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Artículo 20
CINEP

Centro de Memoria histórica

No señor, guerrilleros no. ¡Somos campesinos y campesinas de Pichilín

Este texto es un compilado de cuentos con ilustraciones y cómics realizados por el


ilustrador Didier Pulgarín, que narran lo que la comunidad del corregimiento de Pichilín
(Morroa, Sucre) vivió durante casi cincuenta años, relatados, fundamentalmente,  desde sus
propias voces y memorias. La intención de hacer de este libro una iniciativa literaria, más
que un contenido de tipo analítico y académico es, primero, llegar a la población más joven
de Pichilín, que no vivió muchas de las situaciones que aquí son relatadas. Sin embargo, en
este proceso de reconstruir memoria y darle continuidad generacional a los procesos
existentes, se hace urgente recopilar estas vivencias para su conocimiento y de una manera
que los seduzca. En segundo lugar, reconocer el lugar protagónico de estas voces que
vivieron, resistieron y lucharon contra cada una de las victimizaciones que sufrieron
buscando acoger lo que en algún momento nos dijo Segundo Palencia, un campesino de
Pichilín, y con lo cual se inicia esta introducción: “Es que uno campesino, uno su propia
historia no la escribe”.

Recuerdos de selva: Memorias de integrantes de la Fuerza Pública


víctimas de secuestro

El secuestro no es un fenómeno desconocido para el pueblo colombiano, muchas familias


lo sufrieron directamente y todos fuimos espectadores de las imágenes más emblemáticas
de las víctimas en medio de la selva, muchas veces encadenadas. También escuchamos de
su propia voz las plegarias por su liberación en diferentes medios de comunicación. En
repetidas ocasiones, como sociedad civil, nos volcamos a las calles pidiendo por el regreso
de quienes estaban en cautiverio y exigiendo también que se detuviera esta práctica cruel,
utilizada en el marco del conflicto armado.

En el caso de los integrantes de la Fuerza Pública, las fotografías y pruebas de


supervivencia –cuando existieron– fueron ampliamente difundidas por la prensa. Teniendo
presente que los militares y policías fueron un grupo importante de víctimas de este
repertorio de violencia utilizado por las guerrillas en el marco del conflicto armado1, este
texto se centra en las memorias de las vivencias del cautiverio, pero también narra los retos
que supuso para muchos el retorno a la vida en libertad.

Conmemorando Acciones por la Vida


La Agenda Conmemorativa, impulsada desde la Estrategia de Participación de Víctimas del
Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) es una apuesta de acompañamiento
encaminado hacia las víctimas y a sus organizaciones en el desarrollo de los actos
conmemorativos en cada uno de sus territorios. La apuesta se da mediante esfuerzos
técnicos y operativos para facilitar la realización de las conmemoraciones.

Este proyecto nace en 2014 a partir de las solicitudes presentadas por las organizaciones de
familiares de víctimas de desaparición forzada y organizaciones étnicas. La respuesta
institucional se adapta respetuosamente a la manera como estas organizaciones han venido
construyendo la memoria, décadas antes de que el CNMH acompañará los actos
conmemorativos en el territorio nacional.

Desde entonces, cada año la Agenda Conmemorativa recibe solicitudes de apoyo de las


víctimas y sus organizaciones, que se priorizan según criterios de pluralidad, en términos de
hechos victimizantes, enfoques diferenciales y territoriales.

Justicia: Balance de la contribución del CNMH al esclarecimiento


histórico

En el trabajo de análisis y reflexión que viene realizando el Centro Nacional de Memoria


Histórica (CNMH) sobre su propia producción de informes y teniendo en cuenta que la
función principal establecida para el centro es:

Contribuir a la realización de la reparación integral y el derecho a la verdad del que son


titulares las víctimas y la sociedad en su conjunto, así como al deber de memoria del Estado
con ocasión de las violaciones ocurridas en el marco del conflicto armado colombiano, en
un horizonte de construcción de paz, democratización y reconciliación (CNMH, 2014).

Exilio colombiano: Huellas del conflicto armado más allá de las


fronteras

El presente informe del CNMH (Centro Nacional de Memoria Histórica) hace parte del
proyecto de investigación Memorias del exilio colombiano: huellas del conflicto armado
más allá de las fronteras. Su propósito es contribuir, desde una perspectiva histórica, al
esclarecimiento de las situaciones y experiencias que han afrontado cientos de miles de
personas forzadas a salir de Colombia como consecuencia de más de medio siglo de
conflicto armado. A través de este informe, el CNMH apuesta por reconocer el exilio como
una forma de violencia que ha afectado transversalmente las vidas de personas, grupos y
comunidades exiliadas alrededor del mundo, así como a aquellas que han retornado de
manera voluntaria o forzada al país.

Dentro del propósito de avanzar en el proceso de reconstrucción de las memorias de los


exilios colombianos, el CNMH centró sus esfuerzos investigativos en los países vecinos,
principales destinos de la población exiliada en el mundo. El presente informe recoge los
hallazgos del trabajo de campo desarrollado con personas y organizaciones de exiliados en
Ecuador y Panamá, y con los exiliados retornados de Venezuela. Los relatos de sus
experiencias de exilio, complementados con algunos testimonios, enviados de manera
autónoma por exiliados en diferentes latitudes y contextos geopolíticos, son tan solo una
contribución dentro del largo camino, aún por recorrer, para reconstruir el heterogéneo
universo de memorias de esta forma de violencia.

En el bolsillo seguimos canaleteando

El texto que se presenta a continuación es resultado de un proceso que dio inicio en 2011,
cuando la comunidad del corregimiento de Santa Cecilia se acerca al Centro de Memoria
del Conflicto del Cesar, y a partir de este contacto, arranca la construcción colectiva de una
propuesta que se enfocó en la generación de herramientas narrativas para reconstruir la
historia del conflicto armado en el corregimiento.

En este marco, el equipo planteó la necesidad de entender las dinámicas del conflicto
vivido por la comunidad y cómo este fragmenta o transforma los lazos sociales que le
permiten subsistir. Para presentar y entender las dinámicas que construyen y consolidan lo
que se entiende por "lazos sociales de una comunidad", se diseñó un modelo de
investigación que parte de observar la participación de la comunidad de Santa Cecilia en las
prácticas culturales, su importancia en la cohesión social y la manera como el conflicto
armado vulneró y afectó la vida de todas las personas del corregimiento. La metodología se
desarrolló por medio de encuentros participativos en cuatro de los lugares del departamento
del Cesar en donde se concentra la mayoría de la población: corregimiento de Santa
Cecilia, municipios de Astrea, El Paso y Valledupar. En las últimas dos poblaciones se
encuentra el mayor número de personas en situación de desplazamiento.

H is t o r i a s d e i d a y v u e l t a d e s d e e l e x i l i o

El exilio es una experiencia compleja, atravesada por sensaciones heterogéneas y


momentos que se han vivido fuera del país y en algunos casos, se siguen viviendo una vez
se retorna. A pesar de que los daños, pérdidas e incertidumbres de quienes tuvieron que
huir del país en contra de su voluntad hayan marcado sus vidas, también lo han hecho esas
luchas que emprendieron para sobrevivir y ser reconocidos. Es así como la síntesis de esos
momentos de encuentro y desencuentro resultan en el nacimiento de una nueva identidad,
una que no cesa de construirse y reconstruirse, a partir de lo que dejaron atrás y de sus
experiencias actuales.  

O j a l á n os a l c a n c e l a v i d a

“Ojalá nos alcance la vida… para sembrar, argumentar y defender la paz”. Estas historias
de vida se refieren al dolor, a la fortaleza y a la esperanza de personas mayores víctimas del
conflicto armado en Colombia.

Son experiencias que nos invitan a reconocer las particularidades que enfrentan las
personas mayores en contextos de violencia, a reflexionar sobre la larga duración de la
confrontación armada, pero sobre todo, a visibilizar sus posibilidades de aportar en
entornos familiares, comunitarios y nacionales a la edificación de un nuevo país.

Las voces de las personas mayores son indispensables para la reconstrucción de la memoria
histórica, son un llamado sobre las transformaciones que necesitamos en el presente para
envejecer de otros modos.

Campesinos de tierra y agua: Campesinado en el departamento  del


Atlántico

En este documento se condensan las memorias de una parte del campesinado del


departamento del Atlántico, que vive en los municipios de Manatí y Repelón, subregión sur
del departamento. También se narran los recuerdos de los campesinos que viven en los
municipios de Baranoa, Ponedera, Luruaco y Sabanalarga de la subregión centro, así como
de los que habitan en Piojó y Juan de Acosta en la subregión costera. Del trabajo de
investigación también hicieron parte campesinos que viven actualmente en la vereda Las
Nubes del corregimiento Juan Minas del área metropolitana de Barranquilla.

En la primera parte, las memorias del campesinado dan cuenta de una larga trayectoria de
formación continuamente relacionada con la labranza de la tierra y la lucha agraria por la
consecución de la tierra y la búsqueda de mejores condiciones de vida en sus comunidades,
a través del surgimiento de diversas organizaciones campesinas como las ligas campesinas,
los sindicatos agrarios, las cooperativas campesinas y la ANUC. En estas luchas se
explicitan los buenos tiempos, en los que las comunidades eran autosostenibles y con
largos periodos de bonanza.

La guerra inscrita en el cuerpo


Aunque ningún actor armado reconoce el uso de la violencia sexual en el marco del
conflicto armado, las múltiples voces y silencios, principalmente de mujeres, confirman la
magnitud de la violencia con que sus cuerpos han sido sometidos, apropiados, despojados
de su humanidad. La violencia sexual se ha constituido en una modalidad de violencia que
cumple distintos fines de acuerdo con los objetivos de los actores armados y de los distintos
momentos de confrontación, pero con el común denominador de estar sustentada en
arreglos de género que privilegian la construcción de masculinidades despóticas y
perpetúan la objetivación de los cuerpos femeninos.

Este informe contribuye a la comprensión de las formas en que la guerra se ha inscrito en


los cuerpos de las víctimas de violencia sexual, proponiendo la construcción de una
memoria ineludible: la de las violencias que han sido silenciadas por una sociedad que
en no pocos casos ha elevado un manto de señalamiento, vergüenza y culpa sobre las
víctimas. Los testimonios de dolor y sufrimiento recogidos en este informe constituyen una
apuesta política desde la dignidad de las víctimas de violencia sexual que le preguntan al
país: ¿qué vamos a hacer para que esto no vuelva a suceder?

