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Benedicto XV (1914-1922).

Un nuevo talante para una nueva época. Los desastres de la guerra. Una
mediación no deseada. Una paz poco pacificadora. Acción caritativa. La comunión
de los espíritus.

1. Un nuevo talante para una nueva época. El pontificado de Benedicto XV es


un pontificado poco conocido y marcado por la Primera Guerra Mundial. En el
cónclave de 1914 participaron 60 de los 65 cardenales y estuvo dominado por la
Guerra. El nuevo Papa debía tener unas cualidades diplomáticas muy específicas.
Eligen a Giacomo della Chiesa y fue coronado en la Capilla Sextina como signo de
austeridad. Su principal preocupación fue la Guerra. Organizó la presencia de
capellanes militares y tomó medidas para mejorar la situación de prisioneros,
organizar el intercambio de heridos y facilitar noticias familiares. El Papa puso
toda su autoridad al servicio del restablecimiento de la paz.

Nació en Génova en 1854, estudió derecho y teología y comenzó la carrera


diplomática de mano del cardenal Rampolla. En 1907 fue nombrado arzobispo de
Bolonia, aunque durante varios años no fue elevado al cardenalato, pero a los tres
meses fue elegido Papa. No gozó de la cercanía de Pío X. Estuvo presente en los
medios de comunicación.

Su primera encíclica fue Ad Beatissimi, dirigida a todos los seres humanos,


y en ella expone cuatro causas del desorden existente: “Ausencia de buena
voluntad en las relaciones humanas, desprecio de la autoridad, luchas injustas
entre diversas clases de ciudadanos y apetitos desordenados de los bienes
perecederos”. Se le considera el Papa de la paz por antonomasia.

2. Los desastres de la guerra. Benedicto XV puso su autoridad al servicio de la


paz. Los dos bandos se indignaron con él por no haber condenado a ninguno de
los dos y sólo hacía censuras generales y abstractas. Incluso los fieles de ambos
bandos comprometieron la unidad del mundo católico, suscitando sentimientos de
antagonismo y de odio no entre ciudadanos de distintos países, sino fieles de una
misma Iglesia.

3. Una mediación no deseada. El 1 de agosto de 1927 Benedicto XV ofreció su


mediación a todos los beligerantes. Se esforzó por que no estallara la revolución
social que tanto se temía. Durante el invierno dio la impresión de que Alemania
vería con agrado una gestión oficial de la Santa Sede. A primeros de agosto la
Santa Sede envió un mensaje con siete puntos muy concretos: evacuación del
norte de Francia y Bélgica y restitución a Alemania de sus colonias; examen de las
cuestiones territoriales pendientes entre Francia y Alemania, Austria e Italia, y de
los problemas relativos a Armenia, Estados balcánicos y Polonia; renuncia
recíproca a las indemnizaciones de guerra, con excepción de Bélgica, a la que
había que respetar su independencia; aceptación de un principio que asegurase la
libertad y la utilización conjunta de los mares; desarme simultáneo; institución del
arbitraje internacional obligatorio que sustituiría a las fuerzas armadas,
restableciendo la fuerza suprema del derecho.

Estados Unidos entra en la Guerra y no acepta la mediación, seguro de su


victoria. Se empeñaban en ver en este mensaje un intento del Vaticano de salvar
los imperios centrales. En Notre Dame de París se dijo: “Somos unos hijos que
dicen no como el aparente rebelde del Evangelio”. La apatía por el Santo Padre
llegó a tal punto que en un encuentro de Wilson y Sonino se acordó la exclusión
de la Santa Sede de la futura Conferencia de Paz.

4. Una paz poco pacificadora. El Papa no pudo participar en las negociaciones


que dieron lugar a la Paz de Versalles, pero no pudieron callarle. Fracasó como
hombre de paz, pero su fracaso fue la paz. Tras la guerra la preocupación venía
por un núcleo duro de judíos en los Santos Lugares de Palestina. Otro problema
fueron las misiones: Las colonias de Alemania pasan a manos francesas e
inglesas y se expulsaron a los misioneros alemanes. El problema es que los
misioneros ingleses eran anglicanos. Pero Benedicto XV logró que las misiones
estuvieran siempre en manos de la misma confesión.

