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Diario

del buen recluso


Sergio García Zamora

1
Diario
del buen recluso

2
Qué hacer si he perdido las llaves y estoy solo.
Todas las puertas se han cerrado definitivamente
y el carcelero torpe grita de pie junto a los muros:
«El que ha quedado afuera que se pudra».
Es otoño y alguien llora.
El carcelero arroja las llaves al pozo de la noche.
CARLOS GALINDO LENA

3
Diario del buen recluso I

QUÉ HACER SI HE PERDIDO las llaves de mí mismo. Qué hacer si soy un niño que
se asoma al pozo de la noche. Cárceles, solo veo cárceles. Calabozos concéntricos
donde cada uno resulta a la vez reo y carcelero. Afuera es otoño, pero afuera de
una prisión siempre es otoño. Podrirse como el otoño, todos los poetas deberían
podrirse como el otoño. Todos los poetas a gusto en sus celdas de costumbre.
Todos los poetas con sus cadenas larguísimas que no sienten. Afuera alguien llora,
pero afuera. Qué hacer si he perdido las llaves de mí mismo. Qué hacer si nunca he
nacido al otro lado de los muros. Ahora han cerrado definitivamente todas las
puertas y no queda nadie, nadie que pueda mirarme dentro.

4
Carta a Vicente Aleixandre

TÚ QUE ESCRIBES, acaso para quien no te lee, ya lo has conseguido. Nadie escribe
para la posteridad; nadie escribe para el olvido. Uno calla su amor y permanece en
el país como si todo fuese un mismo pecado, una misma cárcel. Nunca es segura la
posteridad; nunca es seguro el olvido. Uno está solo como tu solo riñón. La
posteridad será siempre la posteridad para alguien; el olvido será siempre el olvido
para alguien. Uno debe ser Alguien para la Poesía. Tú que escribes, acaso para
quien no te lee, ya lo has conseguido.

5
Carta a Miguel Hernández

DA MIEDO TENER TU EDAD y no ser la mitad de tu vida. Da miedo y da vergüenza


lo nada que hago por el hombre. Deberían encerrarme, si fuese justo yo mismo
debería encerrarme a compartir celda contigo, a ver a Buero pintar tu final retrato,
a oír la tos y los fantasmas que no te dejan dormir. Deberían encerrarme, pero ni la
página me concederá ese atroz privilegio, ni soy digno en verdad de acompañarte.
Es la hora: te llevan a la enfermería, pero tú sabes que te llevan a la muerte, porque
ya la muerte no quiere tus pulmones, la muerte te quiere entero para que seas su
pastor. Pero no puedes darle tus ojos a la muerte, no puedes cometer esa traición
que cumple el resto de los hombres. Tú que vas a la muerte como un oriol: con el
cuerpo amarillo y las alas negras; tú que le has dado un hijo no puedes darle tus
ojos, tú que le has dado un hijo y un amigo. Quien se asoma en tus ojos ve el cielo
de Orihuela y el cielo de Teruel ganada, perdida pero ganada; ve un niño yuntero y
un alto regimiento de soldados; ve los cuadros de la Mallo y el cuerpo de la Mallo;
ve a Pablo el de Chile y a Pablo el de Cuba; ve a Aleixandre que escribe tu elegía,
porque tus ojos adelantan todo lo que engendran, porque tus ojos son criaturas de
futuro; ve a Josefina que acuna el vacío mientras canta la más dolorosa de las
nanas. Quien se asoma a tus ojos logrará ver y seguirá viendo. Nadie le cerrará los
ojos a la Poesía.

6
Diario del buen recluso II

UNO / CIERRA BIEN LA PUERTA, carcelero. Más ardua es la naturaleza de mi fuga.


Solo puedo salir si la puerta está cerrada. Una puerta abierta no me deja pensar con
claridad. // DOS / Ahora que han echado el cerrojo de afuera, echaré también el
cerrojo de adentro. Si no puedo entrar en la libertad de los otros, ¿por qué voy a
dejarlos que entren en la mía? // TRES / Dibujo en el techo las constelaciones.
Dibujo en las paredes los conocidos rostros que me desconocen. Dibujo en el suelo
el mapa del país. Cárcel es el mundo. Dejo en una esquina mis desechos. Hay que
mantener limpia la patria. // CUATRO / Cárcel horizontal si me acuesto. Cárcel
vertical si me levanto. La más atroz de las tareas: separar la cárcel de la Cárcel. //
CINCO Y FINAL / Mi ventana da al mar: oigo las gaviotas. Mi ventana da a un
jardín: oigo los ruiseñores. Mi ventana da al infierno: oigo mi corazón llamar.

7
Poema a mi padre

MEJOR VOY ESCRIBIENDO el poema de tu muerte, que deberá ser rápida como
yegua de carreras, porque odias molestar a la familia los domingos. Pero será
domingo, un domingo de pueblo a media tarde, cuando da la sombra en el patio de
la iglesia, el patio de piedra y musgo, donde el jardinero y yo jugamos nuestro
ajedrez sobre un banco. Mi mujer vendrá con la noticia. Qué final de torres y
caballos. Pensar que entonces iba ganando. Digo que mejor voy escribiendo el
poema de tu muerte, para no decir que mejor voy escribiendo el poema de mi dolor
por tu muerte, porque no quiero mi dolor en una página, no quiero embridar ese
potro. Todos esperan que el dolor de un poeta sea más hondo, sea más bello, sea
distinto. Pero el dolor de un poeta es un potro entre mil potros, y nadie lo ha visto.
Un potro entre mil potros que siguen al semental, al corcel atroz que llaman el
dolor del mundo. Perdona, padre, mi entusiasmo, tú que no entiendes de caballos,
y yo que temo a sus patadas y mordidas. Otras son tus herramientas y tu oficio.
Mejor vuelvo al poema de tu muerte, ¿de qué fue por fin que te moriste? ¿De
cáncer en la garganta por tragar alcohol? ¿De cáncer en la garganta por tragar
polvo? ¿De cáncer en el estómago por tragar alcohol y polvo? ¿De caerte borracho
de un andamio? ¿De caerte borracho de un andamio y al abrirte solo encontrar
polvo, polvo húmedo de linfa y sangre, polvo hecho víscera, argamasa? Mira en lo
que termina esto la única vez que tu muerte me preocupa. Mi hermano pide que no
escriba, que un poema puede resultar profético, que solo yo pagaré la culpa si el
viejo se nos muere. Pero tú, padre mío, en verdad me entiendes: digo que mejor
voy escribiendo el poema de tu muerte porque ya escribí el poema de tu vida. Y
antes de bajar de la palabra que es mi cabalgadura, y antes de que por mi palabra
mueras, yo poeta por mi palabra te concedo: que no falten el pan ni la risa en tu
mesa; que no falten el amor de tus mujeres ni el amor de tus amigos; que no
mueran primero tus hijos. Todas esas cosas con que sueña un albañil.