Derecho a la justicia como garantía de no repetición

Un nuevo informe del Centro Nacional de Memoria Histórica ‘El derecho a la justicia como
garantía de no repetición’ es una memoria de la relación de las víctimas con la justicia y las
falencias del aparato judicial para satisfacer sus derechos.

El informe ilustra, desde el punto de vista de las víctimas, cómo ha sido su experiencia de
búsqueda de la justicia y cómo ha operado el sistema judicial para satisfacer su derecho a la
justicia. Analiza cómo se han incluido las víctimas en el sistema judicial penal, qué
significado han dado a la justicia y si se han sentido satisfechas o no con ella; explora el
sentido reparador que tiene o no el proceso penal y la incidencia de los contextos
sociopolíticos cambiantes en la satisfacción del derecho a la justicia.

Para hacerlo, combina un repaso detallado a la evolución en los últimos 30 años de las
normas judiciales para enfrentar los reclamos de las víctimas y seis relatos en profundidad
de casos emblemáticos de la lucha de las víctimas y sus familias por la satisfacción de su
derecho a la justicia.

El informe está dividido en dos volúmenes. El primero, ‘Graves violaciones de derechos


humanos: luchas sociales y cambios normativos e institucionales 1985 – 2012’, reconstruye
la historia de la lucha de los movimientos sociales y de víctimas por la defensa de los
derechos humanos y contra la impunidad, la evolución de las normas y regulaciones en
Colombia, en esos 30 años, y los contextos cambiantes en los que todo esto tuvo lugar.
Prensa Rural

La paz con justicia social y los estudiantes


Colectivo La Trocha / Viernes 8 de julio de 2016
El estudiantado de Colombia debe apostarle a construir un movimiento estudiantil que
luche por la paz en todo el territorio nacional, pero una paz con justicia social. No puede
solo ser una paz en la que la insurgencia deje las armas y el Estado deje de combatir a la
insurgencia. Esta paz sin soluciones de raíz es la que le gusta a la oligarquía colombiana.
La paz con soluciones genera propuestas para construir una nueva sociedad que excluya
todo tipo de privilegios, iniquidades e injusticias. Esta nueva sociedad debe surgir de una
paz con justicia social.

Una paz con justicia social requiere corregir las iniquidades del sistema capitalista.

La justicia social incluye la reforma agraria para solucionar los problemas derivados de la
tenencia de la tierra, la producción campesina, la soberanía y seguridad alimentaria.
Todos los problemas del campesinado se deben en muchos casos a la ausencia de
propiedad sobre la tierra, ya que el Estado prefirió vender la tierra a los terratenientes o
a las empresas trasnacionales para el monocultivo, antes que adjudicarle la propiedad al
campesinado.

Algunos campesinos han osado con fuerza y resistencia ocupar tierras. Sin embargo, los
campesinos ocupantes no han podido contar con ayudas económicas del Estado que
faciliten el cultivo y comercio de los productos de la tierra. El campesinado dedica su
esfuerzo a sembrar cultivos de uso ilícito o a trabajar para una terrateniente o en la
agro-industria porque no puede ni tiene facilidades para producir la tierra y vivir bajo los
parámetros de la economía campesina.

La economía del monocultivo se está apoderando de la industria alimentaria del país. Ya


no existe la diversidad de alimentos que solía existir. Las familias campesinas han sido
desplazadas por la violencia o las trasnacionales. El Estado colombiano está creando
leyes que deterioran la economía campesina, exigen al campesino pobre utilizar
maquinaria, herramientas, pesticidas o normas fitosanitarias de alto costo. A los
campesinos no les alcanza para comprarlas. Una de las últimas exigencias del Estado,
tipificada en el decreto 790, exige a los campesinos comprar semillas certificadas, ya no
pueden seguir utilizando las semillas obtenidas en cada cosecha. En últimas instancia a
las familias campesinas les cuesta más producir alimentos.

En 1964 el gobierno creyó que con el bombardeo de Marquetalia, Río chiquito,


Guayabero, etc, podía acabar con las necesidades del campesinado. Así continúo durante
todo el siglo XX y el XXI. Creyendo que con la guerra solucionaba los problemas o
exterminaba a la población campesina que exigía condiciones materiales para la vida
digna.

Nada de lo exigido por el movimiento campesino lo ha cumplido el Estado, por el


contrario la precariedad material y económica sigue siendo una constante en la situación
de las comunidades campesinas. Por ello el campesinado organizado, con la colaboración
del movimiento estudiantil y obrero, se levantó en el 2013, exigiendo soluciones concreta
a los problemas del campo. El gobierno prometió mucho pero no cumplió, por eso en
este 2016 vemos nuevamente al campesinado retomar la lucha popular.

Así mismo, la justicia social requiere de condiciones de vida digna para las familias
trabajadoras. La mayoría de las familias en el país no tienen vivienda. Miles de
trabajadores de todas las ramas de la economía: las finanzas, el comercio y la industria
viven en cambuches sin electricidad, en tugurios que no poseen agua y ni gas natural.
Viven alejados de las zonas urbanas, en los cordones de miseria, alejados de los
mercados, los trabajos, las escuelas, los centros de salud. Es una existencia de carencias
materiales.

La vivienda es una necesidad de millones de personas. Gran parte del pueblo trabaja 12
o más horas al día para poder pagar el arriendo del mes. Muchos tienen que abandonar
las casas por falta de dinero para el arriendo y los que tienen vivienda, la pierden como
consecuencia de los onerosos créditos, o la usura o la avaricia de los bancos.

El empleo digno y bien remunerado es otra exigencia para luchar por una con justicia
social. Los trabajadores no tienen un empleo seguro, viven a diario luchando por
sobrevivir en un trabajo donde no firman ningún tipo de contrato y en el que el
empleador los puede apartar del trabajo sin explicación alguna. Muchas empresas no le
dan seguros de vida, de salud o pensiones a los trabajadores. Estos viven diariamente
soportando la explotación laboral y recibiendo los insultos de los gerentes, para poder
llevar algo de comida a la mesa de las familias. La lucha por mejorar la situación
económica del trabajador está incluida en la justicia social y la paz.

Una educación de calidad, gratuita y al servicio del pueblo es otra necesidad para la
justicia social y la paz. La educación en Colombia camina cada día hacía la privatización.
Al gobierno de Santos, y antes al de Uribe, no les importó la educación del pueblo
colombiano, ni de sus jóvenes, ya que entre más ignorancia exista, más posibilidades
tienen ellos de poder gobernar sin oposición. Un pueblo que estudia sabe cómo funciona
el Estado, la economía y el capitalismo, así no se dejan engañar fácilmente de las
artimaña de los que quieren que continúe el mísero modelo económico y social.

Sin embargo, educación debe garantizar trabajo para los profesionales graduados. Los
profesionales graduados no tienen empleo y muchos ganan míseros sueldos realizando
trabajos ocasionales. El sistema económico de carácter extractivista y neoliberal, unido a
leyes como la del Primer Empleo, han conseguido que Colombia tenga muchos graduados
desocupados o realizando otras labores. Egresados que muy bien podrían estar
trabajando por el desarrollo industrial del país para convertir a Colombia en una sociedad
prospera. Es justo que el profesional piense en su futuro, pero también en el de la
colectividad, ya que el futuro de la colectividad es el destino de la persona.

Los diálogos de paz entre la insurgencia de las FARC-EP y el Estado colombiano, es el


suceso más importante del panorama nacional. La necesidad y utilidad de la paz se
expresa por un lado en lo simbólico: la posibilidad de ver una imagen diferente al
conflicto cotidiano. La violencia se ha convertido en la forma adecuada de mantener a un
pueblo sumiso y controlarlo.

Esta paz camina paralelamente a la necesidad de que el pueblo comience a participar en


las decisiones políticas, que construya poder popular y gestione proyecto. Por ello el
pueblo, y los estudiantes, deben construir un movimiento político que demuestre la
relevancia de una alternativa al capitalismo.

La paz solo va a ser posible cuando las condiciones materiales y económicas que dan
origen a los conflictos políticos y militares cambien. Si la paz no es posible en el
capitalismo, habrá que idear un nuevo sistema donde la paz sea una realidad. A esta
nueva realidad debe apostarle el movimiento estudiantil de secundaria.

https://prensarural.org/spip/spip.php?article19744
9 de abril: Reconocer la voz de las víctimas
como elemento de Reparación, Verdad y
Justicia
Asorvimm / Jueves 9 de abril de 2020

El 2020 seria el noveno año de conmemoración de este 9 de Abril en solidaridad con las
víctimas del conflicto, y que fue decretado a partir de 2011 en la ley 1448. A día de hoy y
tomando en consideración la coyuntura internacional que vivimos, vemos un llamado
explícito hacia la solidaridad como base de preservación de la humanidad.

El papel que ha tenido la voz de las víctimas frente a la reconstrucción de la memoria


colectiva del conflicto, y como estos hechos han disipado algunas dudas en la opinión
pública, cultivando paulatinamente un sentido de solidaridad expresado en una creciente
participación de las víctimas en la vida pública.

La violencia y actos de barbarie sucedidos en el conflicto armado Colombiano, han ido


configurando la necesidad de un debate sobre la reparación integral de las víctimas;
adicionalmente se busca una pronta salida del conflicto armado, que contemple las vías
del diálogo entre actores armados, y rezagos de la violencia generados en periodo de pos
acuerdos de la Habana, que integre a las víctimas en verdaderos procesos de
transformación y reivindicación amparados en la ley 1448 de 2011.

Todo aquello suscita una duda: ¿cómo se han consolidado y modificado las
representaciones de las víctimas en la escena pública colombiana con la finalidad de
encontrar medidas efectivas de Reparación, Verdad y Justicia?

Dicha representación, durante los últimos años se ha fortalecido mediante la figura de la


víctima sobreviviente, que testimonia y narra los hechos de la violencia que han padecido
durante décadas; logrando consolidar su voz testimonial, en primera persona,
transformándolas en un sujeto político central y clave para el entendimiento y la
representatividad que se requiere.

