Está en la página 1de 5

Parecernos mas a Cristo, ser otro Cristo. Meta alta pero alcanzable para los cristianos.

“La Cuaresma es el tiempo para redescubrir la ruta de la vida. Porque en el camino de la vida, como en todo viaje, lo que
realmente importa es no perder de vista la meta”, }
 ¿en el camino de la vida, busco la ruta? ¿O me conformo con vivir el día, pensando solo en sentirme bien, en resolver algún
problema y en divertirme un poco?”.
Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más
cerca de Cristo.
    En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino
hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos
invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de
nuestro pecado, nos alejamos más de Dios.
 Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida,
hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios
y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a
tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.

Otra vez Cuaresma. Un año más en este tiempo en el que la Iglesia nos propone la Palabra como uno de los centros irrenunciables en nuestra
vida. Por eso, traemos a la memoria algo de esa Palabra, unos versículos que tienen un marco encantador, lleno de poesía y esperanza, que
apunta a un Dios con un corazón tan grande que ni nos lo imaginamos:

“Si volvéis a él de todo corazón y con toda el alma, siendo sinceros con él, él volverá a vosotros y no os ocultará su rostro. Veréis lo que hará
con vosotros, le daréis gracias a boca llena, bendeciréis al Señor de la justicia y ensalzaréis al rey de los siglos” (Tb 13,6-7).

Pero para eso, hay que volver el corazón a Él. Y ciertamente, estas palabras nos hablan de conversión, algo en lo que se nos va a insistir
constantemente en estos días. Es el principio de todo, y no en vano son las primeras palabras que aparecen en el evangelio de Mc,
pronunciadas por Jesús:

“Ya está, el tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca, convertíos y creed en la Buena noticia”.
Sí, esta es la dinámica, primero darle la vuelta al corazón, volverlo del revés, como darle la vuelta al calcetín, y después creer, porque es
imposible entrar en lo que supone el Reino que anuncia Jesús, sin ese cambio del corazón, sin la experiencia previa de un Dios que se hace
cercano, sin la experiencia de un nuevo modo de acercarnos a personas, situaciones y realidades propias y ajenas.

A veces nos preguntamos cómo me va a cambiar Dios el corazón. Nos decimos “llevo ya muchos años, cuando echo la mirada atrás, apenas
me veo transformado, mi corazón sigue un poco como siempre, en sus cosas, en sus miedos, en sus cerrazones, en sus incapacidades para
amar y abrirse, creo que ya no tengo remedio”.

Y sin embargo el Miércoles de Ceniza oímos unas palabras que contrastan con nuestro tirar la toalla:

“En tiempo favorable te escuché, y en el día de salvación te ayudé. Mirad, ahora es el momento favorable, mirad, ahora es el día de
salvación” (2Co 6,1-2).
Ahora es todo momento, todos los días. Es invitación a trabajar por darle la vuelta al corazón, sin decirnos “ya no es tiempo para mí, el
evangelio no traspasará mi mente nunca”, tampoco “ya me convertiré mañana, o el año que viene”. No, es AHORA, HOY, AQUÍ, EN ESTE DÍA
cuando Dios nos ofrece el cambio del corazón. Nuestro trabajo es dejarnos hacer, dejarnos re-crear, y ser conscientes de que Él lo aprovecha
todo para dar esa vuelta a nuestro corazón, para colarse en él al menor resquicio que le dejemos. No en vano, contamos con su promesa: si
nos dejamos, vamos a sorprendernos de lo que HOY YA puede hacer con nosotras y nosotros, entonces le daremos gracias a boca llena, tal y
como nos dicen esos versículos de Tobías.

Y es que Él nos cambia el corazón donde menos lo esperábamos.

Feodor Dostoievski, fue condenado a varios años de trabajos forzados en un campo de trabajo de Siberia. Fueron años durísimos, donde un
hombre de ciudad, delicado, intelectual, pensador y persona de gran penetración psicológica, se encontró un mundo de hombres y mujeres
embrutecidos, muchos de ellos asesinos con corazón aparentemente de piedra, maltratados y animalizados por los trabajos forzados. Cuando
salió de aquél campo de trabajo en Siberia le escribe a su hermano Mijail:

«En los trabajos forzados terminé por encontrar hombres, hombres verdaderos, caracteres profundos, poderosos y bellos.  Oro bajo la
basura«.

