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Utsukushii Koto
Narise Konohara

Traducción: Kirah Kuroichi


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Al final, Matsuoka nunca fue capaz de conocer la verdadera opinión de Hirosue ni de
cancelar el viaje al camping. La mañana llegó tras una noche sin dormir. Pronto fue hora de
marcharse y Matsuoka sacó reticente su coche. El cielo azul claro parecía burlarse de él y los rayos
del sol aguijonearon dolorosamente sus ojos.
Matsuoka se dirigió a la estación para recoger a las otras tres personas. Los dos estaban
uno al lado del otro en el punto de encuentro. Fujimoto también estaba allí, pero la pareja captó
su mirada primero.
—Buenos días—dijo Hayama deslizándose en el asiento trasero. Matsuoka la miró y se
preguntó si habría dormido con Hirosue. Rápidamente se sintió desagradado consigo mismo por
siquiera pensar en ello.
Matsuoka dejó que su coche acelerara, tragando todas esas horribles emociones y celos en
lo más profundo de su oscuro corazón. Hayama estaba de un humor animado y casi
enloquecedoramente habladora. Matsuoka habló activamente con Fujimoto en el asiento del
copiloto para no tener que pensar en los dos del asiento trasero. La tímida chica parecía haber
perdido algo de su nerviosismo desde la última vez, así que su conversación continuaba
decentemente.
Pasaron el tiempo en la relajada atmósfera del coche. Matsuoka personalmente deseó
poder irse a casa en ese mismo momento y se encontró extraño al ser capaz de reír y hablar como
lo estaba haciendo ahora.
Tras unas dos horas, llegaron al camping. Las mujeres y los hombres se separaron y fueron
a sus respectivas cabañas. Las habitaciones eran simples y de unos trece metros cuadrados. Una
mesa y un par de sillas que parecían artesanales estaban situadas en medio, con dos camas de
madera contra las paredes a izquierda y derecha. Matsuoka dejó sus cosas en la cama de la
derecha y le dio sus llaves a Hirosue, que estaba de pie junto a la mesa.
—Voy afuera—fue por consideración a Hirosue ya que probablemente sería incómodo para
él estar a solas juntos, pero el hombre le detuvo.
—Um...—dijo—. Pensé que no vendrías hoy.
Era cierto que Matsuoka no había querido ir, pero le ofendía tener que oír eso de Hirosue.
—¿Por qué?
Tras un momento de silencio, el hombre murmuró.
—Solo tuve un presentimiento.
Matsuoka exhaló brevemente.
—Pensé en decir que no, pero los planes ya estaban listos. En realidad quería ir a solas con
ella en lugar de los cuatro, pero parece que Fujimoto-san aún no está dispuesta a ir sola conmigo.
Hirosue parecía querer decir algo, así que Matsuoka esperó. No salió ninguna palabra. Un
incómodo silencio cayó entre ellos.
—¿Realmente amas a Fujimoto-san?
La pregunta hizo que todo su cuerpo se tensara. Matsuoka tragó con fuerza.
—Bueno, sí. Es bastante linda.
—Ya veo... Supongo que sí.
Matsuoka caminó hacia la puerta de la cabaña. Habló sin volverse.
—Probablemente odies estar en la misma habitación que yo, pero es solo por esta noche
así que sopórtalo—soltó antes de salir. En cuanto se quedó solo, sus dedos temblaron, su pulso
saltó y alguna clase de emoción lo agobió hasta el punto de casi hacerle llorar. Comenzaría a
pensar en cosas innecesarias si seguía de brazos cruzados. Matsuoka se ocupó en sacar el equipo
de la barbacoa del coche y llevarla hasta el patio.
Hayama y Fujimoto salieron de su cabaña unos diez minutos más tarde. Se reunieron a la
sombra de un árbol donde las cigarras zumbaban sobre ellos. Hablaron durante un rato entre los
tres, pero cuando Hirosue no mostró señales de salir, Hayama perdió la paciencia y fue a llamarle.
—Parece que se quedó dormido—dijo exasperada cuando regresó. El hombre salió,

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rascándose los pelos revueltos. Cuando vio el equipo que Matsuoka había descargado, se
disculpó.
—Lo siento.
Ahora que los cuatro estaban ahí, discutieron dónde debían ir. Hayama dijo que quería dar
un paseo por el bosque.
—A mí en realidad me gustaría intentar pescar—dijo Matsuoka, fingiendo estar interesado
en algo que realmente no le importaba. Decidieron separarse en dos parejas, Hayama y Hirosue
se sumergieron en la vida salvaje del bosque mientras Matsuoka y Fujimoto pescaban en la orilla
del río.
Pescar era aburrido, justo como había imaginado, pero no quería verse abiertamente
aburrido en frente de Fujimoto. Se sentía culpable por arrastrarla consigo y no quería parecer
grosero, así que fingió disfrutar.
Eventualmente Matsuoka pescó un pez y justo estaba pensando en ponerlo a la parrilla con
el resto de la carne a la barbacoa cuando Fujimoto habló.
—Vas a volver a soltarlo, ¿verdad?—dijo mientras veía al pez nadar en el cubo. Matsuoka
no fue capaz de decirle que pensaba comerlo.
—Por supuesto—respondió rápidamente.
Fujimoto era tímida, pero era una chica amable. Matsuoka sabía que no estaba intentando
ganar puntos con él cuando hablaba de soltar al pez. Deseaba poder amarla y por otro lado se
encontró preguntándose qué estaría haciendo Hirosue ahora.
Había una fuerte brisa en la orilla del río y pudieron permanecer frescos ya que estaban
pescando a la sombra. Matsuoka se percató de una hoja seca atrapada en el pelo de Fujimoto y
extendió la mano casualmente para apartarla. Fujimoto se sacudió violentamente tan pronto
como tocó su pelo y Matsuoka apartó la mano sorprendido.
—Siento haberte asustado. Había algo en tu pelo—cuando se disculpó, Fujimoto puso
ambas manos en su boca y sacudió la cabeza ligeramente—. ¿Me tienes miedo?
No dijo que no, solo miró hacia abajo y se encogió en un ovillo.
—Esta es la tercera vez que nos vemos, ¿no? Me preguntaba si podíamos empezar a salir
solos pronto.
No hubo respuesta.
—No estoy seguro de cómo me siento sobre salir los cuatro juntos todo el tiempo—
Matsuoka pretendió decirlo amablemente, pero por el contrario se topó con el rostro silencioso
de Fujimoto.
Treinta minutos más tarde, cuando Matsuoka estaba pensando que probablemente ya era
hora de que se dirigieran a las cabañas, Fujimoto rompió su silencio y finalmente abrió la boca.
—Hace mucho tiempo, cuando solía tomar el autobús para ir al instituto, una vez un
hombre detrás de mí comenzó a respirar en mi cuello. Lo hizo hasta que me bajé en frente de la
escuela. Fue tan desagradable que sentí ganas de vomitar. Tras eso, de repente tenía miedo de los
hombres. Seguía diciéndome a mí misma que no pasaba nada, que estoy bien, pero no puedo...
no puedo evitarlo.
—Vale—dijo Matsuoka suavemente. No quería darle un consuelo a medias o decir algo que
no era sincero, pero ese pensamiento le ató la lengua y le hizo incapaz de hablar en absoluto.
Tras eso, apenas hablaron mientras regresaban a las cabañas. Al borde del patio, Hirosue y
Hayama habían regresado ya y estaban preparando la comida. Hirosue no parecía muy adepto a
cocinar y sus movimientos eran torpes. Una vez que Fujimoto regresó, rápidamente le pasó el
cuchillo y se acercó a Matsuoka, que estaba encendiendo el fuego para la barbacoa.
—Te ayudaré.
Matsuoka aceptó su oferta y dejó que Hirosue vigilara el fuego mientras él preparaba la
mesa. Para cuando comenzó a anochecer a su alrededor, todo estaba preparado y la carne estaba
hecha así que se sentaron a comer. Fujimoto había estado en silencio mientras estaban juntos,

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pero era habladora con Hayama. Matsuoka también tenía cuidado esta vez de no dejar que la
conversación se estancara.
Había montones de cosas dando vueltas por su mente – el traumático incidente de
Fujimoto, la sonrisa de algún modo tensa de Hirosue –, pero ya que decaería el humor si ponía
una expresión seria o si se quedaba callado, fingió estar divirtiéndose.
Matsuoka bebió cerveza para levantarse el ánimo y avivarse. Tenía cuidado de mantenerse
bajo control y bebió menos de lo habitual. A pesar de eso, se intoxicó rápida y gravemente.
Quizás era porque no había dormido bien la noche anterior. No habría sido tan malo si estuviera
adormilado, pero el alcohol en realidad le hizo sentir náuseas.
—Disculpadme un momento—se levantó para ir al lavabo y sus rodillas se doblaron al
primer paso. No podía mantenerse en pie y se sentó en el suelo. Ya que había estado sentado
todo este rato, no se había dado cuenta de que el alcohol había afectado a sus piernas.
—¿Matsuoka, estás bien?—preguntó Hayama preocupada.
Tenía el estómago tan revuelto que no podía responder. Sentía que vomitaría si abría la
boca.
—¿Puedes levantarte?—Hirosue se arrodilló a su lado. Matsuoka agarró el brazo del
hombre por instinto.
—Lavabo. Me siento mal.
Hirosue sirvió de apoyo para Matsuoka de camino al lavabo dentro de la cabaña. Mientras
Hirosue sostenía sus hombros, Matsuoka contuvo las náuseas como si su vida dependiera de ello.
Tan pronto como se encerró en el lavabo, vomitó copiosamente. Se sentía enfermo, tan enfermo
que las lágrimas brotaron en las comisuras de sus ojos.
Tras vomitar continuamente durante diez o quince minutos, finalmente se calmó. Cuando
abrió la puerta, se sorprendió de ver a Hirosue de pie justo frente a él.
—¿Estás bien?—el hombre le miró a la cara y Matsuoka asintió sin darse cuenta.
–...Bebí demasiado—dijo bruscamente y se enjuagó la boca. Miró al espejo sobre el lavabo
mientras hablaba con el hombre tras él—. Ahora estoy bien.
—Te ves pálido.
—Ya no me siento enfermo. Sería genial si pudieras volver antes que yo y decirles que estoy
bien.
—De acuerdo—respondió Hirosue y dejó la habitación. Matsuoka sabía que debía volver
también, pero fue arrastrado irresistiblemente a la cama.
Se derrumbó sobre los suaves muelles y creyó oler la esencia de Hirosue. En la cama de al
lado vio una bolsa familiar. Su cama, ahora que lo pensaba, estaba a la derecha. Tengo que
moverme, pensó Matsuoka. Solo un poco... solo un poco más, murmuró frotando su rostro contra
las sábanas.
Cuando despertó, estaba completamente negro a su alrededor. Tenía un fuerte impulso de
orinar, pero no tenía idea de dónde estaba el interruptor de la luz. Tanteó a ciegas a lo largo de lo
que sintió como un aparador hasta que sus dedos tocaron algo. Hubo un fuerte sonido.
Escuchó la cama crujir a su lado. La habitación se iluminó con un chasquido y Matsuoka
entrecerró los ojos por reflejo.
—¿Estás bien?—preguntó el hombre. Matsuoka levantó la mitad de su cuerpo de la cama y
asintió. Un cenicero vacío yacía boca abajo frente al aparador.
—Vine a ver cómo estabas unas cuántas veces, pero estabas durmiendo así que no te
desperté.
—Gracias—dijo Matsuoka espesamente.
Se levantó de la cama y miró su reloj. Pasaban diez minutos de la medianoche. Sintió la
mirada de Hirosue en él, lo que le hizo sentir más incómodo a cada minuto. Se apresuró al baño.
Mientras se aliviaba, se puso pálido al darse cuenta de que había caído dormido en la cama de
Hirosue. Se preguntaba qué clase de excusa debería usar, pero al final simplemente admitió que

