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Generalidades
I. La ju s tific a c ió n y necesidad de u n a
TEORÍA JURÍDICA DEL DELITO
pueda ser considerada como susceptible de punición por medio de una construcción
coherente y armónica del Derecho penal, que reúna las notas de racionalidad, objetivi
dad e igualdad, y propenda por el afianzamiento de la seguridad jurídica (Velásquez).
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PARTE
Si bien esta escuela conserva la estructura propia del delito planteada con ante
rioridad por Von Liszt y Beling, el causalismo valorativo realiza importantes cambios
al interior del concepto de la teoría del delito al seguir una orientación metodológica
subjetivista que indicaba que el conocimiento estaba determinado por las categorías
ap riori de la mente del sujeto: el sujeto (método) determina el objeto (conocimiento)
(Velásquez).
Sobre el concepto de la acción, la teoría anteriormente planteada no contemplaba
ningún tipo de juicio de valor, pues solo se estudiaba una descripción objetiva del
comportamiento que produjera el resultado. En contraposición, el causalismo valo
rativo reconoce que el hecho tiene juicios de valor cuando se contrasta con el análisis
de la antijuridicidad, con la tipicidad y la culpabilidad. En este sentido, se toma a la
acción como “comportamiento voluntario” (R. Von Hippel), o “la realización de la
voluntad” (Mayer).
Adicionalmente, consideran que la concepción clásica, al tomar la acción como
el simple movimiento corporal, deja de lado las conductas omisivas. Por ello el cau
salismo valorativo señala que en los casos de los delitos omisivos es necesario, para
poder sancionarlos, la introducción de una valoración de dicha conducta, ya que a su
juicio no resulta ser suficiente el hecho de observar la modificación de la realidad. Por
esta razón señala que se debe acudir a un nuevo concepto de carácter valorativo que
dice relación con la acción esperada por parte del sujeto que comete el delito omisivo.
En cuanto al concepto de la tipicidad, debía ser entendida como una adecuación
de carácter objetivo de la conducta al hecho descrito en tipo penal. Sin embargo,
posteriormente se acepta que es posible advertir que gran parte de los tipos penales
2.3. Finalismo
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anteriores. El tipo objetivo está constituido por la acción típica, el nexo causal, el
resultado y los elementos normativos y descriptivos; mientras que el tipo subjetivo
son el dolo y la culpa que son trasladados desde la culpabilidad. Lo anterior se debe a
que la ley busca regular conductas que de una u otra forma van unidas con la inten
ción del sujeto activo y el dolo será la finalidad del sujeto, el cual debe dirigirse a la
realización de los elementos objetivos del tipo.
Ahora bien, la conducta resulta ser antijurídica cuando contradice el imperativo
que contiene la norma independientemente del resultado, es decir, se realiza un análisis
del desvalor de la conducta que materializa lo prohibido o injusto de tal forma que al
analizar las causales de justificación se debe constatar la presencia de elementos subje
tivos. Entonces, al añadirle un elemento subjetivo a la tipicidad y a la antijuridicidad,
la finalidad deja de estar en la culpabilidad (Vargas).
Respecto la culpabilidad, se establecen dos tipos de conocimiento de la acción:
a) El dolo natural: Este consiste en la conciencia que debe poseer el sujeto
respecto de lo que está haciendo.
b) Conciencia de antijuridicidad: El conocimiento que debe poseer el sujeto de
que el hecho que está ejecutando se encuentra prohibido por el Derecho, es decir, la
conciencia de la ilicitud.
La escuela finalista realiza una distinción entre ambos, situando al dolo natural
dentro del tipo subjetivo del delito (el tipo objetivo corresponde a la manifestación ex
terna de la acción), mientras la conciencia de antijuridicidad se mantiene al interior de
la culpabilidad. Cabe destacar que la importancia de esta diferenciación radica en que,
como lo señala Welzel, resulta ser suficiente aquel conocimiento de carácter potencial
sobre la prohibición del ejercicio de una determinada acción, concepto que “resultará ser
distinto al del conocimiento actual que se exige para el dolo” (Ferré/Núñez/Ramírez).
