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Antiguo Testamento I

Libros del período monárquico


1 Y 2 SAMUEL

ASPECTOS HISTÓRICOS

El hombre que guió a Israel para hacer la transición de la teo-


cracia a la monarquía es Samuel. La naturaleza de su concepción (1
Samuel 1:1-2:11) y su llamamiento por Jehová desde una temprana
edad (cap. 3) indican que él podía ser un gran hombre de Dios.
Cuando Dios rechazó a los hijos de Elí, el sacerdote de Israel, se abrió
el camino para que Samuel sea el sacerdote y profeta.
En un interludio, se relatan las experiencias de los filisteos cuan-
do capturaron el arca y se la llevaron a su país. El poder de Dios se
manifestó sobre el dios de los filisteos y sobre la salud de su pueblo.
Israel se gozó cuando el arca le fue restaurada (1 Samuel 4:1-7:17).
En su vejez sucedió la misma situación con Samuel que con Elí;
sus hijos se tornaron irresponsables e inmorales. El pueblo, viendo
esa perspectiva desalentadora y el constante peligro de sus enemigos,
pidió un rey. Jehová aceptó la solicitud, reconociendo al mismo tiem-
po la falta de fe del pueblo. Samuel, guiado por el Señor, buscó un rey
para Israel. El hombre escogido fue Saúl, de la tribu de Benjamín.
Saúl inició su reinado como un hombre joven y humilde. Desde
el principio tuvo que liderar el pueblo para la guerra con los amoni-
tas, los filisteos y los amalecitas. Lamentablemente, su impaciencia
y falta de carácter le condujeron a desobedecer la palabra de Dios y
fue rechazado como rey (1 Samuel 15).
Pero Dios ya había escogido a otro hombre para ser el futuro rey
de Israel. Envió a Samuel para ungir al joven David, hijo de Isaí,
de la tribu de Judá. Atormentado por un mal espíritu, Saúl llamó a
David a su servicio para tocar el arpa (16:14-23); allí comenzó una
dinámica entre los tres personajes principales de 1 Samuel: Samuel,
Saúl y David.
Inmediatamente David exhibió su gran fe cuando mató al gigante
Goliat. El se ganó los corazones del pueblo, y en especial la amistad

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de Jonatán, hijo de Saúl. Este amor fraternal contrastó con el odio que
Saúl tenía a David.
David se vio obligado a huir por su vida y pasó varios años en el
desierto, en constante movimiento porque su vida estaba en peligro.
Allá reunió un grupo de hombres que le acompañaron en sus haza-
ñas. Dos veces David perdonó la vida a Saúl (caps. 24 y 26), pues
siempre dijo: “yo no quise extender mi mano contra el ungido de
Jehová” (p.ej. 26:23).

Cerca del final de su reinado, desesperado, Saúl consultó a la adi-


vina de Endor, una vez más en directa desobediencia a la Palabra de
Dios. En una última guerra con los filisteos murieron Saúl y Jonatán
y otros dos hijos de Saúl.
El segundo libro de Samuel comienza con la noticia llevada a
David de la muerte de Saúl y Jonatán. En uno de los pasajes más
emocionantes de los libros históricos, David entona un lamento en
memoria de ellos (2 Samuel 1:17-27).

David fue proclamado rey de Judá. De inmediato se desató una


guerra entre David y la casa de Saúl, que quizo preservar el reino.
Luego de una serie de luchas, asesinatos y represalias, David fue pro-
clamado rey sobre todo Israel (2 Samuel 5:1-5). Con su ejército él tomó
Jerusalén de mano de los jebusitas y allí estableció su residencia.
Con la ayuda de Jehová, David y su ejército procuraron la paz
para Israel. Entonces David se dio tiempo para preocuparse por las
cosas del Señor. Trajo el arca a Jerusalén en medio de mucha celebra-
ción y gozo. Luego, animado por el profeta Natán, quiso levantar una
casa para Jehová. Pero esa noche Dios envió un mensaje a David por
medio de Natán y estableció un pacto con David y su linaje. David
no sería el hombre para edificar una casa a Jehová, sino su hijo. Dios
prometió establecer un lugar permanente para Israel donde Él habi-
taría. Además, prometió establecer un reino permanente para la casa
de David; siempre habría uno de su linaje en el trono de Israel. David
mismo sería bendecido por Dios (2 Samuel 7). Este pacto que Dios
hizo con David se denomina el pacto davídico.