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era un error.
—Um, lo siento, estaba borracho y me quedé dormido en la cama equivocada.
Hirosue estaba sentado en la otra cama mirando hacia él.
—De todos modos no decidimos las camas.
Tenía razón ahora que lo mencionaba. Quizás estaba siendo poco natural exagerándolo.
Matsuoka se quitó el reloj y lo puso en la mesilla antes sentarse lentamente en la cama. Era difícil
volver a quedarse dormido tras haber despertado una vez. También estaba preocupado por el
hombre a su lado. Incluso si no estaban hablando, la presencia del hombre y su respiración eran
suficiente para hacer que todo el cuerpo de Matsuoka se tensara con los nervios.
—¿No vas a ducharte o cambiarte?
Matsuoka se dio cuenta de que aún llevaba la misma ropa que había llevado durante la
barbacoa. Se había llevado unos pantalones cortos y una camiseta para dormir, pero no podía
molestarse en cambiarse.
—Es demasiado trabajo. Lo haré mañana.
—¿Entonces puedo apagar la luz?
—Adelante.
Una vez que la habitación se oscureció, una ola de quietud le rodeó. Matsuoka se tumbó
entre las sábanas y pensó en el hombre durmiendo en la cama contigua. Pensó en cuando el
hombre solía estar locamente enamorado de él y en la vez en que le había forzado para tener
sexo violento.
Intentó pensar en otras cosas, pero siempre terminaba pensando en Hirosue. No era
sorprendente que no pudiera enamorarse de esa chica, Fujimoto. Incluso ahora, el hombre
causaba tanto revuelo en sus emociones que no había manera en que pudiera pensar en nadie
más.
Ni siquiera es para tanto, se dijo a sí mismo. Hirosue no era bueno en el trabajo, era
despistado y no era siquiera tan atractivo. Matsuoka lo sabía, pero aun así no podía olvidarle.
Cada vez que el hombre se giraba, la cama crujía débilmente. Por su frecuente movimiento,
Matsuoka se preguntaba si el hombre no podía dormir por él.
Matsuoka se bajó silenciosamente de la cama. Encendió la luz y miró a su alrededor. La
llave de la habitación estaba en la mesa del centro. Llave en mano, se estaba poniendo los
zapatos en la puerta cuando oyó una voz tras él.
—¿A dónde vas?
—Solo voy a dar un paseo corto. Me llevo la llave. Puedes dormirte—con eso, Matsuoka
salió. Las lámparas exteriores estaban apagadas, pero ya que la luna había salido, Matsuoka no
tuvo dificultad para caminar una vez que sus ojos se acostumbraron.
Caminó por el patio donde habían tenido la barbacoa y se dirigió a la orilla del río. El agua,
que había brillado al sol durante el día, solo emitía un sonido tintineante quebradizo mientras
fluía en la oscuridad.
Matsuoka se sentó en una roca plana junto a la orilla del río. No sabía qué hora era ya que
había olvidado su reloj, pero pensaba vagar por la zona hasta que Hirosue se durmiera.
De repente escuchó un crujido cerca y Matsuoka apresuradamente se puso en pie. Un
perro blanco apareció tras él. No llevaba collar. El perro le echó una mirada a Matsuoka antes de
desaparecer de nuevo en los arbustos.
Matsuoka de pronto sintió miedo de estar solo en una zona oscura y volvió al aparcamiento
cerca de las cabañas. Sacó su llavero del bolsillo trasero y subió a su coche.
Se sentó en el asiento del conductor y lo tumbó. Subió el volumen de un programa de radio
nocturno y cerró los ojos. Quizás por la tardía hora, los temas del presentador frecuentemente se
dirigían a un territorio grosero. Matsuoka encontró una extraña comodidad en su charla insulsa y
sin sentido.
Una vez que regresemos del camping, le diré a Fujimoto que no puedo salir con ella, decidió

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Matsuoka. No había manera de que pudiera entrar en una relación nueva en este estado. Deseó
poder haberse dado cuenta de esto antes, pero lamentarlo ahora no iba a servir de nada. De
hecho, ya lo supo (a medias al menos) todo el tiempo. Solo había fingido no darse cuenta.
Bufó burlón. No estaba riéndose por la concisa observación en la radio. Simplemente se
había reído por reír.
Ya que había subido el volumen, tardó un momento en oírlo. Sintió como si alguien
estuviera llamando a la puerta del coche. Abrió los ojos. Una silueta humana se cernía sobre el
cristal.
Matsuoka bajó el volumen y abrió la ventanilla. Cuando vio quién era la sombra, la sonrisa
se congeló incómodamente en su rostro. Hirosue se veía enfadado mientras se agachaba para
mirar por la ventana.
—¿Qué estás haciendo aquí?—dijo con el ceño fruncido.
—Nada.
—Dijiste que saldrías un momento y no volviste.
Matsuoka sintió un pinchazo en su pecho preguntándose si había ido a buscarle porque
estaba preocupado.
—Me apetecía escuchar la radio. Eso es todo—no dijo la verdad. Hirosue bajó la cabeza y
suspiró.
—Estaba fuera de mí preocupado porque hubiera ocurrido lo peor.
—¿Qué quieres decir con lo peor?
Hirosue cerró la boca. Podría haber soltado cualquier ejemplo típico, como ladrones, a
pesar de que ambos sabían que no podía pasar nada en un camping tan remoto como ese, en
medio de la nada. Pero el hombre era inepto pensando excusas.
—¿Pensaste que llegaría al límite y haría algo imprudente?—dijo Matsuoka
sarcásticamente.
Cuando el hombre no respondió, Matsuoka se rió de él.
—¿Por qué demonios lo haría? Ni siquiera tengo una razón—espetó. Se sentía regocijado
de soltar eso, pero solo duró durante un momento.
—Porque tenía la sensación de que tú...—Hirosue se cortó por un momento—. Tenía la
sensación de que aún estabas enamorado de mí.
La humillación ardió por todo el cuerpo de Matsuoka antes de ser reemplazada por una
rabia tan fiera que quería arremeter contra el hombre. Cuando la insensibilidad llegaba tan lejos,
era un mero insulto. Su ira junto a la vergüenza ante el hecho de que tenía razón, se envolvía a su
alrededor.
—No voy a suicidarme porque me dejaras—gritó—. Te lo tienes muy creído, ¿no? ¡Pero ya
no me importas una puta mierda!
Puso la expresión más valiente que pudo, pero su voz aún temblaba. Hirosue
probablemente lo detectó también. Matsuoka deseaba que esos dedos que descansaban en el
borde de la ventanilla bajada se apartaran rápidamente. Si Hirosue sabía que aún le amaba y si
realmente no se preocupaba por él, deseaba que le hiciera un favor y le dejara en paz.
—Cuando estoy hablando con Hayama-san, el tema se dirige mucho hacia ti—murmuró
Hirosue, como si hablara para sí mismo—. Dice que tú eres el compañero con el que mejor se
lleva y que eres bueno en tu trabajo, y amable, y una persona confiable.
Era similar para Matsuoka, Hayama era una amiga con la que se llevaba bastante bien.
Probablemente habrían seguido siendo amigos, sin malos sentimientos entre ellos, si ella no
hubiera comenzado a salir con Hirosue.
—Pero yo no te entiendo tan bien—dijo Hirosue.
Se habían visto y comido juntos muchas, muchas veces. Habían hablado mucho, no
obstante escribiendo. Aunque Matsuoka había estado vestido como una mujer, nunca había
disfrazado sus verdaderas opiniones. En lo que a él se refería, no había cambiado ni un ápice.

