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André Comte-Sponville*

Entrevista

“Prefiero atrapar el COVID-19 en un país libre que no contagiarme viviendo bajo un


régimen totalitario”

André Comte-Sponville, figure incontournable de la pensée française contemporaine. ©©Hannah


ASSOULINE/Opale/Leemage
Entrevistado por Simon Brunfaut
27 avril 2020
El filósofo André Comte-Sponville nos da sus impresiones sobre la crisis sanitaria actual y se
rebela contra lo políticamente correcto.**
L’Echo: La gripa de 1968 (“gripa de Hong Kong”) produjo más o menos un millón de muertos, en la
indiferencia casi general. Cincuenta años más tarde, ¿por qué nuestras sociedades reaccionan de
manera totalmente diferente frente a la amenaza del coronavirus?
A. C.-S.: Ya entre 1957 y 1958 la gripa llamada “asiática” había producido muchos más muertos, y
todo el mundo lo olvidó. ¿Por qué esta diferencia en el tratamiento de las epidemias? Veo tres
razones principales de ello. Primera, la mundialización en su aspecto mediático; ya somos
informados en tiempo real de todo lo que pasa en el mundo; por ejemplo, cada día, número de
muertos en China, o en Estados Unidos, o en Italia o en Bélgica... Segunda razón, “la novedad y el
sesgo cognitivo” inherente a la presente pandemia; el COVID-19 es una enfermedad nueva, y por
eso inquieta y sorprende mucho más. Tercera y última razón: poner a parte la muerte, cuando ella
se nos presenta nos recuerda que existe se nos vuelve mucho más inaceptable.
L’Echo: ¿Ha cambiado nuestra relación con la muerte, en el sentido en que se volvió, de alguna
manera, inaceptable?
A. C.-S.: Siempre lo ha sido, pero como cada vez pensamos menos en ella, entonces cada vez se nos
vuelve más horrorosa, cuando se aproxima. ¡Todo ocurre como si los medios de comunicación
descubrieran que somos mortales! Usted hablaba de un vistazo o de un clip publicitario. Todas las
tardes, en todas las televisiones del mundo, hemos tenido el conteo de los muertos por COVID-19.
14.000 en Francia, en este momento, más de 4.000 en Bélgica... Es demasiado. Es triste. En fin, pero
¿hay que recordar que mueren 600 mil personas en Francia al año? Que en Francia el cáncer mata
más o menos 150 mil personas al año, entre las cuales miles de niños y adolescentes. ¿Por qué
debería yo llevar luto, hacer duelo por 14 mil muertos de COVID-19, cuya edad promedio es de 81

* Figura inevitable del pensamiento francés contemporáneo André Comte-Sponville ha hecho que la filosofía se
vuelva popular. Autor de una veintena de obras, en especial publicó el Petit traité de grandes vertus (Paris, PUF,
1995), que se ha vendido por millares de ejemplares.
** https://www.lecho.be/dossiers/coronavirus/andre-comte-sponville-j-aime-mieux-attraper-le-covid-19-dans-
un-pays-libre-qu-y-echapper-dans-un-etat-totalitaire/10221597.html

