El prerromanico en Europa
De Carlomagno a los Otones
Por Isidro G. Bango
Catedratico de Historia del Arte Medieval.
Universidad Autonoma de Madrid
Indice
5 Presentacion
6 Arte carolingio
Provincias del Imperio 42 Arte asturiano
(miniatura de los Evangelios
de Otén Ill, Bayerische “ :
Staatsbibliothek, Munich) 60 EI siglo del aito mil
G4 ste otoiene
9 6 Arte anglosaj6n
108 wit Kccrn
1 29 Bibliografia general
131 fritArte carolingio
A crisis del Imperio Romano de
Oriente, en plena guerra civil por
motivos sociorreligiosos, favore-
cid los intereses de la curia romana en
su deseo de restaurar su absoluto pro-
tagonismo en el gobierno de la Iglesia y
del mundo occidental. El pontifice ne-
cesitaba el apoyo de un brazo militar
que hiciese cumplir su programa de
evangelizacién del territorio europeo no
cristiano y sometiese a los principes ca-
t6licos y sus iglesias nacionales al arbi-
trio del obispo de Roma. Los ojos del
papa se fijaron en la dinastia de los pi-
inidas o carolingios, cuyo prestigio mi-
itar no tenia igual en toda la Europa
cristiana.
La victoria de Carlos Martel sobre el
Islam en Poitiers (732) supuso el origen
de una nueva dinastia gobemante en las
viejas Galias de los merovingios. Con el
hijo de Carlos, Pipino (715-768), se ini-
cia una politica de mutuo acercamien-
to con la curia pontificia: habia surgido
el brazo armado de la iglesia de Roma.
Tanto al afén universal de Ja Iglesia,
como al deseo expansionista de los re-
yes carolingios, les conventa legalizar
las actuaciones de este binomio Iglesia-
Estado, para ello urdieron toda una
compleja trama politico-religiosa que
justificaba la aparicién de un nuevo im-
perio romano de Occidente. Fabulando
sobre la conversién al cristianismo de
Constantino y la dotacién de un impor-
tante legado patrimonial a la Iglesia,
ocurria que el pontifice poseia unos
considerables territorios en Italia y los
pipinidas eran los herederos del impe-
tio. De nada sirvieron las protestas del
emperador bizantino. En la Navidad del
afio 800 Leén III colocaba sobre la ca-
beza de Carlomagno la corona imperial.
Desde este momento quedaba institui-
do el Sacro Imperio Romano.
Cuando nos referimos al arte carolin-
gio, entendido como efecto de una re-
novacién del pasado y en un periodo de
esplendor, lo hacemos dentro de una
cronologia que abarca un siglo de dur:
cién, desde mediados del vii a medi
dos del ix. Se inicia con el reinado de Pi-
pino (751-768), eclosiona en las deslum-
brantes creaciones de la época de Car-
lomagno (768-814) y Ludovico Pio
(814-840), y todavia pervive con ciertos
manierismos con Carlos el Calvo
(840-877). Con la ruptura de las fronte-
ras por los nuevos invasores, los nor-
mandos, la institucién imperial no desa-
parece, pero se ve incapaz de poner or-
den en sus territorios: la creacién artis-
tica languidece en un reducido numero
de lugares, donde una comunidad mo-
nastica 0 un pequefio patrocinador fa-
vorece su minima producci6n.
«Roma Renovata». Fundamentos
ideolégicos y materiales del arte
En los escritos de los hombres de la
época podemos captar perfectamente
cual es el sentido de todo el programa
ideolégico del imperio que Leon Ill y
Carlomagno habjian forjado, ideologia
que quedaba plasticamente ilustrada en
el Aula Leonina (Palacio de Letran). La
teoria del Estado se fundamentaba en la
defensa y difusion del cristianismo. Cris-
to habia enviado a sus discipulos a pre-
dicar por el mundo su mensaje de
dencion; san Pedro instituy6 al papa Sil-
vestre y al emperador Constantino
como cabeza de la Iglesia y brazo arma-
do que la defendia; Leon y Carlomagno,
como sus legitimos herederos, eran los
protagonistas del momento. Este ultimo
Punto es basico para entender el senti-
do que la vieja Roma tuvo para los ha-
bitantes de la Europa carolingia. En
aquellos momentos se creia que Cons-
tantino se habia convertido al cristianis-
mo y con él la transformacién del impe-
rio romano pagano en cristiano. PorEstatua ecuestre de emperedor carolingio,
en bronce (siglo 1x). Museo del Louvre,
Paristodo esto, cuando se aclamaba a Carlo-
magno como imperator romanorum,
vefan en él al novus Constantinus, no
s6lo por considerarlo su heredero, sino
porque contemplaban en él a otro reno-
vador del imperio con sus ideales cris-
tianos.
