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Los tsernbaga son un grupo maring de agricutorés que prec an la roza por fuego y ocupan un pequerio territorio en las laderas septentrionales de las montanas centrales de Nueva Guinea. A siderarios como parte de un complejo sistema ecolégico que incluve tanto a sus vecinos humanos como a la flora y fauna con las que cor parten su territorio, Rappaport argurnenta que su c ritual, aoarentemente referido a los espiritus, actlla en realicla Un’ mecanismo haméostatico que regula el tar porcina, ia superiicie cultivada, los perfodos de barbecho, e} geslo de energis en las actividades de subsistencia, [a ingestion de p1° einas, '2 relacién nombre-tierra y la frecuencia de los comba «£i estudio de los tsembaga de Rappaport deberia ser {sido nor \ados los estudiosos interesados en la etnografia de Nueva Guinaa © las funciones Je jas ritualos. Acemas, este libro deber'a se: ieide ot iodo el Gue estuviera in‘eresado er: la ecologia, cultural o nc Cerdos ;vara jos antepasad.s se convertira en el modelo de los es tudios de ecologia humana durante mucho tiempo.» Journal of A Saran Stee) iS secs | eee ay wii 170007622 E| ritual en la ecologi: de un pueblo en Nueva Guin x tile ventune de espa etre, a siglo veintiuno argentina editores, sa siglo veintiuno de colombia, Itda Primera edicién en eastellano, marzo de 1987 © Siglo XXI de Espaia, S. A Calle Plaza, 5, 28043 Madrid Primera edicin en inglés, 1968 © Yale University Press, New Haven y Londres ‘Titulo original: Pigs for the ancestors. Ritual in the ecology of a New Guinea people Derechos reservados conforme ala ley Impreso y hecho en Espasa Printed and made in Spain Disefio de fa cubierta: El Cubsi ISBN: 84-323-0595.2 Deposito legal: M. 9.232-1987 Forocomposicién: EFCA, , A. ‘Avda. Doctor Federico Rubio y Gali, 16 Impreso en Closas-Oreoyen, S. L. Poligono Igarsa Paracuellos de Jarama (Madrid) A mis padres, mi esposa, mis hijos Prélogo, Andrew P. Vayda Prefacio “Nota sobre la ortografia maring..... “1, RITUAL, ECOLOGIA ¥ sIsTEMAS.. 1. LOS TSEMBAGA i "El pueblo, su localizacion y sus relaciones lingstieas, 8 —De- mografia y aspecto fsico, 14.—Dispersion de la poblacion y or- ‘ganizacion social, 18—Estructura politica, 30, 3, RELACIONES CON FL MEDIO AMBIENTE. i El medio ambiente, 34.—Subsistencia, 44.—Dieta, 78.—Los li- mites del sistema, 96.—Sistema y ecosistema, 106. l. RELACIONES CON OTRAS POBLACIONES LOCALES Ubicacién de los demis grupos, 108—Relaciones amisto- | s35, 10.—Relaciones hosiles, 119. 5. EL CICLO RITUAL... 5 Doracién del ciclo, 166.—El kato, 180.—Fin de la equa eins tauraci6n de la paz, 236.—Ciclo ritual e integracin zonal, 239. 6. RITUAL ¥ REGULACION DE LOS SISTEMAS ECOLOGICOS. Ph. 4 108 166 28 vu Indice Bi) Geeta de energja en la horticuleura 20 6 Grecimiento secundario. = 7. Wegetales que se plantan habitualment. # Recursos aves. » 9 La di€t& ee renna : 32 10. Capacidad de sustentacin 322 Bibliografia.. 37 Bibliografia en espaiiol sobre Nueva Guinea y sobre Melanesia en ge- nen. 2 345 Indice analitico 349 ILUSTRACIONES MAPA, Localizacin de los maring y sus vetin0S miumisnineunne 10-1 FOTOGRAFIAS. A continuaciOn de la p. 170 PROLOGO. Bl estudio de Roy Rappaport sobre ls funciones del ritual en un pue- blo agricultor primitivo es uno de los primeros que se publican so- bre la etnografia de la periferia de las montafias de Nueva Guinea — Aqui se encontré, en tiempos del trabajo de campo de Rappaport, "Io que A. P. Elkin, en su informe de las necesidades de investiga. "ign urgentes de 1961, describia como uno de los pucblos virgenes dde la Nueva Guinea australiana !*., Ademas, como predijo Elkin y ‘como nos muestra ahora RappaportHa adaptacion cultural ha adqui " rido, en las zonas periféricas de la meseta, formas algo diferentes de Tas que adoptaron las zonas centrales} Este libro ayuda a Henar los yacfos mas evidentes en la etnografia neoguinea *. Con todo, este libro no esti(dedicado sélo a los especialistas en Nueva Guinea, sino que posee interés para todos aquéllos preocupa- dos porjlos problemas del andlisis funcional, la ecologin humana y el BP cliaoryAqutatn percmentts guaas obeeraceneh byre algunos de estos problemas en relacién con el estudio de Rappa- El anilisis funcional en las ciencias sociales ha side ampliamente Griticado desde diversos puntos de vista. Entre las erfticas mas comu- “465 se hallan tres que son importantes para nuestras consideraciones: A) que el andlsis funcional es inadecuado para expliccr la presencia \ Urgent reseach in Ausraian New Guinea and Papuan, Blea of Ineratcnal Commitice on Urgent Anthropological and Ethnelogial Research, 4.1961, pp. 1725. 2 ae : & Nueva Geinesautalan, junto con el Testorio de Papa (ritinjco), se inde- Pendiaron, widos, en 1978, ras casi cin aos de dominacion colo. Hoy el mue- ¥9 pais se lama Papia-Nuera Guines(N. dl.) de Ry ilizazemos cl ajeivoy sustanvo «neogineo» pare refermos 2a gran ila Nueva Guinea en su conjnio, hoy dvidida en dos porcione, una independiente, mit-Nueva Goines, y ota bajo soberan indonesia, Iran Jaya, Djreor =n. 10» Gicamente para todo lo eerene a Estado soberand de Papoa Nueva Gur a i a x Andrew P. Vayda o.el origen de los rasgos ¢ instituciones culturales; 2) que el anilis funcional es unilateral y casi «panglossiano» por su hincapié en la ut liad, la armonfa la integraci6n, la coherencia, ete, en el status qo; ¥.3) que puede no haber una comprobacién objetiva de las hipéte- sis en el andlisis funcional debido a la falta de un sentido empirico claro de términos y conceptos cruciales La prim a se basa en el reconocimiento de que mas de un +asgo © institucién pueden cumplir una funcién especifica. De ahi que demostrar las funciones de determinados rasgos culturales no ex- plica por qué son estos, y no otras alternativas funcionales, los que estdn presentes 0 se han desarrollado en un lugar o tiempo concreto. La critica es valida desde un punto de vista logico, peto resulta asimismo improcedente si el objeto del andlisis es, como para Rap- aport, una demostracién de cémo funcionan las cosas, mas que una explicacion de por qué existen 0 cOmo han llegado a cxistir. En el es- tudio de Rappaport, la presencia de ciertos rituales del repertorio cul- tural del pueblo maring se dan simplemente por sentados, y el pro- bblema es mostrar c6mo tales rituales operan con relacién a diversos procesos del medio ambiente y con relacién al uso de la tierra, a la guerra, a la distribucion de alimentos y a otras actividades maring * Mis exactamente, el problema es mostrar el funcionamiento de sis [temas de retroalimentacién negativa, por ejemplo, mostrar cémo fan- an los rituales para mantener una serie de variables o actividades fen ciertos estados 0 situaciones adecuadas 0 ventajosas, pese a la ac- ‘eion de perturbaciones tendentes a suprimir esas variables o activi- Idades en estos estados. aay algo «panglossiano» en la eleccién de este problema, 0 es que Ta segunda de las eriticas sobre el analisis funcional, a la que he- mos aludido antes, no es aplicable? En la burda versi6n que atribuye al anilisis funcional el punto de vista del doctor Pangloss, segiin el cual todo es para bien en el mejor de los mundos posibles, la critica no es efectivamente aplicable, pues el interés por saber como funcio- rah los sistemas existentes{no obliga de ninguna manera al analista a afirmar que ningén otro sistema podria funcionar mejor. [Con todo, sigue siendo cierto que el analista funcional busca or- ® Utiizaremos el sustantivo y el adjetivo maring sin variaion, tanto en plural como en singular, y en masculino como en femenino, como hace el propio sion, pars evar ast complicaciones con nimeros y géneros que se forman de manera diferente que en castellano (N de T), - Prologo x den, coherencia, equilibrio y cosas similares, mis que lo contrario, pero el procedimiento es defendible, silo situamos sobre una base Hiitistica:‘Como ha dicho Philip Leis, «cl objetivo de revelar ua moe Halo (pattern) donde parece haber solo caos 0 iracionilidad, ineluso (Guando se mantiene como un articulo de fe, ¢s sin duda la perspec fiva més incitante y estimulante que se puede defender» ?. Y pode- mos suponer que {a seleccion evolutiva se halla en continuo funcio- fnamiento con el fin de producir un modelo u orden y ceducir el des- les, y que; de acuerdo\con esto, hay mucho més arden por des ubrit, incluso si existe también desorden como resultado de un cam= "bio en as condiciones del medio ambiente sin que surjen nuevos mo- Belo que se adapten alls, por eemplo. Fas anteriores observaciones pueden parecer suficentejustifica- Id para un programa de bisqueda de fanciones, pero queda el pro- © blema de c6mo saber cuando se las ha encontrado. Si auestras hipd- | tesis sobre las funciones incluyen términos clave sin un sentido em- ppirico claro, la tercera de las crticas a las que se ha aludido anterio- ents es pertinent, y la presencia de funciones hipotétcas no puede ser totalmente validada, ni objetivamente probada. Esto sucede en el aso de algunas afirmaciones clisicas de la literature funcionalista —por ejemplo, sobre las funciones de diversos ritos para reforzar la i identidad grupal, mantener la continuidad de la estructura social, 0 satisfacer algunas supuestas necesidades que nunca se definen de ma- | nera operativa. Las insuficiencias de tales formulaciones han sido ex- | [puestas convincentemente por Carl Hempel ? y otros eri ‘Sin embargo, tales insuficiencias no son inherentes al anélisis fun- cional. Como ha sefalado, por ejemplo, Paul Collins, un procedi- ‘miento viable es especificar sistemas de variables definidas operacio- nalmente que hipotéticamente mantienen algunas variables particula- ‘tes dentro de los limites determinables * {Parte del interés del estudio "de Rappaport reside en que constituye un intento serio de aslar tales sistemas y de validar las hipétesis sobre su funcionamiento por me- dio de la utilizacién de datos cuantitativos extensos sobre las varia~ 2 Dhilp E. Les, «the nonfunctional sibaes of twin infaicidein the Niger Del Bn Anbropoogical Quarry, 38, 1968, pp. 97-111 Cail Hempel, The logic of funcional analyses, en L. Gros, comp. Sympo- Siam on sacioloieal teary, 1959. 4 Paul Collins, -Punctional analyses in the eyinpsivm “Man, cltre, ad ai- ‘Mials"r, en Anthony Leeds, Andrew P. Vayda, comps, Man, enkure and animals, 1965, xa Andrew P. Vaya bles sistémicas. Se muestra aqui un método para la utilizacin de pro- cedimientos empiricos en el andlisis funcional. Aun cuando los datos aportados por Rappaport resulten insuficientes para llegar a conclu- siones firmes, no se infiere de ello que los datos no puedan ser usa- dos para comprobar las hipstesis, sino mas bien que es necesario reu- nir mayor nimero de datos. Es probable que el hecho de que los sistemas tratados con los pro- ccedimientos indicados sean conjuntos de variables seleccionadas y no latotalidad de las sociedades, culturas o comunidades del analisis fun- sional tradicional suscite criticas basadas en su insuficiencia, Pero la respuesta es facil: admitir simplemente que, por supuesto, han sido ‘excluidos algunos aspectos, y al mismo tiempo, insistir en que deben serlo si se quiere Hlevar a cabo el anilisis de forma satisfactoria, pues el investigador nunca puede ocuparse de manera significativa del in- finito ndimezo de variables que sele presentan, y debe, por tanto, efec- tuar una seleccidn, Con todo, hay todavia otra respuesta, que con- siste en subrayar que el anilisis puede hacerse progresivamente mis amplio a medida que nos ocupemos de nuevos sistemas y a medida que investiguemos también la articulacién entre unos y otros. Los biol6gos en sus estudios sobre los sistemas de retroalimentacién, han descubierco que pueden comenzar por el andlisis de los componentes simples, y posteriormente ir incorporando, si llega el caso, los resul- tados de tales andlisis a graficos amplios y globales sin menoscabo de Ia validez de los esquemas parciales originales *.|La posibilidad de que esto también suceda en el caso del estudio antropolégico de sis- temas de retroalimentacién ¢s un estimulo adicional para continuar por el camino emprendido por Rappaport. La realidad es que el au- tor tiene varias cosas que decir respecto a la articulacién de los sis- temas que tienen que ver con el grupo local de los tsembaga, perte- neciente al pueblo maring, y el lector se sentira més impresionado por lo que se incluye sistematicamente en el andlisis de Rappaport que por lo que queda fuera de dl |e Jos estudiosos de la ecologia humana, el interés del presente trabajo reside en gran medida en los datos que se incluyen, es decir, en los datos sobre la produccién y gasto de calorias, sobre la admi_ nistracién de los escasos recursos de proteinas, sobre las téenicas de conservaci6n de los terrenos de bosque, y sobre otros muchos aspec- * Hi, Kalmus, «Control hicrarchiese, en H. Kalmus, comp. Regulation control fn Bing systems, 1966. Prolog xu tos de la adaptacién de un pueblo no industrial eonereto a su medio ambiente: Pero el interés, para los que se ocupan de los problemas de ecologia humana, reside también en una earacteristica metodol6- gica del estudio: la inelusi6n de algunas variables no.culrurales.en los BE sernas onslizados/Si bien se han dado numerosos argumentos para | tratar las variables calvurales, ambientales y biol6gicashumanas como | parte de un tinico sistem, cles argumentos han sido tenidos eseas- ‘mente en cuenta por la mayoria de los cientficos sociales ®, Incluso tenire los relativamente escasos cientficos sociales contemporaneos ‘que se ocupan en particular de la relacidn entre los fendmenos cul- turales y los no culturales, la tendencia predominante ha sido la de definir las variables culturales y las otras como si perteneciesen a sis temas separados, interrogindose posteriormente sobre la influencia mutua de los sistemas ’. Para muchos ciemtificos sociales, el procedi tmiento parece ser casi automético, de acuerdo con el habito tan arrai- gado de considerar lo inorganico, lo orgénico y lo sociocultural como mbitos o niveles separados de fenémenos. El procedimiento alternativo ejemplificado por el -rabajo de Rap- | papore consiste en hacer que la adscripcion de las variables a los di- "_ferentes sistemas depende tanto de una demostraciéa. como de una hipétesis comprobable con el propésito de que-los componentes de lun sistema operan, en algunos casos por lo menos, de manera inde~ pendiente respecto de los componentes de los demis sistemas. En tras palabras, la distincidn de los sistemas por este método se basa Bis coridurnbreo en la expectaiva\ie que los raogos ols variables » | BT Aigo vines els dele argue son: O.D. Dane, rom po Stel vlc the pomtt of tered chong Indecent Kaley, Unrest of Calforna Pres 1968; D. R. Suda, «Geography and em eee ee ee SI I965 pp. 2251; Arcee. Vat eAuvapclogis snd ekg problems, Be cect Vega coos Mar ar ceed ear eae omion (te Advancemcr of Stee, 1968 6-781) AP. Varday RA Rapper I og cael cece es ce aed A Chloe an tee ee eh ome ee ei BI Vet, co spl, Thome Had sAdsrnion snd wan Mae BP tat. Sains y Eiman B, Service, comps, Evolution and ere, An Arbor, I very of icin Pres 190; Mart Sain, «Cute and ernonmers The sy of elt cology n Sa ax, comp. Horizons ofenthropoegy, Co Aline, 1964 aw Andrew P. Vayda que se consideran componentes de un sistema particular se afecten, de agin modo y algunas veces, unos a ones nts de La que afectan a rasgos o variables extrasistémicos 0 son afectados por ellos. El pro- cedimiento posee un valor heuristico considerable debido a que, como ilustra el estudio de Rappaport, dige la atencidn hacia eves, siones investigables, acerca de cémo, cuando y en qué grada los dic ferences rasgos o variables, tanto culturales como no culturales, se afectan unos a otros. Evidentemente no podemos obtener el mismo valor heuristico si consideramos axiomitico que las variables culty. a Ean ee a sistemas estrictamente culturales,) inalmente, debemos sefalar que la insistencia de Rappaport en la consideracién de ciertos aalescipcvaribie dey gee dos hace que su trabajo sea pertinente para el estudio de la reli- gid. La concepcion segin la cual los rituales no tienen efectos pric- ties sobre el mundo exterior ha sido, como resalta Rappaport, el punto de vista dominante en este campo. Al clucidar el papel de los ‘ituales maring como respuestas para contrarrestar los factores que perturban las relaciones de la poblacin con su medio ambiente, Rap- aport se enfrentaclaramente al punto-de vista dominante e indica el camino hacia nuevos enfoques en el estudio de la religién. ANDREW P, VayDA. ‘Nueva York, julio de 1967 PREFACIO El trabajo de campo que.constituye la base del presente estudio se Ilevé a cabo entre octubre de 1962 y diciembre de 1963 gracias a la subvencién de la National Science Foundation a la Universidad de Columbia. Asimismo, recibi ayuda personal de los National Institu- tes of Health en forma de beca predoctoral. El profesor Andrew P. Vayda, del Departamento de Antropolo- sfa de la Universidad de Columbia, era el investigador principal, Ade- ‘mas, la expedicidn estaba formada por la esposa del profesor Vayda, Cherry Vayda, Allison Jablonko, también del Departamento de An- tropologia de la Universidad de Columbia, y su matido, Marek Ja- blonko, mi mujer, Ann, y yo. Las investigaciones soare los maring, con subvenciones similares, fueron continuadas por los gedgrafos Wi- liam Clarke, de la Universidad de California, y John Street, de la Universidad de Hawai, los Vayda, que realizaron une segunda visita a Nueva Guinea en 1966, y Georgeda Bick, del Departamento de An= tropologia de la Universidad de Columbia. Deseo agradecer aqui a todos estos investigadores las sugerencias relativas a lz interpretacién y las aportaciones directas que me proporcionaron rara el presente estudio. La lista de aquellos que me ofrecieron su ayuda y me dieron ini= ‘mos antes, durante y despues de mi trabajo de campo es muy larga. Antes de trasladarmea Nueva Guinea para realizar mi trabajo de cam- po, E. H. Hipslef, del Departamento de Sanidad de la Common- wealth, Ross Robbins, de la Universidad Nacional de Australia, y Jac~ ques Barrau, entonces micmbro de la Comision del Pacifico Sur *, * Creada en 1947, con sede en Nume (en la posesin frncess de Nueva Caledo- ni), compuesta por dos paises de Oceania (Australia y Nueva Zdands) y por otros ajenos al ea, pero con posesiones colonials en ella (Estados Unidos, Francia, Gra Bretaa y,origizalmente, Palses Bajos), tiene como mision oficial xanimar y rforaat Ia colaboracién imernacional destinada a desarollar el binesta ssial y econémico y 4 favorecer el progreso de los pueblos que habitan los tersitoros no auténomos del Roy A. Rappaport ‘me proporcionaron valiosos consejos y sugerencias. John Womers- ley, director del Departamento del Herbario Forestal de Lae, iden. ties para mi todas las muestras de plantas, y Joseph Szent-lvany, «entomélogo del gobierno en Port Moresby (fideicomiso de Nueva Guinea australiana), se responsabiliz6 