8
Novela de aventuras

CUANDO NIÑOS, mi hermano y yo, oíamos al viejo pirata. En las noches, en el


silencio de la casa, oíamos dar contra el suelo su pata de palo. Venía por nosotros.
Se detenía ante la puerta del cuarto y llamaba con su garfio. Nunca le abrimos. Ha
pasado el tiempo o la inocencia. El viejo pirata ya no nos visita. Pero nuestra mano
y nuestro pie le pertenecen. Somos los nuevos piratas. Avanzamos por la calle con
un cuchillo entre los dientes. Nadie duda en cortar la mano y el pie. Ahora
entiendo al viejo pirata que alguna vez quiso advertirnos.

9
El juego del tigre

CUANDO EL NIÑO HACE DE TIGRE , devora a sus jóvenes padres todavía entre las
sábanas; devora a sus jóvenes abuelos que ya desayunan en la cocina. El ataque
del tigre los salva de ser ellos, ahora son cuerpos destrozados, cadáveres que el
mundo tardará en encontrar en esta selva. Hoy no irán al trabajo, no cortarán la
hierba del jardín, no botarán la basura. Solo serán carne para el tigre, alimento
gozoso. A cada hora resucitarán y a cada hora colmillos y garras les saltarán al
cuello. Pero los mayores se cansan rápido de morirse, de ser las pobres víctimas.
Entonces los mayores comienzan a cazar al tigre: buscan tras las puertas, buscan
debajo de las camas, buscan adentro de los armarios que resultan los mejores sitios
donde se puede esconder un tigre. Qué ilusos los mayores: lo que más disfruta el
tigre no es cazar, sino ser cazado. Olvidan que el tigre es inmortal. Cuando el niño
hace de tigre se devora a sí mismo y devora al niño que durmió en su cama para
que no vuelva a mojarla jamás.

10
La imaginación de los niños

¿CÓMO ESCAPARÍAN USTEDES del Castillo de If?, preguntó el maestro. Yo me


convierto en gaviota y salgo volando sobre el mar, dijo el primero. Yo también me
convierto en gaviota, iba a decir el segundo, pero no le pareció justo, así que
improvisó: Yo me convierto en un piojo, salto al lomo de una gaviota y salgo
volando sobre el mar. El tercero, viéndose sin opciones, concluyó: Pues yo me
hago pasar por muerto para que me arrojen al mar. Entonces sus compañeros se
rieron y alegaron que nadie le creería, porque ya muchos, ¡muchos!, se habían
hecho pasar por muertos. ¿No es verdad, maestro?

11
Infancia feliz

EN UNA PLAYA DE LA NIÑEZ vi los bellos torsos entrar al agua y salir robustecidos.
Mis padres eran jóvenes todavía. Yo solía confundir sus torsos con aquellos torsos.
Más de una vez me senté en la arena junto a alguna pareja desconocida. Qué niño
más hermoso, me decían, ¿cómo te llamas? Pero no les prestaba la menor atención.
Sin responder, me levantaba y me iba. Todo poeta ha confundido a sus padres,
aunque el verdadero poeta nunca tarda en encontrarlos. Así pasé los veranos,
cuando aún era hijo único. En las noches veía el torso de mi padre sobre el torso de
mi madre. Los torsos se fundían hasta ser una sola bestia.

12
Diario del buen recluso III

ENTRE NUESTRAS DOS SANGRES , dijo el poeta, hay cárceles con manos. Entre
nuestras dos sangres, amada mía, ¿qué habrá? ¿Manos que destruyeron cárceles
porque encerraron manos? ¿Cárceles que encerraron manos porque destruyeron
cárceles? ¿Barrotes fijados como lanzas en un río? ¿Un río de ciega podredumbre?
¿O la podredumbre aplaudir tras los barrotes? Entre nuestras dos sangres, amada
mía, solo hay más sangre que se abisma.

13
Diario del buen recluso IV

LA GRAN REQUISA, ya viene la gran requisa. Qué harán conmigo si encuentran este
cuchillo y esta lima. Escondo el cuchillo bajo la palabra Dios; escondo la lima bajo
la palabra Amor. Bajo la palabra Dios está lo que hiere; bajo la palabra Amor está
lo que libera. La gran requisa, ya viene la gran requisa, la hora de buscar en mí lo
que no encontraron en los otros. Como el evangelista digo a mis captores: «Dios es
Amor». Y aprieto mi Biblia.