5. Acción caritativa. Fue muy eficaz la ayuda de los organismos vaticanos a favor
de los prisioneros y de sus familiares a través de una sorprendente organización
internacional que agrupaba a obispos, al servicio diplomático vaticano y a
numerosas organizaciones de laicos. Se distribuyeron medicinas y alimentos en
las regiones más necesitadas. Desaparecen los tres imperios: Austria, Rusia y
Alemania, donde el luteranismo, catolicismo y ortodoxia eran religiones de estado.
Esto supuso que las iglesias quedaron en situación precaria. Benedicto XV
estableció relaciones con Polonia, los nuevos Estados Bálticos y con Irlanda. En
1922 restablece las relaciones con Francia, canonizando a Santa Juana de Arco el
16 de mayo de 1920.
En el ámbito de la misión, Benedicto XV abrió caminos e impuso un nuevo
talante al preconizar la separación entre la acción misionera y la política colonial,
publicando el 30 de noviembre de 1919 la encíclica Maximun illud: “La Iglesia es
católica. En ninguna nación ni en ningún pueblo es extranjera”.
En el ámbito cultural, fundó las universidades católicas de Lubin y Milán y
promulgó el CIC de 1917. También Benedicto XV mostró gran interés por el
ecumenismo, creando la Congregación para las Iglesias Orientales, y nombró
Doctor de la Iglesia a San Efrén el Sirio (1920) y afirmó: “La Iglesia no es latina, ni
griega, ni eslava, sino católica”.

6. La comunión de los espíritus. Benedicto XV permitió a los italianos católicos


la participación en la vida política e insistió en la fundación del Partito Popolare
(Democracia cristiana). Aprobó los estatutos de la Acción Católica italiana. Esto
propició el paso de los católicos a la vida política activa. Favoreció la paz y la
armonía dentro de la Iglesia y para esto exigió obediencia al magisterio. Quiso
acabar con la desconfianza, la denuncia y el clima de sospecha. “No es necesario
añadir epítetos a la profesión del catolicismo. A cada uno le es suficiente el decir
Cristiano es mi nombre y Católico mi apellido. Basta con intentar ser en verdad lo
que uno se llama”.

LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

CAUSAS INMEDIANTAS
La rivalidad entre las potencias y la paz armada resultante de ella constituye la
causa profunda de la Gran Guerra. Una serie de situaciones fueron caldeando la
situación internacional:

En 1911 los franceses ocuparon la costa marroquí. Los alemanes enviaron buques
para manifestar su malestar. El acuerdo se hizo a costa de posesiones francesas
en África Central.

Ese mismo año Italia declaró la guerra a Turquía y se tomó Libia y Cirenaica, así
como la isla de Rodas, últimos reductos de la dominación turca en África y en el
Mediterráneo.

Su actitud desencadenó una guerra general en los Balcanes: Serbia, Montenegro,


Grecia y Bulgaria aliadas desalojaron a Turquía de lo que aún conservaba en
Europa excepto Constantinopla y sus cercanías.

El Imperio Austrohúngaro se sintió incómodo con el triunfo de los serbios pues veía
frenado su expansionismo hacia Oriente y se dedicó entonces a presionar
militarmente sobre sus fronteras en el sudeste europeo.
El 28 de junio de 1914 el príncipe heredero FRANCISCO FERNANDO que visitaba
la región fue asesinado en Sarajevo junto con su esposa, por un fanático serbio.

El Imperio Austro-húngaro molesto por los pobres resultados de la investigación


declaró la guerra el 27 de julio. Rusia se movilizó en apoyo a los serbios junto con
Francia mientras que Alemania optó por el Imperio. El juego de alianzas buscó
entonces equilibrar las fuerzas.

DESARROLLO DE LA GUERRA
Alemania, Rusia y Francia entraron en la contienda. Italia permaneció neutral por el
momento, lo mismo Bélgica, la cual fue invadida por los alemanes para evadir el
cerco francés en la frontera. Ante la violación del territorio belga Intervino entonces
Inglaterra en apoyo de los franceses.

Las tropas alemanas intentan arrinconar a los franceses sobre un frente de 300
kilómetros y dos millones de hombres. El canal de la Mancha se convierte en
objetivo militar y ambos ejércitos quedan trenzados en una sangrienta guerra de
trincheras.

En el frente Oriental los rusos quedan inmovilizados en el frente contra Alemania


pero en la batalla con los austrohúngaros los derrotan ayudados por los serbios. En
1915 entra Italia a favor de la triple Alianza. Otras naciones adhieren más tarde a
uno o a otro bando quedando en definitiva:
Alemania – Austria / Hungría – Turquía – Bulgaria contra Francia – Inglaterra –
Rusia – Italia – Bélgica.- Serbia – Rumania – Japón – y desde 1917 los EE.UU. En
Italia la contienda tuvo como escenario las montañas de los Alpes. Entre 1916 y
1917 la situación se tornó difícil para los aliados. Los ejércitos del Zar tuvieron que
evacuar Polonia y Letonia, finalmente la Revolución de octubre los puso fuera de
combate.