Ahora bien en cuando ala tipicidad, constituye el elemento positivo del injusto,
pues a través de ésta se constata la realización o no realización de la conducta man
dada o prohibida (tipo). Por otra parte, se desarrolla de forma amplia de la teoría de
imputación objetiva (véase Segunda Parte, Lección 6, V). Así, concibe la imputación
objetiva como un conjunto de reglas construidas sobre valoraciones jurídicas en virtud
de las cuales se puede atribuir un resultado al agente cuando se genera la producción de
un peligro o riesgo no permitido que se establece dentro del ámbito de protección de
la norma, cambiando el paradigma de la relación de causalidad para unir la tipicidad
con la acción. Lo anterior implica hacer un examen de la conducta en tres niveles: a)
si la conducta ha creado un riesgo jurídico penalmente relevante para el bien jurídico
(carácter disvalioso del comportamiento realizado por el agente); b) si ese riesgo se ha
concretado en el resultado (la conducta realizada por el sujeto es constitutiva de ten
tativa o de hecho consumado); y, c) si el resultado queda cobijado dentro del ámbito
de protección de la norma (interpretación de los tipos penales discutidos, con base
en consideraciones político-criminales) (Velásquez).
Por su parte, la antijuridicidad se limita constatar en la acción típica concreta
la presencia o no de causales de justificación, las cuales deben estar ausentes para que
se pueda hablar de delito. En otras palabras, mientras el tipo fundamenta el injusto,
la antijuridicidad lo excluye, por ello se toma como un elemento negativo del tipo.
Por otra parte, el dolo debe comprender el conocimiento de los diversos presupuestos
fácticos de las causas de justificación, razón por la cual el error sobre éstos constituiría
un error de tipo.
Finalmente, la culpabilidad debe ser entendida como parte de un concepto
aún más amplio llamado responsabilidad, que incluye, además de la culpabilidad, la
necesidad preventiva de pena (general y especial). Ello surge a raíz de que esta cate
goría busca determinar si el sujeto individual merece una pena por el injusto que ha
realizado, para lo cual se debe tener en cuenta no sólo la posibilidad de reprochar el
comportamiento del sujeto según su estado mental y anímico, sino también (y eso
coherente con el enfoque político-criminal de la teoría) los fines de la pena que se
deducen de la ley. Así, se restringe el uso del Derecho penal a lo indispensable social
mente, pues además de analizar el estado anímico del autor, se estudia si es necesario
sancionarlo penalmente según las directrices político-criminales del modelo de Estado.
Este modelo es creado por Jakobs, que lo fundamenta en las siguientes premisas:
a) La sociedad no está compuesta por sujetos, sino por comunicaciones entre
sujetos.
b) Las normas jurídicas no tienen por misión dirigir conductas, sino asegurar
las expectativas de conductas y asegurar los valores ético-sociales.
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c) Los elementos naturales del delito, como la relación de causalidad, deben ser
reemplazados por criterios puramente normativos.
Según los criterios planteados por Jakobs el delito constituye una expresión que
deja constancia de la inexistencia, desvalor y falta de vigencia de la norma penal,
por ello el Derecho penal y en particular la pena poseerán la misión de mantener y
resguardar el orden social por medio de la confirmación de la vigencia de la norma
violada. En este sentido, Vargas sostiene que las tesis funcionales se basan en el
cumplimiento de la norma y su infracción explica la pena que viene a confirmar su
vigencia, lo cual es desarrollado por Jakobs a partir de una idea preventiva general
positiva del Derecho penal, donde la pena comunica a la generalidad que se puede
seguir confiando en la vigencia de las normas a pesar del delito.
