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En palabras de Sandoval ( 1990): “ En efecto, tomando las cifras de diferentes estudios de

transporte y estimativos preliminares de carga para 1989, se pueden calcular los graves efectos
que ha representado para la navegación fluvial, como también el transporte férreo, el abandono y
falta de atención del Estado en lo últimos 20 o más años. El costo social de esta situación es
inmenso, ya que sólo considerando ahorros en consumo de combustible, una situación de mayor
equilibrio entre los diferentes modos le hubiera significado un gran ahorro de recursos al
país…….En forma paralela a la falta de atención del Estado al transporte fluvial y férreo, el
crecimiento desproporcionado del transporte por carretera se debe a la no existencia de
transporte intermodal. En efecto, una articulación razonable para el comercio del centro del país
con el exterior, debería utilizar el río Magdalena o el ferrocarril para largos recorridos
longitudinales y en las carreteras transversales transbordar la carga hacia los centros de consumo,
como es el caso de Bogotá, Medellín, Bucaramanga, etcétera........ Como se observa, los costos de
tonelada –kilómetro son casi un 50% más reducidos en ferrocarril que en carretera, proporción
que se reduce a casi una tercera parte si se trata de transporte fluvial”. (Sandoval, 1990, página
430). Sin duda, lo ocurrido con el transporte en Colombia es otro caso manifiesto de irracionalidad
económica, con altos costos económicos, sociales y ambientales, con el agravante de que no se ve
hacia el futuro una intención de corregirla, sino de profundizarla en la medida en que el grueso de
la inversión en infraestructura en los próximos años se dedicará mayoritariamente a la
construcción de carreteras.

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