Buenos
Buenos Aires,
D i a r i o
FILOSOFÍA DEL DERECHO 34
DIRECTOR: Héctor H. Hernández / SUBDIRECTOR: Camilo Tale / SECRETARIO DE REDACCIÓN: Ramiro Dillon / SUBSECRETARIOS DE REDACCIÓN: Martín Miguel Monedero (Buenos Aires) - Fernando Bermúdez (Mendoza)
CONSEJO ACADÉMICO: Sergio Raúl Castaño - Ricardo Dip (Brasil) - Daniel Alejandro Herrera - Félix Adolfo Lamas - Carlos Ignacio Massini Correas - Silvio Pablo Pestalardo - Jorge Guillermo Portela -
Siro M. A. De Martini - Eduardo Martín Quintana - Horacio Sánchez de Loria Parodi - Ricardo von Büren - Rodolfo Vigo
Derechumanismo colonial, un frenazo de Corte
y treinta y cuatro diarios de Filosofía del Derecho
Si viera usted las palabras catástrofe de los borroneos
de este Directorial, que siempre es primero en la intención
pero último en la ejecución, exudando negatividades…
Pero en el ínterin preparatorio de esta edición, parece que
el derechumanismo antisoberanía representado por un tri-
bunal que pretende la Suma del Poder sobre más de veinte
Estados desvirilizados ha recibido un imprevisto frenazo
bueno en el fallo de la Cor-
te Suprema (que quiere ser
suprema; ¿o no?) argentina
(que querrá graduarse de
tal defendiendo el bien co-
mún paisano, con soberanía
debida; ¿o no?) en la causa
llamada “Fontevecchia”.
Debe haber un Poder
X muy fuerte detrás de es-
te orden nuevo porque de
otro modo es inexplicable
que se haya podido aprobar
hasta ahora, por parte de
jueces argentinos putativa-
mente y normativamente
supremos y por los sumi-
sos juristas comentadores
“copypegue”, el golpe de
Estado de papel que dio la Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos (Corte IDH) a partir de la causa “Gelman
c. Uruguay”, aceptado por la nuestra a partir de “Giroldi”,
pretendiendo que sus resoluciones obligan no solo en la
causa en que son jueces y a las partes con las que tienen
competencia, sino a todos los poderes de 20 y tantas co-
lonias: erga omnes. Hasta el extremo de ejercer un preten-
dido hiperpoder constituyente de iniciativa obligante con
una república vecina, para favorecer la libertad licenciosa
de atacar los derechos humanos del pueblo cristiano chi-
leno cuando se blasfema a Cristo. (Por si el lector no sabe
–¡creer o reventar!–, Chile se allanó al poder de facto y
reformó nomás su Constitución). ¿Hay un derecho divino?
Este derechumanismo antisoberanía no respeta el prin-
cipio rector del actual derecho público internacional po-
sitivo (Carta de la ONU, declaraciones de la Asamblea
y doctrina fija; subrayado “positivo”), que es la igualdad
soberana de los Estados. Y hay un derecho humano (esto
es natural) al respeto de la legalidad jurídica positiva. Pe-
ro ¿no nos decían, redecían y amenazaban con que ahora
los pactos internacionales tienen jerarquía constitucional,
y no nos amedrentan con la vaina de que la Argentina de-
bía acatar lo que venga so pretexto de que nos aplicaran el
cuco de la responsabilidad internacional? Ahora bien, si
CUENTA Nº 13.547
la Carta de la ONU tiene jerarquía constitucional argenti-
na positiva, el principio de derecho natural de la sobera-
nía argentina encuentra entonces reconocimiento positivo
En este número:
• Diálogos con Sergio Tapia sobre organismos internacionales antisoberanía, pág. 2. (En el próximo número 35 del DFD los Diálogos
serán con Orlando Gallo sobre neoconstitucionalismo, orden natural y cristiano y soberanía).
CASA
ARG
• Retrocesos del Laicismo (sección Cristiandad, pág. 13) y de la cultura de la muerte (sección Herodianas, pág. 24).
C
Aires, lunes
viernes
24Xde
dejulio
juliode
de2017
2017 •• ISSN
ISSN1666-8987
1666-8987 •• Nº 00.000 •• AÑO
d e D o c t r i n a y J u r i s p r u d e n c i a
AUTORIDADES
y nuestra ley suprema (repito por quinta vez la palabra)
positiva (y subrayo positiva) son las declaraciones de la
Independencia del 9 y 19 de julio de 1816. Así de claro.
Y así con Perú, y así con Chile… Cuestión de derecho
positivo…
Si usted celebra locación inmobiliaria y, además de fa-
cilitarle un inmueble como se contrató, el locador preten-
de dirigirle la vida y no le
quiere dejar ver los partidos
que juega Boca o los festi-
vales de Jesús María por
TV u otras arbitrariedades
por el estilo, aunque el tipo
redacte y firme y publique
un papelucho que llame
y rellame sentencia, ¿qué
abogado consultado no le
diría que eso es un disparate
jurídico al que no hay que
darle ninguna importancia?
“El cauce de la locación son
las normas, mi amigo…”.
Pues bien, la Carta Or-
gánica de la Corte Intera-
mericana fue la norma que
estableció la vía legítima de
su competencia y actuación. Dispone que los Estados co-
laborarán en la ejecución de las sentencias cuando fueren
partes (art. 68.1, Convención Americana), como se explica
en “Leído para Usted” y como venía sosteniendo la Corte
IDH antes de animarse a su golpe de Estado usurpatorio.
Si, por el abecé de la teoría general del derecho, la juris-
dicción de un juez dimana de la norma de su creación,
querer ir más allá es incurrir en el dislate jurídico de asu-
mir un poder constituyente por sí y ante sí que nadie le dio.
Y hay antes un argumento previo de teoría general, que
nos dice que ser juez no implica ser legislador ni tribu-
nal de casación… Así de sencillo. ¡Y tanto que aturden los
juristas “copypegue” con la división de poderes! Pero, a
pesar de tanta evidencia del error, la cosa se abstractiza, se
pedantiza, se etiqueta como algo que “la doctrina discute”,
a lo que se añade, con apariencia de fría neutralidad, que
en realidad vendría a haber “dos posiciones”, sin dejar de
decir que a una de ellas el Gran Poder X la mira mal…, y
poco a poco se va creando ambiente para decir que “la po-
sición hoy dominante” es… justamente, ¡qué casualidad!,
la que conviene al Poder X y que él impone, y así se va in-
sinuando e imponiendo paulatinamente, con más amenazas
y sofismas que razones, el argumento mundialista, con una
capa de esnobismo jurídico que facilita el tránsito a la doc-
trina políticamente “correcta” que hace posible la opresión,
todo como con un dejo de cosa incompleta y provisoria y
buenos modales, no sea cosa que la tortilla se dé vuelta, to-
Nº14.229 AÑO LV
LI • ED 273
Director:
Guillermo F. Peyrano
Consejo de Redacción:
Gabriel Fernando Limodio
Daniel Alejandro Herrera
Nelson G. A. Cossari
Martín J. Acevedo Miño
CONTENIDO
DIRECTORIAL
Derechumanismo colonial, un frenazo de Corte y treinta y cuatro
diarios de Filosofía del Derecho.................................................. 1
DIÁLOGOS
Con Sergio Tapia....................................................................... 2
FILOSOFÍA DEL DERECHO
Supremacía de la Constitución y de sus órganos frente a una centra-
lización jurídica en crecimiento, por Carlos Gabriel Arnossi......... 5
POLÍTICA
Apostilla sobre una errónea fundamentación del control de conven-
cionalidad (Respuesta a Sagüés), por Sergio Raúl Castaño........... 6
POLÍTICA. LEÍDO PARA USTED
1) El pensamiento de Alfredo Vítolo; 2) La posición del Dr. Carlos
Fayt (voto en disidencia en causa “Simón”, Fallos: 328:2056)....... 7
POLÍTICA
Yrigoyen y la Sociedad de las Naciones, por Rogelio Alonso........ 8
JUSTICIA Y DERECHO PROCESAL
Elementos del proceso penal en Santo Tomás de Aquino, por Miguel
J. R. de Lezica ......................................................................... 10
BIODERECHO
Entre la autonomía y el bien. Proyecciones jurídicas de un debate
bioético, por Mario Caponnetto................................................ 12
LA CRISTIANDAD
Polonia y el reconocimiento del Reinado de Cristo..................... 13
FILOSOFÍA DEL DERECHO
Derecho constitucional y moral pública (art. 19, CN escrita) - comen-
tario a fallo. La justicia al desnudo, por Carlos A. Haddad y Yamila
E. Juri...................................................................................... 14
NOTAS
Argentinos ilustres: Homenaje incompleto a un intelectual comba-
tiente Alberto Caturelli.............................................................. 15
Enseñanzas de Juan Claudio Sanahuja, intelectual combatiente.. 15
80 años de una encíclica condenatoria del nazismo, por DFD..... 16
NOTICIAS. JORNADAS. CONGRESOS
Centro de Estudios Políticos - UNSTA, San Miguel de Tucumán.... 17
Díaz Araujo en la Academia del Plata....................................... 17
Asociación jurídica “Santo Tomás de Aquino”............................ 17
Semana tomista....................................................................... 17
Seminario permanente de Filosofía del Derecho y Formación del
Pensamiento Jurídico Riguroso, Universidad FASTA, Tandil.......... 17
BIBLIOGRÁFICAS
Riofrío Martínez-Villalba, Juan Carlos, Metafísica jurídica realista,
por Eduardo Martín Quintana.................................................. 18
Danilo Castellano, Martín Lutero. El canto del gallo de la Moderni-
dad, por Juan Fernando Segovia.............................................. 19
Repetto, Alfredo L., El acto culpable: el dolo y la culpa como sus
formas, por Daniela Picart........................................................ 20
Sanmartín Fenollera, Natalia, El despertar de la Señorita Prim, por
Graciela B. Hernández de Lamas............................................. 21
Díaz Araujo, Enrique, Del Laicismo del ‘80 a la Reforma Universita-
ria del ‘18, por Claudio Rossi................................................... 22
Iturralde, Cristian Rodrigo, El libro negro del INADI o la policía del
pensamiento, por Enzo Di Fabio................................................ 23
HERODIANAS
Dos duros golpes argentinos a la fecundación in vitro, por Pedro
José María Chiesa................................................................... 24
 2 Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017
no juicioso que evita reacciones opuestas más fuertes. Si no
hubiera algo cultural-religioso-económico muy pode­roso
detrás, evidentemente, como denunciaba el P. Sanahuja
(v. Argentinos ilustres en el cuerpo de este ejemplar), al
bodrio jurídico se lo llamaría jurídico disparate.
Pero el coraje habitualmente ausente en la clase jurídica
argentina (y en la Occidental, según puede leer el lector
con Solzhenitsyn en los zócalos 4 a 6) apareció por un
momento como un relámpago para hacer valer el elemen-
tal derecho humano verdadero de los Estados a su inde-
pendencia, en ese frenazo que ya les dije, propinado por
una Corte a la otra. Deseamos que sea el comienzo de un
camino de dignidad judicial argentina soberana… Cues-
tión de derecho natural…
Precisamente en este número, un experto, abogado de-
fensor del Perú, nos explica el sentido de la política de
Con Sergio Tapia
Organismos internacionales antisoberanía
El Dr. Sergio Tapia, jurista peruano, exhibe como cre-
denciales que nos incitan a dialogar, su conocimiento doc-
trinal de la cuestión que está en debate y el haber litigado
10 años en la Corte Interamericana como abogado de la
hermanísima República sanmartiniana del querido Perú.
Gobierno mundialista
Diario de Filosofía del Derecho (DFD): Dr. Tapia,
para hablar de la Corte Interamericana, hay que hablar
de la OEA, pero esto no se puede sin perspectiva histórica.
Dr. Sergio Tapia (ST): En el siglo pasado, luego de
cada una de las dos guerras mundiales, por las consecuen-
cias políticas que cada una de ellas causó, principalmente
en Europa y América, debido a sus concepciones ideoló-
gicas, los vencedores en ambas conflagraciones diseñaron
un nuevo orden político: en lo nacional, la “democracia”
como única forma legítima de gobierno; y en el plano in-
ternacional, una reforma del derecho público internacional
para un “gobierno mundialista”.
Luego de la Primera Guerra Mundial, las monarquías
desaparecen como formas de gobierno efectivas e interna-
cionalmente se crea la Sociedad de las Naciones (común-
mente conocida como la Liga de las Naciones), un dibujo
aún incompleto del orden mundial aspirado, del cual solo
quedó vigente la Corte Internacional de Justicia en La Haya.
En tanto que, tras el término de la Segunda Guerra
Mundial, el gobierno mundialista se diseñó al servicio de
los vencedores, mediante la Organización de las Nacio-
nes Unidas (ONU). La que desde su constitución, bajo el
término “democracia”, pretende legalizar tanto el sistema
republicano liberal como al totalitarismo comunista. Este,
cínicamente se autodenominó “democracia popular”, fra-
se que se ostentaba en las denominaciones estatales. Una
legalización de tiranías sangrientas, gracias al relativismo
y ambigüedad de las palabras “democracia” y “elecciones
periódicas”, vaciadas de conceptos doctrinales y frecuen-
temente usadas en los documentos internacionales con los
que se organizó el nuevo poder político mundialista.
Dada la bipolaridad ideológica en la que nacía el nuevo
poder global, para complementar el empoderamiento de
los centros de poder mundial (Washington y Moscú), se
crearon organizaciones político-económico-militares, unas
por continentes y otras por grupos de países de un mismo
continente o intercontinentales. Para los países bajo la ór-
bita de influencia demoliberal: en Europa la Comunidad
Económica Europea y la OTAN (a la que desde su origen
pertenecieron Estados Unidos y Canadá); en América, la
Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Junta
Interamericana de Defensa (JID). En tanto que, para los
países bajo la órbita de influencia marxista, la organiza-
ción militar-económica fue el Pacto de Varsovia, y el Con-
sejo de Ayuda Mutua Económica (COMECON, en español
CAME) para estados de orientación marxista de Europa,
América, Asia y África, o al menos con inclinación favo-
rable al socialismo marxista por parte de sus gobiernos de
“No tardará en proclamarse una nueva religión que, a la vez que exalte la lujuria, prohíba la fecundidad” (Gilbert Keith Chesterton).
la Corte Interamericana, que nos lleva a pensar si no es
mejor denunciar todos estos tratados de derechumanismo
colonial, y ponernos a la altura de los Estados Unidos,
habitualmente gestor de estos desaguisados, que ni loco
firma las adhesiones que deja para las naciones débiles;
Carlos Arnossi devela el susodicho frenazo; el especia-
lista Sergio Castaño impugna a un prestigioso consti-
tucionalista defensor del Nuevo Orden; Rogelio Alonso
recuerda “la doctrina argentina”, que la Corte invocó, la
misma que quedó clásica del juez Fayt en su disidencia en
“Simón” y que se sintetiza exhibida también en una puesta
política difícil y exitosa de Hipólito Yrigoyen, argentinazo
en el tema; “Leído para Usted” ofrece literatura coadyu-
vante; y recordamos a Caturelli, patriota ilustre que nos
hubiera apoyado, como apoyaba siempre la defensa de la
soberanía argentina y el rechazo de la perversa ideología
D I Á L OGOS
turno, lo que explica la pertenencia que como observado-
res tuvieron México y Finlandia.
DFD: ¿Qué relación hay entre el nivel regional y el
mundial?
ST: Los dos niveles de la estructura política internacio-
nalista, el mundial o universal y el regional o intercontinen-
tal, son duplicaciones del poder mundialista, cuyo origen
está en el reparto mundial de influencias que los vencedo-
res de la Segunda Guerra Mundial resolvieron entre sí, tres
meses antes de terminar las hostilidades, en la Conferencia
de Yalta (Crimea, URSS) de febrero de 1945. La duplica-
ción explica por qué se repiten los mismos contenidos en
las declaraciones y tratados, como se observa en la materia
de derechos humanos: declaración universal y las decla-
raciones regionales como la americana; los protocolos en
materia de derechos humanos por la ONU de alcance uni-
versal y las convenciones regionales europea, americana y
africana de alcance continental o regional, etcétera.
Algunos tratados que imponen obligaciones a los Es-
tados incorporan estipulaciones de control, supervisión y
hasta de instancias judiciales para determinar las respon-
sabilidades estatales por incumplimiento de obligaciones
internacionales. La materia derechos humanos que trata
de las obligaciones del Estado frente a las personas indivi-
dualmente consideradas no se ventilan en la Corte Interna-
cional de Justicia de La Haya, por haber doctrina imperan-
te de no considerar a las personas humanas individuales
como sujetos de derecho internacional público. Hay una
variedad de opciones para la solución de conflictos, desde
organismos que ofrecen mediación o formulan recomen-
daciones a los Estados, hasta cortes o tribunales que emi-
ten sentencia de obligatorio cumplimiento por parte de los
Estados.
Curiosamente, a escala universal por parte de la ONU,
la observancia de las obligaciones en materia de derechos
1. Ideología de género. Profecía
de género que anima a la susodicha Corte Interamericana,
por una vez bien frenada.
“Cristiandad” se enriquece con la noticia de dos consa-
graciones políticas, polaca y ucraniana; en “Bioderecho”
debuta un experto; vuelve el P. Chiesa en “Herodianas”; y
todo empieza por los Diálogos con el experto peruano que
ya les presenté.
Hasta el número 35, si Dios quiere.
Héctor H. Hernández
Director
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - DERECHOS HUMA-
NOS - CORTE SUPREMA DE LA NACIÓN - ORGA-
NISMOS INTERNACIONALES - CONSTITUCIÓN NA-
CIONAL - ESTADO NACIONAL - DELITOS DE LESA
HUMANIDAD - TRATADOS INTERNACIONALES
humanos por parte de los Estados ha sido confiada solo a
organismos que formulan recomendaciones. En tanto que
a escala continental, como lo es en Europa y América,
la supervisión internacional de las obligaciones estatales
en derechos humanos está a cargo de cortes o tribunales
internacionales que emiten sentencias de obligatorio cum-
plimiento.
Hispanoamérica
DFD: Por lo que nos toca a los hispanoamericanos…
ST: A nuestros países de Hispanoamérica las regulacio-
nes interamericanas en derechos humanos se supervisan
por dos organismos pertenecientes a la OEA, la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH).
La CIDH con sede en Washington (Estados Unidos)
ejerce una diversidad de facetas, según las facultades que
le confieren los diversos documentos internacionales des-
de su creación en 1959, con la Convención Americana so-
bre Derechos Humanos, la CIDH tiene una duplicación
de funciones: por un lado, es un organismo de concilia-
ción y mediación entre el Estado y la persona agraviada en
sus derechos humanos, ofreciendo soluciones amistosas y
concluyendo su intervención con recomendaciones; y por
otro, la CIDH se constituye como el Ministerio Público
de la Corte IDH, su rol es de demandante contra el Estado
que no cumplió con sus recomendaciones. No necesaria-
mente toda recomendación no cumplida es objeto de de-
manda; solo las que la CIDH considera pertinentes, que
tienen una significación porcentual bajísima, y más bien
de los casos demandados afloran tendencias ideológicas,
como la persecución judicial a los Estados que vencie-
ron al terrorismo de impronta comunista y lo relativo a la
ideología de género.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos
DFD: Y la Corte (Corte Interamericana de Derechos
Humanos, que no es lo mismo que la Comisión Interame-
ricana de Derechos Humanos), ¿qué orientación exhibe?
ST: La Corte IDH con sede en San José (Costa Rica)
ejerce sus funciones judiciales como intérprete de los tra-
tados de derechos humanos. En la práctica solo examina
los casos que la Comisión IDH demanda, aunque teórica-
mente podría haber demandas entre Estados, pero ninguna
se ha producido desde 1979, año en el que este órgano
judicial interamericano dio inicio a sus funciones.
Lo real es que las personas hacen las instituciones, y
no es tan cierto que las persones pasen y las instituciones
queden. En el caso de los organismos de derecho público
internacional, en materia de derechos humanos, hemos ob-
servado que su valía, independencia o autonomía funcio-
nal, y su no menos importante honestidad ética y jurídica
en la adopción de sus decisiones, la impronta ideológica
de sus integrantes señalan el carácter de esos organismos.
En los últimos 30 años de funcionamiento, hemos sido tes-
tigos de un copamiento constante y sostenido en la institu-
cionalidad de escala universal y regional-americana por
personas motivadas por la ideología marxista. En contras-
te, es notorio el desinterés en esos cargos por personas de
 Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017 3

FILOSOFÍA DEL DERECHO

Supremacía de la Constitución y de sus órganos
frente a una centralización jurídica en crecimiento
I distribución de competencias ha sido desplazada de la aten-
Introducción
Con el neoconstitucionalismo(1), la preocupación por la
organización político-constitucional o por los problemas de
[N. de la R.: Sobre el fallo “Fontevecchia”].
(1) Sobre este tema, ver el certero artículo de Dip, Ricardo, Os di-
reitos humanos do neoconstitucionalismo: Direito Natural da pós-mo-
dernidade?, Brasil, en Aquinate Nº 17, 2012, págs. 13/27 (http://
www.aquinate.net/revista/edicao_atual/Artigos/17/C.Aq.17.Art.Dip.
págs.13-27.pdf, consultado el 3-12-12). También son de utilidad los
siguientes trabajos publicados en nuestro país: Bandieri, Luis M., Notas
al margen del neoconstitucionalismo, Buenos Aires, EDCO, 2011-302,
y del mismo autor, En torno a las ideas del constitucionalismo en el
siglo XXI, en Estudios de derecho constitucional con motivo del Bicente-
nario, Eugenio L. Palazzo (dir.), Buenos Aires, El Derecho, 2012, págs.
34/51; Vigo, Rodolfo L., Neoconstitucionalismo y realismo jurídico
por Carlos Gabriel Arnossi
UCA Buenos Aires - UCALP
ción de los especialistas y de muchos hombres de poder. El
interés ha pasado a los derechos. El “derecho de los dere-
chos” ha absorbido a la organización política. El derecho
constitucional parece haber cambiado su objeto, de la orga-
nización del poder, de la distribución de las competencias,
a los derechos individuales o a su protección. Y este hecho
ha tenido su manifestación en la vida jurídica, particular-
mente en la jurisprudencia, como se verá a continuación.
clásico como teorías no positivistas (coincidencias y diferencias), ED,
246-660; Santiago, Alfonso, Neoconstitucionalismo, Sesión privada
del Instituto de Política Constitucional del 3-4-08, Academia Nacional
de Ciencias Morales y Políticas, Buenos Aires, http://ancmyp.org.ar/
user/files/02neoconstitucionalismo.pdf (consultado el 3-12-12); y Ga-
llo, Orlando J., ¿Activismo o metamorfosis de la función judicial?, en
Estudios de derecho constitucional…, cit., págs. 413/437.
II
La obligatoriedad de seguir a los órganos
­interamericanos de derechos humanos
Muy poco después de dictada la resolución en autos
“Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto s/informe
sentencia dictada en el caso ‘Fontevecchia y D’Amico vs.
Argentina’ por la Corte Interamericana de Derechos Hu-
manos”, Alfonso Santiago (h.) escribió que el fallo del
Máximo Tribunal “[h]a sido una clara toma de postura ins-
titucional que limita en parte la amplia apertura al derecho
internacional de los humanos (sic) que la jurisprudencia
del tribunal había iniciado hace ya veinticinco años, con el
dictado del caso ‘Ekmekdjian’ en 1992”(2).
Es sabido que en 1994 se introdujeron en la Constitu-
ción federal de la República Argentina una serie de instru-
mentos internacionales de derechos humanos a los que se
les otorgó jerarquía constitucional a través del art. 75, inc.
22, que habilitó la posibilidad de que el Congreso Nacio-
nal incorporara posteriormente otros, como de hecho se
(2) Santiago, Alfonso (h.), ¿Desobediencia debida? ¿Quién tiene
la última palabra?, Buenos Aires, La Ley, 23-2-17, pág. 20.

ideología demoliberal, así como la deserción de personas
portadoras de los valores cristianos, que podrían enrique-
cer y enmendar la concepción de los derechos humanos.
La CIDH y la Corte IDH están identificadas con
la ideología marxista replanteada por la Escuela de
Frankfurt y la postura gramsciana y han favorecido
la disolución de la familia, de la autoridad estatal y
favorecido a las guerrillas, el terrorismo y la ideolo-
gía de género.
Ideologías de base
DFD: Lo primero en todo es el fin.
ST: La finalidad de la OEA fue sujetar a los países de
América (específicamente a los hispanos, caribeños, an-
gloparlantes y francófonos, así como el lusófono) al domi-
nio de la ideología capitalista demoliberal expresada me-
diante los intereses norteamericanos para este continente.
Esta impronta ideológica se verificó con la expulsión de
Cuba en 1962, decisión que se fundamentó por la adhesión
al marxismo-leninismo, por considerarse incompatible con
este sistema de organización política interamericano.
La CIDH y la Corte IDH conforman “el sistema de
protección de los derechos humanos en América”; velan
para que los Estados cumplan las obligaciones derivadas
de los tratados interamericanos que han aprobado, pero
la interpretación queda en manos de los integrantes que
conforman estos organismos de una sola instancia (siete
miembros en cada uno). Los que identificados con la ideo-
logía marxista replanteada por la Escuela de Frankfurt y
la postura gramsciana han producido los siguientes efec-
tos: por parte de la CIDH, una infinidad de informes de
análisis y de recomendaciones a los Estados, y por parte
de la Corte IDH, sentencias contra los Estados que han
desdibujado los derechos humanos auténticos, debido a las
deformaciones ideológicas con las que se guían para inter-
pretarlos de manera disolvente y subversiva de la persona,
el matrimonio, la familia, la sociedad nacional, el rol de la
autoridad del Estado, la legitimidad de las guerrillas, del
terrorismo y de la ideología de género.
Podemos afirmar, entonces, que la finalidad originaria
demoliberal no se cumplió y se sustituyó eficazmente por la
ideología socialista de inspiración neomarxista no leninista.
DFD: Llama la atención la poca representatividad que
tiene la Corte, comparando quiénes la designan y quiénes
designan a los miembros de una Corte nacional.
ST: Son 34 los Estados en América, de los cuales 23
Estados han aprobado el tratado que crea la Corte IDH,
pero 22 reconocen su competencia.
La Corte IDH se compone de siete miembros. Es un
órgano judicial de única instancia. Los jueces no laboran
de manera permanente sino por períodos de sesiones, cuya
duración en promedio es de un mes y medio cada año. La
estrechez presupuestal de la OEA para estas funciones y la
falta de celo de las cancillerías de americanas son factores
que inciden en la selección y elección de los jueces de
derechos humanos para los Estados de América que se han
sometido a la competencia de esta Corte IDH.
DFD: ¿Cuál es la actitud de los Estados Unidos ante
la Corte?
ST: Los Estados Unidos no han ratificado ningún tra-
tado de derechos humanos americano, no han reconocido
la competencia de la Corte IDH, pero, sin embargo, suele
cepción que pasa por encima a las cláusulas constitucio-
designarse un juez de nacionalidad norteamericana para nales y al régimen de administración de justicia interno de
que integre este organismo.
los Estados de América.
DFD: Es notable la asimetría… lo que nos hace pen- DFD: ¿Qué queda de la soberanía de nuestros Estados
sar en una próxima pregunta por la conveniencia y fac- si se aplica el Nuevo Orden?
tibilidad de dejar de pertenecer… Pero eso a su debido ST: Se ha ido desarrollando la concepción, en la juris-
tiempo… ¿Qué sucede si un miembro de la Corte acepta prudencia de la Corte IDH, que, por no ser materia de dere-
dinero para dar un fallo antijurídico contra uno de nues-
chos humanos, la soberanía estatal ha dejado de existir en
tros países? ¿Quién juzga su delito?
el actual panorama del sistema político mundialista. Y que
ST: Lo juzgan sus colegas que integran la propia Corte
siete jueces pueden decidir la concepción antropológica
IDH, y, en última instancia, decide la Asamblea General
del ser humano, contrariar la institución natural del matri-
de la OEA, conformada por los Ministros de Relaciones
monio, remodelar la familia como es y debe ser, modificar
Exteriores de los Estados de América. Un sistema nada
las reglas constitucionales, dejar sin efecto las sentencias
eficaz ni operativo.
judiciales que gozan de la estabilidad de la cosa juzgada, y
La Corte Interamericana, por influencia de las hasta modificar las obligaciones emanadas de los propios
ONG dominantes y de la Facultad de Derecho de tratados de derechos humanos vía interpretación, creando
la American University, impone una concepción que obligaciones no contenidas en los términos y las cláusulas
viola nuestras constituciones y la administración de de los tratados, minando la soberanía estatal que es base y
justicia. fundamento del derecho internacional público.
DFD: Gracias Sergio. Dejamos para un número próxi-
DFD: A veces, leyendo a los neoconstitucionalistas, da
mo lo más sabroso, que será también algo así como pedir-
la impresión de esa mentalidad que llamamos “de hombre
le “razón de sus dichos” de la primera parte… Y habrá
jurídico”, que se caracteriza por su falta de sentido co-
preguntas como si a la República del Perú o a la Argenti-
mún, de falta de contacto con la realidad real, incluso con
na no nos conviene denunciar todos estos tratados en for-
la verdad de las normas jurídicas positivas… pero ¿hay
ma madura (no como Maduro); en qué se ve que la Corte
una doctrina de respeto al derecho positivo de nuestros
adopta la ideología de género; qué intentos hubo, además
Estados detrás de la Corte?
del norteamericano, que de entrada no ingresó, de salir de
ST: Por influencia de las ONG dominantes en el sis-
estas trampas.
tema interamericano (Americas Watch, CEJIL, Justicia
Transicional) y de la Facultad de Derecho de la Ameri- VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - DERECHOS HUMA-
can University (Washington), la doctrina predominante es NOS - CORTE SUPREMA DE LA NACIÓN - ORGA-
la denominada “justicia transicional”, es decir, un nuevo NISMOS INTERNACIONALES - CONSTITUCIÓN NA-
referente de la administración de la justicia que, decidién- CIONAL - ESTADO NACIONAL - DELITOS DE LESA
dose desde la Corte IDH, se impone más por convicción HUMANIDAD - TRATADOS INTERNACIONALES -
colaboracionista que por estricta obligación jurídica. Con- DERECHO COMPARADO - ESTADO EXTRANJERO