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El pecado de David con Betsabé mostró una debilidad de este


gran hombre, y a la vez desencadenó toda una serie de problemas
familiares y otros que perseguirían a David el resto de su vida.
Como ejemplos tenemos: el incesto entre Amnón y Tamar (2 Samuel
13:1-22), el asesinato de Amnón por Absalón (2 Samuel 13:23-39), la
sublevación y la muerte de Absalón (2 Samuel 15-18), la sublevación
de Seba (2 Samuel 20:1-22).
Los últimos capítulos del segundo libro de Samuel tratan asuntos
aislados del final del reinado de David. El más notorio fue el censo
que David hizo del pueblo. Como castigo por el pecado de hacer un
censo llegaron tres días de peste al pueblo. David se sintió mal porque
el pueblo sufrió por algo que no era culpable. Jehová le dio la salida y
le mandó levantar un altar y ofrecer un sacrificio en la era de Arauna.
Cuando Arauna ofreció regalar todo lo necesario para el sacrificio,
David respondió: “No; la compraré por su precio; porque no ofreceré
a Jehová, mi Dios, holocaustos que no me cuesten nada” (2 Samuel
24:24). Con el sacrificio Dios cesó la plaga, y así terminaron los libros
de Samuel, dando un vistazo dentro del corazón de David y de Dios.

Todo lo mencionado indica que la historia de Israel relatada en


1 y 2 Samuel presentó cambios radicales en la organización social,
política y religiosa. El aumento gradual en organización políti-
ca estuvo acompañado por los cambios religiosos. Se estableció
a Jerusalén como capital política y religiosa, porque allí residían
tanto el rey, símbolo del pueblo, como el arca del pacto, símbolo
de la presencia divina. Las expectativas del pueblo aumentaron en
esta época. Dios estableció a Israel más firmemente en la tierra de
Canaán, derrotando a los enemigos. Todo parece indicar que Israel
está entrando a su gloria como pueblo de Dios.

ASPECTOS LITERARIOS

Los tres personajes más importantes en 1 y 2 Samuel son Samuel,


Saúl y David. Los relatos se dedican a iluminar el papel que cada uno
juega en el plan de Dios para Israel.
Los libros de “1 y 2 Samuel” forman parte de un solo libro en la
Septuaginta, junto con 1 y 2 Reyes, que lleva como nombre “el libro
de los Reinos”. No se sabe cuándo se hizo la separación.

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• Autoría: De acuerdo a la tradición judía, Samuel fue el autor de


los libros de Samuel. Es más probable que llevan su nombre,
por su rol importante en los primeros veinticinco capítulos.
Los libros de 1 y 2 Samuel presentan referencias a algunas
fuentes de información (1 Samuel 10:25; 2 Samuel 1:18). La
influencia editorial para reunir los materiales en estos libros es
poco evidente. El resultado del estilo del editor, quien se guar-
dó de expresar sus propias interpretaciones, es una historia
relatada como de un testigo ocular: el lector siente que tiene
acceso directo a los hechos.
• Fecha: La fecha de redacción final, con excepción de algunas
modificaciones, sería a fines del reinado de David. En común
con Jueces y Reyes, probablemente el compilador de los libros
de Samuel fue influenciado en la selección y organización del
material por una interpretación profética de la historia. De
esta manera, resaltó el papel de Samuel y Natán ante Saúl y
David, y demostró que los profetas tenían un mensaje de Dios
y debían ser escuchados.
• Propósito: El propósito de los libros de Samuel es relacionar
el relato del establecimiento de la monarquía, y la parte que
Samuel tuvo en ello. Samuel fue tanto un juez (1 Samuel 7:6,
15-17) como un profeta (1 Samuel 3:20). Sirve por tanto para
relacionar el período de los jueces con la primera parte de la
monarquía.
Hubo una doble preparación para el reino. Durante el
período de los jueces, prevaleció la confusión, y en esta forma
los israelitas se dieron cuenta de su necesidad de un gobierno
centralizado. En segundo lugar, el rey debía ser un buen rey, no
un autócrata egoísta, sino un hombre que estuviera dispuesto a
actuar de acuerdo con la voluntad de Dios, quien en su reinado
justo y fiel, indicaría hacia el Gran Rey que había de venir. Bajo
el reinado de Saúl (el autócrata obstinado y déspota) se enseñó la
lección de que el rey debe ser alguien que gobierne en justicia.
Los libros de Samuel no solamente narran el establecimien-
to de la monarquía, sino también sirven para indicar que esta
gran institución era de origen divino.

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• Estructura: El esquema de los libros de Samuel es el siguiente:

1. Samuel: sacerdote, profeta, juez (1 Samuel 1-7)


Infancia de Samuel (1:1 - 3:21)
Los filisteos y el arca (4:1 - 7:17)
2. Samuel y Saúl: tiempo de transición (1 Samuel 8-15)
Establecimiento de la monarquía (8-12)
Comienzos del reinado de Saúl (13-15)
3. Saúl y David: la lucha por el poder (1 Samuel 16 - 2 Samuel 1)
David entra al servicio de Saúl (16:1-18:5)
David es perseguido por Saúl (18:6-28:2; 29:1-30:31)
Fin de Saúl (28:3-25; 31:1-13 - 2 Samuel 1:27)
4. David (2 Samuel 2-24)
Guerra civil (2 Samuel 2-4)
David como rey de todo Israel (2 Samuel 5-10)
Pecado y arrepentimiento de David (2 Samuel 11-12)
Historia de Absalón (2 Samuel 13-20)
Varios sucesos del reinado de David (2 Samuel 21-24)26

