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Apuntes Historia del arte del

Renacimiento
Historia del Arte
Universitat de València (UV)
26 pag.

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Hª DEL ARTE DEL RENACIMIENTO

TEMA 1

1. LAS MENTALIDADES EN LOS SIGLOS XVI Y XVII


Durante el siglo XVI, Europa conoció y conquistó América, parte del mundo asiático y las
costas del continente africano; en el siglo XVII controló y explotó Asia y los archipiélagos del
sudeste hasta llegar, en el siglo XVIII en Nueva Zelanda y Australia.
Hacia el siglo XV, el mundo conocido y recorrido por los europeos abarcaba del Marruecos en
el Mar Negro y del Mar Báltico al Mar Mediterráneo.
Lejos de este marco, existían otros universos que también vivían encerrados y apartados,
ignorando lo que pasaba en el resto del orbe. Tal era el caso de Oceanía y América.
Europa occidental sería el primero en entrar en contacto con los demás, estableciendo así su
hegemonía a lo largo y ancho del globo terráqueo. La curiosidad por conocer, el afán religioso,
el aumento demográfico y mejorar la economía europea fueron las razones de su predominio.
En este contexto se entiende mejor el libro Il Milione (1298), en el que se relatan los viajes de
Marco Polo.

Las descripciones de Marco Polo justificaron una serie de expediciones mercantiles organizadas
por genoveses y catalanes a finales del siglo XIV y principios del siglo XVI. Estos elaboraron
detalladas descripciones y nuevos mapas sobre las vías comerciales en Oriente. En
este período comenzó también la exploración del Atlántico, la navegación hacia el norte de
Europa y la parte occidental de la costa norteafricana, con el descubrimiento y ocupación de las
Islas Canarias, Azores y Cabo Verde.
Los viajes comerciales se vieron bruscamente interrumpidos debido a la peste negra de 1348,
circunstancia que se agravó por el cierre de la ruta de la seda en 1.368 por parte de la dinastía
Ming. El comercio, especialmente de las especies, se mantuvo gracias a los intermediarios
musulmanes, quienes negociaban con genoveses, venecianos o catalanes que lo monopolizaban.
Los pagos, realizados en monedas de oro y plata, perjudicaban Europa, pobre en sus minas de
este tipo de minerales preciosos.

En 1453, la situación económica se agravó cuando los turcos se apoderaron de Constantinopla,


entorpeciendo el comercio entre Europa y Asia a través del Mar Negro. Los europeos
comenzaron a buscar la manera de obtener oro, plata y esclavos africanos. La influencia del
humanismo y del Renacimiento fue decisiva en la apertura del mundo europeo a finales del
siglo XV. La lectura de la geografía de la Antigüedad, traducida por los estudiosos musulmanes,
permitió conocer ideas muy diferentes a las medievales:

- Heraclidas (la Tierra giraba sobre su eje)

- Aristarco (la Tierra giraba alrededor del Sol).

- Ptolomeo (el Sol era el centro del universo).

Los geógrafos renacentistas pensaban que la Tierra era esférica y no plana, como Toscanelli.
Sin embargo, hervían creencias que mezclaban la realidad con la ficción.

A pesar de estas creencias, entre los siglos XV y XVI se organizaron varios viajes de
exploración y los navegantes europeos absorbieron los conocimientos de los marineros
musulmanes, los cuales, a su vez, los habían adquirido de los chinos.

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La exploración de nuevas rutas comerciales fue protagonizada por los reinos las costas estaban
en el Atlántico. Así, Enrique de Portugal, el Navegante, impulsó la navegación al fundar la
Escuela de Navegación de Sagres, donde se congregaba un buen número de cartógrafos y
hábiles artífices en instrumentos navales, caso de Jehuda Cresques. Éste pretendía recuperar
Tierra Santa y establecer un comercio directo de oro y esclavos negros.
El descubrimiento de los archipiélagos de Madeira, Canarias y Cabo Verde le sirvió como
puntos de apoyo para descubrir la ruta a la India por el Cabo de Buena Esperanza.
En 1497, Vasco de Gama llegó al puerto de Calcuta, en la India.

En 1454, una bula papal concedió a Portugal los derechos exclusivos de exploración y conquista
de las costas africanas, dejando únicamente Castilla las Islas Canarias. Castilla tuvo que buscar
una vía de exploración a través del Atlántico. En abril de 1492 se firmaron las Capitulaciones de
Santa Fe, por las que Colón se comprometía a entregarle a la monarquía una quinta parte de las
ganancias que adquiriera. Colón hizo cálculos basados en los estudios de Toscanelli y
Ptolomeo. Aunque nunca fue consciente de haber descubierto un nuevo continente (creía haber
llegado a la India), fue nombrado Gran Almirante del Mar Océano. Fue Américo
Vespucio quien comprendió que América era otro continente. En 1481 una nueva bula papal
protegía los derechos de Portugal al sur del cabo Bojador.
En 1493, otra bula -int caetera- (de manos del papa valenciano Alejandro VI) cedía a los Reyes
Católicos los derechos de las tierras que se descubrieran al otro lado del océano y que no fueran
de ningún rey cristiano. El Tratado de Tordesillas, entre las dos coronas ibéricas, permitió los
portugueses adentrarse en territorio estadounidense a través de Brasil.
Los otros reinos de Europa ni siquiera fueron consultados en este primer reparto del mundo.
El Nuevo Mundo, como lo bautizó Vespucio, se dividió en tres fases:

1) Los viajes de exploración.

2) La conquista.

3) La colonización.

Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano circunnavegar por primera vez la Tierra
(desde 1520 hasta 1522). Formalmente, la conquista del continente americano se inició en 1519.
La conquista fue un compendio de rápido enriquecimiento del que no se sustrajo la corona, así
como de rudeza y fantasía de los conquistadores, particularmente en México y Perú, las
primeras tierras continentales sometidas. Gran parte de la colonización se caracterizó por un
intento de trasplantar a América las estructuras políticas, económicas y sociales que privaban a
la Península Ibérica. Surgieron nuevas culturas mestizas. Sin embargo, Inglaterra, Francia y
Holanda también ambicionaron a expandir sus territorios y comercio. Holanda (a través de
Amberes y Ámsterdam) lo hizo en las Antillas y en Asia. Los ingleses mediante la piratería.
Algunas de las consecuencias fueron: el avance en las ciencias, Sevilla y Lisboa se convirtieron
en los principales centros mercantiles, el mercantilismo, la importación masiva de metales
preciosos, la esclavitud africana y la desintegración del mundo indígena.

A principios del siglo XVII, los conflictos religiosos entre protestantes y católicos se
combinaron con otros problemas de orden político, social y económico, como la aparición de
los Estados-nación y la competencia mercantil entre ellos. La inestabilidad se agudizó con una
larga cadena de malas cosechas, hambre y epidemias. Los levantamientos y revueltas que
enfrentaron a los monarcas absolutistas caracterizaron la mayor parte del siglo XVII, y era el
resultado de las tensiones entre la nobleza y la burguesía, entre el viejo mundo feudal y los
nuevos intereses capitalistas. Según Maquiavelo, el Estado que quiere fortalecerse no debe

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actuar según consideraciones de tipo moral, sino subordinar la política a la "razón de Estado".
Otros pensadores reforzarían la idea del absolutismo, dotándolo de bases legales. En este
contexto, Jacques Bossuet defendió la teoría del origen divino de los reyes como justificación
indiscutible que el poder se concentrara en ellos.

El Estado absolutista se organizó mediante:

a) La unificación de territorios.
b) El uso de la moneda única.
c) Órganos de gobierno encargados de administrar impuestos, administrar justicia y de un
ejército propio.
d) El manejo de las relaciones internacionales con otros Estados y la delimitación de fronteras.

En la Europa del siglo XVII destacaron en este sentido: España, Inglaterra y Francia.
En Inglaterra, los conflictos estallaron con el advenimiento de la nueva dinastía Estuardo
(1603), la que intentó establecer una corte absolutista en la que el Parlamento quedara
totalmente anulado. El Parlamento y el rey entraron en conflicto, enfrentando Carlos I y Oliver
Cromwell. Van vencer las tropas de este último, el rey fue decapitado y Cromwell tomar el
control del gobierno (1649-1658).

Carlos II sucedió a Cromwell, pero el Parlamento continuó controlando el poder real. El sucesor
de Carlos II intentó restablecer el catolicismo, lo que le ocasionó su expulsión. Guillermo de
Orange fue llamado para gobernar en Inglaterra, manteniendo el anglicanismo y garantizando
un Parlamento libre. Se dio inicio, pues, a una forma de gobierno monárquico sin igual en el
resto de Europa: la burguesía poseyó cargos políticos y parlamentarios por primera vez.
En Francia, triunfadora de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), se fortaleció la política
absolutista con Luis XIII y su ministro Richelieu. Con Luis XIV, el Rey Sol, Francia se
convirtió en la primera potencia del continente de la mano de Colbert, firme defensor de una
política proteccionista como base del mercantilismo. Este monarca expulsar a los hugonotes de
tierras francesas.

2. HUMANISMO Y RENACIMIENTO
Introducción

A principios del siglo XV se desarrolló en Europa un interés por recuperar las manifestaciones
científicas y culturales de la civilización grecorromana. La gente, poco a poco, hizo a un lado
las supersticiones y los fanatismos propios de la Edad Media y centró su atención en el ser
humano.

Surgió así el movimiento humanista y, con él, una explosión de creatividad que conocemos
como Renacimiento.