2. Intolerancia en nombre de la tolerancia

“La conclusión obtenida es que la realización del objetivo de la tolerancia exige intolerancia hacia orientaciones políticas, actitudes y opiniones dominantes y en cambio, la
extensión de la tolerancia a orientaciones políticas, actitudes y opiniones puestas fuera de la ley o eliminadas (…) intolerancia hacia los movimientos de la derecha, y tolerancia de
movimientos de la izquierda” (Marcuse, Tolerancia represiva).
 4 Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017
hizo. Esta ampliación de nuestra Constitución por la in-
corporación de un sinnúmero de artículos referidos a dere-
chos humanos iría desplegando su virtualidad a lo largo de
los años que le siguieron a la reforma, y surgirían algunos
problemas originalmente no previstos, como la sujeción
del Estado a los pronunciamientos de los organismos in-
ternacionales, fundamentalmente, a la Corte Interameri-
cana de Derechos Humanos, en particular cuando estas
sentencias interamericanas se encuentran en conflicto –sea
real o aparente– con normas constitucionales.
a. El cambio del juez Petracchi
Un caso sumamente interesante e ilustrativo del proble-
ma es el del fallecido juez de la Corte Suprema Enrique
Santiago Petracchi, que en su disidencia en “Priebke”(3),
se opuso a “llenar el vacío de la ausencia de pena con una
remisión a la legislación penal ordinaria, combinando la
pena de esta –cuya acción, cabe recordarlo, se encuentra
prescripta– con un tipo del ‘derecho de gentes’”.
Posteriormente, en “Arancibia Clavel”(4), el mismo mi-
nistro de la Corte expresó en referencia a su disidencia en
el caso de la extradición de Priebke: “Que tal solución,
sin embargo, a la luz de la evolución de la jurisprudencia
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ya no
puede ser mantenida frente al derecho internacional. Ello
por cuanto el Estado argentino ha asumido frente al orden
jurídico interamericano no solo un deber de respeto de los
derechos humanos, sino también un deber de garantía: ‘En
principio, es imputable al Estado toda violación a los dere-
chos reconocidos por la Convención, cumplida por un acto
del poder público o de personas que actúan prevalidas de
poderes que ostentan por su carácter oficial. No obstante,
no se agotan allí las situaciones en las cuales un Estado
está obligado a prevenir, investigar y sancionar las viola-
ciones a los derechos humanos, ni los supuestos en que
su responsabilidad puede verse comprometida por efecto
de una lesión a esos derechos. En efecto, un hecho ilícito
violatorio de los derechos humanos que inicialmente no
resulte imputable directamente a un Estado, por ejemplo,
por ser obra de un particular o por no haberse identificado
al autor de la transgresión, puede acarrear la responsabili-
dad internacional del Estado, no por ese hecho en sí mis-
mo, sino por la falta de la debida diligencia para prevenir
la violación o para tratarla en los términos requeridos por
la Convención’ (caso ‘Velázquez Rodríguez’, sentencia
del 29 de julio de 1988, considerando 172, serie C Nº 4).
A partir de dicho fallo quedó claramente establecido el
deber del Estado de estructurar el aparato gubernamental,
en todas sus estructuras del ejercicio del poder público, de
tal manera que sean capaces de asegurar la vigencia de los
derechos humanos, lo cual incluye el deber de prevenir,
investigar y sancionar toda violación de los derechos re-
conocidos por la convención. Desde este punto de vista,
la aplicación de las disposiciones de derecho interno sobre
prescripción constituye una violación del deber del Estado
de perseguir y sancionar, y consecuentemente, compro-
mete su responsabilidad internacional (conf. caso ‘Barrios
Altos’, sentencia del 14 de marzo de 2001, considerando
41, serie C Nº 75; caso ‘Trujillo Oroza vs. Bolivia’ - Repa-
raciones, sentencia del 27 de febrero de 2002, consideran-
do 106, serie C Nº 92; caso ‘Benavides Cevallos’ - cum-
plimiento de sentencia, resolución del 9 de septiembre de
2003, considerandos 6º y 7º)”(5).
b. Delitos comunes “imprescriptibilizados”
Al margen de los casos en los cuales se ha sostenido
la existencia de delitos de lesa humanidad, ha habido dos
(3) Fallos: 318:2148 (consid. 6º de la disidencia). Se trata de un
fallo en el cual se decidió la extradición de un alemán que vivía en la
Argentina, Erich Priebke, acusado de crímenes de guerra durante la
Segunda Guerra Mundial.
(4) Fallos: 327:3312 (consid. 23 de su voto).
(5) Similar postura fue asumida por Petracchi en su voto en la causa
“Simón” (Fallos: 328:2056). El argumento de la “responsabilidad in-
ternacional del Estado” ha sido usado de modo expreso por el ministro
Maqueda en el consid. 4º de su voto en disidencia en la resolución que
motiva estas líneas.
[Las locuras de los vencedores de la Primera Guerra Mundial]. “La segunda tragedia capital fue la total desintegración del imperio austrohúngaro en virtud de los tratados de
Saint-Germain y Trianon. Durante siglos, este superviviente del Sacro Imperio Romano permitió llevar una existencia común, con ventajas comerciales y de seguridad, a gran
cantidad de pueblos, ninguno de los cuales ha tenido, en nuestros tiempos, ni la fuerza ni la vitalidad necesarias para mantenerse por su cuenta frente a la presión de una Alemania
o una Rusia revivificadas” ([Reconocido por] Winston Churchill, La Segunda Guerra Mundial, recopilación por Denis Nelly de los 6 volúmenes sobre la Segunda Guerra, 1ª ed.,
2ª reimpr., trad. Alejandra Devoto, Buenos Aires, El Ateneo, La Esfera de los Libros, 2014).
casos paradigmáticos de delitos “comunes” en los cuales
la sujeción a las sentencias de la Corte Interamericana ha
logrado un efecto poco convencional que merece ser re-
cordado: “Espósito” y “Derecho”. Han sido precisamen-
te estos dos precedentes los que fueron referidos por la
Procuradora General en su dictamen del 26-11-14 para
ilustrar sobre el reconocimiento de “la obligatoriedad de
las sentencias del tribunal interamericano” (apart. III del
mentado dictamen).
b.1. El caso “Espósito”
Aun cuando advertía la violación a derechos de
raigambre constitucional como el derecho de defen-
sa del imputado, que no fue parte ante la Corte IDH,
la Corte Suprema argentina decide reconocer efecto
obligatorio a lo decidido por los jueces interameri-
canos.
En el fallo “Espósito”(6), la Corte Suprema dejó de lado
la aplicación de la prescripción penal en virtud de lo re-
suelto por la Corte Interamericana de Derechos Humanos
en el caso “Bulacio”(7), usando una vez más el argumento
de la necesidad de evitar que el Estado argentino incurra
en responsabilidad internacional. Como ha dicho Otta-
viano, “[d]e este modo se evitó la responsabilidad inter-
nacional del Estado y se sacrificaron las garantías indivi-
duales de los imputados”(8).
Lo interesante de este caso es que la Corte Suprema
entiende que debe acatar la sentencia interamericana pero
expresa la siguiente salvedad, que no es menor: “Corres-
ponde dejar sentado que esta Corte no comparte el crite-
rio restrictivo del derecho de defensa que se desprende de
la resolución del tribunal internacional mencionado. En
efecto, tal como ya se señaló en este mismo expedien-
te (conf. Fallos: 324:4135, voto de los jueces Petracchi
y Bossert), son los órganos estatales quienes tienen a su
cargo el deber de asegurar que el proceso se desarrolle
normalmente, y sin dilaciones indebidas. Hacer caer sobre
el propio imputado los efectos de la infracción a ese deber,
sea que ella se haya producido por la desidia judicial o por
la actividad imprudente del letrado que asume a su cargo
la defensa técnica, produce una restricción al derecho de
defensa difícil de legitimar a la luz del derecho a la invio-
labilidad de dicho derecho conforme el art. 18 de la Cons-
titución Nacional. La circunstancia de que sea el defensor
del imputado quien haya generado tales dilaciones en nada
modifica la situación, pues la defensa solo es inviolable
cuando puede ser ejercida en forma amplia. En todo caso,
cuando el defensor la ejerza indebidamente, es al Esta-
do a quien le corresponderá encauzar el procedimiento en
debida forma, pero en cualquier caso, no es el imputado
quien debe velar por la celeridad del proceso ni sufrir las
consecuencias de incumplimientos ajenos (conf. en este
sentido Fallos: 322:360, disidencia de los jueces Petracchi
y Boggiano, considerando 19, in fine)”(9) y que “en conse-
cuencia, se plantea la paradoja de que solo es posible cum-
plir con los deberes impuestos al Estado Argentino por la
jurisdicción internacional en materia de derechos humanos
restringiendo fuertemente los derechos de defensa y a un
pronunciamiento en un plazo razonable, garantizados al
imputado por la Convención Interamericana. Dado que
tales restricciones, empero, fueron dispuestas por el pro-
pio tribunal internacional a cargo de asegurar el efectivo
cumplimiento de los derechos reconocidos por dicha Con-
vención, a pesar de las reservas señaladas, es deber de esta
Corte, como parte del Estado argentino, darle cumplimien-
to en el marco de su potestad jurisdiccional”(10).
En síntesis, aun cuando la Corte Suprema advertía la
violación a derechos de raigambre constitucional como
(6) Fallos: 327:5668.
(7) Corte IDH, caso “Bulacio vs. Argentina”. Fondo, Reparaciones y
Costas, del 18-9-03.
(8) Ottaviano, Santiago, ¿Subordinación y valor? La posición de la
Corte Suprema ante los órganos internacionales de derechos humanos,
Nueva Doctrina Penal 2006/A, Buenos Aires, págs. 200/201.
(9) Consid. 12 del voto suscripto por Petracchi y Zaffaroni.
(10) Consid. 16 del mismo voto.
3. El Imperio católico
el derecho de defensa del imputado –el cual no había si-
do parte en el procedimiento ante la Corte IDH–, decide
reconocer efecto obligatorio a lo decidido por los jueces
interamericanos.
Frente a esta postura, es recomendable leer la disidencia
de Fayt que, entre otras consideraciones, señaló: “Afecta-
ría principios de derecho público local una decisión que
restringiera el derecho de defensa del imputado, que des-
conociera a la prescripción como el derecho del imputado
a que su proceso penal se resuelva en un plazo razonable
y que soslayara el principio de legalidad al ampliarse los
plazos de prescripción o derechamente declararse la im-
prescriptibilidad sin base legal y retroactivamente”, ya que
“en el ámbito nacional, el art. 27 de la Constitución Na-
cional prohíbe cualquier interpretación que asigne al art.
27 de la Convención de Viena una extensión que implique
hacer prevalecer al derecho internacional sobre el derecho
interno, vulnerándose principios de orden público local”;
y este artículo constitucional “debe ser ponderado como
una norma de inestimable valor para la soberanía de un
país, en particular, frente al estado de las relaciones ac-
tuales entre los integrantes de la comunidad internacional.
Por ello, la interpretación propiciada preserva –ante las
marcadas asimetrías económicas y sociales que pueden
presentar los estados signatarios de un mismo Tratado– el
avance de los más poderosos sobre los asuntos internos
de los más débiles; en suma, aventa la desnaturalización
de las bases mismas del Derecho Internacional contem-
poráneo, pues procura evitar que detrás de un aparente
humanismo jurídico se permitan ejercicios coloniales de
extensión de soberanía (considerando 16, disidencia del
juez Fayt in re ‘Arancibia Clavel’ ya citado)”(11).
b.2. “Derecho I” y “Derecho II”
Las disidencias de Carlos Fayt y Carmen Argibay
señalaron que la decisión de la mayoría además co-
locaría al Estado argentino en la paradójica situa-
ción de cumplir sus obligaciones internacionales a
costa de una nueva afectación de derechos y garan-
tías reconocidos en la Constitución Nacional y los
tratados de derechos humanos que la integran.
Un tiempo después, el Procurador General de la Na-
ción, Esteban Righi, en su dictamen en la causa “Derecho,
René Jesús”(12) –al cual adhirió la Corte–, afirmó y distin-
guió las consecuencias de un delito “común” respecto de
un delito de lesa humanidad en cuanto a la prescripción:
“La circunstancia es oportuna para recordar que el deber
de investigar y sancionar las violaciones de los derechos
humanos no puede constituir fundamento autónomo sufi-
ciente para proseguir el ejercicio de una acción penal que
ha sido declarada extinguida cuando el hecho investigado
no es un delito imprescriptible”(13). Y unas líneas más ade-
lante refirió: “Lo que no es admisible es que se prosiga una
eventual persecución penal contra legem del imputado pa-
ra evitar una eventual condena internacional del Estado”.
Poco antes del fallo de la Corte Suprema, la Corte Inte-
ramericana había intervenido en este mismo caso, y falló
el 11-5-07(14). En esa oportunidad, la Corte IDH reconoció
que las conductas antijurídicas imputadas no eran delitos
de lesa humanidad (párr. 87). Sin perjuicio de ello, de-
terminó que, en virtud del deber de investigar las graves
violaciones a los derechos humanos, debían dejarse de la-
do las disposiciones de prescripción establecidas por el
derecho interno de la República Argentina.
Por ello, y habiendo sido notificada la Corte Suprema de
la sentencia interamericana el 21-9-07, el querellante dedu-
jo un recurso de aclaratoria ante la Corte Federal, para que
ella indicara el alcance auténtico de su fallo en virtud de la
sentencia de la Corte Interamericana. Así, el 21-11-11(15),
(11) Consid. 13 de la disidencia del ministro Fayt.
(12) Fallos: 330:3074.
(13) Acáp. VI.
(14) Corte IDH, caso “Bueno Alves vs. Argentina”, del 11-5-07 (Fon-
do, Reparaciones y Costas).
(15) Fallos: 334:1504.

la mayoría de la Corte Suprema entendió: “Resultan de
aplicación al caso de autos, en lo pertinente, las considera-
ciones expuestas en el precedente ‘Espósito’”(16). Por ello,
y “con el objeto de dar estricto cumplimiento a lo ordenado
por la Corte Interamericana de Derechos Humanos...”(17),
la Corte argentina hizo lugar al recurso de revocatoria y
dejó sin efecto su propia sentencia.
Este fallo contó con los votos en disidencia de Carlos
Fayt y Carmen Argibay, que manifestaron: “Una decisión
como la que se pretende no solo implicaría una afectación
al derecho de defensa del imputado (que no ha estado pre-
sente ni ha sido escuchado en el proceso ante la Corte In-
teramericana) sino que además colocaría al Estado argen-
tino en la paradójica situación de cumplir sus obligaciones
internacionales a costa de una nueva afectación de dere-
chos y garantías reconocidos en la Constitución Nacional
y los tratados de derechos humanos que la integran”(18).
Hasta aquí, un breve panorama.
II
El fallo “Ministerio de Relaciones Exteriores”
­como disparador de algunas reflexiones
Estamos frente a un caso en el cual no sorprende ni el
dictamen de la Procuradora General de la Nación, ni el
voto en disidencia del ministro Maqueda, ni tampoco los
votos de los nuevos ministros Rosenkrantz y Rosatti(19),
pero sí los de Lorenzetti y Highton de Nolasco. En ex-
presión deportiva, hubiese sido esperable un 3 a 2, pero el
marcador arrojó un contundente 4 a 1 en sentido inverso
y –por sus posibles proyecciones y teniendo en cuenta sus
repercusiones– quizás estemos ante uno de los fallos más
importantes de las últimas décadas.
Se trata de la proyección de la “Paz perpetua”
de Immanuel Kant, línea seguida por juristas como
Kelsen o Ferrajoli, corriente que choca de lleno no
solo con la realidad constitucional del Estado sino
también con la tradición clásica y la de la Escuela
argentina, que rechazan de manera contundente el
Estado mundial.
La Corte planteó la posibilidad de que una sentencia
como la de la Corte Interamericana se constituya en una
injerencia contraria a la independencia del Estado y la re-
chaza invocando la existencia de un “margen de aprecia-
ción nacional” o “esfera de reserva soberana”(20), reivin-
dicando el carácter de supremo del Máximo Tribunal y, de
ese modo, de la Constitución Nacional.
Si este tipo de sentencias como la que la Corte Suprema
ha considerado puede llegar a ser un avasallamiento de las
comunidades políticas, una negación de la independen-
cia del Estado, también puede ser una marginación de las
(16) Consid. 3º.
(17) Consid. 5º.
(18) Consid. 8º. Esta postura ha sido seguida por los ministros Ro-
satti y Rosenkrantz en “Alespeiti, Felipe Jorge s/incidente de recurso
extraordinario”, del 18-4-17 (consid. 12 del voto de Rosatti, con el cual
coincidió Rosenkrantz).
(19) Las posiciones de estos dos jueces de la Corte Suprema pue-
den verse en Rosenkrantz, Carlos F., En contra de los “Préstamos”
y otros usos “no autoritativos” del derecho extranjero, Buenos Aires,
Revista Jurídica de la Universidad de Palermo, 2005, año 6, Nº 1,
págs. 71/95 y Advertencias a un internacionalista (o los problemas de
Simón y Mazzeo), Buenos Aires, Revista Jurídica de la Universidad de
Palermo, 2007, año 8, Nº 1, págs. 203/213 y Rosatti, Horacio D., El
llamado “control de convencionalidad” y el “control de constitucionali-
dad” en la Argentina, LL, 2012-A-911. Este último artículo de Rosatti es
particularmente interesante por la interpretación que hace de la expre-
sión “en las condiciones de su vigencia” respecto a la incorporación de
los instrumentos con jerarquía constitucional a la Constitución.
(20) “El constituyente ha consagrado en el art. 27 una esfera de
reserva soberana, delimitada por los principios de derecho público es-
tablecidos en la Constitución Nacional, a los cuales los tratados interna-
cionales deben ajustarse y con los cuales deben guardar conformidad
(Fallos: 316:1669; entre otros)” (consid. 16 del voto de la mayoría).
“El constituyente ha consagrado en el citado art. 27 una esfera de
reserva soberana (margen de apreciación nacional) delimitada por ‘los
principios de derecho público establecidos en la Constitución Nacional’,
a los cuales los tratados internacionales –y con mayor razón aun la
interpretación que de tales tratados se realice– deben ajustarse y con los
cuales deben guardar conformidad” (consid. 5º del voto del Dr. Rosatti).
“La decadencia de Occidente (...) Lo que quizás más impresiona a un observador extranjero en el Occidente de hoy es el declinar del coraje. El coraje ha desaparecido no sola-
mente del mundo occidental tomado en su conjunto, sino también de cada uno de los países que lo componen, de cada uno de sus gobiernos, de cada uno de sus partidos, así como,
obvio parece decirlo, de la Organización de las Naciones Unidas” (sigue…) (Solzhenitsyn, Alexandr, El suicidio de Occidente, Paraná, Ediciones Mikael, 1983, págs. 12/17).
Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017
provincias y de otros grupos que, por su propia naturaleza,
suelen ser mucho menos poderosos que los Estados, y que
además se encuentran a una distancia remotísima de estos
órganos internacionales. A la vez que se pregona la parti-
cipación popular por medio de los regímenes electivos, a
veces hasta absolutizándose la forma democrática de go-
bierno como la única válida, la única legítima, la única
posible para la racionalización moral de la política(21), se
aleja a los hombres concretos de las decisiones que afec-
tarán su vida. Los ciudadanos no tienen forma de interve-
nir en los procesos del sistema interamericano que fijarán
los nuevos estándares aplicables por medio del control de
convencionalidad, ni siquiera participando de la elección
de los jueces interamericanos, o pudiendo tomar parte en
procesos para su remoción.
Explica Lamas que “aunque existan además del Estado
otros sujetos internacionales (como la ONU, la OEA, la
OIT, la CEE, etc.), los sujetos principales e inmediatos son
los Estados. Los organismos internacionales no pueden
sustituir al Estado ni constituir un orden supraestatal, por-
que ello supondría llevar casi al infinito la distancia entre
la vida humana y la vida internacional y política. Dichos
organismos son instrumentos y auxiliares de los Estados,
en orden al aseguramiento del bien común de cada uno
y a la cooperación pacífica y amistosa para su más plena
realización”(22).
Así, por ejemplo, no hay representación de grupos in-
frapolíticos ni provincias a través del Estado federal, que
interviene en los procesos de formación, adhesión y ra-
tificación de los convenios internacionales, y –con suer-
te– puede gravitar en algún grado en la elección de algún
miembro de estos órganos. ¿Cómo puede llegar una pro-
vincia a manifestar, aunque sea su desacuerdo con polí-
ticas que se le imponen desde tan lejos? Y me refiero a
lejanía no solo ni principalmente geográfica, sino funda-
mentalmente a la falta de proximidad en cuanto a influir se
trata. ¿Qué posibilidad real de influencia tiene un goberna-
dor o una legislatura provincial ante estos órganos? Más
aún, ¿qué posibilidades tienen todos los gobernadores de
una región promedio? ¿Y de provincias muy poderosas?
Paradójicamente, por medio de la invocación de los de-
rechos del hombre, los seres humanos quedamos cada vez
más lejos de las instancias reales de decisión de aquellos
aspectos a veces más importantes para nuestra vida y la de
los grupos que integramos, ya que el derecho de los dere-
chos humanos va cubriendo un espectro cada vez mayor
de temas y cuestiones jurídicas. Esta es una centralización
jurídica ya no en manos del Estado sino de un órgano del
cual los poderes estatales vendrían a ser instrumentos. Po-
deres con pretensión de supraestatalidad van reemplazan-
do de algún modo a los poderes propios de la comunidad
política, que, a su vez –de algún modo–, terminan tomando
el lugar de las provincias. Es así que, según Ferrajoli, ha
habido un cambio “de un sistema convencional de relacio-
nes bilaterales y de paridad entre Estados soberanos basa-
do en tratados, a un verdadero y propio ordenamiento su-
praestatal, en el cual todos los Estados están subordinados
a aquellas normas fundamentales que constituyen el impe-
rativo de la paz y la tutela de los derechos humanos”(23).
Examinando este fenómeno y refiriéndose al control de
convencionalidad, dice Bandieri que “[r]esulta un instru-
mento más avanzado hacia el constitucionalismo global
cosmopolítico (…). Se trata de levantar, sobre las ruinas
del derecho internacional clásico, un derecho planetario; en
otras palabras, se marcha desde un derecho que regía rela-
ciones entre Estados, a un derecho que se aplica al individuo
(21) Cf. Maritain, Jacques, El hombre y el Estado, traducción caste-
llana de Man and the state por Manuel Gurrea, Buenos Aires, Club de
Lectores, 1984, pág. 75.
(22) Lamas, Félix A., Ensayo sobre el orden social, 2ª ed., Buenos
Aires, Instituto de Estudios Filosóficos “Santo Tomás de Aquino”, 1990,
págs. 281/282.
(23) Ferrajoli, Luigi, El Tribunal Penal Internacional: una decisión
histórica para la cual también nosotros hemos trabajado, trad. Ga-
briel Ignacio Anitua, Nueva Doctrina Penal, Buenos Aires, 2002/B,
pág. 468. Ver también, Derechos vitales y políticas de muerte. Por un
constitucionalismo global, en AA. VV., Estudios sobre justicia penal.
Homenaje al Profesor Julio B. J. Maier, Buenos Aires, Del Puerto, 2005,
especialmente págs. 640 y 649.
4. Decadencia del coraje (I)
5
cosmopolita (Weltbürgerrecht), miembro de
una república mundial (Weltrepublik)”(24). Se
trata de la proyección de la “Paz perpetua”
de Immanuel Kant, línea seguida por juris-
tas como Kelsen o Ferrajoli.
No puede soslayarse que esta corriente choca de lle-
no no solo con la realidad constitucional del Estado, si-
no también con la tradición clásica. Tomando como an-
tecedentes remotos a Aristóteles(25) y San Agustín de
Hipona(26), tanto Domingo de Soto(27) como Francisco
Suárez(28) –lúcidos exponentes de la Escuela Española
del Derecho Natural y de Gentes– rechazaron de manera
contundente al Estado mundial.
La Escuela Argentina –con la sorprendente excep-
ción de Julio Meinvielle–(29) ha seguido a la española
en este tema. Al respecto, puede leerse a Félix Adolfo
Lamas(30), Héctor H. Hernández(31), Camilo Tale(32)
y Sergio Raúl Castaño(33), que han tratado la cuestión
con sólidos fundamentos.
III
Consideraciones finales
El problema no es que los organismos internacio-
nales actúen como tales, sino que pretendan ser una
especie de órganos de un gobierno mundial. El dere-
cho internacional público presupone multiplicidad
de comunidades políticas o Estados y autoridades
descentralizadas.
El problema no es que los organismos internacionales
actúen como tales, sino que pretendan ser una especie de
órganos de un gobierno mundial in fieri(34). El derecho in-
ternacional público presupone –como ya su nombre lo in-
dica, aunque de modo impreciso– multiplicidad de comu-
nidades políticas o Estados y la existencia de autoridades
descentralizadas(35). Los Estados son los sujetos primarios
y fundamentales del derecho internacional público. Y esto
no parte solo del nombre sino también de la noción y la
praxis misma del derecho internacional. De todos modos,
un Estado mundial es algo, si no imposible, dificilísimo de
mantener por un tiempo prolongado. Es algo que parece
insostenible, después de la fragmentación de los grandes
imperios, las guerras de liberación del siglo XX y, más
aún, con la caída de la Unión Soviética y los numerosos
conflictos armados que se desenvolvieron como conse-
cuencia de ese suceso.
(24) Bandieri, Luis M., Control de convencionalidad y CIDH: rápido
repaso de límites y problemas, leído en las IX Jornadas Internacionales
de Derecho Natural, “Derecho natural, hermenéutica jurídica y el papel
del juez”, Pontificia Universidad Católica Argentina, Buenos Aires, oc-
tubre de 2013.
(25) Política, Libro VII, cap. 4.
(26) La Ciudad de Dios, Libro IV, cap. 15.
(27) De iustitia et iure, Libri decem, Libro IV, Cuestión IV, Artículo II.
(28) De Legibus ac Deo Legislatore, Libro III, cap. 3, 5.
(29) Meinvielle, Julio, Conceptos fundamentales de la economía, 3ª
ed., Buenos Aires, Cruz y Fierro, 1982, pág. 193 y Pacem in terris.
Carta Encíclica del Sumo Pontífice Juan XXIII. Prólogo y comentarios
del Pbro. Dr. Julio Meinvielle con la colaboración del Dr. Jorge Labanca,
Buenos Aires, Dalia, 1963, pág. 120.
(30) Entre otros trabajos: Los principios internacionales, 2ª ed., Bue-
nos Aires, Instituto de Estudios Filosóficos “Santo Tomás de Aquino”,
1989, capítulo VI. Ensayo…, cit., págs. 268/271 y 279/284. Obser-
vaciones al documento, ED, 247-656.
(31) Valor y derecho. Introducción axiológica a la filosofía jurídica,
Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1998, págs. 146/148.
(32) Lecciones de filosofía del derecho, Córdoba, Alveroni, 1995,
págs. 251/252.
(33) Castaño ha tratado el tema en varios lugares de su obra es-
crita. Se sugiere especialmente leer La idea de una autoridad política
mundial. Consideraciones críticas a la luz de las exigencias de la rea-
lidad política, Foro, Nueva época, Madrid, 2015, vol. 18, nº 1, págs.
27/60.
(34) La idea de un Estado mundial y de una autoridad política
mundial opera, muchas veces, más que como una realidad a instaurar
de modo total, como un norte por perseguir y alcanzar de modo pro-
gresivo.
(35) Es la tesis de Francisco de Vitoria, De los indios, Relección
segunda, nº 19, entre otros lugares, comprobada por siglos de vida
internacional. En esta línea, el decreto PEN 70/17 destaca entre sus
fundamentos que “el Estado Nacional debe velar por el orden interna-
cional y la justicia…”.
 6 Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017
POLÍTICA
Apostilla sobre una errónea fundamentación
del control de convencionalidad
(Respuesta a Sagüés)
CONICET - UNSTA - Depto. de Política - Fundación Bariloche/CONICET
“Es, sí, efectivamente, el bien común el que da
la razón última de la primacía entre el tratado y la
constitución. Pero es precisamente el bien común
el que funda la primacía, prelación y superioridad
axionormativa de la constitución política sobre la
convención y la interpretación que los equipos de la
Corte Interamericana de derechos humanos hagan
de ella”.
El reciente fallo de la CS (“Ministerio de Relaciones
Exteriores y Culto s/informe sentencia dictada en el ca-
so ‘Fontevecchia y D’Amico vs. Argentina’ por la Cor-
te Interamericana de Derechos Humanos”, del 14-2-17)
significa una positiva y justa reacción frente a la actitud
que había venido asumiendo la Argentina en estos años,
no solo desde los pronunciamientos de la máxima autori-
dad jurisdiccional de la República (esa misma Corte), sino
desde el coro de buena parte de la más connotada doctrina
vernácula, conteste en consentir, refrendar y promover el
allanamiento político y jurídico del Estado al Diktat de los
equipos de la CIDH.
Tal allanamiento (sobre todo entendido como la subor-
dinación del orden constitucional mismo de los Estados
signatarios del Pacto de San José de Costa Rica a las de-
cisiones de la CIDH) representa –no cabe aplicarle otro
término– una genuina aberración si se lo juzga desde los
fundamentos en los que se asienta la vida política y jurí-
dica (al respecto remitimos a nuestro estudio crítico sobre
el tópico)(1). Asimismo, quien escribe ha podido constatar,
como invitado argentino en el Seminario Internacional or-
ganizado por el Ministerio de Defensa de México sobre
“Defensa Nacional y Derecho Internacional Humanitario”
(octubre de 2016), hasta qué punto las pretensiones de la
Corte Interamericana son explícita y razonablemente pues-
tas en tela de juicio en altos círculos políticos y académi-
[N. de la R. Sigue la temática de fondo que hay en “Fontevecchia”].
(1) Cfr. Castaño, Sergio R., La sujeción del plano constitucional a
las decisiones de un órgano supranacional no comunitario como abe-
rración política y jurídica: el “control de convencionalidad” aplicado a
la constitución frente a los principios del orden político, en Ricardo Sodi
y Javier Espinoza de los Monteros (eds.), Tendencias constitucionales
para el s. XXI, México, Porrúa, 2017.
(“Supremacía...”, viene de pág. 5)
Finalmente, es importante resaltar la pertinencia de la
consideración de algunos puntos de este fallo reciente de
la Corte Suprema en una publicación dedicada a la filo-
sofía del derecho y la filosofía política, puesto que tan-
to el fallo como el tema no son ajenos a una perspectiva
“principial”(36) y a una aproximación desde la ciencia o
(36) En un trabajo reciente, el prestigioso constitucionalista Néstor
P. Sagüés ha vinculado al fallo en cuestión una serie de temas funda-
mentales entre los que cabe destacar el de la relación entre el bien
común nacional (o estatal) e internacional (¿Puede válidamente la Corte
Interamericana obligar a que una Corte Suprema nacional deje sin
efecto una sentencia suya?, ED, diario nº 14.155 del 4-4-17). Previa-
mente, Sagüés había afirmado en el mismo sentido:
“A nuestro entender, el conflicto debe dilucidarse partiendo del su-
puesto de que, axiológicamente, el bien común internacional (en este
caso, el bien común regional) se erige como un valor superior al bien
común nacional, y que tal cotización, planteada en la esfera de la
estimativa jurídica, obliga en la dimensión normativa del derecho a
preferir al pacto sobre la Constitución. En todo caso, al Estado que no
esté dispuesto a pagar ese precio para sumarse al proceso integrador
en el ámbito de los derechos humanos, le quedará la salida honrosa
“Los funcionarios políticos e intelectuales muestran esa cobardía, esa debilidad, esa falta de resolución en sus actos, en sus discursos, y más aún en las consideraciones teóricas
que ofrecen complacientemente para demostrar cómo dicha manera de obrar, que funda la política de un Estado sobre la cobardía y el servilismo, es pragmática, razonable y está
justificada, cualquiera sea el nivel intelectual y moral en el que nos situemos” (Solzhenitsyn, Alexandr, El suicidio..., cit.).
por Sergio Raúl Castaño
cos hispanoamericanos. A propósito de ello, debe decirse
que el problema de la revisión por un órgano supranacio-
nal de decisiones políticas y jurídicas críticas adoptadas en
el seno de un Estado –incluso si el plano constitucional no
se hallase afectado– suscita cuestionamientos que exigen
una ponderación detenida y rigurosa. A ella nos consagra-
remos en un futuro inmediato.
Mas en este lugar solo nos detendremos a señalar un
error que afecta el quicio mismo de la justificación de la
subordinación de la constitución al tratado internacional.
Es el que se halla como premisa y fundamento de la de-
mostración mediante la cual Néstor P. Sagüés afirma la
primacía del Pacto de San José de Costa Rica sobre la
Constitución política de los Estados signatarios. Estima-
mos pertinente citar el respectivo texto in extenso:
“[En el control de convencionalidad] está igual-
mente comprendida la Constitución nacional, no
exceptuada en los veredictos aludidos [‘Almonacid
Arellano’ y ‘Trabajadores cesados del Congreso’].
En este tramo tan importante de la doctrina que re-
ferimos, se parte tácitamente del supuesto de que el
Pacto de San José de Costa Rica se encuentra por en-
cima de todo el ordenamiento jurídico del Estado, sin
omitir a la propia Constitución. El Pacto asume así,
agrade o no esta conclusión, y por más que por algu-
nos se la quiera edulcorar, condición de supraconsti-
tucionalidad. Por ello, como en el caso de ‘La última
tentación de Cristo’, por ejemplo, la Corte Interame-
ricana de Derechos Humanos reclamó a Chile modi-
ficar una cláusula de la Constitución local opuesta al
Pacto, como efectivamente se hizo después(2). Volve-
mos sobre el asunto infra, en el parágrafo IX.
Desde luego, esta afirmación no será fácil de di-
gerir por Estados para los cuales los tratados inter-
nacionales son leyes comunes, o aquellos otros en
los que, en el mejor de los casos, resultan superiores
a las leyes ordinarias, pero siempre inferiores a la
Constitución. Quizá es más potable para naciones
donde el Pacto de San José de Costa Rica cuenta
(2) [Nota al pie]: “García Ramírez, Sergio, (coord.), La jurispru-
dencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, (México,
UNAM)”.
la filosofía. De hecho, el tema ha sido uno de los que más
interesó a Hans Kelsen, para quien “[e]l problema de una
organización mundial es un problema de centralización; y
toda la evolución del derecho desde sus comienzos primi-
(si decide afrontar el costo jurídico y político que ella también tiene)
de denunciar al Pacto de San José de Costa Rica, e irse de él según el
trámite de retiro. Lo que no parece honroso es ratificar el pacto y des-
pués argumentar que no cumple alguna de sus cláusulas porque ella no
coincide con su Constitución”.
Sagués, Néstor P., El “control de convencionalidad” como instru-
mento para la elaboración de un ius commune interamericano, en La
justicia constitucional y su internacionalización. ¿Hacia un Ius Constitu-
tionale Commune en América Latina?, Armin von Bogdandy, Eduardo,
Ferrer Mac-Gregor y Mariela Morales Antoniazzi (coords.), México,
UNAM-Max Planck Institut, 2010, t. II, págs. 457/458, en https://bi-
blio.juridicas.unam.mx/bjv/detalle-libro/2895-la-justicia-constitucional-
y-su-internacionalizacion-hacia-un-ius-cosntitucionale-commune-en-ameri-
ca-latina-t-ii, consultado el 24-4-17). Acerca de esta postura, resulta
imprescindible la lectura de la refutación del profesor Sergio Castaño
en este mismo diario.
Sobre este tema puede consultarse la monografía de Zolo, Danilo,
El globalismo judicial de Hans Kelsen, en http://www.juragentium.org/
topics/thil/es/kelsen.htm, fecha de última consulta: 5-4-17.
5. Decadencia del coraje (II)
con rango constitucional, pero aun así el problema
subsiste, porque el control de convencionalidad está
partiendo del supuesto de que el Pacto predomina
sobre la Constitución, y no que es igual a ella.
Este nudo de la cuestión será, probablemente, el
talón de Aquiles de la doctrina del control de con-
vencionalidad. Pero en definitiva, bueno es que algu-
na vez se plantee y resuelva nítidamente. A nuestro
entender, el conflicto debe dilucidarse partiendo del
supuesto de que, axiológicamente, el bien común in-
ternacional (en este caso, el bien común regional)
se erige como un valor superior al bien común na-
cional(3) y que tal cotización, planteada en la esfe-
ra de la estimativa jurídica, obliga en la dimensión
normativa del derecho a preferir al Pacto sobre la
Constitución”(4).
Hasta aquí Sagüés. El autorizado académico no ha ma-
rrado en la detección del plano en el que se dirime el crite-
rio que permitirá juzgar si la constitución de la comunidad
política se subordina al tratado que vincula pacticiamente
a los Estados parte y a la convención que emana de ese
tratado. Ese plano es el de los principios del orden políti-
co. Y su eje decisorio radica precisamente, como lo sostie-
ne Sagüés, en el respectivo bien común de las eventuales
sociedades en cuestión, fundamento de la vida política y
jurídica. Ahora bien, Sagüés sí ha errado en sostener la
primacía de un bien común regional axiológicamente su-
perior al bien común de los Estados signatarios del Pacto
de San José de Costa Rica. Porque tal bien común regio-
nal, como bien común, no existe.
Nos explicamos, con la brevedad que impone esta apos-
tilla. Daremos por supuesta la concepción clásica de bien
común e intentaremos determinar de modo muy sucinto
cuál es la naturaleza propia del bien común internacio-
nal(5), para determinar analógicamente si es posible afir-
(3) [Nota al pie]: “Desarrollamos esta idea en Sagüés, Néstor P.,
(1966), pp. 214 y ss., inédita, adonde nos remitimos”; [el autor se refiere
a]: “Integración y desintegración del concepto de soberanía, Tesis docto-
ral, (Madrid, Facultad de Derecho, Universidad Complutense), inédita”.
(4) Sagüés, Néstor P., Obligaciones internacionales y control de
convencionalidad, en Estudios Constitucionales, año 8, nº 1, 2010,
págs. 117/135 (aquí 224/225 y 134 –subrayado nuestro–). Ver, asi-
mismo, este trabajo del autor en Opus Magna Constitucional Guatemal-
teco, Instituto de Justicia Constitucional, Corte de Constitucionalidad,
Guatemala, 2011, t. IV pág. 272 y sigs., aquí, 280.
(5) Para una fundamentación del concepto clásico y realista de
bien común político cfr. Soaje Ramos, Guido, Sobre la politicidad del
derecho y Medrano, José M., Tomar en serio el bien común, ambos en
Sergio R. Castaño-Eduardo Soto Kloss (eds.), El derecho natural en la
realidad social y jurídica, Santiago de Chile, Academia de Derecho
UST, 2005; y la mejor obra conjunta que se ha elaborado sobre este te-
ma: Analisi del bene comune, del argentino Avelino M. Quintas, Roma,
Bulzoni, 1979 y 1988.
tivos hasta hoy ha sido, desde un punto de vista técnico,
un proceso continuo de centralización”(37).
El mismo Kelsen eligió concluir su Teoría pura del
derecho de un modo más que sugerente: “Al relativizar la
noción de Estado y al establecer la unidad teórica de todo
lo jurídico, la Teoría pura del derecho crea una condición
esencial para la unidad política mundial con una organiza-
ción jurídica centralizada”(38).
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - CORTE SUPREMA
DE LA NACIÓN - DERECHO INTERNACIONAL PÚ-
BLICO - DERECHOS HUMANOS - ORGANISMOS
INTERNACIONALES - TRATADOS INTERNACIO-
NALES - SENTENCIA - CONSTITUCIÓN NACIONAL
- DERECHO CONSTITUCIONAL - ESTADO NACIO-
NAL - DERECHO POLÍTICO - TRATADOS Y CON-
VENIOS - PRENSA
(37) Kelsen, Hans, Peace through law, Chapel Hill, The University of
North Carolina Press, 1944, pág. 21. La traducción es mía.
(38) Kelsen, Hans, Teoría pura del derecho, trad. Moisés Nilve, 4ª
ed., 9ª reimpr., Buenos Aires, Eudeba, 2009, pág. 174.