ASPECTOS TEOLÓGICOS

• Enseñanzas de la vida de Saúl: Una enseñanza importante de


estos libros viene de la vida de Saúl. No es suficiente empezar
bien; es más importante cómo se termina. Uno puede tener
mucho potencial para servir al Señor pero si se desvía del cami-
no, de nada sirve.
• Enseñanzas de la vida de David: La vida de David deja
muchas enseñanzas al cristiano: su capacidad de sentir emoción
y de expresarla por medio de la canción y la poesía, su poder de
liderazgo, su afán por las cosas del Señor, y mucho más.
No se debe pasar por alto la importancia del pacto daví-
dico. Aunque en aquel tiempo la promesa de bendición y de
un trono estable le dio mucha esperanza al pueblo de Israel,
su enfoque radicaba en ellos mismos. O sea, la promesa a
Abraham de bendecir a todas las familias de la tierra, al fin se
entendió que sería por medio del pueblo de Israel.

1 Y 2 REYES

ASPECTOS HISTÓRICOS

Los libros de 1 y 2 Reyes son una continuación de la narración de


la historia de Israel. Aquí la historia comienza al final del reinado de

26 LaSor, pp. 225-35; Hoff, p. 91

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David, pasa por el reinado de Salomón, y la época del reino dividi-


do con el decaimiento espiritual. En esa época se presenta primero
la caída del reino del norte (Israel) y el cautiverio en Asiria. Luego,
viene la caída de Jerusalén (Judá), con el cautiverio en Babilonia. El
drama prosigue desde los días más gloriosos hasta la desaparición
del pueblo de Israel como nación independiente.
La historia comienza con el viejo rey David y las contiendas
para ver quién ocupariá el trono. David confirmó a Salomón como
sucesor. Salomón inició su reinado prudentemente. Es evidente su
profunda sabiduría, no sólo para juzgar al pueblo sino también como
comerciante y estadista. El país gozó una paz y prosperidad que
jamás había experimentado ni antes ni después.
No todo estaba bien durante el reinado de Salomón. Él había acu-
mulado muchas riquezas pero sólo ciertas clases sociales las goza-
ban. Había cobrado pesados tributos a los pueblos sujetados por su
padre, David y utilizó labor forzada. Hizo muchas alianzas con otros
pueblos y aceptó muchas mujeres como esposas en beneficio de estos
tratados diplomáticos. Al final, empezó a adorar a los dioses de sus
mujeres, no guardó fidelidad a Jehová y el pacto. Con todo esto, se
habían sembrado las semillas para futuros problemas.

Roboam, hijo de Salomón, reinó después de su padre. Harto, el


pueblo envió una delegación para pedir que se bajaran los impuestos
y el trabajo forzado. Más interesado en demostrarse fuerte, y siguien-
do el consejo de los jóvenes, Roboam rechazó la solicitud. Las diez
tribus del norte se rebelaron y se separaron de Judá y Benjamín.
El nuevo país del norte, Israel, coronó a Jeroboam como rey. Para
consolidar la separación entre las dos naciones, Jeroboam erigió
altares en Dan y Bet-el, prohibiendo la peregrinación a Jerusalén.
Nombró sacerdotes y ayudantes, no del linaje de Leví, en rechazo
de la antigua costumbre. También puso becerros de oro en los luga-
res altos de Dan y Bet-el. La tradición profética de los compiladores
juzga a Jeroboam por haber llevado a Israel al pecado abierto y con-
tinuo (p.ej. 1 Reyes 16:26; 22:52).
La decadencia de Judá desatada durante el reinado de Salomón
se extendió más bajo Roboam. El juicio divino por la apostasía de
Salomón no se acabó con la división del reino. El poderoso rey egip-
cio Sisac invadió a Judá y cobró fuertes tributos. Los conflictos arma-
dos entre Judá e Israel los debilitaron por la constante necesidad de
mantener un ejército fuerte.

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Abiam (llamado Abías en 1 Crónicas 13:1) reinó un breve tiempo en


