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MATERIA: COMPENTENCIAS COMUNICATIVAS

ESTUDIANTE: Juan David Muñoz Bello FECHA:26/04/2020

Lectura y corazón
Puede que sea debido a la voluntad divina, o a la evolución, o al cosmos, o al destino, o al
conjunto de todas estas razones, pero la cuestión es que el ser humano es un ser de facultades, de
capacidades, de potencias y esto es un hecho innegable. De las muchas facultades de las que ha
sido dotado el hombre a lo largo de su proceso evolutivo, es comprobable que unas aparecieron
primero que otras, y también, que otras aparecieron a medida que el ser humano se iba viendo
necesitado de ellas. La primera, razonar, nos ha distinguido siempre de otras especies; la
habilidad de comunicarse, tan vital e imprescindible, nos ha permitido vivir en comunidad y
desarrollarnos como tal; el poder movernos e interactuar, lo cual nos diferencia de las cosas; el
hecho de poseamos sentido del tiempo, sentido de la historia, de nuestra historia, nos ayuda a
ubicarnos en un momento y comprender los acontecimientos que en el suceden. Y así, podríamos
mencionar varias otras capacidades que sostienen y hacen que el ser humano sea eso, humano.
No obstante, una de esas facultades puede catalogarse dentro de las más maravillosas, de las más
productivas y de las que mejor cumplen la doble función de llenar la propia alma, y de llenar la
de otros: la capacidad humana de la lectura. Podría discutirse, de inicio, si se puede considerar la
capacidad lectora como una facultad en sí misma, sin embargo, aunque no pasaremos esa
discusión por alto, el tema que atañe a este ensayo es, específicamente, responder a la siguiente
cuestión: Más allá de valernos de la lectura como una herramienta meramente utilitarista, ¿puede
ser también la lectura un medio para ver, entender y sentir la vida de una manera distinta.
Teniendo claro el plano sobre el que vamos a ir desarrollando la discusión, considero que es
importante dejar en claro la posición frente a la pregunta planteada desde ahora, de modo que es
un rotundo y contundente sí el que va a direccionar las ideas consecuentes. Para sostener esta
posición vamos a valernos de tres argumentos, cada uno de diferente cariz. Pero antes, vamos a
resolver la cuestión expuesta en el párrafo anterior acerca de si la habilidad lectura puede o no ser
considerada como una facultad humana por sí misma. Ciertamente, la acción de leer no puede ser
entendida como un ejercicio meramente espiritual o abstracto, sino que es el resultado de un
conjunto de procesos tanto fisiológicos como mentales los cuales nos permiten identificar unos
caracteres específicos y darles un significado también específico. Así, lo más sensato es
reconocer que la habilidad lectora no se erige como una isla aparte de las demás facultades
humanas, sino que se deriva principalmente de la capacidad de raciocinio, pero con el distintivo
especial que enmarca a un arte, de modo que, en suma, vamos a dejar catalogado el hecho de leer
como un arte, un arte propio del ser humano.
Entrando en materia, vamos analizar los argumentos para justificar nuestra posición afirmativa
frente a la pregunta tesis. En primer lugar, debemos tener en claro que la lectura no puede ser
entendida como una acción puramente racional en la cual se asocian ideas expresadas mediante
palabras en un texto escrito, “sino también como un ejercicio permanente del pensamiento que
busca entender, explicar e interpretar acciones humanas, situaciones, contextos y todo lo que la
naturaleza dice simbólicamente” ([ CITATION Hen05 \l 9226 ]. Vemos entonces que la lectura nos
permite comprender los símbolos de la naturaleza que están presentes en nuestra realidad,
comprensión que es mediada por un proceso de abstracción propio del ser humano en el que,
valiéndonos de medios como la lectura, logramos desglosar la información que se nos comunica a
través de dichos símbolos. Un ejemplo de ello puede ser la lectura de Hamlet, obra en la que
vemos plasmada una amplia simbología que nos remite situaciones, tramas y contextos que
oscilan entre la traición, el amor, la venganza y la locura, todo ello expresado en unas palabras
que dejan de ser meros caracteres concretos para transmitir emociones, sentimientos,
pensamientos profundos y cavilaciones acerca del porqué de la historia y del cómo de su
desarrollo.
Otro argumento que sustenta nuestra posición estriba en una de las mayores ventajas que
representa para los lectores el tener un libro en sus manos o un archivo digital frente a los ojos.
Esta ventaja no es más que la maravillosa experiencia de entrar a otros mundos, de viajar con la
mente a otros lugares, de sentirse parte de otras épocas, de casi que sentir y percibir los colores,
los olores, los ambientes y hasta la tensión propia de un lugar. Pareciera que ese transportarse
fuese algo mágico, algo ajeno a la realidad, pero no, justamente en eso recae lo sorprendente de la
lectura, en que ese trasportarse es completamente real, real para el lector que disfruta y hace suya
cada línea, cada referencia a una canción, cada mención de un hecho histórico, real porque la
emoción es viva y se siente, real porque se sonríe y se llora cuando algo de lo que se está leyendo
va directo al corazón y desata un arcoíris de sentimientos. ¿Ejemplos? Hay muchísimos, pero
vamos a remitirnos a solo uno:
[…]Esa abundancia de ventanas permitía que una luz continua y pareja alegrara la gran salo,
incluso en una tarde de invierno como aquella. Las vidrieras no eran coloreadas como las de las
iglesias, y las tiras de plomo sujetaban recuadros de vidrio incoloro para que la luz pudiese
penetrar lo más pura posible, no modulada por el arte humano, y desempeñara así su función
específica, que era l de iluminar el trabajo de lectura y escritura.[CITATION Hum \p 116 \l 9226 ]

