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Al retornar al Cusco, Manco Inca se encontró con la sorpresa de que la actitud de los españoles
había cambiado totalmente y el trato amistoso había sido reemplazado por violaciones, saqueos,
robos, torturas y humillaciones. En abril de 1536 y tras los saqueos que caracterizaron la toma del
Cusco, Manco Inca se enfrentó abiertamente a los españoles. Ante esta actitud fue mantenido
cautivo en su palacio. Un día el Inca, después de haber prometido a Hernando Pizarro traerle unas
estatuas de oro macizo, pudo dejar la ciudad y se dirigió a Yucay donde convocó un gran ejército,
abriendo tres frentes: una expedición de castigo a los pueblos huancas del valle de Mantaro (por
apoyar a Pizarro y sus hombres), otra contra la población de Lima y una tercera y muy importante
contra el Cusco, al que mantuvo bajo sitio entre el 6 de mayo de 1536 y el 18 de abril de 1537.
Con su ataque a la capital del Cusco, en el cual la mayor parte de la llacta fue demolida, dio un
golpe terrible a las armas de Pizarro y por un momento la suerte de los conquistadores estuvo en
suspenso en la balanza del destino. Tras estar inmovilizadas en el Cusco las tropas españolas,
Hernando Pizarro decidió pasar a la ofensiva y atacar la fortaleza de Sacsayhuaman. Después de dos
intentos y a costa de numerosas perdidas en vidas, logró desalojar a las huestes incaicas. Manco
Inca se refugió inicialmente en Calca y luego, considerando que debía reorganizar su ejército, se
retiró a Ollantaytambo.
Pese haber sido roto el cerco del Cusco, los choques entre ambas facciones se sucedían diariamente
y Hernando Pizarro sabía que la única manera de terminar con la rebelión era capturando a su líder.
Con este fin armó una nueva expedición formada por 60 jinetes y 30 soldados de a pie, seguidos de
miles de indios auxiliares. Cerca a Ollantaytambo dividió a su ejército para efectuar un ataque por
dos flancos, pero grande fue su sorpresa cuando Manco Inca, en una hábil maniobra, dejó aislados a
ambos ejércitos. La batalla fue una verdadera carnicería en donde llevaron la peor parte los
auxiliares indígenas de los españoles. Después de esa derrota Hernando Pizarro fue sucesivamente
hostigado tanto en la ciudad del Cusco como en sus alrededores, a donde salían las huestes hispanas
en busca de alimentos, y así hubo choques en Canchis, Jaquijahuana, Chincheros en donde
sucesivamente fueron derrotados los españoles.
Astutamente Manco Inca aprendió el manejo de las armas europeas, gracias a las instrucciones de
prisioneros de guerra españoles y en los siguientes combates se le vio montado a caballo.
En marzo de 1537 retornó Diego de Almagro de su fracasada expedición a Chile y trató de llegar,
sin éxito, a un acuerdo con el inca rebelde. En realidad el objetivo de Almagro era ganarse el apoyo
de Manco Inca y expulsar a los Pizarro del Cusco.
Estando Manco Inca en Ollantaytambo tuvo noticias del fracaso del cerco de Lima y de cómo sus
capitanes eran derrotados en la sierra central; consideró entonces prudente atrincherarse en
Vilcabamba, desde donde emprendió una guerra de guerrillas, asolando las caravanas que
transitaban entre Cusco y Lima. A fin de contener dichos ataques los españoles se vieron en la
necesidad de fundar la ciudad de San Juan de la Frontera de Huamanga.
Con el correr de los años, Manco Inca, fue menos hostigado por los españoles, que dejaron de
considerarlo como un peligro real para su conquista y se ocuparon más de afianzar su presencia en
los territorios ocupados.
Por su parte Manco Inca, desplegó una política más flexible y trató de recuperar parte de su perdida
influencia interviniendo en la querella entre los bandos de Pizarro y Almagro.
En 1544 acogió a un grupo de españoles almagristas que huían de la represión de los Pizarro. El
gesto resultó catastrófico, pues murió asesinado, en su refugio de Vilcabamba, por esos mismos
almagristas a los que generosamente había hospedado.
El auqui Sayri Tupac era aún un niño incapaz de gobernar.