Dentro de este contexto la conducta que interesa al Derecho penal no será aquella
que sea susceptible de producir procesos causales nocivos, sino que será aquella capaz
de provocar una contradicción con la norma y desautorizar su poder y vigencia. De
esta forma surge la teoría del tipo unitaria, la cual trata de forma conjunta tanto a
los delitos de carácter activo, como a los delitos de carácter omisivo porque ambos
consisten en realizar una conducta prohibida,
Respecto la tipicidad, la imputación objetiva se encontrará fundamentada nor
mativamente sobre la base de distintos ámbitos de competencia, los cuales pueden
darse de dos formas distintas:
a) La competencia por organización: Esta competencia consiste en la constitución
o creación de riesgos por parte de cualquier sujeto que forme parte de la sociedad.
b) La competencia institucional: Se trata de todos aquellos riesgos que surjan
a partir de instituciones que poseen un valor básico y fundamental para la correcta
estructura y armonía de la sociedad.
En cuanto a la antijuridicidad, no resulta ser tanto la lesión de bienes jurídicos,
pues su teoría se ocupa es la oposición de la norma, sino más bien el análisis del deber
de cuidado del sujeto.
Del mismo modo debemos señalar que Jakobs señala que la culpabilidad adquiere
relevancia al interior de la prevención de carácter genera positiva, constituyendo “la
categoría sistemática que concentra todos los elementos que permiten que una con
ducta lesione la vigencia de la norma” (Ferré/Núñez/Ramírez).
dentro de nuestro CP. Su primera modificación fue un cambio más bien formal, que
consistió en excluir la definición referente a las faltas que en este se hacía. Su segunda
modificación fue el cambio de la voz “hechos” por la voz de “delito”. Esta última fue
realizada a solicitud del comisionado Gandarillas, ya que la entendía necesaria para
comprender dentro de los delitos tanto a las acciones como a las omisiones, las cuales
hubiesen quedado afuera del concepto de hecho punible de haberse conservado tan
solo la voz de “hechos”.
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PA RTE
Por ser insuficiente la definición contenida dentro del artículo 1° del CP se hace
remisión a una definición doctrinal que entiende que el delito es aquella conducta
(ya sea acción u omisión) típica, antijurídica y culpable. A partir de esta definición
se abordan diversos temas como lo son la tipicidad objetiva dentro de los delitos de
acción, omisión y de resultado y las cuestiones relativas al nexo causal y a la imputa
ción objetiva del resultado.
Velásquez asegura que el concepto de delito debe estudiarse desde el ángulo del
derecho positivo, esto es, formalmente, entendiendo por tal como toda conducta
humana que el ordenamiento jurídico castiga con una pena, de tal forma que se res
pete el principio nullapoena sine lege. En este sentido, a la definición formal debe una
doble valoración negativa: desvalor sobre el hecho o injusto que abarca el desvalor de
la acción (transgresión de valores ético sociales) y el desvalor de resultado (lesionar o
poner en riesgo un bien jurídico); y desvalor sobre el autor o culpabilidad que se refiere
a un juicio de reproche. Sin embargo, no deben descartarse los conceptos materiales
de delito ya que la génesis de la nocividad social de ciertos comportamientos que son
la base de las prohibiciones y de los mandatos penales posee un sustrato material.
a) El delito debe ser conducta que se concreta en una acción u omisión prove
niente, por regla general, del ser humano.
b) La acción u omisión debe estar adecuada a un tipo penal, es decir, debe
afectar a alguno de los bienes jurídico-penales protegidos por la ley, en la forma o
modo establecidos en la misma ley. Este requisito se deduce de la voz del artículo I o
que señala que la conducta debe ser “penada por ley” y de la norma constitucional
del art 19 N° 3, inciso 9°, que establece que “ninguna ley podrá establecer penas sin
que la conducta que se sanciona este expresamente descrita en ella”. El tipo no debe
confundirse con la tipicidad, pues mientras el primero se refiere a la descripción
abstracta que el legislador realiza en la norma penal del comportamiento delictivo, la
tipicidad se refiere a la adecuación o subsunción de la conducta concreta dentro del
tipo.
c) La conducta típica debe ser antijurídica, es decir, contraria al ordenamiento
jurídico; por lo tanto no constituye delito aquella conducta que, estando tipificada
en la ley, se encuentra autorizada por una norma permisiva del mismo ordenamiento
jurídico. Dentro de este punto toman vital importancia las causales de justificación,
en virtud de las cuales se lleva a cabo una acción típica justificada.
d) Debe existir culpabilidad por parte del autor, ya que debe poder realizarse
un juicio de reproche en contra del autor del delito por parte de la sociedad que sufre
o que le afecta su actuar injusto. Esta exigencia se deriva de la voz “voluntarias” que
emplea el mismo artículo I o del CP.
