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La gran pregunta que todos nos hacemos es por qué un niño o adolescente decide
quitarse la vida. ¿Cómo es posible? Solamente con oírlo nos estremecemos, tan
joven, lleno de esperanzas, ilusiones, sueños, pasiones, proyectos… Y, sin
embargo, algo tremendamente insoportable estaba sucediendo en la mente y en
el cuerpo de esa persona menor de edad para llegar a hacer algo tan tremendo
que nos hiela la sangre en las venas y nos deja desolados, cuando tenemos
noticia de que ha sucedido o nos toca de cerca. Rabia, desesperación,
impotencia y después, una amargura llena de infinita pena nos invaden ante el
hecho inexorable de un niño o adolescente que se ha quitado la vida.
En Chile las estadísticas de suicidio entre los jóvenes también ¡lo sitúan
como segunda causa de fallecimiento!
Por lo que respecta a la adolescencia, desde el año 2005 las cifras del suicidio
han ido en aumento. Tanto que actualmente se sitúa, como hemos dicho, en los
niveles más altos como causa de muerte. En esta franja de edad sí he tratado en
mi vida profesional a muchas personas menores de edad que expresaban el
deseo de matarse, de querer quitarse expresamente la vida.
Creo que aún pervive la idea de que los niños o los jóvenes cuando emiten
determinadas conductas lo hacen por (aquí poner cualquier teoría que tengáis)
causas que normalmente invalidan lo que están expresando. Se niega, se
minimiza, se tergiversa, se cambia, se transforma, contradice… su verdadero
modo de sentir y percibir lo que les pasa invalidándoles y no ayudándoles a
reflexionar y organizar sus experiencias. Así, oído a menudo: "Este joven lo que
quiere es manipular". "Solo busca llamar la atención". "Es un mentiroso
compulsivo". "No le importa suspender" Etc.
De este modo, por poner algunos ejemplos, si el niño dice que se siente cansado
es porque no quiere hacer los deberes; si pega o insulta a otro, es malo o un
rebelde (casi nunca dirán que se siente mal); si dice que un vecino le ha tocado
en sus partes íntimas, a lo mejor es una fantasía suya; si una niña le dice a un
profesor en clase que su madre le pega y le hace mucho daño, le contesta si es
consciente de lo que supone afirmar tal cosa (esto me ha ocurrido
recientemente), en vez de validar la valentía de esa niña; si el niño dice que sus
padres discuten mucho, a lo mejor exagera; si le duele la tripa, es una excusa
para no ir a clase… Y si seguimos así, podemos llegar a…
Que el joven exprese que se quiere morir, que no quiere vivir… = Lo hace para
llamar la atención.
Los jóvenes dan señales que anteceden a un suicidio: expresan que nadie les
quiere, que la vida solo es sufrir y que no hay solución, se les ve solos y sin
amigos, escriben frases en redes sociales o lanzan mensajes inusuales de
despedida o adiós... Hemos de afinar y aguzar la sensibilidad para ser capaces de
captarlas...
Los niños y jóvenes son personas y tienen sentimientos
Parece una verdad muy evidente, pero, si os fijáis bien en vuestro entorno,
observaréis que socialmente no lo es tanto. Hay quien ve adultos en miniatura en
los niños y niñas.
En mi opinión, nos olvidamos de que los niños o los jóvenes son personas. Tienen
sentimientos, deseos, esperanzas, ilusiones, intenciones... ¡positivas también…!
¿Los vemos, los sentimos, los reconocemos...como personas con mundo interior?
¿Trabajamos con ellos desde la confianza? ¿Por qué no se la otorgamos?
¡Qué difícil es ser niño en un mundo adulto!
