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La intoxicación del hígado puede ser la causa de numerosas

patologías
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Una insuficiencia hepática crónica -aunque sea asintomática e incluso aparezcan


valores correctos en las analíticas- puede provocar importantes alteraciones en casi
todo el cuerpo sin que los médicos se den cuenta de que esos síntomas sin aparente
relación pueden deberse a una misma causa. José María Cardesín, experto en Medicina
Tradicional China, afirma de hecho que puede ser el origen de taquicardias,
hipotensión, mareos, disnea de esfuerzo, falta de concentración, pérdida de memoria,
alzheimer, parkinson, esclerosis múltiple, depresión, migrañas, caída del cabello,
alteraciones de la visión, piernas pesadas, varices, hemorroides, hernia de hiato,
úlcera gástrica, acidez, anemia, cansancio, osteoporosis, intoxicación celular y cáncer.
Y que por tanto muchas veces carece de sentido tratar esos síntomas aisladamente.
Nos lo explica en el siguiente artículo.

Para la Medicina Tradicional China existen en el cuerpo cinco sistemas cuyas alteraciones
serían las responsables de prácticamente todas las enfermedades que padece el ser
humano. Es decir, según sus postulados cualquier tipo de patología se genera por la
anomalía de uno de esos cinco sistemas. Cada uno de los cuales comanda determinadas
partes del cuerpo provocando alteraciones que, desde el punto de vista convencional de la
medicina alopática, guardan poca o ninguna relación entre sí. Ello implica pues, para el
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concepto oriental, que la causa o etiología real de muchas enfermedades es la misma y,
directa o indirectamente, procede de un único sistema alterado.

Esos cinco sistemas son:

a) El hepático.
b) El digestivo (comprende estómago, bazo y páncreas).
c) El cardiocirculatorio.
d) El respiratorio y excretor (comprende pulmón y colon).
e) El renal (comprende el aparato urogenital).

En suma, para la Medicina Tradicional China cuando cualquiera de esos sistemas resulta
afectado se producen diversos síntomas que no parecen tener relación entre ellos y, por
tanto, en la Medicina convencional o alopática son tratados normalmente por diferentes
especialistas. Para los médicos orientales, sin embargo, la causa primera de todos esos
síntomas es común y la solución, si la hay, es única.

Con el tiempo y la cronicidad esos 5 sistemas -cada uno de los cuales provoca diferentes
“enfermedades”- se afectan entre ellos y la alteración de uno acaba alterando a otro y luego a
otro… y así sucesivamente complicando el cuadro inicial hasta llegar a las enfermedades
degenerativas y de difícil tratamiento pues la posible curación pasa ya por recuperar todos
los sistemas afectados. Y contemplando siempre la relación entre los mismos.

Por otra parte, cada uno de esos sistemas se corresponde con sus propios tejidos
secundarios, órganos sensitivos, coloración alterada de la piel, reacciones psíquicas o
emocionales, tolerancia a ciertos sabores, actitudes posturales, etc.

Pues bien, voy a exponer en este artículo parte de los procesos que puede desencadenar
una insuficiencia hepática crónica -aunque sea asintomática a nivel local e incluso se
presenten valores correctos en las analíticas- ya que –admitiendo ese punto de vista- puede
ser la causa de toda una serie de importantes alteraciones a muy diversos niveles.

Comenzaré diciendo que hace ya años, gracias a la práctica clínica, tomamos conciencia un
día en consulta de la gran cantidad de pacientes que sufrían litiasis biliar (es decir, arenilla o
piedras en la vesícula) por lo que decidimos desarrollar un método de drenaje que limpiara
la vesícula de arenillas y fangos de pequeño tamaño que son los más corrientes. Lo logramos
pero, para nuestra sorpresa, comprobamos que al poco tiempo ¡reaparecían! Al principio
pensamos en depósitos procedentes del colédoco pero luego nos dimos cuenta de que
procedían del hígado y que es en él donde realmente se fabrican las litiasis “biliares” por
filtración de parte de la sangre venosa que asciende por el sistema porta. Y es que a
pacientes operados de vesícula biliar les habíamos encontrado abundante arenilla en las
heces cuando años más tarde de la operación se les drenó el sistema hepático. Y eso
significaba que estaban retenidas en algún lugar. Evidentemente en el hígado porque
carecían de vesícula.