mar la existencia de un bien común supranacional regional
entre los signatarios del Pacto de San José de Costa Rica.
Como la misma noción de bien, también la noción de
bien común es análoga. Así, existe un bien común familiar
y un bien común político; y también se habla de un bien
común internacional. Se plantea la dificultad de la deter-
minación de ese bien común internacional, fundamental-
mente de si consiste en un bien común análogo (o idén-
tico) al de las comunidades políticas, y de mayor valor;
en otros términos, la cuestión de si acaso el bien común
internacional es, él también, un bien común en sentido
propio y estricto, y de tal rango que subordinaría a los
bienes comunes de las comunidades políticas del orbe. La
respuesta debe ser negativa. El bien común internacional
carece de dos notas esenciales del bien común político,
a saber, la de organicidad y la de historicidad. Por una
parte, el fin político, como el fin familiar, comprende a
todo el hombre, es decir, no atiende a una dimensión ac-
tualizable de la persona, sino a toda ella en su integridad
corpóreo-espiritual. Pero a diferencia del fin familiar, el
fin político es capaz de perfeccionar de modo más cabal
y profundo al hombre. Se estructura a partir de un orden
jerárquico de funciones e instituciones, fundado en el or-
den de las perfecciones humanas, que generan múltiples
modos de colaboración entre individuos y grupos. El bien
humano asequible a la comunidad política supone, pues,
un denso entramado de relaciones, plural y complejo co-
mo el conjunto de actividades que los hombres cumplen al
perseguir el orden de fines a que los impele su mismo ser.
Por el contrario, el bien común internacional consiste en
valores que revisten la naturaleza de medios para el des-
pliegue de cada comunidad autárquica (=política), a saber,
la seguridad (como remoción de los obstáculos que per-
miten los intercambios) y la paz (esta entendida también
en sentido positivo, no como ausencia de conflictos, sino
como llamado a la colaboración entre los sujetos interde-
pendientes que componen el orden internacional). Por otra
parte, además de orgánico, el bien político es histórico.
Esto significa que los fines humanos que convocan a la
pólis –en particular su ápice, los bienes espirituales– se
hallan signados por una historia concreta que los perfila y,
en esa medida, los torna amables (i. e., capaces de atraer
como fin) para los grupos y las naciones nucleadas dentro
de ese común horizonte de sentido. No son, pues, bienes
Leído para Usted
1) El pensamiento de
­Alfredo Vítolo
En el artículo Una novedosa
categoría jurídica: el ‘querer
ser’. Acerca del pretendido ca-
rácter normativo erga omnes de la jurisprudencia de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos. Las dos ca-
ras del ‘control de convencionalidad’, revista Pensamien-
to Constitucional (2013).
I. El artículo se divide en dos capítulos. En el primero
aprueba el llamado “control de convencionalidad” por los
tribunales nacionales y por la propia Corte IDH. Pero nos
advierte que, sin embargo, “ello no implica (…) transfor-
mar a la Corte Interamericana en una nueva instancia de
apelación de la decisión nacional, ya que el objetivo de
la competencia contenciosa de la Corte no es revisar las
decisiones nacionales como un tribunal de apelación, sino
verificar si han existido violaciones concretas a las normas
de la Convención y de los otros tratados de Derechos Hu-
manos por parte de los Estados y, en su caso, hacer cesar
la violación (…)”.
II. Segundo capítulo. En este el autor disiente absoluta-
mente con el carácter erga omnes con la que la Corte IDH
pretende hacer valer su jurisprudencia, refutando siete
[N. de la R.: Más a propósito de “Fontevecchia”].
“Esta renuncia al coraje, que aquí y allá parece llegar hasta la pérdida de todo vestigio de virilidad, se encuentra destacada con una ironía en particular en los casos en que esos
funcionarios se sienten súbitamente dominados por un arrebato de valor y de intransigencia: ello acaece cuando se encuentran ante gobiernos sin fuerza, o países débiles a quienes
nadie sostiene, o corrientes condenadas por todos y obviamente incapaces de devolver el menor golpe. En cambio sus lenguas se secan y sus manos se paralizan frente a los go-
biernos poderosos y a las fuerzas amenazadoras, frente a los agresores y a la internacional del terror” (Solzhenitsyn, Alexandr, El suicidio..., cit.).
Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017
cualesquiera (abstractos, desencarnados) los que mueven a
los hombres moldeados por un destino y una tradición, si-
no aquellos que, por hallarse coaptados a su segunda natu-
raleza colectiva idiosincrática, han causado la convivencia
y han cristalizado relaciones de integración perdurables.
Pero, por el contrario, el bien común internacional carece
de tal proximidad axiológica; por ello no puede causar la
projimidad comunitaria que sí causa el bien de la pólis, el
cual a la completitud le une la concretidad.
Como síntesis y corolario: el bien común internacional
no es un bien común en el sentido propio de la noción,
como sí lo son el bien común familiar y el bien común
político (ambos verdaderos bienes comunes, aunque de
distinto rango axiológico)(6). Pero solo un bien común en
sentido propio causa la existencia de una sociedad –como
lo son la familia o el Estado–. Luego no debe sorprender
que no haya una sociedad (política) internacional, cuyas
partes (con sus respectivos ordenamientos y potestades) se
subordinasen a tal sociedad global. Pues el llamado bien
común internacional no constituye el fundamento que cau-
sa la integración en una sociedad: por ello no existe una
sociedad internacional en el mismo (y propio) sentido en
el que existen familias y sociedades políticas –hoy llama-
das “Estados–(7).
Seguiremos ahora el razonamiento de Sagüés: todo
lo dicho del bien común internacional le cabe, a fortiori,
al “bien común regional latinoamericano”. Ahora bien, si
enfocamos nuestra atención en este último, constatamos
igualmente que, en tanto verdadero bien común, no existe.
No hay un bien común de una presunta sociedad latinoa-
mericana, consistente en un bien humano complejo, jerar-
quizado, completo y concreto (sociedad cuyo órgano rec-
(6) Cfr. Lachance, Louis, El derecho y los derechos del hombre,
Madrid, trad. cast. de L. Hornos, Rialp, 1979, esp. pág. 229 y sigs.
Hemos desarrollado teóricamente estos conceptos en Castaño, Sergio
R., Principios políticos para una teoría de la Constitución, Buenos Aires,
Ábaco de R. Depalma, 2006, cap. II (sobre el bien común político
como completo y concreto) y en el Estado como realidad permanente,
cap. II (sobre el bien común internacional como bien común en sentido
impropio) y cap. VI (sobre ese bien como medio promotor de la prospe-
ridad de los Estados independientes).
(7) Cfr. Castaño, Sergio R., La idea de una autoridad política mun-
dial. Consideraciones críticas a la luz de las exigencias de la realidad
política, en Foro, Nueva Época, Universidad Complutense de Madrid,
vol. 18, 2015, págs. 27/60.
puntos en los que la Corte ha argumentado esta pretensión.
Vítolo denomina a esta pretensión como un nuevo “que-
rer ser” que ni siquiera encuentra fundamentación desde el
propio derecho internacional. La jurisprudencia de dicho
tribunal no reviste una fuente de carácter obligatorio para
los tribunales argentinos.
Teniendo en cuenta la limitada jurisdicción de la Corte
IDH, el autor nos dirá que para un tema tan delicado tiene
que haber una norma expresa que así lo disponga y no
una interpretación extensiva que afecte la soberanía, y se
encarga de demostrar que tal norma no existe.
El autor refuta siete argumentos en que se suele fundar
la obligatoriedad erga omnes. El argumento más sólido
y prácticamente irrefutable que presenta el autor está en
el segundo punto y es el mismo texto de la Convención
Americana. El art. 68.1 señala que “Los Estados Partes en
la Convención se comprometen a cumplir la decisión de la
Corte en todo caso en que sean partes”. “La norma es tan
clara y precisa que no merecería comentarios”, afirma el
profesor. Sin embargo, seguidamente afirma que la Corte
recurre en forma reiterada a la interpretación de buena fe
de las cláusulas de la Convención, “en concordancia con lo
dispuesto por la Convención de Viena sobre el Derecho de
los Tratados”. Justamente este mismo principio es el que
impediría a la Corte IDH interpretar el citado artículo más
que en forma literal. Por otra parte, también Vítolo sos-
tiene que “si hubiese sido intención de los redactores de la
Convención otorgar tal poder a la Corte, otra hubiera sido
la redacción dada a su artículo 68.1, máxime en un sistema
6. Decadencia del coraje (III). Fuertes con los débiles
7
tor, investido de facultades constituyentes y constituidas
ampliables ad libitum, sería la CIDH). Es decir: no hay un
bien común del cual serían partes subordinadas de jure los
bienes políticos (aunque ya no auténticamente políticos)
de los Estados signatarios del Pacto de San José de Costa
Rica –y, en consecuencia, tampoco hay un todo político-
jurídico mayor del cual esos Estados sean parte–. Por el
contrario, lo que hay es un plexo limitado y explícitamente
enumerado de bienes jurídicos para cuyo resguardo los
Estados han establecido una convención y una serie de
facultades jurisdiccionales delegadas –y revocables– en
cabeza de un tribunal surgido de la voluntad concorde las
partes (soberanas=independientes) en relaciones de coor-
dinación. Se trata, pues, de uno de los dos elementos cons-
titutivos del llamado bien común internacional (aquí, en
un plano regional): a saber, la cooperación –en este caso,
jurisdiccional–. Nos hallamos frente a una serie de necesi-
dades parciales de la vida social que los Estados deciden
atender colectivamente. Pero no se trata de un bien común
–y con la naturaleza propia y estricta de un bien común
político– que subordinaría obligatoriamente todos los fi-
nes comunes de los Estados signatarios (tal como, en esa
hipótesis inviable, habría asimismo una sociedad política
regional de la que serían partes integradas –y subordina-
das– los Estados signatarios con sus respectivas potestades
y sus ordenamientos jurídicos).
Sin perder de vista la enorme trascendencia política y
jurídica (teórica ¡y práctica!) de lo aquí discutido, cerra-
mos por el momento nuestra breve puntualización crítica
con la conclusión que con necesidad se desprende de lo
afirmado hasta aquí: es, sí, efectivamente, el bien común
el que da la razón última de la primacía entre el tratado y
la constitución. Pero es precisamente el bien común el que
funda la primacía, prelación y superioridad axio­normativa
de la constitución política sobre la convención y la inter-
pretación que los equipos de la CIDH hagan de ella.
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - CORTE SUPREMA
DE LA NACIÓN - DERECHO INTERNACIONAL PÚ-
BLICO - DERECHOS HUMANOS - ORGANISMOS
INTERNACIONALES - TRATADOS INTERNACIO-
NALES - SENTENCIA - CONSTITUCIÓN NACIONAL
- DERECHO CONSTITUCIONAL - ESTADO NACIO-
NAL - DERECHO POLÍTICO - TRATADOS Y CON-
VENIOS - PRENSA
como el de derecho internacional, que hace de la precisión
del lenguaje un verdadero culto. Pero ello no ha ocurrido,
y pretender interpretar la Convención en otro sentido que
el que dispone su clara redacción, no es sino un vano ejer-
cicio de voluntarismo carente de todo sustento jurídico”.
La Corte ha dicho en el caso “Gelman” que “la senten-
cia interamericana produce una eficacia erga omnes hacia
todos los Estados Parte de la Convención, en la medida en
que todas las autoridades nacionales quedan vinculados a
la efectividad convencional y, consecuentemente, al crite-
rio interpretativo establecido por la Corte IDH, en tanto
estándar mínimo de efectividad de la norma convencio-
nal, derivada de la obligación de los Estados de respeto,
garantía y adecuación (…); y de ahí la lógica de que la
sentencia sea notificada no solo ‘a las partes en el caso’ si-
no también ‘transmitido a los Estados partes en la Conven-
ción’ (…)”. Este razonamiento –sostiene el autor– parte de
afirmar equivocadamente que la jurisprudencia de la Corte
es fuente formal de derecho internacional de los derechos
humanos.
El autor muestra otro de los argumentos de la Corte que
consiste en justificar la obligatoriedad de sus sentencias
en el hecho de que numerosos tribunales nacionales han
adoptado sus criterios. Aunque esto sea cierto –replica–,
otros Estados han negado explícitamente la obligatoriedad
erga omnes, como la Corte Suprema de México que ha
dispuesto que “la jurisprudencia de la Corte Interamerica-
na que deriva de las sentencias en donde el Estado Mexi-
cano no figura como parte, tendrá el carácter de criterio
 8 Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017
orientador de todas las decisiones de los jueces mexica-
nos, pero siempre en aquello que le sea más favorecedor a
la persona”.
Vítolo no deja de recordar la conducta previa de la
Corte Interamericana, que había sido clara en reconocer
el valor relativo de sus sentencias, por ejemplo en el caso
“Genie Lacayo”, en el que reconoce que su competencia
“es ejercida para resolver casos concretos”. Como con-
clusión, el autor afirma que el seguimiento de la jurispru-
dencia “no dependerá tanto de argumentos sofistas para
pretender extender los alcances de una norma más allá
de lo que las reglas lógicas y jurídicas autorizan, sino del
prestigio que el tribunal (…) pueda ganarse por el conteni-
do de sus sentencias”.
DFD: Colaboración del estudiante Juan Ignacio Serrano,
Fundación Nomos, Beca Sacheri, San Rafael, Mendoza.
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - CORTE SUPREMA
DE LA NACIÓN - DERECHO INTERNACIONAL PÚ-
BLICO - DERECHOS HUMANOS - ORGANISMOS
INTERNACIONALES - TRATADOS INTERNACIO-
NALES - CONSTITUCIÓN NACIONAL - DERECHO
CONSTITUCIONAL - ESTADO NACIONAL
2) La posición del Dr. Carlos Fayt (voto en
­disidencia en causa “Simón”, Fallos: 328:2056)
“44) [Declarar la inaplicabilidad de la Convención so-
bre Desaparición Forzada de Personas fundado en el art.
27 CN…] Al respecto cabe recordar que en el sistema
constitucional argentino esta previsión [art. 27 cit.] deter-
mina que los tratados deben ajustarse y guardar conformi-
dad con los principios de derecho público establecidos en
esta Constitución. (…).
45) (…) El artículo citado consagra la supremacía de la
Constitución –más precisamente, de los principios cons-
titucionales– frente a los tratados internacionales, y de él
proviene la ‘cláusula constitucional’ o ‘fórmula argentina’
expuesta en la Conferencia de la Paz de La Haya en 1907
por Roque Sáenz Peña, Luis María Drago y Carlos Rodrí-
guez Larreta, por la que se debe excluir de los tratados en
materia de arbitraje ‘las cuestiones que afectan a las cons-
tituciones de cada país’. En consecuencia, los tratados que
no se correspondan con los principios de derecho público
Yrigoyen y la Sociedad de las Naciones
La Sociedad de las Nacio-
nes fue creada por el art. 1º del
Tratado de Versalles (28 de junio de 1919). Sus objetivos
eran la preservación de la paz y la reorganización de las
relaciones internacionales, aunque no se admitió a los paí-
ses vencidos y a los que habían sido neutrales solo se les
otorgaba voz pero no voto. Al ser parte del Tratado de Ver-
salles dependía de los vencedores y de convenios previos
que los aliados europeos habían firmado, incluso alguno
secreto.
Para Alemania y el resto de los derrotados, el Tratado
fue un pacto de obligada adhesión, ya que simplemente
firmaron su rendición en los términos fijados por Estados
Unidos, Francia, el Reino Unido e Italia; y aceptaron final-
mente pérdidas territoriales y el pago de compensaciones
económicas formidables, que llevaron a John Maynard
Keynes a decir que se trataba de “una paz cartaginesa” y
que el plan de reparaciones era “tan criminal como la inva-
sión a Bélgica” –por la que Gran Bretaña había entrado en
N. de la R.: otra contribución sobre la temática del fallo “Fontevec-
chia” y la soberanía argentina.
7. Escuela Argentina (I). La persona no es primer principio del orden político
“La realización integral de la persona necesita entonces de la colectividad; el perfeccionamiento de la persona humana está condicionado a la forma que adquiera la colec-
tividad política (Santo Tomás, II-II, 188, 8). Por eso la naturaleza nos inclina hacia la comunidad humana. Pero de aquí no se sigue, como aclara Lachance, que sea la persona
el primer principio del orden político o que este se le someta. Hay prioridad del orden político-moral sobre las personas, ya que la dignidad humana está fundada en vínculos”
­(Horacio Sánchez de Loria Parodi [Ponencia Semana Tomista 2016, Justicia y misericordia en la vida política]).
establecidos en la Constitución, serán nulos ‘por falta de
jurisdicción del gobierno para obligar a la Nación ante
otras’ (Joaquín V. González, Senado de la Nación, Diario
de Sesiones, Sesión del 26 de agosto de 1909 y volumen
IX de sus Obras Completas, págs. 306 a 309).
46) (…) ‘Un tratado no puede alterar la supremacía de
la Constitución Nacional (...). En cuanto la Constitución
Nacional sea lo que es, el art. 27 tiene para la Nación sig-
nificado singular en el derecho internacional. La regla in-
variable de conducta, el respeto a la integridad moral y
política de las Naciones contratantes’ (Joaquín V. Gon-
zález, op. cit., volumen IX, pág. 52; énfasis agregado). Se
trata de una norma de inestimable valor para la soberanía
de un país, en particular, frente al estado de las relaciones
actuales entre los integrantes de la comunidad internacio-
nal. Esta interpretación preserva –ante las marcadas asi-
metrías económicas y sociales que pueden presentar los
Estados signatarios de un mismo Tratado– el avance de
los más poderosos sobre los asuntos internos de los más
débiles; en suma, aventa la desnaturalización de las bases
mismas del Derecho Internacional contemporáneo, pues
procura evitar que detrás de un aparente humanismo ju-
rídico se permitan ejercicios coloniales de extensión de
soberanía (…).
48) (…) Desde la ciencia del derecho internacional se
reconoce actualmente –y como ya se hiciera referencia–
lo que se denomina un ‘margen nacional de apreciación’,
doctrina nacida en la Comisión Europea de Derechos Hu-
manos, adoptada por la Corte Europea de Derechos Hu-
manos y recogida también por la Corte Interamericana de
Derechos Humanos (conf. OC-4/84 Serie A, Nº 4, del 19
de enero de 1984). Su esencia es garantizar, ciertamen-
te, la existencia de la autonomía estatal, por la cual cada
Estado tiene reservado un margen de decisión en la intro-
ducción al ámbito interno de las normas que provienen del
ámbito internacional (…)”.
[En el nro. 51 recuerda el leading case “S.A. Martín
& Cía. Ltda.”, de 1963, que “sentó las bases de su doctri-
na sobre la relación entre el derecho interno y el derecho
internacional, estableciendo que ni el art. 31 ni el 100 (ac-
tual 116) de la Constitución Nacional atribuyen prelación
o superioridad a los tratados con las potencias extranjeras
respecto de las leyes válidamente dictadas por el Congreso
de la Nación”].
por Rogelio Alonso
La Plata
la guerra–. Se fue más allá del armisticio de Compiègne
–noviembre de 1918, en el que Alemania aceptó evacuar
sus tropas y entregar el material de guerra pesado–, ya que
se la disgregó territorialmente y obligó a pagar reparacio-
nes, monetarias y en especies, que dos años después se
fijaron en 132.000 millones de marcos oro(1) –aproximada-
mente unos 440.000 millones de dólares actuales–, a todas
luces imposible de afrontar sin condenar a los alemanes a
la pobreza. Si bien a posteriori hubo ayudas y condona-
ciones significativas (sobre todo en 1932, año en que el
nazismo llegó a ser primera fuerza electoral), el mal ya
estaba hecho: la hiperinflación que se originó y la convul-
sión política germana transformaron la resignación por la
derrota en espíritu de revancha.
Los entretelones de la distribución del mundo que hi-
cieron los vencedores, su negligencia y errores diplomá-
ticos, cómo se fijaron fronteras artificiales, las debilidades
(1) Detalles y tipo de cambio en Guinnane, Timothy W., Vergang-
enheitsbewältigung: the 1953 London Debt Agreement, (PDF), Center
Discussion, Paper nº 880, Economic Growth Center, Yale University,
enero 2004.
52) Que (…) cabe recordar que tal como ocurría al dic-
tarse el leading case ‘S.A. Martín & Cía.’, los arts. 27, 30
y 31 de la Constitución Nacional, continúan regulando los
vínculos entre el derecho internacional y el interno, nor-
mas cuya vigencia no debe desatenderse. (…).
55) Que, sin embargo, la cuestión que debe dilucidar-
se es si la primacía del Derecho Internacional comprende
a la propia Constitución Nacional. Si la respuesta fuera
afirmativa, el Derecho Internacional prevalecería sobre el
Derecho Interno del país, consagrándose así el monismo
en su concepción más extrema. Esta postura –tal como
se precisó en el precedente ‘Arancibia Clavel’, disidencia
del juez Fayt– resulta totalmente inaceptable en el sistema
constitucional argentino. (…).
58) (…) La tesis que aquí se propugna toma como ba-
se normativa al art. 27 de la Constitución Nacional que
prohíbe cualquier interpretación que asigne al art. 27 de
la Convención de Viena una extensión que implique hacer
prevalecer al Derecho Internacional sobre el Derecho In-
terno. En base a la norma constitucional citada, es al Poder
Judicial a quien corresponde, mediante el control de cons-
titucionalidad, evaluar, en su caso, si un tratado interna-
cional –cualquiera sea su categoría– guarda ‘conformidad
con los principios de derecho público establecidos en [la]
Constitución’ (art. 27 de la Constitución Nacional). En
otras palabras, debe asegurarse la supremacía constitucio-
nal (…) (Causa ‘Cabrera’, Fallos: 305:2150) (…).
61) (…) La inclusión de tratados con jerarquía consti-
tucional no pudo significar en modo alguno que en caso
de que esa categoría de tratados contuviera disposiciones
contrarias a la Primera Parte de la Constitución (como la
retroactividad de la ley penal), aquellos deban primar so-
bre el derecho interno (…). De lo afirmado hasta aquí cabe
concluir que la Constitución Nacional se erige sobre la
totalidad del orden normativo. (…)”.
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - CORTE SUPREMA
DE LA NACIÓN - DERECHO INTERNACIONAL PÚ-
BLICO - DERECHOS HUMANOS - ORGANISMOS
INTERNACIONALES - TRATADOS INTERNACIO-
NALES - SENTENCIA - CONSTITUCIÓN NACIO-
NAL - DERECHO CONSTITUCIONAL - ESTADO
NACIONAL
de Wilson y Lloyd George, el nacionalismo y la tenacidad
vengativos de Clemenceau, las desconfianzas y disensio-
nes entre “los Cuatro Grandes”, el humillante momento
de la firma por Alemania han sido descriptos por Macmi-
llan en un libro útil para entender la irresponsabilidad
con la que se manejó la posguerra. La gravedad de la si-
tuación la describe así:
“Desde todas las partes de Europa los funcionarios y
los organismos de ayuda privados mandaban informes
alarmantes: millones de hombres parados, amas de casa
desesperadas que alimentaban a sus familias con pata-
tas y sopa de col, niños escuálidos. En aquel frío invier-
no, el primero desde el fin de la guerra, Herbert Hoover,
administrador de los servicios de ayuda estadouniden-
ses, advirtió a los Aliados que unos doscientos millones
de personas de los países enemigos y casi otras tantas
entre las naciones vencedoras y las neutrales se veían
amenazadas por la hambruna. Solo Alemania necesitaba
200.000 toneladas de trigo al mes y 70.000 toneladas de
carne. En todos los territorios de la antigua Austria-Hun-
gría los hospitales se habían quedado sin vendajes y me-
dicinas. En el nuevo Estado checoslovaco un millón de
niños pasaban sin leche. En Viena moría la mayor parte
de los recién nacidos. La gente comía carbonilla, virutas,
arena”(2).
(2) Macmillan, Margaret, París 1919: Seis meses que cambiaron el
mundo, Tusquets, 2005. En la pág. 67 de la edición e-pub.