Choquequirao, Vilcabamba
El gobierno de Vilcabamba estuvo por unos años en manos de un consejo de regentes, dirigido por
Atoq Supa, quien probablemente era un familiar del pequeño Sayri Tupac, y que mantuvo la
decisión de seguir combatiendo a los españoles, manteniendo la resistencia a través de una campaña
de guerrillas en el camino del Cusco a Huamanga, con ataques esporádicos a las caravanas que
transitaban entre Cusco y Lima.
Sayri Tupac fue el segundo Inca de Vilcabamba.
Era hijo de Manco Inca y de la Coya Shihui
Chimpo Occllo, tenía unos diez años cuando su
padre fue asesinado por los almagristas en
1545. El príncipe quedó bajo la tutela de su ayo
Puma Supa y asumió la regencia su tío, Atoq
Supa, que había sido capitán de Huyana Capac
y del mismo Manco Inca. Éste continuó la
lucha de guerrillas, atacando principalmente las
comarcas vecinas a los ríos Apurimac y
Huillkamayo (Urubamba) y a las ciudades de
Cusco y Huamanga. Coincidieron esos hechos con la Gran Rebelión de Encomenderos, encabezada
por Gonzalo Pizarro, por lo que el Gobierno español no pudo intervenir en aquellos momentos.
Cuando en 1548 quedó restablecida la autoridad real, con la decapitación de Gonzalo Pizarro, el
triunfador, Pedro de la Gasca, quiso persuadir a Sayri Tupac para que saliera en paz de su refugio.
Para tal misión se valió de su tío Paullu Inca, confiando en que, siendo familiar suyo el portador del
ofrecimiento, el auqui aceptaría. Pero al joven la oferta le pareció insuficiente y cuando a principios
de 1549 murió Paullu, mientras preparaba las condiciones de la salida de Vilcabamba, rompió las
negociaciones y prefirió quedarse en su reducto hasta poder lograr un mejor convenio. Por su parte,
la Corona tampoco pudo realizar nuevas gestiones debido a varios motivos: el regreso a España del
presidente La Gasca en 1550, el fallecimiento del virrey Antonio de Mendoza, al poco tiempo de
hacerse cargo del virreinato, y por tener que hacer frente a varias rebeliones, como en 1553 la de
Hernández Girón.
El 29 de junio de 1556 hizo su entrada en Lima el nuevo virrey Andrés Hurtado de Mendoza,
marqués de Cañete. Al comprobar que la guerrilla de los incas continuaba, en julio de 1557 decidió
reiniciar las negociaciones con Vilcabamba, en cumplimiento de una Real Cédula del emperador
Carlos V, fechada el 10 de mayo de 1555, por la que ordenaba terminar con la insurrección.
Comenzaron los contactos, con gran desconfianza por ambas partes, lo que provocó una serie de
idas y venidas por los difíciles caminos de Cusco a Vilcabamba, o viceversa, y que la negociación
se alargara demasiado tiempo.
Ante esta situación, el cronista Juan de Betanzos (casado con Angelina Yupanqui, hija de Huayna
Capac), se desplazó del Cusco a Lima para proponer sus buenos oficios al virrey, Andrés Hurtado
de Mendoza, que aceptó de buena gracia.
El acuerdo llegaría a través de la mediación de Juan de Betanzos. Por su intermedio, el virrey
ofreció a Sayri Tupac 17.000 castellanos de renta, para él y sus hijos, y los títulos a perpetuidad de
las encomiendas de Yucay (Valle Sagrado o de Urubamba), Qiquijana y Pucara, situados en la
comarca del Cusco. En la misma ciudad le adjudicó unos terrenos que se hallaban encima de la
fortaleza de Sacsayhuamán, para que en ellos construyese su casa y las de sus servidores indios y
también le otorgó un escudo con armas propias. A cambio le imponía abandonar la lucha en la selva
de Vilcabamba, convertirse al cristianismo, declararse vasallo del rey de Castilla y permitir la
entrada de frailes o clérigos a predicar a sus súbditos.
Durante las negociaciones, Sayri Tupac ciñó la mascaipacha de borla roja, convirtiéndose así en el
segundo Inca de Vilcabamba y asumiendo plenamente los poderes junto a su hermana Coya Cusi
Huarcay, a quien tomó como coya. retirándose Atoq Supa. El nuevo Inca aceptó la oferta del virrey
y dispuso su salida de Vilcabamba, no sin antes haber aclarado que no lo hacía por temor a los
españoles, sino porque sus “guacas” así se lo habían ordenado.
