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Los filósofos pluralistas 

eran aquellos filósofos con una norma de principios como lo hacía Empédocles que hablaba de que
su arjé (principio básico) eran los cuatro elementos y también ponía otros dos: el amor y el odio
porque, había algo que atraía (amor) y algo que separaba (odio).
Anaxágoras afirma que el cosmos es fruto de dos principios: una masa compacta e inerte de semillas
(spérmata, u homeomerías en la denominación que usó Aristóteles). Introdujo en la explicación del
origen del cosmos un ser inteligente al que llamó Nous: el Nous dotó de movimiento a esa masa
quieta y logró que las semillas comenzaran a disgregarse y a chocar entre sí dando lugar a las cosas
que hay en la naturaleza. Según Anaxagoras, en todas las cosas hay semillas de todas las cosas.
Luego estaban los atomistas como Leucipo y Demócrito que hablaban de los átomos que todo
estaba hecho de algo que no podíamos ver a simple vista, que estaba en todo y que había diferentes
tipos de átomos y por eso eran diferentes las cosas. Entre esta corriente de nuevos pensamientos,
los pluralistas se muestran más alejados de los aspectos míticos, no como los monistas. Los
pluralistas resaltaron el predominio de causas naturales como únicas fuerzas generadoras del
cosmos.

Sofistas
Los sofistas pertenecen a una escuela filosófica en la Grecia Antigua. Sus representantes más
destacados fueron Protágoras, Gorgias, Pródico y otros (siglo V antes de nuestra era). En algunos
problemas, los sofistas oscilan entre el materialismo y el idealismo, pero en general su filosofía se
distingue por su subjetivismo y la negación de la verdad objetiva. Protágoras enseñaba que “el
hombre es la medida de todas las cosas”. Gorgias defendía tres tesis: 1) nada existe; 2) si algo
existiera sería inconcebible para el hombre; 3) si fuera concebible, tampoco se podría transmitir o
explicar a los demás. Los sofistas actuaban como maestros de elocuencia y del arte de vencer al
adversario en la disputa refutando sus argumentos, sin tener en cuenta quién estuviese en la
posesión de la verdad. Esto dio también a la sofística (ver) un sentido nominal de hábil juego de
palabras, de un filosofar retórico, justo en apariencia, pero esencialmente falso.
Si Parménides y Heráclito llevaron la reflexión hacia la pregunta metafísica, hacia la pregunta por la
totalidad. Leucipo y Demócrito traen devuelta al mundo, aparece la realidad material para confirmar
las divagaciones metafísicas. El átomo como principio lógico y material, por lo que se han generado
divergencias en si los atomistas son materialistas o idealistas. El átomo del que hablaron no puede
asimilarse completamente con el átomo de la física moderna o contemporánea. Hegel consideró en
su Historia de la filosofía, que el átomo era concebido como algo imposible de percibir, pero que era
fundamento de las cosas como principio metafísico.
Para los materialistas, justamente el atomismo es su génesis. Pues si todo lo que existe es solo
átomos y vacío, dichos átomos así como las cosas, son materiales.
Las fuerzas que generan el movimiento, la unidad y la pluralidad, serán tanto para los atomistas
como para los demás pluralistas el centro de sus especulaciones. Desde la crítica a la concepción
monista de Parménides, Empédocles de Agrigento (495-435 a. C.) concibe que la realidad es una
esfera, en cuyo interior están contenido cuatro elementos mezclados que dan origen a todas las
cosas (fuego, aire, tierra y agua). Los cambios y alteraciones de las cosas se explican por el amor y
el odio presente en la existencia.

A diferencia de Anaxágoras (500-428 a.C.), quien postulara que la totalidad es el resultado de la


mezcla de innumerables elementos o semillas que son cualitativamente distintas y divisibles hasta el
infinito. Aunque compartía la concepción de la realidad como una esfera, ésta era movida
inicialmente por el Nous, que quiere decir entendimiento, inteligencia o espíritu. Fue perseguido en
Jonia y en Atenas por sus ideales políticos y monoteístas.
Con el triunfo de la democracia ateniense, se desarrolla esta polis como centro de las relaciones
económicas, culturales y filosóficas del mundo griego. Comienzan a surgir ciertos maestros de la
palabra denominados sofistas, caracterizados por su amplia sabiduría y su gran retórica. De los
cuales resaltamos a Protágoras y Gorgias. Ambos reconocidos como grandes maestros del mundo
griego. Fundamentados en el principio de la areté o virtud, el cual tiene para ellos un carácter
humano y no natural. Es decir, ellos consideran que lo bueno puede ser enseñado y que todo
conocimiento es un conocimiento humano y no uno en sí.

La diferencia entre los sofistas y los filósofos, es su carácter dubitativo relativista. Para ellos, el
conocimiento no es un escenario de la reflexión pura, sino de la educación. Lo que produce la crítica
de Sócrates y Platón, pues: “atacan decididamente este modo de filosofar abstracto y relativo, pues
en este particular punto de vista cada cual justificaría su conducta, sus pasiones, su avaricia.
Contrariamente a los sofistas, Sócrates y Platón postulan principios universales”.
(1997:102) Fundamentados en la afirmación de Protágoras “el hombre es la medida de todas las
cosas, de lo que es, en cuanto es, de lo que no es, en cuanto no es.” Aparece el problema del
conocimiento desde la subjetividad.

Gorgias es incluso más radical pues afirma: 1) Nada existe, esto es que nada existe fuera de
nuestras sensaciones puesto que son éstas la única vía por la cual, la cosa se hace presente al
hombre. 2) Si algo existiera no podríamos conocerlo, es decir, puesto que las sensaciones nos
engañan, sería imposible conocer la esencia de las cosas. 3) Pero si pudiéramos conocerlo no
podríamos comunicarlo. Hemos pasado de la descripción de la realidad a partir de sus componentes
más sutiles al cuestionar mismo del poder conocer.

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