Está en la página 1de 95
Seceién: Arte Manuel Valls Gorina: / Para entender la mitisica El Libro de Bolsillo Alianza Editorial Madrid Print ella ey El Libro de Balin: 178 ‘Cons eeinpesin en «El Lie de Blo, 1988 (© Hereetos de Manoel Vas ovis @ Alisa Eats, $A Made, 97,190, 1982, 1984 908 Cate ia, 8; 2968 Maas ele. 0005, ISBN: Se06i67-4 Depa leas M. 16.64-1888 Dipl feed pc Sie 8. A, Impro e» ROGAR, $. 4. Pol. Cobo Calli, Puasa (Matis) Paes Spun Advertencia Este volunen es una version ampliada del editado en catalén en 1963, con el titulo «El mon prodigids de la misican'. La obra, en el montento de publi- carse, tuvo cierta difusién debido probablemente a la falta en el catélogo bispénico en aguella fecha, de libros que como éste pretenden iniciar al lector inte- resado por la radsica en la circunstancia misteriosa y siempre sugestiva de este universo articulado en torno al sonido, sin entrar para ello en disquisiciones t6c- nicas a nivel profesional. La presente edicién converva como plan funda- mental el esquema de aguel estudio al que se le ban ahiadido los datos complementarios imprescindibles ara situarlo en el plano de la actualidad en particu- lar se ba remozado la discografia, que vinculada a las 1 Eaitotial Bruguers, Barcelona, BI mundo proditioeo de le melsica, 7 3 ‘Manvel Valls Gorina disponibilidades del mercado de hoy constituye una valiosa ilustracién con la que el lector puede compro- bar con la audicién las propuestas estéticas 0 kisto- ricas contenidas en el texto. M. Vv. Barcelona, 25 de enero de 1978. Tntroducciént La idea inicial que orienté Ja redaccién de las siguientes paginas fue la de exponer una historia abreviada de Ia misica. Pero inmediatamente se me presentd la siguiente cuestién: ¢La historia de qué misica? Los occidentales, que durante sigios han tenido la pretensin de set el eje de la cultura y los conductores de Ja historia, hasta hace poco no han tenido conciencia de que sus fandamentales ‘mani- festaciones espiituales —la misica entre ellas— no eran las Gnicas que mefecfan figurar en la historia de la cultura, Por tanto, si es cierto que en una his. toria de la misica se puede tratar con especial aten- cién_y esmero de la evolucién del fenémeno sonore en Europa y por extensién en Occidente, no es me- nos verdad que no se pueden eludir en’el estudio manifestaciones tan radicalmente definidas como les del sistema musical chino, las sutilidades de Ia ctea- cin musical hindé o las densas y sugerentes sonori- 9 fe ees 10 Manuel Valls Gorina dades tfmbricas que trascienden del gamelang javanés, sino €5-a riesgo de ofrecer otra vez una version parcial del tema al que aludia hace unos instantes. ‘Tampoco podtfamos arrinconar la deslumbrante ca- era del jazz, que en pocos decenios ha quemado literalmente las etapas definitorias de su evolucién, ni desde luego preterir la miisica del teatro 4 japo- nés, Finalmente, gla riqueza ritmica y sonora de los percusionistas negros del Africa puede quedar al mar- gen de Ja hiporética historia al no estar integrados en nuestra corriente cultural? No puede hablarse de musica en términos gene- tales y orillar las creaciones que no encajan con nuestro sistema y menos atin pretender compendiar la extraordinaria variedad de sus manifestaciones en tuna breve sintesis hist6rica. Por ello, en el trance de decidir, he tratado en primer término de la mi sica en un tono generalizador,. desvinculada de refe- rencias geogrificas y temporales, para estudiar a ten- glén seguido, y con més detalle, las instituciones y formas en que ha cristalizedo la tmisica del universo cultural en que vivimos. Creo —tal vez erréneamente— que con este pro- cedimiento ahorro al lector el problema de entrar en el tema por la puerta de Ia historia, que fatalmente Je impondria’ un: sentido lineal de’ la. materia, En cambio, se le ofrece asi la méltiple perspectiva de la variada dimensién del mundo musical, que, como veremos, puede calificarse’ realmente de prodigioso '. Después de esta primera parte, en la que a guisa de introduccién se aneliza sumariamente la misica, 1 HI titalo oviginal de este obra en tu ediciin ea catelén, ce El prodigids min de la mises. Réivorial Brogueca, S. A. (Barce. Tena, 1966). RR Para entender Ja misica nL 8 decir, la suma de intuiciones con las cuales el bom- bre otorga sentido a la effmera vibracién sonora que vive unos instantes en el tiempo, que adquiere signi- ficacién gracias a persistir en su memoria ordena- dora, se acomete cl estudio de su evolucién en nues- tra caltura, En este examen, la miisica es la inica protagonista y a ella nos referimos sustancialmente. Los miisicos ‘y compositores comparccen s6lo a tf tulo de impulsores de Ia dinémica evolutiva de este arte. Que nadie se extraiie, pues, si echa de menos un nombre conocido. No nos hallamos ante una anto- logia, sino ante la biografia de la misica considerada ‘como un organismo vivo. En la parte conclusiva se tratan sumariamente cier- tos aspectos sociolégicos de 1a misica: de cSmo se ha jectaco en la escena (la dpera); de su auditotio, el piblico, hoy dilatadisimo y disperso debido a la in- vasién de los aparatos reproductores de sonido (toca- discos, cassettes, etc.), a su difusién por radio y tele- vision, y del concierto, principal instituto de contacto entre midsica y audiencia, Para el lector interesado en cuestiones intrinsece- mente histéricas se incluyen en las ultimas péginas una bibliograffa concretads a los libros més al alcance sobre la materia y una extensa nota discogréfica con indicacién de las grabaciones mas representativas de cada etapa hist6rica, asequibles al oyente espafol. Finalmente, interesa recalcar que, debido al carée- ter de divulgacién-del presente trabajo, sc ha redu- ‘ido Ie terminologia técnica a los vocablos impres- cindibles a fin de lograr una mejor comprensién del texto. . MUSICA, _ Y DE LA MUSICA AL ARTE MUSICAL 1. La materia prima de la misica: el sonido Antes de adentramnos en el examen de la misica, como tema esencial de las presentes consideraciones, conviene tratar la materia que constituye su molécula estructural bésica: el sonido, Es realmente una maravilla el hecho de que el hombre, a lo largo de siglos y milenios, haya mon. tado una lucubracién mental, 0 mejor, una variedad del azte asentada en la vibracién del aire, 0 sea, en este algo tan etéteo que denominamos sonido, Desde Tuego, nuestra admiracién crecerd si nos patatnos a pensar que por una gracia rayana al milagro, el movi- miento del aire al soplar en una catia o en un hueso, Ja pulsacién rftmica sobre un tronco o la regular agitacién de unas semillas en el interior de wna fruta seca hayan despertado y espoleado su imaginacién de 4 Hl sonido al quo nos referimos os ef realizado sediante art fio (vor 0 instramento} que permita el control de su emisén, a5 6 Manuel Valls Gorina ‘manera que esta materia tan inaprehensible y en principio castica —el sonido— se convierta en algo organizado, y articulado en la-sociedad, y que el mis- mo hombre, estimulado por estos imprecisos descu- brimientos, haya sido capaz de montar un univetso sonoro, dotado de sentido, al que denominamos ma- sica. Pero dejemos de momento Ia miédsica como ente organizado y acerquémonos a la fisica, pata entrar en el conocimiento del sonido, la materia prima con que bastir las construcciones musicales, Segtin los fisicos, el sonido es «un movimiento ondulatorio de Ia materia, que afecta a nucstio é:- gano auditivo». A juicio de otros, es o modos a los que se asignaron variables influencias sobre el alma del auditorio, El repaso sumariamente expuesto es indicativo de la miltiple imagen que el hombre tiene del universo sonoro, y los ejemplos aportados (que no agotan le materia) nos ilustran sobre Ia diferencia entre las ‘vagas intuiciones del hombre de Ia selva, ery contacto inmediato con las misteriosas fuentes del sonido, y la organizacién que petmite controlarlas y matizar su produceién y emisiOn, La humanidad, con el paso de los siglos, ha adquirido una techné en la manipu- lacién sonora y ha establecido una relaciéa entre los diversos sonidos obtenidos, los ha emparentado con vinculos de altura, de timbre y de intensidad y ha forjado, en definitiva, un universo regido (en cada caso) por una normativa, técitamente admitida por Jos miembros de cada comunidad étnica, que otorga tuna significacién a las creaciones surgidas al amparo de su regla. Pe 38 Manuel. Valls Gorina No es preciso insistir. La formulacién de los prin- cipios rectores de cada sistema musical (hinds, ja- ponés, chino, arabe, griego, etc.) es el resultado de un dilatado proceso selectivo., El sistema no nace por generacién esponténea, sino que proviene de una serie de experiencias, vinculadas a Ia mentalidad y educacién auditiva de cada pueblo del que toma forma, el cual rechaza los elementos que considera no significativos y acepta los que cree dotados de especial sentido para su exptesién espiritual. La improvisacién de que hablamos al comienzo de este capitulo, gestada en el fondo del instinto, ha dado paso a la ordenacién mental del sonido, al sis- ‘tema. Veremos ahora répidamente la orientacién con- ferida por la cultura de Occidente al sistema en que hhan cristalizado las intuiciones musicales de quienes habitan esta parcela del planeta, apes Segunda parte SINTESIS DE LA EVOLUCION MUSICAL EN EUROPA 1. EI antecedente gregoriano Hemos visto hasta aqui cémo se han canalizado las peculiates intuiciones acisticas