Posteriormente, se dieron dos movimientos de carácter religioso conocidos como la Reforma


protestante y la Contrarreforma. En este contexto, la curiosidad del hombre llevó al europeo en
explorar otras tierras y en desarrollar el pensamiento científico. Aparecieron otras formas de
gobierno y se desarrolló el capitalismo.
Todo esto transformó profundamente las ideas y las costumbres y posibilitó en Europa transitar
desde la Edad Media a los tiempos modernos. Hasta este momento, en Europa prevalecía la
servidumbre, el abandono de las ciudades y el éxodo hacia el campo, el deterioro de las vías de
comunicación, el aislamiento y la austeridad. A partir de entonces, se originó poco a poco un
nuevo desarrollo de la vida urbana y del comercio. Entre los

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siglos V y XV, las tres principales culturas que coexistieron en el Mediterráneo fueron: el
Imperio bizantino, el Islam y Europa feudal.
El Imperio bizantino, con capital en Constantinopla, fue el heredero de la grandeza del Imperio
Romano y de la tradición helenista mediante el cristianismo ortodoxo. Se extendía sobre el
Mediterráneo oriental, bajo el poder del basileus.
Situado en una privilegiada posición estratégica para el comercio, el Islam dominaba una parte
de al este, el sur del Mediterráneo y gran parte de la península ibérica. Desarrolló una poderosa
civilización, caracterizada por el predominio de la vida urbana, un intenso tráfico comercial y
una excelente producción intelectual. La Europa feudal extendía sobre la parte occidental y
central del continente.
Su población, católica, estaba fraccionada en reinos con diversos orígenes étnicos y culturales:
francos, sajones, visigodos...Su economía se caracterizaba por la ruralización, mientras que el
comercio era escaso. Se caracterizó por la práctica del sistema feudal. Hacia el siglo XI esta
coexistencia cultural se vio alterada, tal vez por el impacto de las Cruzadas.

El comercio y la vida urbana

Europa experimentó en el siglo XV un período de cambios: la población creció y se diversificó


la economía. El aumento demográfico comportó un incremento de la demanda, especialmente
de bienes procedentes de Oriente. Las antiguas ciudades, bien comunicadas, van a volver a ser
el lugar idóneo para realizar las transacciones. Estas ciudades, pequeñas y que en muchos casos
se encontraban amuralladas, vieron instalarse en sus alrededores nuevos barrios llamados
burgos. Poco a poco, los mercaderes fueron dominando la sociedad feudal. Especialmente los
procedentes de Nápoles, Génova, Pisa, Venecia, Florencia o Milán establecieron nuevas rutas
marítimas, fluyeron el oro y la plata hacia los bancos, crecieron las fortunas personales y los
tesoros reales. Las ciudades italianas crecieron en gran manera gracias al comercio, las
transacciones bancarias y la manufactura. Surgió un nuevo estamento en la pirámide social: la
burguesía.

La formación de nuevos estados

Durante los siglos XI-XIII se produjo un éxodo de numerosos señores feudales hacia Oriente a
través de las Cruzadas. Este vacío de poder fue hábilmente aprovechado por los reyes, que
recuperaron las tierras cedidas en vasallaje a estos señores y centralizaron su autoridad. En este
aspecto, tuvieron el apoyo de los burgueses, quienes ayudaban al monarca con sus fortunas y
debilitaban a los señores feudales. Gracias al dinero de la burguesía, los reyes poder armar y
sostener ejércitos, así como fijar impuestos al pueblo. Consecuencia de lo cual fue que dejar de
necesitar el apoyo de los señores feudales. A partir de entonces, el feudalismo (centrado en la
agricultura) fue decayendo al tiempo que el periodo conocido como la Edad Media. En su lugar,
se fue forjando un nuevo sistema comercial, urbano y económico (el capitalismo) que inauguró
la Edad Moderna.

El Renacimiento y el humanismo

Hacia 1460 Europa empezó a manifestar los cambios que estaban ocurriendo desde tiempos
atrás. La peste dejó de ser endémica, la producción agrícola aumentó y las guerras se
presentaban cada vez con menos frecuencia. La mentalidad sufrió importantes transformaciones
que se manifestaron en el arte, la ciencia, la filosofía y la vida cotidiana.

El humanismo

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Fue un movimiento cultural que, inspirándose en la cultura clásica, centró su interés en el ser
humano, dejando atrás la época medieval en la que se consideraba a Dios como el centro de
todas las cosas. Con él se inició un período de singular alegría y optimismo para vivir. Los
humanistas criticaban las ideas de la Edad Media, estudiaban los textos de los autores clásicos
que los filósofos musulmanes habían traducido, buscaban mejorar la sociedad, estudiaron
lenguas, medicina...
Reflexionaron sobre la naturaleza y realizar experimentos que propiciaron el nacimiento del
espíritu científico y, con él, el nacimiento de la ciencia moderna. Los humanistas no rompieron
con el cristianismo, sintieron la necesidad que tiene el ser humano de ejercer la libertad
intelectual, incluso para conocer los dogmas y los textos bíblicos.
Su admiración por los clásicos los hizo acercarse a los monasterios en busca de antiguos
manuscritos para estudiarlos y traducirlos. Van unir, en definitiva, la tradición cristiana y
grecorromana y el resultado fue la elaboración de una filosofía universalista. El ser humano se
convirtió, pues, en el centro del universo, al que reconocían la capacidad de libre albedrío
(facultad para decidir sobre sus propios actos y razonar, como máxima expresión de la
naturaleza humana).

El humanismo se expandió desde Italia a toda Europa desde principios del siglo XVI. Una de
sus figuras más importantes fue Erasmo de Rotterdam, que dedicó muchos años de su vida al
estudio de la Biblia y escribir sus reflexiones. Defendía la libertad como fundamento de todo
conocimiento. Su ensayo El elogio de la locura satirizó la estupidez y la corrupción entre los
cristianos, así como el autoritarismo de la Iglesia. Erasmo influyó en otros humanistas europeos
como Joan Lluís Vives, Tomás Moro o Maquiavelo. Vives se dedicó a la pedagogía,
fundamentalmente. More, en Utopía, habla de una sociedad ideal imaginaria basada en la razón
y la justicia, atacando pobreza, la persecución religiosa y la guerra. Maquiavelo, en El príncipe,
plantea por primera vez el concepto de Estado moderno.

El Renacimiento italiano

El pensamiento renacentista se dejó sentir por primera vez en Italia, tal vez por su prosperidad
comercial y por el intercambio cultural.

El gobierno de sus prosperas ciudades lo ejercían normalmente familias ricas y prominentes,


como por ejemplo los Médici en Florencia. Con Lorenzo “el Magnífico”, la ciudad toscana se
convirtió en una de las ciudades más poderosas de Italia, capital del Renacimiento.

Los artistas renacentistas italianos crearon un arte nuevo inspirado en la Antigüedad y utilizaron
los nuevos saberes científicos sobre la naturaleza y la anatomía. Se entusiasmaron con el arte
clásico y, a través de él, crearon un arte nuevo y original. Recuperaron antiguas técnicas,
popularizaron la pintura al óleo y sus obras diferían sobre manera de las de estilo románico y
gótico. Surgen los grandes mecenas, en gran medida ricos mercaderes, príncipes y papas.
Durante el Quattrocento, el uso del claroscuro y la perspectiva confirió a la pintura profundidad
de la mano de Giotto y Masaccio. La arquitectura recibió un gran impulso con la figura de
Brunelleschi. Durante el Cinquecento, tanto Leonardo da Vinci, como Miguel Ángel y Rafael
(artistas polifacéticos) van elevar la calidad de sus creaciones a cuotas insospechadas antes. Los
ejemplos de las ciudades italianas se difundirán con éxito por el resto de Europa.

La difusión del Renacimiento

La invención de la imprenta en 1455 por Johannes Guttenberg supuso un avance sin precedentes
en la difusión del humanismo y del espíritu del Renacimiento. La imprenta de tipos móviles

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tuvo una gran proyección internacional y, entre 1450-1500, se imprimieron en Europa una gran
cantidad de libros. Se pusieron a disposición de los europeos obras traducidas de la Antigüedad
y la Biblia se tradujo a las lenguas vulgares. Los fundamentos de la cultura renacentista
contribuyeron a formar la conciencia del ser humano "civilizado", que le permitía enfrentar y
dominar a pueblos "atrasados" o "salvajes".

3. REFORMA Y CONTRAREFORMA
Hacia 1500 todos los europeos occidentales compartían un elemento que los definía y unificaba:
la religión católica. El humanismo preparó el terreno para que, al siglo XVI, varios reinos
europeos se separaran de la iglesia romana abrazando nuevas sectas protestantes. Fue
una verdadera revolución organizada en contra los abusos de la jerarquía eclesiástica y la
denominó Reforma. A finales del siglo XV, la Iglesia se caracterizaba por una situación de
deterioro. El clero se distinguía más por sus vicios que por sus virtudes y las órdenes religiosas
habían perdido casi toda su influencia social. Abriéndose una época de grandes
cuestionamientos, reflejo del criticismo humanista. El movimiento reformista se inició en
Alemania, el pueblo vivía todavía en el campo bajo un sistema feudal señorial y buscaba
sacudirse el yugo de la nobleza y del clero.

Martín Lutero

Fue un fraile agustino alemán, profesor en la Universidad de Wittenberg, que combatió los
dogmas y las creencias que la Iglesia le había añadido a las Sagradas Escrituras: la salvación a
través de las buenas obras, la confesión de los pecados, la autoridad indiscutible del Papa, la
administración de los siete sacramentos, la adoración a la Virgen ya los santos, los votos
monásticos, el celibato eclesiástico, la veneración de las reliquias, el dogma de la
transubstanciación, el purgatorio y la misa. Las ideas de Lutero, difundidas a través de la
imprenta, tuvieron eco entre humanistas como Erasmo y More.

El luteranismo tuvo el apoyo de los príncipes y de la nobleza alemana, sobre todo por el interés
de estos para secularizar los bienes de la Iglesia. A principios del siglo XVI, el papa León X
decretó la venta de indulgencias especiales o perdón que la Iglesia otorgaba a los pecadores, a
fin de obtener dinero para construir la Basílica de San Pedro, en Roma.