de la identificacin de los in. Sectos. Hugh Popenoe, director del Departamento de Suelos de la Universidad de Florida, analizé las muestras de tierras que sobrevi. vieron al viaje, de un afio de duracién, hasta su laboratorio, Deseo ‘expresar a estos especialistas, no slo en mi nombre, sino en el de los demas, nuestro mas profundo agradecimiento, Nuestra estancia y nuestro trabajo de campo fueron mas ficiles y agradables gracias a la amabilidad de muchos de los residentes del {2. deicomiso de Nueva Guinea. R. McCormac, experto agrénomo del Distrito de Madang, fue particularmente gencroso al proporcionar- fos el personal y el equipo y ayudarnos en algunos de nuestros pro blemas logisticos. El personal del Hospital de la Mision Luterana de agaum, lo mismo que el del Hospital del Gobierno de Madang, nos instruyeron sobre las principales enfermedades locales y nos inicis- ron en misterios tales como el del uso de la aguja hipodérmica, y el ‘no también nos proveyé6 de instrumental médico, Estamos profundamente agradecidos al personal de la Mision An Blicana de Simbai, no sélo por su ayuda al supervisar nuestras pro ‘isiones y hacer lo necesario para que nos fuesen enviadas junto con ‘nuestro correo, sino también por su calurosa hospitalidad con oca, sign de nuestras visitas a Simbai. Deseamos dar las gracias tambien a Alan Johnson y a Gavin Carter, oficiales a cargo del Puesto de Pa. ttulla de Simbai, por su cooperacién y hospitalidad durante nuestra festancia en esa zona, Numerosas personas, durante sus visitas al lugar donde operaba- mos, llamaron nuestra atencién sobre fendmenos que nos habian pa- sado inadvertidos o a los que no habfamos conferido la importancia debida, La visita de Douglas Yen represents un verdadero giro para mi estudio de la horticultura, y Raph Bulmer llevé a cabo uns iden. tificacion provisional, de una gran parte de la avilauna, Muchos miembros del Departamento de Antropologia de la Uni- versidad de Columbia, tanto estudiantes como profesores, me han es. cuchado pacientemente mientras estaba escribiendo este estudio, y ional Sele ha acusado de ser un instrumento de domninaciGn colonial -y de l politica occidental en elites (N. del T), Prefcio an ofrecido valiosos comentarios. En particular, estoy en deuda BResipccen Fons Sie Faris Masgee Mest y Asin on der Aland as personas me han ayudado y aconsejado: Alexander Alland, a Barrau, Elizabeth Brown, Ralph Bulmer, Marshall Childs, Filan Clarke Paul Collis, Harcld Conklin, Gregory Dexter, Fred “Dunn, C. G. King, W. V. Macfarland, M. J. Meggit, George Mo- “ren, Ernest Nagel, Jane Olson, David Osborne, John Sabine, Mars- hall Sahlins, Harold Scheffler, John Street, Marjorie Whiting y Aram Yengoyan. A Collins le debo muchas de las nociones relativas a los sistemas funcionales implicitos o explicitos en este estudio. Barrau, Clarke, Street y Whiting se han mostrado particularmente generosos screens ayudy se wget toce 5 cules adecido, aun cuando no siempre los haya aceptado. Personalmen- Bi coda ix responsabilidad por lo deleoun que pure lighee 1 presente estudio, , OR ts gar exon escola wei ape formantes maring y narak. Roy A. RAPPAPORT Mayo de 1967 ‘Anr Arbor, Michigan Dando por descontado que el interés principal del lector no es de ca- ter lingtifstico, la ortografia empleada en este estudio no es foné- nica. Se trata mas bien de una «transcripcién amplia» del habla ma- y los signos que representan a cada sonido han sido elegidos por ser familiares al hablante espaiol que por a1 coincidencia Ja fonécica. Como se vers, la mayoria de las letras empleadas para ribir las palabras maring tienen valores correspondicntes en caste- con algunas excepciones y limitaciones: a castellana en «paso», casi una a abierta catalana en «lladre» en «ma», 1 e castellana en «peso», «es0» 0 «mesa». i castellana en «tiv o en «tilon, o generalmente breve y algo cerrada, como en castellano «Luto> © «caso», 4 castellana en euno», it alemana, u francesa, + oew francesa en «boeuf», 6 alemana. onsonantes: +b francesa, italiana, ingles} castellana en «ambos» 0 en «lim- bo» (no en «saber 0 en «acaba»). (En maring la b inicial conlleva una leve prenasélizaci6n: *B.) ch castellana, tch francesa, ch inglesa Roy A. Reppepor +d dura francesa, italiana, castellana en «anda» 0 en «candor» (pero no en «lado»), (Bn maring lad inicial conlleva una leve prenasalizacién; "D,) £ + feastellana en «fama». 8 +g castellana en stengo» o en «venga» (pero no en «hago» o en «legado»). (En maring Ia g inicial conleva una leve prenasalizaci6nt #6), aspirad, como en inglés chaver, como la jandaluza en «dejay J inglesa en «John», dj francesa, Ae inglesa, francesa, castellana (como en skilo») J castellana (nunca como { catalana), francesa, italiana. ‘m castellana en «mano». an castellana en «no». A castellana en cnifio» 0 «pifias, nng inglesa en «thing», ng castellana en «tango». (Bl teaductor preferiia utilizar el grupo ng, que responde de for- ima més inmediata a ls pronunciacién de ese sonido por parte de un espanol; el signo propuesto por el autor es el wilinado Ror los lingtistas en el alfabeto fonético internacional, es poco onocido por los no especialisas. En las transcripciones de ecte sentido, la del traductor aparecers entre corchetes.) P+ peastellana en «papar, ¥ + r espafiola, italiana, arabe; al comienzo de una palabra no se Pronuncia «doble» sino «sencilla», 5 +s castellana en «sano» 0 «sosas. Es un sonido pricticamente inexistente en maring, {+ tcastellana, italiana, portuguesa (no ¢ inglesa). ¥ +» francesa, italiana, inglesa, portuguesa, mallorquina, nunca castellana. Ww inglesa, w semiconsonantica castellana en shueso». ¥ + como y inglesa o francesa, como j alemana o italiana, casi como J castellana (no manchega) en «yon, «ya», chayan, ete. de: 2 catalana en «analitar», italiana en «mezzoo, de inglesa en «adze>, ts + italiana en «pazzo» o alemana en «Zeite; tz vasca en «baietz» © en «gatze, eas gers Aunque la zona ocupada por los maring no es muy extensa, se dan diferencias entre los grupos locales tanto en la promunciacion de cien, 08 fonemas como en cierto términos del vocabulario. La pronun- ota sobre le ertografia maring xt a on ser considera- ion y los términos incluidos en este estudio deben ser consi eel sor co ls conncresies pores gu on Be le a vide eee a eee ree lizados por la poblacién maring en su totalida Bec brcisns mocdea trabajo de campo entre los ma- Bing dominio de e lengua fr sulin como pars que pudise i mento etnogrifico; sobre todc en la Fede eemcscursci ee Genteeio susie aoe ish ". El uso del pidgin requeria la presencia de irtérpretes, pues ec bg fable ss legua Fen usilizados dos intérpretes alternativamente, y en las cuestiones en las que habia ambigiiedad o en las que se temia que hubiese un error o una mala interpretacion, Ja informacién obtenida con la ayuda de uno de los intérpretes era comprobada por medio del otro. joey mss comple que no posse cpl Ce eractursgrarstcal uy ficada, nacida del contacto (colonial) Bite Ja lengua nee ea re ai ea ee mero ‘bs mar de Melanesia). En el presente libro, el autor deberia utilizar, mis 4, RITUAL, ECOLOGIA Y SISTEMAS Son muchos los estudios funcionalistas del comportamiento religioso cuya finalidad analitica es la elucidacién de acontecimientos, proce- 505 0 relaciones que tienen lugar en el seno de un grupo social de cual- quier clase. Los trabajos de Chapple y Conn (1942, >. 507), Durk- heim (1912), Gluckman (1952), Malinowski (1948) y Radeliffe-Brown, (1952) pueden citarse como ejempl He bien el radio de accin de la d social no suele ser explic lo, parece ser que en algunos estudios se trata de lo que Durkheim lamaba una «Iglesia», es decir, «una sociedad cuyos miembros se ha- Ilan unidos por el hecho de pensar de la misma manera respecto de lo sagrado y respecto de sus relaciones con lo profano, y por el he- cho de traducir estas ideas comunes en précticas comunes». (Durk- hheim, 1961, p. 59.) Con frecuencia, sin embargo, es un grupo menor ¥y mas restringido el que proporciona el contexto en el que se estudia el papel del ritual con relacién a otros aspectos de la cultura. Tales ‘unidades, compuestas por agregados de individuos que consideran {que su bienestar colectivo depende de un cuerpo comin de actuacio- nes rituales, podrian ser denominadas «congregaciones». En gran ni- ‘mero de sociedades de pequetia escala el término congregacion coin- ‘ide con la expresién grupo local. Este es el caso, en el presente es- tudio, de los tsembaga, grupo de horticultores itinerantes que habi- tan en los montes Bismarck, en Nueva Guinea. Sin embargo, el presente estudio difiere de los mencionados an- teriormente en que se centra principalmente no en el papel que des- empeia el ritual en las relaciones existentes en el Seno de una con- gregacion, sino mas bien en cOmo afecta el ritual a las relaciones en- tge una congregacion y las entidades exteriores a ésta. Los rituales maring son acciones convencionalizadas destinadas a _ hacer que fuerzas no empiricas (sobrenaturales) inte-vengan en los asuntos humanos Si bien algunos autores han hecho sugerencias * Esta afirmacidn es meramentedescriptva. No pretende ser unt definiion del ri- tual maring,y mucho menos del ritual en general { Yok 4 Evin a i T | e Roy A. Rappaport acerca del posible papel del ritual en la adecuaci6n de los grupos s0- ciales a sus respectivos entornos , este problema no ha llamado la atencién de demasiados estudiantes de religidn o de ecologia huma- na, Algunos autores, interpretando lo que parccen ser précticas eco. nomicamente despilfarradoras, son de la opinién de que el ritual in- terfiera con frecuencia en una explotacién eficiente del medio am. | biente *. Otros autores han aceptado ticitamente que las relaciones empfricas de la congregacién con su entorno no se ven afectadas por | Jas actividades ritwales.| |Giertamente, una de las més importantes teorias funcionalistas de la religion se basa en el supuesto de la independencia empirica recfpro- a entre el ritual y el mundo exterior a la congregacién, Esta teoria afirma que, dado que los hombres son incapaces de controlar mu- hos de los acontecimientos y procesos de su entorno que son de crucial importancia para ellos, experimentan una sensaci6n de desam. paro. Este desamparo produce ansiedad, temor e inseguridad. La eje- cuci6n de los rituales suprime la ansiedad, disipa el temor y propor- ciona una sensacién de seguridad. Una cita de George Homans re- sume muy bien este razonamiento: Las acciones rituales no producen un resultado prietico en el mundo exte- flor: ésta es una de las razones por las que las llamamos rituaes, Pero esto fo significa que el ritual no tenga ninguna funcién, Su funcidn no esté rela. Sionada con el mundo exterior a la sociedad, sino con la constiucién interna de esa sociedad. Da confianza a sus miembros, disipa su ansiedad y diseipl- 1a su organizacion social [1941, p. 172) ‘No hay argumentos que oponer a las funciones psicolégicas 0 socio- logicas que Homans y otros han atribuido al ritual. Pero puede afir- Imarse que, en ciertos casos, ls acciones rituales producen realmente afte ls que han hecho tes sugerencis se encuentran Brown y Brookfield (195, 1963), Cook (1546, Firth (1929, 1950), Feeman (195), eikowies (195) Mo 1 (1987), Sot (1942) y Vayda, Leads y Sh (1961) El intern ears spt esa rial mis queen a abi, que puede decribine como una prohibsba con elds sebrenatual de un comportamiemo fbicamence poste: Debemos mesons con te, que ceo nimero de autores han sla dl posible papel de los bles ea onsracin de los recursion y que um recente arculo de ass (1965) he eda €l papel dessivo dl abi conta consumo de carne de vaca en Is slog has, detain) » Yeas, por emo, Lusbtak (1954 . 113) n lo qu se refi al dspilfaro ‘en una fiesta del cerdo de Nueva 1a. oe oy iy Rives, ccoogiay stomas 3 tun «resultado prictico en el mundo exteriars, En ciertos casos la (Merton, 1949, pp. 19 ss.) del ritual tsembaga, Los Propios tsembaga consideran que la finalidad de los rituales tiene que ver, mis bien, con las relaciones entre la poblacién y diversos espi- A Ritual cology sistemas ritus, en su mayorfa los de los antepasados muertos. Los rituale scudian on este abajo son consderados por lox embaga cape es de conservar-o-transformar sus relaciones con esos entes no_em- 1 [piricos. Seria posible elucidar las funciones reguladoras del ritual | tsembaga sin hacer referencia a las concepciones tsembaga, pero nos ‘eal ae oauidciaolconceucsenel de ua SSE OES t= | te del mecanismo que provoca su comportamiento. De ahi que en el | presente estudio incluyamos los puntos de vista natives sobre los ri- | tuales. Ademés, la inclusién de las concepciones nativss en una des- cripcién de relaciones eeoldgicas nos permite plantear algunas impor- tantes cuestiones sobre la ideologia. Podemos preguntarnos, por ejemplo, si las acciones emprendidas partiendo de inerpretaciones que no son empfricamente vilidas, pueden ser, no obstante, propia das a la situacién real en la que se encuentran los propios actores, | vase EL PUEBLO, SU LOCALIZACION Y SUS RELACIONES LINGUISTICAS Los tsembaga forman un grupo humano de unos 200 individuos de engua maring que habita en el Distrito de Madang, en el Territorio de Nueva Guinea, administrado por Australia. La denominacion ssembaga aplicada a este grupo de clans es reciente, pues fue utili. ada pot primera vez como tal por un oficial de una patrulla guber- hamental en 1960. Anteriormente, el término tsembaga se aplicaba tan sélo a uno de los clanes; el grupo en su conjunto carecia de de- nominacién. A partir de 1960, sin embargo, el uso del término tsem- baga para designar a todo el grupo local no sélo fue incluido cuida. dosamente en los registros y en los mapas, sino que fue adoptado por Ja misma poblacién. ‘ ae Los tsembaga ocupan un territorio con una superficie ligeramen« tesuperior alos 7 km, y se halla situado aproximadamente entre los 5° de latitud Sur y los 145° de longitud Este, en la ladera meridional del valle de Simbai, que separa, en esta regién, la cordillera de Bis- marck, al sur, y una cua de la cordillera de Schrader, al norte. El terreno es muy montaioso, y va ascendiendo, en el trozo correspon- dente al exiguo territorio tsembaga, de los 660 m. de altura en el rio, hasta los 2200 m. en lo mas alto de la cortllera de Bismarck, y en su mayor parte esti cubierto de densos bosques. En su mayoria, la superficie por encima de los 1 500 m. no ofrece sefiales de haber sido talada nunca, mientras que a alturas menores prevalece cl bosque se~ ‘cundario, si bien pueden encontrarse algunos pequefios restos de bos- que primario y unas pocas extensiones de pradera, El contacto de los tsembaga con los europeos no habia sido muy Brande en tiempos de nuestro trabajo de campo (octubre de 1962-di- ciembre de 1963). La primera patrulla del gobiemo australiano que Penetré en el drea s6lo cruz6 el territorio en 1954. Durante varios ‘thos no volvi6 a aparecer otra. El valle de Simbai fue pacificado en Ri Ul iia Los tembaga ° 1958, pero el gobierno no consideré el territorio oficialmente bajo. control hasta 1962. En 1959, el gobierno australiano nombré a-un li- Iuai (jefe) y 2 un tultul (ayudante del jefe); en 1961 fue nombrado otro tultul. Con todo, las prerrogativas de estos jefes gubernamenta- les, en 1963, estaban generalmente restringidas a las relaciones con el gobierno. Tanto los nombrados como el pueblo en general conside- aban que tales cargos eran en gran medida inoperantes en los asun- tos internos. En tiempos del trabajo de campo, sélo dos j6venes tsembaga ha- bian salido fuera del territorio maring en calidad de trabajadores con- tratados, y todavia no habian vuelto. Aunque la misién anglicana habia tenido puestos en el territorio de otros dos grupos del valle de Simbai durante varios afios, los tsembaga no-estaban evangelizados, Yy sus creencias y practicas religiosas no incluian, al parccer, el tos europeos. Ningiin tsembaga hablaba pidgin English, y solamente ‘unos cuantos de los mas jévenes habian visitado alguna vez. el puesto de la patrulla gubernamental, creado en 1959 en la cabecera del rio ‘Simbai, a unos 40 km. de distancia por sendero, hasta l momento de nuestra llegada, i t Sin embargo, como es natural, el contacto indirecto comenzé mu- cho antes. Los primeros utensilios de acero llegaron a manos de los tsembaga a finales de la década de 1940 y a comienzos de la de 1950 Jog instrumentos de piedra habjan sido sustituidos completamente. ‘También las epidemias, probablemente de origen europeo, penetra- ron en el territorio bastante antes de que Io hiciese1 los. blancos. Una epidemia de disenteria, conocida por el nombre en pidgin de sik man, acabé con la vida de gran némero de personss a principios de la década de 1940, y hay pruebas de una epidemia de sarampién varios afios después. ‘También el culto cargo legé hasta los tsembaga mucho antes que los blancos. A comienzos de la década de 1940 llegaron hasta ellos, desde el norte, noticias de inminentes inundaciones, te-remotos y re~ tornos de los antepasados, junto con relatos sobre tesoros extrafios «que podrian recibir. Aunque siguieron las instrucciones, construyen- " Despus de nucstra marcha delterriorio tsembaga en diciembre de 1963 se habl6 de slgunos choques de pequoiaentidad y de breve duracin que se habian producido centre los maring del valle de Simba ? Se sabe que 15 jovenes tembaga fueron contratados en 1964 para trabajar da- ante dos aos. De sick man que signifies senfermos, en inglés (N. del T) Rg Roy A. Rappaport Los tsembaga ee ae ear Eek, LEYENDA Hostales del gobierno Distas de atrsizaje Grupos lingisticos (versles) Qt) Poblaciones locals (vetsalta) 02 "Puesto de parula deTebiboe PT Borendlg LOCALIZACION DE LOS MARING Y SUS VECINOS kaa in kde a. el 2 Roy A. Rappaport do edificios especiales, entre otras cosas, los antepasados no volvie- ron cargados de regalos en medio de inundaciones y terremotos, y los desilusionados tsembaga han permanecido mis o menos imper- ‘meables desde entonces a toda platica sobre los cultos cargo. Resumiendo, si la legada de los europeos y de las mercancias eu~ ropeas ha producido cambios importantes, sobre todo a causa de la Introduccion de utensilios de acero y de la supresi6n de la guerra, el grado en que se ha visto afectada la adaptacin de los tsembaga a st entorno inmediato ha sido limitado. Los utensilios de acero y algu- nos cultivos ntievos, como el maiz y ciertas variedades de batata, han afectado sin duda a la produceién agricola, pero los tsembaga siguen basindose en la horticultura de subsistencia, y siguen disponiendo sus huertos segiin los patrones que prevalecfan cuando no habia ain maiz y cuando posefan tan sélo utensilios de piedra para trabajar. Los tsembaga forman uno de los veinte 0 mas grupos locales se- mejantes que componen el pueblo de lengua maring y que ocupan las tierras centrales de los valles de Simbai y Jimi. Fl tamafio de estos grupos oscila entre algo més de 100 individuos y 900; en total son aproximadamente 7 000 los individuos de lengua