de los pueblos en sistemas ordenadores del sonido quie otorgan sentido asus creaciones musicales. A partir de ahora abando- ramos esta visién panorémica, que nos ha permitido centrever el proceso de estructuracién del sonido, pata acercar nuestra lente observadora a la entidad mental que ha cristalizado en Ia cultura que denominamos Europa, Queda claro que al hablar de Europa nos referi- ‘mos a una forma de ser y actuar, de vivir y de en- tender Ia vida y no al patrén geogréfico en que actualmente esta asentada. Les toca a los. gedlogos determinar los centenares de miles de afios de exis- tencia que puede asignarse a este pedazo de tierra, Lo que ahora nos preocupa es la conceptuacién de Jo que debe entenderse por conciencia europea, ¢3 decir, de la peculiar manera de ser y comportarse en a Penns eae soe eo cry Raeeea seek ea ane 2 Manuel Valle Gorina las creaciones espirituales y mentales forjadas a lo largo del dilatado.perfodo que denominamos Edad Media. Lo que hubo y-lo que existié en tiempos més remotos en este viejo continente fue una coexistencia de pueblos de muy heterogénea condicién y proce: deneia, Luego Grecia y Roma configuraron unos es- guemas mentales que influyeron decisivamente en la futura mentalidad, pero que no son atin Europa, Es preciso llegat a los alrededores del afio mil de nuestra cronologia para que aparezea una comunidad de pensamiento o, mejor, una homogeneidad en el que podemos hallar el germen del ideario occidental. En esta entidad espiritual’ que hemos dicho es Europa, la mésica més antigua de que tenemos cono- cimiento se integra en el legado de la organizacién ‘musical griega. Ta relacién entre himnos y cénticos entonados por las primeres comunidades cristianas y los cantos espirituales: destinados a las ceremonias propias del culto de las sinagogas hebraicas, con las de la musica atiega, es en Ia actualidad un hecho plenamente acep- tado, especialmente si admitimos que las primeras células cristianas se establecieron en la zona geogré- fica que hoy denominamos Oriente Medio, desde donde se extendieron més tarde por Ia dilatada y compleja geograffa étnica del Imperio Romano. Las invasiones de los bérbaros del norte (siglos vi y vit) ahogaron muchas muestras artisticas y espiri- tuales en las ruinas del Imperio. Si la misica sobre- vivid.al naufragio general, podemos imaginar que fue debido al hecho de que el canto formaba parte de la liturgia cristiana, que en sentido estricto no partici paba de la civilizacién romana propiamente dicha, La liturgia, incipiente como las: propias comunidades Para entender Ia msica 6 cristianas, contaba con Ia miisica como elemento inte- grante del culto. En la génesis de la adaptacién € incosporacién de la misica al culto divino, cada igle sia, es decir, cada agrupacién de fieles, tenfa sus sitos, los cuales, uniformes al principio, adquiricron, debido a la distancia y a fa diversidad de costumbres, distintas modalidades que al desarrollarse con el paso del tiempo dificilmente podian encajar con el criteria unifieador de las normas linirgicas que’ la iglesia (al adquirir una superior conciencia de su sagrada misién) propugnaba. Tres centros principales, Roma, Miln y Constantinopla, aglutinaron en buena parte las. pricticas mds corrientes en materia de canto religioso, a pesar de que la politica emprendida por Roma, encaminada a uniformar le litargia catélica, segufa su curso. “Gi San Ambrosio (340.397) Iev6 a cabo en Milin al primer trabajo ordenador de fas melodias lindrgicas (canto ambrosiana), en Roma, dos siglos més tarde, el Papa Gregorio el Magno (540-604) dio el empuje decisivo a la empresa unificadora del himnatio, con fo cual consiguié dotar al canto eclesidstico de Ia ho- mogeneidad que le faltaba, Ademés de podar la excesiva ornarentacién de las melodias precedentes, Gregorio ordené Ia composicién de nuevos cénticos y cred, ademas, una Schola Cantorun encargada de velar por la pureza de las melodias que integraban al repertorio de lo que ahora denominamos canto gregoriano. El canto gregoriano, célula de la futura misica ‘occidental, es el producto madurado de melodias pertenecientes al sistema musical griego, mezclados con otras de herencia musical judfa. Este canto, pa- sado por el tamiz unifieador y purificador de la re- forma de San Gregorio, se erigid en protagonista Soe es a 4“ Manuel Valls Gorina casi exclusivo de la expresién musical europea de la Alta Edad Media. Puede afirmarse que hasta la eclo- sin del ciclo trovadotesco (siglos xtrazv) la mésica religiosa (el gregoriano) es Ja tnica manifestacién de ue tenemos testimonio. En un comienzo, la tradicién oral, transmitida de gencracién en generacidn a través de las ensefianzas impartidas por las Scholae, fue el tinico procedimiento de difusién y de expansién del canto gregoriano. Més tarde, hacia los siglos rx, x y x1, aparecieron los primeros indicios 0 signos para fijat gréficamente las ondulaciones de la’ monodia, o melodfa gregoriana Entra en escena la notacién llamada neumndtice, serie cde signos destinados no solamente recordar {as al- turas, & que ademds las inflesiones de la melodia y la cantidad de sonicos que debian emitirse en una sola expitacién’o: preuma. ¢Qué ocurris al descubrirse la posibilidad de fijar Ja misica en la escritura neumética?. Al igual que habia sucedido con el canto en les primitivas comu- nidades cristianas (donde, como hemos visto, cada aiicleo confirié su variante individual a las melodia), con el grafismo cada centro religioso creé asimismo su propio sistema de escritura 0 graffa (no se piiede hablar atin estrictamente de’ notacién). Saint Gall, Limoges, Cluny, Ripoll, Montserrat, Toledo, Tours, Salerno, Chartres y Canterbury son, entte otros, los principales centros de irradiacién de las graffas neumé- ticas, las cuales divergieron mucho de un lugar a otro cen lo que concierne a forma de materializarse. A consecuencia de tal diversidad nacen las graffas conocidas por el apelativo de otigen, o sea, con un gentilicio histérico: la aquitana, Ia catalana, Ia. in- lesa, Ja sangallina, la toledana, ete., que responden, naturalmente, a los sistemas ideados y utilizados en Para entender la misica 6 los respectivos focos de donde proceden. Como puede comprobarse, la aportacidn hispénica a la definicién y normalizaci6n de la escritura gregoriana fue decisiva, y a este hecho debe agregarse otto de no inferior entidad y valor: el de que las principales autoridades contempordneas en lo referente a ‘a investigacién y estudio de la génesis de las grafias musicales aludidas se deben a dos catalanes: al padre dom Gregorio Maria Sunyol (1879-1946), director hasta su muerte del Instituto Pontificio de Muisica Sacra, y a mon- sefior Higinio Anglés, sucesor del padre Sunyol en tal cargo y director igualmente hasta su fallecimiento (1969) de la mencionada institucién. Debemos a los descubrimientos de estos eminentes investigadores el conocimiento del lentisimo proceso que de Ia varie~ dad de sistemas existentes condujo a una relativa unidad en la préctica del gregoriano escrito. En Jo relative a la escritura gregoriana estimo pertinente sentar las siguientes precisiones: que el grafismo utilizado, en el que a veces se emplean co- lores diferentes, con un variado néimero de gufas 0 Iineas (el pentagrama no aparecié hasta finales del siglo xv), no era exactamente la «misicas, sino su representacién visual; que no existian notas como ahora, sino unas figuras (los neumas) representacién de los sonidos que el cantante debfa emitir en una sola emisién, en uti solo respiro, y, finalmenté, que el canto gregotiano era esencialmente vocal y raras veces contaba con acompafiamiento instrumental. Los textos en que se apoyaban las melodias pro- cedfan en primer lugar de los salmos. Luego, a te- dida que los ritos se codificaron y surgid Ia repla livirgica, aparecieron las fSrmulas de las letanias, los responsos, los himinos y Ia antffona y, desde luego, las ‘pattes fundamentales del ordinario de la misa. Pe % Manuel Valls Gotina ¢Cémo era, cémo sonaba la melodia gregoriana? .” Aceptados nos me. genes de movilidad cabe pensar en la «no evoluciénn del gregoriano, una vex consolidados sus esquemas fundamentales, a pesar de lo cual conviene advertir gue el gregoriano actual es probablemente més uni- formado que el imperante en la Edad Media, que @ buen seguro era métricamente més flexible y, en consecuencia, més libre, imaginativo y rico en ma tices. La reforma uniformadora realizada en Solesmes 4 mediados del siglo pasado constituys tina tentativa de devolver al canto la pureza perdida, debido a los excesos y a las desviaciones locales de algunos con- ventos. En definitiva, la enmienda, si consiguié la homogencidad deseada, anquilosé su régimen ritmico ¥_sujets la duracién de los sonidos a un limitado tepettorio, ahogando con ello (debido. al afén unific cador) el. vuelo expresivo que comportaba le superior libertad y variedad méttica, | | : : 2. El trdnsito de la milsica religiosa ala miisica profana La gran cortiente musical de los siglos iniciales del medievo estuvo, como hemos comprobado, en manos de la iglesia. No obstante, podemos creer gue [a fantasta del hombre y su instinto de creacién no podian cefiirse vinicamente a unos esquemas que cl'uso ratinario habia convertido en f6rmulas. Junto 1 los centtos de cultura, que eran monesterios y abadlas, erect y vivia el pueblo, el cul tea ss srapio lenguaje musical para expresar un