14
Terapia de choque

ES CIERTO: ANTONIN ARTAUD CONFIESA haber padecido más de cincuenta


electroshocks. La mitad bastaría para dejar a un hombre tonto, pero a él lo volvió
un genio. O lo que resulta peor: Antonin Artaud era un genio que pasaba
temporadas de reclusión en sanatorios mentales. Pero eso nunca importa al lector
que se cree el ombligo del mundo. Ya quisiera verlo mordiendo la goma mientras
los voltios pasan y pasan por su cuerpo, voltios iguales a autos deportivos por una
autopista. Ya quisiera verlo sin poder distinguir (como sí distinguía Antonin
Artaud) que la enfermedad es un estado y la salud no es sino otro. El lector que
soporte de veinticinco a cincuenta electroshocks, tiene mi respeto, aunque se
quede tonto por querer volverse un genio.

15
Carta a Juan Ramón Jiménez

ESTOS MIS HERMANOS , que no han visto el cielo de Moguer ni el cielo de Coral
Gables, nunca se cansan de nombrarte. Todo resulta para ellos la gran víspera.
¿Cuándo vendrá nuestro Juan Ramón? ¿Cuándo vendrá el Juan Ramón de nuestro
siglo? Hablan de ti y hablan de otro. Tú eres la orfandad. Tú eres la orfandad de
quienes ignoran la Orfandad. Perdónalos porque no saben lo que escriben.
Demasiado jóvenes todavía, demasiado poetas todavía. ¿En cuál hospital
ingresaron; en cuál sanatorio despertaron; en cuál exilio han vivido? ¿En cuál
lejano país van a morirse? De las almas que aman, ¿a quién han visto morir? Estos
mis hermanos, que miran con fijeza el cielo de la patria y el cielo de la página,
nunca se cansan de nombrarte. Todo lo sueñan cuando entras montado en Platero
como un Cristo montado en su pollino. ¿Por qué nos has abandonado?, preguntan
en su interior. Perdónalos y perdóname porque alguna vez yo también pregunté lo
mismo. Pero he visto el reverso de la sombra. Y tu presencia jamás se muda,
andaluz. ¿Cómo puede volver quien no se ha ido? Tú eres una lengua de fuego
sobre nuestras cabezas.

16
Carta a Jean Valjean

AMIGO JEAN VALJEAN, VIEJO PRÓFUGO, ¿qué pueden tus manos de miserable
contra la nueva cárcel? Ahora que la luna es la luna de los patios de presidio,
parecen los barrotes candelabros de plata. Amigo Jean Valjean, viejo prófugo,
¿qué pueden tus manos de miserable si huyes de ti y contigo te encuentras? Ahora
que el sol es el sol de los patios de presidio, mis hijas comen el pan que tu robaste.
Amigo Jean Valjean, viejo prófugo, ¿qué pueden mis manos de miserable contra la
nueva cárcel? Cada hombre está solo con su condena.

17
Diario del buen recluso V

ÓYEME SILBAR AHORA desde mi celda con el silbido de un muchacho que sube la
calle del verano. Con el silbido de un muchacho de pueblo, las manos en los
bolsillos del viento y los ojos recién volados. Óyeme silbar ahora desde mi celda
con un silbido que de tan noble puede fecundar la piedra. Piedra que entreabre sus
labios de piedra y echa el soplo de mi aliento. Nada como ese silbido para
enloquecer a los carceleros. Nada como ese silbido para que entren sin aviso a
golpearte en la boca y el estómago. Nada como ese silbido para apalearte el
insumiso aire de los pulmones. La libertad es un hombre que silba.

18
Cartas
de un joven poeta

19
Nadie le puede aconsejar ni ayudar. Nadie…
No hay más que un solo remedio: adéntrese en sí mismo.
RAINER MARIA RILKE

20
Carta a Rainer Maria Rilke

¿QUIÉN SI TÚ GRITASES entre la jerarquía de ángeles no te escucharía, Rainer


Maria Rilke? Si todo ángel es terrible, todo poeta es un inocente. En lo más
cerrado de la noche me he preguntado: ¿Debo yo escribir? Cada poeta se enfrenta
a esa pregunta solo, como Jesús en Getsemaní. Cada noche tengo mi Getsemaní:
¿Debo yo escribir? Pobre de mí si creo que este poema resulta ya la respuesta.
Solo tú, Rainer Maria Rilke, has visto la faz del ángel que me acosa en lo oscuro;
solo tú has visto la entraña de mi inocencia. Yo pregunto: ¿Debo yo escribir?, para
en realidad no preguntarme: ¿Algún día lograré Escribir?

21
Cuaderno rojo de apuntes

CINCO / TROPIEZO CONMIGO y me caigo dentro de mí, pero no estoy para


ayudarme, así que me quedo tendido en el fondo de mi sangre hasta que pasa el
dolor que soy. // CUATRO / Busco entre las vísceras del prójimo como si buscara
en el hatillo de un pordiosero, en la bolsa de un mendigo, en el carrito comercial
de un indigente. Busco entre mis vísceras como si buscara en un cesto de ropa
sucia, ropa de matrimonio con hijos y en verano. Busco sin encontrar el Poema.
Entonces llamo a mi mujer y ocurre el milagro. Tú nunca encuentras nada, me
reprocha, mientras hunde en su pecho las manos húmedas. // TRES / Escribes más
de lo aconsejable, me dicen. Publicas más de lo debido, me dicen. Ganas más
premios de lo prudente, me dicen. Parece que solo fui mesurado en el vientre de
mi madre, cuando nada dependía de mí. // DOS / Consulto libros que dejo tirados
por toda la casa a toda hora para que mi mujer rezongue y me pelee mientras los
recoge, mientras recoge a esos poetas que ya no pueden caminar. Consulto libros
para que devuelva los volúmenes al librero subida en una silla y se le levante el
vestido como a empleada de biblioteca pública. Consulto libros para que no baje
de allí antes de meter mi mano entre sus muslos, aunque me diga: Quítate, déjame
terminar. Consulto libros para que tampoco hoy termine sin lanzarse sobre mí.
Consulto libros que nunca me sirvieron en verdad para otra cosa. // UNO Y
PRINCIPIO / Yo era un miserable. Pasé años recogiendo altramuces. Pero ya
estoy de vuelta, Poesía.