Pero los Imperios Centrales (Alemán, otomano, austro húngaro y Bulgaria) estaban
exhaustos pues habían quedado bloqueados por vía marítima. Alemania respondió
con su poderosa flota de submarinos que hundieron centenares de barcos
mercantes. Las naves de todos los países quedaban a merced de los temibles
submarinos alemanes y esto llevó a la entrada de EE.UU. en la guerra el 7 de abril
de 1917.

A comienzos de 1918 el Imperio Central intentó un supremo esfuerzo y por poco


alcanzan París. Los nuevos armamentos fueron usados en proporciones nunca
antes vistas y sin embargo los Aliados provistos por los americanos emprendieron
una ofensiva general comandados por el general FOCH al punto de que en los
Balcanes obligaron a Bulgaria y a Turquía a deponer las armas. En octubre y
comienzos de noviembre cayeron los imperio Alemán y Austrohúngaro sustituidos
por la proclamación de las repúblicas; se rindieron firmando el armisticio

LOS TRATADOS DE PAZ


La paz definitiva con Alemania se firmó en el TRATADO DE VERSALLES del 28 de
julio de 1919. Austria, Hungría, Bulgaria y Turquía aceptaron otros tratados. Como
consecuencia Francia recuperó Alsacia y Lorena. Las colonias alemanas fueron
repartidas entre Francia e Inglaterra. Italia recibió Trento y Trieste. Rumania la
Transilvania. Serbia, Montenegro y el sudeste eslavo formaron Yugoslavia. Austria y
Hungría reducidas a pequeñas naciones separadas. Otras regiones se agolparon
bajo Checoslovaquia y Polonia.

El Tratado fundó la Liga de las Naciones, precursora de las Naciones Unidas. Allí
con un consejo de nueve miembros y una asamblea general, ubicada en Ginebra,
debían resolverse por arbitraje los conflictos internacionales y defender y vigilar
las cláusulas de los tratados de paz. La Liga incapaz de alcanzar su cometido no
dio los resultados que se esperaban, además porque el congreso norteamericano
-dominado en ese momento por los republicanos - no aprobó la presencia de ese
país en el organismo a pesar de las peticiones del presidente W. Wilson.

EL FIN DE UNA ÉPOCA


La Gran Guerra dejó por lo menos diez millones de víctimas en campos de batalla y
unos seis millones de mutilados e inválidos. Doscientos mil millones de dólares lo
gastado durante la guerra por las siete grandes potencias beligerantes, a lo que
habría que agregar lo invertido por los demás y las pensiones a los sobrevivientes.
Una epidemia de gripa infecciosa hizo millares de muertos entre poblaciones
azotadas por el hambre y sin vivienda. Perturbaciones económicas y políticas
arrastraron a las huelgas y a la inestabilidad y descontento de toda la población
europea. Es el comienzo del fin de Europa como rectora de los intereses del mundo
y el derrumbe del colonialismo. La segunda Guerra con sus efectos todavía más
devastadores consumarán el final de esta época.

LA SITUACIÓN DEL VATICANO


El Vaticano quedó excluido de los tratados de paz y no pudo hacer parte de la
Sociedad de Naciones por presión de Italia. Se habla incluso de una paz protestante
pues Austria, el gran estado católico quedó fraccionado.
Los diez años siguientes están marcados por el acercamiento de la Iglesia a los
diferentes Estados, incluso Rusia, gracias al espíritu conciliador de Benedicto XV
(1915-1922) y de Pio XI (1922-1939). Esta política tuvo su coronamiento con la firma
de los pactos de Letrán por los que la Santa Sede reconoció a Roma como capital
de Italia y a su vez el gobierno italiano reconoció la soberanía del Papa sobre el
Estado Vaticano; de este modo quedaba resuelta la Cuestión romana y comenzaba
un nuevo período en la historia del papado, además Mussolini ganó mucho prestigio.

TRANSFORMACIONES POLÍTICAS QUE SIGUIERON A LA GUERRA

RUSIA
Después de la revolución de marzo de 1917 Nicolás Lenin asumió la dictadura y
organizó el estado bajo la fórmula de una república socialista federal, dirigidas por
comités de obreros llamados soviets. Se confiscó la propiedad privada a favor de
los campesinos y las fábricas pasaron a poder de los trabajadores. Los bolcheviques
al intentar expandir su revolución al mundo entero, entraron en contradicción con las
naciones occidentales y sobre todo con los EE.UU.