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¿Qué efectos causa esa arenilla en el hígado? Pues una insuficiencia hepática crónica, casi
siempre sin síntomas hepáticos pero que produce frecuentemente su inflamación. ¿Y qué
causas pueden afectar al hígado y, por tanto, agravar dicha insuficiencia? El consumo
excesivo de grasas, alcohol y tabaco, las medicaciones agresivas, la ingesta de tóxicos… Y en
cuanto a la alimentación se refiere determinados parásitos que al formar colonias en
intestino e hígado ensucian el órgano afectado. Sin olvidar los nervios, el estrés, los
disgustos y todas las emociones que propician un estado de irritabilidad o ira ya que
trastornan el sistema hepático. Recordemos que la ira es consustancial al hígado según la
Medicina Tradicional China; basta en ese sentido recordar la violencia que se genera en los
alcohólicos y en los enfermos hepáticos crónicos. Agregaremos que también pueden
afectarle negativamente los esfuerzos musculares desacostumbrados o excesivos pues el
hígado rige la musculatura y los tendones y es un reservorio de glucógeno, alimento de estas
estructuras.

EL SÍNDROME HEPÁTICO Y SUS CONCOMITANCIAS

En el caso de inflamación hepática -hecho muy frecuente y crónico con habituales altibajos
según la intensidad del elemento desencadenante- se produce una estenosis
(estrechamiento) del sistema porta con una reducción del flujo ascendente de sangre
venosa. Y ello crea un desequilibrio entre la cantidad de sangre existente en las zonas
superior e inferior del cuerpo. Es decir, la sangre se acumula en la parte inferior habiendo
menos en la mitad superior. Déficit de sangre que puede ser la causa de muy diversas
patologías que los médicos convencionales no relacionan con ese hecho. Es el caso de
numerosos cuadros de:

Taquicardias e Hipotensión

La reducción del caudal sanguíneo en la parte superior del cuerpo puede producir a nivel
cardíaco taquicardias ya que toda bomba se acelera cuando no dispone de suficiente fluido
para bombear. Y si el corazón maneja menos sangre por las arterias fluirá también menos
cantidad dando lugar a hipotensión.

Cuadros disneicos o asmáticos

Cuando llega menos sangre a los pulmones se pueden producir cuadros de insuficiencia
respiratoria y asmáticos. Por tanto un insuficiente suministro de oxígeno al organismo causa
síntomas que con frecuencia se confunden con una patología pulmonar.

Vértigos y mareos

Es obvio que si llega menor cantidad de sangre al cerebro puede producir vértigos, mareos e
inestabilidad que en estos casos suele achacarse a la hipotensión sin considerar que ésta
puede estar provocada por la inflamación hepática. De hecho, un mareo que conduce a una
lipotimia (desmayo) no es más que un mecanismo de defensa del organismo que se da
cuenta de que necesita estar en posición horizontal a fin de que la sangre pueda llegar de
nuevo fácilmente al cerebro.

Pérdida de memoria y confusión mental


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Un deficiente riego sanguíneo puede ser también causa de pérdida de memoria, confusión
mental, disminución del rendimiento mental, posible caída de cabello y disminución
temporal de la agudeza visual. Síntomas que en principio remiten al normalizarse el riego
sanguíneo por regularización hepática.

Depresión

Esta importante alteración, tomada como una afección cerebral de tipo psíquico y tratada
normalmente a través del sistema nervioso, se pone de manifiesto en cuanto el cerebro deja
de recibir la sangre que necesita. La hipovolemia cerebral produce una sensación de
angustia, ansiedad, deseos de estar acostado (posición en la que el cerebro recibe más
fácilmente el fluido sanguíneo), mareos, miedos y, en última instancia, desesperación. Pues
bien, todo ello mejora notablemente al recuperarse el riego cerebral por normalización del
flujo sanguíneo hepático ascendente.

Migrañas y cefaleas

El cuadro anterior está íntimamente relacionado con las migrañas y algunas cefaleas. Sólo
que éstas se producen cuando el paciente mejora, su hígado se desinflama y la sangre sube
rápidamente hacia la parte superior con mayor caudal produciendo el síndrome migrañoso,
dolor pulsante en sienes y deseo de estar relajado en oscuridad y silencio. Obviamente, en
cuanto el hígado se vuelve a inflamar remiten los síntomas de la migraña. La solución
consiste pues en normalizar el hígado para que esos cambios de intensidad en el flujo
sanguíneo ascendente no se produzcan.