Las 95 tesis y la Iglesia protestante

Lutero se alzó contra la venta de indulgencias y, por tanto, contra la autoridad papal. En 1517
clavó en las puertas de la catedral de Wittenberg una declaración conocida como las 95 tesis,
insistiendo que sólo Dios podía perdonar los pecados del hombre. Lutero declaró que la Biblia
era la única fuente de autoridad religiosa. Reconoció sólo dos sacramentos: el bautismo y la
eucaristía, y autorizó que la misa se oficia en alemán y no en latín, reconociendo el derecho de
los sacerdotes al matrimonio. En 1520, Lutero quemó públicamente la bula papal en que se le
conminaba a volver a la obediencia de Roma, lo que le ocasionó ser excomulgado.
En 1521, el emperador Carlos V lo desterró. Lutero permaneció escondido y tradujo la Biblia
del latín al alemán, lo que permitió que fuera leída por un mayor número de fieles. Organizó la
Iglesia protestante bajo la supervisión del Estado, sustituyendo así al Papa: todos serían
responsables de sus acciones ante Dios. Sin embargo, esto y su condena a las revueltas
campesinas de 1524 le valió tanto el apoyo de la nobleza como el rechazo de algunos
humanistas.
En 1529, varios príncipes alemanes una protesta contra la condena que contra Lutero emitió la
Dieta de Worms, convocada por el emperador Carlos V. Por esta razón fueron llamados

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protestantes y, posteriormente, a su movimiento la Reforma.
En 1546, al morir Lutero, estalló la guerra civil entre católicos y protestantes. Duró hasta 1555,
año en que se firmó la Paz de Augsburgo, reconociéndose en la Iglesia luterana y decretándose
la libertad de cultos en Alemania. El luteranismo abrió camino a otros movimientos protestantes
y el impacto de la Reforma fuera de Alemania fue enorme. Se extendió en los Países Bajos,
Suiza, Francia y Inglaterra.
En Zúrich, Zwingli estableció una nueva Iglesia que aceptó casi todas las enseñanzas de Lutero,
aunque dirigida hacia una religión evangélica y una moral basada en la caridad cristiana.
El principal representante de las ideas reformistas en Francia fue Juan Calvino, quien se refugió
en Suiza y estableció en Ginebra el centro de su Iglesia. Aceptando la mayoría de las ideas de
Lutero, también creía en la predestinación (es decir, Dios determina que lo que sucede y
sucederá independientemente los actos realizados en vida). Su concepción religiosa se adaptó
mejor que la del luteranismo a las nuevas condiciones creadas por la reactivación del comercio
y las ideas humanistas.

Para Calvino, a diferencia de Lutero, la conciencia individual es la base de la fe. El calvinismo


se extendió con facilidad a los Países Bajos, Francia, Inglaterra y Escocia.
En Escocia, John Knox creó la Iglesia presbiteriana.
En Francia, los hugonotes o calvinistas franceses obtuvieron el derecho a practicar su religión
en 1.598.
En Inglaterra, la Reforma se adaptó, en primera instancia, a los intereses de la monarquía. El rey
Enrique VIII solicitó al papa la anulación del su matrimonio con Catalina de Aragón. Al serle
denegada la petición, decretó su divorcio y se casó en segundas nupcias con Ana Bolena.

Esto implicó una reforma eclesiástica que contó con el apoyo del alto clero, el Parlamento
(dictando el Acta de Supremacía) y la mayoría del pueblo inglés. La Iglesia anglicana no fue
reconocida hasta 1570, año en que el Parlamento dictó una segunda Acta de Supremacía bajo el
gobierno de Isabel I.

La Contrarreforma

Roma no había podido detener el avance de la Reforma protestante ni la serie de guerras que se
habían desatado. Esto había impedido la celebración de un concilio ecuménico para tratar de
mantener la unidad cristiana. El papa Pablo III convocó una asamblea de eclesiásticos en 1545
en la ciudad de Trento, con la intención de reorganizar a la Iglesia y de redefinir el dogma y la
liturgia católicos.

En el Concilio de Trento se validó la tradición católica como medio para combatir las
innovaciones introducidas por los protestantes; es decir: la conveniencia de la jerarquía
eclesiástica y la infalibilidad del Papa, se reafirmó la Biblia como fuente de autoridad, la
necesidad de realizar buenas obras para conseguir la salvación eterna, la creencia en el libre
albedrío, el culto a la Virgen y a los santos y el uso de las imágenes, la administración de los
siete sacramentos, el celibato sacerdotal y los votos monásticos.

El Concilio puso de manifiesto la intolerancia católica ante las nuevas religiones, a las que
considerar heréticas. Revivió el Tribunal de la Santa Inquisición y crear un índice con los libros
prohibidos los católicos. Estas medidas fueron apoyadas por España, Portugal, Sicilia, Roma,
Venecia y Nápoles. Las órdenes religiosas fueron sometidas a las reformas de la Iglesia.
En las antiguas órdenes se sumaron otros de nuevas, entre las que destacó la Compañía de Jesús.
Fundada en 1534, los jesuitas se organizaron como un verdadero ejército, jerárquico y
disciplinado, la misión era restaurar la fe en la autoridad papal y difundir el catolicismo por todo

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el orbe. Los jesuitas habían distinguido por vigorizar el universalismo católico, estableciendo
misiones en Asia y América.

La nueva mentalidad protestante

La división de Europa en dos formas diferentes de religiosidad favoreció el despertar de las


nacionalidades. Los cambios que introdujeron las Reformas protestante y católica afectaron a
las ideas, los valores, las costumbres y la vida cotidiana de los pueblos europeos. Protestantes y
católicos desarrollaron diferentes conceptos sobre el sentido de la vida, del individuo y del uso
de la libertad.

La familia se concebía como el lugar idóneo para desarrollar los ideales cristianos, por lo que
otorgaba un gran peso específico al matrimonio dentro de las relaciones sociales. Desde el siglo
XV, los europeos comenzaron a cuestionarse algunos fundamentos de la fe cristiana, la lo que
iría acompañado de una gran revolución en el terreno científico. El auge comercial y el cambio
de mentalidad que se produjeron a raíz de los descubrimientos geográficos y el triunfo de la
Reforma debilitaron el catolicismo.

Entre 1550 y 1650 tuvieron lugar las guerras de religión, que modificaron el uso del poder
político. Mientras tanto, la ciencia y el arte renacentistas se habían difundido por toda Europa.

Las exigencias del capitalismo permitieron que los avances técnicos se pusieran al servicio de
los nuevos problemas. Se desarrolla la relación entre la teoría y la ciencia aplicada. Desde
finales de la Edad Media, las universidades surgen por todas partes en las ciudades. Durante la
Edad Media, la Iglesia había adoptado y acomodado la filosofía aristotélica, basada en la
dialéctica y la discusión como medio para desarrollar el intelecto. Durante este periodo, la
ciencia fue esencialmente especulativa, no tenía bases comprobables y casi no tenía en cuenta la
experiencia.

Los nuevos inventos tuvieron un efecto definitivo sobre la ciencia e hicieron que desapareciera
el desprecio por las artes manuales. La ciencia se puso al servicio de la economía. La
Revolución Científica es el resultado del rescate de las ideas de la cultura clásica (y a través de
ella de las asiáticas) que ocurrió durante el Renacimiento. La ruptura con la filosofía aristotélica
abrió el camino a la experimentación, fundamento de la ciencia.

Algunos de los inventos más importantes: la collera, la rueda dentada recta y cónica, el reloj, la
brújula o compás náutico, el timón de codaste, las lentes de aumento y espejuelos, el alcohol y
su destilación, la imprenta.

Los pensadores renacentistas trascendieron la filosofía de Platón y Aristóteles en entrar en


contacto con las obras de Arquímedes, Demócrito o Aristarco de Samos (este último influyó
sobremanera sobre Copérnico). El valor de la teoría copernicana fue darse cuenta que la Tierra
no era estática ni el centro del Universo, sino que efectuaba dos movimientos: el de rotación y el
de traslación. La obra de Copérnico De Revolutionibus Orbium Coelestium no fue publicada
hasta 1543 y fue prohibida por la Iglesia católica. Significó el paso del geocentrismo
heliocentrismo.

La medicina medieval tuvo como piedra angular las ideas de Galeno, el médico más popular de
la antigüedad clásica. Sus ideas se empezaron a rebatir con la divulgación de Paracelso, basadas
en la experimentación. Defendía que no existían enfermedades sin remedio, sino médicos
ignorantes. Aceptó la farmacopea de los extractos vegetales y defendía que debía enriquecerse
mediante experimentos como sales, sustancias minerales y metales.

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Su principal contribución a la ciencia médica fue la de observar los síntomas de los pacientes
para aplicar la medicina adecuada. Vesalio revolucionó el conocimiento de la anatomía galénica,
ya que practicaba la disección de cuerpos humanos para demostrar a sus alumnos como extraer
los órganos.

Toda la información analítica de Vesalio fue reunida en seis tablas anatómicas que, junto de
otros estudios de medicina, se publicaron bajo el título de De humani corporis fabrica. Su
mayor contribución a la ciencia consistió en descartar la anatomía animal como base de la
medicina imperante desde hacía catorce siglos.

EL RENACIMIENTO ITALIANO (1460-1500)


1. EL RENACIMIENTO MERIDIONAL

1.1.Italia y el mundo

A principios de 1493 se anunció el descubrimiento, aún confuso, de un mundus novus en los


confines del océano Atlántico. De repente, el mundo se expandía: se produjo un gran vuelco en
las rutas comerciales, que se empezaron a dirigir hacia la fachada atlántica en beneficio de
Sevilla y Amberes, y a expensas de Génova y Venecia. La península italiana dejó de ser el eje de
la imago mundi y el Mediterráneo el escenario de la historia universal. Mientras tanto, Italia se
había convertido en una frontera oriental y meridional de la cristiandad. El imperio otomano
había conquistado la ciudad que fue la segunda capital del imperio romano, y aquel suceso tuvo
una enorme resonancia. Asia había desembarcado en Europa e Italia se había convertido en una
plaza fronteriza a la defensiva.

A estas dos cuestiones de gran alcance habría que añadir la lenta evolución que tendía a
desplazar hacia el Norte el centro de gravedad de Europa o, al menos, a desdoblarlo. Cada vez
estaban jugando un papel más importante las riquezas y las energías del Norte: ahora las rutas
del comercio se van desplazando regularmente hacia Flandes, el Rin y el Báltico. En el
Renacimiento todas las fuerzas tienden a “desmediterraneizar” Europa, pero por el contrario,
las guerras que se desencadenaron con la invasión francesa, los flujos comerciales y las luchas
religiosas va a centrar la atención durante 60 años en Italia.

Italia y los bárbaros

A finales del Quattrocento Italia se presenta como una Europa en miniatura, como imagen de la
cristiandad. Las ciudades grandes tienen su propia cultura, tradiciones y costumbres. Esta
diversidad se equilibra con la paz de Lodi (1454), con la que se produjo un cambio político que
transformó el clima general.

Mucho antes de la crisis de 1494, las relaciones entre Italia y el resto de Occidente eran
numerosas y regulares. Pero no afectaban por igual a todos los centros; la actividad de la Santa
Sede mantenía un cierto internacionalismo a lo largo de toda Italia. La Curia era el punto de
encuentro de los prelados y los embajadores de todos los países, que con frecuencia llevaban en
sus séquitos a pintores y artistas y que, a menudo, llegaban a interesarse por el arte italiano

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moderno. Los “negocios” aseguraban contactos no menos precisos entre las ciudades italianas y
los mercados del Norte. También hay que tener en cuenta una tercera corriente internacional,
importante para la difusión de las modas y las formas de lujo, la del esnobismo de la aristocracia
y de las cortes.