La guerra y los trastornos que le sucedieron, provocaron en Rusia un hambre que


produjo la muerte de millones de seres humanos (1920-1921). Lenin consiguió
restablecer la tranquilidad y falleció en 1924. Le sucedió José Stalin (1924-1953),
quien introdujo reformas políticas y económicas destinadas a comunizar la tierra y
los medios de producción a costa de la vida de millones de personas. Depuró el
partido eliminando centenares de funcionarios y militares que no le merecían su
confianza, como fue el caso de León Trosky, asesinado en Méjico.

ITALIA
La parte que le fue asignada por los tratados de paz 1919-1920 pareció muy exigua.
La tentativa de incorporar a Yugoslavia el puerto de Fiume determinó una profunda
agitación, el poeta D’Annunzio ocupó esa ciudad con un cuerpo de voluntarios,
proclamó su independencia y luego la entregó a Italia.

La anarquía fue aprovechada por el partido fascista dirigido por Benito Mussoline,
que en 1922 ocupó Roma. Una vez en el Gobierno, Mussolini trabajó en establecer
un nuevo régimen en Italia. Conservó la monarquía con el Rey Víctor Manuel III a la
cabeza y suprimió el parlamento manteniendo únicamente el partido oficial
organizado en milicias llamadas “los camisas negras”.
Los obreros y patronos constituyeron sindicatos, sometidos a las cartas de trabajo y
fiscalizados por el partido fascista, e cual designaba los miembros de la
representación nacional que entró a reemplazar al parlamento. Este régimen recibió
el nombre de Corporativo, porque los diputados representaban a un gremio o
corporación y no a un distrito electoral. Todo el poder estaba en manos del Duce
“Mussolini siempre tiene razón”. El Estado fue considerado como la suprema
entidad, a la que había de someterse las personas, simples células de su organismo.

El régimen fascista:
Estableció el orden interior
Persiguió a la delincuencia exterminando a las poderosas mafias de Sicilia.
Realizó grandes obras públicas: edificios y fertilización de baldíos.
Impulsó la producción industrial y agrícola
Suprimió la emigración desarrollando una acción exterior hábil y enérgica.

Puntos en contra:
Suprimió las libertades políticas, persiguiendo cruelmente a los opositores
Abrumó al pueblo con enormes gastos destinados al armamentismo
Desarrollo una campaña imperialista: la conquista de Etiopía y la anexión de
Albania

ALEMANIA
En 1919 un congreso reunido en la ciudad de Weimar aprobó una constitución que
implantaba la República democrática y parlamentaria. La situación interior agravada
por la miseria general, engendró sangrientas revueltas, alzamientos militares y
huelgas.
En 1925 fue designado presidente el mariscal Hindenburg, algunos años antes
Adolfo Hitler había fundado un partido llamado nacionalista-socialista o nazi,
triunfando ampliamente en las elecciones de 1933. Hitler llamado el Fuhrer (caudillo)
abolió la constitución de Weimar, anuló el parlamento e implantó la dictadura
apoyado por los nazis militarizados, quienes recibieron el nombre de camisas
pardas. Persiguió a los judíos y combatió a la Iglesia Católica consiguiendo que
Alemania saliera del estado de inferioridad en que se encontraba.

ESPAÑA
Alfonso XIII fue proclamado mayor de edad en 1922, transcurriendo su reinado en
medio de agitaciones políticas y obreras las cuales incluso atentaron contra su vida.

En 1923 el general Primo de Rivera, apoyado por el ejército y con el consentimiento


de Alfonso XIII, asumió la dictadura y la ejerció hasta 1930: en 1931 se proclamó la
República y la familia real abandona el país. Comenzó la lucha entre izquierdistas o
nacionalistas y derechistas o republicanos lo cual llevó a muchos atropellos y
asesinatos.

En julio de 1936 se sublevó el ejército de guarnición en Marruecos iniciándose una


terrible guerra civil que duro tres años y donde se recibieron ayudas de países
comunistas especialmente de Rusia, mientras que los revolucionarios contaron con
la ayuda de Hitler y Mussolini. Entre los episodios memorables de la sangrienta
lucha merecen citarse la heroica defensa del Alcázar de Toledo, por parte del
coronel Moscardó, que los gubernamentales no pudieron tomar y la tenaz resistencia
de Madrid, dirigida por el general Miaja, del gobierno republicano. La lucha termino
en abril de 1939 con el triunfo de los derechistas; su jefe el general Francisco
Franco, asumió un gobierno que duró hasta finales de 1975.