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Recordaba la fría mirada de Hirosue cuando se separaron. Imaginó que nunca se
encontrarían de nuevo, pero aquí estaba, aún a su lado. Quizás era la influencia de Hayama.
Quizás era porque le había dicho a Hirosue que era una buena persona.
Tras la confesión de Matsuoka de que era un hombre, no importaba cuántas veces le dijera
que le amaba, no importaba cuánto lo mostrara, casi hasta el exceso, la profunda desconfianza de
Hirosue no desparecía. Pero como eran las palabras de Hayama, porque Hayama había dicho que
era amable, había persuadido a Hirosue para al menos considerarlo. Había confiado en las
palabras de Hayama por encima de las suyas.
—Te entiendo muy bien, Hirosue-san.
Tras un breve silencio, escuchó un pequeño murmullo.
—Estás mintiendo.
—No miento, pero todo eso ya no importa.
—No hay manera de que puedas entenderme. No cuando solo has...
Hirosue vaciló en decir el resto, pero Matsuoka terminó su frase a propósito.
—¿Cuando solo he dormido contigo una vez?
El hombre miró hacia abajo incómodo.
—Claro, supongo que tienes razón—convino Matsuoka y respiró hondo—. Voy a escuchar
la radio un rato más. Volveré a la cabaña cuando me apetezca.
Hirosue rápidamente apartó la mano cuando comenzó a subir la ventanilla. Cuando estuvo
completamente cerrada, Matsuoka subió el volumen de la radio y cerró los ojos.
Un rato después, cuando imaginó que era seguro, abrió los ojos. Como predijo, no había
nadie a su lado. Matsuoka entrecerró los ojos en la oscuridad y se aseguró de que realmente no
había nadie a su lado y entonces lloró un poco. No estaba llorando porque quisiera; las lágrimas
simplemente brotaban de sus ojos por su cuenta.
Matsuoka volvió a la cabaña al amanecer, pasadas las seis. Tan pronto como regresó, se
duchó y se cambió de ropa. Hirosue despertó en algún momento en medio de su rutina. Incluso
cuando sus ojos se encontraron, el hombre ni siquiera le deseó los buenos días. Pasaron el
tiempo en un silencio nada natural que continuó hasta las siete y media, cuando Hayama llamó a
su puerta para decir que el desayuno estaba listo.
Su conversación continuó con normalidad una vez que los cuatro estuvieron en grupo.
Matsuoka no ignoró a Hirosue y Hirosue respondía apropiadamente si le preguntaban. Tras su
desayuno de sandwiches y café, comenzaron a prepararse para irse a casa. Recogieron sus cosas,
dejaron las cabañas y estaban a punto de registrar su salida cuando Matsuoka se dio cuenta de
que había olvidado las llaves del coche en la habitación.
Se apresuró en volver y tomó las llaves de la mesa. Se dio cuenta de que habían dejado
algo. Un reloj permanecía tristemente en la mesilla. Era de Hirosue. El reloj fabricado en japón
tenía muchos arañazos en la superficie del cristal y la correa de cuero color caramelo estaba muy
gastada.
Matsuoka guardó el reloj en su bolsillo y dejó la habitación. Hirosue no mencionó nada
sobre el reloj en todo el rato, incluso cuando Matsuoka dejó a los tres en la estación. Ni siquiera
pareció darse cuenta de que lo había olvidado.

Matsuoka no había planeado llevarse el reloj a casa desde el comienzo. De camino a casa
del camping, había intentado sacar el tema muchas veces, pero acabó separándose del grupo sin
decir nada.
Pensó en devolvérselo a Hirosue en persona, pero eso significaría tener que encontrarse
con él. No quería usar el reloj como excusa para encontrarse con Hirosue cuando el hombre
estaba al tanto de sus sentimientos. Sentía que asumiría que su verdadero propósito era verle y
no devolver el reloj, y él no quería que se hiciera una idea equivocada.

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Al día siguiente, el propio reloj de Matsuoka dejó de funcionar, no le quedaba pila. No le
resultaba muy problemático la ausencia de su reloj ya que podía mirar la hora en su teléfono,
pero Matsuoka no podía molestarse en sacar el móvil cada vez que quería comprobar la hora, así
que tomó prestado el reloj de Hirosue en su lugar.
Cuando ajustó la correa, estaba un agujero más allá que en Hirosue. Era un reloj viejo, pero
la esfera era grande y fácil de leer. Sin embargo, estaba lejos de ser elegante y refinado, y era casi
como el propio Hirosue.
Matsuoka estaba al mismo tiempo sorprendido y horrorizado consigo mismo por ser capaz
de usar la pertenencia de otra persona como si fuera suya, pero continuó usándolo. Al momento
en que se puso el reloj, se asentó cómodamente en su muñeca y encontró ese hecho
irresistiblemente entrañable.
La primera semana tras volver del camping, Matsuoka se encontró a solas con Fujimoto por
primera vez. Se sentía culpable por rechazar a Fujimoto justo cuando ella estaba comenzando a
acostumbrarse a él, pero no podía seguir mintiendo.
—Aún no puedo olvidar a la persona que solía amar—dijo sinceramente. Fujimoto bajó la
mirada y le escuchó en silencio.
Finalmente, ella preguntó:
—¿Esa persona es Hayama-san?
—No, ¿por qué?
—Sentí como que estabas mirándola todo el tiempo—dijo. Matsuoka no tuvo el coraje para
decir que no había estado mirando a Hayama, sino al hombre a su lado.
No le dijo a Hayama que las cosas no funcionaban entre Fujimoto y él, pero las noticias
parecieron llegarle a través de Fujimoto. Hayama dejó de hablar sobre ella y también dejó de
sugerir que salieran los cuatro. Matsuoka se preguntaba si Hirosue sabía cómo habían acabado,
pero no tenía manera de descubrirlo.
Matsuoka podía ver qué se avecinaba. Sin oportunidades de encontrarse, sus recuerdos
comenzarían a desvanecerse. Una vez que no pudiera recordar de quién era el reloj que llevaba
en la muñeca derecha, sería entonces cuando podría decir que las cosas realmente habían
terminado.

Antes de darse cuenta, agosto había terminado. Su mente sabía que era septiembre, pero
los abrasadores rayos de sol no mostraban señales de disminuir y a menudo engañaban a
Matsuoka.
Sus visitas de ventas ocasionalmente le llevaban al distrito comercial, donde encontraba
extraño ver tan poca gente joven por las calles. Fue entonces cuando se dio cuenta de que, sí, las
vacaciones de verano habían terminado.
El miércoles de la segunda semana de septiembre, Matsuoka terminó sus rondas de ventas
y llamó a la oficina para hacerles saber que se iba directo a casa.
—Vuelve porque tengo que hablar contigo de algo—le dijo el jefe de sección. Matsuoka
reticente hizo el fatigoso viaje en múltiples trenes de vuelta a la oficina.
Eran pasadas las seis. Matsuoka pasó la oscura entrada y esperó al ascensor. Se irritó aún
más por la espera y cuando finalmente llegó, había mucha más gente de lo que había imaginado,
unas siete u ocho personas.
—Matsuoka.
Hayama estaba entre el grupo. Se abrió paso hasta él.
—Bienvenido de las rondas. ¿Has terminado el trabajo?
A pesar de ser el fin de la jornada, el maquillaje de Hayama aún estaba inmaculado.
También estaba bien vestida. Matsuoka se preguntaba si iba de camino a una cita. Se negó a
pensar en con quién era y borró el pensamiento de su mente.

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—Casi. ¿El Jefe de Sección Imoto aún está allí?
—Estaba, pero se preparaba para irse a casa.
Matsuoka chasqueó la lengua irritado y miró inconscientemente su reloj.
—Parece que tengo que darme prisa entonces.
—¿Hmm?—murmuró Hayama y miró la muñeca de Matsuoka—. ¿Te cambiaste de reloj?
—Oh, sí—dejo caer el brazo y tiró de la manga.
—Creí que solías llevar un TAG Heuer.
—Um, sí, se quedó sin pilas. Aún no las he cambiado. Este reloj es el viejo que solía usar en
la universidad.
—Ya veo—dijo Hayama, aparentemente ajena al murmullo incómodo de Matsuoka—. Oh,
cierto, hablando de lo cual: ¿recuerdas cuando fuimos al camping el mes pasado? Al parecer
Hirosue perdió su reloj en esa ocasión.
El corazón de Matsuoka, que ya estaba inquieto, comenzó a palpitar como una alarma.
—Contactó con la cabaña en la que nos quedamos, pero no pudieron encontrarlo. No sabe
dónde lo perdió, así que si fue en el camping o cerca del río, estábamos diciendo que lo diera por
perdido. Matsuoka, ¿te importaría hacer una búsqueda rápida en tu coche? Hirosue dijo que no
lo dejó allí, pero solo por si acaso.
—Oh, claro—dijo Matsuoka en voz baja—. ¿Era un reloj tan importante?
Hayama se encogió de hombros.
—No era muy caro, pero al parecer fue un regalo de sus padres cuando consiguió su primer
trabajo.
La mano derecha de Matsuoka tembló.
—En cuanto al reloj en cuestión, tiene una montura dorada y la correa marrón... sí, casi
como el que tú llevas.
Tras eso, Matsuoka verdaderamente no recordaba lo que habló con Hayama. Sin tan
siquiera darle una respuesta decente, voló de la escena. La presencia alrededor de su muñeca
derecha le pesaba insoportablemente.

Justo tras separarse de Hayama, Matsuoka se quitó el reloj y lo guardó en su bolsillo. Una
vez que llegó a casa, lo puso en la mesa y se quedó allí, perplejo.
No sabía que era algo tan preciado. Sabía que tenía que devolverlo, pero no había manera
de que admitiera que no solo se lo había llevado a casa sin permiso sino que también lo había
estado usando a diario.
Pensó en pasarle el reloj a Hayama, diciendo que lo había encontrado en el coche, pero
Hayama ya había visto este reloj. ¿No se daría cuenta de que estaba usándolo?
Sus pensamientos dieron vueltas hasta que gradualmente comenzó a cansarse. También se
dio cuenta de que en realidad no quería devolverlo. Si era un reloj de sus padres, Hirosue
probablemente lo apreciaría, esa era razón de más para no querer devolverlo.
Matsuoka apretó la mano alrededor del reloj y cerró los ojos. Lo atesoraré, lo prometo. Así
que, por favor, deja que me lo quede. Por favor, rogó a un hombre que no podía oírle y que ni
siquiera estaba escuchando.
De repente, su teléfono móvil comenzó a sonar. Matsuoka se sacudió. No había escuchado
este tono en meses. Temblando, sujetó su teléfono y miró la pantalla. Era Hirosue quien llamaba.
No había error.
Matsuoka se apartó con cautela de su móvil y después se adelantó para mirarlo de nuevo.
Siguió repitiendo la misma acción sin sentido hasta que el teléfono dejó de sonar abruptamente.
¿Para qué estaba llamando Hirosue? El hombre no había contactado con él ni una sola vez
desde que rompieron. Matsuoka aún estaba barajando razones cuando escuchó el tono de los e-
mails. El remitente era Motofumi Hirosue. Matsuoka abrió el mensaje con dedos temblorosos.

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«Me gustaría que nos viéramos para hablar contigo. ¿Podrías decirme un día que tengas
libre?»
Era mentira, pensó Matsuoka. No había manera de que Hirosue enviara un mensaje con
noticias tan buenas sin razón. Tenía que haber otro motivo. Tras pensar un poco, Matsuoka se dio
cuenta de algo.
¿Qué pasa si Hayama había alertado a Hirosue? ¿Qué pasa si sabía que Matsuoka se había
llevado el reloj a casa y lo había estado usando?
Podía conectar los puntos fácilmente si era el caso. Hayama se había dado cuenta de que el
reloj que llevaba Matsuoka pertenecía a Hirosue. Se había echado un farol, pero como él no había
mostrado ninguna reacción, había hablado con Hirosue sobre ello. Ahora quizás Hirosue estaba
intentando recuperar él mismo el reloj.
Matsuoka estaba al tanto de que lo que hacía estaba mal, pero aun así...
Tomó el teléfono móvil y bloqueó el número de Hirosue. Hizo lo mismo con su e-mail. Podía
lidiar con no ser capaz de ver a Hirosue o con que se enamorara de alguien más. No había nada
que pudiera hacer al respecto. En cambio, lo mínimo que esperaba era que le permitiera
quedarse con el reloj.

