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Síntesis: La experiencia religiosa tiene relación con las otras experiencias humanas
(la filosofía, la estética y la política) en tanto que es una experiencia humana,
entendida como encuentro intelectivo integral con la realidad, y, específicamente
como experiencia religiosa, se relaciona en tanto que existe un parentesco y
contacto que deriva del Absoluto, pero que se diferencian en el mundo determinado
por la forma de aparición del Absoluto, la intención del sujeto y la modalidad de su
respuesta frente al Absoluto.
5
Ibíd.
6
Ibíd., 179-180.
7
Ibíd., 181.
8
Ibíd., 181.
aceptación del Misterio y la salvación en él, que mantienen la actitud
religiosa en una tensión constante, consiste lo específico de tal actitud»9.
Por ende, la religión –o experiencia religiosa– se sitúa en el orden de la realidad
vivida, de la acción ejercida y ejercida en términos acerca de la actitud religiosa
fundamental. En vez de ser una “pregunta-respuesta”, esta forma relacional de
conocimiento en cuanto búsqueda y desvelamiento del ser para el filósofo, para la
experiencia religiosa se produce una “llamada-respuesta”, que implica una llamada que
requiere una respuesta de obediencia (potentia oboedientialis), donde el Absoluto no es
principio de explicación, sino una realidad suprema que confiere valor y sentido a la
existencia, requiere adhesión y reconocimiento y de esa forma la salva.
b) Con la estética: La experiencia estética está en disposición de todo ser humano,
donde «el reconocimiento religioso del Misterio se reduce a la profunda impresión de
belleza que el hombre experimenta en contacto con la realidad como totalidad» 10. Según
Juan Martín Velasco, la experiencia estética tiene relación con la experiencia religiosa de la
siguiente manera:
«Se pone en contacto el hombre con la trascendencia. Pero ese contacto se
produce bajo la forma de la experiencia de la belleza, y esto le confiere unos
rasgos peculiares: apertura a una dimensión profunda de lo real que se
visibiliza en el esplendor, el orden y la armonía de lo sensible, captada como
representable y que mueve a la expresión que lo manifiesta y lo encarna
[…]. El acontecer estético hace presente una trascendencia de lo mundano
con la que el hombre entra en contacto en un “éxtasis” que la lleva a
coincidir con la naturaleza en una experiencia de totalidad, de unidad y de
fusión»11.
Sin embargo, la diferencia fundamental de la experiencia estética con la religiosa es
la siguiente:
«Aquí el sujeto se ve interpelado por la Presencia de lo totalmente otro, a lo
que sólo puede responder en una actitud arriesgada de trascendimiento y
descentramiento de sí mismo, a lo que sólo puede responder en mediaciones
percibidas como tales y a las que la Presencia a la que remiten fuerza a
superar permanentemente. Por eso el centro de esta forma de relación con la
trascendencia está en un nuevo ejercicio de la existencia como libertad que
acoge, reconoce, obedece e invoca»12.
c) Con la política: La experiencia política como tal tiene su fundamento en el
postulado aristotélico que refiere a que «sólo el hombre es un “animal político” (ζῷον
πολῖτικόν); lo propio del hombre es vivir en sociedad, y ello requiere de relaciones de
gobierno y de obediencia para alcanzar su perfección con otros» 13. De esta experiencia
política se establece una relación con todas las dimensiones del hombre y, por ende, con las
distintas aproximaciones que, desde las ciencias, se pueden acercar al hombre, situándolo
en un escenario en común con la experiencia religiosa: los diversos modos de organización
sociopolíticos, que permiten y son basadas en la libertad del ser humano:
9
Ibíd., 182.
10
Ibíd., 179.
11
Ibíd., 186-187.
12
Ibíd., 187.
13
Ferrada, Tesario para el examen de Bachiller en Teología, 9.
«Se trata de un proceso de emancipación y autonomía del terreno político
que llega a la madurez con la Ilustración (Aufklärung). A partir de la
Ilustración el orden político aparece como un orden de libertad. Las
estructuras políticas ya no son dadas previamente a la libertad del hombre,
sino que son realidades basadas en la libertad, asumidas y modificadas por el
hombre. La historia política es, en adelante, la historia de la libertad»14.
Esta libertad permite el desarrollo pleno y plural del ser humano en una sociedad
orgánica general, compuesta de diversas comunidades que coligen una ética en común en
base a la libertad propia del ser humano. En esto se relaciona con la experiencia religiosa:
las dos experiencias otorgan un “mundo” basado en la libertad del ser humano que no es de
aislación con los otros, sino en íntima relación comunitaria normada con una ética-moral
correspondiente, con el fin de enfrentarse con una realidad última que afecta a la existencia
del ser humano en forma definitiva desde el aspecto antropológico del ser social, dándole
«un sentido en la medida en que se deja orientar por los valores que se hacen presentes en
ella»15.
Sin embargo, la diferencia fundamental entre la experiencia religiosa y la
experiencia política se basa en la misma diferencia de la organización sociopolítica basada
en la libertad del ser humano. Por una parte, la experiencia política, especialmente en el
aspecto ético, «hace ciertamente referencia a una libertad; pero la presencia de la norma no
es vivida por el sujeto como interpelación de una persona, ni la respuesta a la misma revista
la forma del reconocimiento personal. A la norma responde la obediencia, no la invocación
ni la súplica»16; en otras palabras, el valor ético de la experiencia política es un bien para
todos que se da en el escenario de la organización sociopolítica, que se impone a todos por
igual sin posibilidad de acercamiento, de iniciativa de comunicación o de alejamiento. En
cambio, la experiencia religiosa siempre se deriva de la presencia de una realidad por la que
el ser humano se ha sentido personalmente concernido:
«El Misterio no es una realidad que se imponga a todos, sino una presencia
que sale al encuentro de cada uno a partir de una iniciativa de revelación que
comporta siempre un sujeto personal como término de la misma. Y el
reconocimiento por parte del hombre se expresa en la invocación, la entrega,
la alabanza, actos todos que se refieren a una realidad con la que se ha
entablado una relación de tipo personal»17.
14
Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación. Perspectivas, 18.ª ed. (Salamanca: Sígueme, 2009), 262.
15
Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión, 185.
16
Ibíd.
17
Ibíd., 186.