22
Carta a Saint-John Perse

SAINT-JOHN PERSE, TÚ QUE ORDENAS sobre las lluvias, mira la mancha de los
hombres, mi propia mancha cuando escribo. Mira las mesas de la memoria, las
grandes mesas de la memoria que antes fueron las mesas del horror y de los dones.
Mira sentarse a los hijos de los hijos. Mira cómo suman crímenes y glorias. Mira
las bodas, los banquetes, los homenajes infinitos. ¿Cuándo será la hora del baño
definitivo? Saint-John Perse, tú que ordenas sobre las lluvias, escúchame clamar
en este desierto. Todavía espero por las aguas que lavarán mi alma o que arrasarán
conmigo.

23
Los médicos

ANTES DE QUE GEORGES GILLES DE LA TOURETTE describiera el Síndrome de


Tourette, ya el Síndrome de Tourette existía, pero con otro nombre. El doctor
Johnson, por ejemplo, era víctima de lo que entonces llamaban Melancolía. Qué
horrible tener que padecer el Síndrome de Tourette, cuando uno puede padecer de
Melancolía. Los médicos le matan la gracia a todo. Cambian el nombre, pero no la
esencia. A la muerte dicen deceso, defunción, fallecimiento. Y la muerte se ríe
porque la muerte posee más nombres que Pablo Picasso. Pero ningún nombre hace
que ella sea menos ella. La poesía, sin embargo, transforma las esencias bajo los
mismos nombres. Bajo la palabra infierno hay un país o un rostro. Cuando la
poesía dice muerte, dice resurrección y dice vida. Los médicos, para vengarse y
solo para vengarse, llaman paciente al poeta.

24
Los anteojos

NADA MÁS EXTRAÑO que los anteojos. Durante años no pensé que soy un hombre
con anteojos. En un niño los anteojos suponen un mal hereditario. Y las personas
miran con reproche el rostro sin anteojos de los padres. En un anciano los anteojos
suponen una consecuencia natural. Y las personas miran con reproche el rostro sin
anteojos de sus propios padres. En un joven los anteojos suponen cierta
inteligencia o al menos cierta constancia en el estudio. Vas a quedarte ciego, decía
mi madre cuando me encontraba inclinado sobre un libro. Mi madre siempre tenía
razón en casi todo. Aún no pierdo esa esperanza.

25
Pompas fúnebres

QUE QUEDE HERMOSO, que parezca vivo. Los familiares siempre piden lo mismo.
Traen el cadáver del poema, pero no su entraña. Hay que lavarlo con mirra porque
hiede. Hay que llenarlo de materia inflamable, de materia corruptible como el
propio cadáver. Hay que maquillarlo hasta que sea la Belleza. Operar un milagro
después del milagro. Que los asistentes lloren como si fuese un poema propio,
aunque también existe gente plañidera que llora con cualquier poema muerto. El
poema está en la muerte como un Lázaro sin amigo. Si hubieras estado aquí, me
dicen las mujeres, el poema jamás habría muerto. Si fueras el Poeta, él aún viviría.
¿Cómo preguntarles si creen, si todavía pueden creer? Ayer compré libros de
Poesía, montones de libros, cajas colmadas que un muchacho me ayudó a cargar.
Ayer fui lo más semejante a un hombre que recupera su fe.

26
El amor explicado en vano

EL LUGAR COMÚN NOS ADVIERTE que el hombre es un animal de costumbres. La


filosofía de Hume nos advierte que el universo es un animal de costumbres. La
ciencia moderna nos advierte que la costumbre se llama Ley del Ritmo o
Periodicidad. La Ley del Ritmo nos advierte que incluye las mareas, las
glaciaciones y el paso de los cometas. El cometa Halley nos advierte que si alguien
lo vio de niño, escasamente lo verá de viejo; una o dos veces, nadie lo ha visto
tres. El amor nos advierte que en nuestras vidas él hará lo mismo.

27
Paseos con Neil Armstrong

ESTE POEMA NO SIRVE, el título de este poema no sirve si ignoras quién fue Neil
Armstrong. Lo digo porque luces joven y la juventud cada día sabe menos. O así
lo afirman quienes fueron jóvenes como Neil Armstrong, el chico de Ohio. Neil
Armstrong, el primer hombre en caminar sobre la Luna. Gracias a Dios ya existía
la televisión para al menos poder verlo, porque lo otro es la duda de Santo Tomás:
nadie creería que un hombre caminó esos metros sobre la Luna, sin antes haberlo
visto; nadie creería que estuvo dos horas recogiendo piedras y paseando como si la
Luna fuese un parque, el parque de Neil Alden Armstrong. Imagina un paseo con
el bueno de Neil que no se cansa de decirte: «Un pequeño paso para el hombre, un
gran paso para la humanidad.»; imagina la belleza del paisaje (los paisajes lunares
solo son bellos en la Luna); imagina que te preguntas cuándo, cómo, por qué
dejaron de importarle a las personas de la Tierra los paseos por la Luna. Si eres un
poeta, si eres el Poeta, conocerás la importancia de saber quién fue Neil
Armstrong, lo cual adquiere verdadera relevancia cuando preguntan quién fue
Aldrin, Edwin Aldrin, es decir, el segundo hombre en caminar sobre la Luna.

28
Sobre Parques Nacionales

CIERTAMENTE ES HERMOSO el Parque Nacional de Yosemite, pero nada como el


Parque Nacional de Poetas. En el Parque Nacional de Poetas un poeta encarna al
oso y lo llaman el oso, un poeta encarna al zorro y lo llaman el zorro. Abundan las
ardillas, los sapos, los estorninos. Y así sucesivamente, hasta completar el mosaico
de un parque nacional que se respete. Son famosos, por ejemplo, los poetas
secuoyas como en Yosemite son famosos los secuoyas secuoyas. Una vez hice un
picnic con mi novia a la sombra de un poeta secuoya. La pasé mal. Mi novia
miraba demasiado para arriba.