La articulación entre población víctima, sectores sociales, personalidades y partidos


políticos; ha sido estratégica para que la sociedad en general y los actores armados,
como los gobiernos de turno, empezaran a incluir y discutir el discurso de derechos
humanos en sus agendas. Es así, que el tema de la violación de derechos humanos se
fue integrando a las leyes colombianas, logrando aglutinar una gran cantidad y
diversidad de sectores sociales y organizaciones incluyendo el acompañamiento de
entidades y organizaciones gubernamentales y no gubernamentales de carácter
internacional.

Debido a estos avances, se empieza a entender a la víctima como un sujeto que actúa
para ser reconocido, el cual deja de ser un agente pasivo o sufriente; pasando de ocupar
los espacios marginales a compartir el centro de la escena pública a pesar de la continua
represión por parte de los diversos grupos armados con influencia en el territorio
colombiano; traducida en asesinatos y desapariciones a lideres sociales.

A pesar de las dificultades existentes, y la falta de garantía de reparación integral por


parte del Estado, la condición de víctima de las violaciones a los derechos humanos ha
ido alcanzando una legitimidad pública e inédita en las diferentes regiones afectadas
históricamente por el conflicto; teniendo en cuenta las diferencias y características,
según cada caso nacional, erigiéndose como una voz con la suficiente autoridad para
tomar la palabra en la escena pública, y así dar cuenta de los hechos de violencia
política, guerra y horror perpetuados antes y después de los acuerdos.

La prevalencia de estas voces se tradujo en buena parte del territorio nacional, en la


incorporación de la narrativa humanitaria como la clave para relatar e interpretar los
procesos de violencia política durante el conflicto social y armado; evidenciando el poder
de la voz de las víctimas, mediante su capacidad para la organización, la capacidad de
ejercer presión en espacios políticos y el fortalecimiento de un movimiento en defensa de
los derechos humanos, encabezado por organizaciones sociales que comparten el sentir
de las víctimas, garantizando su participación.

El testimonio de los sobrevivientes de violencia se convierte en eje fundamental para la


reconstrucción de la memoria colectiva, que conecta el pasado con el presente; por lo
que es necesario contar con el apoyo y las garantías por parte del Estado colombiano
para la puesta en marcha en todo el territorio nacional de los mecanismos que surgieron
a raíz del Acuerdo de Paz; como lo es el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación
y No Repetición -SIVJRNR- ; el cual se compone de la Comisión para el Esclarecimiento
de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición -CEV-, la Jurisdicción Especial para la Paz
-JEP- y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas en el Contexto y en
Razón del Conflicto Armado -UBPD-.

Con la implementación efectiva de medidas de reparación integral para las víctimas, se


conocería cual ha sido el impacto real que ha tenido el conflicto armado en el país, y se
avanzaría al acercamiento a un escenario de posconflicto; razones importantes por las
cuales cada vez adquiere mayor importancia la voz de las víctimas. Sin lugar a duda, la
recepción y reconocimiento de su voz y participación en la escena pública y política,
puede ser un elemento de Reparación, Verdad y Justicia.

https://www.prensarural.org/spip/spip.php?article25267
Sin justicia social no habrá paz
Palabras de Rubén Blades durante el concierto del 9 de abril en Bogotá
Rubén Blades / Viernes 10 de abril de 2015

¿Quién dice que perdimos, porque entre la angustia sigue América?


¿Quién cree que no hay manera de dar a nuestra historia un mejor final?
Hoy 9 de abril del 2015, celebramos en Bogotá la Cumbre Mundial por el Arte y la
Cultura para la Paz de Colombia. Desde este Parque Metropolitano Simón Bolívar
considero necesario, con su permiso, dedicar unos minutos al tema que nos reúne en
este lugar, esta noche: el tema de la paz.

Sin ella, se paraliza absolutamente cualquier posibilidad de que podamos en forma


continuada y exitosa identificar, enfrentar y resolver nuestros problemas, sean
personales o comunitarios. La paz crea la atmósfera y el escenario necesarios para que
prevalezcan las mejores posibilidades del ser humano, esas que garantizan la existencia
de justicia, de consideración y de respeto al derecho ajeno, la que impulsa una mejor
calidad de vida.
La paz permite la aparición de los mejores ángeles de nuestro carácter nacional y apoya
oportunidades que favorezcan el desarrollo de nuestras esperanzas, talentos y
voluntades, todo planteado dentro de un marco de solidaridad social.

Pero sin justicia social alcanzar la paz nos resultara imposible. La injusticia convierte a la
paz en una expectativa elusiva e insostenible.

Por eso hoy, cuando destacamos esta reunión en donde el arte y la cultura se pronuncian
internacionalmente a favor de dar a la paz un espacio para crecer y sostenerse
nacionalmente, reconozcamos cada uno de nosotros la necesidad de mejorar nuestras
conductas como personas, si es que deseamos ayudar a nuestros países a crear el
terreno propicio para la paz.
Consideremos el ayudarnos mutuamente; decidamos renunciar a conductas anti-sociales
como la violencia domestica, el "bullying" en nuestras escuelas, la corrupción, política y
civil, (que es una forma de violencia al bien común), desistamos del ataque a otros por el
color de su piel, por su sexo, por su preferencia sexual, por su edad, por su inclinación
política o religiosa.

Colaboremos juntos para crear el escenario que promueva a una paz sostenida y
compartida por todos, dentro del necesario marco de la justicia social.

El respeto al derecho ajeno, a la persona, a las ideas, al sagrado servicio a la Patria que
nos vio nacer y que nos cubrirá después.

Desear la paz, creer que es posible su existencia duradera no es una quimera. Un


escenario ideal puede ser transformado en realidad por el ejercicio de nuestras
voluntades, de nuestras almas. Les digo que creo que es posible lograrlo.

Repito: de nuestras voluntades dependerá el producir la paz y todas sus positivas


consecuencias.

Trabajemos juntos para hacerla posible, por el bien no solo de Colombia; también por el
bienestar de todos nuestros países y de nuestro maltratado planeta.

Muchas gracias.

Rubén Blades,

https://prensarural.org/spip/spip.php?article16542
La batalla política por la Justicia Especial
para la Paz
Pedro Santana Rodríguez / Sábado 23 de febrero de 2019

El Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición creado en los


Acuerdos de La Habana para poner fin a la confrontación armada entre el Estado y las
guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC-EP, levantadas en
armas contra el Estado desde el año de 1964, contempló en su centro al menos en su
diseño, la satisfacción de los derechos de las víctimas a la verdad, a la justicia, a la
reparación y a las garantías de no repetición. El Sistema Integral de Justicia para la Paz
contempló la creación y puesta en marcha de una Comisión de la Verdad ya instalada
que deberá entregar su informe final en tres años a partir del mes de noviembre de
2018. También y no sin pocas dificultades se ha instalado y puesto en funcionamiento la
Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas en el contexto y en razón del
conflicto armado y la puesta en marcha desde enero de 2018 de una Jurisdicción Especial
para la Paz, JEP. Esta última deberá satisfacer de acuerdo con los estándares nacionales
e internacionales de derechos humanos y del derecho internacional humanitario, el
derecho inalienable que asiste a las víctimas de reclamar del Estado Justicia y verdad
judicial para los innumerables y atroces crímenes cometidos en el conflicto armado
interno.

El acuerdo pactó un sistema de justicia transicional restaurativa o reparadora que tiene


como propósito fundamental la reparación a las víctimas en donde a cambio de penas
blandas los actores del conflicto: guerrillas, agentes de la fuerza pública y terceros
responsables civiles o agentes del Estado no integrantes de la fuerza pública deben
concurrir a la JEP para entregar toda la verdad de lo que sucedió con las víctimas en el
conflicto armado así como comprometerse genuinamente a reparar a las víctimas. Mucha
verdad y penas leves que pueden ir de entre cinco a ocho años de restricción efectiva de
la libertad para los principales actores comprometidos con delitos de lesa humanidad,
crímenes de guerra y delitos atroces. Ello siempre y cuando los actores comprometidos
con estos crímenes en contra de la humanidad entreguen a la JEP toda la verdad si no lo
hacen pueden recibir penas de prisión intramural de hasta veinte años.

Este fue el pacto y para ello se conformó una Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, que
cuenta con un cuerpo de 38 magistrados distribuidos en tres salas y cuatro secciones
además de una Unidad de investigación y acusación. La estructura ya ha sido
conformada y se ha puesto en marcha. Una Comisión de escogencia independiente
mediante convocatoria pública nombró a los 38 magistrados y al jefe de la Unidad de
Investigación, pero, para que esta jurisdicción Especial pueda operar no solo requiere de
los recursos necesarios para su funcionamiento sino de leyes que definan los
procedimientos, las penas y en general que garanticen en dicha jurisdicción el debido
proceso.

A su paso por el Congreso y por la Corte Constitucional la JEP fue debilitada. Sectores
críticos de los acuerdos de Paz lograron que los llamados terceros responsables que en
los Acuerdos de La Habana deberían concurrir obligatoriamente a la JEP ahora se
mantendrán en la jurisdicción ordinaria en dónde los crímenes de guerra y los crímenes
de lesa humanidad cometidos por estos actores se mantienen en una impunidad que
supera según las propias cifras oficiales por encima del 95%, es decir, casi en la
impunidad completa. Ahora de acuerdo con la normatividad y con la jurisprudencia de la
Corte Constitucional los terceros responsables podrán mantenerse en la justicia ordinaria
en donde campea como se ha dicho la impunidad o concurrir voluntariamente a la JEP.
Con ello se debilita la posibilidad que la JEP sea realmente el tribunal de cierre del
conflicto armado pues entre los llamados terceros responsables se encuentran una buena
parte de los determinadores o llamados autores intelectuales, financiadores y reales
beneficiarios del conflicto armado interno que ha vivido el país a lo largo de los últimos
sesenta años.

