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Sujeto de Nivel Medio Cecilia Vattimo 2B SP

Cuando me muera quiero que me toque cumbia

Para realizar el análisis de la novela sugerida vamos, a tomar del material referido por
la cátedra el vinculado a autoridad, marginalidad, drogadicción, violencia y tatuajes.
También se realizaran análisis de opinión sobre las costumbres y relaciones que se
presentan en el desarrollo de la obra.

A lo largo de la novela se describen diferentes realidades que hacen a la cotidianidad


misma de las personas que viven el día a día en un barrio precario del conurbano de
Buenos Aires. Si nos situamos a verlo desde el análisis del comportamiento, corremos
el riesgo de creer que estamos por fuera de esas realidades, que no nos tocan, que
solo son un “grupito de excluidos” con sus costumbres y lenguaje diferente; cuando en
verdad son un grupo de personas que viven en situación de emergencia y se
encuentran con una vida que no les brinda un lugar para insertarse, dejándolos al
margen de la vida en sociedad, pero no de la sociedad misma. Las miles y miles de
personas que integran las villas son parte de nuestra sociedad… esa parte que
creemos esconder pintando las casillas de colores para hacerlas lucir más pintorescas
en vez de resolver el qué problema habitacional que urge hace tanto tiempo y tantos
diferentes gobiernos llevaron la vista hacia otro costado. Por dejar de mirar algo no
vamos a lograr que deje de existir, quizás sea mejor idea comenzar a comprometerse
con esta parte de nuestra sociedad que hoy, siente que está mirando desde afuera.

Por haber nacido en un barrio del sur de la Ciudad de Buenos Aires tuve la
oportunidad de conocer bastante de cerca las villas y su gente. Cuando sos chico
pensas que todo es un juego, y también crees que no tener que ir a la escuela y tener
al papá todo el día en casa “está bueno”, parece divertido.

Empezas a crecer y la brecha se hace más grande. Ya no hay prácticamente nada en


común… sin embargo lo había ¿Será que en realidad todo sigue siendo igual y lo
único que cambió es el envase? Quizás sea verdad que yo me convertí en una
“careta” que va a la universidad o quizás también sea verdad que ellos viven
empastillados sin reconocer ni a su madre, pero ¿En qué momento cambiaron tanto
las cosas? ¿Qué pasó con ese grupo de chiquitos que jugaban todos por igual en la
vereda del barrio?

No es solo una sucesión de relatos, porque no es fantasía, representan el día a día de


una realidad que se desarrolla no mucho más allá de la General Paz, pegada a la “alta
burguesía” de barrios que rodeandose de paredones piensan que pueden evitar
entrarse de la forma en que se vive la vida real de cada día.

A continuación voy a describir, respetado el orden de los capítulos propuestos, mi


apreciación de los relatos que aparecen a lo largo de la novela.

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Cuando me muera quiero que me toque cumbia

Capítulo I:

En este capítulo se describe la figura de quién va a ser el gran protagonista del relato.
Es un “pibe chorro” de una villa de San Fernando, partido de Tigre, que es acribilladlo
por el gatillo fácil.

El Frente, como lo conocen todos en la villa, se describe como un chico de esos que
naturalmente se hacen que se hacen querer por todos, aunque haga macanas siempre
encuentra el modo de robar una sonrisa.

En este capítulo se describe la forma en que la policía lo acribillo, prácticamente por el


gusto de hacerlo, y la forma en que por su personalidad y sus valores humanos El
Frente se convirtió en una especie de “deidad villera” a la que le llevan ofrendas y le
realizan altares para que los ayude a esquivar las balas de la bonaerense.

Describen un tipo de persona con una alta calidad de códigos de conducta, solo que
estos son estipulados acorde a la realidad de la villa.

Al encontrarse excluidos de una realidad consumista que no les da oportunidad de


inserción encuentran la necesidad de formar una propia escala de valores. Como si
vivieran en una sociedad por fuera de la establecida, marcan parámetros de conducta
y educación que le permite ser considerados como un “ladrón con códigos” y no un
“atrevido”.

Se generan muchos lazos de respeto hacia sus amigos y familiares (particularmente


entre madres e hijos, que mantienen un vínculo muy estrecho y de entrega total)

Existen determinadas reglas que nunca se debería romper siendo parte de una
comunidad villera. Lo denomino como comunidad porque sus límites no están solo
impuestos por una delimitación arbitraria de calles, está ligado a todo lo que
representa formar parte del grupo, como una gran familia que se une para poder juntos
salir adelante.