El nuevo Estado habia conseguido
una dignificacién de la condicién huma-
na. Aunque, para la mentalidad actual
resulte extraio, el inicio del feudalismo.
supuso para los hombres de la época
una més larga y frejor calidad de vida.
La seguridad de las fronteras y las cam-
Pafas militares sobre los territorios ve-
cinos aseguraron una saneada econo-
mfa que permitia sufragar importantes
empefios constructivos. Con raz6n Egi-
nardo, biografo de Carlomagno, alaba-
ba la labor restauradora del emperador:
Sobre todo prescribié a los obispos y a
los prelados que restauraran, en toda la
extensién de sus Estados, las iglesias
que se caian por su vetustez y veld, por
mediacién de sus enviados —mis
porque estas 6rdenes fuesen fie jelmente
seguidas. La corte imperial, con el em-
perador al frente, promueve una febril
actividad creadora. No sdlo son necesa-
tios edificios, sino multitud de objetos
de toda indole: pinturas, libros, joyas,
vestiduras, etc. La idea de restauracion
de una instituci6n como el Imperio ne-
cesitaba de todo un aparato material
que la hiciese crefble. El modelo a imi-
tar obligadamente era Roma. Por todos
sitios se repetia que se estaba viviendo
una Roma renovata vel restaurata, Los
espacios dulicos 0 religiosos donde se
celebraban los fastos de] nuevo Impe-
tio, los atuendos y joyas de los protago-
nistas, los diplomas de sus cancillerias
y los libros de sus escritorios, forman
una ingente cultura material que repro-
duce mds 0 menos fielmente un esplen-
dor creativo que se habia ido perdien-
do desde la caida del Imperio Romano
de Occidente.
El renacimiento carolingio supuso
una restauracién de la cultura grecola-
tina, fundamentalmente la romana;
pero los modelos no fueron elegidos
tanto por un criterio estético-academi-
cista como por un sentido restrictivo de
caracter religioso. Como ha demostra-
do Krautheimer, para los artistas caro-
lingios los modelos romanos que impor-
taban no eran tanto los de la Roma del
periodo clasico como los de la época de
Constantino; es més, estos tltimos eran
los miticos ‘paradigmas clasicos de la
Antigiiedad. Un emperador que era
considerado el novus Constantinus y el
miles Dei sdlo podia entender la cultura
antigua desde la dptica del cristianismo.
Si el convenio entre la monarquia fran-
ca y la curia pontificia se fundamenta-
ba en el pacto de los cristianos y Cons-
tantino, que habia favorecido la con-
quista del poder por parte de la iglesia
cristiana, era légico que todas las crea
ciones de este momento fuesen consi-
deradas como modelos ideales a imitar.
La intencién, las ideas y sus modelos
estaban claros, Pero éde donde va a sur-
gir la mano de obra que los haga posi-
bles? Cuando analizamos las obras de
arte de los talleres de la Galia merovin-
gia vemos cémo las técnicas se han em-
Pobrecido 0, incluso, desaparecido. La
capacidad creadora de tradicién anti-
gua sdlo se conserva, aunque muy de-
pauperada, en ciertos lugares del Medi-
terrdneo; se trata de un arte que los es-
pecialistas han denominado subanti-
guo, que pervive en la Hispania de los
visigodos o en la Roma de los papas.
Hombres del interior acuden a formar-
se al crisol mediterraneo o artistas me-
diterraneos se establecen en el interior,
en puntos neurdlgicos del imperio, don-
de los prohombres del Estado carolin-
gio —abades, obispos y nobles en gene-
Tal— se convierten en promotores artis
ticos. Sedes episcopales, grandes mo-
nasterios y cortes nobiliarias necesitan
adecuarse a la liturgia romana y a los
nuevos usos palatinos, para ello, ios pro-
motores, que conocen los modelos que
han visto en sus viajes a Italia, exigen a
los constructores reproducciones mas 0
menos miméticas.
La existencia de una clase social po-
derosa, que sufraga importantes y con-
tinuos encargos artisticos, permite que
los talleres artesanos se estabilicen y, en
su continuidad de produccién, perfec-
cionen su oficio. Cuando los criticos de
arte mediatizados por el concepto de
renacimiento de los siglos xv y Xvi, juz-
gan las creaciones de esta época’sue-
len ser muy negativos: hablan de copia
servil del modelo o de aspectos anticla-
sicos. Este tipo de juicios se debe a laMaqueta del relicario de Eginardo.