Pero, además, creer o afirmar que Europa estaba en paz
era una ilusión. Solo se había ganado un respiro, ya que
había grandes zonas de Europa central y oriental donde
todo orden establecido se había derribado, y “estaban en-
vueltas en un rabioso conflicto”. “La guerra de los Gigan-
tes ha terminado –simplificó Churchill–; comienzan las
guerras de los pigmeos”.
Pero la situación era más compleja: fresca la tinta de la
firma del tratado que prometía la paz universal y perenne
comenzó una sorda pugna entre los gigantes. El entonces
secretario de la Embajada argentina en Washington, a car-
go de Tomás Le Breton, Felipe A. Espil, “recuerda que,
después de la Paz de Versalles y del rechazo por el Senado
norteamericano, en 1920, de la Liga de las Naciones, se
habían deteriorado a tal punto las relaciones entre las po-
tencias vencedoras que se hablaba de un conflicto anglo-
norteamericano, perspectiva que aumentó por la alianza
celebrada entre Gran Bretaña y Japón”. Dos décadas des-
pués, como embajador en Londres, Le Breton le escribiría
a Espil, ya con el mundo en guerra: “Los acontecimientos
demuestran que Ligas, Pactos, Sanciones, Tratados, Con-
venios, Garantías, etc., poco cuentan cuando no se pueden
respaldar debidamente”(3).
Y antes, en los años treinta, Salvador de Madariaga,
embajador de España en París, decía que “el mundo atra-
vesaba un estado pactológico”, estar “saturado de pactos”
y que “el infierno estaba pavimentado de buenas conven-
ciones”, sarcasmos que ilustran sobre la ineficacia del pro-
ceso comenzado en Versalles(4).
El historiador inglés Davies describe la situación en
estos términos:
“La Conferencia de Paz, que deliberó en París a lo largo
de 1919, se organizó como un congreso de vencedores, no
como una asamblea general de los estados europeos. Ni
la Unión Soviética ni la República Alemana estuvo repre-
sentada; y los otros estados sucesores solamente fueron
admitidos en su calidad de clientes y peticionarios. Todas
las decisiones importantes fueron tomadas por el Consejo
de los Diez, su sucesor, el Consejo de cuatro –Clemen-
ceau, Lloyd George, Wilson, y en ocasiones Orlando de
Italia– o, a partir de enero de 1920, por la Conferencia
Permanente de Embajadores Aliados. Esto en sí mismo era
suficiente para crear la impresión de un diktat o ‘acuerdo
impuesto’. A pesar de las pretensiones altisonantes de los
organizadores, la Conferencia de Paz no se hace responsa-
ble de muchos de los problemas más urgentes de Europa.
Se limitó a hacer la tarea de preparar los tratados que de-
berían firmar los estados exenemigos.
Las potencias occidentales mostraron poco sentido de
la solidaridad entre ellos. Los estadounidenses sospecha-
ban de los planes imperialistas de los británicos y de los
franceses, los británicos de las tendencias napoleónicas de
los franceses y tanto los británicos como los franceses del
real compromiso de Estados Unidos. Sus temores se con-
firmaron con creces cuando el Congreso no ratificó tanto
el Tratado de Versalles con Alemania como la pertenencia
americana al proyecto favorito de Wilson, la Sociedad de
las Naciones.
Pero la Sociedad de Naciones nació sin dientes. Esta-
dos Unidos le dio la espalda a la solución; los británicos se
desmovilizaron y Francia se redujo a vigilar el Continente
con una sola mano. Era solo cuestión de tiempo antes de
que los ofendidos comenzaran a adivinar que podían ame-
nazar impunemente”.
Y puntualiza la relevancia y posterior influencia de
Keynes:
“Ya en la Conferencia de Paz un delegado británico, J.
M. Keynes, había publicado una crítica rigurosa del enfo-
que predominante. En su libro Consecuencias económicas
de la paz (1919) argumentó que el apoyo a la recuperación
económica de Alemania era una condición previa para la
recuperación de Europa en su conjunto, y que las repara-
(3) Siri, Ricardo J., Tomás A. Le Breton,1868-1959, CARI, Serie Los
diplomáticos, s/f., págs. 17 y 21.
(4) Katzenstein, Juan C., Roberto Levillier, CARI, Serie Los diplomáti-
cos, 1993, pág. 23.
8. Escuela Argentina (II). Soaje Ramos (1). Bien común (1). No es un bien ajeno
“El bien común no es un bien ajeno para la persona humana; no es ni un bien personal de nuestro prójimo (o de mi prójimo) ni la suma total de los bienes particulares. No hay
ni puede haber oposición ni tampoco ‘tensión’, como gustan decir los sociólogos, entre bien común y bien particular, si entendemos rectamente los términos (…)” (Soaje Ramos,
Guido, El grupo social, Buenos Aires, Cátedra Filosofía Social, Departamento de Filosofía Práctica, Facultad de Filosofía, Universidad Católica Argentina Santa María de los
Buenos Aires, 1969, mimeo, pág. 44).
Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017
ciones punitivas perjudicarían los esfuerzos de reordena-
miento. Sus ideas encontraron una fuerte oposición polí-
tica, en parte porque parecía recomendar un tratamiento
preferencial a Alemania más que a sus presuntas víctimas.
Pero gradualmente comenzó a comprenderse que la recu-
peración debía tener prioridad”(5).
Antes que Davies, Renouvin había señalado que la
publicación por Keynes de Las consecuencias económi-
cas de la paz produjo un cambio en la opinión mundial, ya
que era voz autorizada: había sido consejero económico de
la delegación británica.
“La ruina de la vida económica europea –decía Key-
nes– empezó por la guerra (…); pero se corría el riesgo
de que esa ruina prosiguiese hasta el fin por la aplicación
del Tratado de Versalles (…) el tratado de paz privaba a
Alemania de todos sus barcos mercantes de alto bordo, de
todas sus colonias, de todos los derechos y privilegios que
poseía fuera de Europa, en sus zonas de influencia econó-
mica; le arrebataba la hulla del Sarre y el mineral de hierro
de la parte de Lorena (…) iba a hacer quizás que perdiese
la Alta Silesia. Pero el tratado quería imponerle, además,
el pago de las reparaciones, pago que solo podría satisfa-
cer desarrollando sus exportaciones de productos indus-
triales. Los autores del tratado no habían comprendido que
el resurgir económico de Alemania era necesario para la
reconstrucción económica de Europa. He ahí –concluye
Keynes– el balance de los errores cometidos por Lloyd
George y, en mayor grado, por Clemenceau. Esa tesis tuvo
un éxito clamoroso (el libro fue traducido a once idiomas;
se vendieron 140.000 ejemplares) (…) La tesis keynesia-
na contribuyó fuertemente a desacreditar las cláusulas de
los tratados a los ojos de los intelectuales, economistas y
hombres de negocios”(6).
Corresponde recordar algo pocas veces mencionado.
En su libro Keynes hace una referencia a la Argentina,
después de mencionar “los tributos que se arrancaban por
la fuerza (…) bajo las sanciones del feudalismo”: “Es cier-
to que la necesidad que ha tenido el capitalismo europeo
de encontrar una salida en el Nuevo Mundo ha hecho que
durante los pasados cincuenta años (…) países como la
Argentina lleguen a deber una suma anual a naciones co-
mo Inglaterra. Pero el sistema es frágil…”. “Los banque-
ros están acostumbrados a este sistema, y creen que es
parte necesaria del orden social permanente. Están dis-
puestos a creer, por tanto, por analogía con él, que un sis-
tema semejante entre los gobiernos, en una escala mucho
más amplia y definitivamente opresora (…) es natural, ra-
zonable y conforme con la naturaleza humana. No confío
en esta visión del mundo”(7).
Keynes advirtió que las condiciones económicas im-
puestas a Alemania llevarían al mundo a “la fase más crí-
tica que el hombre había conocido”. Por su parte, Herbert
Hoover, años más tarde Presidente de los Estados Unidos,
cuenta que “Coincidimos (con Keynes) en que las conse-
cuencias de las numerosas partes de la propuesta del tra-
tado acabarían trayendo la destrucción”(8). En pocos años,
se demostró que tenían razón, ya que la consiguiente crisis
alemana explica en buena medida el surgimiento del na-
zismo y la Segunda Guerra.
Sobre esta base genética, la Sociedad de las Naciones
tenía que nacer muerta.
Realidad que percibió inmediatamente el presiden-
te Hipólito Yrigoyen, que, aunque idealista entusiasta, se
mostró cauteloso desde el inicio. Así, cuando la Argentina
recibió, en marzo de 1919, invitación a reuniones preli-
minares, la aceptó con una salvedad: en principio, según
(5) Davies, Norman, Europe. A history, New York, 1996, Oxford
University Press, págs. 926 y 942.
(6) Renouvin, Pierre, Historia de las relaciones internacionales, t.
II, vol. II, pág. 803. Citado por Enrique Díaz Araujo en Yrigoyen y la
guerra, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo,
1987, pág. 280.
(7) Keynes, John M., Las consecuencias económicas de la paz, Bar-
celona, Crítica, 1987, Cap. VII “Los remedios”, pág. 182.
(8) Macmillan, Margaret, París 1919: Seis..., cit., pág. 437 de la
edición e-pub. Menciona el libro de Hoover, Herbert, The Ordeal of
Woodrow Wilson, Baltimore-Londres, 1992.
9
instrucciones dadas al embajador en
París, Alvear: “Puede V. E. asistir a la
reu­nión y transmitirme sus opiniones. El
gobierno argentino acepta en principio
la formación de la Liga de las Naciones
propuesta por el presidente Wilson”(9).
En enero de 1920, el Presidente del Consejo Supremo
de las Potencias Aliadas, Georges Clemenceau, invitó a la
Argentina a adherirse al Pacto de la Sociedad de las Na-
ciones. Yrigoyen acepta y solicita acuerdo del Senado para
la designación de los representantes diplomáticos (el can-
ciller Honorio Pueyrredón, Marcelo T. de Alvear, embaja-
dor en París, y Fernando Pérez, embajador en Austria).
Yrigoyen distinguía entre el Tratado de Paz y el pac-
to de constitución de la Liga de las Naciones: eran “dos
convenciones fundamentalmente distintas y desvinculadas
entre sí, aunque el segundo figurara como parte integrante
del primero”. “Las instrucciones que dio a los diplomáti-
cos destacados eran que la Asamblea se pronunciara sobre
las proposiciones siguientes: a) Universalidad de la Liga;
b) Igualdad absoluta de todas las naciones miembros. De
la aceptación o rechazo de las mismas dependería la per-
manencia o retiro de la delegación, puesto que a criterio
del Presidente, eran las únicas bases inconmovibles de una
política internacional capaz de concretar una era de paz y
justicia entre los pueblos del mundo”(10).
Desde el inicio de la tarea diplomática hubo confusio-
nes y enredos de naturaleza jurídica, reflejo de las políti-
cas, y queda la duda de si Yrigoyen no fue lo suficiente-
mente claro al comienzo, ya que se produjeron disensos en
la delegación y de esta para con él, quien con su “justísima
y evangélica tesis”(11) de igualdad y hermandad entre las
naciones chocaba con la comida de fieras en que había
devenido el mundo. Tan tensa fue la situación que, según
Gálvez, Pueyrredón estuvo a punto de ser cesanteado.
“Tal vez (…) exista un pecado original de Yrigoyen: el
de apoyar a Wilson, quien –según del Mazo y José N. Sca-
la– ‘necesitaba, en ese momento importante de su lucha,
una solidaridad con la idea de la Liga que lo respaldara en
su país y en Europa’”(12). Espeche Gil menciona un punto
a tener en cuenta: “Hay un paralelismo entre la posición
del presidente argentino y la del Presidente Wilson con
respecto a las expectativas de que se respetaría la justicia
en el futuro ordenamiento internacional de la posguerra.
Investigaciones recientes revelan una raíz doctrinaria co-
mún: las obras de Kant de las que ambos eran asiduos
lectores”(13).
Los estudiosos que han analizado los detalles del des-
empeño de la delegación insumen no menos de treinta
páginas, por lo que no tiene sentido, para la finalidad de
estas, el tedioso inventario de tiquismiquis jurídico-políti-
cos y de discusiones intradelegación y cartas y telegramas
cruzados con las autoridades de la Liga y entre los repre-
sentes del país y el Presidente. Baste señalar que tanto
Gálvez como Luna (en biografías que posiblemente no
hayan sido superadas) coinciden en que la actitud de los
argentinos en Ginebra era de sumisión al ambiente inter-
nacionalista. Un ejemplo de las disidencias está dado por
un telegrama persuasivo que Yrigoyen despacha a Alvear,
quien le contesta: “Cualesquiera que sean las divergencias
que en esta oportunidad hayan existido y que consisten
más en la forma que en el fondo mismo de la cuestión,
puedo dar al Presidente y amigo la seguridad de que le en-
contrará siempre, con todo entusiasmo, sin ninguna reser-
va y exento de preocupaciones personales, completamente
(9) Alén Lascano, Luis C., Pueyrredón. El mensajero de un destino,
Raigal, 1951, pág. 79. Telegrama del 13-3-1919.
(10) Etchepareborda, Roberto, Yrigoyen/2, Centro Editor de Améri-
ca Latina, 1983, pág. 301
(11) Así la adjetivó Hipólito Yrigoyen en su Cuarto escrito de defen-
sa ante la Corte Suprema, 24-8-1931.
(12) del Mazo, Gabriel, El Radicalismo. Ensayo sobre su historia y
doctrina, 2ª ed., Raigal, 1951, t. I, pág. 246. Citado por Díaz Araujo,
cit., pág. 284.
(13) Espeche Gil, Miguel Á., La política exterior del Presidente Hipó-
lito Yrigoyen, Anales del Instituto Nacional Yrigoyeneano, 2005, pág.
49.
10 Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017
JUSTICIA Y DERECHO PROCESAL
Elementos del proceso penal en Santo Tomás de ahí la necesidad del discurso que va alcanzando conclu-
de Aquino
1 cias. En función de ello se identificará al autor o autores.
Introducción
Es común entre la doctrina procesal moderna y contem-
poránea ubicar los orígenes del denominado modelo acu-
satorio en el mundo anglosajón y oponerlo radicalmente
al llamado modelo inquisitivo. Esto es una visión parcial,
cuando no ideológica de la cuestión. No es posible entrar
en tema ahora sin apartarse del objeto de la presente, pero
el sistema procesal utilizado por la Iglesia y posteriormen-
te por la Inquisición tienen su fuente y modelo en el dere-
cho romano cuyo principio rector era la vigencia efectiva
de la aequitas.
El objeto de estas líneas es mostrar que muchos de
los temas presentados hoy como novedad o adquisición
reciente ya están tratados, por lo menos desde Aristó-
teles. Claro que, como se mostrará oportunamente, los
puntos de partida son diversos, más bien diametralmente
opuestos.
(“Yrigoyen...”, viene de pág. 9)
decidido a cooperar con él, como lo he hecho toda mi vida
política sin incertidumbres ni desfallecimientos, a la pros-
peridad y a la grandeza de nuestra Patria”(14).
Trabajosamente logró Yrigoyen clarificar la postura ar-
gentina, que en rigor pasaba esencialmente por la igualdad
jurídica de las naciones y el respeto a su soberanía. De no
ser aceptado, se retiraría. En esta línea le había señalado
a Pueyrredón: “La institución de una Corte Internacional
Permanente, con jurisdicción compulsiva, significaría dar
vida a un organismo que a cada instante revelaría un es-
tado de anormalidad y recelo que es lo que precisamente
debemos esforzarnos en disipar de un modo definitivo”(15).
Señala Díaz Araujo: “Yrigoyen exalta la integridad
de la independencia argentina para no someterse a nadie
fuera de sus fronteras. Esto es mucho más trascendente
–porque fija una doctrina jurídica– que su firme resolu-
ción coyuntural referida a la igualdad de los estados en las
entidades mundiales. Por eso, muy bien acierta César Díaz
Cisneros cuando refuta a los censores del gobierno:
‘Toda su argumentación parte de una base deleznable:
supone que el Pacto es una ley superior a las soberanías
nacionales y que la República debió someterse a ella lo
mismo que lo hace cualquier ciudadano ante la ley de su
nación (…) Les ha parecido que esa Liga es (…) una espe-
cie de Todopoderoso dispuesto a crear el cielo y el infierno
de las naciones, y, lo que es peor, a juzgarlas en definitiva
y sin apelación, decidiendo sobre su porvenir (…) Ni ley,
ni poder superior a la libertad del pueblo argentino, ni fan-
tasmas jurídicos (…) El Pacto no es una ley impuesta a
los estados; es un tratado. Ratificado es ley para la nación,
pero no superior a su soberanía, sino igual a sus leyes in-
ternas… (para los críticos La Liga es una nueva diosa en
los dominios de la religión)”(16).
Weinmann resume en un párrafo los motivos de Yrigo-
yen para despegarse de la Sociedad de las Naciones:
“La explicación de la firmeza con la que Yrigoyen de-
fendió la neutralidad argentina debe buscarse en su con-
vicción de que ello era lo que más convenía a su país y de
que toda actitud debía determinarla con un criterio pro-
(14) Telegrama del 6-1-1921.
(15) Telegrama del 28 -11-1920.
(16) Díaz Araujo, Yrigoyen y la guerra, cit., pág. 295; referencia
a Díaz Cisneros, César, La Liga de las Naciones y la actitud argentina,
Buenos Aires, Mercatali, 1921, págs. 173/174 y 178.
9. Escuela Argentina (III). Soaje Ramos (2). Bien común (2). Es el mejor bien de la persona
“En rigor, aun cuando esto suene a paradoja a oídos modernos, el bien común es el mejor bien del singular; en este caso, en que el singular es la persona humana, cada uno de
sus bienes comunes es en su orden propio el mejor bien de la persona. En efecto, si el verdadero bien de un ente es aquello que este desea naturalmente como su perfección, enton-
ces tal perfección es para ese ente su bien” (Soaje Ramos, Guido, El grupo social, cit., pág. 44).
siones y ganando en certeza. Este movimiento de la razón
se desarrolla en etapas sucesivas dispuestas según el fin de
cada una de ellas y ordenadas al fin último del proceso.
por Miguel J. R. de Lezica
UCA - UCALP
Sentaremos previamente el marco en el que aparecen
estos temas. Ese marco es el proceso, específicamente el
proceso penal. Para entenderlo rectamente, conviene des-
tacar que se trata de un movimiento de la razón y que,
como todo movimiento, se ordena por un fin. En materia
práctica, el fin es principio de ordenación y determinación
de los medios conducentes a ese fin. Y como en el proceso
penal aparecen finalidades diversas, aunque sucesivas, es
posible ordenar el proceso en etapas conforme los respec-
tivos fines.
Se trata de un movimiento dialéctico de comparación y
controversia racional. Ese movimiento se desarrolla a tra-
vés de un discurso que versa sobre un hecho del pasado. El
fin de este discurso, diría Aristóteles, es hacer manifiesto
lo justo o lo injusto, y este fin determina el oficio del ora-
dor que consistirá en la acusación o defensa(1). Ahora, no es
posible alcanzar ese fin de golpe y en un solo movimiento,
(1) Aristóteles, Retórica, I, 3, 1358 b y sigs.
pio e independiente de todo tipo de presiones. Esta línea
independiente se puede observar en su política exterior
posterior. El ejemplo más nítido está dado por la postura
adoptada por Yrigoyen frente a la constitución de la Liga
de las Naciones. En primer lugar, Yrigoyen se opuso a
la distinción existente entre países beligerantes y neutra-
les; en segundo lugar, exigió que participaran de la misma
‘todos’ los países, lo que implicaba también la inclusión
de las naciones derrotadas en la guerra; en tercer lugar,
exigió que se reconociese el ‘principio de igualdad de los
Estados’; en cuarto lugar, solicitó la aprobación del prin-
cipio de ‘libertad de los mares’; y, en quinto lugar, la del
‘principio de la autodeterminación de los pueblos’. Al no
ser aceptadas estas exigencias, la delegación argentina se
retiró de la asamblea constitutiva de la Sociedad de las
Naciones en Ginebra”(17).
La Argentina formalizó su retiro el 7 de diciembre.
Asumido Alvear como Presidente, dispuso el aporte ar-
gentino a los gastos de la Sociedad. Pero el Congreso re-
chazó en varias oportunidades la ratificación del Pacto. Lo
hará recién en 1933, bajo la presidencia de Justo.
Los principios de igualdad de los Estados y de autode-
terminación de los pueblos están reconocidos por Nacio-
nes Unidas en su resolución 25, octubre de 1970, XXV
Asamblea. El de libertad de los mares (que fue parte del
derecho consuetudinario durante milenios, con fundamen-
tos jurídicos del dominico español Francisco de Vitoria y
de Hugo Grocio) tiene su más moderna formulación en la
Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del
Mar, abril de 1982.
Las razones del presidente Hipólito Yrigoyen eran cla-
ras y atadas al derecho internacional público. No obstante
lo cual fue acusado hasta de lunático por sostenerlas. Vaya
como ejemplo una síntesis de la opinión generalizada en
amplios círculos del establishment(18), aunque no en todos,
proporcionada por Isidoro Ruiz Moreno en su artículo
El pensamiento internacional del Dr. Pinedo, uno de cu-
yos párrafos señala que Pinedo siempre estuvo colocado
(17) Weinmann, Ricardo, Argentina en la Primera Guerra Mundial,
Biblos, 1994, pág. 149.
(18) Esta palabra, de traducción no lineal al español y de la que
se ha hecho abuso, carece aquí de connotación peyorativa alguna, ya
que, por algo así como una suerte de ley física de la política, es nece-
sario para el progreso y la estabilidad de una sociedad la existencia
de un establishment –ideas, aciertos y errores aparte–. Rivarola usaba
oficialismo.
Así, la primera etapa será la de la investigación con mi-
ras a determinar las circunstancias de una conducta pasi-
ble de ser calificada como delito. Aquí habrá que verificar
la existencia de un hecho y en lo posible sus circunstan-
Esta etapa concluye con la elevación a juicio, lo que im-
plica afirmar que hay elementos suficientes para llevar a
cabo un proceso deliberativo en que se imputa a alguien
la comisión de un delito y, en consecuencia, se concede la
posibilidad de refutar esa acusación.
Este es el fin de la etapa de investigación y todos los
actos procesales se ordenan y legitiman en función de esa
finalidad. La prueba y todas las medidas tendientes a la
protección del buen desarrollo del proceso –en concreto,
medidas de coerción, reales y personales– tienen como cri-
terio de validez el fin de esta etapa. Por ejemplo, el tiempo
de la prisión preventiva o las condiciones de excarcelación
o exención de prisión, aunque tasadas en la ley, se evalúan
en función de la mencionada finalidad de la investigación.
La etapa siguiente es la del debate o juicio. Aquí la fi-
nalidad es otra, la absolución o condena, para lo cual un
acusador presenta un hecho que es cualificado por sus cir-
en buena posición en las cuestiones internacionales, como
lo demuestran sus opiniones acerca de los problemas que
tuvo que enfrentar la República a raíz de las dos guerras
mundiales. Su juicio es categórico respecto a la confla-
gración de 1914 al criticar la política neutralista de Yri-
goyen, a despecho de la opinión pública argentina(19). En
términos lapidarios calificó “la política soberbia y de ais-
lamiento huraño que nos condujo a mantenernos alejados
oficialmente de los pueblos con los cuales teníamos más
estrechos lazos espirituales y materiales y que no terminó
siquiera con el advenimiento de la paz”. Se refirió al de-
plorable episodio de la conducta argentina con la Liga de
las Naciones, después de haber aceptado sus bases y adhe-
rido sin reservas. El retiro de la delegación argentina, en
la segunda asamblea, hizo que “quedáramos en adelante
desvinculados en forma bastante irregular del organismo,
combinado con un engreimiento nacional no menos des-
medido” que era un verdadero desgobierno con un criterio
“que a veces parecía lunático”(20).
Son aquí pertinentes unos conceptos de Floria y Gar-
cía Belsunce: “Vista la cuestión retrospectivamente,
nos parece que la conducta de Yrigoyen fue inteligente
y adecuada”. “Yrigoyen interpretó a la mayoría, siguió
en esto a de la Plaza y fue vocero del hombre medio. Se
comportó otra vez como un principista, y acertó, pese a
las críticas emotivas de muchos de los adversarios más
inteligentes…”(21).
A la luz del panorama, apuntado sintéticamente, de la
situación mundial posterior a la Gran Guerra y de la cono-
cida “eficacia” de la Sociedad de las Naciones en las dos
décadas siguientes, el lector podrá juzgar –o al menos opi-
nar– sobre la sensatez premonitoria de Yrigoyen.
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - DERECHO INTERNA-
CIONAL PÚBLICO - DERECHOS HUMANOS - OR-
GANISMOS INTERNACIONALES - TRATADOS IN-
TERNACIONALES - CONSTITUCIÓN NACIONAL
- DERECHO CONSTITUCIONAL - ESTADO NACIO-
NAL - TRATADOS Y CONVENIOS
(19) Este tema lo desarrollo en Yrigoyen ante la Primera Guerra
Mundial, en Todo es Historia, septiembre 2016, nº 590.
(20) AA. VV., La Argentina, su posición y su rango en el mundo, por
Federico Pinedo y ensayos en su honor, Buenos Aires, Sudamericana,
1971, pág. 308.
(21) Floria, Carlos A. - García Belsunce, César A., Historia de los
argentinos, Larousse, 1993, t. II, pág. 304.

cunstancias y, en consecuencia, subsumido bajo un tipo
penal o delito, y este hecho, cualificado ahora como delito,
se ­imputa al acusado. Aquí ya no hay mera autoría, sino
imputación, lo que importa causalidad, autoría y volunta-
riedad. El acusado tendrá la posibilidad de rebatir racional-
mente el hecho, el modo en que sucedió, la cualificación y
la imputación. Será posible, por ejemplo, reconocer el he-
cho pero negar la cualificación, o sea, negar que constituya
delito. Aquí otra vez los medios argumentales y probatorios
de esta etapa reciben su validez del fin al que se ordenan.
Alcanzada la finalidad, absolución o condena, y en aten-
ción a la falibilidad y contingencia de lo humano, se abre
la última etapa del proceso, la etapa recursiva. La finalidad
es revisar que el camino transitado haya transcurrido con-
forme a la razón, ello sencillamente porque la arbitrariedad
no puede ser fundamento de una decisión de estas carac-
terísticas. Prueba de lo dicho es que los recursos versan,
ya sea sobre un control de legalidad del proceso o sobre el
control de logicidad de las conclusiones del sentenciante.
La formulación del recurso como etapa final y dirimen-
te del proceso no obsta a la existencia de una constante
instancia de revisión presente en la totalidad de las etapas.
Así, son revisables por un órgano distinto la mayoría de
las decisiones adoptadas durante la investigación, lo es,
la sentencia definitiva, y la decisión del tribunal superior
(Casación en nuestro medio) respecto de la sentencia en
juicio oral es pasible de recursos extraordinarios. El fin de
cada etapa delimita las facultades decisorias y revisoras de
los órganos llamados a decidir.
Otro tanto ocurrirá, siempre modulado por el fin res-
pectivo, en la etapa de ejecución de sentencia. Los órganos
destinados al efecto entenderán en todo aquello concer-
niente al cumplimiento de la condena conforme a derecho.
Este breve esquema solo pretendía mostrar el contexto
en el que aparecen una serie de elementos constitutivos del
proceso. Decíamos que el hoy llamado sistema acusatorio
remonta sus orígenes, principalmente, al derecho anglo-
sajón que surge de las constituciones de los siglos XVIII
y XIX. Sin embargo, es posible encontrar el desarrollo
de los principios generales de este sistema procesal, en la
Edad Media, por ejemplo, en el tratado de la justicia de
Santo Tomás de Aquino(2).
Conforme el Aquinate y toda la tradición jurídica occi-
dental, el derecho es el objeto terminativo de la justicia y
consiste en la adecuación de la conducta a algo del otro,
según una medida estricta y objetiva de igualdad. El otro,
puede ser un individuo o la comunidad toda, de ahí la clá-
sica división de la justicia en legal o general y particular,
la que a su vez se divide en distributiva y correctiva.
La justicia, en tanto forma inmanente o fundamento de
validez del derecho, es una medida de igualdad (ya sea la
de la justicia legal o la igualdad geométrica o aritmética
propias de la justicia particular) que surge de la misma
naturaleza de las cosas humanas y sociales. La ley humana
no es otra cosa que la concreción y vigencia de esa me-
dida. El fin de la ley humana y el de la justicia es el bien
común, que constituye el bien temporal más alto del hom-
bre, en tanto este es un ser racional y social por naturaleza.
Así, la justicia delimita con precisión qué es lo suyo de la
comunidad y lo suyo de los particulares.
Analizaremos aquí, a partir de la justicia, cómo desa-
rrolla el santo los elementos constitutivos del juicio, idó-
neos para la concreción de lo justo. Veremos que muchos
de los temas aquí tratados son hoy el eje central del siste-
ma acusatorio.
II
Nociones del proceso penal en Santo Tomás
de Aquino
1. Noción de juicio
En el primer artículo de la cuestión 60, Santo Tomás
de Aquino va a afirmar que el juicio es acto de la justicia.
“Juicio se llama propiamente al acto del juez en cuanto
que es juez, y al juez se le llama tal porque es quien dice
(2) Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, Q 57, BAC,
16 tomos, edición bilingüe.
10. Escuela Argentina (IV). Soaje Ramos (3). Bien común (3). La dignidad de la persona es principalmente por el fin
“Desde el punto de vista práctico, la dignidad y la perfección de un ente se han de apreciar, según se ha dicho, por el fin o bien al que está ordenado y por su dotación de medios
para alcanzarlo (…). La persona tiene su dignidad en razón del fin que puede y debe alcanzar; su dignidad depende del orden a su fin al punto que solo es conservada en tanto que
la persona se mantiene en el orden y actúa libremente conforme a las exigencias que de este dimanan” (Soaje Ramos, Guido, El grupo social, cit., pág. 45).
Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017
el derecho (ius dicens)(3). Mas el derecho es el objeto de
la justicia (…) Y por esto, el juicio implica en la primera
acepción del nombre, la definición o determinación de lo
justo o del derecho”(4). El nombre de juicio en su acepción
originaria significa la recta determinación de las cosas jus-
tas, y de ahí pasó a significar la recta determinación en
cualesquiera cosas, tanto especulativas como prácticas(5).
Y en la solución a la 3ª objeción del mismo artículo dirá
que las virtudes ordenan al hombre en sí mismo, pero la jus-
ticia lo ordena con relación a otro. El hombre es dueño de lo
que a él mismo pertenece, pero no de lo perteneciente a otro;
por eso en las otras virtudes alcanza el juicio del virtuoso,
tomando el nombre de juicio en sentido lato. Pero en lo per-
teneciente a la justicia es necesario el juicio de algún supe-
rior que pueda argüir a ambas partes y decidir sobre ellas.
En la respuesta al artículo II de esta misma cuestión el
santo afirma que el juicio es lícito en cuanto es acto de jus-
ticia, para lo cual se exigen tres condiciones: 1) que proceda
de la inclinación a la justicia, de lo contrario se llama juicio
perverso o injusto; 2) que proceda de la autoridad del que
preside, de lo contrario se dice juicio usurpado; y 3) que sea
pronunciado según la recta razón de la prudencia, de lo con-
trario, cuando alguien juzga de cosas dudosas u ocultas y se-
gún conjeturas ligeras, se llama juicio suspicaz o temerario(6).
2. Principio de legalidad
Conforme al art. 18 de la Constitución argentina, así
como al art. 8º del Pacto de San José de Costa Rica, nadie
puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior
al hecho del proceso.
En el art. 5º de la cuestión 60, repetirá el santo que el
juicio es cierta definición o determinación de lo que es
justo. Pero una cosa se hace justa de dos modos, bien por
su misma naturaleza, lo que se llama derecho natural, o
bien por cierta convención entre los hombres, lo que se
llama derecho positivo. “Las leyes no obstante se escriben
para la declaración de ambos derechos, aunque de diferen-
te manera. Pues la ley escrita contiene el derecho natural,
más no lo instituye, ya que este no toma fuerza de la ley,
sino de la naturaleza; pero la escritura de la ley contiene e
instituye el derecho positivo, dándole la fuerza de autori-
dad. Por eso es necesario que el juicio se haga según la ley
escrita, pues de otro modo el juicio se aparataría ya de lo
justo natural, ya de lo justo positivo”(7).
3. Presunción de inocencia e in dubio pro reo
La pena es la determinación de lo justo respecto de quién
ha delinquido. Por eso la doctrina jurídica, en general, y no
sin razón, encuentra la presunción de inocencia en el art. 18
de la Constitución Nacional. Si nadie puede ser penado sin
juicio previo, recién al momento en que queda firme la pena
la imputación es veraz y procedente y ha quedado desvir-
tuada la inocencia. Es esto una exigencia de orden racional.
En el art. 3º de la cuestión 60, el Aquinate describe,
con cita de Cicerón, la sospecha como una opinión de lo
malo que procede de ligeros indicios. Para luego concluir
que el juez nunca puede condenar sobre la base de sospe-
chas porque eso pertenece directamente a la injusticia.
En consonancia con esta conclusión, en el artículo si-
guiente, aborda el tema de cómo debe el juez interpretar
las dudas que surgen durante el proceso. Al efecto explica
que tener mala opinión de otro sin causa suficiente cons-
tituye injuria y desprecio; mas nadie debe despreciar o
inferir daño a otro sin causa que lo obligue a ello. En con-
secuencia, mientras no aparezcan indicios manifiestos de
la malicia de alguno, debemos tenerle por bueno, interpre-
tando en el mejor sentido lo que sea dudoso.
4. Fundamento y carácter excepcional de la restricción
a la libertad
En la cuestión 65, art. 3º, se aborda el problema so-
bre si es lícito encarcelar al hombre. Al efecto, el santo
(3) La iuris dictio es la facultad de decir el derecho.
(4) Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, cit., Q 60, art. 1º,
Respondeo.
(5) Ibídem, Q 60, a.1, solución a la 1ª objeción.
(6) Ibídem, Q 60, a.2., Respondeo.
(7) Ibídem, art. 5º, Respondeo.
11
explica que en los bienes del cuerpo pueden distinguirse
diversos grados: el primero de ellos es la integridad de la
sustancia corporal, la que se ve afectada por el homicidio
o la mutilación; segundo, la delectación o el reposo de los
sentidos, el que se afecta mediante golpes o todo lo que
produzca dolor; y, por último, el movimiento y uso de los
miembros, que se restringe o entorpece por las cadenas,
encarcelamiento o cualquier detención. “Por consiguien-
te encarcelar a alguien o detenerle de cualquier forma es
ilícito si no se hace según el orden de la justicia, bien por
castigo, bien por prevención para evitar algún mal”(8).
5. Juez natural
Llegamos a la cuestión 67 en la que, en el art. 1º, se
trata el tema que hoy se enuncia en la legislación y textos
constitucionales vigentes como lo relativo al juez natural.
¿Qué importancia tiene esta temática? Santo Tomás afir-
ma que la sentencia del juez tiene cierto carácter de ley
particular, y así como la ley general tiene fuerza coactiva,
también la sentencia (en tanto ley particular) debe tener
la misma fuerza, por la que las partes sean obligadas a su
observancia. Pero no tiene lícitamente potestad coactiva
en las cosas humanas, sino el que ejerce autoridad pública.
En consecuencia, es evidente que nadie puede juzgar a
otro, a no ser que este sea de algún modo su súbdito, por
delegación o por potestad ordinaria.
6. El juez como tercero imparcial. Derecho penal de
autor y derecho penal de acto
En el art. 1º de la cuestión 63, Santo Tomás trata el
tema de la acepción de personas, a la que señala como
opuesta a la justicia distributiva. La igualdad de esta cla-
se de justicia consiste en dar cosas diversas a personas
diversas, proporcionalmente a sus respectivas dignidades.
Luego, cuando se considera aquella propiedad de la per-
sona por la cual lo que se le confiere le es debido, no hay
acepción de personas sino de causas. El santo ilustra su
razonamiento con el siguiente ejemplo: si se promueve a
alguien al magisterio por la suficiencia de su saber, al ha-
cerlo, se atiende a la causa debida y no a la persona; pero
en cambio, si no se considerara la causa, sino solamente
que es tal hombre, habría acepción de personas porque no
se concede por alguna propiedad que le haga digno de me-
recer, sino simplemente se atribuye a la persona.
En la respuesta al art. 4º de la cuestión 63, se dice que
la acepción de personas es cierta desigualdad, en cuanto
atribuye a alguna persona algo fuera de su proporción,
y por eso es evidente que por la acepción de personas se
falsea el juicio.
El tema aparece también en el tratado de los actos hu-
manos (I-II, Q 6 a 21) bajo el problema de la imputación.
El hombre es culpable en función de sus actos. Santo To-
más sigue aquí la teoría aristotélica de la imputación ex-
puesta en la Ética Nicomaquea, L. III, 1113b, conforme a
la cual la imputación supone autoría, causalidad y volunta-
riedad. “El hombre es principio y progenitor de sus accio-
nes como de sus hijos. Pero si ello es claro, y no podemos
remontarnos a otros principios que no sean los que están
en nosotros, entonces las acciones cuyos principios están
en nosotros dependerán de nosotros y serán voluntarias”.
El art. 2º de la cuestión 67 aborda un tema que en su
momento suscitó muchas discusiones. Se podría formu-
lar afirmando que para el juez lo que no se incorpora al
proceso no existe, aunque efectivamente exista en la rea-
lidad. Santo Tomás viene aquí a sostener esa afirmación.
Si bien es cierto que al profano puede parecerle aberrante
o excesivo, por ejemplo, que el autor de un delito grave no
sea castigado por errores de procedimiento o falta de ele-
mentos en el proceso, el santo prueba que es conforme a la
justicia que la condena sea fruto de un movimiento de la
razón, que en materia jurídica se desenvuelve en el ámbito
del proceso. Y esto por la sencilla razón de evitar una de-
cisión que no sea la consecuencia de un discurso racional,
en definitiva, evitar una decisión fruto de la arbitrariedad.
(8) Ibídem, Q 65, art. 3º, Respondeo.
(Continúa en pág. 13 abajo)
 12 Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017
Entre la autonomía y el bien
Proyecciones jurídicas de un debate bioético
Si nos atenemos estrictamente a los términos del trabajo
de R. V. Potter, Bioethics, the Science of Survival, publi-
cado en el ya lejano año 1970(1), considerado con justicia el
acta de nacimiento de la bioética contemporánea, es preciso
concluir que esta nació sin vida y sin ética. En efecto, para
Potter –dejando expresamente a salvo su incuestionable
mérito de haber despertado la conciencia científica respecto
del peligro que representa una técnica desbordada y sin
control moral alguno– la “nueva ciencia” por él propuesta
ha de basarse sobre dos pilares tomados de la biología, a
saber, una concepción exclusivamente mecanicista de la
realidad viviente (biología mecanicista que abjura expresa-
mente de cualquier criterio “vitalista”) y la idea irrenuncia-
ble del hombre como una máquina cibernética propensa al
error, con la consecuente reducción de la conducta racional
(y, por ende, moral) del hombre a simples desajustes de
mecanismos de adaptación y la universalización de estos
mecanismos de los cuales se hace derivar el propio ethos
social y cultural (el que no sería otra cosa que una exten-
sión de los procesos biológicos)(2). En consecuencia, en la
medida en que el mecanicismo niega la vida como hecho
específico y el determinismo maquinista elimina todo vesti-
gio de responsabilidad y libertad, resulta plenamente justi-
ficada la conclusión que más arriba hemos apuntado.
Esta suerte de “pecado original” de la bioética ha gra-
vado y sigue gravando en su desarrollo actual, posterior a
Potter. Por eso se han multiplicado los intentos de dotar
a la bioética de algún fundamento ético que pueda tomarse
como una suerte de ética universalmente válida. Esto, co-
mo es fácil advertir, representa un problema de alto cala-
do, pues se trata, nada menos, que de acercar a la bioética
su fundamento moral a la par que su estatuto epistemoló-
gico. Todo lo cual hace de esta ciencia un campo de con-
flictos y de debates interminables.
En la búsqueda de este fundamento, en 1979, dos auto-
res, T. L. Beauchamp y J. F. Childress, establecieron los
llamados, desde entonces, cuatro principios de la bioética:
autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia. Por
autonomía entendían estos autores la capacidad que tiene
toda persona de enjuiciar razonablemente el alcance y el
significado de sus actuaciones y responder por sus conse-
cuencias. De aquí se derivan los llamados “derechos del
enfermo”, entendidos generalmente como el derecho a de-
cidir respecto de los tratamientos y las conductas médicas
que se le propongan. El principio de beneficencia, en su
enunciación genérica, implica la obligación de actuar en
beneficio de otros, promoviendo sus legítimos intereses y
suprimiendo perjuicios; aplicado al campo de la medicina,
este principio promueve el mejor interés del paciente de
acuerdo con el criterio del médico, pues se supone que
este posee una formación y conocimientos de los que el
paciente carece, por lo que aquel sabe qué es lo más con-
veniente para este. El otro principio, el de no maleficencia,
es complementario de este en tanto consiste en evitar el
mal conforme el antiguo adagio médico de la tradición
hipocrática, primum non nocere, es decir, lo primero es no
hacer daño. El principio de justicia o equidad, finalmente,
apunta a tratar a cada uno como corresponda con la finali-
dad de disminuir las situaciones de desigualdad (biológi-
ca, social, cultural, económica, etc.) y asegurar una justa
distribución de los recursos médicos.
Estos principios fueron, en general, aceptados y aún
hoy se los sigue teniendo en cuenta como una referen-
cia válida. Sin embargo, su formulación no estuvo ni está
exenta de dificultades; nos referimos, fundamentalmente,
a una suerte de colisión entre el principio de autonomía y
(1) Potter, Van R., Bioethics, the Science of Survival, en Perspectives
in Biology and Medicine, vol. 14, Nº 1, 1970, págs. 127/153.
(2) Ídem.
11. Escuela Argentina (V). Soaje Ramos (4). Bien común (4). Dignidad de la persona. Individuo y persona (1)
“En el hombre concreto, a cada uno de estos bienes comunes y de sus órdenes respectivos corresponde una formalidad que no excluye las restantes, sino que se integra con
ellas en la totalidad del ente humano concreto. Nada por cierto de la distinción entre individuo y persona, que ha servido de vehículo a la aberración personalista aun entre filóso-
fos cristianos” (Soaje Ramos, Guido, El grupo social, cit., pág. 45).
BIODERECHO
por Mario Caponnetto
Universidad FASTA
el de beneficencia. Se plantea una dificultad: ¿cuál de los
dos principios tiene preeminencia sobre el otro? Esta difi-
cultad no es nada menor, sino que constituye la dificultad
central de la así llamada “bioética de los principios”. En
realidad, la contraoposición entre la autonomía (debe de-
cirse, con más propiedad, la autarquía) de la persona, que
siempre ha de ser respetada y nunca violentada, y el bien
de ella, que siempre ha de procurarse, encuentra oposi-
ción solo en el marco de una ética disgregada en la que el
bien ha sido quitado del horizonte de la libertad. Una ética
conforme con la razón natural y la fe cristiana, por el con-
trario, sostiene que no hay auténtica libertad humana fuera
del orden de la verdad y del bien. Como muy oportuna-
mente recuerda el Magisterio de la Iglesia: La verdad ilu-
mina la inteligencia y modela la libertad del hombre, que
de esta manera es ayudado a conocer y amar al Señor(3).
Por otra parte, desde una perspectiva estrictamente episte-
mológica, resulta cuestionable atribuir razón de principio
a la autonomía. Ella, en efecto, es más bien una propiedad
del sujeto moral antes que un principio moral, puesto que
en sí misma carece de toda posibilidad de especificar mo-
ralmente una acción humana.
Pues bien, esta oposición planteada entre la libertad y
el bien constituye una auténtica divisoria de aguas en la
bioética. Las distintas corrientes que cruzan, actualmente,
ese campo de debate que es hoy la bioética se agrupan en
torno de este gran eje. Por un lado, están aquellas orienta-
ciones que, en mayor o menor medida, ponen su centro en
la autonomía subordinando a ella la misma noción de bien
o de beneficencia. Por otro, sobre todo en lo que respecta
al campo católico y ámbitos afines como el de la llamada
“bioética personalista”, sin negar desde luego la autono-
mía, se sostiene que esta se halla limitada precisamente
por la noción de bien, que es la noción central y capital
de la ética. Sin embargo, pese al considerable espacio que
han ganado las perspectivas personalistas, lo que prevale-
ce, tanto en el plano académico como en el plano social,
político y cultural, es la orientación opuesta.
Se trata, en efecto, de una bioética inspirada en una ética
de cuño neokantiano en la que la idea del bien –y la corre-
lativa de virtud– es sustituida por la de la autonomía de la
voluntad. Este error central es el que anima las múltiples ex-
presiones de una bioética fundada en la autonomía del hom-
bre separada del bien; pero es, también, el que anima, casi
sin fisuras, la legislación vigente, en la Argentina y en el
mundo, relativa a temas tan sensibles como eutanasia, abor-
to, identidad de género, etc. Es decir que, en concordancia
con esta bioética de la autonomía, se ha ido plasmando una
legislación en la que ya no hay bien alguno a custodiar por
el derecho, sino que la ley se pone al servicio exclusivo de
la voluntad (y aun el capricho) omnímoda del hombre.
Ejemplo de lo que decimos es la llamada Ley de muerte
digna, la ley 26.742, aprobada por unanimidad por el Con-
greso el 9-5-12 y promulgada el 24 de mayo de ese mismo
año. Como es sabido, esta ley no es sino una modificatoria
de la ley 26.529 aprobada en el año 2009, conocida como
Ley de los derechos del paciente. La atenta lectura de estos
textos legales permite advertir que ambos se inspiran en
el ya referido principio bioético de autonomía. En efecto,
la ley 26.529, con sus enfáticas declamaciones sobre los
derechos del paciente y las modificaciones introducidas por
la ley 26.742, no hace sino recoger, en la letra y en el espí-
ritu, los criterios de la ética que inspiran buena parte de la
bioética actual, sobre todo en su versión anglosajona. Así,
el art. 1º de la ley de 2012, al modificar el art. 2, inc. c),
de la ley anterior, consagra el principio de “autonomía de
la voluntad” y establece que “el paciente tiene derecho a
(3) S.S. Juan Pablo II, Carta Encíclica Veritatis splendor, proemio.
aceptar o rechazar determinadas terapias o procedimientos
médicos o biológicos, con o sin expresión de causa, como
así también a revocar posteriormente su manifestación de
la voluntad”. Extiende, además, este principio a “los niños,
niñas y adolescentes”, a quienes se le reconoce el “derecho
a intervenir en los términos de la ley 26.061(4) a los fines
de la toma de decisión sobre terapias o procedimientos
médicos o biológicos que involucren su vida o salud”. Este
reconocimiento de la potestad omnímoda del sujeto, sin
matices y sin ninguna referencia correlativa al bien del pa-
ciente, constituye, pues, la consagración en nuestro medio
de la bioética de la autonomía, y es a partir de este punto
crucial que se derivan las demás objeciones que cabe for-
mular a esta ley, sobre todo en lo que respecta a la exten-
sión del principio de autonomía al caso de los pacientes
terminales, al punto de poder, incluso, “rechazar procedi-
mientos de hidratación o alimentación cuando los mismos
produzcan como único efecto la prolongación en el tiempo
de ese estadio terminal irreversible o incurable” (art. 2º),
contrariando expresamente los criterios éticos y médicos
universalmente aceptados que consideran la hidratación y
la alimentación recursos ordinarios básicos a los que no se
puede lícitamente renunciar(5).
Consideraciones similares merece la llamada Ley de
Identidad de Género (ley 26.743), promulgada el 24-5-12,
cuyo art. 2º define la identidad de género como “la vi-
vencia interna e individual del género tal como cada per-
sona la siente, la cual puede corresponder o no al sexo
asignado al momento del nacimiento”. Entendemos que
se trata de una extensión más que abusiva del principio
de autonomía, toda vez que la ley reconoce como único
fundamento de la identidad sexual “la vivencia interna e
individual”, con prescindencia de los elementos naturales
objetivos que permiten configurar y determinar el sexo de
una persona. Como se ve, ya no la voluntad omnímoda del
hombre sino la mera “vivencia” sustituye al “precepto de
la razón” que es de la esencia de la ley conforme a la co-
nocida definición clásica y escolástica.
En la misma línea se inscriben otras piezas jurídicas
vinculadas con temas de bioética: la ley 25.673 (2002)
llamada Ley de Salud Reproductiva, que instituye el Pro-
grama Nacional de Salud Sexual y Procreación Respon-
sable, cuyo art. 4º pone “la satisfacción superior del niño
en el pleno goce de sus derechos y garantías” por encima
de la patria potestad; la acordada de la Corte Suprema del
13-3-12 que impuso, de hecho, el aborto por vía judicial al
reinterpretar de modo abusivo el aborto no punible previsto
en el art. 86, inc. 2º, del cód. penal. Como es sabido, con
este fallo la Corte coacciona tanto a la Nación como a cada
una de las Provincias a adoptar obligatoriamente “proto-
colos” de abortos no punibles; todos estos protocolos, más
allá de ciertas diferencias, descansan sobre el supuesto de
que la prosecución de un embarazo no deseado, contrario a
la voluntad de la madre, implica eo ipso para esta un riesgo
para su integridad psicofísica.
No es nuestro propósito detenernos en el examen porme-
norizado de toda esta legislación, sino señalar tan solo que
ella se inspira en una bioética que ha erradicado de su hori-
zonte toda idea de bien poniendo en el lugar del bonum la
voluntad autónoma del hombre. Pero la voluntad humana,
enseñaron los clásicos, no es autónoma sino heterónoma y
autárquica. Hay que empezar, por tanto, a poner orden en
los conceptos si se quiere poner orden en lo jurídico.
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - BIOÉTICA - DERE-
CHO - MÉDICO - NOMBRE - PERSONA - FILIA-
CIÓN - MENORES - REGISTRO DE LAS PERSONAS
- PODER LEGISLATIVO
(4) Se refiere a la llamada Ley de Protección Integral de Niñas, Ni-
ños y Adolescentes, sancionada el 28-9-05.
(5) Existen algunas normativas médicas actualmente vigentes que con-
sideran innecesario el mantenimiento de la hidratación y de la alimen-
tación parenteral en el caso de pacientes moribundos, pero paciente
moribundo o agónico no es exactamente lo mismo que paciente terminal.
La terminología de la ley es ambigua y puede dar lugar, de hecho, al
retiro de estos medios ordinarios en enfermos que debieran recibirlos, lo
que constituye, en cierto modo, una eutanasia encubierta pese a que la
ley rechaza expresamente la eutanasia directamente procurada (art. 6º).
 Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017 13