IV. C l a s if ic a c ió n d e lo s d elito s
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doctrina está de acuerdo en que la determinación del tipo de delito se hará con base
a la pena más grave.
Del mismo modo surge la pregunta de qué hacer en aquellos casos en que el
delito posea una pena compuesta, las cuales pertenezcan a distintas categorías en
virtud del artículo 21 del CP que establece la clasificación de las penas y sus clases.
En este caso, la solución al problema se encuentra establecido en la regla consagrada
en el inciso 6 del artículo 94 del CP, de tal forma que el tipo de delito se determinará
primero según la pena privativa de libertad, y en el caso de que ninguna de las penas
diga relación con la privación de libertad, según la pena más grave.
Por otro lado nos encontramos con aquellos delitos que tienen asignada única
mente una pena de multa, delitos que merecen un mayor análisis, ya que en virtud de
la escala establecida por el artículo 21 del CP, la multa aparece como una pena común
para los crímenes, simples delitos y faltas, lo que ocasiona más de un problema en la
práctica al momento de determinar la clasificación del delito.
En base a esta problemática, se sostiene que la categoría a la cual pertenece el delito
se debe determinar según la regla establecida en el inciso 6 del artículo 25 del CP, el cual
establece una serie de límites que se deben aplicar a la pena de multa dependiendo de
la categoría de delito ante el cual nos encontremos, por lo que la clasificación del delito
dependerá del monto de la multa en el caso concreto. En este sentido, se establece que
la cuantía de la multa en los crímenes no puede exceder de 30 UTM , en los simples
delitos de 20 UTM , y en las faltas de 4 UTM . Así, por ejemplo, si una determinada
ley sanciona como simple delito a una conducta determinada, imponiéndole a su vez
una pena de multa que excede el límite de 20 U TM , la conducta no correspondería
a un simple delito, como lo establece la ley, sino que más bien se tratará de crimen.
Si bien esta regla parece ser una solución lógica y racional a esta problemática,
después de una análisis más detallado y pausado, consideramos que resulta ser difícil
mente aceptable, ya que aquellos casos en que una misma conducta conlleva dentro de
sus sanciones tanto una multa como una pena de presidio menor en su grado máximo,
resulta ilógico considerar que dicha conducta deba ser sancionada como un crimen
ante la eventualidad de que la pena de multa supere el límite establecido por el artículo
25 de 20 U TM para los casos de simples delitos. Hay que recordar que la conducta
se encuentra sancionada como un simple delito por parte de la pena más grave de
las dos, en este caso, la privación de libertad (presidio menor en su grado máximo).
Conforme a lo anterior, nos suscribimos a lo señalado por Cury, quien establece que,
si consideramos el problema antes expuesto y lo analizamos de forma más detallada,
podremos llegar a la conclusión de que las multas no son determinantes para la
fijación de la clasificación de los delitos, ya que en este contexto no puede tener una
real aplicación la norma establecida dentro del artículo 3° CP.
Este autor sostiene dicha postura en consideración de que las multas no se
encuentran integradas dentro de la escala general que establece el artículo 21 del
CP, la cual es la única regla relevante para la aplicación del artículo 3°. En este orden
de ideas, podemos concluir que la intención del legislador nunca fue incorporar las
multas dentro de la norma del artículo 21 ya que, de haberlo querido, las habría in
corporado dentro de dicha escala y no las habría considerado como una pena común
de todas las categorías de delitos, lo cual sugiere, además, que las escalas establecidas
en el mencionado artículo se determinaran con independencia de la pena de multa.
En razón de este análisis queda claro entonces que la norma establecida en el inciso
6 del artículo 25 no establece que una multa de cierta cuantía determine la clasifica
ción de la conducta como un crimen, simple delito o falta, sino que sólo establece la
cuantía máxima a la que, en un principio, podría llegar a tener una multa teniendo
en consideración la clasificación de cada delito.