♣OTRAS CONSECUENCIAS DE LA PRIMERA GUERRA


Formación de nuevas naciones:
Se constituyeron los estados bálticos, Estonia, Letonia y Lituania. Y Finlandia
Irlanda adquirió su independencia definitiva en 1949.

Guerras menores: Rusia invadió a Polonia pero sus tropas fueron rechazadas cerca
de Varsovia. Grecia intentó apoderarse del litoral del Asia Menor, pero fue vencida
por Turquía, gobernada por el dictador Kemal quien trasladó la capital de
Constantinopla a Ankara. Japón formó un estado vasallo al norte de la China.

♣CRISIS ECONÓMICA
Desvalorización, inestabilidad de la moneda de varios países
Recesión económica en toda la región..
Desocupación nunca antes vista y deseos de abastecerse cada uno a sí mismo,
reduciendo las importaciones.
Caída de los precios.

ADELANTOS TÉCNICOS APLICADOS A LA INDUSTRIA Y LA PRODUCCIÓN.

LA INDUSTRIA
La ciencia permitió la utilización de nuevos elementos en la producción industrial y el
trasporte. La industria desarrolló un esquema con estas características:
.
La orientación científica: la fábrica junto a los laboratorios para mejorar calidad,
tiempo, reducción de costos, de energía, etc.
La implantación de grandes complejos industriales con costosas instalaciones
La agrupación fabril que hace el proceso completo de producción

EL INDUSTRIALISMO

Producto del desarrollo económico cuyas consecuencias serán:

La superproducción o exceso de productos manufacturados superando la demanda


La competencia comercial entre países para ganar nuevos mercados (dumping) con
el objeto de desplazar competidores.
La Urbanización por efecto de millares de obreros con sus familias.
La crisis económica por el ritmo de producción que puede llegar a una parálisis o
quiebra con sus secuelas de desocupación y miseria.

EL CAPITALISMO Y EL PROLETARIADO

El capital -conjunto de dinero y bienes muebles e inmuebles- se dispara en el siglo


XIX por las causas que apenas señalo:

La Extensión del crédito: la moneda circula poco como depósito de garantía o pago
al exterior, mientras que aumentan los documentos de toda clase: cheques,
pagarés, letras de cambio...
La Fundación de Sociedades Anónimas: las grandes fortunas en un solo dueño son
escasas. Se funden capitales para garantizar seguridad en la inversión e invertir
en varias empresas a la vez.
El aumento de la demanda y la actividad industrial: Los armamentos y los gastos en
obras públicas exigen de los gobiernos sumas considerables que son superiores
al producido de los impuestos. Además las sociedades anónimas además
necesitan dinero líquido.
Los Estados lanzan entonces nuevas acciones o títulos o se embarcan en
empréstitos. Los papeles son ofrecidos en venta en las Bolsas de las grandes
ciudades donde abunda el dinero y se busca seguridad, base de su solidez y
respetabilidad.

FRENTE AL TOTALITARISMO. LA PRIMERA REACCIÓN: EL


COMPROMISO

a. El fascismo y los Pactos Lateranenses


La elección de Pío XI ocurrió poco antes que el fascismo alcanzara el poder
(Octubre de 1922). Por su profunda aversión al liberalismo, en el que veía una
tendencia laicizante e irreductible al reconocimiento de los que él consideraba
derechos propios de la Iglesia; pero a la vez, por su enérgica oposición al marxismo,
y por su carácter fundamentalmente autoritario, Pío XI se sintió inclinado asumir una
actitud de cauto optimismo con respecto al nuevo régimen que iba multiplicando sus
manifestaciones teóricas y prácticas de galantería hacia la religión y la Iglesia.

De esta forma, mientras agonizaba el régimen liberal y nacía el Estado totalitario, se


iba perfilando en el horizonte la posibilidad de la conciliación entre el Estado y la
Iglesia, lograda a nivel de conciencias y hasta en el terreno político, pero sin
materializar aún en lo jurídico por las dificultades y obstáculos que ponían el
liberalismo y el rey Víctor Manuel III.

Con este clima, el gobierno fascista abrió negociaciones oficiosas con la Santa
Sede a partir del 4 de octubre de 1926, y hasta noviembre de 1928. Tras algunas
dilaciones, debidas a incidentes menores (el monopolio sobre la educación) y a
dificultades internas y externas, se llegó al texto definitivo del 11 de febrero de 1929.

