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¿Tiene sentido que el Estado promocione la ética para sus funcionarios, que son todos

adultos? ¿No sería suficiente generar mayores sanciones y castigos?

El Estado lo conforman los ciudadanos y a la vez se debe a los ciudadanos. En el Perú, los
llamados a servir a los ciudadanos, son los funcionarios públicos; aunque muchas veces somos
vistos como “lentos” y/o “corruptos”, tenemos una obligación doble; el código de ética de la
función pública nos exige servir con eficiencia y alta calidad, es decir, “saber servir”, con
transparencia y equidad. La promoción de la ética en los funcionarios, tiene sentido, desde la
perspectiva, que si bien muchos conocen los valores inculcados desde niños, no se ha cultivado
la formación del juicio y del discernimiento moral (que de adultos lo podemos entender
mejor), muy importante en nuestra función, ya que continuamente nos encontramos ante
problemas y dilemas morales, y la ética nos sirve para “orientarnos” (interiorizada y
reflexionada) ante la diversidad de jerarquía de valores morales, expuestas en nuestras tareas
o funciones cotidianas. Si los funcionarios no tienen capacidad de discernimiento, no servirá
generar mayores sanciones y castigos, pues al no entender los principios y valores que
sustentan nuestra función, siempre habrá quienes sigan incumpliendo las funciones para los
que fueron encomendados.

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