LA CRISTIANDAD
“El deber de rendir a Dios un culto auténtico corresponde al hombre individual y socialmente considerado. prensa.com/noticias/de-esta-forma-polonia-se-convirtio-
Esa es ‘la doctrina tradicional católica sobre el deber moral de los hombres y de las sociedades respecto de en-un-pais-catolico-hace-1050-anos-94978/).
la religión verdadera y a la única Iglesia de Cristo’ (Vaticano II, Dignitatis Humanae, Declaración sobre la
libertad religiosa, 1). Al evangelizar sin cesar a los hombres, la Iglesia trabaja para que puedan ‘informar con el
espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que uno vive’
También Ucrania
[Vaticano II, Apostolicam Actuositatem, Decreto sobre el Apostolado de los Laicos, 13)” […]. [sigue el texto al El 23 de octubre de 2016, el Patriarca ucraniano greco-
final de esta sección] católico consagró a Ucrania al Inmaculado Corazón de
María durante una reciente visita a Fátima, y se unió al
Polonia y el reconocimiento del reinado de Cristo presidente del Perú en estos actos de consagración pública.
El pasado 19 de noviembre de 2016, en el Santuario de sugerida por ciertos movimientos de Entronización, sino He aquí las palabras de consagración del Patriarca:
la Divina Misericordia, se produjo la aceptación de Cristo el reconocimiento de su dominio sobre todo el mundo y la “María, nos presentamos hoy ante Ti para consagrar a tu
como Rey y Señor de Polonia, en un acto encabezado por sumisión a su ley. Inmaculado Corazón y colocar bajo tu protección a Ucrania
el presidente de la república, Andrzej Duda, del partido Ley Precisamente, el Santo Padre Francisco dijo en la bula y otras naciones de Europa del Este y el mundo. Te ofre-
y Justicia, acompañado de su madre, Jadwiga, y los minis- Misericordiae Vultus, en referencia al cierre de la Puerta cemos todo el dolor y sufrimiento de Ucrania, pues única-
tros de Justicia y de Medio Ambiente, Zbigniew Ziobro y Santa del Jubileo extraordinario de la Misericordia: “En- mente a través de la conversión y el arrepentimiento vendrá
Jan Szyszko, así como varios diputados de esta formación. comendaremos la vida de la Iglesia, la humanidad entera la paz. Recibe nuestro sufrimiento y salva a nuestro pueblo,
El presidente del Comité de Entronización, Mons. Andrzej y el inmenso cosmos al señorío de Cristo, esperando que nuestra tierra y el mundo del pecado y la muerte”.
Czaja, explicó que se trata de un reconocimiento del poder difunda su misericordia como el rocío de la mañana para VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - IGLESIA CATÓLICA -
real de Jesús, una solemne proclamación de la fe, lo cual una fecunda historia, todavía por construir con el compro- CULTO
constituye el primer paso para la maduración espiritual. miso de todos en el próximo futuro”. En el acto se hizo
El acto de aceptación realizado por los Obispos es “un referencia al 1050º aniversario del bautismo de Polonia y [Viene del principio de la sección…] “Es deber de los cristianos
[…] dar a conocer el culto de la única verdadera religión, que sub-
paso significativo en el proceso de restaurar el lugar que le contiene una profesión de fe así como una renuncia al mal. siste en la Iglesia católica y apostólica (cfr. Vaticano II, Dignitatis
corresponde a Jesús en nuestra vida personal, profesional En la oración religiosa, se pudo escuchar, entre otras Humanae, 1). Los cristianos son llamados a ser la luz del mundo.
y social”, indicó el prelado. La celebración en el Santuario letanías: “Te confiamos a todos los pueblos del mundo, La Iglesia manifiesta así la realeza de Cristo sobre toda la crea-
de Lagiewniki fue, además, la clausura del Jubileo de la especialmente a aquellos que han cargado a Polonia con ción y, en particular, sobre las sociedades humanas. (Cfr. León
Misericordia en el país. Al día siguiente, la consagración la cruz. Haz que te reconozcan como su legítimo Señor y XIII, Encíclica Inmortale Dei, Pío XI, Encíclica Quas primas)”,
se repitió en todas las parroquias polacas. Este acto no re- Rey y usen el tiempo que les ha dado el Padre para some- Catecismo de la Iglesia Católica, 2105 y Congregación para la
Doctrina de la Fe. Respuesta a algunas preguntas sobre la Iglesia.
presenta la entronización de Cristo como Rey de Polonia, terse voluntariamente a tu señoría” (ver https://www.aci-

Así, en el artículo en estudio explicará que, en tanto
juzgar compete al juez, en cuanto ejerce pública autoridad,
debe informarse al juzgar, no según lo que conoce como
persona particular, sino según lo que se le hace conocer
como persona pública. “Sed contra, está Ambrosio en Su-
per Psalt., que dice: El buen juez nada hace a su arbitrio,
sino que falla según el derecho y las leyes”(9). Y luego
dirá: “Mas esto llega a su conocimiento por una fuente co-
mún y otra particular: en la común por las leyes públicas,
ya divinas, ya humanas, contra las que no debe admitir
prueba alguna; en la particular, en cada caso individual,
por medio de las pruebas, los testigos y otros testimonios
legítimos de esta índole, que debe seguir al juzgar más
bien que aquello que sabe como persona particular. Puede,
sin embargo, servirse de esto para discutir con más rigor
las pruebas aducidas a fin de poder investigar sus defectos,
y si no las puede rechazar en derecho, debe seguirlas al
juzgar, como se ha expuesto anteriormente”(10).
7. No hay sentencia sin acusación. Titularidad
de la acción penal
Aquí, basta con escuchar al santo para advertir la cues-
tión: “El juez es intérprete de la justicia, por eso, como di-
ce el Filósofo en V Ethic, los hombres recurren al juez co-
mo a cierta justicia animada. Pero la justicia, como se ha
dicho (q.58 a.2), no se da respecto de uno mismo, sino res-
pecto de otro; por eso es preciso que el juez juzgue entre
dos, lo cual, en verdad, tiene lugar cuando uno es acusador
y el otro reo. Por tanto, en materia criminal no puede el
juez condenar a alguien en juicio si no tiene acusador, se-
gún el texto de Hech 25,16: No es costumbre entre los
romanos condenar a un hombre sin que el acusado tenga
presentes a sus acusadores y sin darle ocasión de defensa,
para justificarse de los delitos que se le imputan”(11).
En el artículo que sigue, Santo Tomás se pregunta si el
juez puede lícitamente condonar la pena. Para responder a
(9) Ibídem, Q 67, art. 2º, Sed contra.
(10) Ibídem, Respondeo.
(11) Ibídem, Q 67, art. 3º, Respondeo.
este problema razona del modo siguiente: cabe considerar
dos aspectos, a saber: el primero, que el juez debe juzgar
entre un acusador y un reo, y el segundo, que el juez no
decide por propia autoridad, sino en nombre de la potes-
tad pública. Serán dos, entonces, las razones por las que
el juez no puede remitir la pena, la primera por parte del
acusador, a cuyo derecho pertenece a veces que el reo sea
castigado; la segunda por parte de la comunidad, a cuyo
bien pertenece que los malhechores sean castigados.
8. Ejercicio de la acción penal
En el art. 1º de la Q 68, Santo Tomás plantea si el
hombre está obligado a acusar. En la respuesta a este ar-
tículo distingue entre denuncia y acusación. La denuncia
atiende a la enmienda del hermano, mientras que la acusa-
ción mira al castigo de un crimen. Pero las penas de la vi-
da presente no se demandan per se, puesto que no está en
ellas el tiempo último de la retribución, sino en cuanto son
medicinales o sirven ya para la enmienda de la persona
que peca, ya para el bien de la república, cuya tranquilidad
se procura mediante el castigo. La primera de estas cosas
se procura con la denuncia, mientras que la segunda perte-
nece propiamente a la acusación. Por eso, si el crimen fue
tal que redundase en detrimento de la república, el hombre
está obligado a la acusación con tal que pueda probar sufi-
cientemente.
9. Doble conforme o derecho al recurso
Por último, en el art. 3º de la cuestión 69, Santo To-
más se pregunta si es lícito al acusado rehuir la sentencia
mediante apelación. Y a esto contesta por la afirmativa pe-
ro con algunas distinciones. Si la apelación se interpone
por la confianza en la justicia de la propia causa, es lícito
apelar, ya que esto importa evadirse prudentemente. Pero
si la apelación tiene por fin dilatar la aplicación de una
sentencia justa, en tanto tal merecida, esto es defenderse
con calumnia, lo cual no es lícito, porque hace injuria al
juez cuyo ministerio impide, y a su adversario cuya justi-
cia, en la medida de sus posibilidades, perturba.
III
Conclusión
Como hemos visto, muchos de los tópicos del llamado
sistema acusatorio aparecen ya en la Suma Teológica. Si
bien los nombres pueden ser semejantes, los puntos de
partida son totalmente diversos.
El pensamiento moderno niega que la sociabilidad hu-
mana constituya una nota natural o esencial. Lo propio del
hombre, por el contrario, es el estado presocial, o “estado
de naturaleza”, y la vida social es un artificio humano, del
que se forma parte mediante la simple adhesión a un con-
trato, que da origen a la comunidad.
Surge, así, la primacía del individuo por sobre la co-
munidad. Ya no se habla de lo justo o del derecho sino de
derechos, entendidos como la reivindicación del individuo
frente a la comunidad. Estos derechos no tienen funda-
mento en una medida real y racional de las relaciones,
sino que son el espacio de libertad que el individuo gana a
la comunidad, espacios que se registran bajo el nombre de
garantías, hoy reclamadas como inalienables. Todo apetito
puede erigirse en garantía.
La dialéctica individuo-vida social resulta así una apo-
ría que se resuelve mediante la eliminación de uno de los
términos de la relación, partiendo de la presunción de ile-
gitimidad de toda restricción u ordenación proveniente de
las exigencias de la vida comunitaria.
Si intentáramos el ejercicio de pensar cada uno de los
temas repasados a la luz de la primacía del bien común o
de la primacía del individuo, arribaríamos a conclusiones
totalmente distintas. Se trata, en definitiva, de la diferen-
cia entre lo justo fundado en la intelección de lo real y
la arbitrariedad del apetito desordenado del fin que le es
propio.
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - CÓDIGOS - DERE-
CHO - DERECHOS HUMANOS - RECURSOS - DE-
RECHO PROCESAL PENAL - PODER JUDICIAL -
CONSTITUCIÓN NACIONAL - IGUALDAD ANTE LA
LEY - IGLESIA CATÓLICA - DERECHO PENAL

12. Escuela Argentina (VI). Soaje Ramos (5). Bien común (5). Dignidad de la persona. Individuo y persona (2)
“Esta distinción, indudablemente falsa e infundada, si ambos términos se aplican al hombre, nada tiene que hacer aquí. De lo que aquí se trata es de la distinción entre la for-
malidad de individuo racional y la de miembro de una familia, y la de miembro de una asociación profesional, y la de miembro de la comunidad política, y la de miembro de la
sociedad de los hombres con Dios. Todas estas formalidades pertenecen, subrayo nuevamente, a esa misma unidad concreta que es el hombre singular o la persona concreta, pero
no están situadas, ni podrían estarlo en un mismo plano. Como quiera que son dimensiones prácticas de la persona, según las cuales se expresa su dinamismo operativo, les con-
cierne un orden total, que por pertenecer al mundo práctico deriva del orden de los bienes o fines. A la subordinación de los bienes corresponde, pues, la subordinación de las for-
malidades de la persona; y toda vez que en la cima del orden de los bienes se halla Dios como Bondad Subsistente y, por tanto, como Beatitud objetiva por esencia, la formalidad
suprema en el hombre será la que le pertenece en cuanto ordenado a Dios, en cuanto ciudadano de la ciudad celeste o lo que es lo mismo, en cuanto miembro de la comunidad de
los llamados a poseer a Dios” (Soaje Ramos, Guido, El grupo social, cit., págs. 45/46 [Actualmente esta obra se está publicando por partes en la revista Ethos]).
14 Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017
Derecho constitucional y moral pública (art. 19, CN escrita) -
comentario a fallo
La justicia al desnudo
1 nal. Pero en el caso de marras es evidente que no estamos
El caso
El fallo que comentamos fue dictado en Necochea el
31-1-17 (causa 10585, “NN s/denuncia”) por el juez co-
rreccional bonaerense Mario A. Juliano. La norma apli-
cable es el art. 70 del decreto ley 8031/73, Código Con-
travencional de la Provincia de Buenos Aires, que repri-
me actos, palabras, dibujo o inscripción que sean torpes u
obscenas y ofendieran a la decencia pública, y que duplica
la pena si el hecho fuese cometido en lugares donde se
realizan espectáculos públicos, o lo fuere contra personas
del culto, ancianos, enfermos mentales, mujeres o niños.
“Será sancionado con multa (…) el que con acto, pa-
labra, dibujo o inscripción torpe u obscena ofendiera la
decencia pública. La pena se duplicará si el hecho fuera
cometido en lugar donde se realizaren actos o espectácu-
los públicos o lo fuere contra personas del culto, ancianos,
enfermos mentales, mujeres o niños”.
El juez decreta que dicha norma es inconstitucional por
su “imprecisión y vaguedad en los términos que utiliza
(obscenidad y decencia pública), lo que imposibilita a las
personas conocer los límites entre lo punible y lo impune
(arts. 18 y 19 de la CN), al punto que no existe posibilidad
de saber si el toples es obsceno y contrario a la decencia pú-
blica”. Pone en duda la lesividad de la conducta de una mu-
jer que se descubre sus pechos, afirmando que ello sería un
acto que “no perjudica a un tercero” y, por ende, exento de
la autoridad de los magistrados (art. 19 de la CN). También
refiere a “la falta de identificación de las presuntas contra-
ventoras” e “individualización de testigos de los hechos”
(como si los jueces no tuvieran facultades y deberes de in-
vestigación), y por ello ordena el archivo de las actuaciones.
Incursionando de lleno en la política legislativa, afirma
que hay que colocar el tema en la agenda de discusión
reformando el Código Contravencional, cuyo texto no se
adecuaría a las exigencias de la vida democrática. Y, por
ello, “invita” a la Legislatura bonaerense a la realización
de un debate en torno a lograr un nuevo texto legal “actua-
lizado a las exigencias de la vida moderna”.
2 nante, el policía ataque al bandido. Pero si el policía distin-
Observaciones
2.1. Art. 18 de la CN
Ante todo cabe advertir que no se advierte aquí dónde
está la violación al art. 18 de la CN que se invoca, ya que
en el caso existe claramente una ley dictada antes del he-
cho que castiga la conducta en sede contravencional.
2.2. El art. 19 de la CN
La lacónica sentencia no explica cómo la conducta de
desnudez denunciada “no ofende al orden y a la moral
pública” y “no perjudica un tercero” para estar exenta de
la autoridad de los magistrados (art. 29, CN). La interpre-
tación de dicha norma implica que hay libertad para hacer
todo lo que no dañe a terceros. Pero no debemos perder
de vista que incluso en el caso de que la conducta no per-
judicare (hipotéticamente) a un tercero, el art. 19 también
agrega la jurisdicción de los magistrados para proteger
la moral pública, cosa que el fallo redondamente omite.
Ante cualquier acción que ofenda la moral públicamente,
aunque aparentemente no tenga trascendencia hacia otros
sujetos, el bien común político obliga al Estado, en la me-
dida de sus posibilidades, a intervenir, como recoge con
indiscutible razonabilidad el citado artículo constitucio-
13. La Argentina que (dice ) “esperar inversiones” vive transfiriendo riquezas
“Desde 1975 la constante en la Argentina ha sido transferir riqueza desde el ámbito público hacia el privado por todos los medios imaginables: licuaciones y estatizaciones de
deudas privadas tanto internas como externas, subsidios ocultos de muchos tipos, lucrativas corruptelas posibilitadas y legalizadas por oscuras disposiciones del Banco Central, y
finalmente, la venta subsidiada del conjunto de las empresas públicas al sector privado” (Carlos Escudé, Festival de licuaciones, Buenos Aires, 2006).
FILOSOFÍA DEL DERECHO
por Carlos A. Haddad y Yamila E. Juri
San Rafael - Mendoza
ante una conducta “íntima”. Porque íntimo es “lo más in-
terior o interno” (Diccionario Real Academia) y ¿cómo
decir que andar desnudos por la playa pública es un acto
íntimo?(1). Una mujer que hace toples ofende la moral, no
respeta el pudor, el cual en este caso está amparado por la
ley positiva que impone un castigo para la obscenidad.
Una afirmación común de la Corte Suprema es que a la
Justicia no le compete verificar el acierto o la desventaja
de una norma o entrar a meritar su bondad o procedencia
(“Topino”, Fallos: 261:409); ello significaría ingresar en
un territorio sometido al arbitrio discrecional del legisla-
dor, es decir, inmiscuirse en una competencia reservada
para este, como es adoptar una política legislativa (“De
Martínez”, Fallos: 290:245).
El fallo contiene lo que Sagüés denomina “manipu-
lación forense”, que se da cuando la Constitución resulta
­recortada, extendida, malentendida, exagerada, desvirtua-
da o arrinconada, todo a gusto y paladar. Hay aquí “inter-
pretación manipulativa”(2).
2.3. Desobediencia
Ni siquiera al juez se le ocurrió analizar si la conducta de
las nudistas (luego del pedido policial de que “se taparan”)
no encuadraba en la tipicidad consagrada por el art. 239 del
cód. penal, que manda punir la resistencia y desobediencia
a un funcionario público en ejercicio de sus funciones, por-
que los policías intervinientes, funcionarios sin duda ejer-
ciendo aquellas, ordenaron que cesara la actividad ilícita.
Además, estas exhibiciones obscenas están claramente
tipificadas en los arts. 128 y 129 del cód. penal. Concre-
tamente, el art. 129 dispone la represión con multa al que
“ejecutare o hiciese ejecutar por otros actos de exhibiciones
obscenas expuestas a ser vistas involuntariamente por terce-
ros”. La pena se aumenta si los afectados fueren menores.
Se trata, en los casos penales, de un delito de peligro; se
protege el pudor público entendido como “un sentimiento
de vergüenza”, como “sentimiento de recato en lo que res-
pecta al sexo” o “excitación del instinto sexual”. Y estas
nociones rigen en el ámbito contravencional y con más
amplitud, toda vez que la protección de la moralidad es
incumbencia especial de las Provincias.
Y tanto es cierto que en el caso se afecta la vergüenza
que hemos podido leer en La Capital de Rosario que tres
o cuatro mujeres comparecieron con sus pechos al aire en
el balneario La Florida de esa ciudad, en lo que pareció
ser una campaña nacional concordante con los hechos del
presente fallo. Pero he aquí que lo hicieron con sus caras
tapadas, porque no se animaban a dar la cara por lo que
hacían… Les daba vergüenza a ellas… reconociendo que
estaban afectando esa vergüenza que es el pudor de la
gente, protegido razonablemente por la ley positiva.
2.4. Tres deficiencias del fallo
El fallo, al declarar la inconstitucionalidad, incurre en
tres graves deficiencias técnico-jurídicas. Porque: 1) No
respeta las normas positivas, pues solo como ultima ratio
deben declarar una norma inconstitucional, cosa que aquí
no sucede. 2) Y si en caso de duda se ha de estar por la
constitucionalidad de las normas, eso mismo exige, en ca-
so de que se estime lo contrario, la carga irrenunciable de
fundamentar la inconstitucionalidad. Lo que implicaba,
(1) Cfr. sobre el derecho a la privacidad Barra, Rodolfo, Tratado
de derecho administrativo, Buenos Aires, Ábaco, t. I, pág. 119.
(2) Cfr. Sagüés, Néstor P., La interpretación judicial de la Constitu-
ción, 2ª ed., LexisNexis, págs. 176/178.
por lo menos, considerar las razones que desde s­iempre
se alegan para fundamentar el art. 70 del cód. contraven-
cional y sus paralelos en el orden penal, cosa que el fallo
omite. 3) Además de mencionar los argumentos que ava-
lan pacíficamente la norma positiva, debía el juez demos-
trar en qué estaban equivocados y equivocados en forma
grave… Pero el juez ha procedido dogmáticamente, incu-
rriendo en el vicio técnico-jurídico de la arbitrariedad.
3
Conclusión
Sin desconocer el principio de subsidiaridad, la familia
solo puede cumplir con su rol educador en un ámbito de
seguridad, paz y justicia concreta que brinda el Estado.
Si este funciona mal, no cumple con su rol, ello no puede
sustituirse con una “buena familia”, ya que el hombre es
naturalmente social y político y el Estado tiende a produ-
cir un modelo u otro de ciudadano.
En cuestiones morales es imposible que el Estado no tome
partido. Esa toma de partido implica educar a través del siste-
ma penal, que está dirigido a todos los ciudadanos y no solo
a los marginales que no pueden ser educados por su familia.
La ley penal (en sentido amplio) advierte al que se sienta ten-
tado a obrar mal e incita a todos a seguir el buen orden social
mínimo en la conducta y, en lo posible, que lo hagan “desde
adentro”, desde la interioridad. Y realiza, con justas penas o
contravenciones, lo que “debe ser”, que se realice(3).
Si el amor no germina todavía en la tierra, hay que en-
contrarle un sustituto. Si quien tiene no da espontáneamen-
te, hay que constreñirlo a que dé. Preciso es inventar algo
que consiga “los mismos efectos” que la moral. Y si no son
los mismos, paciencia, con tal de que puedan aproximár-
sele. Ese subrogado moral es el derecho. Y aparece así el
puente entre la moral y el derecho. Si quien tiene no da
a quien no tiene, antes de que se encienda la guerra entre
ellos, es preferible que alguien quite a quien tiene que darlo
a quien no tiene. Ese alguien es la autoridad, que indica
la conducta a seguir: haz esto, no hagas aquello. Ese pre-
cepto puede ser acatado, pero no siempre es así, sino que
es necesario reforzarlo con una amenaza a la cual se le da
el nombre de sanción; entonces, pasa a ser un mandato: si
haces lo que te prohíbo que hagas, serás castigado; si no das
lo que se te ha ordenado que des, te será quitado. La sanción
introduce la fuerza en la noción del derecho y esa fuerza
constituye la verdadera diferencia entre el derecho y la mo-
ral, y de ahí la “naturalidad” del derecho en comparación a
la “sobrenaturalidad” de la moral. Por eso el derecho nace
bajo el signo de la contradicción: se sirve de la fuerza para
combatir la fuerza; para que el bandido no ataque al cami-
gue el derecho de la moral, el uniforme distingue al policía
del bandido. Al bandido lo guía el egoísmo, al policía el de-
recho. Eso quiere decir que si bien uno y otro se sirven de la
fuerza, el fin al que se dirigen son diversos: el bandido com-
bate para sí y el policía para los demás. El derecho es, pues,
una combinación de fuerza y de justicia; y de ahí que en su
emblema se encuentre la espada al lado de la balanza(4).
La Argentina se ha convertido en los últimos años en
una nación injusta. Crece la actividad delictiva y también
crece la impunidad. Esa impunidad es percibida por el
propio transgresor: el delincuente también percibe que no
le va a pasar nada. Quien se apresta a cometer un delito sa-
be que actuará en tierra de nadie, que la policía raramente
se hará presente, y que si aparece, quizás esté desarmada
o tenga orden de no reprimir, o miedo a hacerlo. Aun en
caso de ser descubierto el delincuente sabe que las posi-
bilidades de ser detenido son mínimas. Y si son detenidos,
las posibilidades de quedar en libertad son enormes. Y en
los procesos judiciales que eventualmente se lleven a cabo
(3) AA. VV., Fines de la pena. Abolicionismo. Impunidad, Héctor
Hernández (dir.), Buenos Aires, Cathedra Jurídica, pág. 407 y sigs.
(4) Carnelutti, Francesco, Cómo nace el derecho, Librería El Foro,
cap. II, pág. 21 y sigs.