La policía representa el “antihéroe villero” no solo porque en su labor intenta imponer


el orden que funciona en la sociedad como la conocemos, sino que también
representa a algunas fracciones de la fuerza que por sobornos, negocios ilegales o
puro desprecio utilizan y matan a los chicos de las villas según su conveniencia. Los
tratan con total desprecio, como si no fueran ciudadanos y no estuvieran trabajando
también, para ellos.

En el relato del asesinato del frente exhiben su cadáver sin respeto para amedrentar a
los presentes, sin importarles los sentimientos de sus amigos y familiares que estaban
sufriendo la pérdida de un ser querido.

Los chicos de las villas utilizan como distintivo que caracteriza el rechazo a la policía
un tatuaje de cinco puntos (como un dado) que representa el ataque de cuatro
“chorros” a un policía.

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Cuando me muera quiero que me toque cumbia

Cada uno que sufrió del maltrato policíaco o conoce a un caído en manos del gatillo
fácil se realiza este tatuaje a modo de identidad de grupo y pertenencia a una misma
realidad que los convoca. No se les permite integrar los círculos de la sociedad, y por
esto crean sus propios círculos con sus propias reglas.

No sé si sería prudente decir que están excluidos, quizás solo están insertos en un
grupo propio, diferente, que no se puede amoldar a las costumbres esperables en una
sociedad que se hace llamar civilizada.

Este grupo tiene sus propios códigos internos de lealtad y respeto. Está claro que no
considero correcto que se utilice el robo como medio de vida, pero si me resulta
interesante rescatar el fuerte lazo de valores que une a los pibes chorros entre sí como
comunidad y fuerza de lucha.

La letra de la canción que se transcribe (página 37) "cuando me muera quiero que me
toque cumbia" demuestra como la intención de salir adelante está siempre intacta y
aun cuando lo negarían, su intención está en cambiar su realidad.

Describe la situación de Facundo, un amigo del Frente. Quedó internado en un


instituto (Monseñor Ogñenovich) donde luego se comprobó que maltrataban menores.
Cuando matan al Frente ve la noticia en la TV y se reprocha no haber podido estar ahí
para “hacerle el aguante”. Las instituciones se muestran con una gran indiferencia, no
solo que no colaboran a la reinserción de los chicos, sino que los maltratan, creando
lazos de resentimiento que solo los llevan a volver a delinquir.

La madre del Frente, Sabina, siempre quiso sacarlo del mundo de la delincuencia y
reinsertarlo con un trabajo lícito. En el momento del asesinato de su hijo solo podía
sentir la necesidad de venganza, por saber que a su hijo lo habían fusilado sin más,
porque ya lo tenían “fichado”. De todas formas no permitió que crezca el revuelo
contra la policía porque le daba miedo que otra persona pueda salir lastimada en el
enfrentamiento, La policía los ve y trata como cosas, que les molestan y por eso ha
que sacarlas del medio, no pueden ver que dejando de lado las costumbres que
tengan, una madre que sufrió la pérdida de su hijo es siempre lo mismo, una persona
dolida.

Para retirar el cuerpo y poder realizar velatorio, tiene que hacer un trámite de cinco
horas, demora que pienso fue intencional para marcar aún más el desprecio. A uno de
sus amigos que está preso lo “gozan” diciéndole que mataron a su amigo por lo que
nos queda por pensar que no fue una necesidad, fue personal.

Capítulo II:

En este capítulo comienzan a describir los signos de pertenencia a la villa. La ropa,


los lugares que frecuentan, las bebidas que toman, pero por sobre todo su lenguaje.
Los códigos de la villa están fuertemente vinculados a un léxico propio que los
identifica y une como grupo. Se deja en claro que la villa no es solo un lugar donde
vivir, sino un lugar al que pertenecer.

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Cuando me muera quiero que me toque cumbia

Ir el fin de semana al “Tropitango” y tomarse una “jarra loca” resulta un elemento


ineludible del folclore villero.

Se cuenta la historia de Sabina, la mamá del frente. Tuvo una vida muy sacrificada
para conseguir estar más cerca de lo que representa la inclusión en la sociedad, con
un trabajo digno. Ella considera que esta situación de esfuerzo con el afán darles una
mejor vida a sus hijos fue la que la mantuvo muy ocupada y fuera de la casa y la llevó
a descuidar las juntas de los chicos y por eso terminaron vinculados a la droga y la
delincuencia.