maring (o, como de forma ocasional y algo misteriosa se la llama en los mapas lingiisti- cos, de lengua yoadabe-watoare). Wurm (1964, p. 79) clasifica a los raring en la subfamilia jimi de la familia central de tronco de las Highlands de Nueva Guinea Oriental, que engloba a la mayorfa de las lenguas de la (micro) familia de las Highlands de Nueva Guinea Oriental. EI territorio maring es el mas septentrional de los habita- dos por los hablantes de lenguas de la familia central; las tierras al norte y al oeste de los maring estin habitadas por pueblos de habla karam y gants, cuyas lenguas estan s6lo lejanamente relacionadas con el wronco de las Highlands de Nueva Guinea Oriental ‘La familia central, que comprende al menos catorce lenguas con tun total de 286 000 hablantes (Wurm, 1964, p. 79), ocupa un amplio territorio en los distritos de las Highlands Orientales, Occidentales y Meridionales. Esta distribucién geografica sugiere que los antepa- sados de los tsembaga y de otros maring penetraron en el territorio que habitan hoy desde el sur. La existencia de extensas porciones de bosque virgen no ocupado al norte y al este de los grupos maring ras orientales apoya este punto de vista. Ademés, la tradici6n tsem- baga sina el origen de cuatro de sus cinco clanes constituyentes en el valle de Jimi, tres 0 cuatro generaciones atrés a partir de los indi- viduos de mediana edad en 1962 y 1963. La tradici6n tsembaga no Los wembaga Db merece demasiada confianza desde un punto de vista historico. Pero su llegada reciente al territorio que ocupan actualmente es sugerida también por una prueba negativa: la carencia de todo signo claro de que el medio ambiente se haya degradado, y por otra positiva: el gran tamafio de los érboles que forman el bosque secundaric donde se han abierto los huertos, y los datos de muchos viejos informantes, los cus- les afirman que en los niveles inferiores existian extensas porciones de bosque primario hasta unos cuarenta © cincuenta sos antes del trabajo de campo. Los detalles relativos a los métodos de subsistencia de los tsem= baga serdn tratados en el pr6ximo capitulo, y en capitalos sucesivos se hablar de la relaciGn del ritual con las practicas de subsistencia y otros aspectos de la adaptacion de los tsembaga. Sin embargo, podria ser itil mencionar aqui que los tsembaga y otros mar.ng son horti- cultores de barbecho o agricultores itinerantes, que sitéan sus huer= tas en el bosque secundario, Sus productos feculentos comprenden taro, flame, batata, mandioca y plitanos, pero disponen también de gran niimero de otros cultivos, entre los que se cuenta la cafia de azii- Car, numerosas verduras y el fruto del Pandanus conoideus (pidgin English: marita). También es importante la cria de cerdos) La caza, la captura con trampas y la recoleccién desempefian también su pa ppel en Ja subsistencia de los tsembaga; el cerdo salvaje. el casuario y los péjaros componen las presas mis importantes en la caza, y los marsupiales son los animales que con mayor frecuenda caen en las ‘trampas. Los productos de la recoleccién incluyen no s6lo algunos alimentos vegetales, en particular helechos comestibles, sino también ‘madera, fibras animales y vegetales utilizadas para vestidos, enreda- deras utilizadas como cuerdas, y hojas, frutos y tierras usados como tintes. La tecnologia de los tsembaga es simple. En los huertos sélo se utiliza el palo cavador, el hacha de acero y el machete, El arco y las flechas se emplean para la caza, y junto a las lanzas, las hachas y los escudos de madera, forman parte de la tecnologia bélics. Las trampas incluyen cepos, entramados y hoyos. Como recipientes se usan ca- labazas y tubos de bambi; los tubos de bambi sirven también oca- sionalmente para cocinar. Aparte de éstos no hay otros: a mayor par- te de los alimentos se preparan cocinindolos directamente sobre el fuego o en hornos de tierra. Los sacos de red, taparrabos, gorros y delantales de cuerda se tejen con diversas fibras; las fas, os cintu~ rones y brazaletes, de tejido muy complejo, se confeecionan con ta- 14 Roy A. Rappaport llos de orquideas, y algunas prendas se elaboran con corteza. Antes del establecimiento de los puestos de patrulla de los valles de Jimi y Simbai, en 1956 y 1959 respectivamente, los tsembaga manufactura~ ban sal hirviendo agua procedente de manantiales de agua mineral Gran parte de su produccién de sal se comerciaba en otros tiempos, en el sur, mis alli de las montafias, a cambio de hojas de hacha de piedra; la piedra se extraia, se trabajaba y se pulimentaba en el valle de Jimi./ (Los hombres y las mujeres viven en casas separadas. En 1962 y 1963, las casas de los hombres, que cobijaban a los varones mayores de siete u ocho anos, tenfan entre dos y catorce ocupantes. Toda mu- jer casada o viuda reside en una casa Separada, junto a sus hijas sol- teras, hijos pequeiios y cerdos.| a preparacién de la comida tiene lu- gar, la mayor parte de las veces, en las casas de las mujeres. Aunque Ia disposicion interior de las casas de los hombres es algo diferente de la de las mujeres, su tamaio y constraccién es similar.) El arma- z6n de unas y otras esta construido con madera ligera, y los techos y las paredes estén barbados con hojas de pandanus. Las dimensio- nes de las casas de los hombres oscilan entre 2m. de ancho por 6 m. de largo y 3 m. de ancho por 10 m. de largo, y Ia altura del eaballete del tejado entre 1,5 y 2m. Las casas de las mujeres tienen una lon- gitud y una anchura andlogas a las de los hombres, pero por término medio son mas bajas. En todo caso, una parte del interior de las ca- sas de las mujeres esta destinada a dar cobijo a los cerdos, cada uno de los cuales se acomoda en una cochiquera separada con entrada pro- pia desde el exterior. DEMOGRAFIA Y ASPECTO FISICO ‘Tanto los métodos de subsistencia como las necesidades tras de los tsembaga serin tratados en el proximo capitulo, donde intentare- mos calcular el mémero méximo de personas que pueden proseguir sus actividades de subsistencia en el territorio tsembaga. Entre las ea~ racteristicas biolégicas de la poblaci6n tsembaga relacionadas con és- tas u otras estimaciones que haremos posteriormente se hallan: 1) el numero total de individuos que forman la poblacién; 2) la composi- cién de la poblacién por edades y sexos, y 3) las medidas medias del cuerpo de los individuos. La informacién referente a la demografia y Los tembaga 15 ala ontogenia tsembaga s6lo puede ser perfilada aqui. Los anilisis de los factores subyacentes seran publicados en otros lugares por otros investigadores. Densidad de poblacién Entre octubre de 1962 y diciembre de 1963, la poblaciéa local del te- rritorio tsembaga pasé de 196 a 204 personas (a cifta mas alta sera Ja que utilicemos en calculos posteriorcs). Hay claras pruebas de que la poblacién era notablemente més nu- merosa antes de la época del trabajo de campo. Entre otras cosas, unos veinicinco tsembaga vivian, en cuanto a la residencia, en situa cin de sororilocalidad, de uxorilocalidad, o de matrilocalidad con ‘otros grupos locales en 1963. Estas personas, o sus padres, habian vi- vido en territorio tsembaga hasta que la derrota militar de 1953 obli- 6 a los tsembaga a huir. La mayoria de los tscmbags habian vuelto 4 su territorio en 1963, pero esos veinticinco mencionados segufan fuera de él. Ademés los informantes coinciden en afirmar que tiempo aris habja muchos més habitantes, y las genealogias asi lo confir- ‘man. Ellos atribuyen a las enfermedades una gran patte de la dismi- nucién de la poblacién, aunque admiten que muchos murieron tam- bién en combate, Los primeros afios del contacto son especialmente peligrosos para grupos humanos como el de los tsembaga, pues se ha- Ilan expuestos a nuevas causas de mortalidad, sobre todo enfermeda- des, antes de que las viejas, y en particular la guerra, sean suprimidas, Teniendo en cuenta el nimero de tsembaga que hoy residen en otros lugares, y considerando la unanimidad entre los informantes y Ja confirmacién proporcionada por las genealogias, es probable que en las décadas de 1920 y 1930 hubiera una poblaciér de 250 a 300 personas. Estructura de le poblaciin La composicién de la poblacién tsembaga por edades y sexos puede ‘encontrarse en el cuadro 1. Algunas de las caracteristicas dela estruc- tura de la poblacién tsembaga, y en particular el desequilibrio entre vvarones y mujeres en las categorias mas j6venes y el cambio en la pro- 16 Roy A. Rappaport CUADRO 1. Estructura de La poblacién tsembaga, noviembre de 1963 (total 204) edad estimada vyarones 114 Oc? mujeres 90 Cael Met etie=l 7, peel len 2) eral | oon, porcién de varones y mujeres a la edad de veinticinco aitos, requie- fen un comentario. Los tsembaga, que admiten alegremente que matan a uno de los gemelos, o a los dos, niegan undnimemente la préctica del infantici- dio femenino. Ellos mismos subrayan la importancia econémica de Jas mujeres, ¢ insintan que matar a las nifias seria estdpido. La in- version de la proporcién usual en la categoria estimada de cinco a diez anos de edad parece confirmar la sinceridad de sus protestas. 'No es posible llegar a una explicacin en este momento. Los da- tos son insuficientes para poder decir con alguna cerseza si la dispa~ ridad es resultado de las frecuencias diferenciales en los nacimientos Los embage 7 de varones y mujeres, 0 de las diferencias en la tasa de supervivencia de varones y mujeres, o de ambas. Los datos son suficientes para in- dicar, con todo, que el déficit de mujeres, aun cuando se presenta de forma especialmente notable entre los tsembaga, no es exclusivo de ellos. A. P. Vayda elaboré un censo cuyas cifras indican un total de 3722 varones y 3 420 mujeres maring, y una tinica poblacién local en la que las mujeres superan numéricamence a los varones. Tampo- co ésta es una diferencia exclusiva de los maring. Un exceso de va~ rones existe también entre la poblacién del Distrito de Tor, en'Irian Occidental. Como sucede entre los tsembaga, el desequilibrio entre Jos sexos es mas notable en las categorias mas jévenes, y Oosterwal (1961, pp. 37 s.) lo atribuye a la mayor frecuencia ée nacimientos masculinos. Hay que destacar que el desequilibrio de sexos existe pese al he- ‘cho de que, por lo menos, entre los tsembaga los varones sufrian ma- yyores pérdidas en las guerras que las mujeres. El eambio en la pro- porcién varones-mujeres entre los tsembaga a la edad estimada de veinticinco afios es efecto, como puede verse con bastante claridad, de las diferencias en las tasas de bajas. Medidas corporales Los tsembaga son de estatura muy baja. La estatura media de cua- renta y nueve mujeres adultas era de 1,37 m. oscilando entre 1,31 y 1,47 m. Su peso medio era de 38 kg. con una oscilacién entre 34 y 45 kg. El peso medio de cincuenta y nueve varones adultos era 46 kg. Sus pesos variaban entre 39 y 63 kg, Debido a que muchos jévenes de sexo masculino llevan peinados macizos, endurecidos con grasa extraida del fruto de la Marita pan- danus, s6lo pude hacer conjeturas sobre la localizacién del vértice del craneo. Por eso la estatura media registrada para los adultos, 1,47 m.y debe ser considerada como aproximada. Sin embargo, los extremos, 1,35 y 1,58m., estén representados por hombres con el cabello cor- . Hasta qué punto la estacura de los tsembaga es expresién de una constitucién genética y hasta qué punto es funcién de una deficiencia alimenticia, de una infestacién parasitaria y de otros fectores patol6- gicos, es algo que deberd ser determinado por investigasiones futuras. — As Rays Soper DISPERSION DE LA POBLACION ¥ ORGANIZACION SOCIAL. ‘unque existe una cantidad de un recurso necesario como ¢s la tiersa Gl iiciete pot iveniealas booed occ Jos tsembaga dentro de los limites de su territorio, ello no indica ne- cesariamente que cada tsembaga tenga suficiente para subvenir a sus necesidades. Numerosas sociedades se caracterizan por las diferencias cen el acceso a los recursos entre individuos o entre grupos. En algu- nas sociedades, esto va unido a la estratificacién social, En otras, puc~ de ser resultado de diferencias en el sino demogrifico de los grupos de descendencia poseedores de tierras. De ahi que sea necesario des- cribir el mecanismo social por el cual los tsembaga se dispersan por el territorio en sus actividades de subsistencia. (Los tsembaga forman una unidad territorial siniea por lo que res- pecta a la defensa, y todos los tsembaga pueden cazar, colocar tram~ pas y recolectar cualquier parte del territorio. Estos derechos sobre Tos recursos slvestes son exclusvos Es decir, lox miembros de otros pos locales no gozan de derechos sobre los recursos silvestres que ErPuentran en tertorio tsembaga , ala inverss, los tsembaga ca recen de tales derechos en los territorios de los demas grupos, ‘Aunque la totalidad del rerritorio-esta abierta a las actividades de caza y recoleccién de todos los tsembaga, se halla dividido en «sub- territorios», zonas més reducidas reivindicadas por grupos menor [La pertenencia a estos grupos menores es particularmente importan- te por lo que respecta a los derechos sobre las tierras horticolas. Los tsembaga estén organizados en cinco clanes supuestamente patrilineales (bai: raiz 0 yx kai: raiz. de hombres): merkai, tomegaiy tsembaga, kwibigai, y kamuggagai (kamunggagai], cuyos miembros oscilaban en 1963 entre las quince y' las setenta y ocho personas, in- cluyendo a las mujeres casadas con miembros de los grupos. Los cla- hes son las unidades mis amplias que se remiten a un antepasado comin, pero la existencia real de este antepasado slo puede ser demostrada ten el caso del exiguo clan kwibigai (veintiuna personas), cuyos miem- bros descienden en su totalidad de un inmigrante que llego a tierras tsembaga a finales del siglo x1x. Los dos clanes menores, tomegai (quince personas) y kwibigai, no estan segmentados, pero los tres mayores, kamupgagai [kamung- gagai], tsembaga y merkai, se hallan divididos cada uno, en tres seg- ‘mentos menores, 0 subclanes, llamados también kai o yu kat, cuyos miembros oscilan entre las siete y las treinta y siete personas. Los ql § Los teembaga 2 hombres de los subclanes reivindican la descendencia de un antepa- sado menos remoto que el antepasado comiin del clan, pero la des- cendencia no puede ser demostrada en todos los casos. Los subcla- nes poseen también su propio nombre, y en el caso de los tres clanes segmentados, los subclanes llevaban los mismos nombres: wendekai, amangai, y atigai (wend, el mas viejo; amang, el mediano; at, el mis joven), Idealmente, es el clan el que puede reivindicar un subterritorio, puesto que los tsembaga, como los demas maring, asocian el territo- tio con la agrupacién. Pero a pesar de que se dividen en cinco clanes, Ja divisin subterritorial del territorio tsembaga es sol tripartita. La mayor parte del territorio esta dividida en tres franjas adyacentes que van de las cumbres de las cordilleras al rfo Simbai; los kamungagai [kamunggagai] reclaman la franja occidental, los merkai la oriental y los tsembaga, kwibigai y tomegai reclaman conjuntariente el subte- rritorio central Aungue las reglas matrimoniales estipulan la exogzmia de clan, la ‘exogamia, de hecho, parece estar correlacionada de manera mas es- tticta con la divisi6n subterritorial. Los elanes wsembaga, tomegai y wibigai, que comparten un subterritorio comiin, son antigamos en- | tre si, y en el pasado se contraian matrimonios entre miembros de- subelanes separados en el seno del clan merkai, Creo que tales ma» trimonios interclinicos comenzaron a producirse en conjuncién con tun proceso de fisién clénica y quiz de separacion subterritorial, pro- ‘e¢50 que posteriormente se invirtié (como veremos mis adelante) Si bien los tres grupos subterritoriales parecen ser exdgamos, los ‘tsembaga en conjunto no lo son. De hecho, existe una preferencia ex- plicita y estadisticamente comprobable por los matrimonios con mu jeres de origen préximo. De las cincuenta mujeres casadas y viudas residentes en el territorio tsembaga en 1963, el 44 % era de origen tsembaga, y un 22 % provenia de los tuguma, que hebitaban inme- diatamente al este. Bl restante 34 % provenia de otros nueve grupos locales, que en la mayoria de los casos ocupaban tertitorios al otro Jado del rio o de las montafas, La subterritorialidad se expresa ritualmente. Ea ciertas ocasiones las reclamaciones sobre subterritorios quedan ratficadas plantando cen ellos pequefios érboles 0 arbustos llamados «yx min rumbims (yx i sespiritus» de los hombres; rumbim: Cordyline fruticosa (L.), A. Chev.; Cordyline terminalis, Kunth; pidgin English: tanker). ‘Todo miembro varén adulto del grupo subterritorial participa cn ste aa to nan epee ritual agarrando el rumbin en el momento de ser plantado, simboli- ando 25i tanto su conexién con la tierra como su pertenencia al g po que reclama la tierra Tos rituales que rodean al rumbim proporcionan un criterio adi- ional para distinguir alos tsembaga de los grupos adyacentes, pues el hecho de plantar y luego el de atrancar el rumbim llevado a cabo por los tres grupos subterritoriales tsembaga, y tinicamente por estos tres grupos, estan sincronizados y suclen tener lugar el mismo dia. ‘Ademis, todos los tsembaga se rednen para los rituales posteriores. Precisamente sobre la base de la coordinaci6n de algunos de estos ri- tuales y de su participacion conjunta y exclusiva en otros, podemos distinguir a los tsembaga, como congregaciGn unitaria, de los demas. ‘Los subterritorios estan divididos en zonas menores, reivindica-~ das por unidades més exiguas presuntamente patrilineales, tanto de lanes como de subclanes. Cada uno de tales grupos posee cierto mi- ‘mero de parcelas no contiguas esparcidas a través de todas las aleuras ‘del subterritorio. En Jas zonas cultivables estas parcelas son subdivi- didas ulteriormente en huertos, generalmente inferiores a media hec- tarea, de utilizacién individual. (Los hombres poseen derechos en todo el terreno dedicado a huertos del grupo subterritorial en virtud de su pertenencia al clan.o al subclan. Aunque tn individuo pueda reclamar el derecho a una de- terminada porcién de terreno para huerto, tanto a través de su he- rencia patrilineal como por haber desbrozado un trozo de bosque vir- gen, las injusticias suelen_ser reparadas rapidamente. Si un hombre. ispone de poco terreno heredado, puede, simplemente, pedir terra aun miembro mejor dotado de su propio subclin, y de este modo se realizan siempre, segiin parece, las transferencias a perpetuidad. ‘Un derecho individual a un terreno para huerto no es otra cosa, pues, que una mayordomfa para su subclan. Analogamente, el derecho de tin subelin sobre una porciéa de terreno puede ser considerado como una mayordomia para todo el clan. Si un subclin esta escaso de tie- 11a, no sélo los miembros del subclin pueden pedir y obtener con- cesiones de tierras de los miembros de los subclanes mejor dotados, sino que ademas puede haber concesiones de parcelas enteras por par~ te de otros subclanes,) En el caso de Ia agrupaci6n