Alzheimer, parkinson, esclerosis múltiple, epilepsia y ataxia cerebelosa

Hace ya 30 años se planteó que en muchos casos –no en todos, por supuesto-
enfermedades neurodegenerativas como el alzheimer, el parkinson, la esclerosis múltiple, la
epilepsia y la ataxia cerebelosa pueden deberse a una deficiente irrigación del cerebro. Y que
puede ser así parece demostrarlo que cuando esa falta de sangre –y, por tanto, de oxígeno-
se debe a una comprensión patológica del opérculo torácico que impide que la sangre
circule adecuadamente por la arteria vertebral basta una sencilla operación quirúrgica que
resuelva el problema y llegue de nuevo la sangre al cerebro para obtener mejorías
espectaculares (lea en nuestra web –www.dsalud.com– los reportajes publicados al respecto en
los números 21, 24 y 30). Pues bien, esa falta de riego sanguíneo cerebral puede
deberseigualmente al problema hepático del que nos estamos ocupando y, por consiguiente,
resolviendo éste mejorar también todas esas patologías.

Varices y hemorroides

¿Qué sucede, por otra parte, cuando la sangre se encuentra en mucha mayor cantidad en la
mitad inferior del cuerpo, en el sistema venoso, siendo incapaz de subir al tórax por estar
parcialmente retenida debido a la inflamación del sistema hepático? Pues que las venas se
dilatan, se distienden y se producen varices y hemorroides. De hecho muchas personas con
inflamación hepática tienen las piernas pesadas y lo achacan a que están mucho rato de pie
cada día cuando la causa real es bien diferente.
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Úlceras gástricas, anemia y amenorrea

Las venas gastroepiploicas procedentes del estómago que desembocan en el sistema


hepático antes de la filtración pueden dilatarse cuando la sangre queda retenida en ellas
produciendo varices esofágicas o duodenales (o ambas). Y si el volumen de esa sangre
aumenta mucho se pueden además distender dando lugar a microhemorragias gástricas o
úlceras. Una situación que si se cronifica hace que la sangre tiña de marrón oscuro las heces.
Lo que hay que tener en cuenta porque en las analíticas de heces la presencia de sangre es
habitual y se achaca con demasiada frecuencia a la sangre contenida en la carne (aunque
hoy día se empieza a experimentar con preparados capaces de distinguir en las heces la
sangre humana de la animal). Pues bien, cuando las pérdidas sanguíneas vía gástrica
persisten en el tiempo puede aparecer una anemia que se acompaña de gran cansancio
junto a todos los síntomas ya expuestos debidos a la falta de sangre en la parte superior del
cuerpo (depresión, taquicardias, disnea de esfuerzo, etc.).

Paralelamente, cuando no tenemos suficiente sangre por causa de la anemia la


menstruación se hace tardía, escasa, y puede llegar a desaparecer (amenorrea); sin
embargo, se normaliza cuando se recupera el volumen sanguíneo correcto.

Obesidad

Otro preocupante desequilibrio orgánico es la obesidad, padecida por un elevado grupo de


población. La causa atribuida generalmente es el exceso en la ingesta de alimentos por lo
que se suele recomendar el seguimiento de severos regímenes. Yo suelo decir que la “droga”
que crea mas hábito es la comida porque cualquier drogadicto puede saltarse algunas dosis
de una sustancia que le crea dependencia pero, ¿cuántas personas son capaces de no comer
nada un solo día o, simplemente, de llevar a cabo un régimen riguroso o un ayuno
terapéutico? El síndrome de abstinencia de la alimentación es muy difícil de superar por la
mayoría de las personas.

Pues bien, las microhemorragias gástricas presentes en la úlcera de estómago conducen a


una pseudoanemia crónica normalmente indetectable en las analíticas porque nuestro
organismo es capaz de reproducir la sangre perdida en pequeñas cantidades. Nos
encontramos en tales casos con un cuadro anémico que se autorregenera sólo que la
pérdida de ese fluido vital produce siempre un estado de ansiedad ya que la pérdida de
sangre es interpretada por el cuerpo como un camino hacia la muerte por desangrado. Por
eso siempre va acompañada de un incremento del apetito para obtener los principales
elementos para la fabricación de sangre. Y esos están en el chocolate, los dulces, las frutas y
verduras rojas, las carnes rojas, etc.

Apetito inducido para ese fin que lleva a la persona a comer en exceso con la consiguiente
agravación de los sistemas hepático y digestivo además de a la cronificación de las
microhemorragias que aumentarán la anemia, la ansiedad y, por tanto, el hambre. Es la
pescadilla que se muerde la cola.