Pienso que este concepto de malas justas resulta bastante difuso, porque la realidad
es que todos están “en el mismo bondi” y lo que los llevó hasta ahí no son ellos
mismos sino la realidad que los enmarcó.

Un chico llamado Manuel cuenta que se siente estigmatizado por la policía. Lo tornan
de violento y peligroso como si lo llevara en la sangre. La policía encasilla a todos los
pibes de la villa bajo un mismo concepto y sin importar lo que hagan o la situación en
la que estén, son tomados por peligrosos y separados.

El Frente se manejaba con un código de solidaridad con los integrantes de la villa.


Siempre que obtenía un buen botín, sin importar el destino que le dieran, el siempre
compartía con todos. Chaías, que es uno de los amigos del Frente, que obra como
sucesor de su estilo, comenta la pérdida de valores que sufrió la villa. Lo chicos de
menor edad que se inician en la delincuencia no respetan el barrio. Les roban a los
vecinos y no a los “que la tienen”

Al describir sus hechos, sus amigos dicen (casi como un epitafio) "generosidad con el
producto de sus robos y respeto por ser enemigo intransigente de la policía y villero
preservador de un orden informal"

Lo contario al estilo del Frente son los “ratas” o “rastreros” que roban en la misma villa,
a sus vecinos solo para conseguir una dosis más. Los encuentran traicioneros como
los policías.

Entre el grupo de “chorros” y el de “transas” mantienen diferentes códigos y se pelean


por imponerlos Los chorros piensan que arruinaron la villa con las pastillas, pero ellos
mismos las van a comprar por lo que entiendo que así como se odian, se necesitan.

Los transas, a diferencia de los chorros trabajan en conjunto con algunos policías
corruptos y acepan su protección.

El tripa representa la antítesis del Frente. Un transa “atrevido” y “buchon”. Ellos se


agarraban a tiros seguido, pero nunca llegaron a hacerse daño serio. Cada uno quería
imponer su orden y ser quién tenía el control de la villa.

Describen un robo realizado por el Frente a un camión de “la Seremísima”. Fue un


evento que signó el modo de ser que tenía con la villa. Les llevó yogurt y leche a
todos los chiquitos vecinos y se sintió orgulloso de ver que tenían algo bueno para
comer. Lo describen como si El Frente hubiera sido el “Robin Hood” de la villa.

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Cuando me muera quiero que me toque cumbia

Capítulo III:

Relatan algunas historias un grupo de chicas que todas fueron novias del Frente. Hay
una de ellas que se describe como su eterna enamorada, aunque hoy vive con
Chaìas, el amigo del Frente, ella nunca se pudo olvidar de él.

Hay una ex novia que no está presente, la critican porque piensan que es la única que
lo podía haber “recatado” y por no querer tener un bebe de él lo terminó de hundir.

Todas creen que tenía un gran corazón, pero estaba destinado a terminar de la
manera que terminó.

El padrastro de María, ex del Frente y actual novia de Chaías, El Chano es dealer, y


por lo tanto contrario a los pibes chorros. Es hermano de su padre de sangre. El
Chano traicionó a su hermano robándoles su mujer mientras estaba preso.

Existe algún tipo de exención que permite que en el caso que un hombre vaya preso
por un período largo, no está mal visto que se busque otro marido que la cuide, porque
si bien se habla de la traición del Chano, no se discute la decisión de su madre.

Paola, otra de las ex novias del Frente, está acusada del homicidio de su madre.
Cuando habla de Frente lo hace con ternura por los recuerdos que le dejó.

Capítulo IV:

Cuentan la historia de Simón. Es un chico con los mismos valores y conceptos del
Frente, de “la vieja escuela”.

Se expone cada vez más lenguaje propio de la villa.

Relatan un incidente en el que se provocó el homicidio de una nena que estaba


jugando en la vereda mientras dos bandas se tiroteaban por nada. Ven el homicidio de
la nena inocente como un "daño colateral". Si bien, están dispuestos a ayudan a los
chicos a la hora de los tiros, cuando “pinta embrollo” no cuenta nadie.

También exponen las peleas con los dealers. Manejan diferentes códigos y esto les
molesta.

Concluyen la conversación cayendo en cuenta que a pesar de todas las diferencias,


antes o después, van a ir a parar todos al cementerio.

Capítulo V:
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Cuando me muera quiero que me toque cumbia

Se relata la historia de Matilde. Ella vivía en una familia de clase media y hoy es una
cartonera madre de seis hijos, entre ellos Simón.

