Está en la página 1de 3

Escribir es, en esencia, rechazar el olvido; este acto atestigua la

voluntad de oponerse a la nada.


Hoy es la primera noche que no te veo. Hoy, también, me desperté
cuando ya estabas en tu casa. Esto me hizo sentirme raro. Era como
haberte perdido durante el sueño. Me había acostado tarde, muy
tarde; parece que quería aguantar la noche o algo así. En fin, que era
difícil, tú lo sabes. Me hubiera gustado besarte de nuevo, o, en
realidad, besarte la última vez que lo hiciera. Lo del Malecón no fue
un beso. Fue la cristalización de un pensamiento, de un deseo y no
sé, algo así como una península del sueño breve. No te besé por la
gente —¿te fijas que están en todas partes reprimiendo?—; subían y
bajaban por aquel ascensor del demonio y me llevé la rabia.
Repetirte que [borrón] ahora quisiera repetir el momentito aquel en
que me pediste la mano, sobra. Quisiera que siempre fuera ese
momento.

Aun cuando no estás no estoy vaciado. No es común; me parece


como si se hubiese edificado algo grande [borrón] —pese al tiempo—
pero sólido. Creo que ha sido bueno, que nos ha notado, que nos ha
hecho mejores a los dos. Hay algo que me revuelve la imagen para el
recuerdo que quisiste dejarme cuando viste que me contrariaba el
lunes que venía, la despedida. Ahora no puedo recordarte sin saber
que no estás a gusto dentro de esa sociedad que se desmorona,
dentro de esa caricatura de comunidad en que te ha tocado vivir.
Esto me altera, quisiera saltar allá —cuento de hadas— con yelmo y
todo y rescatarte o hacer [ilegible] vivir despierto, tú lo sabes. Ahora
lo importante es que me recibas a través de cada palabra, de cada
frase; que en cada momento me sientas tendido hacia ti, presente en
las pocas sonrisas verdaderas y en todas las hieles. Ahora lo
importante es que no olvides lo que viste, que no te dejes hipnotizar
por la rutina, que cada trampa del medio y los prejuicios se
conviertan en un acicate para tu rebeldía [ilegible] que cuando te
vayas a dormir pegues un grito y des un golpe, uno solo certero que
te saque de lo cotidiano. Tienes que aprender a ver en cada gente, en
cada acto, en cada cine, periódico, revista, fiesta, día de clases, un
enemigo agazapado, un enemigo involuntario, pero no menos
peligroso por esto. Tienes que saber que en tu casa todo conspira
contra tu verdadera independencia, contra tu futuro, contra que te
encuentres un día y te puedas [ilegible].No estás sola. Tienes mi país,
su recuerdo como posibilidad real de hacer un mundo más justo y
completo; tienes los recuerdos de Isla de Pinos, de aquellos
muchachos metálicos que están estrellando el pasado contra el suelo
que siembran. Tienes la tenacidad y la esperanza de todos los
jóvenes que conociste aquí, las altas canciones de Vicente y Noel, las
denuncias de Pablo, los ruidos de vida de Pancho y Yoyi y todas las
noches que pudimos ver el amanecer sonriendo. Tienes el intento de
puente de mis palabras. Me tienes a mí, que te sigo buscando. No
quiero entristecerte con esto; no quiero que relaciones mis cartas
con alguna desgarradura; no pienses en mí y en los planes delirantes
[ilegible] siempre dialogando [ilegible] mojándome y dejándote
mojar con aquella hermosa comunicación, con algo profundo como
tus ojos que noté distintos —¿recuerdas?—, con algo sabio y sólido
como todas las palabras de Teté. Cuando me fui aquella noche estaba
asfixiado, chato como una tapa vieja; lleno de ruidos, sin salida, de
signos hermosos pero estériles. Me di cuenta de que tenía que ver a
Teté, que tenía que correr a su casa. Llegamos Vicente, Isabel y yo y
allí, nos tendimos cada uno a una suerte. Yo casi no hablé y Teté me
encontró mal. Entonces fue cuando dijo que a mí me tumbaba mi
alma, que me tenía miedo desde siempre porque ella sabía que yo
podía morir con solo decidirlo. Me estremeció y he estado pensando
mucho tiempo.