Coleccién particular, Partsaplicacién de criterios estéticos acade-
micistas y a la no compresion del con-
dicionamiento ideolégico de la cultura
de la Europa del siglo 1x. El anticlasici
mo de la plastica carolingia es el mis-
mo que existe en el arte romano de la
cuarta centuria; como deciamos antes,
€ste es el siglo dorado de la Antigiiedad
para los carolingios. Al asumirlo, la crea-
tividad carolingia hace suyos todos los
valores culturales de aquel momento.
Considerar que los artistas sdlo fue-
ron capaces de reproducir imitaciones,
mas o menos habiles, de los modelos
del pasado, es minimizar su capacidad
creadora. Por un lado, es indudable que
sus obras llegan a parecerse de tal ma-
nera a los originales, que los especialis-
tas no son capaces, en algunas ocasio-
nes, de discemir si se trata de una crea-
cién del siglo iv o de una copia carolin-
gia. Pero si este mimetismo podria de-
nunciar la calidad técnica de los artesa-
nos, también tenemos constancia de la
existencia de preocupacién por la inves-
tigacion de las formas en determinados
grupos artisticos e intelectuales. Cuan-
do completamos el dibujo que reprodu-
ce la Arqueta de Eginardo, vemos la
imagen de un arco de triunfo romano
que ilustra una idea cristiana; su forma
se corresponde perfectamente con los
ideales de la arquitectura romana; sin
embargo, el proyecto y la teoria especu-
lativa que lo han hecho posible es ab-
solutamente carolingia. Asi pues, debe-
mos admitir que el arte carolingio sur-
gid y se desarrollé en funcién de una so-
Ciedad que ideolgicamente exigia una
supeditacién a los modelos romanos.
Sin embargo, con la madurez, los crea-
dores no se limitaron a imitar simple-
mente y fueron capaces de su propia
experimentacién.
El conjunto palatino de Aquisgrén:
una «: Roma»
Por una carta de Alcuino sabemos
que, a finales de! siglo 1x, Carlomagno
hacia transportar columnas antiguas de
Supuesto retrato de evangelista. Biblioteca
Real, Bruselas
italia para adornar una segunda Roma
al norte de los Alpes. Se trataba del mas
suntuoso de los conjuntos palatinos que
utilizé Carlomagno, Aquisgran. El valor
simbélico de esta residencia imperial es
tan grande que se convirtié en el mitico
emblema del Sacro Imperio Romano.
Aquisgran, la antigua Aquis Granni, fue
de siempre un lugar utilizado por los
hombres por la salubridad de sus aguas.
Las viejas termas que construyeron los
romanos se siguieron utilizando por mo-
narcas merovingios. Carlomagno disfru-
taba de sus aguas y, por ello, se decidié
a renovar las antiguas construcciones y
erigit su mds importante villa regia junto
a ellas. De todo el conjunto tan sdlo se
conserva la capilla palatina, la actual ca-
tedral, y pequefios indicios del salon de!
trono en lo que es el ayuntamiento de la
ciudad; sin embargo, por excavaciones
arqueolégicas y viejas descripciones, po-
demos hacemos una buena idea de su
organizacién original, tal como podemos
ver en los trabajos de Paul Clemen, Fé-
lix Kreusch y Leo Hugot.
La totalidad del conjunto se ordena-
ba siguiendo un plan geométrico que
denuncia claramente la influencia de
modelos urbanisticos antiguos: las de-
pendencias palatinas se disponfan en
un gran espacio organizado con la for-
ma de un cuadrado y un tridngulo isés-
celes. Dependencias y trazado viario
han sido disefiados en funcién de un
sistema modular cuadratico, del que
existen indicios en otras construcciones
de €poca carolingia. La ciudad palatina
posefa dos calles principales, a la ma-
nera del cardo y decumano de las ciu-
dades romanas, su orientacion corres-
pondia a los puntos cardinales. En el
centro del cuadrado, axialmente sobre
la via oeste-este, se levantaba un edifi-
cio rectangular dividido en dos plantas,
era la puerta mayor y cuerpo de guar-
dia. Esta construccién articulaba un
corredor elevado, de madera, que co-
municaba la capilla palatina y el aula re-
gia, dispuestas en los flancos meridio-
nal y septentrional de! cuadrado. Mien-
tras que estas edificaciones fueron rea-
lizadas con pretensiones monumenta-
les, construidas en piedra e importantes
materiales nobles, el resto de los servi-
cios del palacio —intendencia, vivien-
das para la servidumbre, etc.— ‘adopta-12
ba las formas y los materiales de la tipi-
ca arquitectura doméstica de la época,
madera, barro y paja.
