable que no merece hablar la lengua de los
hombres. Los homenajes hacen del monstruo una atracción para niños, un animal
de feria, un animal de circo. Todo poeta que se respete burla el cerco de los
homenajes, la trampa de los homenajes. Los homenajes son un pacto llamando a la
rendición; un pacto que reza: «Has peleado bien, ahora descansa». Todo poeta que
se respete está solo frente a la tentación de los homenajes. Yo asisto a mi
homenaje para ver el rostro de los enemigos.
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Carta a mí mismo
PRIMERO: AMARÁS AL POETA QUE ERES por sobre todas las cosas que no eres. La
Poesía, el Poema y el Poeta son una trinidad, pero solo al Poeta se le crucifica.
Segundo: No tomarás el nombre de la Poesía en vano: no tomarás el nombre de la
Poesía por tu nombre. Tercero: Santificarás cada día porque cada día es el día del
Hombre. Y el Hombre es impostergable. Para la Poesía el Hombres es
impostergable. Cuarto: Honrarás a tus padres de espíritu y vivirás sin tus padres de
espíritu. Whitman es un rascacielos y Borges, un laberinto. Esos muros resultan
infranqueables. Hay que nacer del otro lado. Quinto: No matarás a otro poeta salvo
en la página. Dante puso en légamo ardiente a su enemigo. Los hombres que
matan no tienen imaginación. Sexto: No cometerás adulterio por el gusto de
infligir una ley: cometerás adulterio para establecer una ley. Séptimo: No robarás
el fuego de la Poesía. Tú eres el fuego de la Poesía. Octavo: No dirás falso
testimonio en el Poema. El Poeta es un fingidor, según Pessoa, pero no puede decir
falso testimonio. El Poeta es un fingidor que vive en una patria más terrible que su
patria. La patria del Poeta es un país ocupado. En la noche irrumpen los
carabineros y echan abajo la puerta y lo sacan a empujones y le rompen las
costillas para ver cuánto vale su verdad. Noveno: No pecarás de soberbia por ser
Poeta. El poeta es un rey que vive ungido en secreto. Décimo: No codiciarás el
Poema ajeno porque el poema ajeno no existe. Todos escribimos el mismo Poema.
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Expediente
del héroe y el apátrida
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Ahora estoy maldito, me horroriza la patria.
ARTHUR RIMBAUD
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Los fotógrafos y la guerra
LOS FOTÓGRAFOS DEL MUNDO vinieron a retratar la guerra. La guerra adornó con
cadáveres las alambradas que eran sus cabellos; maquilló con cadáveres las
trincheras que eran sus cejas y los nidos de ametralladoras que eran sus ojos; pintó
con cadáveres la fosa común que era su boca. La guerra era la celebridad del
momento, la vedette que triunfaba en Europa. Nadie como ella para bailar sobre
las mesas de amputaciones; nadie como ella para cantar el aria de la Muerte; nadie
como ella para interpretar el papel de sí misma en el gran teatro del siglo. Qué
glorioso espectáculo cuando desde el escenario mostraba a los soldados sus
piernas de calar bayonetas, sus pechos manchados de pólvora. Esa fue la guerra
que los fotógrafos del mundo retrataron. Los fotógrafos del mundo le regalaron un
álbum copioso de imágenes de los países donde estuvo, de las ciudades donde
estuvo; un álbum para que en su vejez de guerra tuviese algo que mostrarle a sus
hijas y sus nietas.
