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La dueña de este lugar era Carmen Soto Vázquez, una mujer nacida en esa ciudad en 1863,
10 años después de que Tucson quedara del lado norteamericano. Descendiente de familias
con gran arraigo en la ciudad, tuvo una educación muy esmerada. Se casó con Ramón
Vázquez un acaudalado comerciante de Nogales. En 1914, Ramón le mostró los planos de
un terreno que había comprado en la calle Meyer, en el centro de Tucson y Carmen
proyectó sobre él un teatro, en el que se representarían historias y espectáculos musicales y
de vaudeville en español.
El encargado de dar vida al proyecto fue Manuel Flores, quien no era propiamente un
arquitecto, pero si un carpintero reconocido en la localidad por su habilidad para la
construcción. Flores se encargó de construir un edificio de adobe cuya fachada recuerda a
los templos de las misiones de la Pimería Alta. Su interior estaba decorado con suma
elegancia y causaba especial atención su brillante iluminación; su escenario era muy amplio
y tenía capacidad para albergar a 1400 espectadores, repartidos en platea, luneta y galería.
Durante casi 10 años en este teatro se presentaron óperas, zarzuelas, cuadros de comedia e
incluso espectáculos de magia y prestidigitación, en idioma español. Actuaron ahí
personajes como Virginia Fábregas, Esperanza Iris, así como la compañía teatral de los
Soler, La Nacional, de Ciudad de México o la compañía de ópera de Carlota Millanès
Caballè. En él se daba cita la comunidad mexicana de la ciudad y los visitantes sonorenses,
quienes se vestían con esmero y elegancia para acudir a las funciones.
AARG