Argentinos ilustres
Homenaje incompleto a un intelectual
­combatiente: Alberto Caturelli
La reunión número 25 del CENTOLIAR, Centro To-
mista del Litoral Argentino, tuvo lugar el siglo pasado, el
viernes 31 de julio de 1998, en Paraná; y en ella rendimos
un homenaje sencillo pero muy académico a Alberto
Caturelli, argentino ilustre que nos ha dejado en 2016.
Reproducimos ahora las palabras que dijimos entonces
cuando lo presentamos. Ellas están articuladas en torno
a lo que era su obra escrita hasta entonces, pero él siguió
escribiendo muchos años más.
“Puesto en la tarea de hacer una breve introducción a
este diálogo con el Dr. Caturelli, yo quisiera sintetizar sus
merecimientos con estas palabras: ‘Siempre que la Iglesia
y la Patria lo necesita, él como intelectual católico está’.
Y esto plantea un problema interesante, de cierta analogía
con un pasaje evangélico. Porque muchos dirán: ¿Cuándo
lo necesitó la Iglesia y cuándo lo necesitó la Patria a Al-
berto Caturelli y, sobre todo, cuando se lo dijo a él, que no
tiene voto de obediencia?
No se trata aquí, claro está, en lo que a nosotros nos in-
teresa, de ‘estuve enfermo y... fuimos a verte’ (Mateo 25,
36), aunque sepamos, por algún cura amigo –que él ni se
imagina–, su compartir noches del servicio sacerdotal de
urgencia con el nada filosófico cargo de... ‘chofer’. El filó-
sofo chofer de la asistencia sacerdotal urgente… Ni se tra-
ta de un material ‘tuve hambre, y me disteis de comer’...,
sino de otra cosa, de las obras de misericordia espirituales
que un pensador católico puede y debe ofrecer, tema con
el que estamos en el inicio de esta jornada pero con el que
también terminaremos.
Yo pienso que ante el hambre de verdad de la gente,
también Nuestro Señor puede decir: ‘Hacía falta la filoso-
fía sistemática y la diste con generosidad’. Este es uno de
los rubros en que clasifico la obra caturelliana, que en esta
materia, solo en libros y ensayos y hasta 1997, porque ahí
hicimos el recorte dado el año de la Historia de la filosofía
(“La justicia al desnudo”, viene de pág. 14)
se declaran nulidades o habrá una interpretación legal que
favorezca su impunidad. Esta mal llamada justicia no lle-
vará al ciudadano al cumplimiento de sus deberes, a la re-
paración de la injusticia, a la expiación de la culpabilidad,
ni asegurará a la comunidad contra el injusto, ni mejorará
educativamente a los otros miembros de la comunidad:
ningunos de los históricos fines de la pena se cumplirá,
todo lo contrario: lo único que logra es impunidad(5).
(5) De Martini, Siro, En defensa del derecho penal, Buenos Aires,
Educa, 2008, págs. 17/19.
14. El ideal del hombre no es la resocialización
“El criterio último del valor de un hombre no es qué aporta a una comunidad –a la familia, al pueblo, a la humanidad–, sino si responde o no a la llamada de Dios”
(Edith Stein, La estructura de la persona humana, Madrid, BAC, 1998, pág. 290).
Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017
NOTAS
en la Argentina consultada, registra 10 volúmenes... aparte
de los artículos.
También ‘hacía falta documentar, juntar, que no se per-
diera, la historia de la filosofía en Córdoba, en el medioe-
vo y en la Argentina, Chile y Perú’, y allí escribió nues-
tro discípulo bueno y fiel: en este rubro contabilizó, hasta
1997, entre libros y ensayos, 13 volúmenes (dejemos los
artículos).
‘Hacía falta un esclarecimiento sobre pensadores católi-
cos o cercanos o conversos que se han prestado a distintas
interpretaciones. Hacía falta luz’, y allí estuviste traba-
jando sobre Frías, Esquiú, Donoso Cortés, Maurras, Saúl
Taborda, Lugones (6 volúmenes), más Nimio de Anquín, y
nada menos que sobre la obra universitaria del gobernador
federal cordobés Juan Bautista Bustos.
‘Hacía falta esclarecer cuestiones sobre pensadores de
la vereda de enfrente que envenenaban el catolicismo’, y
allí estuviste escribiendo sobre Freire y Piaget, aparte de
los escritos arquitectónicos, constructivos, sobre educa-
ción.
‘Hacía falta también incursionar en la teología’, y que
el filósofo no abjurara de la revelación y abriera la filosofía
a ella, y allí están los que contabilizo, solo entre libros y
ensayos –¡que otro que tenga tiempo haga la clasificación
de artículos!–, con Cristocentrismo, El hombre y la his-
toria, La Iglesia Católica y las catacumbas de hoy, Caín,
Pluralismo cultural y sabiduría cristiana, Masonería; y
también, en materia moral: la virtud de la ‘studiositas’...
También se nos ha dicho: ‘Si alguno dijere: Amo a
Dios, pero aborrece a su hermano, miente. Pues el que
no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a
Dios, a quien no ve’ (1 Juan 4, 20). Y allí su obra académi-
ca sobre filosofía y teología y sobre un amor a un especial
prójimo, con sus aportes sobre América y sobre la Patria,
sobre el patriotismo, sobre Sacheri y sobre las Malvinas
y la guerra justa que entre libros y folletos son cuatro vo-
lúmenes, y en artículos son incontables. [Actualización
2016: En el Congreso de la SITA dedicado al patriotismo,
que tuvo lugar ese año en San Antonio de Arredondo, Ca-
turelli fue, quizá, el autor más citado. Recuerdo, por
ejemplo, la ponencia de Penna]. En
suma, Caturelli también se ocupó del
trabajo y no poco de la educación. De
la Virgen María y el destino histórico
nacional, y de la familia.
Sobre él y su obra, esto es sobre
Caturelli como objeto de estudio,
solo hasta 1997, se habían escrito 8
ensayos, libros o tesis publicados, y
33 artículos. Sus artículos (digo, los
escritos por Caturelli), según la histo-
ria consultada que llega, como digo,
hasta 1997, sumaban nada menos que
476.
Hay una cosa que es, en efecto, el
voto formal y canónico de obedien-
cia, y otra cosa es la obediencia del
Cristiano al Padre y a la Iglesia, y del
Imponer el debido castigo a quienes han delinquido o la
multa al que cometió el ilícito contravencional es un im-
perativo de justicia. Se oponen a este deber: el exceso de
formalidades legales cuando, más allá de prevenir arbitra-
riedades y la condena de inocentes, en realidad resultan un
obstáculo para la condena de los malhechores; la pereza o
displicencia de los jueces y funcionarios, o la desorgani-
zación, de todo lo cual resulta que prescriben las causas
penales(6).
(6) Cfr. Tale, Camilo, Lecciones de filosofía del derecho, Córdoba,
Alveroni, 2005, pág. 216.
15
patriota a la Patria. Una cosa es el voto de obediencia, en
que la razón y la voluntad del superior, de algún modo, se
convierten en la razón y la voluntad del inferior, que siem-
pre es y no deja de ser una especie de aquella obediencia
a la que todos estamos obligados. Pero ahí, de algún mo-
do, se facilitan las cosas. Otra cosa es la obediencia del
laico por su cuenta, gobernada también obviamente por
la prudencia cristiana –como toda obediencia–, especial-
mente abierta a todas las manifestaciones de Dios a través
formalmente de su Iglesia. Pero donde debe él hacer todo
el trabajo de la inteligente adaptación a su aquí y ahora y
emprender verdaderamente la conducción, la jefatura, por
así decir, aunque no mande a nadie, y la decisión de la
propia tarea. Compromiso intelectual y laical el de nuestro
amigo. Ejercicio, sin duda, de la libertad. Ejercicio de la
prudencia.
Compromiso intelectual y laical. Pero nada clerical. ¡El
clericalismo, cosa que abunda! Si la geografía de la Ar-
gentina quiere ser amputada, aunque un ángel o el Esta-
do del Vaticano quieran que aceptemos la propuesta del
Beagle, donde la Argentina perdió todo a cambio de nada,
Caturelli alza su voz y alza su pluma. Consecuencia: por
su argentina conducta fue separado como profesor del Se-
minario Arquidiocesano de Córdoba...
¿Cómo se manifiesta ‘la orden de Nuestro Señor’ a un
intelectual laico para fundar y convocar y reunir durante
años y años los Congresos de Filosofía Cristiana, algo que
no es ‘seguir lo que se hizo siempre’ ni ‘lo que mandan
de arriba’? Esos Congresos permitieron a muchos noveles
pensadores y escritores abrirse camino, hablar y escribir y
publicar. Sucede como el aire, ahora que no los tenemos
los valoramos más...
Da clases a los más altos niveles y congresos en todo el
mundo, y adonde le piden que hable, va y habla. Y acepta
reportajes y escribir en diarios, en revistas. Y, a lo último
en el tiempo, pero no lo último en el valor –¡créanme!–,
vino como a ciegas a esta curiosa reunión que tiene hoy
con nosotros, donde no conferenciará sino que será some-
tido a nuestras inquietudes.
¡Gracias y que Dios se lo pague don Alberto Cature-
lli!”.
Héctor H. Hernández
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - CULTURA
Enseñanzas de Juan Claudio Sanahuja,
­intelectual combatiente
Nos ha dejado el Padre Claudio. Sacerdote de profesión,
fue un intelectual combatiente, estudioso, perseverante y
denunciador sin pelos en la lengua. Repensar su magisterio
es empezar a cumplir con la manda que nos lega.
Investigó veinte años los papeles de las Naciones Uni-
das, “con un reducido, eficaz y sacrificado grupo de co-
laboradores”, analizó “3103 documentos oficiales de la
ONU y sus agencias” y 4482 de reparticiones de aque-
llas y de organizaciones no gubernamentales para publi-
También es contraria a ese deber –y aquí queríamos
llegar en el caso en cuestión– la tendencia que auspicia un
ejercicio discrecional de la potestad punitiva o contraven-
cional, de modo que se seleccionen ciertos delitos o faltas
para ser investigados juzgados y se dejen de lado otros,
declarando inconstitucionalidades a diestra y siniestra sin
ningún fundamento, violando la más elemental técnica y
axiología jurídicas.
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - CÓDIGOS - CONS-
TITUCIÓN NACIONAL - DERECHO PENAL GENE-
RAL - DERECHO PENAL ESPECIAL - DERECHO
PROCESAL PENAL
16 Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017
car, entre otros, El
desarrollo susten-
table. La nueva
ética internacio-
nal (Vórtice, Bue-
nos Aires, 2003).
Fue fundador del
boletín Noticias
Globales y de No-
tivida. Aunque te-
nemos prohibido
herir humildades,
sin embargo, es
justísimo citar a su
socia Mónica Del
Río, con la perseverancia, con el trabajo dedicado a buscar
y analizar la información, el otro tan difícil de sintetizar
y, finalmente, dar la glosa de la noticia mala o la buena y
proporcionar al lector apurado todos los elementos básicos
para estar al día con fundamento de causa y de perder el
tiempo como lo pierde (lo gana) ella, que con la partida
del Padre duplicará, sin duda, su trabajo.
Persecución. No optó por el usual engañoso pretex-
to de “hablar en positivo” rehuyendo la denuncia, sino
que la hizo sin aderezos complacientes. Si en las grandes
conferencias de las Naciones Unidas de los años noven-
ta la burocracia internacional se propuso “imponer una
reingeniería social global, al servicio de un proyecto ho-
lístico [ =totalizante, digamos], mundialista o globalista,
que procura la instauración de un plan de dominio univer-
sal, el Nuevo Orden Mundial” (El desarrollo…, pág. 1),
es escapismo cobarde salir a predicar que los hermanos
sean unidos y que todos somos buenos. No adoptó la te-
sis maritainiana de que el problema son “los malenten-
didos” históricos, sino advirtió claramente que hay una
lucha del “poder global” que quiere fundar una “religión
universal” contra la Iglesia católica. Es que vivimos tiem-
pos de clara persecución, pero “la fidelidad a Jesucristo
nos exige defender, promover, enseñar, transmitir las ver-
dades inmutables aunque sabemos todos que ese camino
es humanamente inseguro, porque al no aceptar los es-
quemas mentales políticamente correctos, rechazamos ser
incluidos en la categoría de nuevo ciudadano, según lo
que el Nuevo Orden define como paradigma de la nueva
ciudadanía”, enseñó en Poder global y religión universal
(Buenos Aires, Librería Córdoba, 2006, págs. 192/3, libro
del que en su lecho de muerte vio alborozado la tapa). En
ese sentido, el Padre recuerda “la saña homosexual con la
que es perseguido Monseñor Juan Antonio Reig Pla, Obis-
po de Alcalá de Henares, al que muchas veces han dejado
solo sus hermanos en el episcopado” (pág. 125). Y llegó a
decir: “Tal como están las cosas una persona que no tiene
siquiera una denuncia ante el INADI debería inspirarnos
desconfianza”. “¿Qué es más importante para un colegio
católico, ser fiel a su identidad o evitar la demanda del
profesor homosexual cesanteado?”.
Mónica, despidiéndolo, lo recordó como gran maestro
del olfato de los jóvenes: “Si escuchan hablar de ecolo-
gismo, de ecumenismo, de pacifismo... comiencen a sos-
pechar”. Trataba de abrirles los ojos para que no fueran
manipulados y entonces les lanzaba frases cortas y con-
cretas: “Salud reproductiva es aborto”. “Luchar contra la
homofobia es hacer apología del homosexualismo”. “No
hay manera de conjugar catolicidad con diversidad”.
Perversión del lenguaje. Así como el garantismo abo-
licionista nos cambia el lenguaje en el orden penal para
suprimir el sistema punitivo, entonces, usa “conflicto” en
vez de “delito”; “criminalización de la protesta” para evi-
tar que los culpables paguen por sus faltas; y habla de
“campos de prisioneros”, en vez de “cárceles”, etcétera, el
Nuevo Orden Internacional también. Ya “familia”, “otras
formas de familia”, “derechos”, “persona”, “comienzo de
la persona”, “dignidad de la persona” adquieren un signifi-
cado distinto y contradictorio con el original y esencial (El
desarrollo…, pág. 39).
“Desde Maquiavelo, muchos imbéciles creen que la moral no tiene nada que ver con la política, aunque se reservan el derecho de protestar cuando la venalidad de los go-
bernantes amenaza sus bolsillos y hace escándalo en la economía tanto pública como privada. Nuestro juicio puede parecer un poco pasado de moda, pero sostenemos que sin
virtudes no hay buena política, porque una inteligencia de primera, sin integridad moral, terminará convirtiendo el poder en un instrumento para satisfacer pasiones miserables”
(Calderón Bouchet, Rubén, La Revolución francesa, Asociación Pro-Cultura Occidental, 2ª ed., Guadalajara, Ediciones Nueva Hispanidad, 2002, pág. 214).
Ataque a la religión, por otra religión. Confiesan los
sacerdotes del Poder global que “las éticas monoteístas no
podrán ser aplicadas en el futuro” (cit., pág. 47), con lo
que “la crueldad pagana debe reemplazar a la solidaridad
cristiana” que defiende la misma dignidad de hijos de Dios
para todos los hombres (ibídem, pág. 48). Porque habría
que reconocer “la nueva ética de los valores relativos”,
y ante la disparidad entre el número de comensales y los
recursos, nos proponen e imponen optar por “la calidad de
vida” de los más fuertes, que de otro modo peligraría (pág.
55). Pero no hay que creer que en estos proyectos hay al-
guna “laicidad neutral”, sino que “los nuevos paradigmas
se han convertido en los dogmas de un proyecto religioso,
que sustituye a la ética judeo-cristiana” (pág. 62). Y ese
poder ejerce una “vigilancia de esa ética mundial” (pág.
73), mediante una Inquisición feroz no limitada a dicta-
minar sobre la ortodoxia por parte de la Iglesia distinta
del Estado, sino de un órgano mundial omnímodo que re-
úne todos los poderes (ibídem, pág. 67). Que se trata de
una nueva religión, “el neopaganismo panteísta”, se prue-
ba porque el Nuevo Orden no solo tiene un poder y una
creencia, sino sus símbolos propiamente religiosos, como
El Arca de la Esperanza (ibídem, contratapa). Se busca
“reemplazar el Decálogo” (declaraciones de Gorbachov,
ibídem, pág. 80). En ese plan, el Cristianismo se intenta
reducir a “una simple doctrina de solidaridad y beneficen-
cia, despojándolo de la fe en Cristo y en la Iglesia” (ibí-
dem, pág. 100). Pero Jesucristo –enseña en su libro Poder
global y religión universal– “es misericordioso, pero no es
estúpido” (pág. 277).
Dictadura gay, Masonería, confusión intraeclesial.
En Poder global…, el Padre querella contra la verdadera
dictadura gay a la que asistimos (págs. 94, 96, 121, 124).
Denuncia passim, en ambos libros, la influencia de la ma-
sonería (por ejemplo, págs. 110, 114, 120, 124, 125, 150,
248 y 256 de El desarrollo…). Y la confusión que hay
dentro de la Iglesia (Poder global…, págs. 16, 19, 21 y
195). “Más peligrosos para la integridad de la fe que los
que han abandonado la Iglesia son aquellos clérigos y
laicos comprometidos que cultivan la ambigüedad en el
modo de exponer la doctrina”, y silencian Humanae Vi-
tae, Veritatis Splendor y Evangelium vitae (Poder global,
pág. 195).
Dictadura de la ideología de género. Finalmente, y pa-
ra citar el caballito de batalla más actual de la lucha dialéc-
tica neomarxista contra el orden natural y divino, debemos
señalar su enseñanza de que “el matrimonio gay es la men-
tira que va a crear el próximo Gulag” (con cita de Jeffrey
Mirus). Porque el ataque físico, judicial, cultural, contra
quien defiende que Dios “nos hizo varón y mujer” implica
un totalitarismo feroz, impensado, y que penetra, primero
en nombre del “respeto a la persona”, que va desgranándo-
se lentamente hacia “el respeto a las opciones de las perso-
nas”, cualesquiera ellas sean, luego al reconocimiento de
las mismas en la legislación, con la coacción del derecho
a su servicio, y finalmente con la prohibición de enseñar
y quizá de practicar el orden natural y cristiano. Como le
ocurrió al profesor Pascual Viejobueno, denunciado por en-
señar en Tucumán, y en Filosofía del Derecho, el derecho
natural sobre el matrimonio (formado por hombre y mujer).
Siempre preciso en la prueba, muestra cómo, bajo apa-
riencia de la libertad y los derechos humanos, se impi-
de enseñar la religión. Así, por ejemplo, el gobierno de
Catamarca en 2001 anuló por decreto el derecho humano
constitucional de tener enseñanza religiosa en los centros
educativos de la provincia según el culto de sus educan-
dos, que está amparado por el art. 270 de la Constitución
provincial. “Para convertir la actitud del gobierno provin-
cial en políticamente correcta, a la supresión de la en-
señanza religiosa la llamaron creación de un ámbito de
discusión e invitaron a hallar una solución consensuada,
para el conflicto que ellos mismos suscitaron”. Así se in-
vitó, “democráticamente”, a todos los cultos a una mesa
de diálogo, con representantes de los 13 reconocidos en la
provincia, de modo que los católicos, que son el 90 % de
15. Escuela Argentina (VII). Moral y política
la población, es decir, 9 de cada 10, pasaron a ser (“demo-
cráticamente”, dicen sin ponerse colocados) 1 en 13 (El
desarrollo…, pág. 249). – Trampa.
El ataque a la soberanía nacional. El poder hegemó-
nico quiere imponer una “reingeniería social” basada en
una “nueva ética universal”; quiere nuestra “renuncia a la
soberanía nacional por parte de los Estados, para constituir
un único mundo”; siempre con la proclamación derechu-
manista metida en el medio, desligada del derecho natural.
Quiere un “único gobierno mundial, un único derecho uni-
versal, una única religión global o ética global”, claramen-
te anticristiana e incluso antimonoteísta (El desarrollo…,
pág. 25). Este poder tiene uno de sus hitos clásicos en el
Informe Kissinger, que, bajo el verso derechumanista –
siempre–, ve el crecimiento de nuestros pueblos como un
atentado a la seguridad de los Estados Unidos, y propicia
que los intelectuales vernáculos aparenten sacar ellos de
sus cabecitas las políticas homicidas trucidando los niños
en el útero materno, que ellos teledirigen (El desarrollo…,
pág. 29).
H.H.H.
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - CULTURA
80 años de una encíclica
­condenatoria del nazismo
El 14 de marzo de 1937, el papa Pío XI hizo pública
la encíclica contra el nacionalsocialismo Mit Brennender
Sorge, escrita en alemán, cuyo principal colaborador en la
redacción fue el Cardenal Eugenio Pacelli(1).
La fecha no puede pasar desapercibida para nuestro
DFD, recordando la denuncia que la encíclica hace de la
opresión a que se sometía a los católicos y a los ciudada-
nos alemanes (Nº 1), y la doctrina positiva frente a la ideo-
logía racista y estatolátrica negadora de la persona humana
con alma inmortal y su personeidad y de Dios.
“Si la raza o el pueblo –sostiene el Papa–, si el Estado
o una forma determinada del mismo, si los representan-
tes del poder estatal u otros elementos fundamentales de
la sociedad humana tienen en el orden natural un puesto
esencial y digno de respeto, con todo, quien los arranca
de esta escala de valores terrenales elevándolos a suprema
norma de todo, aun de los valores religiosos, y, divinizán-
dolos con culto idolátrico, pervierte y falsifica el orden
creado e impuesto por Dios, está lejos de la verdadera fe y
de una concepción de la vida conforme a esta” (§12). De
este modo, “solamente espíritus superficiales pueden caer
en el error de hablar de un Dios nacional, de una religión
nacional, y emprender la loca tarea de aprisionar en los lí-
mites de un pueblo solo, en la estrechez étnica de una sola
raza, a Dios, creador del mundo, rey y legislador de los
pueblos, ante cuya grandeza las naciones son como gotas
de agua en el caldero (Is 40, 5)” (§15).
El Papa no se opone al anhelo de una verdadera unidad
nacional y al fomento de “un noble amor por la libertad
y una inquebrantable devoción a la patria” (Nº 43). “A
lo que No nos oponemos y nos debemos oponer” es “al
antagonismo voluntaria y sistemáticamente suscitado” por
el poder político aludido, “entre las preocupaciones de la
educación nacional y las propias del deber religioso”. “No
olvidéis que la verdadera libertad es la libertad de los hijos
de Dios” (Nº 43).
DFD (colaboración de Germán Masserdotti)
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - IGLESIA CATÓLICA -
DERECHO - DERECHOS HUMANOS
(1) En http://w2.vatican.va/content/pius-xi/es/encyclicals/docu-
ments/hf_p-xi_enc_14031937_mit-brennender-sorge.html Cfr. también
Doctrina pontificia. Documentos políticos, Madrid, BAC, 1958, pág.
642 y sigs.
Pacelli fue Sumo Pontífice entre 1939 y 1949, y tenía una vasta ex-
periencia como nuncio en Alemania; había firmado los concordatos de
1924, 1929 y 1933, en que ocupó la Secretaría de Estado en Roma.

NOTICIAS. JORNADAS. CONGRESOS
Centro de Estudios Políticos
Facultad de Ciencias Jurídicas - UNSTA
Seminario de Posgrado
“Legitimidad del Poder y pretensiones
­supranacionales”
Comenzó el 9 de mayo y finalizó la primera semana de
julio. Una reunión semanal de dos horas reloj de duración.
Lo dictó Sergio Castaño. En él se trató la justificación del
Estado y legitimidad del poder; Los principios clásicos de
legitimidad del poder, con su validez, defendida dialécti-
camente y su vigencia, mostrada empíricamente. La legi-
timidad de origen; sus presupuestos definitorios; la Cons-
titución: ¿qué es Constitución? La legitimidad de origen en
la experiencia política argentina. La deriva moderna de los
fundamentos de legitimidad del poder: Weber, Carl Sch-
mitt y Hermann Heller. El neoconstitucionalismo como su-
peración del positivismo legalista y su idea de legitimidad
(Zagrebelsky); La legalidad y la legitimidad en manos de
las instancias jurisdiccionales supranacionales. Su sentido
según Kelsen. La Corte Interamericana de Derechos Huma-
nos. ¿“Revival” de la legitimidad de ejercicio o desconoci-
miento de los derechos de la comunidad política?
Díaz Araujo en la Academia del Plata
En la sesión extraordinaria del 3 de mayo, a las 18.30 h,
se incorporó como Académico de Número el Dr. Enrique
Díaz Araujo, ocupando el sitial “Zuretti”, y presentado
por Rafael Breide Obeid. Tras lo cual disertó sobre “El
laicismo finisecular”.
Quinta reunión de la Asociación Jurídica “Santo
Tomás de Aquino”
Tuvo lugar el 24 y 25 de junio, en la sede de la Cor-
poración de Abogados Católicos de la Ciudad de Buenos
Aires (Av. Santa Fe 1206, 1º “A”). Juan Bautista Fos
y Oscar Lotero expusieron en un plenario de Historia
del Derecho sobre “Proyección de la realeza de Cristo en
las instituciones jurídicas del período indiano”; Miguel
de Lezica, “Aportes tomistas para una noción de delito”;
Héctor H. Hernández, “Catarata de violaciones de de-
rechos humanos en cadena: la doctrina del fruto del árbol
venenoso (DOFAV)”; Enzo Di Fabio, “Ley penal y digni-
dad humana”; Carlos Romero Berdullas, “El principio
de oportunidad” y Alfredo L. Repetto sobre “Los fines
de la pena según Santo Tomás de Aquino”. Finalizó con
la misa oficiada por monseñor Basseotto. Informes Prof.
Eduardo Olazábal (eduolazabal@hotmail.com).
Semana Tomista
La 42ª Semana Tomista argentina se desarrollará en la
UCA, Buenos Aires, del 11 al 15 de septiembre, en torno
al tema Naturaleza, cultura y gracia.
Seminario permanente de Filosofía del Derecho
y Formación del Pensamiento Jurídico Riguroso,
Universidad FASTA, Facultad de Derecho,
sede Tandil
Siguen las reuniones mensuales de este Seminario que
dirige Héctor H. Hernández. La reunión de abril se de-
dicó a una mostración de la existencia del derecho natural
siguiendo el método de describir Qué normas aplican los
jueces, entendiendo “normas” en un sentido amplio, como
se verá.
I. Los jueces aplican
1) Normas jurídicas positivas; 2) pero las normas pro-
piamente jurídicas positivas son usadas en sinergia o com-
16. Escuela Argentina (VIII). El universitario y las miserias epocales
“Las vigencias epocales suelen ejercer sobre los hombres un implícito, aunque no por ello menos operante, influjo. Si ‘el tren de la Historia’ parece discurrir en cierto sentido,
es dable que muchos consientan con algo aun sin estar convencidos de ello. La tarea del universitario, en esta coyuntura de sofocante presión mediática –de medios que también
son instrumentos de poder–, es evitar el esnobismo y ejercer una función crítica ordenada a la búsqueda de la verdad” (Castaño, Sergio R., Principios políticos para una teoría
de la Constitución, Buenos Aires, Ábaco de Rodolfo Depalma, 2006, pág. 192).
Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017
posición con normas de lógica jurídica (razonamientos “A
fortiori”, “A contrario”, “A simili”, por ejemplo); 3) crite-
rios sobre “lo que suele suceder”, sobre la base de estos se
aplican normas jurídicas y se adoptan resoluciones (“no es
usual que una persona, pudiendo guardar su dinero de otro
modo, tire, a las 3 de la mañana, 9 millones de dólares en
un convento de monjas”… de lo que se infiere que (…)
son elementos que permiten formular la hipótesis de que
estamos ante un delito y encaminar la investigación); 4)
proposiciones de naturaleza de la cosa, o basadas en lo
que la cosa es. Por ejemplo, la naturaleza del acto delictivo
determina de suyo si un delito es susceptible o no de tenta-
tiva; el valor y la calidad que tienen las partes de un cam-
po o el casco de una estancia determinan bases para la di-
visión del condominio; 5) no hay que escandalizarse, pero
hay que saber que muchas veces los jueces aplican normas
prácticas inmorales –obviamente antijurídicas– que guían
su acción y que llamamos “normas vizcacheanas” (por el
Viejo Vizcacha). Son normas de conveniencia según las
cuales juzgan para no perder el cargo o para congraciarse
con los poderosos, por ejemplo, así como obró el juez Pi-
lato, antimodelo de juez. Claro está que la norma real por
la cual se guían no se menciona. “Hipocresía normativa”;
6) a veces, los jueces se guían por criterios prohibidos por
el derecho positivo, que obviamente no formulan, pues les
anularían las sentencias, infiriendo del hecho de no decla-
rar por parte del reo, por ejemplo, su culpabilidad; 7) pero
los jueces aplican otras normas.
II. Aplican algo más
Utilizan ciertas normas, a las que, obviamente, dan
plena vigencia y que son reconocidas jurídicas válidas y
vigentes, todo lo cual es pacíficamente aceptado en la doc-
trina, que no son positivas. Y esto
7.1. Sin contravenir la ley positiva.
7.1.1. Lo hacen para justificar la aplicación obligatoria
de ley jurídica positiva. Hay un “artículo 0” de todo Códi-
go –dice Castaño–, que podríamos llamar “primerísimo”,
cuyo contenido se dividiría en principios de conducta y en
principios de competencia. Para aplicar el Código Penal
se fundan en el primer principio del derecho penal que
manda aplicar la pena al delincuente (norma “conductal”,
la bautizo); y para aplicar en general el derecho positivo
se fundan en que “hay que obedecer (en principio) al le-
gislador” (norma “competencial”, la llamo). Los civilistas
reconocen que el principio operativo, válido, vigente, jurí-
dico de todo el derecho de daños, esté o no en los códigos,
es “no dañar a otro, y si se daña, indemnizarlo”.
7.1.2. Para interpretar la ley jurídica positiva, aplican el
principio supremo de derecho que dice “dar a cada uno lo
suyo”, diciendo que “los jueces son servidores del derecho
para la realización de la justicia” (doctrina reiterada de la
Corte Suprema con pacífica aceptación).
7.1.3. Para generalizar algo que hay parcialmente en
un texto legal elevándolo a principio universal vigente y
aplicable que no figura en la ley positiva. V. gr., de un
paso de la Constitución que habla de la congruencia de lo
reglamentario respecto de lo reglamentado (art. 28, CN)
infieren que “es un principio de nuestro derecho la razona-
bilidad”. (Que es un principio válido aunque no hubiera ni
rastros de él en el derecho positivo y que como principio
general no figura).
7.1.4. Para fallar absolutamente al margen de la ley ju-
rídica positiva pero sin contravenirla, por ejemplo, al esta-
blecer que “en nuestro derecho está reconocido el derecho
al culto de los muertos”. Pero también aplican esta norma-
tividad que no es positiva.
7.2. Contraviniendo la ley positiva. La doctrina de las
cargas dinámicas de la prueba en ciertos casos estable-
ce, en contra de las normas jurídicas positivas, que donde
esta última dice “debe probar el actor”, en realidad, debe
17
probar el demandado, usando para ello un principio de
solidaridad y justicia procesal que obliga al que está en
reales condiciones de probar frente a quien no lo está, todo
para realizar el fin del proceso, que es dar a cada uno lo
suyo. En su momento, Borda comentaba con cierta ironía
y exactitud que “la jurisprudencia derogó el art. 43 del
Código Civil”, sobre responsabilidad del Estado. Este tipo
de resoluciones son pacíficamente practicadas y acepta-
das en la jurisprudencia, tanto que la Corte Suprema ha
dicho que es arbitrario prescindir del texto legal (pero ello
solo) “sin alegar razones plausibles”. A tanto se llega en
esto que también se ha llegado a sostener que inconsti-
tucionalidad equivale a injusticia, con lo que la mención
de la Constitución Nacional, en muchos casos, no es de
la Constitución que hay sino de otra cosa, el principio de
justicia.
7.3. Principios no positivos imperados por la norma
positiva. La ley debe ser interpretada según “los princi-
pios y valores jurídicos…”, manda el art. 2º del actual
cód. civil. El Código anterior hablaba de resolver según
los “principios generales del derecho” (art. 16). Con lo
que, en estos casos, o cuando se invocan los “derechos
humanos”, no se aplica ley positiva sino contenidos, man-
dados o no por ley jurídica positiva, que no integran esta
última.
III. Conclusiones
1) Los jueces aplican, reconociéndoles plena fuerza,
validez y vigencia, criterios superiores a las normas po-
sitivas, con los cuales incluso juzgan y posponen y con-
travienen las normas positivas. Aplican lo que nosotros
llamamos “derecho natural”. El método seguido consiste
en mostrar que “no se puede negar algo que se usa”, como
si Ud. niega que existan aviones y yo le muestro un avión,
con lo que terminó el trabajo probatorio.
2) Surge de lo expuesto que si el positivismo sostiene
que el único derecho es el derecho positivo (= puesto por
el legislador humano), la práctica judicial rechaza termi-
nantemente su tesis. Esto es que la tesis de que los jueces
aplican derecho positivo y solo derecho positivo es falsa
de absoluta falsedad, según la práctica uniforme y acep-
tada y no cuestionada de la vida jurídica real. Solo en la
Universidad se puede sostener otra cosa…
3) Si al hecho de aplicar no solo derecho positivo, sino
un derecho superior, lo llamamos “iusnaturalismo”, y al
contenido “derecho natural” (como norma), y solo si así
procedemos, se puede decir que “todos somos iusnatura-
listas”.
4) Como en rigor la conclusión solo autoriza a decir
que “se aplica un derecho suprapositivo”, hay que decir
que la elaboración de la recta doctrina del verdadero de-
recho natural exige otras tareas adicionales, que incluyen
dimensiones éticopolíticas, antropológicas y metafísicas,
e incluso teológicas (nivel suprafilosófico); y desde luego
que en estos temas puede haber “cuestiones de nombre”. Y
hay, además, cuestiones posteriores a la de la existencia de
normas jurídicas suprapositivas que se aplican, por ejem-
plo, la universalidad, la cognoscibilidad, etcétera, del de-
recho natural como norma jurídica. Pero las divergencias
en los puntos posteriores a la existencia no puede poner en
crisis la existencia.
5) La divisoria de aguas principal en la vida jurídica y
política no pasa, entonces, porque unos admiten que hay
ley jurídica natural y otros no, esto es que unos son positi-
vistas y otros no lo son, pues prácticamente nadie es. Sino
por otros puntos de discusión.
IV. La gran divisoria de aguas en derecho
Sin hacer clasificaciones completas ni rigurosas, las
cuestiones candentes que se discuten en cuanto a los con-
tenidos jurídicos son:
18 Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017
Riofrío Martínez-Villalba, Juan Carlos, Meta-
física jurídica realista, Buenos Aires, Marcial
Pons, 2016, 319 páginas.
I II
La obra que aquí comento ha implicado un arduo desafío
para su autor y es también el sedimento de más que largos
años de investigación, demostrativos de su profunda voca-
ción intelectual. Me parece oportuno reseñar que Juan Carlos
Riofrío Martínez-Villalba es abogado, doctor y licenciado en
Ciencias Políticas por la Universidad Católica Santiago de
Guayaquil. Es profesor titular de Derecho Constitucional, De-
recho de la Información y Teoría Fundamental del Derecho,
en la universidad de origen y en la Universidad de Los He-
misferios, Quito, de la que ha sido Decano. Ha escrito varios
libros y otros en coautoría, y numerosos artículos en revistas
especializadas de su país y del extranjero, entre ellas en el
n° 79 (2015) de Prudentia Iuris de la Universidad Católica
Argentina.
No en vano mencioné el término desafío, pues asumir co-
mo objeto de estudio la metafísica y su imbricación con el de-
recho tiene, lisa y llanamente, un carácter agonal. No empleo
una metáfora, pues por una parte apuntar al núcleo “duro”
de la filosofía perenne significa acometer una lucha contra las
limitaciones propias, pero también las ajenas, ya que con las
mejores intenciones muchos han extraviado el camino, lo que
no sucede en este caso. Pero, además, desde la modernidad
tardía la metafísica es el concepto que fue el blanco –quizá
por su excelencia– de las críticas e ironías más acerbas. El
positivismo lógico que se expandió en el siglo veinte ha sido
–y lo sigue siendo en el veintiuno– la continuación aggiorna-
da del viejo positivismo comptiano encerrado en la insulari-
dad empírica de las ciencias particulares, abierto solo a las
deducciones lógico-matemáticas, producto del solipsismo de
la razón. A. J. Ayer(1), en su introducción a la compilación de
textos de positivistas lógicos, al inicio del punto sobre la me-
(1) Ayer, Alfred J., El positivismo lógico, México, Fondo de Cultura
Económica, 1986.
(“Notas...”, viene de pág. 17)
1. a) “Solidarismo”, esto es “doctrina del orden natural y
cristiano” al decir de Carlos Alberto Sacheri Mártir, o
bien, y por el contrario, b) “individualismo”, o bien c) “co-
lectivismo”. Se puede hablar de un “iusnaturalismo liberal”
y de un “iusnaturalismo marxista”, sea lo que fuere de lo
explícito en los seguidores de dichas posiciones o la cohe-
rencia con las posiciones de base (por ejemplo, hablar de
un derecho natural supone que hay naturaleza, y el marxis-
ta no puede admitirlo. Pero, en las cuestiones políticas, el
marxista tiende a interpretar todo el derecho normativo en
la línea de la igualdad socialista, o del paraíso marxista por
venir, digan lo que digan las leyes positivas. Por eso nos
permitimos hablar de un cierto “iusnaturalismo marxista”.
La cosa no pasa, pues, por iusnaturalismo-iuspositivismo.
2. O bien a) Ciencia del Derecho concebida al servi-
cio de nuestras comunidades nacionales defensoras de la
soberanía del Estado y de la pluralidad de Estados (con-
forme al derecho internacional público positivo actual) o,
por el contrario, b) concebida en sentido más o menos cos-
mopolita o indiferentes al valor de las Patrias y Estados,
según un nuevo orden derechumanista apátrida. Es signi-
ficativo que a pesar de las normas jurídicas que suponen
y establecen la primacía estatal, por ejemplo, la Carta de
las Naciones Unidas, los amigos del Nuevo Orden buscan
derogar las soberanías nacionales por vía interpretativa de
normas que les son opuestas. La cosa no pasa, pues, por
iusnaturalismo-iuspositivismo.
17. Ejercicio de la libertad de prensa I
“Uno de los fenómenos más llamativos dentro de la deriva hacia la creciente debilidad y falta de credibilidad de la democracia y la sociedad abierta está en el hundimiento del
prestigio del periodismo (…) Y son censura y autocensura de la corrección política que, como un nuevo rodillo inquisitorial biempensante, aplasta la libertad e intimida a periodis-
tas y políticos (…)” (Hermann Tertsch, Periodismo y miseria; la profesión agoniza por pobreza, miedo y asco, Madrid, ABC, 14-4-17, pág. 12).
BIBLIOGRÁFICAS
tafísica, transcribe el conocido texto de Hume: “Cuando per-
suadidos de estos principios recorremos las bibliotecas, ¡qué
estragos deberíamos hacer! Tomemos en nuestra mano, por
ejemplo, un volumen cualquiera de teología o de metafísica
escolástica y preguntémonos: ¿Contiene algún razonamiento
abstracto acerca de la cantidad y el número? ¿No contiene al-
gún razonamiento experimental acerca de los hechos y cosas
existentes? Pues, entonces, arrojémoslo a la hoguera, porque
no puede contener otra cosa que sofismas y engaño”. En este
tópico, Ayer transcribe trabajos de Moritz Schklick, Rudolf
Carnap y Carl G. Hemple, ejemplos de lo más granado de
la filosofía analítica que ha abrevado al positivismo actual,
sin perjuicio de las palpables contradicciones y morigeracio-
nes que viene sufriendo hace algún tiempo. En efecto, como
lo reconoce Eugenio Bulygin, uno de sus representantes más
significativos, al expresar: “El positivismo parece estar a la
defensiva en los últimos tiempos, lo cual lo creen no solo los
adversarios sino también sus propios partidarios. Para este
autor esta circunstancia tiene su fuente en que el término ‘po-
sitivista’ ha adquirido un tinte peyorativo, cosa que no ocurría
antes, lo cual ocasiona que muchos de sus partidarios prefie-
ren usar calificativos atenuantes como ‘suave’, ‘excluyente’,
‘incluyente’, etc.”(2). Si bien es cierto que esta transitoria li-
cuación del positivismo ha permitido que autores que se han
mantenido lejos de las fuentes clásicas recurran desde hace
algunas ­décadas a “principios” superadores de las normas
o “valores” por sobre las percepciones sensibles, o intenten
esta­blecer una “nueva relación entre moral y derecho”, a la
vez, la lectura de sus obras demuestra que no conocen siquie-
ra de cerca el significado y trascendencia de la metafísica
clásica, que desde sus orígenes helénicos permanece lozana
y fructífera renovada siempre con aportes como el que comen-
to. Lo mismo puede decirse de las autodenominadas teorías
críticas, orientadas por autores como Duncan Kennedy, Boa-
ventura de Sousa Santos y otros, que aún guardan raíces de
(2) Bulygin Eugenio, Mi visión de la racionalidad en el derecho, en
Simposio de Filosofía del Derecho, “Racionalidad en el Derecho”, Bue-
nos Aires, Facultad de Filosofía, Universidad Estatal de San Petersburgo
- Facultad de Derecho, Universidad de Buenos Aires, 2014.
3. O estructuras, normas y conocimientos práctico-ju-
rídicos al servicio de a) la vida humana inocente sin dis-
tinciones como algo sagrado; o bien b) o “cultura de la
muerte”, según la precisa acuñación de Juan Pablo II. Es
significativo que con las normas jurídicas positivas que
protegen claramente la vida, enarbolando falsos derechos
humanos (el derecho de la mujer a su propio cuerpo, como
si lo que tiene la embarazada sea una especie de lengua o
tiroides o corazón de ella y no del chiquito por nacer) la
cultura de la muerte propicia la impunidad de la muerte
de los chicos en el útero materno o la tiranía ideológica de
género y sus secuelas.
4. a) Admisión en serio del sistema penal como un bien,
con su pluralidad recta de fines, legítimo como lo es el
Estado o, por el contrario, b) el “cancelacionismo” penal
del garantoindividualismo. Es significativo que con todo
un ordenamiento que establece y supone la legitimidad
del sistema penal, esta última posición busca destruirlo. El
profesor Zaffaroni, quien trazó un “plan de lucha” para
“cancelar el sistema punitivo”, dice que el sistema penal
es inconstitucional y está contra los derechos humanos.
Pero cuando se da cuenta de que las declaraciones de dere-
chos humanos admiten la licitud del sistema, dice que hay
que entender derechos humanos en un sentido progresivo,
que solo los que son “sacerdotes” (sic, se ofrece la cita) en
la cuestión, interpretan.
5. Y, finalmente, a) o sistema jurídico al servicio de o
con apertura a lo religioso, es decir a Dios, o teísta o cris-
tiano, respondiendo a la más profunda aspiración humana
la filosofía de la praxis, o los posmodernos cuyo paradigma
sigue ­siendo Nietzsche, padre de la más rancia aversión a la
metafísica.
Con acierto, el autor, al plantearse el objeto en estudio,
aborda la definición y características de la metafísica ponien-
do de resalto que entre las “partes generales de la filosofía” la
metafísica se avoca a lo que las cosas son, en tanto que “son
o existen”, y de allí la denominación dada por Aristóteles a
este saber como “Filosofía Primera”. La lectura del capítulo
introductorio me recordó la comparación que didácticamente
realiza Millán Puelles entre los objetos de la facultad auditiva
que coinciden en la índole de “sonido”, con la forma común
de todos los objetos del entendimiento, que a su vez coinciden
en su carácter de “ente” que cada uno de estos a su modo tie-
nen, y así como el “sonar” es lo que hace audible a las cosas,
el “ser” es lo que las hace inteligibles.
Este es el arduo abordaje que asume el autor sosteniendo
“la necesidad de una metafísica para el derecho”, ya que
según entiende –y así lo comparto al menos en lo que a la
juridicidad se refiere– hoy como nunca antes es necesario de-
sarrollar con mayor profundidad la metafísica realista. Sin este
conocimiento resulta imposible dar cuenta de la íntima natura-
leza de la realidad jurídica y queda sin fundamento la teoría
del derecho. La primera razón en favor de esta tesis radica en
que todo ser implica un primer principio de su existencia, pero
respecto al cognoscente también es necesario un primer prin-
cipio del conocer. En consecuencia, resulta acertada la refe-
rencia a que la metafísica es el único camino para conocer los
primeros principios constitutivos del derecho y de esta manera
poder acceder a su fundamento. A partir de esta conclusión,
el autor realiza su opción por la metafísica tomista que marca
el derrotero de toda la obra, siendo su propósito asumir los
conceptos clásicos de “acto”, “ser”, “potencia”, “causa”, “ana-
logía”, ”unidad”, “orden” y varios otros, con la intención de
descubrir su operatividad en el mundo jurídico. Sin perjuicio
de la opción mencionada, la obra compara dialécticamente a
autores de las corrientes de pensamiento más dispares, sin per-
y a la Constitución Nacional que es y tal cual es, o, por el
contrario, b) laicismo, que es el ateísmo social. Es signi-
ficativo que con una Constitución y antecedentes cons-
titucionales que conforman la identificación substancial
argentina con el catolicismo, los laicistas “fabrican” una
constitución atea. Un prototipo de esto es la posición del
profesor Carlos Nino en su libro Fundamentos de dere-
cho constitucional. (Análisis filosófico, jurídico y politoló-
gico de la práctica constitucional), Buenos Aires, Astrea,
1992.
V. Hay muchos iusnaturalismos
En definitiva, si la cuestión en la vida jurídicopolítica
vivida no pasa por iusnaturalismo-iuspositivismo, pasa sí
casi totalmente por los distintos iusnaturalismos que se
dan de patadas entre sí, sean o no verdaderos en su conte-
nido, sean o no verdaderamente iusnaturalismo, o distintas
visiones del derecho que leen las normas jurídicas positi-
vas con las lentes de principios, verdaderos o falsos. Nada,
entonces, para un iusnaturalismo tomista, de hacerse soli-
darios con iusnaturalismos de la cultura de la muerte, ius-
naturalismos del Nuevo Orden, iusnaturalismos liberales
o socialistas, o iusnaturalismos ateos, o iusnaturalismos
garantoabolicionistas.
DFD
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - CULTURA - DERE-
CHO - CÓDIGOS - DERECHO PENAL - PODER JU-
DICIAL