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Carta a Georg Trakl
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Las moscas y el cadáver
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Cuatro soldados
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Ajedrez para reclutas
APRENDÍ A JUGAR AJEDREZ a los diecisiete años. Demasiado tarde para ser un
genio. Era el único juego de mesa que teníamos los jóvenes soldados que fuimos
entonces. No había opción: jugabas o jugabas, jugabas o te suicidabas. Comencé
ganando. Suerte de principiante, dijeron mis compañeros. Pero después se
aburrieron de perder conmigo. Aquella primavera celebramos un torneo que
incluía a los oficiales del batallón. Terminé invicto. Así creció mi fama y perdí mi
nombre. Ya nadie me llamaba sino Tablero: jugaba sin necesidad de sentarme
frente a las piezas. Una mañana me anunció nuestro capitán: Tablero, vas a jugar
contra el Coronel Torres. Fue el match del siglo y fui cruel. Ni una tabla. Hubiera
podido ganar las partidas desde una cama de hospital, aunque jamás abandoné el
asiento por respeto a mi oponente. Las jerarquías son las jerarquías. Eso ocurrió
aquel verano, antes de que me trasladaran repentinamente a una unidad de
artillería. Órdenes son órdenes, Tablero, me dijo el capitán. Los jóvenes tanquistas
que fuimos entonces teníamos un balón de cuero que pateábamos algunas tardes,
pero nunca fui bueno en eso de los deportes físicos. Aprendí a jugar ajedrez a los
diecisiete años. Demasiado tarde para todo.
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Los escultores
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Historia de la cama
44
Carta a Allen Ginsberg
45
El viaje
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Las máscaras
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Alimentar al hambriento
ME ACUESTO CON HAMBRE y me levanto con hambre. Hambre del pan que pintó
Salvador Dalí y hambre del pan que César Vallejo llevaba al hombro. Hambre de
libros mil veces devorados y hambre de libros que nos devoran mil veces. Hambre
de países fríos porque el país es caliente y está caliente y nuestra hambre es igual
que un hombre inconforme. Hambre, hambruna por los amigos que huyen del
hambre a través del hambre; amigos que son el hartazgo de buitres y de coyotes;
amigos, fantasmas que van a sentarse en la gran mesa sin apetito. Hambre de la
mujer que sirve este plato. Hambre de la mujer hambrienta de mí. Hambre de mí,
un hambre de tenerme entero al jugar con mis hijas, un hambre como de niño que
quiere comerse él solo todas las nueces. Hambre del hambre que es la vida en el
estómago de la muerte. Soy una difícil tarea para la misericordia de un buen
cristiano.
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Tren de Occidente
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Carta a Günter Grass
CUANDO TÚ, GÜNTER GRASS, CELEBRAS la ventaja de las gallinas de viento, aún
con tu pipa entre los labios, te ríes de los otros. Las gallinas de viento son
incontables y se reproducen sin cesar, según escribes. Yo diría que las gallinas de
viento se parecen a nuestras ilusiones. Nuestras ilusiones ponen sus huevos donde
nunca podemos alcanzarlos. Cuando tú, Günter Grass, alegas que vivimos en el
huevo, entonces te ríes de nosotros. Y eso es grave, más grave que hacer redoblar
un tambor de hojalata.
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Los imperativos
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Las sombras y la estatua
AL CENTRO DEL PAÍS hay una estatua. La sombra de la estatua es dura como la
propia estatua. La sombra del bronce es bronce enaltecido. La sombra de la estatua
ganó su eternidad. La sombra del paseante, en cambio, es mortal como el propio
paseante. La sombra del paseante morirá con el paseante. Nunca volveremos a
verla cruzar la tarde despreocupada ni la mañana urgida. El mundo pertenece a la
sombra de las estatuas. ¿Qué ha hecho la sombra del paseante para merecer una
estatua? La sombra del paseante entra en la sombra de la estatua. La sombra del
paseante se encarcela en sombra, se enfría, se dilata, se diluye, se somete o es
sometida. La sombra del paseante juega a probarse el perfil de la sombra de la
estatua. Sin embargo, la sombra de la estatua quiere huir de la estatua, se alarga
como aguja de catedral sobre las calles y las plazas, se alarga y enflaquece como
un soldado en el frente. La sombra de la estatua huye de la estatua como si la
estatua llevase un sol adentro. Huye hasta ver que solo están unidas por los pies,
igual que la carne y la sombra del crucificado que están fijadas por los clavos. He
ahí la gloria y la condena. Al centro del país una estatua sirve de reloj solar, una
estatua sirve de gnomon. Al centro del país, este país nuestro donde todas la horas
son la hora del héroe.
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