muestrat Ge tencimienind que difclmente’ pod canalizarse a través de la rigida y tinica via de manifestacién ofrecida por el canto grégoriano. Si el latin perdié con el tiempo sus atributos de habla viva, para mantener un prestigio intelectual cada ver més alejado de las nuevas propuestas espitituales y sociales que nacen con el empuje de las lenguas romances, lo propio ‘ocurre con el canto gregoriano. a 8 ‘Mantel Valls Gorina En Ia apaticién de las primeras mucstras de Ja mésica civil participaron unos personajes que desde nuestra actual. perspectiva nos dan idea de un na ciente universo expresivo, a veces brutal, otras itico, pero siempre pintoresco y vivaz, dotado de un color, con frecuencia subido de tono, demostrative de que un mundo nuevo presionaba para definirse y para romper unas férmulas mentales que como un cotsé anticuado oprimfan, inttilmente, Ia fuerza expansiva de un cuerpo social espiritualmente crecido y dis- puesto a ensayar vias expresivas inéditas, Los protagonistas y promotores de las nuevas avanzadas.en el campo de la musica cristalizan en ‘unas figuras humanas del més variado orden social y de una no menos variada procedencia cultural. Estos ejemplares, bajo el nombre de goliardos y ju- glares, y mis adelante de trovadores, se erigieron en gufes de la nueva ruta emprendida por la mésica europea, : Conviene advertir previamente que en el momento histérico considerado (siglo xt), Ia evolucién musical se distingui6, més que por su aspecto técnico, pot su mutacidn espiritual o estética, Ia cual no impidié que se plasmata. en. importantes innovaciones. técnicas, referidas especialmente a la apaticién, de una parte, de otras «formas» desvinculadas de la norma grego- Hana, y, de otta, a la aparicién y utilizacién de ins- trumentos para acompafiar al canto, Pero no nos anticipemos a lo acaecido ¢ intente- ‘mos precisar los pasos esenciales determinantes del cambio de frente espiritual apuntado. Los primeros brotes innovadores en la inamovible tradicién musical eclesiéstica se produjeron en el seno del templo. Hs sabido que los melismas 0 serie de sonidos de altura variable entonados sobre una ‘Para entender lt mésica a sola sflaba tienen en algunos pasajes (en el amén, los aleluyas, los kyrie, ete.) una duracién no diremos excesiva, pero si considerable. Algunos clérigos, a fin de recordar mejor las sinuosidades melismaéticas les, pusieron otra letra, independiente del texto litirgico. Nacen asf las «secuencias» 0 infilteaciones literarias en el texto oficial. Lentamente estas intromisiones adquitieron mayor entidad y un superior relieve hasta que, con el paso de los alos, constituyeron piezas independientes de la matriz. gregoriana. Y si existia la posibilidad de inventar nuevas letras, gpor qué no habia de ser posible crear nuevas melodias? La contestacién «prdc- ticar a la precedente pregunta (que hoy nos parece elemental) es 1a aparicién en aquel instante de los siguientes hechos: a) en primer término, Ia contra- posicién de un arte intocable y estético, que simboliza Ia tradicién, con una manera nueva y viva de enten- der la funcién musical, y 4) ta entrada en la escena del compositor, el cual se desentiende de las fér- mulas rituales del canto eclesiistico para crear otta iésica, que por oposicidn a aquélla se ha denominado profana, pero que nosotros preferimos Hamar civil. La iglesia pierde el monopolio y el control. normativo de Ia miésica. El género en que cristaliza la incipiente aventura musical se denomina «prosan, y consiste en una composicién con texto rimado, a manera de la secuencia, con la cual se la confunde frecuentemente. Las primetas prosas de que tenemos noticia son del siglo xx. Hemos hablado de !a apaticién del compositor, y seguramente més de un lector inquitiré: gy el canto joriano quién lo creé? Hemos apuntado, y ratic Eeemor abata, que lar melodies’ de wcants Laos (que también se designa asf al gregoriano) estin for- 7 ‘Manuel Valls Gorina madas por un doble proceso: de aluvida, de una parte (himnos hebreos y modos griegos), y de erosiéa, de otra, es decir, de desgaste, debido a las insensibles pero incesantes modificaciones causadas por Ia trans- * misién oral de las melodias. No obstante, citemos de pasada el nombre de Notker (840-912), autor de muchas monodias del repertorio gregoriano vigentes hhoy, como su famosa Media vitze. Tres modelos esenciales (equivatentes a otras tan- tas intenciones expresivas) representan la figura del compositor, que hace s6lo unos instantes ha saltado ala palestra: el goliardo, el juglar y el trovador. Cada uno de ellos se mueve en uin campo social espectfico, y el sentido y caricter de sus tespectivas produccio- nes sintoniza con la parcela de la sociedad (no puede atin denominarse pubblico) a que estén destinadas. Los. goliardos Los goliardos, término despectivo con que se dis- tingui6 un tipo especial de religiosos, eran monjes que vivian de la limosna, frailes que habfan colgado los bébitos y vagaban por el mundo Ilevando una vida licenciosa. En sus canciones, dedicadas a ala- banza del vino, def buen comer y del amor, emplea- ban un latin macarr6nico, con el cual, a la vez que imitaban los cantos religiosos, se mofaban y burlaban de las cosas més santas y, en general, de lo que constituan la cultura oficial. No es desatinado afirmar que los goliardos constituyeron la. primera contra: cultura, 0 sea, la cultura. «underground» (avant la lettre) de su tiempo, tanto por lo que se refiere a sus cfeaciones como por au estilo de vida: 1a vagancia, Una imagen muy gréfica que ilustra el perfil humano Para entender la msica on de estos personajes es la que nos dan Varlaam y Mikhail, los monjes que aparecen en el segundo acto de la dpera de Mussorgsky Boris Gudonof'. El goliardo no es un inculto. Dotado de une for- macién humanistica aprendida.en el convento 0 en las universidades, conoce también la técnica musical y, con ella, Ta ciencia de la modulacién, pero debido su actitud vital tira por la borda su bagaje de cono- cimientos teoldgicos y las sutilidades de sus distingos, y.se lanza a vagar por el mundo, consezvando, no obstante, el hibito. Clerici vagante es el nombre con cel que se distingue a estos primeros agentes de ptopa- gacién cultural y de una nueva forma de entender la vida y, por ende, de sus fundamentales manifesta ciones, y, entze éstas, la cultura, Ellos fueron los pri- metos que, extrayéndola de las funciones litirgicas, independizaron la misica, La obra de los goliardos se concreta.principal- mente en géneros de un sabor a la vez erudito y popu Jarista. El compositor. alemén contempordneo Cat! Orff (1895) cuenta con varios oratotios sobre el tema, Uno de ellos, con el rfeulo de Carmina Burana, std escrito sobre textos goliardescos, y en él los gor liardos son sus protagonistas Los juglares ‘Muchos autores, Adolfo Salazat entze ellos, asegu- ran que el jugler constitayé un tipo de creador que, aun no siendo probada su existencia (por falta de ' Aunque ef reinedo de Boris transcuni « finales del siglo v2, los tipos de la obra pueden contiderarse como Una supervivendia de aquellas institaiones, 2 ‘Manuel Valls Gorina pruebas documentales) hasta muy entrado el siglo xrr, puede adivinarse su presencia en las centurids inicia- les de Ia Edad Media y aun antes. El juglar es el depositario y transmisor, a través de generaciones, dde un tesoro cultural: la herencia pagana. Eclipsado utente mucho tiempo por la hegemonia cultural de la iglesia, comparece de nuevo en escena, casi de gol- pe, a la hora en que las cottes medievales comien- zah a encontrar gusto por las manifestaciones del es- pfritu (misica, juego, diversiones), La figura del juglar surge de la oscuridad y alcanza sibitamente tun Tugar bien definido en los estadios’ populates de Ta nueva sociedad, a la que distrae con sus ocutzen- dias. Dotado de una especial inventiva, pronto en sus respuestas y en los juegos de palabras, el juglar era, ademés, un habil improvisador musical. En sume: la imiésica y el ingenio eran sus hertamientas de trabajo. Gon el juglar se produce, en fa expresién, un cam- bio mental de profindo signiticedo socal, giro que cencontramos también en los goliardos. Hasta su apa- ticién, la mtsica, debido al imperio del gregotiano, tenfa el templo por escenatio; a Dios, por destinata- tio, y alos ministros de la Iglesia, por ejecutores.. Con el juglar, el escenario es la calle, la taberna o el palacio; aparece el intérprete; y ademds un priblico como auditorio, que igual puede ser el principe, la corte 0 el pueblo, maravillado ante el mundo de fantasfa ‘al que transitoriamente le transportaba Ja presencia y actuacién de este personaje, en el cual se mezclan indisctiminadamente el artista circense, el poeta y el mésico, Conservador y transmisor de una tadicién cultural milenaria esencialmente oral, a ‘vemos atin hoy en ferias, mercados y fiestas mayores en las aldeas y pueblos alejados de las concentracio- nes urbanas y de las grandes rutas turisticas. Spee fie MEE aca entender Ta msion 3B ‘Las trovadores La clésica estampa del trovador, que; acompafiado de una mandolina o instrumento similar, canta a su amada al pie de la torre de un castillo, es una imagen falsa de la realidad social y mental de los trovadores. Imagen falsa debido a su idealizacién roméntica, que ‘ofrece, no obstante, atisbos de verded al-lustrar un aspecto, hasta el momento ignorado o marginado en aquel remoto universo cultural: el del amor