Judá seguido por el largo reinado del buen rey Asa (ca. 911-870). En este
reinado Judá logró extender sus territorios a costo de los de Israel.
En el reino del Norte nunca hubo estabilidad de la familia real.
Después de Jeroboam, su hijo gobernó sólo dos años cuando Baasa
tomó el trono por la fuerza. Él aniquiló la familia real pero lo mismo
pasó a su familia cuando Zimri y Omri aniquilaron a su familia.
Zimri reinó siete años cuando Omri se apoderó del trono.
Omri fue un líder y constructor capaz (adquirió legalmente
Samaria y estableció la capital allá). Tenía una buena ubicación cerca
de la ruta principal norte-sur. Se construyó tan bien la capital que
duró un siglo y medio antes de caer por un prolongado sitio. Por
razones políticas y de seguridad, Omri hizo una alianza con Tiro de
los fenicios. Se cimentó esta relación más firmemente cuando Acab,
hijo de Omri, se casó con Jezabel, hija del rey de Tiro; un matrimonio
que influyó enormemente en el reino del Norte por mucho tiempo.
El hábil pero idólatra rey Acab mejoró la situación y estabili-
dad del reino del Norte con más construcciones. Hizo también una
alianza con Judá. Esta alianza los ayudó mutuamente por el peligro
constante de los arameos y por el surgimiento de Asiria. La amenaza
asiria fue tanta que Acab hizo una alianza con Ben-adad de Damasco
y también con los arameos. Micaías, un profeta quien a menudo pro-
fetizaba en contra de Acab, predijo la derrota de Israel y la muerte
del rey. En la misma batalla se perdonó la vida a Josafat, rey de Judá,
quien continuó la reforma de Asa. Josafat recibió una evaluación
favorable aunque no del todo. Para Acab, su preocupación por Asiria
y los arameos lo distrajo y descuidó otra frontera, la del sur, donde
los moabitas se vengaron contra Joram hijo de Acab y Josafat.

No se debe pasar por alto la prolongada lucha espiritual entre


Jezabel, esposa de Acab, y Elías, profeta de Jehová. Ella incitó a Acab
a extender el culto a Baal en todo el reino del Norte e introdujo cien-
tos de falsos profetas de Baal. Ella hizo todo lo posible para destruir
la fe de Israel y sustituirla con la de Baal. Elías y Eliseo tenían la dura
tarea de hacer volver el pueblo a Jehová.
La tarea profética en Israel pasó de Elías a Eliseo, quien hizo
milagros y profetizó durante los reinados de Ocozías hijo de Acab y
su hermano Joram (ca. 852-841). A pesar de la idolatría del pueblo,
Eliseo tenía el apoyo de algunos (2 Reyes 2:15-18; 3:4-8; 6:1-7). El rei-
nado de Joram de Israel se cruzó con el de Ocozías de Judá y del hijo
de Ocozías, Joram de Judá (ca. 853-841).

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Para castigar a la casa de Omri por la sangre inocente derramada,


Jehová hizo que se ungiera a Jehú, un general del ejército de Israel,
como nuevo rey (2 Reyes 9:1-10:36). La depuración que él llevó a cabo
incluyó a: Joram de Israel, Acab y sus oficiales, miembros de la fami-
lia de Ocozías, y hasta el sacerdote de Baal. Para extender el castigo,
Dios utilizó a Hazael de Siria por cercenar el territorio de Israel.
La muerte de Ocozías en Judá a mano de Jehú provocó un perío-
do de turbulencia en Judá. Atalía, madre de Ocozías e hija de Acab y
Jezabel, usurpó el trono e intentó aniquilar a la familia real. Se salvó
un hijo, Joás, quien se crió bajo el cuidado del sacerdote Joiada. A
los siete años de edad, se proclamó rey a Joás y se mató a Atalía. El
hecho más importante de Joás fue la restauración del templo (2 Reyes
12:1-16). En sus últimos días pagó un tributo a Hazael de Damasco.
Joacaz, hijo de Jehú, empezó a reinar en Israel durante el reino de
Joás. Tanto había destruido Hazael rey de Siria que le quedaban tan
sólo “cincuenta hombres de a caballo, diez carros y diez mil hombres”.
Después de Joacaz reinó su hijo Joás en Israel, todavía durante el reina-
do de Joás en Judá. Igual como su padre hizo lo malo delante de Dios.
Dos siervos del rey Joás de Judá conspiraron contra él y lo mata-
ron. Reinó en su lugar su hijo Amazías (2 Reyes 14:1-22). En este
período entró al trono de Israel, Jeroboam II, hijo de Joás. Un hábil
administrador, Israel extendió sus fronteras en la Transjordania,
como fue profetizado por Jonás (2 Reyes 14:25).
Azarías, hijo de Amasías (llamado también Uzías, p.ej. Isaías 6:1),
comenzó a reinar en Judá durante el reinado Jeroboam II de Israel.
Durante el largo reinado del buen rey hubo una sucesión de reyes
en Israel. Zacarías, hijo de Jeroboam, reinó seis meses. Salum hijo de
Jabes se levantó contra Zacarías, lo mató y tomó el trono, por sólo un
mes. Manahem subió de Tirsa, mató a Salum y reinó en Israel. Durante
su reinado vino el poderoso rey Pul de Asiria. Manahem cobró un
impuesto a los ricos para pagar a Pul. Después de Manahem, Pekaía
hijo de Manahem reinó dos años en Israel. Como los anteriores reyes,
hizo lo malo en los ojos de Dios. Se rebeló Peka hijo de Remalías, lo
mató y comenzó un reinado de veinte años.
En el reinado de Peka, murió Uzías y su hijo Jotam reinó en Judá.
Como su padre, “hizo lo recto ante los ojos de Jehová”. Después de
Jotam, su hijo Acaz comenzó a reinar en Judá (2 Reyes 16). Por las
amenazas de Edom, Acaz envió una ofrenda a Tiglat-pileser, rey de
Asiria, para que lo defendiera. Además, hizo un diseño del altar que
había en Damasco y le mandó al sacerdote Urías que así lo constru-
yera para la casa de Jehová. El editor de Reyes califica a Acaz como
un rey que hizo lo malo ante Dios.
El último rey de Israel, Oseas (ca. 732-721) empezó su reinado
en el duodécimo año del reinado de Acaz de Judá. Salmanasar, rey
de los Asirios, subió, hizo su siervo a Oseas y le cobró un tributo.