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años, mucho más que por los 600 mil muertos anuales de Francia? Y eso que solo he hablado de
Francia. A escala mundial es mucho peor, la desnutrición mata a 9 millones de seres humanos cada
año, entre ellos 3 millones de niños. Esto no impide que el COVID-19 sea una crisis sanitaria
mayor, que el confinamiento se justifica, sin embargo, no es una razón para dejar de hablar de
otras cosas o para hablar solamente de COVID-19, como hacen casi todas las televisiones del
mundo desde hace varias semanas, ni para temer a las gripas de forma permanente, como se
repetidamente en los últimos días. Un periodista me preguntó (le juro que es cierto) si este era el
fin del mundo. ¿Se da cuenta? Nos vemos confrontados a una enfermedad cuya tasa de letalidad es
del 1 o 2%, quizás da mucho menos si se tienen en cuenta los casos no diagnosticados y la gente
habla del fin del mundo. Emmanuel Macron recordó en su último discurso que “la salud era la
prioridad”.
L’Echo: ¿Se convirtió la salud en un valor absoluto en nuestras sociedades?
A. C.-S.: Sí, tres veces lo digo, por desgracia, por desgracia, por desgracia. En todo caso es un
peligro que nos amenaza. Lo que yo llamo el panmedicalismo, es decir, hacer de la salud, y ya no de
la justicia, el amor o la libertad, el valor supremo. Lo que equivale a confiar a la medicina, no
solamente nuestra salud, lo que es normal, sino la conducción de nuestras vidas y de nuestras
sociedades. ¡Terrible error! La medicina es una gran conquista, pero no podría reemplazar a la
política, a la moral, a la espiritualidad. Mire nuestros teleperiódicos: ya uno no ve sino médicos.
Agradezcámosles el formidable trabajo que hacen y los riesgos que corren. Sin embargo, por
abreviar, los expertos están ahí para esclarecer al pueblo y a sus elegidos y no para gobernar.
L’Echo: ¿Esta crisis es reveladora de nuestra finitud y vulnerabilidad?
A. C.-S.: Finitud y vulnerabilidad hacen parte de nuestra condición, nadie lo había olvidado,
excepto quizás algunos periodistas. Pues es algo bueno que esto los vuelva más lúcidos.
L’Echo: Esta epidemia nos sitúa ante lo desconocido. Vamos más que nunca a tener que aprender a
vivir con la incertidumbre?
A. C.-S.: Basta con vivir. La incertidumbre, desde siempre, es nuestro destino.
L’Echo: A propósito de esta epidemia, algunos hasta han hablado de una especie de “venganza de
la naturaleza”. ¿Según usted, es el signo de un desequilibrio profundo entre el ser humano y su
entorno?
A. C.-S.: Hablar de venganza de la naturaleza es una tontería propia de las supersticiones. Por el
contrario, que exista un desequilibrio entre el hombre y su entorno es solo demasiado verdadero.
Y se explica a la vez por la sobrepoblación (nuestros niños ya no mueren en la más tierna edad
como antes, y esto no es motivo de queja) y por la revolución industrial, gracias a la cual la
hambruna desapareció en los países más opulentos y ha retrocedido en gran parte en el resto del
mundo. Tampoco ahí hay razón para quejarse. Pero la conjunción de esos dos hechos,
sobrepoblación e industrialización, plantea problemas enormes. ¡El calentamiento global
producirá muchos más muertos que el COVID-19!
L’Echo: Por su carácter planetario, esta crisis nos fuerza a repensar la mundialización así como los
lazos entre los estados ¿Puede desembocar, según usted en una nueva baraja geopolítica?
A. C.-S.: A mí lo que me sorprende es ante todo la formidable cooperación a escala mundial entre
los científicos, así como los progresos muy rápidos que hacen. Por ejemplo, para encontrar el
código genético de ese virus y buscar una vacuna y un tratamiento. No es la mundialización la que
crea los virus. En el siglo XIV la peste negra mató a la mitad de la población europea, y ahí la
mundialización no tuvo nada que ver. Por el contrario, sería positivo que esta crisis nos enseñara
cuán peligroso es delegar en otros países, por ejemplo en China, las industrias más necesarias para
nuestra salud. Buena lección para tener en cuenta.