cortesano, ‘yinculado a Ia creacién musical, Si-en Io tocante a la miisica y en las restantes cesferas de Ja accién cultural, como letras, arquitec- tura, pintura, etc., el clero fue el protagonista de la Historia en los sglos iniciales de fa Edad Media (al ‘ejercer su accién en todos los estamentos sociales), a partir del siglo xtt la figura del caballero adquiere cada dia mayor relieve hasta llegar a centrar en sf buena parte dela dindmica histérica, politica y cul- tural de aquel entonces, ‘La decadencia del latfn como lengua viva convirtis os lenguajes en proceso formativo (gallego, castella- no, francés, catalén, etc.) en nuevo instrumento invencién y de presién. Apenas articuladas las pri- ‘meras nociones sinticticas, el pueblo se lanza a cantar a asus» héroes (y no los.de-la antigiedad clésica, que en cierto modo le han sido impuestos), los de earne y hnueso que le son coeténeos y que en su lucha contra el infiel se cubren de gloria. Las gestas de Carlomagno, de Roldan, del Cid, etc. cotten de boca ‘en boca hasta crear, con la leyenda, el mito. Por otto ado, las Cruzadas comportan un incentivo vivificador de hechos que estimulan la imaginacién de las gentes, fvides ‘de accién,’ de aventura, de fantasia y de evasién. Fe Manuel Valls Gorina Si pensamos por unos instantes que durante la etapa histérica que contemplamos el contenido de la palabra diversi6n carecta de su actual sentido y que aquellas gentes no disponian, como ahora, de cines, teatros, bailes y espectéculos depostivos de recteo 0 esparcimiento, comprenderemos a importancia que para la vida cotidiana de los pueblos, aldeas, burgos y ciudades (obsesionados por la idea'de la muerte y de los castigos eternos) podia tener el paso de unos eSmicos 0 Ia legada de caballeros procedentes de tiertas lejanes que, al espectéculo de su. presencia, sumaban el excitante imaginativo de sus narraciones, con frecuencia cantadas, en las cuales fantasia y rea lidad no tenfan siempre una frontera bien- delimi- tada. Todo un mundo de fabula cruza los caminos de Europa, y en su difusién tienen un papel decisivo estos personajes y vagabundos, entre los cuales el trovador asume un puesto destacado. y preminente, (Uno de los principales méritos de la pelicula «El séptimo sello», de Igmar Bergman, es haber descrito este universo ¥ su circunstancia de angustia, terror, supersticién y muerte, con el caballero y la misérrima faréndula —los cSmicos de la legua— que protago- nizan Ia obra.) Volvamas a los trovadores. Los trovadores.resu- citan ef tema del amor en el repertorio musical de Occidente. Amor cortesano, amor ideal, amor impo- sible son. los aspectos pzeferidos del tema tratado por estos innovadores, que abren en Ia sociedad feu- dal una rendija por donde se infiltra una nueva luz estética y.expresiva. El trovador crea la letra y la miisica de sus canciones, que después, vagabundo impenitente, se esparcirén en viajes y_peregrinacio- nes. Atencién: nos encaramos por primera vez con el compositor, entendiendo este término en su sen- aa entender Ia misica s tido moderno, es decir, con la persona que hace de la ereacién sonota un medio de comunicacién espiritual y que a la vez Ja constituye en modus vivendi, en profesidn. ‘Hemos dejado muy atrés las salmodias gregorianas, que continuaron entondndose en el templo, pero que en relacién con el arte y las innovaciones trovado- rescas son algo perteneciente al pasado, El trovador grababa en su memoria el fruto de sus «trovass. De Tos contados textos «notados» que nos han Iegado podemos deducir que las creaciones trovadorescas —concretadas principalmente en «cortesfas», «tensé>, ‘a«jocs partits», , Frente al anonimato del Ars Antigua comparece el cteador individualizado de la nueva etapa: el . Es precisamente ‘este principio dindmico de inestabilidad lo que cons- tituird Ia esencia del sistema tonal. Tmaginaremos la escala de do mayor (teclas blancas del piano): Bee om fe ot si Do La jerarqufa tonal impone una relacién de prefe- rencia entre el do (t6nica), el sol (quinto grado 0 dominante) y el fa (cuarto grado). A pesar de las releciones fisicas (proporcionalidad numérica de las vibraciones) que rigen, al margen de la voluntad fhumana, los principios de la consonancia aludida, «el sentimiento de la tonalidad» es el factor determinan- te, en el curso de las generaciones, de la seleccién de dos modos gregorianos entre los miltiples que cexisten centrados en las escalas. 0. modos mayor y ‘menor. ‘Otra precisién ain. En el interior de Ia escala tonal, la distribucién de tonos-y semitonos es, en princi pio, inmutable. En los modos gregorianos, en cambio, lo que. precisamente califica el «cardcter> de cada modalidad es la vatiable colocaci6n del semitono en el interior del sistema. Hechas estas precisiones, vol- ‘vamos 2 la polifonia, la cual, una vez. salida de la fase gética, convitié a la tonalidad en la base de sus creaciones. Si bien durante la etapa maduza del Renacimiento, pot obra de Palestrina (1525-1594) y de Tomés Luis | | i | | n ‘Manoel Vatls Gorioa | pera entender la ins ih de Victoria (1545?-1611), la polifonfa religiosa al- canza el cénit de la perfeccién y concentracién ex- presiva, en la misica civil o privada es donde halla- ‘mos las estructuras mas originales y auevas. Estas en principio se’concretan en formas menores y breves, pero su paulatino y gradual pulimiento determinard su resolucién en el «madrigaln, que pasaré a ser la quintaesencia de ta polifonia renacentista civil y en torno a la cual giran otras formas de menor presen- cia y entidad, pero no de inferior riqueza musical (jroitola, ricercari, batalla, canzona, y en Espatia, la ensalada), Constatamos asf que en nuestro pais la polifonia profana adopte formas como el villancico (que no (en sentido lato) del madrigel: opone Ia polifonia reli giosa la de «servir» a la liturgia, para alabar al Seftor Y, esporédicamente, la de expresar un sentimiento de amor al Creador (Victoria y Jos polifonistas espafio- les). El madrigal tiene el palacio del principe como escenario, En la polifonia religiosa el escenatio es el templo. El publico del madrigal es variado y abi- gartado (y lo necesita). El segundo no tiene péblico siriclu sensu: 9a tnico destinatario es la Divinidad, Estas distinciones de orden extramusical marcan la diferencia de 1a actitud del autor frente al problema creador, de cuya diferencia nacen dos estilos de com- posicién. La norma de gravedad y de austeridad impuesta por la misica religiosa no admite transgre- siones en su espiritu, pues se entiende que afectan a su esencia. Precisamente gran parte de Jas sesiones del dilatado Concilio tridentino (1545-1563) se dedi- caron a perfilar la regla que debfa orientar y presidir cl arte musical en materia religiosa. En el afin de fustigar las infiltraciones profanas y las ‘complica- ciones contrapuntisticas, que «ahogeban el auténtico sentido religiosons(a juicio de muchos cardenales), se preconizé Ja vuelta a las formas elementales del canto gregoriano. La intervencién de los, cardenales espa- fioles fue decisiva para la admisién en cl templo del régimen polifénico, sujeto, no obstante, a.una regla, EL modelo de obta polifnica escogido —secondo Ia forma-del Concilio— fue | actualmente famosi- sima Misa de Palestrina, conocida por el nombre de Misa del Papa Marcelo, un sucesor de San Pedro, recordado por Ia historia casi exclusivamente por di ‘entender Ia msica 7 cha dedicatoria, ya que su estancia en el Vaticano ‘como Pontifice ‘no pasé de veintidés dias. Palestrina: (1525-1594) encarna los ideales que enel orden musical fij6 el Concilio de Trento. Aunque sa verdadero nombre era el de Giovanni Pierlui historia lo identifica como Palestrina por el lugar de su nacimiento, una pequefa aldea sita en las cercanias de Roma. Este compositor nos da, con su obra serena yy transparente, de un contrapanto severo, pero nunca {fspero 0 ec0, y que opone al cromatismo de algunos madrigalistas (recordemos el caso de Gesualdo) un depurado y riguroso diatonismo. Si Florencia, Népoles y Venecia se disputan en.el siglo xv1 el centro del ‘canto coral secular, Roma, gracias al arte de Pales- trina, se erige en el centro indiscutible de la polifonta religiosa de aquel instante. En Roma se educa musicalmente otro portaestan- darte de la polifonfa religiosa: Tomés Luis de Victo- tia, Los musicdlogos no se han puesto de acuerdo al sefialar la fecha de nacimiento de este compositor, ‘que las més recientes investigaciones sitdan hacia el afio 1545 en la ciudad castellana de Avila. No vamos ahora a seguit los pasos de este extraordinario. ar- tista, pero como dato definidor de su personalidad apuntemos que, mientras que Palestrina hizo alguna incursién —sin demasiado éxito— por el campo de Ja miisica profana, el espititu profundamente rcligioso de Victoria determiné que se inclinara tinicamente por el cultivo de la musica sagrada y que en este terreno alcanzara una intensidad expresiva tinica. La obra de Victoria, compuesta bajo los cfnones de Trento, contiene una vibracién expresiva, una ‘emocién vivificadora, a Ja par que un profundo sen- tido religioso. Si escuchamos péginas tan conocidas como la famosa Ave Maria o el cintico Tenebrae facta B ‘Maouel Valls Gos sunt, no dejaré de impresionarnos la carga de espisi- ‘malidad alojada en su tejido contrapuntistico. ‘A pesar de que es en la figura de Vietoria donde se centra y se consuma la etapa dorada de la poli fonfa espafiola, no