En otra carta le escribe esto:


«No estoy abatido. No me he desanimado, la vida es vida en todas partes, la vida está en nosotros y no en el mundo que nos rodea. Cerca de
mí habrá seres humanos y ser un ser humano entre los seres humanos, y serlo para siempre, sean cuales fueren las circunstancias, no
desfallecer, no caer, en esto consiste la vida, el verdadero sentido de la vida. Lo he comprendido. Esta idea me ha penetrado en la carne, en la
sangre«.

Uno se pregunta qué es lo que pasó desde que Dostoievski entró en aquella prisión y el momento de su liberación. La respuesta es simple y
compleja a la vez: hubo en él un cambio del corazón, que propició una nueva mirada hacia aquellos seres humanos, en superficie basura, en lo
hondo, oro. Y que le hace gritar que lo más hermoso y plenificante en la vida es ser “humano entre otros seres humanos”.

Hasta que se le dio ese descubrir el oro bajo la basura, hubo historia silenciosa de conversión, pero lo más inesperado es que se le dio lo más
precioso de la vida en un campo de trabajos forzados; seguramente, de haber seguido su vida en San Petersburgo, nunca se hubiera dado ese
cambio del corazón. La conversión le vino desde la vida truncada y desde la mirada a otras muchas vidas truncadas y deshechas. Somos
convertidos donde menos nos lo esperamos. Aprovechemos el cada día de esta Cuaresma, de esta nuestra vida porque donde menos me lo
espero, se me dará La Vida, precisamente porque “ahora es el momento favorable, mirad, ahora es el día de salvación”.

Reflexión sobre el Domingo de Ramos, por Fray José Borja


15 marzo, 2016

Reflexión sobre el Domingo de Ramos, por Fray José Borja

Durante todo el camino cuaresmal, hemos ido escuchando y meditando en los diferentes Evangelios, que no sólo de pan vive el hombre.
Que necesitamos muchas cosas para poder ser feliz, y la vida va pasando sin que nos demos cuenta. No escuchamos a Jesús, porque
tenemos demasiado ruido. Pero Dios es paciente, él a pesar de nuestros fallos, cuenta con nosotros; nos espera como el Padre a que nos
demos cuenta que hemos pecado, y volvamos. No nos juzga, siempre tiene misericordia de nosotros.
En el Evangelio del domingo pasado, nos encontrábamos con que es muy fácil juzgar, airear los pecados de nuestro prójimo, pero, ¿Quién
no ha pecado alguna vez? Jesús tampoco condena, pero si nos pide un cambio: “en adelantes, no peques más”. Una muestra de amor,
confianza y perdón.

Las lecturas del Domingo de Ramos nos preparan para celebrar juntos con los discípulos y la muchedumbre, una gran fiesta: la entrada
triunfante de Jesús en Jerusalén.
Que la procesión de las palmas sea una manifestación de alegría porque Él nos permite ser sus amigos y nos da la clave de la vida: El
amor, que le llevará a la Cruz.
Que esta alegría nos ayude a decir SI cada día al seguimiento.

Isaías en la primera lectura nos habla de una humillación. A pesar de esos momentos en los que la persecución, el odio a la fe, inclusive
en el momento del martirio, Dios nos pone una palabra de aliento, nos ayuda, y está con nosotros. ¡¡No tengamos miedo!! Pongamos
nuestra confianza en el Señor.

En la segunda lectura, Pablo nos habla de que Jesús no se iba luciendo de que ira el hijo de Dios. No buscaba los primeros asientos ni las
reverencias, al revés. Se hizo semejante a nosotros menos en el pecado. Fue esclavo y sufrió como nosotros. Tanto es así, que pocos días
después lo veremos camino de la muerte como si fuera un criminal, un malhechor.