subterritorial de los tres clanes, la re- paracién de las injusticias en lo referente a la posesién de tierras tam- bién suele ser répida entre los miembros de los tres diferentes clanes. Es decir, en cuanto al acceso a la tierra, los tres clanes se relacionan Los twembaga zn entre si.como lo hacen los subclanes de un clan individual. Estos tres canes, que'en el presente son antigamos entre si, estin o ereen estar relacionados a través de las mujeres de generaciones ascendentes. cuando era posible casarse entre si.o.creen que lo era. Es decir, los miembros de los tres diferentes clanes se considerar: entre si como cognados, aun cuando con frecuencia no puedan determinarse las co- Hiexiones reales. Puede estimarse que aunque esta estructura multi- clinica contintia siendo de ire una agrupacién de tres conjuntos de descendencia agnaticia, ya que el principio de filiacién es la conexién patrilineal con uno de los tres clanes constitutivos, podria ser consi- derado, de facto, como un grupo de descendencia cognaticio. corpo~ tativa, ya que su doble afliacién le proporciona derechos sobre el te- rritorio comiin. Por ello me referiré a él como «agruipacién.cognati- iar. Aunque en lengua maring no hay ningan término para designar Ta clase de estructura que yo llamaria «agrupaciones cogoaticias», se podria sefialar que la existencia de agrupaciones cognaticias particu- lares, como unidades diferentes, se reconoce de forma nominal. Asi, | == Ja agrupacion que engloba a los clanes kwibigai, tomegai y tsembaga, ‘ se conoce corfio «tsembaga-tomegai>. Con todo, independientemente de que los derechos sobre la tie- rra se basen en la agnacién o en la cognaci6n, las diferencias serias que surgen a causa de la disponibilidad de la tierra en cl seno de los tres grupos subterrtoriales, son corregidas tan pron:o como se ha- cen patentes. Puede decirse que la facilidad de transferencia que mues-~ tra el sistema de posesién de la tierra de los tsembaga es paricular- mente ventajosa en sociedades organizadas en grupos sequefios, dado que los grupos pequeios son sumamente vulncrables a las fluctua ciones demogréficas repentinas y drasticas, independientes de las ex- perimentadas por sus vecinos. Las transferencias no sélo evitan las de- sigualdades sociales y evonémicas, sino que permiten proteger al en torno de la superexplotacidn en ciertas zohas, mientras que otras per- manecen subexplotadas, Pero los grupos subterritoriales son también pequeiios y por ello ‘estén sometidos en gran medida a flucksaonck devopiecat tales pendientes. Sin embargo, las concesiones de tierras de los miembros de un grupo subterritorial son frecuentes. En una muestra de 381 huertos Ilevada a cabo en 1961, 1962 y 1963, el horticultor trabajaba la tierra de un grupo subterritorial del que no era miembro en 94 ca- sos, es decir, en el 24,7 % de los casos. Asi pues, el uso de la tierra para la horticultura no es exclusivo del grupo agnaticio 0 cognaticio aa |, individuo establece huertos en tierras sobre las que Roy A. Rappaport {que reclama la tierra, Para decirlo de otra manera, con frecuencia un. su grupo. agnati- _-~ cio 0 cognaticio no tiene derechos. Aunque los tsembaga reconocen {que los derechos sobre tres zonas diferentes corresponden a tres grt pos distintos, los huertos tsembaga estén muy entremezclados. Quiz convendria aclarar que el modelo de residencia es en gran’ medida independiente del uso de la tierra. Las distancias no son gran des, y un individuo puede conservar —y por lo general es lo que hhace— la residencia patrilocal mientras cultiva huertos abiertos en te- rrenos recibidos de otros grupos subterritoriales tsembaga. El mode-~ ,, lo de residencia real puede lamarse «pendular». En un determinado momento del ciclo ritual se da un alto grado de nucleacidn, cuando todas o casi todas las casas estén situadas en las proximidades de un terreno de danza. Con todo, los métodos de subsistencia de los tsem~ bags nucleacidn, y la mayoria de las veces los pequetios grupos de casas y los caserios dispersos, son la regla, Debido al facil acceso de todos los varones a las tierras horticolas de todo el territorio, es razonable inferir que las cifras de densidad de poblacién, que estudiaremos en el proximo capitulo, reflejan una situacién que se da en todo el territorio tsembaga, y no la media de Jo que podia ser una serie de densidades muy diferentes en zonas ferentes. En otras palabras, con el fin de estimar la intensidad de la explotacién, damos por sentada una distribucién uniforme de los ssembaga sobre la tierra disponible. EI hecho de que todos los tsembaga, ¥ s6lo los tsembaga, gocen de una comin y casi exclusiva posibilidad de acceso a los recursos de un territorio defendido conjuntamente tiene consccuencias te6ri- __ cas y metodolégicas ulteriores.) Los tsembaga, separados de los gr pos vecinos, constituyen una unidad en una serie d 1ereambios ma- teriales con las poblaciones de otras especies que habitan también su territorio. Los tsembaga forman una poblacidn en el gentido ecolé- ggico del término, por lo que me referiré a ellos y a unidades similares ‘como «poblaciones locales» ° Sin embargo, existen diferencias en la naturaleza y las pautas de ‘transferencia de tierras entre los miembros de las unidades constitu- tivas del mismo grupo subterritorial, por un lado, y entre los mi > Mi terminologa es algo diferente de la empleads por Vayda y Cook (1964). Mi poblacin loa loc population) corresponde a su agrupacion de elanes (ela caster. ‘en especial los relativas a la erfa de cerdos, se oponen a | Los tembapa Fy bros de grupos subterritoriales separados, por otro. Zn contraposi- ci6n a las transferencias entre miembros de unidades constitutivas se- paradas del mismo grupo subterritorial, que en 28 casos, es decir en €1 85% de los casos, segiin In muestra, eran cesiones a perpetuidad, s6lo el 35 % de las transferencias entre miembros de grupos subte- ee Perpeidad, El esta eran casio nes usufructuarias, que en su mayoria sido efectuadas por Hombres a eognados o agnados de sus exposes, De las 33 cesiones 4 perpetuidad efectuadas por miembros de un grupo subterritorial a miembros de otro, 26, es decir, el 79 %, lo fueron por hombres a ma~ ridos de agnados del sexo femenino. Tales ocasiones ée afinidad tie- nen lugar en un primer momento cuando se hace evidente que un ma- trimonio va a ser duradero, pero en la mayoria de los casos las ce- siones adicionales se llevan a cabo a lo largo de las vidas de los prin- cipales. Estas cesiones, que confieren derechos iénicamente sobre Ii {ares especificados expresamente y no sobre toda la propiedad del ce- sionista, no exigen que el cesionario acepte la residencia uxorilocal, lo que raramente hace. En la mayoria de los casos, los terrenos reci- bidos de los agnados de la esposa sélo completan las tierras a las que un hombre tiene derecho en virtud de la patrifilacién, tierras con las que éste sigue contando habitualmente en mayor medida. Con todo, necesite 0 no las ticrras recibidas a través de cesiones de afinidad, es probable que las utilice, pues se halla sometido a la presion de su es- posa y de sus afines para que sea asi. Es muy probable que a su es- pposa le guste plantar alguno de sus huertos en el terreno de sus ag- nados, con el fin de poder visitarlos frecuentemente. Por otro lado, los agnados de una mujer animan a su marido para que acepte estas tierras por razones menos sentimentales. Desde su purto de vista, en realidad, la cesin de afinidad proporciona un medio para conservat el acceso a una porcién del trabajo de los agnados femeninos después del matrimonio de éstos. Los terrenos transferidos al marido de la muir suelen ser adyacentes a los cultivados por los agnados de ella; de este modo una mujer puede ayudar, sin grandes molestias, a un hermano soltero oa un padre viudo con su hue, o que hace con A la luz de las consideraciones derivadas del cultivo de Ia tierra recibida de los agnados de las esposas, no es de extraiiar que tales te- rrenos, aunque supuestamente transferidos a perpetuidad, suelan re- vertir a los cesionistas al cabo de una generacién. Las presiones que empujar a un hombre a cultivar la tierra recibida del grupo natal de ll a Roy A. Reppaport ‘su exposa, no existen en el cago de su relaci6n con el grupo natal de su madre. Si, atin asf, las tierras recibidas por su padre a través de transferencias de afinidad son aptas para la residencia de un hombre, cs probable que éste continde wtilizindolas. De ahi que las transfe- rencias de afinidad entre grupos subterritoriales adyacentes se pro- longuen probablemente durante varias generaciones. El resultado es {que los terrenos para huertos reivindicados por los miembros de gru- pos subterritoriales adyacentes acaben estando entremezclados. Este fentremezclamiento esta muy avanzado ya entre los tsembaga, y en particular entre la agrupacion cognaticia, que ocupa la parte central del subterritorio, y entre el clan kamugagai [kamunggagai), que ocu- pala zona occidental del subterritorio. En realidad, segtin parece, los dos territorios se van fusionando paulatinamente. La genre dice que la tierra de ambos grupos es o va a ser una sola, y numerosos jévenes afirman ignorar la localizacién de Ia frontera entre ellos. Los viejos estin de acuerdo en la localizacion de la frontera, pero invariable- mente afirman que ésta ya no tiene la misma significacién que tenia antafo. [Hay que sefialar que Ia existencia de estrechas relaciones entre el clan kamungagai [kamunggagai] y.la agrupacién cognaticia tsemba~ ga-tomegai en reconocida nominalmente: ambos grupos subterrité- ales suelen ser denominados conjuntamente «kamupgagai [kamung- ¢gagail-tsembaga». Si bien no hay un término correspondiente en len= {gua maring, yo designaria como ! saa Wa, % Roy A. Rappaport tincién entre cognados y agnados al cabo de dos generaciones. La co- hierencia ideoldgica exige una transformacion de este tipo, pues des- de una perspectiva tsembaga la territorialidad se asocia idealmente a la agnacidn. Podria esperarse, a priori, que cuando el conocitiento de las conexiones reales se desvanezca, se supondrén conexiones ag- jas entrc las unidades (clanes) constitutivas de la agrupacidn (cog- ‘Sin embargo, esta expectativa no se ve corroborada por la agcupacion cognaticia que hallamos entre los tsembaga. La conexién matrimonial entre los clanes kwibigai y tsembaga es reciente y, por 650, se la recuerda muy bien. Sin embargo, en el caso del clan tsem- baga y de los tomegai, que han compartido el subterritorio durante largo tiempo, las conexiones matrimoniales especificas ya no se re- cuerdan, pero ambos clanes conservan_ sus idénticas.agnaticias.se- paradas. Hasta ahora he hablado solamente de la amalgamacién de las tie- que conduce.a la fusién de los grupos. Este proceso, a veces, se inyierte, como ilustra la tradiciOn del més oriental de los tres grupos subterritoriales, el de los merkai. En tiempos de mi trabajo de cam- po, este grupo estaba formado por un tinico clan exdgamo, pero en el pasado, antes de que éste y los otros cuatro clanes se uniesen y con- iesen en la poblacién local de los tsembaga, algunos miembros de ‘uno de los tres subclanes merkai comenzaron a casarse con miem- bros de los otros dos. Los informantes dicen que cuando el clan te- nia una poblacién mucho més numerosa y ocupaba un territorio menor que él ocupa hoy en dia, uno de los subclanes traslad6 su re~ sidencia y comenz6 a concentrat sus actividades horticolas en las cer- canias de su nuevo asentamiento. Con el tiempo, sus tierra se sepa- raron, comenzando los matrimonios con los otros dos subelanes, aun- que se seguia reconociendo un antepasado comiin. | EI proceso de fision se invirtié mis tarde, segin parece, y podria pensarse que esta inversiGn estuvo relacionada con una reduccién de la presién demografica. Una vez que hubieron comenzado los ma- trimonios intraclinicos, los merkai obtuvieron mas tierras y al mis- ‘mo tiempo experimentaron una reduecién numérica como resultado de enfermedades, guerras y emigraciones. De todos modos, en 1963 las tierras de los subclanes merkai se habian entremezclado de nue- vo. Con todo, a comienzos de la década de 1950, mucho después de que se hubiese mitigado la presién demogrifica que los merkai ha- bian padecido, ravo lugar un matrimonio intraclinico. Los informan- tes dicen que el matrimonio en euestién caus6 considerable conster- Tome Les tembega 2 navi6n y que no se produjeron nuevos matrimonios intraclinieos pos- teriormente, La afirmacién refleja, al menos, una probabilidad demo- grifica, pues el subclan atigai, que en el pasado se habia relacionado matrimonialmente con los otros dos, se ha reducido a siete personas. Volviendo al proceso de fisién, las causas que pudieron llevar al traslado de las residencias de los merkai atigai han sido olvidadas por los tsembaga, y me abstendré de especular sobre los mecanismos través de los cuales pudo efectuarse la separacion de verras, si es que ésta se produjo. Lo que si es cierto es que hubo matrimonios entre Jos que hoy son subclanes de un tinico clan, y que er otros tiempos tuna poblacién més densa ocupaba un area menos extensa ‘Aunquc es imposible tener plena certeza, hay pocerosas razones para pensar que los merkai se hallaban proximos ah capacidad de sustentacidn de su tierra —o incluso estaban a punto de sobrepasar- Ja— al menos durante una parte del periodo en que tuvieron lugar matrimonios intergrupales entre lo que hoy son subclanes (véanse pp. 125 ss.) Si bien los datos basados en mis propias observaciones © en has obscrvaciones de informantes atin vivos son muy escasos, reo que las afirmaciones de los informantes, que relacionan, al me- nos transitoriamente, la transformacion de unos subclanes ex6gamos en clanes interconectados por matrimonio con la presién demogral ca deberian ser consideradas como reflejo de una posibilidad sistémi- ca, sino de un hecho hist6rico. Tal creencia se ve reforzada por la observation de Meggitt de un proceso semejante entre los enga, que habitan las Highlands Occidentales (1965, p. 16). Con relacién a esto, hay. que seftalar que si bien la prictica de la transferencia de tierras entre los miembros de diferentes subclanes delmismo clan y entre los miembros de diferentes clanes de los gru- riales puede dispersar a la poblacion de manera unifor me por la tierra disponible, ello no palia Ia escasez general de tierras. (Cuaiido se Mega a la densidad critica, 0 cuando se la supera, es posi- ble que las unidades que reclaman las tierras desaprucben a todos los niveles el cultivo de sus tierras por parte de los miembros de unida- des coordinadas. Asi pues, podria esperarse, como ha propuesto Meg gitt (1965, pp. 260 ss.), una acentuacién creciente de. principio pri- ‘mario de fillacién, en este caso el principio de filiacién agnaticio, ‘como base para las reclamaciones de tierras. Los matrimonios intra- clinicos, acompafiados por transferencias de tierras de los afines, po- ddrian formar parte de la estrategia asociada. Tales mat-imonios trans- forman los clanes agnados en afines (se utilizan términos de referen- r 2) Roy A, Rappaport cia y de parentesco de caricter afin mas que agnaticio), y las trans- ferencias de tierras entre afines pueden llegar a sustituir los derechos residuales de los receptores como agnados en los terrenos del sub- clin de los donantes, por los derechos més limitados de los afines en terrenos especificos para huertos, mientras que dejan intactos o en si- tuacién ambigua los derechos agnaticios del donante sobre las tierras del receptor. Dado que esta interpretacién post boc no se me ocurrié hasta después de que hube abandonado el lugar de mi trabajo de cam- po, me faltan datos suficientes para apoyarla o refutarla Con referencia a la organizacién social de Nueva Guinea, Vayda ¥y Cook han sugerido que «es mas satisfactorio, probablemente [...] centrarse [...] en los procesos que imaginar complejas tipologias so- ciales aplicables a todas las variaciones estructurales halladas en un solo plano temporal» (1964, p. 802). Podria decirse que la estructura | formal de la poblacion local tsembaga es, en too momento, un pro- ducto mas o menos efimero de los procesos continuados de dispes- \ sign de la poblacién por Jas tierras disponibles, y que en este campo el analisis lleva a un andlisis mas general de la relaciGn existente entre presion demografica y agnacién en Oceanfa, anilisis que ha sido rea- lizado a lo largo de la tlkima década (cf. Brookfield y Brown, 1963, pp. 170ss.; Goodenough, 1955, pp. 80.ss.; Meggitt, 1965, pp. 2605s.) Los datos sobre los tsembaga podrian sugerir que cuando la densidad de la poblacion es baja y las distancias que separan alos geu- pos veeinos son considerables, existe una escasa mezcla permanente de tierras para huertos, lo que se debe s6lo a que la tierra adquirida en virtud de la pertenencia a un grupo agnaticio es adecuada para la : residencia de un individuo, mientras que otras tierras no Jo son. Con densidades moderadas o moderadamente altas y con distancias redu- cidas entre los grupos vecinos, condiciones que suelen darse entre los ‘tsembaga, la mezcla aumenta, dado que las tierras convenientemente situadas pueden obtenerse a través de conexiones afines y por co tguiente cognaticias. A medida que las tierras se mezclan, grupos so- ciales anteriormente separados se fusionan, y como consecuencia se convierten en antigamos. Cuando se alcanza la densidad critica, el principio primario de filiacién es puesto de relieve como base de los derechos sobre la tierra, la mezcla de huertos se ve inhibida, y los gru- pos sociales tienen a dividirse o resquebrajarse y pueden comenzar a casarse entre ellos, Tal interpretaci6n tiende a corroborar los argu- mentos de Meggitt referentes a la relacidn entre agnacidn y presién demogrifica en las Highlands neoguineanas, pero también concilia al » 7 gunas de las diferencias entre este autor y Brookfield y Brown. 7, bx historia de os canes indica que la guerra desempeié un im- / portance papel en los procesos através de los cuales los cinco grupos de descendencia agnaticios que forman la comunidad tsembaga se iL_cSavirderon en wna Gnica unidad diferenciada, a partir de una pobla- — jon regional-compuesta por tmierosos grupos de descendencia ag- naticios dispersos de manera més o menos continua 2or todo el te- rritorio maring.