pueden omitirse aqui dos impor- tantfsimos nombres de la polifonfa peninsular: Fran- cisco Guerrero (1528-1599), que ya conocemos como autor de villanescas y otras obras entroncadas con el madrigal, que cuenta ademés con una penetrante produccién de signo religioso, y Cristébal de Morales (1500-1553). Como puede comprobarse’ se hallan cronolégicamente antes que Victoria, a quien, en cierto modo, preparan el camino. Con los autores citados se cierra pricticamente el ciclo de la polifonfa religiosa renacentista, que tiene en la personalidad de Anerio (1560-1614) su éltimo representante, con quien se efecttia el trinsito del Renacimiento’al Barroco. Si pudiera hablarse de ma- nierismo musical, Anerio seria la figura que mejor encamaria este fugaz estilo de transicién; a la vez es el introductor del drama in musica, es decir, de la Spera en su pais, 5. La miisica instrumental Una célebre obra poética del siglo xrv nos ilustra, mucho mejor que los manuales especializados, sobre el'estado, clase, importancia y utilizacién de los ins- trumentos de misica en los afios del pre-renacimiento, Nos teferimos al Libro del buen amor, de Juan Ruiz, el famostsimo Arcipreste de Hita, quien sien diver s03 capitulos (XLVI) nos habla del salterio, de las sonajas y de estormentos tocar (XXVIII), de estor- mentos bien tanner o templar (XXXIV), de tanner al caramillo y de faser el altibajo (XLNT), en los capitulos LI y LIL nos da una relaciéa completa de los instrumentos utilizdos en aquel entonces: pan- deros, zamponna, alboques, caramillo fecho de can- na uera, cftola, atambotes, guitarra, corpudo laud, rabé pritador, trompas, annafiles, ete. Ante el catécter de ‘protagonista desempefiado por Ja miisica vocal hasta ahora ttatada habiamos po- dido pensar que la misica instrumental tenfa una B ‘Manuel Valls Gorina consideracién subalterna, un cometido de comparsa dentro del universo sonoro de aquel instante. Frente al muestratio transcrito debe admitirse que, al menos cen el siglo citado y debido probablemente al prolon- ‘gado contacto con la cultura ardbiga (muchos de los instrumentos citados son de oxigen oriental), la mifsica instrumental tenfa (y tavo) una relativa subs- tantividad. éCémo compatecié entre nosotros la miisica instru mental y qué proceso evolutivo siguid? Podemos aventurar Ia hipstesis de que la misin de los instru- mentos en sus iniciales balbuceos se redujo a doblar Tas voces de los cantores. En este primer estadio no existe técnica instrumental strictu sensu, ya que el intérprete 0 ejecutante no actuaba segin las posibi- lidades (pendientes de descubrir) del instrumento. Més adelante, el perfeccionamiento paulatino de la técnica individual de cada instrumento representa un avance que le permite adquitir suficiente autonomia para ganar substantividad e independizarse lentamen- te de la misica vocal. No podemos entrar en el detalle de la. carrera seguida por las distintas familias instrumentales hasta conseguir una tani epecfca indivdualizade y | tancial a su peculiar natuzaleza, pero sf trate- remos de sefialar los factores mis importantes que intervinieron en su cristalizacién, Pera hablar de misica instrumental..en sentido propio y no como refuerzo a la vor es preciso que cada vatiedad 0 grapo de instrumentos descubra si técnica particular. Es necesario que se transmita de genetacidn en generacidn el pequefo tesoro de expe- | riencia de cada misico 0, mejor, de cada ejecutante, que nacidas de nuevas necesidades expresivas las ha | descubierto y asimilado a través de innumerables eje- Para entender la mision 8 cuciones. Hasta el momento en que se ha creado la técnica especifica e individvalizada de cada instru- mento, no comparece en escena la misiea (y las for- ‘mss musicales) «pensada> Gnicamente en funcién de 4, La misica instrumental nace de la alianza entre Ja calidad de la manufactura y el mejoramiento de la técnica, Si ciertas familias de instrumentos descubtieron lentamente sus posibilidades, otras cuentan con una viejfsima tradicién, tales el Srgano y el arpa (ésta especialmente utilizada en Inlands, donde tomé la forma de un instrument denominado.erweb). El inefable Arcipreste de Hita nos proporciona —como hemos visto— una lista completa de los ins- trumentos de mayor prestigio en su época y nos ilus- tsa acerca de los que fueron utilizados en la sociedad medieval, Entre los de cuerdas pulsadas recordemos Ja vihuela, fa guitarra, el laid (el corpudo lad), im- portado al parecer en la peninsula por los drabes. En el capitulo de cuerdas frotadas pueden incluirse Ia vihuela de arco, el rabel y el rebeco, antepasados del violin y de los instramentos actualmente englobados bajo Ia denominacién de cuerds, Naturalmente fue también comin la utilizacién de instrumentos de viento, como los trombones utiliza- dos ent Ia Misa de Machaut (1300-1377) o las trom- petas, sobre cuya funcién y vigencia nos ilustra de tuna manera inmediata la famosa pintura de Memling ‘Los éngeles mésicos». ‘Admitida la existencia de una técnica determinan- te de la miisica instrumental propiamente dicha, re- sulta que ésta se bifurca en dos especialidades bien diferenciadas en funcién de la diversa capacidad poli- {Gnica que’ ofrecen los instrumentos. De una parte, hallamos los que como el Iatd, le guitarra, el érgano [oe Manoel Valle Gotina ¥ los instrumentos de tecla (clavicordio, clavicémbalo, espineta y virginal) petmiten Ia ejecucién a diversas voces 0 partes, o sea, que individualmente posibili- tani Ia ejecucién del juego polifdnico. De otro, estén Jos instramentos de cuerdas frotadas y de viento, que por la naturaleza cunifénicay de su constitucién s6lo pueden funcionar polifénicamente en una accién plu- zal o «concertada». De aqué nacen las dos ramas aludides de la misica instramental: a) Ja que tiene ‘por protagonista un solo instrumento (Srgano, clavi- | cordio, guitarra, etc.), que inicialmente se concreta H en composiciones de. estructura imprecisa (ticercare, tientos, fantasfas) y, mas tatde, a través de la tocata y de la suite de danzas, en la sonata, yb) la rmisica concertada, la cual en principio limita sus efectivos a tun conjunto de dos, tres, cuatro y hasta cinco instru- mentos, pero que a tenor de los avances en la técnica de Ia ejecucién y de la homogeneizacién de los tipos instrumentales cristeliza en Ia suite y seguidamente en el Concerto grosso (finales del siglo xvi). Esta- mos aun paso del nacimiento de la sinfonfa, forma instrumental colegiada por antonomasia que surge, tras un dilatado proceso evolutivo, en Ia primera mitad del siglo xvi, Hechas las precedentes consideraciones conviene retroceder para recordar que la evolucién instramen- tal sumariamente esbozada recibié su primera inercia dindmica de este factor inmaterial que —naturalmen- te— es la miisica, de la cual los utensilios aludidos (ademés de la voz) son simples veh{culos, 0 sea, instruments» de su matesializacién en el’ tempo. ‘Hasta que la misica instrumental no encontré férmulas de expresién propias y adecuadas a las posi- bilidades técnicas de cada especialided, fue feudataria formalmente de la normativa conceptual imperante en ‘Para entender Ja mein 8 Ia composicién vocal. Los principios estructurales del contrapunto, montados sobre un canto obligado, per- sisten en las primeras piezas de caricter instrumental auténomo. Ast, Antonio de Cabezén (Castrillo Mata- judfos, 1510-Medrid, 1566), con una importante apor. taciéa al desenvolvimiento de la musica instrumental (Grgano especialmente), compuso gran parte de su obra sobre temas procedentes de la monodia ecle- sifstica, a la que agrega un riquisimo y variado orne- mento polifnico que con frecuencia ahoga la voz en tomo a la cual se ha organizado toda la composicién, Paginas como Versos del texto tono para dtgano, de dicho compositor, hacen notorias fas precedentes afirmaciones. Sobre esta base nace en fa miisica instrumental 4 solo (Stgano, clavieémbalo, laid, vibuela, ete.) una forma de tafier que equivale a la que hoy denomi- ramos improvisacidn, forma consistente en adornar tun cantus firmus, que podia sez de origen eclesiss- tico o popular (recordemos las «diferencias» de Nar- vex sobre la cancién Guérdame las vacas). Aparece el arte ‘de tafier fantasia, es decit, de inventar 0 de improviser in situ, atte que da origen a un estilo de creacién [amado en Ttalia ricercare, en Espaiia fiento y en ambos pafses (y en ottos) fantasta Con la improvisacién cada instramento revela nuevos secretos de sus posibilidades, y étas son pronto aprovechedas por los miisicos para dar nuevo curso a la imaginacién creadora. Entra asf en escena el arte de la evariacién>, que tanto predicamento y aceptacién ba tenido (y tiene) en la vida musical de Occidente. En un principio, la evariacién> (conocida por «dife- renciay en la obra de los compositores espafioles) no se entendié como en la actualidad, y su cometido se cA Manuel Valls Goring | limitaba al distinto trato ornamental y polifénico 2 | que se sometfa un tema musical, el cual, aunque | parezca una contradiccién, permanecia invariable. La vatiacién actual (de Haendel a Webern, pasando pot Mozart, Beethoven, Brahms, Britten o Elgat) con- siste, en cambio, en actuar’ sobre el mismo tema, distorsionarlo y ‘modificar sus perfodos ritmicos su linea melédica. En la diferencia —o primitiva vatiacién—, el. tema permanecta inalterado y sdlo cambieba el conjunto ornamental con que se artopaba. El trato de la primitiva