Es por esto que podemos establecer que la norma en estudio posee más bien una
naturaleza programática de orientación para el mismo legislador, que deberá seguir
al momento de determinar una pena de multa, posición que se puede fundamentar
por el mismo artículo 25 inciso 6 que señala posteriormente que los límites rigen sin
perjuicio de que en determinadas infracciones, atendida a su gravedad, se contem
plen multas de cuantía superior. De este modo, podemos decir que el carácter o la
clasificación del delito en crimen, simple delito o falta, no dependerá, en cuanto a su
determinación, de la cuantía que posea la pena de multa con la cual se sancione un
determinado delito.
En este sentido Garrido establece que, tratándose de delitos que tienen como
sanción una pena de multa conjuntamente con algún otro tipo de pena, la clasificación
del delito deberá estar determinada con base a las otras penas distintas de la multa. En
cambio en los casos de que el delito solo posea una pena de multa, la clasificación del
delito debería estar determinada en primer lugar por el carácter que le asigna la propia
ley al delito determinado, y en el caso que no sea posible se deberá buscar apoyo en
las disposiciones que manifiesten la valoración que la ley determinada hace del delito.
A lo anterior cabe señalar que cuando un castigo corporal se acompaña de una
pena de multa, es el juez el que debe determinar el monto de ésta basándose en la
pena primaria.
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Para comenzar, es menester señalar que los cuasidelitos son los delitos cometidos
con culpa por una actitud negligente del agente. Por el momento debemos señalar
que el artículo 4° al establecer “La división de los delitos es aplicable a los cuaside
litos que se califican y penan en los casos especiales que determina este Código” se
realiza una remisión al artículo 3°, que señala que los delitos se clasifican en faltas,
simples delitos y crímenes, por lo tanto, los cuasidelitos se pueden clasificar de tres
formas: cuasidelito de falta, cuasidelito de simple delito y cuasidelito de crimen.
Sin embargo, en la práctica no existe el cuasidelito de falta ya que remitiéndonos a la
norma del artículo 490 del CP, la cual establece la cláusula general del delito culposo,
podemos percatarnos de que dentro de nuestro ordenamiento jurídico no se acepta
la existencia de una figura de falta culposa, pues se establece expresamente: “El que
por imprudencia temeraria ejecutare un hecho que, si mediara malicia, constituiría
un crimen o un simple delito contra las personas, será penado... ”.
Sin perjuicio de lo anteriormente mencionado, nos encontramos con ciertas
excepciones a esta regla general, dentro de las cuales podemos mencionar al artículo
494 N° 10 que se refiere a las multas al médico cirujano, farmacéutico, dentista o
matrona que incurre en un descuido culpable en el desempeño de su profesión sin
causar daño a las personas. Por otra parte hay que recordar que, producto de la pena
que le son aplicables, la mayoría de los cuasidelitos son simples delitos, con excepción
del delito previsto y sancionado en el artículo 224 N° 1 del CP, que establece la pena
de inhabilitación absoluta temporal para cargos y oficios públicos en cualquiera de sus
grados y la de presidio o reclusión menores en sus grados mínimos a medios cuando
por negligencia o ignorancia inexcusables dictaren sentencia manifiestamente injusta
en causa criminal. La mayoría de la doctrina lo entiende como un simple delito al que
se le ha asignado una pena de crimen. Sin embargo, existe un sector de la doctrina a
la que nos adherimos que lo consideran tan solo como un simple delito con una mera
pena equivalente a su naturaleza, ya que se centran en la pena privativa de libertad y
no en el efecto de la inhabilitación que dicho delito trae aparejada.
Por último, no podemos poner término al presente comentario, sin antes referir
nos a otro efecto relevante que posee este artículo, el cual consiste en el hecho de ser
el primer precepto dentro de nuestro CP en consagrar el sistema de numerus clausus
en los cuasidelitos, sistema que se expresa al establecer que los cuasidelitos “se penan
en los casos especiales que determina este Código”.