En este contexto empieza a definirse otra “red” internacional dominada por los italianos que no
es la de Curia, ni la de los negocios, ni la de la caballería, sino que se va a llamar el
humanismo, el mundo de los clérigos cultos. Y en este terreno, a partir de Petrarca, empezó a
gestarse a idea de la italianità, que la oponía a los bárbaros. La paz de Lodi limitó las
intervenciones militares extranjeras más descaradas, pero amplió su juego de alianzas políticas.

El estímulo que dio lo extranjero a la diversidad italiana se puede considerar como una feliz
aportación de los “bárbaros” al Renacimiento (D.Hay). Fue indispensable para el nacimiento de
la nueva cultura y para su posterior triunfo.

Italia y el nuevo mundo

Durante la segunda mitad del siglo XV en Europa (sobre todo en Italia), surge gran curiosidad
por la imagen de la sphaera terrae: los príncipes y los nobles encargaron a los pintores que les
suministraran mapamundis y globos terráqueos. En estas condiciones se puede entender mejor
el por qué, Amerigo Vespucci, sobrino de un canónigo de Santa Maria del Fiore, dedicó al joven
Lorenzo de Médici su carta Mondus Novus. Los intercambios de información sobre el tamaño
de los continentes, la situación de las islas y de los mares según las longitudes… tenían lugar,
principalmente, a través de Italia.

La era de los descubrimientos dio una nueva vida a los monstruos fabulosos de la Antigüedad y
de la Edad Media, que llenaron los libros de la historia natural.

La teoría unificada del cosmos es una de las originalidades de la nueva cultura.

Italia y los otomanos

Al oeste estaba la aventura; al este, la tragedia. La conquista de los Balcanes por los otomanos
y la amenaza que pesaba sobre las factorías del Mediterráneo oriental habían colapsado las
costas adriáticas y jónicas. Génova y Venecia fueron evacuando uno a uno sus últimos
establecimientos; su lento repliegue se prolongó durante más de un siglo.

Con Mahomet II el Conquistador (1451-1481) y su hijo Bajazet II (1481-1512) el mundo


otomano se consolidó definitivamente frente a un Occidente inseguro y dividido. La presencia
de este imperio colosal y aparentemente invencible contribuyó a dividir aun mas las potencias
occidentales, especialmente italianas.

Una sensación de curiosidad vino a añadirse a la idea de cruzada y a la competencia cultural y


comercial: nacía el exotismo. La caída de Constantinopla (1453) resonó necesariamente en la
conciencia occidental como una nueva flagelación de Cristo. Al mismo tiempo que se
desarrollaban las representaciones de la Pasión de Cristo se asiste a un nuevo florecimiento de
los temas de la cruzada.

Muchos italianos seguían bajo la impresión de las profundas diferencias que separaban a los
griegos de los latinos. Los bizantinos veían a los pensadores y sabios italianos con un desdén
indulgente. Hubo choque, pero también seducción. Fue bajo el modelo de los grandes filósofos
bizantinos como los italianos imaginaron a los sabios de la Antigüedad, Aristóteles y Platón, y

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también todo lo que simboliza el saber y la dignidad intelectual. Se fue definiendo un exotismo
“orientalista” que invadió el norte de Italia en torno al año 1490.

Todo esto impide imaginar que entre ambos mundos existiera una separación demasiado radical.
Los trabajos de embellecimiento urbano que se realizaron en Bizancio, son exactamente
contemporáneos a los de Roma.

Perdiendo por partida doble su posición central, Italia se volvía más apta para desarrollar la
representación de la realidad física y de la actualidad histórica bajo una forma universal.

1.2.Italia y la cultura

Los banqueros del Quattrocento no se contentaron con multiplicar las fundaciones piadosas,
sino que además colocaron en ellas sus sepulturas con el deseo de perpetuar sus nombres sobre
la tierra al mismo tiempo que aseguraban con ello su salvación eterna. La gloria resultaba tan
atractiva para las sociedades como para los individuos. Además, la aparición de personajes
como condotieros, convertidos en jefes del Estado, dio un nuevo aire a la política, literatura y
arte. Los signos de glorificación inventados por el mundo antiguo se vieron al mismo tiempo
como el testimonio y como el motor de la gloria. La ostentación se convirtió en Italia en el
deseo de lo espectacular, y se acabó traduciendo en arquitectura, en decoración.

Venecia o Florencia, conscientes de su significado histórico siempre habían sabido dar a su


fama una expresión elevada. Sus monumentales centros urbanos, cuidadosamente construidos y
conservados, eran el testimonio público de su prestigio. Siguiendo el ejemplo de Florencia, en
todas partes se empezó a velar por el recuerdo de hombres famosos. La ley del prestigio obligó
a multiplicar las obras oficiales destinadas a impresionar. Las viejas ciudades dan la impresión
de que se les había agotado la inspiración. Las ciudades nuevas fueron quienes tomaron ahora la
iniciativa. La necesidad de aparentar se sentía por doquier.

En todas partes, como sucedía en el Norte, la vida social se encontraba cada vez más dominada
por el ritmo de las fiestas. Época de energía y de pasión, el Renacimiento no fue una época de
elecciones. Las tensiones se debían a la impaciencia, a la curiosidad, no al gusto por lo
exclusivo. Moda por la astrología. No solo se interesaban por la astrología los médicos y los
matemáticos, sino también los humanistas. Suponía toda una concepción del saber, basado en la
intuición del misterio y el desciframiento de los signos.

La astronomía era algo así como la llave del conocimiento universal, en la medida en que la
naturaleza se encuentra dominada por el orden matemático; pero al mismo tiempo, las imágenes
de los dioses antiguos, Venus, Marte, Júpiter, y las de los héroes, Hércules, Orfeo, considerados
como personificación de las propias fuerzas de la naturaleza, constituyen un repertorio
simbólico de una riqueza inagotable. La invasión de los dioses y los héroes se produjo de forma
generalizada durante la segunda mitad del siglo XV: resulta mucho menos gratuita de lo que se
cree.

Se pasó, sin dudar, de la descripción “científica” del mundo y de la esfera matemática a la


consulta astrológica que actualizaba ese saber; la representación del mundo antiguo, restituida
con una incansable curiosidad, se convirtió en una cosa muy diferente de un espectáculo
histórico: se trataba de una especie de “cosmos” humano, una suma de civilización cuya
intuición se había convertido en la garantía de los elementos activos de la cultura.

Se encontraban ligadas a la necesidad de afirmar con un vigor nuevo la universalidad del poder
humano y a la realidad del progreso. De esta forma, se fue dibujando una nueva antropolgia de

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base metafísica y una nueva articulación de la historia, cuyo acuerdo parecía que debía
proporcionar el marco de un pensamiento que, por primera vez, asociaba estrechamente el arte
en su doble perspectiva universal.

Cuanto más se investiga y mejor conocemos la segunda mitad del Quattrocento, más nos
sorprende la sincera esperanza que tuvieron la posibilidad de una transformación del mundo de
los hombres, incluida la Iglesia. La idea de renovatio vino a sumarse al resto de las grandes
ficciones de Occidente.

Y el propio humanismo se fue convirtiendo cada vez en mayor medida en el enunciado de


programas de reforma. La nueva cultura le prestó a todas las representaciones irracionales una
armadura nueva: el humanismo.

Los tres humanismos

Se pueden distinguir y localizar varios aspectos de este movimiento: el humanismo epigráfico y


arqueológico, que tuvo su centro principal en el Norte, en Padua; el humanismo filológico y
filosófico, que se desarrolló en Florencia; el humanismo matemático, cuya sede más importante
estuvo en Urbino. Este último más unido a las artes; el segundo más alejado por su nivel
especulativo y sus vinculaciones literarias; el primero es el que más va a influir sobre la
imaginación y el repertorio de los artistas.

La culminación de un determinado humanismo, de un cierto gusto, que aún no tenía equivalente


en ningún otro lugar. Roma había vuelto a convertirse en el centro de los estudios. Destacan Fra
Giocondo da Verona, Bellini y Alberti.

En el siglo XV, Roma aún no se había convertido en el gran centro del anticuariado y del
comercio de antigüedades (originales y falsas). Florencia y Milán tampoco. Más bien, seguían
siendo en Padua y Venecia. Las plaquetas, las medallas, las estatuillas, los pequeños objetos de
bronce resultaban muy adecuadas al gusto nórdico; y gracias a su difusión ejerció una gran
influencia sobre el Renacimiento.

Los innovadores florentinos habían proclamado la necesidad de que las artes visuales se
vincularan al ordo mathematicus; así lo hicieron Alberti y Brunelleschi. La aportación de un
cierto tipo de humanismo especulativo fue la de orientar a las artes plásticas hacia una
concepción “absoluta” que se puede manifestar con claridad gracias a las matemáticas.

Luca Pacioli constituye, sin duda, el representante más conocido de la nueva cultura científica.
Impartió clases en conventos, universidades y cortes. Compatriota de Piero della Francesca y
claramente vinculado a él, atrajo la atención de Leonardo en Milán. Con su obra “De divina
proportione” (1509), demostró su interés por las artes y su deseo de perfeccionar su base
matemática. El propósito expreso de la obra es desvelar el secreto de las formas armónicas a los
arquitectos, escultores y ornamentistas.

La tendencia de los “especulativos”, tanto de Pacioli, como de Alberti o Filarete, fue la de habla
por anticipación, produciendo así la impresión de que los prácticos siguieron sus recetas. Pero
en los talleres no se tenían todos esos escrúpulos. Incluso podemos pensar que ni siquiera en el
caso de la perspectiva se siguió la forma unánime de la construcción unitaria de Alberti.

Arqueológico o matemático, el humanismo tendió a devolver a la cultura y al gusto un color


mediterráneo. Las hermosas inscripciones lapidarias, que reprodujeron gustosos en el frontis de
sus manuscritos, los arcos de triunfo y los pórticos de proporciones solemnes, tan sugerentes

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para la imaginación, debían resucitar porque no debieron morir nunca. De esta forma el
humanismo intervino como un estímulo para la creación.