variacién o, si se pretiere, de la diferencia se basaba (al igual que la misica coral) en Ia técnica de la imitacién, en Ja cual el com- positor, al aprovechar los giros melédicos.o sftmicos | de la voz principal, creaba un complejo contrapun- tistico que, al madurar, conduefa a formas en que la imitaci6n tiene un evidente rol 0 papel de protago- nista: el canon en primer lugar, y seguidamente el ‘que es su consecuencia més perfeccionada: la fuga. El primero consiste en fa entrada de una voz, seguida, poco despues, de otra u otras dotadas de igual 0 semejante sinuosidad melédica que ella. La famosa cancidn francesa Frave Jacques, fréve Jacques, dormez vous? es un ejemplo calificado de canon. Mientras que en el canon (nacido de Ia mtsica vocal) las voces © partes participantes en [a pieza entran normalmente con idéntica figura melédica y en el mismo tono, en la fuga la vox inicial se presenta normalmente en el primer grado de Ia escala, 0 sea, con Ja ténica, y la segunda voz entra en un interval de quinta 0 de cuarta con similar dibujo melédico; Ia tercera vor (si es que hay tezcera vor) se desazrolla igual que la primera, pero a la octava (superior 0 in- ferior); con Ja entrada de la cuarta voz (en el su- puesto de existir) ocurre lo mismo (imita a Ia se- | - ‘ para entender In mésica co nda voz), ¥ ast sucesivamente, segdin el méimero de partes integrantes de 1a obra. Esta nueva estructura (y el juego de imitaciones a alturas distintas) es consecuencia del auevo ele- mento (del que hemos tratado) que constituiré la médula del sistema musical de Occidente: la tonali- ded, creadora de una jerarquia entre los diversos grados que integran la escala, Fue Jean Philippe Re- meat (1683-1764) quien codifics la tonalided (nacida Gurante el siglo xv) en unos prineipios que han presi- dido la j6n musical en este ‘viefisimo. conti- nente a lo largo de treicientos afios. “Hecha esta breve digresién volvamos a la misica instrumental y al punto histérico en que las posibi- lidades expresivas de cada variedad instrumental, servida por una técnica especifica (que ha sido ya descubierta), quedan potenciadas y de manifiesto. Segin hemos visto, el Srgano es un instrumento de vieja y rancia prosapia, pero hasta finales del si- glo xv no aparecen las primeras tabladuras destina- des a fijar gréficamente la mésica para dicho instra- ‘mento. Me apresuro a afiadir que la tabladura, como régimen de representacién gritica de la risica, con- sistia en un sistema mixto de notacién que indicaba las alturas en una pauta, y en un diagrama anexo sefialaba la posicién de los dedos del ejecutante en el instrumento, tal como vemos ahora en los actuales medios abreviados pata aprender a tocar de forma elemental Ia guitarra. Las personalidades més destacadas como organistas especializados son la extraordinaria figura de Antonio de Cabezin (1510-1566), famoso compositor ciego al servicio de Felipe II, conocidisimo por sus diferen- cias, entre las cuales conviene recordar especialmente fas llamadas del Cavallero, asi como los Versos del : | 8 Manuel Valls Gorina sexito tono, variaciones en diversos registros o test tuas en el drgano sobre un canto dado; Fray Tomés de Santa Marfa (1510?-1570), contemporéneo del anterior y célebre por su libro llamado Arte de ta- fier fantasta (1365) y, més adelante, Juan A. Cabani- Hes (1644-1712). . Fuera de la peninsula, en el dominio del 6rgano sobtesale Girolamo Frescobaldi (1583-1643), en cu- yas manos Ia toccata y la fuga redondean definitiva- mente su contorno formal. No muy alejado de €l, gn el plano de las instituciones musicales logradas en fancién de las posibilidades del instrumento, ha- llamos al danés Jan Pieterson Sweelinck (1562-1611), de quien recordamos con especial gusto la Fantasta in echo, donde los recursos imitativos denotan su evie dente imaginacién vinculada a los recursos timbricos del drgano. Frescobaldi y Sweelinck pueden considerarse como cabezas de serie de otras tantas tradiciones ongants- tices que incluyen las personalidades de Andrea Ga- brielli y Claudio Merulo por el lado italiano, y de Schiitz, Dietrich Buxtehude y Pachebel por el lado getménico. Como podemos comprobar estamos en el umbral del arte maduro y ponderado de J. $. Bach. El siglo xvt es considerado generalmente como la Edad de Oro del ladd, y de sus patientes proximos al chitarrone, la vihuela, la tiorba y la guitarra. Aqui, en la peninsula, tuvo extraordinatia importancia le mésica para vihuela y guitarra. Esca tiene en Ja fi- gura del doctor catalén Joan Carles Amat (1572- 1640) uno de los primeros tratadistas, y en Bermudo {s. xv1) recopilador de obras, con su famoso tratado Declaracién de los instrumentos.... Por el lado de Ja creacién nos encontramos con una numerosa serie de compositores demostrativa del ‘ara entender la msica 7 lima de interés que el instrumento suscitaba en Es- pai, tanto en el campo de la vihuela como en el de la guitarra. Recordaremos entre los vihuelistas al valenciano Luis de Milén, consideredo como ‘inico en el arte de la variacién («diferencia») y autor ade- ‘mds de un tratado sobre el instramento; a Luis de Narvéez, que utiliza con frecuencia temas populares (Guérdame las vacas); a Francisco Salinas (el de ta famosa obra de Fray Luis de Leén); a Enrique de Vallderrabano, etc.; y ya en el siglo xvm a Gaspar Sanz, con quien conclaye précticamente el cielo vihue- Iistico. En Italia, ef dominio del laid tiene en Andrea y Giovanni Gabrielli, calificador autores de miisica vo- cal, dos exploradores de las posibilidades de dicho Jnstrumento, junto con Filoteo Achilini y Francisco Spinachino; 'y en los pafses. germénicos hallamos.a ‘Adriaen Willaert y Arnold Schlick. Finalmente, en Inglaterra, John Dowland, gran especialista en el arte de la variacién. Mientras que el zeinado del'latid y de sus afines fue relativamente efimero (unos dos siglos), la poste- ridad reservé una larga descendencia a los instrumen- tos de tecla, Recordemos en el siglo xvr el arte del davecin francés, iniciado por Chambonieres.y Cle- rambault (contemporsineos de los virginalistas ingle- ses), que desemboca en las centuries siguientes en la ceclosién de la escuela francesa de Couperin, seguida cen Italia por la no menos farnosa de Domenico Scar- latti. Notemos (ya que en este epigrafe tratamos de «la tecla> sin distingos instramentales) que en el cla- vyecin la presién sobre Ia tecla acciona un mecanismo que pulsa fa cuerda sin poder graduar ef sonido lo- grado én lo que concierne a su intensidad. En el piano, en cambio, las cuerdas son percutidas por un ae 88 ‘Manuel Valls Gorina Para entender la misica 9 mattillo, y ello permite obtener matices de intensidad. Por tanto, no es dificil entender que Ia evoluciéa de este instrumento (clavicordio-piano forte-piano mo- dero) cristalizaré en un modelo que, al permitir el matiz deseado en la dindmica del sonido, se ha im- puesto sobre el clavecin y sus variantes. La mésica para instrumentos de teclado (6rgano aparte), desde virginalistes ingleses hasta hoy, tiene plena vigencia a través de las obras de Bach, Mozart, Beethoven, Chopin, Liszt, Brahms, Debussy, Albéniz, Proko- fieff, etc. Cuenta, por tanto, con més de cuatro siglos de vida. Hemos citado Jos clavecinistas franceses e italianos, ‘pero al tratar de la eclosién y desarzollo de los instra” ‘mentos de tecla forzosamente ha de hablarse de Ingla- terra. Ahora, a cuatrocientos afios de distancia, debe reconocetse que la escuela de virginalistas aludida, formada por William Byrd (1543-1623), John Bull (1563-1628) y Orlando Gibbons (1583-1625), consti- tuye una de las etapas més gloriosas de Ja’ misica briténica, 2¥ el violin?, preguntaré algén lector. gCémo es gue del violin, el instrumento por excelencia de Ja orquesta moderna, no se ha hablado atin? Simple- ‘mente por que en el siglo xvr el traspunte de la his- toria no le habia dado entrada atin en la escena musical. Lo que no impide que un buen méinero de instrumentos de cuerdas frotadas puedan consideratse como sus antepasados, En diversos lugares del poema sefialado al comien- zo del ptesente capitulo se habla del rabel, del rebeco y-de la fidula, instrumentos de formas y volimenes distintos, pero que tienen en comin una idéntica ma- neta de producir y articular el sonido: frotar las cuetdas, y, por ello, formas embrionatias del. fur tuto violin, Estos instramentos, debido a sus limi- taciones estructurales, cifieron su cometido inicial a doblar las voces. Luego, al desarrollar el potencial de sus posibilidades, ganaron independencia; pero debido a que la posibilidad de su juego polifénico era reducida, su desarrollo se organizé a base de familias con las que colegiadamente se «concertaba> el régi- men polifénico imperante en aquellas centurias. En Jos sighos xv y xvi cabe imaginar la actuacidn soli- tatia de un lad o de un virginal. Un solo de violin, en cambio, 8 algo ajeno a la realidad histérica del ‘momento. En sus comienzos, la accién del violin fue colectiva, Hasta que su técnica especializada se con- suma no puede destacar como solista. Pronto volve- emos a considerar este instrumento. La familia instrumental que después del Renaci- miento disfruté durante dos siglos de un prestigio inigualado fue la de la viola, que no debe confun- disse con la viola actual, instrumento contralto de la familia del violin. Las violas constituyeron una fa- milia de prosapia que constaba de varios modelos Wwiole da braccio, da gamba, etc.) y