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Cuando Salmanasar se enteró de que Oseas conspiraba contra él, lo


encerró en la cárcel, puso sitio a Samaria que duró tres años. Cuando
cayó Samaria (721 a.C.), Salmanasar llevó a los israelitas cautivos a
Asiria y nunca regresaron a Palestina. El compilador de Reyes da las
razones del duro castigo que Jehová dio a Israel: su idolatría, el peca-
do continuo y el constante rechazo de la oferta hecha por los profetas
a que volviera a Jehová (2 Reyes 17:7-23).

Salmanasar repobló Samaria con gente de Babilonia y otros luga-


res. La segunda parte de 2 Reyes 17 se ocupa de explicar la religión
mezclada que se practicaba en Samaria: unos sacerdotes israelitas
enseñaron la fe en Jehová, pero esta nueva gente también trajo sus
dioses desde otros pueblos. Este sincretismo revela las actitudes de
Esdras y Nehemías en el tiempo de la restauración de Judá y de los
judíos hacia los samaritanos en el tiempo del Nuevo Testamento.
Desde la caída de Samaria, la historia del pueblo de Dios es una
sola. El reino del Norte, Israel, dejó de existir y sólo quedó el reino
del Sur, Judá.
Ezequías hijo de Acaz empezó a reinar en Judá durante el reinado
de Oseas, último rey de Israel. Fue uno de los reyes más recordados
de Judá del tiempo de la monarquía dividida. Se destacó por las
reformas religiosas que hizo, animado por el gran profeta Isaías.
Además resistió los avances de Senaquerib, rey de Asiria, ayudado
por la mano de Jehová. Se enfermó de muerte, pero pidió ser sanado
y así lo hizo Dios, dándole quince años más de vida. En ese lapso
nació su hijo, Manasés, quien sería el siguiente rey (caps. 18-20).
Manasés reinó cincuenta y cinco años e hizo lo malo ante Dios.
Llenó Jerusalén de abominaciones y de sangre inocente, e indujo al
pueblo a la idolatría. Por medio de los profetas Dios le dijo que medi-
ría a Jerusalén con la misma medida que midió a Samaria y que la
limpiaría como un plato. Ya era mucho el pecado y demasiado tarde
para que Judá evitara el castigo de Jehová.
Amón hijo de Manasés siguió los pasos de su padre al hacer lo
malo. Sus siervos lo asesinaron después de sólo dos años. El pueblo
mató a los asesinos y puso a Josías hijo de Amón como rey. Este últi-
mo buen rey de Judá hizo reformas importantes.
Se encontró el libro de la ley. Al dar lectura de la ley, Josías se
sintió profundamente consternado por la idolatría del pueblo e hizo
una limpieza en el país de los altares y lugares sagrados a otros
dioses. Se celebró nuevamente la Pascua que no se había celebrado
desde los tiempos de los jueces. Los autores de Reyes califican a

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Josías: “No hubo otro rey antes de él que se convirtiera a Jehová con
todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, conforme
a toda la ley de Moisés, ni después de él nació otro igual”. Pero con
todo esto, la ira de Jehová era demasiado grande para desistir en
enviar su juicio del pueblo por su idolatría (2 Reyes 22:3 - 23:30).
Joacaz hijo de Josías hizo lo malo ante Dios. Había reinado tres
meses cuando vino el faraón Necao de Egipto quien le cobró un fuer-
te tributo y le llevó cautivo a Egipto donde murió.
Necao puso a Joacim (llamado también Eliaquim), hermano de
Joacaz, sobre Judá. Él también hizo lo malo ante Dios. En su reinado
Nabucodonosor de Babilonia derrotó a los egipcios y Judá quedó
bajo su poder. Murió y en su lugar reinó su hijo Joaquín. Vino
Nabucodonosor con su ejército y sitiaron a Jerusalén. Joaquín y toda
su familia con sus siervos y oficiales se rindieron. Nabucodonosor
los llevó cautivos a Babilonia (597 a.C.). Sus fuerzas saquearon la
ciudad de los objetos de valor.