29
Cuaderno blanco de apuntes

PÁGINA CENTRAL / EL RUIDO DE UN BILLETE al caer es el mismo ruido de una


página vacía. Pero los contribuyentes oyen otra cosa, oyen que en plena plaza,
junto a las comunes palomas, se ha posado un pájaro de oro. El ruido de una
moneda al caer es el mismo ruido de una cadena de presidio. Pero los
contribuyentes oyen otra cosa, oyen que en sus cabezas y entre los timbres de
oficina, han sonado campanitas de plata. Para ellos, nada más parecido al silencio
que no tener dinero. // PÁGINA FINAL / Fue en una noche de Cuaresma, en
medio de la cerrazón de mi cuarto escuché un balbuceo. Hubiese jurado reconocer
una línea de San Agustín, aunque podía ser también de San Alberto Magno. No
estaba seguro. Agucé el oído y me fui doblando, doblando sobre mí, hasta
descubrir que era mi propio vientre el balbuceador. Timeo hominem unius libri,
repetía en perfecto latín. Entonces recordé a Santo Tomás de Aquino, su gran
temor que es también mi temor. Si ya antes él había digerido a San Agustín y a
San Alberto, ahora mi vientre lo digería a él. Así que releí a Santo Tomás y me
olvidé de probar otro alimento. Cuanto más yo ayunaba, más clara se volvía la
voz. En medio de la cerrazón de mi cuarto me moría porque alguien pegara el oído
a mi vientre. Solo restaba esperar que el milagro durase, al menos hasta la
Pascua. // PÁGINA INICIAL / Seguí el ejemplo de Fray Luis y me alejé del rüido
mundanal, aunque dejé un oído pegado a la pared porque al mundo hay que
escucharlo a cada rato. Quejas, gritos y consignas, sobre todo quejas es lo que uno
oye, aunque a veces uno oye también los seis Conciertos de Brandemburgo.
Entonces se besa a la oreja y se le pide: Resiste, preciosa mía, que ya estamos
acabando.

30
Las estilográficas

DE LAS ESTILOGRÁFICAS GOTEA un veneno lento. Las estilográficas son breves


serpientes rígidas, pero el veneno resulta potentísimo. Las malditas muerden el pie
de los cheques, el pie de las actas, el pie de los contratos. Las malditas dejan la
huella tenaz de sus mordidas: un autógrafo, un nombre, una firma. Nadie está a
salvo de las estilográficas. Los médicos escriben con veneno el veneno que te
recetan. Los abogados son tan abominables que las coleccionan. Los amigos son
tan inocentes que las regalan. En la mañana de mi cumpleaños mi mujer me besó y
puso en mis manos una reluciente estilográfica. Para que dediques tus libros, dijo
sin saber. Pobres páginas que morirán antes de ser leídas. Pobres páginas tuyas que
van a morir.

31
Las palabras y la página

LOS CLARÍSIMOS PECHOS de la página, donde las palabras son lunares,


constelaciones de estrellas negras en la noche blanca. El alba de la página como un
cuadro de Marcelo Pogolotti, donde las palabras son obreros sin rostro que
marchan a la fábrica. El campo de nieve de la página, donde las palabras son
soldados que regresan después de la batalla. La página ansía el amor de tus
palabras, el sudor de tus palabras, la sangre de tus palabras. La página que concede
innúmeras oportunidades a tus palabras para que seas el dios, el genio, el poeta. La
página es una mujer acostumbrada a la traición.

32
Grafomanía

FUI ACUSADO DE GRAFOMANÍA . Un flacucho llamado Virgilio Piñera nos ha


llevado al desierto y nos ha acusado a todos de grafómanos. Yo digo que ningún
hombre escribe en demasía como ningún hombre ama en demasía. Yo digo que la
alegría de vivir y la alegría de escribir son niños cambiados. Hay ejemplares
razones que me retan: Sócrates y Cristo no escribieron. La Poesía es ágrafa. Pero
soy el atalaya de una torre derruida: acabó la torre sin acabar mi guardia. Los
sabios reclaman que las muchas páginas no permiten ver el mundo. Pero ahora el
mundo está en las muchas páginas, ahora el mundo es mi página. Fui acusado de
grafomanía y vivo orgulloso de esa acusación.

33
Los homenajes

TODO POETA QUE SE RESPETE huye de los homenajes, la plaga de los homenajes.
Los homenajes son la pequeña campana del leproso, la pequeña campana que agita
para dar cuenta de su presencia. Todo poeta que se respete es un monstruo, un
monstruo humanísimo, un ser abominable que no merece hablar la lengua de los
hombres. Los homenajes hacen del monstruo una atracción para niños, un animal
de feria, un animal de circo. Todo poeta que se respete burla el cerco de los
homenajes, la trampa de los homenajes. Los homenajes son un pacto llamando a la
rendición; un pacto que reza: «Has peleado bien, ahora descansa». Todo poeta que
se respete está solo frente a la tentación de los homenajes. Yo asisto a mi
homenaje para ver el rostro de los enemigos.