Aún debilitada la JEP es un instrumento clave para lograr justicia y verdad para las
víctimas pues a ella ya se han acogido más de 13 mil guerrilleros de las FARC, cerca de 2
mil militares y policías, y un poco más de 1,500 civiles y actores públicos no integrantes
de las fuerzas armadas. Después de un largo recorrido por el Congreso en donde fue
aprobada en el mes de noviembre de 2017 la Ley Estatutaria de la JEP pasó a revisión
automática de la Corte Constitucional que demoró más de un año para proferir una larga
sentencia de más de 900 páginas en el mes de diciembre de 2018. La sentencia fue
remitida al Congreso de la República para que fuera firmada por los presidentes de la
Cámara y el Senado para que a su vez ellos la remitieran al presidente de la República
para su sanción y publicación. En el Congreso sucedió de todo con el proyecto de Ley,
Ernesto Macías el uribista presidente del Senado la engavetó desde diciembre, luego
envío un texto incompleto al presidente de la Cámara que lo encontró mutilado en un
tema fundamental cual era el objeto mismo de la Ley que había desparecido del texto y
que Macías atribuyó sin ningún rubor a errores en la configuración de una impresora,
hasta que finalmente el texto íntegro como salió de la Corte Constitucional fue remitido
al presidente de la República Iván Duque Márquez que tiene plazo para su firma hasta el
próximo 8 de marzo.

Y allí comenzó una nueva batalla política. Duque ha dicho que se tomará todo el tiempo
que le confiere la ley para sancionarla al tiempo que su Consejero de Paz, Miguel Antonio
Ceballos, comunicó que el Gobierno estudia la posibilidad de objetar la Ley por
inconveniencia dado que no puede hacerlo por inconstitucionalidad dado que ya la Corte
encontró el texto de la Ley Ajustado a la Constitución. La objeción a la Ley por
inconveniencia es una atribución que le confiere la Constitución al presidente de la
República y podría ser total o parcial pero en todo caso motivada, la cual deberá ser
dirigida al Congreso de la República para que esté decida si acepta o niega la objeción. El
problema es que para ello se requiere de una votación calificada de dos terceras partes
que por ahora no tendría ni los partidarios de negar las objeciones ni los partidarios de
hacer trizas la JEP y con ello el proceso de paz con las FARC puesto que ella es la
columna vertebral que la da certeza jurídica a los acuerdos. De todos los ataques al
proceso este es el más grave y así lo han entendido todos los actores.

Del lado de quienes piden la objeción presidencial al proyecto de Ley está en primer
lugar el uribismo, el propio ex presidente y Senador, Álvaro Uribe se ha dirigido al
presidente para pedirle que objete y acabe con la JEP y sus principales aliados políticos
como el Partido Conservador que aprobó los acuerdos en el Gobierno de Juan Manuel
Santos, guardan silencio. Néstor Humberto Martínez, el cuestionado fiscal general,
comprometido en la trama de las investigaciones sobre corrupción de la firma brasilera
Odebrecht, ha enviado una comunicación al presidente para brindar los argumentos en
que debería basarse Duque para objetar la ley, argumentos que han sido rebatidos por
académicos y por el procurador general de la Nación, Fernando Carrillo. También se han
manifestado en contra de la objeción 273 organizaciones de la sociedad civil, el partido
liberal a través de su presidente, César Gaviria, como también lo han hecho los
disidentes del Partido de la U y hasta el expresidente Juan Manuel Santos como también
lo han hecho los partidos de la oposición.

Los negociadores a nombre del Estado colombiano en las negociaciones de La Habana y


los integrantes de las FARC también han pedido a Duque que sancione la Ley y el
vicefiscal de la Corte Penal Internacional, James Stewart, pidió que la Jurisdicción
Especial para la Paz tenga un marco legal definido y que, de no ser el caso, “podría
constituir un revés y tendríamos que considerar sus implicaciones”. La CPI apoya a la JEP
como “el mecanismo clave” de la justicia transicional adoptado en los acuerdos de paz.
“Hemos aceptado que las medidas de justicia transicional que Colombia decidió adoptar
podrían, si fueran implementadas y aplicadas adecuadamente, cumplir con los objetivos
de rendición de cuentas, disponibilidad de recursos para las víctimas y contribución a la
disuasión de crímenes futuros, previstos en el Estatuto de Roma”.

Duque por sus propias vacilaciones se encuentra entonces en el centro del huracán
desatado por sus propios aliados políticos y en primer lugar por su mentor, Álvaro Uribe
Vélez. Si decide objetar el proyecto tendrá a más de medio país encima y en contra, así
como a la comunidad internacional que avaló y es el garante del cumplimiento de los
Acuerdos con la guerrilla de las FARC-EP y si decide sancionarla tendrá la crítica acérrima
de sus aliados políticos. Entretanto creo que a los acuerdos de La Habana solo podrá
salvarlos una vigorosa movilización ciudadana que ya comienza a gestarse.

ALAI

Recuento de la relación de la Universidad Pedagógica Nacional y la Asociación Campesina


del Valle del río Cimitarra

La presencia de la UPN en el valle del río


Cimitarra
Artículo publicado en la revista La Marcha, N. 4, abril de 2007.
Constanza Mendoza Romero, Frank Molano Camargo / Domingo 1ro de abril de 2007

Desde el año 2004 estudiantes y profesores del Departamento de Ciencias Sociales de la


Universidad Pedagógica Nacional iniciamos un proceso de acercamiento con una
organización social del Magdalena Medio: la Asociación Campesina del Valle del Río
Cimitarra. Desde entonces, esta relación se ha construido por múltiples trayectos, unas
veces escuchando las historias de terror, esperanza y resistencia que configuran la vida
de mujeres y hombres del Magdalena Medio; otras, discutiendo con los habitantes de la
región sobre sus perspectivas y posturas frente al neoliberalismo, el Plan Colombia, los
megaproyectos; unas más, maravillándonos con los saberes campesinos sobre la flora, la
fauna, las prácticas curativas campesinas…; siempre, viviendo las solidaridades y afectos
que estas comunidades nos brindan cada vez que nos encontramos, los abrazos recibidos
y dejados, las sonrisas infantiles, los tintos del fogón campesino, las jornadas culturales
de cantos, cuentos, recuerdos y utopías.

Para nosotros, como Universidad Pedagógica, el propósito de articularnos con las


organizaciones campesinas, es el de potenciar colectivamente nuestros propios
referentes sociales y educativos. Para la Asociación se trata de una oportunidad de
fortalecer los vínculos con instituciones educativas para potenciar las prácticas formativas
que se desarrollan en la región. De esta forma, junto con los dirigentes de la Asociación
Campesina, su equipo técnico y docentes y estudiantes del Departamento de Ciencias
Sociales, hemos construido un marco de acciones de orden académico e investigativo.

https://www.prensarural.org/spip/spip.php?article601
Justicia legal versus paz
El objetivo prioritario de la justicia no tiene que ser el castigo del delincuente, sino la
restauración y reconstrucción de la destrucción plena causada en todos los implicados
Sergio De Zubiría Samper / Viernes 1ro de mayo de 2015

Una justicia centrada en las víctimas implica reconocer los límites de toda justicia
exclusivamente legal. En los contextos culturales occidentales, la justicia legal no ha
podido distanciarse del modelo de justicia “retributiva”, cuyos pilares centrales no
pueden iluminar la justicia que claman las víctimas. Existen otras tradiciones culturales
que conciben la justicia como reconciliación, verdad, memoria, restauración, perdón,
catarsis, etc. La filosofía política explora otros caminos de justicia en Benjamin, Derrida,
Etxeberria, Mate, Fraser, entre otros pensadores.

El primer pilar de la justicia legal es centrarse en el delincuente, como transgresor de


una norma del ordenamiento jurídico, que ha causado daño a una comunidad y a ciertas
personas por sus actos. Se mide la pena con la que se castiga, como el sufrimiento
equivalente al que el delincuente hizo sufrir. Remite a la ley del talión: “ojo por ojo y
diente por diente”. El éxito de esa “justicia” se valora por la imposición de una pena a
quienes delinquieron. Sigue presente siempre la exigencia de la venganza.

El segundo pilar es considerar que los protagonistas decisivos del proceso son el
delincuente individual y los representantes judiciales del Estado. Las víctimas tienen un
papel marginal y subordinado, no son las protagonistas de la justicia. A las víctimas se
les invita principalmente a dos acciones subsidiarias o pasivas. La primera, a satisfacerse
con el castigo como sufrimiento que recibe el delincuente. La segunda, a ratificar el
castigo que han decidido exclusivamente el Estado y sus instituciones.

El tercero sugiere excluir ciertas penas extremas como la pena de muerte o la tortura,
pero de todas maneras tiene que existir una proporcionalidad entre el delito y la pena.
Esa proporcionalidad entre delito y pena puede ser modificada con políticas penitenciarias
que, con la colaboración del individuo delincuente, pueden rebajarse tanto en tiempo
como en intensidad de la pena. Se parte del problemático supuesto de que la prisión y la
vida carcelaria rehabilitan como sujeto moral al delincuente y lo reintegran a la sociedad.

Hemos naturalizado esos pilares de la justicia legal y al hacerlo estamos postergando la


referencia a las víctimas. Una justicia para la construcción de paz centrada en las
víctimas tiene que explorar otros horizontes, desatarse de la justicia legalista.

Algunos de los supuestos para otra justicia son: a. El objetivo prioritario de la justicia no
tiene que ser el castigo del delincuente, sino la restauración y reconstrucción de la
destrucción plena causada en todos los implicados; b. Hay que construir pedagogías de
construcción de paz que eviten la revictimización y el predominio de la venganza; c. La
memoria y la verdad son determinantes en la restauración de los lazos de reconciliación;
d. A las víctimas se les reconoce cuando se crean las condiciones de posibilidad para la
verdad, la memoria, la justicia y la no repetición.

https://prensarural.org/spip/spip.php?article16725
Derechos humanos, justicia y mujeres indígenas Nasa
Luz Mery López Ayala y William Rodríguez Quinayás / Domingo 26 de abril de 2015

Un grupo de investigadores presentaron los resultados de un análisis que


realizaron en el departamento del Cauca, sur occidente de Colombia en
el que verificaron cómo opera el sistema judicial ordinario y la
jurisdicción especial indígena Nasa. En el informe se hace énfasis en el
rol de la mujer.