Todos los niños y jóvenes quieren hacer las cosas bien: ser felices, tener amigos,
aprender, labrarse un futuro, gustar a los otros, destacar, mostrar su talento… Si
no lo hacen es porque o bien no tienen las herramientas ni el nivel de desarrollo
madurativo, emocional, cognitivo y moral que tenemos los adultos (algunos) y
precisan de estos como modelos para aprender y prestarles su cerebro; o porque
están bajo unas condiciones familiares, educativas y/o sociales que inciden en la
creación de un trauma complejo que impide su sano desarrollo y la posibilidad de
desplegar a su verdadero yo. Crecen con capas de defensas psicológicas y las
necesitan para sobrevivir.
Por eso, los adultos hemos de ver la mente de los niños y jóvenes, recoger su
mundo interno, validar sus emociones, mostrar firmeza ante las conductas que
puedan ser dañinas para él o los otros (pero tratándoles bien: respeto), poner
normas coherentes pero flexibles (ponerse los bigotes sin perder el control).
Tenemos que comprender que un niño tiene una mente con estados internos y no
quedarnos solo con las conductas exteriorizadas. O atribuirles a estas una
elaboración mental adultista que etiqueta al niño con un discurso rechazante,
etiquetante, humillante…
Esto es vital en el tema que nos ocupa, porque si una persona menor de edad no
es validada en sus emociones y en muchas de sus cualidades, si se dan factores
de riesgo para que el suicidio anide en su mente, pensará que cualquier
verbalización en este sentido nunca será tomada en cuenta, porque si ni siquiera
escuchan sus argumentos cuando se comporta negativamente ni recogen sus
emociones, ¿cómo lo van a hacer cuando diga que no quiere vivir? Si el niño o
joven es no visto…
Ser maltratado es una de las experiencias mas duras a las cuales puede ser
sometido una persona menor de edad. Ser dañado por aquellos que dicen ser tus
padres o seres queridos y que afirman amarte, genera una disociación mental
compleja de elaborar para la mente humana que no está preparada para ello.
Del mismo modo, el abandono es una forma de maltrato que aún se minimiza
mucho (o no se reconoce como tóxica) porque supone crecer sin el soporte
emocional que un adulto ha de dar a todo niño. No sólo me refiero a situaciones
detectadas por los servicios sociales, sino al creciente abandono
próximo (Schore), a padres físicamente presentes, pero emocionalmente
ausentes. Dan todo lo material que el niño precisa, pero la función de los padres
de ser figuras suficientemente permanentes, empáticas y poniendo límites y
normas con coherencia y consistencia, no se produce de una manera en la que el
niño o joven interiorice una seguridad y una vivencia de sentir ser merecedor de
ponerse en su piel y darle contención.
El apego
El apego seguro, decimos siempre, usando una metáfora, es como los cimientos
de un edificio: el fundamento seguro para ser y estar en el mundo, el legado que
los padres (o cuidadores) nos dejan, un ingrediente necesario para desarrollar
una personalidad estable.
El apego seguro, como dicen los autores (Waters en este famoso vídeo), no nos
libra de la depresión ni del suicidio. Pero es un importantísimo factor de
protección porque nos hace sentir desde muy pequeños, desde bebés (como
la primera niña del vídeo), desde las primeras interacciones sensoriales, que
nuestro mundo interno le importa al adulto que está a nuestro lado
cuidándonos y sintiéndonos. Y que merecemos ese cariño, ese confort, esa
seguridad que experimentamos internamente como buena. Una gratificante
sensación corporal de autoestima y sentimiento sano de valía personal nos
envuelve. Por ello, el niño crecerá sabiendo que hay alguien ahí que le
escuchará, le atenderá, le validará, le orientará, le regulará y le frenará. Alguien
que le quiere incondicionalmente y se preocupa por él. Así pues, en el futuro,
cuando haya una piedra en el camino, sobrevengan eventos estresantes, sucedan
problemas, se pase por etapas delicadas o se afronte el desafío de vivir, el joven
habrá desarrollado una expectativa interna conducente a la búsqueda de
personas que le den seguridad, confort y en las que, además, confía (padres,
amigos, profesionales, parientes...) ¡Y puede recurrir a ellas porque están
disponibles! Internamente, además, sentirá más confianza en sí mismo y sus
recursos y una mayor capacidad de gestión de sus emociones ante la adversidad o
las frustraciones.