juicio de los realistas clásicos, dando cuenta, así, de su amplia
versación sobre la materia.
III
Luego de pasar revista al concepto de ciencia y su aplica-
ción a la metafísica reseñando brevemente sus objetos (mate-
rial, formal quod y formal quo) y su método, Riofrío Martínez-
Villalba asume los temas cardinales del libro que con origi-
nalidad componen los tres subtítulos: Ser y cambio jurídicos,
Fuentes del derecho y La pirámide invertida. Respecto al “ser”
del derecho y, en consecuencia, su nombre y concepto indica
su punto de partida en la filosofía griega, concretamente en el
estagirita, para quien dikaion era entendido como lo justo o lo
igual, afirmando con acierto que esta es la primera noción que
se traslada al ius romano y que es, en definitiva, la asumida
por Tomás de Aquino, como bien lo advirtió Graneris(3). A par-
tir de la noción tomista del ser, que lejos de ser unívoca es aná-
loga, pues todo lo que se predica sobre la “existencia” y sobre
el “ente” participan del acto de existir y, en consecuencia,
guardan una semejanza. Para el autor, la doctrina de la ana-
logía se encuentra en la raíz misma de la metafísica. En esta
dirección, el derecho es entonces ipsa res iusta, la misma cosa
justa, pero resaltando que en su sentido más profundo “cosa”
es un trascendental del ente y con agudeza indica que Tomás
de Aquino en Quaestiones disputate de Veritate recoge una
observación de Avicena en tanto “el ente se toma del acto de
ser, pero la cosa expresa la quididad o la esencia del ente”. A
partir de allí, el autor bien señala que desde la perspectiva de
la analogía el término “derecho” tiene diversos significados y,
a la vez, entre la analogía de proporcionalidad y la de atribu-
ción, elige esta última como bien lo desarrolla el Aquinate(4).
También resulta de sumo interés la reseña efectuada de im-
portantes integrantes de la Escuela sobre la interpretación filo-
sófico-jurídica de la res tomista, señalando entre otros a Michel
Villey para quien es la “cosa material”, a George Kalinowsky
y Massini Correas como “conducta justa” y a Lachance y Her-
vada –a la que adhiere el autor– como relación (en línea con
Villey), que según mi juicio refleja el pensamiento clásico, de-
jando a salvo la complejidad del tema que excede los límites
de este comentario.
Luego, realiza un análisis de los elementos que integran el
“ser jurídico”, mencionando los siguientes: a) los “sujetos”: el
acreedor y el deudor, que son el sujeto de lo suyo y el que lo
debe; b) una “cosa externa”, posible, distribuible y repartida;
c) el “entorno”, que es el que se dará a cada uno lo suyo; d) un
conjunto de relaciones. Pienso que si bien todos los elementos
componen el “ser” del derecho, el accidente relación es que
más se aproxima a su definición implica la alteridad requerida
por la justicia, que no es solo la virtud sino también la cualidad
del acto por el cual el deudor cumple con su débito entregan-
do al acreedor lo que a este corresponde. Es de relevancia y
originalidad el abordaje de la “potencia jurídica” analizada
no desde el sujeto individual, lo cual originó históricamente el
subjetivismo jurídico, sino desde la perspectiva estrictamente
metafísica y su relación con el “acto” de ser, remitiéndose, así,
al descubrimiento del estagirita que superó de esta manera la
aporía insoluble que se planteaban en la filosofía griega entre
las recordadas tesis de Parménides y Heráclito.
IV
Hacia mitad del siglo pasado, las obras de “Introducción
al Derecho”, asignatura liminar de todos los estudios jurídicos,
enseñaban las “fuentes del derecho”, y las dividían en “forma-
les”, que manifestaban una voluntad por la que se “creaba”
el derecho, principalmente la ley en los ordenamientos que
seguían al sistema continental o también la costumbre y la
jurisprudencia en aquellos tributarios del common law, y “ma-
teriales”, que abarcaba los factores o elementos sociológicos
o políticos que aportan el contenido de las normas que luego
(3) Graneris, Giuseppe, Contribución tomista a la filosofía del dere-
cho, Buenos Aires, Eudeba, 1973, pág. 65. “Santo Tomás en lugar de
latinizar el dikaion (como hacen los juristas y como lo había hecho Ci-
cerón), heleniza el ius, de tal modo que resulta el iustum, sinónimo real
y no solo verbal del ‘derecho natural’. Aquí el aquinatense hablaba en
latín y pensaba en griego”.
(4) Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II, 57, 1, ad 1 y 2.
18. Animalismo, cristianofobia, ideología de género. Libertad de prensa II
“Se han impuesto como dogmas incuestionables argumentos ideológicos de la izquierda y de sus secciones de
lucha ideológica, véase animalismo, cristianofobia, islamofilia, radicalismo ecológico, feminismo, ideología de
género y transgénero y otras. En su defensa se miente y se oculta” (Hermann Tertsch, cit. en zócalo anterior).
Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017 19
sería asumido por las fuentes formales de la enseñanza que
con el tiempo cayó en desuso. En la obra en comentario, el FONDO EDITORIAL
autor rescata el término, retornándolo a su sentido prístino,
o sea, denomina a las “causas” como “fuentes” del derecho. RECOMENDADOS
De esta manera, la antigua doctrina cobra su eminente rele-
vancia, pues implica elevarse a la causalidad del derecho. Colección “Código Civil
Según Aristóteles, “el carácter común de todos los principios y Comercial de la Nación”
es el ser la fuente de donde derivan el ser o la generación o el
conocimiento”(5). Para muchos escolásticos, “principio es aque- Directores
llo de donde algo procede” pudiendo tal “algo” pertenecer a Dr. Gabriel F. Limodio
la realidad, al movimiento y al conocimiento. Conforme Tomás Dr. Guillermo F. Peyrano
de Aquino, la causa es principio de explicación de las cosas,
•••
pero previamente es un principio de la realidad de las cosas(6).
A partir de estas nociones clásicas, el autor denominará fons
iuris essendi a la fuente del ser jurídico en su sentido más fuer- Mauricio Boretto
te, o sea, el ontológica o real, desarrollando exhaustivamente COLECCIÓN CÓDIGO CIVIL
las cuatro causas aristotélico-tomistas mediante un original an- Y COMERCIAL DE LA NACIÓN
claje en la realidad jurídica que se refleja en el análisis de las La persona jurídica
“fuentes o causas del derecho” distinguiendo las “Fuentes del ISBN 978-987-3790-19-5
derecho-relación”, las “Fuentes del derecho-ley” y las “Fuentes 161 páginas
del derecho-facultad”.
Al analizar el ordenamiento jurídico, el autor advierte la
trascendencia de lo que denomina “el espacio jurídico” distin-
guiéndolo de los espacios “ajurídico” y “antijurídico” y sobre
el final de la obra retoma estas distinciones para estructurar
novedosamente la “pirámide invertida” que desde la ontolo- •••
gía contrapone a la pirámide kelseniana. Partiendo del texto
tomista que explica los modos de derivación de la ley humana
respecto a la ley natural(7), establece varios niveles: 1. realidad
objetiva con valor absoluto; 2. derivados del primero: mencio- Walter F. Krieger
na fines, principios, rule of recognition; 3. conjunto de reglas Sergio S. Barocelli
COLECCIÓN CÓDIGO CIVIL
jurídicas (leyes, jurisprudencia, costumbres, reglamentos); 4. Y COMERCIAL DE LA NACIÓN
derecho realizado, o sea, pura actualidad, o sea, puro ser jurí-
Derecho del consumidor
dico, en otras palabras, la concreción del derecho. Por último,
cabe resaltar un tema por lo general poco tratado por el realis- ISBN 978-987-3790-26-3
mo clásico contemporáneo: la íntima relación entre la cultura, 133 páginas
la sociología y el derecho, al que añade un interesante análisis
de la producción de lo ficto, que se traduce en la amplia gama
de ficciones que pueblan el mundo del derecho. •••
En esta reseña además de volcar los linamientos principales
que integran la obra, por cierto de mucha valía y más allá de
legítimas opiniones diversas que puedan surgir de su lectura,
he tratado de resaltar el tratamiento innovador dado por Rio- Guillermo F. Peyrano
frío Martínez-Villalba a tópicos sobre los que, a menudo, se
Jorge N. Lafferrière
COLECCIÓN CÓDIGO CIVIL
considera que nada puede agregarse, actitud que, además de Y COMERCIAL DE LA NACIÓN
demostrar su coraje, develan una vez más que el conocimiento
Restricciones
de lo real no tiene límites, pues proviene de una fuente eterna a la capacidad civil
como bien lo describe el autor en la dedicatoria: “A la única
ISBN 978-987-3790-25-6
Causa incausada”.
197 páginas
Eduardo Martín Quintana
UCA. Profesor Consulto Universidad de Buenos Aires
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - CULTURA - DERECHO •••
Danilo Castellano, Martín Lutero. El canto
del gallo de la Modernidad, Madrid, Marcial Eduardo C. Méndez Sierra
Pons, 2016, 192 páginas. COLECCIÓN CÓDIGO CIVIL
Y COMERCIAL DE LA NACIÓN
Danilo Castellano (1945), conocido en estas páginas, es Obligaciones dinerarias
uno de los filósofos católicos del derecho y de la política más ISBN 978-987-3790-34-8
realista y agudo de nuestros días. Realista dicho aquí por su 285 páginas
formación metafísica aristotélico-tomista que lo guía en todo
análisis y agudo por su innegable capacidad de comprensión
y juicio de los más diversos y actuales problemas de la filoso-
fía jurídico-política y moral. En español ha publicado, entre
•••
otros libros, los siguientes: Racionalismo y derechos humanos
(2004), La naturaleza de la política (2006), Orden ético y
derecho (2010) y Constitución y constitucionalismo (2013). [N.
de la R.: Ver el reportaje que le hicimos en este DFD, ED, 245-
Marcelo Eduardo Urbaneja
1135. H.H.H. reseñó su libro Racionalismo y derechos huma-
COLECCIÓN CÓDIGO CIVIL
Y COMERCIAL DE LA NACIÓN
(5) Aristóteles, Metafísica, 1013 a. Propiedad horizontal
(6) Santo Tomás de Aquino, In Metaph., lect. 1, n° 751; lect. 4, n°
ISBN 978-987-3790-28-7
70.
(7) Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, cit., I-II, 95, 2. 181 páginas
Venta telefónica: (11) 4371-2004
Compra online: ventas@elderecho.com.ar
www.elderecho.com.ar
20 Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017
nos. Sobre la antifilosofía político-jurídica de la “modernidad”,
Madrid-Barcelona, Marcial Pons, Colección Prudentia Iuris, ED,
212-1218].
Este, su nuevo libro, el volumen 34 de la colección Pruden-
tia Iuris, aparece en un momento oportuno: en 2017 asistimos
a la celebración del quinto centenario de la Reforma protestan-
te, pero Castellano no está dispuesto a participar de ninguna
fiesta conmemorativa sino, más bien, a denunciar la necedad
del festejo, pues es mucho lo que hay que lamentar tras esos
quinientos años. Como se ve, es un texto desafiante y lo es en
un doble sentido.
Para comenzar, porque rivaliza con la versión ya vulgar
de un Lutero santo y bienintencionado, a quien las cosas se le
fueron de las manos. Y a renglón seguido, porque no se deja
llevar de las interpretaciones corrientes y propone una lectura
de Lutero que nace de los textos mismos del monje rebelde.
Castellano lo ha leído muy bien y conoce las diversas versio-
nes que la historia nos ha dejado de la persona y su obra,
pero ha dado preferencia a las palabras del mismo líder de la
Reforma para hilvanar con ellas una interpretación audaz y ori-
ginal. Valiéndonos de la metáfora del autor, los textos luteranos
“cantan” por sí mismos y solo hay que saber leerlos: no hay
espacio para el traduttore traditore y tampoco para intérpretes
superpuestos al original.
A pesar de abordar temas delicados y de la hondura me-
tafísica e incluso teológica que poseen, el libro está escrito en
ese estilo coloquial que caracteriza las mejores páginas del
autor. El Martín Lutero de Castellano es accesible a cualquier
lector, no obstante la densidad de las materias consideradas
y la complejidad adicional del personaje, porque Lutero es
un hombre difícil, está lleno de matices y su pensamiento des-
borda de contradicciones. Castellano ha sido cauteloso: el
Prefacio nos lo anticipa y la Conclusión lo ratifica. Ahora bien,
es este un paso previo que no impide en nada avanzar y pro-
bar la tesis capital del libro: Lutero, en virtud de su gnosticismo
inmanentista, es el gallo que anuncia la “Modernidad”, que
Castellano entiende axiológica y no cronológicamente, como
Welstanchauung antes que como época histórica.
La tesis recorre todo el texto y da pie a que Castellano
extraiga otra consecuencia: si el luteranismo es constitutivo
esencial de la Modernidad, toda la Modernidad está conte-
nida en el luteranismo, no en el sentido de que Lutero haya
desarrollado, conocido o querido todas las derivaciones de sus
ideas (liberalismo, personalismo, democracia moderna, dere-
chos humanos, totalitarismo, etc.), sino porque esas ideas están
ya en el obeso vientre de la Protesta y sus frutos se verán con el
correr de los años. De ahí que uno de los méritos del libro sea
el tener en cuenta a los escritores protestantes, como Hegel y
Rousseau, que se han encargado de desenvolverlas.
Para probarlo, Castellano formula al comienzo (cap. I) la
doctrina luterana de la libertad, a caballo entre “la libertad del
cristiano” y la negación del libre albedrío del Servo arbitrio.
Para el monje hereje, la libertad es señorío absoluto y, por lo
mismo, es autodeterminación, esto es, la libertad negativa mo-
derna, conforme a las raíces escotistas y ockhamistas, es decir,
voluntaristas y nominalistas, de su teología y filosofía. De ahí
nace toda la concepción moderna de la ley como mandato de
quien es libre (Dios o el soberano) y la tesis de la imposibilidad
de la moral, porque el bien no dice del ser de las cosas, sino
de la voluntad del que impone la regla.
Esa libertad, que en un principio aparece como liberación
de la subjetividad de toda servidumbre, incluso se impone a la
conciencia (de lo que trata en el cap. II), pues esta es rebajada
a un sentimiento, a un instinto personal, que por voluble y sub-
jetivo hace imposible la moralidad –salvo que creamos que la
relativista sigue siendo una moral–. Esta tensión arroja a Lutero
a la contradicción entre la ausencia de ley interna (moral) y la
necesidad de un poder coactivo exterior que reprima la natura-
leza perversa de los hombres, ambos extremos nihilistas.
La libertad como autodeterminación funge de fundamento
de la eclesiología protestante, pues lleva a entender de una
manera auténticamente moderna al pueblo (que Castellano
considera en el cap. III), el pueblo como “anterior” a toda aso-
ciación o sociedad, subsistente en sí mismo y libre. Se trata de
un idea revolucionaria y gnóstica que Lutero aplicó a la Iglesia
19. Escuela Argentina (IX). Universidad y Nación
“Tenemos que tomar conciencia de que nuestra Nación es una gran nación invertebrada (…) Porque el liberalismo en sus crisis seculares nos ha dejado un deterioro absoluto de
instituciones. Entonces (…) para vertebrarse en una forma definitiva, armónica, con una participación real y no ‘proclamada’ de los distintos sectores de la comunidad nacional,
de los verdaderos intereses, de los verdaderos derechos y autonomías sociales, la Universidad va a seguir jugando un papel rector” (Carlos Alberto Sacheri, Consideraciones
acerca de la acción universitaria, conferencia en el Instituto San Alberto Magno, 7 de agosto de 1973, publicada en Verbo, Buenos Aires, 177, pág. 27 y sigs.).
–y en la que hoy está atrapada la “hermenéutica” católica– pa-
ra entenderla como asociación de fieles y que sus seguidores
traspasarán a la política: vamos, así, de la eclesiología del
pueblo de Dios a la soberanía del pueblo, con sus mil claroscu-
ros, pero siempre alentando el convencionalismo, esto es, una
doctrina contractualista tanto del Estado como de la Iglesia,
que da primacía al consentimiento. Es muy posible que este
sea el más rico e inquietante pasaje del libro, que aquí puedo
únicamente sintetizar. El lector sabrá apreciar la gran cantidad
de ramificaciones que la tesis luterana contiene y que el autor
ha sabido despuntar, como la sugestión de que toda historia es
“historia sagrada”.
Una vez puesto el elemento central de la libertad negativa
y estudiada su repercusión en las doctrinas de la Iglesia y del
pueblo, puede ahora Castellano descender a la influencia del
luteranismo en las doctrinas políticas modernas (lo hace en
el cap. IV), pues la Modernidad se funda en esas dos ideas:
la libertad negativa y el convencionalismo-consensualismo, de
modo que no es atrabiliario atribuirle la paternidad de ellas.
Este ascendiente de Lutero se pone de relieve inclusive en los
escritores católicos que en su tiempo combatieron sus ideas;
así, en la doctrina política del P. Francisco Suárez –su idea del
pueblo como agregación y la teoría de la traslación–, tesis que
Castellano recuerda anticipó el P. Fabro, pero también Michel
Villey. De este modo la mayor parte del pensamiento político
católico y no católico está desde el siglo XVI hipotecada a las
premisas de Lutero, infectada por doctrinas protestantes, pues
la oposición está subordinada a las enseñanzas políticas del
luteranismo.
De mi parte, quiero resaltar una coincidencia que viene a
avalar la tesis de Castellano. Me refiero al libro de André de
Muralt, acerca de La estructura de la filosofía política moder-
na, cuya lectura complementa parejamente el texto de nuestro
autor, si bien el filósofo belga se retrotrae a la escolástica de-
cadente para mostrar las consecuencias políticas del escotismo
y el ockhamismo.
Y si esa influencia política luterana se sostiene de modo
general, puede también afirmarse particularmente en lo que
hace a las relaciones Iglesia y Estado (materia del cap. V):
la nueva eclesiología acepta la inferioridad de las Iglesias y
la preeminencia del Estado, renunciando al papel temporal
de la Iglesia (católica) según el modelo del “americanismo”,
que no es sino la modalidad edulcorada del totalitarismo. Con
maestría Castellano nos lleva desde la doctrina del papa Ge-
lasio –que la Iglesia católica mantuvo con algunas variaciones
menores hasta comienzos del siglo XX– hasta, por ejemplo,
la hodierna “sana laicidad” para demostrar de qué manera
la política se ha confundido con efectividad y el Estado se
impone sobre una Iglesia “líquida”, puramente espiritual, sin
autoridad.
Tal es el contenido y tal el núcleo vertebrante, a grandes
trazos, del libro de Castellano sobre Martín Lutero. Libro indis-
pensable que no hace parte del coro de elogios oportunistas
de estos días ni de la intelectualidad católica infectada por la
herejía del monje alemán. Libro valiente, por tanto, que debe
ser rescatado del silencio que le impondrán los clericales de
turno y sostenido como uno de los grandes y elevados esfuer-
zos del espíritu rectamente católico en defensa de la fe y tam-
bién de la metafísica católicas. Y para nada antojadizo en sus
juicios, pues la tesis ha sido comprobada, de modo que puede
confirmarse el aserto que cierra el libro: “La doctrina luterana
es el sistema de circulación sanguínea de toda forma política
de la Modernidad”, págs. 187/188.
Ya en el final quisiera dejar dos impresiones personales. La
primera, este libro es como una gran síntesis de todo lo que
Castellano ha aportado a la filosofía política y jurídica; quien
conozca algo de sus trabajos sabrá de su insistencia en la críti-
ca de la Modernidad, de los derechos humanos, del nihilismo,
del Estado moderno, del personalismo, etc.; pues bien, todo
ello está aquí remontado a su origen, Lutero, el gallo que canta
el nacimiento de la Modernidad. Y al mismo tiempo, es como
una aplicación del auténtico saber teorético en derecho y polí-
tica –una metodología–, en el que nuestro autor funda su saber
realista. La segunda, Castellano ha llegado –él no lo admitirá
pero yo así lo pienso– a un empinado lugar de la sabiduría
que le permite comprender y enjuiciar, desde los principios del
realismo metafísico y la religión católica, los más diversos pro-
blemas morales, políticos y jurídicos, constituyéndose por ello
en verdadero maestro de nuestros días.
Juan Fernando Segovia
CONICET - Universidad de Mendoza
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - CULTURA - EDUCA-
CIÓN - IGLESIA CATÓLICA
Repetto, Alfredo L., El acto culpable: el dolo
y la culpa como sus formas, Buenos Aires,
Cathedra Jurídica, 2007, 462 páginas.
El doctor en Ciencias Jurídicas y colaborador de la revista
El Derecho en materia de derecho penal y procesal penal se
dispone en esta obra a estudiar la responsabilidad subjetiva en
el derecho ante la comisión de un acto ilícito, si bien se circuns-
cribe principalmente al derecho penal. La obra consta de diez
capítulos, un apéndice y bibliografía.
En el capítulo I, que hace de Introducción, parte de la si-
guiente premisa: “Determinar cómo se estructura el acto huma-
no cuando la persona se mueve, permitirá esclarecer cuándo la
persona responderá subjetivamente por la acción que ejecute”
(pág. 18).
El autor resalta que la cuestión principal reside en esclare-
cer si el hombre goza de libre albedrío (de libertad) o si elige
necesariamente.
A continuación señala el sustento doctrinal de sus reflexio-
nes: Aristóteles y Santo Tomás de Aquino, integrantes de la
filosofía realista clásica, y justifica esta elección en el hecho
de que ambos autores se han referido al acto humano desde
la filosofía moral. De todas maneras, destaca que el mayor
respaldo lo ha buscado en la exposición del santo dominico.
A modo introductorio, también dedica un apartado a la re-
lación entre los saberes, precisa el concepto de delito como la
conducta que viola las leyes del Estado y los distingue así del
vicio y del pecado, como acciones violatorias de otros órdenes
de leyes. Luego justifica la importancia y necesidad de la ley
humana, ya que los principios de la ley natural necesitan deter-
minación; esas determinaciones se realizan por la ley humana
y se llaman de derecho positivo.
En coherencia con el marco teórico esbozado, concibe
a la ley como cierta razón del derecho: es cierta razón que
­preexiste en la mente, como regla de prudencia, por esto la ley
no es el mismo derecho sino una razón de él; es decir, un orde-
namiento racional que prescribe la conducta humana exterior
que se debe cumplir para realizar lo justo. Y concluye con San-
to Tomás en la analogía del término derecho. En este sentido,
el autor sostiene que aquella acepción del derecho como lo
justo o la conducta justa es el analogado principal.
Concluye la introducción con un apartado titulado “El mo-
do de hacer verdad”, en el que retoma el consejo de Aristó-
teles de buscar tanta certeza en cada materia en cuanto la
natu­raleza de la cosa lo permita. Este principio aplicado al
proceso judicial nos ilumina en cuanto a que la verdad que
se pueda alcanzar será la adecuada a los asuntos humanos:
“Se puede arribar a una certeza práctica, probable, sobre el
modo (la verdad) en que ocurrieron los hechos, a una certeza
moral, que no es absoluta pero que excluya toda duda razo-
nable y seria sobre el acto externo y la culpabilidad interna”
(pág. 36).
El capítulo II lo dedica a sentar la postura filosófica, y como
puede advertir el lector, se siguen las enseñanzas del realismo
clásico, en especial para desentrañar si el hombre goza o no
de libre albedrío.
Destacamos la siguiente afirmación: “La inteligencia y la
voluntad son dos potencias que, en su actividad, se implican
mutuamente” (pág. 52). Esta idea será el eje troncal del que se
desprenderán las conclusiones a lo largo de la obra.
En el capítulo III, titulado “La responsabilidad en general”,
refiere a los temas básicos del derecho penal: los presupuestos
de la responsabilidad, la antijuridicidad y su naturaleza objeti-
va, la responsabilidad subjetiva, el delito y la sanción.