Osteoporosis

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Como hemos explicado, la afectación hepática puede terminar produciendo anemia a causa
de las microhemorragias gástricas con lo que el organismo intenta por todos los medios
compensar la pérdida comiendo más para fabricar sangre extra. Ahora bien, la sangre se
fabrica en la médula ósea -preferentemente la de los huesos planos, por ejemplo la cresta
ilíaca- y para obtenerla ésta precisa, entre otros elementos, calcio. Y cuando este mineral no
está suficientemente presente en la dieta el organismo no tiene más remedio que recurrir a
los huesos para obtenerlo pudiendo dar lugar a osteoporosis en edades tempranas.

Fibromialgia

Esta patología, que como su nombre indica es un “algia de las fibras musculares”, pertenece
al amplio campo de influencia hepático pues el responsable del tono, vigor y resistencia de la
musculatura es el hígado. Y de hecho, muchos de los pacientes que hemos tratado mediante
desintoxicación de hígado y riñón –y, por tanto, de la mayor parte del organismo- han
logrado mejoras substanciales en un porcentaje elevado de casos. Algo esperanzador
teniendo en cuenta que la Fibromialgia es una enfermedad de diagnóstico difícil y un tanto
subjetivo.

Cáncer

Ya expliqué en su día los efectos sorprendentemente beneficiosos que sobre los tumores
tiene recuperar la calidad sanguínea –y, por tanto, celular- merced a la correcta filtración y
eliminación de toxinas y elementos tumorales por parte de un hígado y riñones sanos. No
insistiré pues en ello si bien invito al lector a leer la entrevista en la que hablaba de ello y que
apareció en el número 78 (tiene ese texto entrando en la sección de Reportajes de nuestra
web: www.dsalud.com).

HEPATITIS CRÓNICAS

Finalizaré recordando que al tratar un cuadro hepático hay que considerar siempre la
presencia de antiguas hepatitis de los tipos hoy conocidos -A, B, C y D (la E es prácticamente
desconocida)-, éstas dos últimas, por cierto, habituales en casi todos los estados cancerosos.
Porque determinadas enfermedades infecciosas -entre ellas las hepatitis, aún
aparentemente curadas- dejan huella. Es decir, se puede determinar su presencia durante
toda la vida del paciente lo que significa que, aún erradicada del organismo, una parte -
incluso negativizada en teoría- queda presente y detectable y, por tanto, activa en algún
nivel. Presencia que puede producir patologías secundarias y aparentemente sin relación
con la enfermedad original pero que deben ser tenidas en cuenta siempre que la patología
actual nos haga pensar en una relación hepática aunque ésta parezca lejana.

Resumen

En definitiva, una inflamación hepática crónica -bien por depósitos procedentes del filtrado
fisiológico que realiza el hígado en la sangre, bien por causa de una parasitosis (virus,
bacterias, etc.), bien por intoxicación- puede producir, de forma parcial o total, todas estas
dolencias:

1º) Hipotensión y mareos.


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2º) Disnea de esfuerzo y taquicardias.
3º) Falta de concentración y pérdida de memoria.
4º) Depresión, cefaleas, migrañas, caída del cabello y alteraciones de la visión.
5º) Alzheimer, parkinson, esclerosis múltiple, epilepsia y ataxia cerebelosa.
6º) Piernas pesadas, varices y hemorroides.
7º) Hernias de hiato, úlceras gástricas y acidez.
8º) Anemia y cansancio.
9º) Obesidad, osteoporosis y fibromialgia.
10) Intoxicación celular y cáncer.

Obviamente todos estos síntomas no tienen por qué aparecer a la vez. Algunos pueden
incluso haber convivido con nosotros muchos años, a veces desde que tenemos uso de
razón. Y generalmente se achacan a nuestra “constitución enfermiza” cuando en realidad -
como muchas enfermedades presuntamente heredadas- se deben a la sangre contaminada
que la madre transmite al feto dando desde el principio a su hijo una precaria calidad de
vida.

En suma, todos los cuadros patológicos mencionados parecen no tener relación pero lo
cierto es que en muchos casos la causa es común: una insuficiencia hepática. Y resolviendo
ese problema con el tratamiento y las medidas higiénicas y dietéticas adecuadas en cada
caso resolverse todos ellos. De ahí que a nuestro juicio, dada la actual intoxicación de
nuestra sociedad, en nuestra consulta sugiramos hacer una desintoxicación hepática y renal
a fondo cada dos años. Porque lo mejor es siempre prevenir.

José María Cardesín

7/7

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