Llegó el final de septiembre, llevándose con él la humedad única del verano. El cielo parecía
más alto. Ese día, Matsuoka volvió a la oficina a las siete de la tarde para terminar algo de
papeleo. Había terminado las visitas a las cinco, pero había decidido regresar específicamente a la
oficina a esta hora. Últimamente, había estado volviendo tarde a propósito a menudo y eso era
para evitar encontrarse con Hayama. Cuanto más tiempo pasaban juntos en la oficina, más
oportunidades había de que ella le hablara. Matsuoka quería dejar algo de distancia entre ellos
hasta que el asunto con el reloj se olvidara.
Miró al edificio desde fuera para ver que la planta que albergaba su departamento aún
tenía luces encendidas. Las chicas de administración normalmente se marchaban a las seis, así
que si aún quedaba alguien, probablemente era alguien que también volvía de sus rondas de
ventas.
Había tres personas en la oficina cuando entró y una de ellas era Hayama. Matsuoka entró
en pánico cuando sus ojos se encontraron. Incapaz de evitar su mirada, sonrió en su lugar. Sentía
que los ojos de Hayama le estaban siguiendo según se sentaba nerviosamente en su mesa. Sus
sospechas se confirmaron cuando ella vino hacia él sin esperar un momento.
—Hey, bienvenido.
—Gracias—respondió Matsuoka.
—Pareces muy ocupado últimamente. Apenas te veo ya por la oficina.
—Bueno, sí. Tengo muchos clientes nuevos, así que le sigue un montón de trabajo. Una
llamada de teléfono normalmente no es suficiente para que las cosas avancen—se encogió de
hombros y suspiró para aparentar, pero no era más que una fachada y sus dedos aún temblaban.
—¿Y qué estás haciendo tú aquí tan tarde, Hayama?
—En realidad he terminado mi trabajo, quería hablar contigo de algo.
Matsuoka tragó saliva ruidosamente.
—¿Sobre qué?
—Respecto a Hirosue.
Una ola de sudor rompió por su espalda. Había cambiado las pilas de su propio reloj
inmediatamente tras el incidente. Ya no usaba el reloj de Hirosue; estaba oculto como un tesoro
en un rincón de su habitación.
—¿Qué pasa con Hirosue?—preguntó Matsuoka, fingiendo parecer inocente mientras
encendía su ordenador—. Oh, ¿te refieres al reloj?
—No, nada de eso—murmuró Hayama—. En realidad solo quiero que me escuches,

11
Matsuoka.
Aunque los dedos de Matsuoka se estaban moviendo, su cabeza no funcionaba en
absoluto.
—Me preguntaba si podrías salir un rato conmigo cuando termines el trabajo.
No importaba cuántas veces dijera Matsuoka que estaba cansado o que no sabía a qué
hora terminaría, Hayama se negaba a ceder. Al final, Matsuoka no tuvo más opción que estar de
acuerdo. Ni siquiera media hora tras encender su ordenador, lo apagó de nuevo. No había
terminado su trabajo, pero lo consideró hecho. No estaba en condiciones de terminar nada de
todos modos.

Hayama le llevó a una cafetería que abría hasta tarde. Había muchas clientas jóvenes, que
quizás estaban ahí por los atractivos camareros.
Incluso tras sentarse frente a Hayama, Matsuoka mantuvo la cabeza gacha. Eran pasadas
las ocho de la tarde, una hora perfectamente normal para estar hambriento. Sin embargo, falto
de apetito solo pidió un café.
Hayama había dicho que no era sobre el reloj. A parte de eso, lo único de lo que podría
querer hablar concerniente a Hirosue era que había descubierto que solía salir travestido con él.
Eso era todo lo que podía pensar.
Durante un rato, Hayama no dijo nada. Matsuoka estaba tan ocupado preparándose para la
lluvia de insultos que tardó un poco en darse cuenta de su profunda expresión de dolor. Cuando
finalmente abrió la boca, lo que salió de ella era sobre Okabayashi y Fukuda.
—¿Sabes que Okabayashi-san solía salir con Fukuda-san de nuestro grupo? Rompieron una
vez, pero parece que han vuelto juntos.
Matsuoka ladeó la cabeza perplejo.
—Al parecer Okabayashi-san le dijo a Fukuda-san que Hirosue y yo estamos saliendo.
Matsuoka aún no sabía a dónde se dirigía la conversación.
—Resulta que Fukuda-san conoce a la mujer a la que Hirosue solía amar. Escuché que era
alta como una modelo y realmente hermosa.
Matsuoka tragó con fuerza.
—Sigo diciéndome a mí misma que no importa a quién amara antes, que ahora soy yo
quien está saliendo con él, pero no funciona—dijo Hayama entre lágrimas—. Estoy casi segura de
que Hirosue aún está enamorado de ella. Yo no le importo para nada.
Ahora las lágrimas cayeron libremente de sus ojos.
—Eso no lo sabes—protestó Matsuoka por reflejo.
—Yo soy siempre la que dice que quiero que nos veamos. Siempre soy la que dice “te
quiero”. Una vez, no le llamé durante una semana entera. Esperé y esperé, preguntándome
cuándo llamaría, y no lo hizo. No podía soportar esperar más así que le llamé y él ni siquiera se
dio cuenta de que no me había llamado.
Hayama presionó un pañuelo contra sus ojos.
—Si no me ama, desearía que simplemente lo dijera. Si no puede verme como una novia,
me gustaría que me lo dijera. Si lo hiciera, sería capaz de asimilarlo. Pero si le invito, él viene y
después de salir, siempre dice que se lo pasó bien. Cuando eso pasa una y otra vez, ya no puedo
saber qué es real y qué no lo es.
Los sentimientos de Matsuoka estaban mezclados. La oscura parte de sí estaba aliviada de
escuchar a Hayama confesar que no era amada; su otro lado sentía lástima por la llorosa mujer.
—¿Has visto a la exnovia de Hirosue antes?—Hayama le miró con ojos humedecidos y
Matsuoka se quedó en silencio. Cuando Hayama vio que no podía responder la sencilla respuesta
de sí o no, sonrió con la boca torcida.
—¿Es tan bonita?

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Matsuoka bajó la mirada.
—Supongo que lo era. Ya veo—murmuró Hayama y dejó colgar la cabeza. Las lágrimas
cayeron y ardieron en sus manos unidas sobre la mesa. Matsuoka se mordió el labio tan fuerte
que comenzó a sangrar.
—Era bonita—comenzó—, pero eso era todo. Tenía una personalidad horrible. Salía con un
montón de chicos a la vez y ni siquiera le importaba. Era egoísta y quería todo a su manera. No
tenía consideración por nadie. Creo que solo se estaba aprovechando de Hirosue-san. En realidad
me alegro de que rompieran.
—¿De verdad?—dijo Hayama suavemente.
—Hayama, creo que tú eres mucho mejor que su exnovia. Cuando los chicos acaban con
ese tipo horrible de mujer, es como la gripe. Finalmente lo superan. Estoy seguro de que si le das
un poco más de tiempo, se olvidará de ella.
Hayama al fin pareció calmarse y dejó de sollozar.
—Perdona por perder la compostura—sonrió en disculpa, con los ojos rojos y húmedos por
las lágrimas—. Era horrible estar llena de dudas cada día y simplemente quería que alguien me
escuchara. Me alegro mucho de haber podido hablar contigo hoy, Matsuoka.
Hayama y él se separaron una media hora más tarde. Para cuando acompañó a Hayama a la
estación, sus lágrimas habían desaparecido. Matsuoka también subió a su tren de vuelta a casa.
Pensó en la inestable relación entre Hirosue y Hayama. Hirosue no se había olvidado de
Yoko Eto, de Matsuoka en su forma femenina.
Matsuoka sintió una extrema necesidad de beber. No quería pensar en nada. Compró unas
cuántas cervezas en la tienda de conveniencia en frente de la estación. Mientras escuchaba el
solitario crujido de la bolsa de plástico colgada de su mano, deseó poder llegar pronto a casa para
beber y quedarse dormido, con la mente felizmente en blanco.
Demasiado hastiado para esperar al ascensor, Matsuoka subió por las escaleras, pero lo
lamentó antes de dar cinco pasos. Estaba tan cansando de sus rondas que sus piernas parecían de
plomo, como si estuvieran encadenadas al suelo. Ya que Matsuoka tenía la cabeza gacha, no se
dio cuenta de que había alguien enfrente de su puerta hasta que estuvo justo ante su
apartamento.
Primero sintió una presencia desde la oscura sombra que se extendía hasta sus pies.
Matsuoka lánguidamente levantó la cabeza. Aunque no gritó, dejó caer su bolsa atónito. Las latas
de cerveza rodaron por el cemento. Hirosue recogió una que se había separado del resto.
—Hola.
Deja de temblar, se dijo Matsuoka a sí mismo severamente, pero ya que su mano se negaba
a dejar de temblar, le arrebató la lata en un rápido movimiento. Mantuvo la cabeza gacha
mientras sacaba las llaves de su cartera. Sus dedos temblaron y le llevó tres intentos encajar la
llave en la cerradura.
—Um...
El hombre había estado esperando en su puerta. Había estado esperando para verle.
Matsuoka lo sabía, pero no iba a ser amable y ser quien preguntara por qué.
—Tengo que hablar contigo de algo—dijo Hirosue.
Su puerta estaba desbloqueada ahora. Matsuoka se aseguró de poder entrar fácilmente en
cualquier momento antes de responder.
—¿Qué pasa?
—No pude contactarte por teléfono...
—Oh, sí. Lo hice a propósito.
Hirosue miró hacia abajo. Matsuoka cerró la mano en un puño con tanta fuerza que la uña
del pulgar se hundió en su piel.
—Yo no tengo nada por lo que llamarte e imaginé que tú tampoco.
El hombre se quedó en silencio. Su torpe mano derecha recorrió su pelo revuelto.