Cuando nos íbamos se adelantó conmigo y me dijo «¿Qué?, te duele


México, ¿no?» Como ves, esta mujer me desviste cada vez que le da la
gana y no pude hacer menos que sonreírme. Des... [Ilegible] de mi
madre e hice la canción. Una canción que voy a incluir en el disco
pequeño que estoy haciendo. Se llama [palabra borrada] «De la
ausencia y de ti, Velia». En cuanto esté el disco te lo envío. Si no está
antes de que vengas, te lo daré en la mano, en agosto, ese mes que he
comenzado a esperar desde anoche. No dejes de ser fuerte con
Leticia. Ella vale. Procura hacer que vaya al médico y que no cometa
el disparate de casarse o sucumbir con cualquier otro compromiso
que la invalide. Dale ánimos y fuerzas; transmítele tus firmezas, tus
ideas. En cuanto a ti, creo que es mejor no seguirte hablando por
esta vez. Nunca terminaría de decirte cosas que quizá se convirtieran
en monótonas de continuar. Cuando me quieras ver asómate a
cualquier palabra que te guste, a cualquier canción que recuerdes, al
dibujo que tienes sobre el infinito o al pequeño regalo que te hice
aquella noche en el Malecón y que puedes ver desde cualquier
ventana abierta. Cuando me quieras tocar, no cierres los ojos,
ábrelos más que nunca y auscúltate, revisa que todo está en su
puesto y que eres tú quien decide tus pasos. Aquí tienes el texto de tu
canción:

«De la ausencia y de ti, Velia»

Ahora solo me queda buscarme de amante la respiración,


no mirar a los mapas, seguir en mí mismo,
no andar ciertas calles
y olvidar que fue mío una vez cierto libro
o hacer la canción y decirte que todo está igual,
la ciudad, los amigos y el mar,
esperando por ti.
Sigo yendo a Teté semana por semana, te acuerdas de allá?
Hoy habló de fusiles despidiendo muertos.
yo sé que ella me ama, es por eso tal vez
que te siento en su sala aunque ahora no estás
y se siente en la conversación,
o será que tengo la impresión de la ausencia y de ti.
No quisiera un fracaso en el sabio delito que es recordar
ni en el inevitable defecto que es
la nostalgia de cosas pequeñas y tontas,
como en el tumulto pisarte los pies
y reír y reír y reír madrugadas sin ir a dormir.
Sí, es distinto sin ti. Muy distinto sin ti.
Las ideas son balas hoy día y no puedo usar flores por ti.
Hoy quisiera ser viejo y muy sabio
y poderte decir lo que aquí no he podido decirte,
hablar como un árbol con mi sombra hacia ti,
como un libro salvado del mar,
como un muerto que aprende a besar para ti.

[Ilegible] y está gustando. Me hubiese complacido [palabra tachada]


que fueras la primera persona en escucharla. En fin, que te mando
un besote del tamaño de lo que quiero verte y un abrazo a Lety. No
dejes de desear venir, por favor.

La sombra de una duda sobre mí se levanta cuando llega el arrullo de tu voz a mi oído; miedo
de conocerte; pero en el miedo hay tanta pasión, que me parece que ya te he conocido. Yo
adiviné el misterio cantor de tu garganta. ¿Será que lo he soñado? Tal vez lo he presentido:
mujer cuando promete y nido cuando canta; mentira en la promesa y abandono en el nido.
Quizá no conocernos fuera mejor; yo siento cerca de ti el asalto de un mal presentimiento
que me pone en los labios una emoción cobarde. Y si asoma a mis ojos la sed de conocerte,
van a ti mis audacias, mujer extraña y fuerte, pero el amor me grita: -¡si has llegado muy
tarde!...

También podría gustarte