En el capítulo IV desarrolla el conocimiento humano, explici-
tando el papel que cumplen los sentidos y la función del intelec-
to. Para esto parte de la consideración del alma y las formas
de vida para estudiar al ente natural y los aspectos motor y mó-
vil, desentrañando así sus actos y facultades o potencias. Así,
para analizar la actividad del ser viviente hay que remontarse
a su propia naturaleza, que es la causa eficiente de su propia
actividad. En el hombre se distinguen las facultades racionales:
la inteligencia y voluntad.
Luego –capítulo V– desarrolla las facultades apetitivas sensi-
bles y el apetito racional o voluntad como una tendencia que
sigue al conocimiento racional; así, la voluntad tiene por obje-
to el bien presentado por la inteligencia.
En el capítulo VI desarrolla el dinamismo en el viviente y
el principio de finalidad, para lo que recurre a los conceptos
de causa eficiente y causa final, a los primeros principios es-
peculativos y prácticos, y concluyen en los preceptos de la ley
natural que derivan del primer principio práctico: el bien debe
hacerse y el mal evitarse.
Se distingue en el capítulo VII el tema de la vinculación
entre voluntad y libertad, que se manifiesta en la posibilidad
de elección ante la existencia de diversos bienes particulares;
frente a ellos, la voluntad se encuentra en un estado de indife-
rencia del que solo puede salir mediante el acto de elección.
Lo mismo respecto de las acciones particulares, que son cosas
contingentes, de modo que el juicio de razón puede optar
entre acciones opuestas. De esta manera, la voluntad, movida
por el objeto, se convierte en causa eficiente de actos.
Efectúa una distinción entre actos que permanecen en el
sujeto (como el querer y entender) llamados inmanentes, en los
que el fin es la misma operación del alma, y actos que trascien-
den el sujeto y tienen como fin una obra o acto, o una cosa
a producir (edificar, tejer), llamados transeúntes, siendo estos
últimos los que importan al tema en cuestión.
El capítulo VIII se titula “Algunas precisiones sobre el acto
voluntario”. El acto voluntario es el acto propiamente humano
porque es el que procede de la voluntad con conocimiento del
fin, pues el fin o el bien conocido atrae a la voluntad. Así el
sujeto se mueve a sí mismo: obra y obra por el fin.
Desarrolla brevemente las situaciones que causan involun-
tario: la violencia física, la coacción, la ignorancia y el error.
Dedica un acápite a la denominada actio libera in causa y cul-
mina refiriéndose a la culpa que se imputa a alguien cuando
voluntariamente realiza un acto desordenado y desarrolla los
fines de la pena según Santo Tomás.
El capítulo IX lo dedica al acto humano culpable. Precisa el
concepto de “acto humano” y lo distingue del “acto del hom-
bre”, desarrolla brevemente la cuestión de la racionalidad del
hombre y dedica gran parte de este capítulo, el más extenso
de todos, al tema de la ignorancia y el error como causales de
actos involuntarios.
El autor también se extiende al explicar el momento de
apreciación del error, porque señala las diferencias entre
aquellos que consideran que el dolo y la culpa resultan ser
una de las formas o especies de juicio de culpabilidad –por
lo que su ponderación se realizará únicamente al momento
del juicio de culpabilidad– y los que sostienen que integran
el tipo subjetivo –aquí hay dos momentos de valoración: en
el momento de analizar la tipicidad, se determinará si hubo
o no un actuar doloso o culposo, y luego, al tratar la cul­
pabilidad, se analizará el conocimiento sobre la antijuridi-
cidad del hecho–, por lo que ambas conducen a soluciones
diferentes.
A continuación el autor expone su posición ante el debate
doctrinario, ubicando al dolo (y a la culpa) como formas o es-
pecies del juicio de culpabilidad, el cual tiene un presupuesto
excluyente que es la imputabilidad. Esto porque tanto el dolo
como la culpa son conceptos normativos elevados a esa cate-
goría jurídica como resultado de todo el juicio de reproche, y
no conceptos meramente psicológicos.
En el capítulo X el autor expone las conclusiones del trabajo
realizado. Se trata de una enumeración de las ideas principa-
les de cada capítulo, en la que se destaca el sexto punto, en el
que sostiene: “La acción dolosa y la acción culposa constituyen
actos humanos, cuando proceden de la voluntad deliberada y
20. Escuela Argentina (X). El catolicismo argentino
“El catolicismo argentino ha tenido una inteligencia, ha tenido una élite intelectual, pero este es un caso prác-
ticamente único en Hispanoamérica (…) Evidentemente eso es una gracia de Dios por la cual rendiremos cuenta
pronto” (Carlos Alberto Sacheri, Consideraciones acerca..., cit.).
Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017 21
son actos voluntarios y libres” (pág. 377). En los puntos que
siguen define y caracteriza la acción dolosa y la acción culpo- FONDO EDITORIAL
sa y cierra con la siguiente afirmación: “El dolo y la culpa son
las dos formas que asume el reproche de culpabilidad” (pág. NUEVOS TÍTULOS
379).
El apéndice lo dedica a la importancia del derecho y del
Colección “Código Civil
derecho penal. Rescatamos las ideas principales: la ley penal
bajo el anuncio de la pena busca disuadir a las personas para y Comercial de la Nación”
que no cometan delitos y, de ese modo, es un medio necesario
para preservar la paz social. El bien más perfecto de la socie- Directores
Dr. Gabriel F. Limodio
dad política es el bien común político y, justamente, el medio
Dr. Guillermo F. Peyrano
para asegurar y promover el bien común de la sociedad políti-
ca es la ley.
“Concebida con rigurosa metodología y un criterio
Daniela Picart práctico, procurando brindar un instrumento
Universidad Fasta, Tandil de consulta ágil que armonice la preocupación
científica con la problemática que plantea diariamente
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - DERECHO PENAL
la actividad profesional, ante la reforma más importante
GENERAL - DERECHO PENAL ESPECIAL - CULPA
del Derecho Privado argentino desde la sanción
PENAL
del Código Civil de Vélez Sarsfield”.
•••
Sanmartín Fenollera, Natalia, El despertar
de la Señorita Prim, Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, Planeta, 2016, 352 páginas.
Mazzinghi, Jorge A. M.
[N. de la R.: Dos cosmovisiones filosóficas en una novela, por fin Mazzinghi, Esteban M.
editada en la Argentina, traducida ya a más de 6 idiomas en 70
COLECCIÓN CÓDIGO CIVIL
países, por cuyos derechos apostaron las mejores editoras del mundo.
Y COMERCIAL DE LA NACIÓN
Hasta hubo una pelea entre editoriales en la reciente feria de Frankfurt].
Responsabilidad parental
El despertar de la Señorita Prim, de Natalia Sanmartín Feno- y alimentos en favor
llera, es una novela que nos remite a los cuentos de hadas tal de los hijos
como los concibe Tolkien. Un cuento en el que no hay hadas ni
ISBN 978-987-3790-42-3
dragones y no está destinado a niños. Pero en él se subcrea un
180 páginas
mundo secundario con una consistencia tal que hace pensar:
¿existe? ¿dónde? Es un cuento de hadas escrito en el siglo XXI
y que seguramente devendrá clásico. Es un libro que asom- •••
bra, dan ganas de compartirlo y, al hacerlo, nos volvemos a
maravillar al ver cómo lo leen, tan diversamente, los distintos
lectores. Creo que la primera sorprendida debe ser la autora
misma. Tenía, evidentemente, algo que decir. Ella no es una
Ursula C. Basset
Eliana González
novelista ni una ensayista. Y encontró el modo más viejo de
COLECCIÓN CÓDIGO CIVIL
contar lo que quería: escribir un cuento. Mejor, un cuento de Y COMERCIAL DE LA NACIÓN
hadas, no realista: todo el marco es fruto de su imaginación,
Régimen patrimonial
de su memoria infantil. Pero, no siendo realista, lleva al lector del matrimonio
al mundo de las cosas, al mundo de las cosas que importan,
ISBN 978-987-3790-36-2
a la verdadera realidad: Dios, la naturaleza y el hombre. El sí
262 páginas
mismo y los otros.
Como todo cuento de hadas, deja al lector pensando. Co-
mo todo cuento de hadas, se lee más o menos rápidamente,
con mucha fluidez. Como todo cuento de hadas, al reposar,
•••
sigue trabajando en el lector y sigue hablándole a su alma. Y,
como todo cuento de hadas, remite a otra cosa. Y después de
haberlo leído, nos encontramos frente a distintas realidades y
pensamos: esto en San Ireneo sería de tal modo, este podría Cecilia Cabrera de Gariboldi
ser el Hombre del Sillón, este niño podría ser Septimus, Téseris, Ana Ortelli
Deka o Eksi. COLECCIÓN CÓDIGO CIVIL
Y COMERCIAL DE LA NACIÓN
Como todo cuento de hadas, admite diversos niveles de
lectura, adaptándose al lector, como las parábolas de Jesús. Derecho sucesorio
Un primer acercamiento es la aproximación a la vida de ISBN 978-987-3790-36-3
una joven con sus peripecias en un puesto de trabajo muy par- 362 páginas
ticular, en un lugar especial, en un pueblo original. Como tal,
es divertido y atrayente.
Un segundo acercamiento es la confrontación entre dos mo-
dos de vivir: uno moderno, en el que está todo pautado: no se
eligen ni los ingredientes de los pasteles ni las etiquetas de los •••
cuadernos ni los libros que se han de leer. Frente a él está el
mundo de la tradición, en el que la vida fluye adecuándose a
las personas y a la realidad. Julio César Capparelli
Y hay una tercera lectura: ni la señorita Prim es la misma al COLECCIÓN CÓDIGO CIVIL
terminar su experiencia ni el lector es el mismo al concluir el li- Y COMERCIAL DE LA NACIÓN
bro. Nos percatamos de que la lectura ha sido como una gran Uniones no matrimoniales
alfombra, constituida por hechos sencillos como la preparación
ISBN 978-987-3790-38-6
de un pastel o forrar un cuaderno, que cubría un camino muy 192 páginas
profundo hacia el bien, la verdad y la belleza. Y de pronto,
en esta senda, nos topamos nada menos que con el Amor que
mueve al Sol y a todas las estrellas.
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22 Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017
El cuento narra una etapa de la vida de una joven, la seño-
rita Prudencia Prim, nombre de carácter, como parece que es
su portadora. Mujer peculiar, que trabaja como administrativa,
siempre en busca de la excelencia, con muchas titulaciones y
con una sensación permanente “de haber nacido en un am-
biente y en un tiempo equivocados”. Acude a una solicitud de
trabajo extraña, que la atrae y la intriga. En efecto, en el aviso
se busca una bibliotecaria para un “caballero y sus libros (…)
sin experiencia laboral” y sin titulaciones y posgrados. Eso sí,
deberá tolerar a niños y perros. Responde al aviso con mil du-
das en su cabeza y se acerca a esa casa, vieja y rebosante de
hortensias azules, cuyo jardín parece una verdadera selva, con
muchas ventanas y puertas ventana y un gran porche. En fin,
una casa que parece “un viejo buque encallado”. Aquí transcu-
rre gran parte del cuento.
La casa está en un pueblecito, San Ireneo de Arnois, que no
está en ninguna parte. Lo podemos imaginar, construido alre-
dedor de una abadía, que es su pulmón. En verdad es, como
más tarde lo comprenderá Prim, una colonia muy peculiar, en
la que todos sus habitantes tienen en común la búsqueda de un
modo de vida distinto a la que les ofrece la vida moderna. Tie-
nen un fuerte deseo de superar las máscaras, correr los velos
que se interponen entre el hombre y la realidad y que terminan
esclavizando a todos. En este pueblo se respira una cierta
rebelión y una profunda libertad. No todo ni todos son lo que
parecen ser. Y esto es presentado con fino humor.
Su empleador es un señor muy particular, el Hombre del
sillón. Él y el abad son las mentes organizadoras del pueblo.
Poco a poco van transcurriendo los hechos y van pasando
los temas que atraviesan el libro: la educación, la escuela,
la mujer, el matrimonio, la economía, la religión, el arte, las
costumbres.
La primera sorpresa que escandaliza a la Señorita Prim es
que los niños no van a la escuela. Pero son extremadamente
cultos, con una educación muy esmerada. Son introducidos en
el Trivium y en todas las artes, incluidas las culinarias. Gozan
de sus lecturas y no aprenden rígidos programas escolares
que ni interesan ni sirven. Es un pueblo muy próspero, con una
economía distributista, en el que el trabajo es placentero. Inte-
resante y sin desperdicios es la posición de la mujer, realzada
en algunos capítulos, como en el de la liga feminista. Y todo
se muestra envuelto en un clima de excelencia, de humor, de
sencillez y de realismo.
Los personajes se presentan y deslizan teatralmente. Los ni-
ños, las mujeres con sus oficios, el ya nombrado Hombre del
Sillón, el abad, cuya presencia se entrevé en diversas oportuni-
dades. Y hay uno muy particular, Horacio Delàs, que hace las
veces de coro de la tragedia griega. Es el que le explica (y nos
explica), le aconseja a la protagonista, es en quien ella confía
y a quien se anima a preguntar todo lo que no entiende, que
es mucho. Y es también el que le va ayudando a enfrentarse
con su propia interioridad.
Para terminar, y no seguir develando el argumento, unas
palabras sobre la autora. Natalia Sanmartín Fenollera es una
mujer joven, nacida en La Estrada, en Galicia. Como la se-
ñorita Prim, tiene muchas titulaciones: Licenciada en Derecho,
Máster en Periodismo, especialista en periodismo económico,
etc. Pero como la señorita Prim, huye de ese mundo de las
burocracias por momentos, para ayudarnos a reflexionar sobre
la belleza, bondad y verdad de las pequeñas cosas. Es su
primera novela, que la ha escrito como fluyendo del corazón
de una gran lectora. Es muy interesante seguir sus citas sin citar
y encontrarnos con grandes autores: desde Homero, Virgilio y
Dante, hasta Newman, Chesterton, las hermanas Brönte, Ed-
gar Allan Poe, Lewis y muchos otros. Todos ellos nos acompa-
ñan en este viaje. Nos despedimos de la protagonista cuando
está emprendiendo su regreso. Nos imaginamos aquí distintos
Odiseos. La autora tal vez pronto nos develará el suyo.
En fin, es un bello relato del siglo XXI, que vale la pena
leer y disfrutar para penetrar en la intimidad de un pueblecito
que refleja la eterna búsqueda de la verdadera naturaleza
humana.
Graciela B. Hernández de Lamas
Universidad Austral
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - CULTURA - PERSONA
21. Escuela Argentina (XI). Formas de gobierno legítimas
“Argüirme aquí con la eficacia de las formas de gobierno más avanzadamente desenvueltas sería una petición de principio inspirada por ilusiones quiméricas. Sin duda que
cada sociedad tiene su peculiar organización de gobierno, como cada hombre tiene su propio temperamento, y sería tan insensato, a mi ver, quien presumiera cambiar nuestra Re-
pública en una monarquía como los republicanos europeos empeñados en demoler sus monarquías seculares” (José Manuel Estrada, Academia del Plata, 7-7-1889).
Díaz Araujo, Enrique, Del Laicismo del ‘80
a la Reforma Universitaria del ‘18, Gladius,
2016, tomo III, 320 páginas.
En el año 2015 el autor publicó los dos
primeros tomos de la obra que comentamos. El primero de
ellos estuvo dedicado al laicismo educativo y el segundo, a
Córdoba y el laicismo finisecular. Este tercero está orientado al
estudio de una de las cuestiones básicas de la historia argen-
tina, la reforma universitaria realizada en Córdoba en el año
1918 durante la presidencia de Yrigoyen.
En el cap. 5º (pág. 96) el autor llama a los primeros cuatro
“prolegómenos obligados”. Es un acierto, y en ellos refiere a la
Universidad de Córdoba (1º), a la Historia Universitaria (2º),
al laicismo masón (3º) y a la intervención de la UCR en los
sucesos posteriores (4º), temas indispensables para entender la
cuestión en análisis.
Menciona la ignorancia de Sarmiento con relación al tema
de la Universidad de Córdoba, a la que “no había ido… cuan-
do escribió el Facundo” (pág. 23), a pesar de lo cual hablaba
y legislaba sobre ella. El autor indica que la reforma no iba
contra una corriente filosófica específica, sino contra la filoso-
fía misma, a la que Wilde había llamado “esa pobre diabla”.
En el mencionado cap. 3º nos da las pautas para com-
prender los acontecimientos y razones del movimiento. Uno
de los mitos que destruye es el referido a las intenciones de la
Reforma, probando que “las acusaciones comunes de los refor-
mistas contra la situación de la Universidad de Córdoba eran
falsas”. Sin embargo, los hechos se dieron igual, obedeciendo
a una causa fundamental distinta de aquella: el “renovado im-
pulso anticlerical que le otorgó la Masonería en su dimensión
universitaria” (pág. 54); “el principal motor de la Reforma fue
el laicismo masón y socialista” (pág. 68).
Otro de los puntos claves del libro es la cuestión de la opo-
sición o enemistad del radicalismo con la Reforma. Nos han
presentado siempre lo que llaman el binomio radicalismo-Re-
forma, frente a lo cual el autor sostiene: “Binomio sí, pero de
enemigos, no de socios” (pág. 70). Esto resulta importante
en cuanto al análisis que realiza del radicalismo azul (yrigo-
yenista), que en Córdoba era mayoría y representaba a los
hombres tradicionales y católicos, contra el radicalismo rojo
que estaba constituido por liberales y socialistas, demostrando
que en varias de las elecciones, como, por ejemplo, las del
17 de noviembre de 1918, los azules perdieron en manos de
los demócratas a causa de esa división. Más adelante volverá
sobre el tema para indicar lisa y llanamente que la Reforma
“advino (…) tutelada por los rojos socialistas y auxiliada por
los liberales demócratas” (pág. 174). No existió paralelismo
entre el radicalismo genuino y la Reforma.
Señala que “el reformismo radical es, pues, hijo genuino
del alvearismo chadista, cuyo mejor exponente contemporáneo
ha sido Raúl Ricardo Alfonsín…” (nota 221, pág. 174). Fue
­antiyrigoyenista, aunque el gobierno de Irigoyen fue quien en-
tregó la Universidad a los reformistas.
Esta entrega, avalada por la política del momento, fue na-
da más ni nada menos que el control de la Universidad a los
supuestos estudiantes, lo que constituyó un gran error, incluso
reconocido por autores prorreformistas como el citado Nicolás
Repetto, dirigente socialista, que ha dicho que “uno de los más
graves errores en que incurrieron los autores de la última refor-
ma universitaria consiste, en mi juicio, en el haber dado partici-
pación a los estudiantes en la elección de decano y consejeros
no estudiantiles” (pág. 191).
El autor, entrando en la descripción de los hechos específi-
cos, nos cuenta curiosidades significativas: por ejemplo, que
en ocasión de la elección del Consejo Superior, que se com-
ponía de tres decanos, primó lo que llama la “matemática
reformista”, esto es, candidatos opositores a la reforma que
tuvieron más votos que los propuestos por los reformistas y que
no pudieron asumir sus cargos debido a la oposición de estos,
porque los muy democráticos hicieron escandaloso fraude.
Los revoltosos disfrazados de estudiantes, cuyo objetivo no
era otro que imponer en el país las doctrinas marxistas, esta-
ban dispuestos a impedir la asunción del que les ganara en
las votaciones. La Federación Universitaria de Córdoba (FUC)
ya había lanzado su candidato, el jurista Enrique Martínez
Paz, que se enfrentaría al afamado médico cirujano Dr. Anto-
nio Nores, que por su condición de católico era acusado por
esta federación de “triple espíritu de una bandería religiosa,
de un partido político y de una indiscutible unilateralidad de
conocimientos…” (pág. 118). Para ello habían anunciado que
librarían la gran batalla si las elecciones les eran adversas y
que habría “guerra sin cuartel para los idólatras y fanáticos”
(pág. 119). El 15 de junio de 1918 se realizó la asamblea
para la elección del rector, en la que triunfó el católico Nores.
Los perdedores reformistas utilizaron el “escándalo, el tumulto
destructivo y el malón” (pág. 123) y le impidieron asumir.
Con relación a la pregunta acerca de qué era en realidad
lo que se quería reformar, la respuesta reformista fue “todo,
absolutamente todo…” (pág. 120).
La toma de la Universidad por los integrantes de la aso-
ciación “Córdoba Libre” no fue precisamente para defensa
de la alta casa de estudios, sino para concretar un verdadero
movimiento subversivo, apañado por políticos del lugar y las
fuerzas policiales que se abstuvieron de intervenir. A modo de
ejemplo, la Gaceta Universitaria publicaba que “los actos de
violencia de los cuales nos responsabilizamos íntegramente, se
cumplían como en el ejercicio de puras ideas” (pág. 125). Y
así fue efectivamente, ya que se hizo pedazos el salón de ac-
tos de la Universidad, trataron de derribar la estatua de Fray
Trejo y Sanabria, buscaron entrar por la fuerza a la capilla del
convento de la Compañía de Jesús, aledaño a la universidad,
que a su vez intentaron quemar arrojando papeles encendi-
dos, hubo escenas de pugilato, etc., ante la pasividad de la
policía que, cruzada de brazos, contemplaba los destrozos.
Otro de los que nunca había estado en Córdoba y también
hablaba y legislaba fue Juan B. Justo, que exclamó en el Con-
greso: “Los jóvenes no han destruido nada importante en la
universidad…”.
El autor señala que no hubo estrictamente comunistas en
la revuelta, como intentan imponer los marxistas Keliner y Ba-
yer. “No había comunistas propiamente dichos en Córdoba”
(pág. 136); en realidad eran anarquistas, ácratas disidentes o
anarcobolcheviques y los pocos que participaron en la revuelta
pertenecían al gremio de los zapateros.
El autor proporciona la prueba documental con los que lla-
ma “Juicios propios” (cap. 9º) y “Juicios ajenos” (cap. 10) en
los que selecciona los mejores textos a favor y en contra de la
reforma.
Estos dos últimos capítulos serían incomprensibles si no hu-
biera agregado el Dr. Díaz Araujo el cap. 11. Allí cita a tres
exponentes clásicos y de lucida inteligencia para darnos una
idea acabada de lo que debe ser una verdadera interpreta-
ción de los hechos y que llama “Juicios modélicos”. Los textos
de los doctores Tomás D. Casares, Alberto Caturelli y Ernesto
Palacio hacen lucir más esta obra y dan una luz para los que,
de buena fe, quieren entender los acontecimientos, más allá
de los simples hechos y sin ideologías que los contaminen.
El cap. 12 está dedicado a la “Democracia estudiantil” y en
él se muestra cómo “la política reemplaza a la docencia” (pág.
215), todo lo cual equivale a la politización de la Universidad,
mostrando cómo la ideología marxista y sus métodos de revolu-
ción se van imponiendo bajos falsas premisas.
Así, llegamos al cap. 13 en el que el autor nos da un “Catá-
logo” –así lo llama– de principios de la Reforma universitaria,
que se encarga de refutar no solo con su pensamiento, que
bien vale, sino con los argumentos en contra expuestos por los
reformistas. Trata de principios como “profesionalismo” para
demostrar que con la Reforma “triunfó en toda la línea la con-
cepción napoleónica y nuestras casas de estudios superiores se
convirtieron con exclusividad en meras fábricas expendedoras
de títulos habilitantes” (pág. 230).
Otros ítems del catálogo son la llamada “periodicidad de
la cátedra”, la “extensión universitaria”, la “asistencia libre y
los exámenes mensuales”, las “Asambleas y Autonomía”, el
“latinoamericanismo” y el mito de los “obreros y estudiantes”
que, como rezaba un slogan de la época “unidos adelante”,
que a juicio del autor ha sido bien rimado pero históricamente
indemostrado.
Finalmente, el último capítulo (14) está dedicado a la “Ver-
dadera Universidad”. “La búsqueda de la Verdad, bajo el mo-
do de saber, es el sello que imprime el carácter universitario.
 Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017 23

Hay que comenzar por un recogimiento interior, de docilidad
respecto de la realidad, que se denomina amor por la verdad”
(pág. 275), para concluir que debe definirse a la Universidad
como “un cauce colectivo de estudiosidad entre estudiosos”.
La obra no tiene desperdicio y resulta obligatorio leerla pa-
ra quienes se interesan y buscan la verdad de la historia argen-
tina vista con una profundidad que muy pocos autores logran.
El humor, la delicadeza y la ironía puestod principalmente
en las notas a modo de comentarios le agregan un condimento
más que agradable a la lectura y le colocan un dejo de realis-
mo propio de Don Enrique.
Díaz Araujo tiene el mérito de sostener sus argumentos con
base en la documentación y textos de autores de izquierda a
quienes bien conoce. El conocimiento y la lectura consciente
de los autores contrarios ayuda a una visión más entera y
precisa que le permite juzgar desde la teología de la historia
los errores cometidos por estos investigadores. Seguro que la
mayoría de ellos, becarios del CONICET, no leen a nuestro au-
tor, sino que se embarcan de modo obligado en las corrientes
que en este libro se refutan. Valga como ejemplo lo comenta-
do en la nota 85 de la pág. 78 cuando nos dice que tanto al
CONICET como a la FLACSO y a la CLACSO solo se ingresa
exhibiendo un neto socialismo marxista y que a “cambio de
acreditar tal ideología perciben buenos emolumentos, con los
que se aprestan a preparar la Revolución Utópica Internacio-
nalista (sin apuro eso sí)”.
En los tres tomos el autor prueba acabadamente que la
reforma de 1918 es ideológica y opuesta a la tradición argen-
tina, pues es heredera del laicismo de 1880. Bien concluye
su obra diciendo que con la escritura “elegí y me fue dada la
inteligencia, e invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría. Y lo
antepuse a los reinos y honores y juzgué que las riquezas nada
son en comparación con ella”. Desde 1880 a 1918 se dejó de
lado la Sabiduría en la Argentina y hay que recuperarla.
Claudio Rossi
Bella Vista
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - EDUCACIÓN - UNI-
VERSIDADES - CONSTITUCIÓN NACIONAL - CUL-
TO - DERECHOS HUMANOS - IGLESIA CATÓLICA
Iturralde, Cristian Rodrigo, El libro negro del
INADI o la policía del pensamiento, Buenos
Aires, Unión Editorial, 2015, 366 páginas.
La “Policía del Pensamiento”, en la célebre novela 1984 de
George Orwell, es una organización policial del Estado totali-
tario de Oceanía, cuya función es controlar y orientar el pen-
samiento y la conducta de sus ciudadanos, teniendo como fin
implementar una especie de “Pensamiento único” que permite
la vigilancia y sometimiento de la población. Además, resulta
interesante cómo el mencionado Estado policial emplea el mie-
do para modelar la hegemonía de pensamiento, y para reducir
a los disidentes del régimen. Pero lo que resulta más curioso
aún –desgraciadamente– es cómo la ficción es superada por la
realidad, dado que la República Argentina desde 1995 cuenta
con su propia “Policía del Pensamiento”. Y precisamente de
esto nos hablará Cristian Rodrigo Iturralde.
Por medio de esta obra –que es la más documentada, ob-
jetiva y completa que hay hasta el momento–, nuestro joven
autor pone en conocimiento del público ese gran fraude ideo-
lógico y político que es el INADI (Instituto Nacional contra la
Discriminación, la Xenofobia y el Racismo). Con una pluma
clara y amena Iturralde desnuda la instrumentación ideológico-
política que tal organismo del Estado Nacional ha tenido y
tiene en nuestros días, siendo un elemento efectivo e indispen-
sable, al mejor estilo orwelliano, de la revolución cultural que
atraviesa nuestro país.
La obra cuenta con tres prólogos, y se pueden destacar
de un modo especial los dos primeros, ya que enriquecen y
potencian notablemente el trabajo del profesor Iturralde: por
un lado, Juan Carlos Labaké –entre otras precisiones– sitúa la
creación y funcionamiento del INADI dentro del contexto del
Nuevo Orden Mundial, como instrumento de subversión cultu-
ral para lograr la eliminación de las identidades nacionales;
y, por otro lado, Adrián Salbuchi realiza un valioso aporte al
realizar un brevísimo y no menos certero recorrido por la his-
toria argentina poniendo de manifiesto que nuestra Patria tiene
el mérito de ser un país que carece de antagonismos raciales
(por el contrario, abundan los casos de integración, como su-
cedió con los procesos inmigratorios en los siglos XIX y XX); y
además, distingue el verdadero concepto de discriminación de
aquel que se concibe como “instrumento de poder” en favor de
las “minorías”. Tal es el sentido y modus operandi consagrado
en el INADI con respecto a la discriminación.
El libro se divide en tres grandes partes: la primera de ellas
comienza con el análisis de la naturaleza del INADI encua-
drándolo dentro de la noción orwelliana de “Policía del Pen-
samiento” y anticipando cómo lo que el exbrigadista interna-
cional británico escribía en su novela de mediados del siglo
pasado tiene hoy tiene plena vigencia a través de un organis-
mo oficial argentino. Le sigue, a continuación, una exposición
detallada sobre el origen y creación de INADI, mostrando su
creciente politización en la medida que pasaban las diferentes
gestiones de gobierno. Es importante observar cómo el autor
fundamenta este proceso de ideologización e instrumentaliza-
ción política que encuentra su zenit con la llegada del kirchne-
rismo al poder, en particular a través de la puesta en práctica
del Plan Nacional contra la Discriminación plasmado en el
decreto 1086/05 del expresidente Néstor Kirchner; otro ejem-
plo que sustenta lo dicho es el convenio firmado en 2010 por
Cristina Fernández de Kirchner con la Escuela de Frankfurt (ins-
titución difusora del marxismo cultural), solo por mencionar al-
gunos de los hechos que documenta el profesor Iturralde. Acto
seguido, el autor le dedica varias páginas al estudio de la es-
tructura y organigrama del Instituto Nacional contra la Discrimi-
nación, la Xenofobia y el Racismo, así como también se ocupa
de todo aquello que se refiere al financiamiento, publicaciones
y observatorios a través de los cuales dicho organismo estatal
ejerce su influencia a lo largo y ancho de todo el territorio
nacional. Por último, nos encontramos con un pormenorizado
análisis acerca de las atribuciones y modo de funcionamiento
que posee el INADI, junto con una rápida descripción de su
vinculación con diversos organismos internacionales.
La segunda parte de la obra, quizás la más apasionante,
pone de manifiesto la absoluta hipocresía y parcialidad con
la que funciona –hasta la actualidad– el organismo de marras.
Tal aseveración se funda en hechos concretos que son de pú-
blico conocimiento: como sucede año tras año, por ejemplo,
con las “Marchas del Orgullo Gay” y el “Encuentro Nacional
de Mujeres Autoconvocadas”. En ambas actividades abundan
la discriminación (contra la Iglesia católica, contra mujeres y
hombres que no comparten la ideología de género, etc.) y
delitos (contra la integridad física, contra la propiedad, entre
otros) que jamás han sido denunciados por el INADI. Ello sin
mencionar los casos en los que este órgano estatal mantuvo
una deliberada y escandalosa pasividad ante algunos persona-
jes públicos (como Hebe de Bonafini o Luis D’Elía) que hacen
de la discriminación –injusta, se entiende– un modo habitual al
expresarse. También, es llamativa e indignante la parcialidad
para tratar diferentes casos de discriminación, como sucede
con el antisemitismo y el anticatolicismo (siendo severo con
aquellos que incurriesen en el primer tipo de discriminación, y
absolutamente laxo y permisivo con aquellos que cometiesen
el segundo tipo de discriminación). Un ejemplo de esto es la
revista Barcelona, que cada quince días nos tiene acostumbra-
dos a cualquier tipo de blasfemia anticatólica, sin que el INADI
mueva un solo dedo. Estas son solo algunas de las tantas prue-
bas que el autor aporta para sostener la dolosa parcialidad de
un órgano oficial que debiese brillar por su imparcialidad.
Realizar un repaso por la historia del INADI permite arribar
a una veloz conclusión: la enorme falta de idoneidad moral (y
técnica) de muchas de sus autoridades. Según nuestro modesto
entender, este es uno de los momentos más apasionantes del
libro: cuando el autor pone a disposición del público el tragi-
cómico prontuario de antecedentes en materia delictiva y de
discriminación de buena parte de las autoridades (nacionales
y provinciales) del INADI, dejando en evidencia la sustancial
incoherencia de fines y funcionamiento del instituto en cues-
tión. Solo a modo de muestra, podemos mencionar el caso
de Marcelo Lucero (titular de la Delegación del INADI en la
provincia de La Rioja) que, en 2011, fue detenido y encarce-
lado por haber quemado a su pareja (Ana Carolina Morales)
que al momento del incidente cursaba un embarazo de seis
meses. Lo curioso es que el lamentable episodio se realizó en
la misma sede del INADI de aquella provincia. Pero la lista es
más larga: la componen personas acusadas de proxenetismo,
malversación de fondos, evasión fiscal, abuso de autoridad,
exsecuestradores (de confeso vínculo con organizaciones gue-
rrilleras), entre otros delitos.
Finalmente, llegamos a la tercera parte. Allí, el profesor
Iturralde recapitula –una vez expuesta la trayectoria histórica
y el funcionamiento del INADI– y concluye que se trata de
una institución estatal que no ha logrado cumplir sus objetivos
propuestos al momento de su fundación, sino, más bien, todo
lo contrario, puesto que en numerosas oportunidades el INADI
ha sido promotor de discriminaciones injustas y de constante
atropello contra la dignidad humana tanto de personas indivi-
duales como de distintas instituciones. Y observando esta situa-
ción ensaya el autor una propuesta con el fin de reencauzar el
funcionamiento de un organismo que se dedique verdadera-
mente a evitar la injusta discriminación y no al adoctrinamiento
ideológico contra natura.
Por último, finaliza con dos anexos que corresponden al
boletín digital Notivida en los que se analizan las posibles y
funestas consecuencias de la Ley Antidiscriminatoria sanciona-
da en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (promulgada el
8 de mayo de 2015). Ambos anexos no resultan para nada
vanos, ya que permiten comprenden el respaldo jurídico que
en adelante tendrán aquellos órganos oficiales que se dedican
a la persecución ideológica y política con la excusa de luchar
contra la discriminación.
Para terminar, a modo de comentario final, no tenemos
otra alternativa que afirmar que la obra del profesor Iturral-
de resulta ser un apreciable aporte a la literatura argentina
en virtud de la completa y documentada investigación que
realiza, desenmascarando –como ya se dijo– uno de los ma-
yores fraudes ideológicos y políticos de la historia argentina
de nuestro siglo, que al día de hoy cuenta con una poderosa
influencia. Vigencia que, posiblemente, irá en aumento si se
aprueba el proyecto de Ley Antidiscriminatoria (muy parecido
al sancionado en la Ciudad de Buenos Aires) que ya cuenta
con el dictamen favorable de las Comisiones de Legislación
General y Derechos Humanos de la Cámara de Diputados de
la Nación. Por todo esto, concluimos en decir que el autor ha
dejado a todo argentino de bien un poderoso instrumento que
ha de servirle a aquellos que todavía creen en las mejores tra-
diciones de nuestra Patria y no están dispuestos a que se las
reemplacen.
Enzo Di Fabio
San Rafael, Mendoza
VOCES: DERECHO - DERECHOS HUMANOS - FILOSOFÍA
DEL DERECHO - ORGANISMOS ADMINISTRATI-
VOS - DISCRIMINACIÓN - ORDEN PÚBLICO - PER-
SONA

22. Escuela Argentina (XII). Nuestro régimen republicano

[Viene de zócalo anterior] “Pero no me neguéis que con el régimen republicano como instrumento, este país, contra su conciencia y su fe, ha sido arrojado a los mismos preci-
picios en que se derrumban otros pueblos arrastrados por monarcas y parlamentarios” (José Manuel Estrada, Academia del Plata, 7-7-1889).
23. Escuela Argentina (XIII). El bien del pueblo
[Viene de zócalo anterior] “No os paguéis de ilusiones, jóvenes católicos. ¿Podéis creer por ventura que basta para asegurar el bien del pueblo investirle de los derechos políti-
cos derivados del principio republicano aun en su forma más democrática?” (José Manuel Estrada, Academia del Plata, 7-7-1889).

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D i a r i o d e D o c t r i n a
“Herodes se enfureció y mandó matar”
Dos duros golpes argentinos a la fecundación in vitro
Dos noticias recientes sobre las problemáticas inmo-
rales que acompañan a las técnicas de reproducción ar-
tificial de seres humanos, nos informan acerca de dos
duros golpes propinados a la fecundación in vitro: uno
científico y el otro judicial.
1) El golpe científico
Hace pocos días, la Academia Nacional de Medicina
emitió un comunicado que ratifica sus dictámenes an-
teriores, y en el mismo se invita a los senadores de la
Nación a rechazar un proyecto de ley que conlleva la
legalización masiva de la muerte de niños indefensos.
Dice así:
“Academia Nacional de Medicina
Buenos Aires, 27 de octubre de 2016
COMUNICADO
A propósito del Proyecto de ley de Fertilización Asis-
tida
Con motivo del próximo tratamiento por la Honora-
ble Cámara de Senadores del proyecto de Ley Especial
sobre Técnicas de Fertilización Asistida, que ya cuenta
con media sanción de la Cámara de Diputados, esta Aca-
demia quiere reafirmar la defensa de la vida y dignidad
del embrión humano, cualquiera sea la forma en que fue
creado, considerando que tiene derecho a la vida sin que
nada ni nadie se lo impida”.
La genética en reproducción humana, permite afirmar
en la actualidad, que tanto en el proceso de la concep-
ción natural, como mediante la fertilización in vitro, la
puesta en marcha del proceso de formación de una vida
humana, se inicia con la penetración del óvulo por el
espermatozoide (fecundación), y que la célula resultante
(cigoto) posee un nuevo código genético, diferente de
ambos progenitores, único e irrepetible, creando así una
nueva vida humana, que comienza su ciclo vital, den-
tro o fuera del organismo materno, por lo que se debe
[N. de R.: Pedro José María Chiesa es sacerdote católico, abogado
por la Universidad Nacional de Buenos Aires, doctor en Derecho por
la Universidad Nacional de Córdoba y licenciado y doctor en Filosofía
por la Universidad de la Santa Cruz (Roma).
En este DFD escribió La donación de órganos vitales y un con-
cepto de muerte clínica acorde con la antropología filosófica, ED,
225-853. Y su tesis El derecho a la protección constitucional de las
opciones matrimoniales definitivas, fue acogida en la Sección “Temas
y neodoctores”, ED, 247-658. Sobre el tema ver, además, Marrama,
Silvia - Hernández, Héctor - Morelli, Mariano y otros, Jurisprudencia y
fecundación in vitro (Estudio sobre dos casos judiciales) [de Cámaras
de Mar del Plata y de San Nicolás de los Arroyos], ED, 235-1138;
Marrama, Silvia, Con la nueva ley de embriones desamparados se fo-
mentan técnicas que por 2 chiquitos que nace mueren 23. Análisis de
la ley 26.962 por una especialista, ED, 255-732; Fecundación in vitro
y derecho, diálogo con Silvia Marrama en Sección “Temas y Neodocto-
res”, ED, 252-847].
Buenos Aires, lunes 24 de julio de 2017
y J u r i s p r u d e n c i a
Evangelio de San Mateo, 2,16
por el Pbro. Dr. Pedro José María Chiesa
promover y respetar sus derechos, considerando la vida
del embrión como la del padre y la madre, dado que ya
es persona humana desde ese momento y no esperar al
momento de su implantación en el útero materno como
algunos desean aseverar”.
En base a estos conocimientos científicos, aportados
por la ciencia biológica, el comienzo de la vida ya no es
materia opinable, por lo que rechazamos procedimientos
propuestos en el proyecto de ley, tales como, el cese de
la criopreservación de los embriones luego de un deter-
minado periodo, su descarte, ser dados para investiga-
ción y todos otros procedimientos que atente contra la
vida de los mismos”.
Consideramos que la vida humana y su dignidad en
un periodo de absoluta desprotección como es la del
embrión no implantado, no pueden ser perjudicadas
por medidas utilitarias que impidan el primero de los
­derechos humanos como es el derecho a la vida. Ape-
lamos como Academia Nacional de Medicina a los se-
ñores senadores, para que en el análisis de este proyec-
to tengan en cuenta los principios más fundamentales
de la práctica médica como es la defensa de la vida”.
“Aprobado por el Plenario Académico, 27 de octubre
de 2016”.
2) El golpe judicial(1)
La Justicia nacional condenó a un centro argentino
de fecundación in vitro, y al médico interviniente, a in-
demnizar a una niña que nació con fibrosis quística tras
un proceso de fecundación in vitro con el óvulo de otra
mujer. El fundamento del fallo es que, al no haberse rea-
lizado suficientes estudios sobre este óvulo, la niña nació
con una gravísima enfermedad monogénica producida
por la mutación de un gen, que genera discapacidad ex-
trema y permanente.
La Cámara Nacional Civil (D) afirmó que en estas
prácticas el médico tiene activa participación (…) por
no adoptar las medidas que debió haber implementado
para evitar este tipo de daño, infringió una obligación
de resultado.
La sentencia establece el Instituto CEGO (y el médico
interviniente) deben indemnizar a la niña con el monto
de $4.618.260.- (305.000 dólares). La indemnización es
elevada –dice el fallo–, porque la incapacidad psicofísica
es de carácter permanente, con bajo promedio de vida y
graves daños a la vida de relación.
La mujer que donó los óvulos debió ser rechazada co-
mo cedente, advirtieron los magistrados, y manifestaron
(1) CNCiv., sala D, “G., A. y otros c. R., L. R. y otros s/daños y
perjuicios”, del 26-10-16.
Nº 14.229 AÑO LV
Primer Director: Jorge S. Fornieles (1961 - 1978)
Propietario Universitas S.R.L. Cuit 30-50015162-1
Tucumán 1436/38 (1050) Capital Federal
Redacción y Administración:
Tel. / Fax: 4371-2004 (líneas rotativas)
e-mail: elderecho@elderecho.com.ar • www.elderecho.com.ar
que la selección de los donantes es responsabilidad de
los facultativos. Además, el no adoptar las medidas ne-
cesarias para disminuir este tipo de riesgos no se suple
con la información brindada a los padres acerca de las
posibles consecuencias negativas de este tipo de prácti-
cas. Añadieron que, en los casos de fecundación in vi-
tro, teniendo en cuenta el incremento de riesgos que esta
conlleva, la responsabilidad de los galenos se ve acen-
tuada (…); el deber de diagnosticar, asesorar y emplear
todas las técnicas que estén a su alcance requiere un
grado mayor de exigencia.
Comentarios
Aspectos positivos del fallo:
• Los niños gestados por fecundación in vitro, y con
daños psicofísicos derivados del procedimiento de la fe-
cundación in vitro en sí, aumentan día a día. Estos daños
estadísticamente son cada vez más previsibles, y quienes
acuden a esta metodología, con mucha frecuencia, re-
ciben escasa información o, incluso, deformación. Esto
constituye una violación al consentimiento informado;
por tanto, es razonable que el Poder Judicial ponga las
cosas en su lugar y haga asumir la responsabilidad a los
profesionales.
• Se dictamina que la responsabilidad del Instituto
CEGO y del profesional interviniente es solidaria (no
mancomunada).
Aspectos negativos del fallo:
• El fallo adhiere a una visión eugenésica, pues afir-
ma que se infringió una obligación de resultado. Por
tanto, el fallo está a un paso del aborto eugenésico
­hitleriano.
• El fallo castiga a los científicos por el resultado eu-
genésico indeseado, pero omite obligar a los médicos a
que se hagan responsables vitalicios, y solidariamente,
de todos los gastos que demande el cuidado de estos
niños, puesto que ellos (los científicos) fueron sus verda-
deros e inmediatos hacedores (papás). Es decir, el fallo
limita la responsabilidad a 305.000 dólares.
• Téngase presente que la obligación cuasi vitalicia
de los científicos como progenitores de estas obligacio-
nes de resultado (eugenésica terminología del fallo) fue
consagrada por los especialistas de Derecho de Familia
reunidos en San Miguel de Tucumán en las XXIII Jor-
nadas Nacionales de Derecho Civil 2011, cuando con-
cluyeron (30 votos a favor y 9 en contra) que, en caso de
que se regularan las técnicas de fecundación artificial,
debería constar de modo indubitable y explícito, en to-
dos los órdenes del Derecho Civil, la responsabilidad
solidaria (no mancomunada) del médico o profesional
interviniente en el proceso de fecundación(2); y el argu-
mento estaba centrado en que los verdaderos progeni-
tores (causa eficiente) del niño eran los científicos; por
tanto, quien los hace que se haga cargo en todo sentido:
alimentos, herencia, etcétera.
VOCES: FILOSOFÍA DEL DERECHO - BIOÉTICA - CÓDI-
GOS - DERECHO - DERECHOS HUMANOS - FAMI-
LIA - MATRIMONIO - MÉDICO - PERSONA - PO-
DER LEGISLATIVO - SALUD PÚBLICA - TRAS-
PLANTE DE ÓRGANOS HUMANOS
(2) Despacho 4/a, Comisión n° 6: Incidencias de la ley 26.618 en
el Derecho de Familia (30 votos por la afirmativa y 9 por la negativa),
en XXIII Jornadas Nacionales de Derecho Civil, Tucumán, 2011; para
la mente de esta conclusión aprobada, ver la ponencia que le da ori-
gen (de mi autoría): Chiesa, Pedro J. M., El principio de causalidad en
la imputación jurídica de la paternidad y de la maternidad de personas
humanas cuyo origen es artificial.