cuya dimension detetminaba su. registro y sonoridad. Para el ti conocido con el nombre de viola da gamba escribid Bach sus famosas suites, hoy interpretadas con vio- loncelo. Si la viola constituyé una familia con titulos de nobleza, debido a la fina calidad de su. sonido, la debilidad de éte motivé, a la larga, su lento artin- conamiento al no poder competir con las propuestas téenicas y expresivas de sa més inmediato rival: el violin. Los luthiers (constructores de instrumentos de cuerda) estudiaron las Sptimas medidas de los instru- ‘mentos, asi como el grosor de sus tablas, para obtener tuna sonoridad més potente e intensa sin mengua de 30 ‘Manuel Valls Goriaa | su calidad. De las pruebas y estudios efectuados en os famosos talleres de Stradivarius, Amati, Guarne- tius, Guadanini, ete. salieron de Cremona (Italia) el violin y sus familiares (Ia viola actual, el violoncelo y el contrabajo). Paralelamente al hecho de que el euidado puesto ‘en el estudio de la materialidad del instrumento ‘mejord la intensided y calidad de sa sonoridad (por obta de las experiencias de los luthiers), gracias a Ta intuicién de los compositores, se perfeccioné la tée- nica de'la ejecucién, a la cual contribuyé fa homo- geneidad (0 standarizacién, como dirfamos hoy) en la ‘obtencién de modelos y tipos §, Los nombres de Co- relli (1653-1713), Vivaldi (1676-1741), Tartini (1692-1770) y Paganini (1782-1840) cortesponden a Jos de otras'tantas etapas definitorias del proceso estructurador de la técnica violonistica, la cuel al- canza en el atco mégico de Paganini la cima de Ia perfeccién, Los hechos precedentes, sumatiamente expuestos, tuvieron una consecuencia importantisima para la evo- luciéa musical. Recordemos: de la aparicién de las escuclas italianas de luthiers nacié, segtin hemos di- cho, un tipo de violin que, a su vez, determiné la apaticién de modelos similares (construidos. sobre la misma falsilla) en los instrumentos en general. A la par, la técnica interpretativa unifies los procedimien- tos del mecenismo de ejecucién. Con tales antece- dentes podemos considerar que liama a la puerta de la historia Ja orquesta en su acepcién moderna y, con ella, su secuela inmediata: la musica sinfénica, 1 BL lnebier fue ol primer estamento artesanal que se saticips «Je construccién en serie. pease c, Las formes musicales Hemos tratado no hace mucho de las formes sa- lidas de una determinada rama instrumental al am- paro del perfeccionamiento de su técnica, y nos he- os referido con cierto detalle a as estructuras prece- dentes del érgano (improvisacién, fantasta, tiento) y de los instrumentos de la familia del laid (diferencias, ‘variaciones, etc.).. Emprenderemos ahora el examen de las formas que aparecieron a medida que los instromentos tecla completaban y perfeccionaban Ia técnica de su especial ejecucién. El més importante de ellos, el clavecin (y sus variantes: espineta, virginal y barpsi- cord), originé una de las formas’ més logeadas, es- tables y de mayor perdurabilidad en el historial sonoro de Occidente: Ia sonata, Conviene aclarar de entrada que dicho término admite varias especialida- om 92. ‘Manuel Valls Goring des formales bien definidas (como veremos seguida- mente) y que la disposicién interna de la sonata para tecla influys inmediatamente en los restantes campos instrumentales. En oposicidn a la forma denominada «cantata», que tiene su otigen en el hecho de cantar, el término sonata se vincula a la idea de sonar 0, més exacta- mente, al vocablo italiano swonare. Nos. hallamos ante un género de musica instrumental por esencia. 2Cémo nacié y de dénde procede Ja sonata? Para contestar a esta pregunta es necesatio referitnos al momento histérico en que efectia su aparicién. Du- tante los aiios centrales del siglo xvzr, el mundo occi- dental habfa ya redondeado el perfil caracteristico de sus fundamentales instituciones. Descartes habfa pu- blicado en el afio 1644 sus Principia Philosophae. La paz de Westfalia habfa puesto fin, en 1648, a las guertas que durante treinta afios habfan asolado y censangrentado las tierras de Europa. En 1675, Leib- niz estableci6 los principios del eélculo infinitesimal, y Newton, en 1682, los de Ja gravitacién universal. Le mésica denominada culta o ilustrada (en opo- sicién a la popular) tinicamente se cultiva en el seno. de los dos estamentos rectores de la vida politica y es- pititual; el aristocratico (las diversas cortes europeas) y el eclesidstico. Un tercer sector —el burgués— esta a punto de entrar con Ja épera en el universo mu- sical. Como veremos més adelante con Ja apertura en Venecia, en Népoles, en Roma y luego en Francia, Inglaterra y Espafia de teatros de dpera, se da entrada al piblico a los espectéculos de este género, hasta entonces reservados a las clases privilegiadas. El con- tiesto publico —si exceptuamos el que ocasional- ‘mente tenfa lugar en el templo— no se conocerd hhasta las décadas iniciales del siglo xvi ee ‘Para entender la endsion 3 En las figuras de Domenico Scarlatti (1685-1757), de Bach (1685-1750) y Haendel (1685-1759), na- idos todos en el mismo afio, se personalizan en ‘derto modo Jos tres escenatios apuntados. El primero, al servicio de una familia real; Bach, al servicio del ‘alto religioso; en Haendel encontramos al autor y empresario de sus propias éperas, las cuales, si bien se representan en todos los confines de Europa, tu- vyeton en Londres su principal centro de desarrollo. El movimiento plistico y cultural conocido con el nombre de barroco alcanza en estos momentos su cénit, y el arte del sonido no ha sido ajeno al im- pacto de Ja fantasia barroca y se ha hecho sensible én un estilo caracterizado por Ia gran ornamentacién de la frase, ornamentacidn que, si es particularmente patente en las obras para clavecin, puede igualmente detectarse en la mtisica concertada para violin (Vi- valdi, Bach) o en las sinuosidades vocales del oratorio y de la cantata (Caldera, Carissimi, Bach y Haendel). Tratamos en primer lugar de la sonata debido a ‘que su estructura interna, una vez estabilizada, sirvié de patrdn a las fundamentales manifestaciones de cf- mata (cuarteto) y sinfénicas (sinfonia y concierto) subsiguientes. La sonata es el producto madurado de un proceso evolutivo en que intervinieron funda- mentalmente dos factores: 4) el progresivo valor otor- zado al contraste dinmico, o sea, al hecho de alternar tiempos rfpidos y lentos, como sucedia en Ia suite, y 5) la aceptacién del sistema diaténico, que introdujo la posibilidad modulatoria 0 de contraste sonoro debido al distinto color de cada tonalidad. El primero de estos. factores venfa determinado desde hacia tiempo (segin acabamos de deciz) en la serie de danzas integradoras de la suite instrumental. Las piezas de ésta, destinadas a servir de pauta y es cy activador de los bailes cortesanos, combinaba, de una arte, en su estructura general, ntimezos altesnados de compases binarios y ternatios, y, de otra, movie mientos pausados, que se intercalaban entre otros de mayor dinamismo egégico. La suife no se cefifa aun plan determinado, Generalmente Ia integraban: la butrée, In alemana, la giga, el aria, el minué y muchas piezas que intervenfan o no, segiin las conveniencias del momento. Este plan de la suite, en principio de cardcter uti- litatio (setvir a la danza), adquirié més tarde sustan- tividady se independizé de la relacién subordinada que debia su otigen. En suma, se constitayé en obra instrumental auténoma. En la articulacién y en la fotima fusién de las dos primeras piczas de a suite se halla en embrién el primer tiempo de la sonata clisica formada por dos. temas fundamentales de cardcter contrastado. En el desarrollo y en la variacién, de dicho tema entra en juego la modulacién (segundo factor del que acabamos de hablar), que otorga una perspective nueva y de mayor riqueza a la especue lacién. sonora. Si Jos nimeros iniciales de la suite, generalmente vivos y animados, generaron el primer tiempo de Ja sonata, en la cadencia reposada y mediativa de la zarabanda 0 del. aria cabe buscar el origen del se- gundo movimiento de cardcter grave y lento. No ea preceptivo que la sonata clisica conste de cuatro partes 0 movimientos; pero en el supuesto de que asi sea, el antiguo minueto pasé casi sin modificaciones estructurales a integrar el tercer tiempo de la sonata, en tanto que el iltimo adopta generalmente el nom- bre de rondé y proviene del aire movido y animado de la giga, aunque su ordenacidn interna obedezca a ‘una normativa estructural distinta Manuel Valls Gorina, 1 ars entender In misica ” ‘Notemas que Bach no compuso sonatas en el sen- tido formal sludido, En cambio, son famosas sus suites para instrumentos solistas o para conjuntos instrumentales. El esquema de la sonata acabado de esborar se gesté a través del siglo xvi y cristalizé en Ia disposicién apuntada gracias a las intuiciones de José Haydn (1732-1809), a las cuales incorpora Mozart (1756-1791) su gracia incomparable. Més tarde, ya en el siglo xrx, la sonata adquiere en manos de Beethoven una proyeccién formal extraordinaria, desatrollada después por Chopin, Listz y Brahms, y continuada en la presente centutia por Scriabin, Rachmaninof, Prokofief y otros. Hemos dicho que el término «sonata» no indi- ‘caba, en principio, la forma entendida hoy por tal, sino’ que daba la idea de un medio transmisor (el instrumento) que «sonaba>, distinguiéndolo asf del sonido producido por la voz humana