Cuando era una adolecente se escapó de su casa y eso la llevó a hacer los más
variados recorridos, conociendo diferentes culturas.

Su familia es de Olavarría. Cuando ella y sus hijos se mudaron a Olavarría tuvieron


una vida recta, pero al volver a la villa otra vez se encontraron con el estilo de vida
típico.

Ella y su familia comenzaron a “cirujear” en la época de los ´90, cuando la opulencia


de las familias acomodadas se distanciaba notoriamente en comparación a la miseria
que se vivía en las villas. Primero lo hacían porque las cosas que encontraban eran
buenas y les servían en su casa, después se convirtió en un modo de vivir.

Hablan con un fuerte resentimiento de las clases medio altas de Belgrano. Se sienten
ajenos a esa realidad social que los discrimina y los deja excluidos.

Relata las travesuras de sus hijos comparadas con los problemas que luego iban a
tener con los policías. Minimiza los hechos como si solo fueran travesuras pero Simón
es un pibe chorro más.

Uno de sus hijos (Adrián) no está en el robo. Cuenta un accidente que tuvo en el tren
blanco (que es el reservado para los cartoneros). Explica las condiciones precarias en
las que se encuentra ese tren destinado al uso de los cartoneros. Inicialmente, que los
envían en un vagón separado para no “molestar” a los demás pasajeros. Una vez más
aparece el concepto de esconder las diferencias que incomodan, como si este fuera el
modo de solucionarlos.

A Simón le permiten salir del instituto para ir a visitar a su hermano. El empleado


judicial muestra empatía con el sufrimiento de la madre y entiende que no va a
aprovechar la desgracia para escaparse, porque esto va contra sus códigos.

Las madres cuentan las experiencias de las primeras veces que sus hijos cayeron
presos... se van acostumbrando dicen. Primero pensaban que les hacían un bien
dejándolos encerrados, tenían la esperanza que los psicólogos los ayuden, pero luego
se fueron dando cuenta que solo los hacinan y los empeoran.

Cuentan anécdotas en las que los chicos son tan compinches entre sí que cuando
arrestaban a uno el compañero pedía que también lo lleven, para hacerle “el aguante”.

Matilde le pide a Marga (la Mai umbanda de la villa) que haga un ritual sanador para
Adrián. Lo realiza hablando un portuñol cuestionable, pero todos creen en ella y su
poder. Aun con lo grotesco del espectáculo, Marga es referente al momento de realizar
un pedido para que “las balas de la bonaerense doblen”.

Simón y el periodista quieren tomar un remis para ir a ver a Adrián al hospital. En la


remisería (con o sin razón, es discutible) no quieren llevarlos por miedo. Queda
evidenciada la estigmatización que sufren.

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Cuando me muera quiero que me toque cumbia

Capítulo VI:

Cuenta la historia de Brian, que es la nueva generación de pibes chorros del barrio. No
tiene códigos, les roban a los vecinos en el mismo barrio.

Cuentan que por estar desorbitado por las pastillas intento robarle a Sabina. Cuando
se dio cuenta que era la madre del chico que veneraba como a un santo, se sintió
pésimo y no paraba de pedir perdón.

Al igual que todos los chicos, admiraba al Frente y al “peso de su zapatilla de pibe
chorro” pero no continúa con sus valores.

Describen como es el altar del Frente en el cementerio. Uno de los chicos (Tinchi)
plantea (casi como una reflexión) que ineludiblemente todos van a terminar en ese
mismo cementerio. Se pregunta cuál será el lugar que le toque… como un destino
final.

Aun después de todo lo compartido al periodista lo ven como un ajeno. Lo respetan y


han ido creando un vínculo, pero no es uno de ellos.

Mauro fue el maestro y mentor del Frente. Se estaba recuperando de una operación
de peritonitis. Tiene HIV. Es el novio de de Nadia, hermana de Brian, el chico que está
desbocado por las pastillas. Comentan que en el barrio ya no hay respeto y que los
chicos empastillados no reconocen ni a su madre. Ya no se respetan ni los códigos
internos.

Capítulo VII:

La Mai explica que los chicos de la villa se mueren jóvenes porque llegan muy puros.

Daniel (el hijo de Matilde) era cartonero y sus tres hermanos ladrones. La Mai explica
que muchas veces para mantener el equilibrio los buenos pagan por los malos.