Desde un principio la Santa Sede había expresado con claridad dos exigencias: un
tratado que le reconociese una soberanía territorial y un concordato que regulase la
situación de la Iglesia en Italia. El gobierno italiano aceptó con mucha dificultad la
primera y Pío XI no tuvo dificultad en ir restringiendo cada vez más la extensión
territorial de su Estado. La última renuncia, que simplificaba las delimitaciones de
fronteras y garantizaba mayor cohesión a la ciudad del Vaticano, tuvo lugar un día
antes de la firma.

Mussolini no tuvo dificultad en aceptar la tesis de un concordato, que al principio fue


presentado vagamente como solución de los problemas jurídico – administrativos y
después exigido explícitamente. El gobierno simplemente aplicó la tesis: “Iglesia
Libre en Estado Libre”, lo cual permitió a la Iglesia y al régimen llegar a acuerdos
como la introducción de la enseñanza religiosa en las escuelas medias superiores
(no en la universidad), el reconocimiento de los efectos civiles del matrimonio
religioso, mayor libertad en la elección de los obispos y en la administración de los
bienes eclesiásticos.

Así, fueron firmados los Pactos Lateranenses el 11 de febrero de 1929 en el Palacio


de Letrán por el cardenal Gasparri y Mussolini, contemplando un tratado y un
concordato:
EL TRATADO
EL CONCORDATO
¬ Reconoce el nuevo Estado de la ciudad del Vaticano, determinando su extensión.
¬ Declara concluida la cuestión Romana
¬ Afirma que la religión católica es la única religión del Estado italiano.
¬ Establece especiales prerrogativas jurídicas para los órganos y las personas del
supremo gobierno de la Iglesia y otorga a las sentencias eclesiásticas que se
refieran a asuntos espirituales o disciplinares relativos a personas eclesiásticas
eficacia jurídica
¬ Garantiza a la Santa Sede el derecho de legación activa y pasiva, libertad en los
cónclaves y en los concilios
¬ Liquida el crédito de la Santa Sede a Italia
¬ Garantiza a la Iglesia el libre ejercicio del poder espiritual, del culto y la
jurisdicción eclesiástica.
¬ Otorga a los eclesiásticos parra los actos de su ministerio espiritual la defensa de
las autoridades italianas
¬ Atribuye privilegios especiales a los eclesiásticos
¬ Reorganiza a favor de la Iglesia la cuestión de las propiedades eclesiásticas y
del mantenimiento del clero
¬ Declara libre el nombramiento de los obispos, pero exige la comunicación previa
al gobierno de los nombres
¬ Reconoce efectos civiles al matrimonio religioso y de las sentencias de nulidad
pronunciadas por tribunales eclesiásticos.
¬ Introduce la enseñanza religiosa en las escuelas medias
¬ Excluye de la política, la actividad de la acción católica y de los eclesiásticos

Los Pactos fueron bien acogidos por una gran mayoría de la opinión pública. Lo que
si causó un cierto malestar fue el concordato, fuertemente criticado tanto por
liberales de fiel observancia, como por los católicos lombardos contrarios al
régimen. No faltaron agrias discusiones en el parlamento entre fascistas
anticlericales y católicos integristas

Tras laboriosas discusiones generadas por las posturas de Mussolini y Pío XI por
sus atrevidas declaraciones en defensa o de interpretación al concordato, y gracias
a la diplomática gestión del abogado y futuro papa Eugenio Pacelli, se dio con una
fórmula aceptable para las dos partes, ya que expresaba el propósito de cumplir
lealmente, en el espíritu y en la letra, tratado y concordato. El 7 de junio de 1929 los
Pactos fueron ratificados y en diciembre el Rey hizo su primera visita al Papa.
b. Intento de juicio sobre los pactos lateranenses

Pío XI definió el concordato de 1929 como uno de los mejores concordatos


estipulados por la iglesia. Los pontífices posteriores han visto en los Pactos el
presupuesto del libre ejercicio de la religión y de la convivencia pacífica entre los dos
poderes.

Contra esta interpretación reaccionaron ya desde 1929 liberales, socialistas y


católicos de izquierda con severas críticas, en especial a la solución concordataria,
que dejó el sabor de que el fascismo trataba de instrumentalizar a la Iglesia
encuadrándola en su concepción ético social del Estado, es decir, que pretendía
utilizar el universalismo católico para su política de nacionalismo exasperado,
mientras que la Iglesia cedía una vez más a la tentación de recurrir al brazo secular
para restaurar el Estado católico y volvía sobre un régimen de privilegios como por
ejemplo, limitar los derechos del sacerdote excomulgado, hacer valer el fuero
eclesiástico o imponer una religión al Estado.