|La gente dice que unos cinewenta afos antes de mi trabajo de campo, los huertos de los kamungagai [kamunggagai], el mis occidental de os clanestsembaga,y los kundagaysinuados al ocs- te de éstos, estaban mezclados, y sus recuerdos son respaldados por cl litigio que se inicié desde que el gobierno impuso la paz. Pero en fina pelea por una mujer muri un kundagai, einmedistamente esta- M6 la guerra. Cada uno de los clanes en guerra recibia ayuda gene- ralmente de otros clanes pr6ximos. Asf, los kamungagai [kamungga- gai] tuvieron el apoyo de los tsembaga, tomegai y kwibigai, con cu- ) Yas derras Kortleols estaban entremezcladas las suyas y con los que Sc habjan casado con Frécuenca, y de numerosos merka, con fos cua Jesse habian casado con menos frecuencia. Recibieron también algu- na ayuda de los dimbagai-yimyagai, asentados inmediatamente al este de los merkai,y de los roguma que ocupaban el rerrtorio vecino de los dimbagai-yimyagai. A los'pocos dias del victorioso final de esta ronda béica, surgieron problemas entre los merkaiy los dimbagai- yimyaga. En la lucha que se origing, los merkai se impusieron con la ayuda de Ia mayoria de los kwibigai, de los tsembaga, tomegai y muchos kamungagai [kamunggagai], y con la cooperacién posterior de los tuguma, que tenfan por su parte una cuenta pendiente con los dimbagai-yimyagai. Los dimbagai-yimyagai fueron expulsados de su territori, que en parte fue anexionado, con el tiempo, por los mer- kai, Hay razones para pensar que la lucha entre los merkai y los dim- bayai-yimyagai, en dima instancia, fue na respuestaa la presin de- mografica (vednse pp. 125 ss.), pero fueran cuales fusren las causas, perece ser que la guerra delimit las fronteras del tetrtorio tsemba- Es, que los tsembaga, como unidad, se distinguieron de la dems tnidades por su participacién conjunta en la lucha que delimit6 tales fronteras. Esta asociaciGn de facto de unidades anteriormente aut6- nomas acabé convirtiéndose en una estructura de ixre a través de la Sineronizacién de los riuales del rumbim, que siguieron al vicorio- so final de las hostilidades. Estos rituales serén tratados detallada- ‘mente en capitulos posteriores, Los tembepe 20 Roy A. Rappaport ESTRUCTURA POLITICA ‘Algunos de los acontecimientos de los que se hablar més tarde de- penden de la coordinacién de la actividad de numerosas personas; el medio a través del cual se lleva a cabo tal coordinacién requiere tuna breve descripcisn. No existen jeles hereditarios o formalmente, clegidos entre los tsembaga, ni hay cargos designados explicitamente politicos. Tampo- co parece haber un modelo, como el descrito por Oliver (1955), por el cual ciertos individuos, que han conseguido el estatus de «nota- bles, [big men] tenga facultad de mando o coercién sobre las acti- vidades de los subordinados y compitan unos con otros en festejos Es cierto que entre los maring algunos individuos son reconocidos como yn maiwai (hombres «grandes» 0 simportantes») y tienen ciet= ta influencia en fos.asuntos pablicos. Pero no compiten en festejos nit suscitan la obedicncia de los demés. La posibilidad de que.estos hombres consigan el acatamiento de sus deseos depende de su capa~ cidad de persuasion, y no del hecho de ocupar una posicin particu- lar en la estructura social o politica. En realidad, no existe limitacion respecto al nimero de notables que pueden estar presentes en cada subelén o en cada clan: los tsembaga son verdaderamente igualitarios, ten el sentido de que hay tantos notables como hombres capaces de Iegar a ser notables. Ademés, no existe, por parte de los hombres en general, ninguna abdicacion expresa o tacita en los notables de su ca~ pacidad de tomar decisiones. Todo el mundo tiene voz en la toma de ecisiones, si lo desea, y cualquiera puede iniciar una accién por si mismo, comenzando a actuar, e instigando asi a otros a que le sigan. Si el término autoridad se utiliza para designar un punto en la red de comunicaciones del cual emanan mensajes que instigan a realizar acciones, podemos decir que entre los tsemgaba la autoridad cambia con frecuencia. Tal vez sea posible definir a los notables estadistica~ mente: se trata de aquellos hombres que con mas frecuencia inician las acciones a las que se adhiere un grupo. Un individuo no interviene con frecuencia en la toma de decisiones por ser un nota- ble; es un notable porque interviene con frecuencia en la toma de de- cisiones. Deberia quedar claro, con todo, que un notable no sucle te- net la obligacién de participar en la toma de decisiones. Puede dejar Ja decisién en manos de los demés, y generalmente lo hace. El mo- tivo por el que se abstenga de participar en la toma de decisiones pue- de ser la falta de interés, su incapacidad para llegar a formarse una Los teombage a ‘opinién, o el deseo de evitar un tema espi liar no se discute, y su invocacién, si no es demasiado frecuente, no disminuye su estatus ‘Que un hombre sea o no un notable depende de susatributos per- sonales. Los notables, se dice, tienen «voz» (ep). Tienen voz sobre Ja guerra, las mujeres, los rituales y los huertos. Tienen opinién so- bre los asuntos relacionados con el grupo, opinién qve pueden ex- presar de forma clara y que sus oyentes respetan. Son, resumiendo, hombres inteligentes de fuerte personalidad. Y suelen ser, ademés, in- dividuos de considerable fuerza fisiea y vigor. Los notables tienden a ser ricos, tienden a ser chamanes y sien- den i estar en posesién del conocimiento de los ritualss bélicos. La ‘Fiqueza, el conocimiento esotérico y la habilidad son primordialmen- te fruto de las mismas dotes —inteligencia, vigor, energia— que ha- cen que un individuo tome decisiones con frecuencia. Aunque la po- sesién de riqueza y conocimientos esotericos tiende a reforzar el es- tatus de un notable, no otorga per se prerrogativas respzeto ala toma de decisiones. Ademas, no proporciona un conjunto pzrticularmente poderoso de instrumentos que puedan ser utilizados por un indivi- duo para doblegar a los demas a sus deseos, como puede suceder en las sociedades donde las diferencias de riqueza entre los ricos y los no ricos son grandes, 0 donde el conocimiento esotérico rodea a su posesor de una considerable santidad. La sesfera de influencia» de los notables, incluso de los mas respetados, ¢s muy limitada, La ca pacidad de estos individuos para conseguir que se acaten sus deseos disminuye con la distancia estructural: la capacidad es mayor, en tér— minos absolutos, en los limites de su propio subclin y respecto de los miembros de su casa de los hombres; es menor respecto de los ddemés subclanes de su clan y respecto de los miembros de las demas casas de los hombres, y menor aiin (pero todavia, quizd, considera- ble) respecto de los miembros de los demas clanes en el seno de la poblacién local. El renombre de tales individuos suele t-anscender las fronteras de la poblaci6n local, aunque su influencia directa fuera de su grupo local se limita a los afines, cognados y a los individuos con Jos que mantiene relaciones comerciales, aunque no parentales Los procesos de toma de decisiones son tan amorfos como la es- tructura en la que se producen. A veces se convocan asambleas para discutir un problema, pero esto no es frecuente. En las asambleas a Jas que asisti, ademas, no se hicieron intemos pata llegar a una deci- sién de una manera formal. Por un lado, no hubo nadie que hiciese 2 Rey A. Rappaport propuestas en forma de mociones que pudieran ser objeto de vota- in, y ademis la misma idea de votacién es desconocida. Podria su- getirse que en las asambleas se evita realmente la toma de una deci- sién formal, pues la discusi6n de problemas en términos que llevaran a una toma de decisién podria conducir a su ver. a enfrentamientos entre los que mantienen puntos de vista diferentes. Tales enfrenta- tmientos serfan de dificil solucién. Las asambleas son simplemente un acontecimiento en el que hay una gran discusién sobre un asunto con- treto, en un mismo lugar y tiempo, entre una concurrencia que €5 ms amplia que lo habitual. Estas asambleas tienen una apariencia ex- trana: son pequefos corrillos de hombres —de tres 2 cinco en cada tuno— que hablan entre ellos, de pie o sentados en el suelo. Puede haber muchos de estos corrillos en una extensién reducida. Unos cuantos hombres van de grupo en grupo. Ocasionalmente, uno de ellos se dirige a toda la asamblea en alta voz. Algunos se van, otros Ilegan, Finalmente se van todos. No se ha llegado a ninguna decisién ni se ha iniciado ninguna accién, pero se ha hablado mucho. Por lo que respecta ala mayor parte de las acciones, no hay asambleas, pero hay discusiones en la casa de los hombres, en los caminos y en los hhuertos. En una asamblea, las opiniones cristalizan con mayor rapi- dez, pero su finalidad es simplemente llegar a un consenso y no to- mat decisiones o instigar acciones per se. Su finalidad es hacer que Ja.voz sea una» (llegar a un acuerdo) con mayor rapidez de lo habi- tual. Cuando alguien piensa que se ha llegado a un consenso, o cuan- do estima que ya se ha discutido lo suficiente, inicia sin més la 2c~ cidn que el consenso le sugiere: por ejemplo, coloca sus trampas para anguilas en un lugar designado tradicionalmente en la corriente de un rio, comenzando asf los preparativos para la etapa final del kailko 0 fiesta del cerdo; o empieza a reunir los materiales requeridos para la construccién de las casas para visitantes en el terreno de danza; 0 bien, visita personalmente a otro grupo local y, por medio de un pa- riente, hace extensiva a todos la invitacién al kaiko. Sucede con frecuencia que el que trata de instigar al grupo a la ac- cién haya interpretado mal el consenso, y que nadie le siga. Un jo- ven llamado Borgai, por ejemplo, colocé sus trampas rituales para an- guilas en el agua a finales de agosto de 1963. Nadie le imité inme- diatamente; de hecho, algunos colocaron sus trampas en octubre y ‘cuando en noviembre las anguilas fueron finalmente utilizadas, la ma- yor parte de las que Borgai habia capturado estaban muertas. Pero el hecho de que nadie se adhicra inmediatamente a las acciones de uno Lor uembage 3 1nd-es algo que suceda tinicamente a los jévenes, ya que incluso un notable reconocido debe a veces perseverar para indusir a la accion alos demas. A finales de 1962 se discutié mucho la necesidad de cons- truir una asa en Ia periferia del terreno de danza, para albergar a los visitantes durante la fiesta del cerdo, y una mafiana Yemp, que, ade~ mas de ser el luluai designado por el gobierno, es reconocido por el pueblo como 1 maiwai, hizo saber que la construccion comenzaria smediatamente. Absolutamente nadie le hizo easo. Sin desanimarse, se fue hasta el bosque y comenz6 a cortar palos y a reunir hojas de ‘pandanus para formar la estructura. Continué trabajando solo du- rante tres dias, quejéndose amargamente a los que pasaban de la inu- tilidad de los hombres tsembaga, a los que sélo les interesaba culti- var los huertos y copular. Al cuarto dia, finalmente, algunos hom- bres, quiza por vergtienza 0 quizé porque Yemp habia conseguido despertar su sentido del deber piiblico, se le unieron en el trabajo. a 3. RELACIONES CON EL MEDIO AMBIENTE Rayo En el anterior capitulo hemos sugerido que los tsembaga son una po- blacion en el sentido ecol6gico del término, ya que, separados de los grupos vecinos, forman una unidad en un conjunto de intercambios ‘materiales con las poblaciones de otras especies con las que compar- ton cl territorio. En el presente capitulo se describirin el territorio tsembaga, su clima y la biota, y analizaremos las relaciones materia- les de la poblacién con sus cohabitantes no humanos, * EL MEDIO AMBIENTE Algunas mediciones del clima y algunas descripciones de la biota del territorio tsembaga citadas aqui no formarin parte de los andlisis pos- teriores como variables. No obstante, metecen atencidn. Por ejem- plo, nos ocupamos de la temperatura y la pluviosidad no porque va- ‘yamos a tratar ls cantidades en si mismas como variables, sino por- que representan condiciones que posiblemente afecten a la presencia © ausencia de diversos componentes biéticos del ecosistema tsemba- ga. El cultivo de ciertas plantas, por ejemplo, estélimitado por la tem- peratura, 1a pluviosidad, la insolacién y las condiciones del suelo (Brookfield, 1964, pp. 20 ss.; Kroeber, 1939). La informacién relati- vva al clima, a los suelos y a la vegetacién puede constituir asi una im- portante base empirica para la comparacién de areas. Clima Entre el 1 de diciembre de 1962 y el 30 de noviembre de 1963, se re- gistraron 3 909 mm. de pluviosidad a una altitud de 1 425 m. en el te- rritorio tsembaga. No se dispone de cifras para perfodos anteriores ‘Aunque habia una estaciGn seca y otra hiimeda, reconocidas ambas Relaciones con el medio ambiente 8 terminol6gicamente por los tsembaga, en ningiin mes se registraron menos de 172 mm. Ademés, tres de los meses que, sezéin los infor- ‘mantes, formaban parte de la estacién seca, agosto, septiembre y oc- tubre, fueron muy Iluviosos. Por lo general, la lluvia era suave, aunque en varias ocasiones ¢2- yeron cantidades superiores a los 25 mm. en menos de media hora. La precipitacién maxima que se registrd en un dia fue de 160 mm., y hubo 43 dias en que cayeron mas de 25 mm. La Iluvia cay6 principalmente por la noche, y la mayorfa de los dias el sol brillaba largo tiempo, si bien las nubes pocas veces estaban ausentes del cielo. Desde agosto hasta bien entrado noviembre, sin embargo, la mayor parte de las precipitaciones se dieron durante las horas diurnas, y los dias con muchas horas de sol fueron pocos. De ahi que la evaporaci6n no Ilegase a producirse y el suelo permane- ciese mojado. La niebla, técnicamente nubosidad, es corriente, sobre todo por encima de los 1200 m. de altura. Aunque solia aparecer en- tre ls 4 y las 7 de la tarde, en ocasiones duraba todo el dia Durante el afio hubo mas de 243 dias de sol y 253 de luvia. Las cifras de pluviosidad mensual en el territorio tsembaga, y un resu- ‘men de cinco afos de estadisticas de pluviosidad en Tabibuga, en el valle de Jimi, se incluyen en el apéndice 1 1a variaci6n estacional de las temperaturas es escase. La variacién diurna es de unos 3-8 grados, con una maxima diaria que casi pre oscila entre los 24 y los 26° C y una minima diaria de unos 16° C. ‘A lo largo de ese afio no se registraron.vientos capaces de que- bar las ramas més finas de los Arboles, si bien Clarke (comunicacién personal) indica que #! llegé a conocer vientos bastante fuertes en 1964. Los informantes dicen que nunca han conocido vientos capa ces de aleanzar una fuerza suficiente como para dafar casas, arbole- das o huertos La tierra El territorio tsembaga medido ortogréficamente comprende 813 ha., 6 sea unos 8 km, de las cuales 676 ha., 0 sea aproximadamente 6,5 km.2, se hallan en el valle de Simbai, y las restantes 137 ha., en cl valle de Jimi. La densidad de poblacién calculada para el total de la superficie ortografica es, asi, de unos 25 habitantes por km. , 36 Roy A. Rappaport El terreno es escarpado, y su elevacién oscila entre los 660 m. en 1 rio Simbai y los 2 200 m. en la coordillera de Bismarck. La pen- diente es de unos 20: hasta los 1 500m., y luego aumenta abrupta- mente hasta llegar a las cumbres. La s se complica atin mis 4 causa de estribos que se proyectan casi en Angulo recto con la linea de la cordillera, y a causa de los frecuentes cursos de agua. La informacién sobre los suelos, que aparecen pobres por lo ge~ neral, se resume en el apéndice 2, Vegetacién Centenares o incluso miles de especies vegetales pueden encontrarse dentro de los limites del teritorio tsembaga. La nomenclatura nativa ‘es compleja. En el caso de la mayoria de las plantas silvestres el x6n nativo corresponde habitualmente a una designacién de especie; cen cambio, para las plantas cultivadas se hacen distinciones comple- jas a nivel de subespecie. La rica flora se distribuye por el terrtorio tsembaga en varias aso- ciaciones diferentes de plantas, entre las cuales los tsembaga hacen cla- ras distinciones terminol6gicas que pueden servir de base a nuestro s. Tales asociaciones incluyen: 1, geni: bosque que se considera que nunca ha sido talado 2, korndo: superficies herbosas desprovistas, 0 casi desprovis- tas, de arboles y dominadas por la Lmperata cylindrica. 3. ringop [ringgop]: asociaciones de plantas domesticadas, es de- cir, huertos produetivos. 4. ripgopwai [ringgopwai]: vegetacién de desarrollo secundario, del que hay dos subtipos: 3) kikia: asociaciones secundarias dominadas por espe- cies herbaceas, b) dukmi: asociaciones secundarias dominadas por espe- cies lefosas. Sélo hablaremos aqui del geni y del korndo; del ringop [ringgop] y del ringopwai [ringgopwai) hablaremos més adelante, cuando trate- mos de las actividades de subsistencia, Relaciones con el miedio ambiente 7 Geni De las 676 ha. que poseen los tsembaga en el valle del Simbai, 240 ha. se hallan, segan las mediciones ortograficas, en el bosque virgen, que se presenta intacto por encima de una linea que varia en altitud de los 1 500 a los 1 600 m. Han sobrevivido 11 ha. mas de bosque vir- gen, como vestigio, a alturas menores, y en el valle del Jimi todas las tierras tsembaga, con una superficie de 137 ha., son de bosque pri- mario 0 de vegetacién de desarrollo secundario muy wanzado. De la superficie total de 813 ha. incluidas por las mediciones ortograti- cas en el territorio tsembaga, 389 ha., es decir, el 48 %, son de bos- que virgen 0 de desarrollo secundario parecido al bosque virgen. Hay’ que distinguir dos asociaciones de bosque virgen diferentes desde el punto de vista estructural, si bien tal diferenciacién no esta recogida en la lengua maring, al menos que yo sepa. Son el bosque de altura y el bosque de musgo. Del bosque de altura s6lo quedan vestigios entre los 600 y los 1.500 m. de altura, pero continda intaeto de los 1 500 a los 1 $00 m. aproximadaments. En el bosque de altura existen tres estratos arbé- reos claramente diferenciados, que sustentan una gran cantidad de plantas epifitas lianas, bejucos y pequefas trepadoras. Cuando hay dos estratos mas bajos, uno de arbustos y arboles jévenes y otro com= puesto por formaciones herbiceas bajas, el suelo del bosque aparece ggeneralmente abierto, y sélo en contados puntos la visisilidad a la al- tura del terreno es inferior 2 los 30 m. Existen algunas diferencias floristieas entre las porc ones superior e inferior de la extensién del bosque de altura, cuya transicién tiene lugar entre los 1.000 y los 1 300m. Los tsembaga denominan a la zona inferior «wora», y toda la zona por encima de ésta la llaman «Kamupga> [kamungga]. La informacion referente a la composi- cidn floristica puede verse en el apéndice 3; aqui bastard decir que to- dos los componentes estructurales del bosque de altura, kamunga [kamsngea] y word, se encuentran extremadamente mezclados. En tuna franja de 69 X 5 m. a una altura de 1500 m., el estrato arboreo «A», el més elevado, incluia nueve tipos de arboles esoecificados, el strato «, cuatro, y el «Co, diez. Los detalles referentes al censo forestal llevado a cabo en esta franja se hallarin en el apéndice 3. El aspecto mas sorprendente del bosque de altura ¢s el tamaio de los &rboles. Las copas de los rboles del estrato «Av aleanzan una al- tura media estimada de cerca de 40 m., y ciertos arboles, particular~ 8 Roy A. Rappaport mente los nonomba, una especie de Eugenia, aleanzan los 45 m. 0 ‘mas, Sus diémetros son a menudo enormes: las circunferencias de 2,5 m, aun metro del suelo, es decir, por encima de la altura de las rafces, que son una caracteristica normal, no son infrecuentes. Tam- bién hay arboles con dimetros aiin mayores. Los bosques