Para conseguir sus objetivos modernos, los florentinos quisieron asegurarse lo formidable que
suponía una cultura antigua italiana recuperada, de cuya existencia eran más conscientes que
ninguno.

Poesía, mitología y teología se orientan a un mismo fin. El hombre superior, el hombre ideal, es
un mago sensible a la correspondencia que existe entre el mundo de la realidad y del alma,
capaz de recorrer los diferentes grados del ser. La naturaleza aparece como un concierto, un
edificio demoníaco que tiende hacia una armonía inefable y se materializa gracias a la
intervención del hombre, que la descifra y la anuncia.

La arqueología, la ciencia y la doctrina están presentes y precisan de nuevos medios de


expresión, lo que resultará una notable evolución de las preocupaciones simbólicas. Uno de los
objetivos de los talleres fue el de suministrar una versión moderna, articulada, compleja, dotada
de detalles vivos y convincentes, de los temas tradicionales.

1.3.Los centros

Después del gran jubileo romano de Nicolás V (1450), seguido por el fin de las guerras con la
paz de Lodi, se abrió un gran periodo de prosperidad, de confianza y de vitalidad generalizada
de la que da testimonio el arte.

Durante quince años se multiplican las iniciativas por todas partes, sin dudas ni vacilaciones.
Los florentinos aún siguen manteniendo su liderazgo en todos o en casi todos los campos. El
avance general se debe, en buena parte, al impulso que dieron ellos y al efecto que produjo, en
cada uno de los otros centros, el descubrimiento del nuevo “estilo” de los toscanos.

Florencia

Al hablar de Florencia, Vasari escribió: “La originalidad de Florencia radica en el clima


incesante y de exigencia intelectual al que se encuentran sometidos los artistas. Algo que genera
una especie de apetito insaciable de gloria y éxito. Y por ello, Florencia hace con sus artistas lo
que el tiempo con sus hijos, los destruye y consume poco a poco.”

Esta observación puede explicar la emigración periódica que mantuvo el desarrollo artístico de
la ciudad; también constituye una indicación de esa especie de usura interna que amenazó
continuamente al ambiente florentino.

La forma en que se difundió el arte toscano a partir de producciones artesanales, fáciles de


exportar; sin la existencia de una gran demanda exterior, no podría entenderse la proliferación
de tal cantidad de botteghe especializadas, entre las que predominaban las dedicadas a la
ebanistería y al trabajo del mármol. Los ebanistas eran hábiles en una especialidad en la que
llevaban destacando más de treinta años los florentinos, la taracea, el intarsio.

Pero ya no era una especialidad exclusiva de Florencia: los discípulos de Piero della Francesca
habían desarrollado y enriquecido la fórmula y su éxito se reafirma en Emilia, Padua y Lucca.

En cuanto a artesanos, en el trabajo de la madera destaca Giuliano da Sangallo, que hizo las
sillerías de la capilla Médici (1549), en el mármol Desiderio da Settignano, que esculpió la
Tumba Marsupini (1455). Triunfo de la moda del estilo sueave, cincelado y pulido, que habían

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adoptado casi todos los marmolistas de Arno y que había vulgarizado Lucca della Robbia con
sus terracotas y barnizadas famosas.

Los pequeños encargos resultaban más abundantes que los grandes en una ciudad en la que,
durante los dos últimos siglos, ya se había adornado todo y que la que todo se conservaba con
mimo.

Hasta que punto Florencia por la huida de artistas y aparición de políticos corruptos llegó a
replegarse sobre si misma es algo que se aprecia sobretodo en su arquitectura.

Los palacios de finales de siglo vuelven al bloque, a las hiladas horizontales, a la bífora,
desconfiando de la ostentación, como puede verse en Strozzi. Por lo que se refiere al terreno de
la arquitectura religiosa, en él no se produjo ningún avance. A Brunelleschi le apoyaba el clan
de los “intelectuales”, que no siempre logró salir triunfante.

El edificio más original y brillante de cuantos se levantaron en los años en torno a 1460, la
capilla funeraria del cardenal de Portugal en San Miniato.

Siempre tendió a dominar una cierta severidad y que poco a poco se fue reduciendo el gusto por
lo colorido, tanto en decoración como en pintura. Hecho que podemos ver comparando el estilo
de Filippo Lippi y Ghirlandaio.

Lombardía

Lombardía era un lugar donde tradicionalmente, gracias a sus canteras, había buenos canteros y
ornamentistas, pero era también una región de evolución lenta que había llegado tarde al gótico
y que llego también tarde al renacimiento.

Era una región en la que prácticamente no existían retablos pintados y en la que proliferaban las
pale esculpidas, que obligaron a los maestros lombardos a ejercitarse en la traducción del bulto
y relieve de las complejidades de las formas. Prolifera la decoración escultórica: parece
destinada a ocupar el lugar de la pintura y a cualificar la arquitectura.

El encuentro entre las esculturas ponderadas y bien enmarcadas propias del centro de Italia con
este estilo de revestimiento y animación prometía resultar pintoresco. Su mentor teórico fue
Filarete, florentino, que acudió al servicio de los Sforza 30 años antes que Leonardo. Otro
acontecimiento que resultó decisivo fue la llegada casi simultánea de Bramante y Leonardo a
Milán.

El divorcio entre las preocupaciones de la corte y las prácticas artesanales parece importante. Se
están superponiendo dos mundos sin llegar a comunicarse.

En su campo, que es el de la construcción y el de la decoración, a mediados del siglo XV,


Lombardía se convirtió en una potencia claramente capaz de rivalizar con Florencia.

Los años finales del Quattrocento se presentan, en el terreno de la decoración esculpida y la


arquitectura, como el momento del encuentro entre los lombardos y los toscanos, y el de la
rivalidad entre sus soluciones respectivas.

Nápoles: foco “proflamenco”

La polaridad entre Toscana y Lombardía dominó durante toda la mitad del siglo XV. En
aquellos lugares en los que su acción se ejerció de forma conjunta, los cambios se produjeron

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con bastante rapidez y surgió un nuevo espíritu con las molduras a la antigua, los nichos, las
pilastras decoradas, los candelabros… Pero el resultado no fue fecundo e interesante en todos
los lugares y al mismo tiempo. Esas mismas tendencias se cruzaron también en Nápoles y
Roma. Pero ninguno de estos dos centros desempeñó en este periodo un papel de primer orden.

Durante la época de los Aragoneses, los trabajos que se realizaron en Nápoles fueron menos
importantes aún que los que se habían llevado a cabo en la de los Anjou. Este importante
esfuerzo no supuso, sin embargo, la aparición de una escuela importante (Alfonso de Aragón
encargó u arco al taller catalán de Sagrera). Después de 1485, las relaciones establecidas con
Florencia por el rey de Nápoles dieron sus frutos: la puerta de Capua. Destacan Benedetto da
Maiano, Antonio Rossellino y Giovani da Verona.

Nápoles y Palermo, Provenza y Valencia formaban una especie de cuadrilátero “tirreno” para
intercambiar influencias artísticas.

Destacan en Nápoles Colantonio y su discípulo Antonello.

Roma

La situación de Roma aun no resulta clara. Todavía estamos lejos de la ciudad “Imperial” de
Julio II, que se convertirá en un punto de atracción para todos los artistas ambiciosos. Tras el
Concilio de Basilea (1449), que volvió a consagrar una iglesia de carácter monárquico, los
siguientes pontificados fueron, uno tras otro, épocas de restauración, en los que el urbanismo
desempeñó un notable papel. Se pensó por primera vez reconstruir la iglesia de San Pedro.

Había un reducido número de humanistas romanos, enfrentados además a un gran número de


problemas, que sintió un amor apasionado por la grandeza de la ciudad venida a menos. Antes
de Julio II, la paradoja congénita del Renacimiento tenía como paralizada a Roma: en un
momento en que las ruinas se consideraban reliquias sagradas y era la ciudad muerta la que se
imponía la imaginación.

En el plazo de tres décadas cambió el tono del discurso. En 1472 Foncio visitó Roma y se refirió
con dolor a las ruinas del pasado, cargadas de emoción. En 1506 el canónigo Albertini describía
los magníficos edificios de la nueva Roma.

El gran proyecto de Nicolás V quedó únicamente en esbozo, pero su idea de renovatio urbis se
volvió a retomar durante el energético pontificado de Sixto IV. A finales de siglo dominaba el
mecenazgo de Sixto IV, que preparó en todos los terrenos y con una anticipación de treinta años
el de Julio II. Un cierto número de gestos espectaculares subrayan el significado “imperial” de
la ciudad y la pretensión del pontífice de fundar la universalidad de la Iglesia sobre el recuerdo
de la grandeza romana.

Roma era la ciudad de las tumbas. Después de 1460, parece que los encargos se les hacían a
partes iguales a los escultores lombardos y florentinos. Ya no había una escuela romana de
pintura: a Fra Angelico y a Piero se les hizo venir, a uno detrás de otro.

Sixto IV, decidido a actuar en grande, convocó a la élite de los pintores umbros y toscanos y
organizó un verdadero concurso entre ambos equipos para la decoración de la nueva capilla. Al
mismo tiempo, el pontífice había llamado a Roma, a Melozzo da Forlì, que dejó sus huellas en
el Vaticano y decoró el ábside de los Santi Apostoli.

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Resulta difícil precisar la actividad monumental en Roma durante el último cuarto de siglo, pero
fue importante: San Pietro in Vincoli (reconstruida en 1471) y San Pietro in Montorio
(1462-1484).

En cuanto a palacios, destacan el palacio de Raffaele Riario y el palacio della Cancelleria. La


ordenación del patio en tres pisos y con dos filas de arcadas superpuestas, la aparición de la
travata rítmica, que parecía haber quedado olvidada después de Alberti, hacen de esta obra,
junto con el palacio de Urbino, de Laurana, la más notable de toda la Italia central.

La creación de la Villa del Belvedere en lo alto de una colina situada al norte de los palacios
pontificios (1489-92) supuso una operación importante para el desarrollo de Roma. Uno de sus
rasgos originales era la importancia que se le había dado a la pintura: vistas urbanas de
Pinturicchio. Mantegna decoró el conjunto de las bóvedas y los muros de la capilla de San
Giovanni Batista con una serie de tablas.

En los últimos años del siglo se produjo en Roma un frenazo de las iniciativas anteriores.
Alejandro VI, con su gusto español, su corte tumultuosa y si fasto un tanto fácil, no se sentía
vinculado al “mito” romano. Pinturicchio, que había decorado una capilla en el Aracoeli (1490),
desarrolló en los apartamentos Borgia unas decoraciones picantes y un tanto bizarras, que
recuerdan a los maestros de 1482.