Colombia, después de haber sido regida durante105 años por la Constitución de Núñez,
cambió su Constitución en el año 1991 incluyendo como una de sus grandes reformas el
reconocimiento a la diversidad étnica existente en el país.

En el Art.. 1 se definió que "Colombia es un Estado social de derecho, organizado en


forma de república unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades
territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad
humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia
del interés general", y se explicita en el Art. 7 "El Estado reconoce y protege la
diversidad étnica y cultural de la Nación colombiana"; a su vez, en el Art. 246 de la
Constitución se estableció que "Las autoridades de los pueblos indígenas podrán ejercer
funciones jurisdiccionales dentro de su ámbito territorial, de conformidad con sus propias
normas y procedimientos, siempre que no sean contrarios a la Constitución y leyes de la
República. La ley establecerá las formas de coordinación de esta jurisdicción especial con
el sistema judicial nacional".

Lo anterior plantea que las comunidades indígenas también pueden perseguir, investigar
y ejecutar penas dentro de sus territorios. Los interrogantes son ¿Qué se entiende por
justicia?, ¿Qué es acceso a la justicia desde la cosmovisión Nasa y por supuesto desde la
mirada occidental?

Frente a estos interrogantes ha venido existiendo una tensión entre lo legal y lo legítimo,
partiendo del hecho de que la justicia ordinaria es una cultura escrita y la justicia propia
parte de la oralidad; por lo tanto restarle validez a la justicia propia sería desconocer la
lucha por la autonomía y el ejercicio propio de su gobierno, algo que la Corte
Constitucional ha dicho y es "el máximo de autonomía posible y la minimización de las
restricciones", esto no significa que quienes representen al Estado deban omitir su
responsabilidad como funcionarios garantes del cumplimiento de la normatividad,
asumiendo una actitud de indiferencia frente a las diversas situaciones que se presentan
en las comunidades indígenas, sin embargo, esto no es justificación para irrespetar y
desconocer las diversas formas de impartir justicia desde las comunidades indígenas.

Cabe resaltar que tanto para la jurisdicción especial indígena como para la justicia
ordinaria, se perciben diferentes finalidades con respecto al valor con el que cada una
dota su justicia:

Para la jurisdicción especial indígena se entiende por justicia el restablecimiento de la


armonía y el equilibrio del sujeto frente al entorno y a la colectividad de la cual hace
parte, lo que indica que es una justicia de tipo restaurativo; mientras que para el sistema
judicial nacional la justicia es la facultad que tiene el Estado para regular las conductas
de la población que son socialmente incorrectas, a diferencia de la jurisdicción indígena,
es de tipo punitivo o sea que castiga.

Por otro lado, el acceso a la justicia desde el sistema judicial nacional es entendido como
la posibilidad de todas las personas residentes en Colombia de acudir en condiciones de
igualdad sin restricciones de género, nacionalidad o casta para propugnar por la
integridad del orden jurídico y el restablecimiento de sus derechos e intereses legítimos
con sujeción a los procedimientos establecidos. Sin embargo para la jurisdicción indígena
se infiere que acceso a la justicia es poner en conocimiento a las autoridades
tradicionales la situación que está generando desequilibrio dentro de su entorno.

A partir de estas concepciones se mostrará cómo han venido operando el sistema judicial
ordinario y la jurisdicción especial indígena Nasa.

https://prensarural.org/spip/spip.php?article16677
Mecanismos de justicia transicional:
¿generan condiciones de impunidad?
El Instituto Popular de Capacitación convocó a expertos nacionales e internacionales a
discutir sobre algunas de las inquietudes que están presentes en ciertos sectores de la
sociedad colombiana
Agencia de Prensa IPC / Martes 18 de diciembre de 2018

“¿Por qué Colombia, que se precia de ser un régimen político democrático, convive con
tantas y sistemáticas violaciones a los derechos humanos?”. A partir de esa pregunta,
que se han planteado diversos sectores de la sociedad, se desarrolló entre el 6 y 7 de
diciembre el Seminario internacional de justicia transicional y régimen político,
organizado por el Instituto Popular de Capacitación (IPC).

Según Diego Herrera, presidente del Instituto, esa “no es una pregunta menor” si se
tiene en cuenta la magnitud de los asesinatos, los desplazamientos y las desapariciones
que se han registrado en los últimos tres años. “Hoy registramos más de 350 líderes
sociales y defensores de derechos humanos asesinados después de firmado el Acuerdo
de Paz”, precisó.

En relación con esa pregunta se abordó una conexa: “¿Por qué en el país hay tanta
impunidad en torno a los casos de violaciones sistemáticas a los derechos humanos?”. Al
respecto, Herrera cuestionó el hecho de que, a pesar de las demandas por justicia, hay
ciertos sectores de la sociedad que se oponen a la implementación de mecanismos como
la justicia transicional, que daría respuesta a una parte de la problemática.

Ambas preguntas, contextualizadas por Herrera, fueron abordadas por panelistas


nacionales e internacionales durante el Seminario, que se realizó en el Teatro Porfirio
Barba Jacob, de Medellín. En ese espacio surgieron reflexiones que permiten vislumbrar,
entre otras, posturas de magistrados y comisionados de la Jurisdicción Especial para la
Paz (JEP) y la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV).

Respuestas a la vieja pregunta: ¿son compatibles justicia y paz?

El jurista Yesid Reyes, quien fue ministro de Justicia de Colombia y participó en


construcción de la justicia para la paz, se refirió a una preocupación de ciertos sectores
sociales y políticos: ¿hasta qué punto la puesta en funcionamiento de una justicia
transicional en el país supone impunidad? Aquella, dijo, conduce a pensar “si realmente
tenemos que escoger entre justicia y paz, o son dos mecanismos que pueden operar de
manera conjunta”.

Para acercarse a una respuesta, el jurista planteó que la justicia es un campo más amplio
que el de la justicia penal. En otras palabras, “el tema de justicia transicional va mucho
más allá de la operación del sistema punitivo tradicional; implica no solamente aplicar
justicia en los casos más graves y representativos, fundamentalmente orientados a los
máximos responsables, sino también un tratamiento prioritario frente a las víctimas”.

Este tipo de justicia también “implica una garantía de no repetición de los hechos, implica
también activar y poner en funcionamiento una Unidad de Búsqueda de Personas dadas
por Desaparecidas y, por supuesto, implica el establecimiento de una verdad de todo lo
que ocurre en el conflicto armado”, añadió Reyes.
Todos esos elementos, que se traducen en mecanismos reconocidos internacionalmente
por posibilitar la implementación de la justicia transicional, como lo son la Jurisdicción
Especial para la Paz (JEP) y la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV), se
hallan contemplados en el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No
Repetición que se pactó en el Acuerdo de Paz.

Sin embargo, la implementación de dicho Sistema apenas está iniciando. “La JEP ya
empezó. Este año está dando sus primeros pasos la CEV, después de unos meses de
alistamiento. Quizá lo que está más retrasado es la puesta en funcionamiento de la
Unidad de Búsqueda. Confiamos en que el año entrante el Sistema empiece a funcionar
ya a plenitud y, sobre todo, que pueda trabajar armónicamente”, comentó.

También llamó la atención sobre el hecho de que, como sociedad, “le hemos dado
demasiada importancia a si la JEP –como mecanismo de administración de justicia–
funciona o no”, pero “hemos empezado a descuidar la intervención en las causas del
conflicto armado”, que se debería estar haciendo a través de la implementación de cada
uno de los puntos del Acuerdo de Paz.

“No estamos frente a un mecanismo que esté proclamando impunidad”

El investigador peruano Eduardo Cáceres, expresidente de la Asociación Pro Derechos


Humanos (Aprodeh) e invitado como panelista internacional, compartió la experiencia de
implementación de justicia transicional en su país, particularmente en torno “al
juzgamiento de autoridades civiles en relación con violaciones de derechos humanos en
el marco de conflictos armados internos”.

Recordó que su país atravesó por “un proceso de transición política bastante complejo a
raíz de la caída del régimen de Fujimori en el año 2000-2001”. Producto de ello se
conformó una Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), que en el año 2003 publicó
su informe: una síntesis de las violaciones a los derechos humanos cometidas en el
conflicto armado y las responsabilidades de diversos actores, particularmente las del
Estado.

A partir de esa experiencia, Cáceres valoró los mecanismos de justicia transicional


derivados del Acuerdo de Paz. “Creo que los mecanismos –de juzgamiento y de sanción–
se construyeron con estricto respeto de la normatividad nacional e internacional”;
teniendo en cuenta que “hay que hacer concesiones en función del objetivo supremo de
la paz”. Entonces, “es obvio que no estamos frente a un mecanismo que esté
proclamando impunidad”.

A pesar de que el investigador no tiene objeciones con respecto a los mecanismos de


justicia transicional, sí manifestó preocupación por dos razones los retrasos en la
implementación de los Acuerdos de Paz y “las maniobras que se están produciendo para
impedir que se apliquen con el pleno uso de las atribuciones que les otorgan los
dispositivos legales”.

Y convocó a las “fuerzas democráticas colombianas” a apoyar la implementación de la


justicia transicional, “porque creo que aquí lo que se está haciendo es un mecanismo
especial que no niega ni el esclarecimiento de la verdad, ni el reconocimiento de las
responsabilidades, ni las sanciones que correspondan en el contexto peculiar de un
Acuerdo de Paz”.
https://prensarural.org/spip/spip.php?article23788
Justicia social de paz
A nivel ético y político, la mayor injusticia e impunidad es la falta de paz y el dejar
incólumes las causas sistémicas del largo conflicto colombiano.
Sergio De Zubiría Samper / Viernes 14 de agosto de 2015

En reciente entrevista a la revista Semana, el presidente Santos afirma: “pero falta lo


más difícil: el trazado de la línea divisoria entre justicia y paz”. Tendremos que realizar
grandes esfuerzos reflexivos para trazar la línea adecuada que ilumine la reconciliación y
la paz en Colombia. La mejor consejera en los momentos de crisis es la sabiduría
filosófica.