34
Carta a mí mismo

PRIMERO: AMARÁS AL POETA QUE ERES por sobre todas las cosas que no eres. La
Poesía, el Poema y el Poeta son una trinidad, pero solo al Poeta se le crucifica.
Segundo: No tomarás el nombre de la Poesía en vano: no tomarás el nombre de la
Poesía por tu nombre. Tercero: Santificarás cada día porque cada día es el día del
Hombre. Y el Hombre es impostergable. Para la Poesía el Hombres es
impostergable. Cuarto: Honrarás a tus padres de espíritu y vivirás sin tus padres de
espíritu. Whitman es un rascacielos y Borges, un laberinto. Esos muros resultan
infranqueables. Hay que nacer del otro lado. Quinto: No matarás a otro poeta salvo
en la página. Dante puso en légamo ardiente a su enemigo. Los hombres que
matan no tienen imaginación. Sexto: No cometerás adulterio por el gusto de
infligir una ley: cometerás adulterio para establecer una ley. Séptimo: No robarás
el fuego de la Poesía. Tú eres el fuego de la Poesía. Octavo: No dirás falso
testimonio en el Poema. El Poeta es un fingidor, según Pessoa, pero no puede decir
falso testimonio. El Poeta es un fingidor que vive en una patria más terrible que su
patria. La patria del Poeta es un país ocupado. En la noche irrumpen los
carabineros y echan abajo la puerta y lo sacan a empujones y le rompen las
costillas para ver cuánto vale su verdad. Noveno: No pecarás de soberbia por ser
Poeta. El poeta es un rey que vive ungido en secreto. Décimo: No codiciarás el
Poema ajeno porque el poema ajeno no existe. Todos escribimos el mismo Poema.

35
Expediente
del héroe y el apátrida

36
Ahora estoy maldito, me horroriza la patria.
ARTHUR RIMBAUD

37
Los fotógrafos y la guerra

LOS FOTÓGRAFOS DEL MUNDO vinieron a retratar la guerra. La guerra adornó con
cadáveres las alambradas que eran sus cabellos; maquilló con cadáveres las
trincheras que eran sus cejas y los nidos de ametralladoras que eran sus ojos; pintó
con cadáveres la fosa común que era su boca. La guerra era la celebridad del
momento, la vedette que triunfaba en Europa. Nadie como ella para bailar sobre
las mesas de amputaciones; nadie como ella para cantar el aria de la Muerte; nadie
como ella para interpretar el papel de sí misma en el gran teatro del siglo. Qué
glorioso espectáculo cuando desde el escenario mostraba a los soldados sus
piernas de calar bayonetas, sus pechos manchados de pólvora. Esa fue la guerra
que los fotógrafos del mundo retrataron. Los fotógrafos del mundo le regalaron un
álbum copioso de imágenes de los países donde estuvo, de las ciudades donde
estuvo; un álbum para que en su vejez de guerra tuviese algo que mostrarle a sus
hijas y sus nietas.

38
Carta a Georg Trakl

GEORG TRAKL, TODOS LOS QUE FUIMOS A LA GUERRA estábamos enfermos,


enfermos de podredumbre. La guerra era un camino en otoño, que desembocaba en
nosotros. Nunca necesitamos las medicinas que no tuviste después de la batalla.
Por qué decir que enloqueciste al ver nuestras heridas, si tu podredumbre siempre
fue anterior. Habría que recorrer el camino del bebedor, el camino del drogadicto,
el camino del incestuoso, para llegar a tu podredumbre. Georg Trakl, una farmacia
puede hacer de infierno; un joven farmacéutico puede oficiar como ángel blanco,
como ángel de la muerte. Pero la podredumbre es otro horror. Un horror sin
curación.

39
Las moscas y el cadáver

LAS MOSCAS NO DEJAN DORMIR al cadáver. El cadáver da vueltas dentro de sí


mismo que es la forma en que los cadáveres espantan a las moscas. Al dar vueltas
el cadáver se llena de gas como un dirigible. Ahora mismo comenzaría la
ascensión del cadáver, su inocente levitación, si no fuera porque sus compañeros
se apresuran a enterrarlo. Hay demasiados cadáveres y poco tiempo en este siglo.
Solo por eso resulta necesaria una tregua después de la batalla; una tregua para
evitar esa molestia: tener que bajar del aire a los cadáveres, tener que bajarlos con
arpones y con garfios. Ni por sanidad ni por respeto sus compañeros se apresuran a
enterrarlos. Fosa común deben hacer antes de que los campos y ciudades
devastadas se nublen con el vuelo de los cadáveres. Fosa común antes de que los
cadáveres cubran el Sol. Porque el Hombre teme a lo mismo que ha temido
siempre; a lo que temo yo, joven padre, y a lo que temieron en sus cavernas los
antiguos: la Oscuridad, la Gran Sombra, la Noche Única y Verdadera. Y los
cadáveres son las moscas que van a tapar al Sol.

40
Cuatro soldados

EL KAMIKAZE / APRETARÉ EL CORAZÓN de mi enemigo como si fuese una


granada. No tengo paciencia para sentarme a ver pasar su cadáver. Si él puede
esperar, entonces está perdido. Si él puede creer aún en ese proverbio, entonces
siempre estuvo perdido. Apretaré su corazón como si fuese una granada de
fragmentación. Que explote en mi mano y que de mi mano solo quede el muñón.
Algo siempre hay que sacrificar. // EL ZAPADOR / Con el pie sobre la mina,
pensando cuál parte de mí quedará, pensando si este poema quedará. Qué importa
si es una mina del enemigo o si es una mina de los nuestros. Da lo mismo. La mina
y yo nunca nos entenderemos. La mina cumple su misión como mina y yo cumplo
mi misión como poeta. Alguna parte de mí quedará, algún poema quedará. No voy
a permanecer toda la vida con el pie sobre la mina. // EL DESERTOR / El
muchacho que se disparó en la mano, perdió la mano. No reparó en la potencia del
arma ni en la cercanía del disparo. Creyó que solo sacrificaría un dedo o dos. Pasa
cada año con algún novato, me explicó mi hermano, mutilarse para volver a casa.
Una locura. Si el tribunal demuestra que fue un hecho deliberado, lo pueden
condenar. Pienso en la suerte que corro como joven poeta. Los mayores toman por
accidente lo que en mí siempre ha sido intencional. // EL GENERAL / Acuesto al
general, lo descalzo, dejo sus botas bajo la cama. Le abro la camisa, le abro el
pecho al aire de la noche y de la patria. Cuido de poner el sable a su cabecera por
si despierta preso de algún sobresalto. Cumplo mi vida como una orden. Y tú,
oscuro hermano que me lees después de vencer el día, acuesta a tu general,
descálzalo. Dile que sí, que ya basta, que por hoy su ejército no está perdido.