En julio de 1557 abandonaron definitivamente el reducto de Vilcabamba y el 5 de enero de 1558
ingresó en Lima. Los cronistas indican que el Inca entró a la Plaza de Armas, junto a su hermana,
cargado en unas andas de oro, acompañado de 500 indios nobles, siendo recibido por el marqués de
Cañete y objeto de muchas atenciones, incluyendo juegos de cañas en su honor.
Entró al palacio virreinal y allí declaró que su propósito era someterse a la autoridad del rey, con el
objeto de evitar más derramamiento de sangre. Al día siguiente el arzobispo de Lima, fray Jerónimo
de Loayza, invitó al Inca a comer, al finalizar se leyó una real provisión en la que se le otorgaba una
serie de tierras, indios y rentas.
A fines de 1558, ambos retornaron al Cusco, y fueron bautizados, él como Diego de Mendoza; y su
hermana como María Manrique, nombres del padre y de la esposa del marqués de Cañete. Poco
después expresaron su deseo de casarse.
Esa decisión conmocionó hasta sus cimientos a la iglesia que no concebía un matrimonio entre dos
hermanos de padre y madre, y que además tenían una hija: Beatriz Clara Coya.
Gracias a la intervención del arzobispo Gerónimo de Loayza y a la solicitud del virrey y del rey de
España, el papa Julio III concedió una dispensa especial. Así, el obispo de la ciudad , Juan Solano,
casó a la pareja real en la catedral de Cusco. Apadrinó la boda el español Alonso de Hinojosa.
La pareja se alojó en un castillo de Yucay, en el Valle Sagrado de Urubamba, pero los incas que
habían quedado en Vilcabamba le consideraron un traidor, y su medio hermano Titu Cusí Huallpa,
comenzó a gobernar, de facto, en el reducto de Vilcabamba.
En su nueva posesión, Sayri se sintió renegado, acicateado por el desprecio familiar; y comprendió
el engaño de la nueva civilización que le garantizaba la vida, a cambio de su renuncia al imperio de
sus ancestros.
La muerte de Sayri Tupac está envuelta en el misterio: algunos autores creen que fue asesinado por
los españoles y otros que lo fue por los incas de Vilcabamba.
De todas maneras se acusó al curaca del suyu, un indio cañari llamado Francisco Chillchi, de haber
envenenado a Sayri Tupac con yerbas. El curaca fue encarcelado, mas no se le pudo probar ninguna
culpa y un año después quedó en libertad.
Los cronistas lo describen como presa de amargo dolor, vagando triste y solo por sus dominios
urubambinos, hasta que en julio o agosto de 1561 fue encontrado muerto, abrazado a la tierra, a
orillas del río Abancay.
Sus restos mortales fueron trasladados al Cusco y enterrados en una cripta de Santo Domingo,
situada al este del convento, por donde sale el sol. Sobre ella se había alzado la capilla más
importante del Coricancha, la dedicada al dios Inti, el astro solar del día.
Convento de Santo Domingo del Cusco. En primer plano, en piedra más oscura, los restos del
templo inca del Coricancha dedicado al dios Inti.
Titu Cusi Yupanqui, nació en Cusco en 1526. Era hijo natural de Manco
Inca, Tenia 10 años cuándo se refugió con éste y su familia en Vitcos, en
el valle de Vilcabamba, tras la derrota ante los españoles en la Batalla de
Atocongo (1536).
Sayri Tupac había nombrado auqui a su hermano Tupac Amaru, hijo
legítimo de Manco Inca, un príncipe de corta edad. Al llegar la noticia de
su muerte, Titu Cusi Yupanqui, se auto proclamó Inca, ciñéndose la
mascapaicha. Tachó de"uti" (bobo), al legítimo heredero, Tupac y lo
encerró en el Acllahuasi, la casa de las mamaconas o vírgenes del Sol.
Comenzó su gobierno haciendo prueba de espíritu guerrero. Armó a sus
súbditos y los lanzó en una serie de pillajes, atacando pueblos, ciudades y
caminos. En poco tiempo consiguió dominar muchas tierras en las que cultivaba maíz, cañagua,
quinoa y abundante coca, que producía en los valles calientes, que después era fácil y
ventajosamente vendida en el Cusco, Abancay, Andahuaylas y el Collao. Gracias a estos productos
el Inca se enriqueció rápidamente.