La filosofía clásica occidental concibe la justicia como virtud, idea, acción, máxima, valor,
pero nunca exclusivamente como derecho. La naturaleza de la justicia siempre introduce
los asuntos de la igualdad, la guerra, la paz y las injusticias, por tanto, la naturaleza de
la justicia no puede limitarse a normas legales. Aristóteles hace la distinción entre
“justicia legal” y “justicia particular”. Dícese “justo”, en el primer caso, del que obedece
las leyes, e injusto, del que no las respeta. Mientras, en el segundo caso, denominamos
justo al que observa la igualdad, e injusto al que no la observa. La justicia que le
preocupa más al filósofo es esta última, porque es la que buscamos como el horizonte
fundamental de la vida humana. La primera ya está establecida por las normas jurídicas;
la segunda es la permanente búsqueda del ser humano.

La Justicia Especial de Paz podría partir de un conjunto de presupuestos formales y de


contenido de gran raigambre filosófica. El primero, debe ser reconocer que el orden
jurídico actual, nacional o internacional, es insuficiente para construir y consolidar la
relación entre paz y justicia que exige la terminación de nuestro conflicto interno. Ni la
juridicidad colombiana ni la internacional tienen la fórmula para cerrar el conflicto más
largo del hemisferio occidental. El segundo presupuesto es aceptar la necesidad de una
justicia especial de carácter extraordinaria, excepcional y transitoria, para arraigar las
bases de la paz. Cada uno de los adjetivos contiene su pertinencia. Es una justicia
“extraordinaria”, porque está fuera del orden o regla natural o común; es “excepcional”
al conformarse como excepción de la regla común; es “transitoria” al ser temporal,
perecedera y fugaz.

El tercer presupuesto es otorgar a la paz la condición de valor supremo en las


condiciones de Colombia y exigencia imperativa, para poner fin al conflicto armado
interno y transitar hacia la paz. Los argumentos a favor de la paz como valor supremo
son diversos. El derecho considera que su fin mínimo es la consecución de la paz; la
Constitución de 1991 la considera un derecho y un deber “de obligatorio cumplimiento”
(art. 22). A nivel ético y político, la mayor injusticia e impunidad es la falta de paz y el
dejar incólumes las causas sistémicas del largo conflicto colombiano. El cuarto es
reconocer que existen visiones de la justicia más allá de la legalidad, que podrán permitir
la restauración, la transformación y la reconciliación entre colombianos y colombianas.

https://prensarural.org/spip/spip.php?article17496
Primer foro agrario y popular por la paz
con justicia social del municipio de Sevilla
Foro agrario y popular por la paz con justicia social de Sevilla / Martes 19 de febrero de
2013

Los 75 delegados de 22 organizaciones campesinas y populares que hicimos presencia en


el Primer foro agrario y popular por la paz con justicia social del municipio de Sevilla,
declaramos a la opinión pública municipal, departamental y Nacional que:

1. Con este evento estamos ratificando nuestro apoyo al proceso de diálogos por la
búsqueda de la paz con justicia social que actualmente desarrollan el gobierno del señor
presidente Santos y la guerrilla de las FARC-EP, en la Habana (Cuba).

2. Aprovechando los espacios de participación abiertos por la mesa de diálogos, hemos


definido enviar las propuestas y conclusiones de este foro a la mesa de conversaciones
de la Habana, Cuba, con el objetivo de contribuir en la construcción de una paz con
justicia social y a la solución de los problemas de los sectores agrarios y populares del
municipio de Sevilla (Valle), entre las que resaltamos las siguientes:

• La suscripción de la declaración universal de los derechos de los pueblos campesinos de


febrero de 2012 de la ONU y del convenio 141 de 2009 de la OIT sobre derechos de los
trabajadores agrarios,

• Fortalecer normativamente el cuerpo jurídico que reglamenta las Zonas de Reserva


Campesina, para que estos territorios sean inembargables, imprescriptibles,
inexpropiables, inajenables, inalienables, que permita la concreción del Sistema Nacional
de ZRC y se posibilite el derecho a la consulta previa.

• Apoyar los procesos de reforma agraria integral, que estimule la desconcentración de la


propiedad, el acceso al crédito, a los incentivos a la producción, a la generación de
cadenas de valor autónomas, al acceso a mercados y comercio justo, la adecuación de
tierras, la creación de cooperativas y el fortalecimiento de los procesos organizativos,

• La protección de los elementos naturales como patrimonio del pueblo colombiano.

• La prohibición de economías extractivistas minero – energéticas y agroexportadoras en


los territorios campesinos.

• La derogación de los acuerdos comerciales firmados con gobiernos de países


extranjeros que vulneren o desestimulen la producción nacional de alimentos.

• Que se cree un sistema de seguridad social y de salud público, financiados por el


Estado, y se promueva que el campesinado y los sectores populares del municipio de
Sevilla accedan plenamente a éstos.

• Que el Estado garantice a los sectores populares como los campesinos e indígenas; los
trabajadores del campo y la ciudad, el acceso pleno al derecho a la educación primaria,
secundaria y universitaria.

• Se proteja y apoye la producción nacional láctea, avícola, de café, hortalizas,


legumbres, cereales, frutales, carnes, leguminosas, entre otros.

• Se garanticen los derechos a la participación política, a la organización, sin que exista


ningún proceso de señalamiento, estigmatización o amenaza contra sus dirigentes.

• Que se inviertan recursos para mejorar la infraestructura vial urbana y rural del
municipio.

• Que se desarrollen planes para el mejoramiento y construcción de viviendas, como


también que permitan el acceso a los servicios públicos (acueducto, saneamiento básico
y electrificación)

• Que se deroguen las leyes que violan las relaciones ancestrales de las comunidades
campesinas con el territorio, como las leyes que limitan el uso e intercambio de semillas
nativas, el código minero, sobre la producción y comercialización de carne y leche, entre
otros.

Por la paz con justicia social, vivan los diálogos y la solución política al conflicto social y
armado.

Por una paz con justicia social para todo el pueblo colombiano
Trabajemos las constituyentes por la paz

Municipio de Sevilla, Febrero 19 de 2013

https://prensarural.org/spip/spip.php?article10274
"Continuar en el camino de la justicia social
es avanzar en pro de la verdad",
comunidades de fe
Carta a la comunidad internacional
/ Jueves 23 de mayo de 2019

Desde las Comunidades de Fe y Espiritualidades, que propenden por la Paz y la


Reconciliación entre los seres humanos, y entre estos y el medio ambiente, queremos
recalcar nuestro apoyo a los procesos de Paz y Reconciliación de Colombia.

Somos conscientes de que ustedes tienen un papel esencial como garantes de los
Acuerdos de Paz, los diálogos y el respeto a los pronunciamientos e independencia de las
Altas Cortes - incluida la JEP-, que conforman nuestro Régimen Jurídico, elemento sin el
cual no se puede materializar el respeto a nuestras Instituciones y por tanto el
cumplimiento de nuestra Constitución Política y del Estado Social de Derecho que somos,
para alcanzar la vida digna de todos sus habitantes.

Acudimos a ustedes como parte fundamental del desarrollo de la Paz y de las garantías
de verdad, justicia, reparación y no repetición, en esta etapa de post-acuerdo de Paz en
Colombia. Es por esta razón que, desde nuestra espiritualidad y práctica de fe, siendo
conscientes de que la Paz es un derecho fundamental y a su vez un estado en el ser
humano, les animamos a continuar en el camino como garantes de la justicia por el bien
de nuestro país.

Continuar en el camino de la justicia social es avanzar en pro de la verdad, solamente la


Paz, la reconciliación y la verdad podrán liberar a las víctimas del conflicto y del dolor
profundo que la guerra les ha dejado.

Tenemos la plena esperanza de que su trabajo nos ayude a salvaguardar esta


oportunidad de Paz, mediante el cuidado e implementación de los acuerdos ya logrados.
¿Si la Paz no es el camino, entonces cuál lo es? Por favor no permitan que el horror de la
guerra retorne al campo y a nuestros corazones.

Necesitamos de ustedes, de su solidaridad y acompañamiento. Les animamos desde


nuestra espiritualidad para que persistan en la Paz, la justicia y la verdad, creemos que
un mundo mejor es posible y que ustedes hacen parte de esa construcción, no nos dejen
solos.

Plenamente convencidos de que esta gran oportunidad de Paz para nuestra nación es
una construcción y responsabilidad de todas y todos, invitamos a todos los sectores de
nuestra población, otras religiones, a los docentes, estudiantes, trabajadores, sindicatos,
movimientos sociales y demás agremiaciones a ser partícipes activos del Perdón, la
Reconciliación, la Verdad, la Justicia Social y la Construcción de Paz.

Comunidades de fe y espirituales

https://prensarural.org/spip/spip.php?article24367
¡Para exigir justicia rompemos con ella!
La justicia, junto a la prudencia, la fortaleza y la templanza, les decían a los que
lograron ir a la escuela, es una de las cuatro virtudes cardinales, que se inclina a dar
a cada uno lo que le corresponde o pertenece. Nuestros abuelos liberales nos decían
que la justicia es el conjunto de todas las virtudes, por lo que es bueno quien las
tiene. Pero la justicia es también aquello que debe hacerse según el derecho y la
razón. La justicia es equidad. 

En el Valle del Río Cimitarra y en el Magdalena Medio vivimos desde hace décadas lo
contrario, la maldad, la injusticia grande, la iniquidad.

El martirologio es profuso para una región casi deshabitada ya. Nombres como
Diomedes Playonero, Orlando Triana Moncada, Carlos Ramirez y Nelsy Acuesta que
probablemente no signifiquen nada para ustedes, para nosotros son parte de la larga
lista de nuestros muertos, de las víctimas del militarismo y del paramilitarismo de
Estado. En nuestra región la violencia contra el campesinado se ha ejercido siempre
desde el establecimiento, que ha llegado periódicamente en forma de aviones,
helicópteros, bombas, metralla, operativos de tierra arrasada y últimamente en
forma de veneno de la multinacional Monsanto. Bien decía un campesino del
nordeste antioqueño recientemente, "sería bueno que dejaran de echar tanto plomo y glifosato,
y más bien trajeran maestros y médicos".