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Ajedrez para reclutas

APRENDÍ A JUGAR AJEDREZ a los diecisiete años. Demasiado tarde para ser un
genio. Era el único juego de mesa que teníamos los jóvenes soldados que fuimos
entonces. No había opción: jugabas o jugabas, jugabas o te suicidabas. Comencé
ganando. Suerte de principiante, dijeron mis compañeros. Pero después se
aburrieron de perder conmigo. Aquella primavera celebramos un torneo que
incluía a los oficiales del batallón. Terminé invicto. Así creció mi fama y perdí mi
nombre. Ya nadie me llamaba sino Tablero: jugaba sin necesidad de sentarme
frente a las piezas. Una mañana me anunció nuestro capitán: Tablero, vas a jugar
contra el Coronel Torres. Fue el match del siglo y fui cruel. Ni una tabla. Hubiera
podido ganar las partidas desde una cama de hospital, aunque jamás abandoné el
asiento por respeto a mi oponente. Las jerarquías son las jerarquías. Eso ocurrió
aquel verano, antes de que me trasladaran repentinamente a una unidad de
artillería. Órdenes son órdenes, Tablero, me dijo el capitán. Los jóvenes tanquistas
que fuimos entonces teníamos un balón de cuero que pateábamos algunas tardes,
pero nunca fui bueno en eso de los deportes físicos. Aprendí a jugar ajedrez a los
diecisiete años. Demasiado tarde para todo.

42
Los escultores

A LA HORA DE ERIGIR UN MONUMENTO , ninguno más parecido al héroe que el


apátrida. Los escultores se demoran en concebir la cabalgadura o el estrado, en
labrar los pliegues de la camisa o el manto, en pulir los brazos y las armas del
cortejo. Los escultores fingen afanarse en detalles decisivos, como las madres que
peinan a sus hijos y les sacuden el uniforme de soldados antes de que suban al tren
y se bajen en la guerra. Los escultores temen por esos mármoles que se levantan y
caen, que se levantan y caen siempre primero en el interior de los hombres, en el
corazón y la mente de los hombres. Sagrado temor de los escultores que entregan
sus creaciones al mundo. El mundo las venera y el mundo las profana. El mundo
las cubre de serpentinas o tira de ellas con cadenas. El mundo pone a sus pies
flores o dinamita. A la hora de erigir un monumento, ninguno más parecido al
héroe que el apátrida, por eso los escultores dejan para último el rostro definitivo
de la estatua.

43
Historia de la cama

LA HISTORIA DE UNA CAMA ES LA HISTORIA de quienes se acuestan en ella, la


historia de quienes se acuestan a engendrar o a morir. La historia de una cama está
hecha de la sangre de la virgen en su primera noche; de los jugos de la puta y sus
amantes todas las noches; del sudor del enfermo en su última noche; de la fiebre
del místico que atraviesa su noche interior. La historia de una cama está hecha de
jadeos, de gemidos, de sollozos, de estertores. Una historia cuenta la cama del
verdugo y una historia cuenta la cama del condenado. Qué historia del terror
cuenta la cama del poeta André Chénier antes de ser guillotinado, la cama donde
dormían juntos el héroe y el apátrida. Basta de oír la historia de la cama de los
reyes y los papas, sobre todo cuando reyes y papas se enfrentan espada contra
espada. Pregúntale a tu cama qué historia puede contar.

44
Carta a Allen Ginsberg

NO HE VISTO A LAS MEJORES MENTES de mi generación porque no existen las


mejores mentes de mi generación. Existe un decapitado que palpa los bustos de
mármol buscando su cabeza. Existe un animal llamado país, un animal acéfalo que
no puede vernos, que no puede oírnos, que no puede. Existe un autómata que
escribe sobre once millones de autómatas; un autómata cuyo mecanismo nunca
resulta mejor que otro mecanismo, solo más difícil de arreglar. No he visto lo que
debía ser santo: la nostalgia por un origen que engendra la nostalgia por un
destino; la fuerza de hombres empujando el cielo porque doblados como viven no
logran verse el rostro; la lucidez del poema cuando persigue justicia. Santo, santo
en verdad, ¿qué nos queda? ¿Quién puede nombrarlo sin burlarse, ni falsear, ni
profanarlo? Todo lo santo es una nota al pie en este infierno. Ahora, Allen
Ginsberg, tú que estás con Carl Solomon allá en Rockland, dime quién queda más
loco que yo, quién sigue conmigo aquí.

45
El viaje

DE NIÑO MIS PADRES ME PREVINIERON: no saques la cabeza. Íbamos en un


ómnibus lentísimo, pero nadie sabe lo que puede pasar. Casi había olvidado esa
escena, casi había olvidado el sentido de esa escena. Mientras escribo comienzo
otra vez a viajar. De mayor mis padres nunca han dejado de prevenirme: no saques
la cabeza, fuera del poema no saques la cabeza. Vivimos en un país lentísimo, pero
todos saben lo que puede pasar.