Desde 1929 hasta hoy las críticas a los Pactos Lateranenses se han ido repitiendo
sin gran novedad estos mismos motivos, profundizando más en la reflexión sobre los
peligros y consecuencias de una alianza entre la Iglesia y el fascismo.

En su momento, el fascismo se benefició de los Pactos, a pesar de que estos, no


significaban un reconocimiento de las teorías en las que se apoyaba su régimen. Los
Pactos trascendieron su importancia por las circunstancias históricas en las que
habían sido estipulados. Hacía demasiado tiempo que la Cuestión Romana estaba
sin resolver, al menos jurídicamente, como para dejar pasar la ocasión de arreglo
que se brindaba. Por eso cabe decir que es el tratado lo que constituye la parte
históricamente más valida y significativa de los acuerdos.

En conclusión, no merece ni la exaltación triunfal que le tributó la mayoría de la


opinión pública, ni el ataque despiadado del que fue objeto. Representa una etapa
dentro de la evolución, ni desprovista de ventajas, ni carente de peligros. En su
momento resultó sustancialmente positivo, si bien pronto se revelaron caducos
algunos de sus elementos.

c. El concordato con el Reich

En relación con el nazismo siguió la Santa Sede una política análoga, en contraste
con la actitud entre el episcopado alemán, que ya había tomado postura frente al
partido. En efecto, la oposición de los obispos alemanes al nazismo había quedado
bien definida después de las elecciones de septiembre de 1930, que abrían a Hitler
el camino hacia el poder. De nuevo el agosto de 1932 la conferencia episcopal
alemana reunida en Fulda, declaraba ilícito pertenecer al nazismo por su programa
incompatible con la fe católica y por las inequívocas manifestaciones hostiles de sus
jefes contra la Iglesia. En marzo de 1933, las nuevas directrices de Pío XI cambiaron
considerablemente el panorama, ya que en el consistorio del 13 de marzo, aunque
condenaba el nacionalismo exagerado, había subrayado ante todo el peligro del
bolchevismo, con claras alusiones a la situación alemana. El cardenal Faulhaber, de
vuelta a Alemania, expuso la importancia de las alusiones del papa, que abrían una
perspectiva nueva y atenuaron las condenas.
Por lo tanto, se revocó la prohibición de pertenecer al partido nazi, aunque se
confirmó la condenación de los errores doctrinales. De la oposición se pasó a una
actitud y prudente expectativa, mientras que la situación permanecía confusa debido
al contraste entre las declaraciones oficiales y la persistencia práctica de vejaciones
contra los católicos, así como el comienzo de la legislación racista (30 de marzo y 7
de abril de 1933). En este contexto es que arriba a Roma el vicecanciller Von Papen
con la petición explícita de un concordato. Conocida por Roma la situación alemana
¿Era oportuno un acuerdo con un gobierno que lesionaba gravemente algunos
derechos de la persona humana, y contenía en su programa principios
evidentemente anticristianos y hasta irreligiosos?
Aunque, prescindiendo de la fórmula jurídica que ponía en relación a la Santa Sede
no con el nazismo, sino con el Estado Alemán, un concordato hubiese supuesto un
acercamiento y una alianza real entre la Iglesia y el régimen instalado en el poder.
Pío XI y su Secretario de Estado Pacelli consideraron que un desaire hubiese podido
provocar un endurecimiento nazista. Hitler lograba cada vez más apoyo; un
concordato podría suponer una garantía jurídica, necesaria, sobre todo, de cara a los
regímenes totalitarios, para poder defenderse en el caso de eventuales vejaciones.

Una vez decidida la cuestión previa, Pío XI de acuerdo a su temperamento


impaciente, quemó las etapas renunciando a convocar a la Conferencia Episcopal
Alemana y limitándose a informar a los obispos por separado y tratando
directamente con Von Papen (bastaron 4 meses para el acuerdo con Alemania,
firmado el 20 de julio de 1933, cuatro días antes de la promulgación de las leyes
sobre esterilización). Al igual que en Italia, para salvar lo esencial, sacrificaba la
Santa Sede a los católicos, que se estaban comprometiendo en realizar en la política
los principios cristianos.