de tres pisos formados por arboles de tal enverga- dura no parecen ser corrientes a alturas de 1 500 a 1 800 m. en la ma- yoria de las regiones del mundo (Richards, 1964). El bosque obser- ‘ado a tales alturas en el territorio tsembaga se parece mas a las for- raciones de las tierras bajas que a las asociaciones de montafa 0 de submontafa, La presencia de tales formaciones a estas altitudes pue- de ser interpretada como un ejemplo del «efecto Massenerhebunge: cl desplazamiento ascendente de las lineas altitudinales de asociacio- nes vegetales en las regiones inferiores con respecto alas regiones cos- tetas, y en el interior de las cadlenas montafiosas con respecto a las cstribaciones. Richards (1964, p. 347) afirma que el hecho de estar protegidas del viento puede ser, en parte, la causa del efecto Masse- nerhebung, pero Clarke, en una comunicacidn personal, sugiere que Ja nubosidad puede ser importante también. En el bosque de musgo por encima de los 1 800-m., los Arboles son mis pequcios, tanto por su didmetro como por su altura. A este nivel, el techo del bosque suele estar situado a bastante menos de 30-m. del suelo, y la estratificacién es indiferenciada. Si bien algunos frboles aislados aleanzan alturas de 30m, 0 mas, sus copas no for- man un dosel continuo. Las plantas epifitas y trepadoras herbiceas son menos abundantes que en los niveles inferiores, pero los musgos epifitos son mucho més exuberantes, cubriendo completamente los troncos de la mayoria de los arboles con un espesor de mas de 2,5 em. La informacién relativa a la composicién del bosque de musgo se en- ‘ontrara asimismo en cl apéndice 3. Korndo En varias partes del territorio tsembaga existen asociaciones herbosas de apariencia estable, Solamente una de éstas, situada entre los 850 y los 1000 m. de altura, tiene una extensién considerable, al cubrir 16,5 ha. El korndo (Imperata cylindrica; pidgin English, kunai), es abrumadoramente dominante, aunque estan presente algunas enreda- deras rastreras, y lo estin asimismo helechos arborescentes aislados, Relaionéscom ol medio ambiente 38 Ja mayoria de los cuales son Cyathea angiensis, y unos pocos mato- rrales de un bambii muy grande llamado «zoaia», que han sido plan- tados. Los informantes tsembaga més viejos mantienen que ni ellos ni sus antepasados tuvieron huertos en esta zona, y que siempre ha estado, como hoy, cubierta de kunai. Yahe dicho que hay razones para creer que la ocupacién del va- Ile de Simbai_por parte de los maring.es relativamente reciente, ha- smenzado quiza en los tltimos 200 afios. Es posible que esta , si resulta ser antropogénica (Robbins, 1963), derive de las ides de una poblacién anterior, de cuya presencia hay pruebas arqueolégicas en forma de morteros y majas de piedra que se encuen- tran ocasionalmente enterrados en el suelo. Eltipo de exploracién que habria transformado la cubierta de z0- nas limitadas en kai, en tanto que las zonas circundantes seguian siendo bosque de altura es dificil de imaginar. El caso es que los fre- cuentes fuegos a los que tales asociaciones estin somet das fortalecen esta hierba, cuyos rizomas no son dafados por el fuego, en tanto que limitan a casi todas las otras plantas Fauna La fauna no doméstica que habita en el territorio tsembaga es abun- dante. Entre los mamiferos placentarios se encuentran solamente cer dos silvestres, murciélagos y ratas, de los que existen diez o més va" riedades reconocidas. Hay al menos treinta variedades de marsupia- les reconocidas, y por lo menos catorce tipos de serpeentes. Los la- gartos y las ranas estin representados asimismo por numerosos tipos reconocidos y la avifauna es muy rica. Los tsembaga dicen que en su territorio estén presentes por lo menos ochenta y cuatro tipos reco- nocidos. Entre éstos se incluyen el casuario, varias aves del paraiso, rnumerosas especies de papagayos y «pavos salvajes». La mayorfa de los carnivoros se encuentran entre las aves, que incluyen a muchos tipos de bithos, varias especies de haleones y por lo menos un &guila En las corriemtes de agua se encuentran anguilas y barbos, aunque es- tos tltimos son raros. Los artrépodos son muy variados, y su no- rmenclatura es comple. Ta fauna incluye pocas especies peligrosas para el hombre. De las catorce especies de serpientes, cinco son venenosas. Slo una de ellas, sin embargo, la rarazva (no identificada) es lo suficientemente vene~ 40 Roy A. Rappaport ‘poss, segiin los informantes, como para matar a un ser humano, y el ‘inico ejemplo de mordedura mortal de serpiente que se recuerda ocu- rrié hace muchos afos, y provocé la muerte de una anciana, Los cer- dos silvestresy los casuarios son capaces de causar heridas graves, e in- cluso de matar, a los seres humanos, y los mordiscos de los cerdos rno son infrecuentes. Los informantes afirman, con todo, que tanto Ios cerdos silvestres como los casuarios no atacan a menos que se les provoque, y sélo causan heridas cuando son perseguidos. Quienes representan un_peligro mayor que el de cualquier otro animal para la salud de los tsembaga son los mosquitos anofeles. La ‘mayoria de los tsembaga padecen de vez en cuando lo que probable- mente sean ataques de malaria benignos. No hay datos suficientes con respecto a los parisitos intestinales, Unicamente las deposiciones de dos personas, ademas de las de los tsembaga que partiviparon en el trabajo de campo, fueron analizadas por un laboratorio, y en ellas no se hallaron parisitos. Espiritus Los tsembaga consideran que los espiritus (raw) son componentes significativos de su entorno, y las razones que aducen para llevar a cabo numerosos rituales —de los que hablaremos mas tarde— se-re- fieren a sus relaciones con ellos. Para hacer comprensibles los ritua- les es necesaria una breve introduccién a algunas de las més impor- tantes categorias de espiritus. fn el wor, la parce inferior del territorio, viven segin se dice un tipo de espiritus Iamados los rawea main. La palabra mai aparece en ‘varios otros contextos, que aclaran tanto el uso dado aqui como el papel que los tsembaga atribuyen a tales espiritus Un bulbo de taro al que le han empezado a crecer rizomas, es un ‘mai. La mujer que ha tenido un hijo es un ambra mai, y las hembras adultas de los animales son mai. Pero el término no tiene que ver cesariamente con el hecho de ser hembra, ya que los hombres viejos son yu mai. Un sentido que parece comin a todos estos contextos es el de algo de lo que ha crecido alguna cosa & Los espiritus de las tierras bajas estin relacionados con el ereci- jiento y la fertilidad. Son ellos los que se ocupan del incremento y ot ‘erecimiento de las personas y de los cerdos, y de Ia productividad Relaciones com el media ambiente a de los huertos y arboledas. Estan relacionados asimismo con esa por- cin de la fauna que vive en la zona situada por debajo del bosque de altura intacto que cubre el terreno por encima de los 1 500 m. Los cerdos silvestres les pertenecen, y cuando se caza uno, es necesario dar gracias a los espiritus. Para ellos son muy importantes las angui- las, de las que se dice que son sus cerdos. Lo mismo que los raza } ‘mai estin relacionados con la parte baja del territorio, lo estan tam- bién con la parte inferior del cuerpo: vientre, genitales y piernas. La fecundidad y la fuerza de las piernas provienen de ellos, y al mismo .| tiempo los dolores de vientre y de ingle. La categoria de los ratoa mai engloba dos subcategorias de espi- ritus relacionados: en primer lugar, los llamados «koipa mangian» [-kojpe manggiang-]. Cuando preguntamos a los informantes, dicen que el koipa mangian [Roipa manggiang] de cada clan es diferente, y que habita en un lugar amplio en uno de los cursos de agua del te- rritorio del clan, Otros contextos, sin embargo, sugieren la existencia de un kojpa mangian (koipa manggiang] tinico para tcdos los tsem~ baga o incluso para todos los maring. La nocién de manifestaciones separadas de una tnica entidad sobrenatural reconcilia quiz tales contradicciones. Los koipa maggian (Roipa manggiang] no fueron nunca huma- nos, pero junto a los Roipa mangian (koipa manggiang] en los érbo- les del estrato «A» de los restos de bosque virgen, viven los es de aquellos tsembaga que han muerto de enfermedad o accidente. A é:t0s se los denomina «rave twkump», Tuksomp, en 005 contextos, designa el moho que crece sobre articulos tales como los cinturones de fibras de orquidea y las cuerdas de corteza para afianzar las ha- chas de piedra. Estos espiritus, los «espiritus de la podredumbre», son considerados intermediarios entre los vivos y los Koipa mangian, [koipa manggiang) Los espiritus de las tierras bajas se llaman kinim, lo que signifiea, en muchos contextos, simplemente «frio». Y aqui, como en algunos ‘otros contextos, conlleva asimismo una connotacién de humedad. El jugo de la cafia de aziicar es kinim, como el agua, y se dice que las mujeres lo son también debido a sus secreciones vaginales. El frio y la humedad son, para los tsembaga, condiciones que, juntas, causan la blandura y la podredumbre; y la blandura y la pocredumbre, en contraposicién a la dureza y la desecacién, son consideradas las con- diciones ncesarias para el crecimiento. Esto se reconoce en ciertos ri- twales importantes que comentaremos més adelante; per ahora, baste 2 Roy A. Rappaport decir que los tsembaga creen que los espititus de las tierras bajas in- tervienen en él ciclo de la fertilidad, el crecimiento y la decadencia al ‘que todos Jos seres animados estén sujetos. Pero desde el punto de vista tsembaga, aunque 1a decadencia es necesaria para la vida, implica también muerte, y los espiritus de las tierras bajas son peligrosos. Los espiritus de la podredumbre, en es- pecial los recientemente fallecidos, pueden propagar una especie de corrupcion sobrenatural, Ilamada simplemente sepa smuxpurd ap sojtveb so 1a ussoin onb septa sei aprenlfo ungnrenys. -08 yout] iqau0l yf seman aqauonagy sds aomsrngenon sen rmerag sds supuuauory mp tad 2p soyyponbeoq vo 23819 Dab suis seo woo snp, qok 9 ms aq squi0y wop-equioy, fe od equ 92008 uvurdares equa] equation a ‘Oz61 FIDE ties * & peat pp ores te spp epenponsy ‘orpus sump soppy pameg & y Saw aie me swmewg voowody refou 7.4 “Psodarh so app ssid ¥ eS ped eet iow ~opereine 9] a soduon = jae eee lhe 1 sure vemos a eceire: 1 seme entqievad {etup] inp Ropero 29? cain an : ’ ee riahgeg one 2 sony ora & oan oe ‘ Buoy con tamponBes ruse {iuoxloy ppavndeop & spxpen SPhaedeoky bine Sopeedoe Eee ene Sopsedesh | spep eee MZ in ps DD tole covnbongo wed sopargqne [ueacSurp] erate “L TPE aetad caine @ =a, seer pepe 2 tgoduosep ez 0 pean a oe sooner "= svquass so] ap (ouanb Capes op ope sod mpesueyd sepranyro sonadeg) [do8Sup] do8lu jy -z OwaviD ee it , soemmmnnene Relaciones con el medio ambiente Roy A. Rappaport $0] 2p sodupn soy aps siuasang “sopecrdoae ‘sopesedbiat 0] 9p sodusn 50) 2psop 2594 So] 2p soduian sop apsop dat 1 so] ap soduian sop 2psp sito ' Pid “sopestdonme cooeqe Aoded + 96 samedi pusnoniy sommupsmypi0g sedd any enouctsnouge adm soe sepranp9s 900 prema sofeuntiewso sete omer flog wigan “6 pdied gh vwdeduey Zt queso, dane und “91 soy 2p sodunn so 2ps9p SDM sds scary emery “peer soy 9p soduon soy pp oreo? ss mous eu due st -roprovdote so] 29 sou soy 2pap soap wie onosig <2 pee ap ees sansoupafo unareors oa peer 1 sugiat aqumse do oqiuaz [ose] 086 ct 1 pune eh musudediy, aren fogs “Zt 1 eeeques cd waguvon “on soy apespmorp anon sntaeaag 1 oud sore on out a = = apep msrp uss NSE ound ast on, r uid odd 2rd oF coperquis or sepepaies a] anbune sopeedaioe roung sian Sy ap sodaah tq spssp snssmnng ——@—==«poSearedso ofoouged mang mem 6 ope eo soprpaues sy anbune Sspeedanat eo 2p soduot so apr sauosend 91 dud simp wnuspons (ees dear cs-s461 ‘waif p ayes p aprop pomponl —z eu Hou 9 edeuoy “2 ‘pons voangeae © spponpose anyuded sou wai ee aaquo) woptiony muotarw: o spolawny —— “MaueN suoprifopy ets capone TP 32 Roy A. Rappaport FIGURA 1. Calendario de la recoleciim de los distincos productos de los huertos tsembaga. ratee ual Semanas transeurridas desde Ia plantacién producto 10 20 30 49 5 60 70 Bo 90 200 110 130 (eS Eas ae Hojas para cubrir Pepinos Hortalizas varidas | C Matz a Alubias = Eegmba (Rungia klossi) | Calabazas Calabacines a Kewiai (Setaria palmacfolia) Kame (D. alata) ‘Taro (Colocasia) Banta Name (D. bulbifera) Pipe (Saccarum edule) Hojas de hibiseo Plitanos c ‘Name (D. pentaphylla) aa Mandioca Sen Cafe de aicar c 7 Taro (Kanthosoma) Eo Rame (D. esulents) Hay que tener presente asimismo que hay variaciones en la rapi- dez de crecimiento entre unos huertos y otros debido a que estén ubi- cados a diferentes alturas y a otras razones. El diagrama representa tuna aproximacién al calendario de recoleccién de los huertos situa- Relaciones con el medio ambiente 33 dos a una altitud de unos 1200 m. A altitudes superiores el creci- rmiento es mas lento. Las cantidades recolectadas por hectarea se ofrecen en el evadro 3 para los huertos de taro-fiame y en el cuadro 4 para los huertos de caiia de azticar-batata, Estas estimaciones, que son preiminares a una estimacién de a extensién de los huertos que se requieren para ali- mentar a los tsembaga, se basan en los registros diario: de la produc- cién compilados in situ, Los pesos de las principales categorias de productos se presentan individualmente, pero los valores en calorias para cada uno, extrafdos de la literatura sobre el tema (véase apéndi ce 8), han sido asignados de tal manera que hay un grado de con- ‘mensurabilidad tanto entre los distintos productos, como entre los to- tales absolutos y los torales correspondientes a otras zonas en las que el inventario de productos es diferente. Tales cifras, que representan un intento de estimaci6n del rendi- miento de los dos principales tipos de huertos, desde la primera co- secha htsta su abandono, han de ser aceptadas con precaucién, Dado que el periodo de trabajo de campo fue considerablemente mas breve que el periodo de recoleccién, en ambos casos las cifras representan ‘una compilacin de los registros de cosechas efectuados en tres huer- tos en épocas diferentes. Por estas y otras razones no es improbable tun error de un 10 %. Los métodos empleados en estas estimaciones se describen en el apéndice 4 Los rendimientos por hectarea de los huertos tsembaga no son al- tos, Massal y Barrau (1956) presentan un certo nimero de estima- ioiies de rendimientos de otros tipos de agricultura cue se realizan en el Pacifico Meridional. Afirman que las bataras mondadas produ- cen de 7,5 a 15 millones de calorias por hectatea en siete meses, 0 algo més, tras ser plantadas. Si se planta la variedad Okinawa de ba- tata, el rendimiento puede llegar a aleanzar hasta 20 millones de ca- lorfas por hectarea (p. 25). Los rendimientos del taro de regadio, afir- ‘man, pueden llegar a las 20 toneladas por hectirea al aio de su plan- tacién (p. 8). En valores equivalentes a los usados para los campos de tala y roza de los tsembaga, esto representa cerca de nueve millones de calorias. Hay también informes de rendimientos mayores en las Highlands de Nueva Guinea. Brown y Brookfield (1959, p. 26) ha- blan del «cultivo de barbecho prolongado» de batatas entre los chim= bu, y de los «rendimientos relativamente altos, sin duda superiores a las 10 toneladas por hectérea de batata que Meggitt estimaba entre los mae enga». 55 Relaciones con el medio ambieme Hiiliatiii iis ee ‘sip ap ann BOAT Ip PD ap LOM IRDO| ta OMIA OUND e008 zi606 saree Hilittiiiialitiiis i I pu 07 2 suena p rouse -rupizeysod ononapcy “¢ oxo 56 Roy A. Rappaport Relaciones con el medio ambiente 7 Los rendimientos de los tsembaga no son tan elevados como és- 105, pero para establecer una comparaciOn habria que resaltar que la ‘mayor parte de la cosecha de los huertos tsembaga se recoge durante cl periodo de doce meses que sigue a la maduracién inicial de los tu- bérculos. En el periodo comprendido entre las semanas 24* y 76+ | (aproximadamente) después de la plantacida, los huertos de taro-fa- me de los tsembaga producen cosechas que contienen el 85 % del to tal de 12 802.933 ealosias por hectérea, es decir, 10 882 493 calorfas, En el mismo periodo los huertes de azticar-batata producen el 90,7 % del total. Pero aunque debemos seftalar que no todas las ealorfas pro~ ceden de los huertos, éstos, casicon toda seguridad proporcionan ma~ yores cantidades de proteinas vegetales, por ejemplo, que los huertos de los chimbu y los enga. Se efectud un intento de estimar Ia cantidad de energia gastada en producir una hectérea de huerto de taro-fame o de azsicar-batata. Esta estimaci6n esta relacionada con los célculos que se hardn pos- teriormente en este estudio, y en particular con los referentes ala cria de cerdos y a la cronologia del ciclo ritual. Asimismo, proporciona tuna dimensién adicional para evaluar los procedimientos de subsis- tencia de los tsembaga y compararlos con los de otras zonas. En el cuadro 5 presentamos los resultados de tales estimaciones, ; yen el apéndice § analizamos los métodos empleados para establecer fos valores { La estimacién de la duracién de los perfodos de barbecho para los distintos huertos result6 dificil. Los tsembaga no estén acostum- f brados a contar por aos, y er la mayoria de los casos fue necesario Hlegar a las fechas de los cultivos anteriores por referencia a aconte- cimientos que, asimismo, s6lo pudieron ser fijados en el tiempo de manera aproximada, i La duraci6n del periodo de barbecho varia segin los lugares por | tuna serie de factores. Estos ineluyen las condiciones edaficas locales y los lugares adecuados para residir, pero el més importante parece ser la altura, El ciclo completo de cultivo, medido de una plantacién a la siguiente, en lugares situados entre los 1000 y los 1200my no superan en ciertos casos los diez. afios, pero la media parece ser de 4 tunos quince afos. En alturas saperiores la duraci6n del barbecho va~ ria entre los veinte y los cuarenta y cinco afios (estimacién), siendo la media de veinticinco afios. En célculos posteriores se utiizarin las cifras de quince y veinticincs afios, a falta de estimaciones més precisas. “ Tae Haeros de Prarie de ae beara ceased anew y amet ld gato 20-40 cl asojo de evra por hectiea, Herts de ls tembega 4 bor enten pert) i Kecolecson plana de seperti Ree thee ‘Trangpore desde oe buco Mstensaedeas eeea ieee 2 a8 ih Be Tonle. 