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—No te llamaría si no tuviera algo que decir—dijo—. No tenías que bloquear mi número.
Hirosue tenía razón. Si no tenía nada de lo que hablar, el teléfono permanecería en silencio.
—Te llamé muchas veces—dijo Hirosue en voz baja. Matsuoka sentía que estaba siendo
criticado.
—Podrías haberle pasado un mensaje a Hayama si tenías algo que decirme.
Hirosue se quedó en silencio de nuevo. Su conversación quedó estancada sin señales de
avanzar.
—Quiero devolverte las cosas que me diste.
—¿Devolver?
—Como los guantes...
Él había escogido esos guantes para el cumpleaños de Hirosue el año pasado, pensando
que le sentarían bien. Matsuoka sonrió amargamente. Aquí estaba él, tan deseoso de algo que
Hirosue atesoraba que lo había robado para quedárselo; y por otro lado estaba Hirosue, que
intentaba devolver hasta los regalos que le había dado.
—Tíralos si no los quieres—escupió Matsuoka.
—Lo pensé, pero no soy capaz de hacerlo, así que pensé que lo mejor sería devolvértelo
todo a ti.
—¿Qué demonios esperas que haga con ellos? Solo es un problema extra para mí.
—También es un problema para mí.
Se había visto tan feliz, le había agradecido a Matsuoka tantas veces, sonriendo de oreja a
oreja. Todo era mentira. Pronto, Matsuoka ya no pudo distinguir qué era mentira y qué no.
—Devuélvemelos entonces—gruñó en voz baja—. Si no puedes deshacerte de ellos tú
mismo, si estás diciendo que solo es un problema para ti, entonces devuélvemelos. Yo los tiraré.
Matsuoka extendió la mano derecha y Hirosue la miró.
—Los trajiste, ¿no? ¡Date prisa!
Como estimulado por su voz, Hirosue apresuradamente abrió su mochila. Resbaló de su
mano mientras hurgaba en ella y se arrodilló para recogerla. Siguió rebuscando en su mochila y
tras un rato habló.
—No están aquí—dijo tenso—. Juraría que los tenía en mi mochila todo el tiempo. Tenía
pensado devolvértelos. Quizás los dejé en la oficina. Definitivamente los traeré la próxima vez.
Matsuoka respiró hondo. Intentó calmarse, pero sus muelas castañeteaban ligeramente.
—No quiero que haya una próxima vez.
Matsuoka miró a Hirosue de frente mientras se levantaba.
—Deshazte de ellos. No me importa cómo. Lo siento—añadió sarcásticamente—. Sé que
preferirías devolvérmelos para liberarte de toda la culpa.
—Yo...—murmuró Hirosue, pero Matsuoka le cortó.
—No quiero verte de nuevo, Hirosue-san. Ni siquiera quiero ver tu cara si puedo evitarlo.
Cuando el hombre preguntó por qué, Matsuoka casi se echó a reír por su insensibilidad.
—Solía amarte, pero tú me dejaste. Ahora, estás saliendo con mi compañera. ¿Necesito
alguna razón más para no querer verte?—dijo incrédulo.
El hombre siempre se quedaba en silencio tan pronto como las cosas se volvían incómodas.
Eso enfada aún más a Matsuoka porque sabía que el otro no tenía nada con lo que argumentar.
—Piensas que te estuve engañando todo ese tiempo travistiéndome, ¿verdad, Hirosue-
san? Por eso estás enfadado conmigo. Tienes razón y siento haberte engañado. Lo lamento.
No hubo respuesta.
—Así que, por favor, sea como sea olvídame por completo—Matsuoka inclinó la cabeza con
humildad fingida y después la levantó—. Deja de dar vueltas a mi alrededor y presta más atención
a Hayama. Si eres su novio, lo menos que puedes hacer es asegurarte de que no se siente
insegura.
Entonces iluminó su voz a propósito para inyectarse algo de entusiasmo a sí mismo.

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—Ella es una gran persona, sabes. Responsable. Amable.
Sus cumplidos eran sinceros, pero aún se sentía patético por tener que decirlos.
—Es tarde. Deberías irte, Hirosue-san. Adiós.
Con eso, Matsuoka abrió la puerta. Al mismo tiempo, fue agarrado del brazo derecho. Se
sacudió violentamente.
—¿Qué demonios?
—Um-
—¡Suéltame!
Cuando se retiró con todas sus fuerzas, los dedos del hombre se apartaron de él. Matsuoka
aprovechó la oportunidad para escaquearse en su apartamento y cerrar la puerta.
Mientras apoyaba la espalda contra la puerta, pudo escuchar un pesado golpeteo contra
ella. Incluso si se tapaba las orejas e intentaba no escuchar, aún podía sentir las vibraciones en su
espalda.
El golpeteo continuó durante un rato, pero pronto disminuyeron y se volvieron más
distantes hasta que no pudo escucharlos más. Matsuoka se sentó en el suelo de la entrada e
inclinó la cabeza. Su temblor no se detenía y el lugar en su brazo donde había sido agarrado siguió
ardiendo.
Se preguntaba cómo se había sentido Hirosue cuando le detuvo. ¿Aún tenía algo que decir
o...?
Una expectativa vaga y fantástica se hinchó en su corazón – ¿Quizás Hirosue estaba
interesado en él? – y después se desvaneció. Al principio, Hirosue había estado enfadado con
Matsuoka por engañarle vestido de mujer. Le había tratado con frialdad sin importar cuánto le
dijera que le amaba. Matsuoka siempre había recibido un fuerte y crudo rechazo en sus narices.
Encontró difícil creer que las cosas podrían cambiar a mejor.
¿Entonces, por qué? Hirosue afirmaba haber venido a devolver las cosas que había
recibido, pero Matsuoka sentía que era una excusa para verle. Sabía que no había manera de que
el hombre quisiera verle, pero sin embargo...
Matsuoka esperaba algo en la fuerza de esos brazos, en su acto de detenerle, en sus labios
que se habían separado para decir algo. Su dulce expectación se mezclaba con los amargos
recuerdos de su rechazo. Es imposible que pueda ser. Pero de nuevo entonces, ¿podría-? Su mente
alternó entre los pensamientos interminablemente.
Quizás los sentimientos de Hirosue habían cambiado, pero Matsuoka estaba lejos de
convencerse. No podía recordar ninguna clase de conversación constructiva entre ellos que
pudiera causar el cambio en Hirosue. El aire se había agriado entre ellos muchas veces, claro,
pero ni una sola hablaron sobre nada romántico. Para colmo, Matsuoka había estado ocupado la
mayor parte del tiempo intentando acercarse a la amiga de Hayama.
Matsuoka se negaba a mantener ninguna expectativa. Es solo porque le amo, porque tengo
sentimientos por él, que estoy interpretándolo todo a través de un cristal de color de rosa, se dijo
a sí mismo. Recordó cómo se había confesado la primera vez con el alivio de que estaría bien, solo
para ser rechazado. Siguió extrayendo los más horribles recuerdos.
Matsuoka se sentó en el escalón de la entrada y bebió su cerveza. Bebió una tras otra, pero
no lograba emborracharse. Era desagradable, frustrante y doloroso.

El teléfono de Matsuoka no sonó. Hirosue no podía contactarle de todos modos ya que su


número estaba bloqueado. Ese día, Matsuoka había enviado al hombre a casa en la puerta. Le
había espantado, diciendo que no tenía nada de lo que hablar.
Pero incluso tras eso, Matsuoka aún se sentía nervioso al llegar a su apartamento. Seguía
preguntándose si Hirosue estaría esperando en frente de su piso y tenía que reunir valor cada vez
que daba el primer paso fuera del ascensor. Sin embargo, esas expectativas siempre terminaron

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en decepción, nunca hubo nadie en la puerta.
Como una semana tras la visita de Hirosue, Matsuoka había almorzado con Hayama. Se la
había encontrado por desgracia sobre el mediodía cuando regresaba de sus rondas y ella estaba a
punto de ir a comer.
Hayama le invitó, diciendo que tenía algo de lo que hablar con él, y fueron a una cafetería
cercana. Pidieron del menú para comer. Era una pequeña y linda tienda con terraza, pero las
mesas eran pequeñas y las sillas duras e incómodas.
—¿Así que, cómo ha ido tras eso?
Hayama ladeó la cabeza ante la pregunta de Matsuoka.
—Ya sabes, con Hirosue y eso.
—Oh, eso—dijo Hayama sonriente—. Creo que fue después de hablar contigo, Matsuoka.
Hirosue comenzó a llamarme por su cuenta. No decimos mucho, pero me llama casi cada día.
Matsuoka no quería admitir qe estaba decepcionado.
—No podemos vernos a menudo, pero no me siento tan sola porque puedo oír su voz.
—Bien—dijo Matsuoka en una respuesta falta de tacto.
—Oh, cierto, Hirosue y yo hablamos mucho de ti, sabes.
—¿Eh?
—Verás, eres nuestro único amigo en común y además creo que Hirosue es bastante
consciente de ti, Matsuoka.
Por un momento, se preguntó si Hayama había descubierto sus sentimientos y a eso se
refería con “consciente”.
—¿Qu-qué quieres decir con consciente?—tartamudeó.
—Como hombre.
Consciente de él como hombre. ¿Hirosue era consciente de él como un interés romántico?
Los pensamientos de Matsuoka estaban tan centrados en Hirosue y en sí mismo que le llevó un
momento darse cuenta de que lo había malinterpretado.
—Ya sabes—continuó Hayama—, eres atractivo y bueno en tu trabajo, y eres amable.
Normalmente la gente pensaría que solo estoy siendo educada porque estamos en el mismo
equipo y todo, pero cuando le digo estas cosas a Hirosue, ¿sabes lo que dice? “¿Por qué no te
enamoraste de Matsuoka-san en lugar de mí?
Hayama rió.
—Me preguntó por qué no me enamoré del atractivo Matsuoka-san. “Por qué te gusto yo”,
dice, con ese tono. Era casi como si estuviera celoso. ¿No es lindo? Así que le dije que al principio
tenía como un amorío por ti, pero tú estabas viviendo con tu novia en ese momento. Y cuando el
tiempo pasó, esos sentimientos cambiaron a buenos amigos.
—¿Le hablaste de mi exnovia?—dijo Matsuoka incrédulo.
—Oh, ¿habrías preferido que no lo hiciera?
—Bueno, no—dijo vagamente, incapaz de pensar en una razón por la que no debería
haberlo hecho. Era cierto que solía vivir con una chica, pero deseaba que Hirosue no lo hubiera
escuchado de los labios de Hayama.
—Ahora que lo pienso, cuando le dije que solías salir con alguien, parecía interesado en
qué clase de chica era. Aunque creo que está siendo demasiado consciente—Hayama rió
mientras decía—: Realmente no soy tu tipo de todos modos, ¿verdad, Matsuoka?
La comida en la cafetería estaba bien, pero el tamaño de las porciones eran modestas.
Quizás estaba bien para Hayama, pero no era suficiente para Matsuoka. Aun así, se encontró
incapaz de comer mucho. Y no había problema con el sabor de los platos.
—Hace dos días, creo, fui al apartamento de Hirosue—dijo Hayama—. Limpié su
habitación, fuimos al centro comercial juntos y le cociné la cena.
Hayama soltó un breve suspiro.
—Y mientras estábamos comprando, pensé: quizás así será nuestra vida si nos casamos.