Este pasaje es una gran muestra de cómo unas líneas nos transportan, en este caso, al convento de
los monjes franciscanos donde transcurre la historia, o acaso al leerlo, ¿no se siente uno viendo
como entra la luz por las ventanas?, claro que sí, ese es el efecto que logra en el lector una
descripción detallada aunque sutil. Veamos ahora el siguiente ejemplo:
[…]Dos palabras: una era una invitación y la otra un ideal: una aventura, una necesidad.
“Imagine” decía el jardín. “Freedom” decía la torre. Imagina la libertad. Ése era el espíritu, el
mensaje de aquella ciudad que tano amaba. Con eso quedaba dicho todo. Había que soñar para
luego plasmar el sueño en la realidad. Antes había que soñar, sin embargo. Imaginar la libertad.
Eso era algo perenne. [CITATION Edw13 \p 935 \l 9226 ]

En el ejemplo anterior se unen tanto la descripción de unos lugares como de los sentimientos que
estos evocan, y ciertamente quién lee esas palabras desea estar presente frente a ese jardín y
frente a esa torre que son mencionadas para poder experimentar esa misma ansía de imaginar la
libertad, sin embargo, como ese ese estar presente no es posible, basta con que la lectura abra ese
puente entre las líneas y el corazón (el espíritu) para aupar tanto la imaginación de manera que
quién lo lee no solamente desee estar en ese lugar sino que sienta, con certeza, que ya ha estado
ahí, que después de leerlo ya conoce el lugar y ha estado de frente sintiendo lo mismo que era
descrito en el texto. Es innegable, y maravilloso al mismo tiempo.
Por último, es importante mencionar una cuestión fundamental para que los dos argumentos
anteriores tengan completa validez. La lectura es algo indiscutiblemente íntimo. Sí, es una
experiencia personal, propia, difícil de compartir con otro cuando se quiere explicar con claridad
lo que han producido en uno esas líneas, pues “[…]la lectura me sumerge en mi interioridad y
establezco un diálogo “real” con el autor al reaccionar frente a lo leído, al asumir mis posturas
[…], al cotejar lo que se me presenta con mi historia, perfil, experiencias, lecturas” [ CITATION
Ota18 \l 9226 ]. En definitiva, el libro y su historia se transforman en una persona, en un amigo, en
un amante, en alguien vivo con quien se entabla un trato, por eso no está de más afirmar que “La
relación, mi relación, con los libros sólo la entiendo binaria. El y yo. No hay sitio para tríos y
mucho menos para multitudes. Nunca tan cierto eso de que tres son multitud. Y no se tra ta de
egoísmo.” [ CITATION Las12 \l 9226 ]

En conclusión, hemos visto cómo realmente la lectura puede ser también un medio para ver,
entender y sentir la vida de una manera distinta, cómo unas líneas moldean la imaginación y
construyen un túnel, un puente, entre lo que nuestros sentidos perciben y lo que nuestro espíritu
lector anhela. Es cierto que si se quisiera comprobar todo esto de manera científica habría que
realizar análisis y descartar hipótesis, pero, presumiblemente eso haría que el acto íntimo dejara
de serlo, y se convirtiera tal vez en otra investigación racional, por eso, mejor sería no ponerle
obstáculos a la fuerza de una historia contada en un libro, a la fuerza de una historia que, siendo
ajena al inicio, termina siendo tan propia como la vida misma.

Referencias
Eco, U. (1988). El nombre de la rosa. España: Lumen S.A.

Henao, O. D. (Sep.-Oct. de 2005). La lectura : herramienta del pensamiento para orientarnos en el


mundo. Revista Universidad Cooperativa de Colombia(88), 101-104.

Las notas de Valentín. (23 de Abril de 2012). Obtenido de


https://lasnotasdevalentin.wordpress.com/2012/04/23/leer-es-algo-intimo/

Otaiza, R. G. (22 de Julio de 2018). El universal. Obtenido de https://www.eluniversal.com/el-


universal/15522/la-intimidad-de-la-lectura

Rutherfurd, E. (2013). Nueva York. Bogotá: Roca Editorial.

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