La corona española decidió terminar con la situación. Reinició negociaciones bajo el gobierno de
López García de Castro, enviando al mensajero Rodríguez de Figueroa, quien llegó a Pampacona y
se entrevistó con el Inca a quien encontró lujosamente vestido mostrando su gran poder.
Titu lo aceptó y designó a dos personas para que
se ocupasen de sus asuntos: por notario, al
mestizo Martín de Pando y de apoderado en el
Cusco al cronista Juan de Betanzos, casado con
su prima, Cuxirimay Ocllo.
Firmó la capitulación de Acobamba en 1566. En
dicho tratado se ponía fin a las hostilidades y se
perdonaban los actos cometidos por los rebeldes.
Aceptó la entrada de misioneros en Vilcabamba
e incluso, accedió a ser bautizado en 1568, por
Juan de Vivero, con el nombre de Diego de
Castro. Titu Cusi Yupanqui recibió asimismo las
enseñanzas de los frailes Marcos García y Diego
Ortiz, hecho que no fue bien visto por los
curacas más radicales.
Ello no impidió que se mantuviese firme en lo
que respecta a su soberanía, por lo que llegó a dictar a un escribano, en 1570, una carta a Felipe II,
en la que exponía los agravios a los que su pueblo había sido sometido ("Relación de cómo los
españoles entraron en Pirú y el subceso que tuvo Mango Inca en el tiempo que entre ellos vivió").
El escrito tiene una altísimo valor documental por la narración de la conquista española y del
intento inca de recuperar Cusco; Atahualpa es presentado como un usurpador, y su padre, Manco
Inca, como el Inca legítimo, injustamente acosado por Francisco Pizarro.
A pesar de haber recibido el bautizo, Titu Cusi Yupanqui conservó las prácticas paganas de los incas
en su reino, lo que contrarió a los frailes y los enfrentó a la nobleza inca. Los frailes llegaron
incluso a incendiar el templo del Sol, y los nobles los expulsaron. Marcos García se fue de
Vilcabamba, pero. Diego Ortiz se quedó para asistir a Titu Cusi, enfermo de pulmonía., pero no lo
pudo curar. Su muerte en 1570 fue achacada a los misioneros agustinos ya que, en su afán de
ayudar, le dieron brebajes que los andinos pensaron era veneno. El misionero Diego Ortiz fue
encontrado culpable siendo torturado y ajusticiado posteriormente. Los españoles y mestizos que se
encontraban en Vilcabamba también fueron ajusticiados y nuevamente comenzaron las hostilidades.
Los Orejones fueron a buscar al Acllahuasi, al auqui que había designado Sayri Tupac.
Tupac Amaru, fue el cuarto y último inca de Vilcabamba, también
conocido como Felipe Tupac Amaru. Era hijo legítimo de Manco
Inca y nació en Cusco. En quechua, “tupaq amaru” significa
‘serpiente resplandeciente’.
Tupac Amaru fue izado a la dignidad de Inca de Vilcabamba
después de que su hermanastro el Inca Titu Cusi Yupanqui muriera
en 1570. Los incas creyeron que los españoles lo habían
envenenado. El nuevo virrey del Perú, Francisco Álvarez de
Toledo, ignorando la muerte de Titu Cusi, había enviado un
negociador diplomático para continuar las negociaciones en curso,
justo poco tiempo después de la muerte del Inca, Atiliano de
Anaya, quien fue tomado por un espía y tras cruzar el puente de
Chuquisaca, fue capturado y ejecutado junto con su escolta por el
general inca Curi Paucar. Al ser confirmada esta noticia por el
cura de Amaybamba, el nuevo virrey del Perú, montó en cólera y
decidió someter por la fuerza el reducto de Vilcabamba. Por su
parte, Tupac Amaru prudente, cerró las fronteras de Vilcabamba y
destruyó el puente de Chuquichaca. Comenzó a preparar a su pequeño ejercito para repeler un
posible ataque español.
Apelando a la justificación de que los incas habían roto
«la inviolable ley de todas las naciones del mundo: el respeto a los embajadores»
el virrey declaró formalmente la guerra al Inca de Vilcabamba el 14 de abril de 1572.