46
Las máscaras

MÁSCARAS, LAS EMBAJADAS PRODUCEN MÁSCARAS . En la fila de solicitantes cada


faz es neutral como un país neutral, cada faz finge civilidad para no delatar a su
portador. Todo marcha soterrado. La faz resulta entonces una máscara japonesa,
una máscara de teatro Noh. La faz resulta lo que llaman una máscara noble,
máscara de la calma y el silencio. He pensado en las máscaras venecianas,
verdaderas finezas de carnaval; he pensado en las máscaras rumanas, cuando los
campesinos encarnan a la cabra y al oso; he pensado en las máscaras africanas, que
están a medio camino entre los dioses y los hombres; he pensado en las máscaras
mexicanas, que asustan al diablo con el diablo; he pensado en un verso de Arthur
Rimbaud: «Por mi máscara se me creerá de una raza fuerte». Qué vasta colección
de máscaras en el palacio de mi memoria. Qué vasta colección de máscaras como
esta fila de solicitantes que entran y salen de las embajadas. Los solicitantes salen
con la máscara de la tragedia o la máscara de la comedia. Hay que tener el rostro
bien puesto.

47
Alimentar al hambriento

ME ACUESTO CON HAMBRE y me levanto con hambre. Hambre del pan que pintó
Salvador Dalí y hambre del pan que César Vallejo llevaba al hombro. Hambre de
libros mil veces devorados y hambre de libros que nos devoran mil veces. Hambre
de países fríos porque el país es caliente y está caliente y nuestra hambre es igual
que un hombre inconforme. Hambre, hambruna por los amigos que huyen del
hambre a través del hambre; amigos que son el hartazgo de buitres y de coyotes;
amigos, fantasmas que van a sentarse en la gran mesa sin apetito. Hambre de la
mujer que sirve este plato. Hambre de la mujer hambrienta de mí. Hambre de mí,
un hambre de tenerme entero al jugar con mis hijas, un hambre como de niño que
quiere comerse él solo todas las nueces. Hambre del hambre que es la vida en el
estómago de la muerte. Soy una difícil tarea para la misericordia de un buen
cristiano.

48
Tren de Occidente

UN TREN FANTASMA (FANTASMAL ) recorre Europa. El tío Marx se pone su gorra


de maquinista mientras el tío Engels alimenta la caldera. Un día subí al tren
(muchacho de pueblo que yo era) porque quería tocar la campana. Pregunté: ¿el
tren es tuyo, tío Marx? ¿O el tren es tuyo, tío Engels? Pero ellos se rieron con sus
barbas espléndidas. El tío Marx se quitó la gorra y me la puso, mientras el tío
Engels lanzó otra palada de carbón y me palmeó el hombro. Si ustedes no son los
dueños, insistí, ¿en cuál vagón viajan los dueños del tren? Pero resultaba obvio
tras la mueca que me hicieron: los dueños del tren jamás viajan en el tren por
miedo a que el tren se descarrile. Mejor ser los dueños de un tren descarrilado que
los muertos de un tren descarrilado. Creí que lo más prudente era tocar la campana
y bajarme. Un tren ajeno es un peligro cuando se toma por un tren propio. Cuando
ya habíamos recorrido suficientes vidas, pregunté: tío Marx, tío Engels, ¿hacia
dónde va el tren? Entonces ellos me miraron serios, es decir, teóricos. En ese
momento el tren se adentró en un túnel que todavía dura. Si aún no me bajo es
porque quiero que me respondan cara a cara.

49
Carta a Günter Grass

CUANDO TÚ, GÜNTER GRASS, CELEBRAS la ventaja de las gallinas de viento, aún
con tu pipa entre los labios, te ríes de los otros. Las gallinas de viento son
incontables y se reproducen sin cesar, según escribes. Yo diría que las gallinas de
viento se parecen a nuestras ilusiones. Nuestras ilusiones ponen sus huevos donde
nunca podemos alcanzarlos. Cuando tú, Günter Grass, alegas que vivimos en el
huevo, entonces te ríes de nosotros. Y eso es grave, más grave que hacer redoblar
un tambor de hojalata.

50
Los imperativos

COMO GALILEO GALILEI PROBAR tu condición humana frente a los enseres de la


Inquisición. Nunca como Giordano Bruno porque Giordano Bruno nunca deja
opción. Preguntar a cada poeta si es un giordano o si es un galileo. Como
Giordano Bruno probar tu condición humana en el fuego de la Inquisición. Nunca
como Galileo Galilei porque Galileo Galilei siempre deja opción. Preguntar a cada
poeta si es un galileo o si es un giordano. Como la Inquisición probar la condición
humana. Preguntar a cada poeta de un país sin héroes, de un país que necesita
héroes. Comienza por Bertolt Brecht.

51
Las sombras y la estatua

AL CENTRO DEL PAÍS hay una estatua. La sombra de la estatua es dura como la
propia estatua. La sombra del bronce es bronce enaltecido. La sombra de la estatua
ganó su eternidad. La sombra del paseante, en cambio, es mortal como el propio
paseante. La sombra del paseante morirá con el paseante. Nunca volveremos a
verla cruzar la tarde despreocupada ni la mañana urgida. El mundo pertenece a la
sombra de las estatuas. ¿Qué ha hecho la sombra del paseante para merecer una
estatua? La sombra del paseante entra en la sombra de la estatua. La sombra del
paseante se encarcela en sombra, se enfría, se dilata, se diluye, se somete o es
sometida. La sombra del paseante juega a probarse el perfil de la sombra de la
estatua. Sin embargo, la sombra de la estatua quiere huir de la estatua, se alarga
como aguja de catedral sobre las calles y las plazas, se alarga y enflaquece como
un soldado en el frente. La sombra de la estatua huye de la estatua como si la
estatua llevase un sol adentro. Huye hasta ver que solo están unidas por los pies,
igual que la carne y la sombra del crucificado que están fijadas por los clavos. He
ahí la gloria y la condena. Al centro del país una estatua sirve de reloj solar, una
estatua sirve de gnomon. Al centro del país, este país nuestro donde todas la horas
son la hora del héroe.

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