Roberto Sanchez (Pupi) Llevaba un registro escrito donde figuran los nombres de los
pibes que habían matado en su cuadra (Más de 20). Lo hacía a modo de homenaje.
Guardaba recortes de diario. Cuenta que todos los fallecidos eran todos pibitos. Se los
arrebata el gatillo fácil y ellos no pueden hacer nada para ayudarlos.

Vincula las muertes a las malas compañías, la falta de afecto, y la miseria que invadió
a los barrios, pero principalmente a las drogas.

Antes en las familias robaban solo los más adultos, ahora la miseria es tan atroz que
tienen que salir todos. Muchas de las madres, cansadas de combatir la mala vida de
sus hijos deciden apoyarlos y ayudarlos a que no mueran en manos de la policía.

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Cuando me muera quiero que me toque cumbia

Describe la muerte de Fernando Vargas y la del hijo de la Mai. El chico no estaba en el


robo. Ella encontró refugio en la religión. En ese momento fue cuando ella se convirtió
en umbanda.

Mai es la memoria del barrio. Al Pai Atilio de Martinez fue quén la inició. Se bautizó
con una Mai "Tia Rina". Es otro submindo dentro de la villa que da esperanza y fe.

San Jorge (Pai Ogun para los umbanda) es patrono tanto de ladrones como de
policías. Es u poco confuso pensar que puede proteger a los dos bandos, pero todos
creen en su justicia. A modo e ofrenda le entregan productos obtenidos del robo.

Capítulo VIII:

Realiza la ansiada entrevista con Mauro, el protector y referente del Frente

Es sabido que a los foráneos les niegan algunos datos, pero Mauro está decidido a
compartir sus experiencias con el periodista.

Cuenta historias sobre lealtades y códigos carcelarios, que son similares a los
referidos en la villa. El piensa que en la cárcel se vive un mundo de fantasía, porque
no se enteran de nada, y solo se vive de ilusiones de ilusiones, e planear todo lo que
van a vivir cando logren salir. Comenta en tono anecdótico que cuando ingresó a la
cárcel en su última detención todavía se utilizaba como moneda el austral y cuando
fue liberado ya estaba vigente el peso. Su novia, Nadia, tuvo que enseñarle a viajar en
colectivo porque no sabía usar la máquina expendedora de boletos.

Comenta que la inseguridad que se vive hoy perjudica también a los ladrones. Hoy
salir a “trabajar” les implica otros riesgos.

Recuerda una vez que el Frente cayó preso Sabina pidió que cuiden para que no se
escape, pensando que se adentro se podía recuperar, pero después se dio cuenta que
no lo ayudaban y lo maltrataban. Las instituciones lejos de brindar ayuda a la
recuperación, solo empeoran a los chicos. El frente aprendió rápido como manejarse
para poder salir rápido del instituto, sabía cómo hacer “buena letra”.

El frente salía a robar solo y compartía todo lo que traía con la gente de la villa. Habla
sobre la fraternidad que se genera entre los chicos de la villa. Si uno está en peligro
acuden como sea a ayudarlo para que no caiga ni lo maten.

Cuenta que las nuevas generaciones ya no manejan esos códigos. Cuenta que
mataron al más grande los sapitos. (Había dejado a Brian solo con el juez de
menores). Ya no se acompañaban como colegas.

Mauro en la actualidad está retirado del delito, trabaja como chofer en una remisería.
Aunque tiene un trabajo lícito se sigue sintiendo parte de los códigos de la villa.

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Capitulo IX:

Nos cuenta la historia de Nadia, novia de Mauro y hermana de Brian.

Proviene de una clase media venida abajo. Son nueve hermanos, varios muertos por
la policía otros presos, y ella con HIV, contagiado de a propósito por Mauro (aunque el
lo niega). Si bien Lo odia por haberla “arruinado” tanto así lo ama y acompaña.

Mauro ayudó a su hermano Toti mientras estaba preso, era el protector de los pibes
del barrio dentro de la cárcel. Luego terminó muerto por una trampa de la policía. Se
deja claro los arreglos que hay entre los “transas” y la policía. El que molesta a un
dealer, termina muerto. Critican a “la Gladis” por haber metido las pastillas en el barrio.

Toti soñó que le advertían que lo iban a matar, mientras tanto a su mamá se lo
advirtieron en serio... A los días en un robo lo fusilo la policía. Los vecinos comentan
que lo entregaron sus propios compañeros de robo, a pedido de Gladis.

Al final del relato se cuenta que mataron “al Tripa” eterna antítesis del Frente… se
concretó al venganza pero la guerra recién empieza.

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