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L’Echo: Algunas voces se elevan para criticar el bloqueo económico que además puede causar
daños enormes, peores quizás que los daños del virus... ¿Qué piensa usted de esto?
A. C.-S.: Estoy de acuerdo y eso es lo que me aterra. Tengo más preocupaciones por el futuro
profesional de mis hijos que por mi salud, porque soy casi un septuagenario. Francia prevé gastos
suplementarios a causa del COVID-19 y del confinamiento, más de 100 mil millardos de Euros. No
me opongo, pero ¿quién lo va a pagar? ¿Quién va a reembolsar nuestras deudas? Nuestros hijos,
como siempre... Eso es lo que me da ganas de llorar.
L’Echo: ¿Será que esta crisis tendrá un impacto a largo plazo sobre nuestras libertades?
A. C.-S.: El confinamiento es la más fuerte restricción de libertad que yo haya vivido jamás, y como
todo el mundo me apuro en salir de él. En el largo plazo, absolutamente no se debe sacrificar la
libertad por la salud. Prefiero atrapar el COVID-19 en un país libre que no contagiarme viviendo en
un país totalitario.
L’Echo: A propósito de la post.pandemia o post-crisis, algunos reclaman el retorno a la vida
normal y al mundo de antes, mientras otros predicen un mundo nuevo.
A. C.-S.: El mundo de antes ya no volverá. Trate un poco de volver a los años 1970... Pero a la
inversa, nunca se recomienza a partir de cero. La historia nunca es página en blanco. Se equivocan
quienes creen que todo va a seguir como antes, pero también se equivocan los que creen que todo
cambiará.
L’Echo: Se ha visto desarrollarse movimientos de solidaridad, especialmente hacia las personas
mayores, mientras que se manifiesta un gran reconocimiento hacia el personal médico y
paramédico y hacia otras profesiones muy a menudo subvaloradas. Esos comportamientos
altruistas ¿Pueden inscribirse naturalmente en la duración o habrá que darles un marco general y
político para hacerlos existir a más largo plazo?
A. C.-S.: El altruismo no data de ayer. El egoísmo tampoco. Continuarán cohabitando, como lo han
hecho desde hace más de 200 mil años. Por lo tanto, sí, mejor contemos con la política y el derecho,
más bien que con los buenos sentimientos. En cuanto a nuestros mayores, su problema no
comienza con el COVID-19. ¿Ha estado usted en un HPAD? el personal hace allí un trabajo
admirable, pero qué tristeza para tantos residentes. Perdón por no ser sanitariamente correcto. En
Francia, hay 225 mil nuevos casos de enfermedad de Alzheimer cada año, es decir, quizás 10 veces
más que los casos de COVID-19, si el confinamiento da buenos resultados. Ahora bien, por mi parte
prefiero contagiarme del coronavirus e incluso morir de eso que desarrollar la enfermedad de
Alzheimer.
L’Echo: ¿Es el confinamiento el momento oportuno para reflexionar sobre nuestros modos de
vida? ¿De qué manera la filosofía puede ayudarnos en este período?
A. C.-S.: Todos los momentos son oportunos para filosofar. La filosofía puede ayudarnos porque
nos mueve a reflexionar, nos mueve a tomar distancia, más bien que dejarnos llevar por nuestras
emociones (comenzando por el miedo) y lo políticamente correcto.
L’Echo: ¿Qué enseñanzas positivas podemos obtener de esta crisis?
A. C.-S.: Para mí, son tres principalmente. Primero, la importancia de la solidaridad; protegerse a sí
mismo es también proteger a los demás y recíprocamente. Segundo, el gusto por la libertad: qué
placer será volver a salir de esta “casa por cárcel” que es el confinamiento de hoy. Tercero, el amor
por la vida, tanto más preciosa cuando se comprende que es finita, que somos mortales. André
Gide lo dijo en una frase que siempre me ha sorprendido: “Pensar con frecuencia en la muerte no
ha dado suficiente valor al más íntimo momento de tu vida”. El COVID-19, que hace que pensemos
en la muerte mucho más que de costumbre, podría empujarnos a vivir más intensamente, más
lúcidamente, incluso (cuando sea vencido) más felizmente.

Traducido por Jorge Márquez V. para el seminario Tiempo de epidemia en las sociedades de individuos.
Medellín, Universidad Nacional de Colombia, 1 de mayo de 2020.

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