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—¿Vas a... casarte?—la voz de Matsuoka tembló al preguntar.
—No me lo ha propuesto ni nada. Solo pensé que sería agradable si pudiéramos. Amo a
Hirosue y es amable. ¿No crees que sería un gran padre?—dijo Hayama, antes de sonreír y añadir
—. Espero que nos apoyes, Matsuoka.
Matsuoka sonrió en respuesta, pero no era capaz de desearle suerte.

Por la tarde, Matsuoka visitó a cuatro clientes habituales. Quedó exhausto visitando
tiendas extra que no tenía planeadas y borrando así cualquier pensamiento de su mente. Pero en
el tren, mientras estaba leyendo materiales, se encontró recordando a Hayama diciendo que
quería casarse. Hirosue también estaba fuertemente inclinado hacia el matrimonio. Las
esperanzas de Hirosue y Hayama se complementaban perfectamente.
No había duda de que Hirosue solo había ido a su apartamento con el deseo de devolver
esos guantes. Él, Matsuoka, se había equivocado al exagerar. Nunca se sintió más absurdo, sobre
todo con lo que había perturbado su mente y cómo había esperado casi cada tarde que hubiera
alguien en su puerta.
Si Hirosue no hubiera comenzado a salir con Hayama, si Hayama y Matsuoka no se
hubieran conocido, si no hubieran estado en el mismo departamento, no habría tenido que
conocer la siguiente relación de Hirosue al minuto y con tanto detalle. De todos modos no habría
querido saber.
Eran pasadas las seis y media cuando Matsuoka volvió a la oficina. Podría haberse ido
directamente a casa sin volver, pero los documentos pesaban y la oficina estaba de camino de
vuelta de las rondas.
Aún quedaban unas cuántas personas dispersas. Hayama era una de ellas. Parecía haber
algún tipo de problema ya que estaba hablando con otra compañera en un tono tenso y urgente.
Matsuoka se escaqueó de la sala sin saludarla y subió al ascensor.
Matsuoka llegó hasta la entrada antes de que le detuvieran.
—Matsuoka-san—dijo una voz. Matsuoka se sacudió. Un hombre se estaba acercando a él
desde las sombras del pilar. Los pies de Matsuoka estaban encadenados firmemente al suelo,
pero deseaba poder salir volando.
—Um...
—Hayama aún está aquí—interrumpió Matsuoka.
El hombre cerró la boca.
—¿Quieres que la llame? Creo que ha terminado el trabajo, pero estaba hablando con
alguien. ¿Por qué no la llamas al móvil?
—Vine porque quería hablar contigo.
Matsuoka ya suponía que había ido a verle, solo fingía no darse cuenta.
—Bueno, yo no tengo nada que decirte—replicó Matsuoka rotundamente. El hombre miró
a sus pies. Matsuoka sentía que el corazón se le contraía ante su expresión herida. Era incluso
más insoportable porque conocía la causa.
—Solo quiero un poco de tu tiempo.
A pesar de que Matsuoka no respondió, sintió algo de curiosidad por saber qué le diría.
El silencio entre ellos en el vestíbulo de entrada fue roto por el sonido del ascensor
abriéndose. Cuando se giraron hacia el bullicio, Hayama estaba allí. Sus ojos se encontraron.
Hayama se separó del grupo y llegó corriendo hasta Hirosue.
—¿Viniste a recogerme? Deberías haberme llamado para avisarme.
La mirada de Hirosue deambuló agitada. Pronto, las compañeras de Hayama se acercaron a
ella.
—¿Hayama-san, quién es?
—Este es Hirosue-san. Fue muy bueno conmigo cuando estuve en los Laboratorios

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Koishikawa—dijo Hayama, presentándole.
—Espera, ¿estáis saliendo?—la pregunta de su compañera ya sonaba de algún modo
segura de la respuesta.
—Umm, bueno—Hayama vaciló un poco, pero no hizo esperar mucho a sus espectadores
—. Supongo que podrías decirlo así—sonrió suavemente.
Sus compañeras bromearon con ella un rato y, quizás por consideración, dejaron el edificio
antes que ella.
—¿Estás libre? Me apetece salir a cenar a alguna parte—dijo Hayama, apretando la manga
de Hirosue. De repente se giró como si acabara de recordar que Matsuoka estaba allí.
—Oh, ¿te gustaría unirte a nosotros, Matsuoka?
Matsuoka no era lo bastante descarado como para autoinvitarse.
—No te preocupes por mí. Probablemente solo estaré en medio de todos modos.
—Para nada—protestó Hayama, precisamente del modo que él esperaba. Matsuoka se
despidió de ellos y giró sobre sus talones. No miró a la cara al otro hombre.
—¡Espera!—una voz le llamó desde atrás. Le agarró del brazo tan fuerte que dolía—. Vine
hoy para hablar con Matsuoka-san, así que...
La expresión de Hayama se oscureció visiblemente.
—Oh, vale—Hayama solo bajó la mirada por un minuto. Levantó de nuevo la cabeza y
sonrió—. ¿Entonces te importa si voy también? Me aseguraré de no molestaros.
Hirosue no respondió. Matsuoka le miró en vano, ya que el hombre no le estaba mirando.
Matsuoka apretó la mandíbula. Sabía que este hombre no era bueno pensando excusas. Pero aun
así...
—Bueno, estaba pensando que podríamos hacerlo más tarde, pero supongo que no estaría
mal hacerlo hoy—Matsuoka fingió hablar consigo mismo, con una voz un poco demasiado alta
para una reflexión. Se giró hacia Hayama—. Hirosue-san me llamó esta tarde diciendo que quería
hablar. Dijo que tenía algo que preguntarme sobre el trabajo. Es bastante complicado y puede
llevar rato. Probablemente te aburramos hasta morir, Hayama.
—¿Oh, de verdad?—dijo Hayama, mirando a Hirosue. El hombre que no podía mentir ni
siquiera asintió en respuesta.
—Así que realmente siento lo de hoy—Matsuoka la consoló desesperadamente.
—Oh, no. Está bien. Si tenéis que hablar de trabajo, no hay nada que hacer, ¿no?.
Probablemente solo estorbaré si ando alrededor—Hayama asintió levemente en su modo de
entender.
—De verdad lo siento—repitió Matsuoka.
Aunque Hayama se había tragado su historia, aún se veía abandonada mientras se alejaba
en la distancia. Matsuoka estaba dolido de verla marchar y, al mismo tiempo, furioso por el
hombre que simplemente se quedaba ahí parado.
Matsuoka rápidamente echó a andar.
—¿A dónde vas?—preguntó Hirosue confundido, pero Matsuoka no respondió. Incluso tras
entrar al ascensor y comenzar a subir lentamente, Matsuoka mantuvo su silencio.
Las luces estaban apagadas en el pasillo de la quinta planta y estaba oscuro. Matsuoka
entró en una sala con un cartel que rezaba “Sala de Reuniones Nº6”. El espacio de diez metros
cuadrados era una sala de reuniones solo en nombre; era más un desordenado almacén para
panfletos viejos, fotocopias viejas y muestras de productos.
Hirosue al parecer nunca había estado ahí antes porque estaba mirando a su alrededor con
curiosidad.
—¿Y de qué querías hablar?—el tono de Matsuoka era conciso, aún llevando los restos de
su enfado.
—Me preguntaba si podíamos sentarnos en algún sitio y tomarnos tiempo para...
Matsuoka se apoyó contra una vieja fotocopiadora.

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—No te quiero por mi casa y tampoco quiero ir a tu casa. Ni quiero hablar de estas cosas en
un restaurante—dijo con resolución.
Eso fue suficiente para que el hombre se quedara callado.
—Dame un descanso—Matsuoka se recorrió el flequillo con los dedos—. ¿Realmente tenía
que ser yo quien le pusiera una excusa a Hayama?—cuando miró al hombre, él apartó los ojos—.
Te estoy preguntando si realmente era algo que yo tenía que hacer. Siempre soy yo quien tiene
que inventar excusas inexistentes, mintiendo por todo. Ni siquiera te molestaste en seguirme el
royo, Hirosue-san—dijo Matsuoka, elevando la voz. Finalmente, sintió que algo dentro de él
estallaba—. Bien, entiendo que no quieres mentir, ¿pero sabes por qué tuve que meterme y
hacer algo? Fue por que tú no lo hiciste. Pero a ti no te importa si cualquier otro como yo miente,
¿verdad? Siempre y cuando no tengas que ser tú.
—No, eso no es lo que yo-
—Eso es exactamente lo que pretendías. Solo te preocupas de ti mismo, Hirosue-san, y
estás tan ocupado defendiéndote que no te importa una mierda lo que les pase a los demás.
Siempre y cuando tú estés bien al final, eso es todo lo que te preocupa.
Sus lágrimas estuvieron a punto de salir, así que rápidamente cerró los ojos con fuerza.
—Herirás a la gente sin pestañear si eso significa que te ajustas a tu idea de justicia. ¡Ni
siquiera tienes la decencia de mostrar algo de tacto! Si yo no hubiera dicho eso allí abajo, Hayama
no se habría convencido. Tan solo era necesaria una frase de tu parte para hacerla sentir mejor.
¿Por qué ni siquiera puedes decirle eso?
Apretó los dientes, tenía que hacerlo o sentía que de lo contrario realmente lloraría.
Después de que Matsuoka le lanzara esas palabras, Hirosue se encerró en su concha, viéndose
miserable.
El silencio continuó. Los nervios de Matsuoka estaban tan al límite como antes, pero su
impulso de llorar había pasado. Miró su reloj.
—¿Sobre qué viniste a hablar?
Hirosue no levantó su cabeza gacha.
—Seguridad vendrá sobre las siete y media, así que tienes veinte minutos. Date prisa y
escúpelo.
Hirosue no emitió ninguna palabra. Matsuona no iba a llevarle de la mano como a un niño
y animarle a hablar. Justo a las siete y media, Matsuoka se dirigió a la puerta.
—¡Espera!—la voz finalmente le llamó en el último minuto. Matsuoka no se detuvo a
escuchar. Puso la mano en el pomo de la puerta antes de que le agarrara por el brazo derecho.
—No puedo dejar de pensar en ti.
Matsuoka se giró. El par de labios en frente de él temblaban como si intentaran sacar las
palabras. La exhalación del hombre finalmente formó palabras que alcanzaron sus oídos.
—Hayama-san me dice que aunque eres atractivo, no presumes y que eres amable. Al
principio, pensé que tenías dos caras, pero estoy comenzando a sentir que no es el caso.
Matsuoka miró directamente a Hirosue.
—Eres del tipo que dice claramente lo que piensa y...—tras repetir una serie de “um” y
“ah” como si buscara las siguientes palabras, Hirosue agachó la cabeza—. Quiero que me digas
por qué sigo pensando en ti.
Matsuoka miró a la parte superior de la cabeza inclinada del hombre. Finalmente volvió a
levantarla, lentamente y casi con miedo.
—¿Eso es algo en lo que yo tengo que pensar?
Los vacilantes ojos del hombre se abrieron más.
—¿Es algo que tengo que responder por ti?—Matsuoka respiró profundamente—. Este es
tu puñetero asunto. Piensa en ello tú mismo.
Matsuoka sacudió el brazo, pero los dedos del hombre se enredaron como cadenas y no
pudo soltarse.