Nabucodonosor puso como rey a Sedequías, tío de Joaquín e hijo


de Josías, sobre Judá. Sedequías se rebeló contra Nabucodonosor.
Esta vez vinieron los babilonios, capturaron a Sedequías cuando
intentaban huir, y destruyeron a Jerusalén. Llevaron a todo el pueblo
cautivo a Babilonia, con excepción de algunos pobres (586 a.C.).
Nabucodonosor puso como gobernador en Judá a Gedalías. El
animó al pueblo a someterse al gobierno caldeo, pero en poco tiempo
unos judíos lo mataron y huyó el pueblo judío restante a Egipto por
temor a los caldeos. Con ellos llevaron al profeta Jeremías.
Los libros de Reyes terminan con una nota de esperanza. Evil-
merodac hijo de Nabucodonosor reinaba en Babilonia. Liberó a
Joaquín rey de Judá de la cárcel, le trató muy bien el resto de su vida.

ASPECTOS LITERARIOS

• Autoría: El Talmud y la tradición judía dice que Jeremías escri-


bió su propio libro, el de los Reyes y el de Lamentaciones. Esta
antigua teoría judía de paternidad literaria es muy atractiva,
porque existe mucho en Reyes que se asemeja a Jeremías, y 2
Reyes 24:18 - 25:30, es idéntica a Jeremías. La principal objeción
a este punto de vista, es que el relato del destierro y la apre-
hensión de Joaquím evidentemente fue escrito en Babilonia,
mientras que Jeremías fue llevado a Egipto (Jeremías 43:1-8).
Con toda probabilidad el escritor fue un contemporáneo
de Jeremías, alguien que era profeta, y estaba verdaderamente
preocupado porque su pueblo no obedecía la voz de Jehová.

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Este escritor desconocido, ya que escribía acerca de aconteci-


mientos que se habían llevado a cabo mucho antes de su naci-
miento, utilizó documentos escritos, los cuales menciona por
nombre (1 Reyes 11:41; 14:29; 15:7, 23; 14:19; 15:31).
Los libros contienen indicios de las fuentes que utilizó el
compilador. Lasor dice que probablemente la mayor parte
del material sobre Salomón en 1 Reyes 3-11 haya venido del
libro de los hechos de Salomón (11:41) y casi todo lo demás
viniera de los libros de las crónicas de los reyes de Israel y
de Judá. Las historias de Elías y Eliseo se incluyeron desde
las transmisiones orales de las escuelas de profetas.
Con mucho talento organizacional y sintético el compilador
juntó las crónicas de dos reinos, el del Norte y el del Sur, y
agregó sus propios comentarios para hacer una sola obra bien
unida entre sí.
• Fecha: esta obra demuestra el talento del hábil compilador
quien da su interpretación teológica de la historia de Israel.
Los eruditos piensan que se hizo el trabajo editorial y com-
pilador alrededor de 590 a.C. El énfasis en los profetas como
Elías, Eliseo y otros, junto con la perspectiva profética que
tiene el editor, da a la obra un tono crítico a los reinados.
• Propósito: el Libro de los Reyes busca llevar adelante la his-
toria de la teocracia hasta su fin en el exilio babilónico. A los
reyes de Judá se les juzga de acuerdo con la promesa dada a
David en 2 Samuel 1:12-16, mientras que a los del reino del
Norte, todo se les condena. Se les hace ésto debido a que ellos
han continuado en el pecado de Jeroboam el hijo de Nebat,
quien llevó a Israel al pecado.
Se pone mucho énfasis en el ministerio profético de Elías
y Eliseo, quienes sirvieron como un eslabón entre el primer
período y el período de la profecía. Con respecto al reino del
Sur, el escritor pone particular énfasis en aquellos reyes que
fueron fieles a las normas de David. Pero sin embargo, conde-
na donde es necesaria la condenación, y deja muy en claro que
el exilio es un castigo divino.
• Estructura: la organización de los libros de los Reyes es la
siguiente:

1 Reyes
1. Fin del reinado de David y entronización de Salomón
(1-2).
2. Reinado de Salomón (3-11).
3. División del reino davídico (12:1-33).
4. Los dos reinos hasta los tiempos de Elías (13-16).
5. Historia del profeta Elías en tiempos de Acab (17-21).

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6. Fin del reinado de Acab (22:1-40).