que «cantaba>, de donde nace el nombre de cantata, Ahora bien, el término sonata indica también otra estructura instrumental, normalmente escrita para clavecin, y de cuyo formato son ejemplo calificada las sonatas en un solo tiempo de Domenico Scarlatti (1685-1757) y las piezas de Frangois Couperin (1668- 1733) y de Rameau (1683-1764), Esta nueva acep- eign de sonata se construye generalmente a base de combinar dos temas musicales que en su incisiva con: cisién concentran la més neta esencia del arte: mu- sical, pues no hay ganges extramusicales en su breve desairollo y en la pureza de su expresin, que es esenclalmente musica, ‘Nuestro pafs tuvo una patticipacién importante en el desarrollo de esta rama de la mnisica instrumental, El padre Antonio Soler (Olot-Gerona, 1729-1783), discipulo de Scarlatti, es autor de: muchas sonatas Manuel Valls Gorina para clavecin, segtin el patrén precedente, que re- sisten la comparacién con las de su maestro. Antonio Soler ¢s inicio de una escuela cuya accién se prolongs hhasta los. afios iniciales del siglo 21x y en la cual destacan personalidades como Freixanet, Mateo Albé- az, Gallés, etc. Eltontierto. En tanto se producia la metamorfosis formal que a partie de la suite cristalizé en la forma conocida por sonata, el perfeccionamiento de la factura instrumen- tal y los hallazgos de los intérpretes en lo tocante a Ja matetialidad de 1a ejecucién llevaron 1a creaciéa musical a nuevas concepciones estructurales, en las cuales uno o diversos instrumentos individualizados - ‘oponfan su funcién a otra colectiva realizada por la masa orquestal. Habia nacido el concierto como nueva forma y, con él, el solista o virtuoso, No eg preciso insistir sobre el hecho de que los antecedentes del proceso que habia de desembocar en ‘este acontecimiento estaban larvados en el seno de Ja evolucién artesanal, que condujo al perfeccione- miento técnico de cada instrumento como objeto des- tinado a ser usado. Este mejoramiento material se encatrilS en Ia creacién musical hacia el primera mente Hamado stila concertato, cuyo origen, si bien arranca de In prictica ‘entre solistas vo- cales y coros en la musica religiosa (a causa de la disposicin de las tibunas para los cotos y de los dos rganos de la Basflica de San Marcos, de Venecia), no tardé en ser imitado en el campo instrumental. De entrada, la nocién de «concierto» inclufa toda pagina concebida para diversos instrumentos. aca entender Ia ensica 7 Mis tarde, el concepto s¢ concreta en un esquema formal en que uno o diversos solistas (concertino) dotados de especial habilidad se oponen al conjunto fnsttumental u orguesta. Surge aqui el. concerto _gosso, forma instrumental que adopta, en principio, 21 plan ordenador de Ia sonata sobre un esquema de tres movimientos (ailegro, adagio, allegro), donde, como: puede verse, se suprime el minué. ‘Arcangelo Corelli (1653-1713) y Giusseppe To- reli (1651-1701) son los precutsores de esta nueva concepcién en la distribucién instrumental. Las va- Hantes que admite Ja nueva fSrmula son infinitas. ‘Ast, Vivaldi (1680-1743) tiene conciertos con todas fas combinaciones de cuerda (de un violin a cuatro violines, mandolina, ete.), y algunos de los lamados conciertos de Branderburgo de Bach (que son seis) puede encuadrarse en la forma del concierti, grossi en sus vatiantes para trompeta, violin y flauta (el niimero 2), para flauta, violin y piano (el ntimero 5), etcétera. La férmula citada resulta: suficientemente elistica ‘para admitir diversas soluciones técnicas y, por ende, formales, Con el tiempo, fa figura del solista adquiere pro- gresiva importancia, hasta el extremo de centrar en el concertino el maximo interés téenico-musical por el lado creador (especulacién de posibilidades instru- mentales) y el méximo. atractivo social cuando se individualiza en una sola persona. El perfecciona- miento de la técnica instrumental, conducente a la citada individualizacién, es un hecho prédigo en con- secuencias. En Ia rama de In composicién determing el lento pero inexorable arrinconamiento del concerto 350, con su grupo el «concertina colegiadon, en Eepelicin de une ebre'con. un solo interpete (el solista por antonomasia), sobre el que recae el com- _ * Manuel Valls Gotiny promiso de resolver las crecientes dificultades hhicas asignadas a su parte. : Nos hallamos: en presencia del «virtuoso», figura. de nuevo cufio que por el lado social no tardé en desviar el interés por la musica hacia la problemé tica de su ejecucién. La aparicién del priblico en ¢ sentido modemno de la palabra conduce a Ia glorif, cacién (en el siglo x1x) del intésprete, que pasa a desempefiar el papel de protagonista en el mundo social de la miisice. La condicién de virtuosos instru. mentistas por parte de compositores como Paganini, Liszt, Chopin, Wieniawski, Isaye y Padereswy, en el Ambito del recital piblico, privé muchas veces sobre su calidad de creadores, El fruto inmediato de esta nueva concepcisn for- mal, que centra en el solista el interés de la obta, es a apaticién del concierto con solista para especial lucimiento técnico y expresivo de éste. Y asi Haydn compone, entre ottos, un concierto para violoncelo Y orquestas Mozart, més de veinticinco conciettos ara piano, varios pata violin, para fagot, pare arpa y flauta, cuatro para trompa; ‘Beethoven cuenta con «inco conciertos para piano y uno para violin; Chopin, con dos conciertos para piano, al igual que Lizst; Schumann, con un concierto para piano, otto para violin y otro pata violoncelo; Mendelssohn, con dos conciertos para piano y otros tantos para violin; Brahms, dos para piano, otro para violin, amén de un doble concierto para violin, violoncelo’ y orques- ta, ete, La lista, solamente enunciativa, podsfa completarse con otros autores (Cimarosa, Pagenini...) y continuar en compositores de nuestros dias. Mientras. se per. fila formalmente la estructura del concierto para un solista, decae Ja receta formal del concerto. grosso, tée| pun extender Sa ensicn, 9 céemula reaparece més tarde en pleno romanti- cost f Sees condicionamientos sociales y cartes distinto. Hallamos en esta linea al «Triple teaetto» para viola, violoncelo, piano y orquesta G beethoven, y el citedo concierto de Brahms, que, colocar an’ nimero plural de solitas frente Ie siquerta, tinden un informulado homenaje a esta forma instrumental que tanto predicamento tuvo en fos afoe centrales del Barroco.- : ‘Dos nots finales antes de eondlir on ests bre cq consderacones sobre la forma «concierto». Ea finer luge, hemos hablado cast exclsivament, Mono instumentos elites, del piano y cel violin. Fioy cal todos los miembros de la gran fails ins trumental cuentan con concertos estrone cada tna de ls especialdades: a guitara a sido trata Samo concertista por Rodrigo, Mauricio Obana, Villa- Iehot, Bassisse, Catelnuovorederho, Pal y ule {gto esctibe; el arpa, por Mozart, Boieldien, Jolivet, Ginastera y Montslvstge; el dbne, por Cimazes; di darinete, por Mozatt, Weber, Coplans Ia percu- $ién, por Milhaud; las «Ondes Martenot», por Jo lives, ete. No continuamos porque la relacin ser invermineble. En segundo té:mino, interesa consignar gue en el siglo actual el modelo concerante bartoco Gf concerto grosso) ba experimentado un sensible tebrote: Stravinsky, Bloch, Krenek y Prank Mari, entre otros, cuentan en su produccién con ol a oncebides y realizadas segin el plan estructural del concerto gross0. sinfonta infonia, Ia Entramos ahora en el examen de la si forma musical considerada durante muchos afios EOE ENTE 1100 Manuel Vals Goring | como Ia esencia de la musica, la forma musical por | antonomasia, ] EI prestigio de que goza la sinfonia entre el pi. | blico musical se debe, sin dada, a Beethoven 0, para ser més exactos, a los comentaristas que distinguie. ton las principales sinfonias beethovenianas con ti tulos tan sugestivos como la Heroica (tercera), la del Destino (quinta), la Pastoral (sexta), Apoteosis de la dana (séptima), etc. que afiadieron a su contenido musical intrinseco el perfume roméntico de una in- tencién expresiva, més literaria que estrictamente sonora. Es cierto que Ia sinfonfa adopta en manos “de Beethoven el patrdn formal més acabado y perfects, eto con les precedentes consideraciones no hemos aclarado el origen y génesis de esta forma tan acte- ditada. Sebiendo ya lo que es una sonata desde el punto de vista estructural, podeiamos decit, en principio, ue’ una sinfonia, contemplada como forma, es una sonata pare orquesta. Esta idea, estructuralmente aco- toda a una ra realidad, épiitualmente no nox aproxima a los fines expresivos a que af nero sinfénico, " eee La formacién de la ozquesta es el presupuesto ma- terial imprescindible para Ja aparicién de la sinfonfa, debido a que la homogeneidad obtenida dentro de la variedad de cada familia permite contrastar interven- ciones instrumentales masivas con ottas individuali- zadas, combinando asi timbres, colores y densidades sonoras como nuevos elementos de especulacién. Del gusto por la combinacién de estos factores nace la posibilidad de un juego creador que traduce una sueva intencionalidad expresiva y una supetior capa- ‘para eotender Ia rasica tor cidad para incorporar fuerza dramética a la compo: sicién. Es precisamente en la sinfonia donde se hace més sensible el cambio de actitud representado pot la weespeculacisn sonora» (caso de Stamitz, Cannabich, Haydn) y por la incorporacién de una

También podría gustarte