19
—¡Pienso en ello y aún no consigo ni imaginarlo, por eso...!—el hombre se mantuvo firme
con cabezonería—. Una vez no pude dormirme por la noche porque me quedé pensando en lo
que dijiste. Pensé en tantas excusas que darte, tantas maneras diferentes de decírtelo, pero
nunca pude lograr decírtelo en persona y no tuve oportunidad...
El calor en las yemas de los dedos perforó el brazo de Matsuoka.
—No creo que sean sentimientos románticos, pero no sé qué hacer con el hecho de que
sigo pensando en ti. Parece que no puedo situarte en ninguna parte.
Matsuoka giró el brazo a la fuerza. El repentino movimiento tomó los dedos del hombre
por sorpresa y se soltaron de su brazo.
—No tiene mucho sentido hablar, ¿no? Vas a tener que encontrar tu propia respuesta de
todos modos. Si buscas permanecer igual, entonces no quieres escucharlo. No quiero volver a
verte nunca.
—Yo-
Matsuoka golpeó violentamente la mano que se extendía hacia él.
—Deja de joder a la gente a tu antojo—dijo mordazmente—. No has olvidado que tú me
dejaste, ¿verdad? ¿Puedes intentar ser un poco considerado?
El hombre miró al suelo.
—Sabes, Hirosue-san, en cuanto se trata de mí, pareces volverte insensible. Crees que
puedes decir cualquier cosa que quieras y no me afectará lo más mínimo, ¿eh?
—Yo nunca...—murmuró el hombre en voz baja.
—No tienes ninguna intención de salir conmigo, ¿no? Ni en un millón de años. Así que
déjame en paz.
Escuchó pasos aproximándose por el pasillo. Matsuoka puso la mano en el pomo de la
puerta.
—Si estás siquiera un poco preocupado por mí, hazme el favor de dejarme tranquilo de una
puta vez. Por favor y gracias—inclinó la cabeza ante Hirosue y abrió la puerta. El guardia de
seguridad, que ya había llegado a la puerta, le miró con aprensión. Matsuoka le sonrió—. Gracias
por su duro trabajo. Estaba buscando algunos materiales, pero no pude encontrarlos. Me voy
ahora a casa.
—Tenga un buen día—murmuró el guarda de seguridad y le dijo lo mismo a Hirosue, que
había salido de la sala tras él.
Ninguno de ellos habló mientras bajaban juntos en el ascensor. Cuando llegaron a la
sombría entrada, Matsuoka se detuvo delante de un pilar.
—Adelántate—dijo, señalando a la puerta automática—. Yo me iré unos cinco minutos
después.
—Pero ambos vamos en la misma dirección a la estación—murmuró Hirosue en voz baja.
Cuando la insensibilidad llegaba tan lejos, era casi risible.
—Preferiría estar solo—dijo Matsuoka brevemente. Hirosue al fin pareció entender cuando
lo puso en palabras y se fue antes que él. Tan pronto como la espalda del hombre desapareció de
la vista, Matsuoka se acuclilló a la sombra del pilar.
Su aliento temblaba según pasaba entre sus labios. El arrepentimiento se enrollaba en su
interior. Hirosue había estado interesado en él. Quizás podía haber intentando plantar una semilla
en el subconsciente del hombre insinuando que su interés en realidad era romántico.
Interiormente sacudió la cabeza ante tal posibilidad. Podía manipular su subconsciente tanto
como quisiera, pero las mentiras estaban condenadas a fracasar. Al final, Hirosue estaba
destinado a decir que no podía aceptar a un hombre.
Matsuoka soltó un largo y fino suspiro. Iba a pasar un rato antes de que pudiera levantar el
ánimo y recuperarse lo suficiente para caminar.
Eran cerca de las nueve cuando Matsuoka llegó a la entrada de la estación. Al final, se había
sentado encogido en el sitio durante una hora y el guardia de seguridad patrullando había

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pensado que estaba enfermo.
Matsuoka arrastró sus pesados pies por las puertas de entrada de la estación y bajó las
escaleras. El número de trenes descendía dramáticamente tras las nueve. Matsuoka miró el
horario de trenes. El tren acababa de pasar por la estación y tendría que esperar unos quince
minutos para el siguiente.
Matsuoka se sentó en un banco blanco contra la pared. Frente a él había alguien sentado
del mismo modo.
Reconoció esas ropas y su color. Cuando Matsuoka se dio cuenta de quién era, miró al
suelo. Incluso cuando el tren llegó y partió del andén contrario, la figura sentada no se movió.
El tren llegó también al lado de Matsuoka. Se sentía desgarrado por el hombre mirando en
su dirección desde el andén opuesto. En el último momento, su indecisión evitó que subiera al
tren.
Matsuoka repitió esto dos veces. A la tercera vez, finalmente subió a su tren. Entró al vagón
teniendo cuidado de no mirar al hombre en el andén contrario y le dio la espalda para
desaparecer de la vista.
El hombre había estado esperando por él. Matsuoka no tenía ni idea de qué se le pasaba
por la cabeza perdiendo un tren tras otro hasta que Matsuoka llegara. Y quería interpretar las
acciones del hombre demasiado favorablemente.

Al día siguiente, Matsuoka no terminó su trabajo hasta tarde, sobre las nueve de la noche.
Bajó corriendo las escaleras al andén de la estación. Sabía que el tren llegaba en menos de un
minuto.
Matsuoka siguió caminando un poco tras bajar al andén. Si subía al tren por el final, sería
más conveniente para él cuando bajara en la estación cerca de su apartamento.
Ya que era un distrito de negocios, el flujo de gente desaparecía pronto por la noche. Los
pasos de Matsuoka hicieron eco afanosamente según caminaba por el andén. Podía ver a un
oficinista en el andén opuesto, vistiendo un traje similar. Su corazón saltó cuando se percató de
que se parecía a cierta persona. Cuando se dio cuenta de que no solo se parecía, sino que era él,
los pies de Matsuoka se detuvieron.
Quizás no estaban separados ni por diez metros, con las vías entre ellos.
El tren llegó enseguida y Matsuoka se montó. Hirosue le estaba mirando fijamente. Su
figura empequeñeció en la ventana del tren hasta desaparecer. Su mente no dejaba de recordar
por su cuenta, causando un revuelo inquietante en su corazón.
No era coincidencia que hubiera visto a Hirosue en el andén de la estación. Al día siguiente
y al siguiente, Hirosue estaba en el andén contrario cuando Matsuoka subía a su tren, pero todo
lo que hacía era mirarle sin decir nada.
Algunas veces, Matsuoka no veía a Hirosue en el andén, eso era cuando terminaba pronto
su trabajo. No resultaba difícil imaginar que si Hirosue iba allí tras terminar su trabajo en los
Laboratorios Koishikawa, le tomaría bastante tiempo llegar.
Ese día, Matsuoka se fue a casa una vez que terminó el trabajo, pero no podía dejar de
preguntarse hasta qué hora se quedaría Hirosue esperándole. Se volvió a poner el traje,
plenamente consciente de lo idiota que estaba siendo. Subió al autobús que le llevaba cerca de la
oficina y bajó al andén de la estación.
Puso una expresión fría y con la habitual mirada del hombre en su visión periférica,
Matsuoka subió al tren. Mientras se aferraba a la barandilla con el traqueteo del vagón, Matsuoka
se reprendió por su estupidez.
¿Cuánto tiempo tienes pensado hacer esto? Se preguntó Matsuoka. Hirosue no se acercaba
a él porque no podía, porque no había llegado a una respuesta. ¿Cuánto tiempo tendría que
soportar su indecisión? Matsuoka tenía la sensación de que la raíz del problema radicaba en el

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hecho de que no podía desprenderse del hombre, en lugar de una cuestión de soportarlo o no.
Pero no había nada que pudiera hacer sobre sus sentimientos.