¿En esta época de redes sociales, móviles, mails… esto es, cuando más
comunicados estamos, más solas se sienten las personas? ¿Puede ser la ausencia
de personas significativas en la vida de alguien una causa que influya en el
suicidio? Personas que sean puerto, base o refugio seguro para alguien, sobre
todo cuando la vida nos golpea. ¿Estamos criando personas prematuramente
autónomas con problemas para establecer vínculos afectivos? ¿Fomenta nuestra
sociedad el apego inseguro? Do it yourself? Esta investigación señala
precisamente que En Estados Unidos el apego inseguro afecta a cuatro de cada
diez niños. Nos debería hacer pensar mucho.
“Desde la cuna hasta la tumba, somos más felices cuando la vida está organizada
como una serie de excursiones, largas o cortas, desde la base segura provista por
nuestras figuras de apego” (Bowlby, 1989)
John Bowlby
En todos los momentos de nuestra vida necesitamos saber que hay una persona
-con quien tenemos un vínculo sólido y fiable- que nos ayudará y brindará confort
y apoyo incondicional. Este es el mejor antídoto contra el suicidio. ¿Pero
caminamos hacia una sociedad así o al contrario? Yo creo que estamos muy lejos
de una sociedad que valore los vínculos. Si queremos un futuro mejor, la
sociedad ha de valorar el vínculo como un imperativo psicobiológico (garantiza la
supervivencia biológica y emocional) Si no, no se le dará la categoría de
necesidad. "Todo niño tiene derecho a una figura de apego en su vida" -
deberíamos decir. Los agentes sociales han de tomar cartas en el asunto y
garantizar este derecho.
Para que exista resiliencia que evite el suicidio hemos de procurar que en la vida
de una persona existan, como dice Luis Eduardo Aute, "en este mundo absurdo,
(...) sombras entre luces de la clara oscuridad" Es decir, debe haber alguna luz
que evite la oscuridad de la desesperanza total que conduce al "no hay salida" al
sufrimiento y de ahí al suicidio como modo de acabar con el mismo. ¡Qué mejor
luz que una persona que sea base segura en nuestras vidas! Quizá me critiquéis,
pero prefiero que la juventud reciba el mensaje de la película "¡Qué bello es
vivir!" (que incide en la búsqueda de sentido a la vida como el mejor antídoto
contra el suicidio y la presencia de alguien a tu lado como factor protector) que
el de la serie (aunque algunos alaben que haya puesto encima de la mesa el tema
del suicidio) "Por trece razones"
Prevenir el suicidio
Además, existen todavía muchos mitos que hacen del suicidio un tabú: no hay
que hablar de ello, cuando todos los especialistas en el tema recomiendan todo
lo contrario: verbalizar hace que la angustia se expulse y la pulsión suicida se
rebaje o elimine. Otra idea equivocada es sostener que quien lo dice no lo hace,
cuando precisamente lo que está haciendo esa persona es avisarnos de ello. Otro
tema a eliminar es la interpretación de la conducta suicida: nada es
interpretable, si lo dice, hay que atender lo que ha dicho y ayudar a esa persona.
Finalmente, otro mito detectado es que si hablas de ello le das ideas al joven a
ese respecto. Al contrario, el silencio y el tabú contribuyen a no buscar o
encontrar la ayuda necesaria.
Aunque no resulta fácil preguntar a una persona sobre la tendencia suicida, con
confianza y acercándonos progresivamente conseguiremos llegar a ello. Es peor a
mi modo de ver, no hablar.
CÓMO PREGUNTAR:
CÚANDO PREGUNTAR:
QUÉ PREGUNTAR:
- Para descubrir la existencia de un plan suicida: ¿alguna vez has realizado planes
para acabar con tu vida?; ¿tienes alguna idea de cómo lo harías?
- Para indagar sobre el posible método utilizado: ¿tienes pastillas, algún arma,
insecticidas o algo similar?