En 1500, Roma parecía haber agotado sus recursos, pero nunca se encontró más alto su prestigio
histórico.

Venecia

Por lo que respecta a Venecia, la novedad no radica en su aportación a la cultura común, pues
ésta nunca fue tan débil. La novedad radica en que, por fin, la ciudad y todo lo que representaba
tras sus cinco siglos de historia, entró a formar parte de Italia y se la consideró como un imperio
mediterráneo vinculado a la península.

Venecia aceptó el contrato de con las formas artísticas del continente; resulta fácil observar
como va apareciendo la influencia de los pintores toscanos. Pero sin llegar a socavar aun el
edificio de las tradiciones bizantinas. Lippi y Donatello, que estaban trabajando en Padua, no
dejaron indiferentes a los talleres venecianos, y más tarde Mantegna.

Tras un momento de indecisión, la evolución de la pintura se precipito entre 1470 y 1500, con
unas consecuencias incalculables para el futuro. Jacopo Bellini ya había tomado conciencia del
problema y de la urgencia de una reforma, que supieron continuar sus hijos, especialmente
Giovanni, y que acabó implicando a los artistas más conservadores.

El momento decisivo se situó en torno al año 1475. Mauro Codussi supo solucionar con brío el
problema de integración de la arquitectura moderna. El palacio Vendramin-Calergi (a partir de
1481) es una composición albertiana. El estilo decorativo, los efectos contrastados y los finos
relieves resultaban apropiados para Venecia: en la gran escalera monumental del Palacio de los
Dogos.

No resultaría exacto describir la situación como la capitulación de bastión de lo bizantino y de


lo gótico ante la aparición de un estilo nuevo; sería más exacto definirla como la transferencia al
interior de éste de las peculiaridades del gusto adriático. Venecia no cedió nada más que en
apariencia, y volviendo a la herencia paleocristiana. Incluso una vez que adoptó los órdenes,
siguió teniendo a gala mantener sus “fachadas-pantalla” de gusto pintoresco/pictórico.

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Y, sobre todo, se adueñó, y por mucho tiempo, de las técnicas revolucionarias del grabado y de
la imprenta. El desarrollo del humanismo fue tardío y se produjo gracias al círculo de Ermolao
Barbaro, Bernardo Bembo, Aldo Manuzio y al establecimiento de su imprenta.

Su reacción ante la presencia de nuevos pensamientos filosóficos fue la del eclecticismo basado
en el sentido muy vivo de la comunicación y de la sociabilidad.

Así pues, fue en Venecia donde se van a encontrar las manifestaciones más audaces de retorno
a lo antiguo.

EMPUJE DE LAS CORRIENTES EXTREMAS

A mediados del siglo, el estilo “gótico”, que se desarrollaba en Occidente con unas claras
peculiaridades nacionales, experimentó una última transformación, que podríamos simplificar
reduciéndola a una oposición de corrientes típica del “Gótico tardío”. Por una parte, en la
arquitectura y en la escultura se manifestaba una vuelta a la monumentalidad del periodo
románico. Por otra, se acentuaba el despliegue de lo fantástico y la riqueza decorativa propios
del gótico tardío estimulados por la presión del nuevo “naturalismo”. Asistimos así al desarrollo
paralelo de lo que podría llamarse un neorrománico y un hipergótico. Sin embargo, la evolución
de la arquitectura, escultura y pintura se produjo siguiendo unos ritmos muy diferentes.

Esta disociación del “último gótico” coincide con el comienzo del renacimiento italiano. La
evolución del arte en la península no es homogénea y no podría explicarse el éxito que alcanzó
en Europa eso que se acabó llamando el Renacimiento si no tenemos en cuenta las analogías
que se dieron en Italia entre el gótico flamígero y un “romanticismo de lo antiguo”, o entre el
Románico y el gusto por las poderosas esculturas romanas. La ósmosis con Italia se vio
facilitada en Francia por el “desdoblamiento” del Gótico, hasta el punto de que este país de
convirtió en uno de los pilares privilegiados del “italianismo” en Europa. La confrontación que
se produjo a finales del siglo XV no es la del gótico con el arte clásico, sino la de un gótico
disociado e inestable con un orden formal italiano que estaba en periodo experimental.

Esta cuestión tampoco se puede resolver claramente sin tener en cuenta la permeabilidad del
arte italiano a las formas artísticas de los países vecinos, y, en especial, a las del arte alemán en
la escultura y a las del flamenco en la pintura.

Hay que tener en cuenta la parte que tuvo el gusto popular en el éxito de estas esculturas
expresionistas, pero hay que tener en cuenta también que la mayor parte de aquellos a quienes,
en el Quattrocento, les gustaban las “obras modernas” tuvieron siempre una fibra favorable al
estilo del Norte, al menos para ese carácter renovador que tenían su pintura y su escultura.

Destacan Mantegna y Bellini. Sin embargo, en 1495 y luego en 1505, Durero, que había ido a
Italia por unas razones que no son bien conocidas, recibió una impresión que no pudo olvidar: lo
que encontró en la pintura de los Bellini y de su círculo le reveló la autenticidad de un mundo
artístico al que no tenía acceso el gótico.

En el espacio de un cuarto de siglo tuvo lugar una “revolución”. Puede considerarse excepcional
el ejemplo de Venecia; pero la situación no resultaría muy diferente en Milán. La fundación de
la ciudad de Pienza al sur de Siena puede considerarse como algo característico del clima de los
años 1460.

Los círculos italianos de mediados del siglo XV no se cerraron frente a los modelos extranjeros
de su tiempo aun cuando estuvieran intentando encontrar un estilo propio. Seguros de ellos

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mismos en el orden monumental, aprovecharon todo lo que les podía resultar útil de las
manifestaciones plásticas y pictóricas del Norte. Los vigilaron de cerca, empezando por los
florentinos.

Estos ejemplos extranjeros estimularon y precisaron las tendencias propias del arte italiano. En
torno a 1460, la difusión generalizada de las formas toscanas fue una realidad y su alcance no
conoció fronteras. Sin embargo, la aportación innovadora estaba descansando sobre una
ambigüedad, e implicaba una nueva voluntad expresiva, (que iba a terminar con las delicadezas
del gótico), y unas nuevas exigencias estilísticas cuya palabra clave es la maniera antica.

Nos encontramos ante dos imperativos: la fuerza de la imagen y la dignidad de las formas. Para
artistas como Brunelleschi, Donatello y Filippo Lippi no son cosas distintas; consiguieron al
tiempo la una y la otra. Pero después del 1460 las pruebas no resultan tan simples: el
naturalismo se fue complicando y necesitó de una explicación; el “gran estilo” se enfrentó a la
diversidad de las formas regionales. El fenómeno más importante que se produjo en estos años
de 1460 a 1490 parece ser también la aparición de dos corrientes extremas, con una voluntad de
afirmar hasta el final la intención artística.

La primera de ellas se basaba en la potencia de la expresión y del repertorio formal, la segunda


en la fuerza del estilo; una es el “squarcionismo” en Padua; la otra tuvo su origen en Piero della
Francesca en Urbino.

Padua: el squarcionismo

Nacido en 1397 (o 1394) y muerto en 1468, Squarcione, que comenzó siendo sastre, se dedicó,
según cuentan los documentos, a la realización de trabajos pequeños, adornos para tabernáculos,
escudos… más que de obras de mayor empeño. Empezó a recibir discípulos a partir de 1431 y
parece que a lo largo de su carrera llegó a tener más de un centenar. Los textos de los contratos
son extraordinariamente precisos y detallan la construcción en perspectiva y la presentación de
modelos, entre otros. Explotaba a sus jóvenes discípulos a los que conseguía atraer con falsas
promesas.

Vasari precisa que el maestro paduano enseñó a Mantegna. Visto desde esta perspectiva, su
papel de gran maestro debería reducirse al más modesto de hábil personaje, que sabia sacar
partido a las piezas de su colección.

Lo que sí parece claro que se debe a él es la ruptura de los compartimentos estancos en los que
se movían las artes. Este artesano que jugó a ser humanista fue más lejos de los que lo hiciera
Ghiberti. Resulta muy difícil precisar en que consistía la galería de Squarcione; era fácil que
tuviera algunas piezas interesantes y quizá algunas procedentes de Grecia.

Y el animaba a sacar en sus pinturas el máximo partido de estos fragmentos, elegidos no por su
armonía si no por su fuerza y su curiosidad, abriendo de esa manera las puertas al recargamiento
arqueológico indiscreto del que fue máximo exponente Mantegna, discípulo suyo.

Los dibujos de Jacobo Bellini, con sus juegos de perspectiva y su curiosa obstinación en
intensificarlo todo, nos dan una idea de por dónde iban los tiros en aquel lugar. Squarcione
desempeñó su papel al llamar la atención sobre unos nuevos objetos y al ser el responsable de
una precoz toma de contacto con la arqueología y el arte moderno. Mostraba las curiosidades,
los florentinos (Lippi, Ucello, Donatello y Andrea del Castagno), enseñaban el estilo. A través
del ejemplo de Donatello, el expresionismo del norte de Italia recibió una nueva vitalidad.

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Al final resulta asombroso, para no llamar la atención, el número de artistas que se sintieron
marcados tras haber pasado por Padua y visitado el “taller fantástico” (el de Squarcione).
Aparece por todas partes; el día en que se pueda establecer una cronología lo suficientemente
precisa de este movimiento, se escribirá un importante capítulo de la historia del Quattrocento.

El estilo noble de Urbino y sus consecuencias

Durante el periodo de 1470-90, Perugia fue un punto vital para la historia de la pintura, y en
muchos aspectos más importante aún que Florencia. En torno a 1460, Perugia fue el lugar donde
se concentraron todas las manifestaciones de lo hermoso y de un arte exquisito. Destacaron
Fiorenzo di Lorenzo y Pietro Vanucci, llamado el Perugino.

Dos descubrimientos acabaron apartando al Perugino de este estilo encantador pero menor: el de
la recia pintura florentina de la escuela del Verrocchio, y el gran estilo de Piero, que, sin él,
nunca hubiera imaginado. Evolucionó y llegó muy deprisa a formular un estilo lacrimógeno y
comercial mientras que Fiorenzo di Lorenzo se fue encerrando a su vez en los estrechos limites
de una especialización provincial. Sin embargo, Perugino siguió representando una forma
pictórica tan elevada que el joven Rafael Sanzio fue desde Urbino hasta Perugia para colaborar
con el artista de moda en la decoración del Collegio del Cambio (1500).

