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de Nicaragua.
La Guerra Nacional de Nicaragua, o Guerra Nacional Centroamericana,
ocurrió entre los años 1856 y 1857. El conflicto fue el resultado de una guerra civil que
involucró a los bandos legitimistas y democráticos en el territorio nicaragüense desde
1854, que terminó en la toma del poder por parte del filibustero William Walker. La
conflagración provocó la unión de contingentes militares de las repúblicas
centroamericanas que acabaron expulsando a las tropas filibusteras.
[editar] Antecedentes
El año 1854 estalló la guerra civil entre las facciones democrática (liberal)
y legitimista (conservadora) que se encontraban asentadas en las ciudades
de León y Granada, respectivamente. Los democráticos formaron un Gobierno
Provisorio al mando de Francisco Castellón Sanabria, y no reconocían el Gobierno
de Fruto Chamorro Pérez. Asimismo, buscaron fortalecer sus fuerzas militares con la
ayuda externa, y para ello firmaron un tratado con el estadounidense Byron Cole. A
raíz del acuerdo arribaron a tierra nicaragüense, en junio de 1855, un grupo de
estadounidenses llamados La Falange Democrática al mando de William Walker.[1]
En esos años, el territorio nicaragüense tenía un enorme atractivo a nivel
internacional, especialmente por el cruce del río San Juan donde se planeaba construir
un eventual canal interoceánico. De hecho el magnate Cornelius Vanderbilt había
obtenido del gobierno local el derecho de transportar pasajeros por el istmo a través de
la Compañía Accesoria del Tránsito desde 1849. El establecimiento de esta empresa
chocaba con los intereses británicos que no deseaban solamente perder el "dominio de
los mares" que tenían en ese tiempo, sino la posesión de la costa este de Nicaragua a
través del Reino de la Mosquitia.[2] El conflicto fue solucionado con el Tratado Clayton-
Bulwer.
[editar] Ascenso al poder de William Walker
Desde el 18 de mayo de 1854 José María Estrada había asumido el gobierno
nicaragüense en sucesión de Chamorro y tomó a su cargo enfrentar a las fuerzas
opositoras. Sendos combates fueron librados en las localidades de Rivas y La Virgen, y
la misma ciudad de Granada fue tomada por las fuerzas filibusteras y democráticas el
13 de octubre de 1855. Precisamente, en esta localidad fue firmado el acuerdo entre
William Walker y Ponciano Corral Acosta, comandante de las fuerzas legitimistas, para
evitar más derramamiento de sangre a raíz de una serie de confusos hechos donde
resultaron agredidos pasajeros estadounidenses que atravesaban el país. Mateo
Mayorga, miembro prominente de los legitimistas, fue una de las víctimas de la
venganza de Walker. Del acuerdo, realizado el 23 de octubre, resultó
nombrado Patricio Rivas como Presidente, Corral Ministro de Guerra, y Walker como
General en Jefe del Ejército.
Sin embargo, el ex presidente legitimista Estrada inició un llamado a las demás
repúblicas centroamericanas para que acudieran a Nicaragua para obrar a "mano
armada como en causa propia hasta la desaparición de todo poder extraño y el
restablecimiento de la Potestad legítima".[1] El mismo Corral, ante el poder real de
Walker, envió misivas pidiendo ayuda, las cuales fueron incautadas y cayeron en
manos de Walker quien ordenó su fusilamiento.
Para el 18 de febrero de 1856, Walker influyó sobre Patricio Rivas para que revocase la
concesión otorgada a la Compañía Accesoria del Tránsito, que dio lugar a que
Vanderbilt se mostrara como un importante enemigo de su campaña. El filibustero
destituyó a Rivas y nombró en su lugar a Fermín Ferrer el 20 de junio de 1856.
Convivían entonces en el territorio tres presidentes: Estrada, Rivas, y Ferrer. Por otro
lado, para el 1 de marzo de 1856 el gobierno costarricense de Juan Rafael Mora
Porras había declarado la guerra al gobierno filibustero en Nicaragua en vista de su
amenaza sobre el territorio, iniciando así la Campaña Nacional de Costa Rica. El
mismo mandatario había alertado sobre la llegada de los aventureros desde finales de
1855.[3] El 12 de julio de 1856 Walker se proclamó presidente de Nicaragua a través de
unas elecciones amañadas.
[editar] La Guerra Nacional
Por su parte, representantes gubernamentales de Honduras, El
Salvador y Guatemala firmaron en la Ciudad de Guatemala[4] un Tratado de Alianza el
18 de julio de 1856 para la "defensa de su soberanía e independencia" que además
reconocía a Patricio Rivas como presidente e iniciaba la expulsión de las autoridades
intrusas.[5] Costa Rica no pudo asistir en ese momento a la alianza debido al estrago
que la enfermedad del cólera había causado en sus tropas, aunque reanudaría las
acciones posteriormente. Asimismo, las facciones democráticas y legitimistas, aliadas
a Patricio Rivas, firmaron un “Pacto Providencial” declarando la guerra contra William
Walker el 12 de septiembre.[6] Para el día catorce fue librada la batalla de San Jacinto.
Acosadas sus tropas hacia finales de 1856, Walker ordenó la destrucción de Granada al
término de un fatídico sitio. La devastación de la ciudad enfureció a los aliados
centroamericanos y los mismos nicaragüenses.[7] No obstante, para el mes de
diciembre, el ejército costarricense, coadyuvado por el empresario Vanderbilt y los
ingleses, tomaría el río San Juan cortando la ayuda externa de Walker. Para 1857 la
localidad de Rivas se había convertido en el último refugio de los filibusteros; aunado a
esto, Mora había hecho circular una nota ofreciendo perdón y repatriación que provocó
deserciones en el contingente enemigo.