7. Josafat de Judá y Ocozías de Israel (22:41-53).

2 Reyes
1. El profeta Elías y el rey Ocozías de Israel (1:1-18).
2. Ascensión de Elías y comienzos de la historia de Eliseo
(2:1- 25).
3. El profeta Eliseo durante el reinado de Joram (3.1-8:15).
4. Judá e Israel hasta la muerte de Eliseo (8:16 - 13:25).
5. Judá e Israel hasta la destrucción de Samaria (14:1-
17:41).
6. El reino de Judá hasta el exilio a Babilonia (18:1 - 25:26).
7. Liberación del rey Joaquín en Babilonia (25:27-30)27

ASPECTOS TEOLÓGICOS

El análisis teológico de los libros de Reyes se basa en la misma


interpretación de los editores. Los dos pueblos, tanto Israel como
Judá tuvieron que ser sacados de la tierra prometida por su constan-
te infidelidad a Jehová. La tierra se llenó de pecado y de sangre. Bajo
las estipulaciones de la ley de Moisés y del antiguo pacto, Dios tenía
que castigarlos. Los escritores siempre dan una nota de esperanza:
en medio del castigo Dios también demuestra su misericordia. Él
no destruye por completo a su pueblo. Los profetas en los últimos
días de Judá anunciaron que Jehová preservaría un remanente y que
después de setenta años de cautiverio volvería a Judá. Esa era una
esperanza viva para los judíos.

1 Y 2 CRÓNICAS

ASPECTOS HISTÓRICOS

El historiador de estos libros utilizó la continuidad y la selectivi-


dad en el proceso de escoger cuál material sería incluido. Se buscaba el
hilo que mantenía la interrelación entre los hechos individuales para
ayudar en la comprensión. Sin embargo, era necesario también selec-
cionar algunos sucesos y no otros para incluir en la obra, pues no se
puede utilizar todo. Todo esto implica que el historiador aplicó ciertos
criterios y escogió subjetivamente lo que le parecía importante.
El resultado del proceso selectivo del cronista es una historia
interpretada; se basa en la presuposición que la historia de Israel
es más que los simples hechos. Es necesario interpretar los hechos
para entender la verdadera historia. Por eso el cronista saca ense-
ñanzas morales y espirituales de los hechos históricos. Para él, es
27 SBU, pp. 425, 465

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Antiguo Testamento I

más importante entender el por qué de los hechos que la secuencia


cronológica de los mismos.
Los hallazgos arqueológicos y el trabajo de especialistas han
señalado que los eventos en Crónicas tienen bases históricas (p.ej.
1 Crónicas 9.1; 2 Crónicas 27:7; 35:27; 36:8). Algunos estudiosos han
dudado de la veracidad de los números en Crónicas debido a las
discrepancias con Samuel y Reyes. Pero en algunos casos los núme-
ros en Crónicas son más bajos que en los otros libros. Además, en
los casos de diferencias de fechas, es aparente que los autores de los
diferentes libros utilizaron distintas maneras de medir el tiempo. El
resultado es una aproximación, no son números exactos.
El cronista tenía la habilidad de escoger los relatos que mostra-
ban que en medio de todo Dios todavía cuidaba a su pueblo. Él es un
Dios de misericordia y poder. Su identidad como pueblo no radicaba
en el rey ni el templo ni en Jerusalén, sino en su relación con Jehová.
Sin Él, Israel era como cualquier otro pueblo.
El cronista escoge principalmente los buenos reyes de Judá: David
(1 Crónicas 10-29), Salomón (2 Crónicas 1-9), Josafat (2 Crónicas 17:1-
21:1), Ezequías (caps. 29-32) y Josías (caps. 34-35), y se enfoca en sus
cualidades buenas. Ellos tenían sus defectos, pero el cronista prefiere
destacar sus buenas características y la bendición que gozaron por su
obediencia a Dios.
Desde una perspectiva política, el cronista se ocupa de los reyes
de Judá y sólo menciona a los reyes del reino del Norte cuando se
cruzan los caminos de los reyes de ambas naciones (p.ej. 2 Crónicas
18). Como el cronista no menciona al reino del Norte después del
exilio, pareciera que reconocía el castigo final de Dios sobre ese reino
y se dedicó a narrar cómo Jehová preservaba a su remanente fiel.
David y su linaje reciben atención especial por el cronista. Se
pasan por alto tanto algunas fallas de David como también los inten-
tos de sus hijos, Absalón y Adonías, de usurpar el trono. En esta
familia descansa la esperanza futura de Judá; los errores personales
son insignificantes en comparación con el futuro del pueblo.

ASPECTOS LITERARIOS

• Autoría: La tradición judía y algunos especialistas, como


Albright, atribuyen estos libros a Esdras. Si el autor vivió más
de un siglo después de los eventos, pudo seleccionar los rela-
tos que podían hablar a sus propios tiempos, en circunstancias
distintas al contexto original de los hechos. Este pueblo, que
había sido llevado al exilio y luego se les permitió regresar a
Palestina, había perdido mucho en lo cual confiaba.
En esta sección se referirá al “cronista”, que representa el
punto de vista de un grupo de editores del material, no una