3s Roy A. Reppaport La estimaci6n de la adecuacién de los periodos de barbecho pre- senta problemas de criterios. Las muestras de suelos que resitieron el viaje hasta cl laboratorio no pueden ser tomadas como base para un juicio; indican sinicamente cue los periodos de barbecho son ne- cesarios si se quiere evitar el agotamiento de los suelos, Los factores considerados para calcular la adecuaci6n de los periodos de barbecho de los tsembaga se resumen aqui: Gi Varias de las practicas horticolas.que-se observaron parecen tener valor para la conservacién. Por ejemplo, los tsembaga practican una escarda selectiva. Desde el momento en que se inicia la escarda, entre las cinco y las ocho semanas después de la plantacién, se dejan en pic los érboles jévenes de desarrollo secundario, en tanto que las formas herbfceas son arrancadas. Esto no s6lo evita una fase herbosa definida en la sucesién horticola, con lo que se minimiza el peligro de deflexién hacia una climax kerbicea y degenerada, sino que ade- ‘mas permite que durante el periodo de cultivo las profundas raices de los arboles penetren en el substrato mas que las raices de la ma- yorta de las plantas. Tales raices son capaces de recuperar los nutrien- tes que de otra manera se perderian por lixiviacion. La existencia de arboles en el huerto proporcion: asimismo cierta proteccién an sue- lo expuesto a los aguaceros tropicales, y ademis hace que los horti- ‘cultores abandonen el huerto antes de que la estructura o el conte- tnido del suelo se vean seriamente dafados. La gente abandona los huertos no porque su capacidad de produecién haya quedado agota- da, sino porque el crecimiento de los Arboles en ellos dificulta la re- coleccién de los restantes tubérculos. La prictica de podar los Arboles grandes sirve también para pro- teger los suelos expuestos durante el cultivo. Se deja un penacho de hhojas en las copas de muchos de los érboles podados mis grandes, y algunos de ellos sobreviven a'la mutilacion. Sus raices pueden recu: perar asimismo algunos de los mutrientes de los suelos, que son lixi- viados a niveles tan profundos que no pueden ser recuperados por las raices de los cultivos. La prictica de dejar sueltos a los cerdos.en los huertas abando- nados durante breves periodos (de dos a cuatro semanas) puede con- ‘ribuir también a la regeneracidn de los terrenos. Los cerdos reviel- ven la tierra, eliminando las hierbas que han crecido y se han-exten- dido desde la tiltima escarda y , es de- cir, en el grado en el que pueden ser utilizados para la manutencién Ray A. Reppaport y el crecimiento (Burton et al, 1959, p. 46). Este valor estd en fun- «i6n de las proporciones en las que estan presentes los distintos ami- nodcidos de que se compone hi protefna: algunos no pueden ser uti- lizados, excepto en presencia de otros, en tanto que el exceso de al- ‘gunos puede legar a impedir lautilizacién de otros (FAO, n.* 16, 1957, p23) Por lo general las proteinas de origen animal son «completas», esto es, contienen apreciables cantidades de todos aquellos amino’- cidos que son esenciales para el crecimiento y la regeneracién de los tejidos. No es éste el caso de gran niimero de proteinas vegetales. La ‘mandioca, que contiene easi tentas proteinas como los demés tubér- culos, es muy pobre en algunas de los aminodcidos esenciales, sien- do por ello de escaso valor como fuente de proteinas. De todas maneras, no es necesario que todos los aminodcidos esenciales se hallen presentes en un alimento determinado. Las nece- sidades totales de aminoacidos pueden cubrirse con las proteinas ha- Iadas en la variedad de alimentos que se ingieren juntos (Albanese y Onto, 1964, pp. 143 ss.). Asi, a variedad de que gozan los tsembaga no sélo les ahorra la monotonia gustativa a la que se ven sometidas otras poblaciones de Nueva Guinea, sino que puede incluso mejorar la utilizacién de Ia ingestiGn total. Por ejemplo, el contenido de ami- nodcidos de la batata es notable, pero su utilizacion se ve limitada por proporciones mas bien bajas de metionina y de cistina (Peters, 1958, p. 40). El taro es una buena fuente de metionina, pero es pobre cn isoleucina, de la que estan bien provistas en cambio las batatas (Pe ters, 1958, p.35). La presencia de las dos sustancias en la dieta eleva el valor de cada una de ellas, puesto que suelen ser ingeridas en una misma comida. No disponemas de anilisis del contenido en aminod- cidos de otros muchos vegetales comestibles de los tsembaga. Sin em- bargo, podria sugerirse que aunque quiza el valor bioldgico (Alba- nese y Orto, 1964, pp. 140 ss.) de la proteina global en la dieta sem- baga, permanezca bajo, es mas elevado de lo que lo seria sila dicta estuviese formada por menos articulos, ya que es razonable pensar que las proteinas, en los numerosos y diferentes alimentos ingeridos diariamente, se complementan entre si hasta cierto punto. Con todo, existe un problema adicional. Como puede verse en el ‘cuadro 9, las cantidades ingeridas por los adultos se ajustan a las re- comendaciones de la encuesta sobre alimentacién en Nueva Guinea cen lo que respecta a las proteiras, pero no es asi en el caso de los j6- venes. Esto suele ser caracteristico de poblaciones cuyas dietas inclu- Relaciones con el medio ambiente Valor mutritivo de las raciones vegetales en la dicta de los teembaga comparada con las normas de la FA0/OMS 9 con las de la encuesta sobre alimentacién en Nueva Gninea cuapno 9. qiiige HEE E i iisit 2a $ ge3ee BF £siS His Ute peripatetic aia ge Game imads ci Nitios de 023 aos Media per cfpits que los tzembaga. Venkatachalam (1962, jultos es de 53 kg. Fue efectuada una co- inas vegctales, calcula en un 70°% del para el valor bioldgico de as ‘pesos medios de los tembaga y de los chimbu, direceamente& los chimb, ene los cuales el peso medio de los varones ad 1n.°5, 196%, correside * Langley (1947: 134), Las recomendacionesiban dirigidas a individuos de mayor estatura * rao, World food problems, total dela dieta vegetal de una posible cifra de 100) 4 i y f Ja variedad en los comtenidos de proteinasaribuidos a los is autoridades y Ios valores axignados por éstas, oe ely ere peste sintos vegetales por divereasautoridades. En el apéndice 9 aparecen las ® uy Roy A. Rappaport yen tubérculos. Obtener proteinas suficientes Gnicamente de los tu- bérculos requiere Ja ingestion de una cantidad mayor de la que po- dria ser administrada facilmente a los nilios. Mientras que con 1 kg de tubérculos un nifio de cinco a diez afios puede cubrir sus necesi- dades caloricas, para obtener lis proteinas recomendadas por la en~ tidad mencionada, el nifio dekeria consumir una cantidad de dos 2 euatzo veces mayor. La gravedad de esta disparidad es dircctamente proporcional a la proporcién en que los tubérculos componen la die~ ta. En la sociedad chimbu, por ejemplo, en la que los tubérculos com- ponen el 82% del rotal de las cantidades ingeridas, se sabe que los nifios comprendidos entre los cinco y los diez aftos ingieren s6lo 12,8 sgramos de proteinas al dia (Venkatachalam, 1962, p. 10). Esto es apro- ximadamente la mitad de la irgestidn estimada entre los tsembage, mientras que la ingestién de calorias de ambos pueblos no muestra ni con mucho una disparidad semejante. La ventaja comparativa de Ia dieta tsembaga reside en el hecho de que los productos feculentos ccmponen sélo el 65% de aquélla. Ade- mis, debido a que los tsembaga disponen de verduras ricas en pro- teinas, como son las hojas de hibiseo, necesitan extraer sdlo el 40% de sus proteinas de los tubérculos (véase el apéndice 8). El problema de los nifios tsembaga es asi menos serio que el de los nifios chimbu, pero sigue siendo dificil para aquéllos obtener proteinas de forma su- ficientemente compacta como para ser ingeridas ficilmente. La pro- teina animal es especialmente saliosa para el nit tsembaga, no slo Porque es una proteina mas adceuada, sino porque llega bajo una for- ma més concentrada. Debemos tener presente qu: Ia muestra incluye tan slo cinco ni- fios y un adolescente, y que el método usado para repartir la muestra total de alimentos pesados entre las diversas categorias de edades y sexos debe de haber producido algunos errores. Un anilisis clinico del estado nutritivo de los nics habria indicado si la proteina de sus dictas era o no suficiente con mas claridad que la comparacién entre las ingestiones estimadas y las recomendadas. No fue posible realizar tun andlisis clinico de este tipo, pero hay que destacar que varios ni- fios tenian el cabello débil y éescolorido, lo que es frecuentemente tun signo de baja o insuficiente ingestion de proteinas; y que las pa~ rétidas de algunos de ellos eran ligeramente mayores de lo normal Sin embargo, no se comprob6 ningtin caso de kwashiorkor o de ema- ciacién severa, y ninguno de los niios parecia especialmente dismi~ auido. Es posible que su crecimiento estuviese retrasado, pero los da- Relaciones con el medio ambiente é % tos son insuficientes para determinar este extremo. Comparados con los nifios estadounidenses, los tsembaga parecian pequefios para la cedad que se les atribuia. Aunque esto es de esperar en nifios de una poblacién en la que la talla media de los adultos es inferior a 1,5 m., es razonable pensar que la peqnefa estatura de los tsembaga es al me- nos parcialmente atribuible a una ingestion de proteinas baja durante Ja infancia y, como veremos mas adelante, durante la adolescencia. Puede ser significativo el hecho de que los adultos de los fungai-ko- rama, grupo maring que ocupa un territorio en el borde de una vasta extensidn de bosque virgen, sean mis altos y de mayor peso que los tsembaga (Bick, comunicacién personal). Es posible que su mayor ta- maho sea resultado de mayores cantidades de exza en su dieta, pero carecemos de datos euantitativos. El hecho de que, segiin parece, los nies tsembaga no presenten sintomas severos de deficiencia proteinica, tales como los facilmente determinables del kwashiorkor, sugiere que las recomendacions de Langley son tan elevadas que tienen poco que ver con la realidad. La ropia Langley aconseja que sus recomendaciones sean aplicadas con ccuidado, haciendo notar que son fruto de un trabajo experimental rea- lizado sobre poblaciones caucasianas ¢ incluyen, ademés, un «ampli margen de seguridad» (1947, p. 106). Langley hizo correceiones para las diferencias de estatura y también sobre la base de las observacio- nes sobre «el modo de ida y el grado de actividad del nativo de Nue- va Guinea», pero fueron hechas sin «realizar estudios fisiol6gicos que proporcionaran un panorama general del metabolismo de Ia pobla- cién melanesia» (1947, p. 106). Estudios mas recientes indican que tna cantidad de protefnas mu- cho mas exigua puede ser suficiente incluso para los nifios, y en la columna 8 del cuadro 9 damos los datos de las necesidades estable- cidas por el Comité Conjunto de Expertos FAO/OMS sobre Necesi- dades Proteinicas (World food problems, n° 5, 1968, p. 6). La baja in- cidencia de enfermedades graves entre los nifios tsembaga sugiere que las exigencias de la FAO/OMS pueden estar mis de acuerdo con los he- chos fisiologicos que con las recomendaciones de Langley. Las reco- ‘mendaciones de la FAO/OMS, sin embargo, no incluyen exp! te un amplio «margen de seguridad» y el hecho de que haya alguna patologia sugiere que los tsembaga consiguen su equilibrio en nitré- {geno a un nivel bajo. A la vista de esto, los contextos en los que los, tsembaga consumen sus limitadas cantidades de proteinas animales pueden tener un significado considerable. 8) Roy A. Reppsport 6 tay A. Reppspo Alimentos animales Los tsembaga incluyen en su dieta diversos alimentos animales, pro- cedentes de especies domesticadas y tio domesticadas. Como ya mos mencionado los animales Jomesticados incluyen cerdos, casua- sios y pollos. Entre los animales no domesticados figuran, ademés de cerdos silvestres y casuarios, marsupiales, ratas, serpientes, lagartos, anguilas, barbos, ranas, pijaros, huevos de ave, murciclagos, larvas, inseetos y arafias. Debemos afiadir que los tsembaga no son antro- péfagos, y sostienen firmemente que sus antepasados nunca lo fueron. No se recopilaron datos sobre la ingestién de alimentos deriva- dos de animales no domesticaéos, ya que una gran parte del consu- mo, en particular el de pequefies animales, tiene lugar fuera de las ca- sas, No obstante, es evidente que para ciertas categorias de pobla- cign —mujeres casada y nifos impiberes— los animales pequeios, como ratas, ranas, erias de aves insectos componen una parte de la a diaria. Con todo, las camtidades son exiguas, y probablemente no contribuyen més que con un gramo o dos a la ingestién diaria de proteinas, Los de mayor tamaio como anguilas, serpientes, y mar Jes, aunque son comidos con menos frecuencia, contribuyen quizd mis a Ja dieta anual. Los cerdos silvestres, de los que en 1963 se cazaron seis, contribuyeron mas que todos los demés animales no domesticados 2 la dieta de aquel aio. No es muy frecuente que los tsembaga se alimenten de casuarios silvestres; en 1963 ninguno fue muerto 0 capturado, Estas aves pueden ser mis importantes en la die~ tade otros grupos maring. (Ladis Sn del alimento animal entre la poblacién no es equi- tativa. Ciertas categorias de personas estan sometidas_a tabies que impiden comer ciertos animales. El tabti mas generalizado es aquél al que se ven sometidos los barap kunda yx (hombres magicos de los combates), que son quienes llevan a cabo los rituales asociados con Ja guerra. Los tabiies aplicables a otros hombres que han participado en combates son ligeramente menos extensos. Para estos dos grupos std proscrito el consumo de muchas especies de marsupiales y de to- das las de serpientes, anguilas, barbos, lagartos y ranas. La base ideo- logica para la restriccin de marsupiales no esté clara, Hay que decir, no obstante, que todas las varedades proscritas viven en el bosque virgen de altura y se asocian alos espiritus rojos, con quienes tienen una especial relacién los hombres que son objeto de la prohibicién. Los reptiles, anfibios y peces no se comen debido a su «frialdad», Relaciones con el medio ambiente ” que se considera enemiga del «calor» del conocimiento y de la expe- riencia ritual. Ademas de estos tabiies sancionados de manera sobre- natural, los hombres evitan simplemente ciertos alimentos animales. Cualquier individuo que no sea un hombre mégico de los combates puede comer ratas, pero nadie lo hace. Se las considera cosas pequue- fas, adecuadas solamente para mujeres y nitios. Lo mismo hay que decir de los pajaros pequefios, los murciélagos y la mayoria de los inseetos. Los muchachos adolescentes tienen que observar una serie de ta- biies y restrieciones algo diferentes. La base ideol6gica de muchos de ellos descansa sobre el efecto que el hecho de comer ciertos alimen- tos podria tener para el peinado macizo, llamado mamp kie, que el muchacho deja erecer poco después de la aparicién de los caracteres sexuales secundarios. Si se come un marsupial de piel flexible, por ejemplo, se dice que el cabello se tornara flexible. Si se come cerdo silvestre, el cabello se llenaré de piojos, como el del cerdo silvestre Las restricciones.a las que se ven sometidas las muchachas ado- lescentes y las mujeres en edad fértil que todavia no han tenido hijos tadas que las que se aplican a los muchachos adolescen- embargo, atafien a los dos alimentos més importantes obte- niidos de animales silvestres: el cerdo silvestre, cuyo consumo, creen, las llenara de piojos, y las ratas, que provocarsn mal olor en la vagi- na, haciéndolas inaceptables para los hombres. Los nifos y las mujeres que han tenido hijos no se hallan sujetos, como categorias, a ningtin tabi. Asi, cuando un hombre o un ado lescente mata una serpiente, un lagarto, un ave pequefa, una rata 0 ‘un marsupial, se lo da a una mujer o a un nif. Los tabiies, resumiendo, contribuyen a dirigir la mayor parte de las fuentes auxiliares de proteinas animales a dos categorias de per- sonas que las necesitan en gran medida: las mujeres y los nifios. La privacién de los varones adultos, que, como categoria ontogenttica, son los que necesitan menos proteinas, en favor de las mujeres y de los nios, puede ser ventajosa para la poblacién. Por el contrario, la privacién de los adolescentes en favor de las mujeres y de los ninos no resulta tan claramente ventajosa. Durante la adolescencia las ne- cesidades de proteinas son elevadas, puesto que éste es un periodo de crecimiento y desarrollo répido. Hay que seftalar que si bien alguno de los otros posibles efectos de la ingestion de una baja cantidad de proteinas durante la adolescencia (en particular la disminucion psi- quica, que no observ6 entre los adolescentes tsembaga) son claramen- 8 Roy A. Rappaport te nocivos, la inhibicién del crecimiento y el retraso del desarrollo se- sual (Hipsley y Kirk, 1965, p.14) pueden no ser perjudiciales. Las ventajas proporcionadas por unos centimetros mas de estatura y por unos kilos mas de peso, podrian no ser grandes, y la posposicién de la menarquia por uno o dos afios podria ser incluso una ventaja para la poblacién en su conjunto. Sea como fuere, aunque la privacién de proteinas a estas edades puede provocar una reduccién en el creci- miento de los individuos, puede que éste no sea un alto precio a pa- af por unas proteinas que son mas necesarias para las madres y los nilios pequefios Dado que los tsembaga, a diferencia de otros maring, no casi casuarios, y dado qu el nimero de pollos no es alto, los cerdos son la principal fuente de alimento entre los animales domésticos. Du- rante mi trabajo de campo se celebr6 una fiesta del cerdo, y las pau- tas habituales de consumo de came de cerdo quedaron eclipsadas por las exigencias especiales de los diversos rituales y ceremonias. Por ello, aunque fue posible recoger datos de los informantes sobre el ‘consumo de came de cerdo en los aos no festivos, faltan informa- ciones cuantitativas (Habria que mencionar, en primer lugar, que las prohibiciones re- ligiosas de los hombres no se limican a los alimentos que se obtienen de animales silvestres. Durante h mayor parte del ciclo ritual, no pue~ den comer la carne de los cerdos muertos en las fiestas de otras po- blaciones locales. Sin embargo, las mujeres, los nifios y los adoles- centes si pueden hacerlo, y son, por tanto, los plenos beneficiarios de la carne asi obsequiada. ‘También las preferencias personales pueden desempefiar un papel alimenticio significativo en la distribucién de la carne de cerdo. Los hombres reciben porciones mayores de las tajadas que consideran mas apetecibles. Estas son las partes més grasas del animal, entre las que Ja panza es la més apreciada. Por el contrario, las mujeres, los nifios y los adolescentes reciben porciones mayores de carne magra. Resu- miendo, la ingestion de proteinas de las mujeres y de los nitios se ve favorecida tanto por la preferercia personal, como por el tabii, en lo que se refiere a la carne de cerdo doméstico)) No es frecuente que se coma carne de cetdo si no es con ocasién de ceremonias. Naturalmente, los cerdos de vez en cuando enferman y mueren, y un animal que haya sucumbido a la enfermedad ser co- mido, a menos que su cadaver haya comenzado a pudrirse antes de ser recuperado. Algunos mueren también de heridas de flecha, pues Relaciones com el medio ambiente 9 ¢s frecuente que los cerdos invadan los huertos y scan perseguidos por los propictarios de éstos. En 1963 ningtin cerdo murié por esta ‘causa entre los tsembaga, debido a que —segiin los informantes— casi todos los huertos estaban separados de las zonas de residencia por un arroyo de escarpadas orillas y fuerte corriente. Pero me lle- garon noticias de que seis