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Fumando un asqueroso cigarrillo que un pequenio filtro apenas y lo hace siquiera soportable mi

subconciente solto sobre mi lo que venia tramando desde hace ratos, la madurez, siempre me
sentí inmaduro, fuera de lugar y casi infeliz, poco a poco me fui dando cuenta que cada persona
que pisa la tierra sufre tal síntoma, llamémoslo síntoma.

Comprendi por medios propios que nadie es especial, ni tu ni yo, que no tenemos un propósito
mas que el que decidamos imponernos, y que nuestra vida es lo que un grano de arena ante el
desierto de personas que van y vienen tras nosotros, si mucho nos destacamos podremos hacer
eco con nuestro nombre unos cuantos siglos mas alla.

El carecer de propósito, el que la vida carezca de el, me hizo pensar mucho tiempo: si no tengo
propósito da lo mismo si soy bueno o malo, si hago algo grande o me quedo tirado frente al
televisor y me conformo con lo que me toque, igual no hay ninguna meta, ningún premio, ni gloria
ni nada, somos apenas conciencias individuales a la deriba.

Auto instruido me percate tambien del desencanto de la personalidad, lo parecidas que son, el
cumplimiento del deber social, desde el conciliador que ejerce la mujer hasta el de hostilidad que
debe ofrecerse en ciertos casos, de como en estado natural tendemos a huir del conflicto, de la
poca autoconfianza que como virus podemos ver achacando 50 de cada 52 humanos, y de la
inmadurez, la vejes no fue jamas símbolo de madurez aunque muchos digan lo contrario, arrugado
nuestro rostro y despintado nuestro cabello podemos dar concejos sabios y útiles, podemos haber
aprendido a dominar el carácter y sortear ciertos periplos, podemos ser sumamente respetados
pero

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