La expedición de conquista fue encargada al encomendero y regidor Martín Hurtado de Arbieto,
como maestre de campo fue designado Juan Álvarez Maldonado y como alférez real y secretario
Pedro Sarmiento de Gamboa. Las poderosas tropas a su mando estaban conformadas por varias
piezas de artillería, 250 soldados españoles y 2500 nativos aliados, entre los cuales figuraban 1000
cañaris, enemigos mortales de la panaca de los incas rebeldes.
Para la defensa de Vilcabamba, el Inca Tupac Amaru contaba con aproximadamente 2000 soldados
de los cuales 600 o 700 eran guerreros anti (llamados chunchos por los incas del Cusco), de quienes
el fallecido Titu Cusi solía decir a los emisarios españoles que aun practicaban el canibalismo. Entre
sus generales figuraban Hualpa Yupanqui, Parinango, Curi Paucar y Coya Topa.
El ataque al baluarte inca comenzó por un gran número de escaramuzas, pero la única gran batalla
de la campaña tuvo lugar en Choquelluca, a orillas del río Vilcabamba. Los incas, pese a estar solo
ligeramente armados, abrieron las hostilidades con gran ardor, poniendo en dificultad a los
españoles y a sus aliados indígenas, llegando casi a arrollarlos. Pero una diestra andanada de los
arcabuceros acabó con la vida de los generales Maras Inga y Parinango, lo que provocó que los
guerreros incas abandonaran súbitamente el combate.
El cronista Martín de Murúa nos describe el momento álgido del combate, cuando el capitán inca
Huallpa se abalanzó sobre el español García de Loyola,
«Peleóse con gran porfía de una parte y otra, y Martín García de Loyola se vio en un
evidentísimo peligro de la muerte porque estando peleando salió un indio enemigo de
tan gran disposición de cuerpo y fuerza, que parecía medio gigante y se abrazó con él
por encima de los hombros que no le dejaba rebullirse, pero socorrió le un indio amigo,
de los nuestros, llamado Currillo, que llegó con un alfanje y le tiró una cuchillada a los
pies, que se los derribó, y segundando otra por los hombros lo abrió de suerte que cayó
allí muerto, y así, mediante este indio, se libró de la muerte el capitán Martín García de
Loyola, que cierto fue hazaña digna de poner en historia el ánimo y presteza con que
Currillo quitó la vida al medio gigante de dos cuchilladas, y salvó a su capitán.»
Sitio arqueológico del palacio de Vitcos
Tras esta batalla los españoles capturaron la ciudad y el palacio de Vitcos. El 23 de junio cayó ante
la artillería española el último foco de resistencia inca, el fuerte de Huayna Pucará, que los nativos
habían construido recientemente y se encontraba defendido por 500 chunchos flecheros. Los restos
del ejército inca, ahora en retirada, optaron por abandonar Vilcabamba su última ciudad y dirigirse a
la selva para reagruparse. El 24 de junio los españoles tomaron posesión de la misma cumpliendo
Sarmiento con las solemnidades del caso, quien tras enarbolar el estandarte real en la plaza del
poblado proclamó:
«Yo, el capitán Pedro Sarmiento de Gamboa, alférez general de este campo, por
mandato del ilustre señor Martín Hurtado de Arbieto, general de él, tomo posesión de
este pueblo de Vilcabamba y sus comarcas, provincias y jurisdicciones».
Acto seguido campeó tres veces el estandarte y a grandes voces dijo:
«Vilcabamba, por don Felipe, Rey de Castilla y León.»
Clavó el estandarte en la tierra y realizó las salvas de ordenanza.
Historia del Tahuantinsuyu. María Rostworowski. 1988 IEP Instituto de Estudios Peruanos
Suma y narracion de los Incas. Juan Díez de Betanzos y Araos 1551. MADRID I M P R E N T A
DE MANUEL O HERNÁNDEZ.Libertad, IÓ duplicado.. 188o
El Señorío de los Incas. Pedro Cieza de León (~1550) Biblioteca Hispano-Ultramarina 1880.
Edición y prólogo de Marcos Jiménez de la Espada
Perú incaico. José Antonio Del Busto, (2011).2.ª edición. Lima: Empresa Editora El Comercio S.A.
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