En la narración de la Pasión de Jesucristo según san Luca, es asombroso con que violencia lo tratan, y cómo reacciona Jesús: con
serenidad, y no les paga con la misma moneda.
El modo de afrontar y de abrazarse a su pasión y muerte, expresa un total abajamiento y de humildad. Lo condenan por llevar el AMOR
hasta las últimas consecuencias. Por ser inocente.
No tengamos miedo a esos momentos de dolor. No tengamos miedo por esas contradicciones que la vida o nosotros podamos tener.
Confiemos que el sufrimiento y el dolor es el pórtico a una nueva y regenerada la vida: la resurrección.

Que en este inicio de la semana santa, sepamos descubrir el rostro de Jesús en tantos momentos de dolor y sufrimiento.
María madre de la misericordia nos ayude e interceda por cada uno de nosotros para que sepamos ver la palabra de aliento y cercanía de
Dios en nuestros momentos oscuros, que sepamos ver el rostro humano de Jesús en nuestros acontecimientos y que pasión nos haga
mirarnos a nosotros a mismos y nos preguntemos si de verdad estamos dispuestos a ser fieles y coherentes hasta las últimas
consecuencias por AMOR sin perder la esperanza en la Pascua.

Que así sea.

Estos tres días, dan la oportunidad de disponer el espíritu para vivir la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús, con verdadera fe y recogimiento.

¿Cómo se celebrar estos días? Lo hacemos participando de la Santa Misa, celebrando el sacramento de la penitencia y haciendo el ejercicio del Santo Viacrucis y
meditando la Palabra de Dios.
Para reflexionar: Jesús nos advierte la necesidad de convertirnos, o sea de cambiar de vida, profunda y radicalmente. Que no bastan cambios superficiales, no
alcanza participar de ritos o celebraciones. Estamos llamados a cambiar el corazón, a hacer nueva nuestra mentalidad.
Se propone vivir tres momentos que son fundamentales: 
El primero: El silencio. Es necesario disponer el espíritu y abrir el corazón para escuchar la Palabra de Dios.  Este trabajo no se hace de cualquier manera. El
silencio es el lenguaje de Dios, que nos permite la meditación, que nos permite un buen discernimiento, que nos permite una oración profunda.  
Segundo: La reflexión. Días muy propios para pensar y entender dónde nos encontramos y hacia dónde debemos caminar según la voluntad del Señor.  
Tercer: La reconciliación. Estos días son un momento para acercarnos al Sacramento de la reconciliación, donde se experimenta el gran amor misericordioso de
Dios Padre que nos espera para darnos el perdón de nuestros pecados.
S EM AN A S AN TA

Lunes, Martes y Miércoles Santo


Publicado por M IGU EL  el LU N ES 29 M ARZO , 2010
¿Qué recordamos?
Estos tres días van de la Entrada Gloriosa de Jesús en Jerusalén hasta Su Ultima cena. El pueblo ha recibido a Nuestro Señor con un carácter
mesiánico, pero los responsables de Israel endurecen su posición contra El.
Jesús en estos días “enseñaba en el templo, y por la noche se retiraba al monte llamado de los Olivos.Y todo el pueblo madrugaba para ir al templo
a escucharlo” ( Lc 21,37-38).
Responde serenamente las preguntas capciosas de muchos fariseos y escribas.
Mientras tanto “los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de eliminar a Jesús… Judas, que era uno de los Doce.. fue a tratar con los
sumos sacerdotes y los jefes de la guardia sobre el modo de entregárselo. Ellos se alegraron y convinieron en darle dinero. Judas aceptó y buscaba
una ocasión propicia para entregarlo sin que se enterara el pueblo”( Lc 22, 2-6).
¿Cómo se celebran estos días?
Preparándonos para vivir La Pasión y la Resurrección de Jesús.
Estamos invitados a participar de la santa Misa, hacer el Via Crucis y hacer una Profunda y sincera Confesión Pascual.
Para reflexionar:
Jesús nos advierte la necesidad de convertirnos, o sea de cambiar de vida, profunda y radicalmente. Que no bastan cambios superficiales, no
alcanza participar de ritos o celebraciones. Estamos llamados a cambiar el corazón, a hacer nueva nuestra mentalidad.

También podría gustarte