Por la tarde, Matsuoka regresó de sus visitas de ventas antes de las cuatro y estaba frente a
su ordenador, ordenando los documentos que tenía que presentar.
Cuando terminó la jornada, unas cuántas chicas de administración comenzaron a recoger
de inmediato.
—¿Te apetece cenar con nosotras, Hayama-san?—una compañera la estaba invitando.
—Aún tengo algo de trabajo que terminar—rechazó Hayama con una sonrisa. Matsuoka no
pretendía mirarla, pero sus ojos terminaron encontrándose. Apartó la mirada para no parecer
poco natural. Media hora más tarde, solo quedaban tres o cuatro trabajadores en la oficina.
—¿Ya casi has terminado?—dijo una voz tras él. Matsuoka dejó de escribir.
—Sí. ¿Qué hay de ti?
—Lo mío no era urgente de todos modos—dijo Hayama, encogiéndose de hombros—. Era
una excusa para rechazar su invitación. Probablemente estaba intentando ser amable, pero...
Hayama miró el rostro de Matsuoka.
—¿Te has encontrado con Hirosue últimamente?
Matsuoka tragó saliva.
—No.
—Oh—dijo Hayama con un suspiro y se sentó en una silla junto a Matsuoka—. Hirosue y yo
rompimos.
El aliento de Matsuoka quedó atrapado en su garganta.
—Bueno, más bien él me dejó.
—...¿Cuándo fue?
—Hace un par de semanas, creo—dijo Hayama, agachando la cabeza. Un par de semanas
fue justo tras la charla de Matsuoka y Hirosue en la sala de reuniones—. Tenía la sensación de que
me iba a dejar, así que no estaba muy sorprendida. Aunque lloré durante toda la noche.
—¿Te parece bien eso?
—Realmente no tengo opción, ¿verdad? Me dejó. Aunque me dijo por qué, así que no
tengo remordimientos.
Hayama se echó el pelo hacia atrás.
—Dice que no puede olvidar a la persona que solía amar. Dijo que era hermosa y amable,
pero también muy estricta. No tenía miedo de sacar a la luz sus complejos, cosas con las que se
sentía inseguro, lo que le hacía sentir realmente decaído algunas veces, pero también dijo que le
daba la oportunidad de reflexionar sobre sí mismo.
Hayama suspiró.
—Es duro. Supongo que solo amarle no fue suficiente, pero aún creo que si tuviera algo
más de tiempo, si fuera capaz de hacerme una idea de qué clase de persona es... Quizás solo
estoy poniendo excusas.
El teléfono de Hayama sonó. Parecía ser una invitación de sus compañeras que habían
salido a cenar. Hayama sonrió con ironía mientras se disculpaba repetidamente por no poder ir.
Hayama colgó el teléfono y salió de la oficina tras eso. Matsuoka permaneció sentado
enfrente de su ordenador, pero cuando vio que no llegaba a ninguna parte, lo dejó sin terminar y
apagó el ordenador.
De camino a la estación desde la oficina, Matsuoka no pensó en nada más que en Hirosue.
Meditó sobre lo que significaba simplemente que le mirara al irse a casa desde el andén. Meditó
sobre lo que significaba que no hablara con él.
Se detuvo en la entrada de la estación. Tras unos momentos de vacilación, la dejó atrás.
Aún arrastrando indecisión y ansiedad tras él, caminó hasta la próxima estación. Por supuesto,

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Hirosue no estaba en el andén allí.
Quizás estaba evitando a propósito a Hirosue porque se sentía culpable por lo de Hayama o
porque estaba irritado con Hirosue por ser indeciso o porque él mismo no tenía ni idea de cómo
actuar. Todo ello embarullaba su mente y ni siquiera Matsuoka podía encontrarle sentido.
No sabía por qué, pero simplemente no le apetecía ver el rostro de Hirosue hoy. Sabía que
terminaría haciéndole esperar, pero lo sacudió de su cabeza e intentó no pensar en ello.
A pesar de que se había tomado la molestia de no ver al hombre de camino a casa, aún
pensaba en Hirosue. Sentía lástima por él si aún estaba esperándole, pero se dijo a sí mismo que
realmente no era asunto suyo lo que Hirosue hiciera por su propia voluntad.
Matsuoka se inquietaba más y más según pasaba el tiempo. Probó viendo la televisión o
leyendo revistas, pero no podía centrarse.
—No es lo bastante estúpido como para esperar hasta que los trenes ya no funcionen, ¿no?
—murmuró para sí mismo pero no pudo evitar sentir que quizás lo era.
Matsuoka pensó en llamarle a su teléfono móvil, pero se sentía extraño decirle que se
había ido a casa cuando era solo algo que Hirosue estaba haciendo por su cuenta.
Eran ahora las once y cuarto. Matsuoka sacó una camisa limpia en lugar de la que había
echado a lavar y se colocó la chaqueta que había puesto en la percha. Si se iba ahora, aún podía
subir al último tren a la ciudad.
Tomó su maletín, tan solo para aparentar, y dejó la casa. Corrió por la calle nocturna,
tenuemente iluminada por las farolas. Se acercó a la estación en el peor momento posible, las
campanas del cruce ferroviario comenzaron a sonar mientras las barreras descendían. Las puertas
de entrada estaban al otro lado de las vías. Matsuoka esperó irritado. Las vías se sacudieron y la
ráfaga de viento hizo que su flequillo volara mientras esperaba a que la larga, larga línea de
vagones pasara.
El tren finalmente pasó, llevándose consigo su traqueteo. Cuando su línea de visión al fin se
aclaró, una persona estaba de pie al otro lado. No había estado allí antes de que el tren pasara.
Incluso después de que las barreras se elevaran lentamente, Matsuoka no pudo comenzar a
caminar. Pasaba lo mismo con el hombre al otro lado del cruce.
Durante un momento, los dos simplemente permanecieron allí. Hirosue fue quien comenzó
a moverse primero y lentamente pasó el cruce.
—Buenas noches—dijo.
—Buenas—dijo Matsuoka en voz baja.
—¿A dónde vas?
No podía responder su pregunta.
—¿Qué estás haciendo tú aquí, Hirosue-san?—preguntó en su lugar, para disimular su falta
de respuesta. La boca del hombre estaba entreabierta y su mirada revoloteó hacia abajo.
—No te vi en la estación así que estaba preocupado.
—¿Preocupado?
—No hubo nunca ningún día en que no pudiera verte. Volví a la oficina, pero todas las luces
estaban apagadas. Me preguntaba si había sucedido algo.
Hirosue solo le había visto cada día sin falta porque Matsuoka había ido a propósito a la
estación, asegurándose de que siempre fuera visible, pero Hirosue no parecía tener ni idea de
ello.
—Todo este tiempo, he estado pensando en lo que me dijiste—continuó el hombre—, y en
lo que realmente quiero hacer, pero parece que no logro llegar a una respuesta, así que
simplemente te veía irte a casa cada tarde mientras pensaba. Hoy—dijo—, cuando no apareciste,
no sabía por qué no venías. Comencé a preocuparme. Pensé que podrías haber tenido un
accidente o algo.
El torpe hombre hablaba entrecortadamente.
—Todo lo que haces y dices tiene una gran influencia sobre mí. Nadie me hace odiarme a

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mí mismo tanto como tú. No sé si eso es bueno o malo y no sé si es romántico o no, pero quiero
que me des una oportunidad de asegurarme.
Matsuoka sonrió solo con sus labios.
—¿Y qué vas a hacer una vez que lo intentes y no funcione después de todo? ¿Vas a fingir
que nunca pasó?
—No—el hombre protestó apresuradamente.
—Sí—replicó Matsuoka—. Tú mismo lo dijiste, ni siquiera estás seguro.
—Creo que te amo, pero no tengo confianza en mis sentimientos. Nunca me he enamorado
antes de un hombre. Por eso me preguntaba si podrías ayudar-
—Estupideces—soltó Matsuoka—. No dependas de la gente para hacerlo todo por ti.
¿Crees que yo tengo el poder de cambiarte? ¿Cómo? Al final, tú eres el único que va a decidir.
Hirosue palideció bajo las tenues luces de la calle.
—Ya he tenido suficiente—escupió Matsuoka y se giró sobre sus talones. Erráticos pasos le
seguían.
—Lo siento...
Matsuoka no respondió.
—Lo siento, de verdad lo-
Matsuoka selló sus oídos interiormente. Ahora, no podía escuchar la voz de nadie.
—¡Ah!
Se giró por reflejo ante el grito. El lamentable hombre había tropezado y caído de morros.
Matsuoka casi echó a correr hacia él, pero lo pensó mejor y apretó la mandíbula. Pensó en
marcharse, pero no importaba cuánto esperara, el hombre no mostraba señales de levantarse.
Matsuoka comenzó a preocuparse. Se preguntaba si Hirosue se había golpeado en alguna parte y
estaba seriamente herido. Matsuoka recogió la mochila del hombre, que había volado a cierta
distancia, y se acercó a él.
—Hey. ¿Estás bien?
Finalmente el hombre levantó lentamente la cabeza. Se puso en pie y tomó la mochila que
Matsuoka le ofrecía, agarrando su mano derecha al mismo tiempo.
Matsuoka tiró hacia atrás, pero el brazo que le sujetaba se movía con él. Forcejearon en un
tira y afloja.
—Aterricé sobre mis rodillas porque no pude sostenerme con las manos. No pude caer muy
bien—murmuró Hirosue—. Tenía la sensación de que si caía, volverías a por mí.
Matsuoka le miró con rabia.
—No me digas que lo hiciste a propósito...
—Empiezo a entender un poco más qué clase de persona eres, Matsuoka-san.
Su mano derecha tocó la mejilla de Matsuoka. Todo el cuerpo de Matsuoka se sacudió.
—Así que, por favor, dame un poco más de tiempo, hasta que pueda entender mis propios
sentimientos. Hasta que pueda decir apropiadamente que te amo.
Matsuoka miró hacia abajo y quedó en silencio. Cuando intentó mover su mano derecha,
Hirosue tiró a la fuerza de ella y no pudo llevársela a la cara. Presionó la mano izquierda contra
sus ojos en su lugar.
No quería llorar enfrente de Hirosue. No quería actuar afeminado, pero las lágrimas se
derramaron por su cuenta. No podía correr u ocultarse ahora. Su cuerpo tembloroso y respiración
sollozante probablemente lo delató.
Su compostura se vino abajo junto con sus lágrimas. Su precario aguante se debilitaba y se
volvía más frágil. Sentía que colapsaría en cualquier momento.
—Te lo ruego...—la voz de Matsuoka tembló—. No te aproveches del hecho de que estoy
enamorado de ti, Hirosue-san.
La barrera del cruce descendió y el tren traqueteó a su paso. Lo siento. La disculpa de
Hirosue fue ahogada por el ruido.

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Dime pronto que me amas. Rogó Matsuoka a la mano derecha que aferraba la suya con
fuerza. Dime que me amas, tanto que no mires a nadie más. Rescátame de estos sentimientos.
El despistado hombre era ajeno a sus pensamientos y no dijo nada en respuesta. Mientras
Matsuoka se sentaba enroscado con los hombros temblando, Hirosue solo frotó su espalda con
una mano vacilante y una mirada de preocupación en su rostro.

FIN

Continuará en el 2º tomo.

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