Antes de la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra - ACVC, existió la
Coordinadora Campesina del Magdalena Medio, sus dirigentes fueron casi en su
totalidad asesinados, frente a la multitud de muertos y de errantes, sus nombres se
fueron olvidando poco a poco. Los pocos vivos que quedaron, conformamos en 1996
una nueva asociación campesina, fundamos una cooperativa para mejorar el
problema alimentario. Los "paras" y el ejército regresaron, saquearon las
cooperativas de Puerto Nuevo Ité y Puerto Machete, a veces las quemaban. En actos
cargados de gran simbolismo visual y escatológico, se cagaban en las sedes y se
limpiaban el culo escribiendo insultos y señalamientos con su mierda en las paredes.
Para resistir a esta situación la ACVC fundó una cooperativa móvil, sacrificadas y
abnegadas mulas llevaban los productos de vereda en vereda aliviando las
necesidades de los empobrecidos campesinos.

Como había que exigir justicia frente a los crímenes de lesa humanidad se inició un
proceso de organización y movilización, la marcha campesina de 1996, el éxodo de
10 mil campesinos en 1998 a Barrancabermeja, la toma de la alcaldía y el concejo
de Yondó, la toma de la alcaldía de Barrancabermeja, la toma de la red de
solidaridad social en Medellín, la toma de la alcaldía de Bucaramanga, y la toma de
la defensoría nacional del pueblo en dos ocasiones han sido acciones para exigir
justicia.

Se firmaron innumerables acuerdos con toda clase de burócratas estatales, incluido


el ex presidente Pastrana, quien en una declaración pública exigida por nosotros,
reconoció que el paramilitarismo era agenciado desde el Estado, que crearía un
bloque de búsqueda paramilitar para castigar a los promotores, financiadores y
sicarios del paramilitarismo, que financiaría un plan de desarrollo y de protección
integral de los derechos humanos del Magdalena Medio, que tendríamos una zona de
reserva campesina para evitar una nueva expropiación de nuestras tierras.

Ninguna de las palabras empeñadas se cumplió. Por el contrario, se vino la total


paramilitarización de la región, contando esta vez con la ayuda de los dólares del
Plan Colombia. Fue desaparecido y asesinado Edgar Quiroga, uno de los firmantes de
los acuerdos de 1998, han sido asesinados centenares de campesinos, desplazados
más de 30.000. En Barrancabermeja, solo en el año 2000, los escuadrones de la
muerte del paramilitarismo asesinaron a 500 personas.

El paramilitarismo ejerce un control político, social, económico y militar en los cascos


urbanos del Magdalena Medio, controlan la corrupción institucionalizada a través de
los contratos de las administraciones y manejan actividades delictivas como el
narcotráfico y el robo de gasolina de los poliductos de Ecopetrol. El Valle del Río
Cimitarra se encuentra totalmente bloqueado alimentaria y sanitariamente por los
paramilitares desde los cascos urbanos de Barrancabermeja, Yondó, Puerto Berrío,
San Pablo, Remedios y Segovia. Ninguno de los retenes denunciados ha sido
desmontado hasta el momento. El 16 de Noviembre pasado el campesino Ramiro
Florido decidió salir desde la vereda Puerto nuevo Ité a Barrancabermeja a vender
madera, fue detenido por paramilitares y descuartizado, sus restos fueron vistos
flotando en las aguas del Río Magdalena.

La precaria situación que se vive resultado del bloqueo paramilitar, empeoró con las
fumigaciones del Plan Colombia en el 2001 y 2003, no obstante las propuestas de
sustitución de los cultivos de coca elevadas al estado colombiano por parte de la
ACVC. Los impactos en la salud humana, en la economía campesina y el medio
ambiente han sido devastadores. De las verificaciones realizadas en terreno se
evidenció que por cada hectárea de coca se fumigaron cuatro hectáreas de cultivos
de alimentos, pastos, selvas y cuerpos de agua.

El Estado colombiano frente a las denuncias y la tenaz reivindicación de justicia optó


por criminalizar la actividad de la ACVC. Inició una campaña de deslegitimización y
señalamiento a través de alcaldes y comandantes militares y paramilitares, montajes
y procesos judiciales a partir de informes de inteligencia con testigos pagados y
falsos. Se nos acusa de ser rebeldes, terroristas, cuatreros, expropiadores de tierra,
de desinformar a la opinión pública con nuestra verdad, de ser comunistas, de
pensar diferente, de no estar de acuerdo con el modelo paraestatal excluyente y
autoritario de desarrollo en el Magdalena Medio, de no querer la palma africana y la
ganadería extensiva.

Gilberto Guerra, Andrés Gil, Álvaro Manzano y Exhehover Polanía, nuestros


dirigentes perseguidos y con orden de captura, no son terroristas, ni delincuentes,
son luchadores sociales. Con la "seguridad democrática" y la "lucha contra el
narcoterrorismo" dejamos de ser víctimas para convertirnos en victimarios. Los
pájaros disparándole a las escopetas.

¡Hoy decimos no más! No reconocemos legitimidad en el actual sistema de justicia


colombiano, el cual ha garantizado el 100% de impunidad para los autores de
crímenes cometidos contra el campesinado del Magdalena Medio. A partir de hoy los
campesinos del Valle del Río Cimitarra seremos objetores de conciencia. No
colaboraremos más con la iniquidad y la injusticia.

En las cárceles del régimen autoritario, en caso de judicialización arbitraria y


captura, seremos presos políticos de conciencia.

Por todo lo anterior, para exigir justicia rompemos con ella.

Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra - ACVC


Diciembre 9 del 2003

https://www.prensarural.org/acvc20031209.htm
Manifiesto ecológico por una justicia
ambiental para la sierra de La Macarena
/ Martes 6 de noviembre de 2018

Las comunidades campesinas, indígenas y afrocolombianas de La Macarena teníamos


claro que, si bien en La Habana se firmaban los acuerdos entre el Estado y las FARC, a
los colombianos es a quienes nos corresponde la construcción de la paz. Al respecto,
acorde a los puntos 1 y 5 del Acuerdo de Paz sobre la necesidad de una reforma rural
integral y la importancia de priorizar en los planes y programas de atención a los
municipios históricamente golpeados por el conflicto armado. Desde esa perspectiva,
percibimos la sentencia de la Corte Suprema de Justicia como una oportunidad de pensar
y actuar de manera coherente y acertada el territorio en concertación entre el estado y
las comunidades.

Éste manifiesto es una prueba contundente, una constancia histórica de que estamos
cumpliendo pues planteamos a la sociedad regional de la Sierra de La Macarena, a las
instituciones del Estado colombiano y a la comunidad internacional un pacto por la
Justicia Ambiental para la Sierra de La Macarena. Nuestra propuesta da cuenta que,
como plataforma de justicia, la Garantía de la Vida Digna de las comunidades
campesinas, indígenas y afrocolombianas, no riñe con la vocación ambiental para la
protección de la vida del Bosque Amazónico.

La perspectiva ecológica de nuestro manifiesto, la unión entre justicia social y protección


ambiental, necesita no solo que cada familia campesina, indígena y afrocolombiana
reconozca que la vida del bosque tiene derechos, sino también requiere que el Estado
colombiano nos trate y reconozca como sujetos políticos y sujetos de derechos, no como
delincuentes. Este manifiesto lo diseñamos desde la convicción clara que la situación en
la que nos encontramos, donde el fin de la guerra dio el paso a la aparición de nuevas
violencias, nos hace concebir que en el nuevo orden de cosas en el que nos encontramos
nos obliga a asumir con seriedad los conflictos socio ambientales que atraviesan la
región.

Manifiesto completo con exigencias y propuestas a corto y largo plazo, con compromiso
y organizaciones que firman el manifiesto aquí https://prensarural.org/spip/spip.php?
article23652
’Escarbando la verdad, desenterrando la
justicia’
Acto simbólico en memoria de los desaparecidos de la Comuna 13 de Medellín
Corporación Jurídica Libertad / Miércoles 22 de julio de 2015

El próximo lunes 27 de julio a las 9 de la mañana, se realizará un acto simbólico en


memoria de los desaparecidos de la Comuna 13, en el marco del inicio de las
excavaciones en uno de los sectores de La Escombrera conocido como La Arenera.

Este acto liderado por la organización Mujeres Caminando por la Verdad, se realiza en
coordinación con la Fiscalía General de la Nación, la Alcaldía de Medellín, el Museo Casa
de la Memoria y la Unidad para la Atención y Reparación a las Víctimas. Representa un
logro de las mujeres que tras 13 años de lucha y resistencia buscando a sus seres
queridos ven este proceso como ‘una gota de esperanza, en un mar de impunidad’.

En el acto también participará el Padre Javier Giraldo, defensor de Derechos Humanos,


quien presidirá el acto religioso y hará una reflexión sobre el significado de este proceso.
Además, jóvenes de la Comuna estarán presentes compartiendo desde la cultura su
experiencia de resistencia.

El inicio de las excavaciones supone un paso hacia el esclarecimiento de la sistemática


violación a los derechos humanos en el sector y el restablecimiento de los derechos a la
verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición, objetivos por los que
han luchado a lo largo de los años este grupo de mujeres, acompañadas por la
Corporación Jurídica Libertad, la Fundación Obra Social Madre Laura y el Movimiento
Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado Capítulo Antioquia.

A las 7:30 de la mañana, saldrán buses hacia el lugar desde el Museo Casa de la
Memoria y el Parque Biblioteca San Javier.