animales habian sido muertos as{ entre los vecinos tuguma a lo largo de ese mismo aio. Los énimos se caldean cuando se producen tales muertes; es probable que el dueito de un cerdo muerto atente contra la vida del propietario del huerto, de su mujer, o de uno de sus cerdos. $i por fin se llega a un arreglo pact- fico, la carne del animal muerto se reparte entre los parientes agna- dos de las dos partes en conflicto, que podrin distribuirla entre los demas, El propietario del cerdo muerto tiene entonces que reparar la cerca rota por el animal al entrar en el huerto, y el propietario del hhuerto tiene que regalarle un lechén que sustituya al cerdo muerto. Cuando el cerdito crece es sacrificado, y ambas partes se reparten su came de forma equitativa, segiin cuentan los informantes, Los propietarios de cerdos matan a algunos de estos animales de- liberadamente, en los afios en que no hay fiestas, slo para cubrir obli- gaciones ceremoniales, 0 en el contexto de rituales relacionados con desgracias e imprevistos. ‘Otras obligaciones que implican el sacrificio de cerdos, fuera de las fiestas, son las relacionadas con la celebracién de matrimonios > Se hacen donaciones de objetos de valor a parientes afines, de vez. en ‘cuando, en relacién con el matrimonio mismo, con el nacimiento de un hijo y con la muerte de alguno de los cényuges o de alguno de sus hijos. Tales donaciones suelen ir acompariadas casi siempre de un obsequio de carne de cerdo, pero no siempre se efectian inmediata- mente después de asumir la obligacién. Las realizadas en relaci6n con el nacimiento de un hijo suelen ser pospuestas hasta la siguiente fies ta del cerdo, y este aplazamiento se produce al parecer, incluso en el caso de las donaciones, por matrimonio. ‘La demands originada por las desgracias y los imprevistos es, pro- bablemente, la que obliga a sacrificar y_a consumir un mayor nume- ‘de cerdos en los aitos en que no se celebran fiestas del cerdo. (Esto Te ver en enando los jvenes matan un cerdo y regalan la came (en parte en salaréin) a los ancianos de quienes pretenden obtener conocimientos sobre procedi- Imientos migieos importante, Tales trneacciones son raras.Algunos individuos no in tervienen en ells nuncs, mientras que It mayora las evan a cabo slo una o dos ver ces en su vd Roy A. Rappaport puede que no sea aplicable a la totalidad de los maring. Cherry Vay- da, en una comunicacién personal, informa que los kauwasi, geupo raring que habita en el valle del Jimi, matan mas cerdos en los aos rnormales en concepto de donaciones a parientes afines) *, Lo mas fre cuente es que las desgracias que exigen el sacrificio de cerdos sean la enfermedad y Tas Iesiones; pero. mientras duré el trabajo de campo, Jos tsembaga, dado que estaban celebrando una fiesta del:cerdo, no mataron cerdos inmediatamente después de producirse una lesidn 0 en el curso de una enfermedad. Por el contrario, prometieron a los antepasados que les ofrecerian animales al término del kaiko, cuando estaban planeando sacrificarlos en cualquier caso. Pero todos los in- formantes coinciden —y algunas informaciones procedentes de otras poblaciones locales lo corroborzn— en que en los afos sin fiesta del «-cetdo, los animales son sacrifc:dos inmediatamente después de que una persona s¢ lesiona’o en el curso de una enfermedad’ que no ha “respondid6 a un tratamiento menos radical, (procedimientos magi- cos), y si la enfermedad se prolonga, pueden ser sacrificados varios cerdos. La muerte, como la enfermedad y las lesiones, exige también el Los dats son inssiientes, pero seo que la dsparidad puede deberse a las di ferencae ent las prictcas horicola, Las ostervacionee de Clarke (1966, p. 350) in dlcan que ls battas son relacivamente mas importantes entre los Kauwasi que entre Jos tsembaga. Esto puede atribuise en parte a alitud algo mis elevada de los huer- tos de los kavwasi (hasta los 1 800m. y algo mis), y quiz4 alos eambios en la estruc tura del suelo dal eritorio Kauwas, que al parece ha estado ocupado por el hombre durante un periodo mis prolongado que ede los wsembaga. Sea como fuer, los pe- riodos de barbecho son mis cortor en las tierraxdedicadas a la hortiulkura por Tos Kauwas,y hay soils evidents de quel tierra kauwas et algo degradada, en tr sminos generales: alrededor de un 20 % del terrtorio esti eubierto por herba corta es tabilizada (Clarke, 1966; pp. 350s). Parece ser que los kauwasi crfan mis cerdos que los tsembage (no existe eenso al respecto),y la mayor importancia concedida 2 los eerdos esti rlaconada probable- ‘mente coa la mayor importancia concedid alas batatas. Cuando ae pregumto aun in formante por qué os tsembaga criaban menos cerdos que los kauwasi responds, en sfecio, que esto se debia a que el suelo de los sembaga era mas blando y més apto para dtaro y el ame. El suelo de los kauwasicra mis duro y més apto para a batata Dado que los kauwas si deen cultivars basta, eran mie condos, y éetos les sr ven de alimento con mayor frecuencia. Quizé podamos ver aqui una sucesién prolon- tala de pricticas hortcoas. En las zones que secultivan desde hace poco tiempo, se concede mayor importancia al cltivo cl tao y del fame. Con uma ocupacin pro- Tongads, se producen cambios estructural en el selo que evan a conceder mayor Jmportancia al cultivo de la utatay a ls era de cerdos. Para wm excelente ansisis de las posblessucesiones, vase Clarke (1566), Relaciones con el medio ambiente a sacrificio de cerdos. Si el fallecido es una mujer casada, es probable ‘que se sacrifiquen més animales que para otras categorias de perso- nas, Se sabe de casos en que los hombres sacrificaron todos los cer- dos de su mujer, tras el fallecimiento de ésta, porque ya no habfa nin- guna otra mujer que cuidara de ellos. Como en el caso de la enfer- medad, en 1963 los tsembags no sacrificaron ningiin cerdo cuando se produjeron muertes; simplemente, prometieron animales para el fi- nal de la fiesta del cerdo. [También se exige el sacrificio de cerdos en los rituales asociados con la guerra. El niimero de cerdos aqui esté relacionado directamen- tecon la duracién y dureza de la lucha, Este asunto sera tratado con mayor detalle en el proximo capitulo. La ocasidn indica cuéndo un cerdo ha de ser sacrificado y tam- bién quién ha de comerlo. Los cerdos sacrificados durante los ritua- les asociados con el desarrollo real de Ia guerra son consumidos tini- ‘camente por los hombres que participan en la lucha. Cuando los cer- dos son sacrificados en relacion con una enfermedad, una lesion 0 tuna muerte, el higado del cerdo es servido a la victima, si vive. Si el cerdo pertenece a Ia victima o a sus parientes agnados —segiin me di- jeron los informantes—, el resto de la carne sera consumido Gnica- mente por los parientes agnados 0, en el caso de una mujer casada, también por los parientes agnidos de su marido. Segiin me dijeron, el sacrificio se efectia en favor de los espiritus de los antepasados fa- Ilecidos (de los espiritus rojos, si es la parte superior del cuerpo la afectada, de los espiritus de la podredumbre, si la dolencia se localiza cn la parte inferior del cuerpo) para aplacarlos si ellos (o uno de ellos) haan infligido la dolencia, o para fortalecerlos con el fin de que pue- dan ayudar en la recuperaci6n si la victima ha sido el blanco de un espiritu hostil, un hechicero (km yx) 0 un brujo (koimp). Los espfri- tus receptores, como dicen los informantes, se iritarfan si la carne de los animales que les son sacrificados en tales circunstancias se dis- tribuyera entre los parientes no agnados, y negarian su ayuda a la vie- ‘ima 0 proseguirian sus ataques contra ella, con lo que ésta morirfa, ¢ inflgirian asimismo enfermedades a los parientes no agnados que consumieran la came. Pese a tales afirmaciones, las comunicaciones personales de Cherry Vayda y Georgeda Bick, que volvieron al te- rritorio maring en 1966, indican que los parientes no agnados resi dentes pueden recibir también partes del animal sacrificado. Ademés puede darse'el easo de que un patiente no cognado o afin ofrezca un cerdo para que sea sacrificado en beneficio de la victima de una en- 2 Roy A. Rappaport fermedad o lesién, y entonces un niimero mayor, aunque también li- mitado, de personas puede consumir la carne del cerdo *. (Se espera {que las contribuciones efectuacas por los parientes no agnados sean correspondidas en posteriores ‘iestas del cerdo o recompensadas de alguna otra manera. Sé de un caso en el que la vietima de una enfer- medad, una vez recuperada,transfirid a su benefactor no agnaticio de rechos perpetuos sobre cierto nimero de terrenos para huertos.) ‘Restumiendo, los cerdos sacificados en un contexto de desgracias © imprevistos suclen ser consumidos, evidentemente, por aquéllos {que son victimas del acontecimiento 0 participantes, o por quienes estan préximos a ellos. Es interesante destacar, por el contrario, que existe una tendencia a disteibuir ampliamente la carne procedente de cerdos sacrificados por razones diferentes. Por ejemplo, la carne que se recibe como pago por la ncvia o por los hijos no es consumida solo por los miembros del grupo exdgeno receptor, sino que se dis- tribuye una parte entre los corresidentes parientes afines. La carne dde cerdos que mueren por accidente o por causas naturales se distri- buye también en un grupo mas amplio. Hay que decir, ademas, que el consumo de cerdos silvestres no esté restringido tampoco al grupo agnaticio del cazador. Parece ser que existe una tendencia a disteibuir Ia carne de estos animales lo mis ampliamente posible. AT menos to- dos aquellos que participan en la cacerfa reciberr una parte de la car- ne, que es repartida por la persona que mata al cerdo. Si el animal es de gran tamavio otras personas la reciben también. Los dos cerdos sil- vestres de mayor tamafio que se cazaron en. 1963 fueron repartidos entre todos los tsembaga] Una cuestién de interés fis ologico es el hecho de que la mayor parte del consumo de carne de cerdo, en los afios en que no se cele- bran fiestas del cerdo, tenga lugar en nes de desgracia 0 im- previsto, y de que se limite la cistribucion de la carne en estos casos. Es razonable pensar que la desgracia y el imprevisto provocan en aquellos que sufren una «reaction de estrés», un conjunto de cam- bios fisioldgicos que son un resultado directo del imprevisto al que han de enfrentarse los organismos o una respuesta a aque. En el caso * Mientras estaba efecruando mi tabalo de campo, no comprendi plenamente el significado de consumo dela carne de srdo en un contexto de inforeuni, por lo que 1g recogi informacin sobre este asunto con la minuciosidad que mereca, Goorgeda Bick y Cherry Vayda pablicarin en otro hogar los detales de la dstribucisn y de bx definicién del contexto del sacrificio de cerdos,basados en su propia investigacién so bee este tema, realzada en 1966 y en 167. . Relaciones com ef medio ambiente 3 de los enfermos 0 lesionados, esto ¢s obvio. Sin embargo, también se producen reacciones de estrés entre personas que experimentan ira 1 temor (Houssay, 1955, p. 1096) 0 estados prolongados de ansiedad (SRE, n 1100, 1963, p. 53). Uno de los aspectos de las reacciones de estrés es el . De todos modos nos pone en guardia sobre el hecho de que «cl significado de Ia experimentacién animal [...] ha de ser eva- luado criticamente », y observa que «la relacién entre el estado de nu- Relaciones com el medio ambiente 95 trici6n y la inmunidad adquirida en el hombre no esta atin deter nada» (1964, p. 655). Zucker y Zucker, en un estudio sobre la rela- cin entre la nutricién y la resistencia a la infeccién de animales sa- ros realizan una observaci6n similar, relacionada con el papel de las proteinas: «Los datos disponibles son en gran parte de dudosa inter~ pretacién o no resultan concluyentes» (1964, p. 643). Parece ser, pues, que la enfermedad y las lesiones se earacterizan por un equilibrio negativo de nitrégeno, que puede tener consecuen- cias peligrosas para organismos deficientes en proteinas. Los efectos de un equilibrio negativo de nitrégeno, con todo, pueden ser contra rrestados con bastante rapidez. por la ingestion de grandes cantidades de proteinas. Es posible asimismo, aunque esto sea mucho mas du- doso, que el consumo de proteinas de alta calidad durante periodos de tiempo relativamente breves, pueda mejorar de manera significa tiva la capacidad de los organismos no infectados para resistir ala in- feccién. Sugiero que, dada la adecuacién de las proteinas derivadas de los vegetales y de los animales no domesticados para conservar el equilibrio de nitrégeno de los tsembaga a niveles bajos en ausencia de estrés, la prictica de sacrificar cerdos en situaciones de desgracia € imprevisto es un modo muy eficaz de utilizar estos costosos y es- casos animales. Los individuos que han sufrido traumas-o que estan enfermos obtienen una proteina de alta calidad, que puede hacer mu- cho por compensar las pérdidas de nitrogeno que estan experimen- tando como resultado directo de las lesiones que sufren sus cuerpos, y que los ayuda’ producir suficientes anticuerpos como para resistit ‘alaiinfeecién. También quienes se hallan cerca de las victimas, rec ben proteinas, las cuales no s6lo pueden compensar las pérdidas de nitrégeno debidas al estado de ansiedad en que se encuentran, sino que posiblemente preparan sus cuerpos convenientemente para resis- tir las lesiones o las infecciones posibles en el caso de que la vietima padezea, por ejemplo, una enfermedad contagiosa o que haya sido he- rida en una guerra que todavia no ha terminado. Resumiendo, si el contenido en proteinas de la dieta diaria de los tsembaga es probablemente suficiente para hacer frente a las activi- dades de cada dia, puede resultar menos suficiente en situaciones de estrés, El sacrificio y el consumo de cerdos en casos de desgracia 0 imprevistos tiende a proporcionar un refuerzo fisiolégico, cuando es necesario, a aquellos que lo necesitan. Asi, la contribucién de la car- ne de cerdo a la dieta de los tsembaga parece ser mucho mas impor- tante de lo que indican las cantidades que se consumen realmente, % Roy A. Rappaport Evidentemente, esta sugerencia tiene implicaciones para los futuros anilisis antropolégicos sobre el sacrficio de animales, y deberan Il varse a cabo tests fisiol6gicos apropiados siempre que sea posible; hasta entonces esta formulacidn permanecera a nivel de hipétesis. De— todos modas hay que decir que existen razones mas que suficientes para pensar que la regulacién ritual del consumo de came de cerdo entre los esembaga realiza una importante contribucién a una dicta que mantiene a la poblacion acecuadamente sana a un alto nivel de actividad. LOS LIMITES DEL SISTEMA Hasta aqui hemos intentado especificar las exigencias tréficas de los tsembaga, los mecanismos a uvés de los cuales las satisfacen y los efectos que tales mecanismos tenen sobre el medio ambiente en el que se producen. Ahora intentaremos llevar a cabo un cileulo de la capacidad de sustentacin del territorio tsembaga, es decir el nimero maximo de personas y cerdos que éste podria sustentar durante un periodo de tiempo indefinido, sirviéndose de los mecanismos antes descritos, sin que se produjera cambio alguno en las cantidades de ali- ‘mentos ingeridas por cada tsembaga y sin que se agotara el medio am- biente. Estas estimaciones deber ser realizadas para que podamos exa- ‘minar el papel del ciclo ritual en la regulacién de las relaciones de los tsembaga con los componentes no humanos de su medio ambiente inmediato o territorial. Hay que dejar bien claro que las cifras de la capacidad de susten- tacién que ofrecemos aqui no constituyen necesariamente una apro- ximaci6n al nimero de personas que podrian sobrevivir en el terri- torio tsembaga. Las estimaciones de esta capacidad de sustemtacién tal como se usa la expresién en antropologia‘, no proporcionan ne- cesariamente este tipo de informacién. Se trata, més bien, de una aproximacién al ntimero de organismos que pueden obtener sustento ‘en una zona dada sin que se produzca una degradacién del medio am- biente. De hecho, las poblaciores pueden estar limitadas, y a menu- do lo estan, por factores ambieatales que se tornan significativos, en © En ecologia animal, ls expresion eapacidad de sastentacn se usaen un senda ligeramente diferente, para reertse al nimero maximo de animales de unt calar que pueden sobrevvie en un Sees Andrewarths, 196, p. 154). Ese fen funcin de ls procesoe que limtan reelmente el tamaso de la poblacién, ores no inclayen necesariamente la degradacin del medio ambiente, Relaciones con el medio ambiente ” este sentido, por debajo de la capacidad de sustentacidn. Las epide- mias y los depredadores que dependen de la densidad pueden ser ci- tados como ejemplo. Habria que tener presente, asimismo, que la ley del minimo de Liebig y la ley de tolerancia de Shelford pueden ope- rar a niveles situados por debajo de lo necesario para degradar el me- dio ambiente. Una cifra de capacidad de sustentacién indica el nd- mero de miembros de una especie que pueden sobrevivir en los limi- tes de una zona dada, solo si las fronteras establecidas por otros fac- tores no han sido superadas con niveles de poblaciGn inferiores y si la poblacién se ha visto limitada por su suministro alimenticio brato, esto es, por la produecién de biomasa utilizable en la zona que aqué- Ia explora. Es imposible saber silos limites probables de la poblacién tsem- baga han sido fijados 0 no por la productividad de su territorio 0 por otros factores. Con todo, un cilculo de la capacidad de susten- tacién nos permite aproximarnos a los niveles en los que las variables se tornan destructivas en el ecosistema tsembage, Dificultades relativas a la eapacidad de sustentacién Las ventajas que se derivan del céleulo de la capacidad de sustenta- cign no deben ocultarnos lar dificultades, tanto conceptuales como metodologicas, que se esconden tras la sencillez del concepto. Algu- nos de los problemas que hemos hallado en los datos de los tsemba- ga son analizados en el apéndice 10, pero es conveniente llamar aqui Ia atencién sobre algunos de los mas generales 1, [Tanto los problemas conceptuales como los metodolégicos se presentan a través del concepto de degradacién ambiental. Si toma- ‘mos este concepto en el sentido de reduccidn de la produetividad (me- dida por la cantidad de biomasa producida en el seno de una zona especifica durante un periodo de tiempo determinado) o disminucién de la organizacién (complejidad y orden) del sistema ecol6gico, en- tonces es probable que la mera sustitucin de una comunidad de cli- max por una comunidad basada en plantas cultivadas represente una degradacin ambiental. En la mayoria de los casos, Jas comunidades cultivadas son de estructura mas simple que las comunidades de li- max a las que sustituyen, y hay poderosas razones para creer que st productividad es habitualmente menor (Allee et al., 1949, pp. 478 55. 507; Odum, 1959, p. 76). Las comunidades de climax climaticas 0

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