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Antiguo Testamento I

persona quien escribió el libro sólo. El cronista da una perspec-


tiva nueva al material repetido, hecho que merece la inclusión
de estos libros en el canon.
• Fecha: La separación de tiempo entre el cronista y los hechos
podría ser la causa de algunas diferencias entre Crónicas,
Samuel y Reyes. Los eruditos no están de acuerdo en la fecha
exacta, pero en general se piensa que esta obra no pudo haber
sido compilada antes del 400 a.C. Esta fecha tiene más peso si
se cree que el mismo cronista también preparó los libros de
Esdras y Nehemías.
• Propósito: Los libros de 1 y 2 Crónicas son un solo libro en
la Biblia hebrea. Aparecen separados por primera vez en la
Septuaginta.
A simple vista los libros de 1 y 2 Crónicas parecen contener
una repetición de la historia bíblica, empezando con Génesis
y progresando por el Pentateuco, la conquista, y la monarquía
hasta el cautiverio. Más de la mitad de Crónicas es una repeti-
ción de material de libros previos del Antiguos Testamento.
1 y 2 Crónicas fue compuesta con el doble propósito de
alentar y amonestar a aquellos que regresaban a Jerusalén.
También 1 y 2 Crónicas constituía una enérgica exhortación
para que el pueblo de Dios se adhiriera al pacto y al ritual
mosaico, de manera que la pasada tragedia no se repitiera.
• Estructura: El esquema de las Crónicas es como sigue:

1 Crónicas
1. Desde Adán hasta David (1-9)
2. El reinado de David (10-29)

2 Crónicas
1. El reinado de Salomón (1-9)
2. La división del reino (10:1 - 11:4)
3. Los reyes de Judá (11:5 - 36:23)28

ASPECTOS TEOLÓGICOS

Los libros de Crónicas acentúan la actividad directa de Dios. El


éxito del pueblo en sus guerras no dependía de sus armas ni sus
números ni la debilidad del enemigo, sino Dios mismo peleaba por
ellos (2 Crónicas 13:15-18; 17:10; 20:22-25). En base a sus experiencias,
así creía Israel: Éxodo 15; Salmo 2; 20; Proverbios 21:31.
La parte moral recibe atención por el cronista. El cree que la jus-
ticia exalta a la nación, y que cada persona recibirá retribución por

28 SBU, pp. 508, 541

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Antiguo Testamento I

sus hechos. De esta manera, él concuerda con los profetas (Ezequiel


18:2s; Jeremias 31:29).
El tema teológico principal de Crónicas podría ser el templo, el
culto y los levitas. El cronista se ocupa del ministerio sacerdotal y por
esa razón se da menos espacio a los profetas, como Elías y Eliseo, en
comparación con los libros de los Reyes (2 Crónicas 21:12-15).
Si se toma en conjunto los temas teológicos anteriores, se podría
deducir que la preocupación general del cronista es el reinado de
Dios sobre su pueblo. Todavía existía la memoria de los días glorio-
sos de David y Salomón. ¿Cómo podían los judíos alcanzar esa gloria
cuando vivían bajo un gobierno pagano fuera de Palestina? La res-
puesta es la fe y la obediencia al Señor. Escuchar y poner en práctica
el mensaje que Dios envió por medio de sus profetas traerá nuevos
días de gloria (2 Crónicas 20:20).

Libros del período


del Exilio y del Retorno
Esdras y Nehemías se integran al grupo de libros “históricos”
en la Biblia en español, siguiendo 1 y 2 Crónicas. Pero en el canon
hebreo, se incluyen en el grupo de los “Escritos” y aparecen antes
que Crónicas, aunque su contenido sigue cronológicamente al de
esos libros. Probablemente estos libros formaban un solo volumen
en el canon hebreo. Una evidencia es que las “memorias” de Esdras
(caps. 7-10) se complementan en Nehemías (caps. 8-10). Sin embargo,
parece que algunas porciones, como las memorias de Nehemías (1:1-
7:73ª; caps. 11-13), pudieran haber circulado como obras indepen-
dientes hasta su incorporación en el libro tal como está ahora. Aun el
estilo y forma literarios son distintos al del libro de Esdras.
Estos dos libros tocan dos períodos distintos en la restauración del
pueblo después del exilio. Un período comprende los retornos de gru-
pos de judíos a la tierra de Palestina desde Persia y la reconstrucción
del templo en Jerusalén, 538-516 a.C. (Esdras 1-6). El segundo presenta
el trabajo de Esdras y Nehemías para renovar al pueblo en las áreas
religiosas y materiales, 458-ca. 420 (Esdras 7-Nehemías 13). Se eviden-
cia una nueva actitud de los judíos hacia su fe, su pueblo y su tierra.
Esdras y Nehemías incluyen una gran variedad de fuentes y
géneros literarios en su contenido. Los dos libros como conjunto
se dividen en tres bloques principales: la narración de Sesbasar y
Zorobabel (Esdras 1-6); la narración de Esdras, mayormente en pri-
mera persona (Esdras 7:1-10:44; Nehemías. 7:73b-10:39); y la narra-
ción de Nehemías, también en primera persona (Nehemías 1:1-7:73ª;
11:1 - 13:31). En estas secciones pueden distinguirse varias fuentes:

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