Quizá es posible que Rafael se apuntara a esta escuela únicamente para encontrar junto al
Perugino los últimos ecos de la pintura de Piero della Francesca. Piero se encontraba allí desde
unas fechas muy tempranas y parece que en aquel lugar encontrño el mundo a su medida; allí
pintó el doble retrato de Federico da Montefeltro y de Battista Sforza (1465), la Madonna di
Senigallia y la pala Monfeltro (1495).

La impresión que produce es la de un conjunto ecléctico, en el que se mezclan diferentes estilos


constructivos y decorativos, en los que podemos encontrar las huellas de los florentinos pero
también las de los lombardos y venecianos. Resulta difícil establecer quien fue el responsable
de qué y puede que también se haya exagerado el papel de director ejercido por Montefeltro.
Pero, pese a todo, resulta evidente la originalidad del “clima” que se respiraba en Urbino.

La cultura matemática adquirió auge gracias a Alberti, Piero della Francesca y Luca Pacioli. En
torno a los años 1480-1490, Urbino era algo así como la capital del arte “intelectual”, el arte o
más bien el “juego sabio” de los artistas matemáticos.

Hacia 1470, ocurrió algo bastante sorprendente en la ciudad de los intelectuales y de los artistas:
Piero della Francesco y Paolo Uccello ya eran muy mayores y Federico no consiguió otro pintor
que le gustara, así que llamó a un extranjero y, paradójicamente, Urbino se convirtió en uno de
los puntos principales para la difusión del arte nórdico.

Pero el lugar donde se produjo este encuentro de forma más sorprendente fue, desde luego, en
Ferrara: la corta estancia de Piero en 1449 no pasó inadvertida. Sin ella no se podrían explicar ni
la subdivisión en grandes bandas de los frescos del palacio Schifanoia.

Asi pues, en la ciudad de la familia Este, coincidieron los artistas más diferentes: Pisanello,
Bellini, van der Weyden, della Francesca y Mantegna. Ferrara era un centro cultural en un
sentido muy distinto a como lo era Florencia: era la capital de la poesía moderna, cortesana y
fantástica. La pintura da testimonio de ello a su manera.

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FLORENCIA: DE LA RESTAURACIÓN DE LA REPÚBLICA AL RETORNO
DE LOS MÉDICIS

En noviembre de 1494, después de sesenta años de gobierno de facto, el control político de los
Médicis sobre Florencia llegó, temporalmente, a su final. Una de las voces políticas más
poderosas de la ciudad en esta época fue la del fraile dominico Girolamo Savonarola. Las
intervenciones de Savonarola en los asuntos del Estado resultaron bastante desacertadas; en
particular, sus ataques contra el célebre papa Alejandro VI. Finalmente, Savonarola fue juzgado
como hereje, colgado y quemado en la hoguera.

La República como mecenas

Los ciudadanos de Florencia volvieron a la tarea de reconstruir su querida república y reinventar


una mitología visual y un lenguaje estilístico que expresase sus ideales. La Señoría se embarcó
en un buen número de proyectos que iban a transformar la iconografía del Estado florentino.
Estos encargos lograron dos cosas. En primer lugar, proporcionaron una ubicación física al
gobierno con una poderosa serie de imágenes diseñadas para establecer una iconografía del
poder restaurado y, en segundo lugar, evocaron la historia de la primitiva ciudad republicana.

David de Miguel Ángel:

Originalmente fue encargada para la tribuna norte de la catedral, pero cuando quedó terminada
en 1504, fue situada, en cambio, justo a la izquierda de la entrada al Palacio de la Señoría. El
David es sobresaliente tanto por su representación realista del cuerpo humano masculino como
por el idealismo que Miguel Ángel ha proyectado sobre el mismo.

La figura puede interpretarse a un tiempo como un hombre común y como un héroe clásico. El
colosal tamaño de la figura sugiere la existencia de un vínculo con las esculturas colosales de la
Antigüedad. La grandeza de Grecia y Roma es ahora igualada por la de Florencia.
Lo mismo que la figura es, a un tiempo, real e ideal, también representa a David y a otros héroes
como él. Hasta entonces la desnudez había sido algo inusual en las imágenes del monarca
israelita, si se exceptúa el David de bronce de Donatello. La postura de la estatua se asemeja
mucho a las imágenes clásicas de Hércules.

Durante el tiempo que Miguel Ángel se dedicó a tallar el David, se estaba llevando a cabo un
gran proyecto de renovación en el Palacio. En 1503, la Señoría encargó a da Vinci pintar la
batalla de Anghiari contra los milaneses (1440) en un lado de la sala, y en 1504 contrató los
servicios del joven Miguel Ángel para que representase la de Cascina en el otro.

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Este tipo de pinturas de batallas dieron la vida a los muros de muchos palacios comunales
italianos, conmemorando grandes momentos de la historia cívica. La Señoría fomentó la
rivalidad entre Leonardo y Miguel Ángel en un claro intento en que ambos alcanzasen sus más
elevadas cotas de creatividad y terminasen cuanto antes sus respectivos proyectos.

El gobierno de Florencia consiguió su objetivo en el primer aspecto, pero no en el segundo,


pues Leonardo completó solo una pequeña parte del fresco, en tanto que Miguel Ángel nunca
pasó del cartón.

Mecenas privados

La presencia en Florencia de Leonardo, al que por esta época se profesa un reverente respeto,
coincide con la de Miguel Ángel, en plena etapa de madurez artística y con la del joven Rafael.
Aunque no tenemos información sobre sus relaciones, los intercambios intelectuales y artísticos
que se produjeron entre ellos se ponen de manifiesto a través de sus obras.
Uno de los logros más sobresalientes de Leonardo en el campo de pintura fue la transformación
que realizó del retrato. Gracias a su trabajo, éste pasó de ser un mero símbolo de status a
convertirse en la representación de un personaje que entabla conversación con el espectador.

Su Mona Lisa, una mujer que permanece sentada ante un paisaje rocoso y lacustre constituye un
auténtico epítome de cuanto acabamos de decir, si bien su carácter innovador depende en buena
medida de los avances de la pintura veneciana de la época, que Leonardo, sin duda, tuvo la
oportunidad de contemplar cuando visitó la ciudad en 1500. Cuando Rafael pintó los retratos de
bodas de Agnolo Doni y Maddalena Strozzi, la Mona Lisa sirvió claramente de fuente de
inspiración.

En la Virgen del Baldaquino, que finalmente dejaría inconclusa, Rafael emplea la composición
simétrica habitual, en la que aparece María entronizada con el Niño Jesús y flanqueada por
santos. Las figuras se hallan situadas en un marco arquitectónico de una austeridad clásica.
Apenas muestra signos de compartir la fascinación que sentían los dos artistas mayores por el
movimiento y la energía física.

El interés de Rafael por la obra de Leonardo y de Miguel Ángel resulta mucho más evidente en
su Santo Entierro. El grupo de hombres que se agolpa alrededor del cuerpo muerto de Cristo
crea un movimiento centrífugo que parte del mismo cadáver.

El retorno de los Médicis

En 1512 los Médicis retornaron de nuevo al poder en Florencia. La posición de los Médicis en
la ciudad estaba ya consolidada cuando Giovanni, el segundo hijo de Lorenzo el Magnífico, se
convirtió en papa en 1513 (con el nombre de León X), empleando así todo el peso (y la riqueza)
del papado para afirmar su control sobre Florencia.

Nuevamente bajo el control de los Médicis, la Señoría revocó todas las leyes promulgadas
desde 1494 y paralizó la ejecución de los encargos artísticos que habían sido efectuados por la
república, particularmente los proyectos para el Salón del Gran Consejo. Era como si los
dieciocho años anteriores jamás hubieran existido.

La escultura pública

El encargo del Hércules y Caco a Bandinelli demuestra claramente la importancia que los
gobernantes concedían a la escultura en los espacios públicos. En 1534 sería colocada a la

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derecha de la puerta del Palacio de la Señoría. Este suceso marca el inicio de la transformación
de la Plaza y del Palcio de la Señoría en un enclave propio mediceo, al apropiarse esta familia
de símbolos cívicos tales como Hércules.

Manierismo

No resulta sorprendente que el cambio de la estructura del poder en Florencia, convertida de


facto en un principado, condujese con el tiempo a la aparición de un nuevo estilo en las artes
visuales. El cambio se debió, en parte, al hecho de que los tres grandes exponentes del estilo
clásico en la pintura de comienzos del siglo XVI habían dejado la ciudad (Leonardo, Miguel
Ángel y Rafael). El nuevo estilo, comúnmente denominado manierismo, se manifestó en la
pintura y la escultura, y algo menos en la arquitectura. Duró casi hasta el final del siglo, y se
difundió desde Florencia y Roma a otros lugares de Italia y más allá de los Alpes.

Miguel Ángel y los Médicis

Cuando el papa León X entró triunfalmente en Florencia en 1515, emprendió junto a su primo
Giulio una serie de actuaciones en San Lorenzo, destinadas a llevar a cabo los proyectos de sus
antecesores para esta iglesia. La Sacristía Nueva, fue diseñada como panteón funerario para la
familia. La Sacristía Nueva de Miguel Ángel fue diseñada como reflejo de la Sacristía Vieja de
Brunelleschi. La iconografía pretende incluir referencias tanto a la temporalidad como a la
inmortalidad. Planta centralizada, cúpula. Manierismo en arquitectura.

La Biblioteca Laurenciana

Miguel Ángel experimentó mucho más extensamente con las formas arquitectónicas en el
vestíbulo de la Biblioteca Laurenciana. Giulio de Médicis la encargó con el propósito de
albergar la enorme colección de libros y manuscritos de la familia. Utilizó el armazón de pietra
serena gris y estuco pintando en blanco. La escalinata que conduce del vestíbulo a la sala de
lectura de la biblioteca ocupa todo el resto de la superficie contra los muros.

ROMA: EL ESTILO IMPERIAL BAJO JULIO II Y LOS PAPAS DE LA CASA


DE MÉDICIS

El propio nombre que tomó Julio II al convertirse en papa (Julio II por Julio César), ya muestra
sus preferencias por el mundo romano.