Para inscripción previa y más información en: 231 83 55 o 251 63 50 o en el


correo: comunicacionescjl@gmail.com

Contexto: El sector de La Escombrera y la Arenera, se convirtió en un lugar estratégico


respecto a todo lo acontecido en la Comuna 13, especialmente en el tema de las
Desapariciones Forzadas, pues ha sido señalado como un sitio donde se presume se
realizaron enterramientos clandestinos de personas que eran detenidas o sacadas de sus
viviendas por paramilitares del Bloque Cacique Nutibara que actuaron en connivencia con
miembros de la Fuerza Pública durante las operaciones militares del 2002 (Mariscal y
Orión) y posterior a ellas, como lo han señalado excomandantes paramilitares, entre
ellos Diego Fernando Murillo Bejarano -alias don Berna-. Dichos operativos estuvieron
dirigidas por el entonces comandante de la IV Brigada, ex general Mario Montoya Uribe y
el coronel de la Policía Metropolitana del Valle del Aburra, Leonardo Gallego Castrillón y
fueron autorizados directamente por el ex presidente de la república Álvaro Uribe Vélez.

https://prensarural.org/spip/spip.php?article17347

Exigimos justicia, no venganza


La Comunidad de Paz de San José de Apartadó recogio los restos de dos paramilitares
abandonados en zona de combates y los entregó a sus familiares
Comunidad de Paz de San José de Apartadó / Martes 12 de abril de 2011

Nuestra Comunidad de Paz decidió, en el día de ayer 11 de abril de 2011, ir a recoger los
restos de dos paramilitares que habían quedado insepultos en la vereda Arenas Bajas,
luego de los combates que se presentaron el viernes 1° de abril entre la guerrilla y los
paramilitares. La Comunidad le había insistido a la Defensoría del Pueblo que se
tramitara el levantamiento de los cuerpos por parte de las autoridades competentes,
solicitud que no fue atendida. Según la misma Defensoría, el Ejército hizo operativos en
la zona y afirmó que la Comunidad estaba mintiendo, pues, según los militares, no se
había dado ningún combate y no había cadáveres en la zona ni tampoco existen grupos
paramilitares. Sin embargo, los pobladores de la zona habían observado cómo el pasado
2 de abril un grupo de 25 paramilitares ingresó a la zona a inspeccionar los cadáveres de
sus compañeros pero no los recogieron, mientras un helicóptero militar los protegía
desde el aire. Nuestra Comunidad está ya muy acostumbrada a escuchar falsedades por
parte del Ejército y de otras instituciones del Estado, por lo cual no se extraña de esta
manera de mentir y ocultar la cruda realidad de los hechos.

Mucha gente que no nos conoce; que no ha caminado con nosotros, se pregunta cómo es
posible que estos paramilitares que nos amenazaron; que nos conminaron muchas veces
a abandonar nuestras tierras y que participaron en multitud de crímenes contra nosotros
en compañía de la fuerza pública, sean ahora tratados de manera humanitaria por
nosotros hasta que vayamos a recoger sus restos y a sepultarlos con un mínimo de
dignidad. Dentro de los criterios del Sistema de Muerte e Inhumanidad que nos envuelve,
esto no se entiende. En nuestra sociedad impera, más bien, el principio de “ojo por ojo y
diente por diente”. Nuestros Presidentes incitan en sus discursos a la venganza contra la
insurgencia, con lenguajes de barbarie que causan escalofrío. Pero nosotros no
compartimos esos principios. Nuestra lucha por la justicia es completamente ajena y
contraria a todo sentimiento de venganza. Nosotros exigimos justicia; le decimos NO a
los actores armados; les exigimos respeto; no cedemos a sus exigencias; no
retrocedemos ante sus amenazas y sus actos de barbarie. Ellos ciertamente generan en
nosotros miedo e intenso dolor con sus actuaciones criminales, pero lo que nunca han
logrado ni podrán lograr es generar odio en nosotros. Nuestros corazones palpitan por la
Vida y jamás vibran con la Muerte. Por ello mismo, exigimos justicia, no venganza.
Creemos que la dignidad de cualquier ser humano está por encima de las guerras y por
ello la opción de nuestra Comunidad ha sido la de recoger los restos; sepultarlos y/o
entregárselos a sus familiares.
Al caminar en búsqueda de estos restos exponiendo con ello nuestras propias vidas, sólo
quisimos mostrar que la Vida sólo tiene su plenitud y expresión en la realización de los
ideales de justicia. Nos contraponemos a los sembradores de la muerte, quienes sólo
generan dolor y muerte con sus armas, aunque nunca logran asesinar la resistencia civil,
esa que construye y le da sentido a un mundo libre de opresiones, de impunidad y de
injusticia.

Los cuerpos los entregamos a sus familiares, quienes nos manifestaron su gratitud y
pudieron experimentar la deshumanización de un Estado que miente y juega de manera
tan repugnante con el dolor de las familias luego de haber destruido la conciencia de
aquellos a quienes vincularon y entrenaron en los más horrendos crímenes.

Reafirmamos nuestros principios basados en la solidaridad y seguiremos en defensa total


de nuestras tierras, dejando constancia, en toda circunstancia, de la verdad, sin
retroceder ni un milímetro ante las acciones de muerte de los actores armados.

https://prensarural.org/spip/spip.php?article5664
Caso Feliciano Valencia: justicia indígena sí,
pero cuando conviene
Andrés Gil narra paso a paso lo que ocurrió hace 8 años con el cabo Chaparral en una
minga En el Cauca que tiene al líder indígena condenado a 18 años de carcel.
Andrés Gil Gutiérrez / Lunes 21 de septiembre de 2015

Es el 14 de noviembre de 2008 departamento del Cauca: en desarrollo de la Minga Social


(acciones de protesta para reclamar y defender derechos) la guardia indígena detiene al
cabo del ejercito Jairo Chaparral, quien estaba en una misión de infiltración ordenada por
sus superiores del Ejército. Chaparral portaba en su morral prendas de uso privativo de
las fuerzas armadas y un radio de comunicación, artículos con los que pretendía ‘sembrar
pruebas’ e inculpar la protesta de ser apoyada por la guerrilla, falsos positivos judiciales
les llaman.

La guardia indígena lo puso a disposición de sus autoridades comunitarias, la comunidad


lo juzgó, y le impuso una sanción de 20 azotes y un baño en plantas medicinales para
armonizarlo. La reacción fue: “qué maltrato al militar”, “no hubo debido proceso”, “indios
brutos y guerrilleros”. Consecuencia: Feliciano Valencia condenado a 18 años de cárcel
por tortura y secuestro.

Es el 12 de noviembre de 2014 en el Cauca: los indígenas detienen tres guerrilleros de


las FARC que en confusos hechos asesinaron a un comunero, y los condenan a 60 y 40
años. La reacción fue: “La justicia indígena es un ejemplo para Colombia”, “eso es
efectividad”, “debemos aprender de la sabiduría de nuestros hermanos indígenas”.

¿Al fin qué?

¿Por qué el Gobierno, los medios y los formadores de opinión se sesgan respecto a la
justicia indígena por casos muy similares?

Los dos casos suceden en territorios indígenas, ambos casos involucran a actores del
conflicto. Sin embargo en uno hay aplausos y en el otro, no sólo repudio, sino que se
acomoda la ley convencional para aplastar a un reconocido líder indígena.

Así, a pocos les importe o les tenga sin cuidado, en este país hay algo que se llama
Jurisdicción Especial Indígena que les da a los pueblos originarios autonomía jurídica,
territorial y cultural, y al parecer en este caso a la jurisdicción indígena sí le compete
conocer y actuar en el caso de Chaparral. Las acciones que éste emprendió se
desarrollaron en el territorio Nasa y ponían en grave riesgo a la comunidad que
desarrollaba la protesta, cabe mencionar que éste fue sorprendido en flagrancia.

Los indígenas son libres de aplicar su propia juridicidad, está en el espíritu de la


constitución (Art. 7, “El Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la
nación colombiana”) y en la sentencia T 349/96 de Corte Constitucional que falló a favor
de la autonomía de la justicia indígena.

El caso de Feliciano Valencia nos deja varios interrogantes que se están pasando por
alto:

1. De ser cierta la versión de los indígenas sobre el cabo:

¿Qué hace el Ejército infiltrando, sembrando pruebas como radios y prendas militares,
montando un falso positivo judicial a una comunidad indígena?

¿No se supone que las fuerzas armadas son para proteger a TODOS los colombianos,
incluidos los indígenas? o ¿es que ahora son sus enemigos?

No perdamos de vista que hablamos del 2008 cuando los llamados falsos positivos del
Ejército de Uribe fueron más de 4.000, no es descabellado pensar que este era una falso
positivo judicial.

2. Si en la justicia indígena las decisiones son colectivas, ¿por qué detienen a Feliciano
Valencia?¿No será más bien que esto es parte de una estrategia de sectores del Estado y
de terratenientes del Cauca para intimidar a las organizaciones y bases indígenas?

Si esto queda así, se creará un precedente para que el Ejército y el ESMAD puedan, sin
problema ni consecuencias, pasar literalmente por encima de las marchas, protestas
indígenas, agrarias y populares. A lo mejor eso es lo que buscaban con la condena de
Feliciano Valencia o con el apresamiento y encausamiento de cuatro integrantes de la
Fundación para la Defensa de los Derechos Humanos del Oriente Colombiano (DHOC),
quienes fueron detenidos recientemente, también acusados por secuestro simple. Su
delito fue mediar en la entrega de un grupo de policías que por intentar agredir a
campesinos participantes en el paro agrario del 2013, fueron inmovilizados por estos.

3. ¿Por qué el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Popayán no generó la colisión de
competencias entre la justicia indígena y la ordinaria ante el consejo superior de la
judicatura? ¿No será que detrás de esta decisión del tribunal hubo una intención de
atacar la jurisdicción indígena y a la protesta social a través de la sentencia contra
Feliciano?

4. ¿Por qué siempre se criminaliza la protesta de campesinos e indígenas?

¿No será que los indígenas protestan porque el 70% de los niños indígenas tienen
desnutrición crónica y uno de cuatro niños mueren antes de cumplir 6 años? (PANDI
2013).

¿No será que los indígenas protestan porque, según la Corte Constitucional, 34 de los
102 pueblos indígenas podrían desaparecer?.

¿No será que el malestar social se genera porque solo el 2.7% de los indígenas llega a la
educación Superior? (Censo – 2005).

¿No será que indigna que entre 2002 y 2009 se ha denunciado que 84 indígenas habrían
sido víctimas de ejecuciones extrajudiciales?

Terminando este artículo recibimos la buenas noticias de la llegada del Papa a La Habana
y sus buenos augurios para la paz de Colombia. Muy en contravía del mensaje del Santo
Padre, se presentan estos hechos de apresamiento y condenas de reconocidos líderes de
la protesta social y el despliegue de estigmatización y señalamientos que contra ellos
hacen reconocidos medios de comunicación. Lamentablemente, estamos lejos de un
clima de garantías para el ejercicio de la oposición política, tan necesarias como
condición para que la paz florezca.

https://prensarural.org/spip/spip.php?article17758

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