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Con frecuencia tuvo que abandonar Nichiren su alojamiento en plena noche para
salvarse de ataques traicioneros. En una de esas ocasiones, se encontraba en el templo
Ankokuronji, cuando escapó por muy poco de sus perseguidores.
Era una noche lluviosa, sin un rayo de luna para iluminar el empinado sendero de
montaña. Nichiren corrió para defender su vida, perseguido muy cerca por una horda de
atacantes. Cuando estaban a punto de darle alcance, apareció un mono blanco que le
condujo milagrosamente a salvo y le ocultó en una pequeña cueva.
Sin embargo, Nichiren tenía muchos enemigos, incluido el propio shogun, que deseaban
su muerte y esperaron con paciencia la ocasión propicia.
El doce de septiembre de 1271, las tropas del regente Hojo no Tokimune cercaron con
sigilo el templo donde se alojaba y, pasada la medianoche, apresaron por sorpresa a
Nichiren. Después de atarle, lo montaron en un caballo y lo condujeron por los oscuros
caminos hasta el lugar de ejecuciones públicas, a unos siete kilómetros de distancia,
entre las colinas boscosas, en las afueras del pueblo de pescadores de Katase,
frente a la isla de Enoshima.
La historia de la salvación por obra divina corrió por Kamakura y se extendió a lugares
lejanos, y en pocos días sus discípulos se multiplicaron. El regente consideró el rayo una
señal divina y optó por exiliar a Nichiren a la pequeña, fría y lejana isla de Sado, donde
pasó cuatro años en estudio y meditación. Murió once años después en Edo, después de
haber alcanzado el nirvana.
El templo de Ryukoji, construido algunos años después por sus seguidores en el lugar
del milagro, conserva, sobre un almohadón de brocado, la losa utilizada para la
ejecución, que todavía veneran muchos peregrinos.