El aula regia era un edificio con un ab-
side semicircular en el extremo occi-
dental y sendos absidiolos en los muros
laterales. Resultaba asf una forma bas-
tante usual en los salones de las villas
romanas y en las basilicas civiles, pero
que habia terminado por caracterizar
espacios dulicos tal como se podia ver
en los triclinios del palacio imperial de
Constantinopla. Su existencia en Aquis-
gran no es ajena a la influencia que las
Construcciones de la misma Roma ejer-
cieron en los carolingios. Los salones
romanos, donde tenfan lugar los actos
solemnes de las relaciones entre la cu-
tia y la monarquia franca, eran espacios
miticos, dignos de ser imitados, pues
eran las referencias obligadas a la Roma
cristiana. En el palacio de Letran, el m-
clinio de Leén III aparecia decorado con
el programa ideolégico que fundamen-
taba la teoria del Sacro Imperio Roma-
no, al que hemos aludido antes, y, jus-
tamente, su estructura arquitectonica es
el mejor modelo para la sala del trono
de Aquisgran. Parece evidente que la re-
lacién existente entre ambas construc-
ciones ha sido cuidadosamente busca-
da en tanto en cuanto que emblemati-
zan un mismo ideal.
La importancia de este edificio que-
daba subrayada por sus grandes dimen-
siones, que le conferian un aspecto mo-
numental: cuarenta y siete metros y me-
dio de largo por poco mas de veinte de
ancho y casi veintiuno de alto. El espa-
cio interior se iluminaba por dos érde-
nes de ventanas siguiendo la formula
empleada en la basilica constantiniana
de Tréveris.
Sobre la capilla palatina conocemos
més detalles acerca de su construccién
y, ademas, lo conservado en la actuali-
dad nos permite tener una imagen di-
recta de gran parte del conjunto. En el
siglo xwv, el presbiterio primitivo fue sus-
tituido por una esbelta cabecera gética
al mismo tiempo que se adjuntaba una
torre a los pies. Para compensar el ex-
ceso de volumen de estos afiadidos so-
bre el conjunto, se decidié sobrealzar el
cuerpo central con un casquete adoma-
do con timpanos triangulares. Durante
el siglo xix, se suprimié la decoracién
barroca interna, procediendo a una or-
namentaci6n historicista de falsos mar-
moles y mosaicos. En la actualidad, una
cuidadosa restauracién nos permite ha-
cemos una idea del estado original.
Una inscripcién, hoy desaparecida,
nos recuerda el nombre de su construc-
tory la procedencia de los artistas que
contribuyeron a su edificacién: Eudes
de Metz y obreros traidos a Aquisgran
de todas las regiones de este lado del
mar (opifices et magistri convocados de
omnibus cismarinis regionibus). El nom-
bre del arquitecto nada nos dice, ni co-
nocemos en Metz una tradicién arqui-
tect6nica que hubiese permitido su for-
macion técnica. El origen de los cons-
tructores, de este lado del mar, ha sido
interpretado que eran del Mediterraneo,
Unico lugar donde la edificacion en pie-
dra habia pervivido durante la época de
las invasiones. Sobre la cronologia de
las obras sabemos que debieron co-
menzar hacia el 790 y que, en el 797, se
estaba culminando la cubierta del oct6-
gono central. Por un letrero monumen-
tal, sabemos que fue consagrado por
Leon III en la Epifania del 805 (Ecce Leo
Papa cuius benedictio sancta Templum
sacravit quod Karolus aedificavil). El
templo fue dedicado a Santa Maria y de-
bid servir no sdlo como oratorio del mo-
narca y su corte, sino como sagrado
contenedor de las reliquias que ateso-
raba el monarca, entre ellas un frag-
mento de la famosa capa de san Mar-
tin. Precisamente, Ja denominacién ca-
pella —capita, capa pequena— termind
por designar a las personas que la cus-
todiaban, capellanes —capellani—, el
espacio que la albergaba, capilla.
Un atrio rectangular y rodeado de pér-
ticos se abria sobre la fachada principal.
Esta se concebia como un gran arco
triunfal que cobijaba las grandes puer-
tas de bronce. Una vez mas, se recurria
al lenguaje de los simbolos imperiales
clasicos. E] templo adoptaba una plan-
ta central, compuesta en su espacio in-
temo por su octégono, rodeado por un
ambulatorio cuyo cierre externo estaba
configurado por un hexadecdgono. Por
encima de este ambulatorio, corria una
tribuna todo alrededor del espacio cen-
tral; en ella, sobre el pértico de entrada
se encontraba el trono imperial. A eje
con la fachada principal estaba el pres-