Con la mediación del capitán estadounidense Charles H. Davis, William Walker se
rindió el 1 de mayo de 1857.
En Masaya surgen dos bandos, uno llamado de los “exaltados” que exigían se
atacara de inmediato a Walker. Otro bando, conocido como los “moderados”,
optaron por pactar con Walker y evitar que fusilaran a parientes suyos. Se da la
proclama del Prefecto, General Pedro Joaquín Chamorro Alfaro de los
“exaltados”, que escribió: “Si para lograr tan noble objeto (derrotar a Walker)
fuese necesario derramar la sangre de mi familia y amigos que allí existen,
sangre adorada para mi en buena hora, si ella sirve para regar el árbol de la
independencia”.
Hace pocos años, la Lotería Nacional, imprimió el rostro de los presidentes que
ha tenido Nicaragua en los vigésimos y hasta se publicaron afiches, se incluyó
la efigie del filibustero Walker. Pero el colmo fue que en el Banco Central de
Nicaragua, se montó una exposición de retratos de los presidentes, también
figuró el filibustero. Obras de conocidos historiadores nicaraguenses reconocen
a Walker su calidad de presidente, esos textos son parte del material de
consulta en la clase de Historia de Nicaragua. Entonces ¿qué Semana de la
Patria celebramos? Si todavía hay nicaraguenses e instituciones nacionales que
exaltan la memoria del filibustero que tanto daño causó a nuestro país.
Entre los primeros Decretos de Walker estuvo el que confiscaba todas las
propiedades raices, muebles o semovientes de todo ciudadano que hubiera
auxiliado a los enemigos del Estado o declarados traidores por el gobierno.
Para hacer cumplir este decreto, Walker trajo a Nicaragua a un delincuente,
William Kissane Rogers, en febrero de 1856, vino directamente de la famosa
cárcel de Sing Sing, Nueva York, Estados Unidos. Walker le dio el grado de
Mayor y le nombró Comisionado en Jefe de las Confiscaciones.
Walker decretó que todos los decretos, acuerdos y órdenes deberían ser en
español e inglés. El 22 de septiembre de 1856, firmó en Granada, el decreto
que reimplantaba la esclavitud. La presencia de Walker en Nicaragua significó
represión, fusilamientos y confiscaciones. También sumió en la degradación a
los nicaraguenses que se prestaron a sus intereses, alternando con los
filibusteros, incluso en eventos sociales, como ocurrió con las clases altas de
Granada y León. El clero católico ofició más de un tedeum y cuando su “toma
de posesión presidencial”, se inventó un obispo que le acompañara en el
estrado y cantara un tedeum.
El General José Dolores Estrada Vado fue declarado en 1971, Héroe Nacional de
Nicaragua, igual título recibieron Enmanuel Mongalo Rubio y Andrés Castro. Al
sur de la Laguna de Tiscapa se levanta la estatua al general Estrada Vado,
rodeada permanentemente por menesterosos y alcohólicos. Durante uno de los
desfiles hípicos de las fiestas agostinas, varios borrachos tomaron puntería
lanzandole al rostro latas de cervezas, uno de ellos le quebró la nariz que
permaneció así varios años, ya fue restaurada. El Ejército de Nicaragua ha
sabido honrar los nombres de nuestros héroes, el Centro Superior de Estudios
Militares lleva el nombre de General de División José Dolores Estrada Vado y la
Escuela Nacional de Sargentos se llama Andrés Castro.
En los patios del Ramírez Goyena, antigua Plaza de El Caimito, todas las tardes
ensayábamos la batalla, entre gritos y estallidos de bombas de mecate.
Hicimos un acuerdo con los institutos nacionales de Matagalpa y Chontales
para ir juntos a San Jacinto, todo coordinado por Carlos Fonseca Amador. Así, el
14 de septiembre de 1955, hace 56 años, venimos hasta la casa-hacienda que
estaba casi destruida, atravesando campos de sonsocuite, sembrados de
cornizuelo. Fue una gran motivación para nuestras vidas. Con el tiempo, varios
se integraron a la lucha de liberación nacional, en contra de la tiranía
somocista.
Entre aquellos jóvenes que marchamos juntos aquel día, tengo presente a
caídos en combate, como Jorge Navarro “Navarrito”, Francisco “Chico”
Buitrago Castillo, Eduardo Medina Borgen y al propio Carlos. Aquella
experiencia nos impactó tanto que en el siguiente curso escolar, desde su
inicio, comenzamos una colecta pública para levantar un monumento a Andrés
Castro. Profesores, estudiantes, inspectores,el personal de limpieza y la
población, logramos reunir la cantidad que nos había pedido la escultora Edith
Gron, la que también puso su cuota. El modelo para la estatua fue Silvio “Bill”
Turcios Ramírez, padre de Oscar Turcios Chavarría, asesinado por el
somocismo en Nandaime, en septiembre de 1973. Anastasio Somoza García
solicitó estar presente en la inauguración, a la entrada de la carretera a San
Jacinto, lo que fue rechazado, causando el enojo del dictador.
En el acto oficial del gobierno, a los jóvenes estudiantes del Ramírez Goyena
nos colocaron alrededor del sitio donde estaba sentado Somoza García, con sus
invitados especiales. Qué íbamos a saber aquel día, tal como se supo, años
después, que Rigoberto López Pérez, presente también ahí, no realizó su
cometido por no causar víctimas entre los estudiantes. Faltaban pocos días
para que cumpliera su patriótica acción. Todavía no se había hecho realidad la
parte de su poema en el que dice: “Yo estoy buscando al pez de la libertad / en
la muerte del tirano”.