El concordato, a la vez que reconocía la validez de los acuerdos firmados


anteriormente con los diversos estados alemanes, garantizaba la libertad de
profesión religiosa y el libre ejercicio de la religión católica, conservaba las facultades
de Teología en las Universidades estatales y las escuelas confesionales católicas,
aseguraba la enseñanza religiosa en las escuelas elementales y superiores,
favorecía la cura de almas en los hospitales y en el ejército, prometía protección a
las asociaciones dependientes de la autoridad eclesiástica con fines religiosos,
culturales y educativos e incluso meramente profesionales. A diferencia del
concordato con el fascismo, ni se nombraba a la Acción católica, pero la sustancia
de la disposición era la misma. El concordato fue ratificado el 10 de Septiembre de
1933 y al igual que en Italia, a muchos nazis parecieron exageradas las concesiones
a la Iglesia y a muchos católicos les preocupó el acercamiento a un régimen que no
parecía para nada confiable.

La situación no mejoró. Los meses siguientes, de septiembre de 1933 hasta el final


de 1934,se sucede una continua sucesión de notas vaticanas y del episcopado
alemán ante los graves atentados contra la libertad de las asociaciones, las
pretensiones monopolistas del nazismo sobre la educación de la juventud, la
parálisis de la prensa católica, la remoción de profesores como Altaner, las
injerencias en los Seminarios, la difusión en las escuelas y en los campos nazis de
tesis netamente anticristianas inspiradas en El mito del siglo XX, de Rosemberg, y el
arresto de sacerdotes. Para algunos, en cambio, el concordato al menos impedía la
supresión de las obras educativas, caritativas y asistenciales de la Iglesia alemana.

d. La Iglesia en España

Ante el problema español, la Santa Sede mantuvo al principio una actitud oficial más
bien reservada, aunque naturalmente había condenado la violenta explosión
antirreligiosa que acompañó por parte de los rojos, los primeros tiempos de la guerra
civil. Incluso estableció relaciones con el régimen franquista apenas en 1938.

Con el final de la II guerra, el restablecimiento de la normalidad y la consolidación del


régimen autoritario y conservador del Generalísimo Franco y, a la vez, con el
reflorecimiento de la vida religiosa en el país, las relaciones entre el Vaticano y
Madrid se fueron haciendo cada vez más cordiales y culminaron, después de una
serie de acuerdos parciales a partir de 1941, en el concordato de agosto de 1953.

El concordato reconoce la religión católica como única religión de la nación


española, con los derechos y las prerrogativas que le competen en conformidad con
la ley divina y el derecho canónico y al mismo tiempo reconoce a la Iglesia Católica
como sociedad perfecta, es decir, plenamente soberana. Se limita el libre ejercicio de
los cultos acatólicos, la libertad del culto católico y de la jurisdicción eclesiástica, el
apoyo del Estado a la Iglesia en diversos puntos, como la sanción civil a las
sentencias eclesiásticas sobre delitos que afectan a la ley de la Iglesia y un cierto
control de los obispos sobre la enseñanza pública y privada.

Quedan restablecidas algunas de las tradicionales inmunidades en los procesos


civiles, y criminales y la jurisdicción exclusiva de la Iglesia sobre los lugares
sagrados. El matrimonio produce efectos civiles, los tribunales eclesiásticos gozan
de competencia exclusiva en las causas de nulidad, de separación y de dispensa del
rato y no consumado, salvo el juicio del tribunal civil para los efectos civiles
consiguientes. La enseñanza será siempre conforme a la doctrina católica y se le
reconoce a la Iglesia el derecho de abrir escuelas propias.

El Estado favorece al cura de almas en el ejército, en los hospitales y en la


propaganda a través de los medios de comunicación social, algo único en los
concordatos modernos. Mientras que la propiedad eclesiástica queda regulada
convenientemente, la Acción Católica se garantiza la libertad en su apostolado, pero
ha de mantenerse dentro del ámbito de la legislación estatal en sus actividades. El
nombramiento de los obispos se realiza por medio de un procedimiento complejo,
que conserva una amplia interferencia estatal, aunque garantiza una notable libertad
a la Iglesia.

Con el concordato de 1953 se aseguró la Iglesia en España un notable apoyo por


parte del Estado y buen número de privilegios, superior a los logrados en Italia y
Portugal, pero no consiguió una completa libertad de acción pues faltaba una
verdadera libertad de prensa y la Acción Católica quedaba controlada por el
totalitarismo del Régimen.

Es innegable que el pacto, aunque firmado con el Estado español y no con el


régimen del Generalísimo, significaba cierta alianza con éste, que pudo sacar de él
el prestigio y la sanción moral que necesitaba, sobre todo en aquel período, en el
que se veía ampliamente excluido de las relaciones internacionales, y que le ha
permitido presentarse como campeón de la hispanidad, la cultura y de la civilización
española y católica. Es además la época en que el Opus Dei va a gozar de enorme
poder en el gobierno.

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