La nueva basílica de San Pedro

Puesto que la antigua basílica fue obra encargada por Constantino, Julio II al encargar a
Bramante su restauración se equiparó con el emperador. Nave central y dos laterales sobre
planta central.

El sepulcro de Julio II

En 1505 Julio II encargó a Miguel Ángel que diseñara su sepulcro. Primer proyecto: tres pisos,
exento, colosal, cámara funeraria oval en su interior.

El techo de la Capilla Sixtina

Existen indicios de que en época tan temprana como 1506 Julio II pretendía ya que se pintase la
bóveda de la Capilla Sixtina, pero Miguel Ángel no firmó el contrato hasta mayo de 1508.
Cuentan las historias del Génesis: la Creación (sobre el muro del altar), la creación de Adán y

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Eva y el Pecado Original (en el centro), y la historia de Noé (en la entrada del fondo de la
capilla). Las pechinas de la estancia muestran a héroes y heroínas del antiguo testamento.

La Estancia de la Signatura

Julio II encargó a Rafael decorar sus estancias privadas en el Palacio Vaticano. Se empezó a
trabajar en la Estancia de la Signatura, donde las imágenes de Rafael reflejan cuatro ámbitos
fundamentales del conocimiento humano: la Filosofía en la Escuela de Atenas, la Religión en la
Disputa del Santo Sacramento, la Poesía en el Parnaso y el Derecho, donde las virtudes
cardinales de la Prudencia, la Templanza y a Fortaleza se hallan dispuestas alrededor de la
Justicia.

El retrato de Julio II

Cuando Rafael pintó el retrato de Julio, mostrándole con una barba que se dejó crecer cuando la
ciudad pontificia de Bolonia se declaró independiente en 1510, representó a un anciano
ligeramente encorvado y con la vista tristemente fija en el espacio. La introspección psicológica
de la pintura marca un nuevo punto de partida en la historia del retrato.

La Estancia de Heliodoro

La siguiente estancia que decoró Rafael contiene frescos sobre el tema de la intervención divina
y recibe su nombre del fresco que representa La expulsión de Heliodoro. La imagen de
Heliodoro deriva del Laocoonte.

León X (1513-1521)

A la muerte de Julio II le sustituyó León X, que completó la Estancia de Heliodoro y dio


comienzo a su propio proyecto en la sala. Rafael estaba trabajando para él en la Estancia del
Incendio. Cada una de las paredes de esta estancia representa un suceso de la vida de uno de los
anteriores papas que llevaron el nombre de León.

Una villa suburbana

Cuando Agostino Chigi, un rico banquero sienés, se construyó un palacio, actualmente conocido
como Villa Farnesina, en un área despoblada a orillas del Tíber, lo concibió como una villa
suburbana donde él y sus huéspedes estarán libres de las preocupaciones de la ciudad. Para la
logia de la planta baja encargó a Rafael y a su taller que le pintasen una arboleda.

Rafael y Miguel Ángel

En el 1518 el cardenal Giulio de Médicis encargó dos pinturas para la catedral francesa de
Narbona; una a Rafael y otra a Sebastiano del Piombo. Esto hizo que se reanudara la
competencia entre Rafael y Miguel Ángel, iniciada una década antes, bajo el pontificado de
Julio II, en las Estancias de la Capilla Sixtina, ya que Miguel Ángel suministró dibujos y
consejos a Sebastiano.

Clemente VII

El nuevo papa (Giulio de Médicis) nunca logró restablecer el mecenazgo de Julio II y León X.

VENECIA: ENSUEÑO Y MONUMENTALIDAD

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Venecia se convirtió en tema de un muto cívico, que sostenía que la ciudad se había salvado
gracias a su emplazamiento privilegiado y a sus orígenes marítimos, que habían engendrado una
ciudadanía con especial coraje y autosuficiencia, dispuesta a sacrificar su provecho privado en
aras de beneficio de la comunidad.

Pero muchos abrazaron un nuevo estilo, evocador y a menudo ambiguo en lugar de descriptivo.
También buscaban solaz y deleite en la nostalgia por el remoto pasado clásico, muchos de cuyos
mitos e imágenes idílicas se habían hecho accesibles por las imprentas venecianas.

Poesía pictórica

Una importante novedad del arte veneciano de la época fue la poesía, un tipo de pintura pensada
para operar a la manera indirecta del poema lírico. El más destacado fue Giorgione; una de sus
obras es La tempestad, debido a la tormenta que se atisba en el horizonte, muestra claramente
su originalidad.

Sea cual sea el tema que se pretendía representar, se trata claramente de una obra
revolucionaria, en la que el color, la forma y la luz parecen demandar y frustrar, a un mismo
tiempo, los intentos de hacer una lectura literal. Con esta pintura nace la poesía visual.

Erotismo y antigüedad

Giorgione y sus mecenas hicieron amplio su uso del nuevo estilo en obras de temática sensual.
La Venus durmiente es uno de los casos más destacados; la pintura debe interpretarse como
una evocación poética del idilio clásico, pero no ay mitología poética que pueda superar la
naturaleza sensual de la imagen.

EL ARTE DEL RENACIMIENTO ESPAÑOL

Breve historiografía

El humanismo es, por lo que tiene de mirada a la Antigüedad, previo a la formulación de un


lenguaje que pueda definirse como la aceptación plena de un modelo clásico o, dicho de otro
modo, que el proceso intelectual de la España de la Baja Edad Media y de los inicios de los
tiempos modernos es preciso considerarlo mediante la incidencia del humanismo, considerado
fenómeno cultural, en un panorama artístico muy complejo en el que se mezclan operaciones
comerciales o intercambios artísticos de procedencias muy diversas y muy activas, por lo menos
hasta 1530, dibujando así un muy particular camino al pleno Renacimiento.

TEMA 1. La cultura del humanismo y el lenguaje del Renacimiento

A finales del siglo XIII y sobre todo a lo largo del XIV, surge una cultura nueva a la que es
legítimo llamar laica, porque se aparta más que se antepone a la cultura preexistente que es
cristiana y eclesiástica. Surge en Italia pero se expande por Europa y tiene dos características
fundamentales: la exaltación de la “dignitas homini” y el convencimiento de revivir una época
histórica que se había convertido en modelo a seguir. Humanismo y Renacimiento.

Las artes plásticas: estados cátalo-aragoneses. Castilla y Nápoles

Al final del siglo podemos hablar ya de un doble lenguaje plástico: el gótico, como imagen de la
monarquía, y los elementos renacentistas, en el reducto de algunos nobles. Aviñón: crisol de las
variadas culturas que allí concurrieron, dando paso hacia la formación del nuevo lenguaje
artístico, especialmente en torno a los años de la segunda y tercera décadas del siglo XV.

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• Reinos cátalo-aragoneses:

Valencia a principios del siglo XV se convierte en el principal puerto. Antes del descubrimiento
de América el principal es el de Barna. Gran parte de la actividad económica se desarrollará en
Valencia, lo cual desfavorece a Barcelona y Valencia le tomará el relevo. Esto hace que la
ciudad se desarrolle económica y demográficamente.

La corona de Aragón ha tenido casi siempre vinculación con el mediterráneo; no solo por la
costa sino por las posesiones de la corona de Aragón en Italia: Nápoles, Sicilia y Córcega. Esto
convierte a Valencia en lugar atractivo bien comunicado entre la península e Italia. Algunos
religiosos valencianos llegaron a ser papas, como Alfonso de Borja, Calixto III o Rodrigo de
Borja.

• Castilla:

Castilla tardó algo más que los Reinos cátalo-aragoneses en ir adoptando el nuevo lenguaje
artístico que lentamente llevaba el arte español hacia el Renacimiento. Los últimos años del
siglo XIV recibe artistas italianos y nórdicos pero en el siglo XV la influencia italiana es más
fuerte y la pintura y escultura se mescla las filigranas de la arquitectura gótica. Los clientes son
reyes, nobles y burgueses.

• La segunda mitad del siglo XV:

Al inicio de la segunda mitad del siglo XV se mantiene una duplicidad de expresiones que el
profesor Checa señala que comienza a configurarse un modelo ecléctico y que la inexistencia de
una verdadera polémica entre los sistemas figurativos presentes en el debate artístico no solo se
pueden percibir desde el punto de la vista del mecenazgo, sino en pintores y escultores que
indistintamente utilizan elementos góticos y elementos de clara filiación renacentista.

La época de los Reyes Católicos

Se inicia ahora una relación constante con Italia y en este contexto la introducción de la
imprenta juega un papel importante. Esa relación lleva indefectiblemente a la plena
incorporación del humanismo renaciente a la tradición nacional.

La gestación del Estado moderno impulsado por los Reyes Católicos obliga a los nobles a
reorientar sus proyectos en relación con su prestigio y su gloria. El Renacimiento italiano había
penetrado ya en Castilla es el hecho de que cuando en 1488 el cardenal visitó las obras de su
Colegio.

En los últimos años del siglo XV e inicios del XVI los modelos italianos quedaron en el reducto
de las familias de la nobleza y en la Corte.

TEMA 2. La crisis castellana: 1504-1517

El arte entre 1500 y 1526

El comienzo del siglo XVI no significó ninguna variación artística con respecto a los últimos
años del siglo XV y, como entonces, la característica global de estos primeros años del
Quinientos español sigue mostrando la dualidad de dos lenguajes, el del gótico y el que muestra
los primeros atisbos de una influencia italiana del Renacimiento.

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No existieron ensayos prácticos y formulaciones técnicas a la manera de lo que se había
producido en Italia. De ahí que no se plantease una recuperación del modelo de la Antigüedad,
ni un debate, ni una reflexión en torno a posibles formas de establecerlo.

• La arquitectura:

Dos opciones: una que se inspira en modelos italianos y otra que mantiene el programa de
construcción gótico pero renovando varios de sus elementos, como por ejemplo las bóvedas, el
espacio, las fachadas, aunque sus elementos, utilizados ahora de manera novedosa, no pierden
en ningún momento su raíz gótica. Ambas opciones tienen su propia significación y distintos
comitentes.

• La pintura:

El arte de Italia se acepta abiertamente, pero de manera parcial. La pintura española se muestra
muy apegada a la realidad, intensificada por la inclinación que los pintores del siglo XV
sintieron por la escuela flamenca. Los pintores españoles demuestran escasa